EL COMERCIO DEL LIBRO ANTIGUO : LAS LIBRERIAS. Cursos de Verano de la Universidad de Zaragoza. (Jaca, 10 de Septiembre de 2004), por Juan F. Pons, librero. ESQUEMA DE LA CONFERENCIA-TALLER PRESENTACION: SALUDO Y GRATITUD. Es un honor estar aquí con Ustedes. Muchas gracias a la Universidad de Zaragoza y al Director del Curso por darme esta ocasión de expresar mi peculiar forma de ver el oficio de la librería anticuaria. Me ha comentado el Dr. Pedraza que algunas personas ya estuvieron en el curso pasado. Este año voy a decir en esencia lo mismo que el año pasado, con pequeños añadidos y retoques, pues no han cambiado las cosas en un año, como para configurar de nuevo esta Charla – Taller. Es un gesto de benevolencia el que decidan permanecer, a pesar de ello. Les doy las gracias por ello. AUTO – PRESENTACIÓN: Me considero un librero “heterodoxo”, que trabaja en una librería atípica. Las catorce personas que formamos nuestro equipo de trabajo nos dedicamos al libro en todos sus formatos y soportes, sin dedicarnos sólamente al libro antiguo, para disgusto de algunos colegas “puros”. Creemos que la librería no debería caer en la dicotomía entre “nuevos” y “usados”, como si fueran incompatibles. Tenemos a la venta libros antiguos impresos por Elsevier, Manuzio y Plantino, entre otros grandes impresores del siglo XVI. Tenemos trabajos de Ibarra y Sancha entre otros. Ofrecemos obras con encuadernaciones mudéjares. Pero al mismo tiempo disponemos de monografías actuales sobre Archivística y Biblioteconomía así como Obras de Referencia editadas en distintos países e idiomas. Y otras variables del oficio librero, que no detallo para evitar fatigarles o que parezca que estoy aquí para promocionar la empresa en la que trabajo desde el año 1961. Esta creencia me ha supuesto rechazos y algunos malentendidos, que evito contestar o aclarar. En cambio, creemos en la especialización librera como elemento indispensable para su gestión. Cientos de miles de obras nuevas cada año en el mundo no los puede digerir nadie, sea virtual o real.
Pueden interrumpirme cuando quieran, para pedir detalles y/o para discrepar, que aquí estamos todos para aprender y la discusión es una de las bases del conocimiento. INTRODUCCIÓN: Ustedes saben que el exceso de información impide o limita el conocimiento, por lo que procuraré dosificar los datos, cifras, fechas, nombres y demás trucos que tienen los charlistas profesionales, para convencer a sus escuchantes de su infinita sabiduría. No es ese mi caso. Esta charla – taller es el fruto de un esquema que presenté al Dr. Pedraza, Director de este Curso, a finales de Junio. El desarrollo lo he llevado a cabo en mis vacaciones de verano. El primer año – 2002 - , en este mismo curso, me lo pasé muy bien comentando mi visión sobre “Coleccionismo y Bibliofilia”. (Las Prensas Universitarias de Zaragoza editaron los esquemas de las intervenciones). El año pasado traté del “Comercio y la Tasación del Libro Antiguo”, desde la óptica de un librero. Lo que voy a hacer aquí esta mañana es una cosa muy simple: Unas cuantas ideas, vivencias y pensamientos en torno a los libros antiguos y su comercio. Ustedes han recibido mucha y sabia información en los días que llevan de este curso. Hoy, me imagino que el cierre del Curso, la conferencia de la Sra. López – Vidriero será sencillamente sublime. Déjenme ser la nota relajada, ligeramente descafeinada, de este curso. Si me permiten una referencia personal, que les puede ayudar a conocer lo que anida en mi memoria, les diré que soy hijo de librero y librera, casado con librera, padre y suegro de libreros. En la otra rama de nuestra familia, Marcial Pons es mi tío. Soy por tanto sobrino, primo y tío de otra saga de libreros. Tengo dos nietos y el mayor de ellos – Marcos de casi seis años – ya lee y empieza a organizar sus docenas de libros infantiles de casa por tamaños y “familias”. (El de tres años de limita a ver los dibujos, como es su obligación, imaginando las historias que el libro encierra).
Digo esto para insistir en que los libros siempre han formado parte de mi vida; el olor de los libros antiguos, ese olor que los libreros y bibliófilos conocemos bien, pero que no sabemos explicar. Es un perfume que me obliga a frenar en seco cuando estoy en cualquier ciudad del mundo – aunque sea por vacaciones - y lo noto, aunque sea en la media
distancia...El pasado mes de Enero me sucedió en Ciudad de México, junto a la Plaza del Zócalo, al pasar por la puerta de una librería. Entré porque algo me dijo al ver el escaparate que me estaban llamando desde el interior. Pasé y fui directo a una zona de la librería donde encontré enseguida unas buenas piezas. El librero lo notó y recuerdo su sonrisa de complicidad. Me preguntó en Inglés de qué país era librero y le contesté en nuestra lengua común. Le compré unas cuántas obras, que dos semanas después ya estaban en otras manos, aquí en España, que las acogieron con satisfacción. De paso, disfruté charlando con el librero, pues habíamos tenido un amigo común. Me refiero al maestro ............... – no el editor, sino José, el librero anticuario – fallecido hace unos años, pero continuado por su hijo, quien ha salido un primera división. Los libreros tenemos libros antiguos para la venta, pero no sentimos ningún desgarro en el alma cuando uno de nuestros libros sale del establecimiento, de la mano de su nuevo poseedor. Hace unos años asistí a una charla de uno de los “popes” de la librería anticuaria española y afirmó poniendo cara de viudo triste, el intenso dolor que sentía cuando vendía uno de sus libros. Yo me sentí como si fuera un extra-terrestre, al descubrir que mi sentimiento era de alegría, por un doble motivo. Por un lado, soy librero que se gana el sustento con su trabajo y este consiste en comprar y vender libros, obteniendo un diferencial entre el precio de compra y el de venta, que podemos llamar beneficio. Pero hay otra razón más íntima, que no quise explicarle – ni siquiera en privado – al colega doliente: Los que tenemos libros antiguos no somos en realidad sus dueños. En realidad, solamente somos sus depositarios temporales. Los libros antiguos no son de nadie, que bien libres son. Tienen vida propia, más larga que la nuestra. Hemos de cuidarlos y disfrutarlos, durante el tiempo que estén bajo nuestra custodia y pasarlos a las siguientes manos, con alegría y respeto. Los libros se merecen mucho más que ser parte del patrimonio de alguien, aunque sea un bibliófilo amantísimo. El libro antiguo – como el Buen Amor – no se busca; se encuentra. Mejor dicho, son ellos quienes nos encuentran, si los sabemos merecer. Quizás la clave de estas vivencias sea la frase que me dijeron cuando era todavía un chiquillo: Hagas lo que hagas, ¡AMALO!. Hace unos años escuché esa misma frase en la película “Cinema Paradiso”. He procurado vivir de esa forma mi oficio de librero. La memoria es una baraja de olvidos. Los recuerdos no son otra cosa que las cartas de la baraja, ordenadas en una extraña filigrana. He intentado reagrupar esos naipes de forma ordenada y armónica. Si fuera posible, me gustaría que fuera entretenida, incluso.
