Comportamiento organizacional

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Comportamiento organizacional Psicología de las organizaciones

ABELARDO R PITHOD

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Abelardo Pithod Nació en Mendoza, Argentina, en 1932. Profesor de Filosofía egresado de la Universidad Nacional de Cuyo, master en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid. Se doctoró en Sociología en la Sorbona de Paris. Especializado en psicología social, es investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), profesor titular de Comportamiento Organizacional de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Cuyo. Ha realizado estadías para estudios e investigaciones de su especialidad que totalizan cinco años de actividad en el extranjero. Ha sido profesor invitado de varias universidades e institutos de Buenos Aires y del resto del país, así como de Chile, España y Francia. Es autor de más de diez libros y numerosos artículos científicos en publicaciones del país y del extranjero. Entre sus obras principales pueden citarse: La revolución cultural en la Argentina (1977), La contaminación ambiental (en colab., 1977), Curso de doctrina social (1977), La conciencia territorial (en colab., 1978), Subcultura joven y religión (1979), Dinámica de las tensiones (1979), Planeamiento y Nación (en colab.,1979), Ideología y desarrollo (1984), Conflictos en las organizaciones (1992).

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Unidad 1

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os proponemos en esta primera Unidad mostrar cómo sociedad, cultura y personalidad pueden ser concebidos como sistemas. Deseamos que usted comprenda la conveniencia de estudiar toda organización humana bajo la triple luz de la "trinidad inseparable", formando un sistema complejo al mismo tiempo interrelacionado y semi-autónomo en sus i res partes. Una organización debe ser sometida siempre a este análisis est ructural-funcional. Para definir los aspectos más relevantes del sistema social recurrimos a unidades de análisis tomadas principalmente de la tradición sociológica que representan Max Weber, P. Sorokim, Robert K. Merton, T. l'arsons y otros. De esta forma iremos precisando diversos conceptos: comportamiento, rol, estructura, institución, etc.

1. Definición de comportamiento Definir (de-finire) es delimitar, fijar con precisión los alcances de un imiino (definición nominal) o de un objeto (definición real). En nuestro caso, el término y el objeto (el comportamiento) vienen, además, acotados por el especificativo organizacional. La pregunta que debemos hacer-


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nos es ¿a qué llamamos "comportamiento" en el contexto de nuestra discil plina? 1 Las ciencias del comportamiento son varias y por eso también difal rentes las definiciones que suelen dar de su objeto. En nuestra perspectivas que viene acotada o especificada por la expresión "organizacional", para| ce apropiada la definición que da Joseph Nuttin en La estructura de la personalidad (1973: 13). Comienza señalando que no hará distinción entre comportamiento y conducta. Ambos términos aluden, para él, a la respuesta significante que un ser psíquico (in casu: el hombre) da a una situación que tiene, a su vez, un sentido. Podrían hacerse varios comentarios a esa definición, pero para nuestro fin basta con retener dos elementos esenciales: para que haya "comportamiento" se necesita que un ser "psíquico" (tal vez podríamos decir: dotado de conocimiento) actúe frente a una situación, en respuesta a ella, de manera que su actuar tiene un significado —un significado para él y para quien eventualmente pueda estar observándolo, aunque ambos "significados" pueden no coincidir— y al mismo tiempo que la situación en la que se encuentra el actor o agente posea un sentido. Esto nos permite distinguir entre el sentido subjetivo (del sujeto) y el sentido objetivo del proceso, evento o coyuntura en que k se halla el sujeto. El sentido que el sujeto atribuye a la situación puede o no ser el que . objetivamente ésta tiene. Pero, acertado o equivocado, el sujeto debe atribuir un sentido a la situación, es decir, debe constituir su actuar una respuesta finalística y no meramente mecánica. Por otra parte es importante que la situación en sí misma ofrezca una inteligibilidad o significación. Frente a un puro caos no hay propiamente posibilidad de comportamiento finalístico. Obsérvese que, así definido, el comportamiento supone, como dice Nuttin, un agente "psíquico" y no meramente biológico. Con tal precisión, las respuestas puramente "reflejas" de un organismo sólo suplementariamente entran entre las propiamente comportamentales. Veámoslo en un ejemplo: Un orador está hablando, es decif, está realizando una serie de acciones que califican su comportamiento. El hecho de que sus nervios lo hagan transpirar copiosamente no forma parte sino accidental del comportamiento oratorio. No es atinente al rol mismo que está desempeñando. Por cierto, esto no quiere decir que no tenga impoi ./* tancia desde otro punto de vista (conocer un rasgo de la personalidad di | actor: su nerviosismo), pero no confiere sentido a la acción "oratoria". Como tendremos ocasión de ver, repetidas veces la problemática del Comportamiento Organizacional tiene a menudo que ver con la compati• bilización del sentido subjetivo que los actores confieren a una situación y


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|U significación objetiva. El desfase o desajuste de ambas instancias genern una multitud de problemas en la interrelación humana, en la comunicación, en la toma de decisiones, en los conflictos. Cuando el actor tiene una Iriiilrncia sistemática a deformar la percepción de la situación objetiva se Comportará también sistemáticamente de manera inadecuada. En el ejemplo »ld orador nervioso y que transpira puede estar influyendo la tendenClu i.in común a percibir tal tipo de situaciones, como es hablaren público, Como |HHencialimente hostil de parte del público, como fuente de inseguridad y sentimientos semejantes. l'or lo dicho podemos adelantar que la respuesta significante de un .ielor es siempre fruto de una cierta "reconstrucción" mental que el actor 11,ice de las situaciones. En su momento veremos que este papel activo del lújelo al percibir la realidad es una característica fundamental de la percepción humana. La percepción no es una fotografía de la realidad. Tampoco actúa de otra manera la ciencia experimental cuando crea "modelos" • U* lo que estudia. El "modelo" de Tolomeo sobre el movimiento de los asnos lesultó insuficiente al cabo de siglos de ser usado —incluso en la navegación— y se lo reemplazó por el modelo copemicano. Habitualmente nosotros también construimos "modelos" para orientarnos en el mundo. I U» >s pueden ser más o menos ajustados a la realidad objetiva o, al contrai i n , deformar las situaciones y las cosas. En la vida social hay que tener I1 MI \n cuenta cómo se representan los actores la realidad y cómo ajusi.in a esa percepción su comportamiento. Reflexionemos sobre el siguienICicxto J. Nuttin (1973: 13, nota 1): Debemos explicar, para evitar cualquier interpretación errónea, qué enndemos por comportamiento. No hacemos distinción entre los términos comportamiento y conducta; los dos significan, para nosotros, la respuesta wlgnificante que un ser psíquico (in casu: el hombre) da a una situación que tiono, a su vez, un sentido. Así, el comportamiento, en el sentido amplio de oste vocablo, comprende toda la vida psíquica del hombre. Todas las funciones de nuestra vida psíquica intervienen, en grados diferentes, en la construc(ion de un mundo o de una situación. La percepción, la imaginación, la memo11,1, la inteligencia, la afectividad y las necesidades intervienen igualmente en el Itocho de que el hombre se encuentre, en tal momento, en determinada situa< ion, e intervienen también en el hecho de que, en cada situación, el hombre responda a ésta por medio de tal o cual manera de actuar. Esta manera de .ictuar, en una situación determinada, puede consistir en permanecer perplejo, • 'u reflexionar, en esperar, en dirigirse a cierto lugar, etc. Es siempre un comportamiento del hombre total y contiene un aspecto exterior y una significación o una intencionalidad. Toda la vida psíquica consiste, así, en comportarse en el mundo; y se pueden distinguir en ello dos fases o aspectos: la constiucción de la situación y la respuesta propiamente dicha.


#r_ //2JCuatro tradiciones en el estudio del ^-¿omport amiento. Ex profeso hemos soslayado el calificativo "escuelas" y lo hemos reemplazado por el de "tradiciones". En efecto, nos vamos a referir a cuatro corrientes de pensamiento globalmente tomadas. Las diferenciaciones internas de cada una y las direcciones menores de investigación van a quedar, por ahora, subsumidas en ese esquema amplio que expresa el término "tradiciones".

2.1. La tradición racionalista Tanto en el estudio del comportamiento como en el de las organizaciones podemos identificar un enfoque que pone el acento, o por lo menos que da por supuesto, que el agente humano actúa, fundamentalmente, como ser racional. Esta suposición básica no implica negar que el ser humano también se mueve por motivos extra-racionales y hasta irracionales. No obstante, hay una tradición en el estudio del comportamiento que lo mira y analiza como una resultante esencialmente dependiente de un cálculo racional. Es decir, la conducta tiene un sentido finalístico y se resuelve en un nivel consciente de decisiones. Y esto, lo mismo que consideremos la conducta individual o la institucional. Esta tradición se muestra definidamente racionalista a partir de Descartes, pero es sobre todo por influencia del Siglo de las Luces francés —el s. XVIII—, o siglo de la Ilustración, que la visión1de la acción humana se hará con la óptica "racional". En realidad, la tendencia a conferir un sentido inteligible al comportamiento humano es totalmente espontánea, y es lo que hacemos habitualmente cuando tratamos de "entender" las acciones de los demás. Suponemos que en general la gente se comporta según decisiones que han sido primero pensadas y después queridas. Las disciplinas humanísticas (historia, moral, etc.) estudian el comportamiento humano fundamentalmente bajo esta luz. Se busca la motivación racional de las acciones humanas. Desde siempre, "convencer" a alguien para que actúe de una manera u otra es apelar a su comprensión racional. Es provocar una convicción consciente en las personas. Así han actuado la pedagogía, la ascética, la ética y demás disciplinas prácticas (aquí prácticas significa "de la conducta"). También la ciencia económica ha estado mucho tiempo procediendo así. El homo oeconomicus es un calculador racional. Tanto Adam Smith como Jeremías Benthan suponían que el comportamiento estaba racionalmente pautado, aunque más no fuera para hacer un cálculo meramente hedonístico, es decir cuánto placer se podía obtener y cuánto dolor evitar obrando de una u otra forma. Es notable que el


