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SENTIDO DE LA VIDA

hombres, ya la ha dado por medio de su Hijo ahora. Esa Vida está en el Hijo: quien tiene al Hijo tiene la Vida; quien no tiene al Hijo no tiene la Vida plena, abundante, perdurable. Esta vida también tiene su sentido.

Desde el primer siglo de nuestra era, o lo que es lo mismo, desde el siglo 1 después de Cristo no han faltado los que han entendido que el sentido de su vida consiste en ir poniéndola y exponiéndola gratuitamente por el bien de los otros. Esa es la belleza del amor que se manifiesta en el don a los demás. Jesús Ma. Ruiz Irigoyen - De Humanizar 167, pag. 3 VIDA CON SENTIDO

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Del sentido de la vida se viene hablando y escribiendo mucho, probablemente desde que hombres y mujeres empezaron a pensar. En nuestros tiempos, esta cuestión del sentido parece preocupar también como en épocas pasadas. Lo mismo que la Tierra gira alrededor del Sol y lo mismo que una rueda gira alrededor su eje, así también el sentido de la vida es una cuestión humana que va y vuelve, abordada desde diferentes puntos de vista. Algo tendrá el tema en cuestión cuando tan a menudo lo tratan unos y otros.

Según la Biblia, un día Dios creó el mundo. Creó también el tiempo al establecer que hubiera mañana, tarde y noche, no a la vez en los dos hemisferios, sino complementariamente. Para iluminar la mañana y la tarde creó el Sol, y para alumbrar la noche pensó en la Luna. Así pues, en un mundo tenebroso hasta entonces, empezó a haber vida, luz, orden, tiempo, belleza... La vida era, lógicamente, pasajera, temporal, pues el tiempo es la forma de vivir propia de las criaturas, así como la eternidad es la forma de vivir propia del Creador. Hace muchos siglos, unos sabios de Israel, desde su fe, escribieron que la existencia del hombre es efímera y mortal: se parece a la hierba del campo que por la mañana es verde y al llegar la tarde se seca. Hoy sabemos que aquellos sabios hablaban de la vida con símbolos. Pero, como decía Paul Ricoeur, “eso de los símbolos da mucho que pensar’’. Por eso hay gente a la que le da por pensar sobre el sentido de la vida, que lo entendemos mejor con símbolos e imágenes. Unos lo hacen desde la filosofía, otros desde la ciencia. A otros les ocupa pensar y escribir desde la teología y hoy hay quienes también exponen y dan conferencias sobre el sentido de la vida, pero desde la ecología. Parece que sí, que el tema de la vida y el de su sentido da para mucho.

Otro día, andando el tiempo, el Hijo de Dios se hizo hombre y nos trajo a los humanos no la vida temporal, que ya la teníamos, sino su vida, su propia vida. Una vida plena, abundante, perdurable. En la primera carta que San Juan, el apóstol, escribe a aquellos cristianos, les dice sin ambages: Aquél que es la Vida y había prometido darla a los

El sentido del sufrimiento. Escala Humanizar breve Marta Villacieros – Responsable Investigación CEHS De Humanizar 167, pag. 4

El sufrimiento es una respuesta negativa de ansiedad, estrés o sensación de pérdida inducida por dolor y/o por miedo. Se sufre malestar debido a la amenaza de pérdida de la propia integridad. Se distingue del dolor, ya que las personas que padecen dolor declaran que éste se convierte en sufrimiento cuando su origen es desconocido, cuando no hay alivio o cuando su significado es funesto.

Es un estado afectivo y cognitivo complejo, caracterizado por los sentimientos de incapacidad para hacerle frente. De ahí que sea tan importante para las personas comprender su origen o encontrar una vía de salida al malestar. El mejor de los casos es el de dotarle de un sentido, que lo haga llevadero, que permita a la persona pensar que al menos sirve para algo.

