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Gente Nuestra Antonio De Lara Real

Por Cristina Flores

Para quienes somos oriundos de Chapala o para quienes tienen muchos años residiendo en nuestra ciudad, el escuchar el apodo “Los Malaches”, inmediatamente nos remonta a la familia De Lara Real, una familia con un físico que denota claramente su ascendencia española y quienes siempre se han caracterizado por ser gente trabajadora y muy emprendedora. Para conocer un poco más de la historia de esta emblemática familia me di a la tarea de contactar a Toño De Lara Real “El Malache” y he aquí lo que me platicó:

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Seguramente la gente originaria de Chapala recuerda a mis abuelos Don Ramón De Lara Gallardo y Doña María Luisa Sánchez por haber sido propietarios de la primera tienda de materiales para construcción en Chapala, que estaba ubicada en la esquina de las calles López Cotilla y Juárez. En mi historia de vida mi padre Antonio Ernesto De Lara Sánchez “El Malache”, fue, es y será un referente constante pues considero que él ha sido la persona que más ha influido en mi vida. Mis recuerdos y mi presente siempre estarán ligados a sus enseñanzas, consejos y ejemplo. Quiero que me permitan primero, antes de platicarles mi historia, contarles algo de la vida de mi señor padre.

Mi papá por ser el más grande de los hombres de la familia De Lara Sánchez (fueron cinco hermanos) le tocó trabajar muy duro en el negocio familiar ya que era muy responsable y además por su estructura física (medía 2.10 metros de altura y con complexión robusta) era clave en el manejo del despacho de materiales pues decían, que sin chistar, podía cargar a la vez dos sacos de cemento en cada brazo.

Desgraciadamente mi papá y sus hermanos quedaron huérfanos desde muy pequeños, por lo que tuvo que hacerse responsable de la familia y del negocio.

Cuando estuvo en edad se casó con mi mamá María de Jesús Real de la Torre y juntos decidieron emigrar a California, USA en busca de una mejor forma de vida.

Al llegar a Estados Unidos encontró trabajo en la construcción y siempre se destacó por su fuerza y arrojo pues era motivo de admiración, para sus jefes y compañeros, su atrevimiento al realizar, él solo, las faenas que regularmente hacían dos hombres.

Tiempo después yo entro en escena naciendo un 25 de agosto de 1976 en Torrance, California. Me platicaba mi madre que cuando le dio la noticia a mi padre de que estaba embarazada y que iba a tener un niño, fue tanta su alegría que del brinco que dio hizo un hoyo en el techo de la casa; años más tarde nacieron mis dos hermanas. Al crecer me inscribieron en el Preschool, luego en la primaria y después fui a la High School.

El abuso de su fuerza pronto le cobró factura a mi papá y derivó en que se le hiciera una hernia, que al reventársele, le causó una fuerte infección y aunada a su padecimiento de diabetes, hizo que su salud se deteriorara a tal grado que se vio obligado a regresar a Chapala con todo y su familia.

Mis padres tenían la firme convicción que el susto que sufrieron al sentir el fuerte sismo que azotó a California en 1981 y la impresión de ver que durante el temblor le cayera una gran “viga” sobre él, hizo que ambos (papá y mamá) se enfermaran de diabetes. Llegamos a Chapala en 1990 y para apoyar a la familia inicié a trabajar en un taller que fabricaba artesanía de barro, después trabajé en el campo y luego en la fábrica de la Sangrita de La Viuda.

En 1998 siendo presidente el señor Alberto Alcántar Beltrán, tuvo a bien apoyarnos a mi padre y a mí dándonos trabajo de jardineros en el Ayuntamiento.

La enfermedad de mi papá avanzó rápidamente y para salvarlo tuvieron que amputarle su pierna y ante la necesidad de medicamentos y la compra de su prótesis, me tuve que regresar a California, con tan mala suerte que por más ganas que le eché y por más malos tratos que aguanté, al año tuve que regresarme prometiéndome no volver jamás.

Desgraciadamente al tiempo murió mi mamá y un año después falleció mi papá en el Hospital Civil (a los 68 años) haciendo que sufriéramos, mis hermanas y yo, el dolor más grande que hemos pasado en nuestra vida.

Todavía recuerdo con gran pesar el momento en el que me tocó identificar el cuerpo de mi papá y la rabia que sentí al ver a los empleados del hospital jugar baraja alegremente, rodeados de cadáveres y sangre, mientras yo me estaba muriendo de dolor.

Mi papá eran tan querido por la gente de Chapala que el día de su velorio y a su entierro nos acompañaron cientos de gentes haciendo más llevadero nuestro dolor. El golpe de su pérdida fue tan fuerte que me deprimí de tal forma que en dos ocasiones estuve a punto de quitarme la vida.

Afortunadamente los buenos valores, el amor, el respeto y todo lo bueno que me inculcaron mis padres han podido salvarme y darme las fuerzas necesarias para seguir adelante. Después de regresar pude reintegrarme a mi trabajo en el ayuntamiento en donde he podido servir, hasta la fecha, en diversas áreas (Parques y Jardines, Aseo Público y Servicios Generales).

Aunque yo no nací en Chapala he aprendido a quererla por ser la tierra donde nacieron mis padres y en donde he vivido gran parte de mi vida. Quizás la gente piensa que soy rebelde pero la verdad es que me desespera la falta de cultura cívica que hace que no conservemos limpios nuestros espacios públicos, que no haya respeto para los padres de familia y para la gente mayor, en fin yo quisiera un Chapala mejor.

Ahora a mis 48 años de edad sigo adelante recordando diariamente a mis padres, festejando las anécdotas que mi padre me contó, como cuando él y sus hermanos fueron de espectadores a la lucha libre y al calor del espectáculo los ánimos se caldearon al grado de que mi papá subió al ring y noqueó a todo el equipo rudo ocasionando además varios daños materiales en el lugar. Después de la trifulca mi papá salió tranquilamente y se dirigió al Cine Edén con el propósito de ver una película. Minutos después llegaron dos policías con la intención de llevárselo preso, acción que no pudieron llevar a cabo ya que mi papá no salió del lugar hasta que terminó de ver su película. O cuando fue al cerro de cacería con sus amigos y siendo de madrugada urdió jugarle una broma a su amigo Ramiro Anaya, quien por error, en lugar de cazar un venado, le disparó a uno de los burros en los que habían llegado.

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