Domingo, 12 de diciembre, 2021
CONSUMADO ES Por Ghita Ulici
Ya en el jardín del Edén, nuestros primeros padres desobedecieron el mandato de su Creador de abstenerse del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal (Génesis 2:16, 17). Dios habló con Adán y Eva, e incluso con la serpiente, el medio utilizado por Satanás para engañar. Les hizo preguntas sobre su desobediencia a su mandato divino, y les habló de las dolorosas e inevitables consecuencias que sufrirían la primera pareja y sus descendientes, así como la serpiente y la misma tierra. (Génesis 3:8–23.) La maravillosa experiencia de vivir en el jardín del Edén había terminado; la pareja fue expulsada de ese lugar feliz y sagrado, sin poder regresar. Dios declaró que una maldición vendría sobre la raza humana y toda la creación en este planeta. Sin embargo, también dio la buena noticia del maravilloso plan de redención que presentaba la esperanza de que el hombre pudiera ser rescatado del pecado, y la destrucción del enemigo que había tentado a la desobediencia. Él prometió: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar” (Génesis 3:15). 28
Esta declaración profetizaba la terrible batalla que tendría lugar durante toda la historia de la humanidad, entre el hombre y Satanás, entre la descendencia de la mujer y el enemigo y sus agentes. Las palabras pronunciadas por el Creador del universo, incluyendo nuestro planeta, predijeron el final definitivo de la batalla, la aniquilación del archienemigo tanto de Dios como del hombre, y el restablecimiento de los descendientes de Adán en el paraíso de Dios debido a la entrega sacrificial de Cristo para nuestra redención del pecado. “La primera indicación que el hombre tuvo acerca de su redención la oyó en la sentencia pronunciada contra Satanás en el huerto. El Señor declaró: ‘Y enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.’ Génesis 3:15. Esta sentencia, pronunciada en presencia de nuestros primeros padres, fue una promesa para ellos. Mientras predecía la lucha entre el hombre y Satanás, declaraba que el poder del gran adversario sería finalmente destruido. Adán y Eva estaban como criminales ante el justo Juez, y aguardaban la sentencia que merecía su transgresión; pero antes
de oír hablar de la vida de trabajo y angustia que sería su destino, o del decreto que determinaba que volverían al polvo, escucharon palabras que no podían menos que infundirles esperanza. Aunque habrían de padecer por efecto del poder de su gran enemigo, podrían esperar una victoria final.”1
UNA HISTORIA SEÑALADA POR DIVERSAS ESCENAS DE DESTRUCCIÓN La historia de la humanidad ha estado marcada por una serie de desastres y destrucción causados por la desobediencia y la consecuencia del pecado. Ha habido violencia, perversión, maldad, sufrimiento, enfermedad y muerte. A veces, Dios detuvo la maldad con su intervención. Una de esas veces se registra unos 1500 años después de la creación, cuando debido a la constante y persistente desobediencia de la gente de ese tiempo, el Creador trajo un diluvio mundial, ocasionando la destrucción de todo el planeta con la excepción del fiel Noé y su familia —un total de 8 personas junto con las criaturas protegidas en el arca construida por la guía divina. (Génesis 6:13–22.)
The Reformation Herald, Vol. 62, No. 6