Por Manuel Tiberio Bermúdez
Nadie sabe a dónde va a terminar un niño que se dedica a pintar a los superhéroes de su infancia. Nadie predice el futuro de un muchacho al que le gustan más los dibujos que las matemáticas y las otras materias de la escuela. Eso sucedió con Diego Armando Lozano, quien descubrió desde su niñez la seducción de las formas que lo provocaban, que lo invitaban a repetirlas en sus cuadernos, y el ansia de pintar estaba presente en él cotidianamente. En ocasiones descuidaba los deberes escolares por atender al llamado de su alma: pintar, dibujar, hacer trazos que luego lo convertirían en el afamado pintor que hoy es.