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UN COSTILLAR

El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo."

Juan 1:29

Los bodegones o naturalezas muertas han sido géneros ampliamente utilizados en la Historia del Arte, siendo muchos de ellos probablemente los protagonistas de nuestras paredes en las cocinas, junto a una Última Cenaen el caso de los hogares católicos. Presentes en la cronología y la línea recta con la que tradicionalmente se determina la temporalidad, los bodegones han sido frecuentemente obras en donde la ostentosidad es punto central de relevancia. Una muestra en la que se presenta la frescura y vanidad de la vida que se mantiene en pausa entintada en óleo, aunque lo que resta por fuera del bastidor continuará por descomponerse. Curioso es el caso de dos bodegones con 200 años de diferencia, con las que me topé sin querer buscar ninguna de las dos. Francisco de Zurbarán y su tocayo Francisco de Goya compartieron un concepto en convivencia que aparentemente no surge de la misma idea.

Esto es lo que ofrecerás sobre el altar: dos corderos de un año cada día, continuamente. Ofrecerás uno de los corderos por la mañana, y el otro cordero ofrecerás a la caída de la tarde.

Éxodo 29: 38,39

En 1640, Francisco de Zurbarán pinta al cordero de Dios en la obra Agnus Dei, atado de patas en una escena tenebrista, fría y empapada de la soledad que rompió con el carácter alegre y vanidoso de las anteriores naturalezas muertas Si bien en ejemplares previos se mostraban animales muertos, Zurbarán corrompe el género arrebatando la libertad del animal que simbólicamente nos otorgará el verdadero perdón, presenta lo nunca antes visto, una osada imagen de un sacrificio distinto a la crucifixión. El cordero destaca por ser el primer y unico verdadero plano en la pintura, captando toda cantidad de luz posible, entendiendose a partir de su ente sacralizado Martirizado y totalmente entregado, el animal permanece vivo ante un género que promete su muerte, la naturaleza, detenida condenada a morir.

Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.

Isaías 53:7

En 1804 (c.a) Francisco de Goya pintó Trozos de Carnero, muy probablemente atribuida a la temática mortal de la guerra de Independencia Española vivida en la segunda década del siglo XVII. Un bodegón igual de sombrío y tenebrista, con un toque de macabro que carece el anterior, probablemente suavizado por el pelaje del animal. Un carnero ya muerto, decapitado y desollado, listo para venderse por kilo. Se tiene la teoría de que este mismo animal, simboliza los cuerpos humanos que fueron despojados de vida durante la guerra. ¿Qué es el humano sin el animal, si no son uno mismo? Francisco de Goya no utiliza al Carnero como imagen viva del martirio de Jesucristo, mucho menos parece acercarse a la temática religiosa, sino que pinta una escena, de una naturaleza muerta. Verdaderamente muerta.

Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra

Apocalipsis 5:6

Me he encontrado con ambos cuadros, alejados por una distancia histórica de 200 años, y muchos conflictos bélicos. Mucho atrevimiento y comprensión bíblica entre ellos y yo. Me atrevo a decir que las obras son hermanas entre sí, que parecieran haber sido un espejo de la otra, una máquina del tiempo en donde nos recuerda la perecedera carne que se ha vuelto vehículo de nuestros huesos.

¿Qué sería de nuestros huesos sin la carne?

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