Cuentos del Moncayo Alumnos de 6º curso del CEIP “Joaquín Costa” de Tarazona.
Por fin había llegado el día tan esperado ¡nos íbamos de excursión! y pensando en que íbamos a pasar un día chachi las cosas se torcieron y fuimos a parar al peor sitio. Os voy a contar lo que nos sucedió a mí, Javichu, que es así como me llaman mis amigos, y a mi amigo Pablo. Después de media hora de horribles curvas llegamos a Moncayo y al bajar del autobús nos esperaba un guarda forestal. Cogimos nuestras mochilas y empezamos a caminar por unos senderos para respirar el aire puro del Moncayo. Durante el recorrido el guarda forestal nos iba enseñando los distintos tipos de plantas, árboles, arbustos… algunos los conocíamos, porque los habíamos trabajado en clase, pero otros no, así que la profesora nos dijo que estuviéramos muy atentos a las explicaciones, porque cuando llegáramos a clase nos mandaría un trabajo sobre lo que habíamos visto en Moncayo. Ya se acercaba la hora de comer y teníamos que bajar a la casa de los guardas, donde llenaríamos el estómago. Como bajábamos más rápido pudimos para a hacernos fotos ya que el paisaje era muy bonito. Cada uno con sus amigos buscó una mesa para sentarse a comer y, cuando terminamos, nos dieron un poco de tiempo para hacer lo que quisiéramos. Casi todos se pusieron a jugar a fútbol y algunas chicas se sentaron en la hierba a hablar, pero nosotros teníamos
que ser más originales y nos fuimos a inspeccionar un sanatorio en ruinas, al que nos habían dicho que no nos acercáramos. Y allí estábamos nosotros dos frente al horrible sanatorio. Era oscuro y estaba muy deteriorado porque llevaba muchos años abandonado. Cuentan las personas mayores que allí subían los enfermos de tuberculosis para curarse respirando el aire puro del Moncayo y también hay quien cuenta que allí siguen los espíritus de las personas que se murieron porque no consiguieron curarse y no descansan en paz. Y, como nosotros no nos lo creíamos, quisimos comprobarlo. Apoyé mi mochila en el suelo para poder coger mi lavero-linterna y así nos metimos para adentro como dos valientes. Dentro subimos unas escaleras y al pasar por una habitación Pablo me agarró del brazo y me dijo: - ¿Tú has visto lo mismo que yo? - ¿Y qué has visto tú?- le dije yo. - Dos ojos que me miraban- me dijo Pablo. - ¿Y tú has oído eso? Alguien me ha llamado muy despacito. A ver si va a ser verdad lo que dicen de este sitio- le dije a Pablo. - Lo mejor sería que nos fuéramos de aquí- dijo Pablo. Pero al echar a andar noté que Pablo me tiraba de la camisa y entonces le dije: - Pablo, suéltame ya. - Si yo no te estoy agarrando -contestó. - Entonces… si tu no me agarras ¿quién lo está haciendo? -le dije.
Los dos nos miramos y ¡vaya cara de susto que teníamos! Dimos un tirón y echamos a correr escaleras abajo. Así llegamos a la puerta por la que habíamos entrado y por primera vez nos alegramos mucho de ver a nuestra profesora y al director, que buscándonos habían visto mi mochila en la puerta y se imaginaron que habíamos entrado. De camino al autobús los profesores nos echaron una buena bronca y nos pusieron un castigo. Ya ha pasado un año y todavía en algunos sueños oigo esa voz que me llamó en el sanatorio. Así que os recomiendo que no seáis tan curiosos como nosotros. A veces no es tan bueno. Teresa Barcelona FIN
En una montaña llamada El Moncayo hace 100 años vivía en paz un pueblo de gnomos. Cada uno vivía en un árbol donde en invierno se alojaban para no pasar frío y cuando llegaba el verano recolectaban comida y descansaban de vez en cuando. Llegó la estación de invierno y todos los gnomos refugiados en su árbol oyeron un ruido y fue a investigar el gnomo más sabio del pueblo. -¡Por mis orejas puntiagudas! ¿Qué es eso?- exclamó el gnomo sabio dando pasos hacia atrás. El gnomo fue a avisar al pueblo y cuando llegó… -¡Todos a cubierto nos atacan!- dijo el gnomo sabio -Perdona, éste es el territorio de los gnomos-, dijo un gnomo poniendo cara de listo. - Gnomo sabio, hace 1.000 años que no se han acercado a nuestros dominios-,dijo un gnomo muy tímido.
-Venid conmigo y os lo enseñaré,-dijo el gnomo sabio, para poder convencerles. El gnomo sabio les llevó hasta el sitio donde fue a investigar y cada vez que se iban acercando veían árboles talados hasta llegar al lugar. -Alguien ha talado nuestros árboles-, dijo el gnomo sabio. -Algo propio de los humanos-, dijo un gnomo dudando. -Alguien tiene que ir a Tarazona y convencerles de que no talen nuestros árboles-, añade un gnomo nervioso. -Tienes razón, alguien tiene que ir a ver a los turiasonenses, como lo has dicho tu. Irás tú mismo-, dijo el gnomo sabio. El gnomo llamado Ruper, tan triste y tan desconfiado, fue a visitar al gnomo Beter que podía saber el futuro. -Gnomo Beter, quiero que me leas el futuro para saber si conseguiré convencer a Tarazona de que no talen nuestros árboles-, dijo el gnomo Ruper. -Lo conseguirás, dijo el gnomo Beter mientras empujaba a Ruper afuera. Era la hora de que Ruper fuese a Tarazona a convencerles, pero el gnomo sabio se acercó y dijo: -Estos son unos polvos mágicos para que todos te miren al llegar, pero tíralos de poco en poco y bebe este brebaje para poder volar
Así que Ruper tomó el brebaje y empezó a volar y justo cuando empezó a llegar a Tarazona tiró los polvos y todos los ciudadanos los siguieron hasta la plaza de España. -¡Escuchad! Soy un mensajero de los gnomos que viven en el Moncayo. Taláis nuestros árboles y nos dejáis sin hogar. Este es nuestro territorio y deberíamos vivir en paz-, dijo Ruper. -¡Eso es!, no debemos talar sus árboles. ¿Estáis de acuerdo conmigo?- Dijo una señora. -¡Sí!- Respondió la multitud. -Gracias humanos-, dijo Ruper alejándose de Tarazona. Y así es como los gnomos vivieron en paz para siempre.
