prehistoria llega a su final, y con los inicios de la agricultura el parasitismo del hombre respecto a la naturaleza da paso a una cooperación con ésta. Por consiguiente, la tecnología posibilitó los comienzos de la civilización en los grandes valles fluviales del Próximo Oriente, en Mesopotamia y Egipto.
Fig. 15.Tablilla cuneiforme con el relato de la creación del mundo. Babilonia ca. 650 a. C. (The Bettmann Archive)
1.5 Las artesanías: Origen, auge y… ¿decadencia?12 Cultura material y ecológica Durante milenios el hombre ha sometido a la naturaleza de manera progresiva, lo que significa que ha sabido aprovechar descubrimientos accidentales y hallazgos para enriquecer el cúmulo de conocimientos que tiene sobre su entorno natural y aprovechado en su beneficio; es posible constatar que a la gran diversidad ecológica ha correspondido una gran diversidad cultural, expresada en aspectos tales como: - La existencia de más de 2000 lenguas o idiomas. - La identificación de miles de plantas útiles: comestibles, medicinales, para la construcción, para objetos domésticos, de ornato y venenosas. - La clasificación y aprovechamiento de animales e insectos: comestibles, peligrosos o ponzoñosos, salvajes, domesticables y de trabajo. - La observación de los astros, de los fenómenos climatológicos, de las estaciones y sus cambios para la elaboración de calendarios solares, lunares y cartas astrales y su aplicación a los ciclos agrícolas, la silvicultura, la navegación, etc. - La formulación de unidades de medida para cuantificar áreas, objetos, distancias, volúmenes, pesos, dimensiones, tiempo, etc., y que han evolucionado en conceptos abstractos matemáticos y filosóficos. - La fabricación de utensilios e instrumentos para incrementar el potencial de la fuerza humana, que resulta en el
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TUROK, Marta. Cómo acercarse a la Artesanía. Ed. Plaza y Valdés. México D. F. 1988. Págs. 15 a 54.
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aumento de la productividad con menos esfuerzo y en nuevas relaciones con el medio ambiente. - El conjunto de tecnologías y ciencias, cuyo desarrollo corre paralelo a la evolución del conocimiento que el hombre va adquiriendo sobre la naturaleza de la que forma parte. ¿Cómo se han conformado las expresiones y grupos culturales a través del tiempo? Consideramos que tres factores fundamentales interactúan para dar cuerpo a las diversas formas en que los hombres se relacionan cotidianamente con la naturaleza y entre sí. El primero y fundamental es la conservación y reproducción de la especie, es decir, la satisfacción de sus requerimientos de alimentación, refugio y abrigo; para esto, el hombre primitivo se sirvió de los elementos naturales que le ofrecía el medio ambiente.
Si bien, han influido las características del medio ambiente en el desarrollo de los grupos, la organización familiar y la estructuración de la sociedad constituyen el segundo factor de la cultura. La. concepción del ermitaño o del hombre que se enfrenta solo al mundo no corresponde a la realidad. La historia muestra que en todos los terrenos y experiencias han existido formas de ayuda mutua, de trabajo gratuito para obras de beneficio colectivo (tequio en nuestro país), de intercambio y de cooperación. Pero también sabemos que los trabajos forzados y la esclavitud están detrás del surgimiento de las primeras civilizaciones en casi todos los continentes; Egipto, Mesopotamia, Grecia, el Imperio Romano, los mexicas o aztecas y los chinos, son claros ejemplos de notables desarrollos fincados en mano de obra masiva y gratuita. Así, el hombre se organiza de tantas maneras como tareas emprende: cazar, sembrar, cosechar, pastorear, recolectar, pescar, preparar alimentos, fabricar muebles, utensilios, ropa, casas, etc. La formación de grupos generalmente va en una espiral ascendente que inicia con la familia extensa, compuesta de varias parejas emparentadas a través de sus hijos e hijas, que cuentan con una cabeza que es la autoridad moral. Además, comparten una o varias casas dentro de un terreno, con lo que conforman unidades domésticas. Y en el caso de grupos nómadas se amplían o reducen los grupos conforme la disponibilidad de agua y alimento. En este nivel, las tareas son compartidas por todos los miembros: ancianos, adultos y niños (más o menos a partir de los cinco años) quienes asumen diversas fases del trabajo. Por ejemplo, mientras los varones adultos y los niños mayores de diez años van al trabajo agrícola, las mujeres
Fig. 16. La conformación de la cultura
