(1) Erasing time

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Cuando las gemelas, Sheridan y Taylor, se despiertan 400 años en el futuro, se encuentran con un mundo completamente distinto: ciudades metidas en cúpulas, sin animales y con un idioma que es diferente, tanto, que casi no suena como el inglés. Y lo peor de todo: No pueden volver a casa. El gobierno del siglo XXV ha transportado a las chicas a su ciudad esperando que encuentren a un famoso científico para que ayude a perfeccionar la nueva arma devastadora que han creado. El mismo gobierno ha implantado unos complejos dispositivos que limitan y examinan todo lo que hacen. Taylor y Sheridan tienen que encontrar el modo de salir de la ciudad antes de que el gobierno descubra sus secretos. Para complicar el asunto, el turbulento Dakine tiene interés en ellas también. La única forma para que las chicas eludan a sus perseguidores es confiar en Echo, un chico que tiene sus propios secretos. El trío debe tener fe en lo desconocido para escapar en lo salvaje que hay fuera de la ciudad. Lleno de confesiones que te llenarán de adrenalina y que harán que se te rompa el corazón, Erasing Time explora la fuerza de los lazos de los gemelos, los riesgos y recompensas de la confianza y el duro camino de encontrar el valor de luchar por lo que crees.


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Traducido por beautifuliarx Corregido por vicsibet

ra un día tan bueno como cualquier otro para planear la traición. Las manos de Echo se movían alrededor del panel de controles del ordenador en un ritmo rápido hasta que una fotografía aérea de Traventon apareció en la pantalla. Amplió desierto que rodeaba a la ciudad abovedada, en busca de una señal de algún camino, con el fin de escapar de la ciudad, necesitaba encontrar una ruta segura, esa que los otros tomaron al huir. El código de fecha de la fotografía decía que tenía dieciocho años. Antes de la guerra con Chicago. ¿Habrá cambiado algo desde entonces? Podría ser. Si Echo pudiera encontrar el sitio codificado donde el gobierno guardaba las fotografías recientes, él podría centrarse en ellas. Pero eso sería peligroso. Era ilegal hacer búsquedas no autorizadas. El Departamento de Información tenía un ojo puesto en todos los lugares del gobierno, y cuanto más importante era el documento, más difícil era buscarla sin ser detectado. No había razón de arriesgarse por algo que no valdría la pena. A la gente le lavaban el cerebro por cosas menos importantes. De todas formas, una fotografía reciente no lo habría ayudado mucho más que esta, porque si existía un camino, debería verlo en esta foto también. Un enorme bosque se esparcía por todo el este de la ciudad, más verde cerca del río que suministraba agua a la ciudad. Cerca del oeste, la vegetación se veía peor, más escasa e intercalada y de un color marrón y grisáceo. Las profundas sombras indicaban altura, a pesar de tratarse de colinas o montañas. Echo no lo sabía. Al norte de la cúpula había restos dispersos de la antigua ciudad: Denver, destruida en las redadas del siglo XXIII. Cuando Echo era pequeño, su padre había estado allí con un grupo de arqueólogos para rebuscar entre los restos de artefactos. Pero eso había sido hace casi dos décadas, antes de que los rebeldes resultaran ser un peligro de tal calibre. Ahora el desierto estaba lleno de bandas criminales


que no permitían que nadie saliera de la ciudad a no ser de tener una buena razón y una gran arma. Echo tenía una caja láser escondida en un falso compartimento de su armario. Era un secreto más, un peligro más del que no se creía capaz unos meses atrás. 6

Volvió de nuevo a estudiar la fotografía y a la cúpula que siempre fue su hogar. No quería dejar a su padre, a sus amigos —todo— pero si se quedaba, el Dakine lo mataría. Solo tenía unas semanas, días quizá, antes de que los asesinos vinieran a por él. La sociedad secreta no había perdido el tiempo en juicios o el tipo de burocracia que hace al gobierno tan lento. Ellos simplemente te daban caza. Echo localizó la fotografía en su pantalla del ordenador, esperando una perspectiva diferente que le mostrara algo más, alguna pista como el camino que la gente tomaba cuando se iban de Traventon. La ruta más lógica era seguir el río. Eso le proporcionaría agua viajera si tenían desinfectadores. Echo hizo zoom en el río. No tenía ningún desinfectador, pero tenía otra ventaja. Tenía acceso a los documentos históricos. Sabía que antes de los desinfectadores, la gente calentaba el agua para hacer que estuviera sana. Había sido suficientemente sencillo para él encontrar un sitio donde poder calentar el agua. La mejor dirección era ir hacia el sur. Allí hacía un tiempo más cálido. Lo sabía también por los documentos históricos: Había leído historias sobre cowboys cabalgando a través de un lugar seco y lleno de arena y de mujeres que se sentaban en la sombra, abanicándose. También había algo llamado cactus, que era afilado y doloroso pero no se movía, así que supo que sería capaz de evitarlos. Luego estaba el hecho de que alguna ciudad del sur lo hospedara dentro. Tenía habilidades con las computadoras que alguien podría necesitar, pero no sería capaz de convencer a nadie diciendo que no era un espía. La puerta del Laboratorio de Palabras se abrió, haciendo que Echo dejara de mirar al ordenador. Esperaba ver a uno de los Artífices de la Palabra entrando. En vez de eso, dos guardias de negro entraron en la habitación.


Las manos de Echo se sacudieron en un stop en el panel de control. Era ilegal intentar salir de la ciudad y él tenía una fotografía aérea de la ciudad en su pantalla, la ciudad abovedada en grande. ¿Parecería sospechoso si cerraba la ventana o sería mejor inventarse una excusa y pretender que estaba haciendo una búsqueda autorizada? 7

Se quedó quieto en su silla, sin decidirse, en pánico. Los guardias se acercaron a él, con los rostros casi invisibles a través de sus escudos. Era imposible leer sus expresiones. ¿Se habrían dado cuenta ya? Justo antes de que llegaran al escritorio, Echo movió los dedos sobre el teclado. No fue delicado, pero la fotografía desapareció. Puso una expresión desinteresada en su cara. —¿Echo Monterro? —preguntó uno de los hombres. —Sí. —Estamos aquí para escoltarlo hasta el Centro de Ciencia. Por petición de Jeth. Así que no se habían dado cuenta de lo que estaba buscando, no sabían lo que estaba haciendo. Echo se relajó en su asiento. —¿Por qué me quiere mi padre en el Centro de Ciencia? El hombre simplemente se movió hacia la puerta. Echo no pidió más información. No estaba bien preguntarles a los guardias. Se levantó y camino incómodo entre ellos hacia la puerta. Ya había estado en el Centro de Ciencias antes, normalmente tratando de ponerle fecha a un artefacto o conseguir un virus de algo que el centro de Historia había tomado prestado de la colección arcaica de la ciudad. Esta vez los guardias le llevaron por los principales pisos hasta la sección restringida en el piso número cuatro. Se quedaron de pie en un ancho pasillo y caminaron hacia otro más estrecho que les llevaba a una habitación con una etiqueta que decía “Laboratorio 15” en la puerta. Cuando la puerta se abrió, le llevó a Echo un momento para encontrar a Jeth. Su padre estaba entre diez hombres, la mayoría de ellos estaban o bien, dando vueltas alrededor de computadoras o congregados frente a una gran máquina que medía por lo menos cuatro metros de alto y tenía


un camino de cables desde su parte más alta y un cubículo de cristal en el medio, como si un ascensor se hubiera fusionado a un pequeño edificio. Jeth estaba en un lado, observando la estructura cautelosamente. Echo se alejó de los guardias y se unió a él. 8

—Esto parece algo así como una reunión para echarse unas risas. Tenemos una habitación llena de científicos, guardias y una gran máquina que da miedo —Su mirada cruzó la habitación de nuevo—. ¿Por qué estamos aquí, exactamente? —Por nada, probablemente —Jeth seguía atento a la máquina—. Dudo que funcione. Simplemente es la última opción del gobierno para agotar los fondos de la ciudad —Sacudió la cabeza con la misma resignación que solía tener cuando hablaba de impuestos—. Lo llaman el Filtro del Tiempo. Están tratando de traer a alguien de principios del siglo XXI. La mirada de Echo volvió hacia la máquina. —Eso es imposible. Jeth asintió. —Estoy seguro de que los científicos tendrán unos generosos salarios, de cualquier modo. Echo miró a los ángulos salientes de la cabina de cristal, ésta, se dio cuenta, estaba esperando a su ocupante. Las ondas del tiempo han sido un tema a discutir por los científicos durante muchos años, pero él no podía creer que el gobierno hubiera sido tan atolondrado como para construir una máquina. ¿Habrán pensado siquiera en las consecuencias que conllevaría? Bueno, habían considerado una, por lo menos. Los científicos sabían que necesitarían ayuda para comunicarse con alguien de tanto tiempo atrás. Jeth era uno de los historiadores más importantes de Traverton además de un Artífice de la Palabra. Echo acababa de terminar su aprendizaje en aquellos estudios. Y ambos consistían en traducir el habla antigua. Los científicos caminaron de un lado a otro entre la cabina y el panel de control llenos de energía nerviosa, exceptuando a un hombre que


estaba de pie en el panel de control con sus brazos en jarras. Su largo pelo que tenía rayas grisáceas estaba alrededor de una cara seria y ceñuda que miraba al resto con irritación. Probablemente era el que se encargaba de todo. 9

Y entonces Echo se dio cuenta de quién era. Carver Helix. El presidente de la ciencia. Ese título, el Presidente de la ciencia, era una denominación errónea desde que Helix trabajaba más con el gobierno que con los científicos. Pero aún así, el hecho de que estuviera aquí quería decir que esto era un evento importante. —¿A quién planean sacar del pasado? —preguntó Echo. —A un científico —contestó Jeth—. Tyler Sherwood. Echo no dijo nada; las implicaciones de la máquina seguían reproduciéndose en su cabeza. Si este Filtro del Tiempo funcionaba, ¿el gobierno podría sacar a alguien más para llevarlo a ese cuarto? ¿Líderes mundiales? ¿Inventores? ¿Enemigos? Podrían alterar la historia si quisieran o no. Y probablemente era lo que se proponían. Echo se quedó de pie, esperando desesperadamente que la máquina no funcionara.


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Traducido por Katiliz94 Corregido por vicsibet

l aprendizaje físico, decidió Sheridan, no era una parte necesaria en una visa gratificante. Requería que recuerdes todo tipo de leyes. Sin reglas, sin sugerencias. Leyes. Al igual que en el instituto ya no había bastantes cosas que tuvieras que recordar. Además, Sheridan quería convertirse en profesora de inglés, y nunca uso su psíquica. Se sentó en la cama y cogió un lápiz, sintiéndose como un mártir mientras esperaba que su hermana, Taylor, comenzase su sesión de tutoría. Taylor no tenía ninguna prisa. Se puso de pie frente al espejo aplicando sombra de ojos ahumada en sus parpados. —Entonces —dijo Sheridan—, ¿esto es todo lo que cobrará sentido después de que lo expliques? Taylor ladeó la cabeza, inspeccionando su trabajo. —La física siempre es coherente. Tu habilidad para comprenderlo es otro asunto. Sheridan rodó los ojos. La física siempre es coherente. Ella y Taylor eran hermanas gemelas, pero sus similitudes se detenían con sus apariencias y su fecha de cumpleaños. Taylor se había saltado grados en el colegio, se había graduado del instituto a la edad de trece años y de la universidad a los dieciséis. Ahora estaba trabajando en un programa de doctorado en partículas psíquicas en la UT mientras Sheridan y cualquier otro de dieciocho años en Knoxville, Tennessee, estaba arando su año senior. Así que tener a Taylor como una gemela era demasiado para hacer


sentir estúpido a cualquiera, incluso cuando no hacia abiertamente esas pequeñas declaraciones sobre como de fácil era la psíquica.

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—Si cobrase mucho sentido —dijo Sheridan—, no habrían pasado muchísimos años para que las personas lo descubrieran. Quiero decir, ¿Cuánto tiempo existió la civilización antes de que la manzana cayera en la cabeza de Newton? Taylor no respondió. Termino con su maquillaje y deslizo una mano a través de su pelo rubio fresa, insegura de si estaba complacida con eso. Su color de pelo natural era un rojo cobrizo, pero Taylor lo había abandonado el año anterior. Continuaba diciendo que quería ser individual, lo cual básicamente quería decir que intentaba parecerse tan poco a Sheridan como fuera posible. El pelo de Sheridan era largo y recto, así que el pelo de Taylor estaba aclarado, capeado y ondulado. Sheridan llevaba gafas, así que Taylor llevaba lentes de contacto que volvían sus ojos color verde avellana. Sheridan solo solía usar un poco de maquillaje, así que Taylor se ponía mucha base, podrías haber pensado que las pecas eran un pecado. Taylor tenía una cita esta noche. Una cautelosa, porque sus padres no les permitían salir con chicos que estaban en sus veinte. En defensa de Taylor, eso era difícil de evitar desde que se graduó en el colegio. No se juntaba con muchos adolescentes. Sus padres también querían entrevistar a todos los chicos que invitaban a salir a Taylor o a Sheridan. Esto era probablemente porque su padre era un ministro. Años de conserjerías adolescentes con alborotadas hormonas le habían hecho cauteloso sobre con quien podrían hablar, socializar, o de alguna otra manera tocar a sus hijas. —¿Dónde vas esta noche? —Preguntó Sheridan. Taylor cogió un lápiz de labios rojo y lo golpeó contra su boca. —A una película. —Te van a pillar —Knoxville no era una ciudad pequeña, pero de alguna forma era lo bastante pequeño que las cosas llegarían a sus padres. —Nah, es una de esas artísticas películas aburridas en el campus. No veré a nadie que conozca a papa y a mama. Sin embargo… —Se giró y lanzo una sonrisa a Sheridan—. Le dije a mama que íbamos a ir las dos,


así que necesito que vengas al campus conmigo. Puedes pasar el rato en la biblioteca mientras estoy con Mason. Sheridan golpeó el extremo del lápiz contra sus labios y miro fijamente al techo 12

—Déjame pensar en los beneficios de pasar toda la tarde en una biblioteca y después posiblemente termine aterrizando… no, nada está viniendo a mí. —Te ayudaré con tus deberes. Taylor solía hacer eso sin esperar un pago a cambio. Sheridan cerró su libro de física con un ruido sordo. Taylor no lo notó. Cogió la nueva chaqueta vaquera de Sheridan del armario y se la puso, cubriendo una parte superior que era muy ajustada y de corte muy bajo que a sus padres podría haberles gustado —O si lo prefieres haré tus deberes de física durante una semana. Ese no era el punto. Sheridan quería entender los deberes, no copiarlos. Todavía, odiaba pelear con Taylor. Taylor tenía una memoria que sostenía no solo una cantidad innatural de minucias científicas, sino también resentimientos. —Bien —dijo Sheridan, tirando su libro abierto de Nuevo—, iré. Solo explica la tercera ley de Newton. No me importa lo que mi profesor diga… una silla no puede volver a caer cuando estas sentada en ella. Taylor se dejó caer sobre la cama. —Sí, verdad. Por cada acción hay una reacción igual y opuesta, incluso sentándote en una silla. —He estado sentada en sillas toda mi vida, y nunca antes tuve que empujar una. Taylor no respondió. En su lugar miró, con una expresión de sorpresa, sobre la esquina del dormitorio. Sheridan se giró para ver una pequeña bola de luz flotando a medio camino entre el suelo y el techo. Girando sobre sí misma, como el agua fluyendo por un desagüe. —¿Qué es eso? —preguntó Sheridan.


—No lo sé —Taylor se puso de pie caminando con cautela hacia ella.

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Debería ser un reflejo, una ilusión óptica de algún tipo. Quizá algún truco al que sus hermanos pequeños estaban jugando. Sheridan miró alrededor, buscando algo que podía iluminar de esa forma. Cuando sus ojos se volvieron a la bola, esta había crecido. Brillaba, derramándose sobre sí misma. Sheridan dejó la cama y miro arriba con una mirada más cercana. La luz se propagó horizontalmente, creciendo más grande, parecía peligrosa. ¿Podría ser un campo eléctrico de cable roto en algún lugar? El brillante resplandor hizo más difícil ver algo. Sheridan dio un paso adelante, protegiéndose los ojos. —¡Mama! —gritó—. ¡Algo extraño está ocurriendo en mi habitación! Taylor se quedó paralizada. Su pelo se levantó de sus hombros, chispas salieron de las yemas de sus dedos. Levanto las manos para alejar a la luz. Sheridan cogió el brazo de su hermana para ponerla atrás. —¡No lo toques! Taylor no se inmutó, no respondió. Jamás se supuso que tuvieras que tocar la corriente eléctrica. Taylor debería saber eso. Sheridan intento de nuevo tirar hacia atrás de su hermana, pero en lugar de eso se sintió siendo arrastrada hacia el creciente agujero de luz. El pelo de Sheridan se agito frente a ella, agitándose. —¡Mama! —Volvió a gritar, con la alarma retorciéndose en su pecho. Los pasos de su madre se aceleraron en una carrera. En cualquier otro momento podría estar aquí, y todo estaría bien. Sheridan sostuvo a Taylor. Los músculos en sus brazos y piernas se sentían como si estuviesen endureciéndose. Las chispas fluyeron de su cuerpo y giraron lejos, tragados en la grieta de luz. Nada de esto tenía sentido. Sheridan no escucho el sonido de la puerta abriéndose. Fue tragada por un ruido como el de una ola estrellándose contra la habitación.


—¡Alto! —Llamo su madre. La palabra se torció, distorsiono, rompió en mil pedazos cayéndose.

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Sheridan quería girarse y ver a su madre, pero la luz la envolvió, una brillante boca devorándola tanto a ella como a Taylor. Voy a morir, se percató, y no tuvo tiempo para otro pensamiento antes de que una descarga golpeara a través de ella, abollando sus piernas. Después todo fue profundamente negro.


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Traducción Criss Viz Corregido por Pily

l principio Sheridan no sentía nada. Después lentamente, escucho voces, a lo lejos, llegando hacia ella. —¿Dos? —Preguntó alguien, y después escucho murmurar algo que no podía entender. Sheridan sacudió la cabeza en un esfuerzo por salir de la somnolencia que se aferraba a ella. Tenía una idea de que había pasado tiempo pero no sabía que tanto. Abrió sus ojos, e inmediatamente los cerró. Colores borrosos, mezclándose en un caleidoscopio de figuras. Murmullo, murmullo… —Despierta —dijo una voz. Oh, quizás dijo —un velorio.— ¿No era esa otra palabra para un funeral? ¿Estaba muerta? Abrió los ojos de nuevo. Todo seguía viéndose confuso, borroso. Se subió una mano a los ojos, verificando sus lentes. Aún estaban puestos. Parpadeo varias veces hasta que los colores se fusionaron, manteniendo la forma de las figuras. Había pensado que estaba acostaba, pero se dio cuenta de que estaba parada, vertical y ligera, flotando de alguna manera, detrás de una pared de vidrio. Podría alcanzarlo y tocarlo, pero su atención estaba enfocada en la gente parada del otro lado que estaba mirándola. No se veían nada parecido a los ángeles.


Cerca de una docena de hombres volvían su mirada a ella. Algunos tenían el pelo parado con coloridas figuras geométricas. El resto tenían pelo largo pintado con extraños rayitos, mechas y estilos.

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Sus caras estaban de igual forma decoradas. Algunos usaban solo manchas de color, otros se veían como si hubieran pintado un mural en sus cuerpos. La mayoría de los hombres usaban camisas en colores que combinaban con su cabello y sus caras. Un par de ellos vestían un traje negro metálico y usaban casco con la visera polarizada. Ninguno se veía muy feliz. Muy raro. Sheridan parpadeo algunas veces más, esperando con esto poder cambiar la escena. Un hombre con ojos furiosos y pelo en rayas negro y gris dio un paso al frente del grupo. Venia hacia ella, con el ceño fruncido. Sheridan lo miro, tratando de enfocarlo. —Aparentemente, no estoy en el cielo. —¿Qué? Fue entonces que Sheridan noto a Taylor suspendida a su lado en el mismo cuarto de vidrio. Como atontada bajó la cabeza y abrió los ojos. —¿Dónde estamos? —Mi primera opción fue el infierno, pero todavía no estoy segura. El hombre frente a la pared habló con ellas. —¿Wet es yerr yama? Al tiempo que sus labios se movían, Sheridan podía ver sus orificios nasales brillando, pero no tenía ningún sentido lo que decía. —¿Qué?—preguntó Taylor, medio arrastrando las palabras. —¿Yer yama? —repitió. —¿Wet es yerr yama? ¿Qué idioma estaba hablando? Taylor se estremeció y se sobresaltó al despertar. Puso las manos a lo largo de la pared de vidrio, recargándose en ella.


—¿Dónde estamos? Su voz elevándose bruscamente, como si se acabara de dar cuenta que debería sentir pánico.

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—¡Dejadnos salir de aquí! —golpeó la pared con la palma de la mano, haciendo un pequeño sonido al golpear. El hombre con el pelo rayado en negro y gris se giro hacia el hombre detrás de él y le hizo señas a un par de adelantarse. —Jeth, Echo. Dos hombres rompieron el grupo y caminaron hacia la pared de vidrio. El primer tipo era quizás solo unos pocos años mayor que Sheridan, con hombros anchos y cabello azul claro que se hacía más oscuro hacia sus hombros. Una luna creciente color turquesa se curvaba alrededor de su ojo izquierdo y bajaba hacia su pómulo, haciendo que sus ojos azules sobresalieran por su vibrante color. Él las estudiaba con una mirada abiertamente asombrada, su mirada trataba de absorber cada detalle. El otro hombre era de mediana edad y ligeramente bajo. Cabello café oscuro desvaneciéndose sobre lo alto de su frente y una hilera larga de puntos verdes bajaba por su cara. Él les sonrió. —Soy Jeth. No tengan miedo —pronunciaba cada palabra lentamente— . No les haremos daño. —Nosotras juzgaremos eso —dijo Taylor—. Déjenos salir de aquí. Jeth las miró asombrado. —¿Juzgar? —¡Déjennos salir! —gritó Taylor. La voz de Jeth se relajó al darse cuenta que finalmente ellas pudieran oírlo. —Tenemos algunas preguntas antes de liberaros. ¿Cuáles son vuestros nombres? Taylor pateo la pared, sin mejores resultados que cuando la golpeo.


—¡Dejadnos salir ahora! Sheridan pasó la mano sobre la superficie de la pared, buscando una puerta. No podía ver ninguna. Estaban en un tipo de jaula y gritar o patalear no iba a ayudarlas. 18

—Yo soy Sheridan Bradford. Todos fruncieron el ceño. —¿Y la otra chica que está contigo? —Preguntó Jeth. Taylor continuaba pateando la pared, entonces Sheridan contestó por ella. —Taylor Bradford. Ahora no solo tenían el ceño fruncido, sacudieron sus cabezas y su mirada cayó. Solo Jeth y Echo no se veían afectados por la noticia. Jeth sacudió la cabeza filosóficamente y Echo —al menos trataba de esconderla— sonreía. El hombre al fondo se giró hacia otro, hablando y muchas conversaciones sonaron en el cuarto haciendo un gran alboroto. El hombre de cabello negro y gris iba de un grupo a otro, escupiendo palabras. Se veía como si quisiera golpear a alguien. Sheridan atrajo la atención de vuelta de Jeth y Echo. —¿Quién eres? ¿Por qué estamos aquí? —Estáis aquí —dijo Echo con una sonrisa de suficiencia—, porque El Filtro del Tiempo no funcionó también como se suponía. Taylor paro un momento de golpear la pared. —¿El Filtro del tiempo? —Repitió—. ¿De qué estás hablando? —Es el año 2447 —dijo Jeth. Taylor sacudió la cabeza, pero sus ojos se veían preocupados. —Viajar en el tiempo es imposible. Es un hecho científico. Jeth se encogió de hombros desconcertado. —Nosotros también estamos sorprendidos.


Esto no estaba pasando. Esto era una broma elaborada. Alguien había hecho aparecer la gran bola de luz en su cuarto, las había traído a ambas, puesto en esta jaula de vidrio, y equipado cosas para que flotaran en el aire como si no hubiera gravedad. Oh no. 19

No podías hacer que la gente flotara en el aire. Esto era real. Estaban en el futuro. Por un lado esto era mejor que estar muerta. Incluso con el miedo empujando dentro de Sheridan, martillando en su estómago y haciendo que sus oídos sonaran, otra parte de ella exhalaba la palabra oportunidad. Algunas personas soñaban con el futuro, darían todo por verlo y allí estaba ella. En el futuro. Miró a un austero cuarto blanco y una docena de gente que lucía como payasos que les había ido mal. No era bueno ser optimista acerca de esto. No quería conocer el futuro. Quería ir a casa. Jeth estaba explicándole el funcionamiento de El Filtro del Tiempo a Taylor. —Los científicos esperaban traer a un hombre, Tyler Sherwood, pero en su lugar os trajeron a vosotras. —Sacudió la cabeza—. Es la primera vez que se usa esta máquina. Obviamente continúa teniendo algunos problemas. Taylor se había puesto pálida, su lápiz labial rojo se veía como dos brillantes cortes cruzando su boca. Miro boquiabierta al hombre y no habló. Usualmente Taylor decía lo que fuera que estuviera pensando, sin censura. Sheridan era quien escogía sus palabras cuidadosamente. Pero en el silencio de Taylor, Sheridan se encontró tomando el rol de su hermana. —¿Problemas? ¿Qué clase de ingenieros cutres han hecho la maquina? ¿Pueden hacer viajar en el tiempo pero no pueden saber la diferencia entre un hombre y dos chicas? —Su voz sonaba acusadora—. Y que, ¿solo agarraron a las primeras dos personas cuyos sus nombres sonaban


remotamente igual que el correcto? —Frotó sus dedos en las sienes y tomo profundas respiraciones—. ¿Estarán seguros de que esta cosa funciona antes de enviarnos de regreso, cierto?

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Repentinamente tuvo visiones regresando a un tiempo y un lugar donde la gente que inesperadamente aparecía era quemada como si fueran brujas. Echo le dirigió una sonrisa arrepentida. —No manejamos El Filtro del Tiempo. Solo estamos aquí como traductores. Jeth había dado un paso al lado de la caja de vidrio para tener una mejor vista de su perfil. —Juzgando por vuestras ropas. Supongo que venís de principios del siglo veintiuno, ¿estoy en lo correcto? Sheridan dejo salir un resoplido de exasperación. —¿Final del siglo veinte quizás? Eran similares en muchas formas. Sheridan miró a Taylor para indicaciones, de algo, pero encontró a su hermana mirando con una expresión vaga. Taylor quien siempre había sido quien tomara el control de cualquier situación, flotaba sin entusiasmo en shock. Sheridan tomo su brazo. —Mi hermana está enferma —dijo—, necesitamos ir a casa ahora. —No os preocupéis —dijo Jeth—–. Los científicos están monitoreando vuestra información médica. Tan rápido como Sheridan pudo decir, los científicos estuvieron tan ocupados siendo reprendidos afuera como para poner atención a alguien más en el cuarto. Echo debió haber estado pensando en lo mismo. Dijo: —Iba a preguntar si todo está bien para sacaros. —Se giró hacia el hombre con pelo negro y gris parado regañando a los otros. Echo hablo con él, haciendo señas hacia Taylor. El hombre dio una rápida mirada a Taylor, después volvió con los otros y continúo sus reprimendas. Estaba claro que no le importaba en qué estado estaba Taylor.


Sheridan tiro del brazo de Taylor. —¿Estás bien? Taylor sacudió la cabeza y cerró los ojos. 21

—No —murmuro—. No, no, no, no. Su respiración era demasiado rápida y superficial. Sheridan se volvió hacia Jeth. —Haz algo por ella. —Estamos haciéndolo —dijo, entonces inclinó la cabeza—. ¿Qué estás usando, eso es ropa casual, cierto? Sheridan iba a empezar a protestar, esta vez enfatizándolas con algunos gritos histéricos, cuando escucho un sonido de clic metálico haciendo eco en el cuarto. Una briza caliente se arremolinó alrededor de ellas y con un zumbido, ella y Taylor cayeron al piso. Sheridan aterrizó en sus pies. Taylor también, pero se tambaleaba. Continuaba repitiendo —No —y cada vez la palabra se iba haciendo más suave, como si el dolor estuviera consumiéndola. Sheridan sostenía a su hermana. Echo y dos hombres vestidos de negro caminaron dentro de la cabina. Cuando ellos estaban cerca, la pared de enfrente se deslizo abriéndose. Jeth hizo señas a Sheridan y Taylor para que se acercaran. Sheridan no se había dado cuenta que tan altos eran todos, pero ahora que estaba de pie en el suelo, podía decir que el hombre más bajo media más de 1.83 metros de alto. Continuaba sosteniendo a Taylor cerca, más por seguridad que por apoyo. Sheridan notó otra cosa acerca del hombre. La mayoría de ellos usaban blancas insignias con largas hileras de números en ellas. Jeth le tendió la mano a Taylor. —Ven con nosotros. Taylor no parecía que pudiera caminar, pero Sheridan la jaló hacia adelante y salieron de la cabina de vidrio tropezando. La puerta se cerró


detrás de ellos. Los dos hombres vestidos de negro levantaron un brazo, sosteniendo cajas negras en su dirección. ¿Un regalo? Quizás era algo que la gente necesitaba aquí en el futuro. Sheridan cautelosamente estiro el brazo para tomar una. 22

En lugar de darle la caja, el hombre retiro su mano de un golpe y gritó algo que ella no pudo entender. Echo dio un paso frente a ella, escudándola del hombre. Mientras tanto, Jeth hablaba a ambos hombres rápidamente, con reprimendas hasta que bajaron las cajas negras. Entonces Sheridan comprendió. Las cajas no eran regalos; eran armas. Taylor estaba completamente débil, se desmayó. Sheridan la abrazó para poner a su hermana en el piso, Jeth vino y la cargó en sus brazos. Hizo señas hacia la puerta del cuarto y señaló con su cabeza. —Ven. ¿Qué opción tenia? No quería estar aquí con el hombre de negro o con el hombre de cabello negro y gris quien estaba gritando a todos. Continuaba sin moverse. Saliendo del Filtro del tiempo, podrían estar dejando el enlace que ellas tenían con su hogar, con su época. Echo tomo su mano. —Ayudaremos a Taylor. No te preocupes. —Gentilmente jaló a Sheridan hacia la puerta—. Ven por aquí. Ella volvió la vista hacia la puerta de vidrio que se cerraba en la cabina, después permitió a Echo que la guiara fuera del cuarto.


Traducido por Princesa de la Luna Corregido por Viqijb

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l grupo entró en un pasillo cuyo techo, paredes y suelo brillaba como mármol y cristal claro. Sheridan se preguntó cómo la gente en el futuro se las arregló para mantener los edificios tan limpios. Echó un vistazo a los zapatos de Jeth y Echo. Se veían más como pantuflas que el calzado real. Bueno, ahí lo tenía. En el futuro, las personas se pintan el pelo con color, pero mantienen sus plantas prístinas. Todos esos años de civilización no fueron en vano. Se le ocurrió que debía averiguar qué tipo de eventos importantes tenían. Las guerras, accidentes, desastres naturales, cosas que podrían advertir a la gente una vez que regrese a casa. Por supuesto, eso sería cambiar el futuro, y había leído suficientes novelas de ciencia ficción para conocer que la gente era susceptible con eso. Tal vez estos hombres no la dejaban ir a por ello. Tal vez ella ya sabía demasiado. Echo se apoderó de su mano. Él aminoró el paso y dejó a Jeth y Taylor ir más adelante. —Mientras que la medicina ayude a tu hermana —dijo en voz baja—, uno de los Científicos del Filtro hablará contigo. Si puedes, no le hagas saber que tienes una gemela. Taylor con diferente pelo, color de ojos y maquillaje. Los extraños no suelen reconocer el hecho de que eran gemelas idénticas. Echo lo hacía. —¿Por qué? —preguntó Sheridan. —Creen que eres dos personas separadas. —Somos dos personas diferentes. —Ustedes tienen el mismo ADN —dijo Echo con paciencia—. Los científicos hacen una persona. Tal vez crean que el agujero del Tiempo no


funcionó tan mal y trajo dos diferentes personas, tal vez van a pensárselo dos veces antes de volver a usarla. —Bajó la voz hasta un susurro, pero la intensidad de sus ojos hizo hincapié en sus palabras—. Es necesario comprender que el agujero de tiempo es peligroso. 24

—Oh, lo entiendo —dijo—. Yo fui la que acaba de ser succionada por una grieta eléctrica gigantesca. Si tú sabes que es peligroso, ¿por qué estás ayudando a los científicos con ello? —No voy a ayudarlos —dijo—. Estoy ayudando a entender lo que dicen. Sheridan miró a Taylor, preocupada de que si no mantenía a su hermana a la vista, podría desaparecer por completo. —¿Qué idioma hablan los científicos? —Inglés. Sheridan estaba considerando esto. —Estoy bastante segura de saber inglés, y no lo hablaba. Echo se encogió de hombros lo suficientemente amplio para que a su equipo de fútbol del instituto le hubiese encantado. —El lenguaje evoluciona. Si alguien de la época de Shakespeare nos hubiese visitado, ¿le habrías entendido? No, supuso, pero no contestó la pregunta. —¿Cómo es que puedo entenderte a ti? —Mi padre y yo somos artífices de la palabra, historiadores que han estudiado la evolución del idioma Inglés. Me especializo en ustedes. Su mirada se disparó a la cara, tratando de dar sentido a eso. —¿Tú... qué? —Quiero decir, su edad —se corrigió—. Me especializo en el siglo XX y XXI. —Oh —dijo aliviada—. Estaba a punto de ser descolocada seriamente, “había historiadores especializados en mí”. Él le dedicó una sonrisa tímida.


—Puede haber algunos. Yo sólo puedo hablar por mí mismo. Hasta ahora, nunca me he especializado en Sheridan Bradford. Jeth se detuvo frente a una puerta blanca, en espera de Echo y Sheridan para ponerse al día. Taylor había abierto los ojos y miraba a su alrededor con confusión. 25

—¿Estás bien? —le dijo Sheridan. —Bueno, más o menos. Cuando Echo alcanzó la puerta, pulsó un botón en la pared y la puerta se abrió para revelar una gran sala. Una cama se creó en el rincón más alejado. En vez de una cabecera, un gran monitor de la computadora se alzaba por encima de la almohada. Un carro se puso junto a la cama, lleno de cosas que eran probablemente de equipos médicos. Dos hombres estaban en la habitación. Se destacó por el carro, y el otro estaba sentado en una mesa de color negro brillante cerca de la puerta. Sillas conectadas a la mesa con grandes barras de color negro, por lo que se encontraban suspendidos por encima sin tocar el suelo con las piernas. Había visto sillas como en los restaurantes de comida rápida. McDonalds debe haber establecido el estándar para decoración de interiores en el futuro. Bueno, eso explicaba el pelo de todos modos. Sheridan fue a la mesa. Se sentó mientras Jeth ayudó a Taylor en una silla contigua. El hombre que había estado en el carro se acercó a ellos, su mirada en Taylor. —¿Wet es har kon de-ce-own? —Wet es “¿Qué es?” —Trató de seguir el resto de la conversación, pero sólo captó una palabra aquí y allá. Al cabo de unos momentos de charla, la médica volvió al carro, abrió un cajón y sacó una jeringa con una aguja larga. Tal vez estas personas se tomaron en serio sus errores. Sheridan pensó en la perrera y la forma en que los trabajadores ponía a los animales no deseados a dormir(los matabas). ¿Eso es en lo que ella y Taylor se habían convertido, los animales no deseados? Debió jadear, porque Echo susurró:


—Está bien. El tiro es revivir Taylor. Funcionó de inmediato. Cuando Taylor vio que el hombre se acercaba a ella, se irguió y gritó. Las sillas no eran estacionarias. La silla de Taylor giró y se deslizó atrás antes de llegar a pararse. Ella tropezó, sosteniendo sus manos levantadas en frente de ella. 26

—Aléjate de mí. Echo fue tras ella. Él se apoderó de su brazo, pero no la obligaba a volver a la mesa. —Está bien —dijo en tono tranquilizador—. La medicina no tiene motivos para hacerte daño. Jeth también estaba, pero le habló a la médica, la interceptó antes de llegar a Taylor. El científico del agujero seguía sentado en la mesa, mirando fijamente a Sheridan. Se inclinó hacia delante, dispuesto a ir tras ella. Sheridan se quedó sentada, mirando hacia él. Jeth le dijo al médico algo y funcionó. Se retiró a la parte posterior de la sala, puso la aguja en el carro, y luego se apoyó en la cama de una manera aburrida. Echo llevó a Taylor de nuevo a la mesa. Se sentó, todavía temblando. Jeth le palmeó la mano como si fuera un niño perdido. —No es necesario tener miedo. Demasiado tarde para eso. El científico escucho a Jeth, recitar oraciones incomprensibles. Cuando hubo terminado, Jeth se volvió hacía Sheridan y Taylor. —¿Cuánto tiempo sentiste que estabas en éxtasis antes de que llegues a nuestro tiempo? —No mucho —dijo Sheridan, sin saber a quién mirar cuando contestó—. Minutos. Horas tal vez. Jeth transmitió su respuesta al hombre, y le dijo su siguiente pregunta. Se volvió hacia ella. —¿Está experimentando algún dolor residual?


—Estoy experimentando una gran cantidad de molestias residuales — dijo—. Porque nadie me dirá cuando nos enviaran a casa. —¿El dolor? —volvió a preguntar Jeth. Sheridan levantó la mano y lo utilizó para acentuar las palabras. 27

—¿No están ustedes preocupados por jugar un poco con el pasado? Tu podría cambiar algo importante en la historia. Jeth pidió paciencia. —No —dijo Sheridan. Taylor no respondió. Ella se llevó la mano a la sien como si estuviera tratando de masajear el dolor de cabeza de inmediato. El científico dio a Jeth su siguiente pregunta. —¿Tu estas experimentando dificultades cognitivas debido a la reconfiguración? Hizo un intenso deseo de gritar. Echo habló con su padre. —Pregunte si es posible devolverlas. Ellos deben saberlo. Jeth vaciló, luego suspiró y transmitió la pregunta al científico. Los dos hablaron de ida y vuelta durante unos minutos, y de vez en cuando Echo preguntaba. Sus ojos azules estaban atentos al escuchar desaprobación. Un surco de preocupación arrugó la frente. Dio a Sheridan un apretón, lo que le provocó una sensación de vértigo en el estómago. Tal vez el agujero del tiempo había funcionado mal, se necesitaría mucho tiempo para arreglarlo. Ella y Taylor intercambiaron miradas de preocupación. Finalmente los hombres terminaron de hablar, y se volvieron hacia la mesa. Jeth juntó los dedos. —En su momento, ¿estaban familiarizados con las computadoras? —Sí —dijeron Sheridan y Taylor entre sí. —¿Han utilizado la función de búsqueda?


—Sí —dijo Taylor, y Sheridan se contentó con dejar que hable por los dos. Taylor sabía más acerca de las computadoras.

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—Imagina el tiempo como una gran base de datos —dijo Jeth—, y piensa en ti mismo como una palabra en un documento de mil millones de páginas, en alguna parte. La función de búsqueda puede encontrar la palabra y sacarla de los mil millones de páginas. Eso es lo que hace el agujero del Tiempo. Se encuentra a una vida concreta y lo lleva hacia adelante en el tiempo. —Él levantó la mano, y luego la dejó caer de nuevo a la mesa—. Por lo menos, se suponía. Tal vez la función de búsqueda en su ordenador no siempre funciona correctamente. Tú querías la palabra “puede” y tienes la palabra escaneada en su lugar. ¿Entiendes? Su mirada rebotaba entre Sheridan y Taylor. —Nuestros científicos no saben por qué ocurrió esto. Están en el agujero del Tiempo en estos momentos tratando de conseguir al hombre adecuado. Bueno, tanto por la esperanza de Echo que el primer fallo haría que los científicos tuvieran cuidado de usar la máquina. No parecía importarle que accidentalmente se hiciera zapping en el futuro. Esperaba que la próxima vez no tuviese nada, pero sentía un enjambre de abejas furiosas. Taylor volvió a frotarse la sien. —¿Qué harán si lo encuentran? —Van a pedir aumentos —dijo Echo, luego añadió—: En realidad, probablemente lo hagan de todos modos. Jeth hizo caso omiso de su hijo. —Tyler Sherwood ayudará a nuestros científicos con el trabajo de la biología. Sheridan decidió regresar a su pregunta original. —Así que ¿cuándo nos van a enviar de vuelta? Las cejas de Jeth se juntaron, como si él no estuviese seguro de por qué no había entendido su primera explicación. Habló despacio hacia ella. —En su tiempo, ¿estabas familiarizado con el congelador?


—Sí —dijo Sheridan, y se sintió razonablemente segura de poder responder por sí misma cuando la máquina involucrada ya no era un ordenador, pero un aparato de cocina. —A veces se ponen las verduras y se guardan para más tarde. 29

—Sí. —A veces había verduras, aunque con más frecuencia había sido un helado o pizza congelada. —Cuando tomas la verdura más tarde, incluso mucho más tarde, ¿se ha conservado tal cual lo había sido cuando la pusiste? Sheridan asintió. —Pero si hubiera querido, podría no haber regresado para la cosecha, ¿verdad? —No. —Ella se atragantó la palabra, y parecía tener todas sus fuerzas, toda su energía. —Nuestra tecnología preservó su asunto y se lo llevó hacia el futuro, pero no podemos volver al pasado. Sheridan comenzó a temblar entonces, temblores violentos que no podía controlar. Su familia, su período de tiempo, todo había desaparecido, borrado. En un momento en que se había desintegrado en polvo. Pensó en su madre corriendo a su dormitorio. ¿Había visto a Taylor desaparecer? El dolor vino después. Sheridan sentía como si su mitad estuviese siendo cortada. Se inclinó hasta que su mejilla tocó la superficie fría y lisa de la mesa. Taylor dijo: —Consigue una manta para ella. —Sólo que sonaba a lo lejos, y Sheridan se preguntó por qué Taylor lo dijo, ya las mantas no ayudarían nada. Estaba diciendo otras cosas ahora, muy rápido, y algunos de ellos sonaban como tacos, pero eso no podía ser cierto. Taylor no juraba. Estuvo siempre en control. Siempre lista. Razón por la cual había ido en shock al principio de todo esto. Ella había entendido lo que quería decir y había conseguido dejar su crisis a un lado para que pudiera estar en control.


Ahora estaba allí gritando. Como si no hubiese perdido a todos en el mundo también. La enfermera se acercó a Sheridan, y llevaba una manta, pero no una oportunidad. Taylor todavía le estaba gritando, y las palabras eran definitivamente palabrotas. 30

Sheridan se empujó hacia arriba de su silla y tomó medidas contra el vértigo. Quería encontrar a los científicos y la demanda que hacen de este derecho. ¿Cómo iban a construir una máquina que arrebataba a la gente de su tiempo sin necesidad de crear una forma de volver a ponerlos? Echo estaba a su lado, aunque ella no lo había visto levantarse de su silla o cruzar la habitación. Su tono de voz era bajo y suave. —Está bien. La tomó de la mano, pero ella tiró. —Esto no está bien. —Dio un paso atrás de él—. ¿Cuál es tu definición de bien, podrías pensar que algo de esto está bien? —Dio otro paso más lejos. No había ningún lugar para correr, sin embargo, no había manera de escapar de lo que había sucedido. Estaba a punto de llorar, sollozar probablemente, y no quería. Echo la tomó la mano. En lugar de conducirla de vuelta a la mesa, tiró de ella suavemente en sus brazos. Era casi un abrazo. —La medicina no tiene por qué hacer daño. Le había dicho lo mismo a Taylor, y esta vez Sheridan había oído lo que estaba diciendo realmente. Una frase de su padre vino a la cabeza, y dijo en voz alta, no como un cumplido, sino como una acusación. —Una mentira no sienta cómodamente en tu lengua. Echo inclinó la cabeza hacia abajo, controlando su expresión. No tenía idea de lo que quería decir. El médico estaba casi a lo mismo. Sheridan intentó cruzar la mano de Echo. —Tú no dijiste que el médico no nos haría daño, sólo que él no tiene ninguna razón para hacerlo. Sabes que puede, y no te gusta mentir sobre ello.


No podía librarse de los brazos de Echo. Él la atrajo hacia sí, abrazándola en su lugar, por lo que el médico le podría dar la inyección. —Haré lo que pueda para protegerte –le susurró Echo al oído—. No voy a mentir acerca de eso. 31

Sintió el pinchazo de dolor en su cuello y luego no sintió nada más.


Traducido por Ale Rose Corregido por Pily

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a segunda vez que Sheridan despertó, no abrió los ojos de inmediato. Los mantuvo cerrados y escuchó. Hombres estaban hablando desde el otro lado del cuarto. Se esforzó para darle sentido a sus acentos. Retumbaban, y sus voces se mezclaban como si alguien al azar estuviera interrumpiéndolas. —Et es batarr theese wa —dijo alguien. Es mejor de esta manera. — Orra way no et well werrk—. Algo… sabemos que funcionará. Otra voz dijo: —Well, way no wet te axpact now—. Algo, sabemos que expirar… algo. ¿Qué significaba orra? —Tharr halth es good—. Good significaba “bueno” en inglés. Las otras palabras en inglés hicieron clic en su mente. Now significaba “ahora.” Well era una de esas palabras como Pues que la gente ponía al inicio de las oraciones cuando ellos pensaban qué más decir. Un hombre, más enojado que los otros dos, dijo: —Apuesto a que no matter la manera en que encuentren a Tylorr Shaerrwood. Así que todavía no habían encontrado al señor Sherwood. No sabía lo afortunado que era. Las voces se fueron, y ella se esforzó por seguirlas. Se dio cuenta de que los dos primeros hombres querían convencer al tercer hombre que el experimento no era realmente un fracaso. Finalmente Sheridan oyó el crujido de una puerta, y luego silencio. Se habían ido.


Abrió los ojos y vio a Echo sentado en una silla cerca de la cabeza. Sus brillantes ojos azules la estudiaron. —¿Fuiste capaz de entender algo de eso? Ella parpadeó hacia él. 33

—¿Qué? —Me di cuenta de que estabas despierta. —Señaló a una pantalla iluminada sobre su cama—. Cuando uno escucha, la actividad de su cerebro aumenta. Sheridan se incorporó y miró la pantalla, las luces parpadeaban y se movían, pero no tenían sentido. —¿Cómo te sientes? —preguntó. —Secuestrada. Le dedicó una sonrisa comprensiva. —¿Además de eso? —Bien, supongo. —Su dolor seguía ahí, fuerte y punzante en su corazón, pero ella seguía bajo control. No quería derrumbarse de nuevo. —De acuerdo con los científicos —dijo—, las células deberían estabilizarse pronto. Su mirada pasó de nuevo a él. —¿Mis células están inestables? Él se encogió de hombros. —Eras una corriente de energía durante cuatrocientos años. Toma un tiempo para ajustarte a ser materia de nuevo. Se quedó inmóvil, tenía miedo de moverse; actuar rápido podría hacerle explotar. —Te ves muy bien, sin embargo —dijo Echo—. Quiero decir, que te has reconfigurado muy bien—. Se aclaró la garganta y le hizo señas a la pantalla—. De acuerdo con el equipo, tus estadísticas de salud son muy buenas—. Y entonces, como si estuviera ofreciendo su premio de


consolación, agregó—: Mientras dormías, la medicina te mejoró y arregló tu problema de visión. Las manos de Sheridan fueron a su cara. Sus gafas habían desaparecido. No hizo ningún comentario al respecto. Se dio cuenta que Taylor no estaba a su alrededor. 34

—¿Dónde está mi hermana? —Con Jeth en un Laboratorio de Información. Está aprendiendo sobre lo que ha sucedido en los últimos cuatro siglos. Todavía reconfigurándose. Sheridan empujó lentamente la manta de su regazo. Sus músculos parecían estar funcionando correctamente. —¿Qué nos va a pasar ahora? —Queremos que trabajes en el Laboratorio de Palabras con nosotros, pero Jeth no ha propuesto la idea todavía. Está esperando a que los científicos estén de mejor humor. ¿Laboratorio de Palabras? No preguntó qué era eso. No quería que Echo pensara que había accedido a nada de eso, no tenía ganas de estar agradecida por su ayuda. No era uno de los científicos que la había traído aquí, pero era una parte del futuro, y eso era suficiente para resentirla. No era lógico ni justo, pero así era. Echo no notó su silencio. La miró como si fuera una pintura fascinante. Sheridan tomó un rato para estudiarlo de regreso. A pesar del pelo azul, era guapo en modo de DC Comics. Tenía un look de Superman: mandíbula cuadrada, nariz recta, los hombros robustos. Pero también había una seriedad sobre Echo, una profundidad en sus ojos azules que no podría haber sido capturada en un cómic. —¿Tienes alguna pregunta? —preguntó. Taylor no las hizo demasiado rápido. Antes de que el médico le diera a Sheridan el disparo, Echo le había dicho: —Voy a hacer lo que pueda para protegerte. —¿Se había asegurado de que el médico no le lastimara? O tal vez se refería a los científicos.


¿Necesitaba protegerse de los demás? De alguna manera no se atrevía a preguntarle, no mientras el resentimiento seguía siendo espeso en su interior. En su lugar, se centró en su suave y brillante pelo azul. —¿Cuándo la gente empezó a coordinar el color de su cabello con sus trajes? 35

—La moda cambia rápidamente. Pero no todo el mundo cambia su color de pelo. Algunas personas mantienen su tono de nacimiento. Alargó la mano y tocó la luna azul brillante en la mejilla de Echo. Esperaba que algo del azul viniera a sus dedos. No lo hizo. Se sentía exactamente igual que la piel normal. Pasó el dedo de nuevo. —¿Esto es un tatuaje? —Un tinte de piel. Permanece encendido hasta que se utiliza un agente de retracción para eliminarlo. Ella dejó caer la mano de la cara, de repente avergonzada de haberlo tocado. —¿Las mujeres también lo hacen… teñirlo, darle forma y pintarse de colores la cara? Echo rió, y ella se sorprendió de alguna manera de que sonara exactamente como una risa de su tiempo: cálida, profunda y completamente humana. —¿Es de esperar que las mujeres tengan más moderación? ¿El sexo que viste corsés y fajas, y saca sus cejas? —Un simple sí hubiera bastado. —Oh—. Él seguía sonriendo—. Entonces, sí. —Hizo un gesto hacia la puerta—. Podemos ir a buscar algunas mujeres aquí en el centro científico si quieres verlas. Sheridan sacudió la cabeza y suspiró. ¿Qué gurú de la moda decidió que usar tu cara como un libro para colorear se veía bien? Cuando ella no habló, Echo dijo:


—Si no tienen más preguntas, entonces tengo una para ti. —Él se echó hacia atrás en su silla, examinándola de nuevo—. En tu siglo, ¿qué se sentía tener un hermano gemelo? Era irónico que su primera pregunta fuera una que ella se había preguntado muchas veces en su propia época. 36

—Es difícil de decir, porque nunca he sido otra cosa. Su respuesta trajo otra sonrisa a sus labios. —Debería haber hecho la pregunta de manera diferente. Solía decirle lo mismo a la gente. Sheridan se enderezó. —¿Eres un hermano gemelo? —Lo era —dijo. Abrió la boca para decir algo más, pero no lo hizo. En cambio, tragó saliva y miró hacia otro lado. Supo entonces que su gemelo había muerto. Probablemente recientemente. Lo sabía porque si Taylor hubiera muerto, habría sentido el mismo dolor que vio destellar a través de sus ojos. Se inclinó hacia él. —Lo siento. —No fue una frase hueca, tirado entre ellos para evitar la incomodidad del silencio. Ella lo sintió, sintió una conexión con él a través de sus pérdidas. Su gemelo, su familia. Su resentimiento por él se debilitó y se desvaneció. Él asintió con la cabeza, pero no dio más detalles sobre su hermano. —Lo que quise decir fue cómo el resto de la sociedad te trata. Podía haber hablado largamente sobre esto, pero sabía que Echo entendería, por lo que ella lo abrevió. —Al crecer, tenemos un montón de atención, lo que habría estado bien, excepto que la gente también nos trataba como si fuéramos la mitad de la misma persona. Al igual que, en el tercer grado Taylor hizo enojar a algunas niñas, y ellas se enojaban conmigo también por defecto. —A veces era difícil compartir todo. Y todavía estamos en constante comparación. Taylor es la lista, la sobresaliente y osada. —Sheridan no


dijo, pero añadió mentalmente, la que le gustaba a los chicos primero—. Yo soy la responsable, la callada. —A la que siempre acuden a pedir favores. La que le gusta a los chicos después de que Taylor los ha rechazado. Echo escuchó todo esto. 37

—Cuando alguien dice el nombre de Taylor, ¿te das la vuelta? —Por supuesto. Durante buena probabilidad de que podían decir quién era yo. Incluso ahora que Taylor ha hago.

la mayor parte de mi vida en realidad me estuvieran —Se encogió de hombros cambiado por completo su

que había una llamando y no avergonzada—. look, todavía lo

—¿A veces sabes lo que ella va a decir antes de que lo diga? —Sí, pero eso es fácil. Si es arrogante o sarcástico, Taylor va a decirlo. Sheridan inclinó la cabeza. —¿La gente de aquí en el futuro todavía piensan que los gemelos tienen un místico lazo psíquico? Esa era una de las cosas molestas de ser gemelo. Las personas siempre estaban tan decepcionadas al enterarse de que ella y Taylor no podía leer la mente del otro. —Los gemelos casi nunca suceden —dijo Echo—. Los trabajadores de la salud lo impiden. Eso pareció extraño. —¿Cómo? Se removió en su asiento, dudó. —Las personas en Traventon quieren niños superiores, por lo que los especialistas de Medcenter seleccionan los mejores genes de la población y los usan para crear bebés. Los técnicos, se supone que ponen los embriones individuales y saludables en las mujeres, pero cometieron un error en nuestro caso. Sheridan frunció el ceño. —¿Nadie quiere tener a sus hijos de forma natural?


—¿Con riesgo de tener hijos inferiores? No. A los once años, las niñas se someten a una cirugía que evita la reproducción accidental. Sheridan ahogó un grito de asombro. Tenía once años de edad el periodo pasado. 38

—Nadie va a hacerme una cirugía, ¿verdad? Parecía incómodo, lo que probablemente significaba que sí. —El gobierno decidirá. Ellos controlan todo lo que afecta a Traventon. —¿Todo? ¿Qué pasó con la democracia? Había hecho la pregunta retórica. Él no respondió de esa manera. —Las democracias no duraron mucho después de tu tiempo. Fue muy difícil para la gente común tomar decisiones sobre políticas. Así que ahora el gobierno educa a un selecto grupo de personas y los nombra a los puestos—. Él inclinó la cabeza hacia ella, interrogante. —Debes haber visto que esto ocurriría. La democracia ya estaba en declive durante tu tiempo. Sheridan quería protestar por este hecho, pero no pudo. No sabía lo suficiente sobre el Congreso o el proceso democrático para saber si había estado en declive. Lo cual, se dio cuenta, podría ser prueba de que Echo estaba en lo correcto. No podía ser bueno que la democracia se hubiera ido. De hecho, podría ser muy malo. Sintió una punzada de miedo, y con él, un deseo urgente de ver a su hermana. Sheridan se bajó de la cama. —¿Podemos ver a Taylor ahora? —Si eso es lo que quieres. —Estando Echo de pie, tomó la mano de Sheridan, y la condujo hacia la puerta. Tal vez era costumbre en esta sociedad sostenerse las manos, o tal vez él tenía miedo de que ella huyera. Cualquiera fuera la razón, se alegró por la calidez de sus dedos entrelazados con los de ella. La hacía sentirse más segura en este extraño lugar. Salieron de la habitación y fueron por el pasillo blanco. Los pasos de Sheridan hicieron un golpeteo suave contra el suelo, como un martillo


pronunciando lentamente un juicio. Se preguntó cuánto tiempo tardaría hasta que todo dejase de sentirse tan surrealista, como si le estuviera sucediendo a otra persona. Deslizó una mirada al perfil de Echo. Era alto, guapo, y estaba sosteniendo su mano. 39

Definitivamente surrealista. Si él hubiera ido a su escuela secundaria, ¿qué tipo de persona hubiera sido? Su primer pensamiento fue: uno de los deportistas más populares, la clase de chico que las animadoras adoraban. Pero la subyacente seriedad en los ojos de Echo no la dejaba ponerlo en ese grupo y dejarlo allí, sin pensar disfrutando sus adulaciones. Había dado un paso delante de ella cuando los hombres vestidos de negro habían apuntado sus armas contra ella. Había dicho que iba a hacer todo lo posible para protegerla, y ni siquiera la conocía. Echo la atrapo normalmente haría.

mirándolo,

pero

ella

apartó

la

mirada

como

—Cuando dijiste que me protegerías, ¿de quién quisiste decir? —De cualquier persona que necesitara protegerte. —Él le dio una sonrisa, y eso se sentía como un premio—. ¿Ya has tenido a alguien en mente? —Sí. Todos los que lleven agujas. Él le pasó el pulgar por la palma de su mano. —Vas a estar bien ahora. No hay necesidad de más agujas. Ella estaba una milla de estar bien, pero no lo dijo. —¿Tienes hambre? —preguntó Echo—. Hay un comedor aquí en el Centro de Ciencia. Sheridan negó con la cabeza. Él le dio un apretón. —La comida de aquí no está mal. Por lo general es similar a lo que comiste.


—No creo que pueda comer nada en este momento. Echo la miró durante unos momentos más, todavía estudiándola, suponía ella.

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—Dicen que la gente en tu tiempo crían animales para matarlos para poder comer su carne. Y al parecer la gente en 2447 eran vegetarianos estrictos. Él no iba a entender el atractivo del pepperoni o las hamburguesas con queso, o su favorito, el tocino. No se sentía como si tuviera la energía para explicar las necesidades de proteínas, pero la mentira tampoco se asentaba fácilmente en su lengua. Eligió una respuesta que no la implicaba ella. —Mi familia vivía en un acre de tierra, y teníamos dos caballos. —No había pensado en extrañarlos hasta ahora, y la golpeó con una punzada de dolor. Breeze y Bolt se habían ido también—. También tuvimos un perro llamado Georgie. Nunca nos hubiéramos comido alguno de ellos, sin embargo. Georgie, no obstante, había causado la muerte de unos gorriones callejeros, al menos un ratón y lo que se pone en Alpo. —Dime —dijo Echo—, ¿cuántos animales de tu tiempo hablaban? La mirada de Sheridan se clavó en sus ojos para ver si estaba bromeando. No lo estaba. —Ninguno. ¿Por qué piensas que los animales hablaban? —Hemos recopilado películas, imágenes, historias que muestran algunos animales que hablaban... Dejó la frase sin terminar la deriva, perplejo. —Echo —dijo—, ¿alguna vez has tratado de hablar con un animal? —Los animales se han extinguido. Los comedores de carne de tu tiempo los mataron a todos. Ella dejó de caminar, y su mano se apartó de ella. —No. Eso no puede ser cierto.


—Me hubiera gustado verlos —dijo él, deteniéndose también. — Tenemos programas con animales generados por computadoras en el centro de Realidad Virtual, pero no es lo mismo. Sheridan negó con la cabeza, cortas y rápidas negaciones. 41

—La gente amaba a los animales. Los mantuvimos como mascotas. Y no podríamos haber matado a todos. Hemos tratado de deshacernos de los ratones y las ratas, y fue imposible. —Todos se han ido —dijo Echo—. Incluso las ratas. Ella cruzó los brazos sobre su pecho. —Te equivocas. Al igual que estás equivocado acerca de los animales que hablan. No hablaban. Sus cejas se juntaron. —Tenemos historias que datan de miles de años. Las fábulas de Esopo. “Caperucita Roja.” “Los tres cerditos.” Tu período de tiempo tuvo a Bugs Bunny y Winnie the Pooh… —Esos son sólo cuentos infantiles. —Sí, pero los adultos se los contaron a sus hijos. —Inclinó la cabeza—. ¿Esperas que crea que por generaciones, a través de la cultura humana, los padres mintieron sistemáticamente a sus hijos acerca de las capacidades de comunicación de los animales? —Sí. Levantó una ceja incrédulo. —Oh, vamos —dijo ella— ¿quién contrataría a tres cerdos para hacer trabajos de construcción? No podían mantener martillos con sus pequeños cascos hendidos. —Dejó escapar un suspiro de frustración. Era increíble, de verdad, que estuviese parada aquí discutiendo carreras de cerdos—. ¿No tienes ninguna naturaleza que muestre nuestra época? ¿Tal vez una revista de National Geographic o dos? Echo le tomó de la mano y volvió a guiarla por el pasillo como si no valiera la pena discutirlo.


—Sólo los registros que fueron transferidos a partir de silicio a la memoria holográfica se han conservado durante siglos. Por desgracia, la mayor parte de tu programación fue destruida durante las guerras de información del siglo XXIII. —¿Guerras de la información? 42

—Los ataques a los sistemas informáticos. Cuando la red neural interna de una civilización se destruye, es fácil de tomar el control. Es por eso que la información no está disponible al público. Es muy difícil de defender. Es una suerte que salvamos algo de tu tiempo. —Espera, ¿qué quieres decir con que la información ya no está disponible? Él no estaba escuchando, sin embargo. Su ritmo se desaceleró a un punto muerto y le soltó la mano. La miró como si la razón de sus negaciones acerca de los animales que hablan de repente se hubiera vuelto claro para él. —Eras uno de los que comían carne, ¿no es así? Casi lo negó. No quería darle la más mínima influencia en el argumento. Pero él podría preguntar a Taylor acerca de sus hábitos alimenticios, y luego pensaría que Sheridan era una devoradora de carne y una mentirosa también. Ella levantó la barbilla. —Cree lo que quieras. Al parecer, eso es lo que haces de todos modos. Ella se alejó por el pasillo, a pesar de que no sabía dónde iba. —Si los animales realmente se fueron, sin embargo, ¿no podían tus científicos haber utilizado el Filtro del Tiempo para traer algo nuevo en lugar de secuestrar a personas al azar? Echo la dejó caminar unos pasos, luego la tomó de la mano para detenerla. Puso su otra mano sobre un botón de una puerta para abrirla, y luego la llevó al interior. Filas de computadoras y sillas llenaban la habitación. Taylor y Jeth estaban sentados frente a una computadora viendo algo en la pantalla.


Taylor miró cuando entraron, y el alivio se extendió por su cara. Se puso de pie y le dio un abrazo a Sheridan. —Estoy tan contenta de que estés bien. Sheridan le devolvió el abrazo, luego se apartó. 43

—Taylor, di la verdad, ¿alguna vez los animales hablaron? —¿Qué? —Taylor la miró, quizá para revisar la salud mental de Sheridan. —Animales. ¿Se vestían o hablaban inglés? Taylor puso su mano sobre la frente de Sheridan, buscando signos de fiebre. —Uh... no. Sheridan se volvió a Echo y le dio una mirada mordaz. —Te lo dije. Se cruzó de brazos y se acercó a donde su padre estaba sentado, como si estar de pie allí reforzaba su posición. —Dos testimonios no borran los registros. La mirada de Taylor se deslizó hacia atrás y adelante entre Sheridan y Echo. —¿Qué registros? —“Caperucita Roja” —dijo Sheridan— y “Winnie the Pooh.” Jeth se reclinó en su silla, teniendo en cuenta esto. —Tal vez en tu período de la historia, los animales eligieron el silencio como una especie de resistencia. Taylor levantó la mano para interrumpir la conversación. —Hola, los animales no hablan ahora, ¿cierto? —No hay animales —dijo Echo—. La gente de tu generación se los comió.


Sheridan arrugó la nariz. —Como si me gustara comer una rata. Taylor regresó a su silla y se sentó. 44

—Si todos los animales están extinguidos, los ecosistemas terrestres han debido de colapsar hasta el punto de que no pueden sostener la vida humana. —Los ecosistemas colapsaron —dijo Echo—. Es por eso que la gente vive en ciudades cerradas ahora para proteger a los centros agrarios. —¿Y la polinización cómo ocurre? —preguntó Taylor. —Hecho por pollenbots. Droides miniatura. —Correcto —dijo Taylor, en el tono que utilizaba cuando había decidido que alguien era tan delirante que no tenía sentido discutir con ellos. Jeth y Echo no sabían del tono, pero Sheridan sí y eso le daba esperanza. Mientras Taylor dudara de la explicación de Echo, no era necesariamente cierto. —¿Qué alimentos se producían en tu día? —preguntó Jeth, dejando el tema de la desaparición de los animales atrás. —No sé mucho al respecto —dijo Taylor. Se pasó la mano por el pelo con cansancio. —Mira, hay… Taylor no terminó. Tanto Echo y Jeth estaban mirando por la habitación con expresiones perplejas. —Es un dicho —dijo Taylor, y su voz sonó firme. —Esto significa, “Escuchar.” —¿Mira significa escuchar? Las cejas de Jeth estaban fruncidas con evidente escepticismo. —Escucha —dijo Taylor lentamente—, ¿dónde Sheridan y yo?

nos quedaremos

Jeth se levantó de su silla, estirándose. Su pelo marrón se balanceaba sobre sus hombros. —Supongo que es hora de que hablemos con los científicos acerca de sus alojamientos.


Él hizo un gesto a Echo. —Es mejor preguntar en persona. Entonces los dos caminaron hacia la puerta. 45

—No dejen esta sala —dijo Jeth por encima del hombro. —A los científicos no les gustaría que estuvieran vagando por el edificio sin escolta. A Sheridan no le importaba lo que le gusta a los científicos. Tal vez esto se hizo evidente en su expresión. Echo la miró y añadió: —Tampoco a los Ejecutores.


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Traducido por katiliz94 Corregido por Ale Rose

eth y Echo caminaron hacia el Laboratorio Quince. Echo esperó a que su padre dijera algo sobre las chicas siendo gemelas idénticas, la coincidencia de eso, o la ironía. Jeth no dijo nada. ¿Era posible que su padre no lo hubiese notado? Echo decidió no preguntar. El tema conduciría a su hermano. —Taylor y Sheridan son muy hermosas —dijo Jeth―. Pensé que las chicas de esa era parecían enfermizas y débiles, sufriendo una malnutrición de una constante dieta de azúcar y grasa. —Los historiadores debieron estar equivocados sobre su dieta. —Echo no dijo más sobre sus hábitos alimenticios. ―Supongo que nos encontraremos que hemos calculado mal muchas de las cosas —dijo Jeth―. Esperaba que las chicas estuvieran felices de estar aquí, lejos de la anarquía y del peligro de su tiempo. En su lugar están bastante desconcertadas sobre esto. —Jeth reflexionó sobre eso―. Imagino que lo desconocido siempre es temido. —Tienen una forma diferente de pensar las cosas. Podría ser difícil para ellas entender nuestra cultura. —Echo estaba a medio camino de esa pregunta cuando se dio cuenta del error que él y Jetch acababan de cometer. No habían estado pensando en la cultura del siglo veintiuno cuando dejaron a las chicas solas en el Laboratorio de Información. De regreso al cercano siglo veintiuno, las personas no tenían cristales implantados en las muñecas. Podían moverse por los alrededores libremente sin ser rastreadas. Las chicas estaban molestas pos ser traídas aquí, y con toda probabilidad se habrían retirado de la habitación tan pronto como Jeth y Echo giraron la primera esquina.


