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Textos persuasivos
Al término de esta unidad, serás capaz de: 1. Reconocer las funciones apelativa y retórica del lenguaje que predominan en el texto persuasivo 2. Identificar el propósito de los textos persuasivos 3. Reconocer la estructura externa e interna de los textos persuasivos 4. Reconocer la clasificación de los textos persuasivos y sus características 5. Reconocer las propiedades y características del ensayo
¿Qué sabes? Lee el siguiente texto y responde las preguntas que se te presentan a continuación. Hoy es uno de esos días en los que escribir diariamente una columna pasa la factura. Abro el periódico y no encuentro nada, prendo las noticias y los mismos temas manidos, salgo a la calle y hasta los pajaritos cantan, hoy, a mí, no se me ha presentado nada. Entonces, hice un llamado de auxilio en Twitter para ver si a alguien se le ocurría un tema que yo estuviera dejando pasar por alto. Un lector, César, me recomendó hablar de las cosas buenas que tiene el DF y me quedé pensando que siempre nos estamos quejando y quejando de nuestra aporreada ciudad y nunca decimos las cosas buenas que ésta tiene. César me hizo recordar la primera columna que envié hace un año, cuando estábamos haciendo pruebas para este espacio, se llamaba México colorido y, aunque no era para nada el tono que se buscaba, con el conocimiento que hoy tengo de estos renglones, la parafrasearé para hacerla más ad hoc.
El mexicano es tragón por naturaleza, nos encanta estar picoteando todo tipo de antojitos a cualquier hora del día, es más, estoy segura que ningún ejecutivo rendiría igual sin una bolsa de cacahuates con miguelito o aunque sea unas papitas con valentina al día. Nuestra ciudad posee algo que pocos lugares tienen en el mundo y es la variedad de cosas de las que gozamos en las calles. Desde puestecitos para comprar chicles o chocolates, florerías ambulantes, que nos solucionan el detalle cuando la jefa cumple años; hasta carritos con zanahorias y jícamas con chile piquín. Fragmento. Anna Bolena Meléndez: “Y sin embargo se mueve”, El Excélsior, 21 de octubre de 2009
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