TROPAS INDÍGENAS, MILICIAS Y FALANGES.
INTRODUCCIÓN Con el afán de profundizar el estudio de la historia nacional y fortalecer la identidad militar y la imagen cultural del Ejército ecuatoriano, a través de la publicación y difusión de sus hechos históricos, se creó el Centro de Estudios Históricos del Ejército, mediante Orden de Comando No.910013-SGE-VII, expedida en junio de 1991. En esta ocasión, el Centro de Estudios Históricos del Ejército, con la anuencia del Comando de Educación y Doctrina, presenta la Historia resumida del Ejército una colección de ocho folletos, con la sana aspiración de contribuir al enriquecimiento de los contenidos de los programas de educación axiológica, que dentro del Sistema de Educación Militar se imparten en nuestros centros de enseñanza. La obra está compuesta de ocho componentes temáticos resumidos de la Colección de la Historia General del Ejército; que inicia con los ejércitos aborígenes, las milicias, el movimiento independentista del 10 de agosto de 1809, la organización de las falanges y el ejército patriota, el holocausto del 2 de Agosto de 1810, la revolución del 9 de Octubre de 1820 y la campaña libertadora de Quito. En el folleto N° 2, nos introduce en el análisis del Ejército en las guerras de la independencia, la disolución de la Gran Colombia y el nacimiento legal de las Fuerzas Armadas ecuatorianas. En el folleto N° 3 presenta a un Ejército protagónico en la vida Republicana del Siglo XIX; lo que nos lleva al estudio de las consecuencias futuras de los acontecimientos de la Revolución Alfarista; la reapertura definitiva del Colegio Militar; la llegada de las misiones militares chilenas e italianas, y las diferentes rebeliones que se dan en contra de los gobiernos de la época, tan dinámicamente analizadas en el folleto N° 4. El estudio de las consecuencias políticas y militares de la campaña internacional de 1941 y la post guerra con sus diferentes consecuencias que incidieron en la vida del país, es analizado 1
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en el folleto N° 5; a continuación nos lleva a reflexionar sobre la actuación del Ejército ecuatoriano antes y después del conflicto de la Cordillera del Cóndor en 1981, documentadamente tratado en el folleto N° 6. La victoria militar contemporánea, en la cual muchos somos actores y testigos del conflicto bélico de 1995, es narrado y analizado en el folleto N° 7; además de hacer un estudio detallado de los antecedentes políticos y militares y resaltar la memoria de nuestros héroes. Finalmente, el folleto N° 8, analiza el nuevo rol del Ejército ecuatoriano en la seguridad y el desarrollo del país, en la última década del siglo XX. Nuestro especial reconocimiento al teniente coronel (sp) Edison Macías, escritor e historiador militar, y al licenciado David Andrade, editor profesional y asesor del Ministerio de Defensa, quienes hicieron posible la preparación y publicación de esta valiosa obra. El esfuerzo desplegado en este resumen histórico militar, marca un aporte a las actividades diarias y organiza nuestra memoria histórica que tiene como objetivo divulgarla como fuente de conocimiento, permitiéndonos conocer gestas, actos de valor, conductas de honor, ética y aprender las lecciones de los errores del pasado. Aspiramos que esta colección contribuya a llenar un vacío en el conocimiento de nuestra historia y sirva como un medio motivador que fortalezca el espíritu cívico de nuestro pueblo. Tcrn. Cristóbal Espinoza Y. Director del Centro de Estudios Históricos del Ejército.
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LOS EJÉRCITOS ABORÍGENES Desde épocas inmemoriales la guerra ha constituido un fenómeno de destrucción y muerte, pero paradógicamente un medio de subsistencia, imposición y también de sometimiento. Por eso es comprensible que nuestros aborígenes ejercieron en el continente americano, la práctica universal de la conquista y la imperiosa necesidad de la defensa. Ante esta obligatoriedad de subsistir hizo que la imaginación e iniciativa de las tribus inventaran sistemas de defensa, comunicación, logística, supervivencia e inclusive tácticas y estrategias rudimentarias, que pusieron en ejecución en sus intermitentes o prolongadas acciones bélicas. Cuando la primera invasión incaica a territorios del norte, del denominado Tahuantinsuyo, las diferentes tribus indígenas que advertían el peligro en sus posiciones territoriales, concretaron alianzas que les posibilitase enfrentar con éxito a sus poderosos enemigos. En su preparación para la guerra tomaban en cuenta sistemas de fortificación campal, mediante la construcción de los denominados pucaraes o fortalezas, estratégicamente ubicados. Igualmente, la fabricación de armas ofensivas y defensivas, el acopio de abastecimiento, el incremento de la producción agrícola, el acuartelamiento, las coordinaciones horizontales con tribus amigas, la intensificación del espionaje y la activación del sistema de comunicaciones a través de los chasquis, las fogatas y el humo para emitir señales visuales; además de los sonidos de bocinas, tambores y caracoles como señales convencionales auditivas. La conducción de la guerra era responsabilidad del jefe, curaca o apu de la tribu, quien se respaldaba en elementos de la familia y en aquellos que consideraba los más sabios y temerarios. Conforme transcurría el tiempo y la intervención en las guerras era más continua, adquirían experiencia de combate, pero poco cambiaba la concepción de guerrear: se pintaban el 3
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Armas Ofensivas (Láminas Ediciones Educativas Ecuatorianas.)
