LA ASOCIACIÓN GENERAL DE ESTUDIANTES EN VENEZUELA
Colección Monografías El pueblo es la historia
A 200 AÑOS DE LA INDEPENDENCIA, LA REVOLUCIÓN CONTINÚA
Willmen Ortega
LA ASOCIACIÓN GENERAL DE ESTUDIANTES EN VENEZUELA
Caracas, 2009
Colección Monografías El pueblo es la historia Comisión Editorial Arístides Medina Rubio Pedro Enrique Calzadilla Luis Felipe Pellicer Asistente Editorial Joselin Gómez Correctora Katherine Castrillo Diagramación Orión Hernández Diseño de portada Aarón Lares Imagen de portada “Grupo de estudiantes”. Colección Luis Felipe Toro. Archivo audiovisual, Biblioteca Nacional. Equipo de apoyo María Gabriela Pérez Marianela Tovar Freisy González Impresión Printanet, C.A. La Asociación General de Estudiantes en Venezuela. Primera edición: Fundación Centro Nacional de Historia, Caracas, 2009 Fundación Centro Nacional de Historia.- Editor Final Av. Panteón, Foro Libertador, Edificio Archivo General de la Nación P.B. Caracas – Venezuela centronacionaldehistoria@gmail.com Depósito Legal: If22820099004349 ISBN: 978-980-7248-24-2 Impreso en la República Bolivariana de Venezuela
Índice General
Introducción........................................................................................................7 Capítulo I Génesis de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela.....11 1.1 Del Liceo de Ciencias Políticas a la Asociación General de Estudiantes...................................................................................................11 1.2. Estructuración de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela......................................................................................................22 1.3 Influencias ideológicas determinantes en el pensamiento estudiantil venezolano de principios del siglo xx......................................................32 Capítulo II Relaciones nacionales e internacionales del estudiantado venezolano de principios del siglo xx.................................................55 2.1. La prensa escrita: Medios de apoyo de las acciones estudiantiles......55 2.2 Congresos internacionales de estudiantes como promotores de la integración latinoamericana.......................................................................65 2.3 Las conferencias y las veladas estudiantiles: Una manera de socialización e instrucción.........................................................................76
Capítulo III Ocaso de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela........85 3.1. Los estudiantes frente a las reformas universitarias de Felipe Guevara Rojas: clausura de la Universidad Central de Venezuela en 1912..........................................................................................................85 3.2. El estudiantado frente a la maniobra continuista del general Juan Vicente Gómez: 1914...............................................................................102 3.3. Resurgimiento y cierre definitivo de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela 1916-1918.....................................................107 Capítulo IV Conclusiones.................................................................................................121 Apéndice Documental................................................................................125 Anexos.............................................................................................................133 Fuentes............................................................................................................145
Introducción
En los estudios históricos producidos hasta el momento, se ha tratado muy someramente el tema de la agremiación estudiantil en Venezuela. En líneas generales las investigaciones más conocidas tratan de manera casi exclusiva los hechos suscitados en febrero de 1928, calificados por los historiadores como el movimiento del 28 o generación del 28. Sus integrantes, un grupo de jóvenes universitarios opuestos a la dictadura del general Juan Vicente Gómez (1908-1935), posteriormente llegarían a ocupar posiciones relevantes en los distintos campos de la vida política, social y cultural de Venezuela. En ese entonces correspondió a la Federación de Estudiantes de Venezuela nuclear aquella masa dirigente que alzó su voz de protesta contra la permanencia en el tiempo de un estado de cosas, incompatibles con la marejada de cambios registrados en el mundo. La significación de aquellos hechos y la notoriedad alcanzada por sus protagonistas opacó los antecedentes a la gesta de 1928. En efecto, son contadas las referencias históricas que sitúan la génesis de la legendaria Federación de Estudiantes de Venezuela, entre los años 1909 y 1918, en la no menos contestataria Asociación General de Estudiantes de Venezuela. Dada la importancia que ésta llegó a alcanzar como primer escenario concreto de organización gremial del estudiantado, se considerará en esta investigación el estudio de su establecimiento, su aporte al desarrollo sociopolítico del país, las influencias ideológicas que
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animaron a sus integrantes y su desempeño como grupo opositor durante los primeros años de gobierno del general Juan Vicente Gómez. La revisión de las fuentes referidas al período castro-gomecista (1899-1935) hace hincapié en los hechos políticos, económicos y sociales que tuvieron repercusión en la compleja dinámica del poder ejercido por ambos caudillos andinos. En lo que se refiere al caso específico de los primigenios movimientos estudiantiles que hicieron vida política en aquellos años, sólo se ha destacado la proeza de la llamada generación del 28 al frente de la Federación de Estudiantes de Venezuela y sus implicaciones en la insurrección del 7 de abril del mismo año. Los estudios históricos realizados sobre los movimientos estudiantiles en Venezuela no han sido abundantes. El grueso de los escritos al respecto fue realizado por sus propios protagonistas quienes dejaron plasmadas sus posiciones políticas en contra del régimen gomecista, elemento que contribuyó a dar una aureola libertaria a los hechos descritos y por ende a ensalzar la figura de los actores de entonces devenidos en personalidades políticas en los años subsiguientes. Partiendo de lo antes expuesto, se ha considerado necesario estudiar pormenorizadamente este acontecimiento, poco conocido o difundido en la historia política del país: el desempeño de la Asociación General de Estudiantes entre 1909 y 1918, por el hecho de que muchos de sus protagonistas asumieron una línea disidente desde el punto de vista ideológico con respecto a sus pares de la Federación de Estudiantes de Venezuela, que de igual manera se enfrentaron a la dictadura gomecista. La intención es precisar el aporte de aquella primera generación de estudiantes que asumió una actitud combativa durante la fase de estabilización del régimen, y que sirvió de referencia ineludible a la siguiente generación de jóvenes que tuvieron a su cargo abrir la puerta de los cambios históricos que conduciría al declive de la prolongada tiranía. De esta manera se rescataría del olvido historiográfico aquellos antecedentes emprendidos por los líderes estudiantiles de principios del siglo XX, además de ofrecer un trabajo sistemático fundamentado en fuentes primarias, deslastrado de posiciones partidarias en torno a uno u otro liderazgo en particular, y servir de base para otros investigadores interesados en ahondar esta temática. El enfoque en el que se orientó esta investigación fue el morfológico, el cual consiste en adentrarse exhaustivamente en los aspectos políticos,
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sociales, económicos e ideológicos de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela, desde el punto de vista de su evolución y desarrollo como un fenómeno de particular interés suscitado en el país durante las primeras décadas del siglo XX. Esta modalidad de investigación permite realizar el trabajo en cuestión de manera cronológico-descriptiva, partiendo del análisis e interpretación de los hechos inherentes a la vida estudiantil, lo cual constituye la intención principal del tema a tratar. Para el logro de este propósito se hizo un arqueo de distintas fuentes bibliográficas, hemerográficas y documentales. Se organizaron y clasificaron estos materiales con la finalidad de crear un fichero que resultó de gran importancia al momento de desarrollar el discurso histórico. El reconocimiento del material bibliográfico de carácter secundario se efectuó antes de la exploración documental, a fin de permitir al investigador formarse un marco conceptual de los diferentes enfoques dados al tema de los movimientos estudiantiles en Venezuela. Luego se inquirió exhaustivamente en los diferentes archivos documentales para seleccionar folletines, papeles sueltos, manifiestos, proclamas, remitidos, actas, resoluciones u otras formas de comunicación utilizadas por los integrantes de la asociación durante su existencia. Una vez revisado el material bibliográfico y documental se hizo una clasificación y organización de los datos que permitió responder a las necesidades de la investigación. En ese sentido, los resultados de este trabajo se organizaron en cuatro capítulos, a saber: El primer capítulo se refiere a las bases genésicas que sustentaron la estructuración de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela, a partir de la actuación del Liceo de Ciencias Políticas, de la Universidad Central de Venezuela, entre 1906 y 1908. También se toma en cuenta su participación en los sucesos políticos ocurridos durante los últimos años del período presidido por el general Cipriano Castro. Además, se estudian las principales corrientes filosóficas que nutrieron el pensamiento de los jóvenes dirigentes estudiantiles de la época. El segundo capítulo versa en torno a las actividades más sobresalientes llevadas a cabo por los integrantes de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela durante la primera etapa de su existencia en el campo nacional e internacional. De igual manera, se revisa el apoyo recibido por influyentes medios de comunicación escritos en la capital de la República, que dan
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cuenta del clima de libertades públicas reinantes en los primeros años de gobierno del general Juan Vicente Gómez. En el tercer capítulo se aborda lo referente a la ruptura del estudiantado universitario con el gobierno devenido en dictatorial del general Gómez a partir de 1914. Igualmente, se desglosan los orígenes del conflicto estudiantil que dio pie al cierre provisional y preventivo de la Universidad Central de Venezuela en 1912 y las consecuentes acciones emprendidas por la Asociación General hasta su primera disolución en 1914. Seguidamente, se aborda el proceso de reconstitución parcial del combativo gremio estudiantil entre 1916 y 1918. Las conclusiones y las fuentes consultadas completarán la investigación.
Capítulo I Génesis de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela
1.1 Del Liceo de Ciencias Políticas a la Asociación General de Estudiantes El 13 de marzo de 1906, los estudiantes de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Central de Venezuela se agrupan para constituir el Liceo de Ciencias Políticas. La institución tendría como misión fundamental defender los intereses de todos los estudiantes de Derecho de la Universidad. Esta idea unionista surge bajo un ambiente de difíciles relaciones, que llegaron a convertirse en nulas, entre el estudiantado y el gobierno del general Cipriano Castro, presidente de la República, quien había generado un elevado nivel de descontento en todos los sectores de la sociedad, especialmente en el universitario. Dichas relaciones comenzaron a resquebrajarse a raíz de la emisión por parte del Gobierno de una orden de cierre de dos importantes casas de estudios en 1904: la Universidad del Zulia y la Universidad de Carabobo. Sin embargo, la insólita medida que afectaba el progreso del país fue justificada por el propio ministro de Instrucción Pública, el escritor Eduardo Blanco, citado por Hurtado León, al señalar que en Venezuela había un excesivo número de graduados en medicina, derecho e ingeniería que “…pueden
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conducirnos a un proletariado intelectual y a la degeneración del carácter nacional”1. Por otra parte, las universidades de Caracas y Mérida, que aún permanecían en funcionamiento con autoridades genuflexas al régimen, enfrentaban un severo cerco presupuestario que se traducía en la escasez de recursos, tanto para el pago de las cátedras impartidas como para los gastos de reparación y mantenimiento de las instalaciones2. Esta delicada situación trajo como consecuencia que los años siguientes fueran de grandes restricciones y continuas interrupciones en las actividades académicas, debido a las constantes incursiones políticas de estudiantes y profesores en contra del régimen castrista. Mientras todo esto ocurría, la noticia de la aparición de la agrupación estudiantil se regó como pólvora y en muchos diarios caraqueños figuraba en sus editoriales la importancia del acontecimiento, más aún cuando en el país no existía un gremio de esta naturaleza. Un artículo publicado en La Lira, a pocos días antes de constituido el Liceo de Ciencias Políticas, calificó el hecho de trascendente ya que “… el espíritu de asociación brilla en todos los cerebros iluminados por la luz del progreso y de la civilización, por eso aplaudimos la resolución de los estudiantes”3. La emoción que desbordaba los inquietos ímpetus juveniles emergía en momentos cuando el gobierno de Castro arremetía contra los sectores intelectuales opuestos a sus acciones. De ahí que la actitud del grupo estudiantil fuese vista desde un principio como una muestra de irreverencia hacia el régimen. Ese sentimiento de aceptación a la iniciativa representada por el Liceo de Ciencias Políticas tuvo eco en varias publicaciones. Una de ellas, la Revista universitaria, indicaba tres años después de lo expresado por La Lira cómo la mayoría de los sectores celebraba la desaparición del régimen castrista, en la forma siguiente: Nació el Liceo de Ciencias Políticas en ocasión propicia para el florecimiento del derecho; su aparición fue un anacronismo en el pasado régimen novenario que
1
Iván Hurtado León, Dos momentos: Una historia, pp. 55,56.
2
Eloy Chalbaud Cardona, Historia de la Universidad de los Andes, tomo VIII, p. 15.
3
“Crónicas Universitarias” en La Lira, Caracas 9 de marzo de 1906, p. 3.
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pretendió embrutecer el intelecto nacional por la conciencia práctica servil. A pesar de la inclemencia de la época y en contradicción, al parecer, con la conocida máxima sociológica de que toda agrupación es un producto que integra los factores del medio, la generosa idea unionista lanzada por el grupo iniciador del Liceo fue acogida calurosamente por cuantos soñábamos en los claustros universitarios con una redención patriótica que muchos creyeron imposible.4
El grupo iniciador del Liceo de Ciencias Políticas estaba conformado en su primera junta directiva por los jóvenes bachilleres Diego Arreaza Romero, presidente; Cristóbal L. Mendoza, vicepresidente; Alfredo Machado Hernández, secretario de actas; Rafael Bruzual López, secretario de correspondencia, y R. Andueza Palacios, quien fungía como tesorero5. A estos líderes estudiantiles les correspondió comenzar una labor delicada, ya que para ese entonces la predisposición del Gobierno hacia el sector universitario era enconada. Aun así los estudiantes, contagiados por la idea de emprender la lucha a favor de sus intereses, proceden a participar con mayor entusiasmo, venciendo los resquemores existentes. La idea era darle una respuesta justa a la problemática que venía afectando a la Universidad Central de Venezuela, la cual repercutía lógicamente en detrimento de la comunidad estudiantil, sobre todo en aquellos tiempos cuando la palabra autonomía era utilizada para encubrir las caretas gubernamentales en los majestuosos discursos de los ministros o cualquier otro personero afecto al gobierno que ponía en un plano menos importante los acontecimientos que se generaban en la casa de estudios. Esta situación hizo pensar a los estudiantes de Derecho que debía surgir una fuerza de cohesión reinvindicadora, ya que el hecho de actuar aisladamente hacía imposible que sus reclamos fueran atendidos, mientras que agrupados representaban una fuerza más difícil de vencer en sus propósitos, más aún cuando en esa época el Gobierno estaba representado por un hombre intransigente como el general Cipriano Castro, poco acostumbrado a tolerar la presencia de asociaciones de esta naturaleza. En la inauguración del Liceo de Ciencias Políticas, el momento fue propicio para que uno de sus fundadores, el bachiller Julio Horacio 4
“Hacia el futuro” en Revista universitaria, Nº 21, marzo 1909, segunda época, p. 355.
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“Circular” en La Lira, Caracas, 17 de marzo de 1906, p. 2.
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Rosales, en presencia de un nutrido grupo de estudiantes, autoridades y personalidades del ambiente cultural, reflexionara sobre las penalidades que hasta el momento habían afectado tanto a la Universidad Central de Venezuela como al sistema educativo en general, por la falta de una agrupación que abogara por los derechos de los estudiantes. Veamos lo manifestado por Rosales: La Universidad –decía– parece que despierta de un largo sueño, inerte e imposible; dormida a la sombra de sus aulas conventuales parece que perdió toda representación social. Ninguna manifestación de intelecto fue capaz de revelarse al exterior con una centella de pensamiento; el estudiante vio deleznada y extinta toda su jerarquía, y el sordo aprendizaje interior semejaba un sordo rumor de aforismo y precepto científico. Ya su vago despertar se advierte hoy como una efervescencia intelectual que zumba: un bello propósito de asociación y de lucha por el ennoblecimiento y progreso. Fundose la Asociación de Medicina, solidarizase y parece establecerse definitivamente; y avanza llena con el júbilo de los primeros pasos infantiles, la Asociación de Derecho cuya conferencia gimnástica me toca inaugurar 6.
Frente a esta inédita situación, el presidente Castro tuvo que buscar la forma de intimidar al grupo emergente, empleando los mecanismos de coacción utilizados para la época. Valiéndose del supuesto agravio contra las autoridades gubernamentales propiciadas desde las páginas de la Revista universitaria, colocó tras las rejas a uno de los fundadores del Liceo de Ciencias Políticas, el entonces bachiller Cristóbal L. Mendoza, quien había expresado serias críticas al sistema de educación superior imperante, a través de un artículo publicado en la mencionada revista, titulado “La instrucción superior en Venezuela”. No conforme con esta medida clausuró la Revista universitaria, que en efecto era el órgano de difusión del Liceo de Ciencias Políticas7. Pero la actitud represiva del Gobierno no logró silenciar la voz palpitante del grupo estudiantil; al contrario, en ellos fue germinando la idea de luchar en contra del autoritarismo. Así fue como los estudiantes 6
“Conferencia leída en el Liceo de Ciencias Políticas por el Br. Julio H. Rosales”, en Revista universitaria, Nº 7, abril 1906, primera época, p. 4.
7
“Doctor Cristóbal Mendoza” en Revista universitaria, Nº 37, julio 1910, segunda época, p. 203.
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universitarios estuvieron presentes en las protestas callejeras anticastristas de diciembre de 1908, encaminadas a repudiar su errada forma de hacer política. César Dominici, uno de los desterrados políticos del régimen, describió los sucesos que condujeron a la caída de Castro de la siguiente manera: El pueblo de Caracas ha recorrido las calles tumultuosamente dando mueras a Castro. Retiró los retratos y bustos del tirano de las oficinas públicas y quemolos en la plaza Bolívar, ante la estatua del Libertador. Luego la muchedumbre conducida por estudiantes de la Universidad dirigiéronse a la imprenta de El Constitucional, destruyendo el periódico8.
En aquella jornada de protesta también los profesores, al lado de los alumnos, se constituyeron en agitadores de la masa popular que fue instigada a salir a las calles para manifestar contra el régimen. Luego, llegó el momento esperado por los opositores a Castro: el general Juan Vicente Gómez, vicepresidente de la República, asumió definitivamente el poder el 19 de diciembre de 1908, tras las contundentes manifestaciones de calle y las intrigas palaciegas. Los primeros años del general Gómez en ejercicio de la presidencia estuvieron marcados por la tolerancia, la amplitud, pero por sobre todo por la cautela en sus decisiones políticas. Esta actitud inicial contrastaba en muy alta medida con el comportamiento de Castro, caracterizado por sus excesos y prepotencia. Sin embargo, esta paz que pregonaba el Gobierno y en la cual creían los distintos sectores que integraban la sociedad venezolana se vio amenazada por una ruptura, cuando a mediados de 1909 se suscitaron algunos hechos que pusieron en tela de juicio la cordial disposición del gobierno de Gómez. Primero fue la renuncia del general José Manuel Hernández al Consejo de Gobierno, institución que Gómez había dispuesto estratégicamente para mantener bajo su control a los distintos caudillos que apoyaron la rehabilitación. La partida de Hernández estuvo justificada,
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Véase Ramón J. Velásquez, “Prólogo” a La oposición a la dictadura de Cipriano Castro en Colección Pensamiento Político Venezolano del siglo XX, tomo I, p. LVIII.
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además de su descontento con Gómez, por quebrantos de salud ocasionados por sus afecciones renales9. Posteriormente se produjo la prisión de Rufino Blanco Fombona y meses más tarde su expulsión del territorio nacional, situación que lo obligó a mantener un prolongado exilio en Europa, desde donde mantuvo una férrea denuncia hacia la tiranía, convirtiéndose en uno de los más destacados opositores del gomecismo10. Pese a estas primeras muestras de resquebrajamiento de la paz rehabilitadora, el Gobierno procuró trasmitir hacia el colectivo un ambiente de tranquilidad, que en anteriores ocasiones había sido violentado reiteradamente. Es bajo este ambiente de “conciliación” cuando surge la Asociación General de Estudiantes de Venezuela en 1909. Vale la pena señalar que si bien es cierto que esta agrupación surgió a partir de ese año, el proyecto para su creación ya había sido suscrito por los principales miembros del Liceo de Ciencias Políticas quienes, el 3 de abril de 1906, aprobaron el reglamento que regiría la corporación, la cual tendría funciones más amplias que las del Liceo: la “unión general” del estudiantado de la Universidad Central de Venezuela11. El nombre de la agrupación lo toman de la Asociación General de Estudiantes de Montevideo, Uruguay, en virtud de las estrechas relaciones que lograron establecerse entre los estudiantes de ambos países a través de mutuos envíos de revistas e informaciones de interés común. La propuesta de conformar la mencionada sociedad fue recibida con beneplácito por sus pares inscritos en otras facultades, quienes expresan su pleno apoyo a la idea de integrar a todos los miembros de la comunidad estudiantil universitaria en dicha asociación. En el “Discurso pronunciado en el Paraninfo de la Universidad por el bachiller Miguel Jiménez Rivero en el acto conmemorativo al tercer aniversario de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela”, en 1912, se expresaba esa idea de unidad del colectivo estudiantil. Leamos sus palabras:
9
José Rafael Pocaterra, Memorias de un venezolano de la decadencia, Tomo I, pp. 253, 257.
10
Cesia Ziona Hirshbein, Rufino Blanco Fombona y su pensamiento americanista, p. 9.
11
“Asociación General” en Revista universitaria, Nº 1, abril 1906, primera época, p. 8.
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…Y de otra manera no podía ser, puesto que no era posible que persistiese por más tiempo en nuestra vieja y querida universidad aquel desastroso alejamiento de los estudiantes por donde el cursante de medicina apenas si conocía el de jurisprudencia y aun entre los de una misma facultad, apenas si eran superficiales y baladíes las relaciones amistosas, alejamiento que generaba, en corazones hechos para el cariño mutuo, una mutua indiferente frialdad, propicia muchas veces á (sic) tornarse en sorda y recíproca malquerencia venenosa ojeriza que vivía latente en los ánimos, exteriorizándose en ocasiones en las columnas mismas de la prensa periódica12.
Con gran majestuosidad, las autoridades del Liceo de Ciencias Políticas prepararon el acto inaugural de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela en el Paraninfo de la Universidad Central de Venezuela, el 21 de marzo de 1909. Allí se contó con una nutrida asistencia, conformada por diversas personalidades del ámbito académico y social, pertenecientes a la sociedad caraqueña. Entre ellas se encontraba el rector de la Universidad Central de Venezuela, Dr. Elías Toro, quien abrió el acto con elocuente verbo; además del vicerrector, Manuel Díaz Rodríguez. Las demás personas que ocuparon la tribuna para conferenciar sobre la importancia de la Asociación fueron los bachilleres Diego Carbonell, Diego Bautista Urbaneja, Jacinto Figarella, Luis Joly Zárraga y Guillermo Salas. Los actos se desarrollaron normalmente. En aquel lugar se percibía un ambiente festivo, amenizado por la armonía de las notas musicales de La danza de las horas, la presentación de Intermezza de la Caballería y el acto sonoro de Bohemia. El espectáculo cautivó al público asistente, en un recinto engalanado por el escudo nacional y la bandera de la Asociación General de Estudiantes, su más alto símbolo representativo, en cuyo fondo lucían transversalmente los colores de la patria y estrellas simbólicas con los colores de cada facultad. Esa noche también se conocieron los estudiantes que resultaron electos para conformar la junta directiva de la Asociación, provenientes de dos grandes sociedades que hacían vida para la fecha: el Liceo de
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“Fiesta de los estudiantes: Discurso pronunciado en el Paraninfo de la Universidad por el bachiller Miguel Jiménez Rivero en el acto conmemorativo del tercer aniversario de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela” en Revista universitaria, Nº 59, mayo 1912, segunda época, pp. 200, 204.
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Ciencias Políticas y la Sociedad Vargas de Estudiantes. La directiva quedó conformada de la forma siguiente: presidente, Jesús Rafael Risquez; segundo vicepresidente, Guillermo Salas; secretario de actas, Luis Joly Zárraga; tesorero, Eduardo Arroyo; secretario de correspondencia, Pedro Arismendi Lairet, y como bibliotecario Enrique Tejera. El entusiasmo que reinó entre sus integrantes fue inmenso: una vez ubicado el local donde funcionaría la sede de la Asociación, en el segundo bulevar este del Capitolio Federal de Caracas, entre las esquinas de Glorieta y Pilita, los universitarios procedieron a organizar el espacio y los instrumentos necesarios para su debido funcionamiento. Esta situación es descrita por Salvador de la Plaza, quien sería posteriormente uno de los principales líderes estudiantiles: Espíritus jóvenes y optimistas se hicieron eco de la idea; en tres semanas [el local] se llenaba de mozos, ellos mismos lavaban los pisos, limpiaban las paredes, guindaban cuadros que traían de sus casas. Sellos, cajas y una mesa endeble fue todo el mobiliario, pero nació la Asociación; la primera piedra estaba puesta, el edificio debía levantarse por sí solo13.
La disposición del estudiantado hacia la organización y la participación se hizo evidente por mucho tiempo, por su poder de convocatoria demostrado en las jornadas decembrinas que llevaron al desconocimiento de Castro en 1908, mientras que a la vez mantenían una actitud conciliatoria con el nuevo Gobierno. Las manifestaciones de apoyo se hacen frecuentes, los estudiantes reunidos en la Asociación celebran con algarabía lo que ellos denominaban el momento estelar del país. Esa efusiva manifestación de beneplácito se expresaba de la siguiente forma: Aprovechemos pues, la época de normalidad que ha comenzado para abrir ancho cauce al río del progreso. Descubramos todos los horizontes al movimiento invasor de los principios que han salvado a otras naciones para que el sol de la civilización pueda colgar en las escuelas y en los talleres, en los hogares y en las plazas y extender el riego de sus lámparas hasta la última comarca. Aprovechemos que el Presidente de la República no es un coco para todas las
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Mailer Mattié, Salvador de la Plaza: Diario (1917-1918), p. 89.
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travesuras universitarias, sino un amigo que nos honra haciendo descender hasta su oído y su palabra. Ahora camaradas que hay un Ministro de Instrucción que nos visita como tutor y nos dispensa sus favores14.
Por otra parte, rechazan en forma categórica cualquier indicio que tenga que ver con el extinto gobierno del general Cipriano Castro, el cual, según las opiniones que emiten, restaba la libertad e imponía un orden arbitrario, mientras que el gobierno del general Juan Vicente Gómez garantizaba las libertades ciudadanas. De allí que señalaran: Ahora que casi tenemos la libertad, ahora que se nos promete respetar nuestros fueros y privilegios, ahora decimos y convendría que todos los ciudadanos pusiéramos de muestra el esfuerzo común, al decidido consorcio de todas las actividades parciales y una solidaridad sin restricciones en el acontecimiento de la empresa redentora (…). Solo así lograremos tapiar la cueva de la inmunda especie de los restauradores15.
Ante los innumerables elogios de simpatías expresadas por el estudiantado surge una rápida respuesta de uno de los defensores del nuevo régimen, César Zumeta, quien en una conferencia organizada por la Logia Masónica, que tenía como propósito contribuir en la organización de las fuerzas sociales que se venían conformando para la defensa de los derechos reivindicativos de los ciudadanos, se dirige a los estudiantes de la Universidad Central de Venezuela, representados por la Asociación, para resaltar con gran elocuencia, entre elogios y recomendaciones, el protagonismo que el sector estudiantil ha tenido desde tiempos remotos en la defensa de los valores patrios. Es así como a renglón seguido se dirige a ellos y señala: …a vosotros corresponde el deber y el honor de la vanguardia en esta empresa, porque sois desinteresados, porque sólo vosotros tenéis no más que el sagrado interés del porvenir intocado de la bastardía y mezquindad de oportunismos
14
“Nuestra Bandera” en Revista de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela, Nº 1, octubre 1909, p. 2.
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Ibídem, pp. 2, 3.
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banderizos, sino que (…) son indispensables para emprender la obra cívica que os proponga16.
Luego procede a reconocer la supremacía y la importancia de la organización estudiantil cuando expresa: “Habéis sido de los primeros y es natural que lo fueséis en dar ejemplo del poder de la asociación y la habéis instituido con propósitos dignos de esta noble patria nuestra…”17 La idea del establecimiento de la asociación estudiantil constituyó un verdadero avance, asociada con la transformación social y científica en boga en aquellos años en el mundo. En el caso de Venezuela, el inicio de los cambios de mentalidades emerge de los propios claustros universitarios porque el estudiantado empezó a comprender que el mecanismo para hacer valer los derechos ciudadanos estaba sustentado sobre la base de la organización y el trabajo conjunto. Y para lograr este vital objetivo era necesario fortalecerse en equipo, además de imponer un alto grado de disciplina que permitiera regular todas las acciones que fueran destinadas hacia el logro de los propósitos enarbolados. La finalidad de la Asociación estaba orientada a promover la confraternidad intraescolar, haciendo valer sus derechos, además de propiciar el desarrollo científico e intelectual entre sus miembros, no solo con la cooperación mutua, sino también con el auxilio de las autoridades gubernamentales, especialmente aquellas que provinieran del Ministerio de Instrucción Pública. De hecho, esta importante idea resuena en otros grupos de individuos que, de igual manera, se agrupan para exigir mejores condiciones de vida; tal como fue el caso de un grupo de trabajadores que decidieron unificarse en 1909 en “una de las primeras organizaciones de trabajadores que registra nuestra historia, la Asociación de Obreros y Artesanos del Distrito Federal”18, “(…) constituida en hora bendita para gloria legítima de la Patria y renombre de la brillante actualidad política que preside el Benemérito
16
“Conferencia del Señor César Zumeta dedicada á esta Asociación” en Revista de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela, Nº 1, octubre 1909, p. 7.
17
Ídem.
18
Hemmy Croes, El movimiento obrero venezolano, p. 49.
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General Gómez bajo cuyo amable amparo se desarrolla esa gigantesca obra de fraternidad y redención”19. Entre las razones expuestas para emprender la organización en gremios por parte de las clases bajas de la sociedad, estaba el trato abusivo que recibieron tanto estudiantes, obreros, profesionales y empleados durante el gobierno de Castro, situación que los condujo a asociarse para defender sus intereses y enfrentar los excesos de los regímenes de turno. Esta idea coincidía con la “necesidad de asociación” que profesaban los estudiantes, cuando estos señalaban que: Es necesario, pues, que las asociaciones de toda índole suavicen caracteres de la lucha, que creen dentro de su seno normas de vida respetable por la nueva autoridad moral que los informa; que sean ellos el único escudo contra el oleaje de las pasiones humanas. Arranque en la conciencia colectiva el convencimiento de la ineficacia de la violencia en el gobierno de las acciones humanas20.
La lucha por el establecimiento de asociaciones gremiales no se trataba de una idea quimérica ni de un proyecto efímero. Los estudiantes sentían la necesidad indoblegable de organizarse y para ello buscaban crear cimientos sólidos que permitieran a la asociación estudiantil continuar en sus funciones más allá de la permanencia del grupo fundador21. Partiendo de esa premisa, los representantes de la cúpula estudiantil invitaron a todos sus agremiados a participar activamente; de esa manera aseguraban la permanencia de sus socios en la lucha por el logro de sus reivindicaciones. En ese sentido, todos los miembros debían estar claros del papel que les correspondía ejercer. Se debía pensar y actuar en cada momento, no en función de los intereses particulares sino más bien de los colectivos, para así cumplir con los lineamientos establecidos en los estatutos de la asociación22.
19
“Asociación” en La unión obrera, N° 14, Caracas 29 de mayo de 1909, p. 213.
20
“Necesidad de asociaciones profesionales” en Revista universitaria, Nº 74, agosto 1913, segunda época, p. 136.
21
“Confraternidad niversitaria” en Revista universitaria, Nº 20, febrero 1909, segunda época, p. 332.
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Los estudiantes crearon un estatuto que normaría sus acciones para regir cada uno de esos pasos, con la finalidad de ejercer sus funciones bajo unos mismos lineamientos.
