Mirar muy de cerca los cuadros de Alfredo Roldán da lugar a descubrimientos interesantes. La superficie está llena de escofinas y raspaduras, manchas, impactos, graffiti y líneas. Este tratamiento crea una gran cantidad de “mini-manchas”, hasta en áreas pequeñas del mismo color, todas con diferencias diminutas de refacción que, junto con el uso de colores muy diluido, permite variaciones interminables de contrastes, matices y tonalidad.