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HÉCTOR FERNÁNDEZ ELORZA EN DOS METROS CUADRADOS

HÉCTOR FERNÁNDEZ ELORZA

Arquitecto por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, ETSAM, donde es Profesor en el Departamento de Proyectos Arquitectónicos desde el año 2001. Becado por la Unión Europea durante su etapa de formación estudió en el Darmstadt Institute of Technology en 1995 y 1996 y en la Technical Royal Institute of Stockholm KTH en el año 1998 donde continuó su formación de postgrado gracias a los fondos de la Fundación Marghit y Folke Perzhon en los años 1999 y 2000. Ha sido Profesor Invitado y conferenciante, entre otras, en las Universidad de Roma-La Sapienza; la Escuela de Arquitectura NTNUTrondheim; la Real Escuela de Arquitectura de Copenhague; la Universidad Católica de Rio de Janeiro y las Escuelas de Arquitectura de Dallas y Cooper Union de Nueva York. Ha recibido, entre otros, el Premio Internacional AR+D y el Premio SALONI por el Centro de Documentación de los Nuevos Ministerios de Madrid y los Premios ATEG2010, BIGMAT 2012 y ENOR-Madrid 2012 por el Edificio de Laboratorios y Almacenes Químicos de la UAH. En los años 2000 y 2012 participó en la Bienal de Venecia de Arquitectura. Su obra ha sido expuesta y publicada extensamente en España y el extranjero. En 2009 y 2010 ha sido becario de la Real Academia de España en Roma. Ha recibido el Premio Extraordinario de Tesis Doctoral de la UPM 2013-2014 por su tesis doctoral con título Asplund versus Lewerentz.

HÉCTOR FERNÁNDEZ ELORZA EN DOS METROS CUADRADOS

1—Markelius, Sven: Uppståndelsekapellet —La Capilla de la Resurrección—, Byggmästaren núm. 20, pág. 234, Estocolmo 1926. Versión en inglés: The Resurrection Chapel. En Sigurd Lewerentz 1885-1975, Ed. Electa, Milán 2002. Fijémonos en la planta de la Capilla de la Resurrección del Cementerio del Bosque; obra del arquitecto Sigurd Lewerentz (F1).

En su testero oeste, en el lado opuesto a la escalera de caracol y con acceso únicamente desde el interior, Lewerentz sitúa la habitación de espera para los familiares más próximos, para cuando necesiten de un pequeño espacio de reflexión antes de la ceremonia. Sorprende especialmente el acceso, donde las jambas del estrecho paso se rematan con el encadenamiento de molduras de muy distinta geometría. De esta forma, el cuarto (F2) mantiene en su umbral la impresión de pertenecer a un sistema concatenado de cavidades excavadas en el espesor de los muros y, además, a pesar de su poca profundidad, el habitáculo adquiere cierta independencia del resto del proyecto.

Sven Markelius escribió en la revista Byggmästaren, «(La habitación de espera) demuestra el cuidado que se ha tenido en su situación, al tener ésta una apropiada intimidad que contrasta con el carácter de la sala principal. (…) Pequeña y secreta, ayuda a crear calma y sensación de intimidad apropiada para su función. También en esta habitación, pensada para ofrecer un momento de privacidad a la persona consternada, el arquitecto ha dado prueba de su singular habilidad para encontrar significados de expresión adaptados por la creación de una atmósfera específica. El techo y las paredes están cubiertos de terciopelo gris oscuros, parte del cual se convierte en cortina. El suelo está decorado con un especial mosaico»1. Se repite así en este cuarto y a mucha menor escala las operaciones que hemos visto articuladas en la sala principal de la capilla. A la fuerte materialidad aportada por las jambas del umbral y el suelo, se le suma el fondo del terciopelo mate y despojado de sombras, que se alía con una atmósfera

oscura en la que los ocupantes —no más de dos— puedan encontrar un alivio. Un habitáculo para la soledad, amparado en el mimetismo que hemos visto ampliamente repetido en la arquitectura lewerentziana, propiciado por la convergencia entre la oscuridad del aire y el negro de las vestimentas, los fondos de la sala, o el color de los bancos.

A diferencia del resto de ejemplos, Lewerentz nos sorprende con una luz cenital, que nada tiene que ver con la disposición lateral y horizontal del ventanal de la capilla o del resto de alternativas analizadas anteriormente. Como si de un reflejo de la Capilla del Bosque se tratase o, más si cabe, de la habitación de espera junto al vestíbulo del Cine Skandia, ambas obras del arquitecto Gunnar Asplund, un óculo sobre el techo introduce una luz natural aparentemente imposible en el interior de esta cavidad. Sin referencias donde poder calibrar el verdadero espesor que separa la habitación del bosque, el fondo superior del lucernario se convierte en un plano inmaterial iluminado de manera similar al sistema tantas veces utilizado por Asplund. La luz accede a la cavidad desde la fachada sur, transformando su condición horizontal en una dirección vertical, ralentizando su velocidad para crear una atmósfera etérea en el interior del hueco por encima del óculo. Se define así un espacio próximo a una sensación onírica. Un espacio inverosímil que caracteriza de igual manera las salas de la Capilla de la Resurrección y la Capilla del Bosque. Una ilusión contenida igualmente en la pequeña habitación de espera proyectada por Lewerentz, donde una luna llena parece iluminar un nivel inferior intangible, ilusión de una noche cerrada.

Sólo destacan frente a la inmaterialidad del fondo aterciopelado: el pavimento de mosaicos de perfilada geometría y acabado contrastado, el lucernario con su canto pintado en blanco y borde remarcado, el pequeño icono sobre la pared y los reflejos sobre los vasos de vidrio. Un espacio construido por la indefinición del límite horizontal, acotado en vertical por el lucernario y el suelo. Una arquitectura intangible acentuada por algunos elementos que maximizan los paños inmateriales que, como en el conjunto del cementerio, bajo una luna llena y la tierra que ésta ilumina, se tenga la constante impresión de la confrontación entre lo real y lo irreal, lo conocido y lo desconocido: lo presente y lo trascendental.

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