Desde las distintas corrientes psicológicas y filosóficas se ha estudiado mucho sobre la capacidad

del ser humano de dotar de sentido al sufrimiento. En el 2013, en el Centro San Camilo, publicábamos nuestra Escala Humanizar sobre el sentido que puede tener el sufrimiento. Pero desde entonces, nosotros también hemos investigado cómo mejorarla y en ese camino hemos visto que el sufrimiento se puede enfocar como oportunidad de cambio y crecimiento o como castigo o imposición sobrevenida. Así que en 2018 publicamos la Escala Humanizar breve, de tan sólo 14 items. Esta escala es tan sólo un instrumento para detectar algo que con el acompañamiento cercano de las personas en sufrimiento también se puede ver. Hay un sinfín de situaciones a las que jamás les veremos el sentido: el fallecimiento de alguien demasiado joven, la violencia ejercida sobre personas indefensas... Pero mientras haya otras que se puedan vivir de manera diferente dependiendo del enfoque que se les dé, entendemos que merece la pena intentarlo.

Si quieres conocer el sentido que puede tener para ti el sufrimiento, lo podrás encontrar en la web de Humanizar, en la pestaña de investigación (http://www. humanizar.es/ investigacion.html).

En ella encontrarás los siguientes items, que tendrás que valorar del 1 al 5 en función de tu opinión o grado de acuerdo: 1. Sufrir puede ser algo trascendental, puede llevar a una vida nueva; 2. El ser humano debe pagar por sus actos irresponsables, por eso sufre; 3. El sufrimiento es consecuencia de las acciones malas que se han cometido en la vida; 4. El sufrimiento es necesario para aprender; 5. El sufrimiento es un obstáculo a vencer y así lograr la paz interior; 6. El origen del sufrimiento es el deseo, el egoísmo; que sumar el valor dado a los items 1, 4, 5, 7, 8, 10, 11, 13. Cuanto mayor es la suma, más sentido o utilidad se le otorga al sufrimiento como palanca o motor de cambio positivo. Puede ser como experiencia de trascendencia o como energía necesaria que moviliza una búsqueda personal y que lleve a un crecimiento interior o a una vida nueva.

Para calcular tu puntuación en el sentido que le das al sufrimiento como carga a sobrellevar tienes que sumar la puntuación dada a los items 2, 3, 6, 9,12,14. Cuanto mayor es la suma, más sentido se le dota a sobrellevar la carga que supone el sufrimiento. La utilidad estaría en la aceptación de la carga como sacrificio o esfuerzo, dado el reconocimiento que se hace de que el sufrimiento es consecuencia de los actos irresponsables, malas acciones cometidas, faltas morales, deseo, egoísmo o alejamiento de lo Divino.

El sentido en las situaciones límite Luis Aranguren Gonzalo De Humanizar 167, pag. 5 La pregunta por el sentido nunca es teórica; siempre acontece en medio de las situaciones que vivimos cotidianamente. Las personas somos “seres en situación” y en cada una de ellas nos debatimos sobre quiénes somos y hacia dónde vamos

7. El sufrimiento es una señal de que uno debería cambiar algo; 8. El sufrimiento está íntimamente ligado al amor; 9. El sufrimiento llega debido a la oposición o alejamiento de lo divino; 10. El sufrimiento se debe a la no aceptación del dolor, a la lucha interna; 11. La experiencia de sufrimiento sirve para cambiar la manera de ver la vida; 12. Lo provocan los ancestros ofendidos por los delitos cometidos o faltas morales; 13. El sufrimiento es una fuente de energía para buscar lo que te falta; 14. Ya que existe una cantidad de sufrimiento, si yo tomo mi parte, al resto le queda menos.

Para calcular tu puntuación en el sentido que le das al sufrimiento como oportunidad de cambio, tienes Pero hay un tipo de situación especial donde los seres humanos podemos dar lo mejor de nosotros mismos. No hablamos del éxito profesional, de la dicha familiar, de haber hecho fortuna o de cualquier otra buena noticia. Más bien, planteo la travesía por las situaciones límite que encontramos a lo largo de nuestra vida y ante las cuales nos tenemos que redefinir y reconstruir como seres humanos.

