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Obra de tapa: Silvio Rossi: Autor Argentino (1897-1973) su trabajo más importante: MARTIN FIERRO. 1948; compuesto por 21 pinturas inspiradas en el Martín Fierro, que obra en el Museo José Hernández. Obra de contratapa: Prof. Lic. Alberto Arregui realizador en Arte Público de proyección localista en Villa Bosch, Pdo. Tres de Febrero, Bs.As. Ilustraciones: Ex Libris de la Muestra Internacional “José de San Martín”, organizada por la Asociación Sanmartiniana de Gral. San Martín, en el sesquicentenario del paso a la inmortalidad del libertador. Edición general y diseño de tapa: Carlos Menoyo, Productor gráfico y multimedia, fundador de Argentina Diseña.
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GENERAL JOSÉ DE SAN MARTÍN
Vivo en el corazón de su pueblo
Este libro ha sido realizado con y por amor al Gral. San Martín, Héroe de nuestra Libertad, con el propósito de hacer conocer y recordar la importancia de la proeza Sanmartiniana. ...Es nuestro anhelo que sea un aporte valioso e inspirador para aquellos que aman y respetan su figura y para quienes no lo conocen tanto. Pina Poggi
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PRÓLOGO Inicio estas palabras con un pensamiento del Padre de La Patria… "El camino más seguro de llegar a la cabeza es empezar por el corazón". Es precisamente lo que hemos venido haciendo quienes trabajamos intensamente en la difusión de los valores y ética sanmartiniana. El primer libro editado por nuestra Asociación ha sido el libro de poemas “Canto al Padre de la Patria” el cual nos ha colmado de alegría y satisfacciones desde su edición en el año 2006. Este segundo libro tiene la intención de proporcionar al lector distintas visiones de la vida militar y política del Libertador en el Bicentenario del Combate de San Lorenzo. Los autores de estos textos fueron convocados a exponer una visión sobre algunos de los aspectos de la intensa vida de nuestro prócer epónimo. Hace más de veinte años venimos trabajando con perseverancia, tenacidad y firmeza difundiendo la vida y obra del Padre de la Patria con el mismo entusiasmo del primer día en que Dios nos puso en esta loable misión, hacer sentir su voz, mostrar su grandeza desinteresada y siempre fiel a sus ideales. Nuestro Propósito, Nuestro Afán, y Nuestra Meta es contribuir en lo posible y lo imposible de nuestras fuerzas, al crecimiento intelectual y espiritual de nuestra comunidad, generar en los jóvenes el amor a este bendito ser que es la figura fundadora de nuestra libertad teniendo la certeza que éste será un pequeño aporte a la gran tarea que todos los sanmartinianos del país realizamos a diario por la figura de nuestro amado prohombre. Ha sido nuestro interés reunir historiadores de distintos puntos de nuestro país para que coincidan en esta publicación de homenaje al Libertador de América, invitándolos a que desarrollen desde sus conocimientos, hechos y pasajes de la vida de nuestro prócer para que sus aportes conformen una ofrenda de admiración, en el año del
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Bicentenario del Combate de San Lorenzo, donde con su estrategia y valentía alcanzó su primer triunfo, momento en que comenzó su Gloria. Este es uno de nuestros sueños, que podemos llevar a cabo gracias al altruismo y espíritu sanmartiniano de una querida amiga, la Dra. Beatriz Menoyo. Es el anhelo de ambas que su lectura sea un aporte inspirador y enriquecedor para los corazones que admiran y respetan al Libertador. Podemos decir que la tarea fue intensa pero productiva y conociendo seres generosos como la Dra. Beatriz Menoyo, seguiremos soñando para que otros ideales se vean plasmados en otras realizaciones para glorificar la vida y obra del Padre de la Patria. Rogamos al Altísimo que todo lo logrado hasta hoy se multiplique en nuevas y brillantes acciones, apostando al crecimiento espiritual de la Patria, como el ¡General San Martín lo soñó! Prof. Pina Poggi
Un muy especial agradecimiento a una querida amiga, que con espíritu sanmartiniano ha corregido y armado el libro "General José de San Martín vivo en el corazón de su pueblo" con dedicación y amor, nuestra amiga del alma es la Prof. Marta Mutti, escritora y editora.
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17 DE AGOSTO
GRAL. BR. DIEGO ALEJANDRO SORIA*
En este 17 de agosto, en todos los rincones de nuestra patria los argentinos nos congregamos nuevamente para rendir homenaje al compatriota más grande de la historia, en el día dedicado por la Nación a recordar su figura en el aniversario de su entrada en la inmortalidad. Este año tenemos un motivo especial para honrar al Padre de la Patria, porque se cumplió el bicentenario de su regreso a su tierra natal, hecho trascendental para el desarrollo del proceso de la emancipación nacional y sudamericana. San Martín, militar de carrera por vocación, se incorporó siendo un niño al ejército de la Madre Patria, en cuyas filas luchó por sus derechos y su libertad. Pero cuando ya con la jerarquía de teniente coronel se enteró de la Revolución de Mayo, dejó todo para ponerse al servicio de la causa de la independencia. Es conveniente tener siempre presentes las palabras con las que explicó su decisión: “Supe la revolución en mi país y al abandonar mi fortuna y mis esperanzas, sólo sentía no tener más que sacrificar al deseo de contribuir a su libertad”. Fue San Martín el gran propulsor de la declaración de la independencia y con su plan estratégico continental, que cristalizó en la campaña de los Andes, llevó los principios de la Revolución de Mayo a los países hermanos, a los que emancipó en su gesta libertadora. El general San Martín es un arquetipo del soldado. Fue un militar competente, formado en el ejército español, en el que se hacía un culto del valor, del honor, del cumplimiento del deber y de la caballerosidad, y en el que adquirió una vasta experiencia en combate. San Martín llegó a Buenos Aires en marzo de 1812 y ofreció sus servicios al gobierno, que le encomendó la creación de un escuadrón de caballería. El gran biógrafo del héroe, el general Bartolomé Mitre escribió: “El primer escuadrón de Granaderos a Caballo fue la escuela
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rudimentaria en que se educó una generación de héroes. En este molde se vació un nuevo tipo de soldado animado de un nuevo espíritu…, empezando por un regimiento para crear el tipo de un ejército y el nervio de una situación. Bajo una disciplina austera que no anonadaba la energía individual, y más bien la retemplaba, formó San Martín soldado por soldado, oficial por oficial, apasionándolos por el deber y les inculcó ese fanatismo frío del coraje que se considera invencible, y es el secreto de vencer”. Las páginas más brillantes de la carrera de San Martín son las de la organización y ejecución de la campaña de los Andes. Movilizó todos los recursos humanos y materiales de Cuyo para formar el Ejército de los Andes y lo hizo sin desatender el gobierno. Esa fuerza debía afrontar un desafío inmenso: cruzar la cordillera y vencer a los realistas en Chile. San Martín formó y dirigió personalmente la instrucción de su ejército y adoptó todas las previsiones para realizar una campaña ejemplar. Le prestó particular atención a dos campos de la conducción completamente descuidados en la época: los que hoy llamamos logística e inteligencia. Solo su sólida formación militar y su capacidad como conductor le permitieron a San Martín desarrollar con éxito la campaña de los Andes, cruzando la cordillera en tres semanas a un costo muy pequeño, y derrotar al enemigo en la batalla de Chacabuco, dando de ese modo la independencia a Chile. La organización y conducción de la expedición libertadora al Perú confirman sus condiciones. Algo en lo que sobresalió netamente el Libertador fue en su liderazgo, basado en su ejemplo personal por su vida austera, su valor en combate demostrado suficientemente en San Lorenzo y Chacabuco, su rectitud, justicia y magnanimidad porque era severo en el mando, pero sabía perdonar, y por la preocupación por el personal a sus órdenes, desde velar por sus condiciones de vida y escuchar al simple soldado que quisiera hablar con él, hasta evitar en lo posible el combate; para él sus hombres no fueron nunca carne de cañón.
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Pero aunque San Martín fue fundamentalmente militar, las circunstancias lo llevaron a ejercer el gobierno en Cuyo y después en Perú, y allí se mostró como un gran estadista. Un aspecto al que le prestó especial atención fue el de la educación. En diferentes ocasiones expresó: “La educación forma el espíritu de los hombres. La naturaleza, el genio….”. “… Esos tiernos retoños, dirigidos por una mano maestra, formarán algún día una Nación, culta, libre y gloriosa”… “Sin educación no hay sociedad. Y los hombres que carecen de ella pueden muy bien vivir reunidos, pero sin conocer la extensión de sus deberes y derechos que los ligan, en cuya reciprocidad consiste su bienestar”. Entre las medidas dictadas durante su gobierno en el Perú podemos mencionar: La libertad de los hijos de esclavos nacidos a partir del día de la independencia, con los mismos derechos que el resto de los ciudadanos. La abolición del tributo que pagaban al gobierno del Rey y los servicios personales a que eran obligados los indígenas. Aseguró la independencia del poder judicial y el correcto funcionamiento de los tribunales. Estableció la libertad de imprenta expresando en el primer artículo del correspondiente decreto que todo individuo podía publicar libremente sus pensamientos sobre cualquier materia, sin estar sujeto a ninguna previa censura, aprobación o revisión. También previó la pena de muerte para los funcionarios corruptos. Y como nexo entre su desempeño como militar y estadista, encontramos su desobediencia cuando no cumple la orden del Director Supremo de empeñar su ejército contra los caudillos federales del litoral, para ser fiel a su promesa de no desenvainar su sable contra sus compatriotas por razones políticas, así como sus gestiones ante los mismos caudillos para terminar con los enfrentamientos intestinos. Generoso y fraterno, abrazó la causa americana con el único objetivo de redimir pueblos y respetar sus decisiones al recuperar su soberanía. Y si para ello debió enfrentar a una monarquía española que
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había perdido el rumbo histórico, lo hizo sin que eso significara romper con la sangre que le venía de sus mayores ni con la tradición. Y al hacer la guerra, la empeñó limitándola en sus efectos destructores, realizándola con la sumisión de la espada a la inteligencia. Este San Martín es el modelo, el ejemplo que los argentinos podemos ofrecer al mundo y no resulta difícil hacerlo porque para ello no es preciso ocultar nada ni justificar actitudes o situaciones poco edificantes. Quiero terminar estas palabras repitiendo lo que expresara el gran educador José Manuel Estrada sobre el Padre de la Patria: "Fue grande en las fatigas marciales y en el fragor de los combates; pero no lo admiréis sobre su pedestal guerrero de pendones debelados y rotos tambores. Es más grande en aquel día, cuyo igual no ha vuelto a brillar para la América, en que abdica ante los representantes del Perú el poder de que le invistieran el prestigio de su nombre y la gratitud de los pueblos. Es más grande cuando niega su espada a la guerra civil y su pecho a la ambición. Es más grande, cuando en la víspera de la última lid cede a Bolívar el último laurel. Es más grande, en fin, por sus inmolaciones patrióticas, por su elevación moral, por la virtud de vencerse a sí mismo, y perderlo todo por la Patria, menos su gloria por ser nuestra”.
