Alfonso Reyes y Carlos Fuentes: Una amistad literaria

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Alfonso Reyes y Carlos Fuentes una amistad literaria



Alfonso Reyes y Carlos Fuentes una amistad literaria javier garciadiego


Primera edición: 2014 Primera reimpresión: 2014

Coordinación editorial Pablo García Diseño de cubierta e interiores Sustantiva D. R. © 2014 Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey Ave. Eugenio Garza Sada 2501 sur, 64849 Monterrey, Nuevo León Comentarios catedra@itesm.mx Edición no venal Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio, sin la anuencia por escrito de los titulares de los derechos. Impreso en México — Printed in Mexico


Celebramos los primeros quince años de la Cátedra Alfonso Reyes del Tecnológico de Monterrey con la publicación de este texto en el que el reconocido historiador Javier Garciadiego explora con amorosa mirada y académico rigor la relación entre las dos figuras que han dado aliento, rumbo, misión y sentido a la vocación humanista que define a esta cátedra: Alfonso Reyes, de quien lleva el nombre, y Carlos Fuentes, su inspirador y fundador. Ambos escritores representan para México y para el mundo la inquebrantable agudeza intelectual, la incansable pasión literaria y la búsqueda de una fraternidad universal, más allá de cualquier frontera. Mexicanos y universales, Reyes y Fuentes alientan el encuentro entre disciplinas y entre culturas, pues, a la manera del comediógrafo latino Terencio, nada de lo humano les fue indiferente.


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Este espíritu profundamente humanista, abierto, plural, agudo, crítico y reconciliador ha animado los trabajos de esta cátedra desde su fundación y representa a la vez un compromiso y una responsabilidad: seguir siendo un espacio de encuentro y reflexión con las voces más destacadas del pensamiento contemporáneo. El 16 de febrero de 1999 Carlos Fuentes rinde homenaje a su amigo y mentor Alfonso Reyes al fundar en el Tecnológico de Monterrey la cátedra que lleva el nombre del regiomontano universal, bajo la convicción de que “las ciencias y las humanidades no son antagónicas sino indispensables aliadas” para enfrentar los retos del siglo XXI. Durante su colaboración como consejero fundador de esta cátedra, Carlos Fuentes coordinó la colección Capilla Alfonsina, misma que reúne temáticamente algunos de los textos más representativos de Reyes, precedidos de un estudio crítico realizado por notables intelectuales. La colección cuenta hasta el momento con once ejemplares y cada uno de ellos se ha convertido en un referente indispensable en los estudios reyistas y en un amigo de cabecera para su lector.


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Nos honra hoy, a quince años de distancia de su fundación, difundir, a través de esta publicación conmemorativa, la brillante aproximación que realiza el también consejero de esta cátedra, Javier Garciadiego, a la amistad personal y literaria que sostuvieron estos pilares de la literatura y el pensamiento hispanoamericano. Cátedra Alfonso Reyes


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Alfonso Reyes y Carlos Fuentes una amistad literaria javier garciadiego El Colegio de México

Antecedentes familiares Una imagen dice más que mil palabras. Dos imágenes dicen mucho más que dos mil palabras. Las fotografías son de sobra conocidas. Ambas fueron tomadas en Río de Janeiro, entre 1930 y 1931.1 En una están todos los funcionarios de la embajada mexicana en Brasil, con sus cónyuges. Al centro, Alfonso Reyes y su esposa Manuela. A su derecha aparecen Rafael Fuentes y su esposa Bertha Macías. En los brazos de ésta destaca un niño como de dos o tres años de edad, obviamente con pantalones cortos. En la otra fotografía, con distinta


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ropa y en diferente locación, sólo aparecen los dos matrimonios, en orden descendente de estatura: el primero, Rafael Fuentes; el último, Alfonso Reyes; junto a éste, el mismo niño, cubierto ahora con un pequeño abrigo y con una gorra entre las manos.2 Su nombre era Carlos Fuentes Macías; con el tiempo se le conocería, simplemente, como Carlos Fuentes. Las fotografías son fácilmente explicables. Rafael Fuentes Boettiger, nacido en Veracruz en 1901, había ingresado al servicio diplomático mexicano en 1925, a la Comisión General de Reclamaciones entre México y Estados Unidos. Poco tiempo después fue comisionado a Ecuador y Panamá, país donde nació el niño que aparece en las fotografías; posteriormente fue destinado como segundo secretario a Brasil; ahí estuvo desde principios de agosto de 1930 hasta principios de noviembre de 1931,3 quince meses durante los cuales trabajó bajo las órdenes del embajador Alfonso Reyes. Se sabe que la relación laboral entre ellos fue fructífera y ordenada, y que hasta surgió un sincero aprecio entre ambos. Su feliz entendimiento no resulta extraño: el joven diplomático Rafael


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Fuentes hablaba con soltura inglés, francés y portugués, y tenía una clara “inclinación cultural”, especialmente literaria, al grado de haber publicado algunos artículos en El Universal Ilustrado y en Revista de Revistas, y de haber impartido algunas conferencias en Panamá y Ecuador sobre la “literatura mexicana moderna”.4 Probablemente esto explica que Reyes haya hecho tan encendidos elogios de él: “espontáneamente laborioso”, “metódico y sereno”, “sencillo y claro”. Respecto a su vida social, le parecía un hombre “que gana la simpatía de la gente por su trato justo y sencillo, sin extremos”. Obviamente, en su ánimo influyó sobre todo que fuera un “aficionado […] a la buena lectura”, y que incluso fuera autor de “algunos artículos literarios de tono informativo y sin pretensiones”. La definición que hizo de él es enigmática pero contundente: le parecía “un buen sustantivo sin adjetivos”.5 Por todo esto, aunque resultara pernicioso para la buena marcha de su embajada, Reyes lo recomendó para que fuera ascendido a encargado de Negocios en Uruguay.6 En efecto, informó a la superioridad que Fuentes contaba con “las mejores y más recomendables condiciones en su persona,


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su conducta, su vida social […] y su desempeño oficial”. En tanto hombre animoso, leal, discreto y eficiente, inmediatamente se hizo “acreedor” a la “estimación” de Reyes, quien reconoció su “entusiasmo sereno” y apreció “su concepto general de la vida”.7 Aunque no volvieron a coincidir en ningún destino diplomático, se mantuvieron en contacto por mucho tiempo, conservando cada uno la mejor opinión del otro.8 No hay la menor duda: el fino trato social, el cosmopolitismo y la afición a la lectura fueron un legado del padre diplomático al hijo escritor. Vocación incuestionable La existencia del pequeño hijo de su colaborador no habría de pasar desapercibida para Reyes, pues cierto día fue informado de que el niño había sido picado en una mano por un alacrán, lo que lo había hecho gritar, retorcerse y hasta echar espuma por la boca.9 Pasaron varios años para que Reyes volviera a mencionar, ahora por su nombre, al hijo de su antiguo compañero de trabajo. Lo significa-


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tivo del hecho consiste en que confirma la precoz vocación literaria de Carlos Fuentes, al menos parcialmente heredada de su padre.10 La mención data de mediados de 1947, antes de que cumpliera los diecinueve años. Según Reyes, el viernes 11 de julio fue visitado en su casa por Rafael Fuentes y su hijo para anunciarle que este último estaba decidido a dedicarse “a las letras”. Siempre generoso, y endulzado por el viejo recuerdo brasileño, don Alfonso comenzó por prestarle algunos libros, uno de ellos de Dickens, los que el precoz y ya voraz lector devolvió a las pocas semanas.11 El encuentro entre el patriarca de nuestras letras y el aspirante a escritor es altamente significativo para la historia cultural mexicana de la segunda mitad del siglo XX. Podemos suponer que Reyes no se imaginó que el hijo de su colaborador en Brasil se convertiría en uno de los escritores esenciales de México, que lo igualaría en el número de páginas publicadas12 y que incluso lo superaría en el número de lectores. Dicho encuentro implicaba, además, la continuidad de la literatura mexicana y el relevo generacional entre nuestros escritores. El propio Fuentes se encargó de difundir


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que su primer contacto con la literatura había estado relacionado con los tratos familiares que en su más tierna infancia había tenido con Reyes en Brasil, y con desenfado aseguró que su primera lección literaria la había recibido sentado sobre las piernas de don Alfonso.13 Como metáfora, resulta más que grata; como mito, verosímil. Sin embargo, lo cierto es que la relación de la familia Fuentes con Reyes apenas se prolongó poco más de un año, y que la adolescencia de Carlos Fuentes transcurrió en Chile, sin contacto alguno con Reyes.14 Su vocación se definió a solas y en fechas muy tempranas: a los siete años hizo una revista con un tiraje de un solo ejemplar; luego escribió una obra de teatro para ser representada en su colegio, de Washington, D. C., y después, ya en Chile, entre los doce y los trece años de edad, escribió algunos cuentos y su primera novela.15 Desde sus primeros escarceos el joven Fuentes —apenas adolescente— fue muy esforzado, ávido de ir consolidando su incipiente cultura literaria, notable para su edad y producto de su capacidad, su curiosidad y su disciplina. Esto explica que poco después de haber llegado a México, “con varios textos en su equipaje”,


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al estudiar la preparatoria con los hermanos maristas del Colegio Francés Morelos, el joven Fuentes haya enviado tres trabajos, con tres diferentes seudónimos, al Concurso Anual —1947— de Literatura, obteniendo con ellos los tres primeros lugares. El veredicto del jurado fue, además de preciso, un atinado augurio: la “extensa y variada” cultura del “talentoso compañero” Carlos Fuentes, sus facultades literarias y su genuina y resuelta vocación por las letras “auguran para él grandes triunfos literarios en un porvenir no muy lejano”.16 Su arrolladora participación en el concurso prueba que su vocación y su primer aprendizaje trascendían a Alfonso Reyes, y que su decisión no era resultado de un descubrimiento reciente o de un súbito impulso, pues cuatro años antes, en 1943, y teniendo apenas catorce años, había publicado en Chile su primer texto, titulado escuetamente “Estampas mexicanas”.17


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Aprendizaje Más que a anunciarle su decisión vocacional, en realidad los Fuentes fueron aquel verano de 1947 a consultar a Reyes sobre la posibilidad y conveniencia de que el hijo se convirtiera en escritor, toda vez que los padres preferían que estudiara Derecho, alegando que se iba a morir de hambre si intentaba vivir de la literatura en México. Como lo hizo en otras ocasiones, Reyes recomendó que el joven obtuviera un título, de abogado preferentemente,18 pues éste era “un país formal”, por lo que de no tener un diploma universitario parecería “una taza sin asa”. Es sabido que Fuentes aceptó el consejo de don Alfonso y de sus padres, y que comenzó a estudiar Derecho, aunque armonizando sus responsabilidades escolares con su vocación literaria.19 Por esto fueron una gratísima influencia los cursos de don Manuel Pedroso, un exiliado español que combinaba un asombroso conocimiento jurídico y politológico, sobre todo por su manejo cotidiano de los ‘clásicos’, con una notable cultura literaria.20 Para delicia de Fuentes, de entrada Pedroso aseguró a sus alumnos que no podía entenderse


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el Derecho Penal sin haber leído Crimen y castigo, que el Derecho Mercantil resultaría excesivamente tedioso si no se le enriquecía con la lectura paralela de Balzac y que el Código Napoleónico estaba siempre presente en las novelas de Stendhal.21 Gracias a la incontenible energía que desde entonces le caracterizaría, durante los años en que asistió a la Facultad de Derecho Carlos Fuentes pudo escribir La región más transparente, cuyo tema surgió de las hediondas y oscuras entrañas de la ciudad de México, las que frecuentaba con su proverbial puntualidad.22 Auspiciada la versión por el propio Fuentes, predomina la idea de que su formación literaria procede de Reyes. Es preciso, historiográficamente hablando, matizar esta afirmación. Un condiscípulo en la carrera de Derecho asegura que ya desde entonces Fuentes era “un pistolita”; esto es, el compañero de la generación que había leído más libros, que había visto más películas, que tenía más experiencias vitales y que ejercía un liderazgo natural entre los compañeros.23 Aun considerando lo anterior, es imposible negar que en el aprendizaje literario de Fuentes