rostro para dar apariencia de ferocidad, entraban al combate en masa, trataban de eliminar a los jefes; guerreros armados de hondas, lanzas, porras, arcos y flechas, y en medio de gritos aterradores, se jugaban la vida o el privilegio de seguir viviendo.
Otras formas de guerrear. Por su cultura superior, por ser actores de la invasión y luego conquistadores de las tribus sometidas, los incas impusieron sus costumbres ancestrales, inclusive las que implican las peculiaridades de combatir. Al respecto, el coronel Ángel Isacc Chiriboga nos ilustra: “Todo varón debía saber manejar las armas y ser soldado… no obstante, se lo ocupaba por tiempo determinado (en las guerras), después se le permitía volver a descansar entre los suyos… En su ejército había cuerpo de honderos, lanceros y maceros… El primer jefe era el mismo inca, pero siempre había un general que estaba a la cabeza de las tropas… Tenía bajo su mando a otros jefes o capitanes… Cada grupo llevaba su insignia y el ejército, la bandera o la enseña del inca”. 1 Francisco de Jérez, al referirse a cómo combatían los ejércitos aborígenes comenta: “En la delantera vienen los honderos… traen rodelas que ellos mismos hacen de tablillas an1 Chiriboga, Ángel I. , Revista El Ejército Nacional, N° 22, 1925
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Armas defensivas (Láminas Ediciones Educativas Ecuatorianas.)
gostas y muy fuertes… tras de estos vienen otros con porras y hachas de arma… la porra es de metal tan grande como el puño, con cinco o seis puntas agudas; las hachas son del mismo tamaño y mayores; la cuchilla de metal de un palmo de ancho… tras de estos vienen otros con lanzas pequeñas arrojadizas, como dardos; en la retaguardia vienen piqueros con lanzas largas… Todos vienen repartidos en escuadras con sus banderas…” 2 El sistema de combate utilizado por los guerreros aborígenes en general, coinciden con las narraciones que hacen el historiador peruano Carlos Zabala Oyague, Francisco Jérez y otros cronistas que fueron testigos o recogieron la información de fuentes de la época. GUERRAS DE CONQUISTA. A mediados del XV los incas decidieron extender sus dominios hacia el norte. Llegaron y conquistaron Cajamarca, Huancabamba, Ayabaca y Calvas, no sin antes sostener combates con sus defensores. Sometidos los paltas, muchos de ellos fueron enviados en calidad de mitimaes al Cuzco. 2 Transcripción en “Hacia el sacrificio del último Inca”, en Historia del Ecuador, tomo 3 de la Editorial Salvat.
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Conocedores del avance de los invasores, los cañaris al mando de su cacique Duma sostuvieron sangrientos combates con los incas. En algunas acciones salieron triunfantes por lo que Túpac Yupanqui, que lideraba la invasión, pidió tropas de refuerzo. Finalmente, sometidos los cañaris, “su nación dejó de pertenecer al Reino de Quito, y rompiendo sus vínculos y promesas se incorporó, como los paltas, al imperio incaico”. 3 El siguiente objetivo de los incas era someter a la confederación Puruhá-Quitus-Caranqui que tenía sus dominios en la zona septentrional. Hualcopo Duchicela, apoyado por Epiclachima, asumió la defensa de su territorio amagado. Se concentra en Tixibamba y construye las fortalezas de Achupallas y Pumallacta. En Tiocajas y Tixán se libraron los combates más sangrientos, que cobraron miles de bajas en los dos ejércitos entre las que sobresalían la muerte de Epiclachima en Tiocajas. Hualcopo tuvo que replegarse hacia Liribamba, de allí se desplazó a Mocha acompañado de Calicuchima, hijo del fallecido Epiclachima, en donde recibió de parte de Túpac Yupanqui la orden de rendición, exigencia que fue negada. En Latacunga se habían concentrado al mando de Pillahuaso, guerreros de diferentes tribus: puruháes, panzaleos, quitus, cayambis y caranquis pero luego de enconada batalla fueron vencidos y la población fue destruida; sus habitantes, reemplazados por mitimaes traídos de diferentes partes del Tahuantinsuyo. Fallecido Hualcopo tomó a cargo de la defensa su hijo Cacha Duchicela. Atacó y destruyó a pequeños grupos de invasores que el inca dejó en diferentes guarniciones, al creer que había sometido definitivamente a sus adversarios.