* Gral. Br. Diego Alejandro Soria. Ex Presidente del Instituto Nacional Sanmartiniano. (VGM)
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RETRATO DEL GENERAL SAN MARTÍN EN EL MARCO DE SU TIEMPO “Nada es más grave que el anacronismo” A.J. Pérez Amuchástegui
ANA MARÍA GAMMALSSON GUGLIALMELLI *
En los años posteriores a 1805, vencidos los franceses en la batalla naval de Trafalgar, cerca de Cádiz, Inglaterra consolidó su dominio en el mar. El mundo al que pertenecíamos quedó dividido en dos: la Europa continental, dominada por el avance de Napoleón, que le bloqueaba el comercio a los ingleses; mientras estos, los ingleses, se hacían dueños del océano. En esas circunstancias el regente de Portugal -el que será el rey Juan VI, entonces en representación de su madre- se vio ante una disyuntiva capital: aliarse a Napoleón significaba perder las colonias de ultramar a manos de la gran enemiga de Napoleón, Inglaterra y, siendo las colonias su mayor riqueza, bien aconsejado por sus ministros, optó por seguir aliado de su vieja aliada.1 Así fue como, con el general Junot en las puertas de Lisboa, se hizo a la mar la flota portuguesa escoltada por navíos ingleses, y llevando su preciosa carga con destino al Brasil: la familia real de Braganza. A fines de 1807, en número superior a las 12.000 almas, llegó al Brasil la corte portuguesa en pleno: jerarquías de la nobleza y de la Iglesia, la ciencia y la administración, incluyendo el excelente y experimentado cuerpo diplomático que sentó las bases de la diplomacia lusitana en América. A poco de su arribo se instaló la casa de Braganza en el bellísimo pueblo de Río de Janeiro. 1
Guillermo Carr Beresford quedó a cargo de la organización de las tropas en Portugal a fines de 1808; y luego como Gobernador Regente, cuando fue restaurada la monarquía, antes del regreso al trono de Juan VI a Portugal.
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Ante la misma disyuntiva la casa real española terminó enredada en las intrigas de Napoleón. Estas son las claves para comprender esos años, y los que los siguieron, de revolución en revolución. San Martín era antibonapartista, lo que le permitió vincularse con oficiales británicos llegados a España luego de la firma del tratado de enero de 1809 por el cual Inglaterra daba su apoyo contra Bonaparte, y se comprometía a no reconocer otro rey de España y sus Indias, que no fuera Fernando. Cundían entonces las ideas absolutistas, y las ideas liberales. El motín del 1º de enero de 1809 en Buenos Aires respondía a los absolutistas. Los liberales dominaban en Chuquisaca, La Paz y Quito. La misma oposición entre unos y otros se daba en España; los liberales, a través de logias, seguían las directivas del Gran Oriente Escocés. Si bien la idea era socavar la unidad del imperio napoleónico, las prédicas liberales apuntaban a un sistema de gobierno en el que el pueblo tuviera representación. Fuera este en el marco de un gobierno republicano o de una monarquía parlamentaria, pero siempre contraria al absolutismo.2 En ese principio se basaron las revoluciones que corrieron por la América hispana como un reguero de pólvora, a lo largo de 1810. Pasando por alto las particularidades de cada región, todas llevaron la misma raíz de la semilla sembrada por Miranda. “La acción a desarrollar por los cofrades de la Gran Reunión Americana puede definirse en dos palabras: independencia y unidad”. 2 En eso consistía el plan continental, pues, hacia 1813, con excepción del Río de la Plata, los pueblos americanos cuyas revoluciones habían triunfado en 1810, habían sido retomados por los realistas. Sin contar al Paraguay encerrado completamente en sí mismo.3 Poco después de la llegada de San Martín y el grupo de oficiales logistas que lo acompañaba -9 de marzo de 1812-comenzó a mostrarse la acción 2 Pérez Amuchástegui,
p.13 “Ideología y Acción de San Martín”. Ed. EUDEBA, 2ª edición, 1973. Por obra del gobierno del doctor Gaspar Rodríguez de Francia desde 1811 hasta su muerte en 1840.A tal punto que, contaba un correntino que antes de dirigirse a Asunción, un pariente había hecho un testamente. Y bien hecho estuvo, porque no volvió. 3
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puesta al servicio del proyecto de independencia y de unidad de la América hispana. El 16 de marzo el Triunvirato le concedió el grado de teniente coronel -el mismo grado que tenía en España- y le encomendó la creación de un cuerpo de caballería modelo: fue el Batallón de Granaderos a Caballo. “Es posible -opina Pérez Amuchástegui- que la organización madre haya resuelto modificar los proyectos de la filial gaditana, confiando a San Martín y a sus compañeros la difícil tarea de dominar el movimiento rioplatense para encauzarlo hacia el plan hispanoamericano”. Se tenía a las políticas, en el Río de la Plata y en Chile, como muy localistas. En Chile, contaba la Logia con Bernardo de O’Higgins (cofrade y amigo), con peso suficiente, no obstante las discordias sembrabas por los hermanos Carrera. Pero en Buenos Aires, en el gobierno del Triunvirato, liderado por Rivadavia -Pueyrredón se incorporó el 22 de mayo- privaba el pensamiento de Mariano Moreno en 1810, en cuanto consideraba imposible la unidad de pueblos tan distantes y dispares entre sí: “Es una quimera pretender que todas las Américas españolas formen un solo Estado /… /. No recurramos a las antiguas anfictionías de Grecia para buscar un verdadero modelo del gobierno federativo”.4 El plan de la Logia se puso en marcha, y se mostró con acciones inmediatas para llevarlo adelante. La creación del cuerpo de Granaderos apenas unos días después de la llegada de San Martín, y la incruenta revolución del 8 de octubre de 1812 que tuvo por fin destruir a los miembros no logistas del gobierno. Incruenta pero con desmanes, y algo más de lo que hoy llaman escraches.5
4Artículo
del doctor Mariano Moreno, ‘Gaceta de Buenos Aires’, de 28 de nov.1810. “Ideario Americano”, Ministerio de Educación, 1982, p.20. 5 Juan Martín compartía la casa con su hermano, José Cipriano Pueyrredón; padre de Manuel Alejandro, de Rita, de Isabel, de Adolfo y de Victoria. Esta última casada en 1828 con su primo Mariano Pueyrredón y -desde 1831- dueños de la Chacra, sita en el Partido San Martín, y cuyos restos descansan en el cementerio local. En la vieja Chacra nació José Hernández, hijo de Isabel. Y había tenido lugar el combate de Perdriel, 1º de agosto de 1806, cuando aún no pertenecía a la familia.
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Argentina, Eduardo Zimmermann
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Durante esos cinco años clave -desde la Revolución de Mayo hasta la caída de Napoleón- privaba, formalmente, lo que se llamó “la máscara de Fernando” -de Fernando VII- en tanto no volviera a sentarse en su trono. Había que esperar hasta que el orden napoleónico sucumbiera en Europa. Cosa que ocurrió en 1815. Sólo entonces, la alianza de Inglaterra con España cambiará fundamentalmente de raíz: no será imprescindible. Sin embargo, primero ante el inminente Congreso de Viena, y después con la Santa Alianza, convenía a Gran Bretaña mantener una política acorde con las potencias restauradoras del absolutismo -pero monarquías al fin- y cierto disimulo pudoroso, en relación al apoyo que brindaba a la América hispana y su independencia de España. Desde la mudanza de la corona portuguesa al Brasil, Inglaterra tenía una viva presencia con sus ministros plenipotenciarios instalados en Río de Janeiro arbitrando, intrigando y conferenciando con unos y con otros, cuyos émulos portugueses, viejos y sabios diplomáticos, no les iban en zaga a los británicos. El conde da Barca, ministro del exterior, le había echado el ojo al Río de la Plata como frontera sur de Brasil, lo que logró desde la tumba con la anexión de la Banda Oriental como provincia Cisplatina, hacia 1820. El enemigo natural de los hispanoamericanos de la región del Plata, desde siempre, había sido, y era, el portugués. A fines del siglo XVIII el virreinato del Río de la Plata con el fin de hacer respetar los límites y frenar su avance, destacó gobiernos militares en diversos puntos de la frontera. En esas circunstancias históricas, en esas tierras, nacieron y pasaron sus primeros años José Francisco de San Martín y Carlos María de Alvear.6 La guerra por la independencia sería con el apoyo inglés, o no sería. Y, no ser significaba caer en algo aun peor que el antiguo régimen: el 6
Carlos María de Alvear y su padre, cuando al terminar la misión regresaba la familia a España (en 1804), fueron los únicos sobrevivientes del hundimiento de las fragatas españolas por parte de los ingleses. El joven contaba entonces 14 años. Fueron indemnizados; Carlos María se educó en Inglaterra.
