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DOS MÁS DOS

Fernando Salas

Quizá si jamás nos hubiéramos visto otra vez hubiéramos podido ser amigos. Pasar del fuego que quema al que acompaña en invierno. Contarnos cuentos, leernos libros, siempre con una secreta nostalgia y un suspiro de por medio. Asumir nuestras distancias. Quizá siempre hubieras pensado que querer es poder, y yo, que no es tan fácil como suena. Y con tanta tierra de por medio, con esa satisfacción nos hubiéramos quedado.

Pero el amor se parece mucho a la vida, por más iluso que sea y a veces no lo quiera ver. Sí, los dos son enormes promesas. Pero vivir es esto que vemos, y amar también. Cuando hablamos por primera vez después de meses me sentí tan aliviado de que para siempre no fuera tan largo. Luego un par de días después me contaste que venías a México. ¿Ah sí? Qué gusto, dije ocultando la emoción, que me duró los treinta segundos que tardaste en decir que después te ibas a Argentina unos meses. Tal como la historia del granjero chino, la buena y la mala suerte duran un instante.

Acordamos que vernos sería una mala idea, que quizá mucho de lo que sentimos brotaría otra vez, y que sería tonto. Lo que nos llevó a querer vernos y buscar la fecha para hacerlo.

Me dijiste dónde te quedabas, luego me pediste que llegara el jueves en la noche en vez del viernes en la mañana. Y cuando me recibiste en la puerta hicimos como si fuera un día más. Me recargue en ti cuando nos sentamos en el sillón, y me preguntaste si seguía siendo tan malo para los primeros besos. Mujer. Te recuerdo encima de mí, y luego en tu cuarto, iluminado por las dos lámparas. Hacía frío, te quité la ropa y en silencio te hice el amor.

Recuérdame por qué terminamos, te dije mientras te abrazaba. Al otro día salimos a desayunar, y luego buscamos un parque. Y en el parque, una ladera. Y en la ladera, claro, un prado en el sol. Nos acostamos un rato. Había otras parejas por ahí y nos pusimos a verlas, y nos pusimos a vernos. A susurrarnos. A tomar videos que te quedaste y que no me vas a dejar ver. A calentarnos. Nos quedamos dormidos bajo el sol.

Hacerte el amor. ¿Por qué ya no puedo hacerte el amor? ¿Por qué ya no puedo quitarte la ropa y lamerte y tomarte y hacerte el amor? No sé quererte, es cierto. Sé hacerte el amor, sé hacerte venir, sé hacértelo rápido porque no te gusta lento. Pero no sé cómo amarte. Y tan lejos menos.

Otro día fuimos a la Roma. Caminar tomados de la mano. Decirte mi amor otra vez. Cuánto caminamos Frida, todas las calles de Mérida, de Oaxaca, de Puerto no porque hacía mucho calor y rentaste una scooter, de la Ciudad de México. Y sin embargo algo me tiene jodido. No me deja amarte, me dice que no. Una intuición estúpida, la misma que de otra mujer me decía que sí, que sí que sí que mil veces sí y cualquier día en cualquier lugar. La misma intuición estúpida que me llevó al precipicio, pero que no sé ignorar.

Y de ahí fuimos al lago de Chapultepec y nos sentamos en una orilla tranquila, y compramos lo que la gente pasaba a vender. Y me hablaste de tus papás y te hablé de amor. Dios mío, en esta casa siempre hace frío. Ese día no hacía, pero iba a hacer. Y tú llevabas una camisa para cubrirte y yo llevé mi sudadera. Y cuando bajó el sol te la di, porque tu camisa no iba a ser suficiente. Si a mí me queda grande, a ti más, pero siempre me gustó verte con mi ropa. Y también verte sin ropa.

De regreso comimos por la casa, ya en avenida Mazatlán. Unas hamburguesas carísimas. Me acabé la tuya, como siempre. Y regresamos a la casa con Nicky. Pero tú querías salir desde que llegué, y fuimos a Caimán. Estábamos en un bar, qué más iba a hacer.

Nos pusimos a hablar y hablar, a ver gente y a vernos. A tomar mezcal con pepino. Y a hablar de amor. Te pregunté si estarías en una relación en la que tu pareja cogiera con alguien más, y me dijiste misa y no sé qué. Yo te dije que ya no, que creo que ya no estaría en una relación así, que quería algo como más normal. Y te sorprendiste. Pero es que pensaste que estábamos hablando de nosotros y yo estaba hablando al viento.

Regresamos a la casa en silencio. No había pensado en regresar, honestamente no. Te ibas a Argentina, y algún día volverías a Estados Unidos. Yo nunca he salido del país, estoy trabajando por cuatrocientos dólares al mes y en mi casa no entra luz. Te dije que quería estar contigo pero no lo dije convencido. Lo siento. Luego apagamos la luz y cogimos de la forma más triste que he cogido. Terminamos y fui al baño a verme al espejo. Regresé y no podía creerlo. Esto no era de nosotros. En algún momento nos quedamos dormidos.

A la mañana siguiente la noche se había llevado algo de esa tristeza. Cuando vimos ya estábamos desnudos otra vez, yo dentro de ti, muy lento como por media hora porque Nicky y el ratón no se habían ido. Y cuando se fueron empezamos a jugar. Cogimos a oscuras una hora o dos.

Ojalá el tiempo se hubiera detenido. Luego salimos por un cinnamon roll y nos lo comimos a medias en el parque México, porque ahí terminamos otra vez. No querías volver a verme. Regresamos a la casa en silencio, a mediodía. Antes de irme me hiciste decir que no podría quererte como tú querías. A la fecha no sé exactamente a qué te referías, pero es cierto. Lo dije. Me levanté. Te abracé aunque ya no querías. Y me fui.

Algo de mí está contigo. Es cierto, no sé quererte. Tienes toda la razón, y lo sé porque alguien hizo lo mismo con mi amor. Es una cosa muy grande y alguien lo despreció. Yo hice lo mismo con el tuyo. Y ni tú ni yo nos merecemos eso, pero en la vida nada se trata de merecer. Lo siento mucho. Te escribí un correo diciendo que si algún día querías que fuéramos amigos te dejaba la puerta abierta. Quizá no vuelva a saber de ti en mucho tiempo. Recién se cumple un año de que nos conocimos y unas semanas de la última vez que nos vimos.

Te voy a extrañar, bichito.

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