Relevo de mando. Huayna Capac, por muerte de su padre Túpac Yupanqui, tuvo que responsabilizarse de la conducción del ejército inca. 3 Pareja Diezcanseco, Alfredo, Historia del Ecuador, Vol. I, Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 1954
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Ilustración de Ingapirca. (Jorge Juan y Antonio de Ulloa, siglo XVIII.)
Le correspondió enfrentar a la heroica resistencia de los súbditos del shyri Cacha. Achupallas, Cochasqui y finalmente Caranqui constituyeron frentes de defensa que detuvieron por algún tiempo el avance arrollador de los incas. “En la llanura de Atuntaqui -escribe Guillermo Bossano-, pereció el último de los shyris (Cacha), pero el resto de sus tropas se refugiaron en Caranqui, y allí por largo tiempo sostuvieron con Huayna Cápac una guerra tenaz y obstinada…” Los soldados quiteños que sobrevivieron, huyeron hacia Caranqui y otras zonas aledañas, fueron perseguidos y ultimados por los incas y sus cadáveres lanzados a la laguna de Yaguarcocha, en las cercanías de la actual Ibarra. Para consolidar el poder político-militar, Huayna Cápac tomó por esposa a la princesa Cacha e inició la tarea de pacificar su inmenso reino. 7
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GUERRA DE HERMANOS. Al fallecer Huayna Cápac, sus hijos Atahualpa y Huáscar fueron favorecidos con inigualable herencia: el imperio de Cuzco para Huáscar y el territorio quiteño para Atahualpa. Son varias las causas que pudieron generar descontento o insatisfacción en los dos hermanos, pero la única realidad histórica fue el inicio de una cruenta guerra que se prolongaría por varios años, a costa de miles de muertos y heridos. Huáscar al pretender castigar a su hermano, dis- Atahualpa organizó la contraofensiva del ejército quiteño. puso que un numeroso ejército, al mando de Atoco, marchase hacia el norte en donde debía recibir el refuerzo de sus aliados los cañaris. En Tomebamba se registraron los primeros enfrentamientos. Las tropas de Atahualpa fueron vencidas y perseguidas por sus adversarios. En la llanura de Mocha se realizó otro sangriento combate, cuyo resultado favoreció nuevamente al inca Atoco y su aliado cañari Chapera. Las tropas quiteñas continuaron el repliegue hacia la retaguardia tratando de organizar la resistencia escalonada en profundidad, para retardar el avance de los sureños y dar tiempo a Atahualpa para que organice y refuerce su ejército. Entre tanto, Atahualpa y sus generales Quisquis, Calicuchima y Rumiñahui habían concentrado su ejército en las inmediaciones de Ambato en donde lograron derrotar a su enemigo. Fue tan sangrienta la batalla que el historiador González Suárez nos narra: “Años más tarde, todavía alcanzaron a contemplar los 8
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conquistadores los campos de batalla blanqueando con la muchedumbre de los huesos insepultos.” 4 En esta batalla, según Benjamín Carrión, “el general de las tropas de Huáspar y Chapera, el súbdito rebelde que originó esta guerra fratricida, fueron amarrados contra unos árboles y muertos a flechazos”. 5 Al conocer en el Cuzco la derrota de su ejército, Huáscar designa a Huanca Auqui el nuevo comandante de sus fuerzas que debían ser renovadas y reforzados. En las inmediaciones de Tomebamba, posiblemente a mediados de 1529, se escenificó otro formidable enfrentamiento. La iniciativa de Atahualpa y sus generales de atacar por sorpresa en las primeras horas del día, hizo que sus adversarios se declarasen en derrota, abandonaron el campo de batalla e inclusive la ciudad de Tomebamba, y se dirigieron hacia Cusibamba, en donde se realizó otro enfrentamiento. Cieza de León narra sucintamente esta batalla: “En la provincia de los Paltas, cerca de Coxobamba (Cuxibamba), se encontraron unos con otros… afirman que Atahualpa se puso en un Cerrillo (subió a un cerro). Atahualpa quedó vencedor… murieron entre unos y otros, más de 35.000 hombres y heridos quedaron muchos”. En esta batalla, de acuerdo con la versión del cronista español, Atahualpa controló y dirigió el combate desde un cerro, y utilizando mensajeros dio las disposiciones pertinentes. RUMBO AL CUZCO. Las derrotadas fuerzas de Huanca Auqui que huían hacia el sur, se concentraron en Cajamarca en donde se incorporaron diez mil soldados chachapoyas. Al respecto, Luis Andrade Reimers, transcribe un fragmento del cronista Cabello de Balboa: “Pudo llegar Guanca Auqui a Cajamarca en donde halló, por mandato de Guáscar, un 4 González Suárez, Federico, “Historia General de la República del Ecuador”, Clásicos Ariel, N° 34. 5 Carrión, Benjamín, “Atahualpa”, Clásicos Ariel N° 38.