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absolutismo restaurado. Es decir, el regreso de las recalcitrantes monarquías de Europa: vuelta de campana a contrapelo de la historia, a deshacer lo andado; y, Fernando VII, lamentablemente, estaba lejos de tener la claridad de su abuelo el rey Carlos III… Ni la de su cuñado, el rey Juan VI de Portugal, quien al retomar su trono en Lisboa aseguró la unidad de sus tierras: dejó al hijo en el Brasil, como Pedro I; y, cuando a su muerte en 1830 éste debió sucederlo en Portugal, quedó en el Brasil el nieto: Pedro II. Hubo esclavitud hasta 1888, y República, poco después. El tortuoso camino de la “libertad” había comenzado por la “libertad de un hombre respecto de otro hombre”. Las diferencias eran enormes y la participación, escasa; las distinciones sociales, taxativas, no solamente de hecho; y la movilidad social, casi impermeable. En el caso de los americanos el mismo San Martín lo dice en su proclama a los habitantes de las Provincias del Río de la Plata, el 22 de julio de 1820 al embarcarse en Chile con destino al Perú: “…yo serví en el ejército español /…/, veinte años de honrados servicios me habían atraído alguna consideración, sin embargo /no obstante/ de ser americano”. Vuelto a España el padre de San Martín, no por su voluntad de dejar América sino llamado por sus superiores, a su llegada no le hicieron lugar. Razón por la cual al capitán Juan de San Martín le costó años de lucha, y la pérdida total de sus ahorros, lograr reubicarse en el ejército español, hacer valer su grado militar y, finalmente, poder educar a sus hijos; tarea en la que puso tenaz empeño el matrimonio San MartínMatorras.7 Esta formación familiar se refleja en el interés del Libertador en el fomento de la cultura. La creación de bibliotecas públicas fue una de las primeras medidas que tomó en Mendoza, en Chile, y después en el Perú.
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Patricia Pasquali, p.26,”San Martín” Ed. PLANETA, 1999.
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Ni independencia ni constitución logró la Asamblea General que comenzó el 31 de enero de 1813. Solamente Artigas había propuesto en sus pliegos una Federación, como forma de gobierno. Hubo que esperar tres años para que se declarara, el 9 de julio de 1816, en el Congreso reunido en Tucumán, la independencia de las Provincias Unidas en Sudamérica. Pero no se especificó la forma de gobierno. “Desde Mendoza insistía San Marín a Godoy Cruz sobre la necesidad de declarar la independencia…pues era, hasta ridículo hacer la guerra al rey cuya soberanía no se había desconocido”.8 Cuando se decidió hacer la campaña por el camino de Chile con destino a Lima, quedaba indefenso el Río de la Plata (¡al que le había echado el ojo el conde da Barca!). La guerra de la independencia se dividía así en dos frentes, sin solución equitativa, ni siquiera posible. San Martín no se mostraba, formalmente, contrario a Artigas; sí en el intercambio epistolar con el Director Supremo. El plan federativo, republicano y antibrasileño de Artigas, que se gestaba como los Estados Unidos del Plata, abarcando parte del sur de Brasil (que por allá también había ansias republicanas) por justo que fuera, no era posible, pues no se podía atacar al Brasil sin desafiar a Inglaterra. Con semejantes vecinos esa unión iba a nacer para desintegrarse enseguida… Y, no sólo los vecinos lusitanos ¡fue Ramírez quien derrotó a Artigas en septiembre de 1820 y lo empujó al destierro en el Paraguay! Brasil se había propuesto llegar a la margen del lado de allá del Río de la Plata (para nosotros) y de este lado (para ellos); de acuerdo con ese concepto, con el nombre de Cisplatina, fue anexada la Banda Oriental. Para tratar con los estados europeos, absolutistas, o no, era entonces más respetado y confiable el reino de Portugal, Brasil y Algarves, que cualquier república cuya constitución olía a tinta fresca. Esta tradición, aún tras los enormes cambios políticos y sociales, no ha quedado solamente en el pasado, rige hoy en las relaciones no escritas entre los estados. 8A.
J. Pérez Amuchástegui, .ob. cit., p.36.
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Cuando Juan VI le dejó el trono de Brasil (de hecho, una división del Reino, aunque necesaria) le dijo a su hijo Pedro: “Es mejor que te quedes tú, a que se meta alguno de esos aventureros”.9 En carta del 24 de mayo de 1816, escribe San Martín a Godoy Cruz, diputado por Mendoza al Congreso de Tucumán: /…/. Si yo fuese diputado me aventuraría a hacer al Congreso las siguientes observaciones: Soberano señor: Un americano republicano por principios e inclinación, pero que sacrifica estas mismas por el bien de su suelo, hace al congreso presente: 1º Los americanos o Las Provincias Unidas no han tenido otro objeto en su revolución que la emancipación del mando del fiero español, y pertenecer a una nación. 2º ¿Podremos constituirnos República sin una oposición formal del Brasil (pues, a la verdad, no es muy buena vecina para un país monárquico) sin artes, ciencias, agricultura, población, y con una extensión de tierra que con más propiedad puede llamarse desierto? /…/. Seis años contamos de revolución, y los enemigos victoriosos por todos lados nos persiguen: falta de jefes militares, y nuestra desunión son las causales /…/. Ya está decidido el problema de Inglaterra, nada hay que esperar de ella… José de San Martín La política es el arte de lo posible; la historia es lo que fue; los hombres la han hecho dentro del marco de su tiempo, y de los límites impuestos por otros hombres… ¡Tan claros se ven los aciertos y los errores, después de dos siglos y con algunos libros de historia en la mano! Si la historia tiene algún valor en el presente, habrá que pensar que aquellos expertos sabios consejeros llevaban esos libros dentro de la cabeza; y, por corazón, una piedra de molar. “Pedro, se o Brasil se separar, antes deja para ti que me has de respetar, do que para algum déses avnetureiros” A. Souto Maior, “Historia do Brasil”, p.246 Compañía Editora Nacional Sao Paulo 1970. 9
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San Martín y los Pueyrredón Este título cobija varias historias: la carta de San Martín recibida por J.M. de Pueyrredón en noviembre de 1812, y su respuesta; la visita inesperada de San Martín a La Aguadita, en San Luis, y un vestigio del recuerdo; la historia de amor de Victoria Ituarte, bisabuela de Victoria Ocampo; y el retrato del general San Martín que hace el coronel Manuel A. Pueyrredón, en las memorias de sus tiempos de granadero; y el paso de San Martín por los Santos Lugares. La revolución del 8 de octubre había derrocado al Primer Triunvirato. El plan de la Logia Lautaro, a la que pertenecían San Martín y la mayor parte de los integrantes del nuevo gobierno, se puso rápidamente en marcha. El 24 de noviembre Pueyrredón (que había sido confinado a San Luis) a punto de marchar a su destierro, recibió una carta de San Martín. Sin fecha, pero escrita pocos días después de los incidentes del 8 de octubre. Aludía a los atropellos -mencionados más arriba como desmanes y escraches-. En efecto, en la finca de Magdalena Pueyrredón de Ituarte, donde se creía se había refugiado Juan Martín, irrumpió una horda de matones, que “con las espadas desnudas atravesaron los colchones de las camas por si se hubiese escondido debajo. Igualmente, frente al domicilio de su hermano José Cipriano, rompieron vidrios y pegaron carteles con leyendas insultantes”. La carta, escrita poco después del 8 de octubre, y con certeza dentro de ese mes, rezaba así: “Nada hay tan sensible para todo hombre como ser acusado de hechos que no ha cometido. Así es que habiendo sabido extraoficialmente me creía Vd. el promotor del incidente de su hermano, y busca de usted la noche del 8, ha llegado al colmo de mi sentimiento. Firme en mi principio ni aún la misma muerte me haría negar este hecho si así lo hubiese cometido. Bien al contrario, es bien notorio que a mi llegada a la Plaza se había ya ejecutado, y que lo desaprobé. Mi honor y mi
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delicadeza exigen que tanto a Vd. como al resto del pueblo que estén en esta creencia les de una satisfacción. Yo cumplo con hacerla”. Pueyrredón le contestó en estos términos: “Creo que muy retardada recibí antes de ayer la estimable de Vd., sin fecha /…/. Confieso que he leído con placer la satisfacción que ella contiene, sólo porque es Vd.; porque también era Vd. el solo de quien había tenido que extrañar. Por lo demás, crea Vd. he visto el comportamiento del oficial que insultó mi casa y la de mi hermano, y la conducta del jefe que se lo ordenó, como un efecto natural y preciso de causas conocidas. Yo sería igual a todos los hombres si conservase resentimientos vulgares por un suceso, tan común y tan repetido en nuestra revolución. Pero, no señor; me fijo en buenos principios, observo la marcha incierta de una nave que corre sin brújula, veo la desesperación de su equipaje /pasaje/ porque no llega tan pronto como deseara al puerto, que cada uno se figura en diversa dirección; lo disculpo /al pasaje/ porque no conoce otra razón que su deseo; compadezco al piloto, porque sin los instrumentos para su derrota /en la acepción de derrotero, rumbo/; me intereso en la salvación de la nave, porque ella conduce mi vida y mi fortuna; y solo culpo de este choque de intereses y pasiones a la fatalidad de mi destino /…/ será un prodigio la salvación de la nave sin la brújula indispensable, como será también la de nuestra patria sin una constitución que enseñe los caminos que deben llevar los que mandan y los que obedecen10, pues de lo contrario daremos sin remedio en el escollo de la anarquía, o en otros no menos ruinosos. Me he dilatado más de lo que pedía la materia de mi contestación pero es también porque escribo a Vd., y solo para Vd. a quien por lo que es y por la familia a que pertenece aprecia con verdad su muy atento y afectísimo servidor”.11
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José Hernández, su sobrino nieto, afirma el concepto de necesidad de un marco legal: “obedezca el que obedece / y será bueno el que manda”; y “porque naides toma a pechos / el defender a su raza/ debe el gaucho tener casa,/ escuela, Iglesia y derechos”. 11 H.E.Gammalsson 183 y 184 “Juan Martín de Pueyrredón”, Ed. Goncourt 1968.