Hajar Aissaoui
PASEANDO POR EL MONCAYO
Todo empezó cuando las tres hermanas, Lidia, Alicia y Diana, salieron a dar un paseo por los agradables bosques del Moncayo. En la cumbre del Moncayo había un poco de nieve que se derretía a medida que iba saliendo el sol. Lidia, la hermana más pequeña, de 10 años, estaba enfadada con Alicia, la hermana mayor, porque no le dejó traer la cámara para hacerles unas fotos a los pájaros que había en los árboles. Pero Diana, la hermana mediana, era más tranquila que Alicia. Lidia quería cumplir su gran sueño ese mismo día: “Subir a la cumbre del Moncayo” -Alicia, déjame subir hasta la cumbre, porfi. -No, sólo vamos hasta aquel árbol y volvemos a casa que hace frío y además tengo hambre. Diana, que hasta aquel momento no había hablado porque estaba muy distraída viendo los pájaros, dijo: -Lidia tiene razón, tenemos que lograr subir, así al menos cumplimos un sueño. -Tú cállate, que ya es suficiente tener una cotorra al lao. -Se dice al lado, no al lao. Alicia no habló más, porque estaba harta de los comentarios tontos que hacían sus hermanas. Lidia aceleraba el paso para alejarse de sus hermanas, y al final lo consiguió.
-Lidia ven aquí, no te alejes tanto. -¡Lidiaaaaaaaaaaaaaaa! ¡Dónde estás! Lidia quería lograr su sueño, le dejaran o no. Así que fue corriendo hasta que se encontró con un gran castillo un poco antiguo. Era el castillo de Trasmoz donde según los cuentos que había leído, habitaban brujas que hacían conjuros y esas cosas. Pero de repente, por arte de magia, apareció un hada. Un hada muy rara, porque parecía que venía de vacaciones de Hawai. Tenía un collar y una corona de flores, llevaba una falda de hojas y estaba bailando muy raro. -¡Hola! qué sorpresa ver a una niña por aquí. -Es que… ¿nunca has visto a una niña? -Ay, perdona, es que acabo de venir de vacaciones y ya sabes…dijo el hada-Bueno, yo me llamo Yaslesamaiscato. -Qué nombre tan raro, ¿no? -Es que en realidad me llamo Yasmin, Leyre, Sandra, Sara, Marta, Mariam, Isabel, Carla, Teresa…, pero para resumirlo todo me llamo… -Vale, vale, ya lo entiendo. Yo me llamo Lidia y me preguntaba si podías ayudarme a cumplir mi sueño “Subir el Moncayo” -Bueeeeno, vamos a ver, aquí… en mi bolita de cristal… me dicen que venías con tus hermanas.
-Sí, pero están atrás, las he dejado porque no querían venir conmigo. -Perdona, pero no puedo ayudarte-dijo yéndose, o mejor dicho, volando. -Pero, ¿por qué? -En las normas de las hadas dicen que “Si unos odian a sus seres queridos no deberán recibir ayuda ninguna”-dijo el hada. -Me das mucha pena, por eso te ayudaré un poquito. Si me prometes que nunca dejarás atrás a tus seres queridos, traeré a tus hermanas y volveréis a casa-,le apostó el hada. -Vale, prometido. Y otra vez por arte de magia aparecieron sus hermanas. Lidia fue a abrazarlas muy contenta. -Perdonadme. -Perdónanos a nosotras que no te hemos dejado cumplir tu sueñodijo Alicia que ahora estaba feliz. Así termina la historia, las tres hermanas volvieron a casa y nunca se alejan la una de la otra. Yasmin Toufi
Cuentan las leyendas que, hace unos cuantos años, una
familia
formada por siete personas, la madre, el padre y sus cinco hijos, tuvieron un accidente. Solo dos de ellos sobrevivieron, el padre y uno de sus hijos, Jonathan, que entonces tenía dos años. Nada más ocurrir el accidente, los dos se mudaron a la ciudad de Tarazona pero, como no quedaban casas libres, porque en esos tiempos no había casas como las de ahora sino que eran casas de una o dos personas, decidieron irse a vivir a una cabaña del Moncayo. Pasaban los años y Jonathan iba creciendo, iba a la escuela, hacía los deberes, cosas que hacían antes, pero Jonathan era distinto a los demás niños. Siempre que los demás niños jugaban a algo, Jonathan prefería estar leyendo un libro o pasar el rato sin hacer nada. Los niños se reían de él y nunca le dejaban en paz. Un día Jonathan estaba aburrido en casa y su padre le dijo que se fuera a dar un paseo y Jonathan le dijo: - Pero papá… - Jonathan, no pasa nada porque te vayas un rato a dar un paseo, siempre que vengas antes de la cena–, dijo su padre. - Vale, está bien–, dijo él. Jonathan cogió su mochila, un lápiz, un cuaderno y una cámara de fotos. Cuando lo tuvo todo, se fue a dar un paseo por el bosque.
Mientras andaba por el bosque, iba anotando cada cosa que veía, para luego enseñársela a su padre. Observaba las flores, los diferentes tipos de animales, las setas, los árboles…… Pero en una de sus observaciones, Jonathan creyó ver a un duende que se escondía entre los árboles. Jonathan los siguió silenciosamente y cuando se adentró entre la maleza, se encontró con un gran bosque, cubierto de nieve. Todos los que habitaban allí eran animales, pero esos animales podían hablar. Jonathan encontró al duende y le preguntó: - Hola señor…… duende, ¿me podría decir dónde estoy?–, dijo Jonathan. - Pues estás en Marsania –, dijo el duende. - ¿Y qué es Marsania? –, preguntó Jonathan. - Marsania…, digamos que es un pueblo donde habitan los seres mitológicos que según los humanos no existen –, dijo el duende. - Ah, vale, y ¿qué es aquello de allá? Parece una montaña roja. - Eso es la gran montaña de Escorpio, un ser maligno. Según las antiguas leyendas, solo un humano, con una gran valentía, podrá derrotar al malvado Escorpio – explicó el duende. - ¿Y tú crees que ese gran valiente humano soy yo? - Bueno, no es que hayan venido por aquí muchos humanos –, le contestó el duende. - Pero eso no significa que sea yo ¿verdad? – dijo Jonathan. - No sé, podríamos ir a casa del Viejo mago, a ver qué nos dice –, propuso el duende. - Está bien, pero no creo que sea yo, yo no soy valiente y no me gusta. - Bueno, por probar.