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repercutieron sus visitas a Alfonso Reyes, muchas de las cuales quedaron consignadas en el Diario de éste. La frecuencia de sus apariciones es apreciable a partir de 1952, sobre todo en la Capilla Alfonsina, aunque es un hecho que la confianza y el cariño que Reyes tenía a su familia pronto los heredó el aspirante a escritor, permitiéndosele que visitara a don Alfonso en Cuernavaca, su sitio de convalecencia, descanso y aislamiento. Al principio, para Reyes Carlos Fuentes era “Carlitos”, o incluso “el chico de Rafael Fuentes”.24 La asistencia de Carlos Fuentes a ‘la Capilla’ podía ser individual o en grupo. En un inicio solía ir junto con Jaime García Terrés, Ramón Xirau u Octavio Paz, en ocasiones acompañados de sus novias o jóvenes esposas. Los motivos y pretextos iban desde felicitarlo por el final o el inicio del año, por su cumpleaños, para celebrarle algún premio o reconocimiento, o bien lo llevaban a su casa después de sus conferencias en El Colegio Nacional.25 Pareciera que en esos encuentros en ‘la Capilla’ Reyes escogía y preparaba futuros relevos generacionales, o simplemente reclutaba a algunos becarios para El Colegio de México.26 Por lo tanto, resulta


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comprensible que con el paso del tiempo las visitas fueran teniendo mayor contenido literario. Por ejemplo, se hicieron frecuentes en 1955, pues Carlos Fuentes y Emmanuel Carballo le consultaban muchos asuntos para beneficio de la dirección de la Revista Mexicana de Literatura, cuyo primer ejemplar le llevaron a finales de agosto. De hecho, el número 2 les provocó grandes angustias a los jóvenes directores, pues “al corregir pruebas” se dieron cuenta de lo inapropiado que resultaba un artículo crítico sobre la poesía de don Alfonso, lo que éste mismo resolvió facilitándoles un ensayo adecuado “para sustituirlo”, del crítico colombiano Rafael Gutiérrez Girardot.27 Los últimos años de don Alfonso registran un notable aumento en su aprecio por Fuentes. Aunque en ocasiones lo siguió llamando “Carlitos”, cada vez fue más frecuente referirse a él como Carlos. Además, sus visitas dejaron de ser familiares,28 pues Fuentes comenzó a concurrir a ‘la Capilla’ a solas o con un pequeño grupo de amigos: si al principio solía buscar a Reyes junto con Jaime García Terrés, Ramón Xirau y Octavio Paz, además de con Emmanuel Carballo, luego se agregaron Pa-


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blo González Casanova, José Luis Martínez, Joaquín Díez-Canedo, Alí Chumacero, Ernesto Mejía Sánchez y Víctor Flores Olea.29 El reconocimiento creciente de don Alfonso por Fuentes tuvo motivos estrictamente literarios: en una ocasión le leyó el texto Los tres tesoros y Fuentes descubrió en él “feos errores y supresiones”; poco después una visita suya le resultó “deliciosa”.30 Más aún, en 1955, para conmemorar los cincuenta años de escritor de don Alfonso,31 Carlos Fuentes y Roque Javier Laurenza, diplomático y escritor panameño, le prepararon un pequeñísimo “folleto de parodias” titulado Nueva junta de sombras, del que se editaron sólo doce ejemplares.32 Reyes no pudo ocultar su satisfacción: el impreso le pareció “una preciosidad”, empezando por el retrato “a línea” de don Alfonso en la portada, hecho por el propio Fuentes.33 El dibujo expresa una virtud más, una destreza más, ciertamente poco conocida, de aquel joven de incontables facultades.34 También se hace evidente su capacidad poética. En efecto, la Nueva junta de sombras contenía varias poesías paródicas, escritas por algunos de los jóvenes admiradores de Reyes a la usanza de algunos grandes poetas,


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nacionales y extranjeros, los que supuestamente eran autores de una poesía en homenaje a Reyes.35 La firmada con el nombre de Octavio Paz fue obra del propio Fuentes y muestra, además de una apreciable destreza poética, una gran familiaridad con la obra alfonsina:36 Palabra que sí Las sombras de la junta se hacen resplandecientes En los ancorajes los peces se vuelven rojos Las vísperas de España son vísperas de sangre ¿Clamará Otra Voz sus ecos de rumores? Calendarios que son días que son lunas que son llanto Un tren de ondas vaga sobre el rocío La navaja del día recorta el plano oblicuo Saben las yerbas del Tarahumara a soles calcinados La asamblea de animales reza un padrenuestro En el golfo de México dos gaviotas se incendian “Octavio Paz”

Otra vinculación significativa entre don Alfonso y Fuentes fue su común gusto por el cine. De


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hecho, a mediados de los años cincuenta éste comenzó a escribir crítica cinematográfica, como lo había hecho Reyes en España cuarenta años antes. Más interesante resulta saber que si don Alfonso firmó tales escritos con el seudónimo de “Fósforo”, Fuentes lo haría con el de “Fósforo II”. Obviamente, no se trató de una mera coincidencia. Reflejaba la admiración de uno y la simpatía del otro.37 Por último, Reyes no reparó en elogios para el número 4 de la Revista Mexicana de Literatura —“muy bueno”— y con gusto hizo una carta de recomendación para que el Centro Mexicano de Escritores concediera una beca al joven Fuentes,38 apoyo que utilizaría para redactar su primera novela.39 La certificación definitiva: en 1955, en una carta mecanografiada que Alfonso Reyes dirigiera a don Rafael Fuentes, manuscrito al calce anotó: “Carlitos está muy cerca de mí”.40 Una grave diferencia La última referencia a Fuentes en el Diario de Reyes es escueta y reveladora.41 Cierra el círculo iniciado


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once años antes, cuando consignó que el hijo de su antiguo colaborador deseaba dedicarse a la literatura. Ahora simplemente anotó: “Carlitos Fuentes me trae su libro La región más transparente”,42 cuya publicación generó las únicas diferencias —y hasta reclamos— entre ambos. Desgraciadamente, Alfonso Reyes no registró la opinión que le mereció la primera novela de Fuentes. De hecho, pocas veces estampó en su Diario opiniones cualitativas sobre las obras de otros escritores, pues más bien lo usaba como una bitácora de trabajo, como una agenda social y profesional con ocasionales observaciones y reflexiones de asuntos familiares o personales. Sin embargo, el propio Carlos Fuentes develó el misterio al confesar haber recibido una carta “fulminante” de Reyes en la que le decía que La región más transparente le había parecido “una porquería”, de una “vulgaridad espantosa”; en síntesis, “un insulto a la literatura”.43 Ciertamente, la aparición de La región más transparente dio lugar a una clara desavenencia entre ambos, aunque acaso deba decirse que en el fondo se trataba de un deslinde por motivos estéticos. Para comenzar, desapareció el paternalismo que


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hasta entonces había marcado la relación. Fuentes se había convertido abruptamente en un autor importante, prometedor, representante de la generación emergente; en adalid de una nueva literatura. El desencuentro puede ser resumido en pocos renglones: sucedió que algunos periodistas y críticos intentaron enfrentarlos, afirmando que Fuentes desafiaba a Reyes al titular su novela con una famosa frase de éste,44 a lo que Fuentes respondió que don Alfonso hablaba de un México pasado y que él daba “el contraste” con el México de sus días. La respuesta satisfizo a Reyes, quien se había referido al paisaje físico del Valle de México que encontraron los conquistadores españoles, mientras que la novela de Fuentes se refería “al ambiente humano del México contemporáneo”. Sin embargo, ciertamente lamentó haberle permitido “bautizarla con mis palabras”, pues —señaló— no faltarán los lectores y críticos “malévolos” que supongan que el joven escritor había intentado “lanzarme un sarcasmo”. Don Alfonso, reflejando su muy diferente concepción de la literatura, le dijo: “yo hubiera preferido que no empañaras mi frase, aplicándola a un objeto tan turbio”.45 Tal parece que la solicitud para titular


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así su libro fue verbal y que Fuentes no quiso hacer del reclamo personal una controversia pública.46 El nombre de la célebre novela de Fuentes da lugar a varias interpretaciones disímbolas. Para unos, se trató de una muestra de cariño personal y de franca admiración literaria, de un auténtico homenaje.47 Más que eso, desde sus respectivas visiones, la de uno lírica y colorida, la del otro sórdida y oscura, ambos ponen a la ciudad de México como punto nodal del país, como su centro geográfico, político, histórico y cultural.48 Lejos de haber quedado lastimado por los reparos de Reyes, Carlos Fuentes disfrutó que su intento por romper “los cánones de la pulcritud literaria” hubiera sido exitoso, pues tal era su “propósito”.49 Así, el reclamo no le incomodó, puesto que sabía que Reyes tenía un “sentido muy clásico de la vida y de la literatura”, contrario a los experimentos renovadores. Además, le quedaba claro que las objeciones no eran por falta de talento, pues estaba informado que Reyes decía que él había “querido conscientemente hacer un libro turbio y feo”, para lo que aprovechó una notable cualidad: su “mirada de águila que acierta a ver todas las extravagancias


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y fantasías cotidianas”.50 Como Fuentes lo reconoció inmediatamente, disfrutó “como un tigre” el notable impacto de su libro,51 que “transgredió órdenes diversos”, pues era “una creación verbal, abigarrada y caótica como la ciudad de México de entonces”, abiertamente provocadora.52 Comprensible y previsiblemente, cuando Fuentes publicó su segunda novela, Las buenas conciencias, de estructura y estilo más tradicional, de intención “galdosiana”, recibió una carta de felicitación de Reyes por haber “encontrado el camino” para escribir novelas.53 Aunque Fuentes asegurara que no guardó rencor alguno por las opiniones negativas de Reyes respecto a su emblemática novela, al menos en una ocasión profirió un argumento claramente defensivo, y hasta cuestionó a don Alfonso al asegurar que “la región más transparente” era una frase que el autor de Visión de Anáhuac había tomado de Alexander von Humboldt, quien a su vez “lo tomó de una exclamación de Sófocles”. Esto es, era un título “con historia”.54 La controversia no debe limitarse a un asunto de títulos, y menos a una simple serie de malentendidos. Se trataba de un episodio decisivo


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en la transformación de la literatura mexicana, nada menos que el paso de la literatura mexicana moderna a la contemporánea. Fue un auténtico ‘parteaguas’: llegó una nueva generación de escritores, y de lectores. Piénsese que al año siguiente de la aparición de La región más transparente murieron José Vasconcelos y Alfonso Reyes, los escritores más importantes de la primera mitad del siglo, y que a lo largo de ese decenio se publicaron las versiones definitivas de El laberinto de la soledad y Libertad bajo palabra, de Paz; los dos libros de Juan Rulfo y, obviamente, la primera novela de Fuentes, sin lugar a dudas los más importantes escritores de la segunda mitad del siglo. Como quiera que haya sido, durante varios años no hubo expresión pública alguna de Fuentes sobre don Alfonso, a pesar de que el propio Fuentes acostumbraba decir que se había iniciado en la literatura “sentado en las rodillas de Alfonso Reyes”,55 influencia hecha realidad al radicarse en México, cuando tuvo “acceso a su persona y a su biblioteca”, y a provechosísimas conversaciones casi semanales, de “por lo menos una hora o dos”,56 siempre “estimulantes y fructíferas”. Esto explica


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que Fuentes después reconociera que Reyes le había dado “muchísimas orientaciones” de escritura y lectura, Stendhal la primera.57 Sin lugar a dudas su mayor enseñanza la recibió antes de cumplir veinte años, cuando Reyes lo reprendió por ser muy “parrandero” y le recomendó que siguiera la línea de conducta de Goethe: levantarse temprano, escribir varias horas y luego completar el día dedicado a otros intereses, incluida la política. Otra enseñanza que don Alfonso había tomado de Goethe y que transmitió a Fuentes, más por el ejemplo que mediante sermones, fue entregarse por entero a la literatura: habiendo elegido este oficio, debe vivirse de y para las letras, construyendo con todos los otros intereses un único y auténtico “universo literario”.58 Además de su sabiduría y generosidad, Fuentes disfrutó la inagotable “simpatía” de Reyes, acompañada siempre de su legendaria sencillez: a pesar de la diferencia de edades, más que un trato magisterial Reyes le ofreció una relación de amistad: “a mí se me impone sobre todo el recuerdo de un compañero de conversación, de un maestro que me enseñó muchísimo, pero un maestro sin pedantería, sin ampulosidad”.59