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“Este documento, quizás el primer intercambio epistolar de dos hombres que ya se conocían, muestra en forma clara la sociedad secreta a la que ambos pertenecían”.12 En su rúbrica -la de ambas cartas- aparecen los tres puntos que consignaban la pertenencia a la logia masónica.12 Pueyrredón viajó a San Luis a principios de 1813 con su José Cipriano y el hijo mayor de éste, Manuel Alejandro, quien llamaba mis padres a ambos, padre y tío; Juan Martín permanecía aún viudo y compartía la casa con su hermano. Fijaron su residencia en la finca La Aguadita, muy cerca de la capital puntana. Pocos meses después, una vez instalados, se sumó el resto de la familia: Manuela Caamaño, las hijas, Rita y Victoria, y la recién nacida Isabel.13 “En los primeros días de septiembre de 1814 Juan Martín tuvo el anuncio de una visita imprevista e inusitada, nada menos que la del propio José de San Martín, nuevo gobernador intendente de Cuyo; de paso para Mendoza se proponía ir a visitarlo. De acuerdo con la tradición familiar, la reunión comenzó por la mañana, y era ya oscuro cuando concluyó. Poco después -en diciembre- Pueyrredón lo visitó en Mendoza. San Martín “le dispensó un recibimiento cordialísimo, lo besó y abrazó ante el asombro de todos, convencidos de una supuesta tirantez de relaciones entre ellos. Casi con certeza fue allí donde ambos convinieron acerca de los planes para efectuar la campaña de Los Andes”.14 Se puede colegir, por los acontecimientos históricos posteriores, que en las entrevistas hayan aclarado aspectos de la Logia que se reflejan en la acción conjunta, en el intercambio epistolar y en las Instrucciones reservadas, entre 1816 y 1819. Al tiempo de la visita de San Martín a La Aguadita, Victoria (14), que contaba entonces diez años, poco habrá visto del general, quizás oído Patricia Pasquali, ob. cit. “San Martín”, p.142 Victoria, la mama Totó de la Chacra; Isabel, la madre de José Hernández y Adolfo, (huérfanos, a cargo de ella, la hermana mayor, y de su, a la vez, tío y cuñado) se criaron en la mencionada chacra Pueyrredón, hoy Museo. Son datos que se consignan porque tienen su anclaje histórico, y afectivo, en el partido de General San Martín. 14 H.E.G. ob. Cit., .p.196 12 13
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con curiosidad que el general “hablaba como español”. Eso decía mi abuela que decía su bisabuela. Además de criticarlo por haberle arrancado la nieta a los Escalada cuando partió para Francia con ella, Merceditas.15 Antes de Mitre, la figura del general San Martín, aunque resulte raro hoy, no era para los porteños un parroquiano ilustre que poblaba la memoria histórica, o aun se paseara con su viva presencia por las calles de Buenos Aires. Sí, un militar admirado y recordado por los oficiales y soldados que habían estado a su mando. Otro recuerdo de familia: “El 28 de enero de 1813 por la noche, el coronel José de San Martín al frente del Primer escuadrón de su Regimiento de Granaderos a Caballo, salió sigilosamente del cuartel del Retiro y antes del amanecer llegó a los Santos Lugares donde permaneció todo el día /…/. Según cuenta la tradición familiar, el coronel San Martín se alojó el día 29 de enero, donde durmió una larga siesta en la casa (ubicada en la calle Rivadavia y Caseros) del coronel José Manuel de la Serna y de su mujer, y prima, Doña Manuela Gómez de la Serna cuyos dueños de casa eran amigos de la familia Escalada, parientes de los Castex, y patriotas probados”.16 El sigilo se debía a la estrategia de sorprender a los realistas, lo que ocurrió pocos días después, el 3 de febrero, en el glorioso combate de San Lorenzo. Otro recuerdo de familia -y con opinión- lo trae Victoria Ocampo en ‘El Archipiélago’, primer tomo de su autobiografía. La historia fue así: Según relata Manuel Alejandro en sus Memorias, Tomás Godoy Cruz le mostraba inquina suponiendo que él pretendía a su prima Victoria Ituarte, lo que era cierto en cuanto al sentimiento, pero errado en la persona, Godoy lo confundía con el que verdaderamente amaba su 15
Además de la crianza junto a su padre, privaba el afán de una educación esmerada para su hija, H. E. Gammalsson, “Historia de la Población de General San Martín” p.39 Edit. CID 1988. Cita a J. P. Otero: Historia del Libertador Don José de San Martín”, Cabaut y Cía. 1932, tomo I, cap. XI, p.218. Esta tradición oral la recibió mi padre por vía de los Márquez, cuyo miembro, Bernabé, estaba casado con doña Francisca de la Serna. 16
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prima: Manuel Hermenegildo Aguirre. Parece que en este arreglo -que al fin no se arregló- tuvieron parte Juan Martín, el tío; y San Martín, el general. A tanto había llegado la cosa que también Godoy Cruz le había tomado fastidio al mismísimo Director Supremo, quien en carta a San Marín, refiriéndose a él, dice: “Debe Vd. saber que este joven, de mí amigo íntimo, se ha convertido en enemigo mío, solicitó casarse con una sobrina mía; le introduje en la casa, me interesé en su enlace, hice los oficios de un hermano, pero la niña, comprometida con Aguirre se resistió a toda persuasión y consejo. Desde que él /Godoy/ vio destruida la esperanza, se retiró de la casa y empezó a dejarme ver un rostro de desagrado. Pues, juro a Vd., por el sol que no ha habido,… ni hay más un comino entre los dos.”17 Pero, algo más había hecho al respecto el Director Pueyrredón: había enviado a Manuel Aguirre a los Estados Unidos. A toda esta historia agrega Victoria Ocampo que: “Al llegar de Estados Unidos Manuel Hermenegildo /Aguirre/ abrazó a su novia que, a pesar de sus 19 años y de la presión de un general, llamado San Martín (cuyo candidato para la novia era el enamorado Godoy Cruz) lo supo esperar. Lo supo esperar sin la menor sumisión al deseo manifestado por su tío Pueyrredón /Juan Martín/ a instigación de su gran amigo, el que vemos hoy a caballo en tantas plazas. Los dos jóvenes se casaron al mes de llegar mi bisabuelo a Buenos Aires”.18 Victoria Ocampo, quizá la primera mujer rebelde genuina, del siglo XX, sobrecarga el mérito de su bisabuela que, sólo le hizo caso a su corazón, tanto como la bisnieta se empeñó en despojar de prejuicios a su tiempo y voltear la valla de sumisión a la voluntad paterna. Pero también muestra que las mujeres de su familia materna se hacían valer, y las
Manuel A. Pueyrredón “Escritos Históricos con nota preliminar de Ramón J. Cárcano,” pp.19,20 y 21 18 Victoria Ocampo, Autobiografía, tomo I “El Archipiélago” pp.34, 35, 36, 37. Ed. SUR. Victoria era tataranieta de Magdalena Pueyrredón de Ituarte, cuya hija, Victoria casó con Manuel H. Aguirre. 17
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respetaban. A la vez que, graciosamente, saca a San Martín de la estatua ecuestre para traerlo como gran amigo e instigador. El Retrato del General San Martín que ha dejado en sus memorias Manuel Alejandro Pueyrredón (sobrino del Director, y enamorado como un loco de su prima Victoria), es el retrato de un general hecho por otro hombre de tropa, que sabe de qué se trata. Dice así: “El General San Martín era un hombre de una estatura más que regular; color moreno; nariz aguileña, grande y curva; ojos negros y grandes, vivísimos: eran la verdadera expresión de su alma y de la electricidad de su naturaleza; ni un solo momento estaban quietos. Era una vibración continua en que estaba aquella vista de águila: recorría cuanto lo rodeaba con la velocidad del rayo, y hacía un rápido examen de la persona, sin que se le escapase nada, ni aun los objetos más pequeños y menudos /…/. Su cabeza no era grande, más bien pequeña pero bien formada; se descubría por entero por el poco pelo que usaba, negro, lacio y echado a la izquierda, como lo llevaban todos los patriotas de los primeros tiempos de la Revolución /…/. Su voz era gruesa y varonil, pero suave y penetrante, su pronunciación clara y precisa. Hablaba muy bien el castellano, y también el francés. Cuando hablaba era siempre con afabilidad, aún en los casos que tenía que revestirse de autoridad. Su trato era fácil y sin pretensión, pero en todo se descubría el espíritu de audacia que ha guiado todos los accidentes de su vida. Tanto en sus conversaciones familiares como en los casos de demandas, cargos o reconvenciones que tenía que hacer a sus subalternos, jamás se le escapaba una palabra descomedida que pudiera humillar al individuo. El modo de reprender a un oficial era siempre una lección dada con energía pero sin acritud, de que resultaba que el hombre salía de su presencia más orgulloso de lo que había entrado; y si algo prometía, era siempre para cumplirlo. /…/. Vestía con una sencillez republicana: el uniforme de Granaderos a Caballo, el más simple y sencillo de todo el ejército, que no tenía adorno ni distintivo particular /…/. A las 12 del día comía solo: un asado y uno que otro plato sencillo, su botella de vino de Burdeos y una pequeña porción de dulce, sentado en
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una silla baja, baja también la mesita, y con un solo cubierto /…/. Concluida su frugal comida, se recostaba y dormía un par de horas. A las 3 de la tarde asistía a la mesa común, a conversar de cosas indiferentes, jamás de política /…/. Otras veces hablaba de las guerras en la Península y refería con gracia y jocosidad pasajes y anécdotas interesantes. En un tiempo que viví en su casa tenía la obligación que me había impuesto de venir a las 7 de la mañana a darle los buenos días o el buen día, como él decía. Entonces me daba la llave de una alacena que estaba en su cuarto, y le alcanzaba un vasito preparado de antemano, medio de un licor verdoso y grueso, que tomaba de un sorbo. Después de esto se vestía, y en el acto se ponía a la mesa de trabajo, donde permanecía hasta las doce. Por la noche tomaba una pequeña colación después del trabajo, para el cual era incansable. En su trato particular era muy familiar y lo que comúnmente se llama un hombre amable y simpático. Usaba una cierta mímica de su invención, que en balde querían imitarle. Él la acomodaba según las circunstancias: a veces un movimiento de ambos hombros, otras, y era lo más general, movimientos repetidos con dos dedos de la mano derecha acompañados de ¡Eh! ¿está usted? O cosa semejante. Era muy rígido observador de la disciplina y cuidadoso del traje militar. Cuando algún oficial se le presentaba con un botón desabrochado, sin cortar el hilo de su conversación le estaba dando tirones en el botón, o golpeándolo con el dedo pulgar, hasta que el oficial se apercibía, y si no, él mismo se lo hacía notar, tomando aquello por tema de una nueva lección que le daba. Cuando hablaba de los oficiales de Granaderos a Caballo decía siempre: mis muchachos; y cuando lo hacía con alguno a quien él quería distinguir, lo hacía con la palabra chico; ven acá, chico, etcétera. Hablaba con mucho entusiasmo de los oficiales de Granaderos, de quienes decía: de lo que mis muchachos son capaces, sólo yo lo sé; quien los iguale habrá, quien los exceda, no”.19 Hasta aquí, el retrato del general San Martín. “Memorias inéditas del coronel Manuel A. Pueyrredón, historia de mi vida Campañas del Ejército de los Andes”, prólogo y notas de Alfredo Villegas. Ed Kraft. p.65 Buenos Aires. Marzo 1947. 19
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San Martín en Chile Un año después de la batalla de Chacabuco se declaró la independencia en Chile. Paralelamente se iba gestando la desmembración del Estado en el Plata en esos pocos años en que la Libertad de América dependió de la acción conjunta de miles de patriotas y de un puñado de hombres acordes en una idea fundamental. Hecho notable de aquellos tiempos: si el camino por Chile partió de la cabeza de Tomás Guido o de la de San Martín, no cambia la historia, refuerza la unidad; tanto como que las Instrucciones Reservadas no fueron simples órdenes de un gobierno sino fruto del plan conjunto llevado a cabo a trancas y barrancas. Cierto que los ejecutivos fueron: el Libertador en los Andes y el Director, en Buenos Aires y el Director O’Higgins, en Chile. Años después, cuando se le inquiría al general San Martín sobre asuntos de esos tiempos, respondía que de eso no se hablaba, que había quedado en el secreto. A fines de 1819, caída la autoridad de Pueyrredón, con un congreso desmembrado, la amenaza de la expedición naval española que se cernía sobre el río de la Plata20, los godos en el Norte, las montoneras en el Litoral, y la Banda Oriental anexada al Brasil, había desaparecido el gobierno de cuya autoridad dependía el Ejército de los Andes. En esas circunstancias, el documento suscripto el 2 de abril de 1820, conocido como el “Acta de Rancagua”, resulta ser un hecho histórico asombroso: ante esta situación, desaparecida la autoridad que les había otorgado el mando de la empresa, dicha autoridad no desaparecía: “cuando un mandato tiene un contenido de suprema lex, no cesa con el órgano otorgante. Lo cierto era -afirma Patricia Pasquali- que si, por un lado, el ejército, al ratificar en el mando a San Martín, se solidarizaba con la misión libertadora que él identificaba con su destino, por otro lado, 20Que,
con buen criterio fue derivada dicha fuerza al norte del continente. Si así se unificaba la lucha, de igual forma se planteaba la guerra de la independencia. Con criterio de unidad de América hispana. Ver. Pérez Amuchástegui, ob.cit.
