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COMPARTIENDO N° 04

¡Por una vida productiva, sana y feliz; libre de transgénicos!

Martes, 4deAbril 2023

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• CALENDARIO AGROECOLOGICO 2023

Editor: Fernando Alvarado de la Fuente

E-mail: bioferdi@hotmail.com

Facebook: fernando.bioferdi

Web: www.ideas.org.pe

Noticiasyeventosdela Semana

No vivimos tiempos «normales» por Fernando Eguren1

No vivimos tiempos «normales»

Es obvio que no vivimos tiempos así. Las reverberaciones de la covid-19, el deterioro de la gestión pública, los eventos climáticos adversos, la agudización de la pobreza y de la inseguridad alimentaria, y un entorno internacional problemático en varios sentidos (la inflación y una guerra que se prolonga y profundiza), hacen que 2023 y, lo cual es muy probable, los dos o tres años que siguen se resista a las medidas convencionales que podrían ser adecuadas a años «promedio». El cambio climático, por lo demás, es una amenaza presente que se tornará cada vez más grave a medida que el tiempo pase.

La crisis sociopolítica e institucional por la que en la actualidad pasa el Perú encontrará, en el futuro próximo, un posible escenario electoral que difícilmente contribuirá a calmar los ánimos. La polarización de percepciones, de opiniones y de posiciones políticas hace difícil, cuando no imposible, el diálogo.

Más aún: no hay instituciones políticas con capacidad de canalizar los deseos y expectativas de los diferentes sectores de nuestra sociedad. Tampoco hay figuras que estén emergiendo como líderes potenciales que cuenten con carisma, coraje, ambición, capacidad y una narrativa capaz de orientarlos, aglutinarlos y representarlos, y ello a pesar de las intensas movilizaciones sociales de los últimos meses.

Como si no fuese bastante, los recientes eventos climatológicos han creado zozobra en la costa norte del país e instalado la incertidumbre climática. Así, el diario piurano El Tiempo informaba, a mediados de enero, que los reservorios en dicha región estaban «en sus niveles más bajos» por causa de La Niña fenómeno caracterizado por el enfriamiento de las aguas oceánicas , poniendo «en jaque al agro»2 Pero, apenas dos meses después, el mismo diario estaba dando cuenta de lo contrario: que las intensas lluvias habían «rebasado las cuencas ciegas» y se habían traído abajo «árboles y techos de locales públicos, hospitales, centros comerciales y humildes viviendas»3

Al mismo tiempo, y en contraste con las lluvias, en otras partes del país como en Puno hay heladas y sequía. Según estimados recientes, los niveles de agua del lago Titicaca son los más bajos en veinte años4

Cuatro años antes, la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM) ya había advertido que «la frecuencia e intensidad de lluvias torrenciales se incrementaron [entre 2015 y 2019] en más de un 200 %, las inundaciones en casi un 100 % [...] y el número de deslizamientos de tierras pasó de 19 a 322»5. También era conocido el hecho de que «Los mecanismos de prevención de riesgos en caso de emergencia son casi inexistentes, y se observa la falta de redes de apoyo y fomento de la resiliencia para que los agricultores puedan contrarrestar los efectos de los fenómenos meteorológicos y climáticos extremos»6

La resiliencia de la agricultura familiar No obstante, en medio de estas circunstancias adversas, los productores de alimentos en su mayoría, pequeños agricultores han mostrado una gran capacidad de resiliencia, y tanta que en estos años desafortunados han conseguido producir lo suficiente como para mantener abastecidos los mercados. Sin embargo, los últimos años también han revelado que existe una distancia abismal entre los desafíos que estos difíciles tiempos plantean al sector agrario y la escasa capacidad de respuesta del Estado en sus tres niveles de gobierno y de sus políticas agrarias