Y así, Jonathan y el pequeño duende fueron a la casa del Viejo mago. Jonathan, nada más verlo, se quedó asombrado. El Viejo mago no parecía tan mago, pero las pintas que llevaba eran supergraciosas. El duende le comentó al viejo mago lo sucedido y entonces éste empezó a hablar con Jonathan mientras el duende se marchaba fuera.. Después de unas cuantas horas, Jonathan salió de la casa y le explicó al duende lo que el viejo mago le había dicho. Él le había explicado a Jonathan que era el elegido pero, para poder vencer al malvado Escorpio, tenía que ir al centro del bosque mágico, para que la gran Naturaleza le traspasara los poderes mágicos. Así, que los dos, se dirigieron al centro del bosque mágico. Cuando llegaron, se quedaron asombrados, no había nadie. - Hola, ¿hay alguien ahí? – gritó el duende Nadie contestó. Pero unos minutos después, una señora apareció entre los árboles. - Hola, señora, ¿nos podría decir dónde está la señorita Naturaleza? – le preguntó Jonathan. - Bueno, estás hablando con ella – respondió. - Así que tú eres Naturaleza – dijo el duende. - Sí, ¿en qué puedo ayudaros? - Bueno, el viejo mago nos ha enviado aquí para que me traspasara los poderes mágicos para poder vencer al malvado Escorpio – le dijo Jonathan. - Eso no es un problema para mí. Mira, ven conmigo y en un pis pas tendrás más poderes de los que te puedas imaginar – dijo ella. Y añadió estas palabras:“Sine mine, ojo de ratón, que este chico tenga todos los poderes de Arconcón”. - ¿Ya está? – preguntó Jonathan. - Sí, ya estás listo para vencer a. Escorpio.
- Y ¿cómo lo hago? – preguntó Jonathan. - Muy fácil, cuando estés en plena batalla, solamente tendrás que pensar en el recuerdo más bonito que tengas y todo lo que tú quieras se hará realidad – contestó Naturaleza. - ¿Y esto, solo lo puedo utilizar aquí o en mi casa también? – preguntó. - Claro, los poderes que te he traspasado los tendrás para siempre. Nada más terminar de hablar se pusieron en marcha hacia la gran montaña de Escorpio. Cuando llegaron allí, Escorpio se quedó sorprendido. - Vaya, vaya, mira lo que tenemos aquí, al pequeño duende y a la señorita Naturaleza –, dijo Escorpio en plan sabelotodo - Oye, no te metas con mis amigos – dijo Jonathan –. He venido a luchar contigo, para que te vayas y dejes en paz a Marsania. - ¿Ah, sí? Pues no te resultará tan fácil sin los poderes mágicos. - Eso lo dirás tú –, gruñó Jonathan mientras saltaba por el aire. Entonces ahí comenzó la batalla. Hubo caídas, hubo de todo, pero al final Jonathan se concentró completamente y venció a Escorpio lanzándole una gran bola de energía, que le atravesó el cuerpo. Desde entonces toda Marsania fue feliz. Cuando Jonathan regresó a casa, aprovechó sus poderes y pensó en su madre y en sus cuatro hermanos, pensó y se concentró como nunca antes lo había hecho y cuando se quiso dar cuenta, delante de sus propios ojos estaba su madre y sus cuatro hermanos. Los abrazó y juntos volvieron a casa. Carla
Hace miles de años, cuenta la leyenda, que en el Moncayo habitaba un señor bastante anciano. A aquel señor le encantaba la naturaleza. Los vecinos del pueblo pensaban que estaba loco, le llamaban ‘’el loco del Moncayo’’, pero en realidad no estaba loco. El Loco del Moncayo tenía un amigo que era cazador. El cazador era tan amigo del Loco que nunca cazaba en el Moncayo, él se iba a cazar a los bosques de al lado. Un día caluroso de verano el Loco del Moncayo y el cazador tuvieron una gran pelea , que haría que su amistad llegara a su fin. -Yo te he visto cazar animales aquí, en el Moncayo -dijo el Loco muy enfadado. - No, qué va, yo he ido a cazar a los bosques de al lado -dijo el cazador intentando que lo creyera. -No te creo, así que te prohíbo cazar en el Moncayo -dijo el Loco -¿Ah, sí?, pues si no me crees me marcho y ya no soy tu amigo. El cazador se marchó muy enfadado y el Loco volvió a su casa junto al Bosque de las hayas. Pasado los días, el Loco del Moncayo se quedó triste sin su mejor amigo.
Un pastorcillo que pasaba por ahí le preguntó qué le pasaba. Él le dijo que estaba triste por haber perdido a su amigo. El pastor lo animó para que volvieran a ser amigos, pero él le contestó que no, porque lo había visto cazar en el Bosque de las hayas del Moncayo. -No es cierto, ese era un señor que estaba eliminando una plaga de zorros. -Ah, no lo sabía. Entonces tendré que perdonar a mi amigo contestó el Loco. Al día siguiente el Loco fue a hablar con el cazador. Le dijo que para recompensarle pondría zonas de caza. Al final volvieron a ser amigos y nunca más volvieron a discutir. Mariam Bravo Fabregat
Paul es un niño que vive en Tudela y pasa el invierno en Tarazona. En esta ciudad del Queiles tenía una amiga llamada Laura que, como él, tenía 10 años. Para los Reyes Magos, Paul había pedido una piedra ámbar porque era muy aficionado a los minerales y la piedra de ámbar le encantaba tenerla en su colección. Pero se llevó una decepción, entre sus coloridos regalos no había ninguna piedra ámbar. - Cariño, los Reyes me han dicho que tendrás que ir a buscar tu propio ámbar. También me han comunicado que en Moncayo hay un par de piedras ámbar en la cima- la madre estaba preocupada por si le daba una rabieta.- Puedes llamar a Laura e ir juntos. Y así lo hizo, avisó a Laura para quedar en la Estación de autobuses y coger el primer autobús que saliera hacia el Moncayo. Cuando llegaron, fueron por el camino de ascenso a la cima, pero de repente Laura tropezó y su colgante de plata cayó al otro lado de una roca. Los dos o buscaron pero había desaparecido. Bajaron un poco, para ver si se había ido rodando, y al cabo de un rato se perdieron. Subieron más alto, pero no encontraron el camino, solo se veía una pequeña casita de madera con una luz parpadeante proveniente de un fuego.