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Recuerdos y reconocimientos; convergencias y divergencias Una vez registrada la imagen que sucesivamente tuvo Alfonso Reyes de Carlos Fuentes, desde la confesión de su vocación hasta que se convirtió en un prometedor escritor, y una vez reconstruidas sus relaciones, conviene ahora analizar los recuerdos que durante más de cincuenta años guardó Fuentes de Reyes. También resulta preciso destacar las influencias que tuvo sobre el primero un autor cuarenta años mayor y quien tenía intereses temáticos, posturas estéticas, preferencias estilísticas y posiciones políticas diametralmente distintas a las suyas. Es un hecho incontrovertible que a pesar de la gran diferencia de edades, y no obstante los distintos contextos históricos y geográficos en los que ambos vivieron, Reyes y Fuentes tuvieron muchas similitudes. Obviamente, eran más las diferencias. En tanto escritores, Reyes fue sobre todo poeta y autor de incontables ensayos de temática disímbola y extensión variada, que escribió algunos cuentos pero que jamás se aventuró en la escritura de una


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novela. Fuentes, en cambio, nunca publicó poesía,60 y su obra, al margen de algunos ensayos y no pocos cuentos,61 fue abrumadoramente novelística. Además de por los géneros literarios que practicaron, Reyes y Fuentes son claramente distinguibles por sus posiciones ideológicas: renuente a la política mientras vivió su padre, el poderoso general porfirista Bernardo Reyes,62 don Alfonso fue un leal aunque siempre discreto y sólo aparentemente distante funcionario diplomático y cultural del gobierno mexicano posrevolucionario.63 Fuentes, en cambio, fue más bien un crítico de éste, a veces abierto y tajante. Más aún, don Alfonso nunca publicó textos meramente políticos, mientras que el ensayismo y el periodismo políticos de Fuentes fueron para él un compromiso constante y géneros socorridos.64 Por otro lado, resulta incuestionable que Reyes tuvo una mayor presencia y participación en la vida académica del país, mientras que Fuentes fue mucho más influyente en el ámbito internacional: uno dedicó la mitad de su vida adulta a El Colegio de México, y rechazó una oferta para ser profesor en la Universidad de Texas, en Austin;65 al otro, en cambio, no se le conoce colaboración


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regular alguna con las instituciones universitarias mexicanas, labor que sí desarrolló en varias universidades extranjeras.66 Sus convergencias y semejanzas, siendo muchas, deben matizarse. Para comenzar, ambos fueron escritores prolíficos, de obra amplia y diversa. Sin embargo, en la época de Reyes era casi imposible vivir económicamente de la literatura, por lo que se tenía que trabajar en la diplomacia o como funcionario cultural.67 A Fuentes le correspondieron otros tiempos, por lo que sí pudo vivir como un profesional de las letras. De otra parte, los dos fueron diplomáticos. Sin embargo, Reyes representó por casi dos decenios a los gobiernos del México posrevolucionario, comprometidos con varias reformas sociales y con los principales elementos de la convivencia internacional. Para Reyes, por ejemplo, la defensa del gobierno republicano español fue un triple compromiso: moral, biográfico y diplomático. Según Fuentes, durante esos años “era muy fácil identificarse […] con los ideales de la Revolución mexicana”, a diferencia de cuando él fue diplomático, época en la que el régimen mexicano había pasado de revolucionario a autoritario,


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con una política exterior menos audaz y autónoma.68 Esto fue, precisamente, lo que hizo que la experiencia diplomática de Fuentes fuera tan breve, a diferencia de la de don Alfonso.69 En todo caso, ambos fueron diplomáticos que dieron especial importancia a las relaciones culturales internacionales. El mundo, y sus mundos Cercano al tema de la diplomacia está el del cosmopolitismo, aunque deben diferenciarse; en efecto, el cosmopolitismo de ambos trascendió sus experiencias diplomáticas. De hecho, el de Fuentes fue congénito, en tanto hijo de diplomático,70 mientras que Reyes viajó por primera vez al extranjero cuando estaba próximo a cumplir veinticinco años. Además, vivió cuando la literatura mexicana no tenía presencia en el extranjero, pero vivió fuera de México cuando la Revolución aisló al país y le impuso una cultura nacionalista, única y excluyente. En cambio, a Fuentes le tocó ser protagonista del boom de la literatura latinoamericana,71 lo que le permitió tener muchísimos más lectores que Re-


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yes en el espacio hispanoamericano, así como ser traducido a numerosos idiomas, convirtiéndose en un autor cabalmente internacional. Es incuestionable que los contextos fueron determinantes para ambos: a Fuentes le tocó vivir en un México más globalizado y en un mundo estrechamente comunicado, con empresas editoriales bien consolidadas y de geografías comerciales inimaginables a mediados del siglo XX. El cosmopolitismo y la internacionalización de un autor también se miden y calibran por sus lecturas. En este rubro la inmensidad de Reyes fue inabarcable. Su contacto con la literatura occidental fue posible gracias a su prolongada ausencia del país, pues en cada destino diplomático actuó como un doble embajador, gubernamental y literario. También fue resultado de su ambición geográfico-literaria y de la amplitud de su visión cultural: desde joven decidió apropiarse, hacer suya, toda la literatura universal, la pasada y la presente, la cercana y la lejana. Precisamente, lo que Fuentes más apreció de Reyes fue su capacidad para retomar los textos clásicos y darles “validez actual”, obsequiándonos así “una visión contemporánea”, sin distan-


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cias, de la Grecia antigua y de las literaturas españolas clásica y moderna, lo mismo que de Goethe o de las letras francesas. Su reconocimiento no necesita sobrestimarse: según Fuentes, Reyes “nos enseña a entender hoy, en una prosa de hoy, lo que heredamos del pasado”. Su aportación no era académica, mucho menos erudita: lo que buscaba era enriquecer la creación literaria con “un pasado que la informe”. No hay la menor duda: don Alfonso abrevaba de todos los escritores ‘clásicos’, antiguos y modernos, por puro placer, gozo y conocimiento que quería difundir y compartir con todos, ya fueran escritores o lectores. Fuentes siempre consideró que el esfuerzo de Reyes por “traducir la cultura de Occidente” a términos nuestros había sido “gigantesco”. Subrayo el siempre: así lo pensó poco después de morir don Alfonso,72 y así lo pensaba, cincuenta años después, poco antes de morir él.73 El cosmopolitismo literario de ambos fue distinto, con diferentes causas, predilecciones y expresiones. El de Reyes se caracterizó, además de por su afición a los clásicos, por ser hispánico y francés, parcialmente latinoamericano, pero con muy poca presencia de literatura angloamericana,


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a pesar de que llegó a traducir a Laurence Sterne, Robert Louis Stevenson y Gilbert K. Chesterton.74 Sobre todo, el suyo fue un cosmopolitismo ganado a sus responsabilidades diplomáticas,75 pues es evidente que Reyes las aprovechó para dedicarse, con intensidad, a conocer la literatura del país de destino oficial —España, Francia, Argentina o Brasil—, al grado de merecerle algunas llamadas de atención desde la cancillería.76 El cosmopolitismo de Fuentes comenzó desde su nacimiento. Más aún, dado que por el trabajo de su padre pasó casi toda su niñez y adolescencia en Estados Unidos, Fuentes aseguró que llegó a ser un auténtico joven bicultural,77 condición que nunca perdió, a pesar de haber vivido varios años en París como embajador. De hecho, los últimos años de su vida los pasó, indistintamente, en México y Londres. Por último, a diferencia de Reyes, Fuentes fue un inmenso conocedor de la novelística moderna y contemporánea,78 incluida la de Europa del Este, y en su labor ensayística hay preferencia por la literatura latinoamericana de sus días,79 pero escasa atención a los clásicos grecolatinos, aunque siempre tuvo especial cariño por Cervantes.80


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Diferencias políticas e ideológicas Mencionar la novelística latinoamericana de su tiempo implica convocar a la generación de Carlos Fuentes, con sus retos y sus sueños. Da la impresión de que el contexto histórico-político posterior a Reyes —con la Revolución cubana, la guerrilla guevarista, la guerra de Vietnam, los movimientos estudiantiles de 1968, el triunfo de Allende en Chile, las dictaduras pinochetista y de otros países sudamericanos, así como el triunfo sandinista— provocó que la mayoría de los escritores latinoamericanos, entre ellos el mismo Fuentes, asumieran posiciones políticas que podrían caracterizarse como de ‘izquierda’. En algunos casos hubo claros distanciamientos con los escritores cuyas posiciones políticas eran diferentes: en México el caso emblemático sería el de Octavio Paz, pero deben considerarse también otros escritores anteriores, como Vasconcelos y Martín Luis Guzmán, o Torres Bodet y Agustín Yáñez. La distancia con los autores de la generación precedente, como Alfonso Reyes, era fácil de señalar, pues a las diferencias políticas se sumaban las estéticas y culturales. Con


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todo, el ‘izquierdismo’ de la mayoría de estos escritores, incluido Fuentes, tendió a menguar, o por lo menos a matizarse, en los últimos dos decenios del siglo XX, por el deterioro de los regímenes cubano y nicaragüense, la caída del socialismo real en Europa, el desprestigio del guerrillerismo y el regreso de la democracia al subcontinente latinoamericano. Esta moderación posterior explica el reencuentro de Fuentes con Reyes. Además de por los reparos provocados por el título de su primera novela, sus diferencias generacionales, que eran tanto políticas como estéticas, expresadas ideológica y literariamente, explican que a pesar del cariño familiar y de su agradecimiento por el apoyo inicial, Fuentes haya pasado cerca de dos décadas sin mencionar mayormente a Reyes. Durante su primer decenio como escritor reconocido sólo le dedicó un breve ensayo de seis páginas, fechado entre 1960 y 1969, o sea de menos de una página por año. Resulta significativo que aunque aceptara haber querido “entrañablemente” a Reyes, se resistiera durante esos años a referirse a él, a mencionarlo siquiera. Le reconocía su disciplina como escritor, su integridad intelectual y su “supe-


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rioridad espiritual”, y afirmaba que la suya era la vocación literaria “más firme y frondosa” que había dado el país; le reconocía también la “flexibilidad” y “precisión” de su prosa, pero se deslindó de él en términos generacionales, al llamarlo, así fuera con afecto y cariño, “el viejo don Alfonso”. Muy significativo resulta que entonces haya hecho una lectura de Reyes más política y cultural que estrictamente literaria, al afirmar que el conjunto de su obra era “un programa de cultura política” que buscaba dar a la sociedad mexicana su plena “conciencia cultural”. A partir de estas premisas, un todavía joven Fuentes concluyó que la obra de Reyes era “una carga de dinamita a largo plazo”. En síntesis, es indudable que en un primer momento Fuentes destacaba más al Reyes civilizador que al escritor,81 al educador sobre el hombre de letras. En efecto, Fuentes se refiere más al Reyes ensayista, y sobre todo al intermediario entre México y la literatura universal, que al autor de literatura de invención. Obviamente, esto no significa que desconociera este aspecto de la obra de don Alfonso, pues fue lector “acucioso” de toda ella. Simplemente le parecía más importante el otro