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lar.ionalismo se dé la mano en esto con el empirismo sensista. Hay un teou'ina fundamental de la posición ortodoxa en economía que sostiene que "ni una economía de mercado todos los participantes de los intercambios a-onómicos sacan provecho de todos sus actos voluntarios de participai ion; si no ellos no tendrían lugar" (Hirschman, A. O., 1984: 46). He aquí un supuesto racionalista. Herbert Simón (1964: XXI) se quejaba de que "los economistas atrihu ycn al hombre económico una racionalidad absurdamente omniscienU'". Un poco sardónicamente dice que este ^B*r

"hombre económico dispone de un sistema completo y consistente de preferencias, que le permite elegir siempre entre las alternativas que se le presentan; se da siempre perfecta cuenta de lo que son estas alternativas; no existen límites en la complejidad de los cálculos que puede realizar para determinar qué alternativas son mejores; los cálculos de probabilidad no le asustan ni encierran misterios para él". (Simón, H., 1964:21)

2.2. La tradición mecanicista Pero ha habido otro enfoque en el estudio de la conducta, también desde el siglo XVIII, que se niega a adoptar el punto de vista finalístico y se atiene al mecanicista, que es el modo preferido de explicación de la ciencia física moderna. Este modo ha sido trasladado de la mecánica a oirás ciencias, incluso a la biología y a la psicología. En realidad, para esia tradición no hay verdadera explicación científica sino se reducen los procesos a mecanismos, descartando toda opción teleológica. El ojo no es como es a fin de que sirva para ver, sino que ve porque es así. El modelo más acabado de explicación mecanística de la conducta lo oí recen dos escuelas separadas en el espacio pero contemporáneas.

2.2.1. La reflexología rusa El notable fisiólogo ruso, que tanto ha influido en la psicología aclual, I.P. Pavlov, dio un gran impulso a la explicación mecanicista del comportamiento animal y humano, además de suministrarle una sólida base experimental. Esquemáticamente, la reflexología ve al organismo dotado, al nacer, de un equipo o repertorio de respuestas específicas a estímulos específicos. El alimento introducido en la boca del perro o del bebé producirá automáticamente salivación. El dedo colocado en la palma de la mano del recién nacido hará que éste presione aferrándose con fuerza, lanía como para levantar su propio peso. El pequeño succiona, deglute, excreta, respira, etc. Una sesentena de respuestas reflejas, algunas com-


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plejas: esquemas de conducta que el ser no aprende; nace "sabiéndolos". No sufrirán mayor influencia de parte del aprendizaje, salvo medíanle el notable recurso asociativo estudiado por Pavlov: el reflejo condicionado. A diferencia de los reflejos innatos o incondicionados, el reflejo condicionado está constituido por una respuesta específica a un estímulo inespecífíco (incluso inapropiado). El famosísimo perro pavloviano comienza segregando saliva cuando sus papilas gustativas se ponen en contacto con la comida, luego será el olor, más adelante la vista, pero también cualquier otro estímulo que le asociemos, por ejemplo el sonido de una campanilla, timbre, una luz, etc. Si durante un número suficiente de oportunidades presentamos la comida al animal junto con un timbrazo, bastará después tocar el timbre para que el animal salive, aun en ausencia de la comida. Esto sucederá hasta que se extinga la asociación si ésta no es reforzada convenientemente dando al animal de comer. Este esquema de comportamiento hizo suponer a los reflexólogos que todo aprendizaje conductual se realizaba por condicionamiento. El comportamiento más complejo, el más "espiritual" podía ser reducido a un sistema de asociaciones mecánicas. Pavlov —dicen— exclamó cierta vez: "Ahora me explico la alegría de los mártires cristianos que iban camino de los leones" (o algo similar). Otros lo atribuyen a Sherrington. Semejante exageración de la teoría no debe hacernos olvidar, sin embargo, que los descubrimientos pavlovianos han permitido explicar comportamientos biopsíquicos respecto de los que antes no se conocía el "mecanismo". Sus hallazgos han dado base experimental a una serie de estudios de la conducta de gran aplicación en el aprendizaje y en el des-aprendizaje, es decir, en el des-acondicionamiento, tan importante para corregir conductas desviadas en la terapia conductual, la psiquiatría y hasta en los lavado de cerebro, tristemente famosos. '*•>.'

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2.2.2. El behaviorismo norteamericano. Contemporánea a la escuela reflexológica rusa surge y cobra gran auge en Estados Unidos la corriente conductista, que reconoce en Watson a su primero y principal inspirador. Como la reflexología, e influido por ésta, el behaviorismo es un mecanicismo que quiere poner entre paréntesis, en el estudio del comportamiento, los fenómenos de conciencia (una psicología sin conciencia, reclamada ya en 1903 por Henri Piéron) y sin consideración del sujeto como actor (lo subjetivo no interesaría a la ciencia, no es alcanzable por métodos "científicos"). El sujeto es un re-actor más que un actor. El conductismo populariza la fórmula S-R (stimulusrespuesta) como la expresión que mejor sintetiza el objeto de estudio del comportamiento. El comportamiento es lo externamente observable.


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I as acciones inmanentes del sujeto, las cuales no se trasuntan en algo ob,ri vable, como son las ideas, sentimientos, imágenes, conciencia, etc. y en general todos los procesos propiamente psíquicos, no entran en el estudio i leniífico, no son el objeto de la psicología científica, y hay que dejarlos de lado. El behaviorismo norteamericano y la psicofisiología, que le es conexa, I nerón paulatinamente suavizando estas posiciones anti-subjetivas y niecanicistas. Suceden una serie de inflexiones con Hebb, Hull, Tolman, Morgan, etc. Pero el representante actual (y actuante) más notorio de esta eseuela, Skinner, se mantiene en una concepción estrictamente mecanicis1.1 y anti-subjetiva1. li\o de los organismos como máquinas ha tenido un reflorecimiento en los últimos años debido a los progresos de la simulación de procesos biopsíquicos mediante las computadoras. A partir, por ejemplo, • le las contribuciones de Forrester y otros al estudio de la dinámica de sistemas, se han producido estudios en esta dirección2. Una referencia especial merece el aporte behaviorista a la teoría del aprendí/aje. Al condicionamiento clásico estudiado por Pavlov, Thorndike, pero sobre todo Skinner, agregan el condicionamiento operante o iiisirumcntal, que se basa en la ley del refuerzo. Skinner dice que en el • onclicionamiento clásico las respuestas son suscitadas por estímulos espee [Ticos, mientras que en el condicionamiento operante las respuestas son dadas por el organismo sin que sea posible identificar el estímulo. El coiulicionamiento clásico pone en movimiento una conducta "respondiente", mientras que en el otro la conducta es "operante". Es, diríamos, espontánea; no una mera respuesta. Así la rata en la caja frente a una palani|iiiia que, si la acciona, deja caer comida, lo hará seguramente, aunque la palanca como tal no signifique nada todavía para ella. No se dejará morir de hambre sin haber accionado el mecanismo. Una vez que su "operaeióiT lúe premiada, la rata irá "reforzando" esa conducta mientras se mantenga la gratificación. Lo mismo, sólo que a la inversa, sucederá si la palanca, en vez de darle de comer, descarga sobre ella una corriente eléctrica. Privación y gratificación serán las expresiones negativa y positivii de la ley del refuerzo, que está en la base del aprendizaje por condicionamiento operante. Por simple que pueda parecer todo esto, la cuestión es compleja y no ron viene sacar conclusiones apresuradas. Por ejemplo, es verdad que se I VI-INC ¿. < )|.t-ii

Skinner, B. F. AboutBehaviorism, 1974; trad. esp., Madrid, Fontanella, 1975. Puede la Introducción a la Psicología de Hilgard, E. R., Madrid, Morata, 1972. l'ucde verse Beishon, J. y G. Peters ed., Systems Behavior, Londres-N.York, The I Imversity Press (by Harper and Row Pub.), 28 Edic., 1976.


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aprende por refuerzo o gratificación-privación, pero no es verdad que sea éste el único modo de aprender conductas. Tanto en el condicionamiento clásico como en el operante el supuesto mecanicista es el siguiente: el organismo descarga un impulso o energía (drive reduction), como lo hace cualquier otro sistema energético, siguiendo leyes mecánicas. Pero las cosas parecen ser mucho más complejas. Incluso en seres muy elementales, como un gusano, es posible crear ciertos condicionamientos. Lo notable es, además, que pareciera que tal cosa se produce porque se modifica el código molecular del DNA (ácido desoxirribonucleico) en todas las células de su cuerpo, por lo que el descendiente del gusano (al regenerarse una parte del animal y dar origen a otro ser) retiene buena parte de lo aprendido por el progenitor1. Así, pues, pese al aporte innegable de estas escuelas reflexológica y conductista, el problema de la modificación y aprendizaje comportamental es complejo y rebasa el horizonte mecanicista.

2.3. La tradición irracionalista El Nobel Herbert Simón (1964: XXII) señala que al otro extremo del racionalismo "tenemos las tendencias de psicología social que siguen las huellas de Freud y tratan de reducir todo conocimiento a afecto", y agrega: "La pasada generación de científicos del comportamiento ha estado atareada demostrando, de acuerdo con las teorías de Freud, que las personas no son, ni mucho menos, tan racionales como ellas creían ser". No podemos dejar de citar otra frase de este agudo investigador: .