Al verla, los dos niños corrieron hacia la casucha. Llamaron a la puerta y les abrió un señor de al menos 65 años. - ¿Qué pasa? ¿Qué queréis? - Perdone, pero nos hemos perdido, ¿Puede ayudarnos a encontrar el camino?- dijo Paul, al ver que Laura se quedaba callada- Estamos buscando un ámbar en la cima. - Yo sé dónde está, seguidme. El señor los guió durante 20 minutos por un camino ascendente, y desapareció bajo un árbol, volviendo a aparecer con un ámbar en las manos. Los niños le dieron las gracias y se despidieron, prometiendo que volverían a visitarle. Después volvieron con sus respectivas familias. Todos los fines de semana iban a Moncayo y visitaban al señor. Éste les ensañaba la naturaleza del monte. Sara Soria
En una casita situada en las faldas del Moncayo vivía una mujer con su marido y su hijo. Un día el marido, que se llamaba Pablo, se fue a pasear por la mañana por los senderos del monte. Cuando estaba caminando, una piedra, bueno, más bien una roca que cayó de un desprendimiento, lo golpeó bruscamente y lo dejó en el suelo inconsciente. Un vagabundo se lo encontró y lo curó. A los días, Pablo se quedó sin trabajo, pero el hombre quería comprarle un anillo a su mujer por su cumpleaños. Como no tenía trabajo, se quedó con poco dinero, que apenas le llegaba para comer. Sin embargo, un día del invierno, leyó en el bar de Moncayo un cartel en el que ponía que se iba a celebrar una carrera de trineos y que el premio eran 300€ y un viaje. Así que Pablo decidió participar y comenzó a entrenar con su perro y prepararse para la carrera. El día de la carrera Pablo estaba muy nervioso. Empezó la carrera y se colocó en primera posición, pero de repente se encontró a un vagabundo tumbado en el suelo, desfallecido y muy hambriento. Pablo paró a su perro y le dio agua y algo de comer al mendigo. Los otros participantes en la carrera adelantaron a Pablo, pero el mendigo, que se llamaba Rafa tuvo una idea. Como Rayo, el perro
de Pablo, estaba cansado era mejor que cogiera a Copito, un perro que tenía el vagabundo con él y que seguro que estaba descansado. Así lo hicieron. Pablo comenzó de nuevo la carrera y pudo adelantar a todos gracias a sus conocimientos sobre los caminos del Moncayo y a la fortaleza de Copito. Ganó la carrera, claro está y con el dinero del premio pudo comprar un anillo a su mujer, Bea. Además, para celebrarlo se fueron de viaje los tres de la familia y también Rafa, el vagabundo. Y para terminar bien la historia, os he de decir, que al regreso del viaje, Pablo y Rafa encontraron trabajo y pudieron vivir una vida mejor. Eloy
Érase una vez en Tarazona un combate entre tres raperos: Porta, Aloy y Swan Fyahboy. Eran los tres unos grandes raperos pero las normas internas de esta zona de rap decían que solo podía haber un rapero en Tarazona, los otros dos se tendrían que ir a algún pueblo de la comarca. Bueno pues esto sucedió y es la historia que os voy a contar. En Tarazona, un pueblo de Aragón (España), había tres raperos que se llevaba fatal y eran los siguientes: Porta, Aloy y Swan Fyahboy. Porta vivía en el paseo, Aloy vivía en frente del palacio episcopal y Swan Fyahboy vivía en la calle Gutiérrez Tapia. Bueno, pues estos raperos, al no llevarse bien, decidieron hacer un combate de raps en el teatro Bellas artes el día 2 de Julio de 2013. Los tres raperos se fueron entrenando durante meses y meses hasta que llegó el día del Gran combate y allí estaba Aloy y Swan Fyahboy pero…… ¡Porta no estaba! Decidieron entre los dos esperar un poco hasta que llegara Porta; pero tardó lo suyo porque no se acordaba del combate de rap. Al final vino gracias a Swan Fyahyaboy ya que le llamó por el móvil. Llegó al teatro y llegó el gran momento, el gran
combate de raps. Empez贸 Aloy con el rap titulado P贸rtate bien; el segundo fue Swan fyahboy con el rap titulado Vida Grime; y el tercero fue Porta con el rap titulado La Bella y la bestia. Las votaciones dieron el primer premio a Swan Fyahboy, el segundo fue Aloy y el tercero fue Porta. Los dos perdedores se tuvieron que ir a un pueblo de la comarca de Tarazona y el ganador pudo quedarse en Tarazona para siempre. Ra煤l
FIN
Hace 10 años un grupo de chavales, Ramón, Miguel, Silvia y Laura, se fueron a hacer una excursión al bosque del Moncayo. El plan que habían preparado para pasar la tarde iba de buen pie, salvo cuando empezó a oscurecer. Todos se asustaron, porque no sabían dónde estaba la furgoneta. De pronto Laura dijo: - ¿Y si nos separamos y buscamos la furgoneta? Y todos dijeron que de acuerdo. Además todos llevaban linternas. Ramón se fue por un sendero donde había muchos árboles y hacía mucho viento. El viento agitaba las hojas de los árboles y con el ruido se oía: ¨ si sigues el sonido de las hojas te llevará hasta un refugio Mientras, Silvia se había ido por un camino de flores y donde también hacía mucho aire, y al igual que los árboles las flores le dijeron a Ramón que siguiera el sonido del aire. Las flores a Silvia le dijeron lo mismo. A Laura le había pasado exactamente igual que a Silvia y a Ramón pero en vez de que le hablaran unas flores o unos árboles le habló la hierba y le dijo que siguiera escuchando el sonido. Miguel fue por un camino lleno de hojas caídas que le dijeron exactamente lo mismo que a Ramón, a Laura y a Silvia. Los cuatro se dirigieron al mismo sitio gracias al aire. Se encontraron con una casa, como les había dicho el aire, llamaron a
la puerta y les abrió una mujer mayor. Miguel le explicó que llevaban mucho tiempo caminando en busca de su furgoneta. Entonces la mujer dijo: -Si queréis os podéis quedar a dormir y mañana por la mañana vamos a buscar la furgoneta. Y respondieron todos que vale. Se quedaron a dormir. Y al día siguiente fueron a buscar la furgoneta. Pero no la veían. De pronto Miguel grito: - La he encontrado. Todos fueron corriendo hacia él y le dieron las gracias a la señora. Alba
FIN
Hace unos años, en las faldas del Moncayo, vivía un hada llamada Azahara, que era amiga de otra hada, Carmen. Azahara era un hada morena, de ojos marrones, de alta estatura y delgada. Ella era muy simpática y dispuesta a hacer lo posible por los demás. Sin embargo el hada Carmen era rubia, con los ojos verdes, de baja estatura y gordita. Ella también era muy simpática y siempre estaba dispuesta a hacer lo posible por los demás. Diez días después de que se conocieran Azahara y Carmen, pasó algo muy malo, ¡al hada Azahara se le había roto un ala! Cuando se enteró Carmen que se le había roto un ala, se fue volando para ver qué tal estaba. En cuanto Carmen entró por la puerta de la casa de Azahara no hacía más que preguntarle ¿qué tal estás?, ¿te hace daño?, ¿vamos al hospital?... Hasta que Azahara se cansó de oírle y pegó un grito que tembló hasta la casa. -¡calla!, se oyó. Cuando las dos hadas se tranquilizaron, se fueron a ver al hada más vieja y sabia de todas las hadas. Cuando iban por el camino que llevaba a Añón, que allí estaba la residencia del hada sabia, se encontraron con una niña. En cuanto vieron que se acercaba hacia ellas, se pusieron a correr, pero la niña las cogió. La niña cogió a las hadas porque vio que un hada tenía el ala dañada.
Ya en su casa, la niña sacó a las hadas, a las que llevaba en un bote, y les preguntó que cómo se llamaban. Las hadas les dijeron sus nombres, pero ellas también quisieron saber el nombre de la niña: - Y tú ¿cómo te llamas?, ¿qué te gusta hacer? La niña contestó que se llamaba Lucía, que tenía 11 años y lo que más le gustaba eran las hadas. Y como la niña vio que un hada tenía el ala rota le preguntó sí se la podía arreglar. Las hadas se lo pensaron, pero, al final el hada Azahara le dijo que sí. Lucía cogió a las hadas y las llevó a su mesa, llamó a su madre y le intentaron arreglar el ala. Pasadas las dos horas que tardaron en arreglarle el ala, el hada Azahara ya estaba volando. Después de esto, Lucía, después de hacer los deberes iba a jugar todos los días con ellas. Sandra Martínez.
FIN
Hace más o menos una década una desgracia terrible ocurrió en el Moncayo. En aquel día una cuadrilla de amigos fanáticos por la nieve aprovecharon la ocasión, ya que había nevado en el Moncayo, y organizaron una excursión a este lugar, que consistía en ir andando hasta la cima del Moncayo, llevando cada uno de ellos algo de comida, que les ayudaría a coger fuerzas para continuar su acceso a la cima. Los amigos fueron por el pueblo pregonando su excursión y mucha gente se animó y decidieron marchar hacia el Moncayo esa misma tarde. Cuando ya casi estaban en la cima empezaron a notar que cada vez hacía mucho más viento y aumentaba la niebla. Un niño quería dar la vuelta pero los demás excursionistas la convencieron diciéndole que ya quedaba poco y en la cima podía jugar con los demás niños a tirarse bolas de nieve; así, que siguieron. ¡¡¡Biennn!!! Gritaban muchos cuando llegaron a la cima, pero en pocos minutos vieron que estaban a punto de presenciar una ventisca e intentaron llamar por teléfono pero…….. ¡No tenían cobertura! El pánico se reflejaba en sus rostros y decidieron racionar los alimentos para tomarlos poco a poco y no pasar hambre. Pablo, uno de los que organizaba la excursión, llevaba en su mochila una cuerda a la que todos se agarraron para no perderse.
Pasaron la noche en vela, el frío y el miedo se apoderaba de ellos. Cuando los primeros rayos de sol alumbraron el Moncayo los excursionistas bajaron poco a poco para buscar un sitio con cobertura y llamar por teléfono. Finalmente los encontraron y fueron rescatados por la guardia civil sanos y salvos. Esto les sirvió de escarmiento y de dieron cuenta que antes de organizar una excursión, deben estar más precavidos. Isabel
No hace mucho tiempo, la clase de sexto de primaria del colegio Joaquín Costa de Tarazona, hizo una excursión al Moncayo. En esa clase había una niña llamada Elsa. Elsa se distrajo con unas huellas muy pequeñas que había en el camino; las siguió, y pronto llegó a un lugar muy bonito, repleto de setas de todo tipo, de árboles, de plantas y de muchas cosas más. Pronto, Elsa se dio cuenta de que se había perdido y de que no sabía dónde estaba: - ¿Hay alguien ahí?-Elsa escuchó ruidos. - ¿Hay alguien ahí?-volvió a repetir Elsa. Nadie contestó, pero pronto comenzaron a salir de debajo de las setas y de las hayas que había por allí unos seres extraños: - ¿Quién sois?-preguntó Elsa alucinada. Alzó la mirada y vio claramente que eran hadas, elfos y otros seres similares. Elsa sintió un poco de miedo, igual que las hadas y los elfos, pero luego le dijeron las hadas: - No nos hagas nada - No te haremos daño-,dijo un elfo.
Elsa comprendió que eran unos seres indefensos y que no le iban a hacer nada. Comenzaron a hablar y a hablar y pronto todos se hicieron amigos. Elsa les contó lo qué le había ocurrido y sus nuevos amigos entendieron su situación. Con sus poderes pudieron ver dónde estaban los compañeros de clase de Elsa. Los elfos y las hadas le guiaron hasta hacia sus compañeros de 6º. Cuando llegaron a su destino, se despidieron y los elfos y las hadas le dijeron a Elsa, que cuando los necesitara, que diera tres palmadas y ellos irían con ella. Luego, a los chicos y chicas de su clase, les contó lo qué le había sucedido. Al principio, no se lo creyeron: - Eso es mentira-dijo un niño de su clase- ¡Esos seres no existen! - ¡Es verdad!-dijo Elsa- Os lo voy a demostrar. Elsa se acordó de lo que le habían dicho los elfos y las hadas, dio tres palmadas y los elfos y las hadas fueron con ella. Sus amigos ya se lo creían, y Elsa nunca olvidó a sus nuevos amigos mágicos. Marta Gracia Aranda
FIN
Érase una vez un gran monte llamado Moncayo, en el que vivía Juan José, un señor que era dependiente en una tienda de fontanería. Él tenía una casa situada más o menos donde está ahora el restaurante llamado ‘’Santuario’’. Juan José vivía muy feliz y Federico, que era un señor que vivía en el pie del Moncayo en una choza, tenía envidia de la felicidad y la casa de Juan José. Y Federico decidió quemar la casa de Juan José. Un día que Federico vio que Juan José iba a trabajar, fue la casa de Juan José, entró y robó las cosas más valiosas que tenía Juan José. Una vez hecho esto, cogió gasolina, la esparció por toda la casa de Juan José, pero no toda la gasolina, puesto que se le cayó un poco en la camisa. Cuando terminó de esparcir la gasolina, como estaba muy cansado, decidió descansar fumándose un cigarro. Al encenderse el cigarro, iba a tirar la cerilla a la gasolina que anteriormente había esparcido por toda la casa de Juan José, pero ocurrió algo inesperado: la cerilla se le cayó a la camisa que como he dicho antes estaba un poco mojada de gasolina y se empezó a quemar. Canuto, que era el perro de Juan José, se dio cuenta de todo y fue a la tienda de la que era dependiente Juan José para avisarle. Cuando Juan José vio que Canuto estaba tan alterado, fue corriendo a su casa y vio a Federico quemándose, le ayudo con
calderos de agua sacados del pequeño pozo que tenía al lado de casa y consiguió apagarle. Federico le devolvió todo lo que le había robado y le pidió perdón. Juan José le perdonó, aunque no quería ser muy amigo suyo, pero Juan José era partidario de esa famosa frase que muchísima gente dice que es: ‘’Hay que tener amigos hasta en el infierno’’.
Mario.
Hace 80 años vivía en el Tarazona un chico llamado Mateo. Él era un chico de pequeña estatura que siempre estaba en su casa y no quería salir para nada excepto para ir a el Moncayo, al colegio o a alguna excusión obligatoria del colegio. Siempre decía que su mejor amigo era el Moncayo porque le contaba cosas y le era fiel, además de que se podía pasar horas en la hierba sentado. Pero Mateo se puso enfermo y no pudo ir al Moncayo durante dos semanas. Y en ese tiempo las personas iban al Moncayo y tiraban basura y más desechos. Cuando Mateo se recuperó fue al Moncayo y se encontró con todo eso y fue limpiando día a día pero siempre se encontraba con más basura, y como era de esperar, la gente ya no quería subir al Moncayo y se empezaba a quejar de que olía mal y estaba sucio. El ayuntamiento lo único que decía era que ya mandarían a un grupo de personas a limpiarlo pero lo cierto es que solo lo decían para que no siguieran quejándose. Los únicos que limpiaban el Moncayo eran Mateo y sus padres pero aun así no consiguieron nada porque siempre había más basura. Un día llegó extraño señor y le dijo a Mateo que por haber estado cuidando el Moncayo le declaraba oficialmente el guardián del Moncayo. También le concedió algunos poderes para que cuidara mejor el Moncayo pero solo los podía utilizar en caso de emergencia. Los poderes que le concedió fueron el de limpiar con dar tres palmadas, el poder de regar todas las plantas solo con dar dos silbidos y el de poder hablar con los animales. Pero como era de esperar los poderes no los podía obtener una persona tan
joven como el. Así que le dijo que se los iría dando a medida que fuera creciendo y desarrollando los poderes. También todo eso tenía un sacrificio y era el de dejar a su familia y pasar a vivir en el corazón del Moncayo y solo salir en caso de emergencia. El chico aceptó esa condición, claro que contándole ese secreto a sus padres, que al principio no se lo creyeron pero después lo aceptaron con la condición de que les fuera a ver en fechas importantes como Navidad, Reyes… Ahora Mateo descansa en el corazón del Moncayo. Ariana
El Secuestro del Duende En la sierra del Moncayo, hace mucho tiempo, un padre duende y su hijo jugaban al escondite. De repente, unos animales se llevaron al padre. El hijo buscaba a su padre pero no lo encontraba y se fue triste a buscar a sus amigos, a ver si lo habían visto, pero tampoco lo vieron. A la mañana siguiente un amigo le dijo que fuera a visitar al mago de Cariñena. Recogió sus mascotas y se marchó. Unos lobos le preguntaron: -¿Dónde vas? -Voy a buscar al mago. Cuando llego a Cariñena se le acercaron unos linces y el duende les preguntó: -¿Donde vive el mago? -Allí, en esa cueva,-contestaron. -¿Dónde está mi padre? -preguntó al mago. Tu padre ha sido raptado por unos animales y está en la catedral de Tarazona. -Muchas gracias,-dijo- y el duende se marchó. En el camino se encontró con un greblin y le dijo: -¿Cómo se va Tarazona? -Deberás ir a Calatayud por Mesones de Isuela, Rueda de Jalón, Borja, Monasterio de Veruela y Tarazona, donde buscarás al
gnomo Eddy. En Calatayud unos lobos le cortaron el paso y le pidieron cinco piedras de tela para poder pasar. El duende se fue al bosque, encontró las piedras y recogió otras de varios tipos. Se las entregó y le dejaron pasar. Lo mismo pasó en Mesones de Isuela, donde unos linces le exigieron tres piedras de hierro. Abrió la mochila y se las dio. En un árbol seco de Rueda, unos buitres lo llamaron: -Duende, si quieres pasar nos tienes que dar ocho piedras de acero. -Aquí están. Pasó por Borja camino del Monasterio y llegó a Tarazona. Preguntó por Eddy el gnomo y le dijeron que estaba en la Plaza de Toros Vieja. -¿Tú eres el duende que ha perdido a su padre?- dijo Eddy. -Un gremblin me lo dijo. -Ah, Ah, Ah, -Dónde está la catedral? -Yo te acompaño- contestó Eddy. En la catedral, dentro de una jaula estaba el padre duende rodeado de animales. Eddy los distrajo y se fueron detrás de él. El duende hijo abrió la jaula, sacó a su padre y se marcharon corriendo de la catedral.
Apareció el mago de Cariñena y los duendes se despidieron de él y del gnomo Eddy, dándoles las gracias e invitándoles a que visitaran la sierra del Moncayo. Se marcharon a su casa del bosque y fueron muy felices. Carlos FIN
En la ciudad de Tarazona, en el año 2010, había un niño llamado Rob que tenía siete años y al que no le gustaba ver a la gente pedir dinero por las calles. Su padre, su madre, su hermana y su hermano pequeño vivían muy bien porque sus padres trabajaban. Pero desde que la crisis comenzó su padre paró de trabajar. Rob decidió ir a pasar unos días con su abuela al Moncayo que, como decía la gente, te animaba. -¡Hola abuela! – dijo Rob feliz y orgulloso. -¡Cuánto tiempo Rob! – dijo la abuelita. Después de que Rob le contara a su abuela el problema ella dijo. Rob, si tanto te molesta, venid a vivir aquí conmigo. Hay de todo, comida, vivienda felicidad… Hay de todo, hijo. Le cortó Rob: -No podemos venir aquí a vivir, mi madre trabaja y estoy feliz pero lo que no me gusta es ver a la gente pedir dinero por las calles. – dijo Rob un poco enfadado. -Vale, te entiendo, yo te podría dar una solución. Ve a la montaña del Moncayo y habla con ella sinceramente. Cuando termines de decirle tu duda ella misma hablará contigo y te dará una solución porque he oído y creo que esa montaña soluciona los problemas de la gente si se lo piden con sinceridad – dijo la abuelita un poco preocupada por su nieto.
-Vale abuela, confío en ti. –dijo Rob, sin seguridad. Cuando Rob llegó a la montaña no se resistió en preguntarle: -Hola, quiero hacerte una pregunta. –dijo Rob. -Vale, dime chiquitín. -No soy un chiquitín, pero eso no importa. No me gusta ver a la gente pedir dinero por las calles y quiero que me des una solución. – dijo Rob un poco triste. -Te daré una solución. Tengo un amigo que es genio y que te podría ayudar. – dijo la montaña orgullosísima -Vale, haré lo que digas pero he oído hablar de un genio del Moncayo que creo que se llamaba Sabadi. –dijo Rob. - Sí, ese es el genio del que te hablo. Tienes que ir 300 metros hacia la derecha, después, 20 metros hacia la izquierda y allí encontrarás al genio que se llama Sabadi, como te he dicho antes, pero por si te lías te voy a dar una brújula.- le informó la montaña. -Muchas gracias. Intentaré devolverte este favor, pero si no puedo que sepas que te lo agradezco muchísimo y los de mi pueblo también. - No hay de que Rob, yo cumplo mis obligaciones cuando me lo piden. Bueno, la verdad pocos me lo piden y uno de ellos ya eres tú- le dijo la montaña a Rob limpiándose las lágrimas que caían del cielo. Rob seguía los pasos que le dijo la montaña contando paso por paso, con dificultad y felicidad. -Holaa, holaaa, hay alguien aquí.- gritaba rob
Entonces apareció el genio del Moncayo y le dijo: -Hola ¿cómo te llamas y quién eres? - Soy Rob y me ha enviado la señorita Moncayo. -Bueno, bueno, dime lo que quieres. Ten en cuenta que solo te concederé tres deseos. -Vale, quiero que se acabe la crisis y que las familias tengan trabajo y dinero con que poder vivir.- dijo Rob con mucho entusiasmo. - ¿Otra cosa? Es que te falta un deseo.- le dijo Sabadi. - Vale, quiero que mi madre, mi abuela, mi hermana, mi hermano y toda mi familia estén cerca de mí.- dijo Rob en su último deseo. ADIÓOOOOS. Se despidieron y cada uno volvió a su casa. La Montaña del Moncayo le concedió a Rob sus tres deseos. La Montaña se sintió muy feliz de haber podido hablar con Rob. E hizo llover sonrisas, felicidad y dinero a todas las partes del mundo.
Basma
Es verdad El Moncayo es una montaña que da felicidad a la gente que la conoce y antes de conocerla.
MUNDO DE DRAGONES Érase una vez, un pueblo llamado Cocoto. Se encontraba en la cumbre del Moncayo, un pico nevado. Juan era un cazador de la Edad Media. Este cazador cazaba dragones, también era muy valiente y sabía cuando había que huir del combate. En el pueblo había un gremio de cazadores en el que era líder Juan, porque había sido el que más dragones había matado, solo le faltaba matar a un dragón, El Lao Shan Lung. Era el rey de los dragones. Juan salió de misión a por él con dos cazadores más llamados Barney Gmbell y Ted Edison. En la mitad del camino Barney y Ted se asustaron porque les daban miedo los dragones. Juan se quedó solo y acampó en un bosque gigante. De repente le apareció un Tigrex también conocido como el Devorador de Almas. Juan sacó su afilada Katana y con un movimiento rápido y certero en la cabeza lo mató, le cortó un trozo de pata al cadáver, la asó al fuego y se la comió. A la mañana siguiente siguió el camino hasta La Gran Torre, y allí estaba Lao Shan Lung comiéndose a Ted y a Barney. El cazador, furioso, empezó a pelear con el dragón. Al cabo de unas 20 horas de pelea, Juan lo mató pero este cayó al suelo muy herido y chorreando sangre. Cuando Juan recobró el sentido se despertó en Cocoto su pueblo sin saber quién lo llevó allí. Salió a la calle y todos le daban la enhorabuena, y por si fuera poco le nombraron Jefe de pueblo porque sabían que con él les libraría de los dragones. Juan
FIN
UNA AVENTURA EN EL MONCAYO Erase una vez en un pueblecito del Moncayo llamado Vozmediano donde vivía una familia formada por cuatro personas. El padre se llamaba Luis; la madre, Pili; el hijo, Eduardo; y la hija, Rocío. Era un 22 dee diciembre, un día muy especial para esta familia porque los montañeros subían a la cumbre del Moncayo a poner el belén y ellos subirían con los montañeros. Luis, el padre, se levantó temprano y fue a comprar el pan, mientras la madre hacía las tareas de casa y los niños estaban en la cama porque era el primer día de fiestas de Navidad. Cuando los hermanos se despertaron, su madre les había preparado un gran desayuno con leche, zumo, galletas, bollos y fruta. Desayunaron todos juntos y después, se fueron cada uno a su habitación a preparar sus mochilas. Se metieron calcetines, camisetas térmicas, pantalones, un botiquín para emergencias y paraguas y comida por si acaso. Habían quedado a las 11:00h de la mañana al lado de su casa y eran las 10:55h, con que salieron de casa con todo y esperaron a los demás montañeros a que vinieran. Cuando estaban todos allí, empezaron a subir a la cumbre. Por el camino vieron árboles de todo tipo: hayas, abetos, pinos… Cuando llegaron, empezaron a montar el belén, pero este año era diferente, hicieron todos un portal muy bonito y luego empezaron
a hacer las figuras. Todo con materiales del monte: piedras, ramas, musgo… Al terminar el belén, empezaron a levantarse los vientos y a caer copos de nieve. Entonces, a los hermanos, Eduardo y Rocío tuvieron una idea: - ¿Por qué no montamos una cabaña con todos los paraguas? Los niños abrieron los paraguas y salieron volando. Todos los montañeros salieron detrás de ellos. Cuando los rescataron ya era de noche y vieron una cueva donde pasaron toda la noche, compartiendo los alimentos que tenían, contando historias y chistes hasta que poco a poco, se fueron durmiendo. Al día siguiente, se levantaron y vieron un montón de nieve y que ya había parado la ventisca. Recogieron todo y viajaron a Vozmediano tirándose bolas de nieve. Daniel
En el año 1.940 en un pueblo llamado Vozmediano había un gran misterio. En ese pueblo había un niño que se llamaba Sergio y era un gran descubremisterios. La gente del pueblo no paraba de hablar de otra cosa que de la Bruja del Castillo. Sergio se preguntaba qué sería la Bruja del Castillo , así que decidió ir a la tienda de más confianza para ver si el tendero sabía algo. El tendero, por suerte, sí sabía algo y todo lo que sabía se lo contó a Sergio. Sergio se quedo impresionado así que pensó que eso era un caso para imvestigar. El chico se dió cuenta de que era la hora de comer, así que se fue a su casa. Cuando llegó a su casa, les contó todo a sus padres. A ellos todo lo que les contó su hijo les pareció una tontería y eso a Sergio eso no le gusto nada porque además se echaron a reír. Pero el no les hizo caso y fue a investigar el tema. Cuando llegó al castillo de Vozmediano empezó a buscar a la Bruja del Castillo, a la que no encontró. Sin embargo se dio cuenta de que aun faltaba un sitio por mirar, la torre más alta. Subió entonces por las escaleras y la bruja ahí estaba. El chico se quedó impresionado porque no parecía una bruja mala con los ropajes que llevaba. Vestía de color rosita claro y con plumas en la cintura, también llevaba un gorrito con una cinta roja con un dibujillo de un castillo y llevaba eran las uñas pintadas de morado,
unas pulseras doradas, unos zapatos que parecían chanclas de piscina y, para rematar, lo más raro era que esa bruja era una niña de seis o siete años. El descubremisterios intervino porque le dio mucha pena una cosa: que ella estaba llorando. Sergio le preguntó qué le pasaba y la chica levantó la cabeza y le preguntó que quién era. Nuestro gran descubre misterios, le contó quién era. El le dijo que todo el mundo estaba aterrorizado por ella y Sergio le contó que no entendía por qué. Y se le ocurrió una hipótesis: seguro que la gente estaba así porque se pensaba que ella sería muy grande y mala. La chica le comentó que por lo que estaba llorando era porque no le quería nadie y porque hacía mucho tiempo que no se acercaba nadie al castillo y que no tenía compañía. El niño pensó que debían ir al pueblo para que la gente viera que la chica no era mala, ni grande ,ni que daba miedo. Ella también pensó que era una buena idea, así que se marcharon del castillo y fueron al pueblo. Cuando llegaron, Sergio llamó a todo el pueblo para que saliera de casa porque Sergio les iba a explicar algo. Cuando todo el pueblo estaba fuera Sergio les dijo que había estado con la Bruja del Castillo, pero nadie se lo creyó. Así que les dijo que se lo iba a demostrar. Él llamó a la bruja y la chica salió. Todos se rieron de ella y Sergio les dijo que pararan de reírse. Toda la gente paró y el chico les comentó toda la historia de que la chica no era mala y que solo era una niña que se había cuidado sola desde que nadie la visitaba.
