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César Gil Hued
Tengo la firme convicción de que Dios nos muestra el propósito que tiene para con nosotros en el lugar y circunstancia menos esperada; nos cambia los planes para que hagamos su voluntad y nos lleva de la mano hasta que la cumplamos. El proceso es doloroso, pues nos enfrenta a nuestro EGO, lo tritura y nos moldea hasta que podamos ser mansos y humilides a imagen de su hijo Jesús. La recompensa es la vida eterna. Estar atentos para que cuando pase el último vagón no nos quedemos desconcertados por desatender al llamado del silbido y entonces sea muy tarde para abordar.