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mediano ejército como refuerzo del suyo, en especial halló diez mil indios Chachapoyas que eran famosos y señalados…” 6 En Cochahuaila se produjo el enfrentamiento. Quisquis atacó a los chachapoyas que estaban en inferioridad numérica, produciéndoles ocho mil bajas, y luego el resto del ejército imperial fue vencido. La situación imperante permitió que Atahualpa instalara el cuartel general en Cajamarca, organizó la reserva al mando de Rumiñahui y decidió que Quisquis y Calicuchima continuaran la campaña contra las tropas cuzqueñas. Probablemente en agosto de 1531, el ejército quiteño llegó al poblado de Huamachuco y desde allí en su avance tuvo combates de poca intensidad como el que se efectuó en las orillas del río Huari, posiblemente en noviembre de 1531, pero en el sector de Bombón, en una sangrienta batalla, obtuvieron el triunfo las fuerzas de Quisquis y Calicuchima. Antes de entrar al valle de Jauja, en el valle de Yanamarca a fines de 1931, nuevamente el ejército quiteño se impuso a las tropas del Cuzco. La derrota motivó que Huanqui Auqui fuese reemplazado por Maita Yupanqui. Una parte del ejército de este nuevo comandante, tomó posición en el encañonado del río Angoyacu, accidente geográfico ideal para la defensa, por lo cual detuvo y retardó el avance de su oponente, pero los cuzqueños fueron finalmente eliminados, permitiendo que el ejército victorioso continuase el avance arrollador hacia su objetivo final: el Cuzco. Pero antes de conquistar el objetivo apetecido tuvo que darse la batalla de Catabamba y la captura de Huáscar; el puntillazo final puso el ejército vencedor en Quipaipán, a la entrada de la ciudad sagrada de los incas, a donde entró victorioso y a imponer sus condiciones. En conclusión, la campaña del ejército quiteño había concluido exitosamente. Los feroces combates y batallas de Ambato, Molleturo, Tomebamba, Cusibamba, Bombón, Yanamarca, Angoyacu, Catabamba, Bombón, Yanamarca, Angoyacu, Cotabamba y Quipaipán, constituyeron hitos imborrables de dos ejércitos 6 Andrade Reimers, Luis, “El siglo heroico” N° 23, 24, Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas.
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que fueron arrastrados a la guerra y que inconscientemente, propiciaron la desunión y debilamiento de una raza que fue luego sometida por la espada del conquistador español. INICIO DE LA CONQUISTA. Francisco Pizarro y sus compañeros de aventura habían llegado en noviembre de 1532, a la población de Cajamarca donde se encontraba Atahualpa. El astuto y audaz conquistador, por intermedio de emisarios, logró una entrevista que se efectuaría el 16 de noviembre de 1532. En la referida fecha, el monarca quiteño, acompañado de su corte y de miles de súbditos, ingresa a la plaza en donde debía entrevistarse con el jefe español. Como no encontró a nadie comenzó a impacientarse, pero de pronto apareció el fraile Vicente Valverde acompañado de su intérprete, el indio Felipillo, y con la biblia en la mano comenzó a hablarle de religión y sugerirle que debía obedecer a un solo rey que gobernaba al otro lado de los mares, y luego le entregó la Biblia la que fue arrojada al suelo. Este gesto de enojo de Atahualpa fue suficiente para que se iniciara la carnicería humana. La celada planificada para capturar al confiado Atahualpa era perfecta: “La tropa fue organizada en cuatro grupos: tres de caballería al mando de Hernando de Soto, Hernando Pizarro y Sebastián de Benalcázar; el pelotón de infantería comandado por Pedro de Gandia. La caballería se ocultó en los salones de los edificios que estaban en los costados de la plaza; la infantería en otro edificio… Pizarro escogió de escoltas a veinte ballesteros”. 7 Toda la tropa española se lanzó desenfrenadamente al ataque, causando un número indeterminado de muertos y heridos. Francisco Pizarro, arriesgando su propia vida, logró capturar vivo al sorprendido monarca, para que luego fuese enjuiciado, sentenciado y, finalmente, ajusticiado. 7 Aguilar Paredes, Héctor, “Las guerras de conquista en Latinoamérica”, Edición Universitaria, Quito, Ecuador
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El padre Valverde bautiza a Atahualpa antes de ser ahorcado, (Tomado de Alberto Torres).