—Blood —Echo maldijo suavemente en voz baja. Ante este gran momento Sheridan y Taylor probablemente estaban deambulando entorno a cualquier lugar, imposibles de rastrear porque ellas no tenían los cristales, intentando… pero ¿qué tratarían de hacer? 47

No podían entender el lenguaje, no tenían a donde ir y no había manera siquiera de activar los dispensadores de comida. Y si las personas equivocadas las encontraban… Echo se detuvo en el pasillo. —Deberíamos regresar y asegurarnos de que las chicas no se han escapado. —¿Escapado? —Jeth dijo la palabra con desdén―. ¿A dónde podrían escapar? —A ningún lugar, pero no saben eso. No entienden nuestra sociedad. Jeth y Echo habían llegado al ascensor, y Jeth pulsó el botón. —No las encuentro estúpidas. De hecho, estaba sorprendido por la inteligencia de Taylor. Aprendió las funciones del ordenador después de verme hacerlas solo una vez. Echo no se movió hacia el ascensor. —Nunca dije que fueran estúpidas. Dije que no lo entendían. —La puerta del ascensor se abrió. Echo permaneció donde estaba―. Voy a regresar. Jeth dio un paso dentro del ascensor y esperó que Echo le siguiera. —Deberían tener tiempo a solas. Si uno de nosotros se queda para vigilarlas, se sentirán como prisioneras. Es mejor dejarlas saber que confiamos en ellas. Echo suspiró, miró hacia el pasillo, después entró en el ascensor. Cuando observó los números de la planta cambiar, se dijo a sí mismo que no tenía tiempo para preocuparse por esas chicas. Tenía otros problemas. Tenía planes que hacer. No funcionó. De cualquier manera se preocupaba por ellas, seguía pensando en cómo sería despertar y encontrarse metido en otro siglo.


Unos pocos minutos después, alcanzaron el Laboratorio Quince. Varios científicos estaban ahí, recogiendo la información de varias terminales de ordenadores. Jeth se dirigió hacia uno de los lideres científicos, y Echo le siguió. 48

El nombre del hombre era Anton. Echo le recordaba esa mañana debido a la red de rayas rojas zigzagueando a través de su rostro. Eso había sido popular el año pasado. La mitad de la ciudad se lo había hecho luciendo como si ellos habían estado en alguna horrible batalla. Pero últimamente el color rojo había pasado de moda. Los científicos, como artesanos de las palabras, al parecer, no se mantenían con las tendencias de la moda. Echo podría haber estado vistiendo de rojo si su hermano no hubiese sido demasiado atento a los ciclos de moda. Y ahora que su hermano se fue… Echo sintió un agudo dolor ante el recuerdo y sacudió fuera los pensamientos. Era mejor no pensar en su hermano. Todo el tiempo la mente de Echo vagaba en esa dirección, sentía su concentración, su fuerza, todo, derrumbándose. Piensa en el ahora, se dijo a sí mismo. Anton se desplazó a través de las ecuaciones de la pantalla sin notar la llegada del artesano de las palabras. —Well… well… well —murmuró él―. Blood, si hemos cometido un error, el estabilizador obtenido estaría fuera de la fase. Jeth hizo un pequeño ruido de tos, y Anton miró hacia arriba. Cuando vio que era el artesano de palabras, cambió su atención a la pantalla. —¿Hay un problema con las viajeras del tiempo? —No —dijo Jeth―. Se han recuperado de la conmoción y ya se están adaptando. —Right. —Necesitaremos ponerlas en algún lugar. ¿Les han sido asignados habitaciones? Anton momentáneamente paró el desplazamiento en el computador.


—Hemos planeado mantener a Tyler Sherwood en el Centro Científico, pero nada vuela bien la primera vez que lo lanzas al aire. —Se enderezó, acariciando lo pequeño de su espalda con una mano―. Deberíamos haberlo declararlo un fallo. Deberíamos haber forzado a alguien menos importante la primera vez. 49

Echo miró el ordenador, sus ojos disfrutando de la fila de números de manera habitual. —¿No puedes encontrar a Tyler Sherwood para nada? Anton frunció el ceño y se inclinó hacia la pantalla. —No es un procedimiento simple. Hélix dice que deberíamos regresar más lejos en el tiempo, donde la señal de Sherwood es más accesible, pero si le llevamos antes de que este con la fabricación de su contribución para la ciencia, pensar en las implosiones que podrían ocurrir en la historia. Solo tenemos un little de tiempo, las más pequeñas de las ranuras con las que funcionar. Una musculación demasiado temprana podría traernos un niño. —Anton golpeó un dedo a través del monitor, y la pantalla cambió―. Necesitamos coger la señal de Tyler Sherwood hacia el final de su vida. —Estoy seguro de que lo lograrás —dijo Jeth―. Hasta entonces, llevaremos a las chicas al Centro de Historia y trabajaremos con ellas. Anton miró alrededor de la habitación, esta vez bajando la voz e inclinándose más cerca del artesano de palabras. —Helix quiere que hoy les hagamos un lavado de recuerdos y eliminar nuestros errores juntos, pero el resto pensamos que es demasiado pronto para eso. —¿Un lavado de recuerdos? —Los hombros de Jeth se hundieron como si el aire se hubiese ido de él―. ¿Es eso necesario? —No es sabio —Anton agregó―. No destruyas el primer experimento solo porque no funciona. Estúdialo para averiguar lo que fue mal. Ése es el problema con tener a los oficiales del gobierno al cargo del programa. No aprecian cómo funciona la ciencia. Jeth sostuvo en alto una mano en gesto de protesta.


—Tenemos la oportunidad de aprender sobre la historia de las chicas. Helix debe entender eso. Anton gruñó.

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—Desafortunadamente, los oficiales del gobierno no aprecian tampoco la historia. —¿Por qué hacer un lavado de recuerdos? —Las palabras de Echo salieron más duras que lo que había querido―. Las chicas no han sido condenadas por algunos crímenes o fanatismos. La mirada de Anton circuló por la habitación de nuevo, y bajó la voz incluso más. —Guárdalo como un secreto. Si el público averigua el Tiempo del Colador, sería una guerra después de otra. La mitad de Traventon estaría furiosa de que manipulemos la historia, y la otra mitad estaría furiosa de que no estemos usándolo para traer su banda favorita de rock de regreso a la vida. Eso, pensó Echo, era una generosa evaluación de la reacción pública. Mayormente, el 80 por ciento de las personas pensarían solo en las bandas de rock. El otro 20 por ciento eran Dakine, quienes se dedicarían a robar el Tiempo del Colador por lo que podrían usarlo para alterar la historia en su ventaja. ¿No habían los oficiales del gobierno considerado eso? Probablemente no. Al igual que no habían considerado que había algunas cosas en un lavado de recuerdos que no podrían funcionar. Incluso si los recuerdos de las chicas eran borrados, su cultura todavía sería difícil de mezclarse a la de ellos. Aun podrían hablar el español de los años veinte. Todavía tendrían un conocimiento residual de cómo funcionaban las cosas y no un conocimiento de cómo las cosas funcionaban ahora. Si los científicos no consideraban esto de ante mano, se darían cuenta de eso pronto después. Y entonces, ¿qué harían con las chicas? ¿Terminar con ellas? —Elimina el lavado de memoria —dijo Jeth a Anton―. Todavía puedes conseguir información útil de ellas. Vienen del mismo periodo que Tyler Sherwood.


—Sí. —Anton dijo la palabra lentamente, como si pensase que estaba corriendo en unas intensas ecuaciones matemáticas mientras hablaba―. Eso es una coincidencia peculiar, ¿verdad?

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—Creo que lo sería la congelación —añadió Jeth―, si eliminabas sus recuerdos y después necesitabas información de ellas. Anton asintió en medida de acuerdo. —Intentaremos convencer a Helix de no hacer el lavado hasta que tengamos a Tyler Sherwood ahí. Jeth sonrió. —Estoy seguro de que no será mucho tiempo, así que estudiaremos a las chicas mientras podamos. —Cuando se giró para alejarse, añadió―: llámame cuando tengas a Tyler Sherwood, y regresaremos a traducir. Anton volvió a asentir, todavía con la mirada de un matemático en su rostro. No se despidió cuando se marcharon. De regreso en el vestíbulo, Jeth estableció un ritmo rápido hacia el Laboratorio de Información. —Un lavado de memoria —dijo con desprecio―. Los oficiales del gobierno y los científicos no han de entender la importancia de la historia. Nada de nada. —Es una buena cosa que el gobierno trabaje tan lentamente —dijo Echo. —No lo bastante lentamente —dijo Jeth.


Traducido por Princesa de la Luna Corregido por Meellc

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an pronto como Jeth y Echo salieron de la habitación, Sheridan se dejó caer en una de las sillas. Se sentía sobrecargado, adormecido. —¿Es esto realmente el futuro? Taylor se paseaba de un lado a otro delante de la fila de ordenadores. —¿Qué otra cosa podría ser? —Tal vez es un mal sueño, una especie de psicosis, crisis nerviosa, de estudiar demasiado. —Genial —dijo Taylor—. Eso significa que yo soy la que tiene la distribución. Nunca se estudia. Sheridan levantó la barbilla. —Yo también. Yo estudio todo el tiempo. —Tú lees novelas. —Estoy en honores de inglés. Eso es estar estudiando. Taylor suspiró y agitó la mano en despedida. —Estoy probablemente en una especie de coma ahora mismo, mientras estás leyendo Wuthering Heights y comiendo papas fritas —Otro suspiro—. Debería haber sido importante lo de inglés. Una gran cantidad de grasa me hizo de buen físico. Ninguno de los dos volvió a hablar, pero incluso sus silencios estaban llenos de significado. Taylor estaba haciendo funcionar las cosas en su mente, y Sheridan esperaba su evaluación. Taylor siguió paseando. Finalmente Sheridan le pinchó.


—¿Crees que los animales están realmente extintos? Taylor giró sobre sus talones y se dirigió de nuevo en la otra dirección.

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—Las posibilidades de una completa extinción están en algún lugar entre el poco probable y totalmente imposible. La gente no podría haber sobrevivido durante cientos de años, incluso en ciudades protegidas, si el resto de los ecosistemas de la tierra hubiera sido destruido. Las plantas, insectos, y animales son interdependientes, por lo que el hecho de que todavía haya oxígeno en el planeta sugiere que en algún grado, todavía están vivos. —Entonces, ¿por qué la gente de aquí lo cree? —Porque es lo que su gobierno quiere que ellos crean. Ellos no quieren que la gente salga de la ciudad. Taylor se detuvo y se sentó junto a Sheridan. Tenía el aspecto de un médico a punto de dar una noticia desagradable al paciente. —Las principales plagas arrasaron en todo el mundo, ocho veces en los últimos cuatro siglos. El setenta y cinco por ciento de la población se extinguió. Jeth dice que por eso mejoran la genética ahora, para garantizar que la población es resistente a las enfermedades. —Echo me dijo cómo tienen hijos —dijo Sheridan—. Me parece mal. Taylor no hizo comentarios sobre su maldad. —Individualmente las ciudades-estado gobiernan a su propia gente ahora. Traventon es uno de los más grandes, y tiene la costumbre de acumular grandes deudas con otras ciudades. Cuando alcanza el valor predeterminado, va a la guerra con su acreedor. Cuenta con tecnología avanzada, por lo que llega a la cima hasta el momento, pero eso no puede durar indefinidamente. Sin querer, Sheridan se agarró al borde de la silla. Parecía el comienzo de una mala lista, y ella podía decir que Taylor estaba reteniendo información, prueba de que ella vio tratar con pequeños trozos de la desgracia antes de que entregase todo. —¿Qué más? —preguntó Sheridan.


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—Presidentes nombrados por el Gobierno controlan todo en Traventon, y no hay forma de deshacerse de ellos. La gente normal no tiene un voto, no tienen armas, y no tienen incluso acceso a la información. Es necesario un espacio libre de gobierno para poseer una computadora con capacidades de internet, y es ilegal para acceder a sitios fuera de sus necesidades profesionales. —Ella negó con la cabeza—. Jeth estaba tan orgulloso de la forma humana en la que trataban a sus criminales. Se borran los recuerdos y hacen que se hagan trabajos de baja categoría en el Agrocentro. Lo que podría no ser tan terrible, salvo que cualquiera que esté en desacuerdo con el gobierno, es un criminal. Nadie siquiera se le permite salir de la ciudad sin permiso. Creo que esa es la verdadera razón por la que todas las ciudades son cúpulas. Sheridan no se detuvo agarrando la silla. —No podemos quedarnos aquí. —No podemos volver atrás —Taylor dijo rotundamente. —No sabemos eso. Estamos creyendo la palabra de ellos. —Sheridan se puso de pie, dio la vuelta a la habitación, y buscó, ella no sabía qué. Todo lo que se encontró con sus ojos eran sillas, escritorios y computadoras. Objetos inanimados, fríos. —Tal vez tú podrías encontrar la manera de hacer que el tiempo pase más hacia atrás. Mientras decía las palabras, sintió los primeros indicios de aumento de la esperanza en su interior. —Eres tan inteligente como cualquiera de esos científicos. Sé que lo eres. La expresión de Taylor permaneció rígida. —No es así de simple. No es como si pudiera voltear un botón de atrás de la máquina. —Entonces hace que funcione de otra manera. Taylor gruñó como ella siempre lo hacía cuando pensaba que algo estaba dolorosamente obvio y que no debería tener que explicarlo.


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—En primer lugar, ellos nunca me dejaron cerca de ese equipo o cualquiera de sus especificaciones. En segundo lugar, aun cuando yo lo estudiaba, eso no significa que yo podría encontrar la manera de trabajar de manera diferente. En tercer lugar, si se me ocurriera una idea para una máquina del tiempo, no tendría las herramientas, material o personal para hacerlo. Quiero decir, yo entiendo las teorías aerodinámicas que hay detrás de los aviones, pero eso no significa que pueda construir uno en mi tiempo libre. E incluso si no existieran las tres primeras cuestiones, no construiría una máquina del tiempo de todos modos. Ya es bastante malo que la sociedad pueda arrastrar la gente al futuro. Yo no quiero que sean capaces de insertarse en el pasado también. Sólo quedaba la resignación. Estamos atrapados aquí y será mejor que aprendamos a tratar con él. El silencio siguió a la declaración de Taylor. Un silencio tan profundo que penetra en todas las partes de Sheridan. Toda esperanza que había surgido, ahora marchita dolorosamente. Ella se echó hacia atrás en su silla con un golpe seco. —En el lado positivo —añadió Taylor—, tienen una tecnología genial aquí. Al igual que los robots de limpieza. En muchos de sus sitios dicen que están cerca de encontrar una cura para el envejecimiento. Ella se encogió de hombros, mirando cautelosa de nuevo. —Por supuesto, eso podría ser una excusa para controlar los salarios de la gente. Todo el mundo tiene que pagar un impuesto sobre la inmortalidad para mantener la investigación del gobierno. Sheridan no dijo nada. No tiene por qué. Taylor podía leer los silencios de Sheridan y el a ella. Taylor dejó escapar un suspiro. —Muy bien. Más tarde, cuando sepamos que estamos a salvo, voy a tratar de estudiar su tecnología para averiguar si hay alguna manera de volver a casa. Hasta entonces, tenemos que actuar felices y no propensos a irritarse, o nos encontraremos trabajando en el Centro de Agricultura sin recordar cómo llegamos allí. Ella agitó su mano alentadora en la dirección de Sheridan —Por lo tanto muestra un poco de entusiasmo. Sonríe de vez en cuando. Eso es todo lo que pido.


Unos momentos más tarde Jeth y Echo fueron devueltos. Sheridan no podía sonreír, pero ella no estaba gritando, se mostró mucho más entusiasmada de lo que realmente se sentía.

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A Jeth y Echo los llevaron al Centro de Historia en un automóvil beige, con forma de huevo con ventanas oscurecidas. En lugar de asientos en filas, un asiento circular envuelto alrededor del interior del coche. Nadie lo manejaba. Jeth puso la mano en el panel de mandos, se refirió al destino, y el coche se puso en marcha y se deslizó lentamente a lo largo de los rieles de plata que corrían por el medio de las calles. Todo recordaba vagamente a Sheridan un paseo del parque de atracciones. Una radio llegó automáticamente, y la voz melodiosa de una mujer habló palabras que Sheridan no podía entender. Echo tomó un tubo de metal de su bolsillo y se lo entregó a su padre. Jeth ondeó sobre el panel de control, y la voz se detuvo. —No tenemos que escuchar las actualizaciones de la ciudad en estos momentos —dijo—. Prefiero hablar. Le entregó el tubo de nuevo a su hijo, y luego sonrió a Taylor y Sheridan. —No se lo digas a nadie que tenemos un silenciador. Son un poco ilegales. —¿Es ilegal apagar la radio? —Sheridan miró a Taylor, pero la atención de Taylor estaba en Jeth—, ¿De dónde obtienen los vehículos su combustible? —La red de energía —dijo Jeth—. Que se basa principalmente en los paneles solares en la cúpula. Golpeó un mapa de la ciudad iluminada en el tablero de instrumentos. —Y los sensores del coche se aseguran que los coches nunca se golpeen unos a otros. Lo que probablemente no fue tan difícil ya que los coches sólo pasaron a unos veinte kilómetros por hora. Sin embargo, Taylor sonrió, felizmente haciendo preguntas acerca de la ingeniería del automóvil y de la energía de la ciudad de cosas con retícula, Sheridan no se ha interesado por ella, incluso si los entendía.


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Sheridan miró por una ventana el paisaje que pasaba. La ciudad parecía el interior de algún centro comercial bajo un techo gigantesco. En lugar de hierba, pasarelas de color beige se propagan en todas las direcciones. En lugar de calles, barandillas de plata serpenteando entre los edificios, el apoyo a un sinfín de coches en forma de huevo idénticos. Donde el cielo debía estar, un material opaco blanco se extendía por encima. No hay sol. No hay estrellas. Varios de los edificios no tenían paredes exteriores. Sheridan podía ver lo que parecía una tienda de juguetes, una tienda de ropa y una tienda de muebles. Después de unos quince minutos, se detuvieron en un edificio de aparcamientos y el coche se deslizó hacia un espacio vacío en una fila de coches idénticos. Cuando Sheridan salió, le preguntó: —¿Cómo se puede realizar un seguimiento de su coche cuando todos se ven iguales? —Nosotros no lo hacemos —dijo Echo—. Los usamos, y luego los dejamos para la siguiente persona. —¡Qué maravillosamente social! —brotó Taylor. El grupo comenzó en el estacionamiento. —Pero si vas a alguna parte —dijo Sheridan—, y alguien toma su coche, ¿no estará varado? Jeth señaló al botón circular en una caja metálica que llevaba en el cinturón. —Tú señalas la necesidad de un coche en su comunicador, y el más próximo viene a ti. —Qué conveniente —susurró Taylor. Entraron al edificio y tomó el ascensor hasta el séptimo piso del Centro de Historia. Imágenes de la historia se alinearon en los pasillos, no había fotos, se parecían más a las pantallas de ordenador. Las nubes sobre las pirámides de Egipto rodaron por el cielo. Banderas alrededores del monumento a Washington volaron con el viento. Los ojos de Napoleón los siguieron y su pecho se movió arriba y abajo, respirando. Lo que era espeluznante.


Cuando llegaron a la sala 72C, Jeth hizo una pausa antes de pulsar el botón de la puerta. —Te va a gustar esto. Decoramos la oficina con réplicas de piezas de la época con el fin de crear la atmósfera adecuada. 58

Apretó el botón con broche de oro, y la puerta se abrió para revelar una habitación que se parecía más a una tienda de muebles usados de oficina. Sofás de diferentes colores alineados en tres paredes. Un surtido de mesas de centro y aparadores estaban dispersos entre ellas. Oscuro y madera clara estaban juntos, victoriano, situado junto a la occidental y chucherías coincidentes en todas partes. Otra puerta se situó detrás de los muebles, y Sheridan se preguntó dónde llevaba. ¿Era esta sala abarrotada el Laboratorio de Palabras, o era esto un hall de entrada con el laboratorio detrás de la puerta? Entraron. Sheridan había esperado el olor a humedad de las cosas viejas, pero tenía un olor fresco, como la ropa limpia lavada. Taylor dio vueltas por la habitación. —Es una maravilla. Casi como estar en casa. Jeth orgullosamente señaló una fila de equipos que estaban en una larga mesa. —Dado que los historiadores son parte del intellecturate, tenemos acceso a los Laboratorios de Información de la ciudad. —Qué maravilloso —dijo Taylor—, y se acercó a una gran caja de madera con un frente de cristal grabado al agua fuerte. En el interior, los objetos estaban suspendidos en cajas claras: un teléfono celular, un reloj, una taza de té, un ratón de ordenador. —Estas son las antigüedades, ¿verdad? —Sí —se unió a Jeth en el gabinete, admirando su colección—. Mantenemos el vacío en artefactos sellados para que no se deterioren. Se trata de mi colección personal. La mayoría de las reliquias se encuentran en el museo de la ciudad. Sheridan supo lo que había llamado la atención de Taylor. Un arma de fuego se encontraba en el estante del medio.


—¿Todavía funcionan? —preguntó Taylor—. El teléfono, el ratón... el arma. —Nuestra tecnología es incompatible con las cosas de su tiempo. La pistola, necesitaría balas, y no se hicieron más. Utilizamos cajas láser ahora. 59

—Oh —Taylor volvió al gabinete como si no importara—. Vas a tener que llevarnos al museo en algún momento. Ella envió a Jeth una sonrisa deslumbrante. —Va a ser interesante ver las cosas desde los años no cumplidos. Taylor hizo una mirada feliz. Sheridan se dejó caer junto a Echo en un sofá a cuadros junto a la ventana. Trató de pensar en algún tipo de elogio por la habitación, pero antes de que pudiera, la puerta del pasillo se abrió. Una mujer joven con el pelo largo de color rosa y lavanda con rayas entró. A excepción de las cejas y los labios de color rosa, con la cara curtida, estaba libre de maquillaje, y dos ojos de color café oscuro miraron hacia atrás y adelante entre Taylor y Sheridan con emoción. Llevaba una gran bolsa, que dejó caer sobre una de las mesas de centro, y luego se deslizó hacia el grupo, con la gracia de un bailarín. —¿Son estos los pilotos del tiempo? —Su acento no acababa de imitar el inglés del siglo XXI, pero era lo suficientemente cercano para ser comprensible. —Sheridan, Taylor —Jeth hizo un gesto hacia la recién llegada—. Esta es mi aprendiz artesana de la palabra, Elise. El nombre sorprendió a Sheridan. Fue a partir de su período de tiempo. Pero entonces, nombra a menudo generaciones puente. Ella probablemente se encontraría con su parte del Marys, Roberts, y Michaels aquí en el futuro. Elise le tendió la mano a Taylor, como si acabara de recordar que era algo que la gente hacía cuando se reunía. Taylor le dio la mano. —Encantada. Elise soltó la mano de Taylor y miró alrededor de la habitación.


—¿En serio? Me pareció que había un montón de luz aquí, pero puedo apagarla por ti. —Elise —dijo Echo con un toque de diversión—, en el viejo siglo veintiuno encantado significa "feliz". 60

—Oh. —Elise volvió a Taylor, un rubor calentando sus características— . Entonces estoy feliz de que estés feliz. —Ella agitó su mano—, había una manera tan extraña de decir cosas en ese entonces. Nunca voy a conseguir todas torcidas. —Cierto —dijo Sheridan. —Correcto —dijo Elise—, sabía que el refrán tiene algo que ver con la dirección. Sin dejar de sonreír, Elise le puso la mano sobre su corazón y suspiró. —Esto es tan fantástico. Ojalá Joseph pudiera haber estado aquí. La declaración trajo un silencio inmediato a los artífices de la palabra. Eco hizo una mueca. Jeth frunció el ceño, e incluso Elise, quien había dicho la frase, se volvió sombría. Apretó los labios y parpadeó varias veces para mantener las lágrimas de sus ojos. —Joseph era mi otro hijo —dijo Jeth—. Conocía el siglo XXI, más que ninguno de nosotros. Murió hace un mes. —Lo siento —dijo Sheridan y Taylor añadió: —¿Qué tan difícil para todos ustedes? Echo quedó mirando el suelo y no dijo nada. Jeth cambió de tema, informándoles acerca de los cristales que se implantan en las muñecas de todos. Mientras hablaba, levantó la suya para que vieran. Era casi tan grande como una moneda y de color rojo, la sangre que circula bajo la superficie. El neurochip dentro del cristal llevaba la cuenta de él, sus activos y todos los demás datos personales. Las personas compran cosas mediante la colocación de sus muñecas en las máquinas de deducción. El dinero era obsoleto. Sheridan sólo escuchaba a medias. No eran sólo los silencios que Taylor podía leer. Descubrió que podía leer a Echo también, y su doloroso


silencio durante todo esto significaba que habĂ­a algo muy equivocado acerca de la muerte de Joseph.

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Traducido por Princesa de la Luna Corregido por Pily

medida que la conversación se encendió, la mirada de Sheridan se mantuvo en el gabinete de vidrio y el arma de fuego. Nunca había tocado un arma en su vida, pero quería una, quería sentirse menos vulnerable. Tenía que haber alguna manera de tener balas. Después de todo, los Artífices de la Palabra habían replicado muebles y adornos de su tiempo, ¿por qué no las balas? Durante una pausa, dijo: —Me pregunto... y luego trató de pensar en una manera de hacer su pregunta sin sonar que planeaba dispararle a alguien. Todo lo que pensaba sonaba sospechoso, y ahora todos los Artífices de la Palabra estaban mirando, esperando por su pregunta. Sheridan se movió en su asiento. —Me preguntaba sobre la insignia de la camisa de Elise. ¿Qué es? Los hombres del Centro de Ciencias también los habían usado. Insignias Blancas, cada una con una fila de números electrónicos. Sheridan había asumido que eran una especie de tarjeta de identificación científica, debido a que Jeth y Echo no los usaban. Pero entonces ¿por qué Elise tenía uno? Elise rozó sus dedos a través de los números. —Ese es mi rango. Es como la forma en que las personas en tu tiempo vestían piedras preciosas y pieles de origen animal para indicar su status social. —¿Qué? —preguntó Sheridan. —No —dijo Echo, suavemente al corregir a Elise—. Las Piedras preciosas y los abrigos de animales eran frecuentes en el siglo Veinte. En


el siglo XXI, el rango se mostraba por grandes hogares, ropa de diseñador, y los coches caros. Se tomó un momento para que Sheridan entendiera.

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—¿Quieres decir que los números dicen a la gente cuánto dinero tienes? Taylor juntó las manos y se echó a reír, risa genuina esta vez. —Esa es la cosa más brillante que jamás he oído. ¿Por qué comprar cosas para demostrar que eres rico cuando puedes poner tu saldo de la cuenta bancaria en la camisa? Elise jugueteó con su placa. —No es sólo la cantidad de créditos que tienes. El algoritmo también tiene factores como la edad, la salud, el coeficiente intelectual, el estado del trabajo, la cantidad de amigos que tienes, tus amigos, y la clasificación de la familia, y qué calificaciones otras personas te han dado. Miró su número —602,257 — leyéndolo al revés. —Hmm. Estoy arriba quince años desde ayer. Echo puso los pies sobre la mesa de café, relajándose finalmente. —Pobre 602,241 a 602,256. Deben haber tenido un mal día. Taylor se acercó a Elise para mirar la placa. —¿Es una buena cifra? Elise vaciló, pero Echo no lo hizo. —Sí. Hay más de siete millones de personas en la ciudad. Elise agitó su elogio en la distancia. —Estoy en la edad de máximo rendimiento y tengo un montón de amigos. Ellos son generosos con sus ratings. Taylor exploro tanto a Echo como a Jeth y sus camisas. —¿Cómo es que ustedes no están usando los números? Elise respondió antes de que cualquiera de ellos pudiera.


—Nadie espera que pueda mostrar su rango si está de duelo, pero — añadió rápidamente— su clasificación es muy buena también. Jeth soltó una breve risa apreciativa.

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—Elise es de esta clase, por qué tiene muchos amigos. Artífice de la Palabra no es un trabajo de prestigio, y me gusta demasiado comprar antigüedades, para mantener el equilibrio de crédito a un nivel impresionante. Pero no me importa. Me encanta mi trabajo más que mi rango. Echo no hizo ningún comentario acerca de su rango, aunque su expresión se oscureció de una manera que hizo que Sheridan asumiera que no era alto. —Que horrible sistema —dijo ella, sintiéndolo tanto por Echo y Jeth que se olvidó de los consejos de Taylor de parecer feliz—. No se debe juzgar a las personas por su cuenta bancaria. ¿Por qué alguien está de acuerdo con él? Espera que Echo esté de acuerdo con ella, pero él sólo la miró con curiosidad. —¿Por qué la gente de tu época va con su sistema? El exceso era el éxito. ¿Por qué comprar cosas que no necesitaban, sólo para mostrar su estado? —No todo el mundo lo hacía —dijo Sheridan—. Mi familia tenía una minivan de diez años de edad, y un camión que fue rescatado con un cable y esperanza. Echo considero esto. —¿Vienes de una familia de bajo rango, entonces? No. Bueno, tal vez sí, pero ese no había sido el punto que quería demostrar. Sheridan no le respondió. —No me gustan las tarjetas —dijo Elise, enderezando la suya—. Pero si no usas una, la gente asume que tu rango es de lodos de alcantarillado. Quienes son siempre las personas con rangos en seis o siete millones quienes se niegan a usar una insignia por razones filosóficas. O bien — agregó rodando sus ojos — dicen que perdieron su tarjeta de


identificación. Nunca creas cuando alguien te diga eso. Sacó su comunicador de su cinturón. —Lo que me recuerda que no he clasificado a mis amigos hoy. Se ocupó teclear en los botones de función. 65

—Entonces —dijo Sheridan—. ¿Vamos a tener que usar las tarjetas? No sabía por qué se molestaba en preguntar. Ya sabía la respuesta. —No te preocupes —dijo Elise, sin apartar los ojos de su comunicador—. Eres tan interesante, que serás capaz de pescar amigos de alto rango. —Hasta entonces —agregó Jeth—, estás atascada con nosotros y tendrás que responder a nuestras preguntas. La conversación continuó después de eso, pero Sheridan sólo escuchaba a medias. Se quedó mirando por la ventana y pensó acerca de los rangos. No hacía mucho tiempo, se había quejado a su madre por tener que conducir su camión destartalado a la escuela. Algunas de las chicas populares le llamaron el camión de basura, y Sheridan había tenido miedo de que fuera sólo un pequeño paso hasta que alguien le pusiera la etiqueta con el apodo El Trasto. Así estaba bien —tal vez su sociedad había clasificado la gente, pero al menos no tenía que usar su estatus en sus camisetas como etiquetas con nombre que decían: “Hola, mi nombre es perdedor." Echo siguió la mirada de Sheridan por la ventana a la calle y el pavimento de abajo. —Nuestra ciudad es mucho más limpia que a lo que estás acostumbrada, ¿no es así? Limpia sí, pero echaba de menos el césped, arbustos y árboles. La ciudad era un continuo amarillento sin verde que lo rompiera. Estudió uno de los edificios más abajo en la calle. —¿Por qué algunos edificios tienen paredes exteriores?


—Oficinas, apartamentos y restaurantes tienen paredes para su privacidad. Las tiendas no las tienen. Sólo utilizan los carriles de los pisos superiores para evitar que alguien se caiga.

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¿Tiendas sin paredes? ¿Cómo mantenían fuera a la gente que roba cosas? Sheridan decidió no hacer esta pregunta. Si le preguntaba sobre el robo, Echo podría pensar que tenía un interés personal en el tema. Ya se había calificado como una comedora de carne de bajo rango. No quería añadir ladrona a la lista. —¿Qué pasa con las iglesias —preguntó—. ¿Dónde están? —¿Las iglesias? Echo dijo la palabra como si tuviera los bordes afilados. Toda la conversación se detuvo. Echo y Jeth intercambiaron miradas pensativas. —No tenemos iglesias —dijo Jeth—. La religión fue prohibida hace noventa años en un tratado internacional sobre los derechos humanos. Sus palabras, aunque hablo en voz baja, golpearon a Sheridan como si no tuvieran peso real. En el ojo de su mente, vio a su padre de pie junto a la puerta de la capilla saludando a la gente que venían. Él conocía cada persona por su nombre. No podía imaginar su vida, por no hablar de un mundo sin iglesias. —¿Prohibidas? —Exhaló—. ¿Por qué? El tono de Jeth indicó que explicar los motivos era auto-evidente. —El divisionismo de la religión promovió y oprimió a sus seguidores. El sujeto estaba noventa años más allá de la discusión, y sin embargo, Sheridan argumentó de todos modos. —No, no lo hizo. —Religión —dijo Jeth con una burla— era una compilación de la superstición y la ilusión lo cual no habría sido tan malo si sus miembros no hubieran decidido matarse unos a otros. Sheridan lo miró. Ella sabía que Taylor no estaba de acuerdo. Su hermana estaba enviando sus solicitudes por los ojos diciéndole que se callara y sonara feliz. Pero Sheridan no lo hizo.


—Mi padre era un ministro —dijo—. El punto central de las iglesias era ayudar a la gente.

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Sheridan esperaba que Taylor se levantara, para defender a su padre. Taylor había redactado proyectos de servicio a la iglesia justo al lado del resto de la familia. Habían servido comida en el comedor, sacado malas hierbas en los hogares de las personas mayores, recogido mantas para las personas sin hogar, y recaudado dinero para los refugios, los pacientes con cáncer, y la organización que su padre sentía mal en el momento. No fue Taylor quien habló, fue Echo. Su voz era suave pero firme. Una advertencia. —La religión ya no existe, y no se debe hablar de ello. La gente pensará que eres intolerante y tienes tendencias violentas. Elise irrumpió en la conversación, con los ojos llenos de simpatía. —Sheridan perdió su casa hoy. No le debes quitar sus creencias también. El comentario trajo un cambio inmediato a Jeth. Asintió con la cabeza, y su tono se volvió persuasivo. —No queremos decir nada que te haya molestado. Estos cambios están llegando muy rápido para ti. Relájate por ahora. Puedes tomar cada nueva idea lentamente, tan lentamente como sea necesario. Sheridan dejó escapar un bufido de exasperación. Grandioso. Ahora que pensaban que era tonta. Bueno, ella no lo era. Era recta, una estudiante en clases con honores. La única persona que la hacía sentir estúpida era Taylor, y no era a propósito, simplemente era natural que ocurriera cuando tu gemelo tenía el coeficiente intelectual de Einstein. Sheridan dio a Taylor una última mirada suplicante. Si no me defiendes, al menos, defiende las convicciones de papá. Taylor apartó la mirada sin pronunciar una palabra. Sheridan se volvió hacia la ventana y miró sin ver por ella. Jeth cambió de tema a los centros de realidad virtual, donde la gente podía pretender ser diferentes personajes en las historias, y luego Elise les habló de partidos de baile llamados darties. Taylor felizmente les hizo preguntas.


Vamos a hablar Taylor. Al parecer, ella no tenía necesidad de tomar nuevas ideas lentamente. Echo se inclinó hacia Sheridan, su voz seguía siendo suave. —Me dijiste que eras la más callada. No creo eso. 68

—Solo espera. Voy a estar muy tranquila a partir de ahora. Levantó la vista hacia el techo, pensando. —También dijiste que Taylor era la atrevida. Eso no me parece correcto tampoco. Es mucho atreverse a profesar creencias fuera de la ley. Pero no es inteligente. Taylor seguía siendo la inteligente. La mirada de Echo volvió a Sheridan. —Ahora no estoy seguro de cómo clasificarte. —Pensé que ya tenías un montón de categorías para mí. Él la miró con curiosidad, pero no quería entrar en detalles. Ella volvió al tema sobre él. —¿Qué hay de ti? —Preguntó—. ¿Cómo te comparas con tu gemelo? Él vaciló, a continuación, dijo: —Soy el afortunado, porque te encontré. Por un momento pensó que estaba coqueteando. Entonces decidió que él probablemente acaba de pensar que era interesante de una manera histórica. O tal vez quería decir que tuvo la suerte de ser el que estaba vivo. Antes de que pudiera decir nada más, un pitido estridente sonó desde el cinturón de Jeth. Miró a su comunicador. —Es Helix. —Sangre —dijo Echo—. Deben de haber encontrado a Tyler Sherwood. Sangre. Español para "sangre". Parecía una palabrota extraña para Sheridan. Pero entonces, tal vez cuando no se cree en una deidad, lo único que quedaba era jurar en la sangre.


Jeth se levantó y pulsó un botón de su intercomunicador. Inmediatamente la pared del fondo brilló con la luz, y luego giró como una pantalla de cine. El hombre con el pelo negro y gris a rayas estaba mirando por ella. Jeth se acercó a la pared y en el acento moderno preguntó: 69

—¿Has encontrado a Tyler Sherwood? Helix estaba rígido, un gruñido que crecía en su cara. Dijo varias cosas que Sheridan no entendía, pero que, a juzgar por su tono, eran o maldiciones o insultos. Luego dijo: —Estoy casi en tu oficina. Voy a llevar a los hombres a hablar con las chicas. Esta parte Sheridan la entendió perfectamente. Helix iba a venir. Y no era para hablar. Si quería hablar, lo hubiera podido hacer a partir de la pantalla. ¿Y por qué traer a los hombres? No podía seguir el resto de la conversación. El pánico hacia demasiado difícil descifrar las palabras. Al finalizar la llamada, Jeth se volvió hacia el grupo y utilizo el acento del Siglo Veintiuno. —Helix se acerca a hablar contigo. Estará aquí pronto. Sheridan puso su mano sobre Echo para llamar su atención. —¿Va a llevarnos a alguna parte? —No dijo que lo haría. Jeth puso su comunicador de nuevo en el cinturón de una manera pausada. —No necesitas preocuparte. Helix no te hará daño. Bueno, eso dependía de la definición de daño, ¿no? Tal vez venía a ponernos uno de esos cristales en la muñeca, o esterilizarla o algo igual de horrible a lo que no había llegado en una conversación casual todavía. Incluso Taylor, que había estado en un continuo flujo de alegre entusiasmo durante toda la tarde, se sentó en silencio en el sofá palideciendo.


Sheridan se soltó de la mano de Echo y se levantó. Sabía que no había ningún lugar para correr. Probablemente no podría encontrar la salida del edificio, y mucho menos tomar una existencia encubierta en esta sociedad. Sin embargo, su mirada se lanzó por la habitación, buscando una vía de escape. 70

Taylor se puso de pie también. Caminó hacia Sheridan con una fría sonrisa. —Vas a tener que perdonar a Sheridan. No sabe utilizar el futuro, y me temo que no es ella misma. Elise ladeó la cabeza para que su cola de caballo rayado se inclinara sobre su hombro. —Entonces, ¿quién es ahora? Jeth asintió con la cabeza pensativo, casi para sí mismo. —La esquizofrenia. Era común en los viejos años veinte. —No estoy esquizofrénico —dijo Sheridan, probablemente más fuerte de lo necesario. Taylor se apoderó de su brazo y tiró de ella un par de metros de distancia. Le dijo a Jeth: —Sheridan estará bien en un minuto. Voy a hablarle un poco, ya sabes, ayudarla a recomponerse. Los ojos de Elise se estrecharon. —¿Por qué? —Calmarse —preguntó Echo—. ¿Qué significa eso? Taylor se volvió hacia ellos, con la boca abierta para explicar, pero luego negó con la cabeza en su lugar. —Voy a hablar con Sheridan en privado durante un minuto, ¿de acuerdo? No era muy privado. Los Artífices de la Palabra se sentaron cerca, sin duda, a la espera de ver a Sheridan hacer algún tipo de truco con sus partes del cuerpo.


Taylor se inclinó y le dio un abrazo a Sheridan, sólo que no era un abrazo, era una manera de susurrarle al oído. —¿Podrías, posiblemente, estar actuando peor? —Mira quién habla, dijo Sheridan, y no fue un susurro. 71

Sabía que al menos Jeth la oyó. Frunció el ceño con perplejidad, como si esto también fuera una pieza desconocida de la jerga. —Al ritmo que vamos —susurró Taylor— las dos tendremos amnesia al caer la noche. Empieza a actuar alegre y sin miedo, y hagas lo que hagas, no digas nada a los científicos. ¿Te acuerdas de algo antes de venir aquí? Sheridan bajó la voz. —Ya he dicho cosas sobre el pasado. Si digo que no recuerdo nada, los artífices de la palabra sabrán que estoy mintiendo. Entonces todo el mundo va a pensar que soy una de bajo rango, mentirosa esquizofrénica. Taylor suspiró con frustración, dejando a Sheridan saber que todavía no estaba consiguiendo el punto. —Sé tan vaga todo lo que puedas. Recuerda que la vida de alguien depende de que la máquina no funcione. Taylor libero a Sheridan del abrazo, y regreso al sofá de la ventana. —Sheridan se siente mejor ahora. Sheridan se sentó. No se sentía mejor. —Una charla —dijo Jeth—. No era algo que las porristas hacían? Vosotros dos no estaréis pensando en jugar al fútbol en este momento, ¿verdad? Taylor no tuvo tiempo de responder. La puerta se abrió, y tres hombres entraron en la oficina, Helix a la cabeza.


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elix y sus hombres se acercaron al grupo, cada paso haciendo que Sheridan se sienta más como un animal atrapado. Jeth, Echo, y Elise se pusieron de pie. A pesar de sus garantías, Jeth tenía una expresión tensa, Elise jugueteaba con un anillo en su dedo, y Echo, bueno, Echo era difícil de leer. Su rostro era inexpresivo, pero sus ojos azules eran intensos. Un hombre con un corte multicolor de tripulación, desabrochó un cilindro rojo de su cinturón. Era del tamaño de un teléfono celular y tenía una pequeña luz verde dando vueltas alrededor de su perímetro. Murmuró algo a Helix, a continuación, se detuvo frente a Sheridan y Taylor. —Pregúnteles dónde estaban y lo que estaba sucediendo justo antes del filtro de tiempo las trajera aquí. Sheridan le entendía. Se estaba haciendo más fácil cuanto más escuchaba el acento. Taylor probablemente entendía demasiado, pero ella sacudió la cabeza con tristeza. —Nosotras... no... entiendo... usted… Jeth hizo un gesto hacia el tercer hombre. —Él quiere saber dónde estaban y lo que ocurrió justo antes del filtro de tiempo te haya traído hasta aquí. —No me acuerdo —dijo Sheridan, quizás demasiado rápido. Taylor tiene una mirada lejana en su rostro. —Estábamos caminando por el campus de la Universidad de Tennessee para estudiar en la biblioteca, y luego había una gran luz, como un rayo. Después de eso, me desperté en la vitrina con sensación de aturdimiento. Jeth relaciona la respuesta de nuevo a la científica. El hombre cruzó los brazos.


—¿Quién más estaba cerca? ¿Estaban con gente? ¿Algún hombre quizás? Gente y quizá. Palabras en español. Quizá quiso decir "tal vez." Y Gente era... Ella no podía poner su dedo en la llaga. 73

Jeth dijo: —¿Hubo gente que te rodeó antes de venir? ¿Un hombre tal vez? Gente era "la gente". Ahora lo recordaba. —No me acuerdo —dijo Sheridan, y esta vez ella se veía contemplativa, para el efecto. —Había —dijo Taylor—. En la escuela siempre había gente alrededor. Estudiantes, profesores, conferenciantes, todo tipo de personas. El hombre señaló a Taylor. —¿Cuál era su profesión? Jeth hizo la pregunta. Taylor dijo: —Yo estaba en la secundaria. Estaba pensando en el estudio de la literatura, cuando llegué a la universidad. De vuelta en mi tiempo, dieron grados para la lectura de libros. —¿Ellos? —preguntó Jeth—. Qué interesante. Vas a tener que darme más información sobre el proceso educativo más tarde. Repite la respuesta de Taylor a los científicos, y luego preguntó a Sheridan sobre su carrera. —Yo era un estudiante también —dijo. —¿Qué estudiaste? —Las cosas normales. Matemáticas, Historia, Inglés. La sorpresa se dibujó en el rostro de Jeth. —¿Estudiaste tu propio idioma? ¿Quieres decir que has estudiado el origen del idioma Inglés? —Bueno, no. En las clases de inglés se estudia la literatura.


Él la miró sin comprender. —Entonces, ¿por qué lo llaman Inglés? —No lo sé. Ellos acaban de hacerlo. 74

Jeth emitió un gruñido que indicaba que no le creía, pero él repitió la respuesta a los científicos de todos modos. Sheridan jugueteaba con sus manos, pero se detuvo porque pensó que la hacía parecer culpable de algo. ¿Cómo fue que Taylor podría sostener abiertamente mentiras sin ser capturada, mientras que Sheridan decía la verdad y nunca le creyeron? El científico con el corte de pelo militar tomó el brazo de Sheridan y le colocó el cilindro en la parte posterior de la muñeca. Le pinchó la piel, y ella se apartó. —Es un dispositivo de medición —le dijo Echo—. Se está comprobando la señal de energía de tu ADN. El tripulante soltó el brazo de Sheridan y vio la luz verde que circundaba en el cilindro. Después de unos segundos, lanzó una fila de símbolos. Señaló que, a continuación, repetiría el proceso en el brazo de Taylor. Cuando la luz brilló en la segunda fila de símbolos, él frunció el ceño. Sea lo que quería decir, que no le gustaba. Detrás de él, Helix gritó: —¿Las lecturas? El ceño cayó de la cara del hombre, y el pánico se extendió por todo su rostro. En el momento en que se volvió a abordar a Helix, sin embargo, su rostro era plácido. —Las señales de energía están tomando más tiempo para estabilizar lo que habíamos previsto. Deberíamos tener algunos buenos datos, pero tenemos que analizarlo antes de que podamos determinar lo que significa en el contexto del Filtro del Tiempo. Podría ser que las chicas estaban de pie cerca del vórtice del tiempo cuando se abrió y se tragó antes de que pudiera recuperar a Tyler Sherwood. Si ese fuera el caso, el Filtro del Tiempo puede haberse sobrecargado y cerrado. No fue diseñado para mover varias personas, ya que podría mezclarse accidentalmente o incluso ADN en lucha.


Ante la mención del ADN, el científico miró la lectura cilindro con malestar. Sheridan podía entender el acento tan bien ahora que su mente traducía automáticamente las palabras en español, mezclándolos con el Inglés. 75

—¡Oh! —continuó el científico—. Podríamos haber calculado mal la señal de energía de Tyler Sherwood. Nosotros sólo pudimos conseguir una lectura parcial de ADN de sus papeles en el museo de la ciudad. O tal vez el ADN que pensábamos que era en realidad pertenecían a otra persona... Helix frunció el ceño ante el científico, impresionado por la explicación. —Tenga su análisis para mí mañana. No será tolerado otro fracaso. Él lanzó una mirada desdeñosa a Sheridan y a Taylor, como si deliberadamente se habían lanzado al vórtice del tiempo sólo para su disgusto. Luego se volvió y se dirigió a la puerta. Jeth lo acompañaba, preguntando sobre el horario del día siguiente. Los científicos los siguieron. Echo se sentó de nuevo junto a Sheridan, observando cómo se iban los científicos. Él susurró: —Casi me siento mal por el chico que te prueba. No tiene ni idea de por qué su lector espectral le dio el mismo resultado de ADN en las dos. Sheridan sonrió a pesar de sí misma y se preguntó cuánto tiempo le llevaría averiguarlo. Cuando Jeth regresó a los sofás, Taylor tomó un cubo de Rubik de la mesa final junto a ella. —¿Ellos no han liquidado al Señor Sherwood en el futuro todavía? —No —dijo Jeth, sentándose a su lado—. Ellos no pueden encontrar más su firma energética en la corriente del tiempo, y ahora la máquina tiene que reiniciar el sistema. Van a hacer otro intento mañana. Taylor trató de torcer un lado del cubo de Rubik. Este no se movió. —¿Qué es exactamente una firma de energía? Jeth soltó una breve carcajada.


—Ese es el tipo de cosa que yo no era capaz de aprender en la escuela. Mis hijos, sin embargo, tomaron algunas clases de ciencias antes de decidirse a trabajar conmigo. Hizo una seña a Echo para que lo explicara. 76

Sheridan no recordaba la mitad de las cosas que aprendió en sus clases de ciencia, pero Echo no tuvo que hacer una pausa para buscar en su memoria. —Cada átomo tiene una longitud de onda diferente, dependiendo de sus electrones y sus órbitas. Así que los átomos combinados en el ADN de cada persona tienen una señal de energía única. Los científicos están probablemente utilizando señales de energía en su búsqueda por lo que no se deterioran con el tiempo. Son constantes. Taylor giró el cubo de Rubik y trató de torcer una sección diferente. No se movió tampoco. —¿Por qué quieren a Tyler Sherwood tan mal? —Él extendió las teorías de su generación que con el tiempo cambió la manera como los científicos consideran la materia. Jeth observaba aparentemente el intento de Taylor de escurrir el Cubo de Rubik, pero no hizo ningún comentario al respecto. —Nuestras instrucciones son para decirle al señor Sherwood que él va a trabajar con nuestros científicos para curar el envejecimiento. Debe tener hecho el trabajo en la regeneración de células. Taylor devolvió el Cubo de Rubik a la tabla. La réplica tenía claramente defectos. —Materia. Señales de Energía. Suena terriblemente complicado. Es por eso que me gustaba leer novelas. —Ah, sí —dijo Jeth con el aumento de entusiasmo—. Ibas a decirme sobre el proceso educativo. —¿Cuál es el punto de decirle las cosas? —preguntó Sheridan, recordando sus conversaciones acerca de los animales y de la religión con la frustración fresca—. ¿Cuándo nos vas a creer lo que decimos?


No quiso mirar a Echo mientras decía esto. De alguna manera su mirada se deslizó allí de todos modos. Jeth sabía que ella dudaba, y probablemente Elise también, pero le molestaba más que Echo no le creyera. 77

Sus ojos azules le devolvieron la mirada, tan radiante como la luna creciente que llevaba. No debe haber parecido un intelectual. El pelo azul que rozaba sus hombros debería haber anulado cualquier efecto académico. Y sin embargo, en el poco tiempo que había conocido a Echo, ella se dio cuenta de que era inteligente para su edad. Al igual que Taylor. —Nos dices acerca de sus vidas —dijo Jeth—. Sus experiencias no incluyen todo lo que tuvo lugar en el tiempo, sin embargo. Hemos dedicado mucho tiempo estudiando la historia, sabemos las cosas acerca de su sociedad y sus influencias, tanto que ni siquiera te das cuenta. Sheridan hizo un gesto hacia el Cubo de Rubik. —¿Mediante el estudio de las imágenes de las cosas que, obviamente, no lo entiendes? Se supone que las partes en que se divide, para moverse, por cierto. —Mediante el estudio de todo —dijo Echo—. Especialmente palabras. Jeth se inclinó hacia ella con atención. —Las palabras son la evidencia del pasado. Dejan un rastro. Cada influencia se registra. Por ejemplo, podemos decir exactamente cuando los normandos conquistaron Inglaterra debido a la afluencia de palabras en francés al idioma Inglés en el siglo XI. Sabemos que cuando una gran migración hispana en América tuvo lugar por la misma razón. Podemos discernir cómo la gente pensaba en las palabras que eligieron los nombres que llamaron a las cosas. Las palabras siempre dejan un rastro. Jeth se detuvo de repente y le dio una sonrisa de disculpa. —Estoy perdiendo el tiempo en ser un maestro cuando debería estar haciendo preguntas. Tenemos tan poco tiempo juntos y mucho que aprender. Mientras hablaban, Sheridan volvió a la sentencia de Jeth en su mente. ¿Tan poco tiempo juntos? Si las palabras dejaron una estela, ¿que hizo que la frase cayera a plomo? ¿Qué hicieron los Artífices de la Palabra para saber que no se lo decían a ella?


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cho había enviado cientos de imágenes de personas de los antiguos veinte. Había estudiado los restos del catálogo y los restos de las revistas. Cuando la sociedad histórica hubo celebrado su última fiesta de Ven-en-Disfraz, él se puso una réplica de vaqueros de 1950, camisetas y zapatillas deportivas y bailo el twist. Probablemente lo había hecho todo mal. Nunca nadie había visto el baile completo, pero eso era parte de la diversión. Hacer movimientos salvajes. De cualquier manera, no debería haber estado fascinado por las ropas de Sheridan y Taylor, pero no pudo parar de mirarlas. Esos eran vaqueros auténticos. Habían sido hechos en alguna fábrica por opresivos trabajadores, después canalizados por ricos mercantes que dictaminaban lo que la población tenía que vestir. Así mucha historia residía en esa ropa. Más sorprendente aun, Taylor y Sheridan estaban aquí, vivas. Lavarles la memoria sería como destruir jeroglíficos de una antigua tumba egipcia. La frustración se enroscó en el pecho de Echo. Mientras permaneciese en la ciudad, mayormente podría prevenir a las chicas de conseguir el lavado de memoria. Y, ¿no le había dicho a Sheridan que la protegería? ¿Pero, cuánto tiempo podría Echo permanecer en Traventon antes de que el Dakine volviese la atención hacia él? Jeth ordenó la cena, y el grupo comió mientras hablaban. Echo observó las expresiones de las chicas cuando él y Jeth les hicieron preguntas. Pensó en sus reacciones ante las preguntas que eran casi tan interesantes como sus respuestas. Taylor respondió a todo con felicidad, haciendo preguntas de sí misma mientras lo hacía. Era fácil decir que era lista, agarrando nuevos conceptos y conocimientos tan pronto como eran presentados. Aun así, había algo sobre ella que hacía a Echo sospechar. Quizás era que sonreía


con frecuencia, no podía decir cuando realmente quería decirlo. Si su sonrisa era una pretensiosa, ¿qué más era?

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Sheridan era lo opuesto. Cada emoción (sorpresa, frustración, incredulidad), aparecía en secuencia en su rostro. Su tristeza tiraba de él, incluso cuando no entendía lo que lo causaba. Durante la cena ella estuvo a punto de llorar tres veces, una cuando Jeth le dijo que pocas personas elegían casarse, otra cuando Elise le dijo que un comité de literatura de gobierno escribió todas las novelas, y la última vez cuando Jeth menciono que los niños ahora eran criados por cuidadores certificados en unos centros de aprendizaje gestionados por el gobierno. Como si eso fuera una cosa mala. Nunca había pensado vivir ahí. No realmente. Y había visto a sus padres los fines de semanas. O al menos había visto a su padre. Sus padres se habían separado el uno del otro cuando él tenía siete años, y después de que su madre adquiriese tal habito de estar con diferentes hombres, nunca supo cuando la vería, o lo que sería ella. Cuando tenía quince años, ella se enamoró con locura de un oficial militar y fue con él en una acción defensiva contra San Francisco. Nunca regreso. El gobierno dijo que había sido reasignada a la patrulla permanente, lo cual significaba que estaba muerta. Al gobierno no le gustaba admitir las pérdidas durante alguna de sus guerras. Siempre eran reportados como ser un completo éxito. Echo siempre había sentido un resentimiento tácito a que había muerto de esa manera, de que ella había permitido que el amor la llevase por malas elecciones. Pero él había hecho la misma cosa. Si no se hubiese preocupado mucho por Allana, su hermano todavía estaría vivo. En ese momento, pudo imaginar las facciones de Allana claramente, sus ojos grises y sus labios purpuras sonriéndole. Recordó la forma en la que envolvía los brazos entorno a su cuello y susurraba: —¿Cómo los dos pueden ser tan diferentes, y aún tengo tal momento difícil para decidir a quién amo más? —No somos diferentes. —Había dicho él, rió porque nadie jamás les había acusado de eso. Eran demasiado parecidos, en sus apariencias y expresiones por todos. Era el motivo por el que Echo se había teñido el pelo de azul y vestía la luna creciente, así las personas podrían distinguirle


de Joseph, quien se había dejado el pelo rubio y solo llevaba una pequeña estrella azul en la mejilla. —Eres diferente. —Había dicho Allana, acariciando su mejilla con los labios—. Si no te das cuenta de eso, no conoces tan bien a tu hermano como piensas que lo haces. 80

Empujó la imagen de Allana. Nunca la había vuelto a ver. Esa era la única cosa buena que vino de la prueba. Allana también estaba muerta. Echo parpadeó, devolviéndose al presente. Jeth estaba demostrando las funciones del ordenador, explicando que a pesar de la interacción podía acceder a cualquier sitio de información en la ciudad, Taylor y Sheridan observaron a Jeth, esta vez con la indignación grabada en su rostro. A Echo le gustaba ella. No podía evitarlo. ¿Cómo podría no gustarle alguien que era completamente genuina, incluso cuando era para su perjuicio? La forma en que continuaba defendiendo sus creencias. La forma en que les importaba ella. Joseph había sido ese tipo de personas. Al menos alguien había pensado eso. Pero quizás nunca había sido verdad. Deslizo la mano a través de su pelo. ¿Qué tipo de persona había sido en realidad Joseph? Era irónico que estuviese sentándose aquí pensando en eso ahora e inseguro por primera vez. Joseph y Echo. De vuelta cuando los gemelos no eran una rareza, solía ser común nombrar al segundo Echo, pero no era preciso en su caso. Echo nunca había sido el eco1 de Joseph. Nunca. Siempre había amado la vida demasiado para permitir a alguien ensombrecerle. Echo había sido uno de los que hacían a la gente reír. Había sido por el que las chicas estaban atraídas. Hasta Allana. Y después todo cambio. Miró a Sheridan. Volvía a estar triste, a pesar de que él se había perdido lo que en la conversación la había entristecido.

Juego de palabras con el significado de la palabra y el nombre del personaje. Echo en castellano significa eco. 1


Jeth estaba mostrando antiguas fotos familiares en el ordenador y explicando como a cada pareja en Traventon les estaba permitido dos hijos, o al menos lo estarían hasta que el envejecimiento estuviese curado. Después no habría necesidad de niños. Hasta entonces, las parejas podían tener un niño o una niña. Nada desagradaba esa declaración. 81

Taylor hizo la pregunta inevitable. —¿Entonces como tuviste dos hijos? Jeth deslizo los dedos por una imagen de Joseph y Echo cuando eran bebes de dos años. —Los gemelos idénticos no se supone que ocurren, pero cuando lo hacen, muchas personas eliminan a uno de los embriones para que pueda haber un niño de cada sexo. Nos gustó la idea de los gemelos, sin embargo. Mi abuelo era un gemelo, y nunca dijo que era algo malo. —¿Algo malo? —preguntó Taylor—. ¿Por qué ser un gemelo es algo malo? La mirada de Jeth parpadeó hacia Echo, después volvió a Taylor. —Todos nos dicen que los gemelos idénticos tendrían un sentido confuso de identidad, que terminarían odiándose el uno al otro. Pero eso nunca ocurrió. —Jeth dijo las palabras forzadamente, casi como si intentase convencerse de este hecho—. Joseph y Echo eran más cercanos que cualquier de los hermanos que jamás he conocido. Entonces todos miraron a Echo. Sintió las miradas pesando sobre él. Esperaban que dijese algo, pero no podía. No podía atreverse a decir una palabra, así que asintió en silencio, con torpeza. —No creo que ser un gemelo sea algo malo —dijo Sheridan, alejando la atención de él—. Excepto por cuando Taylor toma mi ropa sin preguntar. —Oye —dijo Taylor—. Tienes suerte de que siempre consigas salir con alguien tan genial como yo. Jeth se enderezó, y su mirada rebotó atrás y hacia adelante entre Taylor y Sheridan. Finalmente estaba estudiando sus facciones en lugar de sólo notar sus pelos y colores.


—¿Son gemelas? Sí, veo que lo son. ¡Qué increíble! ¿Era común en sus días? ¿Alguna vez conocieron a trillizos? Taylor respondió sus preguntas. Sheridan miro hacia Echo, y pudo leer la emoción en su cara. Compasión. Estaba revisando para ver si él estaba bien. Arregló una media sonrisa para asegurárselo. 82

¿Qué llegaría a ser de ella aquí en Traventon? Incluso si ella y Taylor escapan a la primera orden de lavado de memoria, tendrían que encontrar una forma de esconder sus orígenes o terminarían con una segunda orden. Sheridan le devolvió la sonrisa, una sonrisa demasiado infrecuente, sabía que era genuina. De regreso a la entrada en el Centro de Ciencias, ella la preguntó de quién necesitaba protección. No había sido muy capaz de decirle a verdad, a pesar de su pronunciamiento de que esas mentiras no se asentarían cómodamente en su lengua. El motivo de que las mentiras no se asentarían cómodamente en su lengua era que había demasiadas. Se habían metido en un lugar inundado. Interiormente, suspiró. Ayudaría a Sheridan y a Taylor mientras pudiese, pero incluso a pesar de que quería quedarse y aprender todo sobre el pasado, un reloj estaba situado contra él. No sabía más de su futuro que las chicas del suyo.


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espués de horas de conversación, Sheridan dijo a los Artífices de la Palabra que quería convertir en la noche. Y luego explicó que eso significaba que quería dormir. Elise cogió la bolsa que había llevado primero a la habitación y se la entregó junto con las tabletas dentales para Taylor Sheridan. Los metió en la boca, y las tabletas dejaron sus dientes limpios. Elise también frotó crema ácida de olor en sus manos y brazos. —Esta es la chispa, —dijo ella, limpiando el exceso sobre el cuello de Sheridan—. Para limpiar las bacterias. Al cabo de una hora se extenderá a través de todo vuestro cuerpo, comiendo toda la piel muerta, sudor, cualquier cosa que os ensuciará. —¿No os ducháis? —preguntó Sheridan. No estaba segura de que le gustara la sensación de hormigueo que se arrastraba por sus brazos. —El exceso de aguas residuales, —dijo Jeth—, y las bacterias pueden vivir hasta veinte días por aplicación. Bacterias hambrientas. Grandes. Sheridan logró esbozar una sonrisa a pesar de que quería raspar el brillo de sus brazos. Elise metió la mano en la bolsa y entregó varios pares de pijamas de color azul claro. Parecían leggings y camisetas sin mangas, pero se sentían tan suaves como la crema batida. —Están reguladas térmicamente, —dijo. —Cuando hayais terminado de cambiaros, —agregó Jeth— Me llevaré vuestra ropa. Sheridan puso el pijama contra su pecho mientras buscaba un lugar para cambiarse. Finalmente, su mirada volvió a los artífices de la palabra.


—¿Pues? —Jeth vio que ni ella ni Taylor se movían—. ¿Hay algo malo con el pijama? —No, pero necesitamos un lugar para cambiarnos, —dijo Sheridan.

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Los Artífices de la Palabra no dijeron nada durante varios segundos, y luego Echo levantó una mano como si hubiera descubierto algo. —Privacidad, —dijo—. Los hombres y las mujeres no se desnudaban frente a los otros a principios del siglo XXI. —Por supuesto, —intervino Jeth—. Ese fue uno de sus tabúes sociales, ¿no? Él miró a Taylor. —Vais a tener que darme una lista de las costumbres y palabras, y hablarme sobre lo que sabéis del significado y el origen de cada uno de ellos. Taylor asintió débilmente con la mirada. Elise llevó a Sheridan y Taylor hacia el cuarto de atrás, les mostró el cuarto de baño, y explicó cómo funcionaba todo. Luego desenrolló un par de lechos de gel de lado a lado en el suelo. A los pocos segundos éste creció en un tamaño normal, al igual que los colchones de aire de autollenado. Sheridan se puso el pijama, sintiéndose un poco incómoda ya que Elise se quedó allí esperando a quitarse la ropa. Por lo menos no era Echo y Jeth. Esa era una costumbre que se negaba a adoptar. Después de Elise, Sheridan tuvo un mejor aspecto a su alrededor. Un escritorio y un ordenador se pusieron en una esquina, pero sobre todo el lugar parecía como un repositorio de artefactos. Las filas de estantes llenos de cajas selladas al vacío: una muñeca Barbie se desvaneció, una calculadora agrietada, una bota, un guante de béisbol desgastado, una botella de agua, cosas que ella habría arrojado a la basura sin pensarlo dos veces. Ahora eran piezas de museo. Sheridan se acostó en una de las camas de gel, y se moldeó contra su cuerpo. Las bacterias de limpieza debían haber gustado el calor. El hormigueo se hizo más fuerte.


—No voy a ser capaz de llegar a dormir, —dijo—. Tengo chispas arrastrándose por mi espalda. —Ella se retorció y giró—. ¿Se ira por la nariz?

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Taylor había estado sentada en la cama, mirando fijamente a los estantes y pensando. Por primera vez en horas su rostro carecía de una sonrisa. —Tenemos que salir de esta ciudad, —susurró. Sheridan mantuvo la voz baja, en el caso de los Artífices de la Palabra estaban en la otra habitación. —Pensé que habías dicho que no podíamos volver atrás en el tiempo. —No podemos —dijo Taylor—, pero tenemos que salir de Traventon. Una vez que se implantan los cristales de seguimiento en las muñecas, van a controlar nuestras vidas. No voy a permitir que un gobierno hambriento de poder y moralmente depravado me diga lo que puedo aprender, decir y hacer. Sheridan se apoyó sobre un codo, el cual de inmediato se dejó caer en la cama. —¿A dónde iremos? —No lo sé, pero Traventon no es la única ciudad del mundo. Alguna de ellas tiene que ser mejor. Sheridan sintió el despertar de la esperanza revivir. Taylor tenía razón. La Civilización podría ser completamente diferente en otro lugar. —¿Cómo podemos salir? Pensé que el gobierno no permitía que la gente lo dejara. —Vamos a tener que averiguar dónde está Traventon en el mapa y hacer una investigación sobre las ciudades cercanas. También necesitaremos conseguir suministros y averiguar si hay alguna manera de comprar, robar o hacer balas. Cuando salgamos, el arma se viene con nosotras. Taylor se acostó a su lado, dejando un brazo colgando fuera de su colchón.


—Estoy demasiado cansada para pensar en ello esta noche. Voy a trabajar en la mañana. Bostezó, luego apretó el botón de su cama que controlaba las luces. Una sombra bajó la ventanilla, la luz del techo se apagó, y la habitación quedó completamente a oscuras. 86

—Una cosa más, —dijo Taylor—. Trata de seguir con Echo y mantenlo lejos de mí. —¿Por qué? —No quiero que averigüe lo que estamos planeando. Será más fácil engañar a Jeth. No es tan inteligente. Sheridan se volvió de lado, acomodándose en la cama. —Los artífices de la palabra pueden no estar mañana. Si encuentran a Tyler Sherwood, van a estar ocupados con él. —Espero que no. —¿Por qué? —Debido a que Tyler Sherwood no funcionaba en la regeneración de células. Trabajó en formas de desarmarlas. Si lo quieren aquí en el futuro, es porque piensan destruir algo. Tomó Sheridan un momento para procesar la sentencia. —No sabía que sabías quien era Tyler Sherwood. Pero Taylor no respondió, y después de unos segundos Sheridan oyó las respiraciones profundas de sueño que venían de su cama. Fue difícil para Sheridan dormir. Era demasiado estresante pensar en el presente y demasiado doloroso pensar en el pasado. Así que se imaginó montando su caballo, Breeze, debajo del sol. Después de un rato, se sumió en el ritmo de los cascos.