"Quizá la próxima generación tenga que demostrar que son mucho más racionales que como ahora las describimos, pero con una racionalidad menos grandiosa que la proclamada por la Economía." (El subrayado nuestro.) " (Simón, H., 1964:22)

Simón apunta bien cuando se remonta a Freud: el irracionalismo en el estudio del comportamiento fue lanzado a la palestra científica por el enorme talento de este psiquiatra vienes. El irracionalismo es, en realidad, un producto del siglo XIX, así como el racionalismo lo fue del XVII y del XVIII. Pero se necesitaba el genio de un Freud para convertirlo en una suerte de religión semi-oficial de buena parte de la psicología contemporánea. Así como este singular pensador revolucionó la psicología, y para bien en muchos sentidos, cometió el imperdonable pecado de lanzarla a 1 . Cfr. la síntesis que sobre el tema hace J. L. Pinillos en Principios de Psicología, Cap. 5, El Aprendizaje, Madrid, Alianza Editorial, 1975.


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una suerte de "ideología" rebelde a la disciplina científica y, en casos baslante comunes, en un sustituto de la religión. Freud y su escuela cambian el centro de gravedad de la conducta humana. Lo desplazan de la conciencia a la inconsciencia. La motivación de la conducta, para poder explicarla, es necesario buscarla más allá de la ra/ón y de lo concierne en el hombre. Los actos de éste se iluminan con una lu/. nueva si sondeamos en su inconsciencia: allí está el secreto de este ser paradójico. ¿Y qué fuerza habita en esas profundidades de nuestra alma que nos gobierna sin que nos demos cuenta? La fuerza del instinto, en primer lugar. El instinto vital llamado por Freud libido y que no es sino el sexo. Tardíamente agregará otro impulso instintivo, más profundo todavía: la agresividad. Al primero lo llamó Eros; al segundo Thánatos (instinlo de muerte). En realidad, la conducta viene determinada por el juego de otras fuerzas inconscientes, no sólo del instinto. Son fuerzas que se generan para regular al instinto. Si éste se descargara libremente no habría vida social posible. Es el proceso de socialización (de incorporación del sujeto a un sistema socio-cultural) el que dará ocasión a que se engendre en la psique una fuerza de contenido social-moral. Freud llama al instinto Ello y a la instancia psíquica social Super-yo. Esta controla, desde el inconsciente mismo, la impulsividad irracional y anti-social del Ello. Pero el Super-yo tampoco es él propiamente "racional". Es una fuerza que se ubica más allá de la conciencia y de la razón, es decir del Yo (tercera instancia mental). El Yo es el único parcialmente consciente y ejerce la función de conocimiento de la realidad. En realidad, el Yo es débil y, para protegerse de la coerción del Ello y del Super-yo, genera una serie de mecanismos de defensa, básicamente inconscientes. Su misión consiste en disfrazar de racionales los impulsos que vienen de las otras instancias psíquicas, inaceptables para el Yo. Así el Yo disfraza a veces de altruismo y bondad lo que no es sino un modo de satisfacer su afán de dominio. Una madre sobre protege a su niño "por amor", y en realidad no es sino para calmar su inseguridad o ansiedad. (Si pudiera zafarse de ellas mandaría a paseo tanto "sacrificio" por el niño.) El ritualismo burocrático es (o puede ser) interpretado como una formación defensiva de la personalidad que compensa su frustración respecto de los fines absolutizando los medios: El burócrata hace un rito del formalismo procesal, lo convierte en un fin en sí mismo, abstracción hecha de que los fines se logren o no. Esto le da una sensación de seguridad y de importancia que sostiene su desfalleciente autoestima, lil jefe temeroso de sus subordinados cae en el autoritarismo para prevenir eso mismo que teme: la desobediencia. Podríamos multiplicar los ejemplos, pero bastan éstos para darse una idea respecto del tipo de explica-


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ción que las conductas humanas merecen a los psicoanalistas. Obviamente, nadie negará cuántas veces el Yo defiende su autoimagen y la propia estima valiéndose de recursos engañosos que él mismo no advierte o que advierte a medias. Estas "racionalizaciones" que hacemos de nuestras pasiones e intereses son moneda corriente en la vida social. Pero sería ilegítimo caer en el extremo de pensar que el Yo no es capaz de guardar una racionalidad aunque sea limitada en su conducta, como dicen Simón y von Hayek. En el psicólogo G.W. Allport (1972) puede hallarse una concepción matizada respecto de las posibilidades de objetivación del Yo. Mucho se ha hablado de lo irracional e inconsciente en el hombre, olvidando los prodigios de objetividad que es también capaz de alcanzar, de objetividad y de autocontrol. - '.'*• -

2.4. La tradición personalista o humanista Estas tradiciones o corrientes principales de la psicología contemporánea dejan fuera importantes contribuciones al conocimiento del hombre. Vamos a englobar estos aportes con el nombre de psicología humanista o personalista. Varias escuelas han iluminado el estudio integral de la conducta humana. El esplritualismo tradicional, el existencialismo en algunas de sus vertientes, el personalismo, la medicina psicosomática, etc. Podemos decir que a la luz de estos aportes el hombre se presenta como una unidad sinérgica que interrelaciona su parte biológica con la psíquica y espiritual. Además, esta unidad vital está en el hombre social y culturalmente pautada. Incluso se ve al hombre abierto a la trascendencia de su propio ser por virtud del espíritu. Abierto a las otras existencias, a los valores espirituales y a su condición de criatura de Dios. f Pero el espíritu humano es un espíritu encarnado, como decimos,^ una unidad biológico-psíquico-espiritual existencialmente engarzada en una determinada cultura y sociedad. Es importante insistir en que todo en el hombre es humano, tanto su cuerpo como su espíritu y su vida de relación. Este concepto del hombre hace que el estudio del comportamiento humano en las organizaciones no se quede en perspectivas meramente conductistas o refiexológicas, ni que crea agotar la comprensión psicológica con el conocimiento del inconsciente, ni, tampoco, que vea en el hombre un mero calculador racional. El hombre es todo esto, pero, esencialmente, es mucho más. Ni los condicionamientos conductuales, ni las pulsiones inconscientes ni la especulación racionalista reflejan la realidad? última del ser humano. Sin olvidarlas, hay que ver en él a ese espíritu encarnado que co-existe en una sociedad y una cultura con otros seres igua-


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a (51 c igualmente dignos, respecto de los cuales él tiene derechos, pero i.imbie'n deberes y responsabilidades. Esto último es particularmente impon ante en el comportamiento organizacional aunque, lamentablemente, sr le preste poca atención. A esta concepción la llamamos humanística y personalista. Con difelenies matices, como es lógico, hallamos vinculados a ella a psicólogos y )sia>terapeutas como Cordón W. Allport, Agostino Gemelli, Víctor •iankl, Rollo May, Joseph Nuttin, Henri Baruk, Phillip Lersch, Christa Vleves y otros. Será importante, pues, al utilizar los aportes de las comentes refleKológico-conductista, psicoanalítica, o de la más actual llamada psicolo¿111 cognitiva (que, en general, se mantiene también en una posición emwisia), no olvidarla visión integral del comportamiento humano, que es ¿i de un ser espiritual y trascendente. Esto resulta particularmente relevante en un mundo que tiende, por tantos conceptos, a una cierta deshumani/ación y despersonalización del hombre.

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3. El comportamiento como objeto de la psico-sociología

El comportamiento es objeto de estudio de varias ciencias. Desde la perspectiva psico-social hemos hecho ya algunas precisiones en cuanto a su lormalidad propia u objeto formal específico. El modo propio de conceptuar en nuestra perspectiva es el de la ciencia experimental. De allí proviene el modelo seguido en este modo de estudiar el comportamiento. Theodore M. Newcomb comienza proponiendo un caso en el que se precisa bien el esquema epistemológico de nuestra disciplina. "Eduardo es un muchacho de clase baja de una villa marginal de Buenos Aires. Tiene 13 años y es el jefe de una pandilla de pequeños delincuentes. Han cometido un hurto algo mayor (un electrodoméstico) y fueron apresados por la policía. Eduardo es un "cabecita negra", es alto y fuerte, de buena salud. Es único hijo de una mujer que no tiene marido ni compañero, aunque ha tenido dos concubinos, ninguno de los cuales es el padre de Eduardo. Cuando el doctor del Patronato de Menores entrevistó al chico después del delito le preguntó por su padre, tduardo perdió su aplomo, tartamudeó y al fin rompió a llorar. En realidad, él no sabe quién es su verdadero padre. Esto constituye una gran desgracia para él, pues en su medio social ser hijo de padre desconocido es una vergüenza y causa de burlas y chistes pesados. En ese medio social no importa gran cosa que el padre sea simplemente el compañero de la madre y no su marido, pero es importante haber sido recono-


cido como hijo y llevar su apellido, o el del concubino anterior, no el de la madre, como es el caso de Eduardo. Este es "guachito". Tal baldón social ha hecho que el chico peleara a menudo con sus compinches en defensa de su honor ofendido, gracias a lo cual, por lo demás, descubrió que se los podía a todos, con lo que, a pesar del estigma social que pesaba sobre él, se convirtió en jefe del grupo. Ahora bien, para reafirmar su poderío debía hacer gala también de audacia como jefe. Esto lo lleva a cometer un delito más grave y es aprehendido. Nada de esto constituye una pérdida de status en su medio social, mucho menos, obviamente, que la mala suerte de no tener padre conocido. Este es su talón de Aquiles. Aun en la clase baja inferior es posible caer más abajo. Es el terror de Eduardo, que traía con su conducta de ahuyentar tal "handicap". Eduardo piensa que con su fuerza y su decisión, su espíritu combativo, podrá compensar el estigma, que al menos no le sea enrostrado públicamente. El temor mantendrá a raya a los burlones."