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legado, la otra faceta. Sin embargo, además de su influjo vocacional y de sus lecciones disciplinarias, y al margen de servirle como modelo en tanto autor poliédrico, las páginas de literatura fantástica de Reyes —apreciables en número— ciertamente influyeron en la obra de Fuentes. Por ejemplo, los expertos han encontrado ecos y huellas de El plano oblicuo y de La cena en su primer libro, Los días enmascarados, y en su novela Aura, de 1962.82 Por otra parte, resulta muy significativo que a finales de 1972, al ingresar a El Colegio Nacional, no haya mencionado en su discurso ritual a Alfonso Reyes, al menos para recordar que acostumbraba escuchar sus cursillos y conferencias en dicho recinto. Podría argumentarse que el tema de su discurso —titulado Palabras iniciales— tenía que ver con la novela como género, y en particular con Cervantes y con James Joyce, pero lo cierto es que sí menciona a dos poetas, Octavio Paz y José Gorostiza, así como al ensayista y filósofo español José Ortega y Gasset.83 Más que buscar una justificación, es preciso reconocer un alejamiento temporal. Cinco años después, al recibir uno de sus primeros grandes premios literarios, el Rómulo Gallegos, Fuentes


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pasó revista a la novelística latinoamericana de entonces. Sin embargo, en esta ocasión sí mencionó a Reyes, a quien llamó su maestro, aunque otra vez lo trató no como un escritor creativo sino como un intelectual que nos servía de puente con la vasta tradición literaria occidental, en tanto propiedad de quienes sean capaces de conocerla. Ilustrativamente, en aquel discurso en Venezuela Fuentes adujo un gran compromiso político con Latinoamérica, la que pasaba entonces, según él, por “una de las noches más negras, largas y tristes de su historia”.84 El feliz reencuentro Fue durante los últimos tres decenios de su vida cuando Fuentes se reencontró cabalmente con don Alfonso. Cuatro momentos son identificables en este proceso reconciliatorio: el primero, cuando Fuentes hizo un brindis formal en la ceremonia pública en la que el cubano Alejo Carpentier recibiera el Premio Alfonso Reyes, a finales de 1976. La intervención de Fuentes se debió a una feliz coincidencia, pues Carpentier radicaba en Pa-


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rís, y él era entonces el embajador mexicano en Francia. En su breve discurso Fuentes rememoró dos momentos entrañables, hizo un par de contundentes revelaciones, así como una atinadísima evaluación del valor y el legado de Reyes. Recordó sus frecuentes visitas a don Alfonso en Cuernavaca, y que el propio Reyes le hubiera obsequiado, una veintena de años atrás, el libro Los pasos perdidos, de Carpentier: “toma —le dijo— lee esto. Un nuevo tiempo de la novela hispanoamericana se inicia con esta obra”. Entre memoria y mito familiar, Fuentes volvió a decir que “su primer contacto con la literatura” había sido haberse sentado “en las rodillas de don Alfonso”, cuando su padre había sido su colaborador en la embajada mexicana en Brasil. Por lo mismo, concluyó que Reyes y Carpentier estaban “en el origen de mi experiencia literaria”. Así, gracias al brindis por Carpentier pudo decir, seis años después de publicado su hasta entonces único texto sobre Reyes, que éste había realizado una “gigantesca tarea”: “traducir la totalidad de la civilización occidental a lenguaje, tono y matiz hispanoamericanos”, y “reclamar para todos nosotros dicho legado”. En síntesis: Fuentes reconocía una doble deu-


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da: en lo personal, Reyes “decidió mi vocación de escritor”; como mexicano y latinoamericano, don Alfonso fue nuestro “gran civilizador”.85 Un par de años después pudo explayarse sobre su viejo introductor a la literatura, al obtener él mismo el Premio Alfonso Reyes, en 1979. Para comenzar, aseguró que recibir dicho galardón implicaba “un honor enorme […] por razones afectivas, estéticas, literarias y morales”, y porque su apego y admiración por Reyes no tenían límites: en síntesis, el premio le resultó “una delicia”; más aún, “la gloria”.86 En la ceremonia de premiación repitió la afortunada frase sobre las rodillas de Reyes, y volvió a reconocer que éste había “decidido” su vocación de escritor. Sin embargo, en esta ocasión fue más explícito y memorioso, al grado de recordar que don Alfonso lo había enseñado a leer a Stendhal y a Pérez Galdós, así como a Chesterton y a Laurence Sterne: “la lección, por fortuna, no ha terminado”, alcanzó a decir. En dicho discurso Fuentes también reconoció las enseñanzas disciplinarias recibidas. Su alocución estuvo marcada por la humildad y el buen humor: reconoció que la obra y la lección de Reyes habían sido incomprendidas


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durante su vida, y agradeció que se le honrara con un premio “con el nombre de un hombre al que siempre he tratado de honrar”. Según Fuentes, recibir dicho galardón fue “como volverme a sentar en las rodillas de don Alfonso”.87 La tercera expresión del reencuentro, veinte años después, consistió en la coordinación hecha por Fuentes de la Cátedra Alfonso Reyes, en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, y en la supervisión de una amplia antología de la obra de Reyes, auspiciada por la misma institución, que intentaría abarcar sus principales géneros y temas. Prevista inicialmente su publicación en once tomos pequeños, Fuentes eligió los asuntos y los antologadores.88 Por lo mismo, la colección muestra los temas favoritos de Fuentes entre los que él consideraba prioritarios en Reyes. Entre otros, aparecen las cuestiones helénicas y las literaturas española y europea; también se incluyen sus ideas sobre América Latina. Sobre todo, es notable el peso que Fuentes asigna a las reflexiones mexicanistas de Reyes.89 Comprensiblemente, también rescató la importante labor diplomática de don Alfonso, así como sus páginas memorialísticas,


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pues en ellas convergían las vidas y los escritos de ambos. Es de señalarse que además de la publicación de esta generosa y comprehensiva antología de Reyes, el objetivo de la cátedra no se limitaba al estudio del escritor, sin duda alguna el principal humanista originario de Monterrey. En el discurso inaugural de las labores de la cátedra Fuentes dejó bien claro que su objetivo era, al amparo del nombre de don Alfonso, conciliar el estudio de los asuntos tecnológicos con los de la vida del espíritu, para evitar que el siglo XXI repitiera los errores del siglo XX, que por esas fechas concluía, pues “nunca fue mayor el abismo entre el prodigioso desarrollo material y científico y el deprimente retraso político y moral”. En síntesis, Fuentes asignó a la Cátedra Alfonso Reyes dos retos: colaborar en la definición de una agenda de participación social para el siglo XXI90 y difundir entre los estudiantes los sabios, variados y gratos escritos de Reyes.


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Críticas compartidas La última confesión de su deuda con Reyes resulta muy significativa. Tres características la distinguen: fue escrita por un Fuentes que rebasaba los ochenta años, con gran madurez y todo tipo de experiencias, la mayoría gratas aunque finalmente dominarían las tristes; fue un escrito íntimo, que se asomó al alma de don Alfonso, y fue producto de un deseo personal de escribirla, sin estimulantes externos, ya fueran premios o cátedras. Esto explica que sea la más hermosa y profunda de sus semblanzas de Reyes. Se trata del capítulo inicial del último libro entregado por Fuentes a la imprenta, el que fuera publicado pocos días después de su fallecimiento, a principios de 2012. Construido con semblanzas de amigos y escuetamente titulado Personas, el libro puede verse como un testamento espiritual, pues refleja nítidamente los intereses de Fuentes. Incluye recuerdos de escritores, cineastas —Luis Buñuel— y políticos. Entre los primeros destacan las presencias de Reyes, Neruda y Cortázar. También fueron dibujados algunos escritores ajenos al lenguaje hispanoamericano: André Malraux, Arthur Miller y


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William Styron, confirmando que en su cosmopolitismo predominaban lo angloamericano y lo francés. A Fuentes siempre le interesó la política, y lo refleja con las semblanzas de un par de estadistas, ambos ‘izquierdistas’: mexicano uno, Lázaro Cárdenas; francés el otro, François Mitterrand. Producto de su intermitente experiencia universitaria, como alumno o como profesor, Fuentes recuerda primero su trato con Mario de la Cueva y Manuel Pedroso,91 para luego pasar revista a su amistad con el economista norteamericano John K. Galbraith, el historiador estadounidense Arthur Schlesinger Jr., la crítica cultural Susan Sontag y la filósofa María Zambrano. Varias preguntas se imponen respecto a este tardío escrito de Fuentes sobre Reyes:92 ¿por qué inicia, precisamente, con la semblanza de Reyes? ¿Por qué le impuso al libro un orden cronológico y temático? ¿Cuáles eran los rasgos de don Alfonso que le resultaban más significativos a Fuentes casi al término de su vida? ¿Cuál fue su valoración final de don Alfonso? Lo que más llama la atención de su única semblanza biográfica de Reyes, de su único retrato escrito sobre él, son las profundas si-


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militudes que los identificaban. Significativamente, en este texto tardío Fuentes omitió cualquier referencia a las posiciones políticas de ambos. En su apreciación final Fuentes se identifica con Reyes en dos aspectos capitales de sus vidas: uno le mereció juicios explícitos; el otro, una atinada, profunda, bella y respetuosísima sentencia. Seguramente pensando más en él mismo que en don Alfonso, Fuentes destaca el cosmopolitismo de Reyes, su conocimiento de otras literaturas, sus largas estancias en diferentes países y su reconocimiento internacional: tener lectores mexicanos y extranjeros. De hecho, cita dos veces una misma frase de Reyes, identificándose plenamente con ella: “Nunca me sentí profundamente extranjero en pueblo alguno, aunque siempre algo náufrago del planeta”.93 Lo verdaderamente significativo es que Fuentes reconociera que para ambos el cosmopolitismo resultó causa de fuertes reclamos. En efecto, nos recuerda que Reyes fue “muy atacado […] por los chauvinistas y nacionalistas que abundan en nuestros países”. En particular menciona las acusaciones de Héctor Pérez Martínez contra


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don Alfonso por su supuesta falta de “color local”, de vinculación con México.94 Indignado, Fuentes advierte lo equivocado de tal aseveración, a la que llama “despropósito amnésico”, considerando que Reyes —recuérdese, escritor “con raíz pero sin fronteras”— fue el autor de Visión de Anáhuac y de cientos —acaso miles— de páginas con tema mexicano. Para Fuentes no había duda: “el ataque nacionalista olvida, reduce”, pues Reyes nunca fue ajeno a la cultura mexicana, aunque sí constante crítico de su parroquialismo.95 En rigor, agradece a don Alfonso su lucha por combatir toda reducción a lo nacional, por ser “generosamente universal” (“ser mexicano es un hecho, no una virtud”), pues con ello permitió a los escritores que le sucedieron, él como primer beneficiario, mantenerse vinculados con la cultura mundial “sin necesidad de dar las explicaciones que Reyes dio por todos nosotros”.96 En este aspecto Fuentes encuentra sólo una diferencia: Reyes estaba más atento, y por lo mismo era más vulnerable, a las críticas de los “chovinistas irredentos”.97 Fuentes también fue objeto de críticas similares, y fue constantemente acusado de falto de nacionalismo,


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de escritor cosmopolita en el sentido xenofóbico del término.98 Uno más de sus paralelismos con Reyes: a Fuentes también le han agradecido algunos su decisiva influencia en la internacionalización de la literatura mexicana. En efecto, recientemente se ha dicho que “gracias a él —y a Octavio Paz, agregaría— ya podemos caminar por el mundo sin necesidad de presentar ningún pasaporte cultural identitario”.99 Entrañable coincidencia Un dolor mucho mayor que el de las críticas y los rechazos gremiales terminó hermanando a Reyes y a Fuentes. En una epigramática frase, que supone un profundo conocimiento del otro, Fuentes aseguró que don Alfonso había sido “un hombre risueño” que “no fue feliz”.100 Cierto: el propio Reyes confesó que desde el amargo día en que murió su padre, a principios del remoto 1913, no volvió a ser feliz. A partir de entonces sólo fue amable y risueño, pero “cauto”. Dos remedios encontró para contrarrestar su “inmensa pérdida”: la literatura y


