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JOSÉ IGNACIO MARTÍNEZ FERNÁNDEZ CAPILLA DEL MIT DE EERO SAARINEN. UNA ENVOLVENTE CERÁMICA DE LO SACRO
JOSÉ IGNACIO MARTÍNEZ FERNÁNDEZ
José Ignacio Martínez Fernández, ( joseignacio. martinez.fernandez@alumnos.upm.es), es Doctor Arquitecto desde enero de 2016 por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid en Universidad Politécnica de Madrid, Arquitectónicos en el programa de doctorado: “Teoría y Práctica del Proyecto”, en el Dpto. de Proyectos Arquitectónicos, con su tesis doctoral: “Capilla del MIT de Eero Saarinen, 1950-55. Sincretismo en la armonía de los opuestos”, donde también se graduó en mayo de 2014. Además es director de la oficina de proyectos en Madrid, “JIM, arquitectos asociados”, junto a Mía Mercedes Jiménez Llorente, arquitecto que desarrolla su tesis doctoral en el mismo departamento. Es autor de numerosos proyectos y obras en todo el territorio nacional. Actualmente desarrolla su perfil investigador realizando ponencias y otras actividades relacionadas con la crítica arquitectónica
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JOSÉ IGNACIO MARTÍNEZ FERNÁNDEZ CAPILLA DEL MIT DE EERO SAARINEN. UNA ENVOLVENTE CERÁMICA DE LO SACRO
La capilla del instituto universitario Massachusetts Institute of Technology, fue proyectada por el arquitecto Eero Saarinen entre los años 1950 y 1954 y corresponde a la construcción de un espacio sacro interconfesional básicamente realizada con un ladrillo artesanal como material principal. El uso del ladrillo, para la capilla, resulta abstracción de la piedra en las catedrales. Es la escala de lo manual para la construcción visible de lo humano y de lo terrenal en el nuevo templo. Tienen un cierto estilo de inglés y por sus piezas negras “más quemadas”, recuerdan a una vieja fábrica incendiada. Tanto, que parece que el edificio hubiese resurgido de un incendio que nunca existió, representando como conjunto construido, ejemplo destacable de una nueva vanguardia americana donde reside un sincretismo de lo antiguo con lo moderno. Los ladrillos fueron fabricados a mano, tan solo entre los años 1.890 y 1.960, en Kingston Road al Suroeste de la ciudad. El mismo ladrillo de la marca “Eno”, que usaría un magistral Louis Kahn, 60 millas al Norte de la capilla, para la nueva biblioteca y el Elm Street Dining Hall, en la Phililips Exeter Academy en New Hampshire. Su arquitecto, en el material, hace un guiño a su predecesor Europeo en el MIT, Alvar Aalto, que pocos años antes diseñaría la actual residencia de estudiantes “Baker House”, muy próxima a la propia capilla. La patente y modelo de ladrillo, era ya conocida por Oëla Hammarstrom, activo arquitecto colaborador del estudio de Eero Saarinen, por trabajar anteriormente para Alvar Aalto formando parte del equipo en Boston dedicado al proyecto y la dirección de las obras de la residencia. La influencia de esta ladrillo y de la residencia de Alvar Aalto, se extendería años más tarde, en 1958, a la residencia de estudiantes de Eero Saarinen en Pensilvania, “Hill House College”. El ladrillo y la plástica de Aalto, quedarían en
estos dos edificios universitarios realizados de la mano de Eero: la capilla del MIT y la residencia de estudiantes de Pensilvania.
La forma exterior cilíndrica de la capilla se determinó desde el interior. El arquitecto creyó, que recuperando una forma circular en planta para el edificio, haría de su interior un lugar más propicio para la meditación del individuo.
El interior, por su poderosa cualidad espiritual en la representación de lo inefable, no está asociado a ninguna religión en particular y desde este sentido inicial de la universalidad, el arquitecto parece haber pretendido siempre el programa desde una forma previa para el uso interconfesional. Eero y su colaborador más directo en el proyecto, Bruce Adams, consiguen mediante la doble piel de ladrillo artesano, aislar el edificio mediante cuatro acciones proyectuales principales: el doble muro de ladrillo, la tapia hacia el conjunto de Boswotrh, los árboles que la rodean y el estanque que la sustenta. Al igual que la predecesora capilla nunca construida, diseñada junto al malogrado arquitecto Matthew Nowicki para la universidad de Brandeis en Waltham, Massachussets, la capilla del MIT se proyecta usando un mismo material tanto al exterior como al interior. El muro ondulado, envolvente del espacio sacro al interior, no sólo recuerdan el antecedente sino que además acaban resolviendo la acústica y el aislamiento para el recogimiento pretendido. Los órganos eclesiales en las grandes catedrales europeas, siempre se sirvieron de una “buena acústica” a pesar de haber sido levantadas en piedra, resultando en ella espacios cerrados entre superficies duras y reflectantes. La combinación en ellos, de volumen y material, siempre dio al sonido de sus órganos, un cierto efecto de “eco de solemnidad”, debido a la reflexión de la onda sonora que sin embargo, siempre acentuó la espiritualidad para el uso. Según las explicaciones del consultor acústico Robert Newman para la entrevista publicada en Enero de 1956 en la revista “Progressive Architecture”, en la capilla, se quiso lograr algo parecido. Para ello, sobre la entrada al contenedor cilíndrico desde el corredor acristalado, se decidió colocar un órgano diseñado por la compañía Holtkamp Organ Company que pudiese tener en el espacio diseñado una reverberación similar a la de los órganos de
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aquellas grandes iglesias del medievo, utilizando como material base este tipo de ladrillo macizo, que provocase por su dureza, dicha reflexión y efectividad acústica. El ladrillo, como material y pieza base, posee unas cualidades que permitieron al arquitecto y su consultor acústico, utilizarlo con precisión y de diferentes formas en el conjunto. La pared ondulada y perimetral interior, configura, a pesar de la solidez de la solución y la no existencia de huecos de ventana, un espacio amable sin aristas que además consigue ser barrera y solución constructiva para la reflexión del sonido en bajas frecuencias. En definitiva, la construcción de una doble “piel”, separa con las diferentes ondulaciones, la hoja interior de la hoja exterior y adapta la solución construida a la planta circular, rompiendo además cualquier ruta de acceso para dicha reflexión.
