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ODAPARA una imaginación exuberante

Letras… letras, demasiadas que forman palabras, las cuales atiborran las hojas que tengo a la mano, no puedo dejar de escribir, mi imaginación fluye más rápido que un río en temporada de lluvias Mis manos tratan de seguir el agitado ritmo de mi imaginación lo mejor que pueden…

Todo interrumpido por la demandante voz de mi jefa – ¿Qué te he dicho sobre escribir tonterías en horas de trabajo?, deja tus cursilerías y ponte a trabajar– con un jalón inesperado extirpó la hoja mientras ésta dio un grito desesperado de ayuda sabiendo cuál era su fin Terminar estrujado y a punto de morir en la desesperación del olvido de la basura. Un final deplorable para tal obra de arte compuesta por mí. Despreciada, así me sentía en esos momentos. No sé cómo es posible que la gente considere la lectura un aburrimiento y prefiera estar en el sillón admirando el absurdo televisor. Un libro te puede llevar a lugares imaginarios y maravillosos o puede conducirte a tu peor pesadilla, totalmente una experiencia magnífica

¿Me está escuchando la srta. Evans? – cabizbaja hice un ademán indicando ' no ' . Apuntando a la salida entendí lo que trataba de decir con su lenguaje no verbal… Estaba despedida. Entendí lo que sintió la hoja de papel en la basura, ya no servía para sus intereses. Con un arranque de enojo tomé de la basura la arrugada y moribunda hoja de papel y salí huyendo de la oficina. Corrí, lo más rápido que pude, me sentía en una de mis historias, el viento golpeando mi rostro, desarreglando mi cabello. Y sobre todo siendo libre.

Libre de las ataduras que me mantenían en esa ciudad. Llegué a mi casa y tuve la determinación de no volver nunca a la ciudad, empaqué sólo una muda de ropa, mi máquina de escribir y traje conmigo todo el dinero que poseía. Arribé a la parada de tren, adquirí un boleto a una parada cerca de un bosque.

Cansada del agotador día, soñé. Soñé con mundos increíbles que iban más lejos que la imaginación de un humano común. Siempre me había preguntado qué sería de mí si un día desapareciera de la faz de la tierra. Mis amigos, compañeros y familiares… ¿me extrañarían? ¿se olvidarían de todos nuestros recuerdos? O ¿simplemente fui una persona más en este mundo, sin importancia?, ¡Qué más da! Tal vez el hilo rojo del destino tenía otros planes para mí. Además, yo nunca fui de aquellas personas que permanecen en un lugar para siempre.

Llegué a mi parada. Toda oscura y solitaria y sin más preámbulos me adentré en el bosque como la luz del ocaso que trataba de llegar a las hambrientas raíces de los árboles. El aire fresco y puro saturaba mis pulmones acostumbrados al aire sofocante y tóxico. Sabía que éste era el lugar, aquí pertenecía, mi naturaleza humana se sentía identificada con la vida que me rodeaba. Cerré mis ojos, extendí mis brazos y exhalé profundamente. Tomé mi computadora, sentí cómo fluían las ideas a mi cabeza. Analizándolas, abrí mis ojos y supe qué escribir…

Letras… cada vez más letras, demasiadas que forman palabras, las cuales saturan las hojas de papel, ésta sensación es incontrolable, no puedo dejar de escribir, mi imaginación fluye… no… vuela más rápido que un águila tratando de atrapar a su presa. Mis manos siguen el ritmo de mi imaginación como si fuera música. Esas letras crean palabras, las cuales crean historias, que estarán en el bosque de mi imaginación.

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