Nuestra “civilización de la economía” ha desbancado al libro del lugar que podría corresponderle. Ya no se busca tanto a los lectores, sino al cliente y ese pequeño detalle tiene su importancia, a la hora de fijar las pautas del comportamiento comercial. El libro no puede ser considerado como un soporte más de la información y la documentación. De forma especial, el libro antiguo puede ser considerado como un Notario que se convierte en fedatario público de la evolución del pensamiento del Hombre. Vuelvo a citar otra frase de película: “Leemos porque así sabemos que no estamos solos”. (Tierras de Penumbra). Los libreros usamos – a veces – diferentes palabras que los archiveros / bibliotecarios, para referirnos a las mismas cosas. Eso no significa que unos u otros seamos peores profesionales, sino que el lenguaje y su riqueza permiten esos juegos. Por ejemplo, para los bibliotecarios un documento es cualquier elemento que contenga información y sea susceptible de ser conservado y catalogado, en cualquier forma y soporte. Para los libreros, un documento es un elemento diferente a un libro, a su vez distinto de una revista, de unas microformas, de una obra en formato electrónico...etc. Les ruego que escuchen mis palabras con benevolencia en este punto. Una PRECISIÓN importante: Cuando hable de “el autor, el impresor...etc”. quiero incluir indistintamente a hombres y a mujeres. Especialmente, cuando me refiera a los libreros me doy cuenta de que la mayoría de mis colegas han sido, son y serán mujeres. Incluso cuando el titular de la librería y el que figura en todas partes es un hombre, suele suceder que el alma del negocio es una mujer. Un ejemplo clarísimo es la Viuda de Ibarra, que regentó la que quizás fue la mejor imprenta española de finales del siglo XVIII. MANUELA CONTERA, sólamente dio su nombre en un documento notarial existente en un protocolo del Colegio de Madrid, relativo a la compra-venta de una casa. Los libros antiguos no se vuelven nunca viejos. Los libros actuales pueden hacerse eternos, pero la mayoría se harán viejos y caerán en el olvido y/o en el reciclado. (Al menos en este último caso sus elementos serán reutilizados...). Las librerías no son el único canal de adquisición de los libros antiguos. Mercadillos en las plazas; Internet pagando con tarjeta de crédito (Cuidado
con esta fórmula, que puede causar un disgusto, como el que me causó “Librería Gutenberg” de Milán); Ferias del Libro Antiguo (acuden las librerías, normalmente); Clubes y Asociaciones de Bibliófilos; Aficionados múltiples que trapichean y juegan a libreros… No me atrevo a decir que estos canales “alternativos” no tengan derecho a funcionar, pero echo de menos un cierto rigor, en cuanto se refiere a la exigencia del cumplimiento de las leyes en vigor. Ya he citado el derecho que tienen Ustedes a interrumpirme cuando crean oportuno. Añado la posibilidad de mejorar entre todos este Taller, con sus intervenciones. Pero no se sientan obligados a hacerlo. Tampoco les haré preguntas, ni jugaremos a la Dinámica de Grupos. Me he escrito lo que tengo que decir, para ajustarme al tiempo de que dispongo y no quedarme corto, ni pasarme de hora, por respeto a la Sra. López-Vidriero. Pero también, porque tener el texto me serena y me ayuda a superar el miedo escénico ( ¿Pánico?) que tengo, cada vez que he de hablar en público. Tántos años haciéndolo y cada vez me pongo más nervioso…¿Será la edad?.
CRÓNICA DEL OFICIO LIBRERO. El oficio que tengo el gusto de ejercer desde el año 1961 tiene su Historia y sus historias. Me limitaré a una breve crónica, pues la Historia la escriben los historiadores y las historias las cuentan los que tienen el arte de saberlo hacer. Ni lo uno ni lo otro figuran en mi curriculum, aunque puedo presumir de que mis nietos se encandilan cuando les cuento las historias que me invento, antes de que se duerman. Hay dos teorías en cuanto al inicio del oficio librero. Unos afirman que surgió a principios del siglo XVI, cuando los impresores creyeron que era molesto interrumpir su trabajo en la máquina de imprimir, para atender a quienes querían comprar sus libros. Era aconsejable, por tanto, que otras personas, que no fueran expertas en el oficio del impresor, pero supieran del comercio, se encargasen de “mostrar” los trabajos destinados a la venta a los visitantes de la botiga. (De ahí podría venir la palabra “mostrador”,
que es como llamamos al mueble donde se apoyan los libros en nuestros establecimientos). Otros creemos que este difícil pero bello oficio comenzó en la Grecia Clásica, en donde los bibliópolas se dedicaban a la venta de los roldes (rollos) realizados por los copistas. Claro está que siempre hay algún iluminado que afirma que eso lo hacían ya los chinos tres mil años antes...pero hoy no me toca entrar en polémica. En la Roma Clásica, en la zona del Argileto, estaban ubicados los establecimientos donde los bibliópolas ofrecían sus mercancías. El interior de esos locales presentaba un aspecto similar al de las actuales librerías anticuarias, salvando las inevitables diferencias. Los armarios de madera en donde se colocaban los roldes dieron lugar a que el poeta bilbilitano Marco Valerio Marcial – autor de los “Epigramas” – los definiese como “nidi” (nidos). Las librerías de aquella época eran lugares de encuentro de filósofos, poetas…y de conspiradores. En sus rincones encontraban el lugar adecuado y discreto para una conversación privada, tal como relata Aulo Gelio en sus “Noches Aticas”. Hay una leyenda basada en unas menciones imprecisas en clásicos latinos que afirma que los asesinatos de Julio César y de Calígula se fraguaron entre los nidi de unas librerías. (Otros magnicidios de la época, como el del emperador Claudio se gestaban en su propio hogar, pero ésa es otra historia...). Los libreros han tenido como deporte de riesgo a lo largo de su historia el desafiar a los poderosos. Los libreros de la Roma Clásica tenían esclavos y libertos dedicados por completo a copiar los libros que debían ser enviados a las bibliotecas del Imperio. Cicerón menciona a su librero y amigo Pomponio. Horacio hace lo propio con los hermanos Socio, también libreros. Creo que debía existir como tal el oficio librero, como para ser citado por esos clásicos y por otros que aún no he leído... Las Partidas de Alfonso X el Sabio dictan las recomendaciones al Rector del Estudio General (ahora se llama Universidad) acerca de los requisitos para elegir al “estacionario” (librero) y para permitirle el préstamo de los ejemplares a los alumnos universitarios. Los ejemplares eran escasos y los alumnos numerosos y pobres en su mayoría. Hubo que olvidarse de la venta y pasar al alquiler, eso que ahora algunos llaman “licencia de uso de la información”.