Teniendo en cuenta todo esto se aclara el llanto de Eduardo cuando el doctor lo indagó sobre su "verdadero" padre. Adler (1957) diría que el complejo de inferioridad induce a la compensación; en teoría sociológica diríamos que una descompensación en los status de Eduardo (desequilibrio de status) busca equilibrarse. El status adscripto bajo por ausencia de padre conocido tiende a ser compensado por un status adquirido alto como líder juvenil. He aquí un sencillo caso que nos permitirá esquematizar el modo de proceder de la psico-sociología: ' 1. Tenemos una conducta a explicar: la conducía delictiva de Eduardo. 2. Poseemos datos llamados "de base", tanto biológicos como sociales, que nos permiten explicar, al menos en parte, el comportamiento del chico: Como Eduardo es fuerte (dato biológico) puede ser líder de la pandilla. Es menester notar que, además, pertenece a una clase social en la que el pandillerismo, e! callejeo y otros modos sociales similares (pendencias, pequeños delitos) no son vistos como abominables, es decir, como se vería dentro de la clase media, y por lo tanto no son severamente reprimidos por los mayores (dato social relevante también). Por fin, Eduardo es hijo de padre desconocido (dato con fuerte significación psico-social negativa). »

Pero todas estas variables —y otras— no terminan de explicar la conducta del chico. Hay muchos chicos como él que, sin embargo, no delinquen. Vamos a llamar variable dependiente a la conducta que queremos explicar. Pero en nuestro caso nos falta una pieza clave. Las variables de base o independientes (digamos causales) son observables y hasta medibles. Pero falta el motivo inmediato que lleva psicológicamente a Eduardo a ser como es. En buena medida —hemos hipotetizado— el motivo parece ser la necesidad de compensar su handicap de nacimiento.


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•10 tal motivo y la actitud (habitual) a la que da origen no son externarme observables . Permanecen en la interioridad del sujeto. Nosotros, en alid;id, lo que hacemos es inferirlas, e incluso nos atrevemos a evaluar ii intrusidad y persistencia. A este tipo de variables las llamaremos interv iiHCIlICS.

Según el modelo propuesto por Newcomb (1969), estas variables >n propiamente el objeto de estudio de la psicología social. Véase a conminación el Cuadro donde se esquematiza lo dicho precedentemente, to11.ulo de este autor, con modificaciones nuestras, lo mismo que en el caso I-'d u ardo. Variables independientes o de base

Variables Intervinientes

Variables Dependientes

BIOLÓGICAS Salud Fortaleza física Color de la piel MOTIVOS-ACTITUD ES (implican valoraciones, sentimientos, etc.)

CONDUCTA SOCIAL In casu: delincuencia

SOCIALES Ascendencia respetable Status-clase Status-roles

Observables, medibles

Inferibles, evaluables

Observable, medible

La pregunta obvia es: La variable dependiente ¿está completamente determinada por las independientes e intervinientes? No. El individuo normal puede (no siempre lo logra ni lo quiere) guardar cierta indeterminiirióii o libertad, mayor o menor según los casos. En ocasiones será plen.muMiic responsable, es decir libre; en algún momento tal vez sea inimpuuble, es decir, no libre: por ejemplo, cuando es víctima de una emoción m u y violenta.


No postularnos aquí, en consecuencia, un modelo determinístico, Postulamos, sí, un condicionamiento bio-psico-social. Dicho sencilla mente: atribuimos una libertad limitada a la conducta humana. Volvere mos sobre el tema. •'••^ü * ' 'í* $ÍBJ

Para su autoevaluación 1. ¿Cuál es el objeto propio de la psicología social? 2. ¿El estudio del "condicionamiento operante" rué desarrollado por...? 3. ¿Qué significa "variables inte rv mientes"? 4. ¿Qué significa "reflexología"? 5. ¿A qué tradición en el estudio del comportamiento responde el concepto de "homo oeconomicus"? 6. El psicoanálisis ¿a qué tradición pertenece? ¿Por qué? 7. La escuela norteamericana más próxima al "mecanicismo" es ,.., ¿Porqué? 8. La ciencia ^económica ¿supone que el comportamiento de los agentes es mecanístico, reflejo o racional? 9. Dé la definición de comportamiento. 10 ¿Qué es la "ley de refuerzo"? ^H

Referencias Adler, A. (1957) El carácter neurótico, Paidós, Buenos Aires. Allport, G. W. (1972) La estructura del Ego, Siglo Veinte, Buenos Aires. Hirschman, A. O. (1984) L'économie comme science moróle et politique, Galimard, París. Newcomb, Th. (1969) Manual de Psicología Social, Eudeba, Buenos Aires. Nuttin, J. (1973) La estructura de la personalidad, Buenos Aires, Kapelusz. Parsons, T., et al. (1.968) Hacia una teoría general de la acción, Kapelusz, Buenos Aires. Simón, H. (1964) El comportamiento administrativo, Aguilar, Valencia.


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Unidad 2

Personalidad, cultura y sociedad

.nalizaremos en esta Unidad, tal como habíamos anticipado cu la presentación del Módulo, el comportamiento como una resultante de 1.1 interacción de tres sistemas: el sistema de personalidad de los actores, el sistema social y el sistema cultural en los que están insertos esos actoIV S.

• ;

1. El comportamiento como problema de personalidad, cultura y sociedad La acción social, desde la simple interrelación entre dos actores t'W> y alter, cada uno de los cuales es alter y ego para el otro— hasta las actividades de los grandes grupos y organizaciones, puede concebirse cu términos de un sistema. La acción social se inserta siempre en un triple sistema. El profesor y sus alumnos forman, en su mutuo accionar en el proceso de cnseñanza-aprendizaje, un sistema, el sistema de "la clase". En i*l podemos distinguir tres sistemas o tres sub-sistemas interrelacionados: el sistema que forma la personalidad de cada participante en la acción; el sistema social de interrelaciones implicado por la acción docente, con sus iloniias, procederes, estilos, etc; finalmente, el sistema cultural común a


los participantes que hace posible la interacción de enseñar y aprender, compuesto por el idioma que se habla, las ideas y valoraciones que circulan explícita o implícitamente (estos últimos sirviendo de marco de referencia), etc. A este conjunto de tres sistemas entrelazados el sociólogo ruso Pitirim Sorokin (1969) lo llamó "trinidad inseparable". En cada acción social se dan los tres necesariamente. Podemos imaginarlos como un conjunto de procesos altamente dinámicos, cuya característica es incluir o comprometer en cada instante a los tres. La dinámica psicológica de las personalidades, su interrelación definida socialmente como "roles" o pa peles desempeñados por cada actor y todo esto gracias a una cultura común o compartida. Gráficamente representamos a continuación estas tres instancias.

SISTEMA SOCIAL

SISTEMA CULTURAL

Normas Roles

Valores-Actitudes Creencias-Tradicione Ideas-Habilidades Etc.

Instituciones Etc. I

ACCIÓN SOCIAL

SISTEMA DE PERSONALIDAD Carácter Disposiciones Aptitudes Etc.

/. Punto de realización de la acción, donde se insertan los tres subsistemas. 2. Zona de articulación del sistema social y el de personalidad. Las personas actúan solamente siguiendo normas y roles, pero cada cual según su personalidad. 3. Zona de articulación del sistema social y del sistema cultural. El primero funda las normas sociales en las ideas, creencias, valores, etc. del segundo. 4. 'Zona de inserción de la cultura en la personalidad, plasmándola y dándole orientación y contenido. Orienta en el mundo y proporciona representaciones y valoraciones respecto de la realidad externa e interna.


PERSONALIDAD, CULTURA Y SOCIEDAD

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"Vista con un criterio ligeramente alterado, la estructura constitutiva de lu interacción sociocultural nos ofrece tres aspectos inseparables, a saber: 1) i |n personalidad como sujeto de la interacción; 2) la sociedad como totalidad ¡ iln IMS personalidades en interacción, más sus relaciones y procesos sociocul|IIM|ÍÍ<;; y 3) la cultura como la totalidad de las significaciones, valores y norMI.ri f)oseídos por las personas en interacción, y la totalidad de los vehículos UNO objetivan, socializan y transmiten estas significaciones. En la clase, el proIn-.nt y cada uno de los estudiantes constituyen personalidades; la totalidad do nstas personalidades más las normas que rigen sus relaciones constituyen f IM Hocledad de la clase; las ideas científicas y de otro orden que intercambian y i (inciben, los libros, el encerado, los muebles, la lámpara, la habitación mism.i. nos dan la cultura de esta sociedad. Ninguno de los integrantes de esta Indivisible trinidad (personalidad, sociedad, cultura) puede existir sin los otros dos. No existe personalidad alguna, como socio, sustentador, creador y usuario ilo significaciones, valores, normas, sin una correspondiente cultura y sonlnH.id; sin ellas sólo puede existir un organismo biológico aislado. No existe «tic indad superorgánica sin personalidades en interacción y sin cultura; y tamIMM-O oxiste una cultura viva sin sociedad y personalidades en interacción. Por HP*I.I razón, ninguno de estos fenómenos puede ser estudiado debidamente sin Innur on cuenta los otros miembros de la trinidad. Es unilateral cualquier teoría t|un acentúe sólo uno de ellos en el estudio del universo sociocultural, o que mMMtonga separados los tres aspectos. Para fines pedagógicos su estudio pundo hacerse por separado; pero una vez concluido el análisis de cada mmmbro de la trinidad, éste debe ser reintegrado dentro de la triple multipliciílud o matriz en la cual existe." I

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(Sorokin, 1969:98)

1.1. EI sistema social Vamos a asumir con Talcott Parsons (1968: 41 ss.) gue el rol es el punió de contacto entre el sistema de acción del individuo y el sistema so« i . i l lín efecto, no es el individuo como tal sino su accionar lo que engenttia la sociedad; pero no cualquier accionar, sino aquel que se dirige a provorar o a responder al accionar de otro u otros actores, constituyendo una i omínela mancomunada en busca de un cierto fin. Esta parte subrayada de la oración anterior es —a nuestro juicio—lojjue define esencialmente la acción social, es decir, lo que la diferencia específicamente. Tal Mea no se encuentra, debemos aclararlo, en Parsons. Pertenece a la tradirlrtn arisioiólico-tomista, que elaboró una notable teoría de la societas, de lo sorial 1 . Pues bien, para que la interrelación mancomunada sea posible, eada uno de los actores debe desempeñarse de modo tal que el otro punía responder. Pero no cualquier interrelación, como darse de puñeta_._^ J B _ L I .u síntesis más completa que conocemos de esta tradición es la de Soaje Ramos, G., mi / 7 (Ir upo Social, Buenos Aires, Universidad Católica Argentina, 1969, mimeo.