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acarrean agua y leña, y los abuelos se quedan a cuidar a los más pequeños y a la olla de los frijoles. Ya a los ocho años, niños o niñas llevan a los animales a pastorear al monte, labor que se va rotando entre todos, menos los ancianos, dado que se caracteriza por jornadas de diez a doce horas. La unión de varias unidades domésticas conformará un caserío, y así sucesivamente hasta formar barrios, pueblos, villas y ciudades. Después de la familia extensa, cuyos lazos se determinan por vínculos de sangre, surgen otros tipos de relaciones, entre las que destacan el compadrazgo, la autoridad, el trabajo asalariado, la religión institucionalizada y los intereses económicos en común. Así se conformará la sociedad, es decir, se darán las formas en las que los hombres se unen para protegerse, para obtener alimentos, para defender sus intereses, para compartir sus esperanzas y creencias. Como último factor tenemos que el hombre alimenta el espíritu, abre espacios de reflexión sobre el origen de la vida y del hombre mismo, busca darle significado a sus actos, y a través de ritos y ceremonias, pide permiso y solicita perdón a la naturaleza por tomar sus frutos. El arte, la religión, y la cosmovisión conforman un pilar que da a la cultura su dimensión simbólica. Ante todo queremos sentar que la cultura es un apretado tejido de relaciones, y que las artesanías abren una ventana para comprender y visualizar la conexión integral entre los elementos naturales, sociales y simbólicos del grupo social en cuestión Esta es la primera premisa para dimensionar el origen y significado de las artesanías. El hombre siempre está en el primer plano, y es el esfuerzo que tiene que invertir cada grupo para la obtención de sus satisfactores primarios el que determina su capacidad
organizativa. Históricamente, la mujer ha sido la alfarera y la tejedora, y el hombre, el tallador y herrero; la gradual especialización de sus miembros a través de una división del trabajo ha contribuido a la multiplicación de las expresiones artísticas y estéticas de los objetos que se elaboran para fines domésticos, rituales o ceremoniales. Su forma de producción, su uso o función, su decoración y su simbolismo deben verse como expresiones concretas, es decir, materiales de la cultura. LA HISTORIA ¿Dónde empieza la artesanía? ¿Dónde comienza la industria y acaba la artesanía? ¿Qué diferencia hay entre la producción artesanal campesina y urbana? ¿Dónde radica el origen de la multiplicidad de definiciones y aparentes contradicciones en la clasificación de productores, productos y técnicas? La evolución del hombre en este proceso de aprehender la naturaleza, misma a la que hicimos referencia en el apartado anterior, corre por líneas paralelas en todos los continentes y permite hacer algunas generalizaciones para acercamos a nuestro tema. En su progresión de Pithecantropus Erectus a Horno Sapiens, es decir, de un mono en transición a un hombre pensante, fue en algún momento reco1ector de frutos y cazador. Esto, necesariamente, significó una vida nómada, para lo cual tomaba directamente de la naturaleza el alimento, el abrigo y el refugio. Es decir, no contaba aún con los elementos para transformar y procesar los materiales. Pero nuestra evolución como especie es precisamente la historia del desarrollo de la destreza y la inteligencia, por lo que los primeros 73
instrumentos de piedra significan un logro en este largo proceso. Así, aún siendo nómadas (Edad de Piedra), el hombre pudo inventar objetos que debían ser ligeros, pues había que cargar con ellos de aquí para allá y facilitar la recolección, el almacenamiento y el transporte de frutos, semillas, plantas y agua, necesarias para la supervivencia. De aquí se desprende que otro gran proceso tecnológico durante esta larga etapa fue el tejido de diversas fibras vegetales y animales, comenzando por cuerdas y redes, seguido por cestos y petates. Las evidencias arqueológicas apuntan a confirmar que los vestigios de fibras "duras" (sauces, tules, ixtles, agaves) anteceden a la agricultura, la cerámica y el tejido de fibras "blandas" (algodón, lino, seda, lana). Si nos valemos de la analogía etnográfica, es decir, la comparación de las situaciones pasadas con grupos modernos, entre los nómadas y seminómadas de diferentes puntos del mundo, no debe sorprendemos el excepcional desarrollo que tuvo la cestería entre ellos. En México basta el ejemplo del grupo conca 'ac (conocido por seri) del rústico Noroeste de México, cuyas "coritas" son tejidas con la fibra de "torote" y cuyo acabado es tan firme y apretado que sirve incluso para almacenar y transportar agua, líquido preciado en el desierto de Sonora donde habitan. El siguiente paso para la humanidad consistió en el desarrollo del arco y la flecha, lo que a juicio de algunos autores representó otro avance tecnológico en el dominio del hombre sobre su entorno. A ello le siguió el pastoreo, actividad también nómada pero que implicó la domesticación y cuidado de animales que proveían al hombre de carne, leche, piel, cuerno y hueso. Al paulatino dominio de las técnicas de caza para satisfacer las necesidades de alimentación, estuvo aunada la re-