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resucitar a su padre en su interior: “en mí te llevo, en mí te salvo”.101 Don Alfonso tuvo muchos otros motivos de dolor: los problemas profesionales de su único hijo, un amor no consumado en Brasil y su constante mala salud. Sin embargo, la muerte de su padre fue su pena mayúscula y definitiva. ¿En qué pensaba Fuentes cuando definió perfectamente a Reyes: fue risueño pero no feliz? ¿En quién pensaba? ¿Acaso en él mismo, hombre risueño, intenso, jovial, influyente y exitoso, que, a través de su dedicación cabal a la literatura y a sus muchos otros intereses, resucitaba también sus inmensas pérdidas?102 Al aludir a este aspecto de Reyes, Carlos Fuentes reconoció el inmenso provecho de la doble lección balsámica de don Alfonso. La primera: trabajar intensamente, escribir todos los días. En un revelador párrafo de su Diario, Alfonso Reyes confesó que logró “irse curando” de sus penas “a punta de pluma”.103 La segunda, asumir siempre una actitud positiva ante los infortunios de la vida, postura propia de los espíritus valientes. Algunos escritores cercanos a Fuentes reconocen también su notable fortaleza espiritual. Así, a despecho de su “pena impronunciable”,104 la “fatali-


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dad esencial” que padeció en los últimos años de su vida resultó “el más valioso combustible de su enorme actividad creadora”.105 Otro escritor cercano a Fuentes asegura que una de sus mayores cualidades fue “la templanza”.106 Para sus amigos era evidente: la mayor felicidad de Fuentes consistía en escribir. A diferencia de Reyes, era más escéptico de la capacidad curativa de la literatura. Sin embargo, durante sus últimos años gustaba de tener espiritualmente a su lado a sus dos hijos “en el momento de escribir”.107 La mayor lección de ambos, su principal enseñanza, fue mostrarnos que la verdadera educación, la mayor virtud humana, implica saber “enfrentarse a los problemas radicales de la vida”.108 Siendo así, el prematuramente envejecido Reyes y el eternamente joven Fuentes109 siempre serán maestros auténticos y decisivos para sus lectores, pues enseñan a superar los graves obstáculos de la existencia humana, a doblegar los mayores infortunios, con trabajo y buena disposición vital; con garra y con ánimo, con voluntad y fortaleza.


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DIBUJOS DE ALFONSO REYES POR CARLOS FUENTES


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NOTAS

Una descripción diferente, pero coincidente, de ambas fotografías, en Georgina García-Gutiérrez, “Vínculos biográficos y diálogos intertextuales entre Alfonso Reyes y Carlos Fuentes”, en María José Rodilla y Alma Mejía (eds.), Memoria y literatura. Homenaje a José Amezcua, México, Universidad Autónoma Metropolitana, 2005, pp. 352-353. 2 Xavier Guzmán Urbiola, Héctor Perea y Alba C. de Rojo (investigación iconográfica, documental y selec. de textos), Alfonso Reyes. Iconografía, México, Fondo de Cultura Económica-El Colegio Nacional-El Colegio de México, 1989, pp. 127 y 130. 3 Archivo Histórico Genaro Estrada, de la Secretaría de Relaciones Exteriores, expediente personal de Rafael Fuentes Boettiger (en adelante AHGE, exp. RFB), núm. 31-27-3 (I), ff. 12, 14 y 16, y 31-27-3 (II), ff. 46, 58 y 86. 4 AHGE, exp. RFB, núm. 31-27-3 (I), f. 13. 5 Ibidem, núm. 31-27-3 (II), f. 338. 6 El 4 de noviembre de 1931 Reyes consignó en su Diario: “Aunque lamentando separación, considero Fuentes más ade1


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cuado hacerse cargo legación Montevideo”. Cf. Alfonso Reyes, Diario III, Jorge Ruedas de la Serna (ed.), México, Fondo de Cultura Económica, 2011, p. 47. 7 Cf. AHGE, exp. RFB, 31-27-3 (II), f. 342. 8 Alfonso Reyes y Rafael Fuentes mantuvieron un cariñoso epistolario hasta la muerte del primero. 9 Alfonso Reyes, Diario III, 30 de agosto de 1931, p. 41. 10 Carlos Fuentes consigna haber tenido un tío escritor, y reconoce que su padre le obsequió sus primeros libros. 11 Alfonso Reyes, Diario, cuaderno X, 11 y 23 de julio y 20 de agosto de 1947, en Capilla Alfonsina. 12 Las obras literarias completas de Reyes fueron publicadas en una colección de veintiséis tomos. Por su parte, la editorial Planeta publicó hace algunos años la colección Carlos Fuentes, que llegó a los treinta tomos. Véase http://www.cronica. com.mx/notas/2002/29482.html 13 “Carlos Fuentes recuerda a don Alfonso. Muchachas, libros y obligaciones diplomáticas”, entrevista de Graciela Gliemmo realizada el 20 de septiembre de 1998, en Eduardo Robledo Rincón (coord.), Alfonso Reyes en Argentina, Buenos Aires, EUDEBA, 1998, p. 33. Véase también Carlos Fuentes, “How I started to write”, en Myself with Others, Londres, André Deutsch Limited, 1985, p. 18. 14 Acaso su infancia nos sea develada en el manuscrito inédito que acaba de ser encontrado en su archivo, titulado Los días de la vida, consistente en las memorias de su niñez. 15 Cf. Carlos Landeros, “Con Carlos Fuentes”, en Carlos


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Landeros, Los Narcisos, México, Oasis, 1983, p. 39. El mejor recuento de su arqueología literaria en Jorge Volpi, “El alquimista y el atleta. Un retrato de Fuentes adolescente”, en Cristina Fuentes y Rodolfo Mendoza (eds.), Carlos Fuentes y la novela latinoamericana, Xalapa, Veracruz, Universidad Veracruzana, 2013, pp. 84-85. Volpi precisa que en Chile hizo sus primeros esbozos literarios y que aquella novela inicial la escribió junto con su condiscípulo Roberto Torretti. 16 Los títulos de los tres trabajos enviados y premiados —entre 103 concursantes, “la mayoría en prosa”— eran: “Rondalla del Sur”, “Senderos” y “Nueve más uno”. Véase Reforma, 15 de mayo de 2013. Nueva precisión de Volpi: obtuvo los primeros cuatro lugares con cuatro escritos; el único texto sobreviviente es el del cuarto sitio, y su tema y estilo se refleja en uno de los cuentos de Los días enmascarados, publicado en 1954. Estando con los maristas escribió su segunda novela al ‘alimón’, ahora con su compañero Enrique Creel. Cf. Jorge Volpi, “El alquimista…”, op. cit., pp. 84-87. 17 Apareció en el Instituto Nacional de Chile. 18 Alfonso Reyes dio el mismo consejo a Antonio Alatorre, pero Daniel Cosío Villegas, que estaba presente en la conversación, lo interrumpió diciéndole: “mire, Alfonso: usted y yo tenemos título de abogados, y ¿quiere decirme para qué carajo nos ha servido?”. Cf. Antonio Alatorre, Estampas, México, El Colegio de México, 2012, p. 12. 19 Cf. “Bajo la nieve”, entrevista de Alfred MacAdam y Charles Ruas, realizada en el invierno de 1981, en Jorge F. Hernández (comp. e introd.), Carlos Fuentes: territorios del tiempo.


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Antología de entrevistas, México, Fondo de Cultura Económica, 1999, p. 56. Véase también Carlos Fuentes, “Radiografía de una década: 1953-1963”, en Carlos Fuentes, Tiempo mexicano, México, Joaquín Mortiz, 1971, p. 56. Volpi precisa que se tituló de abogado con una tesis “poco literaria”, titulada Bosquejo jurídico-histórico de la Doctrina rebus sic stantibus. Cf. Jorge Volpi, “El alquimista…”, op. cit., p. 88. 20 Véase el recuerdo de Fuentes sobre Pedroso en “Magister dixit”, en Carlos Fuentes, Personas, México, Alfaguara, 2012, pp. 55-68. 21 De ninguna manera puede pensarse que los cursos de Pedroso estaban dirigidos a los jóvenes diletantes o a quienes buscaban evitar los temas jurídicos. El propio Fuentes recordaría que Pedroso “no admitía la simulación” y “exigía trabajo y crítica”. Con todo, su mayor enseñanza fue de orden cultural y moral: “nos enseñó la lealtad a la vocación, el sentido de la ética solidaria. Nos enseñó a percibir las correspondencias entre las cosas del mundo, a gozar en las ideas y también, en la vida”. Cf. Carlos Fuentes, “Recuerdo de don Manuel”, prólogo a Manuel Pedroso, La aventura del hombre natural y civil, México, Joaquín Mortiz, 1976, pp. 12-13. Para confirmar la naturaleza de la docencia de Pedroso y la fuerza de su influencia sobre sus alumnos, resulta iluminador el testimonio de otro discípulo con vocación literaria: Sergio Pitol. Según éste, lo que “más nos seducía era la capacidad del maestro para mover los grandes cuadros historiográficos de la teoría política, utilizando no sólo a las fuentes esenciales: los juristas y creadores del concepto de Estado, sino a los testigos: los es-


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critores, los filósofos, los artistas. Shakespeare, Goya, Balzac, Dante, Dostoievski”. Su reconocimiento es absoluto: “nadie como él fue tan decisivo en mi formación intelectual”. Cf. Sergio Pitol, Escritos autobiográficos, en Obras reunidas, t. IV, México, Fondo de Cultura Económica, 2006, p. 24. Véase también Julio Ortega, Retrato de Carlos Fuentes, Barcelona, Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, 1995, p. 48. 22 Aunque lo dijo en un escenario español y monárquico, al recibir ante los reyes el Premio Cervantes, ya fuera por cortesía o como deslinde político, lo cierto es que Fuentes aseguró que a Pedroso, su “viejo profesor”, era a quien más debía por su formación. De otra parte, su condiscípulo Sergio Pitol afirma que al llegar a la Facultad de Derecho Fuentes ya traía una “profunda pasión” por la literatura y un “inmenso bagaje” de lecturas y experiencias vitales. Cf. Sergio Pitol, “Carlos Fuentes, nuestro Virgilio”, en Cristina Fuentes y Rodolfo Mendoza (eds.), Carlos Fuentes y la novela latinoamericana, op. cit., p. 68. 23 Véase Jorge Volpi, “El alquimista…”, op. cit., p. 88. Parece que el comentario fue hecho por Porfirio Muñoz Ledo, también estudiante en esos años y miembro del grupo Medio Siglo, del que formaron parte futuros intelectuales y políticos, como Víctor Flores Olea, Enrique González Pedrero, el propio Muñoz Ledo y, obviamente, Carlos Fuentes, su líder natural. 24 Alfonso Reyes, Diario, cuaderno XI, 16 de enero de 1950 y 17 de mayo de 1952. Por ejemplo, las ‘noches patrias’ del 14 y 15 de septiembre de 1953 las pasó “Carlitos” con don Alfonso en Cuernavaca. Para confirmar la familiaridad del


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trato, nótese que varias veces Carlos Fuentes fue a ‘la Capilla’ con alguno de sus padres o con su hermana Berta, y que en ocasiones se quedaba “a merendar”. Cf. ibidem, cuaderno XII, 26 de julio y 2 de noviembre de 1954; cuaderno XIII, 1º de febrero de 1956; cuaderno XIV, 19 de marzo de 1957. 25 Algunas copias de esas felicitaciones en Carlos Fuentes Papers (en adelante CFP), Princeton University, caja 122, folder 29. Véase también Alfonso Reyes, Diario, cuaderno XI, 17 y 22 de mayo y 16 de agosto de 1952; cuaderno XII, 3 de enero de 1953, 24 de enero y 26 de diciembre de 1954; cuaderno XIII, 26 de noviembre de 1955. Sergio Pitol, también estudiante en Derecho y, como Fuentes, devoto discípulo de don Manuel Pedroso, solía, igualmente, asistir a las conferencias de Reyes en El Colegio Nacional. Cf. Sergio Pitol, Escritos autobiográficos, op. cit., p. 26. Aunque él no lo registra, todo parece indicar que Pitol también asistía “asiduamente” a la Capilla. Cf. Carlos Fuentes, “Radiografía de una década: 1953-1963”, op. cit., p. 57. 26 En una ocasión Reyes preguntó a Fuentes su opinión sobre Julieta Campos, “con miras futuras, no inmediatas, hacia el Colegio de México”. Cf. carta de Alfonso Reyes a Carlos Fuentes, 10 de mayo de 1957, en Capilla Alfonsina, Expediente Carlos Fuentes (en adelante Exp. C. F.). 27 Alfonso Reyes, Diario, cuaderno XII, 6 de enero y 23 de marzo de 1955; cuaderno XIII, 31 de agosto, 17 de octubre, 12 de noviembre y 23 de diciembre de 1955. Rafael Gutiérrez Girardot fue un constante estudioso de la obra de Reyes, como lo prueba el hecho de que haya sido el escogido para