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el general reconocía el principio de que su autoridad emanaba de sus compañeros de armas poderdantes”.21 La expedición al Perú siguió su marcha, por mar. Volviendo a la historia de Manuel Hermenegildo Aguirre: en 1817 Pueyrredón le ofreció una misión ante la Corte Portuguesa en Brasil, pero que por razones desconocidas no aceptó. Marchó entonces a los Estados Unidos, ahora con la misión de adquirir navíos armados para la expedición al Perú. El 28 de marzo el Director Supremo le entregó las credenciales. Y, con el título otorgado por el gobierno de Chile, como su representante “Comisario de Guerra y Marina”, partió de Buenos Aires don Manuel Aguirre, el 29 de mayo de 1817, con destino al puerto de Baltimore. Anteriormente, desde Chile, con fecha del 1º de abril de 1817, el general San Martín dirigió una carta al presidente de los Estados Unidos, James Monroe: ...“habiéndose restituido los sagrados derechos a los habitantes de este país /Chile/por las armas nacionales y eficaz impulso de mi gobierno, la fortuna ha abierto un campo favorable para empresas nuevas que aseguren el imperio de la libertad y la ruina de los enemigos de América. Y convencido de la ventaja que nuestra situación política actual promete, he cruzado los Andes con el fin de concertar en esta capital entre muchas cosas, la garantía de mi gobierno, y en cumplimiento de las estipulaciones entre el director supremo de Chile /O’Higgins/ y su íntimo aliado, llevar a cabo el plan que se ha confiado a don Manuel Aguirre”.22 La suerte de Aguirre en Estados Unidos no dependió de su gestión sino del hecho de que el gobierno norteamericano, interesado en la compra de la Florida, se veía en la necesidad de respetar a ultranza la neutralidad con España. Esa fue la razón por la que el presidente Monroe no lo recibiera. Aunque su misión en cuanto a la compra de los barcos fracasara -al colmo de que un juez, en virtud de la ley de neutralidad, lo 21
Patricia Pasquali. ob. cit. p.350. Osvaldo Cutolo “Nuevo Diccionario Biográfico Argentino” Editorial ELCHE 1968, tomo I, p.51. 22
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China, Ding Jinshenh
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metiera preso por considerar que el armamento de los buques la violabalas gestiones de Aguirre sentaron las bases del reconocimiento de nuestra independencia.23 San Martín, finalmente, en 1820 después de tres años, logró la escuadra adecuada para transportar la expedición al Perú. Habiéndose desencontrado con su amigo Bowles, convino en Buenos Aires los arreglos necesarios con el cónsul británico Staples. Para esa gestión en Inglaterra (abril de 1817) San Martín lo encomendó a José Antonio Álvarez Condarco -armero y amigo-, comisionado por el gobierno de Chile para la adquisición de naves y suministros; para lo cual contaba con capital suficiente. San Martín reconocía que no podía esperar “ayuda de Gran Bretaña, pero que confiaba en su neutralidad /…/ ofreció una relación especial de Gran Bretaña con los países liberados, y manifestó que, salvo en lo referente a los Borbones, prefería la monarquía al republicanismo”.24 Solo así, en aquellos años se podía mantener la unidad de América. Este fue también el criterio de Manuel Belgrano. El mismo Álvarez Condarco se encargó de reclutar un almirante: Thomas Cochrane, futuro conde de Dundonald. Quien, después de rodear el Cabo de Hornos, llegó a Valparaíso en noviembre de 1818, para asumir el mando de la nueva flota. Dice textualmente John Lynch que: “Aunque es posible describir a Cochrane como un mercenario de primera clase, también era un marino profesional que se distinguía por su valor /…/”. Y concluye: “Fue una suerte cruel para San Martín el que de todos los talentos navales que había en Gran Bretaña se le enviara no alguien similar a su amigo de la marina británica, el Comodoro Bowles, una persona supremamente correcta y competente, sino a un marinero que en el puerto era un incordio costoso y en el mar
Gammalsson: respecto de las naves, ver conflicto con J. Miguel Carrera; “J. M. Pueyrredón”, ob.,cit. p.270; y, Osvaldo Cutolo, p.51, ley de marzo de 1817. 24 John Lynch, “San Martín”, Ed. CRÍTICA BARCELONA. p.152, 2009. 23
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un líder incomparable, y cuyos sentimientos liberales estaban acompañados por una visible preocupación por el lucro y el status”.25 Con el título de Generalísimo de la Expedición del Ejército Libertador del Perú, al que quedaba también subordinado Cochrane, llevó adelante San Martín el Plan Continental. *Ana María Gammalsson Guglialmelli Nació y se crió en General San Martín. Profesora de Historia, egresada de la Universidad de Buenos Aires.
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Ibidem , p. 171.
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EL MAR NOS UNE, AYER, HOY Y SIEMPRE
JORGE LUIS CERESETO*
Fue el Océano Atlántico, que de allende los mares nos trajo al Capitán Don Juan de San Martín – futuro padre del Libertador – para que junto a Doña Gregoria Matorras, formase la familia, donde se gestaría la vida de José de San Martín y de sus cuatro hermanos, en la Misión Jesuítica de Yapeyú de los Santos Reyes Magos junto al río Uruguay, aquel “Sereno estuario de los Pájaros”, en la provincia de Corrientes. Fueron también las aguas de aquel Océano, las que todos ellos transcurrieron en 1784 de retorno a España, cuando Don Juan concluyó su comisión militar en aquel enclave de trabajo y de fe, debiendo trasladarse a la Península para otros desempeños de su carrera militar. Aquellos barcos y aquellos mares que atravesaban, siempre tuvieron una constante influencia sobre la vida y el destino de todos ellos. Ya a los trece años y siendo Cadete del Real Regimiento de Murcia, transportaron a José Francisco y a sus camaradas a Melilla y más tarde a Orán, donde obtuvo su Bautismo de Fuego, combatiendo en esas colonias españolas, contra los Moros que guerreaban con fiereza para destruir el yugo colonial del Imperio. A Melilla y Orán, continuaron, tres años de Campañas Navales en el Mediterráneo que encuentran a nuestro héroe destinado al Cuerpo de Fusileros Navales (nombre que hoy denomina a la Infantería de Marina) a bordo de la Fragata Santa Dorotea donde formando parte de esa y otras tripulaciones de la Armada Real, hubo de combatir contra ingleses y franceses, en teatros de guerra diversos del Mare Nostrum europeo acompañando las distintas situaciones geopolíticas del Viejo Continente. Más tarde y transcurridos veinte años de carrera militar peninsular, a bordo de la Fragata “George Canning”, junto a otros patriotas americanos, retorna a su Patria de nacimiento y en Buenos Aires, ofrece
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al gobierno del Primer Triunvirato (Dres. Chiclana, Paso y Sarratea) su espada y su rango de Teniente Coronel Graduado, a las flamantes Provincias Unidas del Río de la Plata. ¡Otra vez los barcos y el mar…! Aquel navío lo deposita en nuestras costas, para comenzar a cimentar su destino de heroicidad y grandeza. Aceptada y homologada su jerarquía por el estado revolucionario, comienza –por mandato expreso de éste- a conformar el primer peldaño de la escala virtuosa que lo acompañaría a la Gloria, creando y entrenando el Regimiento de Granaderos a Caballo que hoy lleva su nombre y que el 16 de Marzo de 2012 cumplió doscientos años. Esa unidad de Caballería Ligera como aquellas que comandó en Arjonilla y en Bailén en tierra española, derrotando a la Caballería Pesada francesa (Coraceros) de Napoleón Bonaparte, revolucionó los conceptos de utilización de esa fuerza de “elite” para siempre, en todos los campos de batalla de la América del Sur. Al mando de uno de sus Escuadrones (180 hombres) en San Lorenzo – actual Pcia., de Santa Fe- ataca y destruye, el 3 de Febrero de 1813, a fuerzas provenientes de la Ciudadela de Montevideo –por entonces en manos de los españoles- que con el propósito de saquear, todo tipo de víveres de las aldeas ribereñas del río Paraná, desembarcan en ese prado, sobre sus barrancas en número de 350 infantes con más dos piezas de artillería. Cargados “al galope y a degüello” por dos escalones de 90 jinetes, deben retirarse hacia los barcos que los transportaron en precipitada huida, para no retornar jamás a consumar saqueo alguno. Otra vez el agua y los barcos, testigos presenciales de aquel bautismo de fuego… Pero es justamente allí, en el Combate de San Lorenzo, donde alguien dará tintes de heroicidad suprema, emparentada con las de Cabral y Baigorria. Es un Alférez de Granaderos que carga contra el abanderado español como un vendaval, arrebatándole, al galope tendido de su caballo criollo, el estandarte y la vida, sembrando el pánico entre la soldadesca enemiga.
