A SUS 100 AÑOS… ¡ROMERO VIVE! Profeta, Mártir, Santo Latinoamericano El próximo 15 de agosto, se celebran los 100 años del nacimiento de Oscar Arnulfo Romero, arzobispo de El Salvador en tiempos de la dictadura militar. Su episcopado fue breve, pero profético al grado del martirio. En 1977 el papa Paulo VI lo nombre arzobispo de San Salvador, generando incomodidad por su clara posición conservadora y débil liderazgo, en un ambiente de conflictividad exacerbada y legitimación de la injusticia. Como en tantos obipos que han optado estar del lado de los pobres, el encuentro con la dura realidad de su pueblo provoca en Romero una conversión radical que lo lleva del lugar del privilegio episcopal al compromiso total con los más empobrecidos por un sistema de dominación que desde entonces tenía raíces económicas capitalistas. El costo: la exclusión del círculo de poder eclesiástico, el abandono por parte de sus hermanos obispos (incluido el papa Juan Pablo II), y el martirio por la fe y la defensa de la justicia. Al conmemorarse el centenario de su nacimiento y tras haber sido reivindicada su memoria, ¿qué es lo que celebramos? No sólo su compromiso, su amor por los pobres y por la Iglesia, también la vigencia de su testimonio en un momento en que, lejos de ver superadas las injusticias, la violencia, el afán de dominación que alimentó por décadas gobiernos dictatoriales en Nuestra América, hoy están más presentes que nunca, legitimadas, encubiertas e incluso caminado a plena calle con total impunidad. En este contexto, las causas por las que Romero luchó y por las que le arrebataron la vida, están vigentes. La pobreza, la desigualdad, el gran contraste entre quienes poseen la riqueza de nuestros pueblos, a quienes se les ha arrebatado, están ahí. La violencia, la expulsión y desplazamiento de miles de mujeres y hombres de todo el mundo cada día es mayor. El Salvador, y casi toda Centroamérica, sufre los estragos de la voracidad de las trasnacionales en complicidad con gobiernos que se someten a sus exigencias. En América Latina se vive día a día el despojo, la contaminación de ríos, mares, la destrucción de las tierras con agroquímicos y transgénicos, el saqueo de recursos a través de la minería, el narcotráfico que arrasa y corrompe con sus plantíos de amapola y todo tipo de estupefacientes, tierras de cultivo y somete a sus reglas a adolescentes y jóvenes que se deslumbran con el dinero rápido y aparentemente fácil, rompiendo el tejido de las comunidades, y provocando una violencia que no tiene límites, asesinando a defensores de derechos humanos, periodistas, mujeres, ambientalistas y todos quienes se opongan a sus intereses. En medio de esta tragedia, los pueblos continúan resistiendo y defendiendo lo que pertenece a toda la humanidad: la tierra, la dignidad. Por lo tanto, al recordar la vida de Romero nos damos cuenta que el sueño de construir una sociedad justa, y fraterna también vive. Así lo soñó al vislumbrar la cercanía de su muerte, como Jesús en el huerto de los olivos, y afirmar: “Si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño”. No es gratuito que tras 25 años de estar archivada su causa de canonización en El Vaticano, fuera el papa Francisco quien la reviviera y lo beatificara. El papa que en su encíclica “La Alegría del Evangelio” se atreviera a a denunciar que la raíz de todos nuestros males es la economía de mercado, una economía que mata. En este centenario de Romero, queremos retomar su compromiso ante un continente entero que clama por un cambio definitivo que acabe con los proyectos de muerte y dé paso a la vida; una vida donde las necesidades vitales sean satisfechas, donde la infancia, la juventud, los y las trabajadores, las familias, las comunidades, los pueblos, las naciones puedan marcar su futuro y no se les impida vivir dignamente.