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Centro Cultural Palacio La Moneda Diciembre 2010 a Marzo 2011 3
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Dar acceso a todos los chilenos sin excepción a valiosas manifestaciones del arte y el patrimonio, facilitando su comprensión y disfrute y contribuyendo a ampliar sus horizontes, ha sido y seguirá siendo la gran motivación de la intensa gestión desarrollada por el equipo del Centro Cultural Palacio La Moneda. Labor que se ha visto reflejada en grandes exposiciones como Frida y Diego, Vidas Compartidas; La Antigua China y el Ejército de Terracota; la reciente Oro y Plata, el Resplandor de América y otras muestras que han permitido acercar, identificar y emocionar al amplio público con verdaderos tesoros de nuestra cultura, como han sido Kuhane Rapa Nui; Arica, Cultura Milenaria; Chile Mestizo, entre tantas otras. La exposición que hoy presentamos reúne más de 200 obras pertenecientes a las colecciones del Museo de las Américas, de la Organización de Estados Americanos (OEA), y del Centro Cultural del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), cuya venida a Chile gestionamos personalmente en Washington, D.C, donde se ubican estos espacios. Una vez más, abordamos la identidad cultural desde el amplio enfoque que nos permite visualizar raíces, influencias, diferencias y similitudes que componen la rica y diversa trama de la cual somos parte. En esta ocasión, lo hacemos a través del arte moderno y contemporáneo de América, concebido como un territorio cultural, desde Alaska hasta Patagonia, cuyo devenir histórico y social durante el siglo XX se plasma en pinturas, esculturas, grabados, fotografías e instalaciones en las cuales laten las luchas y los sueños de los pueblos del continente. Es una gran satisfacción para nosotros poder conectar a nuestros visitantes con este relato visual de América y darles la oportunidad de encontrarse cara a cara, en un mismo lugar, con las obras reunidas de grandes artistas de renombre universal como lo son los norteamericanos Andy Warhol, Roy Lichtenstein y Robert Rauschenberg; los chilenos Roberto Matta y Claudio Bravo; el mexicano David Alfaro Siqueiros; el ecuatoriano Oswaldo Guayasamín y el cubano Wifredo Lam, entre muchos otros. Mis agradecimientos a la OEA y el BID por haber depositado en nosotros su confianza y poner al acceso del público chileno estas extraordinarias colecciones. A Soledad García y Alex Meza, de nuestro Centro de Documentación de las Artes Visuales, quienes realizaron la curatoría y a todo el equipo del Centro Cultural por su dedicación y compromiso para llevar a cabo esta exposición que nos habla del pasado, del presente y del futuro de nuestro continente americano.
Alejandra Serrano Madrid Directora Ejecutiva Centro Cultural Palacio La Moneda
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La Colección Permanente del Museo de Arte de las Américas (AMA) de la Organización de los Estados Americanos (OEA) Una colección de arte de un museo refleja, de manera sintética e inmediata, importantes momentos de nuestras sociedades y formas de pensamiento. La Composición Constructiva de Joaquín Torres-García representa su doctrina sobre el "Universalismo Constructivo", hito en el modernismo latinoamericano; el Estudiante Muerto, de Alejandro Obregón, que obtuvo el premio nacional en la Exhibición Internacional de 1956 del Guggenheim, describe un período de la historia colombiana conocido como "La Violencia" con poder y elocuencia, sin dejar de ser universal en su significado. La instalación Mar Caribe, de Tony Capellán, con su colección de decenas de sandalias con tiras de alambre de púas, nos muestra las duras realidades económicas de la diáspora y la migración. A través de los años, el Museo de la OEA ha coleccionado obras que por sí solas constituyen excepcionales muestras de expresión artística individual, y que simultáneamente son testimonio de las diferencias y similitudes en las historias socio-culturales de la región. El hecho de que el AMA sea parte integral de un organismo internacional, ha hecho que éste sirva de punto de intercambio cultural hemisférico. Así mismo, la colección permanente ha permitido que el Museo extienda su alcance a un público amplio y diverso, presentando al arte como un agente de desarrollo económico, político y social. La OEA tiene una larga trayectoria de compromiso con la promoción cultural que se inició en 1917 con el establecimiento de la Sección de Educación de la entonces Unión Panamericana. Con la creación de la Oficina de Cooperación Intelectual en 1929, este compromiso abarcó programas y proyectos de música, arte, literatura y de protección del patrimonio cultural. En 1946 se estableció la Unidad de Artes Visuales que posteriormente se transformó en el Museo de Arte de las Américas en 1976. Durante estos años se han exhibido obras de talentosos artistas emergentes de los países miembros de la OEA en Washington, D.C. En este proceso fue determinante la labor de José Gómez Sicre, destacado crítico de arte de origen cubano, quien desempeñó un papel fundamental en la introducción del arte latinoamericano y del Caribe en los Estados Unidos desde mediados de los años cuarenta hasta principios de los ochenta. Para los artistas de esta época, el programa de exhibiciones de la OEA fue la primera oportunidad para presentar su obra fuera de sus países y un salto al reconocimiento internacional. Como resultado de este programa, comenzó a constituirse la colección de arte de la OEA, que tiene como fin promover el arte contemporáneo de las Américas.
