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ABC cultural
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SÁBADO, 26 DE OCTUBRE DE 2013 abc.es/cultura-cultural/cultural.asp
«Ahora, además de escritores, se nos pide que seamos ‘‘disc-jockeys’’»
ÁNGEL NAVARRETE
Con un poco de música y un poco de sangre, como él mismo dice, ha escrito Eloy Tizón «Técnicas de iluminación». Relatos que demuestran por qué es uno de nuestros mejores narradores
E
loy Tizón (Madrid, 1964) lo tiene claro: «Tres son los motivos principales por los que uno escribe: para contar algo que te ha pasado, para contar algo que te gustaría que te pasara, o para contar lo que no deseas que te pase bajo ningún concepto, porque te aterra y quieres mantenerlo a raya, lejos de ti. De ahí que se diga, con razón, que la literatura es un exorcismo. Lo es». También tiene claro que escribe cuentos para librarse de ellos, pues son al mismo tiempo una felicidad y una carga. «Algunas historias duelen, duele escribirlas, pero hacerlo es la forma de aliviar un poco esa he-
rida. No queda más remedio –asegura–. Los relatos se escriben con un poco de música y un poco de sangre.» Así nacieron los de Técnicas de iluminación. Usted debutó en 1992 con los cuentos de «Velocidad de los jardines». ¿Vuelve a sus orígenes? Nunca me he ido. He seguido escribiendo relatos, bastantes, además de las novelas, porque para mí es un género muy querido, que mimo mucho, y en cuyas cualidades me reconozco: la concisión, la intensidad, la tensión verbal que lo aproxima a la poesía. El cuento posee una especie de precisión alucinada que me fascina. Parece que la novela es siem-
pre más y que el cuento, en cambio, es un género menor. ¿Está desprestigiado? Yo no diría tanto. Es cierto que en España aún se valora menos, a diferencia de lo que sucede en Estados Unidos o Latinoamérica, donde el relato tiene rango de género mayor, sin que a nadie se le ocurra ponerlo en duda. Por algún motivo, vivimos en la superstición del tamaño: superproducciones, megaconciertos, sagas hipertrofiadas… Sin embargo, para entender nuestro tiempo basta con leer un librito de apenas cuarenta páginas: La metamorfosis, de Kafka. No se necesita mucho más. Ahí está todo, prefigurado con exactitud heladora.
«Hoy en día están de moda historia, reducirla a anécdolos autores que parecen anun- ta. El corazón del relato debe cios de detergentes: no hay permanecer oculto. Tiene que manera de distinguirlos. To- latir en la sombra, como en el dos hacen una espuma pare- cuento de Poe. El relato se cida», leemos en «Fotosínte- construye alrededor de una sis». Menuda radiografía del ausencia. Es preferible dejar panorama literario. cabos sueltos, sin explicar, y Es evidente que se trata de una que sea el lector el que termiexageración caricaturesca, ne de atar el nudo: que ponga aunque con un fondo de ver- de su parte, que sea creativo y dad triste. Ahora, además de copartícipe del texto, que esescritores, se nos pide que criba también conmigo, mano también seamos relaciones a mano. públicas, modelos de pasare- Ninguno de sus relatos se pala, disc-jockeys… Eso me pare- rece. ce un disparate. El deber del Esa es la única razón para seescritor es escribir lo mejor guir publicando: intentar deposible, y todo lo demás es –o cir algo nuevo, no conformardebería ser– secundario. se, alcanzar alguna clase de Sus cuentos dejan muchas nueva meta. Añadir algún ascosas en el aire. pecto –aunque ¿No le interesa sea un matiz, un «SE ESCRIBE saberlo todo? COMO EN TRANCE, leve cambio en No es lo esencial. la entonación, el BAJO LOS Procuro no conpunto de vista o EFECTOS DE UN tarlo todo, porla mirada– a lo EXCESO DE que contarlo que había dicho CAFEÍNA O DE todo equivaldría hasta ahora. Ese a banalizar la es el reto y la jusALCALOIDES»
tificación moral. Si no es así, prefiero no publicar. ¿Para qué? Eugenio Trías hablaba de la conjunción de lo bello y lo siniestro. ¿Su literatura es una combinación de ambos? Me gusta mucho ese ensayo de Trías, que leí de joven y me marcó. Sí, hay que llegar a ese punto en que lo bello y lo siniestro se funden. Hay dos adjetivos que le cuadran a la vida: maravillosa y terrible. A veces domina uno y a veces domina otro, pero entre estos dos extremos oscila la vida humana y animal de este planeta. «Escribir es estar más despierto de lo normal», afirma en «La calidad del aire». Escribir es una sobreexcitación. No se escribe desde el nirvana budista ni desde la armonía contemplativa de las esferas. Lo siento mucho, pero es así. Se escribe desde lo roto y con los nervios alterados. Como en trance, bajo los efectos de un exceso de cafeína, de alcaloides, con la conciencia modificada. En