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MARÍA SOLEDAD CASTRO / SEREMI DE LAS CULTURAS, LAS ARTES Y EL PATRIMONIO, REGIÓN DE ÑUBLE

El 6 de septiembre de 2018 comenzó a funcionar la nueva Región de Ñuble ,y con ello, se detonó una serie de proyectos de desarrollo cultural, social y económico ansiados por gran parte de la población local. Sin embargo, y como históricamente ha sido, el arte fue uno de los primeros en entregar las alertas frente a los procesos de cambio que vendrían. Fue así como nace, antes de la Región de Ñuble, el foro Chillán: Paisaje Moderno. Territorios en Transformación, para visibilizar los cambios a los que se vería afectado el patrimonio arquitectónico de Chillán, la nueva capital regional. Ello sin hacer juicio de valor, sino que levantando interrogantes e invitando a la reflexión del ciudadano.

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Para comprender el foco de este trabajo, es necesario retroceder hasta 1939. Hay hitos que son capaces de marcar nuestra vida personal y, a la vez, cambiar el rumbo de nuestra historia como país. Uno de ellos fue el terremoto del 24 de enero de ese año. Por una parte, miles de familias perdieron a sus seres queridos y sus viviendas, y muchas de ellas se vieron obligadas a cambiar de ciudad. Por otra, luego de prestar el auxilio urgente y necesario, el Estado y las autoridades de la época, encabezadas por el Presidente Pedro Aguirre Cerda, vieron la oportunidad de crear y mejorar políticas públicas que hasta el día de hoy guían nuestro desarrollo como país. Ejemplo de ello son las normas constructivas que hoy rigen nuestras edificaciones y la creación de la Corporación de Reconstrucción y Auxilio, antepasada de la CORFO y el SERVIU. El sismo del 24 de enero merece un lugar en nuestra memoria histórica como Región de Ñuble. En primer lugar, para homenajear a los caídos, y también para agradecer a quienes reconstruyeron y siguieron adelante con un espíritu optimista y perseverante. Pero, sobre todo, para entender desde dónde se ha construido nuestra identidad regional.

Ésta se forjó resiliente y robusta, de la misma manera que la arquitectura moderna se instaló en Chillán, dando cuenta de una reconstrucción que no escatimó en recursos para demostrar una solidez material y espiritual. Así, el Edificio de los Servicios Públicos, los edificios municipales, la Catedral, el edificio COPELEC, la Escuela México y decenas de viviendas, entre otros, se construyeron bajo los ideales modernos. El terremoto fue la oportunidad para jóvenes arquitectos y el hormigón armado la solución para una sociedad que había sufrido bajo los escombros del adobe que se derrumbó con el terremoto del verano de 1939. Así, Chillán se volvió a levantar y, con ello, se transformó en una ciudad icónica de la arquitectura moderna que con los años llegó a ser objeto de estudio tanto en Chile como en el resto del mundo.

Chillán estuvo en la vanguardia; a la arquitectura se sumaron grandes referentes nacidos en Ñuble. Marta Colvin, la familia Parra Sandoval -con Violeta y Nicanor a la cabeza-, Baltazar Hernandez, Tomás Lago y tantos otros, fueron testigos y embajadores de una ciudad rica en tradiciones donde pudo converger de manera perfecta lo moderno con lo rural, siendo el Mercado de Chillán el mejor ejemplo de ello.

Las decisiones que se tomaron hace 80 años hoy constituyen gran parte de nuestro patrimonio arquitectónico. La Catedral, el edificio COPELEC y los murales de la Escuela México tienen declaratorias de monumentos nacionales y veinte edificaciones modernas más son Inmuebles de Conservación Histórica. Esta herencia se ve cuestionada con los nuevos procesos asociados al interés de lo público y lo privado por querer invertir en la nueva capital regional.

El desafío, entonces, no tiene que ver con detener el natural cambio que nuestra nueva condición de región significa, sino que debemos intentar conciliar la protección del patrimonio con la instalación de nuevos lenguajes arquitectónicos, invitando a estos últimos a tener una mirada de futuro para que lo que hoy se construya tenga el mérito de ser nuestro próximo patrimonio. Seguimos avanzando y, ahora más que nunca, debemos tener la lucidez que tuvieron autoridades y vecinos chillanejos hace 80 años.

Chillán es referente cultural y debemos procurar que siga siendo así, alejándonos de una mirada romántica, y entendiendo que nuestra identidad es un capital social y económico que debemos gestionar con responsabilidad. Chillán: Paisaje Moderno. Territorios en Transformación nos invita a revisar ese capital y a valorarlo como el elemento diferenciador que nos hace sentir orgullosos de ser chillanejos, de ser ñublensinos.

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