Poco antes de su muerte fue bautizado el 29 de agosto de 1533 o el 26 de julio del mismo año, pues hasta la actualidad, los historiadores no coinciden con la fecha exacta de su muerte. RUMIÑAHUI LIDERA LA RESISTENCIA. Rumiñahui tuvo una tarea ardua y difícil: organizar un ejército desorganizado y desmoralizado, propender la unidad, a sabiendas que los cañaris se habían aliado a los conquistadores, elevar la autoestima, potenciarlo y convertirlo nuevamente en operable y disciplinado. Al frente, como peligroso adversario, ya no tendría al ambicioso invasor inca, sino a un grupo de gente extraña, impulsada por el poder, la gloria y la riqueza. Estos aventureros españoles estaban comandados por Sebastián de Benalcázar, quien recibió la adhesión de miles de indígenas cañaris que le 13
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El general Rumiñahui lider de la resistencia indígena, (Plaza Indoamerica).
servirían como exploradores, guías, cargadores e inclusive de combatientes. Eludiendo fortalezas, continuos hostigamientos y trampas mortales, los españoles llegaron a las cercanías de Tiocajas, gracias a los guías cañaris que advertían el peligro que representaban fosas abiertas en el camino, en cuyo fondo estaban clavadas puntiagudas estacas convenientemente camufladas. Finalmente, Tiocajas habría de convertirse en escenario de una intensa batalla. Muertos y heridos caían de parte y parte, pero mayoritariamente de los indígenas, y cuando el combate se inclinaba a favor de Rumiñahui y los españoles esperaban un milagro, llegó la noche a cubrir el siniestro campo de batalla. Los españoles, prendieron fogatas para hacer creer que permanecían en el terreno pero se alejaron subrepticiamente del lugar, con dirección a Riobamba, pero pronto fueron perseguidos por sus adversarios, que solo se detuvieron cuan14
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do el 17 de mayo de 1534 erupcionó el Cotopaxi, “causando en los indígenas la dispersión desordenada, pues reavivó la creencia de que sus divinidades estaban enojadas por los combates que habían protagonizado… La furia de un volcán andino favoreció en esta ocasión a los asustados y sorprendidos españoles”.8 No obstante, Rumiñahui logra reagrupar a su ejército y se dirige a Quito, para destruirla y esconder los tesoros que allí se encontraban. Al llegar a lo que fue una próspera ciudad, Benalcázar encontró solo escombros. Entonces, tenía que capturar al propiciador de su frustración, por eso inició una intensa persecución que logró capturar al líder indígena, como consta en una acta del 25 de junio de 1535: “Se prendieron (capturaron) a los principales señores de esta provincia… que son Rumiñahui, Zopozopangui, Quimbalimbo, Razo Razo y Nina…”9 MILICIAS COLONIALES. Paulatinamente España extendía sus dominios en América, porque sin rezagos de la resistencia indígena, podía asegurar sus territorios. Por lógica elemental, la monarquía española debía asegurar sus territorios que podrían ser tentados o usurpados por otras potencias extranjeras, que tenían también en el coloniaje su propio sistema de poder y expansión. Por lo expuesto, debía tener un ejército que protegiera sus propiedades territoriales, pero como la manutención y entrenamiento de una fuerza armada era bastante onerosa, tuvo que analizar otras alternativas. Una de éstas, las milicias, tenían presencia temporal, podían ser organizadas y entrenadas de acuerdo con las circunstancias, mientras que los miembros del ejército permanente go8 Macías Núñez, Edison, “Vida, lucha y hazañas de nuestros héroes”, Editorial Pedagógico Freire, Riobamba, Ecuador, 1984. 9 Andrade, José Antonio, “Rumiñahui”, folleto inédito, 1988. Transcribe un fragmento del acta que se encuentra en el primer libro del Cabildo de Quito.