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zos en una riña, pues esto no sería social sino, justamente, anti-social. Los actores pueden establecer una interacción social sólo si existen normas o pautas de conducta que regulen su accionar de manera más o menos congruente. A tal conjunto de prescripciones normativas lo llamamos rol social. Un rol o papel es, pues, una pluralidad congruente de pautas de conducta. Cada individuo desempeña en sociedad diversos roles: el de hijo, padre o madre; el de trabajador, capataz o jefe; el de compañero de juego o de baile, etc. El rol es la unidad más pequeña de análisis de un sistema social y tiene las siguientes características: 1. El rol es siempre complementario con otro y otros roles. Nflsse es padre sino en relación al hijo; patrón respecto del asalariado; alum respecto del maestro y viceversa; etc. 2. Los roles tienen un núcleo, que son las expectativas de r respecto de los roles complementarios. Se trata de una expresión de P ons. Nos desempeñamos de determinada manera porque esperamos que los otros lo hagan también de cierta manera. Hay por cierto una variabilidad en el desempeño de rol, según las personalidades, pero los límitesáüítremos están fijados por las pautas de rol; más allá el sujeto deja de conforme a las expectativas, conforme con lo que se espera en fun las definiciones de rol. Es el sistema social el que, fundado en la que lo inspira, fija estas definiciones. Los profesores nos compo hoy siguiendo ciertas normas que se fundan en los cambios cultu bidos en los actuales tiempos respecto de la relación docente-alu dirigente de empresa se comporta hoy mucho más "socialmente su personal que antes de las reivindicaciones sindicales y dirige sa tomando mucho más en cuenta aspectos que en el siglo pasad hubieran considerado "económicos". Ha habido un cambio en la c cia social, un cambio en la cultura de la empresa. 3. Los roles se diferencian y se organizan según el principio de división de tareas. Asimismo, distribuyen desigualmente entre tores. Pero son, repetimos, complementarios, es decir apuntan mancomunadamente a un fin o bien social común. Este carácter teleológico y mancomunado de la acción social la define esencialmente, como ^dijimos. 4. Los roles no sólo se atribuyen diferencialmente, sino que sjjdefinen siguiendo ciertas variables de prestigio y poder. Los roles, para deci||k> sencillamente, son jerárquicos. Aun en un grupo muy informal, como puede ser una reunión de amigos, hay ciertas diferencias de prestigio, influencia, y aún de poder. Esto funda el liderato. A esta jerarquización y diferencia de posiciones se la suele englobar en la expresión status-rol.


PERSONALIDAD, CULTURA Y

I1n conjunto de roles forma una institución social. Desde la famiI l,i empresa o sociedad intermedia, como un sindicato, un colegio,1 , huías son instituciones y su unidad más pequeña de análisis es el rol. conjunto de instituciones forman una estructura social. Así la esli'lina política nacional está formada por diversas instituciones que inteuiui, a su ve/, entre sí. La más amplia diferenciación se hace, en este i, |H>r lo que define más propiamente lo político, que es el poder : De Mirgc la división de poderes en ejecutivo, legislativo y judicial, como -: i* lanías grandes instituciones de la estructura política. lodos estos conceptos de rol, institución, estructura, etc. son desnlplivos más que esenciales; por ello son susceptibles de un más y un liiHinns. lienen cierta elasticidad y relatividad. Pero resultan necesarios padrlinn los aspectos más relevantes del sistema social. La utilización lucernos de estas unidades de análisis está ampliamente influida por Iit ifíic lición sociológica que representan Max Weber, P. Sorokim, Robert K Mriion, T. Parsons y otros1. Debemos advertir, eso sí, que este análisis punir inducir a suponer que el sistema social se mueve como un sistema m « i i, K lo y que cuando no lo hace así —cuando aparecen el conflicto y ia • on 11 oí ilación— estamos frente a una situación que escapa a los concepini iinli/ados para describirlo. En realidad las tensiones, los conflictos, las i l h l i n u iones, etc. son tan comunes como las funcionalidades, las compleiiirni.iiiedades, las armonías. Más aún, es probable que las tensiones y los mullirlos, dentro de ciertos límites y en un momento dado, sean "funcioiinles" en el sistema social. Lo mismo pensamos de las organizaciones. 6t) electo, la rivalidad entre dos ejecutivos de una misma empresa pimlc resultar tanto funcional como disfuncional para los fines de ella, seguí 11us circunstancias. Incluso de un conflicto puede surgir la posibilidad •Ir nácar una institución de la anomia; en fin, como decía el historiador in~ HlC» Toyubec respecto de la Historia humana, el paso adelante parece surylir ulcmpre de un desafío; pero-si éste sobrepasa la capacidad de respuesta, NC provocará la decadencia o la desintegración. "Incitación y respuestu' 1 rt.i la dupla conceptual utilizada por Toynbee. Antes que él y en un M'iindo nuis radical, Hegel y Marx vieron en la contradicción el motor de Iii historia y el progreso. Cada momento (tesis) tiene su anti-tesis, y esta i nniiadicción está llamada, según ellos, a "resolverse" en una síntesis sujH'iioi i|uc las abarcará, superándolas. Por su parte, el anarquista Proudhon i iri.i que hay tensiones y conflictos llamados a no "resolverse" nunca, sin |m juicio de residir en eso mismo el motor del progreso2. I (T en d excelente Dictionnaire Critique de la Sociologie de R. Boudon y F. Bourri• muí, I'HMS, l*resses Universitaires, 1982, se encontrarán artículos sobre los términos funttmni'iiiiiks usados en nuestro análisis y sobre algunos de los autores mencionados. tí. el primer capítulo de nuestra Dinámica de las tensiones, Bs. As., Arché, 1979.


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Sin llegar a niveles tan altos de abstracción, es plausible pensar quo las organizaciones se mueven tanto por las armonías como por las tensiones que se despliegan en ella. Pero es evidente que debe, finalmente, prevalecer la congruencia, la integración, la armonía, para que los resultadoM sean de crecimiento y positividad. Esta resolución "positiva" de las tensiones debe ser la ganancia neta sobre la "resolución" negativa o la no resolución de los contrastes. Ello no quita que a cada ganancia neta suceda inmediatamente un nuevo desafío, una nueva tensión, otro conflicto, con lo que es difícil decir en qué momento el sistema habrá entrado en fase de expansión o de decadencia y desintegración. En realidad, sabemos bien poco de las causas que explican el desencadenamiento del desarrollo o la declinación de un sistema social cualquiera. Es probable que todo crecimiento suponga una forma de muerte, es decir, que los crecimientos sobrevengan como resolución exitosa de una tensión, pues crecer supone abandonar un cierto estado para pasar a otro superior, y esta transformación supone, justamente, la muerte del estadio anterior. Así, es probable que el estado de "crisis" sea connatural a los procesos vitales de crecimiento y expansión tanto como a los de estancamiento, declinación y muerte. Esto es válido tal vez para los individuos, los pequeños grupos, las organizaciones y los Estados1. .

1.2. El sistema cultural El actor social se orienta en el mundo de las relaciones humanas gracias a que posee lo que se llama "una cultura común" con los otros actores. La cultura provee tres elementos necesarios a la comunicación y la interacción: a) una representación de la realidad b) una valoración de la misma c) un sistema de signos expresivos Estos son las ingredientes fundamentales. Analicémolos vemente: ""'"

7.2.7. Una representación e imagen de lo real

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El primer elemento esencial de la cultura, su representación e imagen de lo real, muestra varios aspectos. En primer lugar, el sistema de ideas, es decir de interpretaciones presuntamente racionales de lo real. La cultura occidental es, probablemente, la que ha desarrollado un sistema científico de representación más completo. Pero al lado de la reprc-

1. Recomendamos la lectura de la preciosa obrita de A. O. Hirschman, Exit, Voice and Loyalty. Responses to Decline in Firms, Organizations and States, Harvard University Press, 1970.


