“Lo que tiene sentido, viene hacia mí, me golpea, me desplaza, me provoca. La verdad es el toque instantáneo –el sentido es el movimiento que va y viene” (Jean Luc Nancy)
Pienso que más que escribir en contra de, me gusta la idea de escribir con, en tanto que ese CON es la plasticidad que le permite al órgano más grande de mi cuerpo-la piel- contener todas las ficciones que me habitan. Ese CON implica disyunción y elasticidad, reconocimiento de la multiplicidad que me define. Aceptar la contradicción, no como algo que me violenta sino algo que me da forma(s), un instrumento de renovación perpetua. Escribo como quien se desnuda y va dejando de lado las capas que estorban. Escribo como quien se desnuda porque la vulnerabilidad es el paso que antecede a la ligereza. Escribo como quien se desnuda para probar nuevos atuendos, nuevas maneras, nuevos cuerpos. Sin decidirme nunca por ninguno. Me deshago de los dogmas que me han sostenido, para verlos derrumbarse en su obsolescencia. Me dejo sacudir por las fallas tectónicas de mis creencias y encuentro nuevas formaciones que me interpelan.
“Lo que tiene sentido, viene hacia mí, me golpea, me desplaza, me provoca. La verdad es el toque instantáneo –el sentido es el movimiento que va y viene” (Jean Luc Nancy)
Aspiro a la porosidad de la página y a la de mi piel, para que se llenen de tinta hasta hacerse pulpa y que donde antes había un absoluto haya, ahora, un agujero por donde la futurabilidad se asome. Abandono la seguridad de la razón, y su inamovilidad. Me desplazo de los lugares comunes a la periferia y me entrego a la mutación constante. Cada prenda que cae es una ofrenda a mis santos, para que me acompañen la fiebre, en el precioso delirio de ganar perdiendo. Sumergidx en mi desnudez, juego ping pong con los ismos, hasta que la pelota se pierde en el horizonte, como un apéndice que se desprende y se le adelanta al resto de mi cuerpo, expansión.
Justificar la Acción
por Pablo Paredes
¿A qué juego cuando me planto y digo que soy gay? ¿A cuáles recuerdos me aferro para envalentonarme y mirar hacia afuera para decir que nadie ha vivido lo que yo? Sólo nosotros, los que portamos este orgullo y bandera, hemos luchado por una libertad abrasadora; decimos muchos.
¿Por qué mentir? cuando hasta entre los hilos de mi “preferencia sexual” me he tenido que educar a preferir sólo a hombres porque he decidido ser gay y el otro lado ya no me pertenece.
Que vacilante valor el mío de defender tanto mi sexualidad, si muchas, no todas las noches, no tengo apetito sexual, ni afectivo. Si en realidad prefiero estar acurrucado en una cama sólo y si es con alguien más, le ruego a dios que sólo quiera que los sexos sean tocados porque lo erótico me parece más total, o sólo estoy absorto en mí.
Sin embargo a cada encuentro recurro a renunciar a ese todo que es nada cuando sólo dejo que se presente una simple parte de mis deseos.
Me fui educando en un entorno que de macho tenía sobra, y de colores la sobriedad se nos veía mejor a nosotros los hombrecitos. ¿Qué más sobrio que alguien que a su corta edad lidia con los problemas de mostrarse o no mostrarse? Y ya de mayor, mostrar lo que supone decidiste ser. ¡Demonios! ¿Y si quiero ser todo? ¿Y si quiero ser todos?
Se me pasa de cocimiento la carne, y queda tan dura a la hora de cuestionar el que pueda tener atracción a los cuerpos y no a los sexos, al goce y no al ritual, al compartir y no al posar.
Y al final puede que quiera decir mucho con mis actos, pero, no todo es lenguaje, como no todo es carne. Pero si fuera lenguaje ¿Qué?
Si he permitido que el lenguaje externo trastoque y rompa lo más profundo de mí, no veo lo malo en atreverse desde la escritura en lo más hondo a arrancar las cortinas y los muebles de ese lugar seguro que me construí, sacar todo para ver de qué está hecha esta consigna de orgullo, que ha sido más bien bandera de lágrimas, miedos, represiones y otras cavilaciones.
Y digo “vamos” porque siempre tenemos esas otras partes como mi anónima bisexualidad, mi heteronorma que está en deconstrucción y que le sonríe al amigo de los padres que se burla de los jotos, y finge que no es parte de una lucha, pero mucho podía justificar la acción, cuando me fui introduciendo en una “comunidad” que nunca me contuvo, que no me compartió y que a cambio, en el sillón del rechazo me tuvo acompañándolos. Tal vez fue mi error pero no mi culpa.
Sin embargo creo que nunca se sabe pero siempre estamos listos para ahogar la casa, para ver qué es lo que sale a flote, hasta donde llegan la complejidad y el compromiso, porque aunque se quiera amar a esas otredades propias, hay un más allá que viene cargado de infancias futuras, y quizás en su inicio encontrará alguien más con quien palpitar o con quien arder, siempre, en lo más profundo o frío.
Me he mortificado por no ser tan homosexual, pero puedo contar las veces que me digo: esto está de más, no debes dilatar, nadie quiere ver más allá. Pero somos nosotros los que anhelamos lo que se quiere, el que busca ser coherente consigo pero muy diferente; nadie merece ser juzgado por su verdad, por sus miedos.
Intento construirme desde la aceptación del miedo a descubrirme y descubrir a los demás con miedo a mi otredad u otredades. ¿Cuánto gozo nos hemos negado? Debemos pensarnos como algo que no podemos negar, o que lo innegable es asumir que se puede disfrutar en todos los espacios interiores, que van caminando en diferentes exteriores y no es necesario ser precavidos con el desbocar el lenguaje, forma o pensamiento; que la calidad de enriquecimiento es rescatable.
¿Qué rol tan patético y tan válido he decidido tomar?
Me he encontrado tan bien arraigado a un sistema, que pienso que alterarme lo alterará y no es así, se generarán alteraciones bilaterales que construirán un entendimiento diferente e inmaterial para algunos pero de múltiples caminos para otros.
Me regurgito en las horas de sueño cuando al espejo me doy estirones tan suaves y dóciles que me quiero besar, cuando ya tendido me saboreo el cuerpo y quisiera ser yo mil veces el que me tome en placer. Tampoco deberíamos mantener tan cerca todo el tiempo la manipulación excesiva del deseo por querer ir siempre más allá (y aquí, de nuevo, mi lugar favorito del límite) al vez más aquí hay otros juegos que no se han visto, pero eso ya es de cada individuo, ya es pertinencia del engolosinamiento, placer o buen gozo. El ir y devenir de las emociones en campos poco explorados ayuda a soltar, amarrar y volver con más ganas. Al final siempre he jugado con los límites, ver hasta donde me infrinjo las leyes personales y hasta qué límite me tomo las de los demás para acrecentar mis límites o sanar culpas, y dar regaños a la rienda suelta, que tal vez también sea un poco de placer. Ya no quiero sonar perverso, sólo quiero dejarme ser cuando me decido a probar lo inacabado, lo distinto o lo distante, hacer de mí y para mí, en todos los sentidos, un buen amante. pablo paredes