persona toca fondo y se topa con su propia finitud (no podemos con todo), su fragilidad (no somos tan fuertes) y su provisionalidad (no vivimos eternamente). Es la experiencia de la culpa, del fracaso existencial, del sufrimiento, de la enfermedad grave, de la muerte de seres queridos y de la propia muerte, en el caso de protagonizar enfermedades avanzadas. También es la experiencia del que es despedido fulminantemente, de la familia que ha sido desahuciada de su casa o del migrante que ha cruzado un continente durante tres años sin saber si llegará a algún lugar seguro. La toma de conciencia de nuestra condición de inacabamiento existencial hace que la situación límite se presente ante nosotros, en primer lugar, como una realidad eminentemente negativa, de forma tal que se convierten en algo insoportable para continuar viviendo, y provocan en la persona verdadera angustia y desesperación.

Hacerse a sí mismo

Y, al mismo tiempo, las situaciones límite representan para cada ser humano una ocasión privilegiada para hacerse a sí mismo. Allí, donde fallan todos los procedimientos usuales con los que solemos modificar una circunstancia dada, colisionamos nuestras seguridades, pero también ese choque nos abre a la posibilidad de recrear nuestra propia existencia personal. Después de sufrir enfermedades graves, muchas personas han sentido que nacían por segunda vez y verbalizaban que debían aprovechar esa segunda oportunidad; es decir, se preguntaban y respondían sobre qué tipo de fundamento y dirección debían retomar sus vidas: es la pregunta por el sentido.

De algún modo, nos hacemos a nosotros mismos al entrar en las situaciones límite con los ojos abiertos, preguntándonos por el sentido de ese fracaso, de ese sufrimiento, o tal vez por el sinsentido del mismo. La apertura al sentido, en estos casos, conlleva la capacidad de abrirse al fondo de la propia existencia personal, para de ese modo poder acceder a la fuente interior donde atesoramos los mejores sentimientos y capacidades humanas, y que tienen que ver con el agradecimiento, el perdón, la reconciliación o la fe en uno mismo y en los demás.

“La grandeza del hombre depende de aquello que llega a ser en la experiencia de las situaciones límite”, afirma Jaspers. En el enfrentamiento con este tipo de situación, la persona puede convertir el sufrimiento en logro; “aun en una situación sin salida, -afirma V. Frankl-, a la que el hombre se enfrenta inerme, puede, bajo ciertas circunstancias, encontrar un sentido”. Donde abundó el fracaso, el sufrimiento inevitable o la culpa, sobreabundó el sentido. En medio de la situación límite, puede haber renacimiento personal. Anclados en lo peor, aun cabe decirnos, que lo mejor está aún por llegar. Estamos a tiempo de recrear vínculos antes perdidos, y tantas otras formas de reconstruir un sentido esperanzado de y en la vida que vivimos aquí y ahora.

Abrir horizontes

El límite nos conduce a la imagen de frontera. Somos seres fronterizos, y en la frontera no sólo nos topamos con una raya infranqueable, sino que habitamos un espacio de posibilidad, donde la carga negativa de tanto sufrimiento puede ser cruzada y habitada desde la búsqueda esperanzada de sentido aun en los lugares de vacío y sin sentido.

Probablemente el sentido de la vida no se adquiera de una vez y para siempre. Es la misma vida la que a cada paso nos recuerda e interpela por el sentido que le estamos dando, por cómo la estamos tratando, con quién la estamos compartiendo, hacia dónde la estamos dirigiendo y qué costes nos está suponiendo. Vivir es abrir horizontes de sentido incluso en aquellas situaciones que nos resultan más incomprensibles.

Vacío y sentido Ana Castellano De Humanizar 167, pag. 7 Nos inquietan más que nunca estas preguntas: ¿Qué sentido tiene mi vida? ¿Qué sentido tiene mi dolor, mi jubilación, mi ruptura... en definitiva, mi pérdida?

Concebimos el sentido, entre sus muchas acepciones, como significación de nuestra existencia: ¿Por qué, para qué? también como orientación: ¿Hacia dónde?