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Uniformes del Ejército de España (Julio Albi, “La Defensa de las Indias”).
zaban de emolumentos durante todo el año; además, las milicias bien entrenadas y dotadas de armamento de la época podían constituir la reserva de las tropas profesionales. Asimismo, se las dividió en dos variedades: urbanas y rurales. Las milicias urbanas recibían instrucción elemental de infantería, caballería, dragones; permanecían en ciudades y sus miembros recibían sueldo solo en tiempo de guerra o de instrucción. Las milicias rurales permanecían en pequeños centros poblados y en el campo. Con el transcurrir del tiempo las milicias evolucionaron, especialmente con las reformas borbónicas: al pretender desarrollar la economía española a expensas de sus colonias, debían incrementar las fuerzas militares con la organización de unidades de milicias a las que dieron adecuado entrenamiento y dotación de armamento y equipo. 16
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Uniformes del Ejército de España (Julio Albi, “La Defensa de las Indias”).
Las milicias en la revolución de Las Alcabalas. El 28 de julio de 1592, cuando era presidente de la Real Audiencia de Quito el doctor Manuel Barros de San Millán, se recibía en Quito la disposición regia de poner en vigencia el cobro de las alcabalas, o sea el impuesto de 2% sobre el precio de artículos que se vendieran en el mercado público y en el comercio en general. El pueblo quiteño se negó a cumplir tal mandato, por lo que el virrey del Perú, envió al general Pedro de Arana con sesenta hombres para que sofocara la rebelión. Los quiteños conocieron del hecho cuando el general apenas llegaba a Chimbo. De inmediato la población organizó grupos de milicias con fisonomía militar. Respecto de este hecho, señala el historiador Miguel Ángel Puga: “Los jefes enardecieron a la plebe… eligiéronse jefe de 17
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confianza para que sirviesen de capitanes de la milicia, que en Quito se iba rápidamente improvisando”.10 De todas maneras, en poco tiempo, a los integrantes de la milicias se les dio grados militares. A Pedro Zorrilla el Cabildo le otorgó el grado de general en jefe; a don Alonso Moreno de Bellido, maese de campo; el grado de teniente a Diego Zorrilla; capitán de caballería a Martín Jimeno; capitanes de infantería a Juan de la Vega, Francisco de Olmos y Pedro de Llerena. El asesinato del procurador Alonso Moreno de Bellido, cuya autoría fue endosada al presidente Barros de San Millán, exacerbó el ánimo de los quiteños, que estaban listos a combatir a las tropas del general Arana, a quien exigieron regresar al Perú. El rey de España, Felipe Segundo, al conocer los disturbios en Quito, destituyó al presidente Barros reemplazándolo con el licenciado Esteban Marañón, que debía ejercer la función de visitador de la Audiencia de Quito. Este episodio histórico constituyó la primera expresión de rebeldía de los quiteños, aunque a un alto precio de sangre: Alonso Moreno de Bellido, Martín Jimeno, Diego de Arcos y Pedro de Llerena murieron durante la revolución.
Milicianos y piratas. Con el propósito de defenderse de las incursiones de piratas, Guayaquil organizaba, de acuerdo con las necesidades, cuerpos de milicias que se sumaban a los que llegaban provenientes de Quito y de otras poblaciones de la Sierra. En 1687, ante el peligro de desembarco de piratas en Guayaquil, la ciudad se preparó para la defensa: “Las tres compañías de milicianos que en total sumaban 250 hombres, fueron puestos en alerta desde el viernes 18 de abril hasta el amanecer del domingo 20 y se les repartieron 10 balas a cada soldado”. 11 10 Puga, Miguel Ángel, “Quito de ayer, Quito de siempre”, SAG, Colección Medio Milenio, Vol. XI, Imprenta Producción Gráfica, Quito, 1993. 11 Núñez Sánchez, Jorge, “La defensa del país de Quito, Vol. 16 de la Biblioteca del Ejército Ecuatoriano, publicado en 1999 por el Centro de Estudios Históricos del Ejército.
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Eugenio Espejo, precursor de la independencia. (Museo Municipal de Quito).
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Pero no solo Guayaquil fue considerada como objetivo de los piratas, se plantearon también hipótesis considerando que inclusive Quito podía ser visitado por aquellos delincuentes del mar. De todas maneras, el peligro que representaban los piratas hizo que las ciudades de la costa organizaran activamente su defensa, como comenta Camilo Destruge: “A Guayaquil le correspondía un batallón de seis compañías de milicias, con un maese de campo, un sargento mayor y seis capitanes… Los cuerpos de milicias de Guayaquil fueCoronel Juan de Salinas, primer comanron organizados en 1796 y, dante del Ejército quiteño. por lo regular, se conservaba acuartelada una unidad de tres o cuatro compañías de cincuenta hombres”. 12 LA FALANGE EN LA REVOLUCIÓN DE QUITO.