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A la primera adquisición de la colección, El Regreso de la Feria, de Cándido Portinari, donado por el mismo Gómez Sicre, le siguieron otras importantes obras como Hermalla II de Roberto Matta, pionero de la pintura abstracta moderna, donada a la OEA por el Washington Workshop Center for the Arts, una escuela asociada a la Washington Color School. En 1963, Francisco Matarazzo Sobrinho, quien en ese entonces era presidente de la Bienal de São Paulo, gestionó la donación de varios trabajos de artistas brasileños participantes de la VII bienal de esa ciudad. Así mismo, en 1969, IBM hizo una importante contribución que incluyó obras de Mario Carreño, Amelia Peláez, Emilio Pettorutti y Héctor Poleo. Otra parte importante de la colección se adquirió de los artistas que exhibieron en la OEA. Actualmente el AMA se ha convertido en un espacio para artistas emergentes que estén a la vanguardia de los principales retos de nuestras sociedades. El Museo de Arte de las Américas de la OEA agradece al Centro Cultural Palacio La Moneda la oportunidad de ser parte de Arte en América, y se enorgullece de unirse al Centro Cultural del BID para compartir nuestra historia y nuestra colección con el público chileno.
Museo de Arte de las Américas Washington, D.C.
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La Colección de Arte del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que reúne obras de artistas oriundos de los países miembros en particular, de los pertenecientes a la Región, es casi tan antigua como la institución misma. La razón principal que ha impulsado al BID a apoyar el trabajo de los artistas de América Latina y el Caribe es, además de contribuir a hacer más grato el ámbito de trabajo de su sede en Washington, constituirse en una vidriera donde se exhiba la creatividad de los países por los que brega, desde hace más de cincuenta años, en pos de mejorar sus condiciones sociales y económicas. Todos los días, los cientos de visitantes que el Banco recibe en su sede pueden apreciar la variedad y riqueza de las propuestas visuales que genera permanentemente la Región. Durante las tres primeras décadas de vida del Banco, la Colección de Arte estuvo bajo la responsabilidad del Departamento Administrativo. En 1992, tras la creación del Centro Cultural, el manejo de la Colección le fue encomendado a éste, y se inició entonces un proceso de planificación de su administración y gestión en consonancia con la jerarquía que el BID posee como la más antigua organización regional multilateral del mundo y la fuente de financiamiento más importante para los países de la Región. Las normas por las que se rige la Colección de Arte del BID están acordes con regulaciones profesionales establecidas en este ámbito para colecciones corporativas. Si bien la metodología para su utilización es muy diferente de la habitual en un museo, muchas de esas normas son similares; por ejemplo, se prevé la intervención de un Curador, la asesoría de un Comité de Adquisiciones, conformado por expertos no vinculados al Banco a fin de prevenir conflictos de intereses, y la contratación de un Asistente para controlar el movimiento y la conservación de las obras, por mencionar sólo algunas. La Colección está sujeta a un inventario catalogado electrónicamente, en el cual se hace constar la información desde el momento de la adquisición de cada pieza, y a un registro en el que se asientan los préstamos internos y externos. Todos estos procedimientos, además de otros como la prohibición de manipular las piezas a todo empleado que no forme parte del equipo del Centro Cultural, están incluidos en el Manual Administrativo del BID. La Colección de Arte del BID es una colección “viva”, es decir, se utiliza a diario y está desplegada prácticamente en su totalidad en los tres edificios que el Banco posee sobre la Avenida Nueva York. Su composición es heterogénea en razón de sus orígenes e intereses, y es por eso que la dirección curatorial puesta en marcha hace dieciocho años reviste tanta importancia. El manejo de la Colección plantea una serie de desafíos que es imposible ignorar: la finalidad social y económica del Banco, su diversa representación geográfica, la intensa rotación a que están sometidas las piezas, su exposición al movimiento del personal y la eventualidad de situaciones impredecibles son solo algunos de ellos, a los cuales se contrapone un constante