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CUANDO SHERIDAN DESPERTÓ, la habitación de atrás estaba vacía y las luces se encontraban en un tenue resplandor. Se levantó, se estiró y se dirigió a la habitación principal en busca de Taylor. Los Artífices de la palabra no estaban a su alrededor. Taylor se sentó encaramada en frente de uno de los equipos que buscaban a través de algún tipo de datos. Sheridan se preguntó, pero sólo vagamente, cómo Taylor había logrado iniciar la sesión. —Buenos días, —dijo Sheridan. Mientras caminaba hacia los ordenadores, vio el artefacto del gabinete. Allí, colgado en la espalda como banderas de mezclilla, estaban sus pantalones vaqueros y los de Taylor. Habían sido puestos entre las reliquias del pasado, ya sellados en cajas largas y claras, con el aire aspirado. Una mirada más cercana revelaba que su sujetador también estaba allí, doblado y se conservado. Sheridan se quedó mirándolo fijamente. —Bueno, eso es un error. —Lo sé, —dijo Taylor—. Estoy absolutamente segura de no darles mi ropa interior. Sheridan alisó una masa de enredos de su pelo y se dirigió a ver lo que su hermana estaba haciendo. El equipo mostró un mapa aéreo de una ciudad abovedada. —De acuerdo con un sitio web de comercio, —dijo Taylor— desplazándose hacia un río, la parte más cercana de Traventon está a doscientos diez kilómetros, eso es ciento treinta millas de distancia. Si logramos un paseo de quince millas al día, todavía nos llevará casi nueve días para llegar allí. Estoy buscando caminos. —¿Te vas a meter en problemas por hacer la investigación no autorizada? —Tal vez. En la parte inferior izquierda de la pantalla, una caja pequeña estaba reproduciendo un comercial. Mostraba a un grupo de mujeres caminando junto a un hombre. Él sonreía y hablaba con ellas, pero ellas vieron su insignia de rango y se dieron la vuelta, desinteresadas. Dijo la voz de un hombre,


—¿Cansado de que su bajo rango arruine cada fiesta? ¿Quieres ver cómo juegan los glamorosos? Garantizamos un aumento de dos dígitos por cada diez créditos que dan Rankraisers. Cliquéanos. Tenemos la felicidad que cambiará tu camino. 88

La escena desapareció, reemplazada por una imagen del paisaje de la ciudad. La voz melodiosa que Sheridan había oído ayer en el coche ronroneó, —Un sacrificio para la ciudad es una inversión en el futuro. Al parecer, el gobierno tiene sus propios anuncios. Sheridan se preguntó si siempre usaba la misma voz acariciando sus anuncios. —El Ayuntamiento trabaja en las cuestiones difíciles, para que pueda trabajar duro en su rango. Bueno, eso parecía un non sequitur. Un comercial diferente se encendió. La pantalla mostraba a un hombre que se relajaba en un balcón con dos mujeres con el pelo de color rosa, una a cada lado. —El Cielo Estates ahora está abierto, —dijo, y levantó una copa que parecía un tubo de ensayo—. Viviendas para aquellos con números menores de cien mil. La mujer de cabello rosa, a su derecha se dirigió a la cámara con un mohín seductor. —El rango tiene sus privilegios, y este es uno de ellos. —Hmm, —dijo Sheridan—. Incluso Elise no podría vivir allí. Taylor no apartó los ojos del mapa. —La gente de aquí están obsesionados con sus filas. Te lo juro, es todo de lo que siempre hablan. Me gustaría tener uno de los silenciadores de Echo. Un programa de noticias llegó tras el siguiente. La gente estaba debatiendo si los números de rango de la familia debían ser sacados del algoritmo de rango, y se estaban poniendo muy apasionados sobre el tema. Por un lado, se dijo que no era justo que se incluyera el rango familiar ya que una persona no podía controlar el estar relacionados con la familia. El


otro lado insistió en que la posición de la familia en la sociedad siempre ha afectado a las filas de los individuos.

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Ayer, cuando Sheridan había aprendido acerca de cómo eran las cosas en Traventon, supuso que había una enorme insatisfacción subyacente en la población —el temor del gobierno, el deseo de batir en silencio por el cambio. Pero esto era peor. No se preocupan por los derechos. Sólo se preocupaban por el rango. Sheridan apartó la mirada de la pantalla. —Nuestro tiempo no fue tan malo, ¿verdad? Taylor dejó escapar un gruñido. —En las escuelas secundarias habían valedictorianos, las orquestas habían numerado las sillas, los autores tenían las listas de los más vendidos, los atletas tuvieron los Juegos Olímpicos, los equipos deportivos tuvieron play-offs, y los fans rutinariamente, gritaban: “¡Somos el número uno!” Nuestra cultura incluso resultó una competencia de ortografía. Sólo estoy diciendo que no he me pateado con todo el sistema de clasificación nuevo en nuestros días. No me habría hecho rica, me habría dado un rango impresionante. Sheridan se inclinó hacia delante para ver mejor el mapa. —Nunca solías ser tan cínica. —Sí, lo hice. —Taylor filtró la imagen de forma más área que era visible—. Me llamas cínica cada vez que no me gusta un libro que te gusta. —Esto se debe a que siempre criticas los finales felices. —Exactamente mi punto de vista. Sheridan estudió el mapa. Traventon parecía estar en el área de Colorado, de la nación. —Si estamos a sólo ciento treinta kilómetros de la ciudad más cercana, ¿por qué no podemos ir con un coche y conducir allí en un día? —Los coches sólo funcionan en los carriles de la ciudad. Además, el gobierno puede rastrear los vehículos y cualquier persona que tiene un cristal en la muñeca. La única ventaja que tenemos hasta ahora es que no nos pueden hacer un seguimiento. —Taylor apoyó la barbilla en la palma


de su mano y suspiró—. Por supuesto, quince kilómetros al día es asumir que las Montañas Rocosas no están bloqueando el camino, y que el tiempo es bueno, y que la próxima ciudad es mejor que Traventon. Ella se desplazó a través, en busca de cúpulas. 90

—En realidad podría ser peor. De acuerdo con la información en el equipo, todas las demás ciudades de la faz del planeta están pobladas por criminales sanguinarios. —Precioso, —dijo Sheridan. Taylor hizo un zoom sobre un punto que resultó ser un lago, no una ciudad. —Probablemente es propaganda. Los países comunistas solían decir lo mismo de los Estados Unidos durante la Guerra Fría. —¿Hay alguna forma de saber qué ciudades son mejores? Taylor negó con la cabeza y se desplazó hacia Kansas. —Lo único que sé con certeza es que todo el mundo piensa que Jackalville es lo peor. Están involucrados en una especie de lavado de cerebro y lo que quieren dominar es el mundo. —Jackalville no es la ciudad que está a unos treinta kilómetros de distancia, ¿no? Taylor magnificó un círculo de pequeñas ciudades abovedadas con tierras de cultivo en medio de ellos. —Eso es lo más extraño. El equipo no me va a decir dónde está Jackalville. La puerta en la parte delantera del laboratorio se abrió. Taylor salió del mapa y se alejó de la mesa, como si sólo hubiera estado descansando en la silla. Echo entró en la habitación llevando un atado de ropa bajo el brazo. No las sonrió mientras se acercaba. Dejó la ropa en frente de Sheridan a continuación, sin una palabra de saludo, se dirigió a uno de los equipos. Tocó un par de botones, y las voces de Sheridan y las voces de Taylor se filtraron a través de los altavoces.


—Una vez que se implantan los cristales de seguimiento en las muñecas, que van a controlar nuestras vidas. No voy a permitir un gobierno hambriento de poder y moralmente depravado que me diga lo que puedo aprender, decir y hacer. —¿A dónde iremos? 91

—No lo sé. Echo tocó otro botón, y las voces se detuvieron. Se volvió hacia ellas, y cuando habló, sus palabras fueron cortantes, agudas. —En el futuro, yo no diría nada en este laboratorio que deseaseis mantener en secreto. Y, por cierto, Jeth no es estúpido, sino que simplemente no es sospechoso. Taylor dejó escapar un suspiro tembloroso. —Nos has grabado. —Por supuesto. Estamos estudiando el idioma y el periodo de tiempo. Sheridan tragó saliva. —Deberías habérnoslo dicho. Taylor cerró los ojos y se echó hacia atrás en la silla. —Deberíamos haberlo sabido. Echo se volvió hacia el ordenador, tocando algunos de los botones. Su perfil era tenso, sus movimientos deliberados. —Me he convertido temporalmente en la función de grabación y estoy borrando la información de la noche anterior y, ah, ya veo que has estado en el equipo esta mañana. Escondo mejor las búsquedas en el Departamento de Información también. Pasó unos segundos más escribiendo, luego se enderezó. —He escuchado vuestra conversación sólo porque tenía un portátil y comprobé el ordenador principal, mientras que compraba ropa para vosotras. Los otros todavía no saben que pensáis que el gobierno es moralmente depravado y que estáis pensando en robar nuestra arma y huir a la primera oportunidad que tengáis.


Sheridan se puso de pie y dio pasos lentos hacia él. —¿Vas a detenernos? Dejó escapar una tos de incredulidad. 92

—No podéis sobrevivir en esta ciudad por vosotras mismas, y mucho menos escapar de ella. —Nos puedes ayudar. Él levantó las cejas, divertido. —¿Quieres que la ira del gobierno esté moralmente depravada? Sheridan se acercó y puso una mano sobre su brazo, le suplicaba. —Sabes que no es nuestro lugar. Tiene que haber un lugar mejor para nosotras. Él se alejó del contacto de Sheridan. Su mirada se deslizó hacia la puerta y se quedó allí mientras pensaba. Cuando por fin volvió a Sheridan, se estableció su expresión. —Los otros Artífices de la palabra estarán aquí pronto, así que no puedo repetirme. Esto es lo que tenéis que hacer: hablar con Elise solo hoy y decidle que queréis salir de la ciudad. Tiene conexiones, conoce el DW. Son un grupo un poco loco, pero son los únicos que, además de la Dakine y el gobierno saben cómo salir de la ciudad con seguridad. —¿Quiénes son los Dakine? —interrumpió Taylor. —La gente mala. Eso es todo lo que necesitáis saber acerca de ellos. No tengo tiempo para explicarlo todo. Cogió un mono verde de la pila de ropa y se la entregó a Taylor. —No le digas a Elise que sé acerca de sus conexiones, pero cuando tengáis un plan para salir de la ciudad, decídmelo. —¿Por qué?, —preguntó Sheridan. Él cogió una camisa azul y una falda y se la dio. —Porque voy con vosotras. Los ojos de Taylor se estrecharon con sospecha.


—¿Por qué? —Tengo razones. Los ojos de Taylor se mantuvieron entrecerrados, interrogatorios que parecía que todavía colgaban en su rostro. 93

—¿Cómo es que no podemos decirle a Elise que conoces sus conexiones? —No confía en mí. Taylor se cruzó de brazos. —¿Pero nosotras debemos hacerlo? Él echó una mirada a la puerta. —Te dije que no tengo tiempo para explicarlo todo. Era un buen momento para Taylor para ser escépticos ahora que Echo había acordado ayudarlas. Sheridan se acercó a Taylor. —Él no tenía que hablaros acerca de Elise. Podría estar deteniéndonos en lugar de ayudarnos. Ella le devolvió la sonrisa a Echo. —Vas a ayudarnos, ¿no es así? —Sí. Ella siguió sonriendo. Quería ayudarlos. Ella lo adoraba. Taylor se levantó de la silla. —Quiero saber más sobre el… ¿cómo los llamas? El DW. —Devotos del Doctor. Los llamo locos. Pero también estoy llamándolos nuestra puerta de salida. —¿Ahora personas devotas a los doctores? —preguntó Sheridan. Taylor dejó escapar un suspiro. —Así que cogí al comandante equivocado. La mitad de las personas que conocí fueron pre-médicos, pero no, no yo.


—¿Comandante?, —preguntó Echo— ¿Qué tiene esto que ver con los militares?

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Sheridan no respondió. La puerta del laboratorio se abrió, y Jeth y Elise entraron. Jeth colocó un plato de panecillos y otro de rodajas de fruta. Elise llevaba platos, vasos y cubiertos. El grupo se sentó a desayunar sin decir nada más acerca de dejar la ciudad. El tema, sin embargo, estaba constantemente ahí en la mente de Sheridan. ¿Dakine? ¿Adoradores de los doctores? ¿Cómo iban a conseguir que Elise estuviese solo? Después del desayuno, Taylor pidió a Jeth que los llevara en un recorrido por la ciudad. Este fue probablemente su forma de replantear una ruta de escape. Jeth aceptó sin ninguna sospecha injustificada, sin embargo, y aunque parecía emocionado de mostrar los avances de Traventon… Sheridan y Taylor tomaron la ropa que Echo les había dado y se fue a la trastienda a cambiarse. Taylor con un mono verde tenía luces parpadeantes que corrían alrededor de su torso. La camisa azul de Sheridan estaba hecha de capas de un material transparente que oscilaban alrededor de los brazos y las piernas cuando se movía, como algas a la deriva. Quedo perpleja sobre un grupo de pequeños agujeros en la parte superior de la falda. ¿Decoración? No, debían ser para un cinturón. Aquí todo el mundo llevaba cinturones con cajas pequeñas de metal en ellos, las cosas de antes con el fin de llamar a los otros comunicadores. —Entonces, ¿cómo vamos a...? —en lugar de terminar su frase, Sheridan hizo un movimiento de rotación con la mano. Deseó que Taylor tuviera uno de esos lenguajes secretos que había oído que algunos gemelos tenían. —Sabes... preguntará acerca de... —No digas eso, —dijo Taylor—. Pocos lanzadores tienen orejas grandes. O en este caso, los equipos con los registradores. —De acuerdo, —dijo Sheridan, y la frase de Taylor le dio una idea. Puede que no tuviesen un lenguaje de doble secreto, pero todavía podían hablar en código.


—No podemos bajar la guardia, —dijo Sheridan— pero tenemos que encontrar un momento para hablar de volar el gallinero.

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La boca de Taylor se abrió, probablemente para gritar a Sheridan por descolgarse a cabo de sus planes, pero luego se detuvo y sonrió. Se había acordado que los Artífices de la Palabra sólo tenían un vago conocimiento de las figuras retóricas del siglo XXI. Mientras que ella y Taylor hablaban con ellos, podían hablar libremente. —Vamos a golpear cuando el hierro está caliente, —dijo Taylor— pero mantengamos las cosas en secreto por ahora. Sheridan se alisó la falda lo mejor que pudo. —No dejaré al gato fuera de la bolsa.


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Traducido por Princesa de La Luna Corregido por katiliz94

iajaron en uno de los coches de huevo a través de las calles de la ciudad. Jeth les mostró la zona de tiendas, el distrito agro, y el distrito central de gobierno. Vieron edificios que parecía que venían del siglo XXI y los que parecían que habían sido diseñado por el Doctor Seuss. Pasarelas de hormigón beige tiradas por todas partes, ensombrecidas por la cubierta del cielo opaco. Las personas que daban un paseo por las tiendas y los pasillos tenían los colores de pelo de todos los colores de una caja de crayones. Echo tenía razón acerca de las mujeres que vestian los más elaborados vestidos. La mitad parecía que estaban engalanadas con luces de Navidad y tiaras. Algunas se paseaban por la pasarela con los pequeños animales domésticos mecánicos trotando a su lado, en su mayoría perros, pero había otras formas también. Sheridan vio un gato con joyas, un lagarto gigante, un ciervo en miniatura, e incluso un pequeño búfalo esponjoso zumbando y haciendo clic al lado de sus dueños. La gente tenía que fabricar sus mascotas ahora. Había algo triste por eso. Mientras conducían, Taylor hizo preguntas a Jeth sobre dejar la ciudad. Por lo menos, Sheridan se dio cuenta de que eran las preguntas acerca de dejar. Taylor preguntó con rodeos para ocultar su propósito. —¿La basura es llevada fuera de la ciudad?¿Cómo es el aire fresco ventilado dentro?¿De dónde viene la materia prima que la ciudad recibe para construir cosas? De vez en cuando Sheridan intervino con una pregunta que pensó que podría ser útil, pero sobre todo leía las señales de la calle, la memorización de ellas en caso de que alguna vez tuviera que encontrar su camino a través de la ciudad. La escritura había cambiado un montón de palabras. Muchas de ellas se deletrean fonéticamente ahora. Costal Pas... Pass costera. Canun Wey... Canyon Way. Munora... Menorah-como con las velas que iluminaban al pueblo judío Hanukkah.


Ese sería fácil de recordar. Se volvieron a Munora en Isaías Drive.

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¿Isaías? ¿Al igual que el profeta Isaías?¿Por qué las personas que habían prohibido la religión nombraban una de las calles como un profeta del Antiguo Testamento? Sheridan miró a Taylor para ver si se había dado cuenta de la placa de la calle. No lo había hecho. Taylor estaba ocupada hablando con Jeth y Elise acerca de cómo la ciudad bombabea agua en el interior. Sheridan se volvió hacia Echo. —¿Por qué es esta calle llamada Isaías? —Probablemente fue el nombre de un ciudadano importante. ¿Por qué? —Isaías era un profeta, una figura religiosa. Él se encogió de hombros. —Muchos de los nombres eran de origen religioso, pero todo el mundo se ha olvidado ahora. No son más que nombres para nosotros. Jeth apretó un botón en el panel de control para frenar el coche, lo que indicaba que estaba a punto de guiarles. —Estamos entrando en un distrito de educación. Esperamos poder ver a algunos niños con sus cuidadores. Un minuto más tarde lo hicieron. Una docena de niños en trompa por una pasarela, alineados como patitos siguieron a su madre. Una mujer que caminaba al frente de la línea, otro cerraba la marcha. A medida que el coche pasaba, Sheridan vio que la mujer en la parte posterior llevaba un largo vestido negro con un collar circular blanco. Más sorprendente, tenía una toca en la cabeza. Sheridan tomó el brazo de Taylor. —Mira a esa mujer. Es una monja. Taylor miró. Lo mismo hicieron los artífices de la palabra. Fue entonces cuando Sheridan se dio cuenta de que no era una toca en absoluto. La mujer tenía el pelo negro largo y había teñido la parte de su cabello alrededor de la frente en blanco.


Taylor lo descubrió al mismo tiempo que lo hizo Sheridan. —Es sólo una coincidencia, dijo ella, aunque no le parecía positivo.

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¿Podría ser una coincidencia que una mujer se tiñese el pelo para parecerse a una toca y llevase un vestido que parecía un hábito? ¿Estaba ese tipo de cosas permitido en una ciudad que había prohibido la religión hace noventa años? —¿Quieres llamar a esa mujer? —preguntó Jeth. —A nadie, —dijo Taylor—. Ya sabes, como el número cero. Esto significa que alguien no es demasiado inteligente. Al parecer, Taylor no quería otra conversación sobre religión. —Oh. —Jeth estiró el cuello para una segunda mirada—. Parecía competente para mí. —Estoy segura de que lo es, —dijo Taylor. —¿Estás segura de que es competente? —preguntó Sheridan—. ¿O quieres estar segura de que es una monja? Taylor miró por la ventana, pero la mujer ya no era visible. —Cállate, por ahora. Vamos a ir sobre ella en detalle más adelante. Jeth ladeó la cabeza. —¿Qué? Taylor hizo un gesto con la mano como si no fuera lo suficientemente importante como para repetir. —Háblame del material que cubre la ciudad. ¿Cómo soporta la lluvia y la nieve la caída sobre él año tras año? Jeth le habló de él, pero Sheridan desconectó y se quedó mirando a la ciudad, en busca de alguien más que no encajara. Tal vez fue sólo una coincidencia, un uso del blanco y negro en un patrón que hace mucho tiempo perdió importancia. Por otra parte, los primeros cristianos tuvieron que ocultar quiénes eran. Tal vez ese era el caso de todas las religiones ahora.


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Sheridan escaneó cada signo, todos los edificios que pasaban. Ahora que estaba buscando, se dio cuenta de otras cosas. Una tienda que tenía una línea de estrellas sobre la puerta: estrellas de seis lados, un símbolo judío. En la siguiente calle, vio a una mujer con un punto rojo entre los ojos como las mujeres hindúes. ¿Podrían esos símbolos haber sobrevivido sin las religiones que los utilizan? El coche se dirigía hacia el borde de la ciudad, porque Taylor había insistido en ver las paredes. Ella le dijo a Jeth que quería ver cómo fueron construidos. Sheridan se acercó a Echo. —¿Qué pasó con la gente religiosa cuando el Gobierno ilegalizó la religión? Echo se removió en su asiento. Se dio cuenta de que se sentía incómodo hablando con ella sobre eso. —El gobierno les dio tres días para renunciar a sus creencias y tomar un juramento de lealtad al gobierno o para salir de la ciudad. La mayoría de ellos renunciaron a sus creencias. No podrían sobrevivir fuera de la ciudad sin comida o cualquier lugar a donde ir. —¿Y los que no renunciaron? —Construyeron su propia ciudad. He olvidado el nombre. Tolerancia o tal asistencia. Algo que no creía que las otras ciudades tenían. —¿Dónde está? Las palabras salieron de la boca de Sheridan demasiado rápido, y no le dio tiempo a contestar. —¿Podemos contactar con ellos? Echo hizo una pausa, con consuelo suavizando su voz. —Se han ido. Si las ciudades no se controlan cuidadosamente, se vuelven inestables. En poco tiempo, son destruidas ya sea desde el interior o el exterior. Una ciudad así... Se calló, dejando inconclusa su evaluación.


—¿Una ciudad que no tuvo oportunidad ya que fue fundada por los fanáticos violentos? ¿Se quedó sin suministros? —Desapareció de las fuentes de noticias antes de que yo naciera. Sheridan se sentó rígidamente en su asiento. 100

—No se han ido. Sus palabras eran firmes, sus convicciones eran menos. Las diferentes religiones han dejado de lado sus diferencias por el tiempo suficiente para construir una ciudad, pero ¿podrían haber mantenido la paz durante noventa años? Echo negó con la cabeza y sonrió como si le intrigara. —Y me acusas de creer lo que quisiera sin importar los hechos. ¿No estás haciendo lo mismo? —Supongo que tenemos algo en común, —dijo. Se echó a reír, y sus ojos se volvieron calidos. Era preciosa cuando sonreía así. Incluso hacía que la luna azul se viera ridícula. Se preguntó qué pensaba de ella y luego metió la idea en su mente. Si él iba a estar interesado en alguien, tenía que ser en Taylor. Brillante, rubia, Taylor. Sin embargo, mientras hablaban, Sheridan se permitió imaginar lo que sería captar la atención de Echo, si su sonrisa fuera sólo para ella. Si sus ojos azules se iluminaban al verla. Si era capaz de aliviar la tristeza que sentía por la pérdida de su hermano. Cuando el coche llegó al final de la calle, todo el mundo salió. Taylor, Jeth y Elise se dirigieron hacia el gran edificio de paredes grises. Jeth ya había comenzado explicando cómo funcionaban los paneles solares. Echo deslizó la mano alrededor de Sheridan y tiró de ella en una dirección diferente. —Se puede ver a lo largo de las paredes de esta manera. Ella se dejó llevar lejos, pero miró hacia atrás por encima del hombro. —¿No deberíamos estar con los otros? Él le dio un apretón mientras la apartaba. —¿No te acuerdas? Taylor te pidió que me mantengas alejado de ella.


Sheridan caminaba a su lado, tratando de no pensar en lo natural que se sentía el sostener su mano. —Eso sólo fue para que no averiguaras lo que está haciendo. Ya lo sabes. 101

—Oh. Bueno, tal vez sólo quiera estar a solas contigo. ¿Estaba coqueteando con ella? La idea hizo que aumentara su velocidad de latido. Pero entonces, probablemente tenía alguna razón para querer estar a solas con ella, una que no había revelado. Después de todo, él pensaba que era una devoradora de carne de bajo rango. Siguieron caminando hasta una gran viga de soporte que se interponía entre ellos y los demás. Echo desaceleró ante una parada. Sheridan se sentía nerviosa, incómodo. No sabía qué decirle a los chicos de su propio período de tiempo, por no hablar de éste. Cuando Echo no habló inmediatamente, se soltó de su mano y dio un paso hacia la muralla de la ciudad. Se extendía hacia arriba por lo que ella podía ver. Los paneles inclinados vibraban y olían a algo viejo y gastado, como el interior de la embarcación de sus abuelos. Alargó la mano para tocar la pared. —¿Por qué el zumbido de las paredes? Echo la agarró del brazo y tiró de ella. —No toques eso, —dijo—. Hay un campo de fuerza. A menos que estés autorizada para ello, la pared envía un choque. Sheridan dio otro paso atrás y miró a la pared desde una distancia segura. Ella y Taylor no podían escalarlo o cortarlo. ¿Sería posible romper el hormigón en el suelo y cavar por debajo de ella? Echo, Sheridan tiró hacia él, atrayendo su atención lejos de la pared. Ahora no había mucho espacio entre él y ella, y era difícil para Sheridan no darse cuenta de lo bien definidos que estaban los músculos de Echo. —¿Qué haceis para trabajar en el futuro? —Tengo algo para ti, —le susurró. Él tomó un pedazo de papel del bolsillo de su camisa. Poco a poco, como si se celebrase un gran secreto, él deslizó el papel en su mano. Ella se dio la vuelta. Podría haber sido la parte delantera de una


tarjeta de Navidad. La imagen mostraba a Santa Claus con un niño encaramado en una rodilla. —No dejes que nadie lo vea, —dijo Echo, inclinándose—. Después de ayer, pues, estabas muy triste. Pensé que iba a hacer que te sintieses mejor el tener una imagen del dios que adoras. 102

Su mirada pasó de la imagen a sus ojos. —Echo, esto es Santa Claus. —Lo sé, y no puedes imaginar los techneloops que tuve que diseñar para acceder a un sitio con esa imagen. Se obligó a poner una sonrisa. —Eso es muy considerado. En serio. Pero Santa Claus no es Dios. Nadie lo adoraba, bueno, no a menos que cuentes a los minoristas en general o a los niños el día de Navidad. Las cejas de Echo se juntaron, perplejo. —Celebrais su nacimiento cada año. El nacimiento de vuestro Salvador. —Ese fue Jesucristo, no Santa Claus. Echo asintió. —Un Dios omnisciente que premia el bien y castiga el mal con el carbón. —No, de hecho, Santa Claus y Dios son completamente diferentes. Él frunció el ceño. —Pero tenemos referencias. —Y vuestras interpretaciones de esas referencias son incorrectas. Ella miró la foto en sus manos de nuevo. —Tal vez no puedas entender la historia a menos que entiendas todo lo que pasó en una cultura de la época. Tal vez esto son sólo conjeturas sobre lo que sucedió en el pasado. Dejó la foto en el bolsillo de la falda y le sonrió.


—Gracias por darme esta, sin embargo. Fue amable de tu parte tratar de hacerme sentir mejor. En algún momento cuando tengamos más tiempo, te voy a explicar la religión.

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La expresión de Echo se nubló, y ella supo que todavía estaba tratando de decidir si creer lo de Santa Claus. En lugar de hacer más preguntas, dijo: —Voy a tratar de hacer una reunión para que pueda estar a solas con Elise hoy. Recuerda preguntarle cómo salir de la ciudad. —No es probable que se me olvide. —Sheridan volvió a mirar en la dirección que los otros estaban, pero no pudo ver a nadie más allá de la viga de soporte—. Tal vez Taylor ya está trabajando en ello. Apuesto a que envía a Jeth para sacarnos. —Y Jeth se preguntará por qué te he traído a ti sola. —Echo alargo el brazo y ella enhebró sus dedos con los de él—. Vamos a tener que encontrar una razón creíble. Él la atrajo hacia sí, y a Sheridan le costó respirar. Cuando habló, su voz era desigual. —¿Qué quieres decir? Él extendió la mano y tocó un mechón de su cabello, sosteniéndolo entre sus dedos como si fuera algo delicado. —¿Este es tu color al nacer? —Sí, y las pecas también son naturales. No pondría en mi cara otra cosa. —Me gustan tus pecas. —Él dejó caer el mechón de pelo y pasó un dedo por el rastro de pecas en el puente de su nariz—. Estaban de moda hace más tres años. Todo el mundo las usaba. —Qué suerte la mía. Extrañaba ser hermosa hace tres años. Su dedo hizo una línea lenta por su mejilla. Era el más pequeño de los detalles e hizo hormiguear su piel. —No te has perdido nada. Eres hermosa en estos momentos.


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Su corazón duplicó su velocidad. Echo estaba definitivamente coqueteando, ¿pero que había querido decir con eso? Quizás estaba poniéndola a prueba, el estudio de las interacciones entre hombres y mujeres del siglo XXI. O tal vez coquetear era una cosa ocasional en las personas en el futuro, y ella estaba a punto de mostrarse como algo muy extraño, en un pasatiempo. Debía poner fin a esto hasta que descubriese lo que significaba. Y lo haría. Le diría a Echo que era hora de regresar con los demás. —¿Recuerdas, —dijo Echo, sus palabras en un momento de calma suave—, cuando te dije que no me especializaba en Sheridan Bradford? —Sí. —He cambiado de opinión al respecto. Inclinó la cabeza hacia abajo. Despacio. Aun dándole la opción de alejarse si quería. Ella no se movió. Cerró los ojos y dejó que los labios de él descendiesen sobre los suyos. Besar no había cambiado en cuatro siglos. Sheridan se apoyó en Echo, deslizó las manos por su pecho hasta que se encontraron detrás de su cuello. Una voz en su mente en algún lugar dijo: Esto es un error. Pero entonces otra voz respondió, ¿Qué importa ahora que todo lo que conocía se había ido? Todo lo que quedaba de su mundo eran artefactos en cajas selladas al vacío. Se sentía reconfortante tener los brazos de alguien a su alrededor. La hacía sentir como si no estuviera completamente sola, como si las cosas pudiesen ser normales otra vez. Echo pasó una mano por su espalda hasta que se detuvo frente a la nuca de su cuello. Sus dedos se entrelazaron por el pelo y se inclinó más cerca. La voz, la que constantemente repetía, esto es un error, era lo suficientemente fuerte para que Sheridan se alejase de Echo. Mientras lo hacía, oyó a Jeth decir: —Ya está.


Sheridan sintió que su rostro se ruborizó de color rojo brillante. No sólo Jeth, Elise y Taylor estaban cerca. Tres pares de ojos los miraban, Jeth divertido, Taylor sorprendida, y Elise también, las características de Elise se juntaron en líneas apretadas. ¿Era eso ira o decepción? 105

Echo se apoderó del codo de Sheridan y la empujó hacia adelante. Cuando habló, su voz sonó sólo un poco forzada, como si fuera una pequeña cosa el ser atrapado besando a una chica a la que sólo había conocido durante un día y medio. —¿Habeis terminado de ver las paredes? Jeth asintió con la cabeza, sonriendo. —Pensé que podríamos ir a un foodmart para el almuerzo. Mientras las chicas no hablen con nadie, a los científicos no debería importarles si están en público —señaló las mangas largas de Taylor— Nadie se dará cuenta que no tienen cristales. Luego volvió a sonreír. Estaba muy contento por esto, al igual que Elise estaba demasiado molesta. La mirada de Elise estaba prácticamente quemando agujeros en el lado de la cabeza de Echo, y Sheridan no estaba segura de lo que eso significaba. ¿Por qué en el mundo se había dejado besar por Echo en primer lugar? Bueno, sabía por qué. El tipo era precioso y estaba prácticamente solo en el mundo. Vulnerable. Era simplemente un golpe de suerte, y no iba a dejar que pasase de nuevo. A partir de ahora iba a tener una política por la cual iba a dejar de besar a cualquier hombre hasta que supiese lo suficiente sobre él para discernir su color de pelo natural. El grupo siguió caminando hacia el coche. Taylor caminó a su lado, Sheridan y Echo a un ritmo pausado. —Entonces, —dijo a Sheridan—. ¿Has perdido la cabeza o simplemente estás hilando la lana en los ojos de alguien? Puede... Sheridan parpadeó desconcertada por la sorpresa, entonces se acordó de que sólo ellas lo entendían.


—Fue estímulo del momento. —Muy bien. Aunque estoy con la lluvia de ideas en la fabricación de pistas, tu te vas por las ramas. Sheridan puso los ojos en Taylor. 106

—Relajate. Vamos a masticar la grasa después. —Oh, no habrá cantidad de grasa en la comida, —Jeth dijó—. Comemos una dieta saludable ahora. ¿Qué decías de lana y espuelas, sin embargo? ¿Es una referencia a los vaqueros? —Estamos teniendo una pequeña charla, —dijo Sheridan. —¿Una pequeña charla? —repitió Jeth—. Qué interesante. ¿También tienen grandes palabras? Taylor negó con la cabeza. —No, pero en nuestro día tuvimos grandes conversadores. También tuvimos personas que las disparaban por la boca. Jeth consideró eso. —Eso suena doloroso. —Sólo para la gente que escucha, —dijo Taylor, y dejó de hablar con Jeth y Elise. Echo tomó la mano de Sheridan de nuevo, entrelazando los dedos con los de ella. No significaba nada. Él había estado sosteniendo su mano desde su llegada en el futuro. Era una costumbre. Sólo que nunca había sostenido la mano a Taylor o de Elise. Pensó en eso mientras se preguntaba si el beso de Echo había significado algo para él. Algunas cosas nunca cambiaban. Cuatro siglos habían pasado, y aún no había entendido a los chicos.


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Traducido por Princesa de la Luna Corregido por Pily

cho se sentó en la tienda de alimentos tratando de concentrarse en los elementos del menú en vez de pensar en todo lo que acababa de salir mal. Besar a Sheridan había sido un error. Fue agradable en cuanto a error, pero sigue siendo un error. Echo había estado tan seguro de que Jeth vendría por si solo para encontrarlos. Después de todo, Taylor tenía que hablar con Elise y Taylor había estado manipulando todo el viaje. ¿Hubiera sido demasiado esperar que hubiera encontrado una manera de enviar a Jeth solo? Se suponía que iba a ver a Echo y Sheridan juntos para cuando Echo dejó Traventon con las chicas, Jeth podría asumir que fue un acto de enamoramiento. Pensaría que Echo se preocupaba demasiado por Sheridan sin arriesgarse a perderla para lavarles la memoria. Jeth entendería, a pesar de que le dolería perder a su segundo hijo. O tal vez sería un alivio. Desde el funeral, cada vez que Jeth había mirado a Echo, se había producido una pequeña acusación en su mirada, un dolor que indicaba que Jeth sabía más de lo que quería. Las cosas no tenían que haber resultado de esa manera. Cuando Echo y Joseph eran niños, y era el turno de Jeth de recogerlos en el centro provisional, siempre les dio la bienvenida con un abrazo. Por lo general, unos minutos antes de que pudiera decir quién era Echo y quién era Joseph, pero no importaba. Él estaba emocionado de ver a los dos. Jeth siempre se detenía en el camino a casa y les compraba remolinos dulces aunque los cuidadores informaran de mal comportamiento durante la semana. Esos días parecían estar lejos ahora. El abrazo, el caramelo, la sensación de que nada de lo que había hecho mal tenía importancia. Ahora todo importaba.


Echo sólo quería la felicidad de Jeth. Sabía que Jeth lo necesitaba con la familia. Había sido una elección consciente. Echo había elegido, que viviría con el hermano.

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Y ahora allí estaba, sentado en esta tienda de alimentos haciendo planes para dejarlos de todos modos. La idea le provocó un fuerte dolor en el pecho, pero él no se inmutó. Había vivido con el dolor como una segunda piel desde la muerte de su hermano. Echo un vistazo al otro lado de la mesa, a los demás. Sheridan y Taylor estaban con la lectura de sus datos médicos. Cada vez que alguien se sentaba en la tienda de alimentos, la tabla se iluminaba con su peso, porcentaje de grasa corporal, la frecuencia cardíaca y la presión arterial. —Eso es totalmente increíble —dijo Taylor. —Eso totalmente me va a impedir pedir postre —añadió Sheridan. —No te preocupes —le aseguró Jeth—. Si el porcentaje de grasa es demasiado alto, puedes pagar para tener un médico para quitar algo de la misma. Él le dio unas palmaditas en el estómago. —Es un poco ilegal, pero todos lo hacemos. Taylor volvió su atención a una camarera que estaba poniendo la comida en una de las mesas. —¿Con todos los avances, todavía tienen camareros? —Es una cuestión de política de trabajo —explicó Jeth—. Todo el mundo tiene que trabajar, por lo que debe haber un trabajo para todo el mundo, incluso si eso significa que algunas personas tienen empleos que podrían ser automatizados. Sheridan miró a Echo por primera vez desde que se sentaron. —Si no hay animales, ¿cómo puede el menú tener pollo parmesano, pasta de pollo y pizza de camarones? —Es la proteína bioamino —dijo—. Crecen en el Distrito Agrario. Los títulos de carne sólo indican el sabor. Taylor miró las fotos en el menú.


—¿Qué es lo que se utiliza en lugar de los productos lácteos? Antes de que nadie pudiera contestar, dijo: —Oh, tienes la leche de almendras. 109

Sheridan sonrió. —Debe ser difícil ordeñar una almendra. —No realmente —dijo Taylor—. Tienen máquinas de ordeño pequeñas que se unen a las ubres de las almendras. Jeth rió. Había pasado mucho tiempo desde que Echo había visto reír a su padre con tanta facilidad. Elise, sin embargo, se quedó mirando la pantalla del menú con los ojos inmóviles. Ella no estaba leyendo, estaba pensando, y Echo sabía el qué. No estaba feliz de ver a Echo y Sheridan juntos. Tal vez ahora Elise no confiara en ninguno de ellos. Si pensaba que Sheridan y Echo estaban juntos, si sospechara que Sheridan podría decirle cosas a Echo, Elise no le diría nada a ella. ¿Cómo se suponía que Echo arreglaría eso? Luego estaba Sheridan misma. Ella había estado inusualmente tranquila en el camino a la tienda de alimentos, y cada vez que Echo la miró, ella se sonrojó y apartó la mirada. No había pensado que había algunos viejos tabúes de los años veinte sobre besarse en público. Esto era algo regular en el entretenimiento de la época. Pero tal vez se había equivocado acerca de eso, la manera de Sheridan le decía que estaba equivocado acerca de todo lo demás. La próxima vez que la besara, él tendría que asegurarse de que estaban en algún lugar privado. Suponiendo, por supuesto, que habría una próxima vez. Suponiendo que los científicos no llamaran para decir que tenían un arreglo en Tyler Sherwood y arruinaran por completo sus planes. Cuando este pensamiento pasó por su mente, el comunicador de Echo sonó. Se sentó inmóvil, sintiendo como su aliento había sido succionado de su cuerpo.


—No son los científicos —dijo Jeth, adivinando su preocupación—. Ellos me han llamado, no a ti.

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Echo deslizó su comunicador en un equipo y se sentó en el lado de la mesa. El menú se desvaneció, y dos hombres jóvenes aparecieron en la pantalla. César tenía el pelo de bronce y las cejas con púas metálicas sobresaliendo por encima de sus ojos como una hilera de dientes. Junto a él estaba Geno, cuyo corte de cabello corto se paraba en filas moradas. Hacía juego con sus labios, que habían sido decorados y divididos en varios lugares. —Echo —canturreó César desde el ordenador—. ¿Dónde paleando? Nos dejamos caer por tu sitio, pero no estabas allí.

estás

—Estoy en una tienda de alimentos —dijo Echo rotundamente—. Estoy trabajando con mi padre. —¿Trabajando? —preguntó Geno—. Como lo veo, estás sentado con dos hermosas niñas. —Tres —dijo César—. No te olvides de Elise. Geno sonrió, marcando las cicatrices en el tramo de la boca. —Nunca me quiero olvidar de Elise. Elise frunció los labios y empujó la silla más alejada de la mesa para estar fuera de la vista de los dos hombres. César sonrió, inclinándose un poco hacia delante, mirando alrededor de la tienda de alimentos. —¿Cuándo vamos a hacer una fiesta con tus nuevas amigas, Echo? —No hago más fiestas —dijo Echo. —No tiene que ser una fiesta entonces —dijo César—. Sólo queremos conocerlas. Se ven interesantes. Parecían convenientes, él entendió. Apretó los dientes. De alguna manera Caesar sabía de Taylor y Sheridan. ¿Cómo podría el Dakine siempre aprende cosas tan rápidamente? La mirada de César viajó de Taylor a Sheridan y, a continuación, a Echo.


—Estoy seguro de que les gustaría ir con nosotros.

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Lo que significaba el Dakine estaba decidido a tenerlas, y Echo sabía por qué. Sheridan y Taylor eran las únicas dos residentes de Traventon que desde su infancia no tienen implantes de cristal. El Dakine podría enviarlas a cualquier lugar sin ser detectadas, y si las niñas eran asesinadas accidentalmente en el proceso, Pues, ¿qué le importaba el Dakine? Echo extendió su mano sobre su comunicador, listo para apagarlo. —Tengo que apagar mi comunicador para que todos puedan pedir el almuerzo. —Ahora haremos un pitido hasta luego —dijo Geno. —Muy pronto —dijo César, y luego añadió con una sonrisa enigmática—: No te puedes mantener archivado para siempre, ya sabes. No es bueno para ti. Echo desenchufó el intercomunicador sin decir adiós y lo metió en su cinturón. El menú volvió a la pantalla del ordenador, y él se quedó mirándolo sin ver. Jeth se inclinó y tocó el brazo de Echo. En su voz habitual, no en una con el acento de los años veinte, dijo: —Caesar está en lo cierto. Has sido demasiado solemne últimamente. Joseph no querría eso. Tienes que ir de nuevo. Ver a tus amigos. Tal vez la próxima vez que las chicas necesiten un descanso de nuestra investigación, podrías. Elise se inclinó sobre la mesa y lo interrumpió. —Ni siquiera lo consideres, Echo. No estás tomando los tiempos a los inmundos pilotos shadlers. —¡Elise! —Jeth le dirigió una mirada de reproche, pero mantuvo la mirada fija en Echo, con los ojos echando chispas de ira. Ella lo sabía. De alguna manera sabía que Caesar y Geno estaban con el Dakine. Pero, ¿cómo? Una sensación de miedo se arrastró hasta la piel de Echo. Tal vez ella sabía porque era Dakine en sí misma.


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Apartó el pensamiento. Elise tenía conexiones con los adoradores del doctor, y esos dos grupos eran tan opuestos como podrían ser. El lema de la DW era la libertad del conocimiento, el habla y las convicciones. De vez en cuando se desplegaban banderas con esas frases en los lados de los edificios. A veces se cortan en el programa de alimentos de la ciudad exigiendo más derechos de los ciudadanos, diciéndole al público lo que ellos merecían. Se reunían en grupos secretos para transmitir conocimientos y hablar de sus creencias. El Dakine tenía un tipo diferente de lema: la alimentación del Dakine, y la muerte a cualquiera que se interpusiera en su camino. Ellos no tienen que hacer pancartas con esas palabras o ponerlos en programas de la ciudad. Cada asesinato que ordena proclama su mensaje. Los Ejecutores no podían parar el Dakine, y nadie más se atrevió a intentarlo. Elise se apartó de Echo y volvió a leer el menú. No podía ser miembro del Dakine. Ella era demasiado suave, demasiado buena. Pero entonces, había estado equivocada antes. No podía descartar a nadie. El recuerdo de Allana presionó su mente. Allí estaba ella, caminando de la mano con él hacia su edificio, enviándole pucheros en un intento de convencerlo de volver a casa con ella. Se había negado porque no dejaba de pensar en lo conectado que su hermano estaba a ella. Y Allana le diría algo al respecto. Probablemente con alegría. Había hecho un juego con él y su hermano jugando uno contra el otro. Levantó una competencia entre ellos y se presentó como el premio. —Con el tiempo me gustaría ser exclusiva... con alguien —le susurraba al oído antes de que besarlo. Sabía que estaba susurrándole lo mismo a su hermano. La rivalidad no debería haber ocurrido. Echo había tenido suficiente niñas en órbita alrededor de él. No necesitaba a Allana en absoluto, incluso si ella era hermosa, aunque era la hija del presidente de los intercambios. Excepto por una cosa lamentable. A Echo realmente le había importado ella. Joseph siempre había amado a sus estudios, su trabajo, demasiado para ser distraído por rondas sociales. Pero Allana había tenido un talento para saber lo que era importante para los chicos. Invitó a Joseph a los


lugares de la cultura, le presentó a los educadores de la cabeza, incluso convenció a su padre para el comercio con Nueva Seattle para su exhibición de arqueología para que Joseph pudiera tocar artefactos del siglo XIX, con sus propias manos. 113

Allana no había necesitado tan grandes esfuerzos para capturar a Echo. Sólo había jugado con su ego. Él había sido un blanco fácil. Así que él y Allana habían estado en la calle, tirando suavemente de su mano y dándole una mirada sensual, mientras se encontraba en frente de su edificio, negándose a entrar, pero no dejándole ir a casa tampoco. ¿Cómo había incluso comenzado a hablar sobre el Dakine? Uno podría pensar que había que recordar los detalles de esa conversación que cambia la vida. Pero no lo hizo. Sólo recordaba la cara vuelta hacia arriba de Allana, medio riendo, a pesar de que cada palabra que salía de su boca era completamente seria. —Te sorprenderías de lo lejos que puede llegar el Dakine. Están en todas las profesiones, incluso el gobierno. Él se encogió de hombros. —No es ninguna sorpresa. El gobierno nunca tuvo la integridad en primer lugar. Tendría que haber estado un poco molesta. Debería haber al menos defendido a su padre. En cambio, dijo: —La integridad es un artículo tan pesado. Es más fácil vivir sin ella. —¡Qué gran filosofía! —dijo—. Todos seríamos más felices si el Dakine se fuera a la ciudad. Incluso diciendo la palabra Dakine se sentía peligrosa, se sintió mal, y él trajo a Allana más cerca para que sus voces fueran más bajos. Ella le echó los brazos alrededor de su cuello, su brillante cabello plateado cayendo por sus hombros mientras le miraba a los ojos. —Ellos prácticamente funcionan ya en la ciudad. Están por todas partes. La gente que conoces, las personas que trabajan con la gente de tu confianza.


—No en la gente con la que trabajo. La mayoría de las personas con las que trabajo son mi familia. —Es dulce que seas tan ingenuo. —Se pasó la mano por el brazo—. Pero en realidad, ¿cuándo harás clic en la realidad? 114

—Echo… —Elise cortó sus pensamientos—. Él no estaba ya en esa calle, sino de vuelta en la tienda de alimentos con todas las miradas sobre él. —¿Vas a pedir? —preguntó Elise. —¿Estás bien? —agregó Jeth. —Sí. —No. A lo mejor todavía no veía la realidad. Tal vez él no podía estar seguro de Elise. Por lo que sabía, no quería que Caesar y Geno controlaran a Sheridan y Taylor porque su rama del Dakine tenía planes para ellas. Echo pincho su orden de comida y sabía que no sería capaz de terminarla. Había pensado que cuando llegara el momento, cuando en realidad tuviera los suministros para salir de la ciudad, sería capaz de convencer a Elise de que confiara en él. Ahora se preguntaba si podía confiar en ella.


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an pronto como llegaron a la oficina de los artesanos de palabras, el comunicador de Jeth sonó. Sheridan lo miró fijamente y sintió los pinchazos del miedo. —No hay por qué preocuparse —dijo Jeth, separándolo de su cinturón—. Los científicos probablemente están revisándolo para asegurarse de que todavía están funcionando bien, sin desestabilizaciones celulares ocurriendo. —La mesa del restaurant dijo que estábamos bien —ofreció Sheridan. Se acercó a un sofá y pretendió que no estaba escuchando su conversación. Él presionó el botón, y la pared se convirtió en una pantalla de imagen. La científica con el relámpago rojo deslizándose bajo su mejilla se sentó medio desplomado en un escritorio. Sus ojos eran vidriosos, como si hubiese dormido durante un tiempo. Jeth camino hacia la pared. —¿Has tenido una señal fija sobre Tyler Sherwood? El hombre hizo una mueca. —La señal de Tyler Sherwood tiene todo pero desapareció de la línea de tiempo. El presidente de la ciencia tiene miedo de nuestro intento por forzar a Sherwood inadvertidamente le mataron. —El hombre pasó la mano sobre su frente—. Entonces el alcalde nos ha prohibido recuperar a cualquiera hasta que haya revisado el programa. Está medio convencido de que estamos quedándonos con los asesinatos de las importantes figuras históricas. Jeth sacudió la cabeza simpáticamente. —Desafortunado.


—Los ejecutores vendrán a tu oficina mañana por la noche para llevarse a las chicas. Órdenes del alcalde. Asegúrate de que están listas. Jeth asintió. —Por supuesto. 116

Todos los músculos en el cuerpo de Sheridan se pusieron tensos. ¿Qué iban a hacer los Ejecutores con ellas? Ella echó un vistazo a Echo. Él estaba observando la pantalla de la pared, escuchando. Se dijo a sí misma que no debía entrar en pánico. Echo la acababa de besar. No habría hecho eso y entonces, supuso, dejar que alguien la disparase. Miró fuera de la ventana y forzó a su expresión a permanecer neutral. Si los artesanos de las palabras sabían que ella podía entenderles, no sería capaz de escucharles más a escondidas. La llamada termino, y Jeth se acercó al ordenador y detuvo la función de recordar. En su acento moderno, habló a Echo. —¿Puedes borrar la orden? —Por supuesto. Entonces Jeth se giró hacia las chicas y dijo en su acento. —Necesito explicarles algo. —Se aclaró la garganta y miró de Taylor a Sheridan incómodamente—. Los científicos sientes que tendrían mejores funciones en nuestra sociedad si no tuviesen recuerdo de la antigua. Han ordenado un lavado de memoria para vosotras. El corazón de Sheridan dio un vuelco en su pecho. Iban a llevarse su memoria. Despertaría en algún lugar sin rastro de su identidad excepto por una imagen en su bolsillo de un desconocido hombre gordo alegre de rojo. Probablemente pasaría el resto de los días buscando a Santa Claus esperanzada de que él pudiese decirle quien era. —Afortunadamente —continuó Jeth—, Echo hizo algunas de las habilidades de unión. —Puso las manos en los hombros de su hijo—. Mis hijos tenían vista para la informática. Podrían haber sido programadores, habrían sido los más buenos en la ciudad. Pero querían trabajar con su padre. El mejor cumplido de mi vida.


Los ojos azules brillantes de Echo se fijaron en Sheridan. Sus palabras eran suaves, reconfortantes. —Debería ser capaz de cortar el programa del Centro Científico y borrar la orden de lavado de memoria antes de que se destine a los programadores. 117

El pie de Taylor se sacudió hacia arriba y abajo en la forma que lo hacía cuando estaba nerviosa. Escaneó la habitación, pensando. —¿Y si no puedes? —Las fuerzas vendrán mañana por la noche y las llevaran a un Centro Médico para la cirugía. Si luchan contra ellos, les dispararan. Pero — añadió Echo—, no necesitan preocuparse. Puedo eliminar la orden. El pie de Taylor continuó balanceándose. Echo envío a Sheridan una mirada interrogante. —Confían en mí, ¿verdad? Ella dudo sólo un momento, después asintió. Él le devolvió la sonrisa, y se sintió como un segundo beso, enviando el mismo calor. Echo camino con Jeth durante un rato más, discutiendo la mejor forma de volver al Centro Científico para que él pudiese unirlo en el cuadro principal. Taylor golpeó su pie con el de Sheridan. —Quizá deberíamos sólo hacer un descanso para eso. Sheridan dio una sutil sacudida de cabeza. —Tendríamos que estar abarcado más de lo que podemos mascar. Necesitamos mirar antes de saltar, o algo podría golpear el ventilador. Tenemos un líder para seguir antes de que nos convirtamos en un banana and split. Elise miro de atrás a adelante entre ellos. —¿Todavía están hambrientas? En ocasiones no puedo entender lo que decís.


Taylor y Sheridan sacudieron simultáneamente las cabezas. Ninguna volvió a hablar. Jeth y Echo se habían trasladado al gabinete y estaban decidiendo que artefacto llevar al Centro de Ciencias para la citación. Necesitaban una excusa para acercarse a un ordenador del Centro de Ciencias. 118

Sheridan les observó, preguntándose sobre los lavados de memoria. ¿Lavaban la personalidad de las personas, su inteligencia? Sería una lástima si Taylor perdiese su inteligencia. La mente de Taylor era algo especial, algo raro. Y entonces Sheridan se dio cuenta de porque el Filtro del Tiempo les había llevado aquí. Debería haberlo sabido todo el tiempo, y era probablemente sólo suerte que los científicos también lo hubiesen averiguado. Se giró hacia Taylor, su voz casi un susurro. —De regreso a casa, usabas un seudónimo, ¿verdad? Taylor se sonrojo, no respondió. ¿Cuántas veces Sheridan había visto a su hermana tapar papeles sobre sus teorías físicas? Papeles no sólo para clase, sino también para los periódicos físicos. —Te han pillado infraganti —continuó Sheridan—. Sólo que no saben que tus manos ya están rojas. Taylor susurró. —Es la palabra de mamá. —No descubriré el pastel. —Para mostrar que estaban unidas, Sheridan alcanzo y dio un apretón a la mano de su hermana. En realidad, Taylor debería haberle contado a Sheridan su secreto desde el principio. Sheridan no habría dicho a nadie que Taylor en realidad era Tyler Sherwood.


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espués de que Jeth y Echo se fueran, Elise se pasó al computador y escaneó su mano en el panel de control. —Echo no es el único que puede hacer que un ordenador funcione mal. Esto nos dará quince minutos para hablar antes de que los ciclos de grabación comiencen de nuevo. —Ella se alejó del ordenador y dio un golpe seco al mullido sillón con estampado de flores. Sus ojos oscuros estaban pensativos bajo sus cejas rosas. Cuando miró a Sheridan, ella comenzó a girar un mechón de pelo alrededor de su dedo. —Sé que no sé nada sobre las costumbres de la gente de tu época, pero, ¿qué tipo de relación esperas tener con Echo? Taylor sonrió, cruzó sus brazos y se dejó caer en el sillón, al lado de Elise. —Sí, díselo, Sheridan. ¿Cuál es tu futuro con el señorito Luna Azul? Las mejillas de Sheridan se encendieron y ella se sentó más tiesa en el asiento de cuero frente a ellos. Una cosa era sentir que había actuado como una idiota; otra era dejar que la preguntaran de manera abierta sobre ello. —No lo sé. Es un poco complicado pensar en el futuro cuando es posible que los Guardianes me lleven con ellos. Elise movió su mano en dirección a Sheridan, como quitándole importancia a lo que acababa de decir. —No te preocupes. Echo lo eliminará. Él sabe manipular cosas, y a personas también, a beneficio suyo. Taylor se giró para mirar a Elise y habló en un tono confidencial. —Yo siempre espero a la segunda cita para darle un beso a un chico.


Sheridan la ignoró. —¿Crees que Echo me besó para manipularme? ¿Crees que no le importó? Elisa hizo un sonido de burla. 120

—No creo que a Echo le importe mucho eso de dar besos. Sheridan se sintió estúpida, usada. No sabía qué decir, así que mejor no dijo nada. Taylor ladeó su cabeza en dirección a Elise, escrutándola. La burla desapareció de su tono de voz. —No te gustará Echo, ¿verdad? —Ya no. —¿Pero antes sí? —preguntó Taylor—. ¿Tuvieron alguna cita? —¿Echo y yo? —Elise sacudió su cabeza—. Si hubiera tenido una cita con alguno de los dos, ese sería Joseph. Él era más como yo. —Debido a su voz, se supo que no podía decir su nombre sin un atisbo de tristeza—. Echo siempre ha sido demasiado saltarín para mí. —¿Saltarín? —preguntó Sheridan—. ¿Qué significa ser saltarín? —Sí, ya sabes, que salta de flor en flor. De chica en chica —dijo Elise. —Oh, qué bonito —dijo Taylor haciendo énfasis—. Fuiste su última flor. Y por lo que Sheridan sabía, Echo mañana tendría a otra flor lista en la que saltar. Quizá esa flor fuera Taylor. —A ver, no es que Echo sea malo —empezó a decir Elise—. Simplemente se juntó con la gente equivocada y se acabó encontrando en una situación complicada. Siempre ha sido muy temerario. Como ese dicho de tu época: Los temerarios nunca se quedan sin adversarios. —Nosotros nunca decimos eso —dijo Taylor—. Aunque es pegadizo. —¿No lo dicen? —Las cejas de Elise se elevaron—. Pues entonces estoy mezclando algunos siglos en mi cabeza.


La mente de Sheridan estaba aún en Echo. —¿Echo sale con muchas chicas?

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—Solía hacerlo —dijo Elise—. Pero cambió después de la muerte de Allana y después de la de Joseph. Ahora no sale a ninguna parte. No se empareja mucho. Eso era un alivio. Sólo Sheridan parecía no sentirse aliviada por el hecho de que Echo no saliera con nadie debido a la aún dolorosa muerte de su hermano. O, quizá, sólo no salía con nadie porque se había cansado de ir de flor en flor, tanto que para él, besar no significaba nada. —¿Quién es Allana? Elise recorrió con sus dedos la silueta de una rosa grabada en el estampado florar del sillón. Su color rojo se había vuelto pálido debido al paso del tiempo. —Ella fue una de las novias de Echo. Su favorita. El único problema era que ella prefería a Joseph. —Los dedos de Elise se pararon momentáneamente alrededor de los pétalos—. O quizá no. Quizá Joseph sólo pareció ser un reto más para ella. De todas formas, a Echo no le gustó. Siempre era él el que solía gustarle más a las chicas. Él vestía mejor, bailaba mejor, coqueteaba mejor. Sabe cómo romper las contraseñas del Centro de Realidad Virtual sólo para entretenerse. Es tan inteligente con los computadores... y siempre está haciendo el idiota con ellos. Elise sonrió ligeramente, una sonrisa que, a duras penas, escondía la tristeza que reflejaba. —Yo odiaba cuando la gente los comparaba, y mírame ahora, lo estoy haciendo. Pues, ellos se equivocaban en cuanto a Echo. Todo el mundo decía que él era el listo de los dos sólo porque sabía de ordenadores. Pero era Joseph el más listo de los dos. Él era más listo en un modo más educado. Nunca dijo nada malo de nadie. Y mucho menos de su hermano. Él no se podría imaginar en lo que Echo se ha convertido. Sheridan sintió cada palabra con un giro en su estómago. —¿En lo que Echo se ha convertido?


Elise bajó la mirada del sillón y después dirigió su mirada hacia la puerta. —No debería decirlo. Sólo lo estoy suponiendo, es posible que esté equivocada. Es muy malo acusar a la gente de algo como eso. 122

Sheridan esperó, sin respirar. Sabía que se suponía que tenía que manejar la conversación con los Devotos del Doctor y abandonar la ciudad, pero ella quería escuchar las acusaciones de Elise, no para oír todo lo malo que Echo decía. Para así saber lo que sentía hacia él. Elise continuó, con un tono de voz más bajo y hablando más rápido. —Allana estaba esperando a Joseph aquí en la oficina el día antes de su muerte. La escuché hablando con uno de sus amigos por el computador. Ella no me vio venir, aunque seguramente no habría importado si me hubiera visto. Ella era muy arrogante con todo. Ella le dijo a su amigo que se había decidido por Joseph. Y su amigo le contestó: "Pero, ¿y él, se ha decidido por ti?" Allana se echó hacia atrás en su asiento como si estuviera planeando algo y dijo: "Creo que puedo esperar a ver que dice". Entonces su amigo le dijo: "¿Y no estás preocupada de que Echo se enfade?" Ella simplemente se rio. Supongo que pensó que desde que su padre era el presidente del mercado, nadie ni nada podría tocarla. —Elise entrecerró los ojos y tragó con fuerza—. La noche siguiente, Joseph y Allana fueron asesinados. A Joseph lo dispararon, no muy lejos de aquí, en Plymouth Street. Y ahora cada vez que paso por allí, me acuerdo de esto. Sheridan no tenía palabras. El horror se había quedado atravesado en su garganta y la hizo incapaz de realizar cualquier sonido. —¿Crees que Echo los mató? —preguntó Taylor. —Oh, no fue Echo —dijo Elise—. Él estaba dando un paseo con Joseph cuando pasó. Pero también pudo haberlo hecho. Su grupo lo hizo. Era un tipo normal de ejecución para ellos. —¿Su grupo? —repitió Taylor. Elise bajó la voz. —No está bien hablar de ellos. —Los Dakine -dijo Sheridan débilmente.


Los ojos de Elise se abrieron como platos y habló en un susurro roto. —¿Los conoces? ¿Cómo?

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Taylor y Sheridan se miraron, pero ninguna contestó. ¿Deberían guardar el secreto de Echo o contárselo? ¿En quién debían confiar ahora? Confiaron en él y se dieron cuenta de que él podría estar involucrado en un doble asesinato. Los labios de Elise se fruncieron en una dura línea. —Echo te lo contó, ¿verdad? ¿Qué te dijo, que eran una organización estelar? Sheridan dudó, seguía sin saber aún si traicionar a Echo. —Él dijo que eran mala gente. Nada más. Elise gruñó. —Pues te dijo la verdad. Son un grupo criminal. Si tienes suficiente dinero, puedes comprarles lo que sea, desde drogas placenteras hasta las sentencias del consejo de la ciudad. La gente sabe que son peligrosos, pero nadie hace nada para pararlos. La mitad de la gente está asustada y la otra mitad los buscan para conseguir tratamientos para la pérdida de grasa. —Elise miró a Sheridan y después a Taylor, empática—. Aléjense de todo eso. Taylor dobló sus manos con calma sobre su regazo. —Echo también nos contó que tú conocías a gente que nos podía ayudar a salir de la ciudad. Los DD. Elise se puso de pie con rapidez, parecía como si la hubieran pinchado. Una de sus manos voló a su pecho y su mandíbula se aflojó. —¿Por qué les dijo eso? —Y entonces, después de tomar unas cuantas respiraciones rápidas, habló—. ¿Cómo lo sabe? Taylor se puso de pie también, pensando en ayudar a Elise en caso de que se cayera, pero tan rápido como Elise se hubo levantado, se sentó de nuevo en el sillón. —Joseph —dijo débilmente—. Yo se lo dije a Joseph. Él me prometió que no se lo diría a nadie. —Pestañeó un par de veces y envolvió sus


brazos alrededor de su pecho, abrazándose a sí misma—. Debí de haber sabido que no se lo habría guardado con Echo. Ahora he puesto en peligro a gente. ¿Qué más sabe?

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—No estoy segura —dijo Sheridan—. Él simplemente nos dijo que tenías conexiones con el DD, y que ellos podían ayudarnos a salir de Traventon. Taylor se sentó junto Elise de nuevo. —Quiere que hagamos planes contigo y después contarle cuales son. Aunque, no te preocupes, no le vamos a decir nada. Elise se inclinó hacia atrás contra el sillón y cerró sus ojos. —Está planeando algún tipo de trampa para mí. —¿Crees que lo haría? —preguntó Sheridan—. ¿De verdad es tan...? — Dejó la frase colgando, sin terminar. Temía que sabía la respuesta. Echo había sido amable con ella y la había besado. ¿Era ella tan inocente como para pensar que podría confiar en él? Cuán simple debió de parecerle a él, tan fácil de engañar. —Le diremos que estaba equivocado —dijo Taylor—. Le diremos que tú no sabes nada sobre los Devotos del Doctor. Los labios de Elise temblaron. —Él no les creerá. Tendré que irme, yo sola. Taylor se acercó y puso su mano en el brazo de Elise. —Puedes llevarnos contigo. Elise no contestó inmediatamente. Su expresión era vacía. Ella ya estaba lejos, planeando cosas y pensando en otras opciones. —Necesito hablar con algunas personas. Necesito explicarles, pedirles ayuda. —Su voz se transformó en un susurro—. Esto no es algo sencillo. Necesitan tener tres días de provisiones antes de partir. Tres días. No puedes conseguir tres días de alimentos de un dispensador. Tienen un bloqueo informático y registran todo lo que compras. —¿Echo puede abrirse paso en esos bloqueos? —preguntó Sheridan. Elisa le lanzó una mirada severa.


—Echo no puede saber nada de esto. Él no quiere ayudarlas. Los Dakine odian a los Dévotos. Ellos son los únicos que no se arrodillan ante el poder de los Dakine. Taylor echó una mirada a la puerta. 125

—Echo espera que le contemos el plan. Así que vamos a hacer como que le vamos a dejar que lo sepa, entonces, después de que nos dé la comida, le damos calabazas. —¿Calabazas? —repitió Elise—. ¿Le van a dar comida? —Significa que nos iremos sin él —aclaró Sheridan. Elise se mordió el labio. Sus palabras salieron apresuradas de su boca. —Es peligroso admitir nada. Y si algo fuera mal... Si él insistiera en saber nombres o lugares antes de ofreceros ayuda... Tengo que considerarlo todo. —Ella miró la hora que parpadeaba en la parte superior de su comunicador—. Necesito hablar con alguien. Me iré hasta que no esté segura de que Echo me está persiguiendo. —Se levantó, dio dos pasos hacia la puerta y entonces se dio la vuelta—. Mi mente está congelada. Cuando Echo y Jeth vuelvan, se preguntarán por qué las he dejado aquí solas. No puedo irme ahora. —Te fuiste a conseguirnos más ropa —sugirió Taylor—. Queríamos probar la nueva moda, así que fuiste a por algo para nosotras. Elise sacudió la cabeza, haciendo ondas de color rosa y lavanda. —Tendrán que venir conmigo para que se crean esa historia. Pero no pueden, porque incluso si les dejáramos un mensaje diciéndoles que nos hemos ido de compras seguramente tratarán de ver mi cristal y ver que no fuimos al distrito de la moda. Entonces lo sabrían. Taylor se levantó. —Yo iré contigo. Sheridan se quedará aquí porque... —Meneó su mano en dirección de Sheridan mientras pensaba una excusa—. Porque a ella no le gusta comprar y no necesita probarse nada porque lo que me valga a mí, también le valdrá a ella. Entonces ella mantendrá a Echo y a Jeth ocupados para que no tengan tiempo de buscarnos. Y nosotras tendremos que volver con algo de ropa de verdad para hacer que nuestra coartada parezca real.


Elise asintió y caminó rápidamente hacia la puerta. Incluso en pánico, ella caminó de una manera en la que sus zapatos apenas hicieran sonido alguno. Taylor se giró hacia Sheridan. 126

—Sea lo que sea lo que hagas, no dejes que le sigan la pista a Elise. Y escucha a algunos alimentadores en el computador mientras no estamos. Necesitamos trabajar en nuestros acentos si queremos que nos crean. Sheridan echó una mirada al monitor. —No sé cómo funcionan los ordenadores. Taylor suspiró, caminó hacia el computador y escribió en el panel de control. —Es sencillo una vez estás dentro. Sólo habla o escribe lo que quieres que haga. —Ella volvió a caminar hacia la puerta—. Puedes escuchar historias nuevas. Antes de que Sheridan pudiera decir algo más, la puerta se cerró tras Taylor y Elise. Se quedó de pie por un momento en silencio, entonces, lentamente se sentó. Miró al teclado. El computador no entendería su acento, pero la mayoría de los símbolos le eran familiares. Ella tendría que resolver cómo hacer que funcionara. Tenía que resolverlo porque sabía exactamente lo que quería que el computador hiciera: buscar información sobre las muertes de Joseph y Allana.


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Traducido por Princesa de la Luna Corrección por Isane33

uéstrame información sobre el asesinato de Joseph...

Sheridan dejó que sus manos descansaran sobre la mesa. Le había costado una cantidad molesta de tiempo escribir la oración. La ortografía había cambiado para la mitad de las palabras, de modo que cada vez que escribía algo, la computadora le daba una lista de palabras alternativas para elegir. Ahora se dio cuenta de que no sabía el apellido de Joseph, ni siquiera sabía si la gente tenía apellidos ahora. Ella volvió a su entrada, tecleando: la hija del presidente de comercio. Ella le creía a Elise acerca de la historia y sin embargo no lo hacía. ¿Cómo podría haber sido Echo capaz de matar a su propio hermano? La gente simplemente no hacía eso. Quizás Elise había inventado la historia. Tal vez era la manera de conseguir que confiara en ella y dudara de Echo. Si ese había sido el plan, había funcionado a la perfección. Quizás Sheridan estaba confiando en la persona equivocada. A pesar de la falta de apellidos, la computadora no tuvo problema al recuperar información acerca de los asesinatos de Joseph y Allana. Decenas de enlaces de noticias aparecieron en la pantalla. Sheridan hizo clic en uno y escuchó como el reportero recitaba los hechos. —La tragedia golpea a la familia del presidente de comercio cuando su hija Allana Arad, fue asesinada frente al apartamento de la familia. El vídeo cambia de la reportera a una vista de una esquina de la calle donde cuatro Ejecutores llevaban a una joven inerte a un coche esperando. Su pelo era plateado brillante, pero Sheridan no podía ver su


rostro con claridad. Había mucha sangre en su rostro, y la visión de eso hizo a Sheridan mirar hacia otro lado. Ella tecleó la palabra finalizar, pero el locutor continuó diciendo cómo el presidente de comercio exigió al gobierno desconectar el poder Dakine de la ciudad. 128

Ella tecleó la palabra detener, pero antes de que pulsara el comando Enter, el locutor pasó a cubrir la muerte de Joseph Monterro. Sheridan volvió a mirar a la pantalla. —La cámara de la calle capturó el ataque, otro ejemplo del problema creciente en que la organización Dakine se ha convertido. Allí, en perfecta claridad en la pantalla, estaba Joseph. Tenía el pelo corto y rubio y una pequeña estrella de color azul en la mejilla en vez de una luna creciente, pero a parte de esos dos detalles, era exactamente igual que su hermano. Echo caminaba a su lado, negando con la cabeza por algo que había dicho Joseph. Echo realmente había estado allí cuando ocurrió. Este hecho hizo el evento aún más horrible. El video de la computadora mostró a tres coches deteniéndose simultáneamente junto a los hermanos. En cuanto se abrieron las puertas, las otras personas en la acera se dispersaron fuera del camino, lanzándose por la calle y en los portales de los edificios cercanos. De alguna manera antes de que la primera arma disparara, la gente en la calle sabía lo que iba a suceder. Joseph le dijo algo a Echo. Sheridan no pudo oír qué, pero mientras observaba sus labios, solo podía pensar en una frase: Te quiero. ¿Podrían haber sido esas las últimas palabras que Joseph le dijo a Echo? ¿Joseph sabía lo que su hermano había hecho? ¿Fue una petición para Echo de abandonar a los sicarios? Echo quedó paralizado. Incluso desde la distancia, Sheridan pudo ver la expresión de sus ojos, la mirada de cólera y desesperación, la mirada de un animal antes de ser completamente salvaje. El periodista habló sobre el sonido del video, pero Sheridan pudo distinguir lo que dijo Echo atrás. Él gritó: “¡No!”


