Fuji, un verdadero gigante. Se trata de la montaña más alta de Japón y el foco principal de el parque nacional Fuji-Hakone-Izu. Esta gran montaña de unos 3.776 metros de altura es visible desde Tokyo (ver hoteles en Tokio) en los días despejados.
Esta montaña se encuentra en el oeste
de Tokyo en la isla principal llamada Honshu. Se trata de un cono volcánico perfectamente simétrico que ha convertido en un símbolo nacional que ha sido retratado en infinitas obras artísticas entre las que se incluye las 36 vistas de Mt. Fuji de Hokusai. La temporada oficial de escalado dura solo 2 meses, desde Julio a Agosto e igualmente en esta temporada existen momentos en los que la temperatura se torna desfavorable para los escaladores y deben prepararse especialmente para estas ocasiones utilizando equipo especializado para bajas temperaturas.
Escalar fuera de temporada no solo es ilegal sin permiso policial, sino que además es extremadamente peligroso sin la experiencia adecuada y equipo necesario. El clima es impredecible práctimanente en cualquier momento de el año y para aquellos que no necesariamente estén interesados en escalar Fuji les contamos que en Fuji-goko (Los cinco lagos de Fuji) encontrarán varias atracciones cercanas a la montaña y además podrás disfrutar de hermosas vistas. Lo más atractivo para hacer en Fuji es, por supuesto, escalarla. Como dicen los japoneses “un hombre inteligente escala el Fuji tan solo una vez y un tonto dos veces.” Los atletas han escalado Fuji en unas 2 horas pero para la mayoría de la gente que visita la montaña logra completar el recorrido entre unas 4 a 8 horas aproximadamente y el descenso entre 2 a 4 horas. La actividad más tradicional es escalarla antes de amanecer para poder observar el mismo desde su cumbre. También puede considerarse comenzar a escalar Fuji a la mañana para poder observar la puesta del sol como recompensa del esfuerzo.
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Miyajima, la isla de los dioses. Si decidimos visitar Hiroshima es casi una obligación acercarse a Miyajima, una isla sagrada a la que se puede acceder tras unos minutos en ferry.
Desde el mar, las vistas del templo Itsukushima Jinja, con su tori flotante –puerta al templo-, están consideradas uno de los paisajes más bellos del archipiélago japonés. Al tratarse de una isla sagrada, antiguamente estaba prohibido nacer, parir y morir en ella, por lo que las mujeres tenían prohibido el acceso y los ancianos eran evacuados para que fallecieran en cualquier otro lugar.
E
n Miyajima, además de un fastuoso templo que parece flotar sobre el agua cuando la marea está alta, también hay un único y pequeño pueblo que conviene visitar por diferentes razones, tales como los artesanos que muestran su variado trabajo a los turistas y las innumerables delicias culinarias que, al igual que las vistas, se quedarán para siempre en la memoria del viajero.
Las ostras son sin lugar a dudas el sello de la isla y, con toda seguridad, lo que más sorprenderá al turista
occidental acostumbrado a comerlas al estilo francés. Los japoneses las cocinan de multitud de formas, pero personalmente sugeriría probarlas rebozadas. Se trata de un plato delicioso, crujiente en su exterior, meloso y suave en su interior, que gustará a todo el mundo, incluidos los que detestan las ostras.
A
unque puede que lo más espectacular sean las galletas con forma de hoja de arce que se fabrican por todo el pueblo, a la vista de los paseantes, sirviéndose de unos artefactos muy curiosos. Las tradicionales están rellenas de pasta de judía roja dulce, pero en la actualidad también se pueden encontrar rellenas de chocolate o queso – aunque me temo que los japoneses todavía tienen que perfeccionar mucho su chocolate -.
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Paseando por la playa, por los alrededores del templo o por el castillo, se encuentran una gran cantidad de ciervos que se cruzan de forma natural con la gente, al igual que ocurre en Nara. Hay que tener cuidado con ellos porque, acostumbrados a que les ofrezcan comida, son capaces de morder y llevarse cualquier cosa que tengáis descuidadamente en las manos, aunque no sea comestible, como un mapa, algo de ropa…
Pese a esto, la presencia de los ciervos es muy agradable, puesto que se dejan acariciar, no son nada violentos y reflejan la armonía del encuentro entre la vida salvaje y la civilización. Los más deportistas pueden subir a la montaña sagrada de la isla, Misen san, a cuya cima se llega en unas dos horas andando y desde la que se puede ver el precioso paisaje del templo y el mar. En la cima hay una importante colonia de monos que justifican por si mismos la excursión, pero, a diferencia de los ciervos, es importante no acercarse a ellos ya que pueden ponerse violentos.
Por último, si seguimos el camino de la montaña un poco más, llegaremos a un grupo de pequeños y preciosos templos construidos en honor a Kobo Daishi –un famoso monje budista, pintor y poeta-.
En uno de estos templos hay una llama que, según cuentan, lleva 1.200 años encendida y que cura las enfermedades de aquel que se tome un té de la tetera que cuelga sobre ella, según una antigua leyenda. La magia que envuelve la isla de Miyajima, con su mezcla de naturaleza en estado salvaje y civilización, la transforma en un enigmático destino, casi obligado para todos aquellos que gustan de los contrastes sin estridencias. Existe algo de espectacular en los paisajes de esta isla que difícilmente queda plasmado en las fotografías: hay que estar allí, hay que pisarla para verlo.