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monitoreo y el recurrente estímulo a todo el personal, tanto permanente como transitorio, para que renueve el aprecio y el cuidado que debe dispensar a las obras expuestas. Como Director del Centro Cultural del BID y al mismo tiempo Curador de la Colección, me resulta muy satisfactorio observar el crecimiento cualitativo de ésta y acompañarla en su visita dentro de Estados Unidos, a ciudades como San Bernardino y Riverside (California), Rehoboth (Delaware), Miami (Florida) y Arkansas (Arkansas); y en la Región, Río de Janeiro (Brasil), San José (Costa Rica), Medellín (Colombia) y ahora Santiago (Chile). La inclusión de ciento nueve obras en la muestra Arte en América, organizada por el Centro Cultural Palacio La Moneda, es a la fecha el segmento más significativo de la Colección de Arte del BID que se presenta en una capital Latinoamericana, más aún considerando que dicha presentación está reforzada con un número similar de obras provenientes de la colección del Museo de Arte de las Américas, de la OEA, conformando una exposición que pocas veces se ha visto en nuestra América. Es de esperar que el público chileno aprecie en su dimensión este esfuerzo extraordinario y sepa aprovechar la experiencia que brinda la oportunidad de tener reunida en Santiago una selección de obras provenientes de dos organizaciones que representan a cabalidad el sistema interamericano. Por supuesto, es mucho todavía el trabajo que demanda la Colección de Arte del BID, pero, al margen de cuán difícil sea la responsabilidad inherente a ello, es muy gratificante el privilegio de ser parte de un objetivo de tanta relevancia para el BID, y testigo, asimismo, del respeto que se ha ido ganando gradualmente por su enfoque y calidad. La Colección de Arte del Banco Interamericano de Desarrollo constituye, sin duda, un recurso extraordinario, cuya difusión contribuye a realzar la misión de la institución, así como también es importante el reconocimiento que el BID otorga a todos los artistas en ella representados, que son parte de la infinidad de personas para las cuales el Banco trabaja día tras día con el objetivo de brindarles un futuro mejor. El Centro Cultural del BID expresa, además, su profundo agradecimiento al Centro Cultural Palacio la Moneda por hacernos partícipes de este acontecimiento en la vida cultural de Chile.
Félix Ángel Director y Curador Centro Cultural del BID Washington, DC.
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Arte en América Soledad García, Curadora Centro Cultural Palacio La Moneda
Más allá del marco geográfico que anuncia el título de la exposición Arte en América, el interés de esta muestra radica en los intercambios culturales y zonas de contacto que dan forma al continente americano y que se observan en las 206 obras exhibidas. La intención de este texto no es comentar cada una de estas piezas, sino más bien exponer el enfoque de esta exhibición, las temáticas y algunas de las obras seleccionadas. Esta muestra comprende la más numerosa selección de obras que se haya realizado con la Colección de Arte del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Colección del Museo de las Américas de la Organización de los Estados Americanos (OEA), ambas ubicadas en Washington D.C, Estados Unidos. Estas instituciones no sólo conservan obras de los más destacados artistas de América Latina y el Caribe del siglo XX, sino que también han efectuado programas artísticos y educativos con el objeto de apoyar, estimular y contribuir al desarrollo de las artes visuales y populares contemporáneas. La exposición Arte en América proyecta los criterios que caracterizan a las colecciones de BID y OEA, esto es, la integración y resguardo de obras que enfatizan los valores, la fisonomía y los contenidos sociales, económicos y políticos que dan forma al continente americano, proponiendo una muestra temática que interpreta desde un amplio panorama, el sentido social del arte y las constantes tensiones que se desenvuelven en el continente a partir de dos recorridos que transitan entre la realidad y la fantasía: el Viaje y el Sueño. Estas acciones, independientemente de las diferencias geográficas e históricas de los individuos, permiten un contacto cotidiano y vivencial con los diversos objetos culturales, así como la transformación y expansión de nuestras percepciones y conocimientos. La exposición invita a encontrar y descubrir sus obras mediante una mirada hacia las ideologías y paradojas contenidas en torno a la permanente modernización del presente y la
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recuperación del pasado. Por una parte, apreciamos diferentes obras bajo el contexto de las dinámicas que implica el Viaje a nivel físico, mental y emotivo a través de los conceptos de Memoria y Territorio, Huellas de la Migración y La Transformación; y por otra parte, la muestra nos invita a descubrir los estados de imaginación, anhelo y utopía percibidos en el Sueño a través del Retorno al Mito, El Árbol de los Deseos y Todos juntos.
