Innata para niños 4

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Labores y cuentos para niños de 3 a 12 años Cuento: TODOS LOS CUENTOS DE LOS HERMANOS GRIMM, Editorial Antroposófica. Pinturas originales del cuento: Sofía Paschetta - Ilustraciones de las actividades: Mariana Berdiñas Innata para niños 4 va junto a la revista Innata 4 y es de distribución gratuita.


TODOS LOS CUENTOS DE LOS HERMANOS GRIMM, Editorial Antroposófica.

Vivían en tiempos remotos un rey y una reina que todos los días exclamaban: —¡Ah, si tuviésemos un hijito!— pero nunca les venía ninguno. Cierto día en que la Reina se bañaba en el río, saltó una rana a la orilla y le dijo: —Se cumplirá tu deseo; antes de un año darás a luz una hija. Y sucedió tal como la rana pronosticara: la Reina tuvo una niña tan hermosa, que el Rey no cabía en sí de alegría y organizó una gran fiesta. Invitó a ella no sólo a sus parientes, amigos y conocidos, sino también a las hadas, con la esperanza de que se mostrasen generosas con su pequeña. Trece hadas había en el reino, y como el Soberano sólo tenía doce platos de oro para servirlas en el banquete, no hubo más remedio que dejar de invitar a una. Celebróse el banquete con todo esplendor, y al terminar, cada una de las hadas concedió un don a la niña recién nacida. Una le otorgó la virtud; la segunda la belleza; la tercera la riqueza; y así, sucesivamente, dotándola de cuanto en el mundo hay de apetecible. Cuando ya once habían pronunciado su gracia,

de pronto presentóse el hada decimotercera que, deseando vengarse por no haber sido llamada a la fiesta, sin saludar ni mirar a nadie, exclamó: —La princesa se pinchará con un huso en cuanto cumpla los quince años, y caerá muerta—. Y sin añadir otra palabra volvió la espalda y salió de la estancia. Todos los presentes quedaron aterrados. Quedaba aún el hada duodécima, que no había expresado todavía su don y que, si bien no tenía poder para anular la fatal sentencia, podía sí atenuarla. Se adelantó pues, y dijo: —La princesa no quedará muerta, sino durmiendo un sueño profundo que durará cien años. El Rey, ansioso de preservar a su hijita de la desgracia que la amenazaba, promulgó una ley por la que mandaba quemar todos los husos que hubiera en el reino. Mientras tanto, iban apareciendo en la muchacha todas las gracias concedidas por las hadas pues era hermosa, modesta, afable y juiciosa; todo el que la trataba quedaba prendado de ella. El día en que cumplió los quince años, el Rey y Ia Reina se hallaban ausentes de


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Cristina Martínez explica el cuento en la página 44 de Innata 4.

palacio y la muchacha había quedado sola. Aprovechó la ocasión para recorrerlo todo, entrando en Ias habitaciones y aposentos en que se le antojaba, y al fin llegó a una antigua torre. Trepando por la estrecha escalera de caracol que conducía a lo alto, encontróse frente a una puertecita. En la cerradura había una llave enmohecida. Dióle la vuelta, abrióse la puerta y apareció, en una pequeña estancia, una mujer muy vieja que, manejando un huso, hilaba laboriosamente su lino. —Buenos días, abuelita —dijo la princesa—. ¿Qué estás haciendo? —Estoy hilando —dijo la vieja moviendo la cabeza. —¿Y qué es esta cosa que rueda tan alegremente?— preguntó la muchacha y, cogiendo el huso, quiso hilar también. Mas apenas lo hubo tocado realizóse la profecía: se pinchó el dedo con él. En el mismo momento cayó sin sentido sobre la cama que había en el cuarto y quedó profundamente dormida. Y su sueño se propagó por todo el palacio. El Rey y la Reina, que acababan de regresar y se hallaban

en el salón, quedáronse dormidos, y con ellos toda la Corte. Y se durmieron los caballos en la cuadra; los perros en el patio; las palomas en el tejado; las moscas en la pared... Hasta el ruego que llameaba en el hogar quedó inmóvil y dormido, y el asado dejó de cocer, y el cocinero, que se disponía a tirar de las orejas al pinche por alguna travesura suya, lo soltó y se quedó dormido. Amainó el viento y en los árboles que rodeaban el palacio ya no se movió ni una sola hoja. Pero en tomo al castillo empezó a crecer un seto de rosales silvestres que cada año adquiría mayor altura y acabó, al fin, por rodear todo el edificio y cubrirlo incluso, de forma que nada se veía de él, ni siquiera el pendón que ondeaba en la punta de la torre. Y por todo el país empezó a cundir la leyenda de la hermosa princesita durmiente, a quien llamaron desde entonces Rosa Silvestre. Y de cuando en cuando se presentaban príncipes dispuestos a penetrar en el palacio atravesando el seto espinoso; pero jamás lo conseguían, porque los rosales, como si tuviesen manos, los


