BOLETÍN CULTURAL CEPAC. Edición N°24

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Responsables: Pedro Pascual Soto Canales psoto@ucss.edu.pe José Antonio Benito Rodriguez jbenito@ucss.edu.pe

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Colli -Sapiens Octubre 2008

El boletín que hace historia en Lima Norte

N°24

Área de Historia CEPAC – Centro del Patrimonio Cultural

Corrección y Diagramación: Oficina de Promoción e Imagen Institucional D: Esq. Constelaciones y Sol de Oro. Los Olivos. E: imagen@ucss.edu.pe

PROTAGONISTAS

NAZARENOS

A

unque se cuenta por millones a los devotos del Señor de los Milagros, la historia de esta devoción privilegia sólo algunos nombres propios. El primero -aunque a la sombra del anonimato-es el del pintor Angola, parece que de nombre Benito. Mucho se ha especulado acerca del autor de la imagen pintor y, por ende, aún varios se sorprenden de que siga sin saber. A mí no me choca, especialmente si se piensa que el arte cristiano siempre ha estado al servicio de la liturgia y que el concepto de fama no estaba todavía muy arraigado. Otro protagonista es el célebre jesuita P. Francisco del Castillo, quien en 1655 salió del Colegio de San Pablo de la Compañía hasta la Plaza Mayor exhortando a todos al arrepentimiento, repitiendo con los brazos extendidos: Lima, Lima, tus pecados son tu ruina. La misma tarde del temblor fue a prestar auxilio a los necesitados y, al pasar por la Catedral comenzó a seguirle la gente, conocedora de su santidad y valimiento ante Dios, lo cual fue aprovechado por el Padre para predicarles. El día siguiente, domingo, como continuasen los movimientos telúricos, se condujo en procesión desde la Capilla de Nuestra Señora de los Desamparados hasta la Catedral la imagen de Cristo Crucificado, que fue acompañada por unas diez mil personas. La noticia de varios hechos milagrosos atribuidos a la imagen mural atrajo el interés del público, y esta comenzó a ser conocida como el «Señor de los Milagros». Importante protagonista histórico fue también Antonio de León, quien en 1670 siente la inclinación de cuidar la imagen y le levanta un altar, al ser curado milagrosamente de un tumor maligno. Esto da lugar a reuniones de tipo festivo y religioso, no del todo correctas para los cánones litúrgicos, sino un tanto desordenadas, motivando el que se decidiese borrar la imagen y cerrar el lugar de culto. Como cuenta la tradición los tres pintores contratados, al intentarlo, se desmayaban y se sentían impotentes para conseguirlo. Esto sirvió para que el Virrey Conde de Lemos, se llegase a visitar el lugar y decretase hacerlo más decente. Su inauguración fue en la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz del año 1671, y en esos mismos días la autoridad arzobispal, a fin de dar continuidad y decencia al culto religioso, nombró como primer mayordomo a don Juan de Quevedo y Zárate. Una de sus primeras funciones fue gestionar la compra de terrenos a su propietario y gran propulsor

del culto al Señor de las maravillas, Diego Tebes Montalvo, la que tuvo lugar ante el escribano público Sebastián de Carvajal el 17 de diciembre de 1671 En ese mismo tiempo, 1672, el Virrey Conde de Lemos, mandó añadir las figuras del Padre Eterno, el Espíritu Santo, la Virgen y La Magdalena. El viernes 17 de junio de 1678, a pesar del violento terremoto, el muro no sufrió daño alguno. El primer mayordomo Quevedo falleció en el mes de abril El segundo mayordomo fue Juan González de Montoya quien mejoró la capilla y mandó construir el tabernáculo de madera al maestro Diego Aguirre para la Virgen de Gracia. Labró un marco de madera para el mural. También fue el gestor y auspiciador de las reuniones de los viernes, y solicitó del Rey Carlos III una Cédula Real con fecha 19 de abril de 1681 para autorizarlas. Sebastián de Antuñano es el siguiente destacado mayordomo y benefactor. En 1684, se había dirigido a la ermita del Señor de los Milagros y, mientras contemplaba la santa efigie, había sentido una voz interior que le susurraba claramente: «Sebastián, ven a hacerme compañía y a cuidar del esplendor de mi culto». Puesto de rodillas ante la imagen, le había ofrecido un servicio incondicional hasta la muerte. Terminadas las obras, un violento terremoto asoló la ciudad de Lima, Callao y las localidades vecinas, sembrándolos de muerte y ruinas, en la madrugada del 20 de octubre de 1687. Por la tarde de aquel día, Sebastián de Antuñano tuvo la idea de sacar en procesión un lienzo que era copia del Cristo del mural. Fue así que se inició la primera procesión de las tradicionales procesiones de octubre del Señor de los Milagros de las Nazarenas. En su primer recorrido llegó hasta la Plaza Mayor y al Cabildo limeño, donde recibió muestras de fervor por parte de los fieles y vecinos de ambos lugares. Se tiene la seguridad que aquella replica es la misma que hoy en día nos sigue acompañando en los meses de octubre en su recorrido por la gran Lima. Siete años más tarde, también Antuñano sintió cercano su fin y, habiendo hecho testamento el 17 de diciembre de 1716, confesado y comulgado, falleció en la noche del 20 al 21 de diciembre del mismo año. Tenía 64 años de edad y 33 de mayordomo del Señor de los Milagros. Sus restos reposan en la pared de crucero de la derecha del que entra en el templo. Las damas no podían estar ausentes de esta devoción. Antonia de Maldonado, ecuatoriana de Guayaquil, nacida el 12 de diciembre de 1646 y que, muerto su padre, se había instalado


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