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Por eso, en muchas oportunidades, se vieron motivados a salir del recinto universitario, principal motor del progreso intelectual de Venezuela, para comunicar sus ideas y el resultado de sus luchas al pueblo de Caracas, y para que también tuvieran eco en otros lugares del país. 1.2. Estructuración de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela La organización de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela fue forjada en el Liceo de Ciencias Políticas de Caracas y el cuidado que tuvieron al fundarla fue extremo, sobre todo porque la experiencia de haberse agrupado en 1906 les había conferido otra visión de asociación, más amplia por la realidad que les correspondió enfrentar durante el castrismo. La nueva institución asumió el compromiso de ofrecer un panorama más participativo, en donde sus asociados pudieran dar sus mejores aportes, que debían traducirse en fructíferas labores universitarias, sin dejar de lado a la colectividad en general. Conscientes de esta realidad se inclinan por crear un espíritu democrático que pudiera reducir en gran medida las posibles divergencias entre los estudiantes, para evitar que en el futuro se afectase su estructura funcional, ya que sus cimientos dependían de un grupo de jóvenes poseedores de una idea común: reivindicar sus derechos. En definitiva será esta idea la que los haría dirigirse públicamente al país para mostrarle sus potencialidades, por lo cual expresaban: Ligados todos por una misma comunión de ideas y sentimientos van a esparcir por todos los ámbitos de la nación la prolífica semilla del patriotismo que no conoce divisiones provinciales, distritales, ni municipales, sino los altos intereses nacionales de una sociedad fuertemente constituida por grupos de idénticos intereses materiales, intelectuales y nacionales23.
De esta manera queda confirmado que son los puntos de convergencia o la “comunión de ideas” lo que hace posible la durabilidad de un grupo, independientemente de los sinsabores que se susciten en el tiempo, como 23
“Necesidad de las asociaciones profesionales” en Revista universitaria, Nº 74, agosto 1913, segunda época, p. 136.
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los que en reiteradas ocasiones afectarán las actividades de la Asociación. Estas desavenencias serían las principales causas que los impulsaron a asumir una firme posición para hacer frente al alto grado de pasividad que hasta entonces había caracterizado al estudiantado venezolano, el cual miraba con resignación desde los claustros universitarios las imposiciones políticas de los diferentes gobiernos del pasado, sin que existiera un grupo bien consolidado, dispuesto a enarbolar sus derechos. Con esta forma de proceder, totalmente distinta al ejercicio político, el sector estudiantil logra constituirse en una referencia importante para el resto de la sociedad, y ante las autoridades gubernamentales personifican el vivo deseo de hacer evidente la disposición del gremio de luchar indeclinablemente por sus intereses. Para lograr este propósito los estudiantes crean una sólida organización conformada por los líderes más destacados, y se esfuerzan para que exista el predominio del respeto hacia las mayorías de los agremiados, desechando todo tipo de personalismo. Es decir, democratizan la corporación estudiantil, con el fin de evitar infructuosas divisiones. Por ello apelan al uso del voto, haciendo del sufragio un mecanismo de primer orden; de esta manera obtienen el equilibrio y la fuerza creadora para mantenerse como una institución seria con la aspiración de proyectarse nacionalmente. El texto que se cita a continuación ilustra claramente la posición del estudiantado con respecto a esta situación: El sufragio, ese eterno mito de las multitudes, ese ideal inverosímil de los pueblos, esa ambicionada recompensa que holgadamente cabe en una miserable hoja de papel… ha encontrado en la Asociación de Estudiantes una cuna menos áspera, y unos apóstoles menos flexibles que las fibras anémicas que sostienen la vida gubernamental de las Repúblicas modernas 24.
Luego enfatizan la preponderancia que tiene para la Asociación el uso de la democracia y sus resultados: “Esta Asociación que ha asumido el aspecto de una pequeña democracia, es visto hoy como el más avanzado centro asociativo con que cuenta la República”25. 24
“En la Asociación de Estudiantes” en Revista universitaria, Nº 52, octubre 1911, segunda época, p. 341.
25
Ídem.
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Sin duda alguna la democratización de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela será el norte a seguir por sus dirigentes, para lo cual contaban con un Consejo Central, órgano de mayor jerarquía que ejecutaba las decisiones, previamente discutidas en la asamblea general de la Asociación. Ésta estaba conformada por los delegados de las distintas facultades que constituían la Universidad Central de Venezuela, además de los delegados provenientes de los cursantes del bachillerato inscritos en la Universidad o en sus escuelas anexas. Los delegados eran electos de acuerdo con lo establecido en los reglamentos de la Asociación, según los cuales las elecciones debían ser públicas, nominales y escritas. La elección de los miembros estaba sujeta al bienio que cursaban los estudiantes y basada en la proporción establecida en la reglamentación, de acuerdo con la siguiente previsión: tres delegados del tercer bienio, dos delegados del segundo bienio, uno del primer bienio y un delegado que representaba a los cursantes del trienio de filosofía. Cabe mencionar que el número de suplentes dependía del número de delegados principales y éstos, a su vez, se elegían utilizando el mismo mecanismo de selección26. Una vez constituida la asamblea general se designaban entre sus miembros a los integrantes del Concejo Central, cuya junta directiva estaba formada por un presidente, dos vicepresidentes, un tesorero, un secretario de actas, un secretario de correspondencia y un bibliotecario. Se elegía también un subtesorero, un subsecretario y dos bibliotecarios, cuando se considerase conveniente27. Entre las funciones asignadas al Consejo Central estaba la de constituirse en concejo seccional del Distrito Federal, órgano que según los estatutos sería el encargado de atender las necesidades particulares de los alumnos que cursaban estudios en los diferentes colegios existentes en Caracas. En cuanto a las otras entidades federales, la Asociación se proponía impulsar la creación de nuevos centros estudiantiles en el resto del país y su organización debía regirse de acuerdo con las disposiciones de los estatutos del gremio, reservándose la prerrogativa de nombrar un delegado 26
Reglamento y estatuto de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela, p. 30.
27
Ibídem, pp. 14, 15 y 16.
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por cada concejo seccional, ante la junta directiva del Consejo Central. De esta forma la asociación ratificaba el espíritu democrático que la impulsaba, dejando a salvo el principio de alternabilidad y el de la libre elección de sus representantes. La Asociación General de Estudiantes llegó a alcanzar un significativo estatus en medio de las adversidades que hubo de afrontar durante sus nueve años de existencia. Las funciones que el grupo tomó bajo su responsabilidad no habían sido asumidas por ninguna otra institución de similares características; de allí el reconocimiento que tanto las autoridades gubernamentales como toda la sociedad caraqueña le otorgaron. Y es precisamente por la constancia demostrada por los estudiantes que lograron crear nuevos centros asociativos en lugares allende la capital de la República. De manera que la dinámica emprendida por los jóvenes dirigentes les permitió extender la iniciativa organizativa más allá de los espacios de la Universidad Central de Venezuela. Para ello lograron contactar a los líderes más destacados de otras universidades del interior del país, tales como el bachiller Ciro Navas, proveniente de la Universidad del Zulia, quien realizaba privadamente sus estudios en ciencias políticas en la ciudad de Maracaibo; así como Ángel Cervini, Luis Augusto Carballo y Ricardo Zuloaga La Hoz, provenientes del estado Carabobo, entre otros. De esta forma pretendían hacer ver la necesidad de luchar organizadamente a favor de los derechos estudiantiles, que devenía en crear los núcleos necesarios para hacerse sentir dentro y fuera de Caracas a través de un trabajo social conjunto. Esta decidida campaña de los estudiantes caraqueños logró calar en sus pares del estado Zulia, quienes habían experimentado el cierre de la Universidad por orden del general Cipriano Castro en 1904. Por ello el 20 de mayo de 1909 un grupo de estudiantes y académicos se dirigió al director del diario El tiempo a través de una circular, para informarle que el 11 de mayo se había reunido un número significativo de individuos “llenos de patriótico entusiasmo, con el propósito de obtener del próximo Congreso Nacional la rehabilitación de la extinguida Universidad del Zulia”28. Acordaron nombrar una comisión para acudir a las instancias respectivas a fin de hacer efectiva la resolución de los asistentes, y quedó
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“La Universidad de Maracaibo” en El tiempo, Nº 2.798, Caracas 28 de mayo de 1909, p. 2.
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conformada por los doctores Pedro Guzmán, Mario Valbuena, Joaquín y Ángel Bracho; y los bachilleres Alfonso Ortega y Miguel Chapín. La respuesta a esta petición no tardó mucho en salir al público: la Revista universitaria, haciéndose eco de la propuesta zuliana, publicó en sus páginas la Gaceta Oficial número 10.724, emanada de Samuel Darío Maldonado, en representación del Ministerio de Instrucción Pública, y dirigida al presbítero “Francisco J. Delgado y demás residentes zulianos” en la ciudad de Caracas. Entre los argumentos esgrimidos por el Gobierno para expresar su negativa a la solicitud de reapertura de la Universidad del Zulia, se encontraban la situación estacionaria que presentaban las principales universidades del país desde las reformas introducidas por el Libertador en 1827. En opinión de las autoridades gubernamentales, Venezuela no requería de más universidades “…ni de más colegios sino atender primeramente a otro desarrollo de la intelectualidad, como es el de las Escuelas Náutica Militar, de Mineralogía, de Veterinaria y Ganadería, altas escuelas de comercio y principalmente las normales que serán creadas en los estados…”29. Aunado a lo anterior, señalaba el ministro Maldonado que el número de alumnos existentes en el Zulia era insuficiente para cubrir los distintos cursos de las facultades, situación que en opinión del Gobierno hacía imposible la reapertura. Para concluir sus alegatos esgrimía el funcionario que con las universidades de Caracas y Mérida se podía correctamente atender, por su ubicación geográfica, la concurrencia de los estudiantes zulianos30. A pesar de la negativa oficial, los estudiantes mantuvieron su lucha a favor de la reapertura y, en 1911, se pronuncian a través de la Revista universitaria señalando lo absurdo e injusto de las argumentaciones del Ejecutivo nacional, tildando de ignorante al ministro por las contradicciones del documento emitido, donde se expresan graves críticas al estado de la enseñanza en Venezuela. De allí que los jóvenes estudiantes llegan a expresar que:
29
Gaceta Oficial de los Estados Unidos de Venezuela, Nº 10.724, año XXLIL, mes IX, Caracas, 18 de junio de 1909.
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Ídem.
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No cabe alegar, como se viene haciendo, para reducir á (sic) dos las Universidades que hoy existen en la República, al estado de lamentable atraso que ofrecen las artes y las ciencias, pues, si éstas no han logrado su cabal desenvolvimiento, débase únicamente á (sic) que no se las conoce científicamente entre nosotros; tal como sucede con la agricultura 31.
Con estas frases que salían a relucir en las páginas del principal órgano divulgativo del estudiantado caraqueño, se evidencia el descontento que comenzaba a registrarse entre la juventud universitaria y el gobierno del general Gómez, lo que contrastaba con la cordialidad rehabilitadora que hasta entonces se había mantenido. Pero no sólo fueron los estudiantes zulianos quienes expresaron una posición firme al respecto. También los jóvenes del estado Carabobo se unieron al coro de solicitudes por la apertura de la Universidad, cerrada igualmente por el gobierno de Cipriano Castro en 1904, bajo el mismo decreto de clausura que involucró al Instituto Superior de Guayana. Como se puede notar, ambas universidades estaban marcadas por destinos semejantes aunque no idénticos, porque cada casa de estudio giraba en torno a situaciones particulares, determinadas por el medio y los intereses de los actores de esas regiones. Los motivos del cierre de estas casas de estudio han sido de gran interés por parte de muchos historiadores. Por ejemplo, María Gamero León y otros, al referirse a las causas que propiciaron esta medida en el Zulia, sostienen que la decisión estuvo influenciada por diversos factores ideológicos, académicos, económicos, internos y externos a la Universidad, los cuales crearon una coyuntura propicia para el cierre32. Pero a pesar de este planteamiento generalizado, los autores le dedican mayor relevancia al análisis político-ideológico en el que estaba involucrada la Universidad antes de que se dictara el decreto de clausura, ya que allí se produjo una intensa participación política de la mayoría de los miembros que integraban el personal, y que se reflejaba en la marcha de la institución, lo que Castro consideraba como políticamente inconveniente para su gobierno. 31
“La Universidad del Zulia” en Revista universitaria, Nº 45, marzo 1911, segunda época, p. 96.
32
María Gamero León, La Universidad del Zulia en el proceso histórico de la región zuliana, de su instalación al cierre 1891-1904, tomo II, p. 228.
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En efecto, la mayoría de los intelectuales que formaban parte del cuerpo profesoral estaban identificados con las banderas políticas del “Liberalismo Amarillo”, mientras otros giraban en torno al Partido Nacionalista del general José Manuel Hernández. Entre ellos se encontraban los doctores Octavio Hernández, Rafael López Baralt, Antonio Acosta Medina, Pbro. Francisco José Delgado, Eduardo Dagnino y Pedro Francisco Rincón. A estas personalidades se las vinculaba directamente con el rector de la Universidad, Dr. Francisco Eugenio Bustamante, quien al lado de buena parte de la intelectualidad zuliana se opuso contundentemente al predominio del general Castro33. A diferencia de los autores citados, Iván Hurtado León se inclina a pensar que fueron los celos del progreso, enmarcado en todas sus manifestaciones, los que propiciaron la clausura de las universidades del Zulia y Carabobo. Para él las ciudades donde estaban ubicadas estas casas de enseñanza eran centros económicos, comerciales y culturales sobresalientes así como prósperos desde antes de la separación de Venezuela de la Gran Colombia. Y esta condición fue generando un profundo recelo de los gobiernos centrales, lo que los obligó a tomar esta dramática medida. He aquí lo expresado por el autor: Ya en la Venezuela republicana, Maracaibo funge como eje occidental de Venezuela, epicentro de importantes procesos políticos y sociales, a la que siempre miraban con recelo los gobiernos centrales por sus permanentes aspiraciones regionales autonómicas; y Valencia, dos veces capital de Venezuela, pionera del proceso de industrialización nacional y en competencia permanente con Caracas como centro de poder político34.
Sin embargo, el entonces ministro de Instrucción Pública, Eduardo Blanco, expresó sus propios criterios. Entre los argumentos expuestos estaban el deterioro de la educación en el país, debido a las constantes guerras civiles que ocasionaban severos atrasos en la difusión de nuevos conocimientos científicos. En cuanto al sistema de educación superior
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Ibídem, p. 231.
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Ibídem, p. 237.
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impartido por las universidades nacionales, el funcionario enfocaba sus críticas hacia el tipo de egresados universitarios: …no salimos de la aspiración de ser abogados, médicos, ingenieros o teólogos. Un país que posee tantas riquezas, minas, no tiene una sola escuela de minería. Un país agrícola, apenas cuenta con una sola escuela de agricultura, y debido a la constancia de un joven entusiasta, el señor doctor Lupi, cuyos nobles esfuerzos viene estimulando el jefe de la nación, pronto a acudir con su apoyo entusiasta y con su elevado espíritu de justicia dondequiera que advierta un propósito laudable. Un país esencialmente criador, apenas tiene una sola escuela de veterinaria de muy reciente creación. Un país cuyo comercio se extiende considerablemente y pesa tanto en sus destinos, no tiene un solo instituto docente de su rama. En un país que produce todas las materias primas de que se vale la industria moderna, no hay un solo instituto destinado a formar hombres capaces de explotar tantos y tan ocultos tesoros para ensanchar la hacienda pública y privada35.
Aquella larga lista de argumentaciones fueron consideradas válidas por los legisladores, quienes dieron su aprobación al Código de Instrucción Pública el 20 de enero de 1904 que condujo al cierre de las universidades del Zulia y de Carabobo. Para el año 1911, la disposición del cierre de las casas de estudios llevaba siete años y aún los universitarios no habían obtenido una respuesta satisfactoria por parte del nuevo gobierno del general Gómez. Por lo tanto, entre ellos se venía propiciando un verdadero clima de tensión hacia el Ejecutivo nacional. En la mayoría de las manifestaciones escritas que hacían los universitarios desde las provincias, se reiteraban las solicitudes de reapertura de los centros de enseñanza, pero jamás hicieron movilizaciones de significativa importancia hacia la capital de la República para hacer sentir sus ideas de protestas en contra de la incivilizada medida. Sólo el estudiante marabino, Ciro Navas, logró llegar a Caracas en marzo de 1911 y allí logró ponerse en contacto con la directiva de la asociación estudiantil a quienes le solicitó asesoría para “…fundar y organizar en el Zulia una sección de
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“Exposición que presenta el ministro de Instrucción Pública al Congreso de los Estados Unidos de Venezuela en sus sesiones ordinarias de 1904” en Memoria del Ministerio de Instrucción Pública 1904, p. III.
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la Asociación General de Estudiantes de Venezuela…”36. Frente a esta importante iniciativa, los estudiantes caraqueños se muestran receptivos y ganados a la idea de ofrecer toda la ayuda posible para concretar la respuesta, sobre todo porque el núcleo zuliano fortalecería la lucha en procura del restablecimiento de las actividades universitarias tan esperadas por el sector estudiantil que, al constituirse en un grupo cohesionado, “…asumirá el carácter de una corporación seria y organizada, condición ventajosísima que los auxiliará intensamente en el deseo que tienen por ver restablecida su universidad bajo cualquier forma”37. Las discusiones del joven Navas con sus pares caraqueños arrojaron resultados efectivos. A su regreso a Maracaibo, Navas convoca a una asamblea estudiantil donde concurren los más destacados líderes juveniles, quienes acuerdan erigir la sección de la Asociación General de Estudiantes del Zulia, que elige a Ciro Navas como presidente, en reconocimiento a su esfuerzo por la organización del gremio38. Esta primera elección fue de carácter provisorio mientras se cumplía lo pautado en los estatutos de la asociación estudiantil. El 20 de octubre de 1911, los estudiantes zulianos concurrieron a elecciones ratificando a Navas en la presidencia y designando a Ángel J. Brice, vicepresidente; Miguel J. Ocando, secretario; Camilo Ramírez, subsecretario; J. A. Bustamante, tesorero; Asdrúbal Fuenmayor, subtesorero, y V. M. Wilson, bibliotecario. Todos ellos constituyeron el consejo seccional del estado Zulia. Posteriormente se escogieron los delegados que representarían la sección ante el Consejo Central de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela, situada en Caracas39. Constituido el cuerpo estudiantil zuliano, sus miembros se reunían llenos de entusiasmo para dedicarse a trabajar en equipo y satisfacer las necesidades inmediatas de la agrupación, entre ellos la formación académica. Con ese propósito en mente comenzaron a delinear las posibilidades de hacer privadamente estudios de derecho y medicina, para luego examinarse periódicamente en la Universidad Central de Venezuela, así 36
“Despedida” en Revista universitaria, Nº 45, marzo 1911, segunda época, p. 130.
37
Ídem.
38
“Los estudiantes del Zulia” en Revista universitaria, Nº 45, marzo de 1911, segunda época, p. 132.
39
“La Asociación del Zulia” en Revista universitaria, Nº 52, octubre 1911, segunda época, p. 369.
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como el establecimiento de una galería de pintura de autores regionales y la organización de la biblioteca40. Por otra parte, es necesario aclarar que los estudiantes del estado Zulia no fueron los únicos en constituirse en seccional de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela. También se abrieron seccionales en los estados Portuguesa y Carabobo. En lo que respecta a esta última asociación, se tiene una data que ofrece el diario caraqueño El tiempo, en cuya reseña del 21 de octubre de 1909 aparece la realización de elecciones de los delegados que conformarían el comité seccional para el período de 1909 a 191041, en el que además de señalarse la representación caraqueña también figuraba el delegado electo por Carabobo. El mencionado comité, además de tener entre sus miembros a los bachilleres Domingo Luciani y J. B Ascanio Rodríguez, por la Sociedad Vargas de estudiantes de medicina; Richard Hidalgo Hernández y Aníbal Valera, por el Liceo de Ciencias Políticas; Manuel O. Pérez hijo, por la Asociación de Estudiantes de Carabobo, y un miembro de cada colegio adscrito a la Asociación General, también contó con la presencia de los estudiantes de derecho Alberto Díaz, Gustavo Herrera, Nicomedes Zuloaga, Eduardo Arroyo y Alfredo Damirón, todos pertenecientes a diferentes bienios académicos. El establecimiento definitivo de la Asociación Seccional de Estudiantes del Estado Portuguesa se realizó el 12 de mayo de 1912, en la capital del estado, con la presencia de relevantes personalidades del gobierno regional. La iniciativa partió de los estudiantes del tercer y primer años de ciencias filosóficas del Colegio Federal de Varones, a diferencia de la corporación estudiantil del Liceo de Ciencias Políticas en Caracas. Para la conformación de esta nueva institución, los jóvenes contaron con la asesoría y colaboración de sus colegas de la Asociación General, quienes actuaron con diligencia de acuerdo con lo establecido en el órgano estatutario. Primero se congregaron en sesión en el centro estudiantil guanareño y formaron el Consejo Seccional, y luego los delegados sometieron a votación los cargos de representación gremial. Finalmente la junta quedó compuesta por Julio García Álvarez, en calidad de presidente, 40
Ídem.
41
El tiempo, Nº 2.920, Caracas, 22 de octubre de 1909.
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y Pedro José Ortiz, secretario. Como representantes ante la máxima cúpula estudiantil, en su condición de miembros del Consejo Central del estado, quedaron Félix Saturnino Angulo y M.V. Martínez García, quien fungió también como agente corresponsal de la revista de la estrenada corporación42. De la permanencia y logros obtenidos por estas seccionales, es poco lo que se puede hacer mención. La validez de esta afirmación está basada en la inexistencia de datos históricos de primera mano que permitan dilucidar su proyección en el interior del país. Además, el surgimiento de estos grupos estudiantiles fue efímero, porque sus miembros no obtuvieron una destacada actuación como la alcanzada por sus homólogos caraqueños, que lograron permanecer de manera más activa entre los años 1909-1914, cuando por decreto gubernamental fue clausurada la institución y luego durante su breve existencia hasta 1918. Las expectativas de extender la asociación en todo el país no lograron concretarse, por lo que el propósito de erigirse como la agremiación más fuerte del territorio nacional quedó limitado. 1.3 Influencias ideológicas determinantes en el pensamiento estudiantil venezolano de principios del siglo XX El espíritu de participación emergido en los estudiantes de Caracas, constituidos en Asociación General, aparece bajo la influencia de un conjunto de ideas que los motivaron a actuar en forma diferente a la acostumbrada en aquella época, caracterizada por la agitación y la anarquía predominantes en el ambiente político venezolano. Se trataba de una juventud que eclosionaba bajo un carácter atípico que se había ido formando sobre la base de nuevos criterios en el transcurrir del tiempo. Ellos estaban dispuestos a tomar decisiones compartidas dentro del gremio que los agrupaba, porque sabían que unidos representaban una verdadera fuerza. Pero esas decisiones, generalmente acompañadas de acciones combativas, estaban fundamentadas sobre juicios valorativos de acuerdo con las exigencias del cambio social experimentado en el país,
42
“Asociación seccional” en Revista universitaria, Nº 60, junio de 1912, segunda época, pp. 264, 265.
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como resultado de las marcadas influencias foráneas de gran resonancia en Latinoamérica. Conviene apuntalar que esta especie de formación ideológica, gestada progresivamente en la juventud estudiosa, estuvo influenciada por grandes pensadores del acontecer intelectual y político del mundo, especialmente provenientes de la vieja Europa. Estas ideas tan claras y precisas en el pensamiento estudiantil consistieron fundamentalmente en tratar de despertar en el colectivo el deseo de participación y de lucha en la defensa de sus derechos. Entre las ideas más determinantes que irrumpieron en las fronteras venezolanas, estaban en primer lugar las emergidas del positivismo, seguidas de la corriente literaria del modernismo y, por último, de las reflexiones latinoamericanistas profesadas por importantes pensadores de habla hispana. Ahora bien, es necesario dejar en claro que el surgimiento de estas ideas que produjeron gran impacto en el estudiantado no salieron de la nada, por cuanto fueron difundidas por un selecto grupo de académicos, quienes a la postre llegaron a constituirse en las piezas fundamentales del régimen gomecista. a) El Positivismo Entre los más connotados seguidores y propulsores de la filosofía positivista en Venezuela a partir de la segunda mitad del siglo XIX, se tienen a Adolfo Ernst y Rafael Villavicencio. Posteriormente, siguieron sus pasos intelectuales Luis Razetti, José Gil Fortoul, Pedro Manuel Arcaya, César Zumeta, Laureano Vallenilla Lanz, Samuel Darío Maldonado, Elías Toro y Pablo Acosta Ortiz, entre otros. Vallenilla Lanz, sociólogo, egresado de la Universidad Central, se dedicó a interpretar los fundamentos sociológicos del régimen gomecista a través de su obra Cesarismo democrático, donde justifica el ejercicio de la fuerza para alcanzar la disciplina y el orden social. Además fue de los que creyó que, ante un pueblo como el de Venezuela, díscolo y de tendencias igualitarias, se hacia necesaria la presencia de un hombre de temperamento duro, capaz de mantener la paz y la cohesión entre los ciudadanos. Para lo cual se debía emplear la tesis del gendarme necesario, orientada en los preceptos del positivismo de Comte, que sin duda alguna contribuyó con
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la perpetuación del general Gómez en el poder. También llevó a las aulas de la Universidad, al igual que sus colegas profesores Luis Razetti y Pablo Acosta Ortiz, entre otros, las bondades del positivismo. Esta situación vino a constituir la razón que condujo a los estudiantes a sentirse motivados a conocer más acerca de su pasado histórico y a participar en el ámbito político con la finalidad de conseguir un verdadero cambio que favoreciera a todos los venezolanos. Al menos es lo que se nota en los insistentes reclamos que dirigieron a diversos entes gubernamentales. Precisamente, todos estos hechos traen como consecuencia que en los ámbitos científico-académico y religioso se generen posiciones encontradas entre quienes se esmeraban en demostrar sus criterios como verdaderos, partiendo de investigaciones científicas, obviando desde luego toda creencia dogmática que, hasta entonces, había sido considerada como cierta. En este sentido, se tiene que Luis Razetti lideró la lista de quienes se declararon antidogmáticos y fervorosamente darwinistas, situación que le mereció reñidos enfrentamientos con la alta jerarquía de la Iglesia Católica. En medio de este ambiente de discusiones y protestas suscitadas entre los años 1909 y 1918, se encuentran los miembros de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela, cuyos integrantes también se inscribieron en esa línea filosófica. La muestra más evidente de esta adopción de ideas quedó en evidencia cuando el 12 de febrero de 1909, recién inaugurada la asociación estudiantil, los jóvenes asistentes se sumaron a la celebración de un acto programado por la Academia Nacional de Medicina, en el paraninfo de la Universidad Central de Venezuela, en ocasión de los cien años del natalicio de Charles Darwin y donde participó el ministro Samuel Darío Maldonado, quien presidió el polémico acto. La conmemoración, en la que además se contó con la presencia de importantes personalidades como Elías Toro, rector de la Universidad, Luis Razetti y Juan Díaz, también fue propicia para hacer entrega del famoso Premio Darwin, creado para galardonar a los estudiantes más destacados pertenecientes a la Facultad de Medicina, y que en esa oportunidad recayó en Diego Carbonell. La muestra de admiración de los universitarios hacia la figura de Charles Darwin era notable no sólo al ensalzar su aporte a la ciencia, sino también por el irrestricto apego a sus ideas. Esta identificación era producto de la notable influencia ejercida por Luis Razetti quien tuvo una participación importante en la preparación de aquel acto. Esta acción difusora se facilitó
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gracias a su ganado prestigio, el cual le mereció convertirse en el secretario perpetuo de la Academia Nacional de Medicina. De este modo, Razetti contribuyó a profundizar los estudios de la disciplina en Venezuela, pese a la oposición que su adhesión a los novedosos postulados teóricos despertaba en la Iglesia e incluso en colegas como el mismo José Gregorio Hernández, quien manifestó un absoluto desacuerdo con su postura. Ildefonso Leal describe claramente estas divergencias, al sostener que el enfrentamiento entre ambos científicos se inició en 1904 y alcanzó repercusión nacional43. Por un lado, se tiene que Razetti era partidario de los postulados enarbolados por Charles Darwin, teoría que llegó a constituirse en una especie de disciplina puesta al servicio del positivismo. Mientras que Hernández, sin denigrar de sus conocimientos científicos, los cuales le valieron una gran reputación académica y profesional, se manifestaba reacio a admitir las ideas positivistas, contrarias a su fiel condición de devoto religioso. La polémica alcanzó su punto más álgido en 1912, cuando Razetti solicitó a la Academia de Medicina declarar el darwinismo como doctrina científica, a fin de consolidar su enseñanza de manera oficial y definitiva en la Universidad Central de Venezuela. Hernández se opuso tajantemente a la propuesta, bajo la argumentación religiosa que sustenta la teoría creacionista, contenida en las Sagradas Escrituras. Sin embargo, la situación planteada presentó un aspecto curioso, ya que pese a que los estudiantes se habían convertido en fieles seguidores de las teorías positivistas, esto no les impidió reconocer las eminentes dotes científicas y académicas de José Gregorio Hernández. Muestra de este hecho lo reflejan los escritos publicados en la Revista universitaria, como por ejemplo un artículo donde lamentan el retiro del Dr. Hernández de sus actividades académicas en 1908 para consagrarse como religioso en un seminario ubicado en la Cartuja de Lucca en Italia44. Posteriormente, a su regreso a Venezuela, luego de su experiencia infructuosa en el seminario, es recibido con gran júbilo por los universitarios de la Facultad de Medicina, quienes acuden al comité de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela, presidida por Jesús Rafael Rísquez, a 43
Ildefonso Leal, La Universidad de Caracas. 237 años de Historia, p. 78.
44
“Doctor José Gregorio Hernández” en Revista universitaria, Nº 22, abril de 1909, segunda época, p. 428.
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fin de formalizar una solicitud de reincorporación del Dr. Hernández a las cátedras de histología, bacteriología y fisiología, que había regentado desde su fundación en la Universidad. La petición fue formulada al ministro de Instrucción Pública, quien procedió a admitir el reintegro del Hernández a sus funciones de catedrático. La decisión fue aplaudida por los jóvenes con grandes manifestaciones de afecto y respeto45. Otro médico de sobrado prestigio en el campo de la ciencia y firme seguidor del Positivismo, a quien los estudiantes expresaron gran veneración por sus múltiples conocimientos en el área de cirugía, fue Pablo Acosta Ortiz. Este ilustre docente se había incorporado a la casa de estudios en 1895, luego de finalizar sus estudios en la Universidad de la Sorbona en París. Para honrar su ardua labor, el Centro de Estudiantes de Medicina resolvió nombrar en 1917 una junta que organizara los pasos necesarios para erigir un monumento en memoria de Acosta Ortiz46. b) El Modernismo A partir de la última década del siglo XIX, la literatura venezolana experimentará un proceso de cambios que ocupará a casi todos los grandes escritores del país. La escalada de esta renovación había alcanzado niveles tan preponderantes que inmediatamente penetró las aulas universitarias, tal como sucedió con otras corrientes del pensamiento dominante, de las que el romanticismo constituye un buen ejemplo. El nuevo estilo de escritura surge fundamentalmente de un grupo de sabios escritores latinoamericanos, entre los que destacan José Martí, Manuel Gutiérrez Nájera, Rubén Darío y José Asunción Silva, entre otros de no menor importancia. Y sería bautizado con el nombre de Modernismo. Innumerables serían las críticas que, desde un principio hasta el tiempo crepuscular de su influencia, recibirá el Modernismo en todas partes del orbe. Sin embargo, mientras transcurrió ese lapso de marcada influencia en la literatura de los escritores del Nuevo Mundo, las pautas de la escritura saldrán de la América Hispana a la vieja España, lo que
45
“Doctor José Gregorio Hernández” en Revista universitaria, Nº 23, mayo de 1909, segunda época, p. 482.
46
“Comisión: Monumento Acosta Ortiz” en Revista universitaria, Nº 1, julio 1917, tercera época, p. 19.