En la Córdoba del Califato hubo una Calle de los Libreros, que vendían públicamente sus mercancías y que podían ser subastadas en algunos casos, según la valía y rareza del ejemplar. Así lo cita en su obra León el Africano en el año 1220 de la era cristiana. (Y creen las Salas de Subastas actuales que han inventado su tarea con los libros...). Esas librerías eran tambien talleres de encuadernaciones artísticas de gran belleza. Aún se conserva esa artesanía, con el nombre de “Cordobanes”, si bien está a punto de perderse en España, aunque la continúan en Túnez. Mi hijo Juancho los descubrió hace cinco años y en el Verano del 2003 encontré un lugar en el zoco de Túnez que ofrecía cordobanes. Los dibujos que adornan los cordobanes están pensados para la lectura islámica, es decir de derecha a izquierda. Un turista “inteligente” italiano que estaba en la tienda tunecina le dijo al artesano que estaba al revés. Aún recuerdo la mirada que me dirigió el artesano del cuero… Durante el siglo XVI se iniciaron en Europa los Gremios y Cofradías de Libreros, curiosamente todos ellos bajo la advocación de su santo Patrono, San Jerónimo de Dalmacia, doctor de la Iglesia y traductor de los libros bíblicos del Hebreo y el Griego al Latín, la conocida como la Biblia Vulgata. Fray Luis de León se atrevió a traducir la Vulgata al Castellano y le costó un disgusto al autor de la frase “Decíamos ayer...”, a instancias del llamado Santo Oficio. No estoy seguro de que aquello fuera un oficio y menos aún santo, pero ésa es otra historia... Por cierto, ¿Saben Ustedes que existe la edición del texto completo del Proceso que le hicieron?. Es un tomo del CODOIN…Perdón por despistarme del tema. El Dr. Guillermo Redondo Veintemillas, profesor de la Universidad de Zaragoza, en su interesante trabajo de investigación sobre las Ordinaciones del Gremio de Libreros de Zaragoza, sitúa en el 5 de Febrero de 1537, la fecha de creación de tal Cofradía, “a instancia de diez de ellos y para evitar fraudes y engaños que se cometen en el dicho officio por los encuadernadores de libros de dicha ciutat”. Este documento, situado en el Archivo Histórico de Zaragoza, nos convierte a los zaragozanos en el Gremio de Libreros más antiguo, al menos en cuanto a su documentación conocida se refiere. Se situó en la Iglesia del Monasterio de Santa Engracia, de la Orden Jerónima, claro. Es muy interesante la lectura de sus Ordinaciones... Puedo citar alguna cosa de su contenido. Los libreros han realizado desde sus inicios una tarea que sistemáticamente ha levantado las sospechas de los poderosos de turno. Solamente en España, a modo de ejemplo, ya en el año 1502 los Reyes Católicos
promulgaron una “Pragmática”, regulando la censura de los libros que habían de circular por sus reinos. En el año 1558 se publicó una nueva “Pragmática”, cuya intención era la de precisar el sometimiento riguroso a la norma administrativa, que debían seguir los libreros de los reynos de las Españas. Esta norma se asentaba sobre cuatro elementos básicos, de carácter social, político, religioso y económico. El “Index Librorum Prohibitorum” se convirtió en un elemento destructor y revalorizador de libros. Los expurgos, tachaduras y notas al margen aumentan notablemente el valor de los libros considerados “intrínsecamente perversos”. El profesor Martínez de Bujanda – catedrático en Suiza – ha investigado los procesos inquisitoriales y ha editado en Droz (Généve) varios volúmenes con las Actas. Hay muchos libreros citados en esos volúmenes…
En el año 1558 se decretó en Roma la pena de muerte y enajenación de sus bienes de aquellos libreros e impresores que tuvieran en sus botigas obras condenadas. El Papa Pio V estaba convencido de que los libreros y los judíos eran los agentes clandestinos del Luteranismo y del Calvinismo. (Cada vez que visito Roma, y entro en la Basílica de San Pedro, busco la tumba de Pío V le rezo un poquito y le saludo con los respetos de los libreros zaragozanos…Si desean saludarle, les puedo decir dónde se encuentra). Desde entonces y hasta Fernando VII, no conozco un reinado en el que no se haya publicado alguna ley o decreto que intente poner un corsé al trabajo de los libreros, que no deja de ser a la difusión de las ideas. Incluso un ministro de Carlos III, el aragonés Conde de Aranda para ser preciso, le apretó las tuercas al librero e impresor valenciano Don Benito Monfort, por haber impreso y vendido un libro “de ideas contrarias a la paz de las buenas gentes del Reyno”. Conservo el documento original de sanción y es deliciosa su lectura, ahora y como divertimento. No debió ser tan grata para mi ilustre colega de siglo XVIII. La multa impuesta equivalía al importe que entonces costaba la compra de una casa en el centro de Valencia. A la sanción seguía una advertencia de que en caso de reincidir en la práctica de vender libros no permitidos, sería objeto de destierro y enajenación de sus bienes y los de sus parientes cercanos.
Sin remontarme a la Guerra del Peloponeso, en mis comienzos de gestión librera tras la muerte de mi padre en el año 1969, editar un catálogo de librería no era tan fácil ni tan cómodo como es hoy. Habíamos de cumplir un requisito indispensable, que consistía en la presentación del original a la Censura del Ministerio de Información y Turismo, para que nos dijesen si alguno de los libros debía ser retirado de la oferta por razones políticas y/o religiosas. La ignorancia de la norma nos podía suponer la incautación de aquella obra que no fuera permitida, que nadie nos pagaría, claro, y una sanción administrativa, además de ser incluidos en la lista de los “desafectos al Régimen”. Les hablo del siglo pasado claro, pero les recuerdo que no han pasado tantas décadas, ya que tengo 57 años y hablo en primera persona del singular.
Ahora bien, lo que hizo un daño terrible a los libreros e impresores españoles, fue la decisión de Felipe II de conceder el Privilegio a mi admirado Cristóbal Plantino (Amberes) y sus descendientes – los Moreto – de editar y vender los libros religiosos de la única y verdadera Religión en los reynos de las Españas. Esto hizo que hasta 1764 todos los libros para el Culto se imprimiesen fuera de nuestras fronteras, con lo que ello suponía para la economía de los libreros españoles. Si tuviéramos tiempo, les hablaría sobre la deliciosa amistad que hubo entre Benito Arias Montano y Cristóbal Plantino, que es un tema en el que me he atrevido a estudiar un poco. Puedo citar alguna anécdota de su correspondencia y su amistad, así como el trueque de libros por caldos extremeños, buenos para calmar la melancolía de los largos y duros inviernos de Amberes. Motivos religiosos impidieron que se editasen en España las obras de Erasmo, Galileo, Keplero, Copérnico, Newton, Descartes...Un desastre para la Historia de la Edición y Comercio del Libro en España. ¿Quién servía los libros “extranjeros y especiales” a los señores poderosos con interés por la lectura, en tiempos de censura e intolerancia?. Otro tema interesante para la investigación, que creo llegará a una sencilla conclusión: Fueron los libreros, arrostrando riesgos, pero cumpliendo con su oficio. No los considero héroes ni mucho menos mártires, simplemente buenos profesionales, como diríamos ahora.