Toda memoria es nuestro pasado Caracterizado por el ímpetu de la travesía, los desplazamientos y la curiosidad, el Viaje exige la atención y el recorrido hacia lo desconocido, enriqueciendo la experiencia y la observación. Uno de sus efectos, constituye el redescubriendo del propio lugar de origen a partir de la diferencia de otras localidades. En ese sentido, el punto de partida de la sala el Viaje, constituye el encuentro y búsqueda de los recuerdos y las localidades del diverso continente americano a través de la Memoria y el Territorio. Algunas de las interrogantes que considera y explora esta primera sección tienen relación con la representación del pasado: ¿Es una necesidad recordar el pasado? ¿Cuáles son las experiencias, revisiones y aproximaciones que se establecen con el pasado? ¿Son las imágenes una ayuda para recordar aquello que se encuentra ausente? Sin duda, tanto la memoria visual como la memoria mental comprenden una resistencia ante el olvido y por ello, las obras contribuyen a recordar tanto tiempos extrañados y borrados como tiempos ancestrales y legendarios. Destaca principalmente en Latinoamérica la tendencia de rescatar el simbolismo sagrado y auténtico del paisaje natural y rural, principalmente a través de la representación de las montañas, la fauna y los pobladores. Ejemplo de ello, son las deidades volcánicas en los
paisajes mexicanos de Dr. Atl1 (Gerardo Murillo), las reinterpretaciones lúdicas de animales de Pablo Burchard y las imágenes documentales de familias indígenas de Claudia Andujar, Ronnie Carrington y Nair Benedicto. La presencia del mundo de los antepasados conforma estratos de recuerdos que parecen revertir la amnesia del tiempo presente. Sujeta a procesos de recolección y recuperación de tradiciones, lenguas y documentos, la memoria de determinados contextos logra preservarse a partir de su diseminación. En el caso de América, la atención hacia técnicas ancestrales y ritos haitianos son representados por Yves Telemak; la captura de los movimientos populares de danzas mexicanas es expuesta en las obras de Carlos Mérida; mientras que los fragmentos de papel, cartas y registros componen las obras de María Martinez-Cañas, Manuel Felguerez y Gego (Gertrud Goldschmidt). Estos procesos contribuyen además a la celebración de conmemoraciones nacionales, percibidas por ejemplo en el grabado de Roy Lichtenstein sobre el bicentenario de Estados Unidos; en los homenajes cotidianos y abstractos de Coqui Calderón; o en el reconocimiento de monumentos y cementerios que recuerdan insistentemente las visiones sobre la vida y la muerte en la fotografía de Ed Viggiani. Así, Memoria y Territorio converge tanto en las construcciones físicas, como en la conservación emotiva de las ruinas y en el diseño de nuevas cartografías para recordar y orientarnos hacia el futuro. Huellas de la Migración comprende la observación de los movimientos colectivos e individuales que transitan al interior y exterior del continente Americano. En esta estación se rastrean los procesos, instancias, resultados y efectos 1 Tal como comenta Leopoldo Castedo (1998) Gerardo Murillo cambia su nombre hispánico por el de Atl, que significa agua en náhuatl, la lengua azteca.
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migratorios a través de obras que representan los estados anímicos y relatos que conllevan los desplazamientos.
auto de Eduardo Urueta, y las direcciones de vientos dominantes interpretados por el sólido Sotavento de Ronny Vayda Adler.
Distintos a los antiguos sistemas de subsistencia vitales y primarios de la vida nómade, los movimientos migratorios del siglo XX en América2 estuvieron marcados por los conflictos de la Segunda Guerra Mundial y por sus repercusiones, las que redefinieron los espacios de movilidad. Entre ellos, se efectuaron movimientos forzosos de europeos con destino al continente americano. Posteriormente, durante el periodo de la guerra fría, se desencadenó una política de bloques entre Estados Unidos y la Unión Soviética que implicó el movimiento de personas entre continentes, y en muchos casos el abandono de su lugar de origen mediante el exilio: ambos países impusieron restricciones de ingreso a sus dominios, generando sucesivas olas de inmigraciones clandestinas hacia sus fronteras. También se aceleró el éxodo de minorías étnicas presionadas por el progreso industrial en las zonas rurales, así como por la falta de empleo y la extrema precariedad de sus viviendas.
Desde una perspectiva social, el desempleo masivo y caótico es revelado en la obra pictórica de Rubens Gerchman, mientras que Andy Warhol delinea superficialmente el retrato profundo de una madre e hijo indígena en plena acción de movilidad. El desorden y el vagabundeo son capturados en la pintura expresiva, Derviche (“mendigo” en persa) de Jorge de la Vega y las tensiones de liberación y opresión son rastreados por Tony Capellán a través de la instalación de numerosas sandalias atadas a alambres de púas en Mar Caribe. Estas obras retratan las dinámicas sociales que vinculan migraciones con la inestabilidad y la búsqueda de equilibrios en la vida, a través del trabajo, el bienestar y los anhelos.