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produciría después de tantos años un fenómeno atípico en la historia de las letras latinoamericanas. Respondía, pues, el Modernismo a lo que importantes estudiosos de la literatura universal juzgaban como una renovación imprescindible en el mundo de la escritura. Renovación que no era más que una revolución contra el desgastado estilo romántico del que comúnmente se generaba un retoricismo exagerado, cuyo particular objetivo estaba encaminado a hacer uso de la frase inquisitoria –las discusiones expresadas en la prensa durante el guzmancismo solían ser un típico ejemplo– entre quienes disputaban el poder. Con el surgimiento del Modernismo, ya no habría más excusas para cometer este tipo de excesos: el nuevo movimiento ofrecía plena libertad en la sintaxis47, sin que sus postulantes se sintieran obligados a seguir los estrictos métodos en los que se encontraban anclados los romanticistas. En Venezuela esa libertad en cuanto al uso de la palabra no era más que asumir la fusión de todas aquellas tendencias o modas literarias –como algunos lo llaman– provenientes de la literatura francesa, que había tenido gran protagonismo en ese país a lo largo del decimonono: parnasianismo, realismo, naturalismo, impresionismo y romanticismo. A toda esa propensión estética se agregaría un toque propio de nuestra nacionalidad: el criollismo y el nativismo. El criollismo evoca todo lo característico del país: sus exóticos paisajes y las peculiaridades humanas de los pueblo, y que en las plumas de sus dedicados escritores adquiere una impresionante sonoridad que deslumbra a los afanados lectores. El arte nativo consistía no en darle vida a lo existente, sino más bien plasmarlo en la escritura con un variadísimo toque de musicalidad verbal. Este fenómeno se suscitaba –el criollismo injertado al modernismo– no por el hecho de que algunos de los más sobresalientes autores hayan sido cosmopolitas. De hecho sí los hubo, como aquellos que secundaron al poeta Francisco Lazo Martí, creador del criollismo (no al estilo modernista, sino a su propio modo), entre los que destacaban Pedro Emilio Coll, quien vivió en Francia e Italia, y Rufino Blanco Fombona, con El conquistador español del siglo XVI, además de Luis Manuel Urbaneja Achelpohl con su Botón de algodonero, por citar algunos.
47
Max Henríquez Ureña, Breve historia del Modernismo, p. 10.
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El contacto directo de estos escritores con la realidad literaria de la Europa de entonces les serviría de gran ayuda para aclimatar sus conocimientos. De allí saldrá la universalización del arte nativo, el cual es explicado por Domingo Miliani a renglón seguido: Pese a todos los esfuerzos realizados para imponer la exclusividad del cosmopolitismo temático y la policromía de estilo, los modernistas no lograron erradicar –rumbo a la universalidad temática– la honda siembra de regionalismo que desde las silvas de Bello, pasando por los artículos de costumbres, las novelas realistas y la poesía de Lazo Martí, mantiene vigoroso cultivo en una derivación que hubo de ser la síntesis de naturalismo, nativismo y modernismo: la tendencia criolla…48
Como se puede observar, siendo como era el Modernismo una asimilación de ideas y tendencias provenientes tanto de Europa como de la América hispánica, no es de extrañarse que el propio Rubén Darío, figura máxima del movimiento literario, asegurara haber tenido como inspiración diversas corrientes provenientes de connotados pensadores. Los clásicos de famosos literatos españoles, durante sus lozanos años de juventud, y los novedosos trabajos de autores americanos como el cubano José Martí, los mexicanos Gutiérrez Nájera y Salvador Díaz Mirón y el estadounidense Walt Whitman indudablemente marcaron una honda huella en el poeta nicaragüense, sin dejar de lado a los escritores parisienses del parnasianismo, surgidos en Francia a principios del siglo XIX. El híbrido de aquella literatura llegará a todos los rincones de España y en la América Hispana se diseminará totalmente, con la preeminencia de Rubén Darío. La reconocida fama del hijo ilustre de Nicaragua llegaría a las aulas de la Universidad Central de Venezuela y allí se crearía un cauce en casi la totalidad del alumnado, sobre todo porque ya era costumbre entre los jóvenes cultos de la sociedad escribir poesía, más aun con Darío a la cabeza del movimiento como uno de sus modelos. Eduardo Arroyo Lameda, ex líder estudiantil a la vez que asiduo escritor de la Revista universitaria y de El cojo ilustrado, en su prólogo al libro Jacinto Fombona Pachano, recordaba los
48
Domingo Miliani, Vida intelectual de Venezuela, pp. 120-121.
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afanes de la juventud de su tiempo y la necesidad que sentían de cultivarse intelectualmente: …todos en verdad sufríamos de una sed incontenible de luz, dado lo espeso de la oscuridad en nuestro derredor y juntando, unas llamas aquí, otras más allá, lográbamos a veces iluminar siquiera los pasos de nuestras inquietudes. Y como la cooperación obra milagros ayudándonos mutuamente en la esfera de la cultura, nos fuimos creando un oasis de efusiones intelectuales que, a la postre, nos liberaba del labradillo de la barbarie49.
La influencia literaria del también poeta Arroyo Lameda se hará sentir sobre muchos estudiantes, expresándola como era la costumbre: a través de la prensa escrita o mediante la publicación de esporádicos poemarios, uno de ellos escrito en 1914, a veintisiete años de haberse publicado la primera edición de Azul de Rubén Darío. Entre los variados poemas contenidos en sus Momentos (1953), se encuentra uno titulado “Los agasajos”, en el que aclara haberlo escrito “con motivo de manifestaciones de admiración en honor del poeta de Azul”. La abundancia de epítetos de parte de Arroyo Lameda tenía el propósito de magnificar el éxito alcanzado por Darío, luego de vencer muchas trabas hasta coronar su triunfo con la popularidad alcanzada en varios países. Parte del poema expresa: De gozo me conmuevo porque Rubén Darío Ya roza las estrellas que su frente reclama. Muy bien están los juncos a la margen del río, Pero mejor los astros sobre el que ungió la fama. Nos complace que al glorioso de legítimo peso Lo abrumen las preseas del triunfo soberano. El cultor, en su granja por la faena preso, Debe alcanzar un día los frutos con la mano.
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Eduardo Arroyo Lameda, en “Prólogo” a Jacinto Fombona Pachano, Tomo I, Poesía, Caracas - Madrid, 1953, Edit. Edime. p. 8
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Mi alegría es tan honda cual un furor contrario. Ya me enfurezco y grito, vocifero y farfullo, Cuando miro a la loa vil del turiferario, Coronar la cabeza chata de Perogrullo. Es de los cisnes blancos, el tuyo, Nicaragua! –Lo dice quien rehúye las exageraciones– Cisne al fin, en el reino reflejante del agua Se ha familiarizado con las constelaciones. … De gozo me conmuevo porque Rubén Darío, Ya recibe las flores que su gloria reclama. Caen sobre las rosas las gotas del rocío Y sobre los poetas las rosas de la fama50.
Frente a lo señalado en el párrafo precedente, se hace necesario aclarar que no serían solamente los universitarios quienes se dejaron cautivar por los sonoros poemas de Rubén Darío. Es más, no fue sólo en América donde se aplaudirían sus extraordinarios logros. Tanto en Europa como en este lado del hemisferio, hubo quienes no dudarían en convenir que fue el genuino representante del Modernismo en las letras hispanoamericanas. Otros representantes serían José Enrique Rodó, Rufino Blanco Fombona y Manuel Díaz Rodríguez, por citar algunos. José Enrique Rodó quizá fue uno de los primeros que apartando sentimientos personalistas, al publicar su obra Rubén Darío (1899), considerara no solamente el inconfundible efecto revolucionario de la recién creada sensibilidad literaria, sino también el indudable liderazgo que Darío obtuvo sobre el nuevo movimiento y su firme propósito de adherírsele. Señala su incorporación a la nueva escuela en los siguientes términos: Yo soy modernista, yo pertenezco con toda mi alma a la gran reacción que da carácter y sentido a la evolución del pensamiento en las postrimerías de este siglo; a la reacción que, partiendo del naturalismo literario y del positivismo
50
Eduardo Arroyo Lameda, “Los agasajos”, en Ob. Cit., pp. 12, 13 y 14.
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filosófico, los conduce, sin desvirtuarlos en lo que tienen de fecundos, a disolverse en concepciones más altas. Y no hay duda de que la obra de Rubén Darío responde, como una de tantas manifestaciones, a ese sentido superior; es el arte una de las formas personales de nuestro anárquico idealismo; aunque no lo sea –porque no tiene intensidad para ser nada serio– la obra frívola y fugaz de los que le imitan, el vano producir de la mayor parte de la juventud que hoy juega infantilmente en América al juego literario de los colores51.
Rodó expresa, además, en el mismo texto otra variante de la concepción de las ideas que prevalecían para la época: positivismo y naturalismo. Ideas que por cierto ocupaban al alumnado de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela, al punto de que muchos de ellos dedicarían, en las páginas de la revista u otros medios, disertaciones interesantes en relación a tan polémicos temas. El trabajo titulado Filósofos naturalistas venezolanos, escrito por Diego Carbonell (1938), ex fundador de la Asociación General y egresado como médico de la Universidad Central en 1911, refleja en gran medida las inquietudes que envolvían a sus colegas universitarios. La influencia de los eminentes naturalistas europeos sobre sus maestros (los catedráticos de la antigua casa de estudios: Razetti, Guillermo Delgado Palacios, entre otros) ocupa la temática tratada en la obra. Por su parte, Rufino Blanco Fombona, notable propagandista de las letras latinoamericanas –prueba de ello sería la fundación de la Editorial América (1914) en España–, además de autor de importantes libros como Letras y letrados de Hispanoamérica, La lámpara de Aladino, Motivos y letras de España, La espada del samuray y El Modernismo y los poetas modernistas, marcó pauta en la poesía modernista venezolana, entre otros géneros, en donde se desempeñó muchas veces con reconocido éxito tanto dentro como fuera del país. Pequeña ópera lírica, Cantos de la prisión y del destierro, Cancionero del amor infeliz y Mazorca de Oro forman parte de ese repertorio desde el cual contribuyó a enriquecer el modernismo criollo. No obstante, el carácter violento de Blanco Fombona –tan comentado entre quienes escriben sobre su vida y obra–, casi incontrolable la mayoría de las veces y por el que en varias oportunidades iría a la cárcel, sumando razones políticas,
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José Enrique Rodó, citado por Max Henríquez Ureña, Breve historia del Modernismo, p. 168.
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no se constituiría en un impedimento para que la literatura continuara ocupando la mayor parte de su vida. Aunque no debe dejarse de admitir que en gran medida el contenido de sus escritos iba encaminado a combatir a sus adversarios. Los reñidos ataques que sostuvo contra el gobierno del general Gómez, su odiado enemigo, aparecen reflejados en obras como Judas capitalino, publicado en 1912, en donde no escatimaría esfuerzo intelectual con tal de denunciar los atropellos del mandatario. Gran parte del contenido de la obra de Blanco Fombona, como se ha indicado, estaba impregnada del sabor criollista, y lo autóctono fue tratado con dedicación extrema. De allí el hecho de que en ocasiones manifestara su desacuerdo con aquellos escritores que, olvidando el lugar que los vio nacer, empleaban la mayor parte de su tiempo en escribir sobre aconteceres foráneos. Aunque el respiro de la esperanza un día lo llevó a festejar el esfuerzo de algunos de sus colegas que empezaban a teorizar en relación al tema, como se puede observar en la nota siguiente: Los americanos, algunos, deliberada y conscientemente, otros dejándose llevar por el ejemplo y por oscuros imperativos psicológicos, hemos ido reaccionando contra la insinceridad literaria, contra la extranjería y hemos empezado a cultivar un arte criollo, autóctono: el criollismo52.
La clara definición que hiciese el mismo Blanco Fombona sobre el criollismo es reflejada enfáticamente por Luis Beltrán Guerrero en su estudio Rubén Darío y Venezuela, donde señala los puntos de convergencia entre el gran poeta nicaragüense y el polígrafo de Pequeña ópera lírica. Esta obra fue prologada por Darío quien, por cierto, compara a Blanco Fombona con un personaje del Renacimiento, para destacar su impetuoso carácter viril, capaz de dominar cualquier escenario que le hubiese correspondido desempeñar en la historia de la humanidad. Al destacar Beltrán Guerrero el profundo amor de Blanco Fombona por las cosas de la naturaleza, sostiene que tal admiración se generó de sus propias experiencias con el medio. Sin dejar de ser modernista ni de seguir a Darío, mantiene la personalidad criollista53 que tanto defendió, al punto que estableció un cauce entre su pensamiento 52
Cesia Ziona Hirsbein, en “Rufino Blanco y Fombona y su pensamiento americanista” p. 65.
53
Luis Beltran Guerrero, Rubén Darío y Venezuela, p. 26.
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criollista- modernista y el Modernismo cosmopolita de Rubén Darío, cuando en su autodefinición señalara: “Yo soy un modesto escritor criollista, que aspiro a lo humano, a lo universal, a lo eterno, por lo propio de mi ser, de mi tierra, de mi lengua y de mi raza. Él es un magno poeta a la europea, un exatista, un desarraigado” 54. Tan claro estaba el poeta caraqueño que, cuando su homólogo llega al desatino, no dudará en confrontarlo. El cuestionamiento aparece luego de que el gran poeta dedicara ciertas líneas de su inspiración al halago de algunos personajes políticos de muy precaria reputación. Pero, a pesar de ello, aclaraba que los lazos de amistad que los unían se fundaban en la admiración y el cuestionamiento. Esto último explica el porqué, años después de la muerte de Darío, el disentimiento de Blanco Fombona se expresará públicamente, cuando en tono reflexivo “rectifica juicios”, para aclarar que: “Rubén Darío fue creador en América y en España, de una nueva sensibilidad, de un nuevo tono lírico, y en este sentido, tanto en España como en América, le debemos todos mucho”55. Si la poesía moderna de Blanco Bombona no encontró quien la superara entre sus colegas venezolanos, igual podría decirse de la incomparable prosa de Manuel Díaz Rodríguez, quien llegó a alcanzar la más alta cúspide de la literatura, al desarrollar un estilo único en aquella época en que el país era influenciado por el movimiento que lideraba Rubén Darío. Pero a pesar de ser Díaz Rodríguez uno de los más importantes embajadores del modernismo en el país, no sería precisamente a él a quien se le atribuiría la supremacía en la introducción del renovador estilo lingüístico. En opinión de muchos estudiosos de la literatura venezolana, fue a través de la revista Cosmópolis (1894–1898), regentada por los jóvenes Pedro Emilio Coll, Pedro César Dominici y Luis Manuel Urbaneja Achelpohl, donde se dio inicio a la difusión de las más amplias ideas sobre las implicaciones del Modernismo. Al producirse el cese de la revista, sus editores ya dispersos, a la vez que inscritos en el nuevo movimiento literario, tomaron otra tribuna de divulgación, esta vez en la más primorosa revista del continente: El Cojo Ilustrado (1892-1915). Allí también se verán artículos de Manuel Díaz
54
Rufino Blanco Fombona, Hombres y libros, p. 140.
55
Idem.
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Rodríguez e, inclusive, de destacados miembros de la Asociación General de Estudiantes como Gustavo Herrera y Diego Carbonell, entre otros. El repertorio literario que avala el acreditado éxito de Manuel Díaz Rodríguez es amplio: Sensaciones de viaje, que constituyó una verdadera revelación en el ámbito intelectual de 1896 y permitió que se le considerara como un extraordinario escritor, pues el contenido de la obra envolvía una novedad en la forma y el estilo de la escritura. Confidencias de Psiquis, Mis romerías, Cuentos de color, Ídolos rotos, Camino de perfección y Peregrina o el pozo encantado forman parte de sus obras de mayor valor literario. Pero la fama del prosista venezolano trascendió el suelo patrio alcanzando mayores dimensiones. Max Henríquez Ureña afirma que sus admirables ensayos lo convierten en el único pensador que en el ámbito modernista sólo tuvo como rival al reputado José Enrique Rodó56. Entre sus compatriotas, los más entusiastas seguidores fueron los estudiantes universitarios quienes, con frecuencia, disponían las paginas de las revistas para la difusión de sus ideas. La afinidad entre el estudiantado y Díaz Rodríguez, para 1909 vicerrector de la Universidad Central de Venezuela, se debía a que, gracias a su condición de autoridad académica, era invitado con frecuencia a dictar conferencias en las celebraciones organizadas por la cúpula estudiantil. Otros vínculos estaban constituidos por los aspectos ideológicos, en los cuales predominaba la firme creencia en el Positivismo, el Naturalismo y, por supuesto, el Modernismo. La individualidad en las producciones fue otra de las características propias del Modernismo, a la que Díaz Rodríguez se ajustó adecuadamente y fundamental para actuar con plena libertad al desarrollar sus escritos. De hecho, ese libre ejercicio le permitió tener un criterio particular acerca del movimiento, cuando afirmaba que no era viable llegar a la renovación del idioma sin antes sumergirse en los asuntos de la naturaleza, hasta penetrar en las profundidades de un misticismo que garantizara el logro de un autentico Modernismo57. No se refería al misticismo religioso pregonado a diario por los tradicionalistas y al que tanto él como los propios estudiantes
56
Max Enriquez Ureña, Breve historia del Modernismo, p. 288.
57
Manuel Díaz Rodríguez, “Paréntesis modernista o ligero ensayo sobre el Modernismo” en Camino de perfección, pp. 62-74.
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repudiaban en reiterados ataques públicos, sino aquel que permite tener una clara visión de las cosas y los seres58. En su opinión, toda obra en lo más íntimo de su contenido posee cierta influencia mística. Para refrendarlo toma como ejemplos emblemáticos trabajos de escritores consagrados, como el caso de Las Vírgenes de las Rocas de D’Annunzio y De profundis de Oscar Wilde. Para él esta última “…tiene dentro del arte modernista por su intensidad, casta belleza y penetración, el carácter de un evangelio”59. En definitiva, no existe evidencia precisa que determine si el misticismo de Díaz Rodríguez fue compartido por sus discípulos. En lo que no hay lugar a dudas es que la admiración del alumnado por el maestro se debió al toque estilístico que imprimía a sus obras, el cual ocupó la atención no sólo de la intelectualidad de la época sino también de la prensa coetánea que no escatimó esfuerzos en propagar las ideas del movimiento, convirtiéndose en la principal fuente que contribuyó al florecimiento finisecular de la nueva sensibilidad literaria. c) El unionismo latinoamericano El contenido de las bellas letras, hecho manifiesto en las obras de reconocidos pensadores de resonancia internacional, fue elaborado cuidadosamente con la finalidad de difundir un conjunto de ideas filosóficas encaminadas a despertar conciencia nacional en los distintos habitantes de América. La preocupación de los plumarios emerge a partir de que en el escenario latinoamericano se suscitaba un fenómeno que a su entender merecía respuestas inmediatas. El hecho consistía en que, luego de que estos países lograron conquistar la libertad sobre el poderío español, se suscita otro tipo de colonialismo comandado por Estados Unidos, que habían logrado, a través de su ferocidad monopolizadora y succionadora, alcanzar un desenfrenado progreso material que los convirtió en la mayor potencia económica, superando al depuesto imperio europeo. El éxito de este país en cuanto al trabajo organizado fue reconocido por sus críticos, 58
Ibídem, p. 72.
59
Ibídem, p. 70.
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pero la disyuntiva se presentó cuando las ansias de poder lo llevan a traspasar sus fronteras, ensanchando sus espacios geográficos para asegurar nuevas riquezas y por ende más señorío. El venezolano César Zumeta, en un folleto titulado El continente enfermo (Nueva York, 1899), logra describir el ambiente que se vivía para la época: Cuanto a los que dudan de la intenciones de los Estados Unidos respecto a la America tropical, bastaría que estudiasen el mapa histórico de la gran república, que a los comienzos de este siglo ocupaba apenas un jirón de la costa atlántica, y en solo cien años ha adquirido por compra y convenio la región del Mississipi desde los grandes lagos hasta el Golfo de México, la Florida, Oregón y Alaska; por artes pérfidas el dominio de los autóctonos sacrificados con inaudita crueldad, Texas, que sus historiadores mismos llamaban robo infame, el archipiélago de Hawai; y por conquista, California, Filipinas y Puerto Rico. Esto con ser enorme no es todo. Los Estados Unidos están en Cuba por protectorado de hecho, en Nicaragua, por el Canal; y los buques de guerra sondean las bocas del Orinoco y remontan ese río…60
En realidad, Zumeta era conocedor del acontecer histórico del momento, sabía de los males que padecían las jóvenes naciones y sus críticas se hacían extensivas al público lector del continente americano, que seguía con interés y asombro la nueva estructura del poder. Además, para ese entonces, era contrario a las dictaduras que asfixiaban a las nacientes repúblicas. No había llegado al poder Juan Vicente Gómez a quien él, olvidando sus ideales libertarios, apoyaría luego hasta el final de sus días. A partir de entonces, no habrá más opinión al respecto, ni siquiera cuando el gobierno al cual pertenece se entregue fácilmente al país norteño, cuando Venezuela entra en la etapa de producción petrolera y el Imperio será su principal socio. Quedaban, pues, para el pasado aquellas protestas periodísticas que Zumeta manifestaba entre 1895 y 1908 en contra de los poderosos imperios del mundo. Pero no sólo el venezolano Cesar Zumeta sería quien se manifestara a través de este americanismo literario que hacía contundentes críticas a las
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Cesar Zumeta, El continente enfermo, p. 37.
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políticas expansionistas norteamericanas. También lo harían Rubén Darío, José Enrique Rodó, y Manuel Ugarte, por citar algunos de los escritores que causaron mayor influjo en el estudiantado, fundamentados en el ideal bolivariano. En el caso de los jóvenes pertenecientes a la Asociación General de Estudiantes, evidenciaron una especie de reverencia por la figura de José Enrique Rodó, autor de Ariel. De hecho, estudiantes de otra generación anterior, entre los que destacan Jesús Semprum, Elías Sánchez Rubio, Emilio Hernández, Alejandro Carias, Rogelio Yllarramendy, J. M. Butrón Olivares, fundan un grupo y una revista: Ariel (Maracaibo, 1901). Lo mismo sucedió en 1914, cuando otro osado universitario, Mario Briceño Iragorry, junto a distintos compañeros hace lo propio desde Trujillo, como una forma de significar la admiración por el escritor uruguayo, además de concretar el llamado de lucha que evocaba José Enrique Rodó en su conocida obra61. Así, pues, sus ideas revolucionaron el pensamiento de los núcleos estudiantiles, convirtiéndose en una referencia importante para quienes sentían la necesidad de impulsar cambios en los claustros universitarios. Esta admiración intelectual se consolidó en ocasión de celebrarse el Primer Congreso Estudiantil en Montevideo, en 1908. A partir de allí, la idea arielista se acrecentó profundamente entre los integrantes del Liceo de Ciencias Políticas y, luego, en la recién inaugurada Asociación General de Estudiantes de Venezuela. De allí que, en los tirajes de prensa de la época, especialmente en los albores del siglo XX, pueda notarse un discurso fresco y lleno de profunda emoción, motivador de la lucha reivindicativa no sólo por la defensa de sus derechos sino por el interés de despertar reacciones favorables en la población venezolana, sumida hasta entonces en un profundo letargo. La admiración hacia Rodó y sus ideas llevó, en 1912, a la Asociación General de Estudiantes a nombrarlo presidente honorario, como una forma de manifestar el pleno respaldo a sus ideas. Aunque Rodó publicó una gran cantidad de libros, sus obras más difundidas fueron Ariel y Motivos de Proteo. La primera, publicada en 1900, tuvo la particularidad de ser la más reconocida en el mundo hispánico, y particularmente en América Latina, para la cual estuvo concebida. Su empeño por expandir las ideas filosóficas expresadas en Ariel lo llevan a remitir su obra a los grandes intelectuales 61
Luis Beltrán Guerrero, “Homenaje a Rodó y Venezuela”, Separata del Boletín de la Academia Nacional de la Historia, tomo LIV, julio-septiembre 1971, N° 215, p. 10.
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hispanoamericanos, como el caso de su amigo y colega César Zumeta a quien le expresa, mediante una misiva: Teniendo yo la pasión, el culto de la confraternidad intelectual entre los hombres de América, le envío un ejemplar de un libro mío que acaba de salir de la imprenta. Es como Ud. verá, una manifestación dirigida a la juventud de nuestra América sobre ideas morales y sociológicas. Me refiero en la última parte a la influencia norteamericana. Yo quisiera que este trabajo mío fuera el punto inicial de una propaganda que cundiera entre los intelectuales de América. Defiendo ahí todo lo que debe sernos querido como latinoamericanos y como intelectuales62.
Este tipo de promoción literaria dirige a Rodó no sólo a Venezuela sino también a muchos países latinoamericanos, con el fin de despertar interés en los jóvenes que requerían formarse en ideas propias de su entorno, sin tener que buscar modelos externos que deformaran su identidad. El arielismo había causado opiniones encontradas entre los críticos de la literatura a partir de 1918, cuando José Ingenieros se dedicó a propagar la reflexión arielista en prosa más flexible a la juventud latinoamericana. Este hecho cobró mayor auge luego de la reforma universitaria de Córdoba en Argentina, ocurrida el mismo año. El arielismo expresaba una visión idealista de la cultura latinoamericana como modelo de nobleza y elevación espiritual, en contraposición a la cultura materialista norteamericana. Ante la expansión continental de Estados Unidos y el éxito de sus valores pragmáticos y materialistas, Rodó subrayaba que América Latina debía desarrollar sus propios valores espirituales. Para ello, propuso como símbolo de semejante proyecto a Ariel, contrapuesto a Calibán quien encarnaba al utilitarismo estadounidense. Estimaba el pensador uruguayo que la espiritualidad de Ariel no existía en la cultura norteamericana y hundía sus raíces en el ideal cristiano de la caridad. Pero una sociedad así debía basarse en un sistema democrático que capacitara a los mejores, élite encarnada en jóvenes intelectuales, para ubicarse como dirigentes lo cual, por añadidura, daría lugar a una cultura
62
José Enrique Rodó, citado por Carlos Real de Azúa, “Prólogo a Ariel ” en José Enrique Rodó, Ariel, Motivos de Proteo, p. XXI.
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superior. Rodó creyó encontrar así una solución cultural a la profunda problemática económico-política de América Latina63. Sin embargo, en la dirigencia estudiantil comienzan a percibirse cambios ideológicos durante 1918. Muchos de los que evocaban las ideas arielistas como modelo a seguir, desde el frescor de la juventud, se convertirán a partir de entonces en sus propios críticos. No puede negarse que, aun durante ese año, había quienes continuaban pregonando las ideas de Rodó. Sin embargo, en un editorial aparecido en la Revista universitaria firmado por Antonio Castillo Plaza, representante del Consejo Central de Estudiantes de Venezuela ante la Asociación General de Estudiantes de París, se observa una exhortación en la que no sólo se reniega de las influencias francesas, como el Naturalismo o el Parnasismo, y de los rimbombantes españoles sino también de los maestros Darío y Rodó, a los que ahora se considera “en cierto modo funestos”. En cuanto al primero, Castillo Plaza dirá: “Acerca de Rubén Darío, mucho se ha repetido la opinión de Rodó sobre Prosas profanas. Y todo el triste preciosismo amulatado de años acá, parece achacársele y con razón a él, el más alto y múltiple de los poetas hispanos”64. Más adelante, al referirse al escritor uruguayo, a quien se le juzga por exacerbar un idealismo inoperante –y hasta al mismo Miguel de Unamuno, quien predicaba un americanismo con ideas propias del continente y alejado de la realidad española–, al compararlo con el idealismo de Simon Bolívar, justifica el del Libertador ya que éste combinaba su pensamiento con el acto y el discurso. Mientras a Ariel se le censura sarcásticamente cuando se señala: Ariel debe ser una aspiración y una religión, un horizonte. Esgrimido y deformado –por espíritu de caricatura– en el teje y maneje de la intelectualidad cuotidiana, Ariel, el “suntuoso poema lírico” desarrolló en ellos [se refiere al estudiantado venezolano] el culto a la espiritualidad vacua, la creencia en la supremacía del verbo sonoro, la falta de coherencia entre la concepción y el acto, el desamor de lo concreto, el uso de la parábola nebulosa. Como el maestro oponía Ariel a Calibán, mostrando su malquerencia a los EEUU, todos se 63
Ibídem, pp. XXXII, XXXIII.
64
“A todos los estudiantes”, en Revista universitaria, N° 4 , tercera época, año I, 5 de agosto de 1918, p. 77.
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dijeron latinos y arielizantes sin saber lo que decían –como antes sucediera con la aristocracia poética de Darío… 65
Parte de la falta de coherencia de la que hace mención Castillo tiene que ver con la contrariedad que suponía el ocio que recomendaba Rodó a la sociedad latinoamericana, que al decir de algunos críticos, como los peruanos José de La Riva-Agüero y Francisco García Calderón, sucumbía en un descanso perpetuo y más bien, al contrario de lo expresado por el autor de Ariel, Latinoamérica requería de la suma de voluntades para alcanzar el progreso material y humano66. La interrogante que luego expresa el inconforme denunciante, de alguna manera, resume el tan criticado argumento de Rodó de esta forma: “¿Cómo predicar ocio clásico a los ociosos, tolerancia a los escépticos, generosidad a los pródigos?”67 De las críticas de Castillo no escaparían reconocidos escritores del país como Pedro Emilio Coll, quien seguía en sus obras un preciosismo particular. A éste, al igual que “su generación” –los integrantes de Cosmópolis–, no dejó de reconocerle el haber difundido importantes autores extranjeros, en su empeño por oponerse a la retórica romanticista del siglo XIX. Pero para el polémico joven existía la necesidad de renovar las ideas intelectuales con base en la aparición de “una obra concreta que consolide nuestra personalidad de hombres”. Por ello, el cuestionamiento se recrudecería hacia estos intelectuales venezolanos, cuando se duda de la efectividad de su influencia en la juventud universitaria y hasta de sus escasos méritos alcanzados fuera de nuestras fronteras. Las líneas sucesivas ilustran claramente esta inconformidad: Pero si nuestros escritores tienen influencia y méritos reales y actuales, ¿por qué estamos en donde estamos? Y porque se los ignora mas allá de las fronteras de la república o de las Américas mientras que en diferentes órdenes de intelectualidades
65
Ídem.
66
Carlos Real de Azúa, en “Prólogo” a José Enrique Rodó, Ariel Motivos de Proteo, p. XXVI.
67
“A todos los estudiantes”, en Revista universitaria, N° 4 , tercera época, año I, 5 de agosto de 1918, p. 77.
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dominan el mundo, el judío polaco Bergson, el danés Hoffding, el noruego Ibsen, el tártaro Tolstoi y el yankee W. James68.
Como se puede ver, el cierre de la nota muestra la crudeza del exponente, cuando compara el nivel universal de la proyección de aquellos intelectuales europeos con el de los que sólo habían logrado renombre en el ámbito venezolano, aunque tal afirmación carecía de fundamento, pues en nuestro continente ya se reconocía el valor de muchos escritores del país, como por ejemplo la mencionada prosa de Manuel Díaz Rodríguez, por citar uno de ellos. Otra personalidad de gran influencia en los universitarios fue don Manuel Ugarte. Este ilustre argentino, residenciado durante varios años en Francia, coincidía con la filosofía arielista al predicar un latinoamericanismo a ultranza que se contraponía firmemente al imperialismo norteamericano en boga en el mundo. Mientras Rodó participaba en la política de Uruguay como militante del Partido Colorado, Ugarte se inscribió en las trincheras del socialismo argentino. A través de su literatura, Rodó pudo penetrar en los más recónditos parajes de América, donde lo aguardaba una juventud ávida por conocer nuevos rumbos. Asimismo, desde su patria natal Ugarte extendió su mensaje hispanoamericanista al visitar México, Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica, Colombia, Ecuador, Bolivia, Chile, Uruguay, Paraguay, Brasil, Cuba, Estados Unidos y Venezuela, a la cual arribó en octubre de 1912. Allí sostuvo una importante reunión con la dirigencia de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela en el Hotel Klindt, ubicado en Caracas. Junto a R. Cifuentes Labastidas, presidente del Consejo Central, Manuel Ugarte dirigió un mensaje a la asamblea, donde participaron otros estudiantes. Durante las horas que compartieron en la recepción, los asistentes expresaron al ilustre visitante sus ideas en común, así como reconocieron sus esfuerzos por su lucha a favor de la unificación de los países latinoamericanos. Ante las muestras de cordialidad expresadas por los anfitriones, Ugarte respondió con su elocuente verbo, refiriéndose a la importancia que tenía para América la figura imponente del Libertador, más aun cuando existía la amenaza de invasión por parte de naciones poderosas.