colección de plantas y frutos silvestres para complementar la dieta; a esto debió corresponder un tiempo suficiente para experimentar con la selección de semillas, tallos y raíces para ser sembradas por el hombre. La cadena explosiva de eventos que siguieron al desarrollo de la agricultura y el descubrimiento de los metales durante el Neolítico, vienen a complementar y cerrar uno de los primeros capítulos de la evolución humana. Es precisamente en este ámbito sedentario que se consolida nuestra historia: se crean las condiciones para el desarrollo de la artesanía y el comercio. Entre las primeras que surgirían están la alfarería y los textiles de fibras blandas, destacando el papel de la mujer como productora e innovadora. El procesamiento y mezcla de barros, la construcción y alijamiento de vasijas con variadas técnicas e instrumentos, y su endurecimiento con fuego, fueron cadenas tecnológicas desarrolladas dentro de la unidad doméstica. Igualmente la torsión de fibras y su tejido en bastidores y telares, así como la confección de prendas, encontraron en dicha unidad su arraigo y desarrollo. El descubrimiento de los metales y la talla de piedra, madera y hueso, cubrió en estos inicios los requerimientos del hombre para elaborar aperos de labranza; aunado a esto se encuentran los herrajes y yuntas de animales usados como fuerza de trabajo.La fabricación de objetos rituales y ceremoniales se relacionó antiguamente con la especialización de los shamanes, los teócratas y jerarcas espirituales, quienes regulaban a los productores y consumidores. Este sentido de producción y especialización nos lleva a agregarle el elemento económico a lo cultural, y lo que hemos descrito se inscribe en la economía natural, aquella en la que se producen objetos para el consumo familiar con 74
materiales y herramientas que obtiene directamente la unidad doméstica. Tiene el sentido de economía porque el tiempo y esfuerzo de fabricación se cuantifica no como mercancía sino como satisfactores de necesidades propias. Aquí el pasado y el presente se vuelven a amalgamar, pues aunque hablemos de épocas remotas aún es posible encontrar elementos de la economía natural en los países latinoamericanos. Continuando con nuestro análisis, podemos decir que surgió desde entonces una industria sin especialización, ligada indisolublemente a la agricultura, formando un solo sistema. Entre las variantes de esta forma de industria, una se fue apartando de la agricultura y se convirtió propiamente en artesanía, aunque siempre asociada a ella y a la vida urbana. Ello implicó necesariamente que los consumidores encargaran productos con materiales propios del artesano o aportados por el comprador, cuyo pago se efectuaría en especie o en moneda. Una vez cubiertas las necesidades de la unidad doméstica y del caserío y comunidad a través del trueque, aparecería embrionariamente la producción mercantil, misma que daría impulso al comercio de múltiples y diferentes objetos y productos que se valorarían en función de un equivalente, como el oro, la plata, las monedas y finalmente el dinero. El pequeño productor de mercancías no sólo produciría sino que comercializaría sus objetos directamente. Para ejemplificar todo lo anterior y aplicarlo a un ejemplo actual, citaremos un párrafo de un estudio que realizó esta autora en 1977 en la comunidad de Chamula, Chiapas, con respecto a los procesos textiles: En la producción textil de Chamula encontramos presentes todas estas formas de industria. La mayoría de la producción es para el consumo propio, y la transformación de
las materias primas se realiza dentro de la familia campesina. O sea, impera la industria doméstica. Cuando la producción se caracteriza por ser encargo de un consumidor,-esto sucede con la elaboración de la ropa ceremonial para las autoridades civiles y religiosas-, aparecen los' artesanos especialistas. Entre las mujeres es posible, además, encargar ciertas fases de la producción (hilado, tejido, abatanado) dando la materia prima y el pago como parte del producto, en este caso, con lana. Esta comunidad también se especializa en la manufactura de fajas y chales para la mujer y cotones para los hombres de la mayor parte de los Altos de Chiapas. Significa que existe la producción mercantil aunque en un estado embrionario; equivalen a pequeños productores de mercanías, ya que [. . .] es estrecho el mercado y el producto pasa directamente de las manos del productor a las del consumidor. Estos mercados se localizan en las cabeceras municipales más cercanas a Chamula: San Andrés Larrainzar, San Pedro Chenalhó, Chalam en Mitontic, Tenejapa y San Cristóbal de Las Casas, a donde acuden las mujeres para vender su producto. Es posible, en esta fase, que la venta vaya precedida delcambio por productos; en Chamula hemos visto que se pueden cambiar textiles por ollas de barro. En todas las fases, sin embargo, la tejedora está supeditada al mercado, ya que generalmente tiene que adquirir su materia prima: la lana13. El comercio y la conformación de grupos de poder en función de la propiedad de grandes extensiones de tierras, generaron la formación de centros urbanos durante la Edad Media en Europa. En este periodo, la diferenciación y 13
Turok, Marta, la producción textil en Chamula Chis., y la evaluación de los programas de desarrollo artesanal, en Indigenismo: evaluación de una práctica, México INI, 1978, pp. 76-77.