Este panorama sintetiza las transformaciones sociales que se manifiestan en América: por una parte, está la movilidad que se percibe en los procesos de travesía, intercambio y apropiación de los propios artistas sobre otras culturas y tradiciones; y por otra parte, surgen representaciones que se detienen en los estados y rutas en tránsito, en las motivaciones, intereses y necesidades que determinan un viaje, además de las emociones que desatan los desplazamientos, la asimilación y el aprendizaje de nuevas experiencias, y de nuevos lazos y vínculos familiares. Entre las obras que evocan estos procesos, se encuentran los múltiples rieles de una estación y sus potenciales pasajeros como sugieren respectivamente las obras de Gustavo López Armentía y Delia Cugat; la representación de los viajes marítimos en la obra gráfica de Vennacio Shinki Huaman; las metáforas de accesos a nuevos lugares como la puerta de 2 Ver Josep Lacomba, Historia de las Migraciones Internacionales, Historia, Geografía, Análisis e Interpretación, Catarata, Madrid, 2008
La Transformación constituye la tercera y última estación del Viaje, en cuyo recorrido no sólo se perciben los cambios y efectos de los movimientos migratorios sociales, sino que destaca por sobre todo los ciclos y fenómenos de la naturaleza; la relatividad del tiempo y espacio; la posición y acción para transformar la realidad y las creaciones del ser humano que alteran los sistemas de la sociedad. En La Transformación entonces, se manifiestan los impulsos naturales por visibilizar y modificar el estado de las cosas y luchar por su cometido. Los conflictos cotidianos de la vida humana son capturados en las escenas de violencia en la fotografía de reportaje de Luz Elena Castro, donde mujeres utilizan su fuerza física para ejercer sus demandas y activar la confrontación. Los estados de sufrimiento son representados por Alejandro Obregón en El Estudiante Muerto (El Velorio), expresiva manifestación de los dolores profundos de la muerte en el contexto de la época de la Violencia en Colombia. El Grito de Oswaldo Guayasamín, encarna el rostro deforme y descarnado de las torturas que ha experimentado el mundo indígena andino ante la colonización occidental. Sin embargo, más allá de las tragedias
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y sus causas, estas obras reflejan las actitudes de rebeldía, duelo y lamento que han acompañado principalmente los conflictos sociales y políticos de Latinoamérica. Si bien en este viaje, los artistas proponen diferentes soportes, materiales e ideas en sus obras, también éstas mutan logrando afectar las percepciones del espectador. Las obras de Alejandro Otero, Jesús Soto, Carlos Cruz-Diez, Julio Le Parc, Matilde Pérez, rehúsan la representación de temas y la figuración para concentrarse en composiciones abstractas y fragmentadas. La repetición de elementos geométricos provoca en la percepción las vibraciones de los colores y la incidencia de la luz sobre ellos, la alteración del plano hacia el volumen. Constituyen nuevos conceptos y experimentos que se fundamentan tal como expone Otero, en “ritmos y tensiones, formas y colores, seguidos de libres flujos de intuición, nada de juicio ni control”3 que enriquecen y expanden los problemas de espacio y tiempo a través de lo cinético, la vibración, la luz incidental y reflectada para provocar una constante sensación de movimiento y energía. Estas obras proclaman la liberación de las reglas clásicas de composición, en torno al equilibrio y armonía, para transgredir los límites de la percepción humana. La Transformación refleja las constantes modificaciones de las culturas. En América, los frutos de los intercambios entre creencias tribales, cultos populares e ideologías religiosas y económicas de Occidente, recomponen permanentemente el carácter físico, la distribución y percepción sobre el valor del poder. En las artes visuales la representación del poder se manifiesta tanto en las devociones ancestrales y religiosas mediante su fuerza y mutación simbólica del sol, la lluvia o los ciclos de la naturaleza. También en las acciones humanas que revierten la insatisfacción cotidiana, las estrategias para resolver y enfrentar problemas y la reparación de desastres para mantener el equilibro y estabilidad social. 3 Alejandro Otero, “Coloritmos”, Galería de Arte Contemporáneo, Caracas, 1957
El Sueño, la segunda gran temática que abarca Arte en América, observa las motivaciones e intereses que impulsa la satisfacción de necesidades concretas y aquellas situaciones que se encuentran en el umbral de la fantasía y la realidad. De esta manera, el sueño cumple una doble función. Por una parte, nos introduce al mundo de las emociones, los impulsos, las expectativas y los anhelos que se advierten diariamente en las acciones de la vida cotidiana y por otra parte, a los estados de imaginación que se ven representados en nuestra mente, consciente e inconscientemente, en la vigilia y en el descanso. Como extensión de la realidad, el sueño despierta preguntas en torno experiencias concretas: ¿Qué y cómo podemos construir a partir de los sueños? ¿Son los sueños un poder de acción para modificar la realidad? Sin duda, el sueño constituye una trama compleja de resolver, que en esta exposición se desenvuelve en torno a tres fases que representan en parte los sueños que se han forjado en América: Retorno al Mito, El Árbol de los Deseos y Todos Juntos. Retorno al Mito se remonta a relatos e imágenes de tiempos ancestrales que son descritos e interpretados por los artistas a través de distintas fuentes: documentales, visuales, narrativas y orales. En las obras, los mitos se manifiestan en la representación de temáticas como el origen y crecimiento del continente americano, la búsqueda por la pureza y lo genuino, el culto a los astros como también a seres y fuerzas sobrenaturales procedentes del paisaje natural. Dentro de este repertorio de temas, el artista Rufino Tamayo plasma el sustrato mítico y sagrado del mundo indígena y de textos bíblicos traduciendo en la saturación de colores y la utilización del imaginario precolombino, la resonancia de las creencias populares. Las obras de Fernando de Szyszlo y José Luis Cuevas se adentran en los atributos y simbolismo de las construcciones antiguas de los Andes Centrales y las enigmáticas figuras colosales de Mesoamérica, respectivamente, mientras que los espíritus duales afrocubanos son representados por José Bedia. En América, regresar a los mitos implica ingresar en las creencias colectivas y transgeneracionales del continente americano que contribuyen a situar e identificar su identidad.