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Joseph giró para correr por la calle. Había dado sólo unos pasos, cuando los hombres de los coches apuntaron las cajas negras hacia él. Destellos de luz iluminaron la pantalla como pequeños petardos, entonces Joseph cayó a la calzada, círculos rojos creciendo a su alrededor. Los coches se dispersaron tan rápidamente como se habían reunido en la esquina. Ninguno de los transeúntes que quedaban allí, ahora mirando desde las entradas, nadie hizo nada para ayudar. Ellos simplemente observaban desde la distancia —observaban mientras Echo se arrodillaba al lado de su hermano. Echo agarró a Joseph, lo sostuvo en sus brazos como si no le molestara mancharse las manos de sangre. El reportero estaba diciendo algo sobre el debate en el consejo de la ciudad sobre los detectores de señales de interferencia que podrían prevenir los ataques de Dakine. Sheridan no lo oyó. Asimismo no oyó los pasos detrás de ella. Una mano pasó sobre su hombro y apagó la computadora. Dio un respingo, sobresaltada, se volvió y miró la cara de Echo. Él se acercó a ella, rígido. —¿Qué estás haciendo? Ella presionó la espalda más atrás en su silla. —Sólo quería saber qué le pasó a Joseph. Su expresión vibró con dolor e ira. Sobre todo dolor. —¿Ver ese programa satisfizo tu curiosidad? Toda la angustia en los ojos de Echo —tenía que significar que era inocente ¿cierto? Elise había dicho que solo estaba suponiendo acerca de su participación. Ella podría haber supuesto mal. Sheridan se puso de pie. Quería abrazar a Echo y alejar sus dudas. En cambio puso la mano en su brazo. —Lo siento. —Lo olvidaré. Simplemente dime que no lo volverás a hacer. —Quiero decir que lo siento acerca de Joseph. Lamento que se haya ido.


—Oh. —Echo dejó escapar un suspiro controlado—. Yo también lo siento. Sheridan pasó la mano por su brazo hasta que sus dedos tocaron los suyos. 130

—Lo sé. Él no agarró su mano. —No lo sabes. No puedes comenzar a entender. —Perdí a mi familia también. Su expresión era distante y sabía que él estaba de vuelta en Plymouth Street. —No los viste mientras morían. Ella no quería hacer la siguiente pregunta, pero tenía que hacerlo. —¿Por qué el Dakine asesinó a Joseph? Echo suspiró y con ese suspiro, la ira en sus ojos volvió a la resignación. —Es muy complicado de explicar. Ella enlazó sus dedos con los suyos. —Trataré. Lo comprenderé. Él agarró su otra mano. —¿Sabes por qué la gente no habla del Dakine? —No. —Debido a que la gente que sabe mucho acerca de ellos son asesinados. ¿Todavía quieres saber acerca de ellos? Ella mantuvo sus ojos en él. —Si me ayudará a entenderte. Él le dio un apretón a su mano.


—Eres sorprendente. ¿Todos en tu siglo poseen más valor que precaución? —¿No quieres decírmelo?

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—No quiero hablar más de eso. —Volcó todo el poder de su mirada de ojos azules hacia ella—. Puedo imaginar algo mejor que hacer mientras estamos solos. La tomó de la barbilla, levantó su cara y luego la besó. Ella se había dicho que no iba a besar a nadie hasta que los conociera lo suficientemente bien como para determinar su color de cabello natural. Técnicamente, no rompía esa resolución, ya que había visto el cabello rubio de Joseph en el noticiero. Y además, quería consolar a Echo, para alejar aunque fuese un poco de su dolor. Deslizó sus brazos alrededor de él, sintió su corazón latiendo contra el suyo. Él la besó por otro momento y luego la dejó ir. Respiró profundo, se reorientó y dio un paso atrás a la computadora. —¿Dónde están Taylor y Elise? La pregunta trajo a Sheridan bruscamente a la realidad. Se suponía que debía cubrir a Elise. —Se fueron a comprar ropa. Yo no tenía ganas de ir. La manos de Echo se movieron a través de los paneles de la computadora de la misma manera que las de Elise hicieron antes. Él estaba deshabilitando la función de grabación de nuevo. —¿Has hablado con Elise acerca de sus conexiones? Sheridan no había esperado responder a esta pregunta. Se suponía que Jeth habría regresado con Echo, lo que habría evitado que esta conversación ocurriera. Ella miró a su alrededor. —¿Dónde está Jeth? —Obteniendo autorización para obtener más créditos de alimentos para ti y Taylor. ¿Por qué no has contestado a mi pregunta sobre Elise?


Porque a pesar de su atracción por Echo, no tenía ninguna garantía real de que podía confiar en él. Taylor y Elise no lo hacían, y por su bien no le debía decir más de lo que debía. —Taylor va a hablar con ella mientras están de compras. 132

Él asintió con la cabeza con aire despreocupado, manteniendo la mirada en sus ojos, y parecía cualquier cosa menos despreocupado. —¿Entonces por qué Elise deshabilitó la función de grabación antes? ¿Cómo sabía eso? ¿Podría saberlo con sólo mirar la computadora? La boca de Sheridan estaba seca, pero trató de no mostrar su malestar. Se negó a tragar. —Taylor se lo pidió. No le gusta que la estén grabando. Los ojos de Echo se estrecharon. Él se debatía con incredulidad. —Jeth se preguntará por qué sigue funcionando mal. —Lo siento. Echo dio un paso más cerca de Sheridan, tomó su mano de nuevo. —Hoy estabas hablando con Taylor con frases que no podíamos entender. ¿Qué estaban diciendo? —Nada importante. Su pulgar acarició el dorso de la mano de Sheridan, haciendo círculos perezosos. —Tienes que confiar en mí. No entiendes cómo son las cosas ahora, todos los peligros. Estoy tratando de ayudarte. —Sus ojos se clavaron en los de ella—. ¿Me crees? —Sí. —Y en ese momento ella lo hizo. Un momento después, sus dudas regresaron. Él se inclinó y la besó de nuevo, más suavemente esta vez. ¿Era su manera de provocar un apego de su parte, de obtener su confianza? A pesar de sus sospechas, se apoyó en él hasta que se vio envuelta en su abrazo. Bueno, ¿quién puede culparla? Echo era guapísimo, y le había


dicho que quería especializarse en ella. No podía pertenecer al Dakine. Él no habría participado en el asesinato de su hermano. Cuando Echo finalmente la soltó, se sentía mareada, rasgada por la mitad. Él le tomó la mano y la llevó a un sofá. 133

—Olvidé decirte, no tuve ningún problema suprimiendo la orden de lavado de memoria. Siempre y cuando ninguno de los científicos compruebe para ver cómo salió, estarán a salvo. Ella se sentó a su lado, acurrucada en el hueco de su brazo. —¿Es probable que comprueben? —En este momento están muy ocupados revisando los datos para confirmar si el Filtro del Tiempo mató a Tyler Sherwood y por qué. Una vez que arreglen ese problema, van a buscar al siguiente científico en su lista. —Echo enroscó los dedos en los mechones de cabello que caían sobre el hombro de Sheridan—. Me alegra que hayas venido a través del tiempo intacta. Esperemos que Elise nos pueda conectar con el DD, de esa manera permanecerás así. Sheridan se movió en el sofá. ¿Qué diría si él le preguntara?: “¿Por qué tardan tanto? Vamos a ver la ubicación de Elise”. Necesitaba cambiar de tema. En su prisa por hacerlo, dijo lo primero que le vino a la mente: —¿Atraparon a las personas que dispararon contra Joseph? Echo se puso tenso. —No. No le gustaba provocar incomodidad en Echo, pero sabía que si no lo hacía ahora, nunca le preguntaría. —¿No hay algún registro de quién utiliza los coches? Pensé que no funcionaban a menos que escanearan su cristal. La voz de eco sonaba tranquila, pero sus ojos eran feroces. —El Dakine tiene formas de causar interferencia en las señales de cristales. Y, además, aunque la gente fuera rastreada a la escena delito, no significaría una condena. El Dakine es demasiado poderoso. personas que interfieren con ellos terminan en funerales. Propios o de familias.

sus del Las sus


¿Era eso lo que le había pasado a Allana y Joseph? ¿Echo había interferido con el Dakine, por lo que su novia y su hermano pagaron el precio? —Con la tecnología que tienen ahora, tiene que haber una manera de atrapar al Dakine. 134

Echo negó con la cabeza. —El gobierno es lento para poner en práctica todo lo nuevo y el Dakine se asegura de que tiene personas que pueden manipular la tecnología que viene. Computación sincronizada. Así fue como Jeth había llamado a la habilidad de Echo. Y eso era lo que necesitaba el Dakine para ayudar a operar su organización. Cuando Sheridan se sentó apoyada contra el lado de Echo, su brazo cubrió a través de su hombro, ella sintió, con una sensación muy fuerte en el corazón, que la conjetura de Elise era la correcta. Echo era parte de el Dakine.


Traducido SOS por katiliz94 Corregido por vicsibet

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oco tiempo después, Jeth regresó a la oficina. Cuando vio a Sheridan y a Echo sentándose juntos, una sonrisa atravesó su rostro. Ella se preguntaba si este era el porqué de que a Jeth le gustara ella, si simplemente era feliz por tener un área más para estudiar los encuentros de rituales del temprano siglo XXI. Cuando ella se sentó, Elise y Taylor se movieron afanosamente en el cuarto llevando bolsas de compra de neón brillantes. —¿Imaginas que te tengo? —dijo Taylor, situando las bolsas bajo una de las mesas de café. Sacó una camiseta delantal metálica de color rojo y púrpura a juego con unos pantalones a rayas. Parecía un traje que solo vestiría alguien en un circo—. ¿No es lindo? —replicó Taylor. Taylor y su mal sentido del humor. Un día Sheridan la devolvería por elegir ese traje. —Si. Lindo —dijo Sheridan. —Encontré unas pocas cosas que pensé que te gustarían, pero no estaba segura. Elise dice que podemos regresar mañana y hacer más compras. —Taylor envió una sonrisa de disculpa a Jeth—. No te importa si salimos de nuevo, ¿verdad? —No. Iré con ustedes. Será de información ver sus reacciones ante las cosas. Taylor le dio una media sonrisa. —No puedes venir con nosotras. Los hombres y mujeres no compran juntos a menos que estén casados. —¿De verdad? —Jeth le lanzó una mirada a Echo, quizás para ver si sabía acerca de ese tabú—. No había demasiado que grabar sobre los


hábitos de compras de los años veinte, pero no recuerdo leer algo que indicara que estaba segregado… Taylor dobló el traje de color rojo y púrpura y se lo tendió a Sheridan.

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—Estoy sorprendida de que la práctica no hubiera terminado. Quiero decir, no puedo imaginar intentar entrar en las ropas o sacarme las prendas con cualquiera. Es un proceso demasiado íntimo. Las cejas de Jeth se arquearon cuando consideró eso. —Pero en los programas de entretenimiento de su tiempo… estoy seguro de que vi a los hombres y mujeres en la misma tienda juntos. —Debían haber estado casados —dijo Taylor—. O fue alrededor a Acción de Gracias o Navidad. Entonces las reglas no se sostuvieron y todos fueron juntos. Es salvaje. —Que fascinante —dijo Jet—. Cuéntame más sobre sus rituales de las tiendas de compras. Era Sheridan quien terminó de contar el relato. Taylor hizo preguntas a Echo para que la ayudara a aprender más funciones de los ordenadores, y se retiraron al escritorio, mientras Sheridan respondía a las preguntas de los supermercados, tiendas de alimentos, y las compras por Internet. —Mi madre va al garaje a vender temprano cada fin de semana —dijo Sheridan, después se detuvo—. Quiero decir, iba. Qué curioso cómo tales recuerdos triviales podían deslizarse a través de ella, podían traer de vuelta la pérdida. Se sentía como que el mundo aún debería existir, como si fuera a Tennessee, podría traer todo de vuelta. Su calle, su casa, los retratos de su familia colgando en la pared. Sheridan siguió hablando, respondiendo a las preguntas de Jeth y Elise mientras Echo y Taylor se sentaban muy juntos, mirando la pantalla del ordenador. Sus manos se movieron a través de los paneles de control. A veces se susurraban cosas el uno al otro. De vez en cuando Taylor le sonreía. No estoy celosa, se dijo Sheridan. Ni siquiera estoy segura de que confíe en Echo. Aun así, se picó al verle sentándose tan cerca de Taylor como lo había estado con ella. Se sentía tan reemplazable.


¿Y qué tipo de chica se sienta tan cerca del chico que había visto besando a su hermana gemela?

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Estos pensamientos seguían volviendo durante sus conversaciones acerca de si o no se permitía a las chicas en las tiendas de comidas, sólo antes del Día del Padre, o a los hombres se les permitía en los supermercados, sí, pero no podían caminar por el pasillo de higiene femenino, y por qué las chicas tenían tantos zapatos. Era una ley no escrita. Tenías que tener más zapatos que cupieran perfectamente en tu armario. Finalmente Elise trajo la cena, y después los artífices de la palabra ayudaron a Sheridan y a Taylor a teñirse el cabello y el rostro. En un primer momento, Sheridan estaba sorprendida de que los hombres se aferrasen alrededor para este trabajo, pero desde que su pelo y maquillaje no eran más largos que una cosa de chicas, tenía sentido. Jeth y Echo eran los expertos en la práctica al igual que Elise. Taylor eligió el blanco como su nuevo color de cabello. Dijo que siempre se había preguntado cómo sería ser como una rubia platino. Asimismo, añadió seis pulgadas a su longitud del pelo. No sólo las personas podían cambiar sus folículos del pelo para producir diferentes colores, podían lavarse con menjunje sintético, cuando se secaba, era indistinguible desde la hebra de pelo natural. Sheridan añadió dos centímetros a su ya larga cabellera y se quiso teñir de color rojo brillante. Era su propia broma privada, realmente sería una pelirroja. Echo la convenció para teñirlo de dorado con algunas rayas rojas. Dijo que el rojo puro ya no estaba más de moda. ¿Desde cuándo los colores primarios pasan de moda? Cuando llegaron para teñir sus rostros, Taylor se cubrió las mejillas y los párpados con remolinos azules y blancos que parecían ruecas girando. Sheridan fue con un tono de piel para eliminar las pecas de su rostro, después Echo pintó una serie de estrellas doradas que caían en torno a una ceja y hacia abajo sobre su mejilla. Elise aplicó pintalabios y tinte de ojos, luego transformó los párpados de Sheridan en dos parches dorados. Cuando su rostro estuvo terminado, Sheridan se miró en un espejo. Los ojos color avellana que le devolvieron la mirada eran familiares, pero no eran nada más. Se sentía como una corista de Las Vegas.


—Eres hermosa —dijo Echo. ¿Quería decir eso? ¿De verdad pensaba que ese tipo de brillo era atractivo? Quizás era su forma de decirle que todavía estaba interesado en ella a pesar de que había pasado la mitad del día en el ordenador con Taylor. 138

Bueno, no iba a funcionar. Su voz se volvió sedosa. —A pesar de que serías hermosa sin importar qué tipo de tintes usaras. Todavía no estaba funcionando. Inclinó la cabeza, valorándola, luego sonrió. Está bien, estaba funcionando un poco. Pero sólo por el momento. Una vez que paró de darle esa sonrisa íntima, ella recuperaría sus sentidos. A la hora de dormir, terminaría completamente con Echo.


Traducido por Princesa de la Luna Corregido por Pily

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l acostarse, Sheridan no estaba completamente convencida sobre Echo. A medida que se hundía en el suave calor de su lecho de gel, se dijo que no era tan atractivo, que no tenía una especie de fortaleza en él. Era un mujeriego insignificante. Taylor se acercó a la computadora en un rincón de la habitación y apago la función de grabación. —Echo me enseñó un montón acerca de la programación, corte y empalme —dijo, y volvió a su cama—. Él es realmente inteligente. Tendrías que ver lo que puede hacer para conseguir el encriptado. —Qué romántico. —¿Romántico? —Taylor se metió en su cama—. ¿Estás celosa porque Echo pasó la tarde ayudándome en la computadora? —Por supuesto que no. Pasó la tarde y parte de la noche ayudándote a ti. Taylor agrandó los ojos. —Estás celosa. No puedo creerlo de ti, Sheridan. El hombre es parte de la Dakine. Eso es como ser alguien de la mafia —Ella inclinó la barbilla hacia abajo—. Si no tienes cuidado, vas a terminar haciendo algo estúpido como para ponernos en peligro. —¿Algo estúpido? —Sheridan se volvió de lado para ver mejor a su hermana—. ¿Te refieres a pretender ser un hombre y publicar artículos que cuentan a los científicos del futuro como buscar en el pasado para encontrarte? Taylor se estremeció, y luego metió la barbilla desafiante.


—Yo no podía saber lo que la gente cuatro siglos más tarde iban a hacer. Además, tuve que crear otro personaje. Nadie hubiera tomado a una chica de quince años de edad, en serio. Sheridan se apoyó en los codos. 140

—Espera un segundo, Sherwood era mi apodo cuando teníamos quince años. ¿Por qué lo usas como tu apellido? Taylor se encogió de hombros. —El bosque de Sherwood era un lugar oculto que mantenía a Robin Hood seguro. Me pareció apropiado. —Cierto. Puedes seguir y seguir sobre el deseo de tu propia identidad, pero tomas mis cosas con bastante facilidad. Taylor ignoró la acusación. —El Colador del Tiempo aparentemente recupera a todo el mundo con el ADN que está buscando. En nuestro caso, eso significaba dos. Siento que te he arrastrado a esto también. Sheridan colocó su almohada. —-¿Por qué llamaste a Tyler por su nombre de pila? Taylor le dio la espalda, pasando su mano por el pelo recién blanqueado. —No lo hice. Están pronunciando Taylor de manera equivocada. —Bueno, lo descubrirán con el tiempo, así que tenemos que salir pronto. ¿A qué plan llegaron tú y Elise? Taylor continuó mirando al techo. El único sonido en la habitación era un zumbido eléctrico de la computadora. —Con las contraseñas que Echo ha hackeado hoy desde el Scicenter, fue capaz de vincularse a distancia con el sitio de investigación del Colador del Tiempo. Me encontré con un montón de datos interesantes. Todavía estoy absorbiéndolo. Sheridan miró a su hermana, esperó. —¿Es posible obtener el colador para enviarnos de vuelta al pasado?


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—No con su diseño, aunque es posible viajar en el tiempo teóricamente al pasado. Yo podría ser capaz de llegar a un diseño que trabaje, pero sigo pensando que es demasiado peligroso. No me gustaría que algo así cayera en las manos equivocadas. —Taylor se volvió de lado, y el lecho de gel se movió conforme a su forma, de manera que se parecía a la asistente de un mago que había sido cortada en dos—. Hablando de teorías, oye esta: ellos usaron mis teorías sobre la estructura de la materia para hacer el Colador del Tiempo. Hablé acerca de tu trabajo volviéndose tu vicio. —Sus labios se unieron con determinación—. Suceda lo que suceda, no estoy ayudándolos. No sé por qué piensan que lo haría. En todo caso, voy a pensar en la manera de detener su Colador del tiempo para que no puedan secuestrar a nadie más. Sólo tengo que encontrar la manera. —Dijiste que querías ir de compras mañana. ¿Eso significa que escaparemos entonces? Taylor se puso las manos debajo de la cabeza y cerró los ojos en sus pensamientos. —El Tamiz Tiempo convierte la materia en energía y conserva la forma de una onda de flujo de energía. Ondas de flujo de energía son atemporales, sin las limitaciones de la existencia de un cierto período de tiempo, por lo que los científicos aquí traen esa energía a sus coordenadas y reconvierten de nuevo a la materia.... Sheridan dio unos golpecitos con los dedos sobre la parte superior de su colchón. —Tenemos que pensar en algo que decir a Echo sobre nuestra partida. —El Filtro del Tiempo utiliza señales de energía a partir de ADN para encontrar a sus víctimas. Se busca con la misma precisión que la función de búsqueda de un ordenador. —¿Te he dicho que Echo me preguntó si habíamos hablado con Elise? —Con la ayuda de Echo, podría ser capaz de hackear la computadora central del Colador del Tiempo y crear un programa para apagarlo, pero ¿podría evitar la construcción de uno nueva? Podrían incluso ser capaces de superar el campo repulsivo de la energía oscura la próxima vez. —¿Qué?


—La energía oscura. El espacio está lleno de energía de bajo grado que se crea cuando partículas virtuales y sus socios de antimateria momentáneamente están dentro y fuera de la existencia. Se deja un pequeño campo llamado energía de vacío, que produce una presión negativa, o del campo de repulsión. 142

Sheridan se volvió sobre su espalda. —Sabes, esto tenía más sentido cuando el Filtro del Tiempo era un congelador y yo era una mazorca de maíz. La mirada de Taylor se dirigió a Sheridan, sorprendida, y luego complacida. —Un congelador, sí, estás genial. Taylor se sentó, con las piernas cruzadas, y sostuvo sus manos en frente de ella. —He estado mirando las cosas desde el lado equivocado. Por eso no tenía sentido. Sólo estaba mirando lo que los científicos estaban trabajando, pero debería haber prestado atención a lo que ellos no estaban trabajando. Sheridan se quedó mirando el techo. —¿Alguna vez vas a explicar esto, de manera que tenga sentido? —Piensa en el congelador en nuestra casa y pretende que encontraste una mazorca de maíz en el mismo. El maíz podría haber sido la cosecha del año pasado, o un cultivo de hace diez años, tal vez incluso hace treinta años, pero que no podría haber sido desde hace doscientos años. ¿Por qué es eso? —Debido a que mamá se habría dado cuenta de una mazorca de maíz de doscientos años de antigüedad en nuestro congelador y la habría tirado a la basura. Y, además, no tenían congeladores en ese entonces. —Correcto —dijo Taylor, ganando impulso—. Para congelar algo, necesitas un congelador, y para cambiar algo de la materia en energía, necesitas una máquina con esa capacidad. Ahora no, pero en aquel entonces. Realicé una copia de nuestro tiempo. Luego ustedes envían señales a la misma desde este período de tiempo, diciéndole qué poner en el congelador. —Taylor puso una mano sobre los ojos y dejó escapar un


gemido—. La parte más horrible es que sé lo que la máquina está utilizando. Ayudé a inventarla. Sheridan se volvió para dar una mejor mirada a Taylor. —¿Tú inventaste un congelador de tiempo? 143

Taylor dejó escapar un bufido ofendido. —No se suponía que era un congelador del tiempo. Sólo quería demostrar que podía transportar materia de un lugar a otro, cambiando a una onda de flujo de energía en primer lugar. Sheridan se frotó la frente, tratando de evitar el inicio de un dolor de cabeza. —¿No podrías haber hecho eso sin inventar una máquina que electrocuta a la gente en el futuro? —Es un convertidor de plasma quark-gluón2 a QGP. —Su voz adoptó el tono paciente que utilizaba para explicar la ciencia a Sheridan—. A temperaturas altas y densidades suficientes, los átomos vienen completamente sin pegarse uno a otro, formando un plasma de quarks y la energía que se une a los quarks. A energías incluso mayores, el plasma transmuta en un flujo de energía. —El QGP era mi experimento doctoral. El Doctor Branscomb consiguió la financiación para ello y estaba ayudando a mantenerlo en secreto hasta que hubiéramos trabajado en los errores. —Taylor echó las manos hacia arriba—. Sólo se suponía que era para la prueba. ¿Qué diablos le hizo él? Se apartó de la caminó de nuevo a la computadora, sacudió su pelo de su hombro como si la nueva longitud la molestara. Se sentó con un ruido sordo y escribió en el teclado. —¿Qué estás haciendo? —dijo Sheridan. —Estoy revisando los registros de la historia para obtener información sobre Branscomb, para ver si alguien registró donde obtuvo su financiación. —Se detuvo por un momento y murmuró—: Todo lo anterior

Quark: son los constituyentes fundamentales de la materia. Gluon: es el bosón portador de la interacción nuclear fuerte 2


a 2200 está cifrado, pero si pudiera tener acceso a... ¿Cómo Echo se mueve alrededor de esto...? —¿Deberíamos llamar a Echo y pedir su ayuda?

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—Yo voy a averiguarlo. Si Echo puede hacerlo, yo también puedo, no voy a ser ganada en una computadora por algún investigador Inglés glorificado. —Los Artífices de la Palabra —dijo Sheridan —y tu desprecio por personas ajenas al campo de la ciencia es irritante. Taylor no respondió, y no tenía sentido decir nada más. No volvería la mente hacia el mañana, hasta que terminara con el pasado. Sheridan se recostó en la cama y cerró los ojos mientras escuchaba el zumbido de la computadora y el toque de los dedos de Taylor contra el teclado. Por último, el golpeteo se detuvo. —Murió. —Bueno, obviamente. —No, Branscomb murió tres días después de que nos fuimos. Su récord obituario dice que murió en un incendio accidental del laboratorio. —Taylor se echó hacia atrás en su silla, sin dejar de mirar a la pantalla—. Tres días después de que nos llevaron. ¿Un registro obituario? Si Taylor pudiera acceder a ellos, eso significaba que podría ser capaz de encontrar los archivos de su familia. Podía aprender cuánto tiempo había vivido cada uno, si sus hermanos se habían casado, y el número de hijos que habían tenido. Ella abrió la boca para preguntar, pero la cerró. No quería saber. Todavía no. Ahora quería recordarlos como los había dejado. Jóvenes, felices, y sólo un poco fuera de su alcance. Quería creer que después de que ella y Taylor entraron en Traventon, Taylor podría construir una máquina del tiempo que las llevaría de regreso. Taylor se quedó mirando la pantalla. —Algo debe haber salido mal con el QGP. Si yo hubiera estado allí, el profesor Branscomb no habría muerto.


Entonces Taylor se llevó la mano a la boca, el dedo recorriendo los labios. —O tal vez me habría muerto también. Tal vez eso es, me iba a morir, y le agradecería que me dieran tiempo fuera de allí. 145

—No lo entiendo —dijo Sheridan—. Si el QGP era lo que nos convirtió en ondas de energía, tenía que estar funcionando antes de que nos coláramos, ¿verdad? ¿Por qué no estaría trabajando tres días más tarde? —Tienes razón. Tenía que trabajar. Taylor se volvió hacia el ordenador, y sus dedos golpearon contra el teclado de nuevo. Después de unos minutos, ella dijo: —Escucha esto: el Doctor Don Reilly, socio del profesor Branscomb, pronunció un panegírico en la universidad. “El sacrificio del Doctor Branscomb en la búsqueda del conocimiento no será en vano. Voy a continuar con mi trabajo y mis experimentos en el convertidor de plasma quark-gluón con la esperanza de que pueda descubrir los secretos de la masa y la energía que hemos buscado por tanto tiempo.” Taylor se echó hacia atrás en su silla con la boca abierta. —¿Su trabajo? No puedo creer esto. Yo nunca hablé con el chico, y él tomó crédito por mis ideas. Me robó QGP. —Y podría haber matado a tu profesor. Tan pronto como Sheridan lo dijo, rechazó la idea. Había leído demasiadas novelas de espionaje. Los profesores no van por ahí matándose unos a otros. Esperó a que Taylor refutara la idea, pero no lo hizo. ¿Quién le dijo Sheridan que no había dinero de por medio con el QGP? —¿Cómo pudo siquiera sabe al respecto? —preguntó Taylor—. Era un secreto. El Doctor Branscomb debe haberle dicho. Branscomb fue quien insistió en que guardara todo en secreto. Por supuesto que sí. Él quería asegurarse de que podría tomar el crédito para su idea. ¿Cuál era el valor de la patente? Los ojos de Taylor se estrecharon en algo en la pantalla, y Sheridan se levantó y fue a ver lo que era. Una imagen granulada de Don Reilly le devolvió la mirada. Él se parecía a cualquier otro hombre de mediana


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edad, calvo, pero su expresión, incluso en forma de imagen, tenía un aire de auto-importancia. Tenía los labios ligeramente fruncidos, desdeñosos de algo, tal vez la humanidad en general. Tenía espesas cejas descuidadas y una larga nariz delgada, pero sus características más notables eran la papada que colgaba hacia abajo, por lo que se mezclaba su cara con su cuello. —Si Reilly mató a Branscomb —dijo Taylor—. Tenía que haber conocido que estaba trabajando en el QGP. Pero no se hizo con la programación. —Así Branscomb se agotó y terminó la máquina por su cuenta. Tal vez necesitaba la ayuda de Reilly. ¿Qué pasó? ¿Antes de que pudiera robarte el crédito, Reilly se lo robó a él? Taylor fulminó con la mirada a la pantalla. —El amor por la física. Eso es lo que siempre decía Branscomb que lo motivaba. Me alegro de que esté muerto. Se lo merecía. —No quieres decir eso. Taylor dio a Sheridan una mirada que indicaba que, efectivamente, iba en serio. Sheridan decidió cambiar de tema. —¿Crees que Reilly sabía de ti? Taylor se echó hacia atrás en su silla. —Supongo que no importa. Desaparecí tres días antes del accidente. Debe haber sido muy conveniente para él. —Pero alguien sabía de tu participación. Los científicos no estarían en busca de ti 400 años más tarde, si no te hubieran dado crédito en algún momento. —Ellos no están buscándome a mí, es a Taylor Sherwood, el seudónimo que utilicé en artículos de revistas científicas. Taylor se inclinó de nuevo hacia delante, con las manos ocupadas en los paneles de control. Una imagen del obituario de Reilly se acercó. Parecía casi lo mismo que la última imagen que había visto, excepto que estaba sonriendo. No mejoró su aspecto tanto.


—¿Qué sabes? —dijo Taylor—. Reilly tuvo una muerte prematura también. Desapareció dos meses más tarde. —¿Desaparecido? Taylor escaneó el artículo. 147

—Se fue a trabajar y nunca volvió a casa. —Tu trabajaste en la máquina y desapareciste, luego tomó el crédito para él y desapareció. ¿Crees que los científicos utilizaron el colador tiempo con él? —Espero que lo hicieran. —Taylor frunció el ceño a su foto—. Serviría a los dos. Reilly se dará cuenta de que se perdió en sus ganancias mal habidas, y los científicos aquí tendrán a alguien que probablemente nunca concibió una idea original en toda su vida. Una pareja perfecta. Pero no tan perfecto si supiera demasiado. —Taylor, ¿sabía Branscomb que habías publicado como Taylor Sherwood? Taylor salió del registro obituario. —Sí, pero Branscomb no le habría dicho a Reilly de mí. No cuando él no quería compartir el crédito. Ella se apartó de la mesa, se levantó, hizo una pausa, y volvió a sentarse en la silla. Se puso las manos sobre la mesa, y luego dos segundos después a través de su pelo. —¿Me voy antes de que los científicos descubran quién soy, o me quedo y averiguo la manera de evitar que tomen cualquier otra persona? Sheridan no respondió. —Si me quedo —continuó Taylor—. Pongo mi vida y la vida de mi hermana en peligro. Si me voy, van a seguir utilizando el colador para llevar a alguien que va a darles una ventaja en el presente. Los científicos, líderes enemigos. ¿Quién sabe cuánto daño van a hacer? Taylor giró en su silla para enfrentarse a Sheridan.


—Pero Elise dijo que nos podría llevar al encuentro de su contacto mañana, tan pronto como podamos escapar. Sheridan seguía sin decir nada. Las dos opciones luchaban unas contra otra en su mente. ¿Qué era lo mejor? 148

Suavemente, Taylor dijo: —Tal vez debes ir con Elise y dejarme aquí. Sheridan negó con la cabeza. —¿Cómo vas a salir de la ciudad? ¿Cómo podríamos encontrarnos otra vez? Taylor levantó sus manos, luego las dejó caer de nuevo en su regazo. —Muy bien, entonces dime qué hacer. Decide si quedarnos o irnos en la mañana. No era habitual que Taylor entregara las decisiones a Sheridan, y ella no sabía qué responder. —¿Por qué quieres que yo decida? —Porque —dijo Taylor, frustrada—, lo que yo decida te afectará también. Además, eres mejor en las decisiones morales. Ahora mismo, lo único que puedo pensar es que si nos retrasamos en marchar, probablemente voy a ser capturada y luego mis buenas intenciones no servirán para nada. Sheridan dejó escapar un lento suspiro mientras consideraba el asunto. —Pensé que habías dicho que si destruías el Filtro del Tiempo, los científicos sólo podrían construir otro. —Sí, pero no pueden construir otro QGP atrás en el pasado. Y sin QGP en funcionamiento en el pasado, no van a ser capaces de llevar a la gente a partir de los últimos cuatro siglos, convertirlas en ondas de energía, y volver a configurar en el interior del Filtro del Tiempo. Sheridan se convirtió esta vez en su mente. —¿Cómo se puede destruir algo en el pasado?


—El Filtro del Tiempo envía señales a través del tiempo a la QGP diciéndole que se transforme en una onda de flujo de energía, así que si fuera capaz de enviar un comando de autodestrucción, podría sellarlo eficazmente en el pasado. —¿Cuánto tiempo llevará? ¿Días? Semanas? 149

—Por favor. —Taylor dio un insultante movimiento de cabeza—. Ayudé a crear la QGP. Puedo programar una orden de destrucción esta noche. Entrar en el Centro de Ciencia s un lugar donde pueda enviarla será la parte más difícil. —Echo podría hacerte entrar. —No podemos depender de él. Es un Dakine. Tal vez, pero incluso si Echo era un Dakine, tenía que entender el peligro que representa el Filtro del Tiempo para todo el mundo incluyendo a los Dakine también. —Él te ayudará —dijo Sheridan. Taylor frunció la nariz con disgusto. —No sé... —Dijiste que era mi decisión —le recordó Sheridan—. Podemos pedir la ayuda de Echo por la mañana. Sólo nos demorará varias horas. Taylor suspiró con resignación y se volvió hacia el ordenador. —Está bien, voy a empezar a trabajar en la orden de destrucción. Sheridan se sentó en la cama y cerró los ojos, escuchando el ritmo de los dedos de Taylor. En la oscuridad de su mente, vio la imagen de Reilly flotando en frente de ella. El hombre era probablemente un asesino y ya podría estar aquí.


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Traducido SOS por Katiliz94 Corrección por Meellc

uando Sheridan despertó, Taylor no estaba en la cama. Probablemente no había dormido para nada. Mientras Sheridan se ponía en el horrible traje morado y rojo a rayas, pudo escuchar a su hermana y a otros hablando en la oficina principal. Jeth dijo: —El mundo bueno era usado con bastante frecuencia en tu tiempo; ¿qué representan las iníciales? —Oklahoma —respondió Taylor. Hubo una larga pausa; entonces Jeth dijo: —¿Por qué Oklahoma significa que algo estaba bien? —Porque Oklahoma era se es forma. Quiero decir, ninguno de los problemas del mundo jamás se originó en Oklahoma. Si su padre estuviese de acuerdo, y las mentiras no fuesen al infierno, Taylor no iba a estar en demasiados problemas. El artesano de palabras probablemente comenzaría inyectando ahora la palabra Oklahoma en las conversaciones habituales, como si todas fueran parte de un musical. Sheridan se cepilló el pelo, después salió de la oficina principal. Echo se giró del ordenador donde había estado trabajando y sonrió, permitiendo que sus ojos se centraran en los de ella. Parecía una sonrisa genuina, no una que pudiese estar llena de oscuros secretos. Ella se sentó al lado de Taylor en el sofá floral y cogió un rollo de una bandeja en la mesa de café. —Así que, ¿sois patos en una hilera después de arder en el aceite de media noche?


A Taylor nunca le habían gustado las nueces y estaba apartándolas de su rollo.

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—Creo que puedo hacer mi pequeño saque de Frankenstein de la cesta, pero todavía estaremos entre una roca y un lugar difícil. Estaremos caminando por una línea fina, y podremos encontrarnos en el arroyo sin un remo. ¿Estáis seguros de que no queréis mojaros? Sheridan dio un pequeño mordisco a su rollo. Sabía cómo a sirope de arce. —No voy a permitir que me despeines. Taylor tiro otra nuez hacia el plato. —Bien. Intentare cortar este asunto de raíz, en la escisión de un santiamén para que podamos separarnos. Sheridan miro a Echo, después aparto la mirada cuando vio que él la estaba mirando. —Necesitamos una mano de ayuda. Taylor mordisqueó un pedazo del rollo. —Diez-cuatro. Haremos un trato con Romeo. —¿Está todo bien con tu desayuno? —gritó Jeth—. A veces no puedo entender tus comentarios. —Todo es increíble, —dijo Taylor—. Sheridan y yo estábamos hablando sobre como de buena es la comida aquí. Ambas tomaron unos largos bocados de sus rollos para probar ese punto. Jeth se giró en la silla para mirarles mejor. —Nunca me di cuenta de cuánto las personas usaban las jergas en el siglo veinte. Tendré que catalogarlo. Será un estudio fascinante, ¿no crees Echo? —Fascinante —Echo no parecía fascinado. Parecía sospechoso. Sheridan le dio una débil sonrisa, después se giró hacia Taylor.


—El reloj está sonando. Me quedaré aquí y dispararé a la brisa. Pídele a Echo que te eche una mano. —¿Una mano? —Repitió Echo—. ¿A qué te refieres? Taylor dio otro mordisco a su rollo. 152

—Necesito entrevistarte en privado. Normalmente es el trabajo del padre, pero desde que el nuestro no está aquí, lo haré yo. Echo levantó una ceja. —¿Entrevistarme? —Sí. —Taylor terminó el rollo y se sacudió las migas de las manos—. De regreso a nuestros días, cuando un chico comenzaba a salir con una chica, el padre le entrevistaba. Ya sabes, le preguntaba por sus intenciones y demás. Bueno, después de lo de ayer, es solo propio que te entreviste. Jeth se iluminó. —Estoy familiarizado con esa costumbre. Lo vi referenciado en una película de mediados del siglo veinte. ¿Todavía era practicado en vuestro tiempo? —Oh sí —dijo Taylor—. Y tiene que ser hecho en privado. Y podría llevar un tiempo. —Se puso de pie y se acercó a Echo—. ¿Estás listo? —¿Necesito llevar algo? —A ti mismo. Él se puso de pie y salió de la habitación con Taylor, y no miró atrás hacia Sheridan. Si Echo realmente se preocupaba por ella, ¿al menos no miraría hacia atrás mientras se marchaba? El pensamiento la erizó, y le molestó que estuviese molestándola. Tenía que parar de pensar en Echo de esa manera. Taylor tenía razón. Era como tener algo por un chico de la Mafia. Todo lo que era importante era que Taylor encontrase una forma de destruir la QGP antes de que alguien más lo consiguiese. Entonces podrían encontrar su camino hacia algún lugar seguro.


Sheridan termin贸 su rollo y se dispuso a contestar a las preguntas de Jeth. Cuando hablaron, su mirada viajo por la habitaci贸n, aterrizando en el gabinete grabado con vidrio en el frente. Intent贸 no mirar fijamente o mostrar alguna reacci贸n, pero se dio cuenta de inmediato. El arma se fue. 153


Traducido SOS por Katiliz94 Corrección por Meellc

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cho caminó por el corredor con Taylor, tomando nota de su agitación. La entrevista aparentemente era una cosa estresante. Se preguntaba por qué. —Esta “mano” que solicitaste —dijo—, ¿en realidad no envuelve algún tipo de mano severa, verdad? Taylor cogió el brazo sostenida de Echo y le apartó del corredor. —Por supuesto que no, es solo un decir. —¿Qué significa? ¿Y qué tiene que ver echar una mano con salir? —Nada. Lo cual significaba que Taylor no quería decírselo. Él sabía que dar las manos tenía que ver algo con el romance. Había estudiado suficiente los documentos históricos de matrimonio para saber el término de pedir su mano en matrimonio. Taylor continuó empujándole a lo largo ante un rápido lugar como si supiese donde iba —o quizás eso era parte del ritual. Quizás tenías que tirar de un chico por los alrededores antes de que hablases de las relaciones, lo cual podría explicar las frases: conducirle, llevarle alrededor del ruido, y tirarte de las piernas. Se detuvieron frente al ascensor. Taylor pulsó el botón, y las puertas se abrieron. Él sostuvo la mano de ella para que no pudiese entrar. —¿Exactamente dónde quieres ir con esta entrevista? —Al Centro de Ciencias. No se movió. —No se nos permite caminar a cualquier otro edificio que queramos.


Las puertas del ascensor se cerraron. Taylor volvió a pulsar el botón. —Tengo mucho que explicar y no demasiado tiempo. Podemos hablar en el coche de camino. Si no quieres ayudarme, puedes girar el coche y traerme de regreso aquí, ¿vale? 155

Ella se detuvo en el ascensor, y él al siguió reluctantemente. Cuando las puertas se cerraron, él presionó el botón que les llevaría al aparcamiento. —Comienza la exploración. Tomó un profundo respiro. Su voz era tranquila incluso a pesar de que sus dedos golpeteaban contra el pasamanos del ascensor con nerviosismo. —Conoces la historia. La has estudiado. Debes entender como de peligroso es el Filtro del Tiempo. Toda la historia podría ser cambiada. Cuando cuelas a personas, no solo las apartas de la línea del tiempo, te llevas a sus descendientes y todas esas personas lo hacen. Si cuelas a la persona equivocada, las naciones podrían ser aniquiladas. Echo se recostó contra la pared y observo los números del suelo destellar. —Me doy cuenta de que el Filtro del Tiempo es peligroso. ¿Qué tiene que ver eso con Sheridan y conmigo? Los brazos de Taylor cayeron a sus lados, golpeando sus piernas. —Nada. No estoy hablándote sobre Sheridan. Eso era una excusa a la que ella y yo llegamos para que pudiese explicarte porque tienes que ayudarme a destruir el Filtro del Tiempo. Él rió. No podía evitarlo incluso a pesar de que era claro por la expresión de ella que estaba seria. Ella esperaba que los dos fuesen al Centro de Ciencias, caminasen hacia las habitaciones restringidas donde se asentaba el Filtro del Tiempo... ¿y qué? ¿Golpear la cosa hasta que se rompa? —Estás perdiendo el tiempo incluso sugiriendo tal cosa. Y no me vuelvas a mentir. Soy un historiador. Quiero escuchar la verdad, no invenciones que haces para... —dejó salir un suspiro—. ¿Sobre qué más mentiste? ¿Las universidades?


—No, solo mentí esta vez porque necesito tu ayuda. Él rodó los ojos.

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—Dijiste que querías estudiar literatura en la universidad. Debería haber sabido que no era verdad. ¿Esperabas que creyese que las universidades se resistían por los lectores de novelas? Taylor levantó las manos en el aire. —Está bien, tienes razón. Estudie matemáticas, física, e informática. Y si puedes hacer una unión en programas que acceden a las señales del Colador del Tiempo, puedo seguir trabajándolo. El ascensor se detuvo, y las puertas se abrieron en la planta del aparcamiento. Echo no salió. —Entiendo cómo te sientes sobre el Filtro del Tiempo, pero a nuestros científicos les llevo años elaborarlo y construirlo. Solo porque sepa como computarizar no significa que pueda sentarme y averiguar una forma de destruirlo. Las puertas permanecieron abiertas. El sensor del ascensor podía decir que no se habían ido. Él alcanzo el botón para regresar al Laboratorio de Palabras, pero Taylor agarró su mano. —Puedo hacerlo, Echo. —No entiendes nuestra tecnología. —Pero entiendo la tecnología de mi día, y una vez que destruya eso, el Filtro del Tiempo no funcionará más. No habrá más corrientes de energía para reconfigurarlo en las personas. —Todavía mantenía la mano así que le no pulsó el botón del ascensor—. Ya sé cómo hacerlo, —dijo ella—. Solo ayúdame a acceder a los ordenadores adecuados. La mirada de él no flaqueó de sus ojos. Era seria. Pensó que podía hacerlo. —No te das cuenta de la dificultad de lo que estás sugiriendo. ¿Cómo podrías...? —Y en ese momento lo entendió. En ese momento vio a Taylor con diferencia. Su mano cayó a un lado, el terror de la situación sobrepasando a la emoción—. Eres Tyler Sherwood, ¿verda?


Ella apartó la mirada hacia el aparcamiento y no respondió. El maldijo, después se golpeó la frente. —¿Estás segura de que puedes parar el Filtro del Tiempo? Ella asintió. 157

Él salió del ascensor, y Taylor le siguió. Escabulléndose al Centro de Ciencias con el científico que el gobierno estaba buscando era tanto peligroso como estúpido. Pero ahora no tenía opción. Taylor tenía razón. Un Colador del Tiempo funcionando era incluso más peligroso.


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Traducido SOS por camu Corregido por Ale Rose

cho observaba cómo las manos de Taylor revoloteaban sobre el teclado. Podía darse cuenta de la falta de familiaridad de ella por cómo el tablero la frustraba, ella quería ir más rápido de lo que lo hacía, y mientras estaba en eso, los números aparecieron en la pantalla del ordenador en un curso rápido. Sensagoty era la palabra que las personas utilizaban para describir a aquellos que podían abrir puertas cibernéticas, quienes podían entender, no, ver matemáticas y programas muy fácilmente como si fuesen a escribir palabras. Años atrás había escuchado a sus profesores usar la palabra sensagoty para describirlo. Ellos decían que él debería trabajar en el departamento de programación de la ciudad. No quería trabajar para el gobierno siquiera. Demasiadas reglas, demasiadas autoridades para complacer. Además de eso, él había escuchado que los programadores eran presionados para unirse al Dakine. Era mejor para él trabajar para Jeth. Mucho más cómodo. Seguro. Es curioso como tus miedos hayan una manera para encontrarte sin importar lo que hagas. Un recuerdo corrió a su mente: él y su hermano lanzando pelotas ligeras en el VR center. Era casi su cumpleaños número dieciséis, y la fecha límite para la presentación de aplicaciones de carreras se acercaba. Toda la semana, en su clase habían estado escuchando a sus profesores leyendo sobre las responsabilidades de ser un adulto.

—No elijan una carrera que ustedes quieran —les decían una y otra vez—. Escojan una carrera que la ciudad necesite. —Lealtad a la ciudad genera auto respeto. Auto respeto produce felicidad. ¿Y ellos no querían ser felices?


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Echo no solo había ignorado ese particular consejo, le había dado vuelta a todo al asunto “el auto respeto iguala a la felicidad”, convirtiéndolo en una broma. Él había llenado los enlaces de datos de la ciudad y había publicado un anuncio: Auto respeto en venta. Precio en promoción. Utilizó la dirección de internet del director de su escuela para que se contactarán por más información. El día después, Echo había posteado un anuncio al personal: Mujer desesperada busca un hombre con auto respeto. El rango no es un problema. Éste contenía información web de la profesora de ciencias. Ella era muy insoportable. El día siguiente puso una falsa noticia: Policías descubren grupo delictivo de venta encubierta de auto respeto. Ciudadanos apenados proclamaban: “Pero ahora, ¿dónde vamos a comprar auto respeto accesible?” Echo no fue atrapado. Era lo suficientemente hábil como para ser localizado. Aun así, todos en la escuela sabían quién lo había hecho, y su popularidad había subido en la semana. —Lo que significa que los maestros tenían razón —había dicho Echo mientras apuntaba la pelota hacia la luz amarilla de la pared—. Auto respeto sí produce felicidad. —Disparó y golpeó a la luz haciéndola desaparecer—. Voy amar programar. Joseph atrapó la pelota en el rebote y golpeó a la pared de enfrente. Él no había golpeado muchas de sus luces, y las verdes se estaban multiplicando. —No podemos ser programadores. Demasiado estrés. Ellos se mueren a temprana edad. Echo corrió hasta él, posicionándose para atrapar la pelota en rebote. —Pero los programadores viven mejor. Piensa en nuestros rangos. Joseph disparó rápidamente a una luz verde en la pared. La estropeó, y ésta se partió en dos. —¿A quién le importan los rangos? Echo recuperó la pelota. —A las chicas. A los amigos. A los administradores de apartamentos. Empleadores. Extraños… —Corrió a la pared opuesta, defendiéndose de Joseph quien trató de robarle la pelota—. ¿Dije chicas? Well, vale la pena decirlo de nuevo.


—Entonces trabajaremos para papá y encontramos una manera para meternos en el programa de los rangos. Luego puedes cambiar tu número por el que tú quieras. Creo que el ciento cincuenta y dos te quedaría bien. —Y eso no sería peligroso, entrar dentro del mejor programa guardado de la ciudad. —Echo lanzó la pelota, y una luz amarilla parpadeó. 160

Él saltó por el rebote, pero Joseph lo alcanzó primero. —¿Qué es la vida sin un reto? Joseph corrió abajo por la cancha, y Echo lo siguió, sonriendo. —He pensado en mi próxima historia: Ejecutores descubren grupo criminal vendiendo desafíos encubierto. Ciudadanos apenados proclaman: ¿Dónde compraremos desafíos accesibles ahora? Joseph dribló la pelota, apenas prestando atención a las luces verdes. —Sería fácil trabajar para papá. Será divertido. Además, si no estás de acuerdo, sabes que voy a pretender ser tú y voy a ponerlo en tu aplicación para el Laboratorio Global de cualquier manera. —Joseph rebotó la bola de ida y vuelta entre sus manos, presentando ambos lados del argumento—. Divertido. Estresante. Divertido. Estresante. —Divertido —dijo Echo, y deslizó la bola lejos de él. Corrió por la cancha riéndose. Los dos estaban tan acostumbrados a trabajar juntos, estar juntos, incluso ellos no habían siquiera considerado elegir distintas carreras. Tal vez si les hubieran dado distintos puestos de trabajo… Pero era inútil seguir pensando eso sin cesar. Regresó de nuevo al presente, concentrado en el sensor clip que se había sacado de su cinturón. La pantalla indicaba cero. Bien. Todavía no había nadie cerca en un radio de 30 metros. De vez en cuando él tenía una lectura de más allá de treinta metros, pero era solo la gente pasando por el pasillo principal. Si alguien viniera por el pasillo que conducía a esta habitación, Echo aún no sabía que haría. No se le venía ninguna excusa del por qué Taylor y él estaban en el Centro Científico, por no hablar de estar enfrente de un ordenador en una zona restringida.


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Echo chequeó por última vez su sensor, luego miró la pantalla de la computadora, siguiendo los símbolos que iban apareciendo. Su trabajo había sido meterse en el programa de control principal del Filtro del Tiempo, una tarea que fue difícil y le llevó más de lo que había imaginado. Los científicos habían hecho un buen trabajo protegiendo este programa, capas de cifrado con laberintos de giros equivocados y campanillas de advertencia. Si Echo no hubiera sido capaz de ver el programa en conjunto, de ver los símbolos como si fueran una imagen gigante, no hubiera podido navegar su camino a él. Ahora esperaba silenciosamente mientras Taylor terminaba de escribir su comando. Ella estaba usando la misma frecuencia que el Filtro de Tiempo usa para contactar al QGP. En lugar de solicitar y convertir a alguien en energía, la señal seria instruir al QGP de transformar su propia carcasa de materia en energía. La explosión destruiría al QGP, y, afortunadamente no habría manera de enviar a nadie atrás en el tiempo para arreglarlo. Echo bajó la mirada hacia el sensor. Seguía en cero. Se alegró de tenerlo con él. Lo construyó tres años atrás por un capricho. Admitiéndolo, era un peligroso capricho desde que tales sensores eran ilegales, pero el proyecto lo había tentado. Todo el mundo llevaba cristales de seguimiento. ¿Qué tan difícil era crear un software que le diría cuándo alguien se acercaba?. Lo mantuvo escondido en un cajón, olvidado, hasta que el Dakine mató a su hermano. Luego le añadió una nueva característica: un detector de señal-interferencia. Si los sensores pierden alguna vez su señal, vibraría para hacerle saber que los asesinos Dakine estaban cerca. Echo lo enganchaba en el interior de su cinturón junto con otros dispositivos ilegales, en los que había pasado el último mes construyendo: un neutralizador de bloqueo y un láser disruptor. Echo no había necesitado el neutralizador para colarse dentro del Centro de Ciencias. Él y Taylor habían hecho coincidir sus entradas con el cambio de turno de la mañana y entraron simplemente al interior, pasando la estación central con una multitud de trabajadores que estaban entrando. Los pasillos habían estado llenos por lo que nadie les prestó atención cuando se separaron del grupo dirigiéndose al área restringida. Una vez que estuvieron allí, nadie había estado cerca para ver a Echo usando su neutralizador en la puerta.


Irse sería mejor.

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Ellos no podían quedarse ahí hasta el próximo cambio de turno. Significaba siete horas más. Ellos debían calcular el momento en el que los pasillos se encontraran vacios. Cierto, las cámaras de vigilancia del edificio grabarían que ellos habían estado acá. Finalmente, los científicos averiguarían qué había pasado, para ese entonces Echo se encontraría fuera de la ciudad. Echo tocó el clip que mantenía al disruptor dentro de su cinturón. No era una invención perfecta. Solo podía usar el dispositivo una vez. El disruptor emitía un gran pulso magnético que no solo congelaba las cajas laser que estaban cerca, sino también se destruía en el proceso. Lo había ingeniado para usarlo en caso que necesite escapar de los asesinos Dakine. Nunca se había imaginado que tal vez lo tendría que usar en el Centro de Ciencias. Echo observaba los símbolos de Taylor marchar a través de la pantalla mientras trataba de calmar su impaciencia. —Creaste un circuito recursivo ahí —murmuró, y apuntó a la pantalla. —Ya sé. Le tenía que dar a los códigos de seguridad algo para hacer mientras accedo a la base de datos. —Oh. —Asintió—. Estoy impresionado. —No lo estés. Me mantuve despierta toda la noche calculando esto, y todavía no estoy segura si va a funcionar. Como si toda la noche fuera suficiente tiempo como para llegar a aparecerse con este tipo de programa. Taylor apretó la tecla de enviar, luego se sentó y miro la pantalla. Sus ojos se sumergieron a través de las filas de números. —No funciona. La señal rebota como si fuera inaccesible. —Revisa la entrada buscando algún error. El pie de Taylor rebotaba contra el piso de frustración. —No hay ningún error. Es… —Se inclinó hacia delante en su asiento, y sus dedos volaron en el teclado de nuevo—. Hay algo que alguien le hizo a esto. Así que no puedo apagar el QGP hasta después que lo deje, pero


apuesto a que puedo apagarlo luego de que él se fuera, y me ha enterado de la fecha en la que se fue. Echo no tenía idea de lo que estaba hablando, pero no quiso distraerla preguntándole para que le explique. 163

Taylor terminó de teclear una secuencia de comandos, luego copió y adjuntó su ecuación anterior a la secuencia. —Probemos ahora. Golpeó la tecla enviar, luego apretó los antebrazos de la silla. Esta vez cuando los números aparecieron, marcharon a través de la pantalla declarando que el trabajo estaba hecho. —Bingo —murmuró ella. Otra palabra nueva. Una que significaba éxito. Echo la ayudó con las funciones de apagado, luego volvió su atención a su sensor. Nadie ocupaba el pasillo enfrente de su habitación, pero muchas personas caminaban cerca del próximo corredor. Él y Taylor tendrían que esperar a que se vacíe. Una vez que estuvieran en el pasillo principal, tendrían que esperar al que camino estuviera libre, o por lo menos que haya una habitación vacía para meterse dentro hasta que haya otro camino libre. No era el mejor plan; y mientras estaba sentado ahí viendo su sensor, pudo pensar cada vez en más problemas. Sin embargo, ¿qué otra opción tenían?


Traducido por Pily Corregido por vicsibet

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heridan se sentó en el sofá de flores y discutió el papel de la mujer en la sociedad. —Los tacones altos no eran una especie de castigo infligido por los hombres en el sexo femenino. Las mujeres decidieron usarlos porque pensaban que los tacones altos las hacían lucir elegantes. No, en serio. Incluso pagan mucho dinero por ellos. Bueno, no sé por qué alguien pensó que los dedos puntiagudos parecían elegantes. Simplemente lo hacían. Entre sus explicaciones, se preguntó cuánto tiempo tomaría enviar una señal a la QGP. En cualquier momento Jeth le iba a preguntar exactamente lo que la entrevista de un padre implicaba, y luego tendría que inventar una enorme historia inexacta sobre las cosas-segregadascompras de antes. No era de extrañar que Echo no había creído lo de los animales que hablan. Era tan fácil mentir sobre el pasado cuando convenía a sus propósitos. Elise se sentó frente a Sheridan en el sofá a cuadros, en silencio, con los brazos cruzados. Probablemente estaba preocupada de lo que Taylor le estaba diciendo a Echo acerca de su amigo el Doctor Adorador, temeroso de que al final del día los Ejecutores caerían a hacerle una visita. Sheridan no tenía manera de tranquilizarla o explicarle nada. Estaba en el medio de hablar de por qué las niñas vestían jeans con bolsillos, camisas con bolsillos, abrigos con bolsillos, y luego llevaban todo lo que necesitaban en los bolsos, cuando el comunicador de Jeth sonó. Al principio Sheridan fue relevada. Debían ser Echo y Taylor. Estaban llamando para que todos supieran dónde se encontraban. La pared se iluminó y Helix apareció en la pantalla. Sin emitir ningún tipo de saludo, soltó—: ¿Dónde están las corredoras de tiempo? Su mirada aterrizó en Sheridan con el ceño fruncido. —¿Es ésta uno de ellos?


Helix no la reconoció con el pelo y la cara teñida. Esperaba, salvajemente, que Jeth lo negara. En vez de eso, Jeth se levantó y asintió cortésmente.

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—Se trata de Sheridan. Taylor esta con Echo. ¿Quieres que le mande un mensaje? Helix mantuvo sus ojos en Sheridan, una mirada penetrante que la hizo estremecer las entrañas. —Voy a hablar personalmente con él. Mis hombres lo pueden localizar. Jeth se mantuvo en calma. —¿Cuál es el problema? —El problema es que esto no es uno de esos científicos que pueden leer datos. Son un montón de Vikers, y a menos que quieras ser equiparado con su incompetencia, mantendrás esa chica en sitio. Son propiedad de la Scicenter. No tienes razón para dejarla vagar por la ciudad. El miedo cayó sobre Sheridan como una ducha fría. Helix sabía. Los científicos finalmente habían calculado que el Filtro del Tiempo no había funcionado incorrectamente pero había traído gemelos. Y una de ellas era Taylor Sherwood. Taylor estaba en peligro, y no había nada que Sheridan pudiera hacer para prevenirla. La pantalla se quedó en blanco, y Elise murmuró en su acento moderno—: Ayer quería borrarles la memoria, y hoy en día son demasiado valiosas como para pasear por la ciudad. —Pues —dijo Jeth—, ese es el gobierno. Nunca saben lo que quieren, y siempre es culpa tuya. Sheridan se dio cuenta de que debía decir algo. Debía fingir que no había entendido la llamada. —¿Acaso Helix sabía que me han hecho el lavado de memoria? Jeth negó con la cabeza. —Todavía no ha llegado la hora de la cita. No podrían saber realmente que lo borramos —relajó sus hombros. —Es probablemente esto. Decidieron no hacer el lavado de memoria y puedes estar segura de que los Ejecutores no te llevarán. Sabía que serían razonables al respecto.


El rostro de Elise todavía mostraba preocupación. Al parecer, no compartía la confianza de Jeth en la razonabilidad del gobierno. Jeth desabrochó el intercomunicador y pulsó un botón. —Ahora coordinaremos con Echo. 166

Sheridan se puso de pie, la urgencia se retorcía dentro de su estómago. Su única esperanza era que Elise fuera capaz de ayudar de alguna manera. Sheridan se acercó, se sentó a su lado, y susurró—: No puedes dejar que Helix nos lleve. Elise forzó una sonrisa. —Ellos probablemente quieren hacer más pruebas. Jeth se acercó al ordenador. —¿Por qué apagaría Echo su comunicador? Le sonrió mientras deslizaba su comunicador de nuevo en su cinturón. —Vas a tener que decirme exactamente lo que sucede durante las entrevistas de estos padres. Debe ser muy interesante. Jeth tocó varios paneles en el equipo, luego se congeló. La sonrisa desapareció de su rostro, al igual que gran parte de su color. —Sangre, esto es un problema.... —¿Qué? —preguntó Elise. —¡Estoy rastreando el cristal de Echo! —dijo Jeth—. Esto dice que está en el cementerio. —¿El cementerio? —repitió Sheridan. A menos que Jeth estuviera a punto de explicar que ahora había computadoras sofisticadas en los cementerios, algo estaba muy mal. Elise dijo—: El cristal de Echo siempre dice que está en el cementerio cuando no quiere que nadie sepa dónde está. Debe pensar que nadie lo molestara si está visitando la tumba de su hermano. Jeth sacó su comunicador de nuevo, repetidamente. Sonó, pero nadie respondió.

presionando

un

botón

—A Helix no le importará molestarlo. Enviará Ejecutores al cementerio. Líneas de preocupación se reunieron alrededor de los ojos de Jeth. —Le dije a Echo que no alterara la señal de rastreo. Es ilegal.


Pulsó el botón fuerte, al ritmo actual. —Tiene que ir al cementerio o transmitir su verdadera señal. Ellos piensan que es Dakine si no lo hace.

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Sheridan casi preguntó por qué, y entonces recordó. El Dakine tenía maneras de mantener sus cristales sin que pudieran ser seguidos. Por supuesto que el gobierno pensaría que Echo era Dakine si sabían que podía cambiar sus transmisiones. ¿Por qué no habría Jeth de llegar a la misma conclusión? Pero entonces, tal vez él sabía y no le importaba. ¿Podría ser posible después de que su otro hijo fuera asesinado por el Dakine? Jeth se dirigió a la puerta, seguía empujando su botón del intercomunicador. —Voy a buscar en el edificio. Si vuelve, dile la situación. Jeth no esperó una respuesta antes de irse.


Traducido por Xiime~ Corregido por Pily

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cho comprobó su sensor. El pasillo aún no estaba vacío. ¿Por qué había tanta gente caminando por los corredores? Suspiró y observó a Taylor enroscar mechas de su largo cabello blanco alrededor de un dedo. Un hábito nervioso. Es divertido cómo las personas tenían los mismos hábitos nerviosos hace cuatrocientos años. Se preguntó si mordían sus uñas en esos tiempos también. Luego se reprendió a sí mismo por preguntar. ¿Cuándo el ser un historiador lo había superado? Aquí estaba con una fugitiva del gobierno, sopesando su seguridad, esperando el momento ideal para huir, y aún estaba analizando datos. Echo, el viejo Echo, habría, al menos, aprovechado el tiempo para flirtear. Pero bueno, el viejo Echo estaba muerto, y no había mucho que pudiera hacer para resucitarlo. Además, no quería aterrizar en otro trípode romántico. Y Taylor le recordaba a Allana: atrevida, poco seria y segura de sí misma hasta el punto de la arrogancia. Allana lo había arruinado para ese tipo de chicas. Sheridan, sin embargo, con sus conmovedores ojos y seria sinceridad, tenía una calidez como la que sientes antes de dejarte llevar por el sueño. Cuando puedes finalmente relajarte. Era irónico que la conociera ahora, una chica que lo intrigaba en tantos niveles, justo cuando apenas tenía algo que decir sobre qué hacía él, o quién era. —¿El pasillo no está vacío aún? —preguntó Taylor—. ¿Por cuánto tiempo tendremos que esperar? —No hay forma de saberlo. Dejó salir un bufido, se puso de pie y caminó impacientemente por la habitación. —¿Cuándo crees que los científicos se darán cuenta de lo que hemos hecho?


—Con suerte no hasta que nos vayamos de Traventon —, se quedó mirando el clip como si esto le pudiera dar la respuesta que quería—. ¿En qué has quedado con Elise? Taylor miró hacia la puerta y no a él. 169

—Nada aún. Bueno, quiero decir, Elise quiere ayudar, pero no está segura de cómo. Va a hacer algunas indagaciones para ver si puede conectar con alguien que conozca, a alguien que sea un Devoto del Doctor. Dijo que podría tomar un tiempo. Echo frunció el ceño. Elise no tendría que hacer indagaciones. Ella conocía a gente que era Devoto del Doctor. Probablemente ella misma fuera una Devota. Lo que significaba que o Taylor o Elise estaba mintiendo. Probablemente Taylor. Se preguntó por qué. Las luces en el sensor de Echo brillaron, mostrando un incremento de la actividad. Más gente estaba caminando en el corredor principal. Algunos se estaban moviendo rápido. Quizás llegaban tarde a una reunión. —Hemos estado ausentes por mucho tiempo —dijo Echo—. Mejor le digo a Jeth que fuimos a algún lado. Echo se giró hacia su comunicador y vio una lista de sus llamadas perdidas, la mayor parte con noticias urgentes. Jeth también le había dejado muchos mensajes. En vez de escucharlos, Echo llamó a su padre. Jeth respondió inmediatamente, con la voz teñida de ansiedad. —¿Dónde estás? Te he estado llamando cada minuto por los últimos quince minutos. Helix te está buscando. Dijo que iba a rastrear tu cristal. Echo no pudo hablar por un momento. Ya había sucedido. Para entonces, Helix estaba camino al cementerio. No había manera de arreglarlo. Cerró los ojos con cansancio. —¿Qué quiere Helix de mí? —No es a ti a quien quiere, es a Taylor. Han decidido que las chicas son propiedad del Centro de Ciencias, y no tienen permitido vagar por la ciudad.


Sangre3. Esa era la vida para ti. Echo estaba por ser atrapado, y ni siquiera era a él a quien el gobierno estaba buscando. Jeth dijo—: Solo trae a Taylor de vuelta aquí. Llamaré a Helix, le diré que estas en el Centro de Historia, y luego diremos que su computadora de rastreo no funciona bien. 170

—No creerá eso. —Puede que lo haga si llevas a Taylor contigo. Echo comprobó el sensor otra vez. Más señales. Más gente en el corredor principal. Solo era cuestión de tiempo antes de que alguno viniera por el pasillo hacia esta habitación. Le dio la espalda a Taylor para darse algo de privacidad. —Escucha, quiero decirte algo. Te amo. Joseph también lo hacía. Quizás ninguno de nosotros lo dijo lo suficiente, pero ambos lo sentimos. La voz de Jeth vino desde el comunicador, temblorosa. —Estarás bien. Solo trae de vuelta a Taylor, y todo estará bien. —Te amo, papá. Echo apagó su comunicador pero no lo regresó a su cinturón. Con las herramientas correctas, los comunicadores podían ser rastreados también. Cuando Helix no encontrara a Echo en el cementerio, ejecutaría un rastreo de comunicadores. Echo no podía estar en ningún lugar cerca de su comunicador cuando eso sucediera. Y tampoco podía dejarlo aquí en el Centro de Ciencia. Eso sería tan bueno como decirle al gobierno lo que había hecho. De mala gana, volvió a dejar el comunicador en su cinturón. Debería destruirlo una vez que saliera del Centro de Ciencia. Si lograba salir del Centro de Ciencia.