Con la perdida, nuestra realidad se queda a la intemperie, nos aferramos al vacío que deja la ausencia (de salud, trabajo, ser querido...). Eso produce, más allá del dolor, sufrimiento. Y nos quedamos bloqueados, literalmente petrificados. Como los dos hermanos del cuento de los Grimm, “El Agua de la Vida”. Los dos primeros príncipes parten en busca de esa agua que sanaría a su padre. Pero su ambición no les permite escuchar la petición de la vieja que les sale al encuentro, suplicando algo de comer. Es el tercer príncipe el que atiende a la anciana y le ofrece su pan. En este desprendimiento, al dejar salir de su control lo que le es propio, es donde recibe la respuesta: la viejita conoce el camino que lleva al Agua de la Vida, que todo lo cura. El descubrir la orientación no significa que se acaben las penalidades del joven. Al contrario; le aguardan muchas adversidades, incluida la traición de sus hermanos, a los que libera del encantamiento que los tenía convertidos en piedra (petrificados). Pero todas estas penurias ahora tienen una dirección, un sentido. El príncipe no cabalga desbocado: sostiene firmes las riendas. No ha dejado de ser lo que era, pero abraza su fortuna, que al final le conduce hasta esa Agua sanadora.

SENTIDO DE LA VIDA La lámpara de barro arde en el corazón de la noche Julián Del Olmo De Humanizar 167, pag. 16

Consentido, pero sin sentido

“La ley lo permite, pero la ética no”, decía mi profesor de moral refiriéndose a las grandes diferencias que existen en el mundo en general y en nuestra sociedad en particular. Hoy, como ayer, se puede decir lo mismo porque las cosas siguen igual y, en algunos casos, peor. El uno por ciento de los ricos del mundo acumula el 82 por ciento de la riqueza global. Mil millones de personas pasan “legalmente” hambre, mientras unas pocas disponen “legalmente” del dinero del mundo. La brecha entre países desarrollados y en vías de desarrollo es abismal y se sigue profundizando. Esto no tiene sentido, pero “legalmente” esta consentido. Algunos no se han enterado de que al otro mundo no se puede llevar nada material porque “la mortaja no tiene bolsillos”.

de espera para que las escuche, las bendiga y rece con ellas. ¿Qué voy a hacer? Sencillamente lo que siempre hice: servir, amar, creer, agradecer, rezar, esperar y ser feliz (que lo soy).

La persona, por encima de todo

Roberto es un enfermero de mi ambulatorio. Es humano y servicial. Cura el cuerpo de los pacientes con profesionalidad y su espíritu con consejos saludables. Los pacientes están encantados porque entran a la consulta como pacientes y salen como amigos. “Para mí, la persona es el centro de todo y si no somos humanos, ¿entonces qué somos? La persona es la que da sentido a mi trabajo y a mi vida y no soy creyente o sí lo soy, no sé, pero hay cosas que no se pueden hacer sólo por dinero y esta profesión es una de ellas. Mi actitud es ponerme en el lugar del paciente y tratarlo como me gustaría que me trataran a mí, ni más ni menos. Yo ‘curo’ a los enfermos, pero ellos me ‘curan’ a mí, y el hecho es que cuando termino el trabajo estoy mejor que cuando empiezo”.

El sentido de la vida

Alejandro tiene 76 años, dos hijos y tres nietos. Acompañó a su mujer en su dura y larga lucha contra el cáncer y cuando murió, Alejandro se quedó sin ocupación y sin sentido en su vida. Los hijos y conocidos le daban consejos para ayudarle a llenar el vacío: “apúntate a un centro de mayores”, “dedícate a viajar”, “sal con los amigos”, “búscate un perro de compañía”, “ocúpate de los nietos” ... Un vecino le hizo una propuesta de mayor calado: “¿Por qué no vienes conmigo a dar comidas a las personas que acuden al comedor social que yo voy?”. Y le dio argumentos: “Es un trabajo muy gratificante y sólo hace falta tener ganas de ayudar a la gente que está peor que tú. Vienes un día, ves el comedor y te presento a los voluntarios, y luego tú decides”. Dicho y hecho, Alejandro fue, vio y se entusiasmó. “Cuando me pongo el delantal para servir la comida me olvido de todo lo que me pasa y sólo me preocupo de atender lo mejor que puedo a las personas que vienen a comer, que también tienen lo suyo y no se quejan”.