síntesis: más despierto de lo normal. Su primera vocación fue la pintura. ¿Por qué desistió? Supongo que sería por falta de talento o de disciplina, que es otra vertiente del talento. No fue una decisión drástica que yo tomara de un día para otro, sino algo que ocurrió paulatinamente, con naturalidad: cada vez dedicaba más horas a escribir y menos a pintar, hasta que la escritura se impuso y barrió con todo. Son dos actividades absorbentes, y solo puedo obsesionarme con una, no llego a más. Dos obsesiones a la vez son demasiadas para mí; una exageración. El cine es su otra gran pasión. ¿Qué permite el cine que no permita la literatura? El cine es más físico que la literatura. Tiene esa cosa tremenda de la palpitación de la imagen, la luz, la pantalla grande, el cuerpo y la voz de los actores, la banda sonora, todo a la vez. Eso le da una plasticidad hipnótica, que a la literatura le cuesta más alcanzar. El impacto del cine es más inmediato, pero menos duradero. En contrapartida, la literatura deja una huella más honda. Si no fuera escritor, ¿qué sería? Quiero pensar que algo relacionado con alguna actividad artística: pintor, fotógrafo, algo así. O si no, todo lo contrario, alguien que no tenga nada que ver con el arte: recepcionista de hotel, vigilante nocturno o empaquetador de almendras garrapiñadas. ANTONIO FONTANA
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LA PASIÓN REPTIL DE ELOY TIZÓN
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s un enamorado de las sensaciones de las palabras. No de las palabras en sí, sino de las sensaciones que las palabras pueden producir, es decir, de los sabores, los sonidos, los huecos, los espacios, los colores, las imágenes que producen las palabras. Hay algo de psique prelógica, de paraíso prenatal, o al menos prelingüístico, en este uso del lenguaje. También una ciega confianza en la capacidad artística de la imaginación, un abandonarse absoluto a la inspiración, una total falta de astucia y de cálculo. Solo quiere escribir los «fragmentos encendidos» de los que habla Shelley, se niega a rellenar los pasajes intermedios. Quizá por eso se haya consagrado al relato.
zama, que también explica la poética de Tizón: cuando el gran cubano habla de la «presa animista» que forman muchas veces las palabras. Presa animista porque existe en estos escritores fanáticos y desmedidos un verdadero animismo del lenguaje: la convicción de que las palabras están vivas y tienen espíritus dentro. Vean, por ejemplo, el final de «Volver a Oz», donde de pronto en las palabras se anima la fantasía de un mundo de porcelana. ¿De dónde ha salido ese mundo de porcelana? Sin duda del abandonarse del autor al ensueño de las palabras, que al liberar sus ánimas crean paisajes de pura felicidad e intensa sorpresa. O ese cuento en que a una pareja de
Todo es mineral Como en el poema de Juan Ramón Jiménez, se niega a comer otra cosa que no sea luz o fuego. El relato corto permite esa pureza casi maniática. Solo lo extraído de la veta queda en la página. Cuando la veta se agota, el texto se para. No hay falsificación, todo es mineral, todo es sustancia. El libro se inicia con una cita de Simone Weil que es una de las favoritas de Eloy Tizón: «No hay más que un defecto: carecer de la facultad de alimentarse de luz». La cita recuerda a la de Espacio que apuntaba yo más arriba. Comer fuego. Alimentarse de luz. Técnicas de iluminación. No comer otra cosa que luz o fuego. Hay otra cita, esta vez de Le-
enamorados le surgen de pronto dos niños, se convierten en una familia que huye de la ciudad, llegan a un bosque y vagan por el bosque hasta que encuentran una orquesta, y se sientan a escuchar el concierto.
Relatos como sueños Prosa densa, aceitosa, multicolor. Un intenso amor por los objetos medianos, por las vidas corrientes, por los rincones de la atención. Relatos que son en realidad sueños, y que, como los sueños, proceden por metáforas, por sensaciones, por sinestesias, por transmutaciones. Cualquier cosa es posible: aparece un parque, y el parque se llena de cazadores. «Todo era mirada. Se pensaba con los ojos. Se tocaba con las yemas de los ojos. Se acariciaba reptil.» La pasión reptil por la escritura de un escritor que parece haber decidido seguir siendo siempre un escritor joven. Las sensaciones del animal humano. La búsqueda inequívoca de una claridad. En medio de tanta literatura sombría, un tizón encendido. ANDRÉS IBÁÑEZ
El cine está presente en los relatos de Eloy Tizón, algunos de los cuales reescriben películas como «La aventura del Poseidón» (arriba, cartel del filme) y «El mago de Oz» (abajo)
TÉCNICAS DE ILUMINACIÓN ELOY TIZÓN Narrativa Páginas de Espuma, 2013 16 euros