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El aire de la cámara entre las dos “pieles”, hoja interior y hoja exterior, no sólo funciona correctamente como descanso de lo acústico sino también como aislamiento térmico por la rotura de puente térmico. A esta solución, desde el punto de vista acústico, se le puede llamar “desacoplamiento” del muro y corresponde al efecto de la onda sonora al chocar contra el ladrillo para acabar disipándose en el aire de dicha cámara. Aire y ladrillo, forman la solución necesaria, siendo el primero en realidad, el de mayor importancia entre ambos. Si la solución sólo hubiese consistido en duplicar la pared de ladrillo, no sólo se hubiera duplicado el grosor de la solución del muro de cerramiento, produciendo un sobrecoste inútil, sino que además no se hubiese ayudado a la reducción de la reverberación. La solución por lo tanto, no pasa sólo por la importancia del material empleado, sino en cómo y de qué manera se configura plásticamente el espacio al interior.
A pesar de la prometedora buena acústica de la sala, son reconocibles puntos de inflexión en la unión de las dos hojas, sobre todo en la parte cóncava de las ondulaciones al interior, a pesar de servir dichos puntos de unión como soporte y refuerzo estructural de la nave cilíndrica. La acústica está “calibrada” a la dimensión de la persona, bien sea sentada o erguida y el material aislante dentro de las cámaras, sirve a la mitad inferior de la sala con el propósito de absorber las frecuencias que pudieran perturbar el ambiente sonoro necesario para un servicio religioso, meditación o cualquier otro uso aconfesional. Las áreas convexas con huecos entre ladrillos, simulan parrillas y a través de ellos se puede ver a el material aislante en base a piezas de fibra de vidrio, en color amarillento. El aislante, como medida adicional, acaba resultando también pieza clave para absorción de las ondas sonoras que no quedaron absorbidas por el primer aislamiento que envuelve la cavidad. Este aislante de espesor de cuatro pulgadas, envuelve y separa como una tela la cavidad. Estas parrillas quedaron situadas a una altura respecto del suelo de entre tres a siete pulgadas, correspondiendo a la alturas que marcarían las cabezas de las personas sentadas y a las cabezas de las personas de pie durante las celebraciones.
El sonido, traspasa las parrillas y en la altura correspondiente a los feligreses, queda absorbido por el aislante, controlando así la reverberación en la parte más inferior de la sala, lo cual mejora notablemente la inteligibilidad de la voz. En las partes más altas, desprovistas de aislamiento, el eco de la sala sirve al órgano elevado, situado encima del acceso. Las partes convexas de las ondulaciones y lo convexo del techo de la cúpula invertida descentrada tronco cónica hacia el óculo, evita gran número de reflexiones que podrían haberse producido si a diferencia la elección para el techo interior hubiese sido una cúpula centrada.
CONCLUSIÓN
El arquitecto fue capaz de satisfacer muchas necesidades con pocos artificios consiguiendo sincretizar en la simplicidad constructiva de su cerramiento, una solución técnico - estética, dentro de los necesarios parámetros funcionales, sin sacrificar el concepto primero otorgado
por su arquitecto para el sentir de lo inefable, mediante el protagonismo efectista de lo sublime en el altar. El ladrillo, la doble hoja del cerramiento, el aparejo de colocación y el aislante, acaban siendo la mejor solución estructural, constructiva y acústica para un espacio de culto y científico en un ambiente universitario norteamericano. El conjunto constituye una innovación constructiva para este prototipo de capilla, reflejo de la nueva escala de valor de lo religioso en las universidades norteamericanas los 50. La solución cerámica fonoabsorbente constituye una solución económica y sostenible.
BIBLIOGRAFÍA
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Zevi, Bruno, “Un´altra Capella a cilindro. Architetto Eero Saarinen”, L’Architettura. Cronache e storia, vol. 20, Roma, 1957, págs.108-109.