os primeros misioneros puertorriqueños Sólo quedan cinco años para la celebración del centenario del pentecostalismo en Puerto Rico. Están por cumplirse cien años desde el memorable 31 de agosto de 1916, cuando el misionero Juan L. Lugo arribó al puerto de San Juan desde California. Otros seis misioneros puertorriqueños llegaron más o menos en el transcurso del primer año de Lugo estar en Puerto Rico. En orden de llegada, ellos fueron: Salomón Feliciano y su esposa Dionisia, Francisco (Panchito) Ortiz, Delfín Montalvo, Francisco Ortiz, padre, y Lorenzo Lucena. Salomón y su esposa Dionisia llegaron dos meses después de Lugo, a tiempo para estar presentes en el primer gran servicio pentecostal celebrado en Ponce. Menos Lucena, todos ellos, incluyendo a Dionisia, eran misioneros acreditados por la joven denominación pentecostal americana, Asambleas de Dios, establecida dos años antes. Estos puertorriqueños tuvieron en común que emigraron a Hawai, siendo niños o jóvenes, como parte del éxodo de unos 5,000 mil puertorriqueños. Salieron, principalmente, entre 1900 a 1901. La mayoría de los emigrados eran de los pueblos del interior cafetalero. Fueron reclutados por agentes de compañías azucareras de Hawai que llegaron al puerto de Ponce en busca de trabajadores. Se aventuraron a viajar 6,000 millas a un incierto destino porque sufrían hambre. Estando en Hawai conocieron el evangelio predicado por misioneros americanos que pausaron en Hawai en ruta a Asia. Algunos de ellos se mudaron a California. No fue usual que misioneros oriundos de Puerto Rico arribaran a su propia tierra a establecer una misión. Con la conquista de Puerto Rico por los Estados Unidos en 1898, llegó una oleada de misioneros americanos, de distintas denominaciones, proclamando la fe protestante, mejor conocida como evangélica. Unos 17 años después llegaron los pentecostales, pero esta vez eran puertorriqueños. Este mensaje se distinguía por predicar el bautismo en el Espíritu Santo, llegó acompañado de sanidades y milagros, y ponía fuerte énfasis en la venida de Cristo y en la evangelización. Los puertorriqueños fueron receptivos a esta fe. Ninguna otra misión pentecostal en el mundo tuvo un éxito igual, pero tampoco ninguna otra misión fue fundada por nativos. No sólo el mensaje fue predicado en el idioma vernáculo, sino por compueblanos que compartían las mismas costumbres y cultura. Ninguna otra denominación evangélica en Puerto Rico tuvo el éxito que tuvieron los pentecostales. No todos los siete misioneros originales imprimieron una huella tan marcada en el pentecostalismo puertorriqueño como Juan L. Lugo. Por los siguientes años Salomón viajó dos ocasiones a República Dominicana, una de ellas con toda su familia, luego regresaron a California y eventualmente retornaron a Puerto Rico. Francisco (Panchito) Ortiz murió prematuramente en 1923, a los seis años de su regreso a Puerto Rico. De Delfín Montalvo no existen datos después de los primeros dos años. Al parecer, Francisco Ortiz-padre, murió no mucho después que su hijo. Lorenzo Lucena tuvo un exitoso ministerio pastoral, primero en Mayagüez, brevemente en Ponce y finalizó en Humacao. A partir de su pastorado, la congregación de Humacao siempre fue una de las más importantes en Puerto Rico. Lugo fue el más fogoso y carismático de todos, el primero en presidir el concilio pentecostal de Puerto Rico y el que dejó escritas sus memorias. Cuando el misionero pentecostal americano, Frank Finkenbinder llegó a Puerto Rico, ya el concilio tenía cinco años de estar fundado. El fue entrañablemente amado por los puertorriqueños, pues se hizo uno de ellos, incluso pasando hambre con ellos. Años después, en una breve reseña de la obra en Puerto Rico, Finkenbinder expresó, como a modo de explicación del por qué había respetado profundamente la iglesia puertorriqueña: "Dios había puesto su sello de aprobación sobre el ministerio de aquellos humildes y abnegados obreros, y, como en los tiempos de los apóstoles, señales y milagros acompañaban muy frecuentemente sus ministerios. El que suscribe fue testigo ocular de esto, misioneros de otras denominaciones quedaban p