Dona panfaga

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DOÑA PÁNFAGA O EL SANALOTODO

Adaptación guiñolesca de la poesía de Rafael Pombo por Gilberto Martínez ESCENA PRIMERA

Anunciador: ¡Silencio por favor! ¡Una y otra vez más, silencio por favor! Niñas, niños, gentes adulta, o cualquier otro ser del género espacial, silencio por favor, que Doña Pánfaga, la fábula de Pombo vamos a escenificar.

He aquí a los actores organizando el lugar. Un viejo parque, la estatua de un senil general a donde vienen los gamines a desaguar. Canta el gallo, mientras sale el sol. Una flor acá se despereza; una banca allí, húmeda y solitaria y el inolvidable sauce llorón que se endereza hacia el más allá. (confidencial) Ya uno de los actores se transforma en galante polisman, va a empezar a vigilar, lo llamaremos Luisillo… Ahora silba… ¡Uf! ¡Tiene bolillo y chaqueta de astracán! No es un pobre policía, es de gran categoría y sin el peligroso pi rim pum pam! ¿Qué mira con tanta atención?... Pero si es Anacleta, la cocinera de Doña Pánfaga, con vestido multicolor quien jadeando y resoplando bajo el sol abrazador, viene con los canastos llenos de comida para calmar de Doña Pánfaga el hambre feroz. Observemos lo que pasa y después seguiremos la narración. (Se retira a un lateral). Anacleta: (Deja caer pesadamente los canastos al suelo). ¡Qué pesados están!


Luisillo: (Acercándose). ¿Puedo ayudarla? Verla de nuevo es una dicha, milagro de luna. Anacleta: (Coquetamente se inclina dando prácticamente un giro). Deje de decir tonterías. (En eso pasa un gamín y le pellizca las nalgas). ¡Ay… me han ultrajado! Luisillo: (Corre detrás del gamín con el bolillo en alto y pitando. Desaparecen. Anacleta hace visera con la mano y sigue las incidencias de la persecución. Al ver que Luisillo regresa, coqueta de nuevo con él). Anacleta: Es usted un héroe, merece un galardón. (Luisillo inicia con el pito un coqueteo el cual es correspondido por Anacleta) Luisillo: (Al oído). Por usted lo hago, reina primaveral. (Cambiando de tono). ¿Cómo está la señora Pánfaga? Anacleta: Hecha un bodoque. Todos los días más comida su buche atesora. Luisillo: Un día de estos va a sufrir un reventón. Su panza es un alarmante espectáculo. Anacleta: Ciertamente. Es un fenómeno volcánico su incesante jadear y bufar. Esto es solo para el día de hoy. Luisillo: Traga más bien que comer. Anacleta: Yo le digo: “Señora Doña Pánfaga, véase el buche, modérese usted”. Ella me da por réplica:


“¿A qué vienen sermones y escándalos? Mi comida es el mínimum requisito en perfecta salud. Siéntome salubérrima y no quiero volverme un espárrago, un cínife ridículo, un sutil zancarrón de avestruz”. Luisillo: No cabe por las puertas. Anacleta: (Imitando a su patrona). “Esta panza magnífica la encontráis por ventura estrambótica? ¿Hay pájaros más ágiles? ¿Hay quien marche con tal majestad?” Luisillo: Majestad Doña Elefante (Los dos se ríen a carcajadas). (Confidencial). ¿Y pa’cuándo pedazo de cielo? Anacleta: Estamos en la calle mi bombón. Luisito: Bombón con palito y todo. Anacleta: No digas cosas tan románticas. Luisillo: ¿Pa cuándo mi terrón de azúcar? Anacleta: El domingo podría ser, mi polismán. Luisillo: Me pondré mi vestido de gala e iremos a bailar. Anacleta: ¡Que emoción! (Al ver que Anacleta se agacha a recoger los canastos). Luisillo: ¿Le ayudo preciosidad? (El gamín aparece por un lateral. Al ver a Anacleta agachada y a Luisillo entretenido, corre y pellizca de nuevo a Anacleta).


Anacleta: ¡Ay! Luisillo: (Por perseguir al gamín se traba con los canastos y cae estrepitosamente). ¡Desgraciado! Anacleta: ¿Lastimado? Luisillo: No faltaba más. (Se arregla). (Galante). Detrás de su mercé. (Salen mientras se miran románticamente).