La Biblioteca de Jovellanos, con los aires frescos del movimiento enciclopedista, fue el fruto – en mi opinión – del trabajo de varios libreros de confianza del asturiano. No me imagino al embajador español en París poniendo en riesgo su cargo por buscarle y enviarle libros prohibidos a Don Melchor Gaspar de Jovellanos. Mas bien me imagino a los libreros de la época haciendo su oficio con la discreción que se requiere en estos casos. Debemos a Denis Diderot (1713 – 1784) uno de los textos más bellos e interesantes sobre las librerías. Su “Lettre sur le Commerce de la Librairie”, que le encargaron los responsables du Syndicat de la Librairie es un análisis intemporal sobre las peculiaridades de nuestro noble comercio. Las librerías fueron los centros de difusión de la “Encyclopedie de Diderot et d´Alembert” y de la Ilustración. Es sabido que el movimiento enciclopedista tuvo en España sus introductores, entre otros los Hermanos Elhuyar – descubridores del Wolframio – pero no es menos cierto que fueron libreros de la época quienes vieron en esas obras un filón de negocio – primum vivere, deinde filosofare – y de ampliación del conocimiento. El simple tamaño de la “Encyclopedie” hace inviable que fueran los “intelectuales de la época” quienes trajesen las colecciones a España. Sería estupendo conocer dónde fueron comprados los primeros ejemplares de la “Encyclopedie...” que llegaron a las bibliotecas españolas. Supongo que habría por medio la emisión y el pago de una factura. No es nueva la burocracia española, en cuanto a justificación de los gastos de los presupuestos públicos, por lo que podríamos encontrar los documentos contables de compra-venta de una obra de semejante tamaño y precio, que algunas bibliotecas públicas y universitarias españolas adquirieron a los pocos meses de su edición, según conste en las fichas de incorporación al inventario de la biblioteca. Por cierto, que uno de los últimos ejemplares originales de la “Encyclopedie…”, en su Troisième Edition (Généve, Neufchatel, Lyon) que han venido a España para su venta está ante sus ojos… Claro que acaban de hacer una edición en DVD de esta joya, que se puede obtener al precio reducido de 125,00 Euros, IVA Inc.. A eso le llamo aprovechar para bien los avances de la tecnología, en materia de soportes de la información. La segunda mitad del siglo XIX fue muy triste para las librerías españolas. La intolerancia religiosa y política se agudizó en tiempos de Fernando VII
y ello se tradujo en penalidades para los libreros. Un repaso a los Reales Decretos de su reinado nos permitiría conocer que los libros y los libreros eran a menudo los sujetos pacientes de esas disposiciones. No fueron mejores los primeros tiempos de Isabel II. En otros paises también hubo problemas para los libreros. Puedo mostrar la obra “De la Librairie, son ancienne prosperité, son etat actuel....etc” editada en Paris en 1847 por el librero Hébrard y cuyo contenido podría ser trasplantado a otras épocas más recientes, adaptando un poquito el lenguaje. Ciertamente, no menciona todavía las consecuencias de la globalización de la economía de la información a través de Internet. Pero el futuro siempre acaba llegando, aunque los hombres intenten retrasar su presencia, por medio de engaños, prohibiciones dogmáticas y amenazas... El oficio de la librería anticuaria renace de sus propias cenizas en España en el siglo XX, hasta 1935. Salieron al mercado las bibliotecas de algunas casas de nobleza venidas a menos y la Bibliofilia y el coleccionismo de libros antiguos gozó de una cierta “primavera”. El periodo de entreguerras mundiales supuso para muchos sectores de la industria y el comercio de la España neutral un tiempo de prosperidad. Los libros no fueron menos, aunque siempre limitados en su labor editorial por la censura eclesiástica y política. El periodo comprendido entre 1939 y 1975 fueron años duros para España y también para los libreros españoles. Traer libros, como prueba de imaginación. No se crean Ustedes que los libreros se dedicaban en los tiempos del franquismo a traer los libros prohibidos en sus maletas, cuando regresaban de sus viajes al extranjero. Entre otras razones, porque los libreros no tenían dinero – ni posibilidades – para viajar al extranjero. Algunos teníamos la enorme fortuna de visitar Francia en los meses de Verano, debido a un “intercambio juvenil”, que tanto bien nos hizo, en la apertura de nuestros espíritus y conciencias. Esos libros venían a España en camiones y en barcos, con sus correspondientes licencias de importación. Obviamente, los títulos de las facturas no correspondían con los de las obras que viajaban en las cajas. Una de las empresas que mayores negocios hacía era una sociedad de Madrid, uno de cuyos socios era un comisario de policía, destinado en Madrid. Antes de escandalizarnos con esas cuasi - corruptelas, podemos pensar que gracias a ellas llegaban a la España de la penumbra obras tan deseadas como precisas para que los españoles tuvieran una idea plural de la cultura y la literatura. Quiero recordar que estaban prohibidas – incluso – obras como el “Platero y yo” de Juan Ramón Jiménez.
Para no alargarme demasiado, les propongo la lectura del libro “Mercaderes de Libros”, cuyo autor es Javier Paredes Alonso, editado por la Fundación Germán Sánchez Ruipérez de Salamanca. Es una impecable crónica de mi oficio, fruto de rebuscar entre los archivos de la Hermandad de San Jerónimo de la Villa de Madrid. ¿COMERCIANTES? ¿AGENTES CULTURALES? Los libreros somos definidos ahora como agentes culturales, pero fuimos en el pasado considerados como agentes diabólicos, propagandistas de la subversión y la herejía. Recuerdo una entrevista que tuvimos con el entonces Ministro de Información y Turismo, Alfredo Sánchez Bella. Este personaje decidió cerrar la Escuela de Libreros de Madrid (Tenía su sede en la BNE) porque se daba cuenta de que esa escuela era un centro de formación para elementos perturbadores. Es para mi un honor ser un elemento perturbador de la sociedad española. La librería anticuaria es una deliciosa y complicada esquizofrenia. Por un lado es un agente cultural, pasivo y a menudo activo, pero a la vez es una empresa. Ha de crear puestos de trabajo y generar beneficio. Pobre del librero que no entienda esta segunda versión de su actividad, salvo que su familia sea de la Nobleza o de las Altas Finanzas. Los libros no entienden de fronteras. Ni geográficas, ni políticas, ni ideológicas, ni siquiera históricas. Tienen su propia vida, aunque les afecten las vidas y las decisiones de sus poseedores. Los libreros tampoco entendemos de fronteras ni de barreras para el libro ni para su oficio. Algunos lo han pagado caro, pero es el precio de la libertad y – frase casi Calderoniana - “es el coste de su honor”. Ya he dicho que nuestro oficio ha estado permanente rozando los límites de la norma administrativa, en distintos aspectos. Aún recuerdo cómo me latía el corazón cuando pasaba las fronteras a mis dieciocho años trayendo de París algunos libros prohibidos, editados por Ruedo Ibérico... Pero no crean que somos así por un deporte de riesgo que consista en desafiar al poder. Se trata, simplemente, de que nuestro oficio ha de ser hecho en libertad. Cualquier otra interpretación de la tarea librera puede ser llamada de otras formas, pero es otra profesión. A modo de síntesis, podemos decir que hemos de ofrecer todos los libros a todos los lectores, sin entrar en detalles de conciencia. Les aseguro que tenemos nuestros propias ideas políticas y morales, pero no las ejercemos
cuando estamos trabajando. Cuando la biblioteca de una Facultad universitaria, en la que existe un grupo de investigación sobre los fascismos de la primera mitad del siglo XX nos solicita, por ejemplo, El Discurso de Goebbels en la Asamblea del Partido Nazionalsocialista, en Nüremberg, año 1938, o cualquier otra de las obras de la época con la apología de esas teorías políticas, debemos poner el mismo empeño en darles buen servicio que si fueran sobre cualquier otra materia. LOS JUDÍOS, ESOS GRANDES LIBREROS. No puedo explicar las razones, ni he estudiado este tema como para tener un criterio, pero me atrevo a opinar que en la historia del comercio del libro en la Europa de la Edad Moderna han sido judíos muchos de los mejores libreros. Casualmente, buena parte de las excepciones destacadas eran cristianos conversos o sus descendientes como podemos saber por sus apellidos. A veces se “convertían” para salvar vidas y haciendas y sería bueno que alguien investigase en este punto y en sus posibles causas, que ignoro. Incluso en la primera mitad del siglo XX, los libreros anticuarios más destacados de Europa tenían apellidos como Rosenthal o Hiersemann. Uno de sus discípulos, Hans P. Kraus, emigró a U.S.A. en 1938, cuando en su Alemania natal comenzó el Nazismo a ser la ideología del Poder. Uno de sus catálogos antes de marchar a América, estuvo dedicado exclusivamente a la oferta de Incunables. Otro catálogo suyo con libros impresos en el siglo XV contó con la ayuda de un jovencísimo estudiante de la materia, Konrad Haebler, quien se convertiría en el padre de la descripción de los incunables. Haebler es uno de los impulsores del “Gesamtkatalog der Wiegendrucke”, alma mater de la descripción contemporánea de los impresos anteriores al año 1501. Kraus es de esos maestos libreros que no se limitan a citar la obras que ofrecen – con mayor o menor gracia y detalle- sino que añaden las famosas “notas de librero”, relativas a los autores, traductores, impresores, grabadores...etc., que tanto enriquecen un catálogo librero y la historia de la bibliografía en general. Puedo mostrar un catálogo de Kraus, como obra maestra y citar la anécdota de la venta de la Biblia de 42 líneas al Museo Gutenberg de Mainz, su precio y limitaciones de difundirlo. También las curiosas relaciones de su librería con el Gobierno italiano, a raiz de ser elegido Papa el cardenal de Cracowia. Citar el artículo de HIBRIS sobre Hans P. Kraus.