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especialización arte san ale s e industriales fueron fundamentales, puesto que surgieron formas nuevas de organización y de control de la producción: se reprodujo la privatización de los "medios de producción" y los dueños de los talleres implantaron rigurosas condiciones de aprendizaje para controlar la competencia y evitar la proliferación de más talleres. De igual manera se agruparon los talleres por ramos y en gremios que fueron sujetos a estrictos ordenamientos reales e incluso papales. A pesar de las leyes, reglamentos y demás, el artesano urbano pudo desarrollar nuevas formas, introducir diseños más complejos y experimentar nuevas técnicas, pues su tendencia fue hacia la producción de objetos de lujo y suntuarios para los ricos comerciantes y gobernantes. La excepción fueron los oficios -que como lo dice su nombre siguieron cubriendo los servicios generales y requerimientos globales de la sociedad: el herrero, el peluquero, el sastre, etc. EL PRINCIPIO DEL FIN DE UNA ERA Durante varios siglos la industria siguió el cauce rural, uno de los dos existentes: el rural y el urbano; el primero como la producción para el autoconsumo con una mínima especialización por encargo, y el segundo, mercantil y suntuario, inmerso en una dinámica propia pero que todavía no rebasaba la pequeña producción de mercancías, es decir, no lograba el establecimiento de fábricas. Sin embargo, la semilla de los grandes acontecimientos del siglo XVIII siempre estuvo presente, a pesar de las guerras, invasiones, esclavitud, épocas de paz y desarrollo que caracterizaron la vida de los hombres durante 2500 años. Cada invento práctico que ahorrara fuerza de trabajo, esto es, cada paso orientado hacia el desarrollo de la mecánica,
serviría de cimiento a lo que se ha llamado la Revolución Industrial, misma que marca la modernidad social, económica y tecnológica que sigue tomando rumbos nuevos hacia caminos aún desconocidos. A la capacidad de producción de alimentos según el desarrollo tecnológico agrícola o pecuario, siempre correspondió la densidad de población de una región y urbe, así como el desarrollo de las industrias domésticas y artesanales. Así, al acercarse la tecnología a la ciencia (en Europa sucedió a partir del Renacimiento), se fueron sustituyendo los métodos empíricos de hombres prácticos por investigaciones para mejorar las herramientas y máquinas. Asimismo, se afinaron los sistemas de observación y experimentación de los fenómenos naturales, como las leyes de la física y la termodinámica, cuya comprensión científica inicial llevó a su posterior aplicación tecnológica. Ya en pleno siglo XIX, el desarrollo del vapor propició la invención de todo tipo de máquinas que aceleraron el desplazamiento definitivo de la artesanía como la forma única y dominante de producción de bienes y productos mercantiles. Sin embargo, en la propia Inglaterra, sede de la Revolución Industrial, no dejó esperarse la reacción de un sector de la población que protestó en contra de la inminente destrucción de las "artes y oficios". Se inició un proceso de revalorización. Y de esta manera, el sello de lo "hecho a mano" se contrapuso a la producción en serie y se le agregó un valor cultural que antes no se había tenido que justificar. Más que nunca dichos productos eran consumidos por los sectores burgueses, quienes proveían a los sectores populares de bienes de capital; pero consumían, a través de la decoración de las vajillas, telas, muebles, etc., los productos elaborados artesanalmente en los talleres más renombrados. 76
Igualmente operó el fenómeno de revaloración en los recién formados Estados-Nación europeos y americanos entre 1880 y 1920, cuya población era mayoritariamente campesina. Ayer, los bienes y productos habían formado parte de su economía natural, y de la noche a la mañana se convertían en arte popular, destinado a los museos. Y es que los movimientos sociales y revolucionarios del inicio del siglo XX encontraron en estas expresiones plásticas, producidas con fines uti1itarios (sin ser por eso menos bellos), símbolos de las luchas, del derrocamiento de los regímenes dictatoriales o monárquicos, y la instauración de repúblicas; es decir, símbolos, manifestaciones culturales propias frente a los modelos extranjerizantes y burgueses. Pero por sí solos los aspectos culturales e históricos no pueden explicamos la pervivencia de estas formas de producción. Tenemos que retomar los aspectos económicos para comprender el fenómeno que rebasó ya los pronósticos de extinción de aquéllas en más de cien años. El desarrollo industrial desigual, en