El valor de educar

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COMUNICACIÓN ESCRITA Y PROCESOS LECTORES NRC:4301 Christian Camilo Jiménez Pulido ID:603644

EL VALOR DE EDUCAR.

Capítulo 1 El Aprendizaje Humano.

El ser humano posee atributos que otras especies no poseen, o que por lo menos no son tan claros como sí lo son en nuestra raza, como la compasión, la capacidad de crear arte y de educar, además de ser capaces de formar una personalidad única en comparación a otras personas. Convirtiéndose en el fin de muchos llegar a ser lo que en realidad se es. En la antropología se habla de que los humanos nacemos demasiado pronto comparándolo con las crías de otras especies como los chimpancés quienes pronto poseen la capacidad de agarrarse a su madre para que esta lo transporte, mientras que un bebé humano se limita a llorar o sonreír. Se dice que el chimpancé es más inteligente que el hombre, pero eso es solo porque algunos de ellos muestran características inusualmente razonables comparados con los de su especie, mientras que si un humano común muestra alguna de estas características, sería ignorado por ser normal en todos los de su especie. El niño pasa por dos gestaciones distintas, la primera es en el útero de su madre, y la segunda es en la llamada matriz social que criará al niño con infinitas variables. El humano tiene un método de aprendizaje por mimetización, es decir, siempre aprende de lo que los demás hacen en su entorno convirtiendo dicho


comportamiento (si lo considera útil) en uno más de su repertorio humano, llevando así a que prácticamente toda acción en la sociedad humana tiene fines pedagógicos, pues es innato en el hombre educar a quienes le rodean, claro, existiendo dos principales métodos educativos, uno por los padres o cualquier persona dispuesta a educar, y el otro por una o más personas designadas para impartir educación. Por otra parte, el humano a pesar de ser meramente pedagógico, tiene la capacidad de amar, y eso puede bloquear en muchos casos la enseñanza convirtiéndola en algo más que la objetividad de un libro o de cualquier otro instrumento educativo, convirtiéndola en un intrincable mar de ambigüedades que solo forman a un individuo socialmente aceptable o no. El humano es siempre condicionado por una innumerable cantidad de factores que afectan de diversidad de maneras la personalidad del individuo, convirtiéndolo este en un ser adaptable a cada ambiente en el que se expone, siendo así determinablemente impredecible. Concluimos que el ser humano es en gran medida un ser pedagógico no por su capacidad de enseñar, sino por su necesidad de aprender, de entender, y de razonar acerca de cada una de las cosas que determinan su vida.

Capítulo 2 Los contenidos de la enseñanza.

La condición de humanidad va más allá que poseer de vida, es desarrollarla, aprender, conocer, amar, entender la vida misma en sus numerosos factores. Conocemos el tiempo como un invento humano basado en el movimiento de la tierra en torno al sol, pero podemos ver más allá, más como una condicionante que como una ayuda, gracias al tiempo podemos saber que se acerca la hora de


nuestra muerte, podemos saber cuánto hemos invertido en algo, o cuanto nos falta para terminarlo, en ese orden de ideas como especie no nos alejamos de esos números, sino que cada vez somos más dependientes de ellos. Como postulado filosófico podemos entender al tiempo como un conductor de la vida, un filtro de nuestras decisiones, o una espada en nuestro cuello, aludiendo a la subjetividad, ante todo, por supuesto. La capacidad educativa a menudo se relación con la edad del educador, aludiendo a que, por ser mayor, albergará más conocimientos que alguien de menor edad. Y eso, en muchas situaciones es cierto, pero en muchas otras no lo es, pues bien es conocido que la vida es un manojo de experiencias vividas y de fallos por corregir, en este campo sería más sabio el anciano que el joven, pero si comparamos un hombre joven que ha leído cien libros sobre agricultura en su vida, con un anciano que jamás leyó uno porque no sabe leer y dedicó su vida al trabajar agricultura, el más capacitado para enseñar sobre este tema sería el hombre joven, porque aunque el anciano posea conocimientos sobre el tema, puede que esos no sean los más adecuados o eficientes, mientras que el joven si los poseerá. La capacidad de enseñar en el humano es proporcional a su capacidad de aprender, pues ser un buen educador no incluye poder enseñar todo, siempre habrá alguien con mejores capacidades para cada área del conocimiento, en cuanto a educar se refiere. Aprender unos de otros es algo completamente necesario en cada comunidad humana, pues gracias a ello somos tan adaptables a quienes nos rodean, aprendemos a razonar sobre cada aspecto que nos convierte en un superior ser social en frente de otras comunidades del reino animal. Las relaciones entre humanos se convierten en una fuente de conocimientos inmensa, pues cada uno de los humanos pueden aportar en mayor o en menor medida elementos a la pedagogía, siendo desde conocimientos objetivos, hasta una experiencia propia que dejó alguna cicatriz en su vida. En resumidas cuentas, podemos entender al hombre como uno más de tantas especies que aprenden. Pero con la diferencia de capacidades en cuanto a


aplicación se refiere, destacando variedad de aplicaciones u opiniones frente a aquello que llamamos abstracto.

Capítulo 3 El eclipse de la familia.

Solemos relacionar el aprendizaje con maestros dedicados a ellos, pero nos olvidamos inmediatamente de la verdadera primera educación que recibe un niño, porque categorizamos el conocimiento en hechos puntuales o técnicas aplicativas más que en capacidades físicas o sociales que empieza a adquirir un niño en su primer entorno cuando aún es un bebé, dichas capacidades que son necesarias en el desarrollo que tendrá el individuo en el resto de su vida. Siendo la familia quien juegue el papel más importante en la vida de cada quien, condicionando su futuro de muchas maneras. Y enviando a segunda instancia los conocimientos propios de una institución con fines educativos, siendo así el valor de la primera instancia que el desarrollo adecuando de la segunda dependa de esta, pues en ella se solidifican bases que de una u otra manera predisponen al niño a la adquisición de más conocimientos y a la formación de su propio criterio. La educación familiar funciona de una manera más afectiva, mas humanizada y amorosa que la escolar, pues en esta siempre recae el deseo de enseñar bien al niño, mientras que en la escolar no siempre es de esa manera, y solo en unos pocos casos realmente se ve el esfuerzo del educador por hacer bien su trabajo y sentirse a gusto por ello. Además, no condicionan al niño con sesiones de trabajo, es decir, él no se siente agobiado por tener que cumplir la obligación de ir a aprender, a memorizar y llenar su cabeza de conocimientos sin trasfondo que solo estarán ahí por poco tiempo, porque él sabe que en realidad nunca los aplicará en el resto de su vida. Si algo tienen en común estas dos estructuras educativas, es que ambas buscan, sobre el conocimiento preciso, la educación moral del individuo, es necesaria para su posterior desarrollo educativo, pues se sabe que


sin ella sus bases serían muy débiles, y, así como sucede con los edificios, colapsaría ante la menor alteración de su sistema.

Hoy tenemos en cierta forma una crisis de la educación recibida por parte de la familia, pues estas muchas veces no se preocupan por el valor real de enseñar adecuadamente, delegando toda esa responsabilidad a las escuelas, justificando así cualquier intento de llevar la culpa por un niño sin valores morales que cause estragos en su escuela o en el entorno en el cual se desenvuelva mayormente. En conclusión, podemos hablar de la cuerda floja en la que se encentra la educación familiar, pues esta parece estar despreocupándose por educar como se debe a un niño, usando más que amenazas e insultos, afecto y recompensas, pues están formando futuros hombres y mujeres que llevarán las riendas para bien o para mal de su sociedad.


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