La Revolución de Quito. Tres factores fundamentales se juntaron en el proceso revolucionario: los idealistas, los caudillos y el pueblo. Eugenio Espejo en la Presidencia de Quito, Francisco Miranda en Venezuela y Antonio Nariño en Nueva Granada fueron quienes transmitieron sus ideas independentistas y revolucionarias, propagando los “Derechos del hombre y el ciudadano” y con12 D’ Amecourt, “Historia de la Revolución de Octubre y Campaña Libertadora de 1820-1822”. D´Amecourt es el seudónimo de Camilo Destruge.
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virtiéndose en los pioneros de la lucha por la libertad. Eugenio Espejo fue el impulsor fundamental de estas ideas en la Presidencia de Quito, secundado luego por patriotas de la talla de Antonio Ante, Juan Salinas, Juan Pío Montúfar, Manuela Cañizares, Manuel Rodríguez Quiroga, Juan Larrea, Juan de Dios Morales, entre otros. Recibieron el respaldo de un pueblo quiteño enfervorizado y decidido a apoyar la revolución. Este cambio radical, anhelado por la mayoría del pueblo quiteño, se hizo Coronel Carlos Montúfar. realidad el 10 de agosto de 1809. Pero para sostener la revolución debía necesariamente existir una fuerza armada, por eso, justamente, se organizó la Falange Fernando VII, a la que se dio una estructura militar con cuadros de oficiales, el orgánico de tropa, armamento, munición y la logística indispensable. Al frente estuvo el coronel Juan Salinas, quien fue designado para que elaborase el “Plan de Mutación de Gobierno”, que consideraba formar una junta compuesta de varios individuos, de un Senado, tropas y demás economías que se habían de valer, verificado el nuevo gobierno”.13 La falange estaba constituida por tres batallones con sus respectivos jefes con diferentes niveles de mando, personal con uniforme militar, armamento de dotación y personal de servicios, además de un cirujano, ordenanza y capellanes. 13 Jijón y Caamaño, Jacinto, “Influencia de Quito en la emancipación del continente americano”, Imprenta de la Universidad Central, 1924.
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Respecto de la tropa y milicianos de la falange quiteña nos dice Neptalí Zúñiga: “Constituía la barricada auténtica del corazón quiteño y luchador; la fuerza de choque convencida de su misión y patriotismo. No necesitaba de remuneración alguna ni de privilegios para cumplir su papel confiado por la directiva militar…” 14 Infortunadamente, la revolución quiteña generó la reacción violenta de las autoridades españolas, que tuvo su epílogo en la masacre de los próceres quiteños, que fueron previamente perseguidos, encarcelados y cruelmente asesinados, el 2 de agosto de 1810. Pero la violencia genera violencia; además, la idea de vengar a los patriotas y no dejar extinguir a la revolución, motivó para que se organizaran grupos armados sin la debida preparación militar, comandados por el coronel Juan Montúfar, coronel Francisco Calderón, teniente coronel Feliciano Checa y sargento mayor Manuel Aguilar. Estas tropas bisoñas combatieron en el austro, contra fuerzas profesionales españolas en Paredones en junio de 1812, en Verdeloma el 24 de junio, en Mocha el 2 de septiembre, en el Panecillo el 7 de noviembre, en donde los patriotas por tener un resultado adverso tuvieron que replegar al norte. En San Antonio de Ibarra, el 27 de noviembre de 1812, se enfrentaron las tropas del coronel Carlos Montúfar contra los españoles del coronel Juan Sámano; los patriotas se vieron obligados a replegar hacia Ibarra, en cuyas cercanías, el 1 de diciembre, el coronel Calderón se empeñó en combate, pero fue vencido, capturado, procesado y luego, el 4 de diciembre, ejecutado. Entre tanto, el coronel Montúfar logró sobrepasar la frontera y posteriormente servir en el ejército patriota, hasta cuando en el combate de Cuchilla de Tambo, sector aledaño a Popayán, fue derrotado por lo que tuvo que huir y refugiarse en Buenaventura, donde fue hecho prisionero y condenado a muerte. El 31 de julio de 1816 fue fusilado en Popayán y enterrado en Buga. 14 Zúñiga, Neptalí, “Montúfar, Presidente de América Revolucionaria”, Quito, Ecuador, 1945.
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José Joaquín de Olmedo con el primer gobierno de Guayaquil. http://www.youtube.com/watch?v=HI7Y-D1iwEg08102010_105648.jpg
LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE.