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San Martín lo menciona en un fragmento del parte de la Victoria con estas palabras: “….al punto se replegaron en fuga a las barrancas, dejando en el campo de batalla 40 muertos, 14 prisioneros y 12 malheridos. Dos cañones de “carronada”, 40 fusiles, 4 bayonetas y su bandera, que pongo en manos de Vtra. Excelencia y la arrancó con la vida al abanderado, el valiente Alférez de Granaderos Don Hipólito Bouchard...” El mencionado Bouchard, deja en breve lapso el Ejército, ingresando con magnífico desempeño a la Marina de Guerra, recientemente creada, llevando luego como Comandante Corsario, avalado con patente del gobierno de las Provincias Unidas, la Bandera Argentina a todos los mares del mundo y captura en aquellas campañas navíos, armamentos y todo otro tipo de botines y valores a favor de la causa libertaria que representa, coronando toda esa epopeya junto a Guillermo Brown, dominando las rutas del Pacífico Sur, destacándose en la Campaña Naval del Perú y siendo admirado y considerado por San Martín, su primer Jefe. También José Matías Zapiola, Ramón Freire, Blanco Encalada y otros heroicos guerreros y marinos que pasaron por ambas fuerzas (Ejército y Armada) en distintos momentos de su vida militar, enlazan sus hazañas con las Campañas Libertadoras consolidando con su sacrificio todo lo actuado y logrado en ellas. Refiriéndonos específicamente a Don Hipólito Bouchard, el Centauro del Combate de San Lorenzo, digamos además que había nacido en Bormes, aldea cercana a Saint Tropez, en el litoral marítimo de Francia. Liberal, por formación y convicción, admiró profundamente el pensamiento y la labor ejecutiva de Mariano Moreno, poniendo a través del Tribuno de Mayo, a disposición de la 1ra. Junta de Gobierno sus conocimientos y aptitudes navales. Fue nombrado 2do. Comandante de la recién nacida Armada Nacional, siendo su Bautismo de Fuego el Combate Naval de San Nicolás de los Arroyos, donde nuestras fuerzas, fueron –desafortunadamentederrotadas. San Martín lo recomienda por carta a Guillermo Brown, para que lo secunde, hostigando a los realistas en el Pacífico y preparar y
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ejecutar el asalto final a Lima, con lo que ya soñaba en su Plan Continental En 1815, comenzó junto al Gran Almirante, su actuación respaldado por la Patente de Corsario de las Provincias Unidas del Río de la Plata, comandando la Corbeta “Halcón”, mientras Brown lideraba la “Hércules” y la “Santísima Trinidad”, formidable navío de 40 cañones y 6 culebrinas, todas ellas contando con dotaciones de Fusileros Navales (Tropa de Asalto / Hoy Infantería de Marina). Comienza luego del ataque conjunto al Callao, la etapa más osada y prestigiosa de su carrera naval, navegando 12.000 millas marinas por los mares de la Tierra, en cuyo desarrollo, domina motines y sublevaciones de tropa propia, combate a los piratas malayos de la Isla de Borneo y aledañas, a los traficantes de esclavos del Reino de Portugal, Reino Unido de la Gran Bretaña y de los Estados Unidos de Norteamérica, a cuyos comandantes ejecuta – en algunos casos – por ahorcamiento patibulario o fusilamiento, liberando a los hombres, mujeres y niños que conformaban su cargamento para ejemplificación de su posición libertaria y de los derechos del hombre. Derrota en Macasar a una flota conjunta de Sampanes y Prahos, domina a una porción de la Oceanía en su mar circundante, imponiendo a los reyezuelos isleños las leyes del mar y las de corso por la persuasión o la guerra total. Bloquea los puertos del Virreinato de las Islas Filipinas, que se encontraban bajo la dominación española, jaqueando a sus fuerzas de tierra y mar, atacando y venciendo a su Armada local en homéricos combates. Toma por asalto los puertos del Pacífico de El Realejo, San Blas, Acapulco y Monterrey (esta última considerada por los españoles como inexpugnable). Comanda, marchando a la vanguardia de sus fusileros, la conquista y ocupación de los mismos, haciéndose de la totalidad de sus tesoros, incendiando los fuertes, se apodera de más de 20 piezas de artillería naval e incendia o hunde más de 25 navíos en un raid bélico de dimensiones desconocidas para la época. Comandando más tarde la Fragata “La Argentina” continua llevando a lo más alto y a lo más temido el pabellón de las Provincias Unidas, perjudicando en grado superlativo el comercio naval del Reino de España en aguas de los mares de Filipinas, Borneo y de la China. En las
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islas de Hawai logra recuperar la Goleta “Chacabuco” y mediante una generosa actitud del monarca Kamehameha I, obtiene una aguerrida tripulación de guerreros filipinos de 100 hombres, a quienes bautiza como a los “Tigres del Mar”. Componen entonces la Flota, marinos criollos, franceses y filipinos, a quienes Bouchard logra amalgamar convirtiéndolos en una formidable maquinaria bélica, siendo ellos –como mencionáramos anteriormentelos responsables de que la bandera de Manuel Belgrano, flamee en las almenas de las fortificaciones de California (Monterrey) del 22 al 30 de Julio de 1818. Finalizadas aquellas acciones navales sin par ni comparación alguna, baja hacia las costas peruanas y el 9 de Julio de 1819 anclan en Valparaíso para integrarse definitivamente a la Flota organizada y fletada por el Gral. San Martín y el gobierno chileno, para lanzarse a la conquista de Lima. Bouchard se reencuentra por fin con su maestro, aquel que lo formó como Alférez de Granaderos en los Cuarteles del Retiro. Viene de recibir de Guillermo Brown toda la sapiencia y la experiencia que un hombre de mar puede transmitir. San Martín y Brown – Brown y San Martín en su dimensión y en su magisterio, como reaseguros de la leyenda gloriosa que ha forjado a este novel de otrora y hoy consagrado, hombre de mar. En los días y en los años que han transcurrido en las campañas descriptas, Bouchard y sus hombres, dignos de leyenda, libraron 13 combates navales, capturaron, decomisaron o destruyeron 26 navíos españoles, malayos, filipinos, portugueses y liberaron la carga humana de esclavos de 2 naves de la Corona Británica y uno perteneciente a los EEUU de Norteamérica. ¡Y el mar nos une… y nos reunirá y unirá por siempre! Pero en estas lides navales, se distingue por sobre todo la labor del Almirante Guillermo Brown –benemérito de la Patria en el mar- cuando merced a su genio y coraje indomable, vence a la flota española en aguas del Río de la Plata y produce junto al cerco del Ejército Argentino
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comandado por Alvear y Rondeau, la caída de la ciudadela fortificada de Montevideo, despejando definitivamente los riesgos que configuraba ese enclave realista tan cercano a Buenos Aires. ¡Y el mar nos une …nos unió y nos unirá por siempre!. San Martín califica aquel suceso como “…El acontecimiento más importante que ha dado la Revolución Americana, hasta el presente…” Informa así su opinión al Gobierno, con los merecimientos a lo actuado, con heroicidad infinita por Brown en aquellas jornadas. Con la caída de Montevideo (23/05/1814) los ejércitos libertadores en campaña (del Norte y de los Andes) reciben el mayor botín de guerra de la independencia sudamericana. 500 piezas de artillería: cañones “de a 2” – “de a 4” y “de a 6” – cañones navales – morteros de sitio – culebrinas y artillería de campaña, profusión de proyectiles y pólvora de uso, 9.000 fusiles, vestuario, calzado, correajes, bayonetas y tahalíes y 300 barriles de piedras de yesca, pedernal y pólvora, carromatos y enseres para los ingenieros militares, etc. Un verdadero “tesoro” que Brown transporta a estas orillas, junto a 99 embarcaciones de toda índole y uso. ¡Y el mar nos une… nos unió y nos unirá por siempre! El mar y los barcos llevan y traen consigo, hacia y desde Europa al Padre de la Patria: Bélgica, Francia, Italia, Reino Unido de la Gran Bretaña y en América Montevideo y Buenos Aires, entre 1824 y 1829, luego vendrá el ostracismo y el olvido, junto a la vileza y la calumnia artera, opciones que prefiere soportar su alma grande antes de desenvainar el “Corvo de Maipú” contra los mismos a quienes ha brindado la Libertad, sus hermanos y compatriotas enfrascados en guerras civiles. Y por último el Mar, vecino a su residencia de Boulogne Sur Mer, testigo privilegiado de las caminatas junto a su hija Mercedes o su hijo del corazón, el Dr. Mariano Balcarce, procurando la brisa saludable que sanase en parte su cuerpo enfermo de toda enfermedad. Firme, con la mirada cegada por las cataratas, pero aun así en actitud de “un punto sobre el horizonte…” Aquella mirada orgullosa, que inculcó
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a sus Granaderos en los Cuarteles de Retiro, apoyado en su bastón de caña de Malaca y con su capote renegrido al viento, lo reproduce el bronce de la posteridad, reconfortado, pleno, el Santo Guerrero frente al espejo que mejor habla al hombre de la Eternidad, el Mar. Con verbo de marino, percibiendo su muerte, musita en los oídos de su hija bien amada “Es la tempestad que llega a puerto” y en brazos de Balcarce entrega el alma a su Creador. Es el 17 de Agosto de 1850. Al día siguiente su ataúd es trasladado en un carruaje seguido solo por su vecino, su yerno y el Encargado de Negocios de Chile en la Francia, hasta la Catedral de Boulogne Sur Mer. El nicho en el que reposará durante 30 años se encuentra frente al mausoleo del gran Almirante Bruix, Héroe del Nilo y marino admirado por Napoleón, padre a su vez de Eustaquio y Alejo Oficiales de la Guardia Imperial, que vinieron a pelear como voluntarios por la libertad americana y fueron Granaderos de San Martín. En letras talladas sobre el mármol de alabastro se lee en aquella tumba “En el desprecio de todo poder, está todo el poder.” ¡La frase dedicada a aquel marino de la Francia Imperial, parece escrita también para nuestro Libertador con justicia! En 1880 el Presidente Dr. Nicolás Avellaneda dispone su traslado a Buenos Aires y es el Transporte Villarino de la Armada Argentina quien lo conduce, para que “…su corazón descanse en el de Buenos Aires.” Tal como ha testado. Otra vez el mar y sus barcos, otra vez los marinos argentinos junto a él, uniéndonos para siempre en el sueño de los héroes de una Patria venerada por todos los bien nacidos que la habiten. Brown y San Martín, San Martín y Brown la colmaron de gloria unidos en la conjunción eterna de Mar y Tierra, aquellos elementos de la Creación con que Dios dio idea a los hombres de su principio y su fin… los mismos que nos unirán por siempre y para siempre hasta el fin de los tiempos. Para finalizar cerraré mi disertación, tratando de transmitir a Uds. aquello que la tierra y el mar dicen sobre San Martín y Brown respectivamente: General José Francisco de San Martín:
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“Despierto está sobre nosotros, como una estrella protectora en nuestro cielo. En el hogar que nos reúne – su nombre augusto es como el pan y como el fuego – no hay argentino que no sienta dentro del alma la virtud de su recuerdo y que no escuche en lo más hondo del corazón, la voz profunda de su sueño. Hasta en la muerte es de sus hijos – hasta en la muerte silenciosa es de su pueblo – hasta en la muerte se derrama sobre la vida y el honor de nuestro suelo. Mientras vivió – vivió de darse – como el misterio de la música en el tiempo – como la fuente, como el río – como la luz, como la llama, como el viento. El alma inmensa de aquel hombre, solo cabía sin dolor en un ejército. Para vivir en este mundo, su corazón necesitó miles de cuerpos.” Francisco L. Bernárdez Almirante Don Guillermo Brown: “Pregunto al viento y al río y a la niebla desvelada ¿qué luz naval lo sostiene, tan distante la mirada? ¿Qué piensas hoy Capitán, en tu quinta solitaria? Hombre que nació marino, no vive con nave anclada y al viejo Brown ya le duelen las permanentes amarras. Las charlas con los amigos son dolorosas nostalgias, por eso sueña y se evade, con sus navíos fantasmas, entre aventuras de corso y marineras hazañas. Mas allá de cualquier sueño, va el Almirante del Plata, ya Capitán de las nubes, ya libre de toda amarra…. Como gaviotas le siguen, sus cien navíos fantasmas.” Dr. Ernesto Castany BIBLIOGRAFÍA RATTO Héctor R. Historia del Almirante Brown. I.N.B. – Congreso Internacional de Historia Naval, 2007. Ed. I.N.B.