3

En español en el original


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Traducido por Princesa de La Luna Corregido por Ariannys

an pronto como Jeth salió del Laboratorio de Palabras para buscar a Echo, Sheridan se volvió a Elise. —Tenemos que salir. Ahora mismo. Antes de que vengan por mí. Elise levantó una mano para indicar silencio, luego se acercó a la computadora para desactivar la función de grabación. Parecía una eternidad en esta ocasión, y Sheridan sintió la ansiedad corriendo por ella como una corriente eléctrica. Por fin Elise dijo—: No te puedo llevar a cualquier parte. Me habían rastreado y nos pueden encontrar a los dos. Sheridan caminaba de un lado a otro entre los sofás. —Si no puedes salir, por lo menos muéstrame dónde ir. Dame un mapa y dime con quién comunicarme. No pueden seguirme. Elise negó con la cabeza. El cabello lavanda y rosa se agitaba furiosamente sobre sus hombros. —Le dije a Taylor que Echo no podía saber nada de mis amigos o salir. Absolutamente nada. Y ahora ella está con él. Tal vez está tratando de llevar a la amiga que le presenté ayer. Elise cruzó los brazos sobre su pecho. —Ella no va a ser capaz de hacerlo. Tomé precauciones, pero sangre, pensé que podía confiar en ustedes dos. —Puedes confiar en nosotras. Taylor no le dirá nada a Echo. Ella sabe que él es Dakine. Los brazos de Elise permanecieron cruzados.


—Entonces, ¿por qué están juntos? No me vengas con esa excusa de una entrevista. Echo podría haber dicho a Taylor de sus intenciones con una sola palabra: ninguno. ¿Y por qué Echo enmascara la señal y apaga el comunicador? 172

La puerta de la habitación de los Artífices de la Palabra todavía estaba cerrada. Eso no significaba que los Ejecutores ya no estaban en el edificio, sin embargo. Esto no quiere decir que no estaban caminando por el pasillo. —Yo puedo explicar, pero primero tenemos que salir. —Sheridan dio un paso hacia la puerta, luego un paso atrás hasta Elise —Tenemos que encontrar a Taylor y advertirla. —Si alguno de nosotros sale de la habitación, me enfrentaré a un interrogatorio. Sheridan no tenía opción. Tenía que decirle a Elise. —Taylor y Echo fueron a empalmar la computadora central dentro de los Filtros del Tiempo. Taylor cree que sabe cómo apagarlo. Elise dejó escapar un gruñido e inclinó la barbilla hacia abajo con incredulidad. —¿Por qué Taylor sabe cómo apagar una máquina tan complicada? —Porque ella construyó el otro extremo de la misma, la parte que funciona de nuevo en nuestro tiempo. Sheridan no podía oír la respiración que Elise contuvo, pero de alguna manera todavía la sentía. Elise sostenía el aliento como si fuera un equilibrista manteniendo el equilibrio. —¿Qué quieres decir? —preguntó. La función de registro en la computadora estaba apagado, aúnque Sheridan sólo pronunció las palabras—: Ella es Tyler Sherwood. Elise cerró los ojos y dejó escapar un suspiro tembloroso. —¡Sangre! —¿Ahora nos vas a ayudar? Elise se volvió a la computadora. Sheridan se acercó a ella.


—¿Qué estás haciendo? —Silencio —susurró Elise.

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Ella puso su mano sobre un panel y dijo—: Jeth, Sheridan se encerró en el cuarto de atrás. No puedo entrar. Me temo que se fue por la ventana. Voy a buscarla. Estaré de vuelta tan pronto como la encuentre. Elise retiró su mano del panel y empujó un poco más los botones, luego indicó a Sheridan que la siguiera. Una vez en el cuarto de atrás, Elise tocó un botón junto a la puerta para bloquearla. Después abrió la caja de los asientos debajo de la ventana. —Escalera de incendios —susurró Elise, y sacó una maraña de cuerdas blancas entrecruzadas que formaban una escalera endeble. Gigantes ventosas estaban unidas en un extremo de la cuerda. Sheridan se quedó mirándolos. En realidad, ¿con toda la tecnología que el futuro tenía, la gente no podía subir con una escalera de incendios mejor que esta? Y ventosas, no era eso de lo más seguro en caso de emergencia como, por ejemplo, ¿Velcro? Elise unió las ventosas a la pared y bajó la escalera por la ventana. Sin decir una palabra, se apoderó de la escalera y se lanzó a través de la abertura. Sheridan miró las ventosas, lista para apoderarse de ellas si se deslizaban. No lo hicieron, y cuando miró por la ventana, Elise estaba a varios peldaños abajo. Hizo un gesto a Sheridan para seguirla. Sheridan cautelosamente se sentó a horcajadas sobre el alféizar de la ventana y se apoderó de la cuerda. No mires hacia abajo, se dijo. Había oído ese consejo en alguna parte. No mires hacia abajo y no pienses en lo alto que estás. Balanceó la segunda pierna, sintiendo la cuerda débil bajo ella. Es difícil de hacer sin mirar hacia abajo. Por fin sintió la cuerda por debajo de su pie y dio un paso vacilante hacia el siguiente peldaño. Tan lejos como no pienses en lo alto que estás, es un pequeño consejo, sí, eso era casi imposible. ¿Qué más puede pensar una persona mientras se aferra a una cuerda a siete pisos de altura? ¿Cena? ¿Baloncesto? Ella iba a morir, y no por alguna razón significativa, iba a ser la muerte por el mal funcionamiento de ventosa.


Sus pensamientos fueron interrumpidos por voces. Voces de hombres procedentes de la sala exterior del Laboratorio de Palabras. Sheridan dio dos pasos presurosos por la escalera, y luego se les escapó.

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Al principio pensó que todo había caído por la ventana. Se agarró a la cuerda de todos modos, y ahogó el grito en erupción de su boca. Incluso ahora, cuando no había un punto para su silencio, no quería que los Ejecutores supieran dónde estaba. No podía soportar la idea de ellos mirando por la ventana y verla caer a su muerte. En otro momento, iba a mirar algo realmente horrible. Era un pensamiento orgulloso, y su padre siempre había dicho que el orgullo se iba antes de la caída. Al parecer venia también después. Un momento después, Sheridan se da cuenta de que no estaba cayendo. Los peldaños se deslizaban hacia abajo, a ritmo rápido, pero la parte superior de la escalera estaba todavía unida a la ventana. Esto no era en absoluto una escalera, sino una especie de ascensor improvisado. Sheridan apoyó la frente en un peldaño, dejó escapar varias respiraciones temblorosas, y tomó de nuevo todo lo que ella había pensado sobre las escaleras del futuro. Se portaron de maravilla. Ella y Elise nunca habrían sido capaces de bajar a tiempo para escapar de los Ejecutores. Ahora tenían una oportunidad. Los peldaños se detuvieron con una sacudida. Habían llegado a la tierra. Bueno, casi al suelo. La escalera no llega realmente a todo el camino, y ella estaba colgando a dos metros en el aire. Elise cayó a la acera, y luego instó a Sheridan. —¡Date prisa! Ella dio un salto. Sus pies tocaron el hormigón, y se lanzó hacia adelante. Se estabilizó, luego salió corriendo después de Elise hacia el garaje de estacionamiento. Elise corrió hacia el coche más cercano, abrió una puerta, y le indicó a Sheridan para entrar. Una vez que había entrado, Elise dijo—: Te estoy enviando a Salima Street. En realidad quieres ir a la avenida de Los Ángeles, pero desde que el gobierno rastrearía el coche, no me atrevo a enviarte allí. Una vez que el coche se detenga en Salima, camina dos millas al norte hasta llegar al Parque de Los Ángeles.


Sheridan se sentó en el borde del asiento. —Tenemos que ir al Centro de Ciencias. Taylor y Echo no saben que Helix está buscándolos.

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—Si tengo tiempo antes de que los Ejecutores me encuentren, daré una señal a mis contactos de reconocerte en el parque. Alguien se acercará a ti y te preguntará si tu nombre es Hermana. Ese es tu contacto. —Pero Taylor. —Si Taylor dijo a Echo quién era y debe decirlo para obtener su ayuda, ya está con el Dakine. Alégrate de que no estabas con ella. Elise metió la mano en el coche y presionó el panel de control. —Salima Street. Ella dio un paso atrás cuando la puerta se cerró y el coche zumbaba a la vida. —¡Espera! —Sheridan presionó sus manos contra la ventana para captar la atención de Elise —No puedo dejar a Taylor. Tengo que ayudarla. Elise nunca se volvió a ver el coche. Corrió fuera del garaje, con el pelo lila y rosa silbante alrededor de sus hombros hasta que se perdió de vista. Sheridan no había dicho adiós a Taylor, y mientras observaba el estacionamiento desvanecida, se dio cuenta que no había dicho adiós a Elise tampoco. Y ahora estaba sola.


Traducido por Princesa de La Luna Corregido por Ariannys

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cho observó el viaje de los puntos a través de su sensor. Era horrible la suerte de ser atrapado en el Centro de Ciencias ahora. Los científicos serían los primeros notificados de la ausencia de Taylor. Probablemente estaban organizando esquemas de búsqueda en este momento. Eso hace que sea más difícil escaparse sin ser visto. Echó un vistazo a Taylor, su pelo largo y blanco y los remolinos azules de maquillaje en su rostro. Los científicos no podrían reconocerla. Se parecía tanto a un ciudadano medio ahora, y no como la veterana incolora del tiempo que los científicos habían visto antes. Y era posible que no todos los científicos supieran de la desaparición de Taylor. Tal vez las personas que pasaron por el pasillo, no eran sospechosas. Echo comprobó los puntos en el sensor una vez más, antes de pegarlo de nuevo en su cinturón. —¿Qué tan bien corres? —preguntó a Taylor. —¿Qué? —Sé que la mayoría de la gente de los viejos años veinte eran débiles y no ejercitadas, pero ¿puedes correr el tiempo suficiente para hacerlo fuera del edificio? —Sí —dijo firmemente—. Puedo hacerlo fuera del edificio y a una buena milla por la calle antes de que tenga que descansar. Honestamente, ¿de dónde sacas la información? Echo ignoró su pregunta. —No corras por la calle. Cuando salgamos del edificio, nos dirigiremos al primer coche que veamos. Ellos no serán capaces de rastrearme, y con un poco de suerte vamos a perderlos en el tráfico. Echo se acercó a la puerta, pero se detuvo antes de abrirla.


—¿Te acuerdas de qué lado está la entrada principal? —Sí, y mi cuerpo débil y aún no ejercitado, le ganará al tuyo fuera del edificio.

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—Vamos a tratar de ir hacia el ascensor sin que nadie se dé cuenta. Si alguien se ve como si estuviera a punto de detenernos, entonces tendremos que correr a toda velocidad por las escaleras. Ellos están a través de la puerta a la derecha del ascensor. Iremos abajo en cuatro vuelos. Más lejos que eso, y va a terminar en uno de los niveles subterráneos. ¿Entiendes? Ella asintió con la cabeza, y antes de que pudiera pensar en ello por más tiempo, antes de que pudiera pensar en todas las razones por las que esto no era probable que funcionase, abrió la puerta y se escabulló de la habitación. Llegaron a la primera curva del pasillo sin ser vistos. Esto era vital. Una cosa era ser atrapado en el Centro de Ciencias sin la autorización apropiada. Sería impensable ser capturado saliendo de un área restringida. Dejó escapar un suspiro de alivio, ya que ellos entraron al corredor principal. Varias personas estaban caminando en diferentes direcciones. Ninguna parecía prestarles atención, todavía. Echo podía ver el contorno del ascensor por debajo del pasillo, un pequeño rectángulo de metal en contraste con las paredes blancas. Se obligó a mantener su ritmo casual, para no llamar la atención sobre sí mismo por un paso apresurado. Algunas cabezas se volvieron cuando caminaba. Eso no significaba que ellos sospecharan algo. Era normal que la gente se mirara el uno al otro mientras pasaban. Taylor cogió su ritmo un poco, tirando ligeramente por delante de él. Todavía no, quería decirle, no les des razón para notarnos, pero no se atrevía a hablar. Más cabezas se volvieron. Un par de hombres que habían estado hablando en el pasillo se detuvieron y comenzaron a caminar después de Echo. Eso podría ser una coincidencia. Echo alargó el paso. Estaban casi en el ascensor. Unos segundos más y ellos estarían allí.


—Tú —dijo el hombre detrás de Echo. Echo fingió no haber oído. —Tú —dijo el hombre en un tono más alto —¿No eres un Artífice de la Palabra? 178

Echo hizo una pausa. ¿Podría hablar como una manera de salir de esta situación, o era mejor tomar el riesgo corriendo? Taylor no le dio elección. Inició una carrera a toda velocidad, llegando a la puerta de la escalera y pulsando el botón de apertura casi antes de que Echo se diera cuenta de que había desaparecido. Se volvió y la siguió sin dar otra mirada a los hombres. La escalera estaba en penumbras. Los pies de Echo resonaron fuertemente contra los escalones mientras corría. Taylor saltaba tres escalones a la vez, y el eco hacía juego con su ritmo, con la esperanza de no caer. No podía recordar la última vez que había utilizado las escaleras, y mucho menos correr por ellas. Otros pasos sonaban detrás de ellos, tantos que el ruido palpitante vibró a través del hueco de la escalera. Echo no miró atrás. No se atrevía a apartar los ojos de los escalones. Era lo único que podía hacer para no desenganchar el disruptor láser de su cinturón. Tendría una sola oportunidad de usarlo. Pasaron por delante de la tercera puerta de la planta, y luego por la segunda. Un vuelo más para salir. Echo no podía decir si alguno de los hombres que los perseguían eran Ejecutores o simplemente científicos. Nadie había disparado contra ellos, pero podría ser porque no podían conseguir un tiro claro entre los giros de la escalera. Una vez que Taylor y él corrieran hacia el pasillo, no habría nada para evitar que las cajas de laser les alcanzasen. Y si alguno de los hombres había llamado a la seguridad de la estación, ¿por qué no los cogían? Las salidas estarían bien protegidas. Echo pasó el pulgar por el lado de su disruptor laser, buscando el interruptor. Las cosas tendrían que estar exactamente a la derecha para que todos los ejecutores estuvieran dentro de la gama del disruptor. Si uno solo de ellos estaba fuera de rango, Taylor y él serían capturados y fusilados.


Taylor llegó a la puerta del primer nivel, pulsó el botón de control, y paso a través de ella antes de que se deslizase abierta hasta la mitad. Él la siguió, buscando en el pasillo al salir en ella. La puerta del ascensor comenzó a abrirse mientras corría, y vio a los hombres a punto de salir. Corrió hacia adelante, más rápido ahora que estaba al nivel del suelo. 179

Su pulgar dudó sobre el interruptor rompedor. La entrada del edificio estaba todavía a un par de minutos de distancia, y varios Ejecutores se dirigían hacia ella delante de él. Incluso si desactivaba todas las casillas solo con láser, él no sería capaz de conseguirlo a través de tantos hombres. ¿Podría al menos mantenerlos a raya para que Taylor pudiera escapar? Él tenía la juventud de su lado, y la fuerza de haber tenido un hermano gemelo que disfrutaba la lucha libre para el entretenimiento. Pero no podía ganar a tantos. Además, Taylor no podía sobrevivir en la ciudad por su cuenta. Ni siquiera podía acceder a un coche para una vía de escape. Si ellos luchaban, ambos serían arrastrados a las salas de detención. Y su sentencia sería aún peor por inventar y utilizar el disruptor. Echo puso el dispositivo en el cinturón, seleccionó su velocidad, y con un último estallido de energía se lanzó sobre Taylor, trayéndola a la tierra. Se retorció, tratando de liberarse, luego vio que era Echo quien la había abordado. Ella lo golpeó en el hombro con fuerza. —¿Qué estás haciendo? Él cambió de posición, sujetando sus brazos hacia abajo. —Hay que volver a la oficina —gritó, con su discurso moderno—.¡Dejen de pelear! No dejó de luchar. Ella se sacudió y dio una patada, repitiendo cada palabrota vieja que había oído hablar de los años veinte y algunas que no lo había hecho. Aún así, él la mantuvo apresada contra el suelo mientras Los Ejecutores los rodearon. Echo fulminó con la mirada a los hombres y a las armas apuntando en su dirección. —¡Pongan sus armas lejos! —Gritó —Si la dañan, Helix los verá en la desfibradora.


—Tal vez—, dijo uno de los hombres —pero no le importará si las usamos en ti.

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—¿Yo? La tenía bajo control, la traigo a Helix como él ordenó, hasta que algunos de los científicos decidieron asustarla. Ahora mírenla. Helix quiere hablar con ella, y ella se retuerce por el suelo. Guarden sus armas antes de atacar. Poco a poco, los Ejecutores pusieron sus armas de nuevo en el cinturón, pero ninguno de los hombres se alejó. Echo se apoderó de las manos de Taylor y trató de evitar que lo mordiera. —Cálmate —dijo, con el acento de veinte años de edad para que ella lo entendiera —Haré lo que pueda para ayudar. ¿Entiendes? —Entiendo perfectamente —escupió entre las respiraciones —¡Eres una rata viscosa, de dos caras! ¿Rata de dos caras? Nunca había oído hablar de ellas. Debe haber sido una mutación de animales de todos los pesticidas en su época. —No va a hacer ningún bien seguir luchando —dijo. Los ojos de Taylor ardían como bobinas de recarga, pero dejó de luchar. Yacía en el suelo sin fuerzas, respirando con dificultad. Uno de los Ejecutores había estado hablando en su comunicador. Lo apagó y miró hacia abajo a Echo. —Ese era Helix. Él está en camino al cementerio y dijo que pusiéramos a la chica en un cuarto de detención hasta que pueda llegar aquí. También dijo que tu señal se encuentra todavía en el cementerio, y que quiere saber lo que estás haciendo en el Centro de Ciencias. Echo se encogió de hombros, como si se tratara de un asunto sencillo. —Su perseguidor debe estar congelado en mi última ubicación. Cuando mi padre me dijo que Helix quería a Taylor, naturalmente, me fui del cementerio y vine a buscarla. Todo habría estado bien si sus hombres no hubieran decidido jugar a asesino Dakine sin cerebro y asustarla. Los ojos del hombre se estrecharon. No llegó a creer la historia, pero no la contradijo. Él sólo hizo un gesto con la mano a un par de los hombres en el círculo.


—Llévala a la sala de doce años.

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Echo se hizo a un lado y dejó que ellos agarraran a Taylor. Un hombre tomó sus brazos, el otro sus pies, y se la llevaron por el pasillo como un recipiente de basura. Trató de oponerse a sus captores, y Echo esperaba que ella tuviera éxito, pero no la miró a la cara. No quería ver la acusación en sus ojos. En su lugar se levantó, sacudiéndose las arrugas en la ropa. —Si no me necesitas para cualquier traducción inmediata, voy a volver al Centro de Historia para ayudar a traer a Sheridan. ¿Supongo que Helix también la quiere? El hombre a cargo escondió su comunicador perfectamente en su cinturón. —Helix la quiere. Ella no está en el Centro de Historia, sin embargo. Ella y una de las Artífices de la Palabra desaparecieron del edificio después de la primera llamada de Helix. Tenemos una pista sobre ellas, así que vamos a tenerlas aquí pronto. Sus palabras eran casi una acusación, una amenaza de que más valía que los Artífices de la Palabra no interfirieran. Echo se enderezó, negándose a mostrar signos de intimidación. La intimidación implica culpabilidad. Levantó una mano en señal de fingida frustración. —¿También tienes miedo de la otra? ¿No entiendes la delicadeza de la mente del siglo XXI? Estas chicas venían de una época violenta. Cualquier indicio de peligro es probable que se activen como los rayos cósmicos — Echo apretó los dientes para forzar un rubor enojado en su rostro —Voy a hablar con Helix de su incompetencia. Llámeme tan pronto como llegue. Ahora mismo me voy a encontrar con Jeth, y vamos a presentar un informe oficial sobre esto. Echo se volvió y se dirigió a la entrada, murmurando insultos sobre la profesión de ciencias. Y lo dejaron ir. Se acercó a la derecha del Centro de Ciencias sin otra pregunta. Una vez fuera, hizo una señal a un coche, a continuación, encuentra el incinerador de basura más cercano y dejó caer su comunicador en su interior. Cuando llegó el coche, se subió y se sentó exhausto contra su asiento. No podía volver al Centro de Historia. Sólo había sido suerte de


que esos hombres lo hayan dejado ir. Habían estado tan aliviados de atrapar a Taylor y tan nerviosos por sus acusaciones de que no habían tramitado el asunto con claridad en su mente.

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La historia sobre el seguimiento de Helix está congelada, pues, sólo van a tener que revisar para darse cuenta de que era ficción. Helix sabría que Echo estaba ocultando algo. Lo peor de todo, cuando los científicos trataran de utilizar el Filtro del Tiempo otra vez, Helix querría averiguar qué había hecho Echo. ¿Sería sólo un lavado de memoria o la muerte que pedirían para él? Podía esconderse entre la multitud de Traventon por un tiempo, pero finalmente el gobierno idearía una manera de seguir su cristal. Pensó en Taylor, pateando todo el camino hacia el centro de detención, y Sheridan en algún lugar con los Ejecutores acercándose a ella. Sólo había un lugar donde podía ir en busca de ayuda ahora. Puso las coordenadas del coche para el apartamento de César y cerró los ojos mientras el coche zumbaba hacia su destino.


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Traducido por Keyla Hernández Corregido por Ale Rose

heridan se sentó rígidamente en el coche, mirando el Centro de Historia a través de la ventana trasera. Cuatro Ejecutores salieron de la puerta del edificio, cada uno por una dirección diferente, en busca de ella. Se encogió en el asiento, a pesar de que sabía que nadie le podía ver a través de los cristales tintados del coche. La melodiosa voz en la radio del coche, dijo: —Un ciudadano leal es un ciudadano contenido. Nosotros nos encargamos del complejo, por lo que su vida puede ser simple. Simplemente divertida. Simplemente fácil. Simplemente un rango por encima del resto. Sheridan siguió mirando por la ventana. No sabía si los hombres podían rastrear el coche, ya que Elise había utilizado su cristal para activarlo, o si sólo podrían rastrear la ubicación actual del Elise. Sheridan esperó, medio conteniendo la respiración para ver si algunos otros coches saldrían del garaje a perseguirla. Ninguno lo hizo. No se relajó. Demasiados miedos corrieron por su mente, sus pensamientos cayendo como hojas en el viento. ¿Qué harían los Ejecutores cuando encontraran a Elise? Peor aún, ¿qué harían con Taylor? Sheridan tragó saliva, luchando contra la sensación de impotencia que la envolvió. Desde el momento en que había despertado en Traventon, siempre había dependido del hecho de que Taylor podría llegar a un lugar seguro. Ahora Sheridan estaba sola y Taylor estaba… pero eso era lo terrible: que no sabía lo que le había pasado a Taylor. Tal vez nunca lo sabría.


Sheridan negó con la cabeza, apartando esos pensamientos oscuros. No quería creer que Echo había mandado de vuelta a Taylor hacia el Dakine. Echo había enmascarado la señal porque estaba irrumpiendo en el Centro de Ciencias, y él no había respondido a su comunicador por la misma razón. Eso no quería decir que había secuestrado a Taylor. 184

La voz en la radio continuó: —El gobierno se hace cargo de usted. Cuide el gobierno. Reporte cualquier comportamiento desleal que vea al Departamento de Aplicación. Sheridan notó que sus manos temblaban. Se sentó sobre ellas para detener el temblor, y luego se encontró balanceándose en su asiento. ¿Cómo podría ayudar a Taylor cuando ni siquiera sabía dónde estaba? Piensa. Se dijo Sheridan. Taylor siempre decía que una persona puede encontrar una solución a cualquier problema si sólo piensa en ello lo suficiente. Bueno, ahora Sheridan tenía un montón de problemas, que necesitaban algunas soluciones. Piensa en algo. Piensa en algo. Piensa en algo. Su mente giró buscando algo, pero no tenía tiempo suficiente para pensar en las posibilidades para solucionar el problema. Ni siquiera sabía dónde iba o si alguien estaría allí para ayudarla. El coche se detuvo. ¿Estaba en la calle Salima ya? Echó un vistazo al panel de control. La luz que representaba a su coche no estaba aún ni a medio camino de su destino favorito. El coche no había perdido el poder. La radio estaba todavía en curso hablando acerca de las virtudes del gobierno. Se asomó por la ventana. Otros coches se detuvieron también. ¿Era algún tipo de mal funcionamiento de la red de energía? Tal vez tendría que salir del coche y caminar. Estudió el mapa iluminado en el tablero, tratando de memorizar las direcciones para llegar al Parque Los Ángeles. Si sólo tuviera algo con que escribir. Por el rabillo del ojo, vio movimiento en la calle. Levantó la vista para ver a varios Ejecutores corriendo alrededor de otros coches parados,


corriendo hacia ella. Sheridan presionó sus manos contra la puerta del coche. —Abrir —dijo—. Abrir ahora. —Cuando no lo hizo, golpeó con el puño, y luego se volvió hacia el panel de control y empujó todo lo que se parecía a un botón y a varias cosas que no lo hacían—. ¡Déjenme salir de aquí! 185

Los Ejecutores estaban delante de ella ahora, descendiendo por el coche como arañas listas para envolver a su presa. Buscó en el interior del coche algo para usarlo como arma. Cualquier cosa. No había nada. Las puertas se abrieron. No vio los rostros de los hombres, sólo sus manos. Llegaron al coche apuntándolo con láser. Oyó un sonido de desgarro, vio destellos, luego su cuerpo se tensó mientras cada músculo se contraía. No podía respirar. Sus pulmones se negaban a moverse. Lo último que oyó fue la voz calmante en la radio del coche. —La felicidad no se puede comprar. La felicidad sólo se la puede dar la ciudad.


Traducido por Princesa de la Luna Corregido por Garazi

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oco a poco, los pensamientos de Sheridan comenzaron a ensamblarse. Sus dedos vibraban. Sus miembros se sentían extrañamente pesados. Trató de mover las manos y las encontró esposadas a la espalda. Probó sus piernas. Estaban demasiado restringidas. Ella parpadeó, tratando de dar sentido a lo que estaba sucediendo. Dos hombres la llevaban en el Centro de Ciencias. Ella quería ir, por decir algo, pero el entumecimiento que se había apoderado de su cuerpo no se había ido por completo de su cerebro. ¿Iban a hacerle un lavado de memoria? No quería olvidar su vida, o Taylor o Echo, aunque no estaba segura de lo que quería recordar más de él: que la había besado, o que fuera Dakine. ¿Por qué no podía pensar con claridad? Ese había sido su problema en el coche. No podía pensar en su manera de salir de los problemas. Taylor estaría tan decepcionada. Sheridan levantó la cabeza, y uno de los hombres dijo: —Está despierta. Ella volvió la cabeza para ver a su captor, un hombre de cara anaranjada que llevaba un casco de Ejecutores negro. Él la miró con marcado desprecio, por lo que volvió la cabeza lejos de él. Se estaba haciendo más fácil el traslado. Sus músculos estaban calentándose lentamente y perdiendo su rigidez. El primer hombre movió sus manos para conseguir un mayor control sobre ella. —Nos sacaste una buena ventaja, corredora. Tuvimos que pasar un rato de seguimiento para encontrar tu coche.


Volvió su atención al otro Ejecutor. —Debemos pedir a Helix que autorice un implante de cristalino para dar prioridad a las dos. No podemos permitir que se evaporen en el aire otra vez. 187

El hombre con cara de color naranja asintió con la cabeza. —Helix quiere que esté en detención hasta que haya terminado con ellas. No hay posibilidad de que se conviertan en Vikers allí. ¿Vikers? ¿A través de ellos? ¿Cuál era la planificación de Helix? Casi se lo preguntó, entonces, con una sacudida de la claridad, recordó que no se supone que fuera capaz de comunicarse con la gente del futuro. No quería hacerles saber que los entendía. Los hombres se detuvieron frente a una puerta de metal y la dejaron en el suelo. Una celda de detención, supuso. El hombre con la cara de color naranja se agachó y le quitó las bandas que ataban sus piernas, pero dejó sus brazos encadenados. Perdió el equilibrio, dio un paso tambaleante, y se enderezó. Se sentía como si estuviera pisando huevos. Uno de los Ejecutores pulsó el botón de la puerta. Incluso antes de que se hubiera deslizado completamente abierta, Sheridan reconoció la voz de Taylor. Estaba áspera y ronca, probablemente de gritar. Quizá de tanto gritar. —No sé nada sobre eso —dijo con cansancio—. No soy quien te está buscando. La habitación parecía una especie de oficina. Computadoras, escritorios y sillas se alineaban en las paredes. Taylor estaba atada a una silla en el medio de la habitación. Un hombre con el pelo verde y los labios verdes a juego se inclinó sobre ella, amenazante. Su rostro se contorsionó en una mueca de desprecio, y él golpeó a Taylor en la cara. No debe de haber sido la primera vez. Sus mejillas estaban cubiertas de manchas de color rojo brillante, y un rastro de sangre goteaba desde una esquina de su boca. El hombre levantó la mano otra vez, y Sheridan se abalanzó hacia él. —¡Ya basta! Ella pretendía darle una patada, todavía tenía el uso de sus pies.


Uno de los Ejecutores agarró el pelo de Sheridan y tiró de ella hacia atrás. El dolor le atravesó la cabeza y se tambaleó, casi cayó al suelo. El hombre de pelo verde le sonrió a Sheridan, entonces golpeó a Taylor de nuevo. El golpe resonó en la sala, al igual que el grito de Taylor. 188

El hombre de pelo verde se enderezó, tiró de su camisa en su lugar, y dejó que su mirada atropellase a Sheridan. Cuando volvió a hablar, su acento era diferente de los que había oído en Traventon. Una mezcla entre el pasado y el futuro. —Quizás tu gemela es el que estamos buscando entonces. ¿Debería tomar tu lugar en esta silla? El mentón de Taylor cayó contra su pecho. Sus palabras mal pronunciadas. —Has cometido un error. ¿Por qué no puedes aceptar eso? El hombre se apartó de Taylor y se acercó a Sheridan con pasos lentos. —Tal vez tienes razón. Ninguna de las dos parece lo suficientemente inteligente como para limpiar sus propios mocos, y mucho menos construir una QGP. Sheridan no se había dado cuenta de la edad que tenía antes. La fuerza de sus golpes le hacía parecer joven, pero cuando llegó a ella, vio las arrugas, la flacidez en el rostro como trenzas torcidas. Sus mejillas se hundían en su cuello. Se puso de pie delante de Sheridan, su cara casi a nivel con la de ella. Eso fue extraño. Todos los hombres que había conocido en Traventon eran mucho más altos. La insignia de rango en la camisa decia 43, lo que significaba que las miradas no jugaron en el rango casi tanto como lo hizo el poder. Una sonrisa volvió a sus labios como si estuviera jugando al anfitrión. —Viniste aquí dispuesta a asumir, aunque tus manos están esposadas. ¿Eres valiente o estúpida? Probablemente estúpida. —Valiente —dijo. Él asintió con la cabeza.


—Me alegra saber que no eres estúpida, porque si tienes un gramo de inteligencia, me dirás todo lo que quiero saber inmediatamente. ¿Eres Tyler Sherwood?

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Sus mejillas se movieron arriba y abajo mientras hablaba. Algo acerca de ellas golpeó en la esquina de su memoria, y un momento después ella sabía el qué. Era mayor, décadas más que la imagen que había visto, pero era el mismo hombre. —Eres Reilly —dijo ella. Sus cejas verdes se levantaron en sorpresa. —¿Sabes quién soy yo? —Sí. Eres un ladrón y un asesino. Taylor echó la cabeza hacia atrás en la silla y dejó escapar un gemido lento. Sheridan supo lo que estaba pensando Taylor, así como si hubiera dicho las palabras en voz alta. No le digas que sabes quién es. Decirle es admitir que tienes una razón para conocerlo, admitir que estás conectada con Tyler Sherwood. Piensa en ello. Pero Sheridan estaba pensando en ello. Reilly ya conocía a uno de ellas, era Tyler Sherwood. Si aguardaba no podía negar el hecho de que daría lugar a más golpes. Con el tiempo, Taylor se rendiría y diría la verdad. Si una de ellas tenía que admitir que era Tyler Sherwood, debía ser Sheridan. Tenía que ser, porque ella no podría traicionar cualquier conocimiento científico. —¿Un ladrón y un asesino? La cara de Reilly se balanceaba en amenaza a la de ella, tan cerca que podía oler el aroma del café en su aliento. —Yo era la mente más grande del siglo XXI. —Bueno, no estoy segura acerca de tu mente, pero eres ciertamente el más animado hombre de cuatrocientos años de edad que he visto en mi vida. —Valiente y frívola. Características peligrosas para alguien que está esposado.


Reilly hizo un gesto a uno de los hombres detrás de ella, y Sheridan hizo una mueca. Quería que alguien la abrazara para que no pudiera correr mientras él la golpeaba. En cambio, el Ejecutor le quitó las esposas. Sheridan llevó las manos delante de ella y se frotó las muñecas, mirando con recelo a Reilly. 190

—¿Cómo has llegado hasta aquí? —preguntó—. ¿El Filtro del Tiempo te trajo aquí? Y si es así, ¿qué le había pasado con la edad de manera tan dramática, un accidente? Ella no era tan valiente o tan frívola como para preguntarle eso. Sus labios se movieron entre una sonrisa y el ceño fruncido. —Me traje a mi mismo aquí sin querer. Mientras hablaba, se dio la vuelta y se apoyó en un escritorio, casi sentado en él. —Cometí un error por descuido mientras estaba dando los toques finales al convertidor de plasma quark-gluón. Puedo admitir que, como ves, parte de ser un gran científico, es saber cuándo se ha cometido un error y saber cómo corregirlo. Parecía esperar algún tipo de respuesta por parte de Sheridan en este punto, por lo que ella asintió. —Mientras estaba experimentando con la corriente de plasma — continuó—, accidentalmente me encontré en él. Negocio muy complicado la corriente de plasma. Sin especificaciones de ADN, la QGP tiene dificultades para distinguir un trozo de materia a partir de la siguiente. Si yo hubiera estado trabajando con un colega, podría haber revertido el accidente y cambiar mi estado de nuevo de la energía en materia. Habría sido tan sencillo, pero yo estaba trabajando solo. Esa fue la primera lección que aprendí. No importa lo mucho que desees el crédito, nunca trabajes solo. Es demasiado arriesgado. —El Dr. Branscomb podría argumentar que es demasiado arriesgado trabajar con usted —dijo Sheridan. Reilly no se inmutó con su acusación.


—Tengo que admitir que lo maté. También admito que era algo que había que hacer. Él le sonrió, profundizando las arrugas alrededor de sus ojos.

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—Estás sorprendida de que he confesado mi crimen. Eso es lo bueno de vivir en el siglo XXV. Nadie se preocupa por un asesinato que ocurrió hace 400 años. La mirada de Sheridan cortó a Taylor. Sus ojos aún estaban cerrados, pero sus manos estaban apretadas en puños. Sheridan se obligó a prestar atención a Reilly. —Supongo que tampoco les importa que me robaste el QGP. —¿Admites que eres Tyler Sherwood entonces? Sheridan se sintió temblar y trató de ocultarlo. —¿Mi ingreso es más convincente si tienes que vencerme fuera de mí primero? Él le aprecia, impresionado. —Bueno, Tyler Sherwood, presidente de la ciencia, me puso a cargo de un proyecto para replicar la QGP. Gran parte de sus conocimientos científicos se perdieron durante el vigésimo segundo y tercero siglos. Todas esas plagas y guerras y otras cosas. Ellos han estado reconstruyendo todo en los últimos cien años, a partir de cero en muchas cosas. Científicos como nosotros, son necesarios ahora. Nos gusta. El siglo XXV no era un lugar extraño para despreocupadamente. Ella miró a la cara más de cerca.

él.

Hablaba

—¿Cuánto tiempo has estado aquí? Pasó una mano por el teclado de una de las computadoras, acariciándola como si fuera un animal de compañía. —En el siglo XXI, cuando estaba poniendo a prueba por primera vez el QGP y la determinación de sus parámetros en la materia viva, decidí transformar un geranio durante diecisiete días, cuatrocientas ocho horas. Tuve la QGP en un temporizador para que el flujo de energía fuera reconfigurado automáticamente en la materia. Quería ver si el geranio se


mantendría en su forma inalterada o si sería una pérdida sustancial de energía durante la transformación, que afectara a su estructura celular. Sheridan tragó saliva. Muy pronto estaría arrojando frases ininteligibles y esquemas, un galimatías que sólo los científicos entienden. 192

Reilly dio una sacudida de la cabeza, lo que hizo que su papada se agitase. —Estaba atrapado en la corriente de plasma, y no reconfigurado cuatrocientos ocho horas más tarde, pero cuatrocientas ocho años más tarde. Él sonrió de nuevo, mostrando los dientes anormalmente blancos. —Esos son los tipos de problemas técnicos que sólo molestan a un científico, ¿no? —No pareces demasiado preocupado por él. —Oh, lo estaba en un principio. Sangre, no podía entender la mayor parte de lo que dijo alguien durante el primer mes que estuve aquí. No me gustó el pequeño apartamento que me pagan y molestaba a los funcionarios del gobierno, siempre rondando a mi alrededor que me mantenían en secreto. Pero llegué a entender que me estaban vigilando del Dakine. Se pasó los dedos por las comisuras de su boca mientras hablaba, acariciaba la barba que él no tenía. —Una vez convencido de que el presidente de la ciencia podía construir un QGP aquí, todo cambió. He pasado las últimas dos décadas de trabajo no sólo en eso, sino en la construcción del Filtro del Tiempo. Así que estoy bastante ajustado ahora. Incluso veo los muchos beneficios de vivir en el futuro. Pasó la mano por encima de las computadoras. —El equipo de laboratorio es muy superior a cualquier cosa que hemos tenido. He sido capaz de hacer mis QGP una vigésima parte del tamaño de la tuya. Y los científicos aquí son bien remunerados. Señaló el número de su placa. —¿Sabes lo que significa?


Él no esperó a que ella respondiera.

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—Esto significa que puedo tener lo que quiero. Comida, entretenimiento, las drogas. —Sus ojos recorrieron a Sheridan, demorándose en sus curvas de una manera que la hizo estremecerse—. Cuanto más importante es el proyecto, mejor remunerado son los científicos. Tú, querida, serás bien atendida. —¿En qué proyecto estaré trabajando? —¿No quedó eso claro? Sacó una de las sillas de la mesa y le indicó que se sentara. De mala gana ella lo hizo. Después de que se sentó, él se sentó en la silla junto a la de ella. Parecía haber olvidado que no sólo había dos Ejecutores en la habitación, también a Taylor que estaba sentada, sangrando, no muy lejos de ellos. —No he sido correctamente.

capaz

de

conseguir

que

mis

QGP

funcionen

Los labios de Reilly se crisparon con molestia al decir esto. —Ahora mismo no puedo mantener el flujo estable de energía suficiente para cualquier uso práctico. Ni siquiera puedo conseguir la corriente de plasma a la eficiencia que tenía tu prototipo. Las partículas virtuales siguen creando un campo repulsivo, y de vez en cuando me salen bosones de norma al aparecer, haciendo que los protones decaigan. Es por eso que tenía que traerte aquí: para ayudar a construir QGP. No tenía sentido para Sheridan. Si los QGP eran los Congeladores de Viajes del Tiempo que cambia a la gente en las ondas de energía el Filtro del Tiempo podría volver a configurarse de nuevo más tarde, ¿por qué construir más? —¿No estás preocupado por cambiar el pasado? —preguntó Sheridan— . Incluso los pequeños cambios pueden tener efectos desastrosos… Él no la dejó terminar. —No se trata de juguetear con el pasado. Deja que los historiadores se preocupen por eso. Se trata del ahora. Piensa en el poder que la QGP generará.


La silla se sentía rígida e incómoda en la espalda de Sheridan. —¿El poder? Estoy 400 años en el futuro, ¿y me estás diciendo que el mundo aún no ha resuelto la crisis energética? Reilly se echó a reír como si hubiera estado bromeando. 194

—Estaba hablando sobre el poder de un arma estratégica. Una persona no puede esconderse de la QGP. Si tienes su señal de ADN, y está dentro del rango, entonces zap. Lo puedes cambiar en una onda del flujo de energía. Con la modificación, las QGPs podrían utilizarse para llevar a cabo a grandes grupos de personas. Piensa en ello. Las guerras podrían ser ganadas sin destrucción física. La palabra destrucción cayó sobre sus orejas con un ruido sordo. Se llevó una mano a la garganta. —¿Quieres que te ayude a matar a gente inocente? Reilly golpeó una mano contra el costado de la mesa con un golpe fuerte. Sus ojos se abrieron con gran nitidez. —Ese es el punto. Las personas inocentes se salvarán. Es un arma que mata sólo a nuestros enemigos. No has estado aquí el tiempo suficiente para aprender sobre nuestra sociedad, pero hay grupos divisivos aquí: el Dakine y el DW. Podrían eliminarse completamente con el QGP. Un arma. Quería utilizar la máquina de Taylor como un arma. No, no la máquina de Taylor. Sheridan no podía permitirse pensar de esa manera, o habría un desliz. Era su máquina, y ella era valiente e inteligente, y no iba a dejar que algún científico de segunda clase le intimidase. —He visto lo suficiente de esta sociedad para saber cómo funciona el gobierno. No creo que confíe en tu juicio en cuanto a quiénes son los enemigos. Reilly cruzó la pierna, otro hábito que no había visto en el siglo XXV. —¿Te das cuenta de lo que sucederá si te niegas a ayudarme? Se te hará un lavado de memoria. Se te quitarán tus recuerdos, pero no tu inteligencia. Cuando los recuerdos se hayan ido, tendrán que enseñarte matemáticas y física de nuevo, pero en el proceso se te adoctrinará como a los nuestros. Entonces nos ayudas, y no tendrás ningún reparo en ello.


¿Por qué no ahorrarnos a ambos el problema? Nosotros, como se solía decir, haremos que valga la pena.

195

Sheridan se permitió echar un vistazo a Taylor. Su cabeza todavía estaba recostada en la silla, con los ojos cerrados. Cuando los remolinos azules no cubrían su rostro, se veían las marcas rojas que le hicieron la bofetada. —¿Qué va a pasar con mi hermana? —Se quedará en el Centro de Ciencias contigo. Si recibes un lavado de memoria, se le hará uno. Si trabajas con nosotros, va a ser atendida con creces. ¿Podría Sheridan proponer un trato? Podía prometer ayudar a Reilly mientras Taylor se iba. Antes de que ella pronunciase las palabras, se detuvo. Ese tipo de acuerdo sólo haría sospechar a Reilly. Si ella realmente acordaba ayudarlo, ¿por qué iba a querer que su hermana se fuera, en lugar de compartir los beneficios de sus acciones? Además, incluso si Reilly acordaba gratuitamente con Taylor, Sheridan no podía confiar en él para cumplir su palabra al respecto. ¿Cómo iba a saber si realmente dejaron a Taylor en libertad o simplemente se la llevarona alguna parte? Piensa, se dijo con tanta dureza cuando Taylor le había dicho la palabra. Creo que es a través de su manera. —Estás pensando en mi oferta —dijo Reilly—. Una sabía decisión. Confío en que llegarás a la conclusión correcta. Lo único que podía hacer Sheridan era comprar tiempo. —Quiero saber exactamente lo que voy a conseguir. Por escrito. Quiero saber cuánto salario, la cantidad de equipo, y las condiciones de vida que el gobierno va a garantizar por el resto de mi vida. —Es bastante fácil de hacer. Si fuera fácil, entonces ella no estaría poniendo una buena pelea. —Y no quiero uno de esos cristales puesto en la muñeca. Sus ojos se estrecharon.


—¿Por qué? —No me gusta la idea de que alguien me siga.

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—Todo el mundo tiene un cristal. Si no tuvieras uno, no tendrías una manera de comprar nada. —Golpeó la insignia en el pecho—. No serás capaz de mostrar tu rango. Había estado aquí mucho tiempo si pensaba que podría influir en su grado privacidad. —No voy a tener uno. Díselo al gobierno, si quieren mi ayuda, entonces no hay cristal. Reilly negó con la cabeza, sus mejillas balanceándose como las branquias de los peces. —El ser difícil no te servirá. —Las ideas son provocadas por los recuerdos —dijo—. Tal vez sí me hicieras pasar por un lavado de memoria, nunca seré capaz de duplicar mi éxito con la QGP. Tal vez las grandes ideas vienen solamente a una persona una vez en la vida. Piensa en eso y habla con tu gobierno. Sus labios se apretaron. —Está bien. Voy a hablar con ellos. Mientras tanto tú y tu hermana van a gastar su tiempo en prisión, las células, que es la cárcel en nuestro idioma. Tendrás tiempo para considerar la razonabilidad de tus demandas allí. —Bien —dijo ella. Tenía tiempo. Eso era todo lo que podía pedir.


197

Traducido por Princesa de la Luna Corregido por Pily

heridan estaba sentada sola en el piso de una habitación, con poca luz, no más grande que un armario. Hacía frío y olía a basura. Había esperado que Taylor estuviera con ella y que pudieran idear algún plan en conjunto, pero los Ejecutores habían llevado a Taylor a una habitación diferente. Los minutos se estiraron en horas. Ella sabía que no podía mantener la pretensión de ser Taylor por mucho tiempo. Entonces, ¿qué le pasaría a ella y, más importante aún, a Taylor? Sheridan se acostó, acurrucada en busca de calor, todavía pensando en todos los escenarios posibles, la contingencia y la opción que podía tener. La mayoría de los escenarios tenían malas terminaciones. Lavado de memoria o la muerte. En algún momento antes de dormirse, decidió que pensar estaba sobrevalorado. Se despertó cuando la puerta se abrió. Un Ejecutor estaba en la puerta con un gesto para que saliera. Se levantó, del suelo rígido y frío y caminó hacia la puerta. Todavía no tenía ni idea de lo que iba a decirle a Reilly. El Ejecutor se apoderó de su brazo y la sacó de la habitación. Sus pies eran torpes por el sueño, pero él la empujó por el pasillo de todos modos, susurrando—: Rápido. Tomaron un ascensor a otro piso, y luego fueron por un pasillo incoloro. Sheridan esperaba estar en una habitación con Reilly o Helix o por lo menos algunos esquemas de la QGP. En cambio, el hombre la llevó a una puerta de atrás y ella se apresuró fuera del edificio. Un coche esperaba cerca, zumbando ocioso. Esto no parecía correcto. ¿Dónde la estaba enviando Reilly a ella, y por qué alguien no le había explicado lo que estaba pasando?


198

Sus pasos vacilaron, pero el Ejecutor la sacó adelante, medio arrastrándola hacia el coche. La puerta se abrió y vio a Taylor tumbada lánguidamente contra el asiento. Su rostro estaba hinchado, tanto que los remolinos azules ya estaban hechos óvalos desiguales en sus mejillas y sus ojos parecían haberse encogido. Sheridan se subió junto a su hermana y sólo entonces se dio cuenta de que Echo y César estaban sentados frente a ellas. La puerta se cerró y el coche avanzó. La mirada de Sheridan corrió a Taylor, buscando otras lesiones. —¿Estás bien? —Sí —dijo Taylor, arrastrando la palabra—. Pero ¿qué demonios estabas pensando al decirle a Reilly esas cosas? —Estaba pensando que no quiero ver más tu cara utilizada como un saco de boxeo. César entró en la conversación, las cejas metal bronce aumentando a medida que hablaba. —Echo tiene un talento para encontrar chicas guapas. Es apasionante conocerte. Sheridan no respondió. Después de todo, César no sabía que podía entender. Se volvió a Echo en su lugar. —¿Estás traduciendo para Helix? ¿Es por eso que estás aquí? —Te estoy rescatando —dijo—. Es por eso que estoy aquí. —¿Rescatar? Ella se volvió en su asiento, mirando por la ventana para ver si los Ejecutores perseguían el coche. No vio nada, salvo el edificio cada vez más distante. Echo hizo un gesto hacia César. —Mi amigo tiene conexiones en el sistema de detención. Él pudo hacer posible que escaparas. Sheridan miró sobre César con más cuidado. Su barbilla sobresalía con confianza con actitud y arrogancia. Aunque sonreía, había algo duro y sus


ojos calculadores hicieron que Sheridan tuviese cuidado. Elise no le había gustado. ¿Era César uno de los malos amigos que habían llevado a Echo a enredarse en el Dakine? Tragó saliva y miró hacia otro lado. César debe ser Dakine. ¿Quién más podría tener conexiones en el sistema de detención? 199

Sheridan comprobó el panel de control para ver en qué calle estaban. El panel entero estaba a oscuras. —¿A dónde nos llevan? —A un lugar donde estarás a salvo —dijo Echo. —¿Dónde? ¿Fuera de la ciudad? —No es fuera de la ciudad. Sólo un lugar seguro. Taylor levantó la cabeza del asiento para sentarse más erguida. —Segura ¿Hasta cuándo? ¿Qué va a pasar con nosotras? Los ojos azules de Echo no vacilaron, pero su postura era tensa, nerviosa. —No tienes que preocuparte por eso. Lo que sólo hizo que Sheridan se preocupara más. Ella miró a la cara hosca de Taylor para después mirar al callado Echo, y luego a la sonrisa de César. Poco a poco se deslizó en una mirada lasciva. Se volvió de nuevo a Taylor. —¿Fuiste capaz de cuidar de…? Se interrumpió, sin saber lo que Taylor había dicho a Echo sobre el QGP o lo lejos que había conseguido ir con su plan para destruirlo. Taylor comprendió lo que le estaba pidiendo, sin embargo. —Funcionó —dijo—. Hemos desconectado el congelador. Eso, al menos, era un alivio. —Bueno —dijo Sheridan.


Se preguntó cuántas personas habían impedido ser raptadas en el futuro. Parecía injusto que ninguno sabría nunca el sacrificio que Taylor había hecho por ellos. César se inclinó hacia delante. 200

—Dile a Sheridan que espero este agradecida por su rescate. De muchas maneras. —No quisiera asustarla —dijo Echo. César se echó a reír, una risa gutural profunda que llenó el coche. —Soy estupendamente aterrador, ¿no? Dile que yo creo que es deliciosa. La mandíbula de Echo se puso rígida, pero se dio la vuelta de César a Sheridan. —César dice que le gustaría comer. ¿Te interesa? —Uhm, no. Echo se volvió hacia César. —Ella no está interesada. La sonrisa de César no vaciló. —Dile que yo sé cómo crear interés. Dile que voy a volar a lugares a donde no puede ir en un centro de realidad virtual. Echo se volvió a Sheridan. —No sonrías a César. Sólo confía en mí en esto. Ahora, di algo y mueve la cabeza. Sheridan negó con la cabeza. —Gracias por el aviso. No estoy sonriendo. Echo disparo a César una mirada de disculpa. —Ella dice que gracias, pero ahora está sólo interesada en mí. —¿Tú?


César se recostó contra su asiento y exclamó—: La niña no tiene coraje. Y lo que fuera coraje, ella no lo quería. Echo dijo—: César espera que estés feliz con su alojamiento. 201

¿Feliz? Estaba contenta de estar lejos del Centro de Ciencias y Reilly, pero ¿cómo iba a estar feliz si fueron rescatadas por Dakines? Sólo quería decir que en lugar de verse obligadas a trabajar para el gobierno, se verían obligadas a trabajar para el Dakine. Y si el Dakine sabía de la QGP, bueno, no había manera de que Sheridan pudiera ayudar a Taylor a continuar. Echo ya sabía quién era. Nadie habló durante unos minutos. Sheridan observaba los coches pasar y se preguntó cómo eran de fuertes los sentimientos de Echo por ella. Cuando su lealtad al Dakine entrara en conflicto con sus sentimientos por ella, ¿qué pasaría? Las imágenes del noticiero Allana y Joseph pasaron por su mente, y ella sabía la respuesta. Él no la protegería. Tenía la boca seca. —¿Saben Jeth y Elise dónde estamos? —No —dijo Echo—. No podemos decir a nadie dónde están o el gobierno podría encontrarlas. Ustedes han desaparecido de la vida principal de la ciudad. Yo me ocuparé de ti. Su mirada se deslizó involuntariamente a César. —¿Tú y tus amigos? —Necesito su ayuda. —A cambio de su ayuda, ¿qué les debemos? —Hablaremos de eso después. Así que él no iba a decirle nada. Tal vez había dejado que Caesar le diera los detalles junto con sus expectativas de gratitud. Sheridan se recostó contra el asiento, apretando los puños, luego se obligó a soltar su agarre y relajarse. Se volvió a Taylor y le dijo—: Hemos pasado de la sartén al fuego. Taylor asintió con la cabeza y cerró los ojos.


Fue tal vez una hora después que el coche se detuvo. Sheridan no podía estar segura de lo lejos que habían viajado. Después de que habían conducido a pocos kilómetros, Caesar les tapo los ojos a Taylor y Sheridan para mantener la vía en secreto. Por lo que sabía, el coche pasó en círculos la mitad del tiempo. 202

César podría haber evitado el dramatismo. Sheridan probablemente no habría sido capaz de encontrar su camino alrededor de la ciudad con un mapa, y mucho menos dar a alguien la localización de la guarida Dakine. Y a pesar de que Echo les dijo que el secreto era para su protección, Sheridan no se lo tragó. Él sólo estaba haciendo más difícil para Taylor que escapase. Una vez que estuvieron sentados en el interior del edificio, Echo dejó las vendas fuera. Sheridan entrecerró los ojos contra la luz y miró alrededor de la sala más elaborada que había visto en el futuro. Grandes franjas de tela de terciopelo colgaban desde el techo hasta el suelo, fluyendo alrededor grandes imágenes del paisaje de la ciudad. El suelo parecía una enorme losa de mármol color beige, pero tenía una sensación suave y acolchada. Hojas de oro pintadas se arrastraron por el suelo, paredes y techo. Sillas de gel verde bosque se colocaron alrededor de la mesa de vidrio larga. Obviamente, el Dakine tenía los medios económicos para costear lujo. Una joven mujer trajo platos de bocadillos de jamón y ensalada de pasta. Sheridan miró su sándwich con cuidado. Parecía jamón y olía a jamón. Para ser personas que aborrecían la idea de comer carne animal, ciertamente dedicaban una gran cantidad de tiempo para duplicar su experiencia. —No tiene sentido —dijo Sheridan a Taylor después de su segundo bocado—. Nos acusan de comer a todos los animales, a continuación, crean comida que sabe exactamente como la carne. Taylor mordisqueó demasiado.

su

emparedado,

sin

abrir

su

boca

herida,

—Las personas no tienen sentido. Incluso en nuestro tiempo, la mayoría de las personas nunca habrían matado una vaca o un cerdo sin piel, pero nos pareció mejor que nada recoger hamburguesas y perros calientes en la tienda de comestibles.


Echo puso su nuevo emparedado en el plato con un suspiro. —Estás hablando de comer animales muertos, ¿no es así? —Lo siento —dijo Sheridan. 203

Taylor abrió la boca para tomar un bocado y se estremeció. Sheridan miraba. —Creo que un medico debería echar un vistazo en tu boca. —¿Por qué molestarse? —dijo Taylor—. Probablemente haya alguien nuevo que me golpee antes de la noche. César dejó el tenedor sobre la mesa con un sonido metálico ruidoso. Su boca se torció en las esquinas. —Ella dijo la palabra doctor, ¿no es así? ¿Qué está diciendo? Echo cogió su bocadillo de nuevo. —No quería decir lo mismo que en el siglo XXI. Sheridan sólo estaba sugiriendo que Taylor tiene una herida médica en su boca. Entonces Sheridan —dice Eco— La palabra que usamos ahora es med. Si dices doctor, la gente pensará que eres religiosa. —Soy religiosa. Bajó la voz, y ella sabía que él la estaba advirtiendo. —Sheridan, tienes suficiente sentido para valorar tu vida. Si no es por tu bien, entonces por Taylor. Ella te necesita, tú lo sabes. Sí, Sheridan lo sabía. No se había dado cuenta de cuánto Taylor la necesitaba hasta que había visto a Reilly pegarle, pero ahora Sheridan entendió. Taylor tenía que ser protegida a toda costa. —Además —continuo Echo— no adoras al médico. Ustedes adoran… Se detuvo, inseguro. —El Mesías —terminó Sheridan. Las cejas de Echo se juntaron.


—No conozco esa palabra. —Significa 'el ungido' en hebreo —dijo Taylor. —¿Ungido para hacer qué? —preguntó Echo. 204

Sheridan y Taylor respondieron. Su mente se había ido de repente en otra dirección. Se le ocurrió cuántos nombres diferentes de personas religiosas tenían por Dios. Los Cristianos usaban Padre Celestial, el Creador, el Rey de Reyes y Señor de Señores, entre otros. El judaísmo tenía tanta reverencia por el nombre de Dios que los judíos no lo escribían a menudo, y cuando lo hacían, no lo deletreaban todo el tiempo. Cuando hablaban, utilizaban palabras como Elohim o Adonai que significa "autoridad" y "maestro." Los musulmanes utilizaban el nombre de Allah, que literalmente significa "el único Dios verdadero", pero tenían otros nombres que se utilizaban también. Cuando agregas el hinduismo y otras religiones también, debe haber cientos de nombres diferentes. O al menos lo había sido. ¿Qué términos utilizarían las personas religiosas en el siglo XXV? No es el Buen Pastor, que era el término favorito de su padre. No tenían pastores o, según Eco, ovejas. La referencia no tendría sentido. ¿Qué metáforas usarían ahora? Los médicos curan las personas, los salvan de la muerte, dan a luz la vida. ¿Podría ser un médico lo que la gente utiliza como la palabra para Dios? Echo había dicho que los fieles querían la libertad de creencias. ¿Eso incluía la creencia religiosa? Quería preguntarle sobre ello, pero Taylor estaba explicando la vida después de la muerte a Echo y diciéndole cómo la gente tendría que rendir cuentas por sus actos. Echo finalmente negó con la cabeza. —No puedes hablar de tus ideas a nadie. Si la gente te entiende, pues, estas muy cerca de la clase de cosas que los adoradores de médicos dicen. Sheridan sintió una esperanza dentro de ella, volver a la vida otra vez. Ella sonrió. La religión no se había ido. Más que nunca, quería encontrar a los Devotos del Doctor(DW).


—¿Qué más sabes de ellos? —preguntó a Echo—. Quiero oír todo. —No —dijo firmemente Echo—. Si digo más, mi amigo sospechará. Entonces Echo dijo a César —: Ellos no tenían nuestra cultura de doctores en el siglo XXI. Tienen curiosidad. Les estaba explicando. 205

—¿No eran fieles al médico en los años veinte? Caesar resopló y terminó el último bocado de su emparedado. —Le dicen a todo el mundo que han estado en la tierra desde el primer amanecer. Es una doble pena que no podamos utilizar estas chicas para exponerlas, pero entonces, nuestros huéspedes tienen cosas más importantes que hacer. Echo no respondió, simplemente volvió a su comida. Sheridan comió en silencio también, preguntándose exactamente lo que el Dakine esperaba que hicieran.

qué

era


206

Traducido por Princesa de La Luna Corregido por Ariannys

uando terminaron de comer, Caesar les dio comunicadores a Taylor y a Sheridan, luego las llevó en un recorrido por el edificio. Echo fue adelante, la interpretando lo que decía Caesar. Sheridan se sintió incómoda todo el tiempo, como si pudieran mostrarle algo terrible. En su lugar, caminaron por las salas de reuniones anteriores y habitaciones de los residentes, luego al Centro de Ordenadores. —Esto —dijo Caesar mientras caminaban —es donde pasará Echo la mayor parte del tiempo. Echo no tradujo esa parte del comentario de Caesar. En cambio, continuó repitiendo las instrucciones de Caesar acerca de lo que podía y no podía tocar, que las habitaciones estaban fuera de los límites, y cómo se necesita obtener la supervisión antes de acceder a cualquier cosa. Echo les dijo, con firmeza, que jamás podrían abandonar el edificio por sí mismas. No era seguro. —No tienen ni idea acerca del sistema de alarma —dijo Caesar a Echo —Vamos a probar sus intenciones, haciéndoles creer que podían irse si quisieran. Echo no dijo nada, y Sheridan mantuvo el rostro impasible, inexpresivo. Caesar y Echo hablaron durante unos minutos acerca de algo que se llama el proyecto Prometeo, luego Echo los llevó por el pasillo hasta una oficina. —Lobo dirige este edificio —dijo Echo —Él quiere hablar conmigo y conocerte.


Cuando entraron en la sala, un hombre se levantó de la mesa. Su cabello plateado brillaba como el cromo, y Sheridan no podía dejar de notar el número de su rango, 522. Lobo era alguien importante. Echo se puso rígido, su nerviosismo le presencia tangible.

hacía sombras como una

207

—Caesar dijo que quería conocer a las chicas. Se trata de Sheridan— dijo, haciendo un gesto hacia ella —y esa es Taylor. Lobo se paseó alrededor de su escritorio, observándolas. —Estas son las corredoras de tiempo, ¿costoso error del gobierno? —Sí —dijo Echo. —¿Tienen alguna habilidad? —En su tiempo eran estudiantes. La mayor parte de lo que han aprendido no es útil para nosotros. Lobo se pasó la lengua por una hilera de dientes de plata rectas. —Ellas no tienen cristales de seguimiento. Eso podría ser útil para nosotros. Habían hecho efectivos asesinos, incluso si alguien tenía un detector de señal de interferencia. Dió pasos lentos alrededor de Sheridan y Taylor, sin dejar de mirar a través de ellas como si fueran ganados y él fuera a realizar su adquisición. —¿Cuánto tiempo hasta que puedan entender nuestra lengua? —Aprender nuevas lenguas lleva meses —dijo Echo —A veces años. Sin embargo, la lengua que hablamos se basa en ellos, no debería ser tan largo. Me imagino que van a ser capaces de entender en pocas semanas. Tal vez un mes. Desde luego adivinó mal. Aún así, Sheridan mantuvo su rostro inexpresivo. —Ayúdalas —dijo Lobo —Tienen que ser reeducadas tan pronto como sea posible. Echo asintió.


—César quería que yo trabajara en el proyecto Prometeo, pero sus órdenes serán lo primero. Lobo hizo un gesto de rechazo hacia ellos.

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—Infórmame de vuelta en una semana y dime si sus habilidades lingüísticas están listas. Echo no se movió. —Una semana no es tiempo suficiente para volver a aprender cómo pronunciar cada palabra en un idioma. Lobo ya regresaba a su escritorio. —Creo en tus habilidades, Echo. Siempre lo he hecho. Además, no podemos retrasar el proyecto Prometeo demasiado tiempo, ¿verdad? Echo asintió, y luego hizo un gesto a Sheridan y a Taylor de que era hora de irse. Cuando estaban a punto de pasar por la puerta, Lobo gritó—: Y, Echo, haz terminado con tu tiempo de duelo, ¿no es así? Echo dejó de caminar. Su postura se puso rígida. Sheridan vio un destello de odio en sus ojos, pero al momento siguiente ya no estaba, se evaporó como una gota de agua sobre una estufa caliente. Él se volvió hacia Lobo, y cuando Echo, ninguna emoción se derramó en su voz. —Nunca voy a terminar mi duelo por mi hermano. Lobo se sentó, indiferente e impasible. —Todos somos aficionados a nuestras familias, pero cuando te has unido a nosotros, nos convertimos en la única familia que importará. Tú entiendes eso. —Sí, lo entiendo. —La necesidad de protegernos tiene prioridad. Te permitimos tener tiempo para ti mismo, ya que no fue tu culpa, pero ahora, pues, esperamos más de ti. Echo asintió. —Voy a hacer mi mejor tiempo con las corredoras.


Lobo se reclinó en su silla.

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—Tienes toda la responsabilidad por ellas. No me decepciones. Incluso después de salir de la habitación, la sensación sofocante de tensión se mantuvo flotando sobre ellos. Echo estaba apretando la mandíbula. Nadie hablaba. Mientras caminaban por el pasillo, Echo tomó la mano de Sheridan en la suya. Él tiene toda la responsabilidad de nosotras, pensó Sheridan, y está preocupado por eso. Sabe que nosotros trataremos de escapar, y no nos puede dejar. O tal vez estaba siendo demasiado sospechosa de sus motivos, de él. No le había dicho quién era Dakine a Taylor. Por otro lado, el Dakine había asesinado a su hermano y a la novia de Echo, y sin embargo, increiblemente todavía estaba trabajando para ellos. Lobo había dicho que no era culpa de Echo. Seguramente eso significaba que Echo no había solicitado sus asesinatos en un ataque de celos porque Allana escogió a Joseph sobre él. Pero entonces, ¿cuál fue la razón por la que Joseph y Allana murieran? Echo dejó a Sheridan y Taylor en un dormitorio. Tenía media docena de camas de gel empujando contra dos de las paredes. Aparentemente no estaban durmiendo solas, aunque no había nadie más en la sala en ese momento. Estantes, cajones, y vanidades se alineaban en las otras dos paredes, y las computadoras estaban en un escritorio multiusos en el centro de la habitación. Echo señaló la puerta del baño, el armario donde encontrarían ropa, y un plato sobre la mesa lleno de bolas de colores que parecían enormes canicas. —Golosinas —dijo —En caso de que quiera algo dulce. Echo no parecía estar viendo algo que les mostró. Sus ojos tenían una mirada distraída. ¿Quería decirles a Taylor y a ella que estas personas eran Dakine? ¿Admitirá Lobo que quería entrenarlas como asesinas? Echo se acercó a uno de los equipos. —Lobo quiere que te enseñe nuestra forma de hablar. ¿Puedes entender algo de nuestra lengua?


—No realmente —dijo Taylor. Echo asintió.

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—Voy a ayudarte, pero tengo que irme ahora mismo, así que quiero que escuches las conversaciones en la computadora y repitas lo que escuchas. Puedes hacer eso mientras estoy fuera, ¿verdad? Él pasó las manos por el teclado, el acceso a programas de televisión para niños. Mostraba una niña hablando con muñecos animados. Ellos estuvieron, como es lógico, discutiendo lo mucho que me encantó la ciudad. Echo se enderezó. —Consigue una idea de la forma en que decimos las vocales y consonantes. La mayor parte del sonido es igual que siempre, y ese sonido es como el correo de largo. Si una palabra termina en vocal o n o s, la penúltima sílaba se tensiona. De lo contrario es la última sílaba. R se gorjea. Taylor se sentó a la mesa, obediente, vio a la chica, e hizo una mala imitación de la sentencia. Echo le dirigió una sonrisa forzada. —Sigue practicando. Estaré de vuelta tan pronto como pueda. Sheridan no se movió. —¿A dónde vas? —Al Centro de Ordenadores. Tengo mucho trabajo que hacer. Así, a pesar del hecho de que Echo acababa de decirle a Lobo que su prioridad sería enseñar a Taylor, Caesar tenía razón. Echo iba a pasar su tiempo en el Centro de Ordenadores. No, ¿Echo decía la verdad a alguien? Sheridan frunció el ceño y esperó a que se fuera. En lugar de salir por la puerta, Echo suspiró y tomó su mano. La empujó detrás de un espejo de cuerpo entero independiente, por lo que fueron bloqueados de la vista de Taylor. —No uses esa expresión, Sheridan; Volveré tan pronto como pueda. Ah, y no salgas por las puertas. Tienen alarmas.


Por lo menos, le había dicho la verdad sobre eso. Aún así, Sheridan no cambió su expresión. —¿Somos prisioneras aquí, entonces?

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—Tú acabas de venir de una sala de detención, me dirás, ¿crees que esto lo mismo? —Podría ser. ¿Quiénes son esos amigos tuyos, Echo? Su mirada dejó la cara y se extendió por toda la habitación. Buscando... ¿qué? —No puedo hablar de eso ahora. No puedo hablar de un montón de cosas. Vas a tener que confiar en mí, ¿de acuerdo? Él le dio un apretón. —¿Todo bien? Sheridan dejó escapar un suspiro de exasperación. —Echo, he sido perseguida por los Ejecutores, tirada, y arrastrada a una habitación donde vi a Taylor que había sido golpeada, a sabiendas de que iba a ser la próxima. Luego me llevaron a una sala de detención, llevada a tu coche, con los ojos vendados, y traído a este lugar. No sé nada acerca de estas personas, excepto que te ponen nervioso, y en este momento, me estoy quedando sin confianza. —¿Quedando sin confianza? —repitió. —Quiero saber qué está pasando. ¿Son estas personas Dakine? Él se acercó a ella. —No digas esa palabra. No se supone que tienes que saber lo que significa y nos puedes meter en problemas. Ella gimió para sus adentros. Él no iba a darle ninguna respuesta. —Escúchame, Sheridan. Echo puso las manos sobre sus hombros y le susurró: —Pase lo que pase a cualquiera de nosotros, esto es lo que necesitas saber. Me preocupo por ti. Estoy haciendo todo lo posible para ayudarle, para ayudarnos a todos nosotros. ¿Me crees?