todo el mundo, es un factor que ha incidido en este proceso. En tanto no existan las condiciones para que los productos manufacturados desplacen completamente a los de la economía de autoconsumo, éstos seguirán resolviendo las necesidades inmediatas de las sociedades campesinas. En muchas ocasiones, y lo podemos constatar en los mercados y tianguis regionales, conviven en el mismo espacio ambos tipos de producto. Mientras las artesanías conserven un precio inferior a las fabri1es podrán competir con ellas. Por ejemplo, una olla de barro para frijoles estará costando $ 2,500.00, Y su equivalente, la olla express $ 50,000.00; un molcajete de piedra para salsas valdrá $ 9,000.00, mientras que la licuadora más
sencilla anda por los $ 35,000.0014. En ambos casos la adquisición de los productos fabriles está condicionada a la existencia de estufas de gas, suministro de tanques de gas y electricidad en las zonas rurales, y estas condiciones aún no se generalizan. CONTRA VIENTO Y MAREA El artesano, agricultor o no, ha visto cada día cómo crecen sus necesidades económicas sin que obtenga los ingresos suficientes para resolver sus necesidades familiares. Nuestro país ha sufrido grandes cambios Jl partir de los años cuarenta en la forma de producir; hasta antes de esa fecha la mayoría de la población se localizaba en el campo y por ende se ocupaba de las labores propias de este sector. A partir de entonces, se abre la etapa de industrialización que, junto con la explotación extensiva de la tierra, la mecanización y los cultivos comerciales, poco a poco van incorporando al campesino como albañil, peón, chofer, elevadorista, maletero o plomero, y el campo se va despoblando; ya muy pocos arrancan algunos productos a la tierra. La inseguridad en la propiedad de la tierra, la falta de créditos, la carencia de abonos e insecticidas y por si fuera poco, las sequías prolongadas que azotan al campo, hacen que el campesino tenga que buscar otras fuentes de ingresos. Así, el artesano busca producir más o ganar más para obtener mayores ingresos y mejorar su economía familiar. Para ello introduce cambios en las materias primas, en el diseño, en la forma y en el uso original de las artesanías lejos de desaparecer la actividad artesanal, ésta se adapta a las condiciones que le impone el mercado actual y a las
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Estos precios corresponden al año a 1988, año de publicación del libro.
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necesidades que el artesano tiene y que pretende satisfacer con la comercialización de sus productos. En este sentido, las artesanías son producidas, en su mayoría, para la satisfacción de los gustos de un público anónimo que tiene interés en guardar un recuerdo de cosas típicas o curiosas. Sin embargo, el desenvolvimiento de la producción artesanal tiene continuidad y experimenta cambios y adecuaciones de acuerdo con la sociedad que la produce. Por un lado, tenemos la presión económica para obtener ingresos a como dé lugar y, por otro, la creación y recreación de las artesanías en concordancia con el desarrollo propio de los artesanos. Vemos así que el mercado artesanal de pronto se inunda de tal o cual producto (máscaras de tigre, ojos de dios, objetos de chaquira) , que lo mismo se hacen en la zona huichol de Nayarit que en los Altos de Chiapas, abaratando la expresión artesanal auténtica de sus creadores. El artesano se convierte en maquilador de un producto que impacta el gusto de los consumidores, pero que desgraciadamente no sólo rompe una costumbre artesanal, sino satura el mercado con facilidad y convierte al producto en poco comercial. El artesano no pierde su conocimiento o su habilidad; la expresa o la guarda en la medida que encuentra las condiciones adecuadas de producción: si el producto es para el mercado nacional interno y se trata de hacer muchos, pues se produce más o menos bien; pero si es para fines ceremoniales o rituales, o bien, se trata de un encargo especial o el producto se destina al extranjero, donde se paga en dólares, entonces el producto se elabora según el genio y la creatividad de que el artesano es capaz. La producción artesanal para el autoconsumo o de poca comercialización se enfrenta a otras condiciones, ya sea por lo que poseen los propios productores o por el apoyo que