En el último bienio hubo dos temas de distracción que contribuyeron a agudizar esta escasa capacidad, encubriéndola en ocasiones. El primer tema fue la segunda reforma agraria (SRA), publicitada por todo lo alto por el Gobierno del expresidente Pedro Castillo, que rápidamente está pasando al olvido. La SRA no propuso nada nuevo: lo central de sus ofertas estaba ya planteado en 2015 por la Ley de promoción y apoyo de la agricultura familiar, norma que nunca se implementó, como tampoco lo hizo la SRA. No contaron con la voluntad política del Ejecutivo, ni con la de un Midagri debilitado en los últimos años por la incapacidad e impericia por decir lo menos de los sucesivos ministros del ramo (seis en un año y medio) y por el despido de funcionarios calificados y experimentados y su sustitución por amigos, compadres y copartidarios (la corrupción nunca estuvo lejos de estos confusos procesos). El segundo tema de distracción fue el penoso y cuatro veces fracasado intento de importación de urea, expresión, hasta la caricatura, de lo que ha sido el Midagri durante la gestión del expresidente Castillo (en otro lugar nos hemos referido a un problema adicional, propio de ese periodo: el comportamiento oportunista de varios gremios de productores y el comportamiento clientelista del Midagri7).

El Gobierno de la presidenta Dina Boluarte ha contenido de alguna manera este anárquico desorden y desmantelamiento del Midagri, aunque todavía no logra desplegar las capacidades necesarias para afrontar los problemas del sector, en parte por los agudos conflictos sociales y políticos que el propio gobierno ha alimentado , por el rechazo (derivado de lo anterior) de importantes sectores de la población rural a representantes del gobierno, y, más recientemente, por los graves eventos climáticos causados por el ciclón Yaku

El desempeño del agro

Durante la pandemia

Conviene recordar que cuando empezó la pandemia de la covid-19, el gobierno declaró el estado de emergencia nacional y el «aislamiento social obligatorio». La radicalidad de la medida dificultó, cuando no impidió, la circulación de personas y mercancías, incluida la de los alimentos e insumos requeridos para la producción agraria. El mercado de muchos alimentos se estrechó con el cierre de miles de restaurantes y con las perturbaciones en los mercados de abastos. A este estrechamiento contribuyó como veremos más adelante la drástica y masiva reducción de los ingresos de la población urbana. A todo ello se sumó la interrupción de las actividades del Midagri, que, por modestas que hubieran sido, se orientaban a apoyar a los pequeños agricultores

La campaña agrícola 2020-2021 se realizó, pues, en condiciones adversas; lo confirma el hecho de que el área sembrada de los principales cultivos transitorios (1 094 073 hectáreas [ha]) alimentos casi todos ellos se redujo con respecto al promedio de las últimas cinco campañas previas (1 109 575 ha), aun cuando se estuvo lejos de un colapso. Los agricultores consiguieron, finalmente, proveer los alimentos que el país requería. La importancia de la agricultura familiar como abastecedora de alimentos es decisiva: un estudio reciente confirma que dicha agricultura es responsable de casi el 60 % de la oferta alimentaria nacional8

Cabe reconocer, por tanto, la gran capacidad de resiliencia de estos productores, que contribuyeron no solo a mantener abastecidos los mercados, sino también a menguar el impacto económico de la pandemia en las economías regionales. Lo hicieron, además, enfrentando dos desafíos adicionales: primero, acoger y mantener a un cuarto de millón de personas los retornantes que se vieron obligadas a dejar las ciudades para retornar a sus lugares rurales de origen como única salida para sobrevivir en días tan aciagos9; y, segundo, su descapitalización endeudándose, vendiendo activos, reduciendo su nivel de consumo en procura de proveerse de los recursos necesarios para continuar con la actividad productiva.