aprisionaban y los infelices quedaban sujetos a ellos, sin poder ya soltarse, y morían de una muerte cruel. Al cabo de muchos años llegó al país el hijo de un rey y oyó explicar a un anciano la historia del seto espinoso, dentro del cual había un palacio habitado por una bellísima princesa llamada Rosa Silvestre, que estaba sumida en un profundo sueño junto con el Rey, la Reina y toda la Corte. Sabía también, por habérselo oído a su abuelo, que muchos príncipes venidos de otros países habían intentado penetrar en el palacio; pero todos habían muerto trágicamente, aprisionados entre los espinos. Dijo entonces el recién llegado: —Pues yo no temo a nada; iré a ver a la princesita durmiente. Fue inútil que el buen viejo tratara de disuadirlo; el príncipe no hizo caso de sus palabras. En esto, acababan de transcurrir los cien años y había llegado el día del despertar de la princesa. Cuando el hijo del Rey se aproximó al seto de rosales silvestres, encontróse con grandes y hermosas flores que, apartándose por sí solas, le abrieron paso dejándolo avanzar sin daño, para volverse a cerrar detrás de él en forma de vallado. En el patio del palacio vio los caballos y los perros de caza, de manchada piel, tumbados durmiendo, y en el tejado las palomas, inmóviles, tenían todas la cabeza debajo del ala. Y cuando entró en el edificio dormían las moscas en la pared; el

cocinero tenía aún la mano extendida como para atrapar al pinche, y la criada continuaba sentada delante del pollo a punto de desplumarlo. Prosiguiendo, encontróse en el gran salón con toda la Corte, que yacía en el suelo dormida, y en el trono estaban el Rey y la Reina. Siguió andando, y en todas partes reinaba un silencio absoluto, de forma que podía oír su propia respiración. Finalmente llegó a la torre y abrió la puerta del pequeño cuarto donde dormía Rosa Silvestre. Yacía en la cama, tan hermosa, que el mozo no podía apartar de ella los ojos; luego se inclinó y le dio un beso. No bien la tocaron sus labios, la princesita abrió los ojos y, despertándose, le dirigió una mirada llena de amor. Bajaron juntos y, despertando al Rey y a Ia Reina y a los cortesanos todos, quedaron contemplándose mutuamente con ojos de asombro. Y los caballos del establo se incorporaron y sacudieron; los perros de caza pusiéronse a brincar y menear el rabo; las palomas del tejado sacaron la cabecita de debajo del ala y, echando una mirada a su alrededor, emprendieron el vuelo; las moscas siguieron andando por la pared; avivóse el fuego del hogar, echó llamarada y se puso a cocer la comida; el asado volvió a chirriar; el cocinero dio al pinche un bofetón tan fuerte que lo hizo prorrumpir en chillidos, y la criada terminó de desplumar el pollo. Y con el mayor esplendor celebróse la boda del príncipe con la princesita, y todos vivieron felices hasta el fin.


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Para este cuento inventamos un juego en ronda, para que jueguen varios niños de más de seis años. Antes de jugar, los niños deben confeccionarse disfraces con ayuda de sus papás. Si los niños son menores de 6 años, como este juego en ronda tiene muchos personajes y roles que es difícil para niños pequeños, ellos pueden jugar directamente con los disfraces a correrse entre sí. Para comenzar necesitamos que un papá lea el cuento y todos los niños escuchen muy atentamente y en silencio.

Primera parte del juego

Los disfraces la bella durmiente para niños de 3 a 6 años

Antes del juego necesitamos disfraces para tres de los participantes, la princesa, el príncipe y la vieja, que son los tres personajes que van a tener más protagonismo en el juego. La princesa lleva una corona rosa y una capa rosada; el príncipe, una corona dorada, una capa roja y una espada; y la vieja, un pañuelo violeta para su cabeza, una capa, también violeta, y un huso1 con una hebra de lana en su mano. 1

Un huso es un objeto que sirve para hilar fibras textiles. En su forma más simple, es un trozo de madera largo y redondeado, que se aguza en sus extremos y que, en uno de ellos, normalmente el inferior, lleva una pieza redonda de contrapeso. Para hilar con un huso se comienza por tomar un copo de alguna fibra textil como lana o algodón y se retuerce una porción entre los dedos hasta darle forma de hebra. Esta hebra inicial se amarra al huso y se sigue realizando el procedimiento de torsión. Mientras tanto, con la otra mano se hace girar el huso con un extremo afirmado en el suelo, de modo que la hebra vaya enrollándose a él. Una vez que el huso se ha llenado, la fibra hilada se desenrolla, manualmente o con una devanadera, para guardarla como ovillo. El huso, es en sus diversas formas, una herramienta que data del Neolítico y que se utiliza hasta la actualidad. a. Mujer hilando con un huso (Ayacucho, Perú). b. Hilando con huso: (1) copo; (2) huso; (3) volante. c. Huso de madera.