reciben de instituciones y asociaciones civiles, preocupadas por el rescate y desarrollo arte san al. En estas circunstancias el artesano desarrolla los conocimientos y técnicas heredadas de generación en generación y experimenta a partir de su creatividad e interés, adaptándose a las condiciones y necesidades de la sociedad de donde el artesano se nutre y convive; así vemos cómo los agricultores han llegado a elaborar objetos de pescadores al ser reacomodados por la inundación de sus tierras para la construcción de una presa. O en el mejor de los casos, cómo un objeto artesanal es transformado. en avenencia con las necesidades de un mercado interno y las de los artesanos mismos, sea en lienzos de lana diseñados para morrales o bolsitas para guardar cigarros, así como objetos ornamentales. Estas reflexiones muestran que la artesanía, como parte de la cultura y del conocimiento del hombre, no se extingue, sino se enriquece o cambia de acuerdo con las necesidades, condiciones y características del pueblo que las produce y del momento histórico que vive. Por eso, no es bueno hacer tanto caso a opiniones como "las artesanías ya se acabaron", "ya no las hacen como antes", "antes eran mejor". Lo cierto es que se conservan formas antiguas de elaboración y se han creado otras que satisfacen las necesidades, los gustos y la creatividad de los artesanos vivos y presentes. ¿Qué hay detrás de un objeto? Hombre, sociedad y naturaleza Al inicio del capítulo anterior hicimos referencia a la producción de diversos objetos como expresión material de la cultura e indicador de la evolución del hombre, la cual está determinada por su íntima relación .con el desarrollo de la 78
tecnología. Incluso vimos cómo el gran salto que da la humanidad con la fusión de la ciencia y la tecnología separó definitivamente a las artesanías de la industria. En este capítulo retornaremos los aspectos culturales de la producción arte san al para planteamos por qué y dónde surge lo que se produce en México, haciendo hincapié en los medios geográficos naturales, en los grupos culturales y en los aspectos simbólicos que le imprimen un significado a los procesos de producción. Iniciaremos con premisas expresadas anteriormente: 1º El desarrollo científico y tecnológico de las sociedades humanas cubre un largo periodo de tiempo y se da en todos los medios ambientes, desde los desiertos más inhóspitos hasta los trópicos más generosos. 2º El grado de desarrollo que se alcanza depende de la relación que se establece entre el hombre, la sociedad y la naturaleza. 3º La producción de artículos domésticos, rituales y ceremoniales -hoy llamadas artesanías o arte popular ejemplifica claramente los dos postulados anteriores puesto que está determinada por los materiales -plantas, minerales, animales, piedras, metales- que ofrece el entorno físico, por los procesos de descubrimiento y experimentación del hombre que resulta en su transformación, por el desarrollo de instrumentos para procesar estas materias primas, por las formas de organización, es decir, las formas de cooperación y la división del trabajo que se establecen para fabricar objetos y, finalmente, los elementos espirituales, simbólicos, esto es, de creatividad e innovación.
El clima y el medio ambiente determinan los materiales de la casa y de los enseres; la tradición y la cosmovisión del artífice le dan forma y función.15
Fig. 17. Casa tropical De la abundante y tupida selva tropical se obtienen los palos para las vigas y el armazón, los carrizos para los muros, pues permiten el paso del aire, o el barro para, en su caso, embadurnarlos; la palma, zacate o guano para los techos, que son muy altos para lograr una mejor circulación del aire, con aleros que caen casi al nivel del piso para que escurra el agua de las torrenciales lluvias.
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Dos excelentes estudios de arquitectura popular son: Yampolsky, Mariana, La casa que canta, México, SEP, 1982 y RUBIO MOYA, Víctor José, La vivienda indígena de México y el mundo, México, UNAM, 1982.
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Fig. 18. La casa del desierto Del desierto, inhóspito y aparentemente estéril, surgen las piedras para los muros, o también el cactus que en México conocemos como órgano, el cual es sembrado en vivo como pared para contener el viento y el polvo, en contraste con las pencas recortadas y maceradas de maguey para los techos, que alternan en ocasiones con la palma.
Fig. 19. Casa de la montaña En la montaña, la abundancia de bosques de madera suave, particularmente los pinos y coníferas, facilitan su corte en tablones con herramientas sencillas, mismos que horizontal o verticalmente forman los muros, aunque también suelen encontrarse en troncos entre cruzados en las esquinas; del oyamel se obtienen las delgadas tabletas que conocemos por tejamanil (de amplia distribución en este clima) para los sobrios techos de cuatro aguas.
