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4. POEMAS
Obras
Poemas
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Julio Verne no solo se dedicó a escribir maravillosas novelas de ficción, sino que también escribió y llego a llenar dos libros con poemas en su etapa como estudiante universitario.
CUANDO POR EL DURO INVIERNO
Cuando por el duro invierno que tristemente vuelve La nieve con sus largos copos cae, blanqueando el techo, Permita que el gemido del tiempo la enfrente. Por nuestros numerosos haces, ¡devuélvame la estrecha chimenea!
Para el ocioso soñador, la dulce sobremesa Con los pies sobre los morrillos, sueña, cree ¡La felicidad! - él no quiere delante de su chimenea más Que una butaca bien suave, ¡donde pueda burlarse del frío!
Atiza su fuego por medio de sus tenazas ; La llama crece, como una estrella caída La chispa que el ojo ve en la sombra se mantiene y sigue.
A él le parece entonces ver que los astros de la noche se muestran ; La ilusión se redobla; ¡está feliz! piensa unir ¡Al calor del día el encanto de la noche!
EL SILENCIO EN UNA IGLESIA
En uno de los lados de la nave, inclinando su húmeda urna, La noche deja caer la sombra triste de la tarde; Caza insensiblemente la modesta claridad diurna; Y la bóveda se duerme sobre el negro pilar.
El silencio penetra solo bajo el arco taciturno, La ojiva en los pardos vitrales no se deja ver; El frio altar se arropa con su vestido nocturno; El órgano se apaga; ¡todo duerme en el sagrado dormitorio!
En el silencio, un paso resuena sobre el suelo; Todo se despierta, y el sonido extiende su espiral, El órgano gime, el altar tiembla bajo ese ruido.
El pilar lo repite en su cavidad sombría; El arco lo retransmite, y se agita en la sombra... ¡Después todo se desvanece, todo muere, y vuelve a caer la noche!
LA MUERTE
En esta pobre aldea donde la vida es amarga, El triste campo de muerte, de aspecto maldito, Viene a mostrar las lágrimas del ciprés y del tejo ¡Al alma del caminante que palidece y se oprime!
Allá, a la vista de esas tumbas, en el lastimoso capitel, Donde los ricos se duermen bajo la engañosa gloria, Pero en frágiles cruces, indicación tan natural ¡Del sitio donde el pobre ha terminado la miseria!
En la ciudad donde siempre se desborda el placer, Donde la abundancia suple el deseo más simple, ¡La muerte no es el fin de la esclavitud!
Pero en la triste aldea, donde duerme el desánimo, ¡Oh! ¡la muerte no sabría cómo venir tan rápidamente!... ¡Y por tanto en la ciudad, se muere como en la aldea!