La jerarquía católica.

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La jerarquía católica: De nuevo por los caminos de la intransigencia. María Teresa Cifuentes

El viaje del Papa Benedicto XVI a España, que fue anunciado desde la perspectiva pastoral como la visita de un peregrino a Santiago de Compostela y para la consagración de la famosa Catedral de la Sagrada Familia, la gran obra de Gaudí en Barcelona, se convirtió en un evento de connotaciones políticas por las declaraciones del Papa que llenaron de contento a los sectores neoconservadores e integristas no solo de la Península sino de toda la catolicidad. Antes de bajarse del avión, Benedicto XVI arremetió contra la laicidad y el secularismo señalando la similitud de lo que ocurre hoy en España con lo que se vivía en la época de la República Española a mediados de los años treinta del pasado siglo. Pero el Papa se equivoca y tergiversa la historia. En aquella época, como ahora, se pretendían cambios que no consultaban las orientaciones de la Iglesia, y eso molesta a la poderosa institución. Y si hay alguna semejanza, ésta se refleja en la actitud intransigente que tuvo y tiene la alta jerarquía frente a los cambios promovidos por los republicanos y a las nuevas expresiones culturales que hoy vive la sociedad española. Las confrontaciones entre la institución religiosa católica y la República no se presentaron precisamente por el afán de los republicanos de atacar a la Iglesia o destruir el catolicismo. En aquella época, la institución católica se alinderó con los sectores más poderosos del tradicionalismo conservador y se sumó a la alianza de los enemigos de la República que estuvo fortalecida por la derecha de tendencia fascista y corporativista. Todos ellos apoyaron el golpe de los generales Sanjurjo y Mola. Al ser reemplazados éstos por Franco y ya derrotada la República, la Iglesia católica se convirtió en el soporte de la larga dictadura falangista. La capacidad de convocatoria de la institución católica movilizó en aquel momento a los creyentes españoles para oponerse a las reformas de tipo liberal que la República impulsaba, tales como la separación de la Iglesia y el Estado, la educación laica, el divorcio, la libertad religiosa y de culto, que sin duda afectaban el enorme poder de la Iglesia. En el campo social, se puso de parte de los grandes propietarios y rechazó la reforma agraria y una legislación favorable a los trabajadores, aduciendo que tales reformas no eran más que la bolchevización de España. Ante la declaración de la autonomía de los catalanes y los vascos, la derecha española recurrió al hispanismo como soporte de la unidad de España, la cual debía girar alrededor del monarca y estar centrada en el espíritu cristiano, la pureza del lenguaje y la unidad territorial. No se puede negar que la dura polarización generó respuestas de sectores amigos de la República que actuaron con violencia en contra de la Iglesia católica, en la que veían un símbolo del poder que por siglos dominó a España.


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