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editar la antología de don Alfonso para la célebre editorial venezolana Biblioteca Ayacucho, la que apareció en 1991 con el título de Última Tule y otros ensayos. La Revista Mexicana de Literatura comenzó a publicarse en 1955. Durante sus dos primeros años fue dirigida por Fuentes y Carballo; esto es, los primeros doce números. Reyes colaboró en el segundo con el texto “La danza griega”. Fue en este número en el que apareció el artículo de Gutiérrez Girardot sobre la imagen de América en Reyes. 28 Al menos en una ocasión Reyes firmó una carta que le dirigió como “tu viejo padrino”. Cf. carta de Alfonso Reyes a Carlos Fuentes, sin fecha, en Capilla Alfonsina, Exp. C. F. 29 Alfonso Reyes, Diario, cuaderno XII, 14 de mayo de 1955; cuaderno XIII, 17 de abril y 1° de diciembre de 1956; cuaderno XIV, 1° de diciembre de 1957. 30 Véase ibidem, cuaderno XII, 13 de marzo y 2 de abril de 1955. Los tres tesoros es un cuento largo, de aproximadamente 80 páginas, en el que Reyes tomó como punto de partida The Treasure of Franchard, de Robert Louis Stevenson, aunque el resultado fue una ficción muy alejada de ésta. El cuento fue publicado en 1955, en la colección Tezontle del Fondo de Cultura Económica, y luego en el t. XXIII de sus Obras completas, México, Fondo de Cultura Económica, 1989, pp. 495-550. 31 Recuérdese que la primera publicación de Reyes fue el poema Duda, que apareció en el periódico regiomontano El Espectador en 1905. 32 En efecto, un grupo de amigos entre los que estaban Jorge


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Portilla, Manuel Calvillo, Ramón Xirau, Jomi García Ascot, María Luisa Elío, Roque Javier Laurenza y el propio Carlos Fuentes, acordó elaborar dicha Nueva junta de sombras “como ejercicio paródico y homenaje a nuestro maestro Alfonso Reyes”. Lo imprimió Juan José Arreola y el tiraje fue de tantos ejemplares “como letras tiene el nombre del maestro”. Nótese la reiteración del trato magisterial a don Alfonso. Cf. Nueva junta de sombras. Por el colofón queda claro que el folletito fue impreso el día de su cumpleaños: 17 de mayo. Para un análisis del obsequio de aquellos jóvenes véase Gonzalo Celorio, “Palabra que sí”, en Nexos, núm. 370 (octubre de 2008), p. 46. 33 El original del dibujo se encuentra en CFP, caja 122, folder 29. Afortunadamente, el Instituto Tecnológico de Monterrey y el Fondo de Cultura Económica reimprimieron este rarísimo folleto en marzo de 2001. Una conocida estudiosa de Fuentes asegura que cuando don Alfonso cumplió setenta años, en mayo de 1959, Fuentes le hizo “un comic de ocho caricaturas en las que Reyes es el personaje de la Historia Universal”, pues en cada dibujo se muestra “la graciosa figura de Reyes en diferentes épocas y con vestimentas distintas”. Cf. Georgina García-Gutiérrez, “Vínculos biográficos…”, op. cit., pp. 356-357. Véase también Gonzalo Celorio, “Palabra que sí”, op. cit., p. 46. 34 Es un hecho incuestionable que de joven Fuentes practicó mucho el dibujo: sus cuadernos escolares de su etapa chilena están llenos de “retratos satíricos de políticos mexicanos”; también hizo un comic con “una fabulosa y distinguida historia del mundo”, atribuida a un tal “Sir Charles Fontainne”. Cf.


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Jorge Volpi, “El alquimista…”, op. cit., pp. 84-86. En una exposición fotográfica montada en el vestíbulo del Palacio de Bellas Artes como parte del homenaje del primer año de su fallecimiento, se expuso un ‘mural’ que incluía decenas de caricaturas hechas por Fuentes. 35 Entre los falsos autores del homenaje a Reyes también estaban Geoffrey Chaucer, François Villon, Luís Vaz de Camões, Luis de Góngora, Lord Byron y Stéphane Mallarmé, además de Paz. 36 Está confirmado que Reyes le obsequiaba a Fuentes sus novedades bibliográficas. Es más, Fuentes le dijo en una ocasión a don Alfonso que en su biblioteca tenía un área “alphonsina”, la que “ya se acerca al centenar de volúmenes”, aunque aún adolecía de algunos “huecos”. Véase carta de Carlos Fuentes a Alfonso Reyes, 18 de mayo —seguramente por su cumpleaños— de 1953, en CFP, caja 122, folder 29. Véase también Gonzalo Celorio, “Palabra que sí”, op. cit., p. 46 37 Georgina García-Gutiérrez, “Vínculos biográficos…”, op. cit., pp. 342 y 345-348; Georgina García-Gutiérrez, “Apuntes para una biografía literaria”, en Georgina García-Gutiérrez (comp.), Carlos Fuentes. Relectura de su obra: Los días enmascarados y Cantar de ciegos, León, Guanajuato, Universidad de Guanajuato-El Colegio Nacional-Instituto Nacional de Bellas Artes, 1995, p. 61. La labor cinematográfica no se redujo a la publicación de reseñas críticas, sino que incluso llegó a escribir varios guiones de películas, en parte por afición pero también para complementar sus ingresos económicos, por ejemplo Los caifanes (1965) y ¿No oyes ladrar los perros? (1974).


70 JAVIER GARCIADIEGO 38 Alfonso Reyes, Diario, cuaderno XII, 13 de marzo, 2 de abril, 18 y 19 de mayo de 1955; cuaderno XIII, 17 de abril y 20 de junio de 1956. 39 Cf. Julio Ortega, Retrato…, op. cit., p. 50. 40 Carta de Alfonso Reyes a Rafael Fuentes, 12 de marzo de 1955, en Capilla Alfonsina, Exp. C. F. 41 En realidad hay una mención posterior, al consignar que el 11 de julio de 1958 (cuaderno XIV) se apareció “Carlitos” Fuentes con un reportero gráfico de la revista Life. 42 Alfonso Reyes, Diario, cuaderno XIV, 29 de marzo de 1958. En el colofón de la primera edición se consigna que el libro terminó de imprimirse el mismo 29 de marzo, lo que nos obliga a imaginarnos a un Fuentes que corrió con un ejemplar de la imprenta a ‘la Capilla’, lo que confirmaría su gran aprecio por don Alfonso y la influencia que éste tenía en su inicial ‘carrera’ literaria. 43 “Carlos Fuentes recuerda a don Alfonso…”, op. cit., p. 40. 44 La frase completa dice: “Viajero: has llegado a la región más transparente del aire”, y es el epígrafe de Visión de Anáhuac. La primera edición fue publicada en 1917 en Costa Rica, por la imprenta Alsina, en la colección El Convivio, de Joaquín García Monge. Luego fue reimpresa en un par de ocasiones, así como en un tomo temprano de sus Obras completas, donde pudo haber sido leída por Fuentes. En efecto, véase Alfonso Reyes, Obras completas, t. II, México, Fondo de Cultura Económica, 1956, p. 13. 45 Carta de Alfonso Reyes a Carlos Fuentes, sin fecha, en Ca-


Alfonso Reyes y Carlos Fuentes, una amistad literaria 71

pilla Alfonsina, Exp. C. F. En una entrevista dada por Reyes poco después de aparecida La región más transparente, aseguró que “por suerte” no era purista, por lo que no rechazaba, de entrada, ni el lenguaje popular ni la descripción de los barrios bajos de México. Cf. “Don Alfonso en su palomar”, entrevista de Elena Poniatowska, en Universidad de México, núm. 9 (mayo de 1959), pp. 19-24. Para la preparación y realización de la entrevista véase Alfonso Reyes, Diario, cuaderno XV, 7, 24 y 27 de abril de 1959. 46 Para complicar aún más el asunto del título de la célebre novela, Octavio Paz alega haberle sugerido a Fuentes “el título de su primer libro”. Véase entrevista de Silvia Cherem a Octavio Paz, “Soy otro, soy muchos…”, en Octavio Paz, Miscelánea III. Entrevistas, en Obras completas, t. XV, México, Fondo de Cultura Económica, 2003, p. 374. 47 Cf. Georgina García-Gutiérrez, “Vínculos biográficos…”, op. cit., pp. 343, 353 y 358. Según esta autora, el título “vincula a los dos escritores y a sus obras con un parentesco explícito”. No hay mejor confirmación de esa actitud de Fuentes, del reconocimiento de sus deudas literarias, que la dedicatoria manuscrita que estampó en el ejemplar que obsequió a don Alfonso, “maestro y amigo en todas las horas, en todas las páginas”. Agradezco esta información a la directora de la Capilla Alfonsina de la Universidad Autónoma de Nuevo León, la escritora Minerva Margarita Villarreal. 48 Véase Georgina García-Gutiérrez (ed.), Introducción a Carlos Fuentes, La región más transparente, Madrid, Ediciones Cátedra, 1982, p. 29.


72 JAVIER GARCIADIEGO 49 Fuentes sabía que escribir sobre “los pelados”, “los teatros frívolos” y “los prostíbulos”, utilizando el lenguaje popular de la ciudad y el “lenguaje prostituido de la nueva burguesía mexicana”, implicaba para Reyes “romper ‘las formas literarias’”. Cf. “Carlos Fuentes recuerda a don Alfonso…”, op. cit., p. 40. 50 Cartas de Alfonso Reyes a Carlos Fuentes citadas en las notas 28 y 45. Véase también “Carlos Fuentes recuerda a don Alfonso…”, op. cit., p. 40. 51 Elena Poniatowska, “Carlos Fuentes, un tropel de caballos desbocados”, en Georgina García-Gutiérrez (comp.), Carlos Fuentes desde la crítica, México, Universidad Nacional Autónoma de México-Taurus, 2001, pp. 31 y 37. 52 Georgina García-Gutiérrez, “Carlos Fuentes desde la crítica”, en ibidem, pp. 10 y 15. 53 Véase “Carlos Fuentes recuerda a don Alfonso...”, op. cit., p. 40. El colofón de Las buenas conciencias señala que la obra terminó de imprimirse el 16 de octubre de 1959, dos meses antes de la muerte de don Alfonso, lo que nos obliga a pensar en una inmediata lectura de éste. Por otra parte, en varias ocasiones Fuentes señaló que empezó a escribir primero Las buenas conciencias, pero que la tuvo que interrumpir para escribir La región más transparente, cuyo tema y tono le parecieron más relevantes. Por un error, el catálogo impreso de la biblioteca de Reyes no consigna que éste poseyera un ejemplar de dicha novela; en cambio, reconoce la existencia de un ejemplar de La región más transparente y otro de Los días enmascarados, publicado en 1954. Cf. Carolina Olguín García y