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La percepción sobre las fuentes primordiales de la naturaleza es apropiada por los artistas, quienes retoman los estudios de los astros, las constelaciones y los ciclos de la vida y la muerte para ampliar las visiones sobre las relaciones entre el ser humano y su entorno con nuevos materiales. Así, las transformaciones, fases y dualidad que caracterizan a la concepción mítica de la naturaleza son percibidas en las representaciones escultóricas de Edgar Negret, donde la evocación de las energías y mutaciones naturales del sol se contraponen a las estructuras y soportes industriales que utiliza. La representación de la luz y formas esféricas como agentes simbólicos de vida y origen son utilizados por Tomie Othake y Gyula Kosice para impulsar nuevas dimensiones sobre la creación del mundo en general y la pintura en particular. La alegoría del nacimiento de las Américas es sintetizada en tres figuras femeninas en la pintura de Mario Carreño; mientras que los conflictos y diferencias culturales que aquejan al continente son profundizados por Roberto Matta en el portafolio de Verbo América y en el poema que lleva el mismo nombre: “Todo esto es todavía, una arriesgada convicción, un proceso de construcción, una concentrada ficción, un aparato de recuerdos, un tormento mítico, un matrilmonío, cósmico un mundo tan reciente que parece escondrijo, una búsqueda de tierras prometidas una gana que carece de nombre una amenaza de pecado, un catálogo de nudos o una recreación circular como un puente de tierra. No importa! lo que parece, pero funda y difunda apareceres. Que se descubran, que se vean sin trapos los unos en los Otros.”4 4 Extracto de Verbo América, Roberto Matta, 1983
El Árbol de los Deseos reflexiona sobre la sensibilidad, el gusto y los anhelos que generan nuestras relaciones individuales y colectivas de convivencia y disfrute. El árbol representa un símbolo de vida y como tal, constituye una fuente de múltiples motivaciones y acciones. Entre ellas, imaginar cambios, activar emociones conscientes e inconscientes, satisfacer en su plenitud aspiraciones e ideales u obtener diversos placeres. Las experiencias de compartir en una celebración como también visualizar ritmos musicales son percibidas en las composiciones atractivas y coloridas de Emilio Pettoruti, La Ultima Serenata. Por su parte, Cándido Portinari explora a través de la saturación de los colores, la alegría del festejo en su obra Retorno de la Feria y el artista Roberto Longo, en su serie de grabados, Raphael y Barbara presenta los estados de placer corporal, movimiento físico y éxtasis en el baile. Si bien, estas obras apelan al agrado de nuestros sentidos a través del color, las formas ondulantes y naturales de los cuerpos, también el deseo involucra estados de carencia y ausencia en un determinado momento que despiertan diferentes procesos de frustación y éxito y que se manifiestan en deseos desconocidos, deseos ocultos, deseos efímeros, deseos reprimidos o en deseos cuyos objetivos son difíciles de alcanzar. Un conjunto de obras que refieren a estos procesos del deseo y su imposibilidad, constituyen las naturalezas muertas de Olga Donde, Mario Carreño y Adolfo Couve, donde frutos y vegetales nos recuerdan la tentación y el placer que provoca el buen gusto y la efímera condición de su gozo. Un proceso análogo ocurre con las obras de Armando Morales, Pedro Friedeberg, José Clemente Orozco y Antonio Berni cuyos motivos centrales constituyen el encanto de mujeres que seducen con sus atributos físicos convirtiendo a sus espectadores en vojeaurs. En definitiva, el deseo, como expresión de libertad, constituye un impulso natural e inagotable que involucra la autorrealización, la satisfacción y la posesión.
