Revista editorial 2

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“si la propiedad privada es política, entonces mi cuerpo también lo es” Orlan, Conferencia Bienal de Performance, Argentina 2017 Con la mirada puesta a las discusiones que se den en torno a la ocupación del cuerpo en el arte, más aún en la escena actual, que justamente es a lo que nos convocamos, si bien como antecedente no dejamos de mencionar y rescatar a artistas que cuya labor en torno a esta temática siempre son relevantes para nuestra postura, es en las nuevas prácticas donde encontramos códigos que por temas de generación podemos decodificar a nuestros pares y entender desde lo inmediato las intervenciones artísticas. Es hoy muy interesante revisar ciertas problemát icas sociales y ver cómo es que el arte hace dialogar al autor y espectador, sobre todo cuando éste utiliza como medio este primer envase; el cuerpo del artista o del performer, considerando que estamos situados en un contexto social global en dónde el contacto es cada vez más precario y esquivar miradas es cada vez más cómodo. –en octubre del año pasado fui al MALBA y estaba la exposición de Yoko Ono, Dream Come True, donde en un espacio pequeño y cerrado había un cartel que te invitaba a interactuar con la persona más cercana, “raro” pensé ese gesto primigenio -. Así no es casualidad que la intervención que hizo Santiago Sierra “Los nombres de los caídos en el conflicto sirio desde el 15 de marzo de 2011 hasta el 31 de diciembre de 2016” en la Bienal de Performance en Argentina, de cuenta en primer lugar de una realidad polít ica, de la guerra que se está viviendo actualmente, así las lecturas de los caídos, recitadas en vivo, no dejan de ser seductoras para el espectador, de una fonética tentativa, de un sonido exótico, que de reiterada la acción la cabeza comienza a dormir , hasta que en un momento

determinado y sin advertencias, cae sobre el oyente el peso de lo que escucha, de los muertos que le enlistan, de las familias aniquiladas, lo que representan esos sonidos, símbolos hablados de lo que fueron cuerpos, y que, esta idea de los que no existen es trabajada y entendida en un espacio común para los que si estamos acá, nosotros, espectadores y ejecutores de una acción. ¿Es posible que estemos tan ajenos considerando que estamos a un click? Individualismo. Este capitalismo ensordecedor nos ha pasmado en vicios que sólo miran hacia dentro, escaseando el poder emocionarnos, impactarnos, intrigarnos. Parecemos inmutables. Y es que hoy las imágenes pareciesen tener mucho predominio en nuestras retinas y comportam ientos, nos gusta compartirlas por redes sociales, pero no nos hacemos cargo de lo que hay detrás, de lo verdaderamente tangible. Nos viene a la cabeza el reciente trabajo de Zurita, el que fue montado en la Bienal de India, El mar del dolor, donde devela una especie de conmoción mundial por Alan Kurdi, el niño de tres años que yace muerto en la playa turca luego de un naufragio de inmigrantes. Pero nadie habló de su hermano Galip, quién corrió la misma y lamentable suerte. Pareciese que si no hay morbo no hay verdad, si no hay serialidad no existe. Parecemos inmutables. Vislumbrar que el cuerpo –único y singular- es capaz de lo mismo, hechos e historias únicas y singulares nos abisma hoy. Hoy que la sobre imagen oscurece más de lo que nos muestra. Porque es complejo de entender en totalidad y es cuando decimos que el cuerpo es poesía frente al hecho de la existencia. Y de pronto más resistencia de parte de alguno s que buscamos mostrar una u otra realidad patente y a la vez latente para muchos. Es que la lógica principal de aquel trabajo y en general de aquellos que utilizan el cuerpo, es que los consideramos como ejecuciones de una


realidad, que el mundo del arte advierte querer trabajar ya que nos concierne pensar la actualidad, construir la escena actual, entendernos en nuestras fomas de pensar y hacer las realidades sensibles. Por ello creemos que es muy importante como las sensibilidades se ven encarnadas en una acción de arte para que un espectador articule su propia decodificación de todas las cosas que ocurren en ese momento particular, el cuerpo como territorio del arte, así como propiedad privada, volviéndolo instrumento polít ico.



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