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Dr. RUIZ MORENO Isidoro, Historia del Reg. de Granaderos a Caballo, . Ed. Círculo Militar Dr. RUIZ MORENO Isidoro, Campañas militares Argentinas. Disertación extractada de los textos de “Anecdotario Sanmartiniano” pertenecientes a la obra del mismo título, propiedad de la Asociación Cultural Sanmartiniana de Alte. Brown y cuya autoría pertenece a su Presidente, Sr. Jorge Luis Cereseto. * Jorge Luis Cereseto Presidente desde 1999 de la Asociación Cultural Sanmartiniana de Alte. Brown (Pcia. de Bs. As.), Vice-Presidente 3° de la Fundación San Martín del Instituto Nacional Sanmartiniano, Miembro Plenario de la Asociación Amigos del Rgto. de Granaderos a Caballo "General San Martín", y Miembro correspondiente y Caballero de la Soberana Orden Militar de Caballería "San Gregorio Magno 1831."
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SAN MARTÍN, EL ESTADISTA
TENIENTE CORONEL (R) HORACIO E. MORALES* “En cuanto a mi conducta pública, mis compatriotas, como en lo general de las cosas, dividirán sus opiniones; los hijos de éstos darán el verdadero fallo”.Gral. José de San Martín. En los asuntos de índole política, tan relacionados a la conducción de la guerra, y en las funciones de gobierno que debió asumir, el General San Martín demostró estar dotado de sobresalientes aptitudes de estadista. Durante su permanencia en Cuyo, a cargo del gobierno, estas aptitudes se ponen de manifiesto con la ejecución de numerosas obras y medidas, que emprende y dicta, tales como el fomento a la instrucción pública, el estímulo a los productores, la construcción de canales de riego, la vacunación obligatoria, las obras para una mejor presentación edilicia, entre otras. Instrumentó un sistema de contribución económico - financiero para atender las necesidades de organización del Ejército y la campaña que debía ejecutarse, demostrando una vez más su capacidad de estadista. El referido sistema incluía la contribución de productos y mano de obra, la organización de la renta, la subasta de tierras públicas, la contribución extraordinaria de guerra, las herencias declaradas desiertas, nuevos impuestos, etc. Todo relacionado con el gobierno local. Inmediatamente, deberá intervenir en trascendentales asuntos en un más vasto escenario. Así, cuando el Congreso constituido en Tucumán, aparece en la escena política, animado de gran patriotismo, pero indeciso y vacilante al enfrentar los graves problemas que le plantea la situación americana, es San Martín, el estadista, el legislador, quien ofrece su ayuda con clara visión del momento histórico, para orientarlo, infundirle ánimo, iluminarlo con las luces de su genio.
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De este modo, le expresaba, entonces, a su amigo el congresal Godoy Cruz: “¿Hasta cuando esperamos para declarar nuestra independencia? ¿No es una cosa ridícula, acuñar moneda, tener pabellón y escarapela nacional y, por último, hacerle la guerra al soberano de quien, se dice, dependemos, y no decirlo, cuando no nos falta más que decirlo? “ Agrega luego: “Para los hombres de corazón se han hecho las empresas. Si esto no se hace el Congreso es nulo en todas sus partes”. Y como su amigo le respondiera que la declaratoria de la independencia, “no era soplar y hacer botellas”, San Martín le replicaba que: “ mil veces más fácil es hacer la independencia, que el que haya un americano que sea capaz de hacer una sola botella”. Más adelante, cuando el Congreso debatía la forma de gobierno que convenía dar a las Provincias Unidas del Río de la Plata, inclinándose, algunos congresales, por la restauración de la dinastía de los Incas, y después de aprobar, entre irónico y serio, el proyecto presentado, les aconsejaba: “Pero por la patria les suplico no nos metan en una regencia de varias personas: en el momento en que pase de una sola todo se paraliza y nos lleva al diablo”. Agregaba también, que bastaba al efecto, cambiando el nombre de Director y convertirlo en Regente. Demostraba así, su visión de estadista para encontrar soluciones a los complejos problemas de gobierno, su sensatez de juicio y férrea voluntad para concretar los objetivos que persigue. Sus sabios consejos iluminan a los congresales, mostrándoles el buen camino a seguir. En su opinión, el nuevo gobierno debe ser confiado a una sola persona, evitándose los cuerpos colegiados. En 1817, después de Chacabuco, volverá a mostrar sus aptitudes para la alta política, al renunciar al cargo de “gobernador de Chile con omnímoda facultad”. Había sido elegido por aclamación por el Cabildo de notables convocado en Santiago. Fue entonces nombrado el General O´Higgins, cuya elección respondía a los planes de San Martín. Los sucesos posteriores demostrarían lo acertado de la medida, confirmando, una vez más, su seguro criterio en la apreciación y elección de los hombres.
