Declaración ptc presidencial

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DECLARACIÓN

El voto eficaz de los demócratas Ante la primera vuelta presidencial A pocos días de una de las contiendas electorales por la presidencia de Colombia más complejas y encarnizadas de su historia, se percibe que el objetivo nacional de la hora, el acuerdo de paz que se negocia en La Habana, atraviesa un camino tortuoso y erizado de riesgos acaso insalvables. De ahí que el acuerdo firmado hace poco por el Liberalismo y varios líderes y sectores del Progresismo, merezca el respaldo de todos los demócratas colombianos. Al materializar un notable esfuerzo por indicar el rumbo correcto que permita al país salir airoso de la actual prueba, envía el mensaje de que los colombianos, por encima de las contradicciones reales y vigentes, identifican como supremo el interés por la paz y al mismo tiempo realza los logros de la Bogotá Humana. Si para algunos a primera vista el acuerdo aparece incongruente e inaceptable, bien miradas las cosas, si se repara en el fondo del asunto, la impresión y el juicio serán otros. Pues lo que está en juego, con la recuperación de la paz, es nada menos que la posibilidad de que al fin se pueda adelantar la lucha política sin violencia y suprimir tan mayúscula perturbación de la vida nacional. Trascendental avance que abriría para los colombianos la promisoria opción de iniciar un cambio pacífico, de transitar la progresiva senda que ya emprendieron varios países hermanos del continente: la de los gobiernos de transición hacia estadios más altos del desarrollo social y político. Lo que está por definirse, si las negociaciones de La Habana fracasan o sufren una definitiva interrupción, es el retorno del uribismo al poder con todos sus horrores.

Verbigracia, el recrudecimiento de la violencia y las atrocidades, la restauración de los agentes de las más oscuras bandas armadas ilegales y de sus métodos en y desde las posiciones de mando del Estado, las chuzadas como práctica consagrada de gobierno, la intimidación a jueces y Cortes, el atropello contra garantías y libertades, en fin, la rampante venganza contra todos los sectores democráticos. En semejante eventualidad, Colombia podría ser apartada de la onda progresista que recorre a América Latina y metida a empellones en el congelador del atraso y la tiranía por tiempo indefinido. En esta crucial disyuntiva, la decisión del presidente Santos de ratificar la destitución del alcalde Gustavo Petro, ordenada por el Procurador, vino a complicar todavía más una situación nacional de alta complejidad. Interrumpió bruscamente el proceso que, aún con altibajos, marchaba hacia un acuerdo o alianza contra el uribismo a pactar entre el gobierno y amplios sectores democráticos entre los cuales se contaba el Progresismo. El cálculo del Presidente, según el cual apoyar esa destitución era la manera de preservar y acrecentar los apoyos del ala más derechista del gobierno y de sus socios, tanto la que encabeza Vargas Lleras como la que constituye un sector del alto mando de las Fuerzas Armadas, resultó elocuentemente fallido. Desde febrero, la intención de voto reveló un fuerte bajonazo para la campaña de Santos; objetivamente, el impacto negativo del desatinado giro del presidente Santos, al restarle el apoyo de importantes sectores democráticos y al


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