Como hemos visto, el Estado se encontraba ampliamente desbordado para responder a una situación tan compleja y dramática, y fue la reacción de la propia sociedad la que logró amortiguar el impacto de la pandemia. Los esfuerzos del Estado dirigidos al sector agrario se limitaron, para efectos prácticos, a una entrega de bonos que enfrentó muchos problemas logísticos en el proceso de su distribución

Por otra parte, no puede dejar de mencionarse lo ocurrido con la agroexportación. Si tomamos como referencia el incremento del valor de las exportaciones, en los años de la pandemia este subsector continuó con su dinamismo característico de las últimas décadas. El valor FOB de las exportaciones agropecuarias en 2022, según el Midagri, alcanzó los 10 421 millones de dólares, 14 % más que en 2021 y 34 % más que en 202010. El mérito de este notable desempeño recayó, en buena medida, en los centenares de miles de asalariados que, a pesar de condiciones laborales deficientes (que provocaron movilizaciones de protesta en dos importantes valles agroexportadores, Ica y Virú, en diciembre de 2020) y de los estragos ocasionados por la pandemia, continuaron con su actividad productiva.

Más allá de la dimensión productiva, un impacto mayor de la pandemia fue el de las dificultades que atravesaron millones de personas para acceder a una alimentación suficiente. Como hemos adelantado, ello se debió principalmente a que, en un corto periodo, los ingresos de millones de ellas se esfumaron o se redujeron debido a la falta de empleo: entre los años 2019 y 2020, la población ocupada disminuyó, según el INEI, en más de 2,2 millones de personas, la gran mayoría de ellas en las ciudades11. Muchos se vieron obligados a comer menos o a consumir alimentos menos nutritivos12. A pesar de la relativa recuperación económica pospandemia, el trabajo precario y mal remunerado se incrementó (los ingresos promedio provenientes del trabajo se redujeron en 8 % entre 2019 y 2021) y el trabajo informal se situó en alrededor del 80 % de la PEA. No debería sorprender, entonces, que el último informe de la FAO sobre la situación mundial de la agricultura y la alimentación estimara que, en el Perú, alrededor de 16 millones de personas es decir, la mitad de la población se encontraban en situación de inseguridad alimentaria moderada o grave13.

En la pospandemia (campaña 2022-2023)

En términos de área sembrada, la campaña que se inició en agosto de 2022 fue inferior a la campaña 2021-2022. Según el Midagri, «para un aproximado de 30 cultivos (cerca del 90 % de las áreas sembradas) se registraron 934 502 hectáreas sembradas, esto es, 20,3 % menos que lo registrado en el mismo periodo, de agosto a noviembre, de la campaña 2021/2022». El Midagri atribuye estas menores siembras al retraso y la ausencia de lluvias, al limitado acceso a fertilizantes químicos importados y a la elevación de los costos de producción, que descapitalizó a los productores

Hay información más actualizada que incluye el mes de enero de este año para un número limitado de cultivos. El Midagri hace un seguimiento más preciso de ocho cultivos seleccionados por su importancia para la alimentación (arroz, cebolla, frijol grano seco, tres tipos de maíz amarillo duro, amiláceo y choclo , papa y quinua). Según la información oficial disponible más reciente, a enero de 2023, el área sembrada es menor en seis de los ocho cultivos mencionados. Esta reducción es notable, sobre todo en los casos de la quinua (21,4 % menor que el promedio sembrado en las últimas cinco campañas), la papa (11,6 % menor), el maíz amiláceo (15,4 % menor), el frijol (18,8 % menor) y la cebolla (14,1 % menor). Solo el arroz y el maíz amarillo duro se hallan en los niveles de años anteriores. Sin embargo, las fuertes lluvias y las inundaciones causadas por el ciclón en la costa norte han afectado también zonas arroceras, y en otras regiones en específico, Puno más de 16 000 ha no han sido sembradas por falta de agua

Perspectivas

Este año no será, ciertamente, mejor que el anterior. En el ámbito internacional, las consecuencias de la guerra originada por la invasión rusa a Ucrania que ya se prolonga por más de un año son imprevisibles. Las rivalidades geopolíticas entre las grandes potencias también se agudizan, en particular, entre los Estados Unidos y la China a propósito de Taiwán y de la competencia económica global.