1

c a

b

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Para confeccionar los disfraces

Coronas y pañuelo

Para la corona de la princesa, tomar la medida de la circunferencia de la cabeza de alguna de las niñas y marcar esa medida en una cartulina (ese será el largo) y una altura de 6 cm. Dibujar una línea recta con regla para la base de la corona y una línea con una leve curva, para la parte de arriba, tal como muestra el dibujo. Cortar con tijeras y pegar las puntas con un pegamento. Forrar con papel metalizado rosado. Para hacer la corona del príncipe, hacemos lo mismo que para la de la princesa salvo que, en la parte de arriba de la corona, dibujamos 5 picos iguales. Cortar con tijeras y pegar las puntas con un pegamento fuerte. Forrar con papel metalizado dorado. El pañuelo de la vieja será un cuadrado de tela de algodón o seda violeta de 50 cm x 50 cm, que ata debajo de la barbilla, como indica el dibujo.

El huso de la vieja

Éste es muy facil de realizar. Tienen que buscar una rama o palito de madera de 40 cm de largo, lo más liso posible y atarle en la punta una hebra de lana que alcance para hacer un bollito en la punta. Hacerle un nudo y que cuelgue una pequeña cola.


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Las capas de los tres

Las tres capas se confeccionan de la misma manera, con una tela liviana de algodón o, de ser posible, seda. Para cada capa, cortar un rectángulo de 70 cm x 50 cm y hacer un dobladillo simple todo alrededor. Cortar, de cada tela, una tira de 100 cm x 10 cm, doblarla a lo largo y coser, obteniendo una cinta. Tomar la primera tela y fruncir un lado con un hilván liviano. Para unirlo a la cinta, marcar primero la mitad del largo de la cinta y la mitad de la tela en la parte fruncida. Sujetar este punto con un alfiler. Unir con alfileres la cinta a la tela fruncida y coser a máquina o a mano. Debería quedar la misma longitud de cinta de ambos lados. ¡La capa ya está lista para probarsela a los niños!

Para la espada del príncipe

Dibujar, sobre un cartón, dos rectángulos de 12 x 5 cm y un rectángulo más largo de 40 x 7 cm. Este segundo rectángulo debe tener la forma de una punta de flecha (ver dibujo) en uno de los extremos.

Recortar todos los cartones. Pintarlos de ambos lados de plateado o dorado. Dejar secar. Pegar los dos rectángulos entre si con un pegamento fuerte, cuidando que, en el medio, quede la punta de la espada (ver dibujo) y ¡listo!.

Si quieren que la espada sea más rígida, pueden recortar dos rectángulos con punta y pegarlos entre sí.


Segunda parte del juego

La Ronda

la bella durmiente para niños de 6 a 8 años Una vez que ya tenemos los disfraces podemos comenzar el juego. La vieja es designada por única vez al principio del juego y los otros niños se acomodan, sentados, en una ronda. El hada mala, o vieja, ya con su disfraz puesto, recita dando vueltas alrededor de la ronra con el huso en la mano:

“Yo era un hada que muy enojada me quedé. Ahora soy vieja y a la niña con mi huso pincharé y a todos en este castillo dormiré” Entonces la vieja, sin que la vean, dando vueltas por fuera de la ronda, toca con su huso a una niña, que será la princesa y a un niño, que será el príncipe. En ese momento, en el que los

designados se dan cuenta, la vieja sale corriendo. El príncipe tiene que levantarse, correr y atrapar a la vieja. La princesa y los otros jugadores se quedan dormidos en su sitio. Cuando el príncipe agarra a la vieja, la pone prisionera en el centro de la ronda y va tocando en la espalda a cada uno de los participantes hasta adivinar quien es la princesa. ¿Cómo reconoce a la princesa? Aquellos que toca que no son princesa deben hacer zumbidos de moscas ZZZ, o relinchos de caballos o ladridos de perros. Cuando el príncipe adivina quien es la princesa, la ayuda a ponerse de pie y ambos se ponen sus disfraces y se toman de la mano. Ahora, todos se despiertan y... ¡¡a correr!! porque la vieja se libera y los corre para atrapar a quien será la vieja en la próxima ronda. ¡¡Qué se diviertan!!


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