ESCENA SEGUNDA

Anunciador: Y ahora pasamos al comedor de Doña Pánfaga en donde veréis lo que es solo un simple almuerzo de tan ilustre dama. Ya Anacleta prepara la mesa mientras recuerda el menú. (A los niños). Parece que olvido algo… La que se arma si se entera Doña Pánfaga… (Al ver el gesto de Anacleta). Ya… Se acordó. (Entra Doña Pánfaga mientras el narrador se hace a un lado señalándose un ojo y pidiendo silencio). Doña Pánfaga: ¡Que hambre Anacleta! ¡Pronto! ¡La comida que me voy a desnutrir…! Anacleta: Ya voy señora… Ya voy… (Sale y regresa con una bandeja llena de comida). Aquí está señora. Voy a seguir con lo otro. (Pánfaga come a gran velocidad).


Narrador: (Cantando). No comas tanto Pánfaga, panfaguita, un atraganto y crece la barriguita. Doña Pánfaga: (Comiendo aún). ¡Anacleta! ¡Anacleta! Anacleta: (Entra corriendo). Mande la señora. Doña Pánfaga: Estoy terminando y no veo el pez. Anacleta: Está en el horno Doña Pánfaga: ¿Y el pastel? Anacleta: Está dorándose. Doña Pánfaga: ¿Y el pollo? Anacleta: Está en el horno. Doña Pánfaga: ¿Y el pichón? Anacleta: Asándose. Doña Pánfaga: ¿Y en la sartén? Anacleta: El salmón. Doña Pánfaga: ¿Y la cacerola? Anacleta: Con el huevón Doña Pánfaga:


¿Y el cerdo? Anacleta: En la bandeja. Doña Pánfaga: ¿Y el toro? Anacleta: Con las lentejas. Doña Pánfaga: ¡Ay Anacleta! ¡Pronto! ¡Pronto! ¡Algo de comer que me muero de hambre! (Anacleta sale y trae más comida). Narrador: (Cantando). Panfaguita, Panfaguita, come poquito a poquito, no te crece barriguita y evitas el coliquito. Doña Pánfaga: (Se detiene bruscamente. Se queja). Anacleta… Anacleta… Anacleta: ¿Qué pasa señora?... Doña Pánfaga: Tengo un tremendo dolor. Anacleta: ¿En el gaznate o en el deshollinador?... Doña Pánfaga: Me corre por toda la caparazón. Me muero… Anacleta me estoy muriendo… Anacleta me estoy consumiendo. (Corre a la ventana) ¡Luisillo!... ¡Luisillo! Luisillo: Siempre firme mi palomita. Anacleta: ¡Pronto… Anda por un médico!


Luisillo: ¿Qué ha pasado? Anacleta: No preguntes tanto tonto y corre a buscar al famoso Doctor Saltabancos Farándula. (Luisillo sale corriendo). Narrador: (Cantando). Farandulita, Farandulita. Doña Pánfaga está enfermita. Será mejor traer camandulita y unas cuantas espermitas.

ESCENA TERCERA

Narrador: Y pasamos al mundo fantástico y asombroso del Doctor Saltabancos Farándula. Frascos, retortas, probetas, hojas, hojitas, ramos y ramitos de todas las plantas y de todos los países, eso es lo que véis… todo aquello que en una u otra forma ayude a preparar una pócima o remedio… Yo me retiro a este rincón para que podáis observar. (Aparece Saltabancos Farándula. Un gran caldero. Un mostrador en el cual de una viga cuelgan: frascos, pedazos de piel de culebra, etc. Saltabancos revuelve algo en el caldero mientras dos enfermos lo miran fascinados). Saltabancos: Sí, estimados amigos: Pócima sacada de penca de águila, ramas de helechos cogidas la víspera de San Juan, carbón de sarmiento cortado en luna llena de marzo (revuelve). Enfermo primero: (Susurrado). Es mucha sabiduría.