Ella lo miró a los ojos azules y deseó no haber hecho esta pregunta en particular. ¿Cómo iba a creer? Y sin embargo, ella quería, y por su propia seguridad, por Taylor, Sheridan no podía decir que no. —Sí —dijo ella. 212

Se inclinó y le dio un beso suave en los labios. —Voy a volver pronto. Él le dedicó una sonrisa al salir, una sonrisa que parecía completamente genuina y cariñosa. Era increíble cómo podía sonreír de esa manera y al mismo tiempo ser Dakine. Y era increíble cómo podía saber que era Dakine y todavía sentir latir su corazón más rápido porque él sonrió.


Traducido por Princesa de la Luna Corregido por Pily

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heridan miró a Echo, luego se acercó a la computadora, observando que el programa infantil ya había desaparecido de la pantalla. Taylor había cambiado la función de la computadora. Sus manos se movieron rápidamente a través del teclado, el acceso a lo que parecía ser una pantalla llena de números y garabatos. Sheridan miró a la pantalla. —¿Qué estás haciendo? Taylor no apartó los ojos de la pantalla, simplemente levantó una mano para indicar que quería silencio. Finalmente dijo—: Si hay una función de grabación en este equipo, no se encenderá ahora. Ninguno de los sensores de datos. Podemos hablar. —Bueno —Sheridan se deslizó en la silla junto a Taylor—. Entonces, ¿qué hacemos ahora? Taylor salió de una página y plantó otro. —Vamos a salir de aquí tan pronto como pueda averiguar cómo desactivar las alarmas en las puertas. —¿Qué hay de Echo? —Supongo que tendrá que encontrar otras chicas para entrenar como asesinas. Sheridan suspiró, incapaz de abandonar a Echo tan fácilmente. —Él dice que nos está ayudando. —Sí, él dice muchas cosas. ¿Te ha dicho que me abordó en el Centro de Ciencias, me entregó a los Ejecutores, y luego nos devolvió a las dos a la Dakine? —Él no tenía un montón de opciones, ¿verdad?


Taylor mantuvo sus ojos en la pantalla, hojeando filas de números y signos. —Mira, sé que el chico está caliente, pero a pesar de esa cualidad, no confío en él. Por lo tanto no se le puede decir nada acerca de nuestros planes de fuga. 214

—¿No es posible que él está tratando de alejarse de la Dakine? Taylor gruñó de la forma en que siempre lo hacía cuando Sheridan no se daba cuenta de lo obvio. —A juzgar por nuestras opciones de alojamiento, yo diría que no. —¿No has visto el aspecto que tenía cuando Lobo mencionó la muerte de Joseph? Era puro odio. —Puede haber sido el odio a Joseph. —Creo que Echo ha cometido errores, pero es básicamente bueno. —Escucha —dijo Taylor, girando en su silla hacia Sheridan—. Dejé de tomar la última decisión importante. En vez de mirar por nosotras y escapar a primera hora de la mañana, fui al Centro de Ciencias y destruí mi QGP. —En todo este tiempo Reilly ha golpeado mi cara, empecé a cuestionar la sabiduría de esa decisión. Así que esta vez no estamos entrando en el terreno moral. No estamos confiando en la bondad de la naturaleza humana o en su novio el señor del crimen. Nos vamos solas. Taylor se volvió hacia el ordenador, tecleando rápidamente. Sheridan miró, observando su rostro hinchado de nuevo. —No te arrepentirás de tu estancia para destruir la QGP, ¿verdad? Piensa en las vidas que has salvado. Taylor siguió escribiendo. —Ahora mismo estoy muy ocupada pensando en mi propia vida. Sheridan no dijo nada más. No se podía discutir con Taylor cuando estaba así. Una red apareció en la pantalla. Taylor la examinó.


—Estamos en el cuadrante dos C en el distrito de descarte de basura, justo DAB al lado de una pared de la ciudad. Procesan basura aquí. Una sonrisa cruzó su rostro cansado.

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—Estoy segura de que la ubicación es muy útil cuando el Dakine quiere deshacerse de sus cuerpos no deseados. —¿Lo dice en el ordenador, o simplemente adivinas? —No lo creo. Hago deducciones educadas. Taylor va a otra pantalla y luego otra. Algunas tenían palabras en ellas, pero la mayoría eran números y garabatos. Con cada nueva página de datos, su expresión se volvió sombría. —Si yo no supiera ya que Echo estaba involucrado con esta gente, lo haría ahora. Estos programas son obra de sus manos. —¿Él escribió los programas de ordenador Dakine? —Me mostró las lagunas en los programas del gobierno, pero cada uno se conecta aquí. Él sabía cómo usarlos, así que sabe cómo evitar que se utilicen. Aplica más presión para el teclado de la necesaria. —Las alarmas están controladas por el sistema informático, pero no puedo conseguir más allá de la red de seguridad sin un análisis de ADN aprobado. También ha bloqueado la cerradura de la sala de armas, el diseño del edificio, el personal de archivos casi cualquier cosa que pueda ser útil para nosotras. Oh, mira, el Dakine tiene su propio conjunto de vehículos, y no puedo llegar a ellos tampoco. Pasó a otra pantalla, una lista de nombres y cifras. —Debería haber sabido que me iba a encontrar esto. El Dakine tiene seguimiento de rango de todos. Apuesto a que si se les paga lo suficiente, están dispuestos a reorganizar algún número para ti. Taylor escribió el nombre de Jeth, luego encontró su foto en una lista de nombres similares. Su número era de 4.583.776. —Ouch —dijo—. Eso tiene que doler.


Luego tecleó el nombre de Echo. Su fotografía apareció con el número 98704. Taylor dejó escapar un silbido.

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—Eso no es nada de qué avergonzarse. Él está en el uno por ciento de la población. ¿El uno por ciento? El número hizo a Sheridan hacer una pausa. Ella nunca estaría en el uno por ciento. No en este período de tiempo o en el viejo. Echo probablemente lo sabía. ¿Podría estar realmente interesado en ella? Le molestaba que este pensamiento siquiera le hubiera pasado por la cabeza. Puesto que no existía. En realidad no. Taylor dejó el ranking y se fue a otro sitio. Sus dedos dejaron de desplazarse por las teclas. —Aquí hay algo interesante. —¿Qué? —Supongo que no sienten la necesidad de proteger esta información. —¿Qué? —Sheridan volvió a preguntar. —Hay puertas que dan a Traventon en el cuadrante dos C; trabajadores de la ciudad las utilizan para llevar la basura no reciclable al exterior. Cualquier persona que utiliza esas puertas tiene que tener su señal de aprobación y estar protegida temporalmente por el gobierno o van a recibir un golpe mortal del campo de fuerza de la ciudad. —El Dakine tiene un programa oculto de los recortes en el gobierno, para que puedan bloquear sus señales y el uso de las puertas. Taylor se echó hacia atrás con una sonrisa satisfecha. Por supuesto, Echo ha instalado hábilmente los dispositivos de seguridad en torno a ese programa, por lo que no se puede acceder a él. —Pero no es necesario —Sheridan termina por ella— porque no tenemos señales para bloquear. Taylor sonrió, la tensión reflejándose en sus hombros.


—Si podemos salir de este edificio, se puede salir de la ciudad. Sheridan cogió el tazón de golosinas y se metió un trozo en la boca. Chocolate. Eso no había cambiado en cuatro siglos. Vació la mitad de la copa en los bolsillos de su vestido, luego le entregó el resto a Taylor. 217

—Vamos a necesitar algo de comer mientras estamos allí. Taylor no tomó el caramelo. —Si alguien nos pilla con la comida en nuestros bolsillos, sabrán que estamos haciendo algo. —O van a pensar que somos adictas al chocolate. Venimos desde el siglo XXI. Taylor cerró una pantalla y se fue a otra. —Si somos capaces de manejarlo, vamos a tomar el caramelo justo antes de escapar. Pero tendremos que hacer un poco de búsqueda de alimento, una vez que dejemos la ciudad. Por suerte, estamos acostumbradas a la intemperie. Sheridan tomó otro puñado de caramelos. —Nunca nos hemos alimentado solas en nuestras vidas. —Si se ve como ortigas o la hiedra venenosa, no vamos a comerlo. La concentración de Taylor regresó a la computadora, sus dedos daban ya puñetazos en una sucesión de números y letras. —Voy a encontrar una forma de evitar las alarmas. No estoy a punto de ser deshecha por ese glorificado profesor de Inglés. Glorificado profesor de Inglés. Honestamente, Taylor ni siquiera recuerda que Sheridan había planeado ser una profesora de Inglés. Sheridan apareció con otra bola de chocolate en la boca. —Simplemente no puedes soportar la idea de que alguien sea tan inteligente como tú. —No, puedo soportar la idea de alguien sea tan inteligente como yo, pero no Echo.


¿Por qué no él? ¿Porque le gustaba Sheridan en vez de ella? ¿Acaso piensa Taylor que mostró una evidente falta de inteligencia? —Porque en vez de hacer algo útil, el hombre se unió a la mafia y estudió las palabras de la vida. 218

Sheridan se reclinó en su silla. —¿Qué te molesta más? Taylor dio una mirada exasperada a Sheridan. —Tendría que haber sido un ingeniero, un científico, un investigador. Podría haber sido alguien grande. —¿Y las personas que usan y estudian las palabras nunca son grandes? —Están muy bien cuando se necesita un buen libro, pero aún ahí, hay que admitir que ninguno de los avances importantes en la sociedad, los avances en la ciencia, la tecnología y la medicina, fueron descubiertos por los grandes Escritores. Y la ciencia, la tecnología y la medicina eran, por supuesto, donde se han hecho los únicos avances válidos de la sociedad. Sheridan normalmente lo habría dejado pasar. Esta vez no lo hizo. —Las palabras se crean para pensar. Cambian los pensamientos de la sociedad. —Tal vez, pero las palabras no crean automóviles, chips de computadoras, o penicilina. Si todas las grandes mentes hubieran estudiado las palabras, tendríamos algunas novelas muy buenas que podríamos leer a la luz de las velas en nuestras cuevas. Sheridan se apartó de la mesa. Taylor tenía que trabajar en el equipo, no debatir los méritos de la profesión literaria. Aún así, se molestó. Sheridan podría no ser capaz de entender las funciones del ordenador a primera vista o inventar máquinas que cambiaran la materia en energía, pero eso no quería decir que no era inteligente en otras áreas. Cuando Taylor murmuró amenazas contra la computadora, Sheridan sacó el espejo todo lo que pudo para bloquear la vista desde la puerta. De esta manera, si Echo regresara pronto, o si alguien más entrara en la


habitación, no vería lo que estaba haciendo Taylor. Entonces, debido a que Sheridan necesitaba una excusa plausible para haber movido el espejo, tomó algunas de las cosas enjoyadas de la recepción y se las pegó en el pelo. Parecía ridícula, pero al menos podía fingir que había estado acicalándose frente al espejo. 219

Después de un rato, se asomó por el espejo hacia Taylor. —¿Ha habido suerte? —Está bloqueado todo lo que pueda encontrar por este cifrado. Ni siquiera es un bloque de dos dimensiones, es en tres dimensiones. Lo que eso significaba. Taylor empujó su silla de la mesa y se pasó las manos por el pelo. —Es imposible de evitar esto. —Entonces vamos a encontrar otra manera de conseguir lo mismo. ¿Podemos engañar a alguien para que nos lleve afuera? —No lo creo. Sheridan volvió su mirada hacia el espejo, devolviéndole la reflexión de la chica con ojos dorados. —¿Qué sucede cuando se activa la alarma? —Un fuerte ruido resuena a través de los altavoces, y todas las puertas del edificio se bloquean automáticamente. Sheridan consideró esto. —¿Podrías cambiarlo para que la alarma se apague, pero todavía en un tono alto, tal que nadie puede escucharlo? Y entonces la puerta... —El nivel de ruido no se puede cambiar —dijo Taylor con amargura —. Es parte de la puerta, no forma parte del programa. —¿Podrías hacer que las alarmas se apaguen continuamente? Si ellas no funcionan, entonces el Dakine tendría que desactivarlas. La frustración se derretía lentamente de la cara de Taylor. Levantó la vista hacia el techo como si estuviera tomando en cuenta las ecuaciones invisibles escritas allí.


—Eso podría funcionar. Mientras esconda el problema para que no se pueda arreglar fácilmente… Volvió su atención a la computadora y tecleó una línea de números y letras en el teclado. 220

—Si lo hago ver como si fuera parte de la programación original... la próxima vez que se encienda a través de un reajuste... No terminó de decir la frase, sino que se mantuvo escribiendo.


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Traducido por Princesa de la Luna Corregido por Ale Rose adie cuestionó la presencia de Echo en el Centro de Ordenadores. Se registró, se sentó frente a una computadora y accedió a los paneles de control en lo que esperaba fuera de una manera natural. Ése era el problema. Él había estado tenso durante tanto tiempo, se había olvidado de cómo actuar natural. ¿Alguien aquí se había dado cuenta de que actuaba de manera diferente? Pero quizá lo esperaban. Después de todo, acababa de convertirse en un fugitivo del gobierno, separado de su padre y todo lo que había en su vida anterior. Parecería más natural si actuaba como el viejo Echo, feliz y despreocupado. Trajo el programa Prometeo a pantalla y le dio un bucle de algoritmo para ejecutar lo que él podría hacer, su verdadero trabajo, sin ser detectado. Elise era todavía la única posibilidad de una salida segura de Traventon. Tenía que ponerse en contacto con ella. Era arriesgado enviar un mensaje a su comunicador, sin embargo. Si los Ejecutores la tenían bajo custodia, estarían vigilando su comunicador de información. Podrían utilizarlo para ponerle una trampa. Pero eso era sólo si ellos la hubieran tomado en custodia. Jeth y Elise no podían ser culpados por la pérdida de las corredoras del tiempo. El Dakine las había tomado de las propias salas de detención del gobierno. Sin embargo, los Artífices de la Palabra podrían estar en problemas por las cosas que habían sucedido antes, cuando Echo estaba con Taylor y Sheridan y escaparon del Centro de Historia. Esperemos que Jeth y Elise pudieran convencerlos de su inocencia, o al menos echarle la culpa a Echo. Por ahora, el gobierno ciertamente se


había dado cuenta de las contradicciones de la historia de Echo en el Centro de Ciencias. Estaban buscándole a él. Estaba seguro de ello.

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¿Tendría su padre el sentido de la culpa hacia Echo, o tendría que dar paso a la lealtad paternal y defenderlo? Echo veía de pie a Jeth frente a Helix, el enojo en su rostro brillando, tan brillante como los círculos verdes que llevaba. —Por supuesto Echo ha desaparecido junto con las corredoras del tiempo. El Dakine sabía que necesitaban un traductor para hablar con las chicas, por lo que lo secuestró también. ¿Cómo pueden acusarlo de delitos cuando deberían encontrarlo y liberarlo? ¡Me pondré en contacto con el propio alcalde para hablar de esto! Sí, Jeth probablemente defendería a Echo, de la misma manera que lo había defendido de cualquiera que implicaba que Echo tenía algo que ver con la muerte de Joseph. Jeth defendería a Echo aunque no creía en su inocencia. Sangre, Echo echaría de menos a su padre. No se había dado cuenta de lo grave de la situación hasta este momento. La idea de no escuchar la voz de nuevo, su continuamente alegre voz trajo un dolor agudo en la parte posterior de la garganta de Echo. Tragó saliva, dio unos golpecitos con los dedos sobre el teclado, e ignoró el dolor lo mejor que pudo. Si supiera con certeza que su padre estaba a salvo. Y entonces Echo se dio cuenta de que podría saberlo. Los ordenadores Dakine tenían un enlace empalmado con los gubernamentales. Pudo comprobar el registro de detenidos para ver si Jeth y Elise se enumeran como prisioneros. Echo hizo el enlace con rapidez, con un poco de miedo de que alguien en el Centro de Ordenadores pudiera atraparlo, pero al mismo tiempo sintiéndose justificado al hacer la búsqueda. Incluso si él no hubiera estado planeando enviar un mensaje a Elise, todavía quería saber lo que le había sucedido a ella y a Jeth. El líder del Centro de Ordenadores se pondría loco porque Echo no se apropió de la autorización antes. La lista apareció en la pantalla. Echo la examinó. Con cada nombre desconocido, su esperanza se levantaba. Jeth y Elise no figuraban en el registro de la detención, y unos minutos más tarde encontró con que no


estaban previstos para lavarles los recuerdos tampoco. Ellos estaban a salvo por ahora. Le hubiera gustado hacer un seguimiento de los cristales de Jeth y Elise para averiguar dónde estaban, pero era demasiado peligroso. El gobierno podría rastrear la señal de nuevo hacia él. 223

Echo pasó unos minutos más con búsquedas recientes de interlogs en el Centro de Ciencias buscando ya sea el nombre de Sheridan o de Taylor, cualquier cosa que le diera una indicación de la cantidad de científicos que sabían acerca de ellas. ¿Sabían con certeza que Taylor era realmente Tyler Sherwood, y si lo hacían, eran lo suficientemente tontos como para indicar este hecho en sus registros? Tanto el gobierno como los científicos deben saber que el Dakine llevaba la cuenta de sus hechos. Echo encontró el archivo clasificado del Filtro de Tiempo. Bordeó el cifrado, codificó y entró. Se enumeraban las estadísticas médicas de Taylor y Sheridan, luego daba un registro detallado de las entrevistas de los Artífices de la Plabra que habían ayudado. Luego vino el mandato del arresto de Taylor y Sheridan. El cargo: retención de información. Alguien había puesto en duda a las chicas, y si bien supieron que Taylor no cooperaba, indicaba que Sheridan estaría dispuesta a negociar. Echo movió el cursor sobre las palabras de nuevo, en busca de cualquier vínculo perdido. No tenía sentido. ¿Quién las había interrogado? ¿Sobre qué había estado dispuesta Sheridan a negociar? La última entrada registraba que Taylor y Sheridan habían sido encerradas en la celda de detención por agentes del Dakine, y una búsqueda en toda la ciudad estaba en marcha para encontrar al Artífice de la Palabra que faltaba, que se presume esté en custodia Dakine o muerto. Pues, ciertamente se estaban acercando a la verdad. Por suerte, no había ninguna indicación, al menos desde este registro, de que Jeth y Elise estuvieran en peligro inmediato de detención. Echo se desvinculó de la unidad central del gobierno y trató de decidir qué poner en su mensaje a Elise. Cuando lo escribió, las preguntas fastidiaban en su mente. ¿Cómo alguien se había comunicado con Taylor y Sheridan durante el interrogatorio? No se hacía mención de un Artífice de la palabra que estuviera presente en dicha audiencia.


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Echo codificó su mensaje tanto como pudo. Lo dirigió a Candy Cane. Ese había sido el apodo de Elise cuando ella empezó a trabajar en el Laboratorio de Palabras. En ese momento, su cabello había sido pintado en rojo y blanco. Ella reconocería el término, pero nadie más de este siglo lo haría. Añadió algunas otras referencias para convencerla de que era realmente él. Pidió un tiempo de reunión, y en un último intento de convencerla de su sinceridad, añadió: —Cuando nos encontremos, trae a Jeth contigo. Jeth no iría. No se le ocurriría salir de la ciudad. Sin embargo, Elise debía saber que Echo nunca podría una trampa para ella y le diria que trajera a Jeth. Si ella no estaba segura de nada más, sabía que él quería a su padre. Echo apretó el botón de enviar. Ya estaba hecho. Esperaba que lo recibiera, tenía la esperanza de ser capaz de escapar del Dakine cuando lo necesitara, y tenía la esperanza… pues, había muchas cosas que esperaba. Después de estar una hora en el proyecto Prometeo, para que nadie sospechara del tiempo que había pasado en frente de la computadora, Echo se dirigió de nuevo a la habitación de las chicas. Taylor y Sheridan probablemente estaban cansadas de repetir frases, por ahora. Estaba casi en su habitación cuando se dio cuenta de que Taylor y Sheridan no repetían frases. Lo más probable es que tan pronto como se había ido, Taylor intentó colarse a través de los archivos de la computadora. Si él no hubiera estado tan preocupado por el envío de su mensaje a Elise, habría pensado en esto antes. No debería haber dejado a Taylor sola en cualquier lugar cerca de una computadora. ¿Quién sabía a qué información había tenido acceso y qué problemas había causado? Ella podría haber alertado al Dakine acerca de sus habilidades, y todo para nada. El sistema informático era seguro. Había visto eso. Era solo una pena más monumental en su vida.


Traducido por Princesa de la Luna Corregido por Garazi

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heridan estaba de pie delante del espejo colocando una cadena de luces blancas brillantes en su pelo cuando Echo regresó. Ella le sonrió en lo que esperaba fuera de una manera agradable y no culpable. —Me cansé de imitar a las muñecas que hablan y decidí hacer algo en mi pelo. Taylor seguía sentada en la computadora, obediente repitiendo el diálogo de un programa. Se sentó en la parte superior de la mesa y apagó el ordenador. —¿Estuvisteis las dos practicando todo el tiempo desde que me fui? —Bueno, yo lo estaba —dijo Taylor—. Sheridan se mantiene distraída con su pelo. —Pero ahora me veo como si tuviera un halo —añadió Sheridan, admirando su reflejo—. Algo que Taylor ciertamente nunca ha experimentado. Echo mantuvo su mirada fija en Taylor. —Los sistemas de este equipo son seguros y sólo vas a tener problemas si no te ocupas de nada. Taylor lo miró con los ojos abiertos de inocencia. —¿En serio? —Taylor —dijo la palabra en voz baja—. No lo hagas. Ella suspiró como si cediera a su petición. —Voy a ser un ángel mientras estoy aquí. Incluso si no tengo un halo.


Para el resto de la noche Sheridan y Taylor trabajaron en la pronunciación con Echo. Pasó la mayor parte de su tiempo con Sheridan, aunque no estaba segura de si era porque le gustaba o porque sólo necesitaba más trabajo que Taylor. Se sentó frente a ella en un sofá, con las rodillas tocando las suyas. 226

—Si una d está entre vocales, es suave. Casi como th. Mira mi boca. Adultos. Audición. Adoptar. Miró a sus labios y apenas podía hablar. No sirvió de nada que ella pudiera ver a Taylor por el rabillo del ojo haciendo caras y besos. Taylor iba a estar trabajando en algunas cartas del alfabeto fonético que había descargado Echo, pero era evidente que escuchaba en su lugar. Sheridan repitió las palabras, sabiendo que probablemente olvidaría decir la d suave la próxima vez que utilizara las palabras. —¿Cuánto tiempo te tomó aprender nuestro acento? —preguntó. —Más de un año. En tu época, el inglés no seguía muchas reglas de pronunciación o reglas de ortografía, así que tuve que memorizar, leer y decir cada palabra individualmente. Todavía no puedo pensar en las palabras de la psicología, el ritmo, o entremeses sin querer poner algo. Sheridan asintió. -Nunca vi el punto de tener un apóstrofe en medio de hors d'oeuvres. Eso es sólo darse aires. —Probablemente esté de acuerdo contigo —dijo Echo—, si tuviera alguna idea de lo que significa darse aires. Ella le dio un golpe en la rodilla con la suya. —Debes estar de acuerdo conmigo de todos modos. Es una buena política. —Vamos a trabajar con diptongos otra vez. Sheridan no quería trabajar con diptongos. —¿Por qué decidiste aprender nuestro acento?


—El gobierno lo ordenó hace unos cinco años. Le dijeron a Jeth que tuviera la lengua lista para hablar en seis meses. Supongo que les tomó más tiempo para terminar el Filtro de Tiempo de lo que esperaban. Echo le envió una sonrisa. 227

—Hubiera trabajado duro en el aprendizaje del acento si hubiera sabido que parte del proyecto consistía en hablar con chicas guapas. Ella le devolvió la sonrisa y luego se sintió culpable. Parecía mal sonreírle cuando ella y Taylor estaban planeando escapar de este lugar, a partir de él. Finalmente, llegó la hora de dormir. Echo había dispuesto que Sheridan y Taylor estuvieran solas por unos días. —Hasta que se ajusten a nuestra sociedad —dijo al salir—. Se que tienen todo tipo de tabúes del sueño. Y gracias a Dios por ellos. Después de que él se había ido, Taylor volvió al equipo y terminó la instalación de su cambio de alarma del programa. Sheridan yacía en su cama escuchando a Taylor con los dedos tocar en el teclado. Mañana la alarma se apagaría. Mañana huirían. Quizás Sheridan nunca vería a Echo de nuevo. El pensamiento no debe preocuparle tanto. Era Dakine. Sus amigos querían formar a Taylor y serían asesinos. Pero al pensar en escabullirse, todavía se sentía como un algo en su estómago. Taylor apagó la luz y se fue a la cama. Sheridan se quedó allí en la oscuridad, sin poder dormir. Los pensamientos cayeron alrededor de su mente como la ropa en una secadora. Echo. Reilly. Caesar. QGPs. Filtros de Tiempo. Dakine. —Taylor, siempre y cuando el gobierno tenga tanto un QGP que te convertirá en una onda de flujo de energía y un Filtro de Tiempo que pueda convertirte de nuevo, se le puede servir en el futuro, ¿no? —Sí. —Bueno, ¿qué desean para que cojan de nosotros el esfuerzo en este momento? Tienen nuestras señales. —Reilly dijo que no podía trabajar con sus QGPs.


—Él dijo que no funcionaban correctamente. Él nunca dijo que no funcionaran en absoluto. ¿Y si se ponen en funcionamiento el próximo mes o el próximo año...? —Gracias —dijo Taylor—. Ahora no voy a ser capaz de ir a dormir. 228

—Lo siento. Piensa en cabalgatas, eso es lo que hago. —Con mi suerte, me pisotearía. Sheridan se volvió de lado. —No, si estás montando a Breeze. Ella es muy amable. Sheridan se imaginó galopando por un sendero, pero esta vez en lugar de relax, el recuerdo le hacía sentirse triste. Según Echo, los caballos se habían extinguido. Con el tiempo los recuerdos de paseos a caballo se desvanecerían, y luego ella no tendría nada de Breeze. Por la mañana, sonaron los comunicadores de Echo, Taylor y Sheridan para despertarlos. Taylor tomó la caja que pitaba desde el lado de la cama y la tiró al otro lado de la habitación. —La tecnología es estúpida. No dejó de sonar. Sheridan respondió a su comunicador, más feliz de lo que debería haber estado al escuchar la voz de Echo. El sonido de él era reconfortante, como una manta que podrías envolver a tu alrededor. Y a partir de hoy, ella probablemente nunca la oiría de nuevo. Tenían el desayuno, y luego trabajó en la lectura y pronunciación. Luego almorzaron y trabajó en la lectura y pronunciación. A la hora de cenar la lengua de Sheridan hirió de trinos su r. Por fin, Echo apagó las cartas del alfabeto fonético, y se fueron a la cafetería. Cuando entraron, Caesar les hizo señas hacia la mesa donde estaba sentado, con Echo. Por primera vez, Sheridan contó el número de su placa: 651205. Sintió una especie de satisfacción petulante que tanto Echo y Elise tenía un mejor posicionamiento. Y entonces ella se sintió mal de que incluso lo había comprobado. Era clasificar a las personas por lo arraigado en la naturaleza humana que lo hizo, aun cuando no lo deseaba.


Volvió su atención a lo que la rodeaba en su lugar. Teniendo en cuenta lo grande que era el edificio, no había mucha gente en el comedor. Sólo unos pocos grupos de personas sentadas comiendo en las mesas. Durante una pausa en la cena, Sheridan preguntó a Echo por la falta de gente. 229

—El tamaño de la habitación es para reuniones y fiestas —dijo—. La mayoría de la gente no vive aquí. El edificio cuenta con equipos para las señales de los cristales, así que mientras el gobierno nos está buscando a nosotros, nos quedaremos aquí. Caesar pidió inmediatamente, Echo y Sheridan pidieron a continuación, y Echo repitió la conversación para él. Pobre Echo. Con toda la traducción que hizo en la hora de comer, casi no tuvo la oportunidad de comer. Caesar cortó su papa, luego agitó el tenedor en la dirección de Echo. —Dile que tendremos una fiesta aquí después de la cena. Ella va a conocer a mucha gente, entonces. Echo le dijo, y Sheridan se dio cuenta de que la cara de Taylor se iluminó de alivio antes de que él incluso comenzara su explicación. Mal momento por parte de Taylor, pero ninguno de los chicos parecía darse cuenta. El alivio de Taylor fue porque el programa de alarma estaba casi en su próximo ciclo, y era imperativo que Sheridan y Taylor estuvieran con la gente cuando se fuera. De esta manera todo el mundo podía ver que no lo habían desactivado. Después de que la alarma dejó de sonar, Sheridan y Taylor sabrían que las puertas estarían abiertas. Entonces no sería más que una cuestión de tiempo. Tenían que encontrar una oportunidad para escapar antes de que el Dakine lo descubriera y solucionara el problema. Taylor tomó la última cuchara de la sopa en la boca. La hinchazón de su cara se había desvanecido en una hinchazón general, pero todavía no se parecía a sí misma, o como Sheridan. Moretones púrpura y verdes mezclados con sus remolinos azules. —¿Habrá baile en la fiesta —preguntó Taylor.


Echo asintió. —¿Cómo hacen bailar a la gente en el siglo XXV? Caesar tocó una de sus cejas metálicas mientras escuchaba a Taylor. 230

—¿Qué pregunta? —Cómo es la danza —contestó Echo. Caesar se puso de pie y le tendió la mano. —Te voy a enseñar. Taylor vacilante tomó la mano y se fue con Caesar a un espacio vacío en el suelo. Se dio la vuelta a la música a través de uno de los ordenadores del menú, y no entre las mesas y mostró a Taylor una variedad de movimientos de bailes, la mayoría de los cuales parecía que estaba siendo electrocutado. Taylor se rió e imitó sus movimientos, que sólo lo animaron para mostrarle los más elaborados, algunos de los cuales participaban rodando por el suelo. Y durante todo este tiempo, la gente alrededor de la sala de comer, observaba, y les animó a bailar. La gente aquí en el siglo XXV, aparentemente no tenían sentido de la vergüenza pública. —¿Qué piensas de nuestra danza? —preguntó Echo. —No estaba segura de si eso era realmente bailar o si Caesar estaba jugando dando una broma a Taylor. —Lo que significa que no te gusta. Sheridan inclinó la cabeza mientras observaba. —¿Todo el mundo rueda por el suelo? ¿La gente se pisa? —Me puedes enseñar cómo bailaban en tu lugar. ¡Qué dulce! Se estaba ofreciendo para aprender sus pasos de baile. Por supuesto, ella realmente no tenía pasos de baile. En casa ella bailaba como todo el mundo. ¿Cómo iba a enseñarle eso? —Está bien —dijo. Se puso de pie y le tendió la mano hacia ella.


—¿Quieres bailar ahora? —preguntó—. ¿Con las luces encendidas y todo el mundo mirando? Inclinó la cabeza en cuestión. —¿Bailaban en secreto en ese período de tiempo? 231

—No, es sólo que… —No valía la pena explicarlo. Le tomó la mano y se levantó—. Muy bien, vamos a bailar. Te voy a enseñar a bailar lento en primer lugar. Un baile lento sería menos doloroso para enseñar. Había menos de ver, poco que ver. Caminaron hacia el mismo lugar donde Taylor y Caesar habían estado bailando antes de su episodio de laminación. Sheridan tomó la mano de Echo y la colocó sobre su cadera. Puso una mano sobre su hombro, y luego se aferró a su mano que le quedaba. —Esta es la posición básica del baile lento. Ahora tenemos una especie de roca de ida y vuelta lentamente y tomar pequeños pasos al ritmo de la música. Observó sus pies, y empató su ritmo al suyo. —Bueno, ¿y ahora qué? Eso es todo. Este es baile lento de los viejos años veinte. —¿Es una broma? —Bueno, hay otras danzas: el swing del país, el vals, ese tipo de cosas, pero la mayoría de la gente no sabía cómo hacer eso. Así que esta era la danza media lenta. Hizo una pausa y miró a sus pies. —No es de extrañar que no querías ver a la gente. Era un baile tonto. —Mira quién habla. —¿Quién habla? ¿Qué significa eso? —Esto significa que rodar por el suelo se ve aún más tonto. —Me gustaría poder entender tu jerga.


Se alegraba de que no pudiera. Taylor y Caesar ahora estaban haciendo algún extraño paso en el que la mitad se sacaron unos a otros desde el suelo, y luego volvió a caer como Jack-en las cajas humanas. Echo tomó la mano de la cadera de Sheridan y le tocó el pelo, dejando que sus dedos permanecieran en una cadena de oro por su rostro. 232

—Por lo menos te gustan nuestros adornos para el cabello. Me sorprendió anoche cuando entré en la habitación y vi que la habías puesto encima de tu cabello. —¿Eras tú? No tan sorprendido como hubiera estado si hubiera visto lo que estaba haciendo Taylor en su lugar. Casi como si pudiera leer su mente, él dijo: —Quise decir lo que le dije a Taylor antes. No le hará ningún bien para empalmar en las computadoras aquí. Cuando llegue el momento de partir, yo te llevaré. Se inclinó muy cerca de ella, lo cual no era difícil, puesto que ya estaba cerca, para empezar. —Le envié un mensaje a Elise de que queríamos estar con ella. Elise nunca iría por ella. —¿Y si eso no funciona? —preguntó Sheridan—. vamos a hacer?

Entonces, ¿qué

—Vamos a planear sobre el mismo trabajo. Sheridan deslizó la mano por el hombro de Echo hasta que sus dedos tocaron el pelo. Se sentía sedoso y suave. De alguna manera ella había esperado que fuera robusto como él. —¿Podemos encontrar una manera de salir de la ciudad por nuestra cuenta? Es decir, el gobierno no nos buscaría fuera, ¿verdad? —Es muy peligroso. —¿Qué tan peligroso? —Tormentas, heladas, calor, polvo.


—¿Polvo? ¿Es peligroso el polvo? —Fragmentos, grietas, Vikers. —¿Qué son Vikers? 233

—Sólo confía en mí, es demasiado peligroso. Vamos a depender de Elise. Elise no confiaba en él, y él lo sabía. ¿Por qué llegar a esta historia sobre la reunión con ella? ¿Estaba tratando de convencer a Sheridan que todavía quería ayudarla a escapar para que no intentase salir por su cuenta? ¿Pensaba que era tan ingenua como para no darse cuenta de que ella estaba en una base de Dakine, o que Echo mismo era Dakine? La cena debía haber terminado oficialmente. Los comedores restantes se pusieron de pie, y las mesas se hundieron en el suelo. La habitación era de repente una gran zona de baile, y varias personas se unieron a Taylor y Caesar en sus giros salvajes. Echo y Sheridan se quedaron a un lado, balanceándose suavemente con la música, mientras que las personas corrían por delante de ellos. Él la atrajo hacia sí y le sonrió fácilmente. Era la primera vez que lo había visto completamente relajado desde que habían venido aquí. —Puedo ver algunos de los beneficios de la danza de esta manera. Movió su mano hacia arriba a lo largo de su espalda. —Puedo hablar contigo. Es calmante. Y tu pelo huele bien. —¿Es cierto? Él bajó la cabeza hasta apoyarla contra la parte superior de su cabeza. —Ha pasado mucho tiempo desde que olí el pelo de alguien. Casi le preguntó quien había sido el último receptor de oler su pelo, pero la respuesta vino a ella antes de que abriera la boca. Fue Allana. El pelo largo de plata de Allana. El pelo que Sheridan había visto salpicado de sangre en el programa de noticias. Más personas entraron en la habitación. Ella sólo vislumbró a Taylor, un brazo saludando aquí, un movimiento de cabeza allí, de vez en cuando su cuerpo entero giró a la vista, y luego desapareció detrás de los otros


bailarines de nuevo. Ella podría haber cambiado de socios. Era imposible decir con todo el mundo que orbita alrededor en todas las direcciones. Echo se inclinó para hablar a su oído de nuevo.

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—Hice algunas comprobaciones en la computadora y busqué en el archivo de gobierno. Decían que alguien te había interrogado. ¿Quién era? Así que el gobierno había mantenido en secreto a Reilly. Ella no iba a iluminar al Dakine sobre ese tema. —Un hombre que preguntó a Taylor golpeándola repetidamente. —¿No se daba cuenta de que ella no podía entender? —Supongo que pensó que cuanto más la golpeara, mejor ella lo entendería. —Me parece extraño. —Las cejas de Echo se fruncieron—. ¿Qué es lo que quiere de ti? Sheridan se preguntó si en su expediente decía algo acerca de los QGPs. Si Reilly tuvo éxito y los convirtió en armas, el gobierno los usaría para destruir a sus enemigos, entre ellos el Dakine. Si el Dakine se enteraba de los QGPs y construía algunos primero, tendrían el control absoluto de la ciudad. Y aquí estaba Echo para preguntarle qué quería Reilly. Ella miró por encima del hombro a los bailarines girando. —Realmente no podía entenderlo. —El archivo ha dicho que estabas dispuesta a negociar con él. ¿Qué es lo que quiere decir eso? Ella se encogió de hombros, manteniendo los ojos fijos en los bailarines. —Supongo que eso significaba que no grité a todo el mundo de la manera en que Taylor lo hizo. Ya sabes cómo se pone cuando está molesta. —Oh—dijo. Sonaba como un “yo no me creo eso”.


Bueno, ¿qué esperaba? Era Dakine. Probablemente sólo la sostenía gentilmente ahora y olía su pelo porque la estaba usando. Sheridan odiaba esos pensamientos. Odiaba confiar en Echo un momento y al siguiente momento sospechar de todo. Ella inclinó la cabeza para hablar más directamente en el oído de Echo. 235

—¿Te acuerdas de antes, cuando me dijiste que no me podías explicar todo, pero que querías que confiara en ti? Él asintió con la cabeza. —No tienes que explicar todo, pero quiero saber una cosa. Prométeme que me dirás la verdad de una cosa. En la luz brillante podía leer su expresión claramente podía ver como él emocionalmente retrocedía, convirtiéndose en cauteloso —Está bien —dijo. —No voy a juzgar —dijo—. Sólo quiero saber. ¿Perteneces a esa organización cuyo nombre no se supone que debo decir? Ella contuvo la respiración mientras esperaba su respuesta. Dime la verdad, Echo. Se honesto conmigo una vez, así sé si puedo creer en ti o no. Se inclinó hacia delante hasta que sus labios rozaban contra su oído. Probablemente parecía que estaba susurrando adoraciones, pero su voz era completamente seria. —No soy Dakine. Si no me crees en nada más, cree eso. Sheridan miró hacia la pista de baile, en la naturaleza, los colores agitados. Se sentía rígida en sus brazos. Todo en la habitación parecía demasiado brillante, demasiado duro, demasiado falso. Él pensaba que era una idiota y Taylor tenía razón sobre él todo el tiempo. Antes de que ninguno de los dos dijera nada más, una alarma estridente superó a la música, llenando la habitación con su llanto.


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Traducido por Princesa de la Luna Corregido por Pily

l grito de la alarma, cortó a través de Echo. Echó un vistazo a través de la habitación a Taylor. No habría tratado de escapar, no después de que él le había advertido que las puertas estaban con alarmas. Los bailarines se estaban deteniendo, la ola humana en movimiento se calmó. Buscó su pelo blanco hasta que por fin la vio de pie junto a César. —¿Qué es ese ruido? —preguntó Sheridan, mirando a su alrededor. —La alarma de la puerta. —¿Por qué está sonando? —Probablemente alguien se olvidó que era y trató de salir. Ellos a su vez actuaran en unos pocos segundos. No apagó. Los bailarines estaban en el suelo esperando a que la música volviera, pero el único ruido que venía de los oradores era el terreno de juego irresistible de la alarma. ¿Por qué estaba tomando tanto tiempo? Varias personas salieron de la habitación, probablemente para solucionar el problema. Alguien tuvo el sentido de reducir la salida de los altavoces, por lo que el ruido sólo salía como un zumbido, un gemido. Caesar y Taylor se acercaron. Tenía una mano en la espalda de Taylor, enterrada en su pelo largo y blanco. —Echo, necesito que traduzcas. Dile a Taylor que ella es dulce como un motín. Echo dio un vistazo a Taylor. —Caesar dice que bailas muy bien.


—Gracias —dijo Taylor sin aliento—. Ahora sé cómo ustedes se mantienen en forma. Por cierto, ¿qué es ese ruido horrible? —Alguien activó la alarma de la puerta.

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Para Caesar, Echo dijo—: Taylor dice que los hacen en interesantes formas. —Dile que quiero mostrarle a ella más que bailar. Caesar dio a Taylor un aumento significativo de las cejas. —Ella se va a sorprender por las cosas que podemos hacer ahora. Echo volvió su atención de nuevo a Taylor. —Le gustas a Caesar, pero le falta la entrevista de un padre. ¿Entiendes lo que digo? —Sí. Taylor se apartó de la mano de Caesar y se acercó a Sheridan. Echo sacudió la cabeza ante Caesar. —Ella no está interesada. —¿Qué? ¿Tenían rituales especiales? Voy a buscar una lección de historia, entonces. Caesar da un paso hacia Taylor, como si estuviera a punto de agarrarse a ella. Echo se cruzó en su camino. —Encuentra algo que hacer. Estas chicas son mi responsabilidad. Los ojos de Caesar se estrecharon. —Lo único que quiere es a las dos solo para tí. Sangre entonces. No siempre serán tu responsabilidad. Caesar se marchó sin decir nada más. Regresó a la multitud principal, puso su brazo alrededor de una chica, y le apretó los hombros. El Acelerador. Antes de que Echo pudiera decir algo más, alguien le dio un golpecito en el hombro.


Echo se volvió y vio a, ¿cómo se llamaba?... El hombre era uno de los superiores, y ahora Echo tendría que ocultar el hecho de que no podía recordar su nombre.

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—Algo está mal con las alarmas —dijo el hombre—. No van a restaurarlas. Hemos comprobado el sistema de bloqueo, por lo que tiene que ser el programa. Lobo quiere que mires. Echo asintió brevemente. —Bien. Llevo a las chicas de vuelta a su habitación y luego voy al Centro de Ordenadores. —Sé rápido —dijo el hombre. ¿Cuál era su nombre? Después que Echo terminara de revisar el programa de alarmas, tendría que informar al hombre. No podría hacerlo muy bien sin su nombre. Echo se apoderó de la mano de Sheridan, y le indicó a Taylor seguirlos hasta la puerta. Alguien había traído un reproductor portátil de música, y el baile comenzó de nuevo. Mientras se dirigían a la habitación de las chicas, Taylor hizo preguntas sobre las fiestas. ¿Cuánto tiempo duran? ¿Todo el mundo va a ellas? Echo le respondió distraídamente. El nombre del hombre comenzaba con una R. ¿Remond? ¿Ronis? ¿Robert? Si tan sólo los archivos de personal no fueran tan difíciles de acceder, entonces podría buscar a través de ellos hasta encontrar el nombre. Ese era el problema con el Dakine. Esperan que recuerdes demasiado. Cuando el grupo llegó a la habitación Echo dijo—: Trabajen en la pronunciación hasta que yo vuelva. Taylor tocó algunos de los dulces de chocolate. —Vamos a mantenernos ocupadas pronunciando. Se dio la vuelta para marcharse, pero se detuvo. Algo en la expresión de Sheridan atrajo su mirada hacia ella. Se quedó mirándola fijamente, con los ojos brillando con tristeza. —¿Qué pasa? —preguntó.


Ella sonrió, pero incluso su sonrisa estaba teñida de tristeza. —Nada. La alarma hace que me duelan los oídos. —Voy a arreglar eso pronto. 239

—Espero que sí. Hizo una pausa, con la intención de decir algo más, pero luego decidió no hacerlo. Ella se limitó a sonreír de nuevo. —Adiós, Echo. El hombre cuyo nombre Echo no podía recordar lo estaba esperando en el Centro de Ordenadores. De alguna forma eso hizo las cosas más fáciles. Echo no tendría que enviar un informe. Por otra parte, algo podría salir en la conversación que dejara que el hombre supiera que Echo había olvidado su nombre, un mal que no hay que hacer a uno de sus superiores. Echo se sentó frente al ordenador y accedió al programa de alarma, golpeó los dedos contra el panel de control con impaciencia esperando a que el programa de seguridad identificara su ADN y abrió la encriptación. El hombre se acercó y se sentó en la mesa de al lado de la computadora. —¿Cuánto tiempo llevará esto? —Eso depende de cuál es el problema. —¿Qué piensas que es? —No lo sabré hasta que mire en el programa. O hasta que desarrolle poderes psíquicos. En serio, ¿qué hacía el hombre? Era, obviamente, uno de esos líderes impacientes. Alguien de cuyo nombre las personas en general no se olvida. ¿Ronaldo? ¿Reese? ¿Regent? Ya era bastante malo que Echo tuviera que lidiar con Lobo, el hombre que podía pedir disculpas por haber matado a su hermano en una frase y llamarse a sí mismo de la familia en la siguiente. Si Lobo se enteraba de Taylor, o más bien, cuando se enterara de Taylor haría que los funcionarios de detención del gobierno parecieran caballeros bien educados.


Echo no quería pensar en los métodos del Dakine para obtener información. Y que tendría que verlo todo, porque Lobo le querría allí para traducir sus demandas. Lobo no aceptaría errores al hacer preguntas a las chicas del gobierno, no podía. 240

Entonces, como una pequeña ola en su interior, Echo se dio cuenta de que Sheridan y Taylor podían entender. Habían estado escuchando el nuevo acento desde que llegaron aquí, y de alguna manera habían logrado descifrarlo. Por eso el gobierno no había llamado a un artífice de la palabra a traducir para ellos. El gobierno había descubierto lo que había pasado. ¿Qué habían oído? ¿Lo que él mismo había dicho cuando estaba con ellas? —¿Qué pasa? —preguntó el hombre—. Estás frunciendo el ceño. La atención de Echo se volvió de nuevo hacia la pantalla en frente de él. —Todavía no estoy seguro de cuál es el problema. Puede ser más difícil de encontrar de lo que esperaba. El hombre gruñó, cruzando los brazos en señal de desaprobación. —Suspende la función de alarma entonces. No podemos tener esa cosa gritando toda la noche, y no podemos quedarnos encerrados en el edificio. Ya está haciendo que Lobo esté nervioso. Él piensa que el gobierno nos encontró y saboteó el programa para que pudieran atraparlos aquí. —No pueden empalmar en el programa —dijo Echo—. Está muy bien codificado. Sin embargo, cuando sus dedos se deslizaron sobre el panel de control, se preocupó de que Lobo tuviera razón. El gobierno hará todo lo posible para conseguir a Tyler Sherwood. Tal vez estaban mejor preparados de lo que pensaba. Terminó el comando de desarme, y el sistema se desconectó. Dejó escapar un suspiro de alivio. Nadie había manipulado el programa después de todo. Su encriptación de seguridad, la que había creado con su hermano, todavía era irrompible. No estaba seguro de si sentirse orgulloso de ello o no. —Mucho mejor —dijo el hombre—. Ese sonido puede perforar el metal.


Echo no respondió, sólo siguió escaneando figuras en el equipo. Normal. Normal. Normal. Todo parecía estar funcionando exactamente como debería.

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Se desplazó por la pantalla, todo el tiempo consciente de que el hombre con el nombre olvidado estaba cerca. Después de diez minutos, el hombre se levantó de la mesa, se estiró y encontró algo que ver en una terminal diferente. Normal. Normal. Normal. Después de otros cinco minutos el hombre llamó otra vez, —¿Solucionaste el problema ya? —No he encontrado el problema todavía. —¿No lo has encontrado? Sangre, ¿qué tan difícil puede ser? La alarma no se apagaba. Ese era el problema. ¿Qué tan útil? Lo siguiente sería estar mirando sobre el hombro de Echo preguntando qué hacía cada función de subrutina. —De acuerdo con el equipo, todo está funcionando dentro de los parámetros correctos. No puedo arreglar nada hasta que encuentre algo mal. ¿Está seguro de que no era uno de los sensores de alarma lo que funcionó mal? El hombre echó una mano en el aire con disgusto. —Ratas de Computadoras. Siempre culpan a otra persona cuando el programa falla. Los ingenieros de sensores dicen que es el programa, ahora dices que son los sensores. —Puede ser algo sutil, el ingeniero de sensores no alcanzó a verlo en la primera exploración. Supongo que sólo hicieron pruebas preliminares antes de que decidieran que el programa tuvo la culpa. El hombre dio otro gruñido y se dirigió a la puerta. —Voy a hablar con ellos y hacer que se ejecute otra prueba. Usted mantenga el control del programa.


Como si Echo estuviera planeando echar una siesta. Todavía no se le ocurrió el nombre del hombre, pero se le ocurrieron algunos adjetivos descriptivos.

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Normal. Normal. Normal. Por supuesto, todo era normal. Este programa había sido el ciclismo desde hace meses. Si existiera un problema, por lo general, se presentaría de inmediato. Así que algo había cambiado, sólo que nada podría haber cambiado ya que el programa se había hecho con cifrado de seguridad. Sólo aquellas personas que tienen acceso por la autoridad Dakine podrían cambiarlo. Uno de ellos debe haber hecho algo. Sólo que él no estaba seguro de que alguno de ellos tuviera la capacidad de codificar la alarma de congelación, y mucho menos hacerlo de una manera que Echo no hubiera podido detectar. Además, ¿por qué uno de ellos ha congelado la alarma? ¿A quién le serviría una alarma congelada? Taylor. Entonces lo vio en su mente, y en la pantalla. No hubo un cambio de programa, sino un apéndice, un mensaje enviado al programa, tan sensible que se activa cuando las partículas de polvo cruzan su camino. Alargó la mano hacia su comunicador, un zumbido a Sheridan y luego a Taylor. Él sabía, incluso mientras presionaba los botones, que no iban a responder. Probablemente habían dejado sus comunicadores en su habitación. Se habían ido. Habían huido tan pronto como le había abierto las puertas. De todas las estúpidas, imprudentes maniobras, no sólo iban a hacerse matar, habían convenientemente ordenado la misma suerte para él. Si el Dakine se daba cuenta de que las había dejado escapar, si el gobierno lo coge... Echo agarró el intercomunicador. ¿Dónde se habían ido? ¿Por qué no se lo habían dicho? O tal vez lo habían hecho. Tal vez todas esas preguntas que Sheridan había hecho acerca del exterior, significaba que se dirigían allí. No, no sería más que una idiotez. No cuando él les había advertido sobre el tiempo y los Vikers.


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Echo pensó con calma. Trataría de encontrar a Elise, sólo que no sabía dónde estaba y no podía utilizar un coche de todos modos. Estarían caminando por una de las calles no muy lejos de aquí. Tomaría un coche y buscaría por todas las calles hasta que las encontrase. ¿Era mejor dejar que el Dakine supiera lo que había sucedido o desaparecer por su cuenta para buscarlas? El comunicador de Echo sonó en el momento siguiente, pero no era Sheridan o Taylor. —Soy Renold —dijo la voz del hombre Renold. Ese era el nombre. Pues, no importa de todos modos. —El ingeniero dice que el sensor ejecuta otro diagnóstico, se necesita que la alarma vuelva a encenderse. Este no era el momento para otro bloqueo. —Tomará unos pocos minutos antes de que pueda completar un ciclo del programa de vuelta a su funcionamiento. ¿En qué puerta estás probando los sensores? —La entrada principal. Bueno. Echo se aseguraría de que no utilizara esa puerta. —Dame unos minutos para hacer el trabajo. —Bien —dijo Renold. Echo puso su comunicador sobre el escritorio. Se cortaba a sí mismo para el bien, de todos y de todo. Sin embargo, no tenía otra opción. Tenía que encontrar a Sheridan y Taylor, y nadie podía encontrarlas primero.


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Traducido por Princesa de la Luna Corregido por AriannysG

heridan y Taylor se pararon frente a una puerta lo suficientemente grande como para conducir a través un camión. Y a juzgar por los raíles en el suelo, que era para lo que se utilizaba. Un brillo de color naranja se extendía a través de la entrada, dejando escapar un zumbido eléctrico enojado. Sheridan no podía ver nada a través de él. Taylor miró a la luz anaranjada que ondulaba delante de ellas. —Ese es el campo de fuerza que electrocuta a cualquier persona que no tenga su cristal bloqueado. —Pero no nos hará daño —dijo Sheridan. —Esa es la teoría de todos modos. Sheridan le lanza a Taylor una mirada penetrante. Taylor no se movió. —Cualquier cosa es sólo una hipótesis hasta que sea probado. —Muy bien —dijo Sheridan—. Yo respiración profunda y camino a través.

estoy

probando —Tomó

una

Un zumbido llenó sus oídos, y la luz naranja se lavó en su contra. Entonces ella estaba en el otro lado. Se volvió para decirle a Taylor que era seguro, y encontró a Taylor justo detrás de ella. —Lo hicimos —dijo Taylor. —Pero, ¿dónde estamos ahora? —respondió Sheridan. Ella había esperado ver el desierto. En cambio, vio otra ciudad. O más exactamente, los restos de una ciudad. Losas grises de hormigón rotas sobresalían hacia arriba, y trozos de basura no identificable yacían por todas partes. Hierros atrapados entre las ruinas como dedos delgados que


llegan de la tierra. A lo lejos, los esqueletos de los edificios estaban en el horizonte, conchas ennegrecidas que no habían caído al suelo todavía.

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Sheridan vio manchas de hierba verde y malas hierbas que crecen entre los escombros. Algunos arbustos de aspecto larguirucho encaramado en la cima de los restos, dando testimonio de que la destrucción no fue un acontecimiento reciente. Taylor miró a su alrededor. —No todo puede ser así. —Esperemos que no. El tren corría hacia los escombros y curvó fuera de la vista detrás de una pila de cemento. Debe llevar a cualquier lugar de Traventon donde vierten su basura. Sheridan y Taylor caminaron a lo largo del muro de la ciudad lejos de la puerta para que los camioneros no las vieran. Mientras caminaban, sus pies levantaban pequeñas nubes de polvo gris. Polvo de cemento, o tal vez ceniza. —Queremos ir hacia el este —dijo Taylor—. Para estar seguras de nuestra ruta, hay que esperar hasta que veamos en qué dirección va el sol. Desde la mirada de esto, estamos a una hora de distancia de cualquiera amanecer o atardecer. Sheridan miró hacia el sol. Colgaba sobre el horizonte en el cielo despejado. Se sentía extraño sin saber si era de día o de noche. Siguieron caminando por el borde de la ciudad, el zumbido de la pared que mantiene la empresa. Pasaron minutos. Taylor comprobando el ángulo del sol. —Creo que el sol está más alto. Lo cual es una buena noticia, porque significa que vamos en la dirección correcta y vamos a tener horas de luz solar. Está cada vez más alto, ¿no? Caminaron durante unos minutos más. Parecía estar cada vez más alto, o por lo menos no estaba más bajo. Lejos a su derecha, una mezcla de bloques de hormigón rotos quedó dos veces más alta que ellas. Sheridan contempló sombría. —Dudo que tendremos mucha suerte buscando comida y recolectando alrededor… — Dejó de hablar. Algo se había agachado detrás de un montón de escombros. —¿Qué fue eso? —preguntó Taylor.


Sheridan miró a los escombros. —No lo sé. Recogieron el paso, aún explorando los restos. Una larga sombra se movió y desapareció detrás de una losa de hormigón retorcido. 246

Algo estaba allí, observándolos. Sheridan oyó un ruido detrás de ella y se dio la vuelta. —Taylor —ella respiró. Figuras fueron surgiendo de las ruinas, la mitad de una docena de hombres. Vestían ropa andrajosa envuelta alrededor de sus cuerpos como capas de vendajes. Polvo gris que los cubría de pies a cabeza, por lo que sólo sus ojos se destacaban, fríos y feroces contra sus grises, rostros barbudos. Sheridan se percató inmediatamente de otra característica de los hombres. Estaban faltos de la mano derecha. Donde debería haber estado, sólo tenían un muñón. A pesar de esta deformidad, los hombres parecían más que capaces de cuidar de sí mismos. Cada uno llevaba un pedazo de metal afilado y lo agitaron amenazadoramente. Algunos paseaban lentamente hacia la muralla de la ciudad, y Sheridan pensó que se dirigían a la entrada. Pero luego se detuvieron, y Sheridan entendió. Habían ido de esa manera sólo para mantener a Taylor y que ella saliera corriendo de nuevo hacia Traventon. —¿Qué quieren? —les gritó Sheridan, olvidando que su discurso era extranjero. Parecían no darse cuenta o preocuparse de que ella no había dicho nada. Se acercaban a pasos lentos hacia adelante, golpeando sus palos de metal y gruñendo como animales salvajes. —Somos amistosas —dijo Taylor, y casi tenía el acento correcto, por lo menos lo suficientemente cerca para que la hubieran entendido. Si lo hicieron, no les importaba. Sheridan dio un cualquier cosa que ¿arremeterían contra grande o fuerte, pero

paso hacia atrás, buscando el suelo, buscando pudiera usar como arma. Si ella se agacha, ella? Su mano rozó su bolsillo. El caramelo. No era la sorpresa de tener algo arrojado sobre ellos podría


causar que los hombres le dieran el tiempo suficiente para que ella agarrase una de las piezas más pequeñas de cemento por ahí. Tomó un puñado de caramelos y los lanzó en su dirección. Varios golpearon a los hombres, rebotando en sus pechos. No retrocedieron. En su lugar cayeron al suelo, y no de miedo, sino para agarrar los dulces. 247

Ellos se enfrentaron en la tierra, enviando una nueva nube gris, retorciendo y tirando el uno al otro como si fueran animales. Taylor gritó—: ¡Corre! —y se fue a lo largo del borde de la ciudad. No se atrevían a correr en los restos. Era desconocido para ellas, pero ciertamente no para estos hombres. Sheridan siguió a Taylor, la adrenalina empujando sus piernas hacia adelante con más velocidad de la que esperaba. Segundos después, los hombres corrieron tras ellas, gritando algo que Sheridan no podía entender. Tal vez no era todo en palabras, pero justo el sonido de salvajismo. Sheridan hizo respiraciones profundas, tratando de no ahogarse con el polvo. Los hombres fueron ganándole. Llevaba una falda larga, que no estaba ayudando a las cosas. Luchó contra sus avances. Las huellas de los hombres estaban demasiado cerca. En otro momento, alguien podría apoderarse de ella. Metió la mano en el bolsillo, sacó el resto de los dulces, y los arrojó detrás de ella. Los pasos se detuvieron, pero antes de que pudiera sentirse aliviada, vio más hombres saliendo de los escombros por delante de ellas. Estaban bloqueando la vía, atrapando a Sheridan y Taylor entre ellos y el otro grupo. Sheridan se detuvo y se dio la vuelta. Los hombres que los perseguían en esta dirección aún estaban arrodillados, escarbando en la tierra por los dulces. Dado que sólo tenían una mano cada uno, habían dejado sus armas en el suelo. —Corre a la puerta —gritó Sheridan. No esperó a ver si Taylor la siguió. Corrió hacia los hombres arrodillados, corriendo a toda velocidad fuera de su alcance lo mejor que pudo. Un hombre se acercó y agarró su falda, tirando de ella hacia atrás. Ella se volvió, le dio una patada en la cara, y estaba libre.


La pelea había permitido que Taylor la pasara y Sheridan se alegró de saber que su hermana estaba a salvo. Mientras corrían, Taylor sacó más distancia. La falda de Sheridan la frenó. Ella tiró de la falda hacia arriba para liberar las piernas, pero no podía bombear sus brazos. 248

Los hombres se estaban acercando. Sus risas chillonas estaban casi encima de ella. Disfrutaban de esto. La caza era el deporte para ellos. La puerta de la ciudad, ¿dónde estaba? Ciertamente, ella debía ser capaz de ver los raíles por ahora. Trató de obligarse a ir más rápido pero no recuperó ninguna velocidad. Sus pulmones se sentían como si estuvieran en fuego, y los hombres seguían ganando terreno. Ella y Taylor podían luchar contra algunos de ellos. Había muchos, sin embargo, y estaba tan cansada. Taylor miró por encima de su hombro. El miedo estalló en su cara. Vació los bolsillos de su carga de dulces para comprarles más tiempo. Algunos de los hombres deben haber dejado de reunir los dulces, pero no todos ellos. Sheridan todavía escuchó pasos detrás de ella. Las llamadas llegaron de nuevo, ganando en volumen. Estaban cazando como una manada de lobos a un ciervo. La matarían. Y ella ni siquiera estaba segura de por qué. Más adelante, la luz del sol se reflejó en los carriles que serpenteaban lejos de la puerta de la ciudad. Podía verlos ahora. Uno de los hombres la agarró del pelo y tiró de ella hacia atrás. Cayó al suelo con un golpe, resbalando por el polvo gris. Ella arañó el brazo de su captor, pero no pudo deshacerse de su alcance. Los otros hicieron círculos a su alrededor, lanzándose hacia ella con armas en las manos, como si estuvieran realizando una danza mórbida. Ella pateó hacia ellos, retorciéndose para mantenerlos a raya. Alguien gritó, y tardó varios segundos en darse cuenta de que era su propia voz. Ella estaba gritando y no podía parar. Más hombres llegaron, su círculo, todos ellos gritando, y aún así su grito era más fuerte.


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Traducido por Princesa de la Luna Corregido por vicsibet

heridan no oyó el disparo. No habría sabido que había sucedido, cuando varios de los hombres habían caído al suelo, algunos de ellos por encima de ella. Les apartó, sin dejar de gritar, pero ahora tomaba respiraciones jadeantes entre sus gritos. Otro disparo, un sonido rasgando como cuando los Ejecutores habían disparado hacia el coche. Los hombres que no caían al suelo, se dispersan corriendo, desapareciendo detrás de los montones de escombros. A su alrededor, Sheridan podía oler a carne quemada. La sangre se filtraba en el polvo donde los hombres habían caído, convirtiéndolo en oscuro, casi negro. Se dio la vuelta, tratando de escapar de los cuerpos y las expresiones de muerte en sus grises rostros brutales. Sheridan esperaba ver Ejecutores, tenía incluso miedo de que fuera la siguiente en pegarle un tiro. En su lugar, vio a un hombre de hombros anchos y una luna azul. Estaba caminando hacia ella. —Echo —dijo en voz alta. No pudo respirar decir más, no podría decir lo feliz que estaba de verlo. Su caja láser seguía tendida, y cuando llegó, parecía sin aliento como ella. —¿Te han apuñalado? Las manchas de sangre salpicadas de su vestido, pero no era la suya. —No, estoy bien. Él la tomó de la mano y la ayudó a levantarse. —Sorprendente, ya que el suicidio parece ser tu último plan. Fue entonces cuando Sheridan notó cómo sus ojos ardían de furia.


Taylor llegó a Sheridan y le echó los brazos alrededor de ella. —Tenía mucho miedo —dijo a través de los pantalones de trabajo—. Pensé que te iban a matar. Y no podía encontrar un arma.

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Echo escaneó los escombros, todavía en busca de los atacantes. Su voz era tan fuerte como el hormigón roto a su alrededor. —No deberías haber venido aquí. Te dije que no era seguro. Taylor se lanzó a Sheridan. Su cara estaba roja y húmeda de sudor. —Nunca se nos dijo que el exterior estaba poblado por los matones de un solo brazo. —Vikers —dijo Echo—. Son delincuentes que huyeron de la ciudad para evitar la pena de muerte. Sheridan se dio cuenta de lo que habían hecho. —Se cortaron la mano para deshacerse de los cristales de seguimiento, ¿no? Él no respondió a su pregunta. Cuando terminó el control de la zona, se volvió hacia ella. —¿Sabes en cuánto peligro me he puesto por ti? Y este es el sueldo que me pagas: huyes. ¿Por qué? Había hablado con acento moderno, no el antiguo. Taylor y Sheridan se hablaron en silencio con la mirada. —Dejad de fingir —les dijo—. Sé que podéis entender. Me engañasteis al respecto, al igual que me engañasteis en todo lo demás. No tenía sentido negarlo. Sheridan dijo: —Lo siento. Pensamos que la ayuda de Dakine era peligrosa. Sus ojos se estrecharon. —¿Y estás segura de que soy Dakine? Sheridan y Taylor se miraron. Ninguna habló.


—Te dije que no lo era —dijo—. Te prometí que era la verdad, pero no me creíste. Al igual que no me crees sobre los Vikers. Él tomó la caja del sensor del cinturón y comprobó su lectura.

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—Echo —dijo Sheridan—, me dijiste que los sicarios de Dakine podrían bloquear sus cristales de seguimiento, y cuando estaba con Taylor, bloqueaste los tuyos. Debes haberlo bloqueado de nuevo para salir de la ciudad. Él miró el sensor y no a ella. —Casi no salí, lo sabes. Iba a buscarte en la calle. Me decía a mí mismo que no sería tan estúpido como para salir de Traventon —Él clavó el sensor de vuelta en el cinturón—. Si hubiera decidido comprobar fuera un minuto más tarde, si no hubiera tenido un arma conmigo, los Vikers estarían arrastrando tu cuerpo de vuelta a su campamento en estos momentos. Acabo de salvar tu vida, estoy aquí y me dices que soy Dakine. Sheridan no podía hablar. Todas sus acusaciones anteriores sobre ello la sentaron en silencio en su lengua. Taylor se puso las manos en las caderas y le devolvió la mirada a Echo. Al parecer, sus acusaciones no tenían ningún reparo en gratitud. —Pensé que sólo los Ejecutores y los Dakine tenían acceso a las armas. —No soy un Dakine. Echo se acercó a uno de los muertos, le dio la vuelta y tomó el cuchillo. —Escuchamos a Lobo hablar de la muerte de Joseph —Taylor continuó—. Tú nos dijiste que el Dakine lo mató. Echo se acercó a donde un segundo hombre estaba y sacó su cuchillo también. —No sabes lo que has oído, y sólo piensas que lo entiendes. Taylor ladeó la cabeza. —¿De verdad esperas que creamos que no estábamos en una base Dakine? Echo volvió hacia ellas, repartiendo a cada una un cuchillo.


—No me importa lo que creas más. Piensa lo que quieras, pero a partir de ahora vas a seguir mis órdenes. Exactamente. Sin preguntas, sin mentiras. Vamos. Se dio la vuelta y echó a andar a lo largo de la muralla de la ciudad, lejos de la puerta por donde habían venido a través. 252

Sheridan siguió a Echo. Taylor lo hizo también, aunque más a regañadientes. La zancada de Echo era de ritmo rápido, decidido. —Es posible que haya arruinado la única oportunidad que teníamos para salir de Traventon. —Ya lo hemos dejado —dijo Taylor—. Sólo tenemos que encontrar un lugar seguro dónde ir. Echo hizo un gesto con la mano a los montones de escombros. —Bueno, esto no lo es. No tenemos refugio, no hay comida, y no creo que mi caja láser será suficiente para protegernos. Si os quedáis en un lugar demasiado tiempo, los Vikers se lanzaran en concreto a por ti. Sus ojos se deslizaron a lo largo de la parte superior de los escombros mientras hablaba. —El DW tiene un sistema para sacar a la gente de la ciudad y por el desierto con seguridad. Elise me envió un mensaje diciendo que nos encontraría frente al centro de natación Fairmore en dos horas. Probablemente nos echa de menos. Taylor miró hacia la puerta por donde habían venido a través. —Entonces, ¿por qué vamos de esta manera? —Esa puerta está demasiado cerca de la base Dakine. Ellos estarán buscándonos ahora. Sheridan y Taylor intercambiaron una mirada exasperada. Echo admitió que acababan de abandonar una base Dakine, y luego se enfadó con ellas por pensar que era Dakine. —Quédate a mi lado —dijo—. Vamos a llegar a la otra entrada en unos pocos kilómetros.