PERSONALIDAD, CUL TURA Y SOCIEQA&¿te**#**é

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htyilnción racional existen poderosos conjuntos imaginativos-afectivos que IBCJIIM la visión "mítica" sobre la que toda cultura se asienta, tanto las ma•fO nilluras como las micro-culturas organizacionales y grupales. Las •frrlirias se expresan mediante símbolos míticos (El modo propio de exl«irRion del mito es el símbolo, principal vehículo, a su vez, de expresión •I' I ti representación afectiva de lo real.) I.a humanidad posee una cierta comunidad de símbolos y mitos, se|Min .ui-unos autores. Cari G. Jung ha llevado esta teoría al extremo de sul"'iKM que existe un inconsciente colectivo común a todo el género huy cree ver en las grandes simbolizaciones los mismos mitos, que, a ve/, encierran verdades esenciales de la humanidad. El hombre raciomoderno habría roto con este sustrato vital y psíquico y de allí se irlvnría su malestar neurótico fundamental. A las creencias y mitos se agregan rituales expresivos que manifiesm* complejo mundo psíquico. Por otra parte están las ideologías. El tema de las ideologías es una de licrra desconocida de la psico-sociología. La bibliografía es uníanle pero los acuerdos mínimos. Parece que, en algunos casos, pue•| Concebirse como una "racionalización" en el sentido freudiano y marijltU Las personas generan modos, que pueden decirse prejuiciosos, de •pilcar la realidad y de orientarse en el mundo social, es decir, atribuyenilu ti la realidad sus propias fantasías, que son expresión de sus deseos IjuiMniu-s, intereses), y esto lo hacen muy "racionalmente". Así, los que linii n medios económicos tienden a creer fácilmente que los pobres son porque son ineficientes, ociosos, poco emprendedores, etc. Los po, por su parte, tienden a atribuir su riqueza a los ricos por el hecho de i**Itlni.ii a los pobres. Hay opiniones indemostrables que se llegan a conv r i i i i «-M evidencias absolutas para cieñas personas. Un notable ejemplo i"< l.i "mano invisible" de Adam Smith en economía. Si se deja actuar al ••nudo libremente, todo se va arreglando del mejor modo posible, como jjui.ido |)oi la lamosa "mano invisible". Meras hipótesis se convierten en I|IIIMM.IS v se revisten de un barniz sagrado. La filosofía de la historia del es mucho más una fe que una demostración científica, según se La certeza del progreso indefinido a través de la libertad es, asimás bien una creencia que una verdad que pueda demostrarse. oy CK paladín de esta idea Francis Fukuyama (1992). Tísto no quita que tales opiniones sean muy respetables y que persoInteligentes y muy autorizadas las profesen. Pareciera que es imposiCttrcccr del todo de ideología, al menos en ciertos aspectos de nuestra ¡opción de lo real. La ideología, por lo demás, puede ser muy "funcio1 pura la vida social de la persona y de los grupos e instituciones. Cier-


tos mitos se transforman en "ideales" poderosos que movilizan nuestra ción. Algunos son tan absurdos e irracionales como los que rnoviePOBj los secuaces del nazismo a cometer crímenes espantosos o al comuniffflfo a implantar un sistema tan abyecto de esclavitud como el Archipiélaj Gulag. En cuanto a la funcionalidad de los mitos y las ideologías es portante tener presente que sólo lo decimos en un sentido pragmático, 'tí sonas y grupos no se movilizarían si no fueran sostenidos por la fueB|n inspiradora de tales ilusiones. Esto no hace, ciertamente, que dejen de tfi ilusiones. Una de las tareas del hombre de ciencia es ir liberando a la lj> ciedad de ellas, siempre que no sea para dejar al hombre y a los grupos vacíos de certezas y sin ideales, en aras de un racionalismo que es, al fm^ otro modo de ideología. ;

1.2.2. U na valoración de la realidad

; .'£

El segundo aspecto de todo sistema cultural es el de los val Frente a la realidad las distintas culturas proponen determinadas va ciones, preferencias y gustos. El conocimiento científico fue un valor traordinamñámente relevante para los griegos. La ciencia experime la técnica lo son para nuestro mundo. En el Medioevo lo fue la reli Hay diversas escalas de valores de vida. Pero también las culturas varían en sus gustos. Los gustos estéti los sensoriales también están "prescriptos" por la cultura o influidos ella. Las gordas matronas desnudas pintadas por Rubens o Rafael no son precisamente el modelo estético de las joyencitas de hoy. La gordurajiíi llegado a ser un estigma social, lo mismo que los signos de la vejez: JEN arrugas, por ejemplo. Los gustos sensoriales en el comer son también^ fluidos por la cultura. En Oriente se aprecia mucho la carne cruda, nosotros más bien nos repugna. También el sexo estápautado socio-jc raímente: Ninguna civilización ha hecho de él un verdadero mito, camiflo privilegiado a la "felicidad", como nuestra civilización occidental. Aquí confluyen el mito romántico y la búsqueda de la felicidad en el éxtasis del orgasmo, convertido en "experiencia mística". Hoy podemos hablar una verdadera "ideología sexual"1.

1.2.3. Un sistema de signos expresivos Finalmente, el sistema de signos expresivos está constituido por lenguajes que permiten comunicarse. Incluso, que permiten pensar, poi

:1.

1

Al respecto, véase, de Germaine Creer, Sexo y Destino, Buenas Aires» Emecé, t9Hf> p. 189, dónele aparece la expresión "ideología def amor sexuaP*. El libro de esta polcmirn feminista australiana, discutible en algunos sentidos, está, no obstante, lleno de sug cias.


PERSONALIDAD, CULTURA Y SOCIEDAD

•!••• Mu lenguaje no hay pensamiento. La comprensión de los actores entre «i i Ir | KM ule de que se puedan entender. El lenguaje por antonomasia es el H u 4)111 un de sonidos articulados que convencionalmente sirven para desigIMI lus cosas. Pero hay otros lenguajes, a veces más expresivos que el hay I ¡i escritura, y que son los gestos, las posturas y, en general, las actiinoirices (de movimiento corporal, especialmente del rostro, y en ési» dr los ojos). El primer signo expresivo en aparecer y que establece una i l i i t f i u ia i n franqueable entre el animal y el hombre es el movimiento de ln» ojos acompañado de la sonrisa. La riqueza y complejidad de los signos MlHVNlvos cu cada cultura es el termómetro de su grado de desarrollo y l« ifKvión. Esto no siempre se corresponde exactamente con el desarrollo |'»H|)|jiiuciuc racional de la representación de la realidad. I ,os rituales son prescripciones expresivas gestuales y motrices. Darío l« mimo, besar la mejilla, abrazarse, son formas elementales de gesticuIm ion social. Pueden tener una base biológica. Mirarse a los ojos y juntar I»»" . .lUvas, sea besándose o restregando un rostro contra el otro, son foriii <i| de simpatía que se hallan en todos los pueblos y aun en los monos. I*» io los rii nales llenan zonas más amplias de la vida de relación y cada » uliut'u licué al respecto sus prescripciones. Algunas son muy estrictas y En general, esto es notorio en las culturas orientales. Otras han • ni un inlormalismo que ya resulta sospechoso, como nuestra cultura MI lu.il. Se abandonan las "formas", la formalidad, pero surgen otras pres, por ejemplo el mostrarse informal. Los "jeans" son previagastados" y envejecidos artificialmente para aparecer informal y 'iM ili'iMruflado. Los peinados se despeinan.» La presentación del ser humano »MII (i vicia cotidiana tiene una importancia decisiva para su inserción soE., 1971).

Los símbolos sociales, por ejemplo los símbolos de status, como vnrinos, son especialmente significativos1.

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i. 3. E I sistema de personalidad No nos vamos a extender en este tema, que será abordado en la silífllc Unidad. Digamos que la personalidad es también concebible coHH| un sistema. Las unidades de análisis de su dinámica son varias e invoIm mu los modos de operar del organismo y del psiquismo de un inVitluo humano. lín primer lugar, nos encontramos, al nacer, con un organismo dotaun capital de potencialidades genéticas. Las necesidades fundamen|0n del recién nacido están acompañadas de disposiciones para satisfaC'l. 1'ertn Vial, J., Imaginación, símbolo y realidad, Santiago de Chile, Ed. UniversiM, 1987.


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cerlas. Parsons llama este sub-sistema "necesidades-disposiciones". Kl ni ño nace con un equipo de respuestas conductuales no aprendidas ijuc comportan alrededor de sesenta esquemas reflejos: Busca el pecho malcrno, al encontrarlo succiona (operación compleja, evidentemente), deglute, tose, estornuda, digiere, excreta, aprehende fuertemente cualquier objeto que toque la palma de su mano, etc. Pero nada de esto es muy significativo desde nuestra perspectiva. Lo interesante es que todas las necesidadc* infantiles dependen, para satisfacerse, de los adultos. Ningún ser animal es más dependiente del cuidado parental que los niños. Esta dependencia extrema genera (o afianza, si es que la disposición es genética) una fortísl ma "necesidad-disposición" social. Tan poderosa que, si el bebé es abrup» tamente privado de madre (o de quien haga de tal), no sólo reacciona, digamos, psíquicamente (llanto, insomnio, inexprcsividad, etc.), sino que su cuerpo enferma, y en ocaciones gravemente. Es el síndrome del hospitu* lismo, bien conocido después de los estudios de Spitz, Bowlby y otros, que puede degenerar en una depresión grave (anaclítica) y llevar a Ut muerte al pequeño (marasmo y defunción). Muchos psicólogos sociulcN explican la extrema valoración que el ser humano hace del apoyo, estima y protección social por aquella necesidad infantil que tenemos de los domas, en primer lugar de la madre. La seguridad social, la aprobación, en fin, la estima y el amor son vitales para el crecimiento normal. Los "objetos sociales" se convierten así en verdaderas necesidades. Otros llaman la atención sobre una "necesidad-disposición" que hoy poco se tiene en cuenta: la propiamente espiritual, que apunta a la trascendencia del ser humano. C.G. Jung, como dijimos, llegó a ver en la profunda represión religiosa del hombre actual la causa principal de sus desórdenes mentales. Henri Baruk, profesor de la Universidad de Jerusalén, cree, por su parte, que las más graves psicosis se gestan en los individuos que han reprimido su conciencia moral y los sentimientos espirituales. LON grandes criminales, como los esbirros y torturadores de los campos de concentración, que han ido apagando la voz de su conciencia moral hasia anularla, dice Baruk que suelen caer en estados de demencia grave (Baruk, K.; 1961). La bondad espiritual se convierte así en una profunda necesidad humana. En esta visión coinciden, fundamentalmente, cxistencialistas como Victor Frankl, Rudolf Allers y otros1. Estos constituyen lo que se ha llamado "la tercera escuela de Viena", continuadora y al mismo tiempo reorientadora de los trabajos psicoanalíticos de Freud y luego de Adler. :

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1. De la amplia obra de Frankl puede verse Psicoanálisis y existencialismo, MéxioOj F.C.E., 1950. De R. Allers sugerimos su Pedagogía sexual, Madrid, Miracle, 1958, con •) interesante artículo introductorio de Oliver Brachfeld.