Los impactos de estos hechos en la política y la economía del planeta son muy importantes. Ello seguirá afectando la economía del Perú, que es muy dependiente de los vaivenes de la economía mundial. Las proyecciones de crecimiento económico para este año son moderadas (los estimados varían entre el 2,5 y el 3 % de crecimiento del PBI). La inflación, que reduce la capacidad de consumo de una población ya muy golpeada por la pandemia, y que eleva los costos de producción, incluyendo la agraria, muy probablemente persistirá. Es posible que este año ocurra un fenómeno de El Niño, lo que ampliaría y potenciaría los desastres originados por las lluvias y las inundaciones causadas por el ciclón Yaku. La agricultura continuaría, así, siendo golpeada, y con ello quedaría afectada la provisión de alimentos. Aunque algo recuperadas desde la caída de Castillo, las instituciones públicas, incluido el Midagri, no están en la capacidad de dar respuesta adecuada y suficiente a estos desafíos

Por lo demás, los problemas políticos y sociales en el Perú no encuentran los cauces que podrían llevar a su resolución; antes bien, la polarización se ha instalado y la capacidad de diálogo entre actores políticos y sociales es prácticamente inexistente, empezando por el propio gobierno y el Congreso de la República.

Muchos afirman que las crisis también generan oportunidades. Ojalá que descubramos cuáles son, y pronto.

Notas

1 Director de La Revista Agraria

2 El Tiempo (12 de enero de 2023). En http://bitly.ws/BXEM

3 El Tiempo (12 de marzo de 2023). En http://bitly.ws/BXEK

4 Inforegión (5 de marzo de 2023). En http://bitly.ws/BXEI

5 PCM (febrero de 2019). Plan Multisectorial ante Heladas y Friaje 2019-2021. En http://bitly.ws/BXEF

6 Programa Mundial de Alimentos (6 de octubre de 2022). Plan estratégico para el Perú (20232026), p. 4. En http://bitly.ws/BXEE

7 Eguren, F. (diciembre de 2022). «Algunos hitos de la política agraria de 2022». La Revista Agraria, 200. En http://bitly.ws/BXED

8 Pintado, M. (2022). Agricultura familiar y seguridad alimentaria en el Perú. Lima: Cepes. En http://bitly.ws/BXEB

9 Aunque no es posible conocer el número preciso de retornantes, el gobierno informó que había empadronado a 220 000 personas. Lázaro Aquino, T. G. (2021). «Retornantes internos por covid-19: una mirada desde la desigualdad y la informalidad». Socialium, 5(1). En http://bitly.ws/BXEA. Ricardo Fort et al. estiman un número mayor. BID (diciembre de 2021). COVID-19 y las migraciones de la ciudad al campo en el Perú: identificación de amenazas y oportunidades del capital natural. En http://bitly.ws/BXEx

10 Midagri (14 de febrero de 2023). «Balance comercial y el comportamiento de las exportaciones agropecuarias». En http://bitly.ws/BXEs

11 INEI (setiembre de 2022). Perú. Evolución de los indicadores de empleo e ingreso por departamento, 2007-2021. En http://bitly.ws/BXEn

12 Alimentarse bien es caro. La FAO estima que el costo diario de una alimentación saludable de un adulto en el Perú es, en promedio, de 3,27 dólares, es decir, de entre 12,50 y 13 soles diarios, o de 375 soles mensuales

13 FAO (2022). El estado mundial de la agricultura y la alimentación 2022. En http://bitly.ws/BXEi

BioFuente: https://larevistagraria.files.wordpress.com/2023/03/lra-201-web-49.pdf?fbclid=IwAR18B46dPknObQAC7zcil2YHvyT60TFfeElU-vefOvhUJyGsatBBZWKTMug

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