Editorial
LUZ EN LAS TINIEBLAS La verdad frente a la falsedad. La honestidad frente a la mentira. La claridad frente a la confusión. A medida que nos acercamos rápidamente a los acontecimientos finales de la historia de la tierra, la confusión reinante —las filosofías y prácticas babilónicas de la civilización moderna— se derrumba ante nuestros propios ojos. Las naciones están enfurecidas, las pasiones están enardecidas, los líderes están coléricos. No queda mucho tiempo. Uno de los mayores retos a los que se enfrenta actualmente la sociedad parece ser la violación del noveno mandamiento: “No hablarás contra tu prójimo falso testimonio” (Éxodo 20:16). Tanto la información falsa difundida por ignorancia como la desinformación propagada maliciosamente con intención de engañar, son muy frecuentes, al igual que otras violaciones de la ley moral del Creador de los Diez Mandamientos. ¿Cómo pueden las personas temerosas de Dios enfrentarse a una oposición tan abrumadora? El apóstol exhorta: “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes” (Efesios 6:10–13).
período más oscuro de la historia de esta tierra.”1 Debemos tener siempre presente lo más importante: Nuestro Señor y Salvador Jesucristo viene a liberar a sus hijos fieles de la feroz persecución que pronto se desatará injustamente contra ellos. En su infinito amor, él ha explicado de antemano lo que sucederá, para que nadie tenga que temer. Nos pide: “Negociad entre tanto que vengo” (Lucas 19:13). “Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria” (Isaías 60:2). “El tiempo exacto de la segunda venida de Cristo no está revelado. Jesús dijo: ‘No sabéis el día ni la hora’, pero también dio señales de su venida, y dijo: ‘Cuando veáis que suceden estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas’. Al aparecer las señales de su venida, les ordenó: ‘Erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca’. Y en vista de estas cosas el apóstol escribió: ‘Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón. Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día’. Puesto que no sabemos la hora de la venida de Cristo, debemos vivir sobria y piadosamente en este mundo pre-
sente, ‘aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo’. “Cristo se entregó a sí mismo por nosotros, para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo peculiar, celoso de las buenas obras. Su pueblo debe conservar su carácter peculiar como sus representantes. Hay trabajo para cada uno de ellos. Los ricos deben aportar sus medios, los honrados su influencia, los doctos su sabiduría, los pobres su virtud, si quieren ser obreros eficaces para Dios. Deben ponerse en una relación correcta con Dios, para que puedan reflejar la luz de la gloria de Dios que brilla en el rostro de Jesucristo. Leemos que hay una clase de personas que aplazan el día de la venida de Jesús; pero su venida será para ellos como un ladrón en la noche, y serán alcanzados repentinamente por la destrucción. Hay muchos que están dispuestos a dejarse mecer en la cuna de la seguridad carnal; pero ya es hora de que despertemos del sueño. Dice el apóstol: ‘No somos de la noche ni de las tinieblas. Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios’.”2 ‰
Referencias: 1 Palabras de Vida del Gran Maestro, pág. 341. 2 The Signs of the Times, 24 de junio, 1889.
MIRANDO HACIA ARRIBA Nadie debe sorprenderse de tantas tinieblas. De hecho, “la venida de Cristo ha de acontecer en el
The Reformation Herald, Vol. 62, No. 6
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