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Jorge Saucedo (eds.), Capilla Alfonsina. La biblioteca de Alfonso Reyes, México, Universidad Autónoma de Nuevo León-Fondo de Cultura Económica, 2011, p. 361. Físicamente, la Capilla Alfonsina de la Universidad Autónoma de Nuevo León sí posee un ejemplar de Las buenas conciencias, cuya dedicatoria dice: “a don Alfonso, maestro permanente; a Manuelita, el cariño invariable de…” 54 Cf. Silvia Lemus, “Carlos Fuentes en Princeton”, en Silvia Lemus, Tratos y retratos, México, Fondo de Cultura Económica, 2013, pp. 308-309. En dicha entrevista Fuentes admitió que luego usó otra vez a Reyes para el epígrafe de Agua quemada, “obra compañera” de La región más transparente. 55 Véase CFP, caja 54, folder 9. Se asegura que existe una fotografía del niño Carlos Fuentes sentado en las piernas de don Alfonso, lo que le quitaría el carácter metafórico a la frase. 56 En otra ocasión Fuentes reconoció que lo visitaba “mes con mes”, periodización más verosímil pero que también refleja una notable asiduidad, sobre todo tratándose de dos personas separadas por más de cuarenta años. Cf. “Carlos Fuentes recuerda a don Alfonso…”, op. cit., p. 33, y la conferencia inaugural de la Cátedra Alfonso Reyes que pronunció el propio Fuentes en 1999, “Un nuevo contrato social para el siglo XXI”, en Revista de Humanidades: Tecnológico de Monterrey, núm. 8 (2000), p. 124. 57 Ésta es otra expresión del mítico inicio literario de Fuentes bajo el influjo de don Alfonso. Lo cierto es que en “su primer proyecto de libro”, esbozado en Chile a los quince años de edad, aparece Henri Beyle —nombre real de Stendhal— para


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guiar al personaje —como un nuevo Virgilio— a través de un viaje por la historia de la literatura, periplo que concluía en el reino de la creación. Cf. Jorge Volpi, “El alquimista…”, op. cit., p. 85. 58 “Carlos Fuentes recuerda a don Alfonso…”, op. cit., pp. 3335. En efecto, siempre aceptó que el “consejo fundamental” que le dio Reyes fue que la disciplina iba “por delante”. 59 Ibidem, pp. 35 y 39. Fuentes mantuvo siempre esta imagen de Reyes, como lo prueba que en una ocasión posterior insistiera en ello: “no creo haber conocido a otro hombre que reuniese tanta afabilidad humana con tanta agudeza intelectual”. Véase su conferencia “Un nuevo contrato social…”, op. cit., p. 121. 60 Un gran conocedor de la vida y obra de Fuentes asegura que éste tenía “un profundo conocimiento de la poesía y un desmedido gusto por leerla”. Cf. Gonzalo Celorio, “Palabra que sí”, op. cit., p. 46. Elena Poniatowska coincide con esta opinión, y asegura que Fuentes fue, a todo lo largo de su vida, “un gran lector de poesía”. Véase su texto “La campaña de Carlos Fuentes”, en Georgina García-Gutiérrez (comp.), Carlos Fuentes. Relectura de su obra…, op. cit., p. 202. En su última evaluación sobre él Poniatowska insiste en que si bien Fuentes no escribió poesía, ésta “late en el ritmo de sus frases”. Cf. Elena Poniatowska, “No te vayas, Carlos Fuentes”, en Cristina Fuentes y Rodolfo Mendoza (eds.), Carlos Fuentes y la novela latinoamericana, op. cit., p. 74. 61 En 2013 el Fondo de Cultura Económica publicó sus Cuentos completos, una compilación conformada por 56 textos en


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poco más de 900 páginas. 62 Como se sabe, el general Reyes murió en febrero de 1913 al inicio del cuartelazo contra el gobierno de Francisco I. Madero. Como también se sabe, el suceso fue un doloroso parteaguas en la vida de don Alfonso. Cf. E. V. Niemeyer, El general Bernardo Reyes, México, Gobierno del estado de Nuevo León, 1966; Josefina G. de Arellano, Bernardo Reyes y el movimiento reyista en México, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1982; y Artemio Benavides Hinojosa, El general Bernardo Reyes. Vida de un liberal porfirista, México, Castillo, 1998. 63 Para la labor diplomática de Alfonso Reyes véase Víctor Díaz Arciniega (comp. y pról.), Alfonso Reyes. Misión diplomática, 2 t., México, Secretaría de Relaciones Exteriores-Fondo de Cultura Económica, 2001. 64 Acaso el mejor ejemplo sean sus libros Tiempo mexicano, México, Joaquín Mortiz, 1971, y Nuevo tiempo mexicano, México, Aguilar-Nuevo Siglo, 1994. 65 Alfonso Reyes contó a Pedro Henríquez Ureña que había rechazado un ofrecimiento de la Universidad de Texas para impartir clases, pues “no quiero desterrarme, volverme pocho, y ser un instrumento más de absorción de los elementos latino-americanos por aquella gente”. Cf. carta del 22 de marzo de 1939, en Epistolario íntimo (1906-1946), t. III, recopilación de Juan Jacobo de Lara, República de Santo Domingo, Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, 1983, pp. 461-462. 66 Fuentes impartió clases en las universidades de Brown,


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Harvard y Princeton, entre otras. 67 Recuérdese que Reyes fue diplomático entre 1920 y 1938, y que desde su regreso definitivo a México, a principios de 1939, hasta su muerte, veinte años después, presidió La Casa de España y El Colegio de México. 68 “Carlos Fuentes recuerda a don Alfonso…”, op. cit., pp. 3639. Para el Reyes representante internacional véase mi texto “Alfonso Reyes. Cosmopolitismo diplomático y universalismo literario”, en Escritores en la diplomacia mexicana, México, Secretaría de Relaciones Exteriores, 1998, pp. 190-223. 69 Siendo muy joven, Fuentes trabajó por un tiempo en la Secretaría de Relaciones Exteriores, puesto al que renunció pues se le presentó la oportunidad de estudiar por un tiempo en Ginebra. Casualmente, su jefe en la cancillería era un sobrino de Alfonso Reyes. Su carta de renuncia, fechada el 26 de octubre de 1955, en CFP, caja 122, folder 30. 70 Según Elena Poniatowska, “gracias a la carrera paterna” Fuentes pudo ver a México desde Chile, Argentina o Washington. Véase su texto “Carlos Fuentes cumple 75 años”, en Letras Libres, noviembre de 2003, en http://www.letraslibres. com/revista/letrillas/carlos-fuentes-cumple-75-anos 71 Recientemente Mario Vargas Llosa señaló que, si bien el boom comenzó comercialmente en 1962 con la publicación de su novela La ciudad y los perros, como corriente la nueva literatura latinoamericana había surgido cuatro años antes, con la publicación, precisamente, de La región más transparente, de Fuentes. Cf. El Universal, 21 de noviembre de 2012, en http://


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www.eluniversal.com.mx/notas/884833.html Véase también el video del discurso de Mario Vargas Llosa pronunciado al recibir el Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria en el Idioma Español, Biblioteca México, 21 de noviembre de 2012, 39 min., 22 seg., consultado en http://www. youtube.com/watch?v=456S4jvqGJw 72 En su primer texto específico sobre Reyes lo dijo muy claro: el mayor valor de éste era haber traducido “a términos mexicanos y latinoamericanos la summa de la cultura occidental”, gracias a lo cual pudo superarse “el retraso secular” con el que América Latina había llegado “a los banquetes de la civilización”. Cf. Carlos Fuentes, “Alfonso Reyes”, en Carlos Fuentes, Casa con dos puertas, México, Joaquín Mortiz, 1970, p. 95. Un análisis de este texto en Georgina García-Gutiérrez, “Vínculos biográficos…”, op. cit., pp. 354-355. 73 Carlos Fuentes, “Alfonso Reyes”, en Carlos Fuentes, Personas, op. cit., pp. 17 y 22. El valor de este escrito radica en que ya no se trata de lo dicho por un emocionado Fuentes joven, sino de la evaluación de un hombre “en plenitud” y “madurez”, que ya conocía “la experiencia del triunfo”. Cf. Georgina García-Gutiérrez, “Vínculos biográficos…”, op. cit., pp. 354-355. 74 De Stevenson tradujo Olalla; de Chesterton, tradujo los siguientes libros: Ortodoxia, Pequeña historia de Inglaterra, El candor del Padre Brown y El hombre que fue Jueves; de Sterne, Viaje sentimental por Francia e Italia. Todas estas traducciones fueron hechas en Madrid, entre 1917 y 1920, aproximadamente, para aliviar su situación económica.


78 JAVIER GARCIADIEGO 75 El poeta Juan Ramón Jiménez le preguntó, con admiración, que “¿desde dónde venía, así preparado de lo ajeno…?”. Cf. Juan Ramón Jiménez, Españoles de tres mundos. Viejo mundo, nuevo mundo, otro mundo (caricatura lírica) (1914-1940), Buenos Aires, Losada, 1942, p. 91. 76 El secretario Genaro Estrada, gran amigo suyo, le llamó la atención por desatender los asuntos de la embajada. Cf. Serge I. Zaïtzeff (comp. y notas), Con leal franqueza. Correspondencia entre Alfonso Reyes y Genaro Estrada, t. II, México, El Colegio Nacional, 1993, p. 273. 77 Carlos Fuentes llegó a comentar: “como yo crecí en dos culturas, la hispanoamericana y la anglosajona, gocé de dos listas de lecturas”. Véase la entrevista de María Victoria Reyzábal, “Mantener un lenguaje o sucumbir al silencio”, en Jorge F. Hernández (comp. e introd.), Carlos Fuentes: territorios del tiempo. Antología de entrevistas, op. cit., p. 116. Según Elena Poniatowska, Fuentes “conoce bien las dos Américas”, véase su texto “Carlos Fuentes cumple 75 años”, op. cit. 78 La colección Carlos Fuentes fue publicada por la Universidad Veracruzana en 2004, y consta de diez de sus novelas favoritas: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra; Bestiario, de Julio Cortázar; Los tres mosqueteros, de Alexandre Dumas; Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez; Cuentos de San Petersburgo, de Nikolai Gógol; El llano en llamas, de Juan Rulfo; La isla del tesoro, de Robert Louis Stevenson; Drácula, de Bram Stoker; Las aventuras de Huckleberry Finn, de Mark Twain, y Viaje al centro de la tierra, de Julio Verne. Además de realizar un “prólogo general a la


Alfonso Reyes y Carlos Fuentes, una amistad literaria 79

colección”, Carlos Fuentes redactó los de las obras de Cervantes, García Márquez y Gógol. Véase “Presenta la editorial UV Colección ‘Carlos Fuentes’”, en Universo. El Periódico de los Universitarios, Xalapa, Veracruz, Universidad Veracruzana, núm. 153, 27 de septiembre de 2004, en http://www.uv.mx/ UNIVERSO/153/infgral/infgral08.htm Asimismo, al inicio de su carrera literaria Fuentes había prologado, para la colección Nuestros Clásicos de la Universidad Nacional Autónoma de México, la clásica obra de Herman Melville, Moby-Dick. 79 De entre la vasta producción ensayística de Fuentes cabe mencionar: La nueva novela hispanoamericana; Valiente mundo nuevo: épica, utopía y mito en la novela hispanoamericana; Geografía de la novela; Jorge Luis Borges: la herida de Babel; Machado de la Mancha; Transformación=Transformation, y La gran novela latinoamericana. 80 Fuentes fue un lector asiduo de El Quijote —decía leerlo cada año—, al que le dedicó varios trabajos; por ejemplo, Cervantes o la crítica de la lectura, México, Joaquín Mortiz, 1976. También lo prologó, como mencionamos antes, para la Universidad Veracruzana, y le dedicó su discurso de ingreso a El Colegio Nacional. Cf. Carlos Fuentes, Palabras iniciales, presentación de Octavio Paz, México, El Colegio Nacional, 2013. Obviamente, Don Quijote fue el tema de otros dos discursos académicos suyos: al obtener en 1987 el Premio Cervantes, y al recibir, en Toledo, el Premio Internacional Don Quijote de la Mancha. De hecho, su aprecio por la clásica obra de Cervantes data de su adolescencia. Cf. Jorge Volpi, “El alquimista…”, op. cit., p. 85. 81 Carlos Fuentes, “Alfonso Reyes”, en Carlos Fuentes, Casa