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Por último, Todos Juntos comprende socialmente la aspiración de compartir creencias, intereses y afinidades entre un grupo de personas sin discriminar lenguas, color, religión e identidad. Asimismo rastrea las alternativas de convivencias humanas e interroga las posibilidades de construir colectivamente una sociedad equilibrada e integral a través de procesos de asociación y reunión en agrado y respeto con el otro. En contraposición a la división y segregación, Todos Juntos opera en los anhelos de integración de distintas culturas y sus diferencias de cáracter e identidad para lograr un desarrollo y sistemas adaptables que permitan habitar en una sociedad multicultural. Las reflexiones que aborda esta temática obedecen a preguntas que van desde ¿Cómo trabajar en equipo por el bien de la sociedad? hasta ¿Qué es lo que une a las personas en determinados contextos? Indudablemente, el sentido de pertenencia a una comunidad y los mutuos intereses que motivan a los individuos fundamentan la unión entre las personas. Estas ideas no sólo son ilustradas a través de la construcción de figuras tan directas como un equipo de fútbol en la obra de Cicero Ferreira Cardoso o la representación de multitudes en Muchagente de Antonio Seguí, sino que también se observan en los grabados animados de Keith Haring, al denunciar la carencia de integración, como el que experimentó Sudáfrica en el período Apartheid. El soporte del grabado, tanto en Haring como la obra gráfica de José Guadalupe Posada en torno a sus figuras calavéricas, componen estrategias visuales que captan la atención de los espectadores sobre situaciones y acontecimientos políticos bajo medios masivos de difusión y con elementos visualmente directos. Así, los artistas logran afectar e incluir a los espectadores en sus composiciones y contenidos sobre conflictos y problematicas que acontecen en todo y más allá del continente americano. De esta manera, Todos Juntos constituye la persistencia del arte en la vida cotidiana, de reflexionar y cuestionar constantemente los valores y comportamientos que constituyen hoy el Arte en América, de evidenciar y buscar nuevas rutas y caminos para construir un ambiente de respeto, diverso y equitativo.
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Arte en América ha sido dividida en dos temas: El Viaje y El Sueño. El objetivo de la sala El Viaje es sugerir una mirada sobre la evolución del continente. El Viaje es aventurarse a algo nuevo, dejar lo conocido y acercarse a otras lenguas, culturas y contenidos. En América el Viaje ha significado, particularmente, la huída, el abandono y la búsqueda de nuevas y mejores oportunidades. Para esta sala proponemos un recorrido con tres estaciones: Memoria y Territorio, el punto de partida es el reencuentro con el lugar de origen, con los recuerdos y la evocación de las tradiciones. Huellas de la Migración, representa personas y pueblos que se desplazan por el territorio expulsados por conflictos políticos o bien, por la búsqueda de un futuro mejor. Finalmente, La Transformación se refiere a los cambios culturales, individuales y colectivos, producto de los ciclos básicos de la naturaleza, en oposición al constante crecimiento de las ciudades y los consecuentes conflictos sociales.
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MEMORIA Y TERRITORIO Memoria y Territorio es volver a los orígenes de las culturas americanas, a los íconos míticos y ancestrales. Es también reconocer la diversidad del paisaje, lenguas y ritos de sus países, que se reflejan en las manifestaciones del arte a través del color, formas, técnicas y motivos esenciales de la naturaleza americana. De la meseta andina hasta la selva amazónica o desde los glaciares árticos hasta las regiones tropicales, los artistas recuperan tradiciones, paisajes y modelos culturales. Así, la memoria se opone al olvido y permite el encuentro con sus identidades.