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El centro de Tokio. El grueso del centro de Tokio está ocupado por el gran parque que rodea al Palacio Imperial. Este parque es un ves-
tigio del pasado medieval de Tokio como ciudad fortaleza. Al norte del parque está el Yasukuni-jinja que homenajea a los muertos por Japón. Al este del parque se encuentran los barrios más concurridos como Yūraguchō, Ginza o Nihombashi, que son el centro de la ciudad. Estos barrios hay que caminarlos para ver la increible oferta de bares y tiendas que guardan, donde se hacen ineludibles para el turista los museos más típicos y el Foro internacional de Tokio. Al norte del parque del Palacio está Kanda, zona repleta de librerías, y Jimbochō. Próxima queda Akibahara, que volverá loco a los amantes de la electrónica y de los gadgets. Al este de Akibahara esta Ryōgoku, donde es casi obligatorio visitar el asombroso museo Edo-Tokyo, consagrado a la historia de la propia ciudad. El distrito de los espectáculos es Akasaka, al sur del Palacio, y lugar de alto nivel. Los más jóvenes prefieren Roppongi, al oeste del Palacio. Desde lo alto de la Torre de Tokio tendremos una vista dominante de la bahía y de la ciudad.
El Palacio Imperial. E
n un frondoso parque, y rodeado de fosos y jardines, la primera visita de un turista en Tokio suele ser el magestuoso Palacio Imperial. Es realmente complicado acceder al Palacio. Sólo se accede por visita guiada y sólo en japonés. Para ello hay que pedir cita en el teléfono de la Agencia de la Casa Imperial ( 03/3213-1111 extensión 485, de 9 a 14,30 ). Hay que llamar con bastante antelación. Las visitas se suspenden en Agosto.
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L
a Explanada Imperial es una gran extensión ajardinada que mantiene el palacio lejos del Tokio moderno. Antiguamente en esta explanada levantaban sus mansiones grandes adinerados de Tokio, pero a finales del siglo XVIII se decidió destruir todas estas edificaciones para dejar la actual explanada, de un vacio reverencial. El mayor interés de la explanada es acudir a la esquina donde se hallan dos puentes sobre un foso, al lado de la Torre de Vigia. Desde alli tenemos una magnífica vista del palacio, en ocasiones con cisnes. La Torre es una de las pocas construcciónes del Palacio que no ha sido necesario reconstruir. El Palacio original se quemó en los grandes bombardeos de 1945 y fue reemplazado por el actual en los años 60. En el cumpleaños del Emperador y el 2 de Enero se reunen en la explanada miles de japoneses monárquicos para saludar a la Familia Real y desearles larga vida con el saludo : “Banzai”. Existen varios lugares de interés anexos al Palacio Imperial: Jardin Higashi Gyoen Parque Kitanomaru kōen Templo Yasukuni Jinja
Higashi Gyoen. L
as torres mejor conservadas del castillo de Edo son del estilo Fujimi-yagura, escalonadas, y se encuentran al norte de la explanada imperial. En su creación, 1659, fueron pensadas como estructuras defensivas, pero hoy son un adorno más del jardín del Este o Higashi Gyoen, cuya entrada es gratis. Este jardín esta jalonado de fosos y fue abierto en 1968 para celebrar la inauguración del nuevo Palacio Imperial. La puerta principal del Jardín recibe el nombre de Ōte-mon. Si estamos en la explanada imperial debemos seguir el foso hacia el norte. Hay otras dos puertas, Hirakawa-mon y Kitahanebashi-mon. Junto a la puerta de Ōte-mon hay una sala de artes marciales . Más adelante a la derecha hay un museo que exhibe un catálogo de objetos de la familia imperial. Más arriba está el Shiomizaka, o “pendiente de las vistas de las mareas”. En lo alto de la colina se halla una zona llana con hierba que queda fuera de lo que era antes Honmaru y el Salón de Música Imperial, donde hay conciertos.
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Parque Kitanomaru koen. Jardín anexo al Palacio Imperial. Ocupa la parte norte de la ciudadela del castillo de Edo. Junto a la entrada del parque está la Galería de Artesanía, un museo que se puede visitar. Se trata de un edificio neogótico de ladrillo rojo que alberga una imporante colección de artesanía tradicional japonesa. Uno de los pocos edificios que sobrevivieron al terremoto y bombadeos del siglo XX. De hecho, este museo es una parte del museo próximo, el Museo Nacional de Arte Moderno, a 5 minutos. Este museo tiene una colección de arte japonés del siglo XX. También junto a la entrada está el Museo de la Ciencia, pensado para los más jóvenes y con exposiciones sorprendentes. En el parque Kitanomaru-kōen también está el Budōkan, un gran pabellón de artes marciales levantado en 1964 para los juegos olímpicos. Su uso hoy es más polivalente: eventos deportivos, ceremonias y conciertos de rock componen su agenda.
Junto a la puerta de Ōte-
mon hay una sala de artes marciales . Más adelante a la derecha hay un museo que exhibe un catálogo de objetos de la familia imperial. Más arriba está el Shiomizaka, o “pendiente de las vistas de las mareas”. En lo alto de la colina se halla una zona llana con hierba que queda fuera de lo que era antes Honmaru y el Salón de Música Imperial, donde hay conciertos.
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Museo de Arte Idemitsu. C
erca del Palacio Imperial y desde la salida sur del Tokyo International Forum a dos manzanas está el Museo de Arte Idemitsu, en el mismo edificio que el Teatro Imperial. Este museo fue fundado por Idemitsu, un importante empresario que reunió durante toda su vida una importante colección de arte japonés que expone en este museo. Entre sus joyas más destacadas está la importante cerámica de la época Jōmon y pinturas del siglo XVII. Su direccion: 100-0005 Kokusai Building 9F, 3-1-1 Marunouchi, Chiyoda-ku Su teléfono: 03-5777-8600. Cierra los lunes. Resto de días abre de 10:00-17:00.
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