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ElGranMasturbador:

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ME QUEDA TU VOZ

ME QUEDA TU VOZ

Falos, Hormigas y Olivos

M. I. Flores Nachón

Al iniciarme como estudiante de Historia del Arte y Curaduría me declaré ferviente fanática de Salvador Dalí. Según iba descubriendo, poco a poco, ambos teníamos una fijación por el tictac del reloj y el dolor en la pérdida. Sin embargo, tras lecturas, análisis y desencuentros, me topé con la idea de que Salvador Dalí y yo somos bastante diferentes, y nuestras coincidencias son más parte del sistema de pensamiento del mundo y el espiritú del tiempo, compartidas de forma universal, y no necesariamente una conexión interespacial-atemporal.

El psicoanalizar a Salvador Dalí es probablemente una práctica común, y bastante aventurera, sobre todo para una historiadora del arte que apenas se siente con la virtud suficiente para hablar de los hechos concretos y no de suposiciones.

Sin embargo su obra, como la de cada mano artista, es la forma más elevada de un mensaje, cómo bien lo explica Arnold Hauser:

En su forma más elevada, la obra de arte es un mensaje, y si bien tienen razón, sin duda quienes afirman que una correcta, sugestiva y enérgica es condición indispensable para la transmisión efectiva del mensaje, no menos la tienen también quienes afirman que una forma, por perfecta que sea, carece de sentido si no está animada por un mensaje determinado. (Hauser, 1968, p.24)

Así es como uniendo a grandes como Hauser, Freud y Jung, puedo atreverme a tirar un anzuelo en las obras de Salvador Dalí y pescar un poco sobre su mente detrás de su pincel. Es bien sabido que sus obras denotan una parte de su inconsciente. Un miedo, un desencuentro, un fetiche. En cada una de ellas vemos figuras alargadas, contrastantes entre sí. Entre sus carácteres flácidos y endurecidos, erectos y derrumbados. Reminiscencias arqueológicas que nos recuerdan a las primeras figuras referentes a la fertilidad y lo acorde a las lágrimas de Eros. Salvador Dalí tenía almas escondidas detrás de sus obras.

En Freud, lo inconsciente, aunque aparece como sujeto actuante, no es sino el lugar de reunión de esos contenidos olvidados y reprimidos, y solo a causa de estos tiene una significación práctica.

(C. Jung, 1997)

Olivos, relojes, hormigas, leones, elefantes, saltamontes, narices y bigotes. Obsesionado con cada uno de estos elementos, el mantuvo presente el desencuentro que describe Freud, lo olvidado, lo reprimido, que a altos gritos pinta. Tomemos cómo ejemplo El Gran Masturbador (1929). En él, vemos un rostro narizón y bigotón, efectivamente autorretrato del autor que se encuentra de boca hacia el piso, enfrentándose a un saltamontes siendo comido por un grupo de hormigas. Tanto el saltamontes, como las hormigas significan un temor latente en la vida de Dalí, uno siendo una fobia y otro siendo parte de los terrores compartidos hacia la muerte.

Sobre el mismo rostro, se funda piel con piel a forma de busto, una mujer que se acerca tentadoramente al área genital de una escultura clásica. Delicada, con sus ojos cerrados al lado de un alcatráz que cubre su pecho. Debajo de ella vemos un rostro monstruoso que busca devorar sin piedad alguna. Dalí comentó en distintas ocasiones abiertamente sobre su sexualidad y su temor hacia el coito. Si bien, sentía un gran complejo por el tamaño de su falo, el temor se incrementó por una mala experiencia dada a través de la lectura de un libro de sexual en el cual se describían a profundidad las enfermedades veneras, cosa que impactó demasiado al autor.

Las ramas de olivo se extienden desde la esquina inferior izquierda, y parecieran alcanzar las venas de la mujer delicada. Es bien sabido que Gala, esposa y eterna amante de Salvador fue su musa en diversas obras, está no siendo la excepción. Su piel, según la describe Dalí, era pálida y color olivo. De ahí las ramas y su extensión. Detrás de la escena, la sombra de una pareja, unida debajo de la tensión sexual que se desarrolla en el primer plano de la pintura.

Salvador Dalí habló de si mismo como si fuera un mito, permitiéndose convertirse en la marca que es hoy. Su autorretrato, El Gran Masturbador, nos permite clavarnos en los desencuentros más potentes de su inconsciente. Dalí y yo compartimos más que el temor al paso del tiempo y el sueño de que las hormigas nos coman. Compartimos un temor sexual que nos reprime y nos aprisiona en un cuerpo. Salvador me invitó a conocer su obra el lugar que alberga lo reprimido. Lo temeroso, lo que hace daño.

Jacques Rancière (2005) El inconsciente estético Editorial Del Estante Editorial, Argentina

Carl Gustav Jung (1997) Arquetipos e Inconsciente Colectivo Paidós, España

Hauser, A. (1968) Introducción a la historia del arte. Guadarrama.

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