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Ronnie Carrington (1949)
Claudia Andujar (1931) Brasil
Barbados
Yanomami 1980-2003 Fotografía
Sin título, cerca de 1988 Fotografía 33,5 x 25,6 cm
101,6 cm x 101, 6 cm
Colección Museo de las Américas
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Ed Viggiani (1959) Brasil
Belén, Paraná, Brasil. Cementerio Soledad, 1986 Fotografía 23 x 33 cm
Colección Museo de las Américas
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Nair Benedicto (1940)
Carlos Colombino (1937)
Indias Kaiapos Amazonia,1982 Fotografía
Serie Paraguay Óleo sobre madera
22, 86 cm x 35,56 cm
129,54 x 123,19 cm
Paraguay
Brasil
Colección de Arte Banco Interamericano de Desarrollo
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Manuel Felguerez (1928) México
Postada Nº 3 Grabado sobre papel 53.34 x 63.18 cm Colección de Arte Banco Interamericano de Desarrollo
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María Martínez-Cañas (1960) Cuba; Estados Unidos Pedazos de Fragmentos # 4, 1982 Fotografía de gelatina de plata 40,6 x 50,8cm
Colección Museo de las Américas
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Dr. Atl o Gerardo Murillo (1875 - 1964) México
Volcán, cerca de 1930 Esténcil en grafito sobre papel 22,23 x 24,77 cm
Colección de Arte Banco Interamericano de Desarrollo
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Pablo Burchard (1875 - 1964)
Bernardo Kraniansky (1951)
Juguetes Araucanos, 1949 Gouache sobre papel
Estereoretratos, 2001 Polaroid transferido a papel de algodón
45,7cm x 71,1cm
12 piezas de 40,32 x 30 cm
Chile
Paraguay
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Colección de Arte Banco Interamericano de Desarrollo
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Roberto Galicia (1945) El Salvador
Nº 7, 1980 Óleo sobre masonite 77,4 x 77,4cm
Colección Museo de las Américas
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María Luisa Pacheco (1919-1982) Bolivia
Sin título Óleo sobre tela 102,87 x 124,46 cm
Colección de Arte Banco Interamericano de Desarrollo
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Gunther Gerzso (1915 - 2000) México
Imago, 1984 Litografía a cinco colores en papel 63,5 x 48,26 cm
Colección de Arte Banco Interamericano de Desarrollo
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Rodrigo Jos茅 Castrillo Nievas (1979) Uruguay Retrato de Trompetista, 2003 Tinta sobre papel 57,15 x 49,53 cm
Colecci贸n de Arte Banco Interamericano de Desarrollo
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Amelia Peláez (1896 - 1968) Cuba Marpacífico (Hibiscus), 1943 Óleo sobre tela 114,3 x 88,9 cm
Colección Museo de las Américas
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Eduardo Kingman (1913 - 1998)
Edgar Negret (1920)
Ecuador
Colombia
Lugar Natal, 1989 Óleo sobre tela
Máscara Teotihuacán,1998 Pintura sobre aluminio
101,6 x 134,62 cm
40,01 x 40,64 x 11,43 cm
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Colección de Arte Banco Interamericano de Desarrollo
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Coqui Calderón (1937) Panamá Homenaje a la "A" Nº 2, 1976 Acrílico sobre tela 100 x 100 cm
Colección Museo de las Américas
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Juan Carlos Lasser (1952 - 2007) Argentina Había una vez un bosque Óleo sobre tela 125,73 x 95,25 cm Colección de Arte Banco Interamericano de Desarrollo
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Roy Lichtenstein (1923 - 1997) Estados Unidos Bicentennial Print (Grabado por el Bicentenario), 1975 Litograf铆a sobre papel 76,2 x 58,42 cm
Colecci贸n de Arte Banco Interamericano de Desarrollo
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HUELLAS DE LA MIGRACIÓN Los desplazamientos de grupos humanos son una constante en la historia de América. Motivados por el exilio, el progreso industrial en las zonas rurales o el desempleo, estos movimientos migratorios obligan, a quien se desplaza, a adaptarse a una nueva cultura. Y a la vez invita, a quien recibe, a incorporar nuevos contenidos a su vida cotidiana. También los artistas se han desplazado al interior del continente o han llegado a tierras americanas desde Europa, África o Asia. Estos intercambios permiten representar a una América que cambia constantemente, que adopta nuevas imágenes que se mezclan con las propias o los sentidos de pertenencia y desapego generados por el abandono del hogar.
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Luis González Palma (1957) Guatemala Reza por nosotros, 1998 Fotografía y técnica mixta sobre papel 79 x 238 cm
Colección de Arte Banco Interamericano de Desarrollo
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Regina Silveira (1939) Brasil Pin, 2000 Vinilo adhesivo cortado 40 x 89 cm
Colecci贸n Museo de las Am茅ricas
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Frieda Medin Ojeda (1949) Puerto Rico Rumbos III, 1984 Fotografía 47 x 38 cm
Colección Museo de las Américas
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Tony Capellán (1955) República Dominicana Signos de Arena I Óleo y arena sobre tela 100,33 x 87 cm
Colección de Arte Banco Interamericano de Desarrollo
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Tony Capellán (1955) República Dominicana Signos de Arena II Óleo y arena sobre tela 100,33 x 87 cm
Colección de Arte Banco Interamericano de Desarrollo
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Germán Londoño (1961) Colombia
Mujer escribiendo en una Isla, 1993 Óleo y acrilíco sobre tela 155,58 x 161,93 cm
Colección de Arte Banco Interamericano de Desarrollo
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Mauricio Lasansky (1914)
Nelson Ceballos (1959)
Argentina
República Dominicana
Niña Menonita,1991 Grabado al barniz blando sobre papel
Espacio atrapado Técnica mixta 48,26 x 20,32 x 12,07 cm
120,65 x 58,42 cm
Colección de Arte Banco Interamericano de Desarrollo
Colección de Arte Banco Interamericano de Desarrollo
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