Soy jubilado, ¿y qué?

Con retraso y fuera del tiempo reglamentado, me jubilé. La gente bien intencionada me pregunta: “¿ahora qué vas a hacer?”. Tengo varias respuestas a mano: un cura nunca se jubila (el servicio pastoral no tiene fecha de caducidad), cuidaré la salud del cuerpo y del alma (con visitas programadas a los especialistas y a mi director espiritual), me purificaré de la gloria y el barro que se me pegó al cuerpo en el camino de la vida, asesoraré en temas de comunicación a alguna ONG, trataré de vivir la vejez y lo que conlleva con galanura de espíritu y, si tengo tiempo, descansaré. Hay muchas personas en lista

ENFRENTARSE AL VACÍO EXISTENCIAL Francesc Torralba De Humanizar 167, pag. 18-20 El vacío existencial es una profunda herida del alma casi tan cruenta y hostil como la desesperación. Es callado, discreto, se extiende por rutas subterráneas de la vida humana, como el torrente de una caverna, pero lo acaba empapando todo y, por consiguiente, afecta tanto a la exterioridad como a la interioridad. Se opone, por definición, a la plenitud.

La plenitud es, por lo contrario, una percepción subjetiva, interna, que cada cual vive en lo que María Zambrano llama “sus adentros”. Uno se siente colmado, pleno, cuando no echa nada en falta, cuando se siente reconciliado con su existencia, con su propio ser, con su actividad principal. Esto no significa que no tenga nuevas aspiraciones, nuevos horizontes por los que luchar, pero, más allá de la hipotética realización de los mismos, que siempre está en el terreno de la incertidumbre, uno experimenta que lo que ocupa su tiempo le llena de verdad. No percibe huecos en su vida.

darse a sí mismo, de poder proyectar lo que es y lo que piensa a los otros. No se colma al ser h u m a n o con objetos, ni con estímulos externos, tampo - c o c o n informa ciones de todo tipo. D e e s te modo, se le puede s a t u r a r, pero no llenar. La expresión yo saturado, tan frecuente en los análisis del ciudadano actual desde Richard Sennet, revelan la situación de un yo vacío que busca llenarse, pero, en lugar de colmarse, se satura, hasta tal extremo que ya no se reconoce a sí mismo. Lo que colma es, precisamente, la práctica de la donación, el don de sí, la realización de la propia vocación en el mundo. Cuando falta este elemento, irrumpe el vacío bajo distintas modalidades. Uno siente entonces que le falta algo, que carece de algo, que nada acaba por llenarle. El error consiste en concebir el yo como un recipiente vacío que debe colmarse desde fuera, cuando lo único que puede verdaderamente colmar ese yo es salir de sí mismo y expresarse en el mundo, descentrarse, dar lo mejor de sí a los otros.

Vacío y absurdo La plenitud tiene que ver con el sentido, mientras que el vacío, con el sinsentido, con lo absurdo. La percepción de plenitud tiene efectos emocionales beneficiosos para la persona: se siente bien consigo misma, con lo que hace, con los quehaceres que ocupan su tiempo vital y, por extensión, con las personas que forman su círculo afectivo. La percepción del vacío existencial, en cambio, tiene consecuencias perjudiciales para el bienestar emocional: uno se siente incómodo consigo mismo, experimenta desazón, intranquilidad, no halla sentido a lo que hace y esto afecta gravemente a los vínculos interpersonales y la calidad de las relaciones sociales y laborales.

En nuestra época, el vacío existencial es una experiencia meramente individual, como una especie de sentimiento marginal que atañe a un numeroso segmento de población . Como un virus...

Los analistas sociales, los filósofos de la cultura y los terapeutas del alma, en sus distintas modalidades, constatan que el vacío existencial es una experiencia común que afecta a un amplio segmento de la ciudadanía, independientemente de su edad y género, una vivencia que, como un virus, se contagia y tiene graves efectos en el estado de ánimo colectivo.

