DOÑA PÁNFAGA O EL SANALOTODO
Adaptación guiñolesca de la poesía de Rafael Pombo por Gilberto Martínez ESCENA PRIMERA
Anunciador: ¡Silencio por favor! ¡Una y otra vez más, silencio por favor! Niñas, niños, gentes adulta, o cualquier otro ser del género espacial, silencio por favor, que Doña Pánfaga, la fábula de Pombo vamos a escenificar.
He aquí a los actores organizando el lugar. Un viejo parque, la estatua de un senil general a donde vienen los gamines a desaguar. Canta el gallo, mientras sale el sol. Una flor acá se despereza; una banca allí, húmeda y solitaria y el inolvidable sauce llorón que se endereza hacia el más allá. (confidencial) Ya uno de los actores se transforma en galante polisman, va a empezar a vigilar, lo llamaremos Luisillo… Ahora silba… ¡Uf! ¡Tiene bolillo y chaqueta de astracán! No es un pobre policía, es de gran categoría y sin el peligroso pi rim pum pam! ¿Qué mira con tanta atención?... Pero si es Anacleta, la cocinera de Doña Pánfaga, con vestido multicolor quien jadeando y resoplando bajo el sol abrazador, viene con los canastos llenos de comida para calmar de Doña Pánfaga el hambre feroz. Observemos lo que pasa y después seguiremos la narración. (Se retira a un lateral). Anacleta: (Deja caer pesadamente los canastos al suelo). ¡Qué pesados están!