Situación militar. “En 1797 se organizó el Escuadrón de Dragones de Milicias y más tarde hacia 1819, se formó el Daule… se encomendó su formación al comandante Matías Tirapegui, que luego pasó a ser segundo jefe del cuerpo, por haber sido nombrado primer jefe el comandante Joaquín Magallar…” 15 A partir de 1800 se organizó la artillería de Guayaquil con levas de reclutas, las que después de tener el entrenamiento indispensable eran trasladadas a Lima y sus vacantes llenadas por elementos bisoños. Esta unidad estuvo comandada por el coronel 15 Destruge, Camilo, “Historia de la Revolución de Octubre y Campaña Libertadora de 1820-1822”.
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HISTORIA RESUMIDA DEL EJÉRCITO.
Manuel de Torres Valdivia y se componía de 200 soldados. El historiador español Julio Albi escribe refiriéndose a las unidades de Guayaquil en 1820: “Esta guarnición se hallaba compuesta por los siguientes cuerpos: Batallón de Granaderos de Reserva, unidad veterana enviada desde el Perú… milicias de infantería de blancos, milicia de infantería de pardos, escuadrón Daule, también de milicias y 200 artilleros milicianos… Las milicias eran todas guayaquileñas… El Batallón Granaderos estaba formado por indígenas del Cuzco… en donde figuGeneral José María de Villamil y Joli. raba Hilario Alvarez, cacique cuzqueño… Solo el coronel era peninsular…” 16 Además de estas unidades, la plaza de Guayaquil disponía de un grupo de lanchas cañoneras con una tripulación de 250 hombres, al mando del capitán de fragata Joaquín Villalba, quien desempeñaba también las funciones de comandante de marina y capitán de puerto.
Un amanecer de octubre. Las reuniones que realizaban clandestinamente los patriotas guayaquileños, se vieron de pronto favorecidas con la llegada de tres oficiales venezolanos: el mayor Miguel Letamendi y los capitanes Luis Urdaneta y León de Febres Cordero. Estos oficiales fueron atraídos por los patriotas que maduraban la revolución. 16 Albi, Julio, “Banderas Olvidadas”, Editorial Cultura Hispánica, Madrid, 1990.
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TROPAS INDÍGENAS, MILICIAS Y FALANGES.
Goleta Alcance. Condujo a José de Villamil al Perú en procura de apoyo a la revolución.
Previamente los patriotas mantuvieron contacto con oficiales y tropa de las unidades de la localidad, para atraerlos a la revolución, pues ya anteriormente en el Granaderos, el teniente Hilario Álvarez y el capitán Damián Nájera habían ofrecido influir en la tropa. El 7 de octubre de 1820 al descubrir el gobernador José Pascual Vivanco el movimiento, como medida disuasiva hizo desfilar por el malecón a todas las unidades de la plaza. Al anochecer del 8, el capitán de puerto Joaquín Villalva se embarcó en las lanchas que se encontraban a la orilla y se dirigió a la Puntilla. En la madrugada del 9 de octubre comenzaron las acciones: el coronel Gregorio Escobedo había asumido el mando del batallón Granaderos; el capitán Febres Cordero tomó el control de la unidad de artillería, el capitán Luis Urdaneta, se dirigió a tomar al escuadrón Daule, en donde fue victimado a tiros su co25
HISTORIA RESUMIDA DEL EJÉRCITO.
mandante Joaquín Magallar y algunos de sus soldados cuando pretendieron resistir a la acción de los patriotas. Entre tanto, el teniente Hilario Álvarez con una patrulla capturó al jefe de la plaza, coronel García del Barrio; igualmente, el teniente Justo Rivera al mando de una escolta, sometió a prisión al gobernador y al coronel José Elizalde, segundo en el mando de la plaza; asimismo, el capitán del puerto que sin conocer los acontecimientos, había desembarcado en el muelle, fue también detenido y sometido a prisión. Es decir, el movimiento revolucionario había triunfado, la población la apoyó eufóricamente y Guayaquil se proclamó independiente. La Junta de Gobierno quedó definitivamente establecida: José Joaquín Olmedo, presidente; coronel Rafael Jimena, vocal encargado de asuntos militares; Francisco María Roca, vocal de asuntos político militares y doctor Francisco Marcos, secretario. Con el propósito de que la revolución no fracasara, se enviaron emisarios al Perú, a Colombia y a los ayuntamientos de Quito y de Cuenca para que prestaran la ayuda necesaria; además, se organizó una división de infantería al mando del coronel Luis Urdaneta, con cuyo personal de oficiales y tropa se inició la campaña libertadora de Quito.
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