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El repaso de los Andes en 1820 es otra acción de gobierno de gran alcance. Respondía al propósito de activar el entusiasmo adormecido del pueblo y gobierno chilenos por la expedición al Perú. La intención de disfrutar la paz lograda, había hecho olvidar el compromiso acordado. Gracias a esta medida, el General San Martín consiguió que se volviera a él. Idéntico fue su propósito y el resultado obtenido al enviar su renuncia al gobierno de Buenos Aires por no haberle remitido los fondos prometidos para la referida empresa. Pero será en el Perú, donde su genio político se muestre en todo su esplendor, al lograr sus objetivos militares, evitando el fracaso de la campaña. La Conferencia de Miraflores, a instancias del Virrey Pezuela; la famosa Conferencia de Punchauca, donde San Martín señalaba a sus representantes, “como objeto esencial de pacificación, el reconocimiento de la independencia de Chile, las provincias del Río de la Plata y el Perú”, la reunión con el General La Serna; la nueva Conferencia de Miraflores, fueron todos actos políticos que demuestran alta prudencia y habilidad de estadista. Debemos resaltar, la solemne proclama dirigida a sus hombres al pisar tierra peruana: “Acordaos que nuestro gran deber es consolar a la América y que no venís a hacer conquistas, sino a libertar pueblos. Los peruanos son nuestros hermanos; abrazadlos y respetad sus derechos como respetasteis los de los chilenos después de Chacabuco”, en la que refleja altura moral y exacta comprensión política. En solemne acto, declara la independencia del Perú y su existencia como nación libre y Soberana. “El Perú es desde este momento libre e independiente por la voluntad de los pueblos y de la justicia de su causa, que Dios defiende”. Decreta también, el escudo y la bandera de esta nueva nación. En razón, de que la mitad del Perú se encontraba todavía ocupado por los ejércitos realistas, debió asumir resueltamente el poder supremo del nuevo estado, con el título de Protector. Quería evitar la anarquía en que se debatían otros estados americanos. Asumió la gran responsabilidad histórica de conducir los destinos de la
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nación peruana, enfrentando a la autoridad real representada por el Virrey La Serna. Nuevamente puso de relieve su capacidad de gobernante y la energía de su carácter. Entre las medidas adoptadas, se destacan, la creación de un ejército nacional, la organización de la hacienda pública, las reformas en el comercio, la abolición de la esclavitud indígena, la libertad de prensa, la supresión de los tormentos, la creación de una biblioteca nacional, resultan algunas de las obras de su gobierno. Pero su logro máximo fue la Constitución que ofreció a los peruanos bajo el título de “Estatuto Provisional”, hasta tanto obtuvieran la Constitución definitiva. ”La dictada por San Martín resultó una obra de sabia legislación. El General la juró públicamente, empeñando su palabra de honor. La resolución de alejar del Perú al Coronel Heres, cuando conoció el complot que preparaban algunos mandos de su ejército, es otra prueba de su prudencia de estadista, pues estaba obligado a optar entre el sacrificio de aquél o descabezar a su ejército. Se encontraba forzado a castigar con la destitución, o tal vez, hacer pasar por las armas a sus antiguos compañeros en la adversidad y en la gloria. Se decidió por lo primero, luego de haber sometido a su autoridad al resto de los complotados. Si bien es cierto que en el Perú se afianzaron en San Martín sus inclinaciones monárquicas, que ya había exteriorizado en su patria, otros patriotas fueron también de su parecer. Debemos mencionar al General Belgrano y la totalidad del Congreso de Tucumán, entre otros. Pero su idea, fue la consecuencia de momentos de decepción que sufrió su robusto espíritu, al ver la anarquía y el caos en que se debatían las nacientes repúblicas. Su idea monárquica, era la respuesta al desaliento a que están expuestos hasta los espíritus más fuertes, al comprobar que sus conciudadanos, arrastrados por el desenfreno de sus pasiones y preocupados por intereses menores, en menoscabo de altos móviles patrióticos. Es la angustia de la incomprensión. No obstante, serenado el juicio, recobra San Martín su fe y confianza en el credo republicano funda nuevas repúblicas en los pueblos que lleva la
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libertad su espada de guerrero. De ahí la gratitud peruana al reconocerlo como “ primer soldado de la libertad”y le concede los títulos de “Fundador de la libertad del Perú, con derecho al uso de la banda bicolor” con el grado de “Capitán General de mar y tierra, rindiéndosele en todo tiempo, en el territorio de la república, idénticos honores que al Poder Ejecutivo” Asimismo se ordenaba, levantar una estatua con inscripciones conmemorativas de susservicios, y la colocación de un busto en la biblioteca nacional que él fundara. “Así cumplió el Perú su deuda de gratitud” La ejemplar trayectoria del soldado y el estadista, se cierra con su abdicación del poder. La Conferencia de Guayaquil, además de las lecciones de índole política que encierra, lleva la de carácter moral, muy importante por cierto, al demostrar una vez más, hasta qué nivel alcanzó la abnegación, el desinterés y el patriotismo del General San Martín, ofreciéndose a continuar sus servicios bajo las órdenes de Bolívar. “Las razones que me expuso de que su delicadeza no le permitirá jamás el mandarme; no me han parecido bien plausibles” Cuando constata que, “ el Libertador les había ganado de mano”, según su propia expresión, y al comprobar que la ambición y los celos de Bolívar, hacían no solamente estéril, sino riesgosa para la causa de la emancipación, la permanencia de ambos grandes Jefes en el escenario americano, no dudó en renunciar, cediéndole a quien aparecía como su adversario en la gloria, la misión de terminar la guerra de la independencia en la América del Sur. “Bolívar y yo no cabemos en el Perú”, había expresado el General, apelando al “fallo de la posteridad”, antes de retirarse del Perú. Apenas había abandonado el suelo peruano, cuando importantes hombres de Guayaquil, y hasta su mismo presidente, Riva Agüero, insistían ante el General San Martín para que volviera a asumir el mando, salvándolo de la anarquía y de las amenazas realistas. También el gobierno chileno, por intermedio de su gobierno, le formulaban idéntico pedido. Como consecuencia de las derrotas de Torata y Moqueguá, los
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Italia, Angelo Arrigoni
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deseos se convertían en clamor público, donde se expresaba que. “Los votos del pueblo, como los del ejército, como los del Presidente de la República, como los del último ciudadano; los de los jefes, como los del último defensor de la causa, en fin, los votos del Perú entero, llaman al Protector San Martín, para que vuele en auxilio del país, cuya existencia peligra” El General San Martín deseaba concurrir donde creía lo llamaba su deber, pero, al apercibirse, que lo que algunos perseguían era la utilización de su prestigiosa personalidad en provecho propio, para obligarlo a embanderarse en las luchas internas del Perú, renuncia indignado y se mantiene inquebrantable en su ya pronunciada resolución. Cuando se cumple un año de la reunión de Guayaquil, Bolívar era dueño de los destinos del Perú. Sus propios planes, hábilmente ocultados en la referida conferencia, fueron puestos en ejecución apenas se retiró San Martín, produciendo los resultados previstos. Una noche, en que se servía una cena en honor de Bolívar, en el palacio de gobierno de Lima, los discursos realizados resaltaron su personalidad. Ninguno de los expositores tuvo un recuerdo para el “Fundador de la libertad del Perú.” Probablemente temían disgustar al nuevo árbitro de los destinos del Perú. Fue entonces cuando el propio Bolívar alzó su voz para rendir justicia al antiguo Libertador, con palabras que mucho le honran. “Por el buen genio de América, que trajo al General San Martín con su Ejército Libertador, desde las márgenes del Plata hasta las playas del Perú,” La posteridad adelantaba su fallo por boca del propio General Bolívar. Su obsesión y su meta fue la libertad de América y en ella volcó sus esfuerzos. de allí su expresión. “Mi sable jamás se desenvainará en guerra civil.” El desdeño por el lujo, la prolijidad en el manejo de los fondos públicos, su vida austera en los campamentos, la negativa a recibir premios y ascensos por considerarlos innecesarios, la comprobada aptitud de estadista cuando debió gobernar Cuyo y el Perú, sus condiciones
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excepcionales como conductor militar y, finalmente, su renunciamiento en Guayaquil y el ostracismo voluntario revelan grandeza moral y el sacrificio heroico de su vida.
*Teniente Coronel (R) Horacio E. Morales Actualmente se desempeña como Vicepresidente de la Junta de Estudios Históricos del Partido de General San Martín y del Instituto de Investigaciones Históricas "Brigadier General Juan Manuel de Rosas". Colaboró con diversas instituciones y realizó numerosas disertaciones relacionadas con temas históricos en institutos, Jornadas y Seminarios.
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LOS GRANADEROS “MISIONEROS”
JULIO RUIZ NOVOA*
Nace el Regimiento de Granaderos a Caballo
José de San Martín retornó a la Patria, el 9 de Marzo de 1812 y el 16 de marzo hace su presentación ante el Estado Mayor de Ejército, ofreciendo sus servicios en obsequio de la justa causa de la patria. “Las noticias extrajudiciales que se tienen de este oficial -escribe Francisco Javier de Viana al elevar su solicitud al Gobierno- lo recomiendan a ser colocado en un destino en que sus conocimientos en la carrera le faciliten ocasión de poderse emplear con la ventaja que puede Producir su instrucción” Ese mismo día el Gobierno -integrado por Chiclana, Sarratea y Rivadavia- le confiere el empleo efectivo de Teniente Coronel de Caballería y Comandante de Escuadrón de Granaderos a Caballo que ha de organizarse, designándose a Matías Zapiola como Capitán de la 1º compañía, y el día 17 a Carlos M. de Alvear como Sargento Mayor. El 24 de abril de 1812, se expidieron los despachos de: Capitán (2º compañía) a Pedro Zoilo Vergara, Tenientes: Justo Bermúdez26 (1º compañía) Agustín Murillo (2º compañía), Alféreces: Hipólito Bouchard (francés-1º compañía) Mariano Necochea (2º compañía)
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Murió luego del combate de San Lorenzo. Nació en Montevideo en 1774.Participó en el sitio de Montevideo entre 1810 y 1811, cayendo prisionero en abril de 1811. Rescatado, partió hacia Buenos Aires y se incorporó al Regimiento de Granaderos como Teniente de la 1° Compañía (enero de 1812) ascendido a capitán y segundo jefe en noviembre de 1812. Herido en San Lorenzo, luego de ser atendido en el hospital del Convento de San Carlos, se dejó desangrar hasta morir.
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Portaestandarte27 Manuel Hidalgo (paraguayo) y ayudante Mayor a don Francisco Luzuriaga. Con fecha 17 de marzo, San Martín presenta el plan bajo cuyo pie deberá formarse el Escuadrón, el que habría de constar de dos compañías, cada una con setenta soldados montados y seis desmontados, además de cuatro sargentos, ocho cabos y un trompeta. El decreto del 21 de marzo, por el que se aprobó este plan, disponía asimismo que se formalizase la erección del citado Escuadrón sin pérdida de tiempo. Dos días antes, el 19, fecha en que San Martín presentara el plan del uniforme para los granaderos- Rivadavia escribía al Jefe del Estado Mayor lo siguiente: “Se han expedido despachos del Teniente Coronel de Caballería a don José de San Martín, de Sargento Mayor a don Carlos de Alvear y de Capitán a don Matías Zapiola, para que el primero levante un Escuadrón de Granaderos de a Caballo y al efecto se le previene a V.S. que con aquellos oficiales y extrayendo de los Dragones de la Patria diez o doce hombres y los Cabos y Sargentos sobrantes agregados al propio cuerpo, se forme la base de creación del expresado Escuadrón, bajo los principios y maniobras de la nueva táctica francesa de caballería, proponiendo V. S. los oficiales que crea dignos para ocupar los empleos con que ha de dotarse a aquel cuerpo”. De acuerdo con las palabras de Rivadavia, la base y creación del Escuadrón de Granaderos fue un puñado de hombres seleccionados entre los Dragones de la Patria, cuerpo éste que operaba tanto a pie como a caballo y en el que figuraban los veteranos Húsares Patricios, denominados Húsares del Rey antes de 1810. De inmediato al Escuadrón se incorpora también efectivos de la Caballería de la Patria -los antiguos y famosos Blandengues de la Frontera-, como asimismo hombres de las compañías de granaderos del Regimiento Nº 2, o sea los Patricios que mandara Ortiz de Ocampo. 27
A pesar de tener portaestandarte (abanderado), el Regimiento de Granaderos no utilizó las banderas reales ni en San Lorenzo ni en la jura a la Asamblea del Año XIII. Los soldados utilizaban banderolas “...de lanilla blanca y celeste...” en las lanzas, debajo de la moharra.
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San Martín -además- recorrió uno a uno los cuarteles, visitó las cárