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Cara de pan

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PORTAFOLIO

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La crueldad de las suposiciones

Por Habib Sánchez

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Cara de pan Sara Mesa Anagrama, 2018 144 pp.

Un amor (Anagrama, 2020), la más reciente novela de Sara Mesa, fue reconocida por Babelia —la revista cultural del diario El País—, como la obra más destacada en 2020 en una votación de más de 100 escritores, críticos y periodistas. Este reconocimiento es destacable teniendo en cuenta el año, las dificultades por la pandemia, la abundancia de obras debido a la cuarentena y fenómenos literarios como Salvar el fuego (Premio Alfaguara, 2020). En un tiempo en que la sociedad parece buscar, desesperadamente, la cultura y lo espiritual como cataplasma contra el daño intangible de la enfermedad, una obra de bajo perfil se erigió de la noche a la mañana como un obelisco necesario, o al menos lo hizo con su escritora.

En Un amor, pude rastrear algunos destellos de su éxito en una obra previa, Cara de Pan de la que hablaré ahora. En esta, el escenario es sencillo. Imagina que en tu camino diario al trabajo o la escuela tuvieras que atravesar un parque. Un día en el que no estás absorto en tus preocupaciones rutinarias, en que dejas de mirar las nuevas actualizaciones de tus redes, o voluntariamente decides admirar el paisaje, notas algo interesante. En un rincón en el parque, una niña, casi una adolescente, se esconde entre arbustos, bajo el árbol que permite más sombra, a una hora en la que debería estar en la escuela. Además, conforme pasan los días y te permites seguir observando, descubres que siempre a la misma hora se acerca un hombre de, calculas, cincuenta años y se queda con la niña por horas. No sabes exactamente qué pasa entre ellos, de lo que hablan o cómo pueden pasar tanto tiempo a solas. Pero imagino, unas suposiciones ya se han construido en tu cabeza, y estoy seguro de que la escritora sabía perfectamente eso antes de introducirte al juego.

La niña —de nombre Casi— y el Viejo son los protagonistas. Dos personajes sencillos, pero que sirven para ejemplificar temas mucho más complejos. Ambos divergen en edad, en gustos y en estados de fragmentación. Y, sin embargo, encuentran una sólida unión en ser parias, en sus diferencias, en el desarraigo. Casi está en un punto en que la vida empieza a mostrar los colmillos y las personas tienen sus primeras heridas. Con ella exploramos el bullying, la cimentación de una autoestima y la compleja búsqueda de identidad, en una etapa en la que los cambios son constantes. El Viejo, por su parte, se encuentra en un estado de quiebre avanzado, en el cual ya no hay vuelta atrás. Vemos en sus aficiones, la ornitología y Nina Simone, distractores perfectos para mirar en su interior y en un pasado que aún duele.

Marcados por el acoso y el abuso, estos dos seres se encuentran, nos exponen sus heridas y nos muestran lo vergonzoso de algunas concepciones sociales. Cierto es que la atmosfera de la novela es de soledad, de desasosiego y de prejuicio. Este ultimo elemento necesitara mucho del compromiso del lector, pues podría suponer un viaje que, poco a poco, le resultara incomodo y lo dejara sucio. Sara Mesa nos exhibe la contaminación de nuestras ideas y el nudo que las forman. Tomando la voz narrativa y el ojo critico de Casi, una niña que aún no se ajusta a los juicios fáciles, la escritora nos advierte que, quizás, en un afán de evitar los horrores de la vida, aniquilamos también su inocencia. Tropo

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