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Escuela de Otoño
Todos, de una u otra manera, necesitamos ser cuidados
Ana María Torres de la Torre Voluntaria CP Sta. Mª del Pueblo de Dios
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Me llamo Ana María, pertenezco a la Parroquia de Santa María del Pueblo de Dios y me han solicitado que os cuente mi experiencia en la Escuela de Otoño de este año, cosa que hago con mucho gusto y que a la vez supone una gran responsabilidad: expresar en palabras lo que ha supuesto para mí.
Como he mencionado, pertenezco a la Parroquia de Santa María del Pueblo de Dios, que está junto a la Casa Cuna, y llevo prestando mis servicios como voluntaria en la misma dese 2014, aunque como voluntaria en Cáritas llevo dese 1995. He acudido a todas las Escuelas de Otoño que se han celebrado salvo la del 2013, pues celebramos las Bodas de Oro de mis padres.
Para mí, la Escuela comienza en el mismo momento en que aparece el programa en la página de Cáritas y me inscribo, pues ya, desde ese instante reservo ese fin de semana y empiezo a pensar en los días que vamos a vivir (oración, Eucaristía, celebración, formación, compartir…). Además, tengo la enorme suerte de que todos los años hayan contado conmigo para ayudar con el montaje de la Escuela y este año no ha sido diferente.
Cuando llega el día 4 de noviembre, yo llego a Cáritas Diocesana a la hora indicada por Luis Ángel para cargar las cosas que quedan y trasladarnos a Lantana. Llegar allí es llegar a mi casa, es encontrarme con personas a las que suelo ver una vez al año, pero que me acogen con todo el cariño del mundo y ya el lema de la Escuela CUI-DAMOS se hace presente para mí y me pone en modo “aquí estoy Señor un año más y te doy gracias por ello”.
Cuando partimos hacia Lantana y conforme iba viendo la torre (pues se ve desde lejos), afloraron los sentimientos de Escuelas pasadas, de personas que ya no están, pero todo ello desde la Esperanza, alegría y mirar hacia delante. Nada más llegar nos pusimos manos a la obra y empezamos a descargar los diferentes materiales
(cajas con las bolsas a entregar a los participantes, el material que debe haber en cada taller…), montar las mesas con los carteles informativos por apellidos (para que cada participante pudiera recoger su bolsa y tarjeta identificativa del taller), poner las indicaciones para que todos supieramos movernos por Lantana y saludar a las personas que conocemos de la Residencia desde hace tantos años.
A partir, de las 16:00 horas más o menos, me puse en una mesa, junto con Noemí, para la entrega de la tradicional bolsa, donde tenemos el guión de las ponencias, los horarios, la memoria de este año y un cuaderno que yo, ya empecé a utilizar con la primera ponencia. Sobre las 17:00 horas comenzaron a llegar las personas inscritas en la misma. ¡Qué alegría ver rostros conocidos!, ¡Qué alegría ver rostros nuevos, de personas que participan por primera vez en la Escuela, con todo lo que ello supone!¡qué alegría de abrazos dados! CUI-DAMOS.
Aún no había escuchado la ponencia de Marta López Alonso, ni soy una persona que viva en las periferias, pero qué ciertas son sus palabras de que todos necesitamos de esos cuidados, abrazos, sonrisas…
A las 18:00 horas, me dirigí al salón de actos, donde daba comienzo, oficialmente, la Escuela con la oración y las palabras de bienvenida del arzobispo de Sevilla, don José Ángel Saiz Meneses, que este año sí pudo estar de manera presencial con nosotros y que nos sirvió de acicate para nuestro servicio con los más desfavorecidos.
Tras este saludo, nos dispusimos a escuchar la ponencia a cargo de Francisco José Ruiz Pérez sj, que versó sobre la Vulnerabilidad como camino de ida y vuelta para comprendernos. Una de las cuestiones que más me han gustado de las dos ponencias, es que no han utilizado medios gráficos, como PowerPoint o diapositivas, sino que me han
tenido engachada desde el primer momento con lo que me estaban comunicando.
De la primera ponencia, lo que se me quedó grabado, entre muchas otras ideas, es que todos somos vulnerables de una u otra manera y que hay una vulnerabilidad que no se ve y, por tanto, es más difícil de ser atendida y cuidada.
Tras la ponencia, el equipo de Comunicación nos puso un vídeo de unos cinco minutitos, donde se nos mostró la labor de Cáritas, en las parroquias y en los Proyectos. Terminamos el día con un momentito de convivencia relajada (música, baile, unos frutitos secos..) y la oración.
El día siguiente fue un día muy intenso, que comenzó con la oración, seguida de la ponencia de Marta López, que se centró en el CUIDADO. Todos, de una u otra manera, necesitamos ser cuidados, pero esta necesidad es mayor en aquellas personas más vulnerables (ancianos, parados, mujeres maltratadas, inmigrantes..). Pero, para cuidar, el cuidador también ha de cuidarse, no como acto de egoísmo, sino como acto de Amor y servicio al hermano. Otra idea a destacar es que el CUIDADO va ligado al principio de justicia (necesidades y exigencias).
Tras la ponencia, nos encaminamos a hacernos la foto grupal y, tras la misma, nos dirigimos a nuestros respectivos talleres. El que elegí tenía por título “Facilitando la participación de las personas a las que acompañamos” dirigido por Paco Aperador de los Servicios Generales de Cáritas Española.
En la evaluación del mismo, he puesto dos X en la nota máxima, pues fue genial. Desde el primer momento, Paco nos invitó a la participación y la facilitó. Era un taller con participantes de Cáritas parroquiales de Sevilla, de los pueblos y de los Proyectos. Hubo diálogo, escucha, dudas, interrogantes y alguna que otra recetilla, pero sobre todo, nos llevamos la idea de que sin la participación de las personas a las que acompañamos y su reincorporación a nuestras comunidades, el cambio no es posible.
La Escuela terminaba con la Eucaristía, a la que no pude asistir por motivos personales, pero que seguro que fue el colofón, perfecto, como lo ha sido siempre.
¿Qué me llevo? Vida, Esperanza, fuerza para seguir en la brecha y los abrazos , sonrisas y alguna que otra lagrimita de emoción por todos los momentos vividos. También me llevo el gran detalle que me regalaron por colaborar con la Escuela (otro más, pues como he indicado, qué a gusto me siento siempre) del que destaco un arbolito formado con el Padrenuestro (ahora ocupa el centro del mueble de mi comedor), y una pequeña macetita.
Gracias a Cáritas Diocesana y, especialmente, al Departamento de Formación y Voluntariado por seguir manteniendo este espacio formativo, donde VIVIMOS Y APRENDEMOS, para luego llevar o intentar llevar VIDA a nuestros respectivos espacios de voluntariado, en mi caso, en mi Parroquia y Arciprestazgo.