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Durante varios minutos nadie habló. Si la ira había sido visible, sin embargo, habría estado fluyendo de los hombros de Echo, en ondas. Él nunca se aseguró para ver detrás si ellas estaban manteniéndose al día. Sheridan lo observó y se preguntó por qué había salvado sus vidas. Era una sensación de amistad, responsabilidad, o algo más, ¿tal vez porque Taylor era un bien valioso? Tenía que dejar de pensar de esa manera. Él les había ayudado en cada situación. Había mantenido la identidad de Taylor del Lobo. Las llevaba lejos de la base Dakine en lugar de ir de nuevo. Podía confiar en él, debería haber confiado en él desde el principio. Con esta realización se sentía miserable. Si se perdieron el encuentro con Elise, ¿cómo podría alguna vez hacer las paces con él? Los minutos pasaban y pasaban y pasaban. Finalmente Sheridan dio unos pasos para que pudiera caminar al lado de Echo. Echó un vistazo a su perfil. Sus rasgos se destacaron, duros y determinados contra los restos de fondo de la ciudad. —Entonces, ¿qué pasó con esos edificios? —Guerra. —Oh. Más a pie. Más silencio. —Echo, lo siento por no confiar en ti. Él no contestó. —Gracias por salvarme la vida. Aún no respondió. —Si nos captura el gobierno, y me hacen un lavado de memoria, espero que me visites. Aunque, si lo haces, no me digas todo lo que hice mal. Me deprimiría al saber de ello. —Si nos captura el gobierno, no voy a ser capaz de decirte nada porque mi memoria se borrará también. Si tan sólo los errores pudieran ser borrados con la misma facilidad. Si pudiera borrar el tiempo y empezar el día de hoy en un punto mejor.


—Bueno, el lado positivo, si los recuerdos se han ido, por lo menos no serás capaz de echarme la culpa de todo. Él no hizo ningún comentario.

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Ella empujó a seguir el ritmo de su paso. Restos de escombros salían desde debajo de sus zapatos. —Echo, si estuvieras en mi lugar, y la evidencia apuntaba al hecho de que yo era Dakine, ¿podrías confiar en mí? Un destello de dolor cruzó sus ojos. Ella pensó que él no contestaría, que era inútil, pero luego habló. —Ha sido difícil para mí confiar en la gente desde la muerte de mi hermano. He analizado y estudiado los motivos de cada uno. ¿Están con el Dakine? ¿Me están mirando? ¿Voy a estar seguro mañana? —Su mirada se deslizó hacia ella—. Eso era lo bueno de estar contigo. No tenías ninguna conexión con nadie. No me conocías, mi pasado, y que debería haber sido juzgado. Pensé que me viste como realmente soy. Él apartó la mirada de ella, mirando las piezas rotas de la civilización de nuevo. —Nunca es tan fácil, sin embargo, ¿no? La gente ve nuestros errores como los que se publicaron en los signos a la distinción. —Lo siento —dijo ella. —Lo que más me gustó de ti —continuó, como si ella no hubiera hablado—, era que no tenías miedo de ser tú. Nunca ocultaste tus creencias, bueno, a excepción de tus creencias acerca de mí. Cuando actuaste como si te preocuparas por mí, eso fue una mentira, ¿no? —No. Ella había tratado de no preocuparse por él, pero nunca lo había conseguido. Incluso ahora, mientras él estaba enfadado, quería llegar a más y tomar su mano. —¿Pensaste que era Dakine y todavía te preocupabas por mí? —Pensé que eras un Dakine reformado. No estaba segura, aunque no lo admitiría. Si era sólo una cuestión de mi vida, entonces quizás me hubiera quedado, pero ¿cómo iba a dejar a Taylor en una base Dakine? No


podía poner en peligro su vida sólo porque pensé que habías cambiado, al menos yo esperaba que hubieras cambiado. ¿Has cambiado? —No soy Dakine.

255

Ella dejó escapar un suspiro. Estaba decidido a estar enojado con ella. Siguieron caminando. El sol se movió más arriba en el cielo, pero no tenía ni idea de cuánto tiempo había pasado. El polvo en el suelo diluido, desapareció, reemplazado por los escombros que se deslizaban bajo sus pies. Hizo que ir deprisa fuese imposible. Echo había dicho que la próxima entrada estaba a pocos kilómetros de distancia. ¿Significaba eso tres o diez? De repente Echo se detuvo. —¿Qué es eso? Sheridan agarró su cuchillo y miró de izquierda a derecha, esperando ver más Vikers. O Ejecutores. O Dakine. Entonces se dio cuenta que Echo estaba viendo hacia arriba. Ella siguió su mirada y vio una oscura figura solitaria deslizarse por encima, con las alas extendidas, perezosamente mirándolos. Un halcón posiblemente, o tal vez un buitre. —Eso, Echo, es un pájaro. —¿Un pájaro? —repitió con incredulidad. —Sí —dijo Taylor, uniéndose a ellos—. ¿Por qué no hablas con él, y ves si responde? Echo, todavía inmóvil, miraba al pájaro y luego llamó. —¡Hola! Cuando el pájaro no respondió, añadió: —Queremos hablar contigo. El pájaro continuó dando círculos, entonces se deslizó fuera en la dirección opuesta. Taylor se echó a reír, sacudió la cabeza y siguió caminando delante de ellos. Echo se volvió a Sheridan. —¿Por qué nos deja?


—Debido a que es un pájaro, y no te entiende. Ella comenzó a caminar de nuevo, a un ritmo más lento ahora. —Ya ves, no te miento del todo. Ah, y en caso de que estés preocupado, no tengo absolutamente ningún deseo de comer esa cosa. 256

Miró hacia el cielo por un momento más, y luego se encontró con ella. Mientras caminaba, examinó los restos gris al lado de ellos. —¿Crees que hay otros animales por aquí? —El pájaro tiene que comer algo. Aunque si se trata de un buitre, es posible que hayamos suministrado la cena. —¿Qué quieres decir? —Los buitres comen animales muertos que están por ahí. En este caso, los Vikers amables que trataron de matarme. Echo miró por encima del hombro, comprobando detrás de ellos. —Estás haciendo eso. —No —dijo Sheridan, con más entusiasmo que el tema probablemente justificado—. Muchos de los animales comen personas. Leones, tiburones, perros salvajes, casi cualquier carnívoro que fuese lo suficientemente grande. Ah, y los mosquitos eran terribles. Apuesto a que todavía están alrededor también. —¿Los mosquitos se comen a la gente? —Bueno, lo intentaron —Ella hizo un par de pasitos cortos sobre un parche particularmente irregular de rocas—. Sobre todo los mosquitos que chupan un poco de sangre y te producen escozor. Las pirañas, sin embargo, estos pequeños peces podrían dejar en esqueleto a una persona. La mandíbula de Echo se aflojó. Ella no estaba segura de sí estaba sorprendido u horrorizado. —Podemos hablar de otra cosa. Ella inclinó la cabeza, tratando de medir sus pensamientos con su expresión.


—Al menos que quieras saber de abejas asesinas. —Total —dijo Echo. —¿Total? —repitió Sheridan. 257

—¿No era eso lo que dicen de tu tiempo? Sheridan negó con la cabeza. —Fue un cereal para el desayuno, y algo que hice para un coche. Pequeñas piezas de cristal roto se mezclaron en las rocas, lo que hizo que la tierra delante de ellos brillara. —Probablemente decir totalmente —añadió Sheridan—. Lo que es sólo algo que dijiste si también utilizaste el tipo de palabra con frecuencia. —Amigo —dijo Echo, probando la palabra. Ella negó con la cabeza. —No empieces diciendo amigo. No serías tú. —¿Convertirme convertirme?

en

qué?

—preguntó

Echo—.

¿En

qué

podría

Sheridan le sonrió. —No debes convertirte en nada. Me gustas como eres. —¿Y tú? —dijo, y había un puñado de rabia en su expresión. —Sí, lo creo. Ella se acercó y le tomó la mano. Casi esperaba que se cayera al suelo, pero no lo hizo. —Lo siento por no confiar en ti antes, Echo. Él le apretó la mano y le devolvió la sonrisa. —A partir de ahora vamos a confiar en los demás, ¿no? —Totalmente —dijo.


Traducido por Princesa de la Luna Corregido por Ale Rose

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n el momento en que la próxima entrada apareció a la vista, el ánimo de Sheridan se había levantado. Sus pies, sin embargo, le dolían y las suelas de sus zapatos estaban desgastadas. El polvo gris cubría la parte inferior de la falda. Se limpió todo lo que pudo. Taylor y Echo hicieron lo mismo, pero sobre todo lograron manchar de polvo a su alrededor. Entonces Echo se paró frente a la puerta. —Si tenemos suerte, no vamos a encontrar ningún controlador de desechos en el otro lado. —Él jugueteó con su caja láser—.Estoy bajando el voltaje al nivel de aturdimiento. Esperad a que regrese y ps diré si el camino es seguro. Sheridan lo miró inquisitivamente. —Si podrías haber sorprendido a los vikers que me atacaron, ¿por qué los mataste? —Debido a que no se habrían alejado si hubiesen visto que mi caja era de aturdimiento. Saben que no puede aturdir a todos, por lo que habrían atacado y me habrían matado. —Oh —dijo Sheridan con una sacudida repugnante. Él tenía razón, por supuesto. No estaba acostumbrada a tratar con personas que se mataban unos a otros, no estaba acostumbrada a pensar de esa manera. Tenía que conseguir ser más lista y más sagaz. Echo respiró hondo. —Volveré —dijo, y corrió a través de la puerta, con el arma extendida. Sheridan y Taylor esperaron. Pasaron los segundos. Sheridan no oía ningún ruido de disparos láser. Eso al menos era una buena señal.


Entonces se dio cuenta del zumbido eléctrico podría haber cubierto el sonido del arma. Quizás Echo había disparado tan pronto cuando entró. Estaba empezando a sentir pánico sobre esta posibilidad cuando Echo regresó por la puerta. 259

—Vamos —dijo. Sheridan y Taylor dejaron los cuchillos en el suelo. Los cuchillos llaman la atención dentro de las murallas de la ciudad, y eso era lo último que querían. Echo desapareció en la luz naranja de nuevo, y Taylor y Sheridan le siguieron. Sheridan casi pisó un hombre despatarrado que yacía en el suelo en un montón de colores metálicos en su ropa. Echo la tomó del brazo y tiró de ella más allá de él. —Los Dakine estaban esperándonos. Deben de haber sospechado que fuiste afuera. Fue sólo cuando Echo dijo la palabra ellos cuando Sheridan vio al segundo hombre. Se quedó más lejos, con los brazos y las piernas extendidos como si estuviera haciendo un ángel de nieve. Echo les indicó sucesivamente. —Daos prisa antes que los otros vengan. —Empezó a correr lento, y Sheridan y Taylor le siguieron yendo entre los altos tanques de basura. Cada paso traía un dolor agudo a los pies de Sheridan. Le dolían las piernas. Las empujó hacia adelante, lo que obligó a seguir adelante. A lo lejos, unas pocas personas trabajaban en varios tanques, pero nadie les prestó atención. Una vez que llegaron a una calle principal, Echo redujo la marcha. Se encontraron con un par de coches aparcados en frente de un edificio cilíndrico no muy lejos. El grupo se dirigió al más cercano. Cuando Echo se quedó sin aliento, dijo: —Debo advertiros que el gobierno pudo haber descubierto la manera de rastrear mi cristal. Si vienen a por mí y estamos juntos, seréis atrapadas también. Taylor miró nerviosamente a su alrededor.


—Pensé que habías dicho que el Dakine tiene maneras de bloquear tu señal.

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—Ellos sí —respondió—, pero la mía no es un bloque del Dakine. Espero que el gobierno no se dé cuenta de eso y ni siquiera trate de rastrearme, pero, pues, sólo se puede contar con la incompetencia del gobierno para lograr tanta suerte. Echo no tenía un bloque del Dakine. El conocimiento levantó la esperanza de Sheridan. Quizás había explicaciones para las otras cosas también. Aunque el hecho de que Echo los había llevado a una base de Dakine era un poco más difícil de explicar. Sin embargo, había decidido confiar en él. —Tenemos que mantenernos unidos —dijo ella—. Vamos a hacer lo mejor que podamos. Los tres se subieron al coche, cada uno en un asiento. Los pies de Sheridan latían al ritmo de los latidos del corazón. Echo acercó su cristal al panel de control del coche y dijo: —El centro de natación Fairmore. El panel se iluminó, mostrando el reloj digital. Habían pasado dos horas y media. Echo dejó escapar un gemido y apoyó la cabeza en sus manos. —Se necesitarán otros veinte minutos para llegar a Fairmore. Llegamos demasiado tarde. —¿No va a esperarnos Elise? —preguntó Sheridan. —No, es mucho tiempo. Ella se puede preocupar de que sea una trampa. —Tenemos que intentarlo por lo menos —dijo Taylor. Sheridan se quitó un zapato y se examinó el pie. Manchas de sangre salpicaban la parte inferior. —¿Podrías seguir el cristal de Elise y ver dónde está? Echo levantó la cabeza y la sacudió. Manchas grises estaban marcadas donde sus manos habían tocado su cara.


—No puedo localizar un lugar donde hay ese tipo de equipo. Tenemos que permanecer a la intemperie con las multitudes. Esa es la única manera en que estaremos a salvo.

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—Tal vez ella va a esperarnos —dijo Sheridan otra vez, y entonces nadie habló durante el resto del viaje. Echo apoyó la cabeza en el asiento y cerró los ojos. Sheridan se puso su zapato. Ella y Taylor trataron de sacudir el polvo de la ropa de nuevo, pero más que nada crearon una pequeña nube de polvo en el coche. Finalmente se detuvieron en el centro de natación Fairmore. Una estructura con diapositivas que se arremolinaba y enrollaba posándose sobre la gran piscina. Se veía como un cangrejo gigante de plástico. Mientras que el coche desaceleró en una parada, Echo escudriñó la gente que se mezclaban en frente del edificio. —Se suponía que debía estar en el frente. No la veo. Taylor y Sheridan se unieron en la búsqueda, en busca del pelo rayado de Elise entre los transeúntes. Hombres, mujeres, niños. La gente de pie, sentado, hablando. No estaba Elise. —No está aquí —dijo Echo, a continuación, puso su muñeca en el panel de control—. Dirigirse al oeste. El coche caminó y continuó por la calle. Nadie hablaba. La garganta de Sheridan se sentía apretado, como si se hubiera tragado demasiado polvo gris y ahora se ahogaba. Echo se reclinó en su asiento. —Sheridan, cuando Elise te ayudó a escapar del Laboratorio de Palabras, ¿dónde te dijo que iría? —Al Parque Los Angeles. Dijo que esperara a que alguien me llamase Hermana. Echo apretó su cristal contra el panel de control. —El Parque Los Angeles. —Nadie nos estará esperando allí ahora —dijo Taylor—. ¿De qué sirve ir allí?


Echo se encogió de hombros con cansancio. —Tenemos la esperanza de que, dado que no nos encontramos con Elise en el centro de natación, va a ir el parque. Tenemos que esperar un montón de cosas. 262

Sheridan mantuvo la mirada fija en la ventana, deseando que el coche pudiera ir más rápido y sabiendo que no lo haría. Los edificios y pasillos se deslizaron por una procesión de ocio. La voz melodiosa de los anuncios del gobierno continuaron sobre los beneficios de los impuestos de inmortalidad. Un pequeño precio ahora, para que puedas disfrutar de la eternidad más tarde. Finalmente el coche llegó al Parque los Ángeles. Sheridan había esperado ver hierba y árboles. Era más concreto. Cierto es que hubo cambios de giro, un gimnasio con diapositivas de selva, y algo que parecía un ondulado tiovivo verde. En un lado del parque varios niños patinaban en una fosa de hormigón multinivel. Chispas de colores brillantes salieron disparadas de sus patines, y los patinadores parecían flotar en el aire durante un anormalmente largo tiempo. Bancos de gel estaban esparcidos en el parque, y los adultos se sentaban y hablaban entre sí mientras observaban a los niños. Eso no había cambiado a lo largo de los siglos. Echo, Taylor y Sheridan salieron del coche y caminaron lentamente por el parque. Sheridan buscaba en cada rostro que veía. La única persona que le devolvió la mirada era un chico adolescente que paseaba con patines. Él la miró, vio que no llevaba una insignia de rango, y siguió caminando. Al parecer, no estaba interesado en alguien que era de tan de baja clasificación que no llevaba una insignia. Después de que habían dado una vuelta alrededor del parque, Echo les llevó a un banco en el centro. Sheridan se hundió en el con gratitud. Le dolían los pies más ahora que mientras caminaba por las rocas. —¿Reconoces a alguien? —preguntó Echo a Taylor. Ella negó con la cabeza. El grupo se quedó en silencio de nuevo. Esperaron. De vez en cuando un coche se detenía en el parque. Cada vez que se detenían, el aliento de Sheridan se detuvo. Esperaba ver a Elise, y tenía miedo de que fueran Ejecutores. Pero nunca era nada. Era sólo más gente que venía al parque.


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Recorrió la zona con tanta frecuencia, que se imprimió en su mente. La curva de la calle, el borde de la fosa de patinaje, la placa de la calle de neón que decía Los Ángeles en la parte superior y Paradise Bulevard en el fondo. Un edificio circular estaba más allá del parque como una pompa de jabón gigante que había aterrizado en el suelo y se abría momentáneamente. Finalmente Echo pasó una mano por la cara, cubriendo la luna azul en su mejilla. —No creo que nadie venga. Taylor mantuvo la voz baja. —Entonces, ¿qué opciones tenemos? —Conoces a alguien del DW —le dijo a Taylor—. Debes tener alguna idea, alguna pista sobre dónde Elise te llevó. —Me vendaron los ojos en el camino, y la habitación que a la que fuimos estaba completamente desnuda. —Taylor se mordió el labio, pensando—. Ella soltó que no estaba en el distrito de la moda. Echo negó con la cabeza. —Eso no es suficiente. Tiene que haber algún detalle que te estás olvidando. Un olor, un sonido. No tenemos idea de a dónde ir, y cada organización en esta ciudad nos busca. Piensa. Taylor soltó un suspiro tembloroso. —Estoy pensando. —Pensar es más difícil. Probablemente fue la primera vez que alguien alguna vez le había dicho a Taylor que pensara más. Toda sus matemáticas, ciencias y conocimientos de informática no les podrían ayudar ahora. ¿Qué podría? Sheridan miró al parque de nuevo, su mirada descansando en las señales de tráfico. Los Angeles. Sin estrellas de Hollywood aquí. No había ángeles, tampoco. Sus ojos se dirigieron hacia el otro signo, Paradise.


Y luego una idea vino a Sheridan, no sólo una idea, una historia completa, una comprensión de cómo deben haber sido las cosas. —Las palabras siempre dejan un rastro —susurró. Echo se volvió hacia ella. 264

—¿Recuerdas algo que Elise dijo? —No, pero creo que he encontrado una pista. Se inclinó más cerca. —¿Qué quieres decir? No podía explicarlo, no quería, por temor a que suene tonto, así que ella se puso de pie en su lugar. —Quiero ver si tienes razón sobre los senderos de las palabras. Taylor miró inexpresivamente a Sheridan, luego se volvió a Echo. —Creo que ella está teniendo un ataque de nervios. —No lo estoy. —Sheridan hizo señas para que se unieran a ella—. Sólo estoy pensando, pero matemáticamente, científicamente o como un computador piensa. Estoy pensando como inglés, historia y religión pensaron. Vamos, necesitamos un coche. Echo y Taylor lentamente se pusieron de pie. —¿A dónde vamos? —preguntó Echo. —No estoy segura —dijo Sheridan—. Tal vez en círculos. Podría ser una coincidencia, pero podría ser un camino, y no tenemos nada más que podamos hacer, ¿verdad? Echo suspiró y se dirigió hacia una fila de coches en el borde del parque. —No, por desgracia no. Una vez sentados en el coche, Echo puso su cristal en el panel de control. —Muy bien, ¿a dónde vamos?


Sheridan se inclinó hacia el panel. —Necesito ver el mapa. ¿Que conecta con Los Angeles y Paradise? Echo pulsó un botón que iluminó el mapa de la calle y se sentó para que Sheridan pudiera verlo. 265

—Creo que tengo una pista —dijo, examinando las calles—. Pero no sé dónde estamos. ¿Si Elise nos da un lugar al final o al principio? Supongo que es posible que nos diera la mitad del camino, y luego tendríamos que tratar en ambos extremos, asumiendo por supuesto que en realidad es un camino y yo pueda encontrarlo. Ha pasado hace cuatrocientos años. ¿Quién sabe cuánto ha cambiado? Echo inclinó la cabeza hacia Taylor. —¿Cuánto tiempo dura un ataque de nervios por lo general? —No estoy teniendo una crisis —dijo Sheridan, y pasó el dedo a lo largo de las líneas del mapa, trazando las calles. Echo se volvió a Taylor, pero hizo un gesto a Sheridan. —¿Qué está haciendo? —No me mires —dijo Taylor—. Fue tu padre quien le dijo que las palabras dejan un rastro. Evidentemente, puedes pensar en este misterioso inglés que piensas que ella está hablando. Creo que en el pensamiento radica la ciencia. Sheridan se enderezó. —Esperemos que sea el comienzo de la pista. Si es el final del camino, entonces todo lo que nos queda por hacer es sentarse en un banco del parque, y ya lo hemos hecho. Así que aquí… —Ella sacó el dedo de Los Angeles y cruzó Paradise hasta varios kilómetros a Isaías Street. Tocó la pantalla—. Queremos ir por este camino. Echo empujó su cristal en el panel. —Isaías Street. —No queremos parar ahí —dijo Sheridan—. A partir de Isaías nos vamos a... —Siguió la calle en el mapa con el dedo otra vez, repitiendo en silencio los nombres de las calles que se cruzan mientras caminaba—.


Sacramento. Veremos en la calle Sacramento. Todavía no estoy segura de que si queremos ir a la derecha o a la izquierda... Taylor se acercó más para ver el mapa. —¿Estás buscando nombres de California? ¿Palabras en español? 266

—No —dijo Sheridan, siguió trazando Sacramento a la derecha—. Los nombres religiosos. —Sacramento —repitió Taylor—. Sacramento. Y Los Angeles significa los ángeles. Pasó las palabras más lentamente en la boca. —Ángeles, Paradise, Isaías, Sacramento. —¿Qué quieren decir? —preguntó Echo. Taylor no le respondió. —Podría ser una coincidencia —dijo Sheridan. Entonces Sheridan vio la calle de al lado: Pródigo. No fue una coincidencia, no podía ser. No con tantas calles que unían. —Giramos a la izquierda y vamos al bulevar Pródigo y luego … Pero no pudo encontrar una calle conectada a Pródigo que tuviera algún tipo de significado religioso. Ella pasó los dedos por el lado izquierdo, repitiendo cada nombre por alguna pista que hubiera perdido. —Bartlett Road, Lane Market, Wall Street. —Ella no sabía si alegrarse o no que ese nombre había sobrevivido a cuatro siglos—. State Street, Hancock… —Ese es el distrito financiero —dijo Echo. Bueno, Sheridan supuso que es donde pondrías un Wall Street. Ella siguió su camino a través de los nombres. —Avenida Goldman, Profit Way, Mercedes Drive. —Era una especie de juego de palabras—, Green Street, Fleet Street. Nada, nada, nada. Entonces se dio cuenta de que había ido más allá dos veces. La única razón por la que no lo había encontrado antes fue porque la ortografía había cambiado. Profeta Way.


—Vamos a girar a la derecha en Sacramento hasta llegar a Beneficio. —¿Qué crees que significan estos nombres? —preguntó Echo de nuevo. Sheridan dejó un momento de buscar. 267

—Nos dijiste que la religión fue prohibida hace noventa años. Todas las personas que recuerdan la vida antes de la prohibición han muerto. Estos términos no significan nada para la población hoy en día, pero los religiosos las conocían, y dejaron un rastro. Echo un vistazo al mapa, convencido. —¿También recuerdas la izquierda religiosa durante la prohibición? Ellos construyeron su propia ciudad. No había nadie para dejar un rastro. —El coche circuló más lento. Habían llegado a Isaías. Echo puso la mano en el panel de control, dijo: —Beneficio Way —y luego se echó hacia atrás en su asiento—. Así que si los religiosos se trasladaron de la ciudad, ¿quién dejo un rastro? —No todos se fueron —dijo Sheridan, con los ojos y los dedos todavía en el mapa—. Dijiste que los que se fueron tenían alimentos para sostenerlos mientras construían su nueva ciudad. No todos los religiosos tenían suficiente comida, y tal vez algunos no estaban convencidos de que tenían que salir todavía. Así que se quedaron y renunciaron a su religión, pero no se olvidaron. Ellos enseñaron a sus hijos junto con los símbolos y frases que iban con sus creencias. No es la única vez en la historia que las religiones han tenido que pasar a la clandestinidad. Las cejas de Echo se juntaron. —Pero ¿por qué poner palabras religiosas en las señales de la calle? Sheridan volvió al mapa. —Creo que a medida que pasaba el tiempo y las cosas se pusieron peor en la ciudad, las personas religiosas previeron en secreto la forma de salir. Dejaron un rastro para que otros, que aún mantienen sus creencias, podrían reconocer las palabras y encontrarlos. Mira. —Señaló a otra calle que abrió Isaías—. Menorah. Ese es un término judío. Y este de aquí, pensé que era Salem al principio, pero apuesto a que no lo es. Es Salaam. Ese es un sentido saludo de "paz" entre los musulmanes. ¿Quién sabe


cuántos nombres más hay que no reconoceremos porque no sabemos las religiones lo suficientemente bien. Todos ellos dejaron rastros de sus seguidores. Taylor había trazado su dedo a lo largo de lucro Way Sheridan mientras hablaba. 268

—Este es la siguiente vuelta. Avenida Maria. O Ave Maria Si eres musical. Sheridan le sonrió. —Y yo que pensaba que nunca prestaste atención al coro de la iglesia. Echo las miró con escepticismo. —¿Encontraremos un contacto al final de este sendero? —Eso espero —dijo Sheridan. El coche frenó de nuevo y Echo puso su cristal en el panel de control. —Avenida Maria. El coche vibraba de nuevo a su velocidad normal. —¿A dónde vamos después de eso? Taylor recorrió la calle que va a la izquierda. Sheridan trazó el camino que va a la derecha. —No veo nada —dijo Taylor. El dedo de Sheridan llegó al final de la calle corta. —Este extremo se encuentra con una plaza comercial. No veo nada tampoco. —Probablemente no estamos entendiéndolo. —Taylor comprobó el mapa—. Quién sabe cuántos términos religiosos se llevaron a cabo desde que te fuiste. Mira las calles de los alrededores y ve si podemos encontrar el rastro de nuevo. Sheridan buscó los nombres de las calles cercanas. Nada hizo sonar una campana. Los minutos pasaron. Ella examinó áreas más grandes y más grandes.


—Estamos casi en la avenida Maria —dijo Echo—. ¿Qué camino debo tomar? Sheridan miró desde una ventana a otra.

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—Vamos a tener que ir en ambos sentidos y ver si podemos reconocer algo. Por lo que sabemos, este puede ser el final del camino. Taylor volvió su atención al mapa. —Trata primero por la derecha. Es más corto. Cuando Echo dio la dirección al coche, ella agregó: —Estamos en busca de un símbolo religioso, algo, un ángel, una cruz, las escrituras. Tal vez la luz. —¿Luz? —dijo Echo—. La luz está en todas partes. ¿Cómo se supone que voy a buscar la luz? El coche dio la vuelta. Sheridan miró los edificios que pasaban, tratando de encontrar una pista entre sus pasillos y filas de ventanas. Leyó el cartel plaza comercial, volvió su atención a los edificios del otro lado de la calle, luego se detuvieron. Su mirada se quedó atrapada de nuevo a la señal. Taylor se inclinó hacia la ventana para tener una mejor vista de la parte superior de un edificio. —No veo nada. Tal vez es en el otro extremo de la calle. —No —dijo Sheridan—. Es más adelante.


Traducido por Princesa de la Luna Corregido por IngridShaik

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aylor se quedó mirando la calle. —¿Qué ves? Sheridan hizo un gesto a un puente arqueado que actuaba cómo una pasarela sobré la plaza comercial. Un gran cartel colgado allí:

Recreacion Senter. Traverton plaza. 4

2da entrans.

Tailor se quedó en blanco. Y simplemente dijo: —Wow. —Lo sé —estuvo de acuerdo Sheridan—. Es inteligente, ¿no es así? Taylor parpadeó en señal de frustración. —No, yo decía “Wow” cómo en: Wow, realmente debo haber perdido una gran cantidad de sermones de mi padre, porque no recuerdo ninguna historia en la Biblia con un oso en ella. —Es un código, Taylor. Lee la primera letra de cada línea. Taylor hizo silencio y se quedó sin aliento. Echo hizo lo mismo, pero sólo parecía perplejo.

4

En el libro original esta así especificado, pero debajo de 2da entrans hay un dibujo de un oso. Sin las claves seria así: (Centro de recreación, Traverton plaza, 2da entrada)


—RT Dos. ¿Qué significa eso? Sheridan leyó por él.

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—El R “nuestro” ¿Y ves cómo la “T” parece una cruz? El número dos, y luego el oso. "Nuestra cruz" Es una frase religiosa. Nuestro contacto estará en algún lugar de ahí. Casi habían llegado al estacionamiento. Taylor explora la zona y se mordió el labio. —¿Y si es sólo una casualidad? Podríamos estar buscando una aguja en un pajar. Echo dejó escapar un suspiro de exasperación. —¿Se supone que tenemos que buscar paja ahora? —No —dijo Sheridan—. Estamos buscando... Bueno, no estoy segura de qué, pero espero saber cuándo lo veamos. El auto se detuvo. —Aquí viene la nada —dijo Taylor. Echo fue el primero en salir. —¿Podrían dejar de hablar en clave ? No tengo idea de lo que quieres decir. Taylor salió del coche y sonrió a Sheridan. —Sí, ya basta. Echo sacudió la cabeza cuándo Sheridan salió del auto. —Luz, pajas, y ¿ahora las tijeras? Sheridan tomó la mano y le dio un apretón. —No te preocupes. Taylor y yo vamos a encontrar el símbolo. Todos esos años de ser hijas del predicador están a punto de pagarse. Los tres caminaron lentamente en la estructura de estacionamiento en la plaza. Una fuente hundida salpicó hacia arriba en medio de la explanada, rodeada de bancos de tipo gradas que conducían a la planta baja. Varias estatuas se agrupaban en la zona, junto a ellos, los caminos


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llevaron a decenas de tiendas y restaurantes en todo el perímetro de la plaza. Sheridan caminó hasta la estatua más cercana. ¿Podría uno de ellos contener alguna pista? Uno parecía un revoltijo de Y, otra parecía un conejo con dos colas y tres orejas, pero que podría haber sido punto de vista de Sheridan. ¿Por qué iba alguien a hacer una gran estatua de un conejo mutante? Otro parecía una pila de botellas de leche de tres metros, y el último, además, Sheridan no estaba segura, pero tuvo la sensación de que había algo obsceno. —¿Qué se supone que son las estatuas? —Sheridan susurró a Echo. —Son arte. Se supone que tienes que decidir por ti mismo lo que son. —Un desperdicio de espacio —dijo Taylor. Sheridan inclinó la cabeza para conseguir un ángulo diferente. —Una indicación de que las habilidades de escultura han disminuido en los últimos cuatro siglos. Echo giró los ojos. —¿Están ustedes dos, tratando de encontrar un símbolo? Salieron de las estatuas y se paseaban por la plaza, entrando y saliendo de la multitud de compradores de colores de pavo real. Una y otra vez, las personas que pasaban los miraban, con sonrisa, luego miró a sus camisas para comprobar su rango. En cuanto a los extranjeros vieron que no llevaban insignias, miraban hacia otro lado y siguió adelante, ya no le interesa. Bueno, este fue un momento en el que a Sheridan no le importaba ser desairado. El menor número de personas que gastaron la atención sobre ellos, mejor. Mientras caminaban, Echo les dijo lo que era cada edificio. —Tienda de ropa, peluquería, decoración, joyería, tienda de muebles, comida mexicana, restaurante italiano, centro de VR… Habló con su acento normal a fin de no llamar la atención sobre sí mismo. Cuando Sheridan y Taylor hablaron, se mantuvieron en voz baja. Ellas podían entender el acento, pero no duplicarlo. Caminaron más allá de una gran variedad de restaurantes: pasta, comida tailandesa, mariscos. El olor flotaba en la plaza. Habían pasado horas desde que habían comido, y todo el trayecto lo habían hecho a pie. Sheridan tenía hambre. Cuándo se habían familiarizado alrededor de la plaza, Echo se detuvo.


—¿Has visto algo familiar? Sheridan negó con la cabeza. Taylor lo hizo también. Echo se frotó la frente, decepcionado. —Vamos a ir de nuevo. Tal vez te has perdido algo. 273

Los pies de Sheridan le dolían, pero ¿qué otra cosa podían hacer? Caminaron más despacio está vez, mirando de cerca escaparates por si algo podía ser una pista. Sheridan vio figuras de león en una tienda. C.S Lewis5 había usado un león cómo símbolo cristiano, pero de nuevo, la mitad de una docena de equipos de deportes de los leones, había utilizado demasiado. La barandilla en un edificio tenía extremos que parecían ladrones o pastores. Una tienda de ropa tenía una selección de vestidos de blanco, que podría simbolizar la pureza, o el matrimonio, o que era primavera. ¿Cómo iban a encontrar nunca un contacto? Era peor qué buscar una aguja en un pajar. Por lo menos se notaba la diferencia entre la paja y las agujas. Después de que habían terminado su segundo viaje alrededor, Echo los condujo hasta un banco. —¿Has visto algo de cualquier religión? —El centro de la VR más lejana tiene cinco pilares —dijo Taylor—. Había cinco pilares de la religión musulmana. Una de las pinturas de la tienda de arte mostraba a una mujer con tres ojos. Eso podría simbolizar el ojo interior hindú. O podría ser una reproducción de Picasso. O simplemente más de su arte funky6 de vigésimo quinto siglo. Realmente no podría decir cuál. Sheridan se frotó las pantorrillas.

(O Jack para sus amigos. La razón de esté nombre es porque se le murió un ser querido que se llamaba Jackie, así que desde entonces el declaro que sólo respondería al nombre de Jackie o Jack.) 5

6

El Funk art es un movimiento artístico bastante inspirado por la cultura popular que usa una improbable mezcla de materiales y técnicas, incluyendo «objetos encontrados». Fue una reacción frente a la falta de objetividad del expresionismo abstracto. El nombre del movimiento deriva del término musical «funky», que describe lo apasionado, sensual y estrafalario. En este contexto, significa «gallina, maloliente, escandaloso, sórdido». 1 Era una forma de arte popular en los sesenta del siglo XX y setenta, especialmente en los Estados Unidos. Los artistas funk trataban su obra con humor, confrontación, lo obsceno y referencias biográficas. Buscaban volver a introducir la responsabilidad social en el arte contemporáneo.


—Un vago conocimiento de otras religiones no nos va a ayudar. Aunque los rastros de otras religiones nos condujeron aquí, tenemos que sonar cómo sabemos lo que estamos hablando. No podemos fingir ser hindús. La irritación hizo quebradiza la voz de Taylor. 274

—Bueno, tenemos que hacer algo. Todo el mundo está buscándonos. Echo le tendió una mano para evitar esa lucha. —Estamos cansados y hambrientos. Debemos ir a comer algo y luego seguir buscando. —Se dio la vuelta y contempló los restaurantes más cercanos. —Sólo puedo usar un crédito de alimento a la vez. Voy a tener que ir solo y traer algo para compartir. —Está bien —dijo Taylor, inclinada contra el respaldo del banco de gel—. Pide toda la comida que puedas. Me muero de hambre. —¿Qué quieres comer? —Preguntó Echo—. Hay un restaurante japonés, un lugar de pasta, comida mexicana, otro restaurante mexicano, un restaurante de mariscos, o una barra de pizza. —Mexicano —dijo Taylor—. Es el más abundante. Sheridan no respondió. Su mirada estaba clavada en el restaurante justo enfrente de la plaza. Ella agarró el brazo de Taylor, casi saltando desde la banca con el entusiasmo. —¡Pescado! —Está bien —Taylor dijo—. Si tu corazón está puesto en mariscos, Echo puede ir allí. —Sheridan puso a Taylor de pie. —No, el pescado es un símbolo cristiano. Apuesto a que hay uno en el restaurante. Es nuestro punto de contacto. Sé que lo es. —¿Pescado —Echo repitió cómo si no hubiera oído bien. —Cristo dijo a sus apóstoles que los haría hombres pescadores —dijo Sheridan, y se dirigió hacia el restaurante. Los otros dos siguieron tras ella. Echo la alcanzó. —¿Los pescadores no comen lo que atrapan? ¿Cómo es ser un pescador de hombres es algo bueno?


—Es simbólico —dijo Sheridan—. Cristo es llamado el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Así que la imagen de los peces se parece a la antigua letra griega alfa, abrir cola. —¿Qué es una cola abierta? —preguntó Echo. 275

Taylor hizo el dibujo en el aire con el dedo. —De alguna manera parece una X regordeta. —En los primeros años de la iglesia —dijo Sheridan, más para sí misma que pará los demás—. cuándo los cristianos eran perseguidos, tenían una forma secreta de identificarse con los extranjeros que se sospecha podría ser hermanos en la fe. Ellos dibujan una línea en el suelo, la curva superior de los peces. Si el desconocido era un cristiano, él dibuja la curva inferior, terminando el cuadro. Sólo dos trazos curvos. Rápido de dibujar, rápido para borrar. Echo la miró boquiabierto de incredulidad. —Espera, ¿estás diciendo que tenemos que ir por el restaurante a dibujar medio pez? —Va a ser un pescado completo —dijo Taylor—. No hay suficiente gente que sabe acerca de la señal curva secreta. Yo no lo sabía. —¿En serio? —preguntó Sheridan, y sintió una extraña sensación de satisfacción por saber algo que su hermana no lo hacía. Estaban lo suficientemente cerca del restaurante de mariscos para ver una placa sobre la puerta. Decía Fiesta del Pescador. Una forma sencilla de pescado con una cola abierta se formó al final de las palabras. —Eso es todo —dijo Sheridan, dando un paso hacia el edificio. Taylor la tomó del brazo y tiró de ella. —¿Qué pasa si no estás en lo cierto? No podemos entrar, pedir algo, y luego decir, Oh, lo siento, no tengo ningún crédito de alimentos porque no tengo ni cristal. Pero, ¿por casualidad usted conoce una manera de salir de esta ciudad? Ellos informan al gobierno. ¡Vamos a ser arrestados! —Voy a ir solo —dijo Echo. Sheridan negó con la cabeza.


—Usted no sabe qué decir. Tiene que ser de todos nosotros. Nadie respondió. Sheridan dijo: —No nos van a reportar sino una vez que sepan lo que queremos. Echo se pasó la mano por el pelo, una mezcla entre polvo gris y azul. 276

—Vas a tener que fingir que te estás sintiendo enferma es por eso que no quieres nada de comer. Estás allí para hacerme compañía, pero no hablas, mientras que el camarero toma el pedido. Voy a pedir, y voy a tener que comer la comida. Parecerá extraño sino pido nada, a continuación, comparto mi comida. —Genial —dijo Taylor—. No sólo es probable que seamos arrestados, voy a ver y oler la comida pero no voy a ser capaz de comer nada de eso. Pide algo muy poco apetecible, así no voy a sentirme tan mal. ¿Algo de esa proteína bioamino ¿tienen en sabor calamares? Sheridan tiró de la mano de Echo. —No, escuchadme. Decidle a la camarera que deseáis el pan de vida para que nunca estés con hambre de nuevo. Cuándo os pregunten qué deseáis tomar, decidle que queréis el agua viva. Recuerde que debe utilizar la palabra pan de vida y el agua viva. —Maná —agregó Taylor— Pregunta si lo sirven. —¿Crees que esas son las frases de contacto? —preguntó Echo. —No —dijo Sheridan—. Pero van a reconocer esas frases. El lenguaje puede cambiar, pero la escritura no. Y si nos equivocamos sobré el restaurante, la camarera sólo pensará que eres uno de esos extraños, clientes difíciles. Echo dejó escapar un lento suspiro. —Quiero el pan de la vida y el agua viva. —Sí —dijo Sheridan. Echo recitaba las palabras en voz baja, mientras caminaban hacia el restaurante. Se detuvo al llegar a la puerta principal. —¿Qué pasa si la camarera me hace preguntas que no sé? —Vamos a susurrarte las respuestas—dijo Sheridan.


Echo suspiró, resignado. —Eso va a parecer sospechoso. —No tenemos ningún otro lugar para tratar de contactar —dijo Sheridan. 277

Echo abrió la puerta, y los tres caminaron. Se sentaron en una mesa en la esquina. Sheridan había olvidado que ordenó su comida a través de la computadora, y el camarero fue a la mesa sólo para traerle la comida. Por un momento le entró pánico. Las peticiones para el pan y el agua, se iban a ir sin decirlas, pero Echo apretó un botón en la parte inferior de la computadora que no había notado antes. Decía Recomendaciones. Un camarero apareció inmediatamente en la pantalla del ordenador. Era joven, tal vez un adolescente, con nubes blancas en el rostro. Él miró por encima de ellos como si estuviera mirando por encima de una tormenta. —¿Qué puedo recomendarle? —preguntó. Echo pasó los dedos sobre la mesa, jugueteando con su plata. —Me gustaría el pan de la vida. El camarero se acercó más a la pantalla. —¿El qué? Las palabras de Eco salieron con exactitud. —El pan de la vida. El camarero frunció los labios y Echo consideró. —El único pan que servimos es para los bocadillos de pescado, y cocinar por lo que la levadura está muerta. ¿Quiere pedir un sándwich de pescado? Echo se removió en su silla. —¿Tienes alguna maná? El camarero sonrió, pero era más una sonrisa más de conmoción que de placer. —Somos un restaurante de mariscos. Los elementos que servimos se enumeran en el menú.


Echo le dio una mirada a Sheridan, y ella agitó una mano de aliento en él. Él se volvió hacia el ordenador. —Voy a pedir un sándwich de pescado, y para beber, quiero agua viva. El camarero levantó una ceja, su sonrisa intacta. 278

—El agua se filtra. Si hay alguna bacteria que viva en ella, tendría que ir al Centro de Mercado después de la comida. Usted no quiere eso, ¿verdad? Echo golpeó una mano contra la mesa y miró a Sheridan de nuevo. Bueno, su expresión parecía decir: ¿qué hago ahora? Ella se encogió de hombros desalentándole. No iba como ella había esperado. Todas sus esperanzas de libertad, ahora parecían en nada. El camarero no tenía idea de lo que estaba hablando Echo. La mirada del camarero se trasladó a Taylor y Sheridan. —¿Qué hay de las damas que están con usted, necesitan alguna recomendación? —No, no van a comer ahora mismo. Se sienten enfermas. Era cierto. El camarero le dio al grupo una última sonrisa sincera y se alejó. Antes de que la pantalla del ordenador cambiara de nuevo en un menú, murmuró con alguien fuera de la pantalla, —¿Cómo es que siempre me dan los clientes con la memoria lavada? Echo asintió con la cabeza y dejó escapar un largo suspiro. —Pensó que estaba loco. Sheridan descansó en su asiento. —Quizás deberíamos haber utilizado diferentes expresiones. Taylor apoyó el codo sobre la mesa y puso la barbilla en la mano. —Sí, vamos a hacer que Echo llame al camarero y le preguntó si él había puesto una vela debajo del celemín. —No voy a llamar al camarero —dijo Echo—. Podría pensar que he tenido un fallo neuronal y llamase a los médicos.


Los ruidos del restaurante parecían artificiales, demasiado fuertes, demasiado felices, demasiado limitados. —Estaba tan segura de que iba a funcionar —dijo Sheridan.

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—Tal vez nos dieron el lugar de mal contacto—dijo Taylor—. Tal vez podamos pensar en otra cosa. —Se volvió hacia Echo. —Cuando la comida llegue, vamos a ir fuera a comer. Ellos pueden pensar que es extraño, pero hemos establecido un precedente para un comportamiento extraño, por lo que no importaría. Echo no respondió. En cambio, su mirada saltó al pasillo junto a la mesa. Sheridan se volvió para ver lo que estaba mirando. Un camarero se acercó a ellos, y no el adolescente de la pantalla del ordenador. El camarero era alto, por lo menos seis pies o siete, con descomunales anchos hombros y brazos que parecía que podía encajar en dos sillas. Las trenzas de pelo negro colgaban de los hombros. No llevaba colores en su cara, y de alguna manera parecía más amenazante para poder ver su rostro con claridad. Es el gorila, pensó Sheridan. Hemos actuado muy extraño y ahora vamos a ser expulsados del restaurante. Cuando el hombre llegó a su mesa, le sonrió con calma. —He oído que tenía algunas peticiones especiales del menú. Pensé que le gustaría ver al chef. Tal vez pueda ayudar. La mirada de Echo rebotó entre Taylor y Sheridan, pero ninguno de ellos respondió. Ellos simplemente se levantaron de sus sillas. Y se unió a él. —Sí, nos gustaría eso. —Vengan conmigo. El camarero volvió y regresó por dónde había venido. Lo siguieron por el pasillo, a través de una puerta, y a lo largo de un atajo con más puertas. Se abrió una puerta lateral y se encendió una luz automáticamente, mostrando una escalera. Con cada paso por las escaleras, el optimismo de Sheridan creció. No iban a la cocina. Él estaba yendo a otro lugar, en algún lugar secreto. Se detuvo en la parte inferior de las escaleras, luego sacó una caja de la calculadora de futuro del bolsillo de la camisa. Él llevó a cabo el dispositivo primero a Taylor, y luego a Sheridan.


—Los escáneres son ilegales —Echo le dijo. El hombre sostenía el dispositivo hasta Echo.

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—Así son las armas, pero mi escáner me dice que tienes una. —Le tendió una mano a Echo—. Antes de que te lleve más lejos, tendrás que darme tú caja láser. —La mandíbula de Echo se apretó. Sacó el cuadro negro de su cinturón y lo aporreó en la mano del camarero. El camarero miró el escáner y le tendió la mano—.Y los otros aparatos electrónicos que teneis. Echo tomó su caja de sensores y su neutralizador por bloqueo de su cinturón y se los dio al camarero también. El camarero se las puso en el bolsillo, y luego miró su escáner nuevo. —Pues, no tienes tantos artilugios cómo Enforcer. —Hizo un gesto con los dedos de Echo—. Dame el último. Echo hizo una mueca. Estaba claro que no quería entregar este último dispositivo. Lentamente, se desenganchó una caja de plata del interior de su cinturón y se lo entregó al camarero. El hombre le dio la vuelta en la palma de su mano. —¿Qué es esto? ¿Un rastreador? —Un proyecto en el que estoy trabajando. El camarero gruñó y se lo guardó en el bolsillo con el resto de las cosas. Miró a Echo sospechosamente, luego hizo un gesto pará que el grupo lo siguiera por el pasillo. Se detuvo en lo que parecía ser un tramo normal de pared, tomó un pequeño disco de su cinturón, y se insertó en una ranura casi invisible en la parte superior de la moldura. Inmediatamente el contorno de una puerta apareció en medio de las marcas de pared. Se abrió, y el camarero se coloco a un lado para que pudieran entrar. La recepción se ubica en un extremo de la sala y las sillas en el otro. Pinturas abstractas colgadas en dos de las paredes y armarios bajos cubiertos con contadores alineados en los otros dos. El camarero hizo un gesto para que tomaran asiento. Entró y se sentó en la parte superior de la mesa con los brazos cruzados. —Pues, decidme que deseais.


Antes de que Echo pudiera responder, Sheridan se inclinó y le susurró que decir. Echo vaciló, cómo si odiara decir esas cosas que no tenían sentido, pero él repitió su respuesta de todos modos. —Somos personas en busca de un buen samaritano. Los ojos del camarero se estrecharon. Miró a Echo y a Sheridan.

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—¿Cómo es que no responde por sí mismo? —Ellas tiene un dolor de garganta —dijo Echo. Sheridan sonrió, lo que probablemente no era la mejor indicación de que estaba enferma. No pudo evitarlo, sin embargo. Ella quería ir y abrazar a la mirada severa de la cara del camarero. Podría ayudarlos. Los ojos del camarero se mantuvieron ceñidos. —¿Quién te ha enviado? Echo abrió la boca, y Sheridan pensó que iba a decir el nombre de Elise, pero su mirada se dirigió a algo detrás del camarero. Echo se cruzó de brazos. —Dijiste que íbamos a ver al chef, a tu jefe. Si respondemos preguntas para nada, quiero responder a la persona a cargo. El camarero miró brevemente detrás de él, para comprobar lo que Echo estaba mirando. —¿Tienes miedo de responder ante mí? —Voy a responder ante tu jefe. El camarero se deslizó de la mesa y se acercó más a Echo. Sus ojos eran fríos con rabia apenas enmascarada. —Bien. Voy a decirle a mi jefe que queréis hablar, pero tendréis que esperar. Él está ocupado ejecutando el foodmart7. El camarero se acercó a la puerta, puso el disco en la pared, y salió. Sus pasos resonaron en el pasillo fuera de ellos. Echo se reclinó en su silla y dejó caer la cabeza contra el cojín.

7

Es una tienda de ventas de comida pequeña. O mini súper mercado.


—No tengo mi caja láser, mi neutralizador de bloqueo, o mi disruptor, y ahora estamos aquí. —¿Por qué no has contestado a sus preguntas —preguntó Sheridan—. ¿Por qué le intimidaste insistiendo en ver a su jefe? 282

Echo se volvió hacia ella, y ella pudo ver el cansancio en sus ojos. —Debido a que estás personas no son fieles a los doctores, sino que son Dakine.


Traducido por Princesa de la Luna Corregido por IngridShaik

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a habitación se sentía caliente, pequeña y asfixiante, sin embargo, la habitación no había cambiado. Era sólo el temor de Sheridan qué la envolvía cómo si fuera una manta sofocante. —Te equivocas. ¿Cómo podrían utilizamos símbolos cristianos para encontrarlos?

ser

Dakine

cuándo

Echo extendió la mano y la puso sobre la de ella, un gesto de simpatía. —Tal vez había un rastro aquí una vez. Tal vez esto solía ser un lugar de contacto, que quizás fue tomado por Dakine. Taylor se volvió hacia él, con la boca abierta llena de incredulidad. —¿Cómo sabes eso? Hizo un gesto hacia las pinturas. —Los cristianos no son los únicos que tienen símbolos. Los Dakine también lo tienen... Están en la obra de arte. La mirada de Sheridan se regresó a la primera pintura, y luego a la segunda. Era el arte abstracto, básicamente parecía que alguien había vaciado una bolsa de formas y garabatos en el lienzo. —¿Dónde? —preguntó. —El que está detrás del mostrador tiene su símbolo más importante en ella. —Echo se puso de pie y empezó a revisar los armarios. Estaban encerrados—. Solamente los usuarios Dakine jurados lo saben. Es una manera de identificar a los demás. Sheridan se quedó mirando la pintura. ¿Cuál de los garabatos era el símbolo Dakine? Se suponía que no importaba. Las lágrimas ardían en el fondo de sus ojos, y luego con la misma rapidez se sustituyeron por la ira. La ira en el Dakine. La ira, había trabajado tan duro para encontrar una


manera de salir de la ciudad y sólo había conseguido que los capturasen de nuevo. La furia en Echo por todos sus secretos. —Pensé que no eras miembro de la Dakine. ¿Cómo sabes sus símbolos? 284

Echo intentó en el último gabinete. Estaba cerrada también. —Eso no es importante ahora. Necesitamos una estrategia —miró al otro lado de la habitación, pensando—. Hay varias organizaciones diferentes dentro de la Dakine. Éste podría no darse cuenta de que otros están buscándonos. Si pretendemos ser Dakine y decimos qué estamos en busca de lugares de contacto con el fin de atrapar el DW, podrían dejarnos ir. —¿Cómo sabías que el símbolo era Dakine? —Sheridan se puso de pie, frente a él en la plaza—. ¿Eres Dakine o no? Taylor se cruzó de brazos. —Estamos tomando tú palabra de que hay un símbolo allí. ¿Cómo sabemos que estás personas no son realmente DW, y ahora que sabes cómo encontrarlos, quieres denunciarlo a la Dakine? Echo levantó una mano como si tratara de hacer su lógica aparecer en forma visible. —Si pensara que estás personas podrían sacarnos de la ciudad, me gustaría ser el primero en disponer una correa en la espalda, pero el DW no tendría dos cuadros con símbolos Dakine en ellos. Estas personas no son lo que pensamos que eran. —Echo se acercó a Sheridan y puso ambas manos sobre los hombros. Suavemente, él dijo—: Voy a hablar con el jefe. Es nuestra única oportunidad de salir del edificio. ¿Y luego qué? ¿Más subsistencia, más miedo, más de la mitad de las respuestas de Echo? Taylor miró a Sheridan, esperando su admisión. ¿Ellas confíaban en Echo o ahora no? Sheridan se volvió a Echo, buscando en sus ojos azules cómo si pudiera ver a través de ellos a su alma. —¿Por qué quieres salir de la ciudad? Dejó caer sus manos de los hombros en señal de frustración.


—Desde que llegaste, me has dicho lo horrible que es Traventon, ¿y ahora tú estás preguntando por qué quiero dejarla? Sheridan levantó la barbilla.

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—Si quieres que confiemos en ti, es hora de que nos digas la verdad. Todo eso. ¿Estás tratando de dejar el Dakine? ¿Es por eso que necesitas salir de la ciudad? —Algo parecido a eso. —¿Por qué mataron a Joseph y Allana? —preguntó. Sus ojos brillaron. —Porque mataron a mi hermano. Él no se había preocupado por Allana, no. Era peor que eso que se diera cuenta de Sheridan. Echo culpó a Allana por la muerte de Joseph. —¿Por qué el Dakine mato a Joseph? —preguntó. Los músculos de la mandíbula de Echo pulsaban, y cada parte de él parecía rígida y dolorosa. Él no contestó. —¿Fue algo que Allana hizo? —Sheridan pinchó. Echo la miraba a ella, su expresión seguía siendo firme. —Es difícil para mí hablar de ello. Hay cosas que no entiendes, sucesos de mi pasado. Sheridan puso su mano en el brazo. Su cólera había sido reemplazado por la preocupación. —Entonces nos lo contarás cómo un cuento, como si fuera sólo la historia de dos hermanos, Echo y Joseph. Él le dirigió una media sonrisa y luego, otra de esas que no es realmente una sonrisa, sino una afirmación de la pena pasada de su vida. —Si te lo digo, ¿vas a confiar en mí lo suficiente como para hacer lo que digo? —Espero que sí.


—Está bien —dijo—. Os voy a narrar la historia de Echo y Joseph. —Su mirada viajó más allá del escritorio hasta la pintura en la pared, pero no parecía estar mirándola. No era una confesión que le estaba ofreciendo, ni siquiera una explicación. Era una acusación contra el destino. 286

—La gente no entiende cómo son los hermanos cercanos, porque casi nadie los tiene ya. Nadie tiene un hermano gemelo. Eran Echo y Joseph en toda la ciudad. Había dos grupos de hermanas gemelas idénticas que vivían en Traventon, dos de ellas muy antiguas. Uno de los conjuntos visitó a los chicos cuándo tenían siete. En aquel entonces, los niños eran demasiado jóvenes para saber qué preguntas deberían haber buscado. No habían pensado mucho en rastrear los cristales de seguimiento en ese punto. Pero en ese entonces, los cristales de las hermanas podrían no haber funcionado cómo ahora, y a veces hacer las preguntas equivocadas trae más problemas. Taylor se volvió en su asiento para ver mejor a Echo. —¿Qué, no le preguntas a ellos? Echo desterró su pregunta. —Lo siento. Estoy contando mi historia fuera de orden. Voy a ir de nuevo al principio. Sólo que a veces no sé dónde está el principio o cuándo las cosas cambiaron. Pero al principio, Joseph y Echo no tenían secretos entre ellos. Podían trabajar juntos para crear o destruir un programa cómo el que tenían en mente. A veces se utilizan para cambiar de lugar para ver si alguien se daba cuenta. De vez en cuando sus cuidadores podían atraparlos en ello, pero 04chas veces los cuidadores podían acusarlos de, unirse por vinculación cuando no lo hacían. En realidad, nadie podía decirlo porque era ambos eran bueno en eso. Echo comenzó a caminar, con las manos metidas en los bolsillos. —El problema era que las cosas cambiaron para Echo, y Joseph no podía verlo. Echo quería ser más que un Artífice de la palabra. Quería prestigio, rango. Una vez que el Dakine se enteró de sus habilidades en el ordenador, le ofrecieron una membrecía y le prometieron un rango que siempre sería menos de cien mil. Supongo que la Dakine habría ido después a por Joseph también, pero no era necesario. Joseph compartió todo lo que sabía acerca de los ordenadores con Echo, le ayudaba con


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cualquier problema. —Echo dejó escapar un furioso gruñido desde el fondo de su garganta, casi un gruñido—.Allana le gustaba mucho a los hermanos. Era hermosa, influyente, y acostumbrada a tener todo lo que había querido. ¿Por qué quería tanto de ellos?, todavía no lo sé. Tal vez era la novedad. Tal vez quería ver si era lo suficientemente potente cómo para destruir un vínculo que la naturaleza había creado. Tal vez no podía decidir. Cualquiera que sea la razón, empezó a haber... —Hizo una pausa, buscando la palabra correcta del siglo XXI. —¿Fricción? —Suministró Sheridan. —Sí. Echo no debería haber estado celoso. Tenía el encanto suficiente para hacer girar a cualquier que quisiera. Pero ya ves, Joseph fue siempre el favorecido de los cuidadores. Él era el hijo del que Jeth hablaba con la mayoría, por lo que era importante que Echo fuese al que a las chicas le gustara, más. —Echo negó con la cabeza, con los ojos tan fríos que parecía frágil—. Allana era buena jugando con los hermanos en diferentes lados. Ella sabía cómo diferenciarlos de los demás y tirar de ellos hacia ella. Eran un entretenimiento para ella, manipulando la vida de otras personas. Echo llegó a la pared de la habitación y caminó hacia el otro lado, no podía estar quieto. —Un día Allana eligió entre los hermanos, y ella escogió a Joseph. El problema era que Joseph todavía era demasiado leal a Echo. No quería hacerle daño a su hermano. Joseph sabía que Allana significaba demasiado para Echo, por lo que él le dijo que no. —La voz de Echo estaba en calma, apenas levantada, pero había una intensa agitación en sus ojos—. Allana le dijo a Joseph que no sabía nada de Echo, y Joseph se reía porque sabía que su hermano era mejor que nadie. Él podría ser Echo cuando quería. Cuanto más Allana trataba de convencer a Joseph, él más se reía. Y entonces ella le dijo qué Echo era parte de la Dakine. —Lo sabía porque lo había contratado. —Por supuesto, Joseph no le creyó. Se dirigió directamente a Echo y se enfrentó a él. —Echo hizo una pausa por un momento—. No, eso no es cierto. Joseph se lo hizo creer. Fue a Echo para confirmar la historia, pero él le grito. Siguió diciendo:


—¿Cómo puedes ser tan estúpido? ¿Cómo podrías aliarte con el Dakine? ¿No sabes lo que has hecho? El dolor en el rostro de Echo creció a medida que hablaba. Sheridan se acercó a él, deseando poder tomar el dolor de él, y el sentimiento de impotencia porque no podía. 288

—Estoy segura de que Joseph no quiso decir eso. —Oh, Joseph lo dijo en serio. —Echo se apartó de ella—. Echo no se defendió. No podía admitir que lo que decía Allana era cierto, o revelar su pertenencia a cualquier persona que no estaba en la organización. Va contra las reglas Dakine. Así que cuándo Echo fue a la base Dakine esa noche, él estaba furioso con Allana. Furioso porque ella había elegido a Joseph, y frenético porque le había dicho a Joseph acerca de él. Revelar su membrecía, estaba prohibido revelarlo a otra persona, era ponerlos en peligro de esa manera, era romper la primera ley Dakine. He pensado en ello una y otra vez, y todavía no estoy seguro de por qué Echo dijo a sus superiores lo que Allana había hecho. Si sólo hubiera guardado su ira y orgullo, aunque sólo había considerado las consecuencias de lo que estaba haciendo, pero nunca se dio cuenta de lo peligroso que era la Dakine. Sólo pensó en castigar a Allana, no se trataba de ponerla en peligro a ella o a su hermano. Echo hizo una mueca y se frotó distraídamente la luna creciente en su rostro. —Supongo que eso es un error que tenían los hermanos: actuar con ira. Si tan sólo Joseph no se hubiera enfrentado a Echo de esa manera, gritando por su estupidez. Así que muchos síes. Así que muchos viajes en la dirección equivocada. La mandíbula de Echo está apretada. Le dolía decir las siguientes palabras. —Esa noche Lobo decidió el castigo. Allana iba a ser ejecutada por revelar una membrecía Dakine, y Joseph iba a morir por escucharlo. —Echo nunca imaginó una dura sentencia, no para Allana, y ciertamente no para Joseph—, pero una vez que se da una sentencia, no puede revocarla. Con cristales de seguimiento, no se puede ocultar a los asesinos. Sólo aquellos en el gobierno que garantizan guardaespaldas están a salvo de la Dakine. Para cualquier otra persona con un decreto de


muerte, es sólo una cuestión de cuándo los asesinos le encontrarán vulnerable. Para todos, Echo podía rogar por el momento de decir adiós a su hermano. Lo hizo, porque como has oído decir a Lobo, el Dakine gusta de sus familias. Así que Echo fue a ver a Joseph. 289

La voz de Echo se volvió pesada y desigual, y luego dejó de hablar por completo. El llanto de Sheridan había apartado el anterior, derramado sobre sus mejillas. —No tienes que decir nada más. Echo sacudió la cabeza con resignación. —Tengo que terminarlo. No puedo permitir que pienses que Echo no se preocupaba por su hermano. Su mirada se apartó de Sheridan, cambiando de nuevo en sus recuerdos. —Echo le dijo a Joseph que quería cambiar de lugar con él por la noche. Joseph no sabía lo qué Echo había planeado, pero fue junto con él porque se sentía mal por su lucha. No fue sino hasta después de haber invertido el pelo y colores de la cara que hacían a Echo cuando le dijo a Joseph que el interruptor necesitaba ser permanente. Él le dijo a Joseph lo que había hecho, y lo que el Dakine había ordenado. La voz de Echo cayó hasta que fue poco más que un susurro. —Joseph no quería dejar a su hermano morir en su lugar. No había nada que pudiera hacer, sin embargo. Echo estaba allí escribiendo cada hecho de La Dakine se le ocurrió, ubicaciones, contraseñas, símbolos, todo lo que había computarizado para la organización, todo para ayudar a Joseph a tocar la parte de Echo. Joseph seguía negándose, pero Echo le dijo que no iba a permitir qué Joseph pagara por su estupidez. Echo no iba a vivir con esa deuda en su corazón. Cualquiera de ellos tenía que morir, o sólo Echo moriría, y Joseph necesitaba pensar en Jeth. —Dejó escapar un suspiro tembloroso, cómo si la historia le hubiera agotado—. Así que pensé en Jeth, y dejé que mi hermano muriera en mi lugar. Y todavía no estoy seguro de que hiciera lo correcto. Sheridan se llevó la mano a los labios.


—Eres Joseph. —Lo soy, y no lo soy. Morí con mi hermano ese día. Nunca podré ser quien era antes.

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Sheridan se inclinó y puso los brazos alrededor de él, abrazándolo con fuerza. Joseph. Era Joseph, y había llevado el peso de la muerte de su hermano. Quería hablar, pero encontró su voz atrapada detrás de una bola de dolor en la garganta. Este tipo de cosas no debían suceder. Simplemente no deberían. Joseph puso sus brazos alrededor de ella libremente y apoyó la mejilla contra su cabeza. —Ahora, ¿confías en mí? ¿Entiendes ahora por qué tengo que salir de la ciudad antes de que la Dakine descubriera lo qué ha pasado? —Sí. —Sin embargo, los cristales de seguimiento —dijo Taylor, todavía sentada en su silla—. ¿Por qué no revela tu cristal quién eres realmente? Joseph levantó la cabeza, manteniendo los brazos alrededor de Sheridan. —Los cristales trabajan con el ADN de una persona. Los gemelos idénticos tienen el mismo ADN. Se supone que los científicos hicieron algo a los cristales para hacer que funcionen para los gemelos, pero el que estaba a cargo de ese proyecto debía haber decidido que sería más fácil de corregir los datos que el problema. Estoy seguro de que le pagaron lo mismo, y que algunos gemelos de los que hay en la ciudad nunca llevaron el asunto a la atención del gobierno. Echo y yo aprendimos pronto que si nuestros cuidadores estaban tratando de localizarnos a uno de nosotros, el rastreador cogería al que estuviese más cerca. Después Echo murió, yo estaba seguro de que era el más cercano al edificio de registros, por lo que fue mi cristal el que el gobierno apagó y no el suyo. —Es por eso que cuándo alguien te sigue, te presentas en el cementerio —dijo Sheridan—. El cristal de Echo es el que está en pie. Joseph asintió con la cabeza. —Respondo a mi comunicador tanto como sea posible para que nadie necesite seguirme. Conecto en el banco la vida y el ordenador, los sistemas de automóviles, para hacerlos mantener abierta mi cuenta. Tarde o temprano alguien se habría dado cuenta de que una persona muerta


estaba comiendo tres comidas al día. Tenía la intención de salir de la ciudad antes de que fuera atrapado. Aunque ahora…

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No terminó la frase, pero su significado estaba allí de todos modos. Ahora que todo el mundo está buscándonos, ahora que estamos encerrados en una habitación Dakine, ahora que las cosas no tienen remedio, no importa.


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Traducción SOS por Nanami27 Corregido por Meellc oseph se apartó del abrazo de Sheridan y cruzó la habitación. De pronto deseó no haber dicho la verdad. Mientras que había fingido ser Echo, era casi como si Echo no hubiera muerto realmente. Ahora que había admitido ser Joseph, en un disparo Echo había desaparecido por completo. No, no desaparecido. El recuerdo de ese día se quedaba con Joseph. Siempre. Al igual que un bucle de datos en su mente. Un recuerdo horrible, y, sin embargo el más vívido de Echo que Joseph podía recordar. Horrible y reconfortante. Se aferró a ella. Joseph trató de despejar su mente del pasado y concentrarse en esta sala, en este problema. Volvió a mirar a la pintura detrás de la mesa. El símbolo Dakine sobresalía como una serpiente gigante envolviéndose alrededor el resto de las líneas de la imagen. ¿Cuántas veces había visto ese símbolo antes de que él cambiara de lugar, y no se dio cuenta de lo que era? Ahora lo veía por todas partes. En las tiendas. En las oficinas. En la ropa que la gente llevaba. Lanzó su mirada de nuevo a Sheridan. Ella sería la más difícil de convencer. —Necesitamos un plan. Cuando llegue el jefe, voy a fingir estar enfadado con él. Afirmaré que su organización no se ha revelado adecuadamente a la mía. Hemos pasado semanas acercándonos al DW, y todo eso se podría haber evitado si hubieran seguido el protocolo correcto. Ellos nos pedirán hacer un juramento de que somos Dakine y no DW. Voy a tener que enseñártelo a ti —No —dijo Sheridan rotundamente—. No pretenderé ser Dakine. No puedo negar mis creencias en la esperanza de que me vaya a comprar otra oportunidad de ser libre. No pretenderé ser Dakine. Gracioso, él había dicho esas mismas palabras una vez. Y entonces había visto la razón. Ella también lo haría.


—Sheridan, los Dakine no dejan salir de sus bases a quienes no son Dakine. Nos matarán a todos. Sus hombros se hundieron.

