TESTIMONIO: SIN PRISA, PERO SIN PAUSA…
autora
Eugenia Valdés Ossa, rscj.RESUMEN
Cuando un sueño te toma por entero, te apasiona, te lleva a buscar más profundamente, estás convencida de que va por cierto camino y no dejas de mirar hacia allí, finalmente cuando te das cuenta de que parece que ese final no llegará, caes en la cuenta de que, con todo, ha valido cien veces la pena transitar ese camino, soñar, reinventar el deseo, unirlo a otros. Es el camino que he querido compartirles a lo largo de estas líneas, reconociendo cómo el Señor de la VIDA se ha encargado de ir poniendo las mediaciones adecuadas, en personas, experiencias, sentimientos, para continuar la búsqueda, para seguir soñando, en definitiva, para concretar la Misión.
PALABRAS CLAVES
Misión, búsqueda, los pobres.
“El Señor reclama de ti que tan solo practiques la justicia, que ames de verdad y con ternura y camines humilde con tu Dios” (Miqueas 6, 8)
Tendría unos 12 años cuando vi la serie “Raíces”, basada en la novela de Alex Haley que muestra dramáticamente la historia de una familia de esclavos en Estados Unidos desde la llegada del patriarca desde África. Los detalles no los recuerdo, pero sí el sentimiento que se me quedó grabado en el corazón: tenía necesidad de hacer algo, de reparar. Sabía que era una película, pero era tan cierto que allí había enrostrada una realidad profunda, de dolor e injusticia, lo que no me dejó tranquila y me llevó a buscar por donde encausar esos sentimientos. Mirando en retrospectiva, diría que fue la semilla que actuó de movilizadora en mis búsquedas. Fue como el aguijón que me fue recordando siempre la intensidad y profundidad de ese deseo de hacer algo que se había despertado en mí.
Así me encuentro terminando el colegio en el año ‘84, preguntándome que hacer, y ese “qué hacer” tenía tinte de un deseo de compromiso, formarme en algo que me permitiera jugarme en una realidad de pobreza, deseando buscar con otros/as. Mientras en Chile son años de protestas, y junto con el deseo de salir a la calle, jugarse por un país diferente, libre, justo, democrático y enfrentar el mundo universitario, aparece la CVX.
La vida de los más pobres, los que sufren, sigue tocando mi corazón y desde la CVX comencé un camino de búsqueda y compromiso, que me va apasionando. Dentro de las experiencias más significativas, están las misiones. La primera la viví en Villa Prat, una ciudad de la VII región de Chile; esas misiones fueron un regalo, pues era la primera vez que me sumaba a este tipo de actividades. Fuimos unas 12 personas, varones y mujeres, de entre 18 y 24 años y se armó un grupo precioso, muy entretenido y dispuesto a la misión, para entregar lo mejor de sí en ese pueblo. Me marcó profundamente visitar a las familias, conocer sus problemas, escucharles largo; me sentía privilegiada de que, teniendo sólo 18 años, señoras me abrieran su corazón
espiritualidad laical: TESTIMONIO: SIN PRISA, PERO SIN PAUSA
solo porque era “del grupo de los jóvenes misioneros” y sentí que había algo de Dios muy profundo ahí, que me marcó hondamente y no me soltó. Esta experiencia consolidó mi deseo de estudiar Trabajo Social y dejar abierta la pregunta de “desde dónde podría comprometerme más con la gente”.
Me fui a estudiar a Valparaíso, lo que fue una posibilidad única de abrirme a otras realidades, salir del espacio conocido, y seguir escuchando en mi corazón un deseo de más, una insistencia en querer encontrar el lugar desde dónde vivir la vida, desde dónde hacer vida la Buena Noticia. Lo misionero seguía alegrando y animando el corazón, pues quería encontrar, reconocer el modo de cómo y dónde hacerlo vida.
Mi comunidad de CVX y mi familia, fueron dos lugares que acompañaron en esta búsqueda; el compromiso político de mis papás era una invitación a implicarme en una misión de transformación real de la vida de los más pobres, de transformación de las estructuras injustas y, por otra parte, la comunidad me acompañaba regalándome la experiencia profunda de saberme con otros/as amigos en el Señor, de saberme sostenida por el amor de Dios e invitada por Él a algo mayor.
De Valparaíso me fui a Santiago, donde continué mis estudios de Trabajo Social; esos años combiné la vida comunitaria con el compromiso social/ pastoral desde el consultorio jurídico que había en la Capilla San Esteban, cerca del Hogar de Cristo, con los estudios. Esa triada, “estudios- comunidad – consultorio jurídico”, me trajo una vez más la pregunta de por dónde me invitaba el Señor a concretar la misión. No me cabía duda, tenía la certeza de que mi misión se concretaba junto a los más pobres, caminando con