ESPAÑA, PAÍS DE REYES BIBLIÓFILOS. Me gustaría investigar las razones de una curiosa contradicción: España ha sido un país de durísima represión hacia los libros y los libreros, pero sus reyes han destacados por su pasión por los libros. Hubo una exposición en la Biblioteca Nacional, allá por los años noventa, si no me equivoco, cuyo catálogo y contemplación me permitió descubrir este nuevo nivel de mi ignorancia. Les invito a que consulten en alguna biblioteca el catálogo – que un ex amigo me pidió prestado y nunca me devolvió – y lean el texto de Presentación por parte del Comisario de la Exposición. No intenten comprarlo a precio razonable, pues ese catálogo sale raramente a la venta y alcanza precios de disparate. Desde Alfonso X el Sabio - cuya biblioteca fue la semilla de la maravillosa Biblioteca Capitular y Colombina (Sevilla), enriquecida con la del hijo del Almirante Colón, Don Hernando – hasta Doña Sofía, la actual Reina, la Casa Real española ha gozado de ser muestra de bibliófilos ilustres. Incluso José Bonaparte – mal llamado Pepe Botella – enriqueció los fondos bibliográficos de la Real Casa, ya que sus secretarios invitaban a propuesta suya a quienes habían de hacerle algún regalo a que le entregasen libros, que “son obsequios siempre bien apreciados por Su Majestad”. Para finalizar esta primera mitad de mi charla, les sugiero una sonrisa, con unas gotas de picardía: Lord George Villiers (Duque de Buckingham y Primer Lord del Almirantazgo) fue un famoso bibliófilo. Compró el contenido del Palacio de Mantua. 15.000 libros, cuadros, estatuas...etc. que viajaron a Inglaterra en tres barcos de guerra, por autorización expresa del rey Charles II. (Archivo del Almirantazgo). Unos años después – 1627 – Cronwell y sus filisteos puritanos vendieron por una miseria esa biblioteca, tras los expolios que hicieron de los palacios de la nobleza que apoyó al rey Charles, cuya cabeza perdió. Aunque lo que le hizo famoso a Lord Villiers no fueron sus libros sino el hecho de perder dos juicios en el mismo año, por razones contrapuestas.
¿EN QUÉ CONSISTE NUESTRO TRABAJO?.
Los libreros pueden ser también bibliófilos, pero nunca pueden ser sus mejores clientes. Cada asistente puede proponer su propia definición de Bibliofilia y de Bibliófilo. Empiezo por la propia: “Bibliófilo es una persona capaz de descubrir que el libro no es un objeto, sino una intimidad, un propósito”. Hay una expresión latina que define bien la relación que debería haber entre los libreros anticuarios y los libros que tienen a la venta: “Afectio et Convivencia”. La encontré en el Exlibris de un coleccionista y bibliófilo alemán. Somos como unas Celestinas que propiciamos gratos encuentros entre los lectores y el objeto de su ilusión. La Bibliofilia y el Coleccionismo de libros podrían merecer otras dos horas de charla. Los dejaremos para mejor ocasión. VENTAS A INSTITUCIONES Y BIBLIOTECAS PÚBLICAS, COMO APOYO EN LA RECUPERACIÓN DEL DISEMINADO PATRIMONIO BIBLIOGRÁFICO. España está considerada como uno de los países con mayor riqueza en cuanto a patrimonio bibliográfico, a pesar de los desmanes de los últimos dos siglos, desde que Madoz y Mendizábal decidieran la enajenación de los bienes de la Iglesia. Tras esas funestas decisiones, el desinterés por los libros antiguos ha sido una constante de nuestro país, con algunas maravillosas excepciones. Este desinterés culmina cuando en la Guerra Civil (1936 – 1939) descubren en el Frente de Teruel, que los libros antiguos prenden antes y mejor que los modernos en las estufas, tan necesarias para calentarse del frío turolense. Los esfuerzos de las Administraciones Públicas para recuperar los fondos relacionados con sus competencias y territorios precisan de la eficaz búsqueda y suministro de libreros especializados. Nuestra librería ha comprado a colegas extranjeros muchas piezas que debían regresar a su casa, en nuestro país. A veces esto requiere pagar un poco mas de lo necesario, pero no conozco otro método mejor que el de traer el libro de donde se encuentre.