Desde la publicación de La era del vacío, de Gilles Lipovetsky, ya ha transcurrido un cuarto de siglo, pero todos los indicios revelan que el vacío existencial no se ha evaporado del cuerpo social. Está presente en él, ha penetrado en

estructuras muy distintas y, manifiesto o encriptado, está presente en el entorno cultural, social, educativo, empresarial, religioso y hiere, fatalmente, el alma. Si el filósofo es el médico del alma, le corresponde a el no sólo la difícil tarea de elaborar el diagnóstico y la etiología de la enfermedad; también, en la medida de sus posibilidades, señalar las líneas terapéuticas, los caminos de curación.

Una herida para el alma

No sólo Lipovetsky ha explorado el angosto y sombrío valle del vacío existencial a partir de una suma de indicios culturales y sociales. También desde la logoterapia existencial de Viktor Frankl y desde la psicología humanista, se ha puesto de relieve la hondura que representa esta herida para el alma. Los analistas del nihilismo contemporáneo lo han abordado desde un plano distinto, el ontológico, sin indagar las consecuencias que tiene en la vida emocional, mental y social.

El vacío existencial no sólo tiene efectos en el interior de la persona; se irradia hacia afuera y, por consiguiente, afecta a su modo de obrar, de producir, de consumir y, también, a sus interacciones. El vacío es, ante todo, una experiencia, es la percepción de que nada llena, nada colma el anhelo de plenitud que late en lo más hondo del ser humano. El vacío existencial es percibir la propia existencia como insípida, sin sal y sin sentido.

“Esta limitación me duele”

Quizás uno de los filósofos contemporáneos que ha expresado en primera persona esta enfermedad del alma contemporánea de un modo más patético y claro, simultáneamente, es Agustín Basave (Agustín Basave Fernández del Valle, filosofo, fue rector de la Universidad Regiomontana y presidente emérito del Centro de Estudios humanísticos de la Universidad Autónoma de Nuevo León).

Escribe el pensador: “Al cabo de algún tiempo mis cenizas podrían caber en una cajetilla de cigarros. El mundo seguirá su ruta acostumbrada y yo habré desparecido. Otras generaciones vendrán después de mí y transitarán por las calles de las ciudades, por las playas de los balnearios, por los centros de esparcimiento y por los trenes que yo he conocido. Pero yo habré desaparecido. Ahora mismo se divierten unos hombres como yo; en Berlín asisten a un concierto de sinfónica un grupo de personas y en Madrid se charla alegremente en el café. ¿Por qué estoy aquí y no allí? ¿Por qué no puedo vivir a la vez la vida de tantas ciudades agradables que conozco y la de tantas otras que no he conocido y que probablemente no conoceré? Esta limitación me duele” (A. BASAVE, Hacia una filosofía del hombre, en Espíritu 109 (1994) 137).

Mi paso por la Tierra

Y concluye: “En China, en Francia, en Suecia, muchos hombres que nazcan después de que yo haya muerto pensarán sobre los mismos problemas que yo he pensado, y tendrán vivencias similares a las mías, sin que tengan noticia de que yo haya existido. Me duele su ignorancia, su indiferencia para con mi persona y mi paso por la tierra. Y me duelen también esas muchedumbres anónimas que han estado afanándose por hacer algo y por ser alguien, que han trabajado y proyectado, que han reído y llorado, que han tenido decepciones y dolores de cabeza como yo. ¿Qué sentido tienen estas vidas?” (Ibídem). Ahí está la cuestión. El antídoto al vacío existencial radica en el sentido, en hallar una razón que justifique el existir, una respuesta que no se pueda consumir a granel ni se pueda tomar prestada de otros, como quien se agenda un vehículo.

El filósofo puede y debe ofrecer narrativas de sentido a sus conciudadanos, modos de dar plenitud a la vida humana, pero, en el fondo, no puede hacer otra cosa que suscitar la pregunta y expresar, a través de su testimonio individual, su propia forma de resolver tamaña cuestión.

Nadie está a salvo de la pregunta. No existen respuestas científicamente correctas, empíricamente fundadas. La búsqueda del sentido es individual y dialogal simultáneamente. Subjetiva e intersubjetiva, pues el modo como los otros se curan del vacío y colman su existencia no es baladí en el proceso de búsqueda personal.

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