No son, ciertamente, sólo las "necesidades-disposiciones" lo que IM!iii\ la personalidad. Como veremos más adelante, la personalidad i onsiiiuida también por rasgos y factores que caracterizan el comporio individual. Ellos no se limitan a lo que comúnmente llamamos s di- carácter", como son los emocionales o afectivos (control emoo descontrol, agresividad, sumisión, etc.), sino que también incluti las aptitudes mentales (diversas formas de inteligencia, memoria, •jiuimicion, etc.). A veces tales rasgos de personalidad influyen en todo ¥\o psíquico, tanto en las aptitudes como en la afectividad, con tu isjuí' ir su I tan muy globales y abarcaduras de toda la conducta, a la que n una dirección general característica. Así, la famosa dupla propor K. G. Jung: Intro-Extroversión. De estas "unidades analíticas" jH-isonalidad nos ocuparemos más adelante. S0li> debemos anticipar que la dinámica psíquica o de personalidad pnriU' entender desvinculada del "mundo" que el sujeto ha incorponomo constituyente y contenido de su psiquismo. La personalidad, . es una interrelación de lo que Nuttin llama Yo-Mundo1. VolveNobre este tema, muy relevante en una perspectiva psico-social (cfr.

La inserción o articulación de los tres .sistemas socio-culturales y de personalidad

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muy relevante en el análisis de la "trinidad inseparable" S.C.P. íl nu los puntos de mutua integración. Esto no tiene sólo un interés , sino que preparará el tema de la integración defectuosa, lo cual, m'Hala Parsons (1968: 13-46), resulta ser un problema empírico .il ni csie campo de la ciencia social. Los desajustes entre los tres sisM U Í de crucial importancia en el estudio de las organizaciones. TraN de mostrarlo a continuación. Debemos, en primer lugar, volver sobre un concepto ya expresado: I»«V que comprender ante todo que la unidad del sistema social es el rol, !»»» ION Individuos. Es la unidad conceptual del sistema. Y es el rol, justa, el punto de contacto entre el sistema de acción del individuo y el socio-cultural. En efecto, observemos cómo se comporta el "rol" NlNlcmu trinitario. *M» it) lil componente principal del rol es la expectativa de rol, según Ahora bien, si se observa con atención, esa expectativa comporta una actitud o perspectiva evaluativa de parte de los actores (egoI ,ii fMruftura de la personalidad, op. cit., cap. 8, La estructura Yo-Mundo.


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alter) comprometidos en una interacción de roles (jefe-empleado; ¡ - • ! • sor-alumno; padre-hijo; etc.). Las expectativas son, pues, siempiv, r\n . tivas. Cada participante de la acción juzga si el otro desempeñó .u Ir cuadamente su rol. Hay una constante evaluación en el sistema de sempeños de rol. Pero tal evaluación es también siempre recíproca, alter, frente a frente, esperan un cierto desempeño y lo están, quierai no, evaluando. Así se comportan todos los actores recíprocos, aun reí to de su propio desempeño. b) Obviamente, si la actitud de evaluación es inevitable, lo es lili bien su consecuencia: la sanción. Según sea el desempeño propio di lo I otro, si adecuado o inadecuado, se produce una sanción positiva o iK'jMil va, una gratificación o un castigo. Como los seres humanos somos uní sensibles a la estima social, bastará en general un gesto de desaprobación (o de estima) para que nos sintamos castigados (o deprimidos), alentólo* o desautorizados, etc. c) Ahora bien, ¿quién suministra los parámetros para juzgar o |v¡i luar los desempeños? Las normas de rol o pautas. ¿De dónde provinu-n éstas, cuál es su legitimidad y sustento? Del sistema cultural común ;i lo* actores. "Las pautas valorativas de rol, dice Parsons, "son el modo como la cultura se inserta en la sociedad —y a través del rol, en el individuo| "Por cierto — agrega— la cultura no se agota en la pura formulación OH tipulación de la pauta". Conviene precisar que en todo esto los actores pueden ser no 8o I o actores individuales sino colectivos, cómo una organización. Su acciomii está sometido a iguales condiciones. '"''''iH

3. Algunas consecuencias de la teoría preceden 3.1. Identidad personal y roles

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El primer corolario de lo precedentemente expuesto es lo refere! la inserción o adecuación del individuo a los roles, es decir del sistemí personalidad y del sistema social a través del rol o los roles. Obséi que los actores vienen ya caracterizados y categorizados por difei rasgos que surgen de su condición de personalidades: son varones o mt res (categorización por el sexo), vienen de tal o cual clase social, de prosapia o familia, raza, color, complexión orgánica, altos o bajos de 0M:i tura, etc. Todo esto es aframente relevante en una personalidad. PeP no sólo es relevante para el propio actor sino para su desempeño de los sociales. A veces aquellas características facilitarán o entorpecerán elde sempeño de rol, el ajuste entre personalidad y desempleo. Para una mitin


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PERSONALIDAD, CULTURWZS&CmDm«*'Z*m*

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W'V ni día, sigile siendo difícil destacarse en el desempeño de ciertos ro»-«i muí ciiiiiulo teóricamente le son de libre acceso. Es posible que en la HI Mltl< ion .social tradicional de ese rol se esté suponiendo que se tratará y»*!** mímente de un hombre. Lo mismo dígase de la edad. Hay roles reservrt.ln» | losadultos, aunque no esté formalmente estipulado. Si un joven NI .. iM fi ellos, su corta edad será un "handicap" para su desempeño. Ten||M MU. vencer (si puede) un prejuicio social contra él. Lo mismo dígase |lil mtioi de la piel, de la clase social, etc.

,f J, rcrsonalidady estructura de poder gl Meando aspecto que hay que destacar como consecuencia de la •I que, al ser los roles distributivos y diferentemente valorados en lili NlMrma social, ambos aspectos definirán lo que Parsons llama la esilMlfllini de rol del sistema (u organización). Nosotros ya hemos notado ||H>! d? lal estructura surgirá el reparto social del prestigio y el poder, stajti" y niiiotid.ui. Una organización debe ser analizada, pues, muy minuciojHiuinu. desde este punto de vista de las relaciones de prestigio y poder. | MI t i-.pe< lo es porlo menos tandecisivo como el de las personalidades |'tiui|iinineii(ins, su ajuste a los roles, la cultura que inspira al sistema. La{»»» MI i!demente, a veces se descuida en el tratamiento de las organizacioJH h , i rsiwlio formal y explícito de las relaciones de poder manifiestas y luí» nú 1 *, En el estudio del Monopolio francés que dio origen a la notable H M U i U« Cro/icr El fenómeno burocrático (1969), este autor tuvo el acierto |lis • 11 luí izar dicha perspectiva. Tal enfatización no supone una posición M»«t«|Mlitvi*lica que exagere la importancia de los juegos de poder en la vida HIH l u í , sino un realismo primario respecto de un tema decisivo desde el de vista del comportamiento organizacional. De más está decir Importa para el sistema de personalidad la estructuración de poder |k (MI '.ligio en su sistema social. Veamos algunos aspectos.

I»?. \ e imagen social ti personalidad se ve afectada por los aspectos sociales del sistema. ¿iiM'Sr, por ejemplo, que la posición que ocupa un individuo, por su rol, PM mu oij'.mi/ación debe corresponderse a la imagen que el actor tiene de M mi .mo si la auto imagen y el status-rol asignado discrepan grandemen!*• 1 1 -.u |ri<> se verá afectado, sea por un sentimiento de inseguridad o infeiInMd.id íespecto a las expectativas de su rol, sea por la frustración que se •Milu • u.nulo se percibe que el rol "queda chico", sea por otras formas de ili"»ii|ir,ie ( orno señala Parsons, el sujeto debe aprender a verse a sí mis• oino lo ven —y según le exigen— los demás. Debe haber una sufi• iccplación de la definición socialmente dada de su status-rol. Hay


veces en que el propio sexo se ve como inadecuado a lo que el sujeto te. Tal el caso de la homosexualidad. Puede haber, como dijimos mal l> 11 -•'' ba, una discrepancia entre la auto imagen y la imagen que los dcmál n» 1 nen de cada uno. Ahora bien, el problema es psicológicamente cumplí |o puesto que la auto imagen se va formando por la idea que los demál h"* dan de nosotros mismos. Este es un hecho capital en psicología. Noi vi mos, en parte, como los demás nos han hecho sentir que somos, báli* u mente en la infancia. Pero esta auto-imagen puede no corresponder ji U imagen que actualmente tiene la gente de uno. En cierto sentido a tO'l"¡» se nos podría aplicar la expresión despectiva "¿qué se cree éste?". De .ilii que es de fundamental importancia en la vida de las organizaciones qui l«» gente aprenda a verse a sí misma tal cual es y tal como ella da pie a qu» !»• vean los demás. Este conocimiento de sí es crucial para una buena inte)'» lación social. Tanto el narcicismo como el complejo de infrrlorUluii pueden hacer muy difícil la vida social a una persona. Parado) i carnet n < , hay quienes oscilan de un extremo a otro, debido a que su auto imagen no se ha consolidado suficientemente. Obviamente, una persona puede |« i der seguridad respecto de su propia identidad por cambios demasiadOI i A pidos y profundos en su medio social y sufrir crisis de pérdida de * dad reactivas (el paso del niño al adolescente es una época particulai \e propicia para estas crisis, lo mismo que los cambios de ocupacii paso de la vida activa a la pasiva, etc.).