68
Ibídem, p. 79
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Por ello, al invocar a Bolívar, lo hacía con la esperanza de promover la confraternidad salvadora entre todas las naciones abatidas por la influencia del imperialismo69. En sus palabras, Ugarte además reconoció el papel de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela en la lucha por la defensa de un ideal latinoamericanista, como lo habían hecho sus ancestros libertadores. Las palabras de Ugarte fueron por demás elocuentes: La juventud de Venezuela, que ha realizado una proeza más, probando que por sobre todas las consideraciones están la dignidad nacional y el patriotismo de los pueblos, es la heredera legítima de las tradiciones grandiosas de los héroes de la independencia. (…) Y al encontrarme ahora aquí, fraternizando con los que sobrenadan triunfalmente en medio del naufragio de las generaciones, respirando el oxígeno de las cimas incontaminadas que se tiñen de reflejos rosados bajo la sonrisa de una aurora nacional, olvido las tristezas y desilusiones del camino, porque veo que aquí hay elementos para realizar la obra de sacrificios y de austeridad que se impone a nuestras generaciones, obligadas, por una imposición de la historia, a defender al propio tiempo la libertad y los límites, impelidos por una fatalidad de las circunstancias a embellecer con el mismo gesto la patria chica y a solidificar la grande70.
La persistente prédica que Ugarte y Rodó dirigieron a los universitarios latinoamericanos, en contra de lo que ellos denominaban imperialismo envolvente, influyó en el ámbito estudiantil venezolano. Una prueba la constituye el hecho de que, casi inmediatamente, aparecen publicadas en la prensa escrita y la Revista universitaria sus firmes posiciones en contra de la hegemonía que Estados Unidos ejercía sobre las naciones latinoamericanas, valiéndose de mecanismos como la Doctrina Monroe. Esta práctica fue vista por los universitarios como una constante en la política exterior de la república norteamericana, calificándola de intervensionista. En opinión de los estudiantes, la anárquica situación de Latinoamérica al cabo de la guerra de independencia y la debilidad de España para intentar recobrar su otrora poder colonizador fue aprovechada 69
Manuel Ugarte, Mi campaña hispanoamericana, pp. 113, 118.
70
“Don Manuel Ugarte” en Revista universitaria, Nº 64, octubre 1912, segunda época, pp. 339, 340.
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por Estados Unidos para imponer paulatinamente su influencia e ir consolidándose como una nueva hegemonía71. Por otra parte, comenzaron a resurgir las protestas estudiantiles en Venezuela hacia 1913, como rechazo a la firma de un convenio entre Nicaragua y Estados Unidos a través del cual se permitía la construcción de un canal interoceánico en la vía del río San Juan y el lago de Nicaragua que serviría de interconexión con el canal de Panamá, además de facilitar su mantenimiento. Los estudiantes sostenían que Estados Unidos usurpaban la autonomía de Nicaragua con el pretexto de fomentar la construcción de importantes obras públicas así como el desarrollo económico, cuando en realidad se trataba de utilizar los espacios nicaragüenses para sus fines particulares. Ante esta situación, hacían un llamado a los otros países a conservar su independencia y a la vez hacer del conocimiento internacional que lo sucedido en Nicaragua no era más que el “destrozo de la soberanía” de esta nación centroamericana72. Finalmente, este ciclo de protestas y duras críticas culmina con el cuestionamiento a Estanislao Cevallos, ex ministro de Relaciones Exteriores de Argentina, quien fungiría como orador de orden en la sesión donde la Universidad de Buenos Aires, en la ciudad de La Plata, otorgaría al ex presidente estadounidense Theodore Roosevelt el título de doctor honorario. Las frases de censura del estudiantado venezolano, a los que se les unieron sus pares de Colombia, Chile, Perú, Bolivia y Ecuador, era su rechazo a esa muestra de servilismo que iba más allá de los límites de la diplomacia moderna de la época. Indignaba a los universitarios la postura indulgente del ministro Cevallos al expresar su identificación con los manejos de la política norteamericana de aquellos años, justificando inclusive las maniobras del imperialismo roosveltiano para lograr la construcción del canal de Panamá, así como las disposiciones del convenio suscrito con Nicaragua que le ofrecía a los norteamericanos todas las facilidades para el control de la zona interoceánica. Todas estas acciones, consentidas por las autoridades argentinas, fueron repudiadas por los estudiantes venezolanos, y particularmente la postura de Cevallos, a quien consideran excesivamente imprudente en 71
“La Doctrina de Monroe” en Revista universitaria, Nº 58, abril 1912, segunda época, pp. 162, 168.
72
“Protectorado” en Revista universitaria, Nº 75, septiembre 1913, segunda época, pp. 167, 168.
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su discurso ante Roosevelt al hacer la “apología de la absorción de los pueblos hispanos por los industriales de yanquilandia” que atentaba contra la dignidad y confraternidad latinoamericanas73. La molestia expresada por los estudiantes venezolanos repudiaba el antipatriotismo del orador, quien en su discurso laudatorio daba la impresión de que el único país de América con capacidades plenas era Estados Unidos, en contraste con las demás repúblicas latinoamericanas, a las que consideraba incapaces de labrar sus propios destinos para salir de su atraso. Tal y como se ha mencionado, el conjunto de ideas que gravitaba en la mentalidad de los principales escritores latinoamericanistas de la época estaba encaminado a tratar de crear por todos los medios posibles una conciencia diferente, especialmente en la juventud, que aspiraba una serie de cambios en favor de sus desprotegidos países. Conquistar nuevas voluntades dispuestas a emprender la lucha por los ideales patrióticos requeridos para conquistar el respeto y apuntalar la dignidad de los pueblos constituía el norte a seguir
73
“La recepción de Roosevelt en la Argentina” en Revista universitaria, Nº 78, diciembre 1913, segunda época, pp. 207, 208.
Capítulo II Relaciones nacionales e internacionales del estudiantado venezolano de principios del siglo xx
2.1. La prensa escrita: Medios de apoyo de las acciones estudiantiles Desde su aparición, la Asociación General de Estudiantes de Venezuela contó con dos medios difusores, editados en Caracas: la Revista universitaria, de gran importancia no sólo para su proyección como ente representativo del gremio estudiantil, sino como agente de la cultura venezolana; y el periódico El Estudiante que tuvo poca trascendencia por su efímera permanencia en el espacio publicitario. La pionera Revista universitaria, única en su estilo, logró mantenerse por largo tiempo al servicio del estudiantado. El impacto de su circulación fue tan marcado que el conocido medio La lira, en su sección “Crónicas”, la anuncia como “…un nuevo adalid del pensamiento, órgano del Liceo de Ciencias Políticas, el cual vendrá a llenar un vacío que notablemente se hacía notar, cual era la existencia de un periódico que vigilase por los intereses del estudiantado venezolano”74. Mientras la noticia se hace eco en la prensa caraqueña, los estudiantes del Liceo enfilan baterías para preparar el día inaugural de la revista, 19 de abril de 1906, durante el turbulento gobierno de Cipriano Castro. Aun cuando este órgano divulgativo fue concebido para servir de tribuna dentro
74
“Crónicas” en La lira, Caracas, 9 de abril de 1906, p. 2.
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del Liceo de Ciencias Políticas, y posteriormente a la Asociación General de Estudiantes de Venezuela, desde sus páginas el lozano espíritu juvenil se inclinó a expresar sus ideas libremente contra el régimen castrista. Las diferencias entre el sector universitario y el gobierno de Castro habían surgido como resultado de las desacertadas políticas del régimen. Además, otros sectores de la sociedad se sumaban al descontento de manera discreta, al sentirse muy limitados a exhibirse públicamente por temor a que cualquier intento de manifestación disidente fuese reprimido de manera violenta. Frente a este obligado silencio, los estudiantes universitarios se mostraban cada vez más hostiles a la presencia del “Cabito” en Miraflores. Éstos, sin ningún tipo de temor hacia posibles respuestas violentas del jefe andino, evidenciaron sus abiertas diferencias a través de los medios impresos, en candentes artículos escritos o valiéndose de bufonadas, donde trataban de ridiculizar a Castro con prácticas satíricas cargadas de simbología burlesca, con la intención de denunciar públicamente la incompetencia del primer magistrado. En 1900, una representación satírica conocida después como la Sacrada utilizaría a un conocido comerciante de la Caracas de la época, Alfonso Sacre, quien frecuentemente alardeaba de su participación en grandes hechos ficticios. En aquella ocasión los estudiantes organizaron un vistoso desfile para rendir tributo al supuesto héroe de guerra, pero en realidad no era más que una pintoresca burla a la figura militar del general Castro. Aquella atrevida manifestación despertó la furia del jefe restaurador que, sin mediar palabras con los implicados, procedió a dictar la orden de aprehensión respectiva y su expulsión del claustro universitario. Y no conforme con esto, el general Castro dictó un decreto de clausura de la Universidad desde el 11 de marzo hasta el 20 de mayo de 190075. Pero los acontecimientos desatados en 1906 fueron diferentes y, en esta oportunidad, los estudiantes fueron más impetuosos. Para entonces estaban agrupados, aunque no en su totalidad, en el Liceo de Ciencias Políticas y contaban con su propio periódico: Revista universitaria. Toda esta situación los ubicaba en un plano completamente diferente a años anteriores, por representar una fuerza en franco ascenso. Por ello sus denuncias eran 75
Juan Bautista Fuenmayor, Historia de la Venezuela política contemporánea 1899-1969, tomo I, pp. 6365.
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más serias y tenían un fin completamente preconcebido; se trataba de demostrar al Gobierno que desaprobaban sus acciones, sobre todo en materia educativa. Entre otros, estuvo el bachiller Cristóbal L. Mendoza, estudiante de derecho y uno de los fundadores del Liceo y la revista. Este joven caraqueño escribió dos artículos sumamente cuestionadores, uno de ellos titulado “Nuestra enseñanza primaria”, y el otro “La instrucción superior en Venezuela”. El primer artículo, que contenía serías críticas a la educación inicial, no causó mayor reacción que lo colocara en una situación embarazosa. El problema se presentó con el segundo. Allí Mendoza, luego de hacer una larga exposición donde señalaba las graves deficiencias por las que atravesaba la educación universitaria, cuestionó duramente el grado de desidia con que los diferentes gobiernos la habían tratado. Además sostenía que, hasta ese momento, la Universidad subsistía más “…por el esfuerzo privado de la inteligencia patriótica que por la justa participación del gobierno”.76 En el escrito criticaba agudamente al gobierno de Castro, a quien acusaba por su indiferencia en lo que respecta a los asuntos de la Universidad, y hacía referencia a que muchas veces el régimen dejaba de atender las prioridades de interés público para dedicarse a satisfacer impúdicas veladas que enlodaban la imagen del caudillo. Señalaba sin temor el bachiller Mendoza que: “Bien sabido es que este abandono que se acentuó notablemente en los últimos años, depende en gran parte de causas políticas (…) Los gobiernos suelen ver en la universidad un enemigo peligroso”77. El artículo despertó la reacción oficial, que ordenó la clausura de la revista y la aprehensión del joven escritor, con el propósito de acallar las voces disidentes de los representantes de una comunidad estudiantil que estaba comenzando a perder el miedo. Luego del derrocamiento del dictador en diciembre de 1908, los estudiantes ven a su sucesor, el general Juan Vicente Gómez, como un aliado durante sus primeros años, al caracterizarse por su inicial respeto a la libertad de expresión. Es por ello que se sienten motivados a reabrir la revista, con el anhelado propósito de activar todas las energías propias de la juventud para expresar sus ideas y de esta manera poder trascender los 76
Cristóbal L. Mendoza, “Nuestra Enseñanza Primaria” en Revista universitaria, Nº 5, agosto 1906, primera época, pp. 3, 4.
77
Ídem.
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espacios del claustro universitario, hasta llegar a un escenario de lectores más amplio. Además, la revista aspiraba convertirse en la vía más expedita para dar a conocer las actuaciones, aportes y promover la enseñanza entre los agremiados. Así lo hicieron saber sus editores al expresar, de manera clara y categórica, la visión de lo que significaba para ellos la circulación de este importante medio: …ella condensará nuestra obra de urgente cooperación al progreso de la patria. Sus páginas que ofrecemos gustosos á (sic) los amantes de las ciencias y las letras, guardarán todas las palpitaciones de nuestra vida estudiantil. Será el heraldo de nuestras victorias y el vocero de cuantas ideas cosechamos del copioso semillero que está depositando incesantemente en nuestras inteligencias la mano cariñosa del maestro78.
Esteban Gil Borges, jurisconsulto y profesor de derecho en la Universidad Central de Venezuela, al referirse a los fines para los cuales fue concebida la Revista universitaria, la consideraba un espacio oportuno para que los estudiantes hicieran llegar al público en general su potencial intelectual, a través de los editoriales y de diversos artículos de opinión. Estimaba el conocido docente universitario que: Surge este periódico en un momento en que el intenso desarrollo intelectual de la juventud que recibe la cultura científica en las aulas, exigen de la pluma y de las palabras juveniles mayor publicidad para el trabajo fecundo y silencioso que se hace en los claustros79.
Por otra parte, consciente de las vicisitudes que significaba el sostenimiento de un medio periodístico y lo delicado de expresar las ideas libremente en un ámbito hostil como el de la época, el catedrático los exhortaba a mantenerse vigilantes en su ideal a fin de garantizar la circulación de este importante medio. 78
“Nuestra Bandera” en Revista de la Asocación General de Estudiantes de Venezuela, Nº 1, octubre 1909, p. 3.
79
Esteban Gil Borges, “A los estudiantes de Derecho de la Sociedad. Liceo de Ciencias Políticas” en Revista universitaria, Nº 6, diciembre 1907, primera época, p. 5.
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Aun cuando la revista surgía como tribuna para la libre expresión del estudiantado, no todos se atrevían, por iniciativa propia, a escribir artículos de interés universitario. Esta situación obligó al equipo de redacción a hacer insistentes llamados a todos los estudiantes para que se incorporaran en carácter de colaboradores, tal como sucedió en noviembre de 1910 y en ocasiones sucesivas, cuando sostenían que los espacios de la revista no pertenecían a un reducido grupo de personas, pues se necesitaba de la participación de todos. Los potenciales escritores veían la necesidad de expresarse más allá de su propio entorno, por cuanto sus inquietudes debían ser hechas del conocimiento público. El llamado, pues, estaba dirigido a los estudiantes para que se incorporaran al grupo de escritores y de esa manera pudieran ofrecer sus aportes intelectuales80. Asimismo, la revista ofreció un espacio a los directivos de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela con el fin de divulgar sus acciones. Sin embargo, esta iniciativa derivó en el interés de la Asociación por tomar la revista como su propio órgano de difusión, lo cual fue rechazado por los integrantes del Liceo de Ciencias Políticas, quienes señalaron enfáticamente la propiedad intelectual del medio. Esta situación llevó a los miembros de la Asociación a emitir una hoja periodística titulada El Estudiante que no logró calar en el público universitario, pero significó una abierta competencia divisionista por captar la atención de los lectores 81. Su única aparición se registró en 1909, y estuvo dirigida por los bachilleres Richard Hidalgo Hernández y Jacinto Figarella. Otro sector del claustro universitario que manifestó su apoyo a la Revista universitaria lo representó el profesorado de la Universidad Central de Venezuela. Estos habían sido invitados a escribir por los jóvenes editores por considerar que, además de impartir conocimientos en las aulas, los profesores poseían el talento para redactar importantes ensayos y artículos sobre temas jurídicos o sociológicos, ofreciendo un notable aporte cultural a todos los ciudadanos. La temática tratada en la publicación mensual fue netamente académica: estudios, congresos estudiantiles en el exterior, conferencias 80
“A los estudiantes ” en Revista universitaria, Nº 41, noviembre 1910, segunda época, p. 309.
81
“Nueva revista” en Revista universitaria, Nº 52, octubre 1911, segunda época, p. 370.
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jurídicas de notables abogados como Esteban Gil Borges, Nicomedes Zuloaga, Alejandro Urbaneja y Carlos León. También aparecieron artículos de grandes figuras de corte internacional como Rubén Darío, Miguel de Unamuno, Manuel Ugarte y José Enrique Rodó. Igual podría decirse de algunos estudiantes acuciosos que redactaban artículos sobre temas referidos a las ciencias políticas. Mención especial merecieron los bachilleres Julio Carías, quien se desempeñó como secretario, redactor y presidente del Liceo de Ciencias Políticas; Diego Bautista Urbaneja, cuyos aportes le valieron su designación como compilador de leyes en el Ministerio de Relaciones Interiores; Eduardo Arroyo Lameda, quien fue miembro del Liceo de Ciencias Políticas desde su aparición y destacado poeta, perteneciente al círculo literario de la época; y otros más que comprendieron que a través de la escritura podían ejercitar su intelectualidad y dar grandes aportes a sus compañeros de grado. Otro de los temas abordados por la revista fueron las reseñas hemerográficas de importantes diarios de circulación nacional y algunas veces del mundo periodístico internacional que tenían que ver con la vida estudiantil, así como otros asuntos de marcado interés. También los cautivaba la publicación de decretos emanados de los ministerios y algunas denuncias sobre asuntos que perjudicaban al sistema educativo. El siguiente párrafo resume de manera clara este aspecto: El público intelectual se ha mostrado con nosotros magnánimo contribuyendo a sostener esta revista en cuyas páginas encuentran tanto las doctrinas de los maestros como los esfuerzos intelectuales de los discípulos, la misma acogida liberal, sin intransigencias de ninguna especie que serían incompatibles con nuestro carácter de estudiantes. Consignamos aquí como es de justicia, nuestra más profunda manifestación de agradecimiento á (sic) nuestros benévolos lectores, cuyo número ha crecido notablemente, permitiéndonos así aumentar estas páginas, á (sic) las autoridades que nos han prestado su apoyo y á (sic) los abogados que generosamente han colaborado en esta revista, esparciendo en ella los preciosos conocimientos de las ciencias jurídicas82.
Además de corroborar claramente quiénes redactaban los asuntos de la revista, el texto toca otro aspecto en el que se debe profundizar: los fondos 82
“Editorial: Finalizamos el período” en Revista universitaria, Nº 20, febrero 1909, segunda época, p. 334.
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requeridos para la subsistencia del medio. Allí los estudiantes reconocen el apoyo de autoridades gubernamentales en el sostenimiento de la revista, como José E. Machado, director de la Imprenta Nacional, y el gobernador del estado Guárico, quien comisionó a Víctor Manuel Ovalles para entregar una moderada suma de dinero en septiembre de 1910. Ante esta iniciativa, los dirigentes de la revista se mostraron agradecidos haciendo público el reconocimiento correspondiente83. Todos estos recursos, incluyendo aquellos provenientes de las pautas publicitarias en Caracas, eran administrados por el Consejo Central, el cual a su vez debía cubrir los déficits monetarios, como aquel que en 1910 perturbó la circulación de la revista. Pero cabe destacar que dicha situación no impidió su periodicidad. Por otra parte, los miembros del cuerpo directivo estaban limitados a un lapso de seis meses en sus cargos. Dicho tiempo estaba comprendido entre el 13 de marzo y el 13 de septiembre de cada año. La directiva era elegida por los bachilleres que integraban el Consejo Central del Liceo de Ciencias Políticas y éste a su vez se elegía bienalmente por todos los miembros del Liceo84. De acuerdo con el orden jerárquico, el equipo directivo de la revista estaba conformado por un director, tres redactores y un administrador con su adjunto al despacho. Un tratamiento similar se aplicaba a los estudiantes responsables de las corresponsalías distribuidas en Venezuela y los distintos países de América. Estos individuos eran seleccionados por los directivos estudiantiles y cumplían con una delicada y comprometedora función: contribuir a enriquecer las páginas de la revista, al tratar sobre temas o informaciones provenientes del acontecer cultural de sus lugares de origen. Se llegó a contar con corresponsalías en Brasil, Uruguay, Argentina, Chile, Colombia, Perú y Cuba. El epicentro clave lo constituían las distintas instituciones universitarias; vale decir que las corresponsalías estaban ubicadas en el interior del país así como las extranjeras, y se dedicaban a tratar asuntos de interés académico. El canje, tan utilizado entre casi todos los medios de comunicación impresos, también se convirtió en una rigurosa práctica entre los directores de la revista y sus colegas de procedencia nacional y foránea. El intercambio 83
“Una visita” en Revista universitaria, Nº 39, septiembre 1910, segunda época, p. 255.
84
Estatutos de los estudiantes del Liceo de Ciencias Políticas, pp. 17, 21.
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de materiales hemerográficos era de suprema importancia ya que, además de establecer lazos de solidaridad entre los editores y el personal dedicado a la elaboración de la revista, también permitió procesar variadas informaciones que contribuyeron a enriquecer las investigaciones realizadas en los espacios de la biblioteca del Liceo. Esta biblioteca llegó a contar con una cantidad considerable de libros y revistas, útiles tanto para los cursantes de ciencias políticas como para otras especialidades. Entre algunas de las publicaciones recibidas, se tenía El cojo ilustrado, La alborada, El semanario cultura, Alma venezolana y Atenas, entre otras, así como importantes diarios de circulación nacional como El universal, El nuevo diario, El tiempo y muchos más. Asimismo, la biblioteca se nutrió con publicaciones procedentes de Argentina, Uruguay y Colombia85. Un hecho que evidencia el notable apoyo que recibieron los estudiantes por parte de la prensa escrita de Caracas ocurrió durante la protesta protagonizada por los pasantes de medicina de la Universidad Central de Venezuela, el 9 de febrero de 1909, apenas iniciado el gobierno del general Gómez. Los futuros galenos, que realizaban sus prácticas profesionales en el Hospital Vargas de Caracas, expresaron su queja por el deterioro de la planta física y la escasez de todo tipo de insumos, empezando por la carencia de medicamentos, al extremo de no contar con alimentos para los recluidos, amén de otros enseres indispensables. Ante esta delicada situación deciden, en primer lugar, manifestarle su preocupación a E. Meier Flégel, inspector general de hospitales, como responsable directo del asilo de enfermos. Pero, al no obtener respuesta favorable, se dirigieron por escrito al gobernador del Distrito Federal, como encargado de velar por los asuntos de la ciudad. En la petición, los practicantes exponen la problemática denunciada, la cual afectaba directamente tanto a los enfermos como a ellos mismos al imposibilitárseles la realización de un buen trabajo por el estado de penuria en que se encontraba el lugar. La respuesta del gobernador no se hizo efectiva86. La actitud indiferente de las autoridades generó un clima de repudio y, para ejercer un mecanismo de presión más eficaz, los estudiantes recurrieron
85 “Publicaciones recibidas” en Revista universitaria, Nº 74, agosto 1913, segunda época, pp. 152, 153. 86
Sueltos “Los estudiantes”, Nº II, Caracas 14 de febrero de 1909, p. XXXII.
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a la vía de la huelga. Con esta medida extrema esperaban llamar la atención del Ejecutivo nacional. Uno de los dirigentes de la huelga fue Jesús Rafael Rísquez, interno del hospital quien enjuició la apatía del gobernador a través del diario El día, el 16 de febrero de 1909: Hay una petición de los estudiantes de medicina a favor de los enfermos del hospital, petición justa que la indiferencia transformó en protesta sin que por eso haya perdido su primitivo carácter. El ciudadano gobernador no ha accedido al reclamo justo, tal vez en resguardo de su principio de autoridad, el cual como hemos demostrado sí deja incompleta la labor administrativa que la patria impone y los ciudadanos piden87.
Las presiones ejercidas por los cursantes de medicina surtieron efecto, con la solidaridad activa de los miembros del Liceo de Ciencias Políticas. La situación acaecida fue finalmente resuelta gracias a “…el fallo imparcial e inapelable de la opinión pública” y al compromiso asumido por el gobernador del Distrito Federal de aumentar en 93 bolívares diarios el presupuesto del Hospital Vargas88. Pero la solución definitiva al problema aún no había llegado: surgieron otros inconvenientes que perjudicaron directamente a los propios huelguistas. Luego de concedidos los recursos al hospital, E. Meier, en su condición de autoridad del sistema hospitalario, se dirigió a los estudiantes en conflicto para informarles que luego de solventado el problema suscitado, ellos en lo adelante no podrían seguir ejerciendo funciones en las instalaciones del recinto hospitalario. Esta decisión provocó la indignación de los jóvenes pasantes e inmediatamente nombraron una comisión integrada por A. Rafael Hernández, Domingo Luciani, J. B. Ascanio Rodríguez y J. M. Salmerón Olivares, entre otros, y elaboraron una comunicación dirigida al gobernador capitalino, denunciando el hecho y exigiendo pronta respuesta89.
87
“La huelga” en diario El día, Nº 46, Caracas 16 de febrero de 1909, p. 3.
88
“Más sobre el hospital” en Revista universitaria, Nº 20, febrero 1909, segunda época, p. 347.
89
“Ciudadano gobernador de la Sección Occidental del Distrito Federal” en El tiempo Nº 2.728, Caracas, 2 de marzo de 1909, p. 2.
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Los impasses suscitados durante la huelga entre el estudiantado y el gobernador llamaron poderosamente la atención a la prensa, que siguió de cerca su desenlace. Por eso las noticias referidas al hecho ocuparon grandes espacios impresos, donde se hicieron serios cuestionamientos en contra de la forma como las autoridades gubernamentales enfrentaron el caso del hospital y todo lo que acarreó. Una de las posiciones asumidas en ese momento la representó una nota publicada en el diario El independiente, donde se manifiesta el apoyo a la acción emprendida por los estudiantes: Creemos que la conducta de los estudiantes ha sido racional y plausible desde todo punto de vista siendo como ha sido su único fin, un fin humanitario y habiendo guardado como es de todos sabido, la mayor cordura y corrección en los ya largos días que cuentan ya fuera del hospital90.
Todas las críticas estaban dirigidas a cuestionar el carácter autoritario del Gobierno hacia un reclamo donde la colectividad coincidía con las acciones de los estudiantes de medicina, quienes deciden escribirle por tercera vez una carta al gobernador, el 6 de marzo de 1909, informándole que, al no haber respuesta favorable, se veían obligados a pedir la intervención del Consejo de la Facultad de Medicina, encargado de velar por el progreso y buen nombre de las ciencias médicas91 y conformado por T. Aguerrevere Pacanins, en calidad de presidente; y Carlos Manuel Velásquez, de secretario; además de Pablo Acosta Ortiz, Miguel R. Ruíz, Bernardino Mosquera, Guillermo Delgado Palacios, Manuel A. Dagnino, Luis Razetti, P. P. Herrera Tovar, M. Pérez Díaz y el propio E. Meier, inspector de hospitales. La pugna entre Gobierno y estudiantes se fue reduciendo a reuniones menos polémicas, y pocos días antes de la intervención definitiva del Consejo de la Facultad de Medicina, los alumnos resolvieron reintegrarse a sus funciones cotidianas.
90
“Cuestión estudiantes” en El independiente, Nº 15, Caracas, 4 de marzo de 1909, p. 3.
91
“Los internos y externos” en El tiempo, Nº 2.735, Caracas, 6 de marzo de 1909, p. 2.
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2.2 Congresos internacionales de estudiantes como promotores de la integración latinoamericana A principios del siglo XX, el sector estudiantil latinoamericano fue cohesionándose progresivamente hasta constituirse en núcleos o asociaciones fortalecidas por un apoyo irrestricto. Esta nueva forma de organización se hizo presente ante las arbitrariedades a las que fueron sometidos los estudiantes universitarios por los diversos gobiernos de turno, valiéndose de prácticas autocráticas que aún se conservaban como forma de controlar el poder a todo lo largo y ancho del territorio. Pero una vez organizados en corporaciones, no sólo hacen valer sus derechos sino que también realizan un despliegue de actividades culturales en sus distintos países de origen. En primer lugar, los encuentros entre el alumnado a través de diversos congresos nacionales que consistían en tratar los asuntos de naturaleza interna suscitados en los diferentes institutos universitarios. Y en segundo lugar, los congresos internacionales, escenarios destinados a analizar la problemática particular de cada país, bajo dos perspectivas importantes: el rescate del pensamiento de Bolívar, fundamentado en el ideal unionista de los países que integraban la Gran Colombia, y la creación de una conciencia integracionista entre los países latinoamericanos que padecían la inclemencia de regímenes dictatoriales. En estas polémicas asambleas se reunían los delegados seleccionados de cada país invitado y los gastos eran cancelados por sus respectivos gobiernos. En las reuniones de trabajo se hacían proposiciones colectivas e intervenciones particulares según las necesidades, la mayoría de cuales tenían cierta relación ya que, al ser colonizados por España, estos países presentaban un patrón de enseñanza muy parecido y para esta época ya estaba colapsado. Por lo tanto, requería de innovaciones que los gobiernos se negaban a ejecutar, quizás por temor a que estos cambios incidieran en sus intereses particulares. La idea de que se realizaran sucesivamente estos congresos surgió de Montevideo, donde se celebró el Primer Congreso Internacional de Estudiantes en 1908. Pese a que sólo asistieron algunos representantes de países vecinos, su repercusión superaría las expectativas iniciales. Los estudiantes siempre estuvieron conscientes de que este tipo de eventos fortalecía sus relaciones y por ende les deparaba una serie de beneficios académicos. Por ello acuerdan un número considerable de resoluciones
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de donde se desprenderían los parámetros a seguir. Además se aprobó un conjunto de recomendaciones dirigidas a los distintos gobiernos que enviaron a sus representantes a través de las respectivas asociaciones estudiantiles. Aun cuando la representación estudiantil venezolana no pudo asistir al evento de Montevideo, la Asociación de Estudiantes de Uruguay pudo contactar sus pares a través del canje y donación de revistas entre ambos países. De esta forma las resoluciones del primer congreso pudieron difundirse por medio de la Revista universitaria92 que las publicó en su totalidad, y entre las cuales cabe mencionar: 1.- “Promover la Universidad oficial y la Universidad libre”, para que existiese una mayor participación del estudiantado en la definición de estudios superiores a fin de democratizar el sistema de instrucción académica, cuestión considerada una prioridad por parte de los delegados estudiantiles. 2.- “Modernización del sistema de exámenes y métodos de promociones”, a través de la creación de institutos pedagógicos especializados en formar adecuadamente los profesores en lo que respecta a los auténticos métodos científicos requeridos para la enseñanza superior. 3.- “Promover la especialización y generalización de los estudios preparatorios”. En este sentido, hacen alusión a los estudios secundarios y consideran que en esta etapa se debía proporcionar una educación general que permitiera obtener una amplia ilustración académica. Para lograr este propósito, sostienen que las asignaturas contenidas en los pensa de estudios debían ser sustituidas por otras que encaminen los aprendizajes a las leyes generales y a los principios fundamentales que los rigen. También, a nivel superior, proponían una enseñanza especial o preparatoria en todas las facultades universitarias, partiendo de un riguroso nivel de exigencia ya que, al ser la antesala de los estudios regulares, facilitaría un adecuado desenvolvimiento de los estudiantes durante su formación académica y, por ende, de las universidades egresarían profesionales más competentes y capaces de desarrollarse eficazmente en el área laboral. 4.- “La libertad de estudios y reglamentación obligatoria”, de gran interés para el estudiantado, al igual que la unificación de los programas 92
“Congreso de Estudiantes” en Revista universitaria, Nº 20, febrero de 1909, segunda época, pp. 350, 353.