EL DERECHO DE TANTEO A FAVOR DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA. Las leyes están para ser cumplidas, sin filosofar sobre su contenido. Ahora bien, el derecho que tiene el Estado de reclamar para sí una obra que considera necesaria, debería tener solamente dos límites:
En primer lugar que el precio debería ser regulado por el libre mercado, no por la voluntad de los técnicos de la Administración. (Las subastas de libros resuelven este problemas, pero crean otros, a los que luego me referiré). En segundo término que el pago de esas transacciones se hiciera en tiempo razonable. A pesar de todo, sigo convencido de que el Bien Común ha de prevalecer sobre el bien particular, incluso cuando ello ha podido afectar a mi librería. (La Biblioteca Nacional me “pisó” una bella colección – haciendo uso del Derecho de Tanteo - con una impecable encuadernación, que yo había comprado en una subasta, del “García – Carraffa” de los 88 tomos...). ¿CÓMO LLEGAN LOS LIBROS A NUESTRAS LIBRERÍAS?. Ya he dicho que la Ley nos obliga y hay que cumplirla. Las librerías hemos de tener el Registro de Compras, donde detallamos a quién compramos, qué le compramos, cuánto le pagamos...etc. Esto nos plantea algunos problemas, cuando una persona nos quiere vender parte de su biblioteca, pero quiere hacerlo “de forma discreta”, por un sinfín de razones. Tenemos que explicarle que nuestra anotación de sus datos garantiza su confidencialidad, pero me consta que hay colegas muy “comprensivos” en este punto. Yo podría compartir esa “comprensión”, si no fuera ilegal… Los libreros no somos peristas, aunque a veces nos vemos implicados en ello. El problema surge cuando las obras nos son embargadas por decisión judicial y es muy complicado recuperar el dinero pagado por ellas, a pesar de haber cumplido escrupulosamente la legislación. Los libreros no podemos saber si quien nos vende algunas obras diciendo que son de su biblioteca “las ha tomado prestadas”, antes del reparto de la herencia del tío párroco y bibliófilo... La compra de bibliotecas a particulares son a veces los juegos florales de nuestro tiempo. Les aseguro que el regateo me pone enfermo. Ni siquiera lo he ejercido en el zoco de Túnez, para sorpresa del comerciante, que comprendió enseguida que debía darme un único precio para sus cordobanes. (Le compré los que tenía y creo que lo hice a un precio justo. No me gusta “jugar al turista que se cree superior”). Herencias que se venden: Diferencia entre valor comercial y valor sentimental. La mención de que “ese libro tiene un valor especial, pues era el predilecto de mi padre, q.e.p.d.”, me provoca siempre la misma respuesta: En tal caso, lo mejor es que lo guarde Usted como un homenaje
a su padre y no lo venda. Pero el “valor” sentimental de una obra no es un parámetro técnico a la hora de valorar un libro. Negociar o regatear : That´s the question. Ya he citado mi rechazo al regateo. Ahora bien, si la persona con la que estoy negociando la compraventa de unas obras me plantea razones técnicas, que justifiquen un precio diferente al que yo pudiera proponer, desde luego, estaré abierto a escucharlas y/o a modificar la cifra, si me doy cuenta de que tiene razón. Pero partir del “sobre-entendido” de que uno pide un exceso – a sabiendas de que es un disparate – y el otro ofrece una miseria – a sabiendas de que es una miseria – para jugar al “vamos a acercarnos”, me parece una pérdida de tiempo y un paripé. Claro está, que a menudo me siento como un extraterrestre de comportamientos raros. Me disgusta mucho el “buscador de gangas”, que presume de sus conocimientos, que le permiten conseguir por poco precio obras importantes, simplemente porque las tenía en su tienda un librero con una formación profesional humilde. Y se vanagloria de su sabiduría y de la torpeza del librero – posiblemente un autodidacta, con mas voluntad que medios – que no supo pedirle por aquella obra todo lo posible. Y además se atreve a escribirlo en unas seudo-memorias de un bibliófilo, que son más bien un cántico de auto-alabanza. Pues ya que ha leído tanto su Señoría Sapientísima, que lea al sabio Baltasar Gracián, para pensar lo que afirmaba el sabio jesuita aragonés sobre la vanagloria. La compra a otros libreros, por interés regional o simple dimensión del mercado es una práctica habitual y aconsejable, en mi opinión, ya que permite que cada libro llegue a su destino óptimo.
Me he referido antes a la recuperación del patrimonio bibliográfico por parte de las administraciones públicas, con especial énfasis en las bibliotecas de interés local y/o regional. Las Comunidades Autónomas realizan una labor meritoria en este punto. Lamento la actitud de algunos colegas que sobrevaloran el precio de obras relacionadas con El País Vasco, por ejemplo, sólamente porque en los tres territorios históricos no se han puesto de acuerdo en cuanto a las adquisiciones de obras relacionadas con su Comunidad Autónoma… ¿QUIEREN CONOCER UN POCO SOBRE NUESTRO TRABAJO? Primer repaso y separación de los libros de un mismo lote.
Monografías recientes. Revistas y Series. Primeras ediciones o traducciones hechas por “maestros en sus comienzos” y libros antiguos (más de cien años, desde la fecha de su edición). Esta es la primera división que hacemos, y que su gestión de venta es diferente de las obras antiguas. Las revistas y series las ofrecemos a bibliotecas públicas y/o universitarias, para que completen sus colecciones de retrospectivos. Son especialmente interesantes en estos casos las bibliotecas de universidades, facultades de reciente creación, ya que es más fácil que carezcan de unas amplias colecciones de retrospectivos. Las monografías recientes y las primeras ediciones y/o traducciones de obras “normales” pueden ser una fuente de sorpresas. Recuerdo haber encontrado una traducción de unos poemas de John Donne, realizada por un jovencísimo poeta llamado Dámaso Alonso. Preparación de la descripción de los libros antiguos: Piezas “normales” y “especiales”. El tiempo cuenta y cuesta, pero no importa. Cada obra requiere el tiempo que sea preciso. Hay que consultar todas las fuentes de información bio-bibliográfica de que dispongamos para saber todo lo posible sobre cada obra. Es siempre rentable hacerlo. Por otro lado, deseo recordarles que el horario laboral de los libreros anticuarios es comparable al de algunas oficinas funerarias.... Merecen especial atención los libros con grabados. Los grabadores han sido la “cenicienta” de los elementos que componen un libro antiguo. (Citar la anécdota de las manos del amigo de Albrecht Durer, Franz Knigstein). Por fín se está concediendo a los grabadores el mérito que les corresponde. Tenemos en España un centro de investigación en la Historia del Grabado, cuyos fondos pueden ser comparados con cualquier otra biblioteca especializada del mundo. Me refiero a Ephialte, obra iniciada por el Dr. Jesús González de Zárate, catedrático de la Universidad del País Vasco. Ahora se encuentra ese fondo bibliográfico, documental y patrimonial en la Biblioteca Central del Campus Universitario de Alava. Un libro puede esconder otros papeles...Materiales no librarios: Documentos, cartas, recortes de prensa, papeles sueltos. Si tengo tiempo, puedo contarles la anécdota del billete amoroso encontrado en el interior de una edición del Tratado de los Elementos de Euclides, impresa en Edinburgo a finales del siglo XVII, cuyos restos de perfume delataron su presencia.