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—Puedes pretender ser Dakine si quieres. Voy a ser la prisionera que capturaste al establecer tu trampa. —Sheridan, no. —Había un filo en su voz no había previsto—. No —dijo él de nuevo. —¿Nunca has creído en algo? —Se sentó con cansancio en la silla junto a Taylor—. Dijiste que cuando tu hermano murió, una parte de ti también murió. Si me negara a mis creencias, una parte de mí moriría. Joseph envío a Taylor una mirada suplicante. —Convéncela para que sea razonable. Ella te escuchará. Taylor miró hacia el techo, considerando el asunto. —¿Alguna vez has pensado en todas las personas a través de la historia que murieron por sus creencias? Después de la Reforma, la vida de los protestantes en algunas partes de Europa se hizo tan difícil que era más seguro llegar a las barcas y navegar a través del océano a América de lo que era estar en Europa. Y los Judíos durante el Holocausto, los primeros cristianos... tantos más en muchos países. ¿Cómo lo hicieron? ¿Cómo eran tan fuertes? La mirada de Taylor se volvió hacia Joseph, todavía sumida en sus pensamientos. —Con cada decisión que tomamos, estamos diciendo al mundo lo que creemos. ¿La honestidad o la conveniencia? ¿Trabajar o jugar? ¿Ayudar a un amigo o ayudarnos a nosotros mismos? —Un atisbo de sonrisa se dibujó en sus labios, un alegato en favor para que Joseph entendiera—. Ya he perdido todo lo demás. Cuando se llega a esto, no quiero perder mi carácter también. No voy a negar mis creencias bien de ninguna manera. Incrédulo, Joseph miró a Taylor. Ahora, cuando necesitaba que fuera lógica, ¿se había vuelto filosófica sobre la naturaleza humana? Joseph levantó las manos en señal de frustración.


—Para una persona que vino de una época tan violenta, no tienes muy bien desarrollado el temor a la muerte. —Hay cosas peores que la muerte —dijo Sheridan. —No muchas —dijo Joseph. 294

Taylor lanzó una mirada a la puerta. —Ser obligada a hacer armas para el gobierno o el Dakine, eso sería peor. Sheridan se levantó y cruzó la habitación hacia Joseph. Ella tomó una de sus manos entre las suyas y le acarició los dedos suavemente. —Puedes hacer lo que quieras. No vamos a culparte. Él se resistió a la tentación de apretar los dientes. —¿Puedo hacer lo que quiero? Puedo ver la ejecución, quieres decir. Ya lo he hecho una vez, y no necesito repetirlo aquí. Dijiste que si te dijera la verdad, seguirías mis instrucciones. Los dedos de Sheridan eran cálidos contra su piel. —No puedo. Él apartó la mano de ella y dejó escapar un gemido. —La última vez que me importó una chica, mi hermano fue asesinado. Ahora tomo un giro contigo, y probablemente vamos a morir todos. Si salgo de esto, voy a renunciar completamente a las citas. Ella dio un paso hacia él, para coger su mano de nuevo, pero él se apartó. Esperaba que ella se enojara, defendiera su posición; a cambio su voz era tan suave como una canción de cuna. —Lo siento. Su decisión era definitiva, entonces. Ella ya estaba planeando su muerte, al igual que había hecho Echo. Joseph no había sido capaz de salvar a su hermano, y ahora mientras estaba aquí esperando a que el destino volviera a entrar en la habitación, trató desesperadamente de encontrar una manera de salvar a Sheridan y Taylor.


Antes de que pudiera empezar a sacar a relucir las ideas de un plan, la puerta se abri贸 y dos hombres entraron.

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Traducido por Nanami27 Corregido por Garazi

oseph contempló a los hombres rápidamente, evaluándolos por si tenía que luchar. El camarero con trenzas oscuras fue seguido por un hombre mayor. Su pelo gris estaba atado detrás de su cabeza la forma de trabajadores de restaurantes por lo general llevaban el pelo, y su cara se veía vieja, pero había una energía, una sensación de poder sobre él, que le hacía parecer demasiado importante para ser muy viejo. El camarero asintió con la cabeza en la dirección de Joseph. —Estos son los clientes de los que te hablé. El jefe se paseó hacia ellos, escudriñando a cada uno con mucho esmero, Joseph estaba seguro de que su primera pregunta sería sobre la tierra gris en sus zapatos. Taylor y Sheridan esperaban, como estatuas todavía. Taylor, se dio cuenta, estaba temblando y tratando de ocultarlo, cruzando sus brazos sobre su pecho. —¿Quién te ha enviado aquí? —preguntó el jefe. —Vinimos por nuestra cuenta —dijo Joseph. —Tus peticiones para la cena eran peculiares. —Somos gente peculiar —dijo Joseph. La respuesta le valió una ceja levantada del jefe, aunque Joseph no estaba seguro de por qué. El jefe caminó alrededor de Joseph, mirando la espalda de él. —¿Estabas pensando en encontrarte con alguien para cenar? —No, y queremos irnos ahora. El camarero se cruzó de brazos, flexionando los músculos grandes cuando lo hizo. —Dile a mi jefe con quién planeaste encontrarte para la cena.


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Joseph no veía manera de salir de la cuestión. Sheridan y Taylor no tomarían el juramento Dakine, pero él aún podría salvarse. Debía salvarse a sí mismo. Todavía vaciló. Había vivido con el peso de la muerte de su hermano pulsando en él durante el último mes. No podía soportar la idea de añadir eso a la carga. Lo único que podía hacer era esperar que se hubiera equivocado acerca de los símbolos. Había una posibilidad, por pequeña que sea, que el DW hubiera elegido las pinturas por accidente, sin saber acerca de los signos Dakine. Los ojos del jefe se estrecharon en rendijas enojados. A él no le gustaba esperar una respuesta. —Teníamos la esperanza —dijo Joseph lentamente, midiendo la reacción del hombre— de encontrar a alguien que nos pudiera ayudar. Un doctor. El rostro del jefe se endureció, y su voz se quebró como la electricidad. —¿Un doctor? Los únicos que dicen la palabra son los fanáticos. Lo que significaba que estas personas no habían elegido la obra accidentalmente. Joseph lanzó una mirada a Sheridan para ver si tenía repensar su posición. Su expresión era firme, calmada casi. El enojo del jefe ganó tanto impulso y volumen. —¿Sois vosotros tres fanáticos? —No —dijo Joseph. El camarero, ahora de pie detrás de su jefe, sacó una caja negra de su cinturón y la agitó en su dirección. —¿Tenemos algunos DW que necesitemos erradicar? —No —dijo Joseph nuevo, más fuerte—. No adoramos a un doctor. Y no lo hacían. En el día de Sheridan y Taylor, los médicos eran medicamentos. Nadie les adoraba. Envió a Sheridan y Taylor una mirada, diciéndoles que lo negaran. El camarero volvió la caja láser de manera que apuntaba directamente a Sheridan. —No contestasteis. ¿Sois adoradores de un ser superior? Tan pronto como el camarero lo expresó así, Joseph sabía lo que pasaría. Podía oír la palabra antes de que incluso saliera de los labios de Sheridan.


No esto. No otra vez. No iba a esperar y ver a Sheridan y Taylor ser disparadas.

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Ellas hablaron al unísono, sus voces mezcladas en un idéntico: —Sí. —Antes de que hubieran terminado la palabra, Joseph se abalanzó sobre el camarero. Era casi como si viera a los asesinos de Echo delante de él, como si la repetición que había visto en su mente una y mil veces estaba sucediendo ahora. Sólo que esta vez sus pies no estaban cementados, sin moverse en shock horrorizado. Ahora su cuerpo se sacudió hacia adelante. Él llegaría al camarero y tendría un momento de venganza antes que un disparo lo atravesara. El jefe se volvió cuando Joseph pasó, agarrando su brazo y tirando de él hacia atrás. El hombre era más fuerte de lo que Joseph había esperado, pero no pudo luchar contra su ira. Joseph se retorció, giró y lo golpeó en la mandíbula. El hombre tropezó, cayendo hacia atrás contra los gabinetes con una grieta. Joseph se volvió y vio que el camarero ya tenía la caja láser apuntando a él. El tiempo se detuvo. Joseph no pudo concentrarse en nada más que la caja negra. Luego vino el tiro. Sheridan gritó, o quizás fue Taylor. No podía girar la cabeza para decirlo. Sus músculos se habían congelado en su lugar, tan tenso e inflexible como el hielo. No fue la quema de un disparo mortal, sólo el choque de un entorno de aturdimiento. En pocos segundos se había desmayado. Y entonces, ¿qué pasaría? Joseph luchó por respirar, se sintió caer hacia atrás, y al segundo siguiente fue capturado. El jefe lo puso en el suelo mientras el camarero se ponía sobre él, todavía con la caja láser, pero ahora apuntando a las chicas. El jefe sacó una caja restauradora de su cinturón y la sostuvo sobre el pecho de Joseph. En lugar de enviar un gran impulso que habría restaurado la función muscular de todo su cuerpo, el jefe envió una dirigida al pulso. Joseph podía respirar fácilmente otra vez. El entumecimiento dejó su cara, y él podía girar la cabeza. Sheridan había avanzado. —¿Qué estás haciendo? —gritó ella.


El camarero se dio un paso hacia ella, haciéndola callar con un gesto de la caja láser.

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El jefe miró con desprecio a Joseph. —¿Quieres proteger a tus amigas, Devoto de Doctores? Supongo que eso también te hace un DW, pero luego, puede que sencillamente seas del tipo sentimental. Así que te preguntaré: ¿Hay algo que quieras decirme antes de decidir si matarte? ¿Cualquier información que desees transmitir? Una de las frases que los Dakine usaban como saludo era La noticia es la cosa. El jefe estaba esperando para escuchar si Joseph lo diría. Joseph sabía cómo trabajaban los Dakine también, sin embargo. Si él decía ser uno de ellos ahora, estos hombres lo harían matar Sheridan y Taylor para probar su lealtad. Joseph negó con la cabeza. —Tengo muchas cosas que decirte, pero ninguna que quieras oír. El jefe se irguió y la burla se apartó de sus labios. —Muy bien, entonces. Has pasado nuestra prueba. Supongo que es seguro ayudarte. —Apretó otro botón en la caja restauradora, y roció las vigas, palpitando calor a los músculos de Joseph, revirtiendo su estado de congelación. Poco a poco, la tensión que se había aferrado a su cuerpo liberó su agarre. El jefe se frotó la mandíbula donde Joseph le había golpeado, abriendo y cerrando la boca. Para el camarero, le dijo: —O bien te estás volviendo lento, o yo lo estoy haciendo. —Sólo son cada vez más rápidos. —Cierto. La próxima vez voy a sostener la caja láser y tú lucharás con los salvajes en el suelo. Sheridan se arrodilló junto a Joseph, mirándolo. —¿Estás bien? Se incorporó sobre un codo y asintió. Taylor se puso las manos en las caderas. Su mirada saltó hacia atrás y adelante entre el camarero y el jefe. —¿Le dispararon a alguien y esto fue sólo una prueba? ¡Me han asustado a muerte!


Afortunadamente, los hombres no podían entenderla. Joseph no iba a quejarse para traducirla. El jefe le tendió la mano y ayudó a Joseph a ponerse de pie. Sheridan se levantó también. Ella envolvió su brazo alrededor de la cintura de Joseph, ayudando a apoyarlo. 300

—¿Tus pies están unidos de nuevo? —preguntó el jefe. —Creo que sí. —Puedes llamarme Hermano Navarone. —Hizo un gesto al camarero—. Ese es el Hermano Méndez. —¿Son Devotos de Doctores? —preguntó Echo. —Ese es uno de nuestros nombres. —Mientras Navarone hablaba, se acercó a un armario y lo abrió—. Lo siento por esa presentación, pero hay que asegurarse de la gente antes de que los ayudemos. Méndez se cruzó de brazos y sonrió a Joseph. —Estaba seguro de que fallarías. Parecías saber demasiado acerca de nuestras pinturas. La mirada de Joseph volvió a la pintura y el torcido símbolo negro Dakine. —¿Cómo lo conseguiste, los símbolos secretos...? —Tenemos recursos. —Navarone tomó un tubo de crema para el dolor del armario y se aplicó un poco en la mandíbula—. Es sorprendente, pero a veces incluso los Dakine cambian. Joseph se pasó una mano por la espalda de Sheridan. —Tengo que explicar acerca de mis amigas. No hablan igual que nosotros. Navarone terminó de aplicar la crema de dolor en su mandíbula. —Lo sabemos. Tu amiga Elise nos habló de los tres. —Inclinó la cabeza a Joseph, evaluándolo—. Ella no mencionó ese golpe tuyo. —¿Has hablado con Elise hoy? —preguntó Joseph, sintiéndose más feliz por el momento—. ¿Ella está a salvo? Navarone pasó un dedo por su labio inferior, comprobando si había inflamación.


—Ella ya ha dejado la ciudad. Quería encontrarte en Fairmore, pero pensamos que sería mejor si no estaba cuando el gobierno asignara la culpa por sus detenidos desaparecidos. Enviamos a alguien en su lugar. No pudo encontrarte, sin embargo. —Nos encontramos con problemas. 301

—Ella va a estar feliz de saber que estás a salvo. —Navarone puso la crema de dolor devuelta en el gabinete—. Lo que no entiendo es cómo tú nos encontraste. Ni siquiera Elise sabía de este lugar hasta que la procesamos fuera de la ciudad. —Sheridan lo encontró. Reconoció los símbolos religiosos. —Ah —asintió Navarone—. Ha pasado un tiempo desde que alguien ha llegado a nosotros de esa manera. Pero si el gobierno sigue trayendo a gente del pasado, tendremos que tomar eso en consideración. —Destruimos su máquina —dijo Joseph—. Ellos no pueden traer a nadie más del pasado. Las cejas de Navarone se levantaron por la sorpresa. —¿Estás seguro? Joseph asintió con la cabeza. —Bueno. Entonces no tendremos que destruirla. —Navarone se volvió, tomó un disco de su bolsillo y abrió varios armarios a la vez. Sacó los paquetes, los puso en el aparador, y miró a través de ellos—. Vamos a recopilar provisiones para que puedas unirte a los demás. No traían comida con ustedes, pero estamos un abastecimiento de comida, así que si no les importa comer segundos, no morirán de hambre. Van a tener que cambiar su ropa, color de cabello y el tinte de la cara. Cuando salimos, lo hacemos en camuflaje. Navarone entregó a Sheridan y Taylor una mochila a cada una. Miraron a través de ellas, comentando entre sí sobre el contenido. Méndez levantó el último en el aparador y se lo dio a Joseph. —Te llevaré de excursión a nuestro centro más cercano. Tenemos una facilidad allí para remover tu cristal. Joseph hizo un gesto hacia el cristal en la muñeca de Méndez. —¿Qué pasa si alguien te sigue y descubre que está fuera de la ciudad? —No lo harán —dijo Méndez, entregándole una bolsa de agua—. Es una farsa.


¿Cristales falsos? ¿Qué otro tipo de tecnología tenía esta gente? Navarone sacó otras dos bolsas de agua del armario y se los entregó a las chicas. —Después de eso, se irán con los demás y viajarán a nuestra ciudad. 302

Joseph asintió con la cabeza. Todo estaba ocurriendo tan rápidamente, pero se alegraba de que no tuviera tiempo para pensar en lo que estaba haciendo, lo que dejaba atrás. Su padre. Su hogar. Cada lugar en que había hecho una memoria con su hermano. Joseph deseó haber visto a su padre de nuevo, decir adiós en persona. Tal vez era mejor así, sin embargo. Jeth habría tratado de evitar que se vaya, y Joseph podía haberse debilitado y dicho la verdad. Si Jeth supiera que Echo se había unido a los Dakine, hubiera sido superado con la decepción. Y, ¿qué pensaría de Joseph por dejar Echo morir en su lugar? Era mejor irse rápidamente. —¿Cuál es tu ciudad? —preguntó Joseph. Méndez sacó una pila de pantalones y camisas de un cajón. Eran una mezcla de verdes y marrones. —Santa Fe. —Oh, por supuesto —dijo Sheridan, y sonrió. —¿Santa Fe, Nuevo México? —preguntó Taylor. Joseph negó con la cabeza. —Esa ciudad fue destruida hace dos siglos. —Pero los religiosos construyeron su propia ciudad —terminó Sheridan por él—, y le dieron el nombre de algo que no encuentran en sus ciudades originales: santa fe. Méndez entregó los trajes de camuflaje. Navarone repartió botas fuertes. Joseph se quitó los zapatos arruinados y tomó un par. —Nunca he oído hablar de una corriente de Santa Fe. —Nosotros lo llamamos Santa Fe —dijo Navarone—. Todo el mundo lo llama Jackalville. Joseph se enderezó. —¿Estoy escapando a Jackalville?


Navarone soltó una risa profunda. —Me he olvidado de lo poco que sabes acerca de nosotros. No tengo tiempo para decirte acerca de nuestra ciudad, así que voy a decir que no es lo que informa el gobierno. Creerás eso, ¿verdad? 303

—Sí —dijo Joseph. Sabía que el gobierno mintió acerca de muchas cosas, pero aún estaba inquieto. Navarone sacó la electrónica de Joseph de su bolsillo y se los dio a Méndez para que lo lleve. Al entregar el disruptor, dijo: —Nuestros técnicos nunca han visto este dispositivo antes. ¿Es algún tipo de bomba? Aunque Joseph confiaba en el DW, o al menos quería confiar en ellos, todavía era difícil decir la verdad. —Es un disruptor. Una vez que se activa, desactiva cualquier caja láser que está dentro del rango. Los ojos de Navarone se ampliaron y su rostro se iluminó. —Nuestros científicos estarán deseosos de replicar esto. Sí, lo harían. Él sólo había ayudado a DW, cambiado el equilibrio de poder. Esperaba que no se arrepintiera más tarde.


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Traducido SOS por Lina Loops♥ Corregido por Pily

éndez había dicho que la clínica de medicina DW quedaba a una caminata de tres horas a las afueras de Traventon. Joseph deseaba tener algún tipo de reloj, pero había dejado atrás esa función cuando descartó su último comunicador. Sólo Méndez tenía cualquier aparato electrónico sobre él, y la mayor parte de ellos estaban asegurados en su mochila. Habían estado caminando dos horas o más o menos cerca de tres. Él, Sheridan y Taylor se habían vendado los ojos, dirigidos a través de un paso subterráneo, y conducidos en un vehículo que no se ejecuta en los rieles. Joseph sabía que no era un corredor ferroviario porque una vez que los dejó allí y retiraron las vendas, estaban bien lejos de la ciudad. Supuso que el DW tenía un túnel que pasaba subterráneamente de algún modo, y su puerta estaba camuflada con una cubierta de rocas o arbustos. Méndez no habló mientras caminaba, ni ofreció ninguna información sobre su entorno. Probablemente por razones de seguridad. Hasta el cristal de Joseph se había retirado, siempre existía el peligro de que el gobierno pudiera descubrir su error, activando su cristal de nuevo, y seguirle la pista. La amenaza de la captura caminaba junto a ellos mientras avanzaban. La cabeza de Méndez constantemente giraba a la izquierda y luego a la derecha, sus trenzas deslizándose por su espalda mientras inspeccionaba los alrededores. Llevaba una caja de laser en una mano y un escáner en la otra. ¿Sospechaba que estaban siendo observados? ¿Vio algo, o era sólo una medida de precaución? Joseph no preguntó. No quería asustar a Sheridan y Taylor en caso de que Méndez diera la respuesta equivocada. Los árboles eran más verdes, más altos, más que cualquier otro que había visto en los programas de desierto en el centro de VR. También olía


rico con un poco de olor desconocido. Muchos de ellos estaban en el suelo, golpeado por… Pues, ¿qué fue lo suficientemente fuerte como para derribar esos enormes árboles? Durante toda la tarde el grupo tuvo que seguir subiendo más árboles caídos. 305

Cuando Joseph había preguntado por ellos, Méndez dijo: —Son pinos. Las tormentas vienen a través ellos de vez en cuando y algunas los tiran hacia abajo. Y entonces él no quiso decir más sobre el tema. Sheridan, sin embargo, actividades al aire libre.

felizmente

compartió

información

sobre

—¿Escuchaste ese chirrido? Es el idioma de las aves, que es algo completamente diferente del Inglés. —¿Ves esas molestas pequeñas cosas negras volando? Esos son errores. Tampoco hablan inglés, y si te acercas demasiado, a veces vuelan en tu nariz. En realidad, esperaba que se hubieran extinguido. Joseph se acercó y le dio un manotazo con su bolsa de agua medio vacía. —¿Recuerdas que te dije que si salía de la ciudad vivo, le iba a dar a las niñas? No he cambiado de opinión al respecto. Ella se río y se apoderó de su mano, moviéndolo hacia atrás y adelante mientras caminaban. —Sólo odias admitir que tenía razón y que tú estabas equivocado. Los hombres no han cambiado nada en los últimos cuatro siglos. Él sabía que ella estaba feliz. Feliz, quizá por primera vez desde que la había conocido. La tristeza había dejado sus ojos, y en su lugar había optimismo. Y belleza. Como algo que podía mirar y nunca cansarse de hacerlo. Ella apretó su mano. La sensación de sus dedos en los de él era cómoda. Quizás Jackalville no iba a ser un lugar tan malo después de todo. Taylor también estaba entusiasmada con la ciudad, trabajando en su acento para poder preguntar las preguntas que Méndez se negó a responder. Él se limitó a sonreír y dijo: —Cuando estés a salvo en el interior, ya habrá tiempo para preguntas.


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Así Sheridan y Taylor tuvieron que satisfacer su curiosidad hablándose entre ellas, adivinando lo que Santa Fe podría ser. Sheridan esperaba que tuvieran mascotas y una biblioteca llena de clásicos y novelas que se habían escrito durante los últimos cuatrocientos años. Taylor quería parques con árboles, un programa de física, y por lo menos un baño caliente. —Apuesto a que no tienen rangos —dijo Sheridan, ya sonando aliviada. Mientras caminaban, el suelo debajo de ellos crujió y se partió en una forma desconocida. Joseph tuvo que ver constantemente sus pies de modo que no tropezara con las raíces de los árboles o las rocas que yacían por todas partes. Ese fue otro detalle que el programa de desierto en el centro VR había dejado fuera. La suciedad real era tan inestable. Méndez se detuvo y levantó una mano, la señal de esperar en silencio. Pasó un minuto. No sólo Méndez, pero cada cabeza se volvió, buscando el paisaje para cualquier cosa inusual. Rocas. Árboles. Sombras. Un pájaro saltando de una rama a otra. Méndez puso su mano y les hizo señas para que empezaran de nuevo. —Un grupo de Vikers nos sigue. —¿Cómo lo sabes? —preguntó Joseph. —Cuando el viento está bien, puedo olerlos. Joseph tomó una profunda bocanada de aire. No podía distinguir el olor de los Vikers de los otros olores a su alrededor. —¿Nos han seguido hasta el final de la ciudad? —Es un grupo diferente. Algunos de ellos viven en el bosque. No atacarán mientras mantengo mi caja láser visible, pero tendremos que darnos prisa. Taylor caminó detrás de Méndez, sus botas haciendo sonidos crepitantes en contra de las agujas de pino caídas. —Muy bien. Mis piernas ya me matan. Sheridan cambió su mochila y aceleró el paso. —Mejor tus piernas que los Vikers.


—Todos estaríamos más seguros —dijo Joseph—, si me devolvieras mi caja láser.

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Méndez negó con la cabeza. —Estas lo suficientemente seguro. Nos encontraremos con un grupo de la clínica de medicina en una media hora. Ellos te llevaran el resto del camino con los ojos vendados. Pero no te preocupes. Los Vikers nunca atacan a los grandes grupos. —¿Incluso si parte del grupo tiene los ojos vendados? —preguntó Taylor. Méndez no le respondió. Joseph vio las sombras de las ramas de los árboles proyectándose en su camino. Se desplazaban cuando el viento se balanceaba entre los árboles. —¿Cuántos de nosotros van a viajar a Santa Fe? Méndez esquivó una roca, apenas haciendo un sonido mientras pisaba a través de la maleza frágil. —Suficientes. Elise y tu padre nos esperan en la clínica de medicina, por lo que pueden viajar juntos. —¿Mi padre? —Repitió Joseph, sin estar seguro de haber oído bien. —Jeth es tu padre, ¿verdad? —¿Jeth está con Elise? —preguntó Joseph. Méndez miró a su escáner. —Yo los procese juntos. ¿Jeth había salido de la ciudad? ¿De buena gana? En ese momento, Joseph no podía imaginarse a su padre, lo único que podía ver era la oficina. La oficina llena de muebles y objetos antiguos de los años veinte. El equipo lleno de investigación y las teorías y métodos de estudio. Toda la vida de Jeth estaba en esa habitación. ¿Y él lo había dejado? Méndez miró por encima del hombro a Joseph. —¿No estás contento de que tu padre se fuera con Elise? —Nunca pensé que él quisiera salir de la ciudad.


Méndez sonrió y volvió a explorar el área.

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Joseph siguió caminando, los Vikers olvidados por completo. ¿Por qué Jeth había dejado Traventon? No había sido etiquetado con la culpa por la liberación de los jinetes del tiempo de sus celdas de detención. Eso fue claramente una operación del Dakine. Como mucho habría sido censurado por dejar tranquilas a las chicas antes de su primer intento de fuga. Entonces la verdad se produjo para Joseph. No era al gobierno al que Jeth tenía miedo, era al Dakine. Ellos buscaban a Echo y a las jinetes del tiempo, y de los primeros lugares en que habían buscado era el apartamento de Jeth y Wordlab. Probablemente los habían amenazado. Por lo tanto, no sólo Joseph había contribuido a la muerte de su hermano, había puesto en peligro a su padre y le obligó a salir de la ciudad. Sangre, cuando Joseph cometía errores, el los maximizaba. Unos minutos más pasaron. Méndez se detuvo de nuevo, con una mano en alto. Extendió el escáner, convirtiéndolo en un movimiento circular mientras examinaba la zona. Hizo un ruido de gruñido infeliz, entonces entrecerró los ojos a través de los árboles detrás de ellos. —Tenemos un problema. Alguien de la ciudad nos está siguiendo. Las palabras golpearon a Joseph duro, dejándolo sin aliento. El gobierno debió haber descubierto que no era Echo y encendió su cristal de nuevo. —¿Cuántos? —Siete. Cerca de ocho minutos por detrás de nosotros. Por lo general, los Ejecutores no llegarían tan lejos. Deben pensar que eres importante. No Joseph. Los Ejecutores querían a Taylor, y no podían permitir que la capturaran. Joseph puso las manos en las correas de la mochila, aliviando la presión sobre sus hombros. —Voy a dejar el grupo e ir en una dirección diferente. De esta manera el resto de ustedes estará a salvo. Sheridan se apoderó de su brazo. —No te puedes ir ahora. Taylor miró en la dirección en que Méndez seguía inspeccionando.


—Pensé que habías dicho que los Vikers nos seguían. ¿Cómo fue que de repente se convierten en ejecutores?

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—Los dos están tras nosotros —dijo Joseph—. El Scanner de Méndez puede recoger los cristales de los demás. Los Ejecutores finalmente llegaron lo suficientemente cerca para registrarlos. —Para Méndez dijo—: ¿Caminan sobre motores? Méndez negó con la cabeza. —Las máquinas no pueden hacer más por este camino. Están a pie como nosotros. Se puso un lado de la mochila de su hombro y saco la caja láser de Joseph y el alterador lo sacó de un compartimento. Se los entregó a Joseph. —Más arriba, hay un arroyo seco que divide la colina en las crestas. Sube por el lado oeste. Me quedo con las chicas por el otro. Cuando los Ejecutores sigan la señal de la colina, debería ser capaz de disparar a algunos a sus rodillas antes de que lleguen. Tenía que estar de rodillas porque los Ejecutores llevaban cascos y escudos deflectores alrededor del torso, los brazos y las piernas, así como las palmas de sus manos. Sólo sus dedos, las articulaciones y las pequeñas aberturas en la cintura quedaban sin protección para permitirles movimiento. —¿Qué pasa con los que no consigas dispararles? —preguntó Joseph. —Ellos son la razón por la que te di de vuelta tu caja láser. Espero que sepas cómo usarla. No era la más alentadora de las respuestas. —Sé cómo disparar —dijo Joseph. Desde la muerte de Echo, había practicado un montón. Mientras caminaban, Méndez siguió explorando el bosque. —Sólo utiliza el destructor si es necesario. No nos hará ningún bien desactivar sus cajas de láser cuando la nuestra dejará de funcionar también. Nuestra mejor estrategia es disparar a los Ejecutores mientras permanecen ocultos. Tengo lonas de camuflaje, por lo que no deberían ser capaces de encontrarnos a mí o a las chicas a menos que pasen sobre nosotros.


Las militares lonas de camuflaje estaban hechas de un material que refleja el color, la forma y la textura de su entorno tan bien que podía engañar el ojo humano y la mayoría de los sensores. Si no había engañado al sensor eso dejaba al cristal de Joseph. 310

Méndez aceleró el paso, y Joseph lo siguió, deslizándose el pulgar sobre los botones de la caja láser. —Soy un buen tirador —dijo Méndez—. Y no van a esperar que les disparen por la espalda. Ellos no pueden proteger sus articulaciones para siempre. La mirada de Joseph volvió a Sheridan. Sus ojos estaban muy abiertos, asustados. —Vas a estar bien —dijo. —No estoy preocupada por mí —dijo. Nadie dijo nada después de eso. Ellos estaban escuchando cada susurro del viento, cada reclamo, concentrándose en donde poner sus pies después. Una urgencia colgaba sobre ellos, empujándolos hacia delante. Joseph no podía oír los pasos que se acercaran por detrás de él, pero podía sentirlos. El grupo llegó al arroyo seco, y Méndez dejó de caminar. —Aquí es donde nos dividimos. —Señaló a la izquierda de una cresta en la ladera—. Ocúltate en los arbustos para que los ejecutores no puedan disparar a distancia. Queremos que caminen hasta la colina, así tengo una buena oportunidad de sus rodillas. Voy a hacer mi mejor esfuerzo para detenerlos antes de que lleguen. —Gracias. Méndez se volvió y se dirigió hacia la otra colina, indicando a las chicas para que lo siguieran. Taylor lo hizo. —Buena suerte —le grito a Joseph. Sheridan no se movió. —Ve —le dijo Joseph. —¿Y si...? Se inclinó y la besó rápidamente.


—Puede que no haya renunciado a las niñas después de todo, por lo que necesitas irte ahora. Ella dio un paso reticente lejos de él. —Te estoy aferrando a eso. —¿Qué significa eso? 311

Otro paso, una sonrisa. —Ya verás cuando estemos a salvo. — Se dio la vuelta y tomó grandes pasos para ponerse al día con Taylor y Méndez. OCHO MINUTOS. Ese es el tiempo que Méndez había dicho que tomaría para que los Ejecutores se encontraran con ellos. ¿Hasta qué punto de la colina había de ir? Se volvió y miró a la arista opuesta. A través del collage de árboles y arbustos, vio manchas de verdes y marrones en movimiento-los otros tres escaladores. Cuando Joseph vio, Taylor y Sheridan se fueron detrás de un árbol de pino de crecimiento lento y no volvieron a aparecer. Méndez no se unió a ellas. Se colocó dónde podía obtener una imagen clara de la otra cresta. Joseph debería empezar a ocultarse pronto también. Caminó unos metros más, y luego fue al más grande pino que pudo encontrar. Las ramas inferiores no ofrecían mucha cobertura, por lo que puso su caja láser entre los dientes y subió más alto. Los árboles en el centro de VR fueron siempre tan robustos. Éste se tambaleó mientras subía, doblando las ramas bajo su peso. Se instaló en una de las ramas más altas, esperando que la ropa de color marrón y verde pudiera ocultarlo. Luego esperó, con su caja láser en la mano. Cada chirrido de las aves parecía especialmente fuerte. La corteza y las agujas de las ramas nudosas se clavaron en sus piernas. Se mantuvo tan quieto como pudo mientras buscaba en el suelo del bosque por movimiento. Nada. Nada. Y entonces los vio. Los hombres no se habían tomado la molestia de camuflarse, y surgieron de los árboles como un reguero de sombras


negras. Seis Ejecutores y un funcionario del gobierno. Incluso desde lo alto del árbol, Joseph reconoció el pelo negro y gris a rayas. Helix había venido personalmente en esta excursión. Cada uno de los Ejecutores sostenía una caja láser. Helix sostenía otra cosa. Un gran artilugio metálico que Joseph no había visto antes. 312

El grupo se detuvo para obtener nuevas lecturas del escáner. Joseph señaló con su caja láser y esperó. Ellos tomarían la lectura en su cristal, darían la espalda a Méndez y penosamente cuesta arriba. Esperaba que Méndez tuviera buena puntería. Los hombres hablaban entre sí, con Helix, luego se volvieron, pero no hacia Joseph. Comenzaron a subir la otra cordillera, hacia Sheridan y el escondite de Taylor. Por un momento, Joseph no se movió, no entendía lo que estaba pasando. Esperó a que se volvieran de nuevo y caminaran hacia él. No podían saber dónde estaban Sheridan y Taylor escondidas. No podían. Y sin embargo lo hicieron. Estaban caminando directamente hacia el lugar donde las chicas se escondieron, y Joseph estaba demasiado lejos para ayudarlas.


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Traducido por Julieta Corregido por Meellc

heridan vio a los hombres primero. La gran lona que Méndez había puesto sobre ellos sólo tenía dos pequeñas manchas para que pudieran ver a través de ella, y eran borrosas, como mirar a través de un cristal rayado. Pero era difícil pasar por alto los siete hombres vestidos de pies a cabeza de negro. Helix era uno de ellos, con el pelo negro y gris a rayas que asomaba por debajo del casco de un Enforcer. —Helix —le susurró a Taylor, y luego agregó—. ¿Qué es esa cosa que está llevando? El dispositivo metálico era del tamaño de una almohada con un plato en la parte inferior y un metro en la parte superior. Helix realizo una pausa, consultándolo, y a continuación, se apartó de la colina donde Joseph se escondió y comenzó a ir de excursión por la colina hacia ellos. Los seis de los Ejecutores siguiéndolo, armas láser libremente en sus manos. —Esto no debería haber pasado —dijo Sheridan. Taylor se acercó más al agujero en su lado de la lona y dejó escapar un suspiro pinchado. —Oh no. No están siguiendo a Joseph. Nos están rastreando a nosotros. —¿Cómo? Taylor cambió de posición, sin dejar de mirar. —Un QGP puede identificar y encontrar señales de energía de una persona. Deben de haber modificado uno para seguirnos a nosotros.


Sheridan quiso retroceder, pero no podía tirar de ella fuera de la vista de los hombres que marchaban hacia la colina. —Pensé que Reilly no podía conseguirlos para trabajar. —Al parecer, el aparato de búsqueda no era el problema. 314

A cada paso que los Ejecutores tomaban en la colina, el corazón de Sheridan latía más rápido. ¿Dónde estaba Méndez? ¿Dónde estaba Joseph? ¿Verían lo que estaba sucediendo? El sonido de disparos atravesó desgarrando el aire. Destellos de luz chisporroteaban alrededor de las piernas de los Enforcers como pequeños fuegos artificiales. Uno de los Ejecutores cayó al suelo, y luego otro se derribó a su lado, ambos agarraron sus rodillas, gimiendo. —¡Todos abajo! —gritó Helix y los Ejecutores restantes se arrodillaron, sus cajas de láser apuntando en frente de ellos. Helix estableció el QGP en el suelo y desenganchó una caja láser de su cinturón—. Sólo ajusten en aturdir. No quiero a nadie muerto hasta que tengamos atrapada Tyler Sherwood. —Señaló a uno de los Ejecutores. —Busque en la zona y encuentre el francotirador. El hombre sacó una caja de plata de su cinturón y lo sostuvo en el aire, tomando lecturas. Sheridan espero que los Ejecutores ayudaran a los heridos, pero los hombres mantuvieron sus láseres arriba, por la topografía de la zona, aparentemente indiferente a los dos que estaban retorciéndose y gimiendo en el suelo. El Enforcer con el escáner, dijo: —No estoy teniendo ninguna lectura. El francotirador huyo o no tiene cristal. Helix gruñó, como si el ejecutor hubiera admitido ser incompetente. Miró hacia el bosque. —Ellos están aquí. —Volvió la cabeza hacia la izquierda y luego la derecha, sigue buscándolo—. Trate cada exploración que conozca hasta que encuentre ese francotirador y luego mátalo.


Sheridan miró colina abajo, preguntándose si Méndez había oído esta declaración y si su cubierta le ocultaría de cada ciclo. Helix agitó una mano en dirección de los Ejecutores heridos.

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—Dales una goma de borrar del dolor. Sus gritos traerán a todo viker desde aquí a la ciudad. Dos de los Ejecutores tomaron medidas de rodillas con sus compañeros. En lugar de estar aliviados con la ayuda, los heridos parecían más nerviosos por la orden de Helix. —¿No nos van a dejar aquí? —El primero pidió—. Los Vikers nos llevará si estamos inconscientes.

—No necesito una goma de borrar el dolor —dijo el otro, tirando de él hasta quedar sentado—. Voy a estar tranquilo. Nadie les respondió. Los dos Enforcers arrodillados desabrocharon una pequeña caja de cinta cada uno, sacaron jeringas, y luego insertaron una en la rodilla de cada herido. Los hombres se aflojaron. La única señal de que estaban vivos era el movimiento de su pecho que subía y bajaba. Helix hizo una seña a sus hombres restantes. —Eso debería ser suficiente advertencia para el resto de ustedes. Si eres lo suficientemente estúpido como para dejar que un francotirador lo hiera, ustedes van a terminar como cena para los Vikers. Ahora busquen a Tyler Sherwood. Paso a paso, arrodillados, los Ejecutores subieron la colina. Cada uno mantuvo un brazo hacia abajo, el otro en línea recta, balanceando sus cajas láser frente a ellos como péndulos de lado. No más disparos procedían de detrás de ellos. Ellos no estaban dando a Méndez un objetivo más. ¿Cuánto tiempo sería hasta que llegaran al escondite? Manteniendo la voz baja, Sheridan dijo: —¿Puedes pensar en alguna manera de salir de esto? Taylor dio una sacudida casi imperceptible de la cabeza.


—Si corremos, nos van a disparar. Si nos quedamos quietos, nos encontrarán. Joseph no está cerca para usar el disruptor, y aunque lo estuviera, estamos en inferioridad numérica y están llevando una armadura. Méndez ya disparó en el QGP y no pasó nada con ella. Tienen que tener algún tipo de armadura en él también. 316

—Taylor, es necesario pensar más duro. Taylor frunció el ceño. —Ahora sé por qué siempre se enfadaba tanto cuando le dije eso. Sheridan no hizo ningún comentario. Ella sólo había pensado en la opción que Taylor no estaba mencionando. Joseph había dicho que los rastreadores de Traventon no podían distinguir los gemelos idénticos entre sí. Recogieron el que estaba más cerca. Lo mismo probablemente era cierto para el seguidor de la QGP. Lo que significaba que para que Taylor tuviera la oportunidad de escapar, Sheridan tenía que estar más cerca. Necesitaba llevar los Ejecutores sobre sí misma. —Voy a arrastrarme cuesta abajo y a la izquierda —susurró Sheridan— . Te arrastras hasta la cresta a la derecha. Al salir de la vista, corre. Serás capaz de escapar mientras me están siguiendo. —No puedo. Sheridan no la dejó terminar. —Si sigues hacia el este, te reunirás con el grupo de la clínica que iba a venir por nosotros. Deben estar cerca ahora. —No —dijo Taylor—. Tal vez Méndez. Sheridan no perdió más tiempo discutiendo. —Ve —dijo ella—. No dejes que mi sacrificio sea en vano. —Entonces ella se movió debajo de la lona de camuflaje, dejando a Taylor. Sheridan se movía lentamente, se mantuvo baja, para no llamar la atención de los Ejecutores demasiado pronto. Agujas de pino secos sobresalían en sus palmas. Los hombres de la hélice estaban a medio camino de la colina, moviéndose a centímetros con cada paso de rodillas que ellos daban. Aun así, cada segundo los acercaba.


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Sheridan siguió arrastrándose, ignorando el dolor de las agujas de pinos, ramas y rocas que cavaron en sus manos y rodillas. Trató de no pensar si alguna vez volvería a ver a Taylor de nuevo, o a Joseph. Ella no podía permitirse centrarse en otra cosa que no fuese arrastrarse. Pasó un minuto. Tal vez dos. Ella levantó la vista de la cresta para ver si podía detectar a Taylor moviéndose. Ella no podía. Bueno. Eso significaba que los Ejecutores no podían verla tampoco. —¡Allí! ¡En la colina! —Uno de los Ejecutores gritó. Se refería a Sheridan. Cayó boca abajo, aplastándose a sí misma tanto como pudo. Disparos rasgaron el aire a su alrededor. Ella no se atrevió a moverse. Abajo en la ladera de la montaña un hombre gritó. Uno de los Ejecutores debía haberse levantado para perseguirla y le habían disparado en sus rodillas. O eso, o Méndez había sido encontrado. El fuego cesó. Ella levantó la cabeza para mirar por la colina. A través del follaje podía ver manchas negro, los Ejecutores, tres en el suelo ahora y tres que seguían avanzando hacia ella en sus rodillas. Helix tomó la parte posterior, mirando por encima del hombro. Si ella pudiera deslizarse más rápido de lo que podría hacerlo en sus rodillas, tendrían que apresurarse una vez más, proporcionando a Méndez un objetivo. Se puso a sí misma a lo largo del suelo, raspando hierba y rocas, abriéndose paso entre montones de maleza que captó alrededor de sus brazos. Era como nadar en la tierra y no lo suficientemente rápido. Sus manos ardían, el tinte verde en su piel estaba salpicado de gotas de sangre. Más tiros crepitaban a su alrededor. Luego un tiro la encontró. Su cuerpo fue sancionado con dolor. Sus músculos se pusieron tan rígidos, que no podía respirar. Ella se sintió caer, rodando por la colina, y no podía poner las manos para evitarlo, ni siquiera podía cerrar los ojos. Oyó que uno de los hombres dijo: —Llegamos a ella.


Y otro dijo: —Por fin.

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Ella vino a parar contra un tronco de árbol, con la cara hacia arriba, mirando hacia el cielo. Algunas nubes flotaban tristemente por encima de ella. Debajo de ella, agujas de pino crujían. Venían. Necesitaba aire y no podía sacarlo. El dolor en los pulmones se convirtió en un dolor agudo. Esto pasaría pronto. Se concentró, utilizo toda su fuerza, y pudo jadear por un poco de aire. Mas agujas de pino se quebraron por debajo de ella. Ella parpadeó. Algunos de sus sentimientos regresaban. Su espalda le picó de donde había rodado sobre piedras y palos en el camino cuesta abajo. Trató de mover los dedos, pero no pudo. Sus manos se sentían como si no estuvieran conectadas a su cuerpo. Oyó que uno de los hombres decía en voz alta: —He encontrado a alguien más en el escáner. —Cuida de él —dijo el Helix. Tenía que ser Joseph. Probablemente estaba en su escondite en el otro canto, ni siquiera eran conscientes de lo que le estaba pasando. Sheridan volvió la cabeza para poder ver la ladera. Uno de los Ejecutores se arrastraba hacia abajo. Helix y los otros dos estaban tomando medidas de rodillas hacia ella. Estaban a sólo una docena de metros de distancia. —Se está moviendo —dijo Helix—. Ella no tuvo un efecto de aturdimiento completo. Dispara otra vez. Un Enforcer levantó la caja láser, apuntando a Sheridan. No ocurrió nada. —Dispárale —gritó Helix. El pulgar del Enforcer presiono hacia abajo en el cuadro negro. Todavía nada. —¿Estás esperando un blanco en movimiento? —Helix gritó.


—No va a disparar —dijo el hombre.

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Lo que significaba que Joseph estaba cerca. Había utilizado el disruptor. Sheridan sonrió. La sensación había vuelto a sus labios. Miró hacia abajo de la colina para ver si podía detectar a Joseph. Ella vio a alguien en el camuflaje que subía a la colina, pero no podía decir si era él o Méndez. Helix dejó la QGP y apuntó su caja láser a Sheridan. Él le dio una mirada peligrosa cuando el pulgar cayó sobre el botón. Estaba lo suficientemente cerca ahora que oyó un chasquido. No ocurrió nada. —Sangre. —Helix tomó la caja láser en dos manos, pulsando el botón con tanta fuerza, que podría haber roto la caja en dos—. ¡Sangre! ¡Sangre! ¡Sangre! —Tiró la caja en el suelo, con el rostro enrojecido por la ira. En las manos y las rodillas se acercó a Sheridan como un perro enojado, negro y con rayas a gris. Sheridan miró hacia abajo de nuevo. Joseph, ella podía verlo ahora estaba muy lejos, pero corriendo hasta la cresta. Alivio y miedo mezclados en su interior. Él venía a ayudarla. Todavía estaban superados en número, sin embargo, y uno de los Ejecutores se dirigía directamente hacia él. Otro a la izquierda de Sheridan, las agujas de pino crujían. Un momento después, Méndez apareció en su vista. En lugar de un cuadro de láser, mantenía un gran palo. Helix le miró indiferente. —Rossmar, Graham, maten al francotirador mientras yo ato a nuestro prisionero. Tenemos que encontrar a la otra chica y volver a la ciudad de forma rápida—. El primer Enforcer bajó la cabeza y corrió hacia Méndez como un jugador de fútbol que entra para el tackle. Méndez le esquivó. Mientras iba más allá, Méndez llevó el palo hacia abajo en la parte posterior de su cuello. Un fuerte chasquido sonó, y trozos de corteza volaron por los aires. El Enforcer se tiró al suelo. Méndez se volvió hacia el hombre siguiente. Sheridan no vio más porque Helix se arrodilló delante de ella. Sacó una cuerda de plata de su cinturón, tirando hacia afuera como una araña por una red.


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—Me has costado tiempo y hombres. Me ocuparé de que sufras antes de tu lavado de memoria. Te destrozaré cien veces. —Él le dio la vuelta para que ella estuviera boca abajo en el suelo, y luego tiró sus brazos hacia atrás para atarlos. Trató de alejarse de él, pero sus piernas estaban tan inmóviles como las piedras al lado de ella—. Luego, cuando te borren la memoria —dijo, dando a sus brazos otro apretón que el dolor tiro sobre sus hombros—. Te voy a decir que eres mi hija. —Él le dio la vuelta y la tomó de la barbilla para que se viera obligada a mirarlo a los ojos fríos. Sonrió para hacerle saber que estaba disfrutando de esto—. Vas a hacer todo lo que yo te diga que hagas, entonces.


Traducido SOS por katiliz94 Corregido por Pily

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oseph había pasado varios minutos trepando por el saliente con las manos y pies para evitar ser visto. Su llegada a la colina de esa manera quizás era más peligrosa que útil. Tanto tiempo como los Ejecutores se arrodillaron, sus escudos les protegían del fuego laser. Las cubiertas difundían energía y la dispersaban con un rígido destello. Pero si los Ejecutores detectaban a Joseph, él habría disparado. Ni siquiera se atrevía a usar el desintegrador, porque incluso sin las cajas laser, los Ejecutores serían difíciles de vencer. Su armadura tenía una rigidez que podría tener varios golpes más que la cabeza y el torso sin protección de Joseph. Necesitaba esperar hasta que él y Méndez pudiesen reducir el número de los Ejecutores antes de que utilizase el desintegrador. Siguió moviéndose hacia adelante. Estaba respirando polvo y suciedad. Esto cubrió el interior de su boca. Observó cómo los Ejecutores se descubrían y aturdían a una de las chicas. No podía decir a cual... No, eso no estaba bien. A pesar de que no podía identificarla desde lejos, sabía que era Sheridan. Ella había salido de la lona de camuflaje para alejar a los Ejecutores de Taylor. Se arrastró más rápido, con el desintegrador agarrado en la mano. Tenía que seguir recordándose que la matarían. Y entonces escuchó a uno de los Ejecutores gritar: —¡Encontré a alguien más en el escáner! Joseph no podía esperar más tiempo. Encendió el desintegrador, lo dejó ahí pulsando en el suelo, después se puso de pie y salió corriendo por la colina hacia el grupo. Uno de los Ejecutores se dirigía hacia él, pero Joseph tenía el elemento sorpresa. El hombre sostuvo la caja láser y empujó el Fuego. Nada


sucedió. En el tiempo que le llevó pulsarlo de nuevo, cogió una piedra y la lanzó hacia el hombre. Lo golpeó en el pecho y se tambaleó hacia atrás.

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Por la esquina del ojo, Joseph vio que Méndez había aparecido detrás de los arboles, un grueso bastón en la mano. Un bastón, sí. Ahora tendrían que pelear como Vikers, con algún arma que pudiesen encontrar. La armadura podría proteger a los Ejecutores, pero les haría moverse más despacio. Si podía conseguir bastantes golpes, podría ser capaz de parar a los Ejecutores lo bastante para rescatar a Sheridan. Joseph visualizo una rama de árbol de bajo crecimiento. La arrancaría y usaría como palo de golf. Extendió la mano y se aferró a la rama, intentando usar su peso para arrancarla. No se cayó. Solo se tambaleó hacia abajo. Tiró con más fuerza. ¿Cómo podía una rama de árbol que era más pequeña que su brazo soportar su peso de esa manera? No tenía tiempo para pensar en la física; el Ejecutor corrió hacia él. Todavía cogiendo la rama de árbol, Joseph balanceó las piernas hacía adelante y golpeó el pecho del Ejecutor. El hombre se tendió hacia atrás, golpeando el suelo. Joseph no esperó a que se levantase. Salto sobre él, luchando como había peleado con Echo miles de veces. El brazo de Joseph se envolvió en torno al cuello del hombre en un movimiento que siempre había sido ilegal. Demasiada presión, y podrías romper el cuello de alguien. La armadura del hombre le protegía de eso, pero el Ejecutor sabía que estaba ante un empate. Pidió ayuda. Joseph miró hacia arriba. Méndez acababa de tirar a un Ejecutor al suelo. Taylor estaba con él, intentando defenderse del Segundo Ejecutor con un bastón. El Ejecutor al que Méndez había arrojado al suelo se puso de pie y se dirigió hacia Joseph. Pues, eso ayudaría a Méndez y Taylor a preocuparse por el otro Ejecutor, pero significaba que Joseph tenía que trabajar rápido. Manteniendo el peso sobre el hombre, Joseph usó la mano libre para desabrochar el equipo médico del Ejecutor de su cinturón. Alejó la jeringuilla de eliminar el dolor, después lo metió en la rendija donde el casco conectaba al hombro de la armadura. Mientras el líquido continuaba, el hombre paró de forcejear. Con una dosis entera, no solo podía no sentir dolor, no podía sentir tampoco los miembros.


Joseph se liberó, justo a tiempo para que el segundo Ejecutor le alcanzase. El hombre gritó mientras se lanzaba hacia Joseph. Joseph rodó fuera de su camino, y un segundo combate comenzó. Las personas que luchaban con armadura no tenían la ventaja. 323

A Joseph se le ocurrió, de la forma en que uno calcula cualquier contacto de juego, que si Helix había dejado a Sheridan sola y luchaba al lado de su hombre, los Ejecutores habrían sometido a Méndez, Taylor y a él. Pero Helix no había dejado a Sheridan. Estaba demasiado obsesionado con capturar a Tyler Sherwood, que ni siquiera había pensado en ayudar en la lucha. Hélix ató sus manos, entonces la subió por encima de sus hombros. Fue solo después de que él la hubiese asegurado que pareció ver el progreso que los Ejecutores habían hecho. Y para entonces era demasiado tarde.


Traducido por Pily Corregido por vicsibet

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ientras Helix levantaba a Sheridan, vio la lucha. Joseph estaba en el suelo luchando con un hombre. Otro hombre yacía inconsciente en el suelo junto a él. Méndez tenía un palo en la garganta de un Enforcer en una llave al cuello. Y Taylor, ¿cuándo se había unido a la pelea?, estaba tomando algo del cinturón del Enforcer. Después de que Helix dejó a Sheridan en su hombro, no podía ver nada, excepto el centro de la espalda. Ella luchó contra su agarre, retorciéndose, pero sus esfuerzos no hicieron más que golpearle en el hombro. Si Helix desaparecía en el bosque, los otros no serían capaces de encontrarla. Quería gritar, pero no se atrevió a distraer a nadie mientras luchaban. Helix dio unos pasos, luego maldijo. Ella se dio cuenta de que estaba maldiciendo por la forma en que escupió las palabras: agudas y llenas de odio. Deslizó a Sheridan de sus hombros para que se parara frente a él. No podía sentir sus pies. No tenía ninguna fuerza en las piernas y pensó que iba a caerse al suelo otra vez. Helix envolvió un brazo alrededor de su cintura y el otro alrededor de su cuello, manteniéndola en posición vertical y atrapada contra él. Trató de presionar la barbilla hacia abajo para que el brazo no cortara su suministro de aire, pero no tenía la fuerza para ello. —No va a resultar —gritó Helix, dando un paso atrás y arrastrándola con él. —No puedes tenerla. Méndez y Taylor estaban viendo el último de los Enforcers, para comprobar si estaba completamente inconsciente. Joseph se dirigió hacia Helix, parando sólo cuando él apretó su brazo alrededor del cuello de Sheridan, haciéndola jadear en busca de aire. Joseph se quedó inmóvil, con las manos apretadas en puños.


—Nunca vas a llegar a Traventon con ella. Deja que se vaya, y no te haré daño. Helix negó con la cabeza. —Las dos chicas van a volver conmigo, o una muere aquí. 325

—No hay trato. Sheridan miró firmemente a Taylor, diciendo con sus ojos lo que ya había dicho en palabras. No te atrevas a dejar que mi sacrificio sea en vano. Taylor la entendía. Se tapó la boca con las manos temblorosas y sacudió la cabeza. Méndez limpió la suciedad y las agujas de pino de las manos. —Incluso si los dejamos ir, no podrás hacerlo de nuevo en la ciudad. No con Vikers alrededor. Cuando se den cuenta que están desarmados, serás su siguiente punto de menú. Helix tiró de Sheridan para acercarla. Su aliento rozó su mejilla. —La única manera de guardar la vida de esta chica es volver a Traventon conmigo para protegernos de los Vikers. Méndez dio un paso medido hacia Helix. —Sin láseres, un par de guardias no los mantendrán alejados. Helix volvió la cabeza, su mirada como dardos alrededor de los árboles circundantes. —Veo al resto de tus hombres. Sé que no estás solo. Y entonces Sheridan también los vio. Media docena de hombres pintados de camuflaje verde y marrón estaban dispersos entre los árboles en la ladera, avanzando hacia ellos. No podría decirlo en un primer momento, se veía tan diferente sin su cabello marrón y círculos verdes, pero en una segunda mirada estaba segura de que uno de ellos era Jeth. Helix los observaba, se dio la vuelta y tiró de Sheridan tan fuerte, que se le torcieron los pies y se arrastraron por el suelo. Varios otros hombres habían estado viniendo por detrás, rodeándole.


—¡No se acerquen! —gritó Helix, con la cabeza colgando de un lado a otro. Apretó su brazo contra la garganta de Sheridan. Ella luchó para liberar sus manos, pero no pudo. 326

Joseph se acercó a donde Helix podía verlo. Su voz era de una calma controlada. —Si tratas de llevarla de vuelta a la ciudad, los Vikers te matarán. Si le haces daño ahora, te mato. Si la dejas ir, nos aseguraremos de que llegues a Traverton a salvo. —No —escupió Helix—. Si ella no nos ayuda, no ayudara a nadie. Joseph se acercó lentamente hacia él. —Ni siquiera sabes si tienes la gemela correcta. Helix se tensó y tiró de sus ojos en dirección a Taylor, pero después de pensarlo un momento, se relajó. —Tengo la correcta. Si no, no estarías aquí negociando por ella. Hubieras tomado a Tyler Sherwood y te hubieras ido. Joseph dio un paso más. —Sólo piensas eso porque no sabes nada acerca de los gemelos. La presión sobre la garganta de Sheridan aumentó. No podía respirar. A Helix sólo le tomaría unos segundos romperle el cuello, y Joseph estaba todavía demasiado lejos para ayudarla. Quería llamar a Taylor, para decirle que no era su culpa. Algunos problemas no tienen buenas soluciones no importa lo mucho que lo pienses. Sheridan luchó contra el dolor en su garganta, luchó para llenar sus pulmones. El mundo a su alrededor se iba desvaneciendo, Joseph corriendo hacia ella era sólo una mancha, y luego una explosión sacudió los árboles. Volaron a su alrededor, aunque no podía entender por qué. No se dio cuenta que estaba cayendo, y no los árboles, hasta que cayó al suelo. Un golpe de dolor pasó por ella, entonces el peso de Helix la presionó en su espalda. Él había caído sobre ella.


Joseph gritó: —Sheridan. Ella respiró hondo, no podía conseguir el aire en sus pulmones lo suficientemente rápido. 327

Pasos corrieron hacia ella. Taylor gritó: —¿Estás bien? Sheridan no estaba segura. Quería darse la vuelta y empujar a Helix, pero no podía moverse. Alguien lanzó a Helix fuera de ella. La voz de Jeth estaba justo encima de ella. —¿Está viva? —No veo nada de sangre. Joseph le dio la vuelta, y luego comprendió. Jeth, con las manos temblorosas, sostenía la pistola de su siglo. Él había disparado a Helix. Sheridan le sonrió. —Pensé que habías dicho que el arma no tenía balas. Sus palabras estaban mal pronunciadas, porque su lengua estaba todavía parcialmente entumecida. Jeth metió la pistola en el bolsillo. —Mentí. Joseph alisó su camisa fuera, en busca de una herida. —¿La bala no perforó ninguna parte? —No lo creo. Su cuerpo todavía estaba medio adormecido, y lo que no estaba entumecido esta dañado por la caída. Uno de los hombres de la clínica se había unido a ellos. Mientras él y Joseph cortaban las cuerdas de las manos y los pies, Jeth siguió inspeccionándola por las heridas.


—Yo estaba esperando que la bala solo golpeara a Helix —dijo—. No sabía que iba a pasar a través de su armadura. Si hubiera pasado a través dos veces, podría haberte matado. Debería haber pensado en eso. En una ola de emoción y gratitud, Sheridan le echó los brazos a Jeth. 328

—Me has salvado la vida. Gracias. Él le acarició la espalda torpemente en lugar de devolver el abrazo. —Pues... yo... sí... por supuesto. Joseph la miraba. —Te he salvado la vida también. Soltó a Jeth y le echó los brazos a Joseph. Él la tomó en un abrazo. La abrazó. Cerró los ojos y trató de no pensar en el brazo de Helix en la garganta. Se estremeció de todos modos. —Joseph, yo estaba… —Ella nunca terminó la frase. —¿Joseph? —dijo Jeth, sus ojos en shock—. ¿Joseph? Sheridan sintió a Joseph tensarse y deseó poder recuperar las palabras, ocultarlas. ¿Cómo podía haber entregado su secreto tan fácilmente? Joseph libero a Sheridan y se volvió hacia su padre. Sus ojos estaban bordeados de dolor. —Yo quería decirtelo, pero había cosas que no podía explicar. —Dime ahora —dijo Jeth. Joseph tragó saliva. Su mirada permaneció en su padre. —Allana reclutó a Echo en el Dakine. Me habló de él, y cuando el Dakine se enteró, ordenó mi ejecución. Echo cambió de lugar conmigo para salvar mi vida. Las palabras de Joseph vacilaron, tambaleándose bajo el peso que había llevado. —¿Cómo podría decirte que lo deje morir por mí?, ¿Cómo iba a decirte que Echo se había unido al Dakine?


La expresión de Jeth se arrugó y las lágrimas llenaron sus ojos. Sus hombros se tensaron. Extendió la mano y cogió a Joseph en sus brazos. —No necesitabas llevar el secreto solo. Sabía que Echo se había unido al Dakine. Su rango fue de repente tan alto. Nunca me decía a dónde iba. ¿Cómo no iba a saberlo? Pero tienes que volver, Joseph. 329

Jeth levantó la cabeza, ayudando a Joseph para que pudiera mirarlo. —Tengo que llevarte de vuelta. —Pero has perdido a Echo ahora —dijo Joseph en voz baja—. Los dos lo hemos perdido. —Si él murió por ti, entonces, en parte, lo tenemos de vuelta también. Desafió a la Dakine. Se convirtió en el mismo una vez más antes de morir. Joseph asintió con la cabeza, dejando que este pensamiento pasara a través de él. —Lamento que todo esto te obligara a dejar Traventon. —¿Forzarme? —Jeth se enderezó—. Me fui de buen grado, tan pronto como Elise me dijo que te ibas. Mi trabajo en Traventon, ¿qué es eso comparado con mi hijo? El hombre de la clínica realizó un cuadro negro sobre Sheridan. —Esto restaurará la función nerviosa. Ella no vio ninguna luz, ninguna señal de que estaba haciendo nada. Aún así, la sensación se apresuró a regresar a su cuerpo. Estiró las manos y los pies, disfrutando de la sensación de movimiento. —Gracias. El hombre se volvió hacia Jeth y le tendió la mano. —Tendrás que devolver tu arma. Jeth a regañadientes tomó la pistola de su bolsillo y se la entregó. El hombre miró la pistola, sosteniéndola entre el pulgar y el dedo índice como si fuera una serpiente venenosa. —No se va a disparar si la pongo en mi mochila, ¿verdad?


—No, sólo tenía una bala. El hombre deslizó con cuidado la pistola en su mochila. —No te hubiéramos permitido traerla si hubiéramos sabido que era un arma. Dijiste que era una reliquia, parecía tan inofensiva. 330

—Ese es el problema con la gente ahora —dijo Jeth—. Nadie sabe historia. Esas reliquias controlaron el mundo durante siglos. El hombre cerró su mochila. —Las otras antigüedades que tomó de Traventon, ¿son alguna de ellas peligrosas? —¿Peligrosas cómo? —Jeth le palmeó el hombro. —La historia es una cosa peligrosa, si no aprendemos de ella. En la primera oportunidad, te voy a dar lecciones para explicarte la función de cada una de mis antigüedades. —Cuando lleguemos a la ciudad, voy a estar feliz de saber acerca de ellas. El hombre se volvió hacia donde estaba Helix. Un grupo se había congregado a su alrededor, trabajando para detener el flujo de sangre. Gasas y jeringas yacían esparcidas al lado de su cuerpo. Sheridan no podía sentir nada sobre el estado de Helix todavía. Seguía reprendiéndose por llamar a Joseph por su nombre. —Lo siento, le dije tu secreto. —Está bien. Había llegado el momento. El alivio en su expresión era evidente, tangible. Una sombra lo había dejado. Taylor intervino en la conversación. —¿Por qué no le dijiste a Helix que era yo a quién estaban buscando, no tú? Sheridan se había olvidado de que Taylor estaba sentada en el otro lado, y ahora se volvió hacia su hermana. Los brazos de Taylor estaban envueltos alrededor de sus rodillas. Tenía las mejillas húmedas de


lágrimas que había derramado. Taylor nunca lloraba. No desde que eran pequeñas. —Era más importante mantenerte a salvo —dijo Sheridan.

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—¿Más importante? —repitió Taylor—. ¿Cómo se supone que me haga sentir? Sheridan se encogió de hombros. —No es tan malo morir en lugar de alguien a quien amas. —Eso es exactamente de lo que estoy hablando —El aliento de Taylor se quedó atrapado en su garganta—, es muy fácil para ti ser noble, pero ¿en qué me convierte eso? No pedí que murieras en mi lugar. Así que detenlo. No pretendas ser yo nunca más. Su mirada se posó en Joseph y ella dejó escapar un grito ahogado, dándose cuenta de lo que había dicho. —Lo siento —dijo—. Lo siento mucho. Sheridan pudo ver, casi como si se tratara de una cosa física, el vínculo que se formaba entre Joseph y Taylor. Su hermano había muerto en su lugar, y ahora Taylor entendía que se sentía. Él asintió con la cabeza, un reconocimiento de su dolor, pero no dijo nada. Méndez se acercó a ellos, sosteniendo el QGP. —¿Alguno de ustedes sabe cómo funciona este dispositivo de seguimiento de las obras? ¿Cómo se encuentran sin cristales? Joseph se levantó, luego ayudó a Sheridan y Taylor a ponerse de pie. —No es un dispositivo de seguimiento —dijo—. Pero al parecer, se puede utilizar como uno si sabes la señal de energía de una persona. Taylor se limpió el rostro y tomó el QGP de Méndez, examinándolo. —Si en Traventon consiguen que funcione bien, esto también puede convertir a la gente en ondas de energía —Miró hacia abajo a su interfaz, mientras que Joseph tradujo sus palabras. Méndez tomó la parte posterior del QGP de ella.


—Debemos destruirlo entonces. Joseph dijo: —Deberíamos estudiarlo primero. Le dolía a Sheridan decir las siguientes palabras, pero sabía que si no lo hacía, alguien más lo pensaría muy pronto. 332

—No podemos ir a Santa Fe. Nos localizarían allí. Traventon podría atacar la ciudad si estamos ahí. Joseph tradujo, pero Méndez no parecía preocupado. —Los otros gobiernos ya saben cuál es nuestra ciudad, y ha sido atacada muchas veces. Y permanecemos de pie. Sheridan miró a Taylor para ver su reacción, pero ella y Joseph estaban mirándose el uno al otro. Taylor se pasó una mano cansada por el cabello. —Tenemos que encontrar una manera de sabotear o destruir los datos del QGP, todos ellos, antes de que Reilly encuentre la manera de hacerlo funcionar. Joseph asintió con la cabeza, y parecía ser un pacto entre los dos. —Vamos a trabajar en ello en Santa Fe. Méndez no hizo ningún comentario, simplemente se volvió hacia el grupo de hombres todavía acurrucados sobre Helix. —Tenemos que irnos. ¿Cuál es su situación? Uno de los hombres levantó la vista. —El sangrado es demasiado profundo y demasiado pesado para que los blanqueadores en el botiquín lo puedan arreglar. Está vivo ahora, pero eso puede cambiar en el momento en que llegue a la clínica. —Vamos a tener que llevarlo de todos modos —dijo Méndez. No podemos dejarlo aquí por los Vikers. —¿Qué hay de los otros? —preguntó otro hombre—. ¿Nos los llevamos a la clínica también?


—Vamos a llevarlos tan cerca de Traventon como podamos. Al recuperar la conciencia, utilizaran sus comunicadores para señalar a alguien en la ciudad que los recupere. Apenas habló, varios de los hombres se retiraron a la selva. Poco después volvieron, llevando casi una docena de caballos. 333

Caballos. Sheridan sonrió a pesar de todo. Uno de ellos era un palomino como Breeze. Incluso las sillas no eran muy diferentes, más delgadas, más ligeras, pero el mismo concepto. Se volvió hacia Joseph y lo vio mirándolos con la boca abierta. —Creo que te va a gustar Santa Fe —dijo ella, agarrando su mano—. Creo que a todos les agradará. Juntos, caminaron a conocer los animales. Y a pesar de todo lo que Sheridan había dicho sobre que los animales no hablaban, pasó varios minutos acariciando la crin de su caballo y susurrándole.


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CJ Hill es un seudónimo de Janette Rallison quien es mejor conocida por escribir comedias románticas. Cuando su escritura se alejó del género de la comedia romántica a la acción, su editor pensó que un seudónimo sería una buena idea. Los libros de CJ Hill incluyen: Dragones Peligrosos (Slayers, Slayers: Amigos y traidores) el tiempo de viaje a mundos distópicos, (Erasing Time; Echo in Time) y el próximo, escarabajos carnívoros. Desde que el editor se negase a dejarla tener el seudónimo de La Artista Anteriormente Conocida como Princess, eligió el nombre en honor a su madre. CJ Hill fue el seudónimo de su madre, o al menos lo habría sido si su madre hubiese publicado. Su madre escribió algunos libros de niños y una novela de grado medio, pero fue tomada por el cáncer antes de que hubiese subido completamente a la nave. (La mayoría de las primeras novelas de escritores no son publicables. La primera novela de CJ junior no debería haber sido publicable, pero de alguna manera se publicó de todos modos. Ahora, a pesar de que está fuera de impresión, queda siempre disponible en Amazon, donde se burlan de ella con facilidad. (Esta fue otra buena razón para utilizar un seudónimo. CJ Hill (Janette) tiene cinco hijos, tres de ellos como ella en un día determinados a ayudar a quién está en problemas. Ha vivido en Arizona durante la última mitad de su vida, pero todavía está en el negado desierto y espera que algún día en su jardín crezcan campanas de plata y conchas de berberechos o tal vez sólo tomates.


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