La gente se arrepintió y desde entonces la brujita ha estado más contenta porque todos los días alguien ha ido a hacerle compañía. Sandra C.
Hace un siglo en el Moncayo, en un abedular vivían unos seres que tenían una buena amiga que todos los años en primavera los acompañaba a la cima del Moncayo. Su amiga se llamaba Rosaura y no era como ellos, no era un hada, una ardilla ni tampoco era un gusano. Ella era humana y sus amigos del abedular eran Chispitas, el hada Rous, el gusano Aime y los pajaritos. Antes de que el primer rayo de sol alumbrara la cima ya estaban impacientes y no sabían qué hacer porque Rosaura no había llegado. -¡No nos podemos quedar aquí!¡Venga, vamonos, nosotros podemos ir sin Rosaura ¡- propuso el hada Rous. -¡Yo no estoy de acuerdo en lo que dice Rous! – respondió la ardilla chispitas. Pero Rous convenció a todos y se fueron hacia la cima.
Rosaura se lo pasaba muy bien con una amiga mientras sus amigos del adedular estaban de camino a la cima del Moncayo. De
repente Rosaura se dio cuenta que era el día indicado de primavera y tenia que estar con sus amiguitos del abedular. Se empezaba a preocupar, se despidió de sus amigos humanos y se fue muy rápida para irlos a buscar al abedular. Desafortunadamente ellos no estaban. Mientras Rosaura buscaba a sus amigos, ellos se dirigían a la cima del Moncayo. Uno de ellos le pregunto Rous que si sabía el camino a la cima. Rous estaba nerviosa. Ella se sabía el camino pero no del todo bien y pasados unos minutos de dijo a su amigo: -Nos hemos perdido. Los demás emperarón a decir: ¡Con Rosaura esto no pasaría. Ella sí sabe perfectamente cómo llegar a la cima antes que se ponga el sol. -¿Qué vamos hacer si estamos perdidos? -¿Sabes llegar a casa? – preguntaron los pajaritos. -Lo siento, no sé cómo llegar a casa-, respondió. -Si estuviera Rosaura, esto no pasaría-, protestó él. -Sí, Rosaura siempre tiene solución para todo, ¿no?-replicó Rous. Cada uno se fue a buscar el camino principal. Si encontraban el camino, lo seguirían y podrían ir a casa o a la cima del Moncayo Buscando, buscando, los pajaritos se encontraron con un elfo (el misterioso) y éste les pregunto:
-¿Qué hacéis caminado solos? Es muy peligroso. -Estamos perdidos,-respondieron los pajaritos -¿Nos puede ayudar, señor elfo, por favor? ¿Cómo se llega al comino principal? -Sí, para llegar caminen todo recto. Desde allí y a unos metros encontrarán el camino. -Gracias, señor elfo -Adiós, adiós Con la ayudita del elfo los pajaritos consiguieron llegar al camino. Los otros amigos también se encontraron con el elfo y les dijo por dónde se iba al camino principal y así volvieron a estar todos juntos. Decidieron entonces que se volvían al abedular. Allí estaba Rosaura preocupada y en vista de los ocurridos hicieron una fiesta para celebrar la primavera.
Yeri calderón
FIN
El nuevo super Moncayo, el sitio del que todo el mundo estaba hablando. Sobre todo la madre de Riqui no paraba de pensar en el nuevo Moncayo. Ese Moncayo tenía hasta playa y alli hacia una calor insuperable. La madre de Riqui decidió ir sede vacaciones. Cuando le dijo a Riqui que se iban a ir de vacaciones al Moncayo, Riqui se enfadó un poco porque no quería estar un mes sins sus primos porque se lo pasaban de maravilla juntos. A él le gustaba el Moncayo, pero pensaba que sin sus primos y primas no iba aser tan divertido. Después de despedirse de ellos, estuvo todo el viaje pensando en que solo se iba a aburrir mucho. Cuando llegaron al hotel, como se hizo de noche, se echó a dormir. A la mañana sigiente Riqui y sus padres salieron a la super playa. Se aburriá y no tenia con quier jugar. Veía muchos niños jugar y se acercó a unos que estaban jugando a la pelota y les dijo si podía jugar con ellos y le dijo una niña: -si ni siquiera te conocemos. Y le dijo otro: -quítate del medio. Riqui se fue triste a un banco para hablar con otros niños que también estaban sentados.Los niños, mirándolo con forma extraña, se levantaron y se fueron. Riqui se quedó solo en el bànco, giró la cabeza hacia el otro lado y vio a un niño sentado que estaba solo. Los dos se miraban y ninguno se
atrevía a hablar. Riqui tenia miedo de que se fuera o a que le dijera que ni si quiera lo conocía. Los niños que estaban jugando a la pelota dijeron: -mira, ese niño nos ha quitado nuestro banco y además quería jugar con nosotros. Fueron al banco y empezaron a insultarle y a pegarle. Pero el otro niño que estaba en el otro banco se acercó y les dijo: -ya está bien. Dejadlo en paz. Y dijo una niña : - mira quién es, al que le pegamos el otro dia. Los sacaron de los bancos. Y Riqui y el otro niño se fueron a las toallas y empezaron hablar. Se hicieron grandes amigos y todos los dias se ponían a jugar juntos. Un día fueron a sus toallas y no estaban. Los niños de la pelota habían decidido tirárselas al agua. Riqui y el otro niño llamado Daniel decidieron coger la toalla de un gordo rabioso y hacer como si fuera suya. Entonces los niños de la pelota, creyendo que la toalla era de Riqui la tiraron al agua. El gordo se dio cuenta y les dio sus merecidos. No solo tiró sus toallas sino que les bajó los pantalones y les dio una torta en todo el culo. Riqui y Daniel estaban muertos de de risa. Cuando Riqui se iba a ir ya a su casa, Daniel tambien fue con sus padres a vivir allí. Desde entonces Riqui y Daniel fueron inseparables.
Aroa