Enfermo segundo: Es mucha la ciencia infusa. Saltabancos: (Sin inmutarse). A esto agregamos: Hígado de zorro pulverizado, corazón de cerdo concentrado, patas de zancudo fracturadas, semen de pulgas fragmentadas, cuerno de ciervo cocinado, testículos de toro calcinados, tendones de garza estirados y la invocación (a los clientes). Repetid conmigo: En esta hora solemne… Enfermos: En esta hora solemne… Saltabancos: Espíritus excelsos que me acompañáis… Enfermos: Espíritus excelsos que me acompañáis… Saltabancos: Usá. Enfermos: Usá. Saltabancos: Suayá. Enfermos: Suayá. Saltabancos: Ayurá.


Enfermos: Ayurá. Saltabancos: Abirá. Enfermos: Abirá. Saltabancos: Jaburrá. Enfermos: Jaburrá. Saltabancos: Canicubá. Enfermos: Canicubá. Saltabancos: (Imponiéndoles silencio). Ustedes, espíritus, emperadores del mundo de las sombras, príncipes celestiales del más allá, sednos propicios e iluminadnos. Así sea. Ahora bébase, úntese, tráguese, adminístrese, sóbese, friéguese al que mal aqueja. (Entregando unos frasquitos a los enfermos). Listo señores. Son cincuenta pesos. La ciencia los ha tocado. La ciencia que desciende de los mohanes o hechiceros tahamíes que ocupaban el Porce y el Magdalena. Enfermo segundo: Doctor, es usted maravilloso. Saltabancos: No es para tanto.


Enfermo primero: Doctor, es usted un santo. Saltabancos: Me abruman. Enfermo primero: Doctor, déjeme besarle su vestido. Enfermo segundo: Doctor, es usted un arcángel. Saltabancos: Trato de ayudar a la humanidad. Enfermo primero: No sé cómo agradecerle. Saltabancos: (Empujándolos suavemente para que salgan). Vamos… Id en paz… Id en paz… (Los enfermos salen. Saltabancos regresa a sus quehaceres. Tocan la puerta). ¿Quién es? Luisillo: ¡Doctor! ¡Doctor! Saltabancos: ¿Quién necesita de mis servicios? (Abre la puerta) Pase… Pase… (Al ver que es un policía se retira bruscamente). Es la policía, estoy perdido. Luisillo: Doctor, ¿qué le pasa?... Saltabancos: Nada… Nada… Luisillo: Lo necesitan urgentemente.


Saltabancos: ¿Quién necesita mis servicios profesionales? Luisillo: Doña Pánfaga Tragacantida. Saltabancos: ¡Oh!... Tan ilustre dama… (Aparte). Es una dama viuda y millonaria. (Se arregla la calva). Luisillo: Un patatús repentino después de un atracón. Organícese y vamos. No hay tiempo que perder. Saltabancos: No hay tiempo que perder. (Coge un maletín y mete frascos y frasquitos. Se arregla de nuevo la calva y salen). ESCENA CUARTA

Narrador: Qué de quejidos de nuestra amada prójima Doña Pánfaga. Pata y poltrona y cámara retemblan cual buque al vapor. Anacleta la abanica y el vientre sube y baja como un tiovivo sin control. Doña Pánfaga: ¡Ay, Anacleta, mi barriga! Anacleta: Cálmese, señora. Doña Pánfaga: Qué dolor en mi panza. Anacleta: Serénese, señora.


Doña Pánfaga: (Tocan a la puerta). Es el Doctor… Pronto Anacleta. ¡Mi buche! (Anacleta sale y regresa con Saltabancos). Saltabancos: Señora excelentísima, aquí estoy a sus órdenes. Doña Pánfaga: ¡Ay!, mi doctor Farándula, ¡qué mala estoy yo! Saltabancos: Sin preámbulos, procedamos a hacer el diagnóstico: ¿Qué siente usted de anómalo? ¿Qué de extrínseco a su orden normal? Doña Pánfaga: Dióme un síncope y he quedado muy lánguida y trémula, tengo la vista túrbida y en el pecho una mole, un volcán. Saltabancos: Entendámonos: ¿A qué causas remotas o próximas su actual estado mórbido y aquel síncope debo atribuir? En análisis técnico lo que usted llama pecho es estómago; tal vez hoy en su régimen tuvo usted un ligero desliz. Doña Pánfaga: ¿En la bucólica? No, doctor, nunca tuve el más mínimo; soy sobria anacorética, con mi mesa ayunara un ratón. Saltabancos: Permítame toco el pulso y consulto el cronómetro… ¡Hum, fiebre de mala índole, grave plétora, crece veloz!