80 JAVIER GARCIADIEGO

con dos puertas, op. cit., pp. 93-98. 82 La dedicatoria manuscrita de Los días enmascarados —ejemplar que se encuentra en la Capilla Alfonsina de la Universidad Autónoma de Nuevo León— es prueba clara de tal influencia, pues lo llama “tu duca, tu signore, tu maestro”. Véase Georgina García-Gutiérrez, “Vínculos biográficos…”, op. cit., pp. 345 y 354. 83 Carlos Fuentes, Palabras iniciales, op. cit. 84 Carlos Fuentes, La novela y la vida. Cinco discursos, México, Alfaguara, 2012, pp. 51 y 64. 85 Véase CFP, caja 54, folder 9. 86 “Carlos Fuentes recuerda a don Alfonso…”, op. cit., p. 41. 87 Discurso leído a mediados de enero de 1980, pero redactado a finales de 1979. Cf. CFP, caja 54, folder 9. 88 La publicación de la colección estuvo sometida a distintos avatares, como el cambio de varios colaboradores. La muerte de Carlos Fuentes también obligó a hacer otros cambios. El estado actual de la colección es el siguiente: 1. México, con prólogo y selección de Carlos Monsiváis; 2. Teoría literaria, Julio Ortega; 3. América, David Brading; 4. Nueva España, Gonzalo Celorio; 5. Memoria, Margo Glantz; 6. Literatura española, Vicente Quirarte (quien suplió a Juan Goytisolo); 7. Relaciones internacionales, Bernardo Sepúlveda; 8. Grecia, Teresa Jiménez Calvente (originalmente iba a colaborar Emilio Lledó); 9. Periodismo, Federico Reyes Heroles (tomo no contemplado en el proyecto original). Aunque anunciados en primera instancia con prólogos de Carlos Fuentes, José María Pérez Gay y José


Alfonso Reyes y Carlos Fuentes, una amistad literaria 81

Emilio Pacheco, respectivamente, faltan por publicarse Autobiografía, Literatura universal y Poesía, además de otro tomo de aforismos, prologado por Jesús Silva-Herzog Márquez, que se agrega al proyecto original. 89 Es muy significativo que Fuentes haya decidido que el primer tomo de la colección estuviera dedicado a México. 90 La conferencia inaugural fue leída el 16 de febrero de 1999, y se titula “Un nuevo contrato social para el siglo XXI”, op. cit. Obviamente, Fuentes aprovechó la ocasión para reiterar su deuda y su cariño a Reyes. Además de a su legendaria amabilidad y su “inteligencia cordial”, Fuentes hizo referencia a la monumental obra de don Alfonso, “con raíz pero sin fronteras”, escrita en la mejor prosa hispanoamericana del siglo XX. Trasladando a Reyes al siglo XXI, Fuentes aseguró que la idea de la cultura de don Alfonso estaba “imbuida de un respeto hacia el pluralismo”, en tanto que era “diversificada” y “dinámica”. Cf. ibidem, pp. 122, 124 y 141. 91 Es muy revelador que se remonte sesenta años para recordar a Pedroso, quien en su discurso al recibir el Premio Cervantes fue mencionado, comprensiblemente, como su mayor y mejor influencia por aquel entonces. 92 En el texto Fuentes subraya que escribió la semblanza el mismo 2012. Cf. Carlos Fuentes, “Alfonso Reyes”, en Carlos Fuentes, Personas, op. cit., p. 21. 93 La frase de Reyes procede de su texto Parentalia, publicado originalmente en 1954 por Los Presentes, y luego en Obras completas, t. XXIV, México, Fondo de Cultura Económica,


82 JAVIER GARCIADIEGO

1990, p. 362. 94 Cf. “Carlos Fuentes recuerda a don Alfonso…”, op. cit., p. 38. Véase también Alfonso Reyes/Héctor Pérez Martínez, A vuelta de correo. Una polémica sobre literatura nacional, ed. de Silvia Molina, México, Universidad Nacional Autónoma de México-Universidad de Colima, 1988. 95 Cf. Carlos Fuentes, “Alfonso Reyes”, en Carlos Fuentes, Personas, op. cit., pp. 20-21, y la conferencia “Un nuevo contrato social…”, op. cit., p. 122. 96 Véase idem, y Carlos Fuentes, “Alfonso Reyes”, en Carlos Fuentes, Personas, op. cit., pp. 21-22. Este alegato en favor de Reyes se encuentra presente desde el primer escrito que le dedicó Fuentes, en el que lo recuerda “atacado a menudo por la mezquindad y la ceguera chovinistas”, sin que se entendiera el alto valor de sus reclamos de que todas las expresiones culturales del mundo “eran nuestras por derecho propio”, pues “sólo podíamos ser provechosamente nacionales siendo generosamente universales” y porque “sólo nos es ajeno lo que ignoramos”. Cf. Carlos Fuentes, “Alfonso Reyes”, en Carlos Fuentes, Casa con dos puertas, op. cit., pp. 94-95. Casi treinta años después Fuentes volvió a agradecer a Reyes haber hecho que, aunque tarde, América Latina se sumara al “banquete de la civilización” occidental. Cf. Carlos Fuentes, El espejo enterrado, México, Fondo de Cultura Económica, 1992, p. 302. 97 Fuentes alega que Reyes, quien padecía severos males cardiacos, probablemente murió por los insidiosos ataques de una revista. Cf. Carlos Fuentes, “Alfonso Reyes”, en Carlos Fuentes, Personas, op. cit., pp. 22-23, y “Carlos Fuentes recuer-


Alfonso Reyes y Carlos Fuentes, una amistad literaria 83

da a don Alfonso...”, op. cit., pp. 38-39. 98 Otra crítica recurrente fue asegurar que su obra temprana era superior a sus novelas tardías, sin darse cuenta que prácticamente en cada nuevo libro Fuentes innovaba en cuanto a temas, estilo y técnica novelística. En otras palabras, algunos críticos no apreciaron su permanente carácter renovador. 99 Cf. Gonzalo Celorio, “Sin Carlos Fuentes”, en Revista de la Universidad de México, núm. 112 (junio de 2013), pp. 24 y 25. Este autor señala otro paralelismo entre ambos: como Reyes, Fuentes también fue un “humanista moderno”, un extraño caso de “intelectual ecuménico”. 100 Carlos Fuentes, “Alfonso Reyes”, en Carlos Fuentes, Personas, op. cit., p. 17. 101 Véase ibidem, pp. 15 y 17. La frase de Reyes procede de su poema “9 de febrero de 1913”, en Alfonso Reyes, Constancia poética, Obras completas, t. X, México, Fondo de Cultura Económica, 1959, p. 147. 102 Carlos Fuentes, “Alfonso Reyes”, en Carlos Fuentes, Personas, op. cit., p. 17. Mario Vargas Llosa, viejo amigo de la pareja, subrayó, durante el discurso pronunciado al recibir el Premio Internacional Carlos Fuentes, que su esposa Silvia Lemus había compartido con él, de manera “abnegada” y “leal”, “la felicidad y los quebrantos de su vida”: “En las buenas y en las malas, Silvia […] fue para Carlos el brazo derecho indispensable, fuente de inspiración, paño de lágrimas, consejo lúcido, amor inalterable. Sin ella, difícilmente hubiera nacido esa obra monumental […]”. Cf. discurso de Mario Vargas Llosa, op. cit.


84 JAVIER GARCIADIEGO 103 Alfonso

Reyes, Diario, cuaderno IX, 20 de enero de 1942. La muerte del cónyuge se define como viudez; la muerte de los padres, como orfandad. Sin embargo, no hay concepto, no hay palabra que se refiera a la muerte de los hijos; o sea, es impronunciable, carece de nombre. 105 Ignacio Padilla, “Carlos Fuentes. Su voluntad, nuestra fortuna”, en Revista de la Universidad de México, núm. 114 (agosto de 2013), pp. 8 y 9. 106 Gonzalo Celorio, “Sin Carlos Fuentes”, op. cit., pp. 23 y 25. 107 Elena Poniatowska, “La campaña de Carlos Fuentes”, op. cit., p. 199. Véase sobre todo “Intento exorcizar la violencia”, entrevista de Román Piña a Carlos Fuentes, en http://www. elcultural.es/version_papel/LETRAS/18551/Carlos_Fuentes 108 Véase Carlos Fuentes, “Alfonso Reyes”, en Carlos Fuentes, Casa con dos puertas, op. cit., p. 97. 109 Además de hombre “de temple”, tuvo el privilegio “de no envejecer nunca”, de morir “sin agonía”, “sin decadencia”. Cf. Gonzalo Celorio, “Sin Carlos Fuentes”, op. cit., pp. 23 y 25. 104


REFERENCIAS DE LAS IMÁGENES

Pág. 10 Fotografía de los funcionarios de la embajada mexicana en Brasil, con sus cónyuges. Al centro, Alfonso Reyes y su esposa Manuela. A su derecha aparecen Rafael Fuentes y su esposa Bertha Macías. En los brazos de ésta, el niño Carlos Fuentes. Tomada de Xavier Guzmán Urbiola, Héctor Perea y Alba C. de Rojo (investigación iconográfica, documental y selec. de textos), Alfonso Reyes. Iconografía, México, Fondo de Cultura Económica-El Colegio Nacional-El Colegio de México, 1989, p. 127. Pág. 11 Fotografía de los matrimonios Reyes y Fuentes, en orden descendente de estatura. Tomada de Xavier Guzmán Urbiola, Héctor Perea y Alba C. de Rojo (investigación iconográfica, documental y selec. de textos), Alfonso Reyes. Iconografía, México, Fondo de Cultura Económica-El Colegio Nacional-El Colegio de México, 1989, p. 130. Pág. 56 Fotografía de Carlos Fuentes en la inauguración de la Cátedra Alfonso Reyes del Tecnológico de Monterrey, 16 de febrero de 1999, archivo de la Cátedra Alfonso Reyes.


86 JAVIER GARCIADIEGO

Pág. 58 Dibujos de Alfonso Reyes por Carlos Fuentes. Tomados de Georgina García-Gutiérrez (comp.), Carlos Fuentes. Relectura de su obra: Los días enmascarados y Cantar de ciegos, León, Guanajuato, Universidad de Guanajuato-El Colegio Nacional-Instituto Nacional de Bellas Artes, 1995, p. 285. Pág. 59 Dibujo de Alfonso Reyes por Carlos Fuentes. Tomado de Georgina García-Gutiérrez (comp.), Carlos Fuentes. Relectura de su obra: Los días enmascarados y Cantar de ciegos, León, Guanajuato, Universidad de Guanajuato-El Colegio Nacional-Instituto Nacional de Bellas Artes, 1995, p. 280. Pág. 60 Dibujos de Alfonso Reyes por Carlos Fuentes. Tomados de Georgina García-Gutiérrez (comp.), Carlos Fuentes. Relectura de su obra: Los días enmascarados y Cantar de ciegos, León, Guanajuato, Universidad de Guanajuato-El Colegio Nacional-Instituto Nacional de Bellas Artes, 1995, pp. 285 y 286. Colofón Dibujo de Alfonso Reyes por Carlos Fuentes. Tomado de Georgina García-Gutiérrez (comp.), Carlos Fuentes. Relectura de su obra: Los días enmascarados y Cantar de ciegos, León, Guanajuato, Universidad de Guanajuato-El Colegio Nacional-Instituto Nacional de Bellas Artes, 1995, p. 286.


ร NDICE

Presentaciรณn / 7 Alfonso Reyes y Carlos Fuentes, una amistad literaria / 13 Dibujos de Alfonso Reyes por Carlos Fuentes / 57 Notas / 61 Referencias de las imรกgenes / 85


Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey

Salvador Alva Gómez Presidente David Noel Ramírez Padilla Rector Luis Raúl Domínguez Blanco Vicerrector de Normatividad Académica y Asuntos Estudiantiles Ana Laura Santamaría Plascencia Directora de la Cátedra Alfonso Reyes


Alfonso Reyes y Carlos Fuentes, una amistad literaria, de Javier Garciadiego, edición conmemorativa del XV aniversario de la Cátedra Alfonso Reyes del Tecnológico de Monterrey, se terminó de imprimir y encuadernar en febrero de 2014. En su composición se usaron los tipos Garamond Regular y Bold de 12 y 10 puntos. La edición, que estuvo al cuidado de Pablo García, consta de mil ejemplares.



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