IDENTIFICACIÓN BIBLIOGRÁFICA Y BIOGRÁFICA. Todas las herramientas son buenas para esta tarea. Permítanme destacar algunas: World bibliographies on CD-ROM + DVD-ROM. Bibliografías Generales, Nacionales, Regionales, Locales y Bibliografías de Bibliografías. Catálogos de grandes bibliotecas. Ahora es fácil entrar en esos catálogos, a través de Internet. En la web de la Biblioteca Nacional hay un vínculo, para acceder gratuitamente a otras bibliotecas nacionales europeas y iberoamericanas. Son búsquedas que requieren su tiempo, pero ya he comentado que en este oficio mío el tiempo es un valor relativo, no un elemento absoluto. Catálogos de libreros, que merezcan confianza en sus descripciones y que son guardados como oro en paño. Puedo mostrar algunos con obras señaladas. Internet: El “paraíso, ma non troppo”. Una interesante página es : www.bibliofilia.com que ha preparado el librero Pepe Grau, capaz de abrir una librería anticuaria y llamarla “Misería y Cía”. Este alcoyano – modelo de valor, desde luego – es también el editor de la revista de bibliofilia “HIBRIS”. Contiene información general sobre la librería anticuaria, con directorio de librerías españolas e iberoamericanas y una buena explicación de términos habituales usados en nuestro argot profesional. (Encuadernación fatigada por el uso...) Hay una buena sección de anuncios y de ofertas y búsquedas e incluso una sección para el Chateo, en la que se encuentra uno frases curiosas. También creo interesante visitar en internet los portales como www.librerosdeviejo.com donde se sitúan las ofertas de libros antiguos, raros y curiosos. Otros países europeos tienen parecidos sitios en internet. Pueden ustedes encontrarlos a través de www.google.com. Comprobar todo lo que sepamos y/o podamos saber sobre cada una de las obras que tenemos para su venta significa revisar minuciosamente todos y cada uno de los detalles precisos. Es una posible plus-valía el conocer toda la información posible sobre autor, traductor, grabador, impresor, personas mencionadas en la dedicatoria – si hubiera – ex libris...etc. Puedo citar la
anécdota de la edición del “Poema del Cid” que don Ramón Menéndez Pidal dedicó a dos jóvenes amigos que conoció en la librería donde uno de ellos trabajaba, confundiendo sus profesiones. Por cierto, el que no era librero puede ser considerado uno de los “motores” de estos cursos en Jaca, me refiero al profesor Blecua, padre. Los Archivos Biográficos, ese océano de información. World Biographical Index on CD-ROM y On-line. La catalogación que hacemos los libreros no es la misma que la bibliotecaria, con criterios diferentes en las descripciones. La descripción bibliográfica ha de proporcionar el registro detallado, analítico, de las características del libro. Debe añadir información complementaria sobre la “historia literaria y tipográfica” de la obra y su autor, impresor, traductor, grabador e incluso el encuadernador en ocasiones. Casi me da vergüenza citar un libro impreso en Madrid en el año 1948, pero que sigue siendo válido en sus contenidos. Me atrevo a definirlo como de uso indispensable en nuestra profesión. Era casi inencontrable y los pocos ejemplares que salían a la venta alcanzaban precios disparatados. Una librería de Madrid – editora también – con quien tengo vínculos familiares, pero no empresariales, logró el permiso de los herederos de Don Francisco Vindel y realizó una edición facsimil no venal de 2000 ejemplares, para obsequiar a sus amigos. ¿Saben Ustedes que se agotó en tres meses y ya he visto por algún lugar que se ofrecía un ejemplar al precio de 60,00 Euros?. (Puedo citar la “Advertencia al Lector” que encontré en el libro de Pedro Zamorano, impreso en París en la segunda mitad del XVI, firmada y fechada a finales del XVIII, por un párroco: Todo el contenido de esta obra – de principio a fín - es intrínsecamente perverso y susceptible de condenación eterna). No pueden olvidar los libreros mencionar el estado de conservación y los posibles desperfectos, mencionados con criterios técnicos, sin picardías comerciales. Enriquece la descripción los “comentarios del librero”, fruto de su experiencia librera y del conocimiento sobre la Historia del Libro y la Imprenta, sobre las ilustraciones, así como las posibles anotaciones escritas al margen por alguno de sus lectores y anteriores poseedores. Pero sobretodo el librero ha de concederle a cada obra todo el tiempo preciso, buscando en todas las herramientas disponibles y al alcance del librero.
Recuerdo que la descripción de una rarísima obra, impresa por Juan Moreto, el yerno de Plantino, me costó tres días de trabajo. Bien es cierto, que una minuciosa búsqueda permite conocer mejor la obra y ponerle el precio que se merece... Los impecables – casi perfectos- de ................., con la curiosidad de incluir una obra de Juan Christoval Calvete, que el año anterior habían ofrecido ...................... Tuve el honor de la amistad del Sr. ................, padre, fallecido prematuramente, quien se lamentaba de que su hijo no mostrase suficiente interés por el oficio. Me permití la impertinencia de darle un consejo no pedido. “A los hijos hay que darles tiempo y hay que saber esperar a que tengan claras sus ideas”. Me atrevo a afirmar que el Sr. ............... – hijo – ha superado la calidad librera de su padre, que no pudo conocerlo en vida. COMERCIALIZACION DE LOS LIBROS ANTIGUOS: Comenzamos con un primer análisis de clientela potencial. Experiencia y conocimiento son esenciales. La rutina, ese gran enemigo. No es conveniente el actuar con prisas. El “tempo” del trabajo en la librería anticuaria es distinto al de otras actividades del comercio, incluida la librería de obras actuales. Hay que ir al fichero, informático y/o manual, para conocer los clientes que podrían estar interesados en la obra que tenemos sobre la mesa. Obviamente, ello requiere haber introducido antes esa información, aplicando la teoría del “input-output”, que como me explicó uno de Calanda consiste en que “no puedes sacar lo que no hayas metido”. La memoria, esa loca tramposa de la casa. Además, el actuar de memoria a la hora de buscar los clientes potenciales para cada obra, puede hacernos recordar los más cercanos o los más simpáticos, que no significa los adecuados ni los únicos. VALORACIÓN ECONÓMICA. El cálculo de un precio responde a una mezcla de conocimiento y sociología, con algunas variables económicas, pero no es la aplicación directa del Cálculo Matemático. La coincidencia aproximada con los precios de otros colegas en una misma obra se llama “precio de mercado”, pero no obliga.
El comercio del libro antiguo no tiene por qué ser un sinónimo de picaresca, pues no hablamos de la Literatura del Siglo de Oro. Criterios técnicos, adobados con alguna variable socio-económica y pocas milongas más... Ya he dicho que nos servimos de los repertorios de precios de diversas fuentes + bibliografías Clásicas + Catálogos de otros libreros, para establecer el precio de venta. Hay otra variable, muy importante, que pocos libreros reconocerán que se aplica, ya que todo el mundo presume de ser un “técnico impecable”, como me afirmó otro de los “popes”: El precio de compra. No hay duda que nos influye y condiciona. ¿Oferta Selectiva o Generalista?. Mis opiniones también aquí son heterodoxas, para rechazo de algunos puristas de la profesión. Creo que la oferta selectiva es una consecuencia del dinamismo comercial, cuando se trate de “grandes piezas” o aquéllas que por su carácter cultural, aconsejen que algunos destinos deban gozar de cierta prioridad sobre el resto. Por ejemplo, las “Ordinaciones de la Ciudad de...” debería ser ofrecida a las bibliotecas y archivos de esa ciudad. Me parece muy bien el hacer uso de los catálogos de librerías anticuarias, enviados al mismo tiempo a cientos de clientes o bien puestos en la página en Internet de la librería, con la norma de atender el pedido del primero que llegue, para las obras “normales”, o de interés general. Aún así, podría ser bueno un mensaje por correo electrónico a la Biblioteca Pública de la ciudad donde nació el autor de ese libro, que dedicó ese ejemplar al director del periódico local, del que sabemos era su cordial enemigo y en la dedicatoria se traduce media gota del venenillo que había entre ellos...Eso es Historia Local, en mi opinión, y bien merece ir a esa ciudad. Nunca – en mi opinión heterodoxa – hay que poner un libro antiguo, raro y/o curioso en el estante a esperar la visita del posible comprador. Grandes piezas : ¿Instituciones o Particulares?. Ventajas e inconvenientes de cada uno. Las instituciones requieren unos trámites administrativos y burocráticos superiores a los que nos plantea el cliente privado. También algunas instituciones tienen unos tiempos de trámite y pago de las facturas superiores a la venta en mostrador.....Pero el uso que tendrán los libros antiguos que vayan destinados a instituciones será diferente al que reciban los ejemplares que terminen en una biblioteca particular. Cada librería ha de tener sus propios criterios a este punto. Nosotros nos dedicamos -–casi