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3.4. Individuo versus sociedad

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Son las expectativas que los demás tienen sobre nosotros un ma esencial para la estructura de la personalidad. Parsons llega a decir • aquellos procesos que en nosotros controlan las respuestas a tales expet i »• tivas sociales son lo más importante de la personalidad humana, porqu< « hombre es social y los objetos sociales son lo más significativo en su V'«l»» (la aprobación, estima, consideración, prestigio, amor, etc.). Sin llegl^i gi una afirmación tan radical, es obvio que la existencia humana discu1fl través de canales sociales y lo social adquiere una significación muy ío funda en la vida personal. Aun aquellas realidades que trascienden lo MI cial —como la vida intelectual, artística, religiosa, moral— no se SUÜU.ICM a lo social totalmente. El santo puede desafiar el prestigio social y actt>im la persecución y el desamor, pero porque confía en tener el de una r< i sona divina, a cuya voluntad se abandona. El héroe puede aceptar el "M" contra todos" porque espera, al fin, que su ideal sea reconocido, o se (011 suela, al menos, pensando en que su soledad es para bien de los que le < •< tan confiados. Tales casos no suceden sino raramente. En efecto, personalidades pueden soportar la enorme tensión que se genera


PERSONALIDAD, CULTURA ¥ SOCIEDAD J

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M* 1 1 Cttusu de lo social. Muchas veces esa tensión es soportable porquif íí tU.hD Cltplu (o cree) que es él el que mejor cumple con los ideales y que H«l jn| demás los que los han abandonado. El ideal del Yo se ha forjado HM* Mijl previa identificación de éste con las orientaciones de valor que le IM ifiMtillido el sistema cultural. De ahí los conflictos de conciencia MHiülí fil NUJCIO pasa de un sistema de orientaciones de valor a otro con el Hirtí "" • lia identificado. Es el caso típico del conflicto cultural por moNoclul; por ejemplo, el campesino que pasa a la ciudad, o el caso

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I, ¿Es posible aislarse? II última observación sobre el tema: La articulación personalidadM'ilkJ M través del rol es muy importante para ambos sistemas debido a MrMprc nos hallamos frente a las acciones y actitudes de los otros y M #»H no podemos sustraernos a ser orientados por las acciones y re<* IIMiM de los demás. Los otros y yo, así como el sistema de interaccioHM »oi)Ulcs que forjamos, son decisivos para mí y para ellos. De esto se I|H »M e (|UC tanto para el sistema de personalidad como para el sistema sot* ta Conformidad o alienación con las expectativas de rol de parte de |H* i»t Hit* es un problema central, aunque es verdad que por encima del HM nimio "conformidad social versus alienación" está la creatividad de |H* li'dMVRi la cual, si bien tiende a cambiar el sistema, es en dirección po-

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itorumicmo o crecimiento. í '• ' tcicdad, cultura y personalidad 1 estudio de las organizaciones

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Instrumental conceptual que hemos desarrollado brevemente en Mritlulo I reviste especial significación en la analítica organizacional. IMIIN irpasado sucintamente cómo sociedad, cultura y personalidad pueMM i-oiiu'hidas como sistemas. Hemos mostrado la conveniencia de t-Mu<li H i i n l a organi/ación humana bajo la triple luz de la "trinidad inseIMMMI . 1 , 1 i|nr forma un sistema complejo al mismo tiempo interrelacioHinti' \u ;uiiónomo en sus tres partes. Una organización debe ser so»»•• llil||lemprc a osle análisis estructural-funcional. Los aspectos psicoló»» o de personalidad de sus integrantes son relevantes, pero no agotan li|i|rln de estudio; más aún, el propio sistema de personalidad no se enllilt 1 ••! no se lo observa también a la luz del sistema social y cultural en M »» M I(I ÍÜ InNCrta. 1 .a personalidad de un líder no es algo que puede definiriilisirai'ción del sistema socio -cultural donde ejerce el liderazgo. II M| pirtC, las relaciones de poder y prestigio, esenciales a la estructura

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social, no pueden dejarse de lado cuando se quiere comprender qué esirt pasando en una organización. Tales relaciones, ya lo dijimos, pueden ira* cender ampliamente la estructura formal del sistema. Por último, la* orientaciones de valor de la sub-cultura organizacional, así como su reía ción con la macrocultura en la que se inserta, son un aspecto que cada ve/ se ve como más importante cuando se estudia una organización cualquk* ra. Mostraremos a lo largo de este libro cómo las tres vertientes señalada* no terminan de entenderse si no es una en relación a la otra. La subcultuní de una empresa no es ajena a la personalidad de su líder máximo, pero tampoco puede analizarse independientemente de la estructura de rol de la organización. Esta estructura puede estar facilitando o ahogando las )• rientaciones de valor propuestas o deseadas. La creatividad, como valor cultural en una empresa, puede estar frenada por desajustes en las relacio nes de poder y también, obviamente, por desajustes en la personalidad do los que desempeñan roles relevantes, etc. Tendremos oportunidad de aplicar estos conceptos a lo largo de las restantes unidades. "Ante todo, puede señalarse que es preciso concebir que dos persona» interactuantes constituyen objetos una para la otra en dos aspectos fundamentales, y en un tercer aspecto que se deriva, en cierto sentido, de los do» primeros. Estos son: 1) percepción cognitiva y conceptualización, 2) la rea puesta a la pregunta qué significa el objeto en un sentido emocional. El ter cer modo mediante el cual una persona se orienta hacia un objeto es por la evaluación —la integración de los significados cognitivo y catéctico del objeto para formar un sistma, incluyendo la estabilidad de un sistema de esa especia en el tiempo—. Cabe sostener que es imposible una relación estable entre do» o más objetos si no están presentes estos tres modos de orientación para ambas partes de la relación. Si se consideran las condiciones de las que depende un sistema tal dy interacción estable y mutuamente orientado, se llega a la conclusión de que, a nivel humano, esta mutualidad de interacción debe estar mediada y estabilizada por una cultura común —es decir, por un sistema de símbolos comúnmente compartidos, y cuyos significados ambas partes los entienden de un modo bastante concordante—. La existencia de dichos sistemas de símbolos —en especial, aunque no exclusivamente, en cuanto están involucrados en el len guaje— es común a todas las sociedades humanas conocidas. Por más qun los sistemas de símbolos en funcionamiento en la sociedad puedan habera» desarrollado primero, están implícitos en la socialización de todo niño. Cabn presumir que la preeminencia de los sistemas de símbolos comunes es tanto una consecuencia como una condición de la extrema plasticidad y sensitividad del organismo humano, las que a su vez son condiciones esenciales de su ca pacidad para aprender y, concomitantemente, para aprender mal... Pero cuan do el objeto es otra persona, ambos, como ego y álter, constituyen un sistema


PERSONALIDAD, CULTURA Y SOCIEDAD

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•M HVO. La cuestión reside en saber qué es el álter, en sentido cognitivo, •• "i punto de vista del ego, y viceversa. Es evidente que la respuesta a llftgunta debe tomar en cuenta el lugar —o "status", como lo llaman los •"Ht'ilogoi— del ego y del álter en la estructura del sistema interactivo. Por lo NM!M cuando yo digo que una persona es mi madre, o mi amigo, o mi alumno, Muy oamcterizando a esa persona como un participante en un sistema de ¡n»*M»Mjlón social en el que yo también estoy involucrado. [

(Parsons, 1968:14-15)

[para su au toe valuación rluw íwioimagen discrepa mucho con el status-rol ¿qué le sucede í Lftfvaluación de los desempeños de rol ¿es recíproca?¿Por qué? lJ-i¿A qué se llama "trinidad inseparable"? ^ Piense un ejemplo de "contradicción de rol". ¿Cuál es el núcleo de los roles? Un conjunto de roles forman... i ¿Cuáles son los elementos esenciales de todo sistema cultural? Personalidad y sociedad se articulan a través de... U Un conjunto de pautas forman... IU ¿Qué significa "complementariedad de expectativas"?

K flfer e n a s M||..MI < . W ( l%3) Desarrollo y cambio, Paidós, Buenos Aires. (Mullí K, (l%l ) Las terapéuticas psiuiátricas, Paidós, Buenos Aires. (l%9) El fenómeno burocrático, Amorrortu, Buenos Aires. F. (1992) El final de la historia y el último hombre, Planeta, Barcelona. , E. (1971) La presentación de la persona en la vida cotidiana, Amorrortu, IHW***» Ali«<», Nttlihi. lo»oph (1973) La estructura de la personalidad, Kapelusz, Buenos Aires, rlltitn*. T.» el al. (1968) Hacia una teoría general de la acción, Kapelusz, Buenos AiIII

tu. Pltirim (1969) Sociedad, Cultura y Personalidad, Aguilar, Madrid.


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