¿A ver la lengua? ¡Cáspita! Nunca he visto más diáfanos síntomas: ¡Tragazón troglodítica! ¡Tupia bárbara! ¡Hartazgo feroz! Doña Pánfaga: Deme algo, doctor. ¡Ayyy! Saltabancos: Mas tengo un específico infalible en extremos análogos: El Nostrum Curapáparos, fruto de años y estudios sin fin, Quintaesencia de innúmeras, y aun incógnitas, plantas indígenas y de cuantos artículos ha enfrascado jamás botiquín. De este líquido sólido cada escrúpulo cuesta dos águilas, que ante omnia, y en metálico, me hará usted el favor de pagar; pues oígame el catálogo de los simples que incluye mi fórmula y dígame si a crédito o de bóbilis puédolo dar: Récipe,

ácido

prúsico, asafétida, fósforo, arsénico, pólvora, coloquíntida,

tragorígano, asarabácara, cantáridas, nuez vómica, sal catártica, sen, bolo arménico, ruipóntigo, opobálsamo, opopónace, alumbre y sandáraca. Cañafístula, zábila, ésula, ámbar, sucínica, alúmina, eléboro, mandrágora, opio, acónito, lúpulo, argémone, cánfora, álcali, gálbano, tártago, ánime, pímpido, albúmina, tártaro emético, ínola, ásara, ísico, láudano, anémone. Agáloco, tusílago, ácula, íride, azúmbar, betónica, elíxir paregórico, yúyuba, éter, almáraco, aurícula, sarcócola y crisócola con dorónica y flor de verónica, renúnculo, dracúncula, emplasto, géminis, guaco, sanícula. Cal, ácido sulfúrico, zinc, astrágalo, muérdago, etcétera. Por hectogramos mézclense todas estas substancias, ad libitum. Y en cataplasmas cáusticos, baños, píldoras, cápsulas, glóbulos, sinapismos, apósitos, polvos, pócimas, gárgaras, clísteres, bébase, úntese, tráguese, adminístrese, sóbese y friéguese. Aquí el método o táctica es similia curantur similibus. Una atracada cósmica pide un cósmico fármaco atroz.


Un esmético ecfrático, ecoprótico, alexipirético, calólicon enérgico, que no deje decir ¡Santo Dios! Doña Pánfaga: Pronto, doctor, que me muero. Saltabancos: Al instante. (Le da el frasco. Pánfaga bebe. Se queda estática, tiesa, voltea una mano, luego otra, gira los ojos en sus cuencas, estira una pata, luego la otra y cae redonda). Anacleta: Señora… Señora… ¡Luisillo… Luisillo! Saltabancos: Aquí si fue… es hora de retirarse… (Se dirige hacia la puerta. Entra Luisillo). Luisillo: ¿Qué pasa? Saltabancos: Estoy perdido… Anacleta: Doña Pánfaga estiró la pata con una pócima que le dio el doctor. Luisillo: Farsante. Saltabancos: Como se atreve… Yo… gran médico, gran patólogo, representante grandioso de la ciencia de los esculapios… fabricante de ungüentos y bálsamos y pócimas maravillosas… Luisillo: En la cárcel las seguirás fabricando, desgraciado. Saltabancos: (Se resiste) A mí que soy una autoridad… (Salen mientras se escucha el sollozo de Anacleta)


ESCENA FINAL

Narrador: ¿Qué fue de Saltabancos? El mundo está lleno de pájaros tales y de gansos que dellos se fían, Apóstoles, Mesías, abolicionistas de todos los males que con migas de pan o un disfraz para drogas triviales alborotan, deslumbran, enganchan y el bolsillo vacían. ¿Y de Luisillo y Anacleta? (Aparecen por el lateral en gran romance). Luisillo: Mi jazmín. Anacleta: Mi clavel. Luisillo: Mi rosal. Anacleta: Mi azuceno Luisillo: Dame tu pistilo. Anacleta: ¡Oh! ¡Qué romántico! (Salen. Las luces se van apagando). Narrador: Así termina la historia de Doña Pánfaga y comienza la de Anacleta y Luisillo. Hasta la próxima ocasión… Adiós… Adiós…


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