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universitarios, la equivalencia de los diplomas académicos entre los países americanos y la incorporación de los ejercicios físicos a los planes de estudios, como una forma de complementar los conocimientos. Estas propuestas constituyeron las más destacadas en las mesas de trabajo, sobre todo la internacionalización de los estudios profesionales, lo cual abriría la posibilidad de que los títulos obtenidos en cualquiera de las casas de estudio fueran validados de acuerdo con los convenios internacionales. 5.- “Instalación de la Liga de los Estudiantes Americanos”. Luego de reconocer la importancia que tenía para los sectores estudiantiles deliberar acerca de los logros y debilidades que presentaban las distintas universidades de América, los integrantes del congreso de Montevideo declararon haber constituido la Liga de los Estudiantes Americanos y recomiendan a las distintas corporaciones estudiantiles activar los mecanismos requeridos para la adquisición de recursos económicos a través de los diferentes gobiernos. Para realizar este tipo de encuentros entre los universitarios, los delegados propusieron crear pensiones y bolsas de viajes que permitieran solventar los gastos de los estudiantes seleccionados, para cubrir los traslados hacia cualquier país con la finalidad de intercambiar experiencias académicas, culturales y sociales. Esta asociación de asociaciones estudiantiles, además de cumplir con las funciones ya apuntadas, también se encargaría de organizar los diferentes congresos estudiantiles internacionales que se acordaren entre los países suscritos. Por otra parte, sus actividades estarían regidas por un reglamento aprobado en Montevideo y que influyó en los países vecinos. 6.- “Glorificación de los grandes hombres de América”. En este inciso se hacía un llamado a la juventud intelectual del Nuevo Mundo a conocer de cerca importantes lugares históricos e inclusive las tumbas de los personajes de la gesta independentista, con el fin de renovar perpetuamente el recuerdo de los grandes héroes de la patria. El contenido de este primer congreso estudiantil constituyó un paso fundamental para la comunidad de estudiantes de los países del sur de América, ya que demostró que era posible el diálogo o la discusión entre los universitarios de las naciones sureñas. Aparte de esto, los estudiantes fueron más allá del simple encuentro entre compañeros. Ellos lograron parlamentar acerca del tipo de universidad que había predominado hasta entonces y los cambios que aspiraban impulsar. Por otra parte, vale reconocer ante todo que el hecho de que los estudiantes hayan podido organizar un evento de esta magnitud evidenciaba
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el cambio de mentalidad suscitado en las juventudes universitarias, influenciada por los pensadores del momento, a través de una variada literatura que despertaría el espíritu de participación y lucha por unos objetivos que no sólo se remitían al entorno académico, sino a la sociedad en general. Era el germen de la transformación de gran parte de la población que en un futuro no muy lejano asumiría el control del sistema político y social de estos países. Este control social que debió estar impulsado por los gobiernos a través del sistema de instrucción pública es asumido por los universitarios, al no encontrar respuesta por parte de los entes oficiales. Esta situación, desarrollada sigilosamente, despertó en los gobiernos de la época una honda preocupación por el surgimiento de grupos de oposición dispuestos a formular reclamos desde los medios impresos. El éxito del primer congreso internacional de estudiantes en Montevideo radicó en la creación de una conciencia libertaria y unionista entre las nuevas generaciones, prestas a tomar en el futuro inmediato la conducción social y política de los países latinoamericanos. Un año después de su realización, el compromiso de continuidad adquirido por los participantes de aquella ocasión se mantuvo vigente. En ese sentido, el estudiantado colombiano toma la iniciativa de invitar a sus pares de Ecuador y Venezuela a reeditar la epopeya bolivariana de la unidad grancolombiana, mediante la convocatoria a un congreso alusivo al primer centenario del inicio de la independencia en Venezuela. Así, pues, a través de las autoridades diplomáticas neogranadinas se tramitó la invitación a los estudiantes venezolanos, para lo cual se solicitó el beneplácito del general Juan Vicente Gómez. En virtud de las iniciales buenas relaciones entre el Gobierno y los estudiantes de Caracas no hubo mayores contratiempos, sobre todo por la activa diligencia de Trino Baptista, ministro de Instrucción Pública. De esta forma correspondió a la recién creada Asociación General de Estudiantes de Venezuela designar a los delegados: Diego Carbonell, por la Facultad de Ciencias Médicas; Felipe Aguerrevere, de la Facultad de Ciencias Exactas; Marcos S. Godoy, por la Facultad de Ciencias Eclesiásticas, y Rafael Bruzual López, por la Facultad de Ciencias Políticas93.
93
Memoria del Ministerio de Instrucción Pública 1911, tomo I, p. 454.
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La ciudad de Bogotá sirvió de escenario para la instalación del Primer Congreso de Estudiantes de la Gran Colombia, el 19 de abril de 1910, en donde los bisoños intelectuales de los tres países hicieron gala de sus conocimientos. El encargado de dar inicio a las actividades fue Carlos Calderón, ministro de Interior de Colombia. La elección de la junta directiva del evento fue designada por los delegados asistentes en forma equilibrada, y constituida de la siguiente manera: Demetrio García Vásquez, presidente, estudiante colombiano de la Escuela de Medicina, quien tuvo a su cargo todos los preparativos para la realización del congreso. Para la primera vicepresidencia fue elegido el venezolano Rafael Bruzual López, miembro activo del Liceo de Ciencias Políticas. La segunda vicepresidencia le correspondió al delegado ecuatoriano Manuel M. Sánchez. Como secretarios del congreso fueron elegidos los bachilleres Manuel A. Carvajal, Joaquín Güels, Salvador Iglesias y Benjamín Burbano. Entre las conclusiones finales de este primer congreso destacó la necesidad de fortalecer los vínculos de hermandad entre los pueblos, para lo cual se acordó convocar a un Segundo Congreso de Estudiantes de la Gran Colombia, otorgándosele la próxima sede a Venezuela. Esta decisión, celebrada con gran emotividad por los delegados venezolanos, sin embargo causó un ligero resquemor entre la cúpula de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela, por considerar las dificultades que les tocaría encarar para cumplir con el compromiso adquirido. El entusiasmo inicial pronto comenzó a decaer entre los venezolanos ante la posibilidad de no contar con el apoyo de los entes del Gobierno y particulares, para la magnitud de gastos que implicaba una actividad de este tipo94. Los retrasos ocurridos para la convocatoria del segundo congreso comenzaron a generar la alarma entre sus pares neogranadinos, quienes mostraron su preocupación ante la posibilidad de no poder concretar la reunión internacional pautada en Venezuela. Joaquín Güels, dirigente estudiantil del vecino país, envió una misiva el 7 de diciembre de 1910 al bachiller Gustavo Herrera, director de la Revista universitaria, en donde le expresaba su interés por conocer los detalles de la próxima cita estudiantil prevista para el 5 de julio de 1911. En la misma le recuerda:
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“2º Congreso Internacional de Estudiantes de la Gran Colombia” en Revista universitaria, Nº 39, septiembre de 1910, segunda época, pp. 233, 235.
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Verá usted cómo el congreso colombiano acordó que fuera la noble Caracas el sitio escogido para las próximas sesiones. Tuvo gran acierto en mi sentir esta elección, pues Venezuela, nuestra querida hermana, celebrará en 1911 el centenario de su independencia y será nota hermosa en sus festejos el contingente que llevan á (sic) ellos, los jóvenes estudiantes granadinos y ecuatorianos, para que unidos, a sus compañeros de Venezuela, hacer más solemne, si cabe, la fiesta patria de la tierra heroica del Libertador 95.
Mientras los días transcurrían, los estudiantes se reunieron informalmente y discutieron sobre lo complejo que se haría emprender las actividades que ameritaban la preparación del segundo congreso. Sin embargo, finalmente acceden y se dan cita en el salón de sesiones del Liceo de Ciencias Políticas, el 3 de enero de 1911, para designar una comisión organizadora que finalmente resultó integrada por Pedro Arismendi Lairet, Gustavo Herrera y Julio Carías96. Una vez juramentada, dirigió una serie de oficios a los distintos despachos oficiales, desde el presidente Juan Vicente Gómez hasta los ministros de Instrucción Pública, Interior, Relaciones Exteriores y Hacienda, con el fin de informarles acerca de los alcances del congreso y obtener respaldo económico. En el primer oficio, dirigido al general Gómez, los estudiantes le manifiestan la importancia del evento a realizarse en Venezuela. Además reconocen que al asumir aquella responsabilidad, asumían el compromiso de dejar en alto el nombre de la patria y de su máximo instituto universitario. Resaltaban el hecho de estarse celebrando en 1911 el Centenario de la Independencia de Venezuela como aliciente para contar con la participación masiva de estudiantes e intelectuales procedentes de los países que integraron la Gran Colombia. Ante las insistentes peticiones hechas por el estudiantado al Ejecutivo nacional, los ministros acceden y demuestran su complacencia con la idea de materializar este proyecto. Al respecto, el ministro Antonio Pimentel expresó: “Consagra parte de sus afanes a contribuir a la mayor alianza entre 95
“Sobre el Congreso de Estudiantes” en Revista universitaria, Nº 42, diciembre de 1910, segunda época, p. 8.
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“Documentos relativos a la organización del 2º Congreso Internacional de Estudiantes de la Gran Colombia: Comisión organizadora” en Revista universitaria, Nº 43, enero de 1911, segunda época, pp. 55, 57.
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los pueblos creados por el Libertador y el proyecto (…) merece desde luego el más completo aplauso”97. El hecho de que el congreso se haya dedicado a la Gran Colombia y a resaltar la memoria del Libertador constituyó el principal motivo que determinó al Gobierno a ver con simpatía la propuesta de los estudiantes. Es tal la complacencia alcanzada en las altas esferas oficiales que Trino Baptista, luego de recibir la aprobación del general Gómez, les envió una misiva a los estudiantes en enero de 1911: El pensamiento de instalar en Caracas el próximo 5 de julio el Segundo Congreso Internacional de Estudiantes, ha tenido por parte del gobierno nacional desde que se inició la idea, el interés y simpatía que inspira todo acto de confraternidad americana, y en tal virtud, me es grato significarles que con anticipación á (sic) la nota de ustedes ya se había resuelto en gabinete dictar las disposiciones necesarias para que el noble propósito tenga el necesario apoyo del Ejecutivo Nacional y alcance en su realización el brillo que con sobra de justicia merece. En consecuencia, en la labor que han emprendido ustedes, pueden contar con la eficaz acción del gobierno nacional y con el decidido empeño con que este despacho, muy directamente interesado en la realización del propósito, sabrá corresponder a los deseos del ciudadano presidente de la República y a sus propias convicciones 98.
Luego de recibir este respaldo oficial, los estudiantes se reúnen el 26 de enero de 1911 para formalizar las invitaciones a sus colegas de Colombia y Ecuador. Asimismo se acordó la elección democrática de los delegados que representarían a Venezuela en el congreso. Para ello se tomaron en cuenta las organizaciones de base que constituían la Asociación General de Estudiantes: el Liceo de Ciencias Políticas y la Sociedad Vargas de Estudiantes. Por otra parte, se le extendería una invitación a la Universidad de los Andes99. De esta manera, el evento contaría con una concurrencia heterogénea y no 97
“Segundo Congreso Internacional de Estudiantes” en El tiempo, Nº 3.297, Caracas, 19 de enero de 1911, p. 2.
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“2º Congreso Internacional de Estudiantes de la Gran Colombia” en Memoria de Instrucción Pública 1912, p. 636.
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“Documentos relativos a la organización del 2º Congreso Internacional de Estudiantes de la Gran Colombia” en Revista universitaria, Nº 44, febrero 1911, segunda época, p. 85.
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con la exclusiva presencia de la Universidad Central de Venezuela. Con esta actitud de apertura, los líderes universitarios confirmaban con hechos lo que habían venido pregonando, desde sus escritos, sobre la integración y participación estudiantil. Esta unión les permitiría actuar con credibilidad y respeto en la defensa de sus derechos. Hasta el momento existe un aspecto que cabe resaltar: la capacidad de organización, estrategia y planificación demostrada por los dirigentes estudiantiles. Este estilo de trabajo les ganó el reconocimiento de un Gobierno hasta entonces conciliador y colaborador ante sus peticiones. Antes de tomar cualquier decisión se reunían en pleno y bajo consenso aprobaban o rechazaban los planteamientos expuestos. Entre otras conclusiones, se estableció que cada organismo o facultad eligiese entre sus compañeros a su representante respectivo ante el Congreso en ciernes, para evitar cualquier tipo de impasse que afectara la armonía que hasta el momento había caracterizado a la Asociación General de Estudiantes. Además, este proceder les garantizaba escoger a los más capacitados para desempeñarse acertadamente en las mesas de trabajo. Por lo tanto el primer paso que dan es organizar las elecciones de delegados de la Asociación General de Estudiantes y de las facultades de Ciencias Políticas, Ciencias Exactas y Ciencias Médicas. Según la convocatoria publicada en el diario El universal, el 14 de febrero de 1911, se invitó a los miembros de la Asociación General de Estudiantes a acudir a su local el siguiente 16 de febrero y participar en los comicios para elegir sus delegados. En lo que respecta a la Sociedad Vargas de Estudiantes y el Liceo de Ciencias Políticas, elegirían a sus representantes con la debida consulta a los miembros de sus respectivas sedes, cuyos resultados los darían a conocer a la comisión organizadora del congreso100. Sin embargo, no todo resultó absolutamente provechoso. En un editorial del diario El eco venezolano, bajo la firma de su director, Samuel E. Niño, se increpó a los organizadores acerca del porqué no se invitó a la Universidad de los Andes101. Como respuesta, Julio Carías y Juan Montes, en su condición de secretarios de la comisión organizadora, enviaron a Niño 100 “Elecciones de delegados por Ciencias Políticas” en Revista universitaria, Nº 44, febrero 1911, segunda época, pp. 87, 89 y 99. 101 “Editorial” en El eco venezolano, Caracas, 17 de mayo de 1911, s/p.
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un ejemplar de la Revista universitaria donde constaba la invitación formulada a los estudiantes de la Universidad de los Andes, y añadieron: Si los estudiantes de los Andes no han recibido todavía las comunicaciones respectivas, es debido á (sic) la incertidumbre que se tenía sobre la fecha precisa de la reunión del congreso, así como también á (sic) las facilidades de comunicación que tenemos con Mérida y al tiempo suficiente de que se dispone para dar cumplimiento á (sic) aquellas formalidades; ya que según la nota oficial de fecha 31 de marzo próximo pasado, autorizada por el ciudadano ministro de Instrucción Pública y que corre inserta en la Revista universitaria de abril, la fecha de instalación del Congreso es el 24 de julio venidero102.
De esta manera quedó aclarado el incidente. Poco después, la comisión organizadora recibió de las autoridades de la Universidad de los Andes el nombre de su delegado: Julio Monsalve Terán. Durante la selección de los delegados de las distintas facultades de la Universidad Central de Venezuela, imperó un estricto orden democrático promovido por los líderes de la Asociación General de Estudiantes. Una vez elegidos por votación libre, sus nombres fueron publicados en la Revista universitaria. Por la Facultad de Ciencias Políticas, los bachilleres Gustavo Herrera, Julio Carías, Pedro Arismendi Lairet, Luis Teófilo Núñez, Eduardo Arroyo Lameda, José M. Egaña y Gustavo Córser. Por la Facultad de Ciencias Médicas, Enrique Arria Ruiz, Luis Joly Zárraga, E. Ruiz Viso, M. Rodríguez Vásquez, Pedro Elías Herrera, Enrique Tejera y M. Ruiz Díaz. Por la Facultad de Ciencias Exactas resultaron electos Felipe Aguerrevere, A. Romero Sansón, J. de D. Méndez y Enrique J. Aguerrevere. Por la Asociación General de Estudiantes de Venezuela fueron seleccionados Jacinto Figarella y Horacio Blanco Fombona. Por el Liceo de Ciencias Políticas: Inocente Osorio, R. Carreño Rodríguez y Pedro Rafael Tinoco. Por la Sociedad Vargas de Estudiantes de Medicina: Otto Van Stenis, Leopoldo Aguerrevere y Miguel Jiménez Rivero103.
102 “Documentos relativos a la organización del 2º Congreso Internacional de Estudiantes de la Gran Colombia” en Revista universitaria, Nº 47, mayo de 1911, segunda época, p. 206. 103 “Documentos relativos a la organización del 2º Congreso Internacional de estudiantes de la Gran Colombia” en Revista universitaria, Nº 44, febrero de 1911, segunda época, pp. 85 y 94.
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Ahora a la comisión organizadora sólo le quedaba ajustar la fecha definitiva para la instalación del segundo congreso. Inicialmente se planteó a las autoridades gubernamentales el 4 de julio, pero esta propuesta sufrió un cambio inesperado ante una comunicación emanada del Ministerio de Instrucción Pública al bachiller Pedro Arismendi Lairet, donde se le informaba que el Segundo Congreso Internacional de Estudiantes se reuniría en Caracas del 24 de julio al 6 de agosto de 1911. La comunicación iba acompañada de una nota oficial del Ministerio de Relaciones Exteriores en donde se solicitaba a los ministros de Colombia y Ecuador el envío de ocho delegados por cada país104. Como se advierte, la alteración de la fecha se hizo sin aviso previo a los organizadores, quienes no obstante optaron por aceptarla e incluir las modificaciones en el programa. Luego de aclarada la situación, a través del Enviado Extraordinario y Plenipotenciario de Ecuador se ratifica al ministro de Exterior venezolano que vendrán ocho estudiantes en representación de las universidades ecuatorianas. Esta delegación arriba al país la mañana del 18 de julio de 1911, y el 24 una nutrida representación de la Asociación General de Estudiantes les da la bienvenida con una recepción en su honor. El 25 de julio de 1911 se celebró la sesión inaugural en el Teatro Municipal de Caracas, en medio de un emotivo discurso pronunciado por Trino Baptista, como representante del Ejecutivo Nacional y encargado de instalar solemnemente el evento. Los espacios del Teatro se vieron copados por una concurrida asistencia, allí “…estaban presentes, además de los señores delegados, un respetable concurso de hombres de letras y una escogida representación de nuestro mundo social”105. Los delegados ecuatorianos, Daniel Córdoba y Rivadeneira, al igual que sus colegas venezolanos, Pedro Arismendi Lairet y Luis Teófilo Núñez, fueron los encargados de los discursos de orden para dar comienzo a las actividades del congreso. La retórica de los oradores estuvo acompañada de una carga de emociones que caracterizaba a aquella juventud decidida a asumir el compromiso de discutir, en las sesiones subsiguientes, aspectos de gran importancia para las naciones que se dieron cita en Venezuela, así como 104 “Congresos de Estudiantes” en Revista universitaria, Nº 46, abril de 1911, segunda época, p. 149. 105 “Congreso de Estudiantes” en Revista universitaria, Nº 49, julio de 1911, segunda época, p. 252.
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de extender sus ideas hacia todos los espacios estudiantiles de América. Uno de los discursos más emotivos estuvo en boca de Pedro Arismendi Lairet quien recordó al público asistente los hechos funestos del pasado decimonónico, haciendo hincapié en el ejemplo heroico de los libertadores. Por otra parte, el joven orador señaló que la nueva situación que se avizoraba en las naciones “…representaba el advenimiento de la era de la luz, la era del progreso; la era de la distribución franca y armoniosa de la justicia; la era de la circulación de las ideas y del general desprendimiento de los elementos del organismo republicano”106. Estas frases dibujaban el panorama de la época, una nueva realidad que resultaba posible insertar a través de la universidad, como núcleo favorecedor de las transformaciones requeridas por la sociedad. Esa misma noche quedó instalada la junta directiva del segundo congreso, la cual quedó presidida por Pedro Arismendi Lairet; los licenciados Daniel Córdoba y Julio Zuloaga –en calidad de vicepresidentes– en representación de las universidades de Ecuador y Colombia, respectivamente; y Horacio Medina, Gustavo Delfino y Juan Montes como secretarios107. A pesar de que el Gobierno anunció la publicación de los aspectos organizativos del congreso, la junta directiva de la Revista universitaria hizo lo propio al difundir los resultados en sus páginas108. El contenido del programa era amplísimo y abarcaba las inquietudes de todas las facultades universitarias, así como aspectos puntuales sobre el mejoramiento de las condiciones académicas del grueso de la población estudiantil, el régimen de las universidades, la organización de los estudios de derecho, la problemática social relacionada con las ciencias médicas y las mejoras del área de la salud. Las ciencias exactas y la arquitectura, igualmente, formaron parte de las mociones debatidas. Todas estas inquietudes llevaron a los delegados estudiantiles a exigir la uniformidad de los programas de estudios en sus países de origen. La importancia de celebrar estos magnos eventos estribaba en evidenciar el grado de conciencia latinoamericanista que gravitaba en el
106 “Discurso del Sr. P. Arísmedi Lairet” en ibídem, p. 253. 107 “Congreso de Estudiantes” en El tiempo, Nº 3.420, Caracas 26 de julio de 1911, p. 2. 108 “Congreso de Estudiantes” en Revista universitaria, Nº 51, septiembre de 1911, segunda época, p. 338.
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pensamiento de los jóvenes universitarios. Por otra parte, la publicación de los acuerdos aprobados en el Congreso resultaba la oportunidad propicia para recordarles a las autoridades gubernamentales cuatro aspectos fundamentales para los estudiantes: •
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Elaboración de un plan de enseñanza basado en la creación de las cátedras de moral y cívica que, de acuerdo con los estudiantes, garantizaría la formación de ciudadanos capaces de exigir a la vez que ejercer sus derechos. Eliminación del sistema de escuelas de un solo maestro, para en cambio adoptar el de concentración de escuelas en las grandes poblaciones, donde varios maestros atenderían en un mismo recinto entre cuatro y seis grados para así garantizar la culminación de los estudios de instrucción primaria. Fortalecer la organización de las escuelas normales para mejorar la formación del magisterio, así como la designación de profesores graduados para regir estas instituciones. De allí que propusieran la escogencia de los nuevos pedagogos bajo el método de concurso, a fin de garantizar la jerarquía de los grados y el mejoramiento de las remuneraciones. Creación de los Consejos de Instrucción Primaria para servir de órganos de control y mejora del sistema de enseñanza oficial.
La serie de planteamientos convenidos en el seno de este notable congreso reflejaba claramente las preocupaciones del estudiantado universitario que los motivaba a actuar en consecuencia, ofreciendo soluciones a los distintos problemas de trascendencia nacional e internacional, sobre todo en lo referente al ámbito educativo. 2.3 Las conferencias y las veladas estudiantiles: Una manera de socialización e instrucción Además de los diversos congresos en los cuales la Asociación General de Estudiantes de Venezuela tuvo una destacada actuación, también hubo otras experiencias relacionadas con el ámbito cultural, tales como la organización de conferencias y veladas donde los líderes universitarios daban a conocer sus dotes literarias y vocacionales. El nivel de importancia de
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estos eventos llegó a ser tal que los miembros de la Asociación ordenaron los aspectos organizativos en su reglamentación interna para, de esta forma, convertir estas actividades extraacadémicas en una ejercitación intelectual de carácter obligatorio para enriquecer los conocimientos de todos los asociados109. Estas actividades públicas tuvieron su aparición por primera vez en el ámbito estudiantil por iniciativa del Liceo de Ciencias Políticas. Posteriormente los integrantes de la Asociación General de Estudiantes, en su mayoría provenientes del Liceo, procedieron a adoptarlas como parte de su programación regular. En el caso de las conferencias, de acuerdo con los estatutos, se “…organizarán con la mayor frecuencia posible, de manera pública o privada y serán leídas por los miembros de la Asociación o por personas extrañas que designen los consejos y se versará sobre temas científicos o literarios”110. Los estatutos se referían a temas variados: asuntos de carácter jurídico, sociológico u otros que se considerasen de gran interés y además contribuyeran a la formación de los cursantes universitarios y el ciudadano común. Los invitados a dictar conferencias debían ser preferiblemente cursantes de la universidad, pero también se ofrecía la posibilidad a los profesores o algún intelectual de otras latitudes. La primera conferencia organizada por la Asociación General de Estudiantes tuvo lugar el 1 de septiembre de 1909: Eduardo Arroyo Lameda fue designado por el consejo central para hablar sobre “El interés, condiciones e historia de las conferencias”. Además de reflexionar sobre la importancia de estos eventos, Lameda hizo un interesante llamado a sus compañeros para implantar definitivamente en Venezuela las conferencias estudiantiles111. Otra voz, ya no procedente de la Asociación General sino del primigenio Liceo de Ciencias Políticas se hace escuchar: se trata de M. J. Oviedo quien, en septiembre de 1911, publicó en el diario El tiempo un sonoro llamado a todo el pueblo para participar activamente en las conferencias que se realizaban en Caracas,
109 Estatutos y reglamentos de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela, p. 5. 110 Ibídem, p. 7. 111 “Conferencia inaugural leída por su autor Br. Eduardo Arroyo Lameda en el local de la Asociación” en Revista universitaria, Nº 64, octubre de 1909, segunda época, p. 10.
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dirigidas por un grupo de profesionales. Según el joven articulista, la meta era “…ilustrar, enseñar, esa es la bandera de la liga de conferencistas…”112. El llamado de Oviedo estaba orientado a captar el mayor número posible de personas provenientes de la vida pública. El propósito era que se ilustrasen conjuntamente con la ayuda de las conferencias, la lectura oportuna del periódico y la folletería, medios indispensables para vencer el oscurantismo que empañaba la marcha hacia el saber. Indudablemente, el mensaje del estudiante de derecho aludía discretamente a la hegemonía del conocimiento que, hasta entonces, en gran medida permanecía bajo la influencia de la Iglesia Católica. Y por si fuera poco, lanzó una advertencia a la sociedad para que estuviera atenta a no dejar repetir las experiencias de los regímenes despóticos que tanto daño había causado al pueblo venezolano, mientras aseguraba que la concurrencia a las conferencias ofrecía las herramientas necesarias para combatir los viejos sistemas que imponían sus ideas a los pueblos desprovistos de conocimientos vitales. Jesús Rafael Rísquez, a la sazón presidente del Comité Central de la Asociación y meritorio estudiante que además fungía como interno de los hospitales de Caracas, tituló su conferencia “La Cruz Roja, sus predecesores, su obra y su instalación en Venezuela”, e hizo un franco reconocimiento a la función social que venía desempeñando el cuerpo estudiantil al ceder sus espacios a todas aquellas personas dispuestas a expresar sus ideas libremente, las cuales se traducían en verdaderos aportes de muy alta trascendencia. En este sentido, expresaba: Ha querido esta Asociación, con el fin de trabajar por la obra civilizadora que se ha impuesto, dar acceso á (sic) esta tribuna á (sic) todos los hombres de buena voluntad: a los que vengan a derramar sin egoísmo las simientes de las ciencias; á (sic) los que acuden benévolos á (sic) deleitarse con sus raudales de elocuencia, á (sic) los que vengan, en fin, sin título ni méritos, broquelados con sólo su patriotismo, á (sic) hacer propaganda de civilización y de progreso 113.
112 “Liga de Conferencistas” en El tiempo, Nº 3.466, Caracas, 19 de septiembre de 1911, p. 1. 113 Jesús Rafael Rísquez, La Cruz Roja, sus predecesores, su obra y su instalación en Venezuela, p. 3.
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Seguidamente se da un paseo por la historia y hace una clara reseña de los sangrientos hechos ocurridos durante las guerras europeas, las cuales motivaron al periodista Henri Dumant, nativo de Ginebra, a escribir un libro titulado Un recuerdo de Solferino. Allí narró los horrores de los conflictos bélicos que sostuvo Francia en alianza con Austria en los sitios de Magenta y Solferino. De esta obra surgió la preocupación de la Sociedad de Utilidad Pública de Ginebra por socorrer a las personas afectadas sin ningún distingo político, religioso, racial o económico, lo cual derivó en la fundación de la Cruz Roja en 1863. Rísquez resaltó la llegada de la Cruz Roja a Venezuela, el 30 de enero de 1895, tras la titánica labor realizada por su principal fundador: el inglés Sir Vicent Kannett Barrington. Las palabras de Rísquez se orientaban a hacer una “…seria propaganda patriota favoreciendo á (sic) esta benéfica institución”. Por ello exhorta a sus compañeros: Toca á (sic) la juventud que se levanta enmendar con hechos los criterios errados; mostrar á (sic) los pretendidos expertos que somos capaces de fundar obras útiles y demostrar á (sic) los pesimistas que se puede progresar, educando las voluntades, apartando la vista de personalismo, poniéndola en las sagradas necesidades de la patria114.
En la mayoría de los casos, los universitarios no eran experimentados en la exposición de los temas, pero esto no llegó a ser impedimento que frenara su libre participación. Todo lo contrario: algo sumamente importante, los bachilleres eran impulsados a intervenir por el propio cuerpo directivo de la Asociación. Precisamente a ello se refieren los estudiantes del Liceo de Ciencias Políticas en un editorial de la Revista universitaria, del 15 de julio de 1917, luego que este órgano informativo permaneciera clausurado desde 1914 por orden del Ejecutivo nacional. Para entonces los estudiantes luchaban contra las adversidades que les imponía el cambio de proceder del gobierno de Gómez. En medio de un clima vigilante y represivo, los miembros de la Asociación procedieron a reinaugurar sus conferencias. En el editorial, los estudiantes insistían en la utilidad y funciones de las conferencias para la formación de la dirigencia:
114 Ibídem, p. 12.
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…son eficaces las conferencias en tal sentido, porque el estilo en que se escriben a manera de una conversación familiar sobre el tema tratado, facilita el desarrollo serio y fríamente lógico de él, y no da margen al intelecto para perderse en extravíos tribunalicios, inútiles cuando se trata de afirmar las indecisas nociones que tenemos de la ciencia115.
Salvador de la Plaza, uno de los más activos líderes de la reestructuración, junto a Carlos Acevedo Toro, Federico Guevara Núñez y Santiago Siso Ruiz, se refirió a la “Importancia de las asociaciones en los estudiantes y su consecuencia en la vida pública de una nación”. Su esbozo tenía mucha coincidencia con las notas editoriales de la Revista universitaria: Las conferencias fueron establecidas. De cada individuo fue formándose un semi-orador, todos llegaron a expresar más o menos bien sus pensamientos y no hay mejor educación intelectual que aquella que nos obliga a digerir nuestros pensamientos. Y sólo existe esa digestión cuando, en discursos con nosotros mismos o con otros, nos imponemos de lo que tenemos por dentro, lo alineamos, lo comparamos y organizamos. El silencio de lo aprendido trae su olvido lento116.
En ambos textos se hace un llamado directo a los estudiantes a la participación. Además aclaran la idea de que a través de las prácticas constantes en las conferencias, los estudiantes ejercitaban su capacidad oratoria para dirigirse a posteriori a las masas o a públicos reducidos. En el seguimiento a los dirigentes estudiantiles de la época, se observa la práctica continua de la conferencia, que facilitaba su capacidad de expresión y dominio del miedo escénico. Otro tanto podría decirse de las llamadas veladas, a las que asistía una gran cantidad de ciudadanos caraqueños, ya que este tipo de eventos nocturnos era propicio no solo para el entretenimiento y la diversión, sino además estas reuniones de corte social permitían a los estudiantes codearse con distinguidas personalidades del acontecer cultural de la época. Muchas 115 “Las conferencias” en Revista universitaria, Nº 1, julio de 1917, tercera época, pp. 14, 15. 116 “Importancia de las asociaciones en los estudiantes y su consecuencia en la vida pública de una nación” en Mailer Mattié, Salvador de la Plaza: Diario (1917–1918), p. 90.
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veladas contaban en no pocas ocasiones con el apoyo de instituciones ajenas al quehacer universitario, y formaban parte de las costumbres de una ciudad que, como Caracas, poseía escasísimos espacios para el disfrute social. Tanto por la temática como por el contenido de sus presentaciones, buena parte de las veladas recibía al día siguiente los más floridos comentarios sociales. Pero también cabe mencionar que otras no fueron del todo bien acogidas, como sucedió con la jornada iniciada a partir del 25 de junio de 1912. En el Teatro Nacional y durante cuatro noches seguidas, el panel de conferencistas estaba constituido por respetables figuras como Olimpia Eloísa de Lander, el escritor Julio Rosales, los estudiantes Andrés E. de la Rosa y J. V. Rodríguez Valdivieso, y la escritora española Belén de Sárraga, invitada especial de la Asociación, quien disertó sobre variados temas estrechamente vinculados: las ventajas de la libertad de pensamiento, los prejuicios sociales, la libertad de prensa, el valor de las convicciones y la evolución del concepto de patria117. Aun cuando había personas adversas a sus ideas, la señora Sárraga contó con una concurrida presencia que al día siguiente hacía pública sus críticas. En una de sus intervenciones, la invitada se autodefinía como libre pensadora, hecho que entre otras apreciaciones la llevó a ser calificada de anticlerical. Esto fue contundentemente desmentido por algunos representantes de la Asociación en un editorial aparecido en la Revista universitaria, en donde defienden la fe católica de la cuestionada escritora española, pero en forma sarcástica118. La reacción airada de la sociedad caraqueña era producto de una larga tradición arraigada en la creencia católica y en el apego a los valores estrictamente conservadores. Este entorno no estaba acostumbrado a oír exposiciones liberales; de allí el rotundo rechazo que causó aquella velada estudiantil, que incluso llegó a tomar cuerpo en las páginas de los medios impresos para manifestar un disgusto colectivo y señalar a sus organizadores como de indiferentes ante las cuestiones religiosas. El editorial de los universitarios fija su posición ante los cuestionamientos de la manera siguiente:
117 Doña Belén de Sárraga, la hora del 25 de junio de 1912 (Conferencia en honor de doña Belén de Sárraga dictada en la Asociación General de Estudiantes de Venezuela), pp. 6, 7. 118 “La Señora Belén de Sárraga” en Revista universitaria, Nº 60, junio de 1912, segunda época, p. 233.
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No es la señora de Sárraga, como han pretendido algunos, una apasionada defensora de la tesis anticatólica, sino sencillamente una pensadora en posesión legítima de la libertad que necesita la inteligencia humana, para escudriñar la historia con imparcialidad, razonar sobre ella seriamente y fundar en tales estudios teorías conscientes sobre la felicidad humana y los medios de alcanzarlos119.
Ante las críticas conservadoras, los estudiantes defienden el ideario positivista del cual se sienten satisfechos de preconizar. No se detienen en consideraciones religiosas porque su convencimiento a favor de la filosofía positivista era irrefutable. Sólo creen en lo comprobable a través del proceso sistemático ya que de otra manera sería improductivo, no creíble e inaceptable, según postulan sus defensores. Por eso sostienen: …la señora Belén de Sárraga (…) lamenta mucho que sus ideas no estén de acuerdo con las creencias de varias sectas, ya que para ella sería mucho mejor, no precisamente que su pensamiento estuviera con el de los religiosos –lo que lamentaríamos nosotros– sino que el de los religiosos estuviera con el pensamiento de ella, que es el concepto de la verdad, extraído directamente de la historia, por procedimientos humanos; y expresado en lenguaje fácil, enérgico, rico en elocuencia y galante en toda forma120.
Para finalizar hacen referencia al discurso de Gustavo Herrera, ex presidente de la Asociación, solidarizándose con las apreciaciones formuladas durante la apertura de la polémica velada: …su discurso (…) consecuente con la realidad de los estudiantes que es la misma expresada por Unamuno y que no tiene otra base que la investigación de la verdad, hizo cosa propia de la asociación de la libertad de pensamiento, abogó por la libre discusión de todas las ideas, puso de manifiesto la perniciosa influencia de sectas exclusivistas y terminó haciendo justicia que merecía la alta pensadora a quien se rendía aquel homenaje121.
119 Ídem. 120 Ídem. 121 Ídem.
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Nuevamente se hace notable en el contenido de las apelaciones estudiantiles el arraigado anticlericalismo que los caracterizaba, mĂĄs aun cuando consideraban que debĂan salir en defensa de sus ideales positivistas.
Capítulo III Ocaso de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela
3.1. Los estudiantes frente a las reformas universitarias de Felipe Guevara Rojas: clausura de la Universidad Central de Venezuela en 1912 En 1911, a ocho meses de su llegada, procedente de Europa, Felipe Guevara Rojas se encargó de la recién inaugurada Cátedra de Anatomía Patológica en la Universidad Central de Venezuela. Allí permanecerá escaso tiempo ya que en marzo de 1912 fue designado por el Gobierno nacional rector de la UCV, en virtud de sus estudios especializados en reconocidas escuelas de Francia, Alemania e Inglaterra. Guevara Rojas se propondrá ejecutar innovadoras ideas educativas que en materia de enseñanza superior obtuvieron avances de particular importancia, evidenciados en el desarrollo material y humano de dichos países. Para ello, primero ordenó una revisión pormenorizada de cada uno de los departamentos de la Universidad con el fin de conocer a fondo su realidad. Una vez concluida, se detiene en el sistema de evaluación de los trabajos de grado y las apreciaciones de los jurados calificadores, las cuales terminó por catalogar como indecorosas por las irregularidades que manifestó haber encontrado en su instrumentación. Al respecto, Francisco Antonio Rísquez afirma: …El doctor Guevara Rojas encontró rebajados aquellos resortes universitarios que el mismo firmante de estas líneas había tenido necesidad de ajustar, en
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circunstancias análogas, veinte años atrás, con perjuicio de su tranquilidad personal. Una lenidad excusable desde el punto de vista afectivo, pero inaceptable en cuanto a la disciplina académica, había creado cierta camaradería entre profesores y alumnos, en nombre de la cual se perdonaba toda falta, se discutían las decisiones superiores y crecían los errores con la elasticidad de una condescendencia rayana en la impunidad. Esto fue un serio obstáculo contra el cual había de luchar, y no vaciló en enfrentársele: no ignoraba que la rectitud de la justicia estricta, indispensable para mejorar la instrucción y la disciplina universitaria, surgiendo de repente en medio de una situación verdaderamente anómala, le enajenaría el cariño de la juventud estudiosa en cuyo seno, es verdad, había magníficos estudiantes bien avenidos con la rigidez de las leyes; pero al lado de los cuales había otros muchos que, bien por no poder ser admitidos, o porque resultasen aplazados o se creyeran injustamente calificados constituían como una levadura de desagüe, dentro de la masa fácil de fomentar de la comunión estudiantil122.
Según Rísquez, otrora compañero de luchas de Guevara Rojas, entre las deficiencias más notables se evidenció la entrega de títulos inmerecidos por la falta de sinceridad en los exámenes, los cuales se aplicaban bajo un simple simulacro, al extremo de ofrecer favores o facilidades al primer postor, generando como consecuencia una merma significativa en la calidad académica de la Universidad. Aunque Guevara Rojas no llegó a suministrar nombres específicos de los profesores involucrados, el 5 de julio de 1912, en el discurso de inauguración del Ateneo de Caracas se referirá a esta situación, que lo llevó a desarrollar planes encaminados a crear sentido de respeto y honestidad tanto en los profesores como en el alumnado. En efecto, el rector encabezó una enérgica campaña moralizadora en la UCV, cuyos efectos se verían reflejados durante la aplicación de los exámenes generales de aquel año. Efectivamente, la corrección de estas deficiencias fue realizada por iniciativa del rector. Entre las irregularidades encontradas, personalmente constatadas con la colaboración de otros funcionarios, cabe destacar que, en las defensas de tesis, los alumnos remarcaban las tradicionales fichas encontradas en las urnas y, al seleccionar las que el azar ofreciera, ellos escogían las ya preparadas de antemano: “…llegaba el 122 Francisco Antonio Rísquez, Vida del doctor Felipe Guevara Rojas. Homenaje a su memoria, 1º de septiembre de 1917, pp. XXIII, XXIV.
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desparpajo hasta extraer una y si no correspondía a los ya aprendidos al efecto, en vez de leer la señalada por la suerte, simulaban haber extraído la que se habían estudiado expresamente”123. El instrumento utilizado por Guevara, además de su campaña moralizadora, sería el “Programa de los exámenes colectivos de 1912”, diseñado por el propio rector para garantizar el mayor orden y regularidad en su aplicación. El programa contemplaba la manera en que se regirían las valoraciones de las presentaciones curriculares dispuestas por el Rectorado, tales como la conformación de los miembros del jurado calificador, el rol de la Secretaría de la Universidad en la recepción de las actas, y la hora y fecha en que se cumpliría con lo establecido124. Comúnmente se ha dicho que todo cambio trae consigo diferentes reacciones y los ocurridos en la UCV no podían ser la excepción. A los dos meses de haberse emitido aquellas normas, comenzaron a surgir entre Guevara Rojas y el estudiantado una cadena de enfrentamientos iniciados el 15 de septiembre de 1912 y tuvieron como escenario el Paraninfo, mientras se desarrollaba el acto de apertura del año escolar 1912-1913. De este impasse, que alcanzó una resonancia impresionante en el ámbito educacional, surgieron dos versiones diametralmente opuestas. La del propio Guevara Rojas, quien a través de un oficio emanado del despacho rectoral, se dirige el 16 de septiembre al Diego Arreaza Monagas, ministro de Instrucción Pública, para acusar a algunos espectadores: …que trataban de impedir a todo trance aquella hermosa fiesta universitaria con silbidos y gritos irrespetuosos, sembrando la natural alarma entre las familias y el público que había acudido, invitados por la misma universidad, a presenciar un torneo de las inteligencias en el primer y más alto centro de cultura del país125.
En el oficio denuncia a los estudiantes implicados y se refiere a los bachilleres Miguel Ruiz Díaz y Jesús Vásquez Calzadilla como los más notables provocadores, a los que acusó de haberse postrado a las puertas 123 Ibídem, pp. XXIV, XXV. 124 Programa de exámenes colectivos de 1912, pp. 3, 4. 125 “Expulsión de estudiantes”, en El tiempo, Nº 3.765, Caracas 17 de septiembre de 1912, p. 2.
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del Rectorado para instar la violencia. En cuanto al primero, dijo que había retado a uno de los profesores de la Facultad de Derecho y orador de orden de la ceremonia. Para ellos pidió la inmediata expulsión y la irrestricta prohibición de ingreso a cualquiera de las universidades del país durante un lapso no menor de dos años, aparte del arresto policial. Con la aplicación de esta drástica medida, Guevara Rojas pretendía imponer un carácter recio ante el alumnado que lo había ridiculizado, buscando granjearse el respeto de todo el claustro, sin tomar en consideración que tal actitud, aún cuando pudiera estar amparada en hechos razonables, abría la posibilidad de generar nuevos conflictos, sobre todo porque su estado de indignación no le permitía prever que, en medio de su investidura, debía actuar con menor impulsividad. La medida de expulsión fue ejecutada por el jefe de la cartera de instrucción el mismo día de la solicitud, basándose en las disposiciones contenidas en el numeral 3º del artículo 165 del Código de Instrucción Pública. Esta acción traería inmediatamente otras consecuencias que interrumpirían el normal funcionamiento de la casa de estudios, debido a que los estudiantes se pronunciaron en contra de la disposición en solidaridad con sus compañeros. De hecho, la reacción de los jóvenes salió a la palestra pública a través de los medios impresos para desmentir las acusaciones del rector. La información aparece en la Revista universitaria y en otros diarios como El tiempo de Caracas, con la firma de Miguel Jiménez Rivero, Alfredo Damirón, Ramón I. Méndez, Roberto Clemente, Leopoldo Aguerevere, M. Páez Pumar, Juan Montes, Edmundo Chaumer, Jorge Luciani, F. de P. Guinan, José A. Maldonado y Enrique Aguerevere, entre otros. En la extensa argumentación afirmaban: Lo que el señor rector califica de motín no tuvo el carácter de tal: al salir de la fiesta el doctor Guevara Rojas, dirigiéndose a un grupo de estudiantes, les invitó con frases ofensivas, proferidas ante muchas personas a que si algo en contra de él tenían pasaran al rectorado a comunicárselo. De la más comedida manera a pesar de la ofensa proferida, la mesnada estudiantil se dirigió a las puertas del despacho rectoral delegando al bachiller Miguel Ruiz Díaz para que expusiera al señor rector que los estudiantes universitarios estaban profundamente desagradados con su permanencia al frente del instituto, y que por otra parte, se conceptuaban ofendidos por las frases injuriosas que les dirigiera a la salida del paraninfo. A las palabras del bachiller Ruiz Díaz que en nada encerraban ofensa, respóndele
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el doctor Guevara Rojas en tono despótico negando al citado compañero la representación de los estudiantes, calificándole de calumniador cuando este le pedía discretamente retirase las frases ofensivas que había proferido contra los estudiantes y clamando a grandes voces por la Fuerza Armada. A la ofensa personal dirigida por el doctor Guevara Rojas contra Ruiz Díaz despojándose por ello de su carácter rectoral, este caballerosamente le replicó poniendo a salvo su honor y el de todos los estudiantes por el representado; interviniendo el doctor Francisco Gerardo Yánez, profesor de derecho internacional quien enfáticamente tomó parte del doctor Guevara, diciendo: “recojo el guante que fuese necesario por el señor rector”, a tan exaltada y provocativa actitud el compañero Ruiz Díaz opuso lo que le indicaba su honor ofendido126.
Como es notable apreciar, ambas posiciones hechas públicas pudieron haber llevado al ciudadano común y al resto de la masa estudiantil a la más grande de las confusiones, porque el contenido de cada una desestima las razones del grupo opositor, al tratar de defender sus posiciones contundentemente con argumentaciones encaminados a tratar de salvaguardar sus propias responsabilidades y no quedar ante la sociedad o el Gobierno como responsables de los hechos suscitados. No obstante, hay un aspecto que llama poderosamente la atención derivado de la aclaratoria estudiantil, surgido a raíz del informe del rector al ministro Arreaza. Se trata de aquellas frases proferidas por Guevara Rojas cuando acusó a los estudiantes por desacato a las autoridades universitarias y, por consiguiente, al Gobierno nacional que ellas representaban. Estos señalamientos irritaron aun más a los universitarios quienes en la réplica afirmaron: “…dar color político a cuestiones netamente estudiantiles, es querer envolver a los universitarios en asuntos de los cuales, bien lo sabe el doctor Guevara, cuanto tiempo han permanecido alejados”127. Mientras transcurrían estos sucesos, en las altas esferas del Gobierno se actuaba con prudencia. El mecanismo de información utilizado para mantener a Gómez enterado de los acontecimientos era impresionante: este podía venir de los ministros, jefes civiles, amigos, compadres, familiares, en fin toda una red de comunicación perfectamente orquestada. Un ejemplo 126 “Protesta” en Revista universitaria, Nº 63, septiembre de 1912, segunda época, p. 319. 127 Ibídem, p. 320.
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de esto sería la comunicación que el gobernador del Distrito Federal, Victorino Márquez Bustillos, le dirige desde Caracas a Maracay el 18 de septiembre de 1912, en donde, además de notificarle acerca de los recientes hechos que estaban aconteciendo en el país, pasa a comentarle la carta que los estudiantes dirigieron al rector Guevara Rojas en el diario El tiempo, el 17 de septiembre, la cual califica de “comedida”. Al respecto, Márquez Bustillos señala: Se me ha informado –agrega– que dichos jóvenes se prometen ir en cuerpo a la estación el día que Ud. regrese de Maracay, con el fin de testificarle su adhesión y aprecio. Acerca de los conatos de turbulencias entre ellos, le mandé exigir al señor rector de la Universidad la lista de los integrantes de tal estado de cosas, para ver de corregir el mal haciéndolos arrestar, pero él manifestó que no podía darla por no tener evidencia de quienes eran128.
El contenido de la carta refleja dos aspectos importantes: el primero, posee un tono conciliatorio a fin de que la problemática no comprometiese la estabilidad que hasta entonces el régimen había alcanzado. Y segundo, la firme intención del Gobierno de sofocar violentamente las manifestaciones democráticas. Sin embargo, a medida que transcurrían los días la situación se agudizaba, al punto de que entre algunos de los mismos líderes estudiantiles se reflejaron posiciones encontradas. Una de ellas tiene que ver con la aclaratoria que hiciera Virginia Pereira Álvarez, primera mujer cursante de los estudios médicos en la UCV y destacada preparadora de la cátedra de química y física médica, quien al hacer uso de las páginas de El tiempo, trata de aclarar un malentendido entre el bachiller Núñez Carrillo y el rector Guevara Rojas, a raíz de la elaboración por parte de los estudiantes de medicina de una hoja suelta en donde exigían su renuncia. Para limar las asperezas, Pereira Álvarez hizo pública la conversación que sostuvo con Núñez Carrillo, en la que aclaró le habían tomado su firma sin su autorización, creándole problemas con el rector Rojas quien le había dispensado favores y ante el cual no deseaba aparecer como un desagradecido129.
128 Boletín del Archivo Histórico de Miraflores, Nº 19–21, julio-diciembre de 1962, año IV, pp. 244, 245. 129 “Asuntos universitarios” en El tiempo, Nº 3.769, Caracas, 21 de septiembre de 1912, p. 3.
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Llama la atención que en la misma columna de El tiempo aparece otra nota, firmada por Manuel C. Pérez, hijo, y dirigida al presidente y demás miembros del Consejo Central de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela, y lo hace según dice, bajo la presión de las versiones maliciosas acerca de su conducta en el conflicto. Pérez asevera que, si bien en un principio se había negado a firmar considerando el vínculo amistoso que lo unía a Guevara Rojas, su compromiso para con los representantes de la Asociación General estaba vigente ya que, en varias oportunidades, había sido nombrado delegado ante ese consejo, por lo que juzgó necesario aclarar en esa oportunidad su negativa. Termina, pues, anunciando su apoyo al manifiesto contra el rector Guevara Rojas, deslindándose de los afectos personales y asumiendo lo que consideraba una obligación institucional para con la Asociación General de Estudiantes, al estar su desacuerdo con la forma en que el rector condujo la situación130. De acuerdo con lo expresado, se puede evidenciar claramente que el ambiente de armonía que predominaba en la Universidad en otros tiempos estaba en franco deterioro. En efecto, entre el profesorado existían divergencias reflejadas en la prensa escrita, algunas con tendencia a resguardarse de posibles implicaciones. De ese lado se encuentran los profesores de la Facultad de Derecho que, desde las páginas de la Revista universitaria, se dirigen al Rectorado para darle respuesta a Guevara Rojas, con motivo de la nota del 17 de septiembre de 1912, a propósito de los sucesos que conmovieron la paz institucional. Entre los académicos se encontraban Federico Urbano, Carlos León, Félix Montes, Alejandro Urbaneja, F. Arroyo Parejo, José Santiago Rodríguez y M. O. Romero Sánchez, quienes manifestaron su disposición a prestar toda la colaboración posible para ayudar a solucionar adecuadamente el problema, siempre y cuando se estuviese ajustado a los reglamentos internos. Los suscritos, profesores de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad se han impuesto de la nota de usted, en fecha de ayer, la cual pasan a contestar en los siguientes términos: Que condenan en principio todo acto que tienda a infirmar la legítima autoridad de que está investido el rector de la universidad y que están dispuestos a sostener
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moralmente esa autoridad dentro de los límites que le demarcaron las leyes y los reglamentos universitarios. Respecto a las medidas adoptadas por ese rectorado con motivo de los sucesos acaecidos en el acto solemne de apertura de clases, como las medidas implican penas disciplinarias en cuya aplicación no han intervenido, juzgan los suscritos que sobre este punto no les corresponde hacer aclaratoria alguna131.
Opuesta a esta posición, aparentemente conciliadora, se sitúa la asumida por los profesores de la Facultad de Medicina, de donde realmente surgió el descontento de los alumnos y los académicos que desde un principio miraron con reserva la presencia del rector en la UCV. Según Francisco Antonio Rísquez, esta situación se generó cuando Guevara Rojas solicitó a los profesores el programa de enseñanza que legalmente estaban obligados a elaborar y no lo hicieron ese mismo año132. Esta negativa constituiría el principal detonante de la protesta en contra de la medida rectoral. De manera que dos aspectos confluyen violentamente: la abrupta llegada de Guevara Rojas al Rectorado, por encima de los más antiguos docentes de la Universidad, y su interés en reformar a profundidad el proceso evaluativo en virtud de las serias irregularidades detectadas durante su aplicación. Más allá de que las evaluaciones se manejaran con lenidad hacia un grupo de alumnos privilegiados, probablemente lo que causó molestia entre los profesores resultó el hecho de que quien tomara las drásticas medidas fuese un recién llegado que, en ningún momento, trató de promover los cambios necesarios a través del consenso entre los involucrados. De allí que surgiera la llamada alianza entre docentes y alumnos de la Facultad de Medicina con el propósito de crear un ambiente hostil hacia el rector, que en efecto paralizó las actividades académicas por varios días hasta que el Gobierno se vio obligado a prescindir de los servicios prestados por los profesores rebeldes, decisión por demás contundente. Sin embargo, no había manera de reemplazar a los profesores renuentes, puesto que en su gran mayoría poseían el más alto nivel de preparación existente en el país, en virtud de sus estudios en Europa.
131 “Inserción de actualidad” en Revista universitaria, Nº 63, septiembre de 1912, segunda época, pp. 316, 317. 132 Francisco Antonio Rísquez, Ob. Cit., p. XXVI.
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Además, no pocos pertenecían a la Academia Nacional de Medicina, como el caso de B. Mosquera, Miguel Ruiz, Juan Díaz, T. Aguerevere Pacanins, Manuel A. Dagnino, Pedro Herrera, M. Pérez Díaz, J. P. Tamayo y Pablo Acosta Ortiz, este último considerado entre sus colegas como el “bisturí de oro” entre los cirujanos de la época, además de adversario declarado del régimen y admirado por los estudiantes. El resuelto ministerial que inhabilitó laboralmente a los profesores fue dispuesto por el general Gómez, apoyado en el artículo 131 del Código de Instrucción Pública, y declarando vacantes las respectivas cátedras. El encargado de ejecutar la medida sería el ministro Arreaza Monagas, el 24 de septiembre de 1912. Las consecuencias académicas de aquella medida fueron atendidas por el propio Guevara Rojas, quien tomó la iniciativa de dirigirse a Juan Vicente Gómez en tono conciliador para no incomodar a su jefe, informándole sobre las dificultades que significaba reemplazar a los médicos destituidos, además de las críticas provenientes del círculo social caraqueño que calificó la decisión de muy grave. Abrumado por la imposibilidad de encontrar sustitutos, le recomienda: Una cosa hay que evitar a todo trance por el decoro de su administración: llevar a esos puestos individuos que no sean competentes. Es preferible que queden vacantes y que se clausuren temporalmente esas cátedras. La otra solución sería que usted llame a algunos de esos médicos conocidos, amigos suyos, que figuran en las ternas y los encargase de las cátedras más importantes. A usted personalmente nadie se le negaría133.
Es importante señalar que de estas últimas recomendaciones surgió un rumor entre la élite intelectual: el gobierno manejaba la idea de traer al país profesores extranjeros para asumir las cátedras. De ello el estudiantado se hizo eco rápidamente y respondió a través de la Revista universitaria: Es rumor público que el Gobierno Nacional piensa en la introducción del profesorado extranjero. Acertada solución. Es la única capaz de cerrar, con un corolario digno de las modernas concepciones, el sencillo problema universitario. Es este expediente el que ha puesto a la República Argentina en el camino
133 Boletín del Archivo Histórico de Miraflores, Nº 19-21, julio-diciembre 1962, año IV, pp. 244, 245.
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de la evolución normal, como lo atestigua un ilustre hijo suyo refiriéndose a la acción educadora iniciada por Urgueza Vásquez y Mitre… Ahora bien, el caso nuestro es muy distinto al de la próspera República del Sur. Ella rechaza el profesorado extranjero, porque cuenta ya con elementos propios para sostener su independencia. Nosotros, en cambio, a juzgar por la palabra de los hechos, rehuimos lo único bueno que tenemos, para recurrir, quizás, sino se realiza el ideal del profesorado extranjero, a la falange de los teóricos, de los fracasados, o a la juventud que se inicia, que necesariamente por distintas razones serán agentes del retraso, porque les faltan los conocimientos y preparaciones especiales para tan arduo ministerio134.
El mensaje no puede ser más claro: aquí los estudiantes expresan el evidente rechazo hacia los modelos importados, a conciencia de los variados recursos humanos e intelectuales con que contaba el país, sobre todo en la casa de estudios donde hacían vida. Tampoco admiten docentes nacionales sin experiencia, lo cual iría en detrimento del desarrollo profesional requerido. Pero las acciones realizadas por los líderes universitarios, hasta ese momento, no habían logrado un verdadero efecto a su favor. Prueba de ello lo constituía que en ningún momento, durante el lapso transcurrido entre el 15 y el 18 de septiembre, haya surgido un espacio para el diálogo conciliatorio. A todo esto se sumaron las presiones estudiantiles al rector para lograr su dimisión. Como medida de condicionamiento extrema, el Consejo Central de la Asociación, conformado por R. Cifuentes Labastida, presidente (encargado); Miguel Jiménez Rivero, tesorero; Félix Montes y Silvestre Tovar Lange, secretarios; Enrique Aguerrevere, bibliotecario, y Jesús María Clemente, Roberto Báez, G. E. Blanco, Pedro I. Aguerrevere y Andrés Frágenas, vocales, toma la batuta del conflicto en defensa de lo que consideraban “Un ataque a los intereses estudiantiles y al profesorado nacional”, y declaran la huelga general, el 19 de septiembre de 1912135. He aquí sus razones:
134 “El problema de hoy” en Revista universitaria, Nº 63, septiembre 1912, segunda época, pp. 315, 316. 135 “Huelga” en Revista universitaria, Nº 63, septiembre de 1912, segunda epoca, p. 317.
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Considerando 1. Que la permanencia del doctor F. Guevara Rojas en el desempeño del rectorado de la Universidad Central es incompatible con la buena marcha de ese instituto, por motivo de las desavenencias existentes entre el citado doctor y los profesores y estudiantes. 2. Que en ocasión oportuna le fue exigido al doctor Guevara Rojas por inmensa mayoría de estudiantes la formal renuncia del cargo que desempeña sin que hasta la fecha se haya recibido la consiguiente respuesta. Dispone: 1º Declarar oficialmente la huelga general de los estudiantes, quienes se abstendrán en absoluto de asistir a las clases que se efectúan en la Universidad en tanto dure el doctor Guevara Rojas en el desempeño del rectorado. 2º Reprobar todo acto violento o que entrañe desorden por parte de los universitarios en el cumplimiento de esta disposición136.
Tal y como queda expresada en esta disposición, a partir de entonces la concurrencia a las actividades universitarias sería nula y se exige la renuncia del rector. Por su parte, el Gobierno tampoco pensaba en ceder, puesto que destituir a Guevara Rojas implicaba el triunfo de los jóvenes belicosos. En medio de aquella medición de fuerzas, el doctor Guevara Rojas presentó su renuncia al rectorado, la cual no fue aceptada. Ante la imposibilidad de controlar el conflicto donde estaban implicados parientes o amigos de renombrado prestigio dentro de la alta sociedad caraqueña, incluyendo en este grupo a algunos hijos de profesores, el Gobierno se vio en la obligación de clausurar la Universidad Central de Venezuela como una manera de obstaculizar las acciones de protesta. En el resuelto emanado del Ministerio de Instrucción Pública, el 1 de octubre de 1912, se indicaba lo siguiente: Considerando que la Universidad Central de Venezuela requiere en las actuales circunstancias medios transitorios que tiendan a su perfecta organización y a la cabal provisión de la enseñanza científica a que está destinado, y visto el artículo 330 del novísimo Código de Instrucción Pública, dispone al ciudadano
136 “Asuntos universitarios” en El tiempo, N° 3.770, Caracas, 23 de septiembre de 1912, p. 2.
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general J. V. Gómez, presidente de los Estados Unidos de Venezuela, que el referido instituto quede clausurado desde esta fecha, por el tiempo necesario al cumplimiento de los expresados fines137.
A pesar de que el documento alegaba que la clausura de la Universidad estaba encaminada a organizar y mejorar la calidad de la enseñanza, la medida fue propicia para que el Poder Ejecutivo controlara el conflicto que a las autoridades académicas se les escapó de las manos, como única vía para el reestablecimiento del orden en el recinto universitario. Prueba de ello será una declaración emitida por Francisco Antonio Rísquez, uno de los afectos al Gobierno y amigo personal de Guevara Rojas: La clausura de la universidad fue una necesidad del momento, dolorosa como una amputación, pero obligada como una medida de salud. Fue una enérgica y oportuna declaración del principio de respeto a las autoridades legales, mientras se muevan dentro de sus deberes estrictos. Fue una prueba, si hacía falta alguna, de que por los senderos espinosos de las violencias no recogen las multitudes sino heridos y desastres. Fue una alerta a los sordos y a los ciegos para que nunca olviden que si el orden impone medidas y hay fuerzas para hacerlas cumplir, no valen resistencias, ni súplicas, ni componendas. El orden es un camino que va recto a la luz.
Ante la magnitud de la medida, muchos ciudadanos expresaron sus criterios al respecto, entre otros Pedro María Morante (Pío Gil), que veía con preocupación el hecho de que muchos de los cursantes se vieran privados de sus estudios sin que el presidente Gómez y los responsables de los estudios superiores les importara en los más mínimo la pérdida de los esfuerzos estudiantiles, especialmente de los alumnos de medicina, mientras que los estudiantes de derecho que permanecieron al margen de la situación corrieron con suerte diferente. Al respecto se toma la cita que refleja la denuncia: Muchos estudiantes que ya habían terminado sus estudios, y que tenían en su patrimonio moral el derecho adquirido de optar al grado, han perdido el fruto de
137 Memoria de Instrucción Pública 1913, tomo II, p. 10.
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6 u 8 años de esfuerzos. Ni los estudiantes ni sus padres han obtenido justicia. Sucesivas representaciones que los estudiantes hicieron ante el presidente de la República no merecieron respuestas, introducidas esas representaciones ante el cuerpo soberano no cree oportuno, ni prudente, someter a consideración casos sobre los cuales el presidente de la República ha guardado un profundo silencio138.
Tan cierto era lo apuntado por Pío Gil que el Consejo Central de la Asociación, en un intento porque se restituyeran las clases durante los meses de mayo y septiembre de 1913, se dirigió a la Cámara de Diputados del Congreso Nacional solicitándo someter a consideración el estado de la Universidad clausurada. La Cámara respondió el 14 de mayo de 1913: el caso fue transferido al Ejecutivo federal por órgano del Ministerio de Relaciones Interiores y allí reposaron las solicitudes sin que jamás se les tomara en cuenta, evidenciando el deterioro definitivo de las relaciones entre el Gobierno y la Asociación General de Estudiantes. En adelante, el cierre de la Universidad se consumó definitivamente y las consecuencias no dejaron de causar considerables estragos en la comunidad estudiantil. La suspensión de actividades se prolongó hasta el lapso entre 1915 y 1916, cuando se reanudaron bajo la modalidad de escuelas independientes. Varios estudiantes se vieron en la necesidad de culminar sus estudios en la Universidad de los Andes mientras otros debieron huir estrepitosamente del país por temor a que el régimen los castigase sin piedad, y sus destinos fueron Nueva York, París y las Antillas139. Entre tanto, el ministro Diego Arreaza Monagas, por orden del presidente Gómez, se dirigió el 22 de noviembre de 1912 al rector Guevara Rojas para encomendarle la redacción de un nuevo reglamento institucional conforme a las disposiciones del Código de Instrucción Pública vigente140. La respuesta no tardó mucho tiempo en aparecer: el 17 de diciembre de ese año, Guevara Rojas presentó el proyecto de reglamento, el cual, había diseñado de acuerdo a su experiencia como rector y a algunas inquietudes expresadas por los integrantes del Consejo Universitario, para esa fecha conformado (además del rector en su condición de presidente) por los 138 Pedro María Morantes (Pío Gil), Puño de guijarro, los áulicos de palacio en 1914, p. 32. 139 Humberto Tejera, Cinco águilas blancas, pp. 32, 33. 140 Memoria de Instrucción Pública 1913, tomo II, p. 11.
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doctores Federico Urbano, José Gregorio Hernández, Agustín Aveledo y Francisco Izquierdo, quienes representaban respectivamente a las Facultades de Ciencias Políticas, Medicina, Ciencias Exactas y Ciencias Eclesiásticas141. En opinión de Guevara Rojas, los cambios más urgentes requeridos por la UCV tenían que ver con la separación de las facultades para transformarlas en escuelas independientes, idea que, al decir de Rafael Fernández Heres, provenía de las experiencias que Guevara Rojas había adquirido en la vieja Europa, inspirado en las universidades napoleónicas de Francia142. En ese sentido se inclinó a la idea de que la Escuela de Medicina debía funcionar en un edificio especialmente construido para tal fin, en las adyacencias del Hospital Vargas y del ya establecido edificio del Instituto Anatómico. La Escuela Nacional de Medicina estaría constituida por un conjunto completo de clínicas, laboratorios y anfiteatros, donde las futuras generaciones médicas venezolanas se familiarizaran con la observación y la investigación científicas, bases de la medicina moderna. Con respecto a la Escuela de Derecho y el Liceo de Ciencias Políticas, consideraba que el segundo debía permanecer en la antigua sede de la Universidad, en forma provisoria, mientras se construyera su propio establecimiento, para dejarle el terreno libre a la Escuela de Derecho, pero con la salvedad de que allí se debían acondicionar ciertos espacios que ayudarían a tener mayor alcance académico, como resultaría con la dotación de uno o dos anfiteatros de clases y de los elementos que necesitaba para mejorar su enseñanza. La organización del cuerpo profesoral debía partir del hecho de reconocer su labor como una carrera regular, honorífica y remunerada. A su manera de ver, debía regirse por un sistema real de concursos de oposición, para cerrar el paso a “…la incompetencia, estimular el estudio por la emulación lo cual es ya una ganancia positiva para todos los aspirantes”143. Siente Guevara Rojas una innegable tendencia hacia los modelos europeos que sale a relucir cuando utiliza como ejemplo el establecimiento del profesorado auxiliar o de agregación, al estilo francés. 141 Ibídem, p. 50. 142 Rafael Fernández Heres, La educación venezolana bajo el signo del Positivismo, pp. 500, 501. 143 Boletín del Archivo Histórico de Miraflores, Nº 19-21, julio-diciembre de 1962, año IV, pp. 247, 249.
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Si bien es cierto que las innovadoras ideas de Guevara Rojas tenían como meta modernizar los estudios universitarios venezolanos, también lo es que, en lo más íntimo de estas proposiciones, indudablemente predominaba su deseo de diseñar una nueva fórmula que en un futuro próximo ofreciera la posibilidad de evitar situaciones como las presentadas durante el conflicto universitario de aquel año, sin llegar a tomar medidas extremas como la clausura de 1912. Otra medida tenía como fin imposibilitar futuras protestas estudiantiles, y para ello trae a colación otro calco europeo: se trataba de la separación de facultades en escuelas independientes, ya que sí bien los estudiantes de medicina habían provocado el conflicto, también ellos, con su gran poder de liderazgo, arrastraron consigo a miembros de las demás facultades. De allí el hecho de que Guevara Rojas pensara aplicar el principio fundamental de dividir al oponente para así poderlo vencer. Con la aprobación de las reformas presentadas ante el Ministerio de Instrucción Pública, se cierra la primera etapa de la vida de Guevara Rojas como rector, aunque no todas sus proposiciones se ejecutaron. Al respecto, Ildefonso Leal señala: Parcialmente se cumplió el programa de Guevara Rojas. La Universidad Central de Venezuela, por razones académicas y políticas, quedó dividida en varias escuelas. Por decreto del 3 de abril de 1915, se creó la Escuela Práctica de Medicina; el 17 de enero de 1916 comenzó a funcionar la Escuela de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales; el 28 de octubre de 1916 se inauguró la Escuela de Ciencias Políticas, la de Farmacia tuvo lugar el 19 de diciembre de 1916 y en esa misma fecha se decretó la creación de la Escuela de Dentistería. Igualmente, se dispuso la organización de un curso de diplomacia bajo la supervisión de los ministerios de Educación y Relaciones Exteriores144.
La inauguración de la Escuela de Medicina, el 19 de diciembre de 1915, estuvo a cargo del doctor Guevara Rojas, ahora como ministro de Instrucción Pública a partir del 3 de enero de 1913, quien sentiría la satisfacción de ver cristalizada parte de su proyecto en el campo de la docencia y del cual había recibido grandes decepciones. En su discurso 144 Ildefonso Leal, “Textos históricos” en Egresados de la Universidad Central de Venezuela 1725 – 1995, tomo I, p. 57.
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inaugural celebrado en el marco del aniversario del régimen gomecista, reflejó su plena identificación con la teoría evolucionista, en rechazo a la propagación de las ideas tradicionalistas. En este sentido apuntaba: Esta escuela de medicina no ha sido creada como por un fiat bíblico, de la moda: ella es el término de un largo y complicado proceso evolutivo a la vez que el comienzo de una era nueva para el cultivo de las ciencias médicas en el país. Como los individuos y las especies, como el mundo mineral y el orgánico, como todo en el universo las instituciones evolucionan y se transforman sin cesar145.
Además de evolucionista, el galeno venezolano fue determinista y permaneció inscrito en las líneas del pensamiento positivista ya que, a juicio de Fernández Heres, como hombre de ciencia positiva concluía, al igual que Comte y el resto de su escuela, que la observación y la experimentación eran los únicos criterios para fundar la verdad de la ciencia, así como el método de enseñanza objetiva constituía el más válido procedimiento de instrucción146. En su intervención, el orador aprovechó la ocasión para referirse a los llamados alcances del Gobierno en materia de higiene pública y a la vez tocó lo concerniente al desempeño laboral y social del médico moderno, no sin antes destacar que como profesionales de la salud debían estar prestos en todo momento a expresar su máxima colaboración a todos los sectores de la sociedad según sus necesidades. Esta reflexión, sin duda alguna, estaba dirigida a tratar de concientizar a los futuros médicos para que no se repitiera la amarga experiencia que constituyó la paralización irrestricta de actividades docentes en la Facultad de Medicina como medida de presión ante el conflicto universitario. Veamos: En efecto, a causa del vasto alcance de las recientes conquistas de la higiene, especialmente en el terreno de la profilaxia de las enfermedades infectivas, el papel del médico asume en el mundo moderno un carácter social de primera importancia, hasta el punto de convertir al humilde profesional de antaño en
145 Felipe Guevara Rojas, Discurso pronunciado por el Dr. Felipe Guevara Rojas, ministro de Instrucción Pública, en el acto de inauguración de la Escuela de Medicina de Caracas, el 19 de diciembre de 1915, pp. 9, 10. 146 Rafael Fernández Heres, La educación venezolana…, pp. 505, 506.
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inmediato colaborador de los gobiernos, así en la paz como en la guerra, del comercio internacional, de la agricultura y de la industria147.
El tema de las evaluaciones de la Universidad, que tantas críticas recibió de parte de Guevara Rojas, encontró en la elocuencia del ahora ministro una palabra contundente. En adelante serían más justas, al ser aplicadas con criterios de objetividad, tal como lo regían los nuevos parámetros legales, donde los evaluados estaban en la obligación de demostrar los conocimientos adquiridos durante su avance académico. La Escuela de Medicina pondrá su mayor empeño en proporcionar a sus alumnos los conocimientos teóricos y prácticos indispensables para que afronten con probabilidades de éxito satisfactorio las pruebas exigidas por los tribunales examinadores del Estado; y para que más tarde salgan también airosos en esas otras pruebas, infinitamente más graves, a que nos someten, en el ejercicio de nuestro difícil apostolado…148
Pero este sistema de escuelas autónomas, proyecto por el que Guevara Rojas puso todo su empeño, sólo permaneció de 1912 a 1922, año en el que el doctor Rubén González asume el rectorado de la Universidad Central de Venezuela y se propuso defender: “celosamente la institución universitaria y abogó porque se le restituyeran cuanto antes las antiguas prerrogativas académicas”, siendo partidario de que “…solamente al Consejo Universitario correspondía todo lo tocante a la reglamentación de exámenes, pues, para que existiera un mundo universitario en Venezuela, la universidad no podía ser despojada de su función docente y mucho menos, de su función examinadora”149. El análisis precedente refleja claramente la indiscutible capacidad intelectual de Guevara Rojas, demostrada durante su corta carrera profesional (pues muere en 1916), tanto como rector de la Universidad Central de Venezuela como en el Ministerio de Instrucción Pública, donde realizó innovadoras reformas en el sistema educativo nacional. 147 Felipe Guevara Rojas, Discurso del Dr. Felpe Guevara Rojas…, p. 7. 148 Ídem. 149 Ildefonso Leal, “Textos históricos”, en Egresados de la Universidad…, tomo I, p. 57.
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3.2. El estudiantado frente a la maniobra continuista del general Juan Vicente Gómez: 1914 A casi dos años de clausurada la UCV, el ambiente político venezolano permanecía perturbado por los distintos acontecimientos generados a consecuencia de los arbitrarios manejos gubernamentales del presidente Gómez. La liquidación del Consejo Federal, creado en 1909 con la intención de agrupar a los poderosos caudillos militares del momento a su favor, sería una de las medidas más importantes que le garantizarían la independencia en el poder. Esta seria decisión de hacerse con el poder en forma arbitraria asombrará abrumadoramente al estudiantado que apostaba por el establecimiento del orden civil en Venezuela. Tal como lo había hecho creer el propio mandatario desde el mismo momento en que asumió el mando. De hecho, el editorialista Rafael Arévalo González propuso la candidatura de Félix Montes para el próximo período constitucional. Profesor de la UCV y padre de los estudiantes Félix y Juan, Montes contaba con la disimulada aprobación del sector estudiantil, tal como lo afirma Leonardo Carvajal cuando indica que: …era un orador consuetudinario en las celebraciones, sea de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela, sea del Liceo de Ciencias Políticas; mientras que sus hijos, Juan y Félix, durante esos años, constantemente figuraban en los consejos de redacción de la Revista universitaria, en la directiva del Liceo de Ciencias Políticas y como representantes estudiantiles ante los congresos de este tipo a los que pudo asistir la juventud universitaria…150
Sin embargo, las cartas estaban echadas: Gómez estaba claro en que sólo él debía gobernar al país en el periodo comprendido entre 1915 y 1922. Y para asegurarse el poder volcó toda su fuerza desatando una cadena reaccionaria que silenciaría al país en los años subsiguientes. Con la prisión de Arévalo González, la salida del país casi inmediata de Félix Montes y la aprehensión de Román Delgado Chalbaud, ex miembro del Consejo
150 Leonardo Carvajal, “Estudiantes universitarios y luchas político-sociales en Venezuela (19081919)” en Renate Marsiske (coordinadora), Movimientos estudiantiles en la historia de América Latina, Vol. II, p. 95.
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Federal de Gobierno y jefe de la conspiración de 1913, junto a muchos de sus compañeros fugitivos, Gómez se aseguraba el control político. Aquel panorama incierto obligó a los miembros de la Asociación General de Estudiantes a reunirse y debatir clandestinamente sobre cómo debía actuar ante las pretensiones reeleccionistas del general Gómez. En estas deliberaciones jugaron un papel preponderante las orientaciones de sus asesores intelectuales que, al no poder hacerle frente al régimen por no contar con una estructura organizativa como la que poseía el sector estudiantil, capaz de ejercer una contundente oposición al régimen, alentaban a los jóvenes a tratar de socavar las bases sobre las que permanecía el gobierno gomecista. La discreción mantenida por los jóvenes no significaba abandonar los planes que preparaba cuidadosamente el Consejo Central de la Asociación General de Estudiantes, en vísperas de celebrarse el centenario de la batalla de La Victoria en 1914. Lo importante en un ambiente invadido por la suspicacia y el espionaje gubernamental era saber hacer las cosas y, en ese momento, el estudiantado comenzaba a aprender de las recientes experiencias producto del cierre de 1912. Una invitación aparecida paradójicamente en el vocero oficial El nuevo diario el 21 de enero de 1914, aunque no expresaba en su contenido ningún tipo de información sospechosa, puede dar una idea de parte de las estrategias utilizadas por la cúpula estudiantil. En ella, el Consejo Central “convoca a los socios para una asamblea general extraordinaria” a celebrarse el “domingo 26 a las 10 am, para conocer de un mensaje que presentará el Consejo sobre asuntos de orden interno”.151 El mensaje no podía ser develado ya que inmediatamente llamaría la atención del régimen, que mantenía bajo la lupa cualquier escrito publicado en los distintos medios de la época. Sin embargo, su contenido deja mucho que decir, pues la fecha 26 de enero, próxima a la celebración de la batalla de La Victoria, y el hecho de que tratara “asuntos de orden interno” podría interpretarse como “asuntos” más bien “de orden” secreto, tal como lo ameritaba la organización de un acto de esta naturaleza. Por esta razón, en la pequeña invitación redactada por Alfredo Damirón, presidente del Consejo Central, y S. Siso R., secretario, lo menos que interesaba era sugerir que en la reunión se tejiesen opiniones
151 “Mañana Eva” en El nuevo diario, Nº 380, Caracas 21 de enero de 1914, p. 7.
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encaminadas a boicotear el plan que preparaban el general Gómez y su séquito para arraigarse en el poder. Dentro de los objetivos propuestos por los jóvenes estaban los de conquistar al estudiantado caraqueño para que se uniese al acto que en definitiva iba a ser una sorpresa para casi todos los asistentes. De hecho, la mayoría acogió el llamado de los organizadores, entre los que destacaba Gustavo Machado como uno de los más insistentes. El único liceo donde no los dejaron entrar fue en el de Dos Caminos que regentaba Núñez Ponte, quien a su vez les dio un discurso para que lo leyeran ese día en el programa conmemorativo de la batalla librada por José Félix Ribas152.
Como parte de las actividades, un grupo del Liceo Sucre informaba al Consejo Central de la Asociación sobre sus preparativos, entre los que señalaba la idea de hacer una peregrinación de estudiantes a la misma plaza donde se efectuó la batalla de La Victoria y hacer valer allí su voz de protesta153. Al día pautado concurrieron diversas personalidades: el sector oficial se hizo representar por uno de sus más grandes defensores, Manuel Díaz Rodríguez. Mientras que Gustavo Machado, representante estudiantil, luego de hacer añicos el discurso laudatorio recibido de manos de Núñez Ponte, sorprendió a los asistentes denunciando los planes continuistas de Juan Vicente Gómez. No conforme con este desafiante hecho, dos días después los estudiantes se valen del deceso, el 14 de febrero de 1914 en París, de Pablo Acosta Ortiz, admirado y respetado amigo de la causa estudiantil y enemigo del régimen, para colocar una bandera de duelo en el edificio La Francia, sede de la Asociación General, cuando Gómez regresaba “triunfante” de una de sus ficticias campañas. Profundamente desagradado, el caudillo ordenó la clausura del local154.
152 Guillermo Campos, “Un vaticinio de cumpleaños, el mundo será socialista antes del año 2000” en Juan Carlos Mariategui y otros, Gustavo Machado de oligarca a comunista, volumen II, p. 184. 153 “Centenario de La Victoria” en Revista universitaria, Nº 77, noviembre de 1913, segunda época, p. 204. 154 Horacio Murillo, “Gustavo el Machado bueno” en Juan Carlos Mariategui y otros, Gustavo Machado de oligarca a comunista, volumen I, pp. 190, 191 y 192.
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El cambio en el estilo de hacer protesta se debió fundamentalmente a la estela de espías que el régimen se había encargado de diseminar por toda la capital. La edición de dos hojas periodísticas repartidas cuidadosamente por las calles de Caracas para desprestigiar las acciones gubernamentales era parte de ese nuevo plan. El escalpelo y El republicano fueron las nuevas armas a utilizar contra el régimen. El primero fue editado por José “Pepe” Izquierdo y Pedro Elías Herrera, y distribuido por Enrique Tejera, Nicomedes Zuloaga, Juan Montes y Gustavo Machado, entre otros. Mientras que El republicano contaba con la edición de Ricaurte Olavarrieta Giménez, tenaz opositor que por ello pereció en las celdas de La Rotunda en Caracas155. Sin embargo, estas acciones no lograron hacer temblar el pulso al mandatario tachirense. Eran momentos decisivos los de 1914, y resultaba claro bajo la óptica del “jefe único” que la solución a este tipo de “bochinches” pasaba por el camino de la represión. Por ello, a tres días de haberse suscitado la protesta en La Victoria, tanto la Asociación General de Estudiantes como la Revista universitaria fueron ilegalizadas sin miramientos de ninguna especie. Sin ambos instrumentos la dirigencia quedaba completamente a la deriva. La ola de persecuciones fue arrolladora. Después del acto de La Victoria, los jóvenes permanecieron escondidos y aquellos que no pudieron huir a otros países fueron sometidos bárbaramente a prisión. El caso más palpable sería el de Gustavo Machado, quien fue apresado a los 16 años de edad, estuvo 11 meses en La Rotunda y compartió celda con dos destacados luchadores: Luis Zuloaga Llamozas y Carlos León. Importantes muestras de solidaridad recibieron los estudiantes, una de ellas provenía de Nueva York y la firmaban los venezolanos L. López Rivero, G. Bernardo Toledo, Pablo Eyzaguirre, Telésforo M. Volcán, Luis Eyzaguirre, H. E. Fortoul Hurtado, Pedro E. F. Sánchez y J. M. Ávila. En la carta, los remitentes expresaban su pleno rechazo a las acciones del régimen a la vez que mostraban su respaldo a la labor efectuada por la Asociación General durante su permanencia en el tapete público. Con su valentía, enmarcada en el martirio de las persecuciones, los estudiantes dignificaban el valor de sus jóvenes compatriotas que en el fondo desaprobaban la iniquidad y el despotismo. Para concluir, se refirieron a la repercusión que
155 Ídem.
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tendría para el país la protesta protagonizada por los jóvenes y al espíritu de confraternidad que los vinculaba con sus colegas caraqueños: Vuestra nobilísima protesta va a tener la más hermosa trascendencia porque en ella se encarna la próxima resurrección de la patria, y un definitivo escarmiento para los opresores y tiranos que la están devorando. Recibid nuestro abrazo de cordial fraternidad, como débil tributo de veneración por nuestro sacrificio, y sabed que si no hemos tenido la dicha de compartir con vosotros esa gloria, tendremos al menos la honra de preconizar siempre la forma de nuestra santa indignación ante el vilipendio de nuestra patria156.
El general José Manuel Hernández, otro viejo caudillo y potencial enemigo del presidente Gómez, mostró su solidaridad con el estudiantado desde su autoexilio en La Habana, tal como hiciera en 1912 cuando se generó el conflicto entre el rector y los estudiantes. Desde Puerto España, en una proclama dirigida “A los venezolanos” el 22 de mayo de 1914, además de alertar a sus compatriotas sobre el peligro que representaba la permanencia de Gómez en el poder, los animaba a imitar el coraje de los jóvenes157. Tanto las reflexiones de los jóvenes residentes en Nueva York como el reconocimiento de Hernández fueron conocidos por los habitantes de Caracas y causaron grandes preocupaciones a muchos. En definitiva, la Asociación General de Estudiantes fue la única organización que permaneció en pie frente a la tiranía y denunció pública y enérgicamente, en febrero de 1914, la actitud continuista del régimen. Por su parte, para el general Gómez, este acontecimiento había dejado de tener importancia a partir de la emisión del decreto de ilegalización, puesto que su interés estaba orientado hacia otra dirección: preparar las bases legales que le permitirían su perpetuación en el poder. Para ello tomó las previsiones necesarias en todos los ámbitos, como lo fue la elaboración de una nueva reforma constitucional para legalizar la usurpación. Importantes aspectos derivaron de esta carta magna, como el aumento a siete años del período presidencial y la separación de los cargos de Comandante en Jefe del Ejército y la Presidencia de la República. En aras de conservar las apariencias 156 Irene Rodríguez Gallad (compiladora), El archivo de Salvador de la Plaza, tomo I, pp. 64, 65. 157 José Manuel Hernández, “A los venezolanos” en La oposición a la dictadura gomecista. Liberales y nacionalistas, Colección Pensamiento Político Venezolano del siglo XX, tomo II, vol. I, p. 296.
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legales, la comandancia del cuerpo castrense estaría a cargo del general Gómez, mientras que Victorino Márquez Bustillo ejercería la provisionalidad presidencial más prolongada de la historia del país (1914-1922). 3.3. Resurgimiento y cierre definitivo de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela 1916-1918 Durante 1915 y 1916 se reabren los estudios universitarios en Caracas, pero no se cursarían en la antigua sede de la Universidad Central de Venezuela. Los cursos académicos se llevarían a cabo bajo la nueva modalidad de escuelas independientes, idea formulada por el rector Guevara Rojas a finales de 1912 como una forma de modernización de los estudios, a la usanza de las universidades parisinas. A partir de la idea de la descentralización de la enseñanza amparada en esta justificación, el Gobierno pretendía fragmentar la población estudiantil. Ya no habría más contacto de ideas entre el estudiantado y menos aun la posibilidad de consolidar una dirigencia gremial unificada. Sin embargo, en cierta parte los cálculos oficiales resultaron fallidos. Aun en medio de la separación, la población estudiantil no desistió a la idea de organizarse. Así, en 1918 promueven la creación de centros de estudiantes en las escuelas de Derecho, Medicina e Ingeniería ubicadas de forma dispersa en la esquina de Santa Capilla, el Instituto Anatómico en las cercanías del Hospital Vargas y la esquina de San Lázaro, respectivamente. El interés del general Gómez en mantener el control total no dejaba de impresionar a propios y extraños, pero aun así no opuso mayor resistencia al intento de reorganizar un gremio que él mismo se había encargado de desarticular valiéndose de medidas extremas. En un principio se pensó que los planes de los jóvenes bachilleres no alcanzarían a concretarse ante el estado de aislamiento en que permanecían. A esto se sumaba el limitado número de alumnos que concurría a las actividades académicas, ya que, al decir de Manuel Caballero: “…la inmensa mayoría de los estudiantes se limitaba a prepararse por su propia cuenta, con ninguna guía profesional y a presentarse a su debido tiempo ante el Consejo Nacional de Instrucción a rendir sus exámenes…”158 158 Manuel Caballero, Sobre la autonomía, reforma y política en la Universidad Central de Venezuela 1827-1958, p. 83.
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Esta situación conspiraba con la idea de reconstituir la Asociación General de Estudiantes de Venezuela, aunque en el fondo abrigaban la esperanza de alcanzar una mayor interrelación entre los disgregados compañeros. Con el propósito de motivar el espíritu de confraternidad entre ellos, publican un emotivo artículo en una nueva edición de la Revista universitaria, que ya corría por su tercera época de circulación, en el que expresan: En nuestro antiguo sistema conocíanse desde el bachillerato los que después iban a ser: abogados más o menos eminentes; médicos más o menos notables; ingenieros más o menos constructores; comerciantes y agricultores… Con el sistema actual de estudios, que si bien tiene algunas ventajas sobre el anterior (puede decirse que únicamente en lo que se refiere al sistema de control por medio de exámenes más rígidos) en cambio como se lleva a cabo en edificios y escuelas separadas pierden todas las ventajas que dijimos tenía el anterior. El remedio de esto está en manos de los estudiantes mismos y con un poco de buena voluntad sería de muy fácil realización. Bastaría para subsanar en parte sino en totalidad, la falta de estudios en común, una casa de todos, un centro de reunión, donde sino llevados por la necesidad de seguir estudios como sucedía anteriormente, atraídos por una buena biblioteca o por el simple deseo de conversar, se encontrarían otra vez los estudiantes, se opinaría, se discutiría, se argumentaría, en fin, se cruzarían ideas y juicios (o prejuicios), pero se obtendría el mismo resultado, es decir, se conocerían allí los que de otra manera después de graduados, cuando empezaron a actuar de una manera efectiva en la vida, serían extraños los unos a los otros159.
Aquí puede corroborarse de manera tácita cómo los estudiantes reflexionan sobre sus formas de organización. El primer paso tendente a cristalizar la propuesta reunificadora fue precisamente la reapertura de la revista. Esta iniciativa fue objeto de constantes presiones por parte del ministro de Instrucción Pública que llegó al punto de proferir serias amenazas a los promotores de la idea: Eduardo Arroyo Lameda, Pedro Zuloaga y Salvador de la Plaza, si se atrevían a reeditarla con el antiguo
159 “La casa de los estudiantes” en Revista universitaria, Nº 6, octubre de 1918, tercera época, p. 123.
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nombre. Pese a todo, la legendaria publicación fue nuevamente puesta en circulación en 1918. El paso siguiente sería tratar de cristalizar el anhelado proyecto de reunificación gremial que dependería de un grupo de jóvenes entre los que se encontraban: Eduardo Arroyo Lameda, Juan Ortega Lima, Moleiro Sánchez, Atiliano Carnevali, Leopoldo Ortega, Carlos Acedo Toro, José Antonio Maldonado, Gustavo Machado, Angulo Ariza y Montiel Molero, entre otros. Este equipo de decididos bachilleres jugó un papel preponderante al lado de Salvador de la Plaza, quien se planteó fortificar las células estudiantiles a partir de la reorganización del Liceo de Ciencias Políticas de Caracas, el cual presidió a partir del 3 de julio de 1917. El paso más importante, luego de la renovación de los centros estudiantiles, fue crear una unidad representativa más amplia: el Concejo Central de Estudiantes de Venezuela, que aun cuando no alcanzó pasos trascendentales como lo hizo la Asociación General, dejó por sentado el aguerrido propósito que movía a los tenaces jóvenes. Para los creadores del Concejo Central de Estudiantes era de gran importancia fortalecer el gremio y esto sólo se podía lograr mediante la incorporación de otras fórmulas al medio estudiantil. Por ello, a mediados de 1917, después de intensas reuniones con los líderes de las escuelas secundarias y el Centro de Estudiantes de Farmacia, adquieren representaciones de estos núcleos educativos que garantizan el fomento y carácter participativo y democrático de la recién estrenada corporación. Cabe destacar que el resurgir estudiantil se suscita en un momento (1917) en que el general Gómez, sus ministros y colaboradores tienen la mirada puesta en el desenlace de la Primera Guerra Mundial. Para entonces, el mandatario debió hacer uso de una confusa diplomacia que trató por todos los medios posibles de desvincularse de aquellos señalamientos pro “germanófilos” que comenzaban a circular en contra de su gobierno, por la ambigua posición de “neutralidad” asumida durante los primeros años de la gran guerra. A estas preocupaciones se sumarían los azotes mortales generados por la llegada a Venezuela de la epidemia de gripe española en 1918, la cual ocasionó un gran número de enfermos y defunciones en Caracas y otras localidades. En ambos acontecimientos se hará sentir la presencia estudiantil ejerciendo doble función: la de solidaridad con los enfermos y la de firme opositor a las políticas gubernamentales.
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Sobre los vericuetos de la política exterior gomecista y su reflejo en el orden interno, cabe destacar la manifestación pública del 15 de noviembre de 1918, cuando un numeroso grupo de personas de distintas profesiones y oficios salió a las calles de Caracas con la excusa de celebrar el cumpleaños del rey Alberto de Bélgica. Pero en realidad, la concurrencia tenía por finalidad mostrar simpatía por el triunfo de los países aliados y el rechazo a las fuerzas alemanas. Mientras transcurre el inusual desfile, los marchantes, entre los que se encontraban escritores, periodistas, estudiantes y ciudadanos de a pie, transitaron por las embajadas de los países aliados: Francia, Inglaterra, Bélgica y Estados Unidos, mostrando su alegría por el fin del conflicto. Pero esto no se quedó allí. La idea central de los participantes era concentrarse en la plaza Bolívar de Caracas en donde los oradores iban a proclamar sus anhelos porque la nueva organización del mundo estuviera cimentada en las normas del derecho y la justicia. No obstante, el cierre del acto en la plaza fue frustrado. Dos días antes de realizarse la manifestación, el general Gómez ya estaba informado al respecto y al hacer uso de la precaución que lo caracterizaba, puso al tanto de la situación a Márquez Bustillos y a renglón seguido le indica que ordene a Delgado Briceño, gobernador del Distrito Federal, tomase las medidas necesarias para disolver la protesta160. Pero la fuerza policial no logró impedir los discursos pronunciados en la legación belga, pronunciados por Gonzalo Carnevali, Jorge Luciani, Andrés Eloy Blanco y Rodolfo Moleiro. En el caso de Gonzalo Carnevali, representante del Liceo de Ciencias Políticas, se limitó tan solo a repartir halagos al representante belga en los que reconocía el valor y heroísmo de sus gobernantes. Pero si aquí sobresalió la bondad del orador, en otras piezas el contenido fue más directo, expresando enfáticamente el rechazo estudiantil al despótico gobierno gomecista, además de criticar duramente sus ambiguas posturas sobre la cuestión de la guerra mundial. Una de aquellas exposiciones fue recogida por el historiador Manuel Caballero, destacando lo siguiente:
160 Boletín del Archivo Histórico de Miraflores, Nº 107-108, abril-diciembre de 1979, año XXI, p. 111.
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Liberal, demócrata en la real acepción del concepto (…) ha sido (…) más que el jefe, un verdadero padre del infortunado pueblo belga; para ejemplo y enseñanza de algunos conductores de Estados, egoístas y torpes, que olvidan cobardemente sus deberes en los momentos de peligro, se alejan de él y dejan al pueblo entregado a sí mismo, cuando debieron estar a su lado para fortalecerlo con su presencia y para aliviarlo con su ayuda161.
La indignación del general Gómez al enterarse del contenido de este mensaje debió haber sido indescriptible, más aún cuando durante su gestión pocas personas se habían atrevido a expresarse en su contra de forma tan frontal. De manera que no le faltaban razones para encarcelar a los inoportunos manifestantes, pero sabía que debía actuar con prudencia. Desde 1917, su aparente neutralidad había comenzado a ser cuestionada tanto dentro como fuera del país, luego que se comenzara a observar ciertas muestras de intolerancia hacia las manifestaciones a favor de los países aliados, como sucedió con la orden de supresión del conocido medio periodístico El fonógrafo del Zulia, al intentar organizar una edición impresa en Caracas162. Sin duda alguna la “germanofilia” del general Gómez no podía ser más clara. A la manifestación del 15 de noviembre de 1918 se sumarán poco después las acciones humanitarias del Concejo Central de Estudiantes, encaminadas a contrarrestar la temible pandemia española. Según documentación de la época, dicha enfermedad entró a Venezuela por el puerto de La Guaira, tal como sucedió con la entronización de la peste bubónica durante 1908. De hecho, los primeros casos fueron detectados en las poblaciones adyacentes al puerto, cuando escasamente habían transcurrido los primeros días de octubre de 1918. En los días sucesivos, el nivel de infectados por la epidemia aumentó vertiginosamente, al punto de extenderse en tiempo record a muchas regiones de Venezuela. Alarmados por el alcance de la enfermedad y al no ver fluir las medidas gubernamentales, los estudiantes agrupados en el Concejo Central tomaron la delantera a los entes oficiales y comenzaron a ejercer una loable labor que luego será reconocida como un gesto de valor encomiable, no 161 Manuel Caballero, Gómez, el tirano liberal, p. 164. 162 Ibídem, p. 168.
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por las autoridades gubernamentales sino por la sociedad caraqueña. Según Dora Dávila, la tardía reacción del Gobierno se debió a dos aspectos muy importantes. El primero se evidenció por las diversas reacciones sintomatológicas expresadas por los pacientes, que dificultaban la posibilidad de diagnosticar con precisión la gravedad del mal. La otra razón se debió al empeño de las autoridades en mantenerse optimistas frente a la amenaza del flagelo asumiendo “…giros de complacencia para con el rehabilitador de la nación…”163 En ese sentido, hubo un ente público que actúo con diligencia: el Hospital Vargas, desde cuyo laboratorio se detectó formalmente el primer caso de la enfermedad el 17 de octubre. El informe que dirigió el funcionario M. Herrera al inspector general de hospitales civiles del Distrito Federal, el 30 de noviembre, daba cuenta de la difícil realidad que tuvo que enfrentar el Hospital a pocas horas de haberse comprobado la existencia de la enfermedad y de los titánicos esfuerzos de su personal, llegando en algunos casos a la pérdida de sus propias vidas a consecuencia de la epidemia. En ese sentido, puede verse lo señalado por Herrera cuando sostene: …la súbita aparición del mal, y la casi nula preparación para combatirlo en la población, hicieron que este hospital fuera, en los primeros días del flagelo, el único centro de asistencia y recursos con que pudieran contar los muchos menesterosos de la ciudad y de los alrededores. Tanto es así, que desde el 18 de octubre retropróximo día en que se organizaron cuatro salones por orden de la gobernación (2 para hombres y 2 para mujeres). Éstos fueron colmados por ciento veinte pacientes muchos de ellos ingresados en estado grave. Hasta aquí la lucha hubiera sido ardua y llevadera, pero, hacia fines del mismo mes, la recrudencia (sic) insólita del mal postró en cama no solamente el mayor número de los asilos anteriormente, sino que imposibilitó casi todo el personal facultativo y económico del establecimiento164.
Al tiempo que transcurrían los hechos descritos, en las calles de Caracas se veía traducido el lamentable panorama de montones de cadáveres.
163 Dora Dávila, La gripe española de 1918, p. 5. 164 Exposición que el gobernador del Distrito Federal presenta al Consejo Municipal en 1919, de sus actos en 1918, sección documentos, p. 181.
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En poco tiempo la falta de alimentos y medicamentos contribuyó a causar mayores estragos, debido a que parte de las medidas de seguridad incluían la restricción de la libre circulación en las alcabalas con el propósito de evitar que la enfermedad se propagara a otras zonas. Vale acotar que no solamente el temor a la enfermedad fue sentido en las comunidades afectadas. Esto también atemorizó al mandatario venezolano, al punto de que con antelación se había trasladado a San Juan de los Morros huyendo de la pandemia. Aun así la influenza golpeó con los tentáculos de la muerte a su círculo familiar, cobrando una víctima más: pocas horas fueron suficientes para que el mal acabara con Alí Gómez, su hijo predilecto. Consternados por los alarmantes resultados de la influenza, el estudiantado concentrado en el Concejo Central de Estudiantes se abocó a prestar su auxilio a los más necesitados en virtud de su tradicional vocación de servidores sociales. La labor desarrollada por la institución estudiantil estuvo coordinada a través de la renovada Cruz Roja Venezolana, dirigida desde 1909 por la propia Asociación General, con la intención de atender cualquier posible catástrofe. De hecho, la reactivación de la Cruz Roja fue producto de la emergencia higiénica y lo que …no se previó hubo que improvisarlo y bien hicieron los estudiantes al acogerse a esa bandera, que siempre se ha visto flotar, ignorando el peligro, en todos los lugares, donde la miseria es mayor, donde la población es más densa, a donde no van los que hacen el bien; no pierden el tiempo en trámites inútiles, entre los estudiantes no hay jerarquías, no se necesita permisos, no se reciben ordenes sino de los necesitados que piden auxilio165.
Lo expresado no se quedaría en papel: el compromiso asumido por el bachiller José Antonio Maldonado, presidente del Concejo Central de Estudiantes, se propagó entre la mayoría de sus colegas que luego se sumaron a la lucha contra la enfermedad. Con el hecho de haberse conformado en equipo de trabajo, los estudiantes dieron una lección de organización al Poder Ejecutivo, que en los primeros días permaneció perplejo sin saber qué hacer, más esta organización fue tan racionalizada que dio sus pasos más 165 “Cruz Roja Venezolana. Concejo Central de Estudiantes, reglamento” en Revista universitaria, Nº 7, noviembre de 1918, tercera época, pp. 315, 316.
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importantes regida a través de un reglamento, creado por los estudiantes con la intención de ejecutar un trabajo orientado en la disciplina y el orden. El trabajo estuvo organizado con base en una exitosa plataforma publicitaria de la que luego surgieron grupos de colaboradores que no sólo brindaron importantes donativos económicos, sino que además ofrecieron sus servicios voluntarios a las desamparadas barriadas de la ciudad. Entre las contribuciones recibidas en el edificio del Concejo Central llamaban la atención las provenientes de representantes del comercio local y las legaciones diplomáticas radicadas en Venezuela166. Las actividades efectuadas por el estudiantado fueron variadísimas y para ello contaron con una improvisada pero muy efectiva estructura organizativa que operaba alrededor de un dispensario instalado en Tienda Honda, regentado por Alfredo Jahn, hijo. A la disposición de los jóvenes que procuraban paliar el pesar de los enfermos también se sumaron las integrantes de la Sección de Damas de la Cruz Roja que funcionaba en la sede del Liceo de Ciencias Políticas, encargándose de la selección de medicinas y el empaquetamiento de alimentos. El 28 de octubre de 1918, cuando los entes oficiales firman el decreto de la creación de la Junta de Socorros que se instalaría al día siguiente, habían transcurrido once días de la aparición de la terrible enfermedad, días en que la fatalidad había hecho su entrada por el puerto de La Guaira y los únicos que rápidamente se solidarizaron con los afectados fueron los estudiantes universitarios. A partir de ese entonces puede verse que el trabajo realizado por los jóvenes se trató de neutralizar sin que en ningún instante se reconociera sus heroicas acciones. La Junta de Socorros estaba formada por destacadas personalidades de la sociedad caraqueña, entre los que se encontraban Felipe Rincón González, arzobispo de Caracas, quien actuaría en calidad de presidente; Vicente Lecuna, primer vicepresidente; Santiago Vegas, segundo vicepresidente; Jesús M. Herrera Mendoza, tesorero; H. Pérez Dupuy, subtesorero; además de Rafael Lovera Requena, Francisco Antonio Rísquez y Luis Razetti en calidad de vocales, y de Ángel Arráiz, secretario. La dirección técnica de la Junta estuvo a cargo de Luis Razetti, secretario perpetuo de la Academia Nacional de Medicina. Una vez instalada, 166 “Notas. El Concejo Central de Estudiantes de Venezuela y la Cruz Roja Venezolana” en Revista universitaria, número extraordinario, noviembre de 1918, tercera época, p. 183.
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el Ejecutivo Nacional, por intermedio de la Oficina de Sanidad Nacional, la dotó de los recursos económicos indispensables para su debida actuación. También las donaciones percibidas por comerciantes y representantes diplomáticos de otros países constituyeron parte de esta logística. Además de los recursos metálicos la Junta contó con un nutrido capital humano: se nombraron comisiones de médicos que luego se distribuirían en las distintas parroquias, en los denominados hospitales de aislamiento. En los dispensarios parroquiales, compartían el trabajo con las Hermanas de la Caridad, las Hermanas de San José de Tarbes y otros colaboradores excepcionales del colectivo. Esta labor se extendería pronto a otros lugares del país. Los centros de salud fueron dotados de alimentos y de medicinas empaquetados en el antiguo edificio de la UCV, mediante la presentación de boletos elaborados por la Junta para el debido control. También funcionaron servicios especiales de cocinas populares dirigidos a ofrecer alimentos a personas en pobreza extrema. Impresionaba ver cómo los más mínimos pasos del sector oficial eran comunicados por la prensa diaria por medio de la Oficina de Sanidad Nacional y su vocero oficial, la Academia Nacional de Medicina, y cómo en ningún momento se reconoció la supremacía del estudiantado en lo que significaba la atención a los más necesitados durante los primeros días de la influenza. Ni siquiera por el hecho que muchas veces la Junta de Socorros hizo uso de las unidades de transporte coordinadas por la Cruz Roja, activada por los propios universitarios. En tal sentido, llama la atención un artículo publicado en el periódico La lira, el 19 de noviembre de 1918, en el que se reconoce la labor gubernamental, pero sin dejar de indicar “…la acción inicial del Centro de Estudiantes de Venezuela…”, como se aprecia a continuación: Puede afirmarse que nunca sintió Caracas un tan cruel flagelo como éste que sufrimos con la actual epidemia de gripe, que por fortuna ya empieza a declinar, gracias a la actividad con que la ciudadanía entera se ha aprestado a combatirla. Es lo cierto que la mortalidad ha decrecido por la virtud de las medidas adoptadas, entre ellas, la principal, el suministro de medicinas y víveres con que ha contribuido el gobierno nacional al erogar para ello fuertes cantidades de dinero, como por la acción inicial del Centro de Estudiantes de Venezuela al establecer la Cruz Roja Venezolana, el concurso de las colonias extranjeras,
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el de diversas corporaciones y el de los particulares altruistas y pudientes. La Sociedad de Ciencias puede estar orgullosa de su acción en el proceso del azote morboso que hemos presentado, muy particularmente de la iniciativa de los estudiantes de Venezuela para los cuales jamás había suficiente palabras de reconocimiento. En ellos está la fuerza y la esperanza de la patria y hay que hacerles justicia167.
Aquel reconocimiento no inhibió la ejecución de certeras maniobras destinadas a opacar la iniciativa estudiantil. En efecto, poco tiempo después, por disposición oficial se restó legalidad al funcionamiento de la Cruz Roja nacional, pese a la destacada actuación cumplida durante el azote de la gripe española. La discordia fue aumentando cada día y, por ello, en adelante empeoraron las cosas, como Federico Álvarez señala a continuación: El gobierno cuestiona la legalidad de la Cruz Roja y el rector Rísquez adopta una posición débil y ambigua. Los estudiantes palpan el descontento general y empieza a hacer los primeros contactos con oficiales jóvenes. Así surge la conspiración que encabezaba el capitán Luis Rafael Pimentel (instructor de artillería) y Luis Rescaniere. Un grupo grande de civiles se une a la conspiración. Se cuenta con el poderío de la artillería para suspender al gobierno. Pero se produjo una delación y todo fue al fracaso168.
Esta situación llevó a la dirigencia estudiantil a tomar el camino de la insurrección; de allí la súbita alianza sellada con un grupo de jóvenes oficiales descontentos, encaminada a preparar una conspiración cívicomilitar debelada el 15 de enero de 1919. En este movimiento tuvieron activa participación Pedro Manuel Ruiz, el capitán Luis Rafael Pimentel, el comandante Manuel María Aponte, los bachilleres Gustavo Machado, Salvador de la Plaza, Pedro Zuloaga, Jorge Luciani y Jesús Corao, además de pequeños comerciantes e intelectuales como Pedro Manuel Ruíz, Antonio José Calcaño, Leopoldo Torres, dueño de la sastrería donde se reunían para preparar los actos, Avelino Martínez y Leoncio Martínez (Leo), además de
167 “La epidemia gripal” en La lira, Caracas 19 de noviembre de 1918, pp. 2, 3. 168 Federico Alvarez, “Gustavo Machado: Gómez no nos derrotó, nosotros fracasamos” en Juan Carlos Mariategui y otros, Gustavo Machado de oligarca a comunista, Volumen II, p. 169.
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Francisco Pimentel (Job Pim), Ramón Francisco Calcaño y Rafael Machado, entre otros. Todos ellos perseguían un mismo fin: derrocar a Juan Vicente Gómez, ya con diez años de predominio gubernamental169. Cabe aclarar que los estudiantes no actuaron bajo la representación de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela, por cuanto el gremio aun no se había organizado del todo. Pero sí lo hacían desde el punto de vista ideológico: al revisar los últimos documentos de la dirigencia durante los días finales de la Revista universitaria se mantenía latente el ideal de la corporación, el cual era invocado frecuentemente como se puede ver en la edición de diciembre de 1918. “…la Asociación ha sido y continuará siendo el elemento joven e idealista que trabaja por la perfecta realización de los ideales de libertad y de justicia”170. Por su parte, el número de los militares alzados estuvo conformado por un total de dieciséis efectivos, entre capitanes, tenientes y subtenientes, bajo la jefatura de Luis Rafael Pimentel, ubicados en los principales cuarteles capitalinos del Mamey, el San Carlos, el Cuño, el Hoyo, Palos Grandes y La Planta, guarnición construida para el resguardo de la aledaña Villa Zoila. Pimentel, formado en primera instancia en la Escuela Militar de Venezuela, donde alcanzó el grado de subteniente de artillería, completó su formación beneficiado por una beca en la Escuela de Chorrillos en Perú, regentada por misiones francesas. Allí alcanzará el grado de capitán y al regresar experimentará la frustración de que sus ideas adquiridas no contaran con la venia del estamento militar, el cual, controlado convenientemente por el general Gómez, impedía todo intento de aplicación de propuestas renovadoras, interpretadas por el jefe de la causa rehabilitadora como una amenaza a la continuidad de su gobierno171. Cecilia Pimentel, hermana del jefe de la conspiración, ilustra los motivos que llevaron a los jóvenes militares a rebelarse: …jóvenes militares, compañeros de Luis [Pimentel] que como él tascaban el freno, pero tenían conciencia del estado deprimente a que había llegado el ejército
169 Cecilia Pimentel, Bajo la tiranía 1919-1935, p. 19. 170 “La Asociación General de Estudiantes de Venezuela” en Revista universitaria, Nº 8, diciembre de 1918, tercera época, p. 322. 171 Cecilia Pimentel, Ob. Cit., p. 17.
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bajo el régimen de barbarie de Juan Vicente Gómez y se sentían responsables por su pasividad, urgieron de común acuerdo a Luis para que asumiera la dirección de un complot militar que, secundado por civiles, devolvería al ejército y a Venezuela la dignidad perdida. A ninguno movía la ambición de alcanzar la presidencia…172
Las razones señaladas no dejaban de reflejar la realidad, pues en verdad el desempeño del aparato militar estaba al servicio incondicional del general Gómez quien lo utilizaba para reprimir a sus opositores. De hecho, los integrantes de la conspiración fueron objeto de este mismo temor que inspiraba el régimen. Esta fue la razón principal que indujo al oficial José Augusto Piñero, encargado del cuartel Mamey a no llevar a buen término los objetivos conspirativos que le habían sido encomendados. Por el contrario, invadido por el temor, procedió a delatar el plan esa misma noche.173 Como resultado, la ira gubernamental nuevamente se volcaría sobre sus enemigos y para restaurar la “tranquilidad” se emitieron órdenes firmes y precisas para detener a los capitanes Luis Rafael Pimentel y Miguel Parra Entrena, y los sub-tenientes José Agustín Badaracco y Pedro Bustamante, mientras el resto sería apresado en los días sucesivos. Los suplicios y privaciones impuestas por Nereo Pacheco –dice Gustavo Machado, quien servía de enlace a los civiles junto a Salvador de la Plaza con los militares implicados– acabaron en menos de un año con ocho de los 16 oficiales comprometidos, y los siete supervivientes lograron la libertad en 1921. Que yo sepa, sólo queda vivo el teniente Betancourt Grillet (…) hace pocos meses, en febrero, murió el capitán Argimiro Orellano. Yo salí clandestinamente del país en ese mismo año…174
Salvador de la Plaza, quien también resultó ileso de las horrendas torturas ordenadas por el general Gómez y dirigidas por su hijo José Vicente, reafirma la mayoría de las muertes, ejecutadas por Nereo Pacheco quien,
172 Ibídem, p. 19. 173 Ibídem, p. 20. 174 Dámaso Rojas, “Las memorias de Gustavo Machado” en Juan Carlos Mariategui, Gustavo Machado de oligarca a comunista 1914-1974, Vol. I, p. 214.
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en su condición de cabo de presos de La Rotunda, se encargó de impedir el acceso de alimentos a las celdas y, para complementar el proceso de inanición en los implicados, suministraba dosis de veneno para acelerarles la muerte175. Los planes de la conspiración, preparados durante diciembre de 1918, iban a la par con los últimos intentos que harían los integrantes del Concejo Central por reorganizar al grueso de la masa estudiantil a la sombra de lo que había sido, hacía cuatro años atrás, la Asociación General de Estudiantes de Venezuela. Entre los encargados en hacer posible la refundación de la institución estaban, por el Liceo de Ciencias Políticas: Salvador de la Plaza, Gustavo Machado, Pedro Zuloaga y Santiago Siso R. Por el Centro de Estudiantes de Medicina: Miguel Zúñiga, Pedro Blanco Gásperi, Martín Vegas y N. Cuencas. Los representantes del Centro de Estudiantes de Ingeniería fueron José Antonio Maldonado, Manuel Silverio, Guillermo Pardo Soublette y Nicolás Rolando. En un artículo aparecido en la Revista universitaria titulado “La Asociación General de Estudiantes de Venezuela”, el 18 de diciembre de 1918, se daba cuenta de los avances alcanzados por la Asociación General de Estudiantes de Paris y los cambios logrados en el sistema de estudio francés, los cuales eran comparados con las desmejoras sufridas por los estudios universitarios en Venezuela a partir de la creación de las escuelas independientes introducidas por Guevara Rojas. En efecto decían que “…la evolución de nuestro sistema de estudios ha sido inverso a lo efectuado en Francia, pues ésta hasta 1875 tuvo colegios, facultades y escuelas separadas, y luego fueron fusionándose hasta llegar a lo que se consideró más perfecto, la universidad”176. Más adelante, rememoraron en cierta forma parte de las palabras contenidas en el manifiesto dirigido “Al prefecto de Caracas”, el 20 de febrero de 1914, cuando protestaban por la clausura del gremio, pero esta vez tratan de demostrar que el espíritu de la Asociación se mantenía vivo a pesar de haberse pretendido borrar de los espacios académicos:
175 Irene Rodríguez Gallad (compiladora), Ob. Cit., pp. 67-68. 176 “La Asociación General de Estudiantes de Venezuela” en Revista universitaria, Nº 8, diciembre de 1918, tercera época, pp. 321, 322.
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La Asociación de Estudiantes no había muerto para ningún estudiante de corazón; fue siempre escuela de todas las virtudes ciudadanas necesarias para la patria como lo soñaron los libertadores. La Asociación ha sido siempre y continuaría siendo el elemento joven e idealista que trabaja por la perfecta realización de los ideales de libertad y de justicia.177
Seguidamente los centros estudiantiles presentaron públicamente un proyecto aceptado previamente por el Concejo Central de Estudiantes, en su sesión del 18 de octubre de 1918, encaminado a reorganizar la Asociación y en el que indicaban las condiciones a las que debían someterse los distintos centros que componían o querían formar parte del Concejo Central. Sin embargo, el clima político reinante luego del fracaso de la insurrección militar imposibilitó concretar la legítima aspiración del estudiantado. De hecho la conformación de la Asociación aspirada por los jóvenes no se llegó a cristalizar por el temor a ser víctimas de la salvaje represión. De ahí que en la práctica sólo funcionaron de forma solapada en los distintos centros estudiantiles pero sin llegar a tener ningún efecto de combatividad hasta 1928.
177 “La Casa de los Estudiantes” en Revista universitaria, Nº 8, diciembre de 1918, tercera época, pp. 362, 363.
Capítulo IV Conclusiones
Luego de la presente investigación, se ha llegado a las siguientes conclusiones: •
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La Asociación General de Estudiantes de Venezuela fue pionera en organizar al estudiantado en torno a la consecución de propósitos sociales y políticos en el sector universitario, bajo un esquema de trabajo basado en la disciplina y la identificación de intereses comunes y representando un legado de importante valor histórico para las futuras generaciones. La dinámica asumida por la Asociación General no calzaba en los moldes tradicionales de los escasos gremios organizados para la época. Sus integrantes no sólo se remitieron a defender los intereses particulares de sus integrantes sino que extendieron su radio de acción hacia otras reivindicaciones, que involucraban la exigencia de cambios en las estructuras políticas, económicas y sociales del país. Los integrantes de la Asociación General se dedicaron a organizar actividades socioculturales orientadas a promover la participación y la confraternidad entre el estudiantado y la colectividad en general. Entre ellas destacan la redacción y edición de la Revista universitaria, órgano divulgativo de las ideas estudiantiles, así como también congresos, veladas y conferencias
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en los cuales se trataba de establecer una relación cada vez más estrecha entre la masa estudiantil y la sociedad caraqueña. El interés por promover la organización de las inquietudes estudiantiles se fue materializando con mayor fuerza a partir de 1906, al fundarse el Liceo de Ciencias Políticas de Caracas, de donde surgiría la idea de crear en 1909 la Asociación General de Estudiantes para agrupar a un mayor número de alumnos que pudieran exigir, además de sus derechos, la aplicación de políticas justas al gobierno de turno a fin de favorecer a toda la población. La disposición del estudiantado hacia la participación en la vida política del país se había hecho evidente por mucho tiempo, desde los tiempos heroicos de la independencia. Una vez más, los estudiantes se anotarán en la vanguardia al protagonizar, junto a otras fuerzas sociales, las jornadas que llevaron al desconocimiento del general Cipriano Castro en 1908. Entre los paradigmas más determinantes que irrumpieron las fronteras venezolanas y lograron ejercer un verdadero impacto en la juventud, estaban en primer lugar las emergidas de la filosofía positivista. En segundo lugar, pero igualmente significativas se cuentan las premisas profesadas por importantes pensadores latinoamericanos que también fueron influenciados por los cambios de estructuras mentales suscitados en Europa. Estas ideas eran claras y precisas y trataban de despertar en el colectivo el deseo de participación y de lucha en la defensa de sus derechos. Desde su aparición, la Asociación General de Estudiantes contó con un medio difusor de sus propósitos: la Revista universitaria, la cual llegó a ser de gran importancia no sólo para su proyección como ente representativo del gremio estudiantil, sino como agente de la cultura venezolana. La publicación se convirtió en pionera y única en su estilo en la historia de Venezuela y su circulación logró mantenerse por largo tiempo al servicio del estudiantado. Luego de producirse el ascenso de Juan Vicente Gómez a la presidencia de la República en 1908, se produce una tregua entre
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los universitarios y el nuevo gobierno que se verá resquebrajada cuando Felipe Guevara Rojas, rector de la Universidad Central de Venezuela, pretendió introducir modificaciones en la estructura académica. El enfrentamiento implicó una alianza entre profesores y estudiantes contra el rector, lo que llevó a la orden de clausura el 1 de octubre de 1912. Este hecho se constituyó en el punto de quiebre entre los universitarios y el general Gómez. Ante las pretensiones continuistas del presidente, la Asociación General de Estudiantes fue uno de los grupos sociales y políticos acallados por el giro absolutista del gobierno rehabilitador, que en principio había contado con el beneplácito de las fuerzas vivas de la sociedad, entre ellas el estudiantado caraqueño. Consolidado en el poder en 1916, Gómez no opuso mayor resistencia ante los intentos reorganizativos que confluyeron en el Concejo Central de Estudiantes de Venezuela, como suerte de heredera de la precedente. Sin embargo, este esfuerzo colectivo no rendiría mayores frutos ante el aislamiento producto del seccionamiento a que fue sometida la UCV en varias escuelas independientes, a partir de 1915, y el limitado número de alumnos que concurrían a las actividades académicas. El indiscutible protagonismo ejercido por la dirigencia estudiantil durante los primeros años del gobierno de Juan Vicente Gómez marcó pauta por su ejemplo de constancia y capacidad de organización, aun en medio de situaciones adversas y peligrosas. Impresiona ver que pese a la orden de clausura de la Asociación General en 1914, esto no impidió que el espíritu de la institución siguiera inspirando a las nuevas generaciones. Así lo demuestra el resurgir de las células estudiantiles entre 1915 y 1916 y la intensificación de su función social, sobre todo en 1918 durante la epidemia de gripe española que azotó a Caracas. De acuerdo con los datos analizados, se puede concluir que, desde su creación, los integrantes de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela dirigieron gran parte de sus acciones a cumplir una función social y académica. Esa doble función les permitió ganarse una aureola de respeto y consideración dentro
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de la sociedad, los cuales llegaron a su máxima expresión cuando el estudiantado caraqueño asumió la iniciativa de dirigir las ayudas humanitarias a los afectados por la pandemia gripal de 1918.
Apéndice Documental
Documento Nº 1 ESTATUTOS Y REGLAMENTOS DE LA ASOCIACIÓN GENERAL DE ESTUDIANTES DE VENEZUELA (Extractos) TÍTULO PRELIMINAR la asociación, su organización, su carácter y sus fines Artículo 1º: La Asociación General de Estudiantes de Venezuela es la unión de los estudiantes de la República. Artículo 2º: Esta Sociedad se propone realizar la asociación de todos los estudiantes del país, con el fin de estimular y perfeccionar los estudios universitarios y el mutuo auxilio de sus miembros, estableciendo para ello bibliotecas, conferencias, veladas y recreos especiales; todo lo que contribuya al enlace internacional de los estudiantes y a la defensa de los intereses estudiantiles. TÍTULO I de la manera de cumplir los fines de la asociación
Artículo 3º: La Asociación para el cumplimiento de los fines que se propone, tendrá medios de acción adecuados, que se pueden considerar como ventajas morales e intelectuales y ventajas materiales ofrecidas a sus miembros.
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Willmen Ortega sección iª
Revista Artículo 6º: La Asociación tendrá una revista que saldrá en Caracas, y que será su órgano oficial. Artículo 7º: El Concejo Central organizará el manejo y funcionamiento de la Comisión por un reglamento especial. sección iii
De las conferencias Artículo 20º: Los Concejos organizarán con la mayor frecuencia posible conferencias públicas o privadas. Artículo 21º: Estas conferencias serán leídas por miembros de la Asociación o personas extrañas que designen los Concejos, y versará sobre temas científicos o literarios. sección iv
De los concursos Artículo 22º: Los Concejos procurarán organizar con la mayor frecuencia posible, concursos generales para todos los miembros de la Asociación, o especiales para alguna facultad solamente, que versarán sobre temas científicos, artísticos, literarios y humorísticos. capítulo
2º
ventajas materiales
Artículo 25º: La Asociación ofrecerá a sus socios de número las ventajas materiales siguientes. 1ª Las franquicias y reducciones especiales que acuerden a la Asociación empresas industriales, de comercio o de espectáculos públicos. 2ª Las fuentes de toda índole, banquetes, etc., que organizarán los Concejos con la mayor frecuencia posible. 3ª Las demás ventajas que organicen los Concejos.
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TÍTULO II de los socios
capítulo 1º Artículo 29º: Serán socios de Número: Los estudiantes de cualquier facultad en la Universidad Central y Escuelas de Enseñanza Científica Superior, anexas a esas facultades y los de bachillerato de la misma y de los colegios, siempre que sean mayores de diez y seis años. No se atiende a los sexos. Artículo 30º: Serán socios de Mérito: Los de número o las personas extrañas que hayan prestado valiosos servicios a la Asociación. Artículo 31º: Serán socios Honorarios: Las personas que, siendo ajenas a la Sociedad, merezcan esta distinción. Artículo 32º: Serán socios Correspondientes: Los estudiantes de otros países a quienes se otorgue la calidad. capítulo
3º
derechos y deberes de los socios de número
Artículo 39º: Los socios tendrán todos los derechos reconocidos en los estatutos, y los que puedan corresponderles por los acuerdos y disposiciones legales de los Concejos. Artículo 40º: Estarán obligados a respetar y cumplir estos estatutos, los reglamentos y todos los acuerdos legales de los Concejos. Deben además contribuir a todo lo que moral o materialmente redunde en beneficio de la Asociación y pagar las siguientes cuotas: 1ª B 2 al ser admitido. 2ª B 1 como cuota mensual y 3ª B 1 cada semestre para fomento de la biblioteca. S único. En ningún caso serán obligados a pagar contribuciones extraordinarias que no hayan sido votadas por la Asamblea General.
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TÍTULO III de la organización de la sociedad capítulo
1º
las secciones
Artículo 46º: Para el logro de su objetivo la Asociación se dividirá en Secciones correspondientes a la división política actual, cada una de las cuales será regida por un Concejo residente en la Capital del Estado. En Caracas, la Capital de la República, residirá el Concejo Central. capítulo
2º
las asambleas
Artículo 51º: Anualmente, el 28 de octubre, se reunirán sin previa convocatoria, en Caracas y en cada una de las Capitales de las respectivas Secciones, Asambleas Generales, a las que deberán asistir todos los miembros de la Asociación que se encuentren en el lugar de la reunión. sección 2ª El Concejo Central Artículo 67º: El Concejo Central es la suprema dirección de la Asociación y el representante de ella, con facultad para actuar en su nombre dentro de los límites señalados por los estatutos. Artículo 68º: El Concejo Central, tiene además el carácter de Concejo Seccional del Distrito Federal; y como tal tiene las atribuciones que a dichos Concejos corresponden. Artículo 69º: El Concejo Central se compone de los delegados de los diversos grupos estudiantiles elegidos por votación directa. Artículo 77º: El Concejo Central elegirá de su seno, un presidente, dos vicepresidentes, un tesorero, un secretario de Actas, un secretario de Correspondencia y un bibliotecario.
De las atribuciones del Concejo Central Artículo 82º: El Concejo Central tendrá las atribuciones siguientes: a.- Dirigir la marcha de la Asociación y representarla en todos los actos o negocios en que esté integrada. b.- Administrar sus fondos con todas las facultades de una plena administración.
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c.- Disponer a título oneroso de sus bienes muebles y de inmuebles que pueda adquirir la Asociación; pero no en este caso, la disposición no será válida mientras no sea aprobada por la Asamblea General. d.- Adquirir toda clase de bienes, a nombre de la Asociación; pero la adquisición de inmuebles solo será válida después de aprobada por la Asamblea General. e.- Ejecutar todas las disposiciones de la Asamblea General. f.- Todas las demás atribuciones que le confieren los estatutos y reglamentos de la Asociación. Dado, firmado y sellado en el Salón de Sesiones de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela, en Caracas a los 28 días del mes de octubre del año de 1910. Por la Asamblea General, El presidente, J. R. Risquez. Los secretarios, Eduardo Arroyo Lameda. Gustavo Herrera.
Tomado de: Estatutos y reglamentos de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela. Caracas, Tipografía Americana, 1911.
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Documento Nº 2 EL CONCEJO CENTRAL DE LA ASOCIACIÓN GENERAL DE ESTUDIANTES DE VENEZUELA Considerando: 1º Que la permanencia del doctor F. Guevara Rojas en el desempeño del Rectorado de la Universidad Central es incompatible con la buena marcha de este Instituto, por motivo de las desavenencias existentes entre el citado doctor y los profesores y estudiantes; 2º Que en ocasión oportuna le fue elevada al doctor Guevara Rojas, por inmensa mayoría de estudiantes, la formal renuncia del cargo que desempeña, sin que hasta la fecha se haya recibido la consiguiente respuesta. Dispone: 1º Declarar oficialmente la huelga de los estudiantes, quienes se abstendrán de asistir a las clases que se efectúan en la Universidad, en tanto dure el doctor Guevara Rojas en el desempeño del Rectorado; 2º Reprobar todo acto violento o que entrañe desorden por parte de los universitarios en el cumplimiento de esta disposición. Dado, sellado y firmado en el salón de sesiones de la Asociación a diez y nueve de septiembre de mil novecientos doce. El vicepresidente encargado de la Presidencia, R. Cifuentes Labastida. El tesorero, Miguel Jiménez Rivero, Los secretarios, Felix Montes, h. Silvestre Tovar Lange. El bibliotecario, Vocales:
Enrique Aguerrevere. Roberto Báez. Pedro I. Aguerrevere.
Jesús María Clemente. G. E. Blanco. Andrés Frágenas.
Tomado de: Boletín del Archivo Histórico de Miraflores Nº 19–21, Julio–Diciembre 1962, año IV.
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Documento Nº 3 EL CONCEJO CENTRAL DE ESTUDIANTES DE VENEZUELA Considerando: Que para realizar a cabalidad la perfecta solidaridad estudiantil y demás propósitos de este Concejo, es indispensable la reunión de otros estudiantes en una Asociación única, distinta de los diferentes Centros existentes; Considerando; Que además, es un deber de la juventud venezolana, sostener la tradición desinteresada y valiente de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela, la cual hizo efectivos estos ideales, Acuerda: 1º La reorganización de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela. 2º Solicitar la cooperación oficial de los Centros que están representados en este Consejo y demás estudiantes de la República. Por el Liceo de Ciencias Políticas Salvador H. De la Plaza Gustavo Machado M. Pedro Zuloaga Santiago Siso R.
Por el Centro de Estudiantes de Medicina Miguel Zúñiaga Pedro Blanco Gásperi Martín Vegas N. Cuenca
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Por el Centro de Estudiantes de Ingeniería José Antonio Maldonado Manuel Silveira Guillermo Pando Soublette Nicolás Rolando
Tomado de: Revista universitaria, Nº 8, diciembre 1918, tercera época, pp. 322, 323.
Anexos
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Revista universitaria
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Latinoamericanismo - Modernismo
El Cojo Ilustrado, N° 501, Caracas 1 de noviembre de 1912
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Positivismo
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Las reformas del rector Felipe Guevara Rojas 1912
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Oposiciรณn del estudiantado al Castrismo
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La Asociaciรณn General de Estudiantes de Venezuela en pleno 1912
La Asociaciรณn General de Estudiantes en Venezuela
Conspiraciรณn militar de 1919
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Liderazgo de la Asociaciรณn General de Estudiantes de Venezuela en 1918
Salvador de la Plaza, Gustavo Machado y Pedro Brito Alfonso
La Asociaciรณn General de Estudiantes en Venezuela
1er Congreso Internacional de la Gran Colombia 1910
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Fuentes Documentales 1.- Impresas Boletín del Archivo Histórico de Miraflores Nº 19-21, julio-diciembre 1962, año IV. Boletín del Archivo Histórico de Miraflores, Nº 75, Caracas, enero-junio 1973, Año XIV. Boletín del Archivo Histórico de Miraflores Nº 107-108, abril-diciembre 1979, Año XXI Estatutos y reglamentos de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela. Caracas, Tipografía Americana, 1911. 2º Congreso Internacional de Estudiantes de la Gran Colombia. Invitación, reglamento, programa 1911. Caracas, Tipografía Americana. Programa de exámenes colectivos de 1912. Caracas, Tipografía Guttembert, 1912.
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