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Fig. 20. Casa de zona templada En las zonas templadas reina el adobe, material térmico por excelencia, que alterna con bloques de diversas piedras, y techos de teja en casas de generosas dimensiones que contrastan con las de los demás climas y que fluctúan entre los 10 y los 20 m2.
La mayoría comparten el rasgo de ser un solo espacio donde la familia prepara y consume sus alimentos, duerme, reza y almacena su grano (aunque existen regiones que construyen graneros o trojes especiales). Asimismo, para su edificación se reúnen durante varios días un grupo de hombres, familiares y compadres, quienes participan organizadamente en la modalidad de ayuda mutua, que se pagará con tiempo equivalente sea en la misma u otras tareas. Una casa nueva se bendice; cada parte -la viga central, las esquinas, el centro- ha sido motivo de un ritual propio, ante todo se desea a sus nuevos moradores felicidad y abundancia.
Fig. 21.
También comparten lo parco de su acondicionamiento, lo esencial de sus muebles y enseres en un espacio vital que proteja durante varias vidas. Las camas pueden ser un costal o petate en el piso, cuatro arcones con tablones o carrizos, o una hamaca. Para sentarse pueden usar bancos de troncos ahuecados o con patas, sillas esculpidas de un solo tronco o ensambladas, aguardando una fiesta o a las visitas. Para cocinar, el fogón puede estar en el centro del piso, donde estará formado por tres piedras, o elevado en una esquina; piezas insustituible s son el camal para las tortillas, el metate y el molcajete para moler y triturar, los cántaros, las ollas, las pichanchas, las cazuelas, las jarras y los jarritas de barro. Quizás siembren guajes, tales y jícaras que les servirán para almacenar tortillas, chiles, hilos y agujas, para llevar el agua 81
en las faenas del campo, o como tazones para beber los atoles y el pozal, e incluso, recortadas, como cucharas. En algunos casos tal vez las labren y en ellas aparezcan hermosos leones, venados, pájaros y liebres. En la tierra caliente y el desierto todo cuelga de ganchos y canastillas suspendidos de las vigas: la ropa, las redes y los morrales, cerca de la cama; los alimentos, las mazorcas semilleras y la carne seca, sobre el fogón. En los baúles y roperos de las tierras templadas y frías se acomodan cuidadosamente las prendas festivas y ceremoniales, las joyas, algún recuerdo, y en trastero s o sobre los muros, las vajillas y jarritas. No puede faltar el altar familiar sobre una mesa con un mantelito, ni los calendarios de pared, así como algunas fotos antiguas y otras actuales como única decoración. El solar esconde un pequeño terreno cercado como herbario para plantas medicinales, algunas legumbres como chayotes, una mata de plátano o pencas de maguey. También siembran en las tierras de labor algodón blanco y de color café (coyuchi), o pastorean borregos en las montañas para confeccionar los huipiles, enredos, fajas, calzones, camisas, servilletas y chales de uso diario y ceremonial; utilizan instrumentos de trabajo hechos por ellos, como el malacate16 y telar de cintura, Para darle vida y colorido a estos textiles se sirven de plantas, hojas, raíces, cortezas, insectos y moluscos para teñidos en gamas que cubren todo el arco iris. El desierto también es generoso, y de las carnosas pencas de agaves como el ixtle se obtiene una fibra larga y blanca con la que se confeccionan los ayates,
anteriormente usados como indumentaria, y hoy, para cargar bultos. Para las labores agrícolas utilizan algunos aperos de labranza elaborados por ellos mismos y otros manufacturados artesanal e industrialmente, como machetes, arados trapiches para moler la caña, moldes para hacer el piloncillo y coas para sembrar. El maíz, como fundamento de nuestra cultura17, presente en todos los climas, es sembrado junto al frijol; en tierra caliente alterna con el chile, la caña de azúcar y los cultivos frutales; en las zonas húmedas con el café; en las templadas con el sorgo, y en las frías con el trigo. El nopal, el maguey, la palma, las tunas, los agave s mezcaleros y tequileros florecen en el desierto. Además, en los distintos climas, el secreto de la cocinera son las hojas aromáticas, hierbas, legumbres y verduras que florecen cerca de la casa. Surge por consiguiente una cocina variada y de las más ricas del mundo, con más de seiscientas formas de preparar platillos con maíz18, con suculentas combinaciones de frutos del desierto: nopal, gusano de maguey, hueva de hormiga, palmito y, también, el pulque, el tequila y el mezcal, además de los guisos con insectos preparados y de animales silvestres cocidos en hornos enterrados. Para la recreación y desarrollo motriz de los niños, entre padres e hijos elaboran trompos de madera o de jícaro, cervatanas padres e hijos elaboran trompos de madera o de jícara, cerbatanas, resorteras, caballitos y carritos de madera. De este minucioso inventario se desprende, por principio, que los objetos que conforman la cultura material son los mínimos indispensables que requiere una familia campesina para 17
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Instrumento prehispánico que sirve para hilar; se compone de una vara recta (huso) en la que se inserta una pieza de barro de forma discoide o cilíndrica.