exclusivamente – a la venta a bibliotecas y archivos de titularidad pública y no nos hemos arrepentido de tal decisión. Catálogos versus Ofertas por correo electrónico. Ventajas e inconvenientes de cada sistema. También aquí encontramos el mismo dilema que en el punto anterior y creo que ambas opciones son igualmente válidas. Creo que las ofertas por correo electrónico requieren menos tiempo para la gestión comercial Teléfono y visitas personales: Creo que el tele-márketing es una pesadez y en el comercio de libros antiguos ha de limitarse a situaciones contadas, de forma selectiva y con los clientes de otras ciudades que lo hayan pedido expresamente. Visitas personales: Otra forma de trabajo es dejar obras a examen, para que la Comisión de Adquisiciones de la institución conozca la obra que han de aprobar, antes de hacerlo. Ello se limita a las obras que considera interesantes la persona encargada de las adquisiciones menores. Pero hemos de hacerlo de forma selectiva y cuidadosa. Durante años lo venimos haciendo en nuestra casa y hasta ahora no nos hemos arrepentido. ¿Servicio al primer cliente que se decida o al que suponga un mayor interés cultural?. ¡Vaya dilema!. Los usos y costumbres de nuestra profesión establecen que el primer cliente que diga “Lo compro” tiene el derecho de adquirirlo. Pero hay ocasiones en las que la indecisión de uno y el interés general que implica la venta a una biblioteca de titularidad y de uso públicos puede inclinar la balanza a su favor. En cualquier caso, me parece reprobable no venderlo al primer cliente, sólamente porque el segundo nos dio a entender que podría pagar algo más que el que nos lo había reservado. La avaricia en este oficio es un “boomerang” que antes o después nos termina golpeando en el cogote. Subastas de libros antiguos: ¿Una innovación de un mercado en permanente evolución o una perturbación del sistema?. Cada cual es libre, pero hay “sombras” en el sistema de subastas. Hay libreros que “ceden” piezas especiales a las casas de subastas. Me parece que eso es la vergüenza de mi profesión, ya que desnaturaliza su esencia (COMERCIO) para fomentar la especulación. Me pide el cuerpo escribir un trabajito al respecto y enviarlo a medios de comunicación, pues seguro que alguno se animaría a publicarlo, pero eso sería renunciar a un elemento necesario para mi equilibro personal: EL ANONIMATO. ¡Qué
grato es seguir siendo una pieza anónima del engranaje librero en España!. Quizás sea una versión moderna del “Beatus Ille” de Horacio… Las descripciones de muchas obras en los catálogos de algunas casas de subastas son hijas de las prisas y de la falta de vocación por ese trabajo. Errores, pobreza en las descripciones... Otra cosa que me disgusta es cuando leo que se subastan libros de 15,00 Euros y de menos... como por ejemplo en la casa de subastas.............. Los catálogos de la casa de subastas.................. están mejor hechos, pero usan el truco de poner muy bajo el precio de salida de obras interesantes para la Historia Local y/o de las diferentes Comunidades Autónomas, para que acudan los técnicos, con el encargo de los políticos de “conseguir esa obra”, que se convertirá en una fotografía, junto a un artículo de prensa, cuando el concejal de turno afirme que “hemos recuperado para nuestros conciudadanos una pieza importante de nuestro patrimonio...”. Esta práctica es legal, pero tengo mis reparos sobre su calificación desde un punto de vista ético y moral. Claro que Etica y Moral son dos formas de entender la vida que no están de moda... Me han gustado los catálogos de subastas de ...................... Sobrios en su descripción, pero bien hechos. Las subastas internacionales de la .................................. son un modelo de hacer las cosas “comm´ il faut”, si bien sigo opinando que las subastas perturban el comercio del libro antiguo. Mejor dicho, no creo que deban formar parte del comercio... Pura especulación no es comercio. Un ejemplo a imitar: La Llibrería ............................. ofrece tres piezas clarísimas que serían subastadas, si hubieran llegado a otras manos. Me refiero a tres títulos de García Lorca, que los ofrece al precio fijo que el librero estima oportuno. Chapeau!. Malas fechas para subastas igual a comprar mejor. No tengo todavía suficiente documentación como para afirmarlo de forma rotunda, pero creo que las subastas que coinciden con tiempos de vacaciones o Semana de Pascua...etc. son ocasiones para conseguir por menor precio las obras subastadas. Hay menos “calentura” en las pujas. Lo comento aquí, por si Ustedes quieren aprovecharse de este punto, luego de comprobar que sea cierto, claro. Piques de instituciones rivales significan precios elevadísimos. Ya lo he sugerido antes, pero hay casos que son escandalosos, pues me parecen un derroche del dinero de los impuestos. A modo de ejemplo, el famoso asunto del Nuevo Testamento protestante, impreso en Euskera en La Rochelle (Francia). Sería estupendo, aunque algún librero ganase menos
dinero por ello, que las diferentes bibliotecas y archivos de cada ciudad y/o región se pusieran de acuerdo en cuanto a qué tipo de obras de fondo histórico han de ser adquiridas por cada una de ellas, evitando esas muestras de provincianismo barato, que tan caro resulta a los presupuestos institucionales. Incluso cuando el “primo” lo hace una entidad financiera. Creo que las cajas de ahorros deberían contar con libreros como asesores en esta matera. Tasación profesional previa a la venta de una biblioteca privada : Negocio seguro para el vendedor de la biblioteca. La ignorancia malvende. Es aconsejable pedir una tasación a un librero que merezca confianza en lo profesional y en cuanto a su honradez. Ahora bien, no aconsejo que se le anuncie que recibirá posteriormente el encargo de la venta de la biblioteca a quien está a punto de hacer la peritación. Sería una tentación difícil de vencer, excepto si se le encarga la venta EN DEPOSITO y a comisión sobre lo que se obtenga en la venta. Para terminar, puedo aconsejarles que lean algunos libros: ASIN, F (editor),- Mundo del Libro Antiguo. Madrid, 1996. Edit. Complutense. (84-89365-75-X) BAEZ, F.,- Historia Universal de la destrucción de libros. Barcelona, 2004. Edic. Destino. (84-233-3596-8) PEDRAZA, Manuel J. y otros,- El Libro Antiguo. Madrid, 2003. Edit. Síntesis. (84-9756-153-8) PEREZ OCA, Miguel Angel,- Tomo, el librero. Un testigo de la Revolución Copernicana. Madrid, 2002. Edic. Sirius (84-95495-25-2) Y por supuesto les animo a que lean el libro “42, Charing Cross Road”...escrito por Helen Hanff (Edic. Anagrama) y si es posible vean la película que se hizo sobre la base de este libro, titulada “La carta final” e interpretada por un glorioso Anthony Hopkins (Frank Doel, el librero londinense) y Ann Bancroft (Helen Hanff, la escritora neoyorkina). En cambio, el libro “El librero de Kabul” me ha decepcionado, en lo que se refiere a las menciones que hace del trabajo librero. Es evidente que quien lo ha escrito – una periodista escandinava - no tiene relación alguna con
nuestra profesión, pero sus menciones al trabajo del librero afgano son poco afortunadas. Y como dijo Jorge Luis Borges, al término de su clase en la Universidad de Belgrano (Buenos Aires) relativa a la importancia del libro en la Historia de la Humanidad, Esto es lo que les quería contar hoy. (Editada por Edic. Bruguera, pero difícil de encontrar) FINIS CORONAT OPUS Juan F. Pons Agosto de 2004.