Cf. Museo Nacional de Culturas Populares, El maíz fundamento de la cultura popular mexicana, México, SEP-MNCP, 1982. 18 Ibid.
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subsistir en su medio; es decir ni le sobra, ni le falta. En segundo lugar, las características de portabilidad, forma y diseño va en relación directa con la función que cumple: cocinar, transportar, almacenar, medir o vestir. Y en tercer lugar, los materiales son eminentemente de la regi6n y su diversidad determina la cantidad de objetos que cada grupo puede producir para satisfacer sus propias necesidades antes de recurrir al intercambio, trueque y comercio. ALIMENTO ESPIRITUAL Se preguntarán en qué consiste la diversión, la magnificiencia de estas sociedades eminentemente campesinas. El ámbito de lo simbólico, de las fiestas, los ritos y la religiosidad dan marco a la suntuosidad, a la transformación de lo cotidiano en lujo. Desde el propio edificio que marca el lugar del culto, si es sencilla su arquitectura, se pinta y repinta año con año en audaces y a la vez equilibrados juegos de color; o se le hacen bellos arcos de flores vivas y secas, o de semillas multicolores para realzar la blancura de los muros, o en su caso, entra en juego la herencia de la riqueza arquitectónica de los primeros siglos de la conquista, fachadas exuberantes con querubines cachetones, enredaderas en relieve, flores y animales junto a santos de piedra. En su interior, ofrendas de mantelitos bordados, indumentaria para las vírgenes y santos, velas con encajes de cera, flores y arcos de papel, flores cortadas cada mañana, incensarios de barro decorados. La pléyade de fiestas patronales y cíclicas no reviste en nuestro país el dolor o el recogimiento de otros pueblos. Entre los rezos y las procesiones surgen los diablos, tigres, mozos cristianos, malinches, negritos, muertes, pastoras, viejitas o gigantes y tantos danzantes con trajes de mil luces y
máscaras que ríen, burlan, coquetean, mueven la quijada. Danzas que reviven hechos históricos o que lograron crear un lenguaje nuevo bajo los ojos severos de los conquistadores para continuar las peticiones de lluvia y augurio de buenas cosechas. Ceremonias como las de la tercera casa, la morada eterna que está en el camposanto, que vuelve a la vida cada año en los Días de Muertos, que se pinta y se viste para la ocasión, a la que se lleva comida y música para compartir con los que se fueron y los que están en una gran comunión colectiva, y que en el altar de la casa retorna a lo íntimo y a los gustos personales, como los cigarros y bebidas de talo cual marca que eran de la preferencia del desaparecido, los juguetes del angelito, los enseres de la abuelita. Lo suntuario y lo utilitario, por otra parte, se han fusionado en la ciudad y en las haciendas y ranchos de los ricos. Tibores, floreros y vajillas de talavera y mayólica de Puebla, Guanajuato, Tlaxcala e Hidalgo. La cultura de la charrería ha generado lo más fino de la talabartería en sillas de montar, chaparreras, cinturones, mochilas, fundas para pistolas y navajas, espuelas de plata y oro, chamarras, etc. Mecedoras y muebles sólidos de madera labrada o con mimbre, de cedro, caoba y guanacaste; elaborados baúles con incrustaciones de concha o taraceados con otras maderas y bellos herrajes con figuras; vasos y jarras de vidrio rojo, azul o blanco; piezas de ebanistería para imágenes religiosas estofadas y policromadas, figuras o belenes de cera para los esplendorosos nacimientos; floreros, platos, maceteros de cobre, juegos de té de plata, finos sarapes de lana, esplendorosa joyería de oro, coral y perlas. Un estilo de vida que mezcla sutilmente el elemento decorativo con el utilitario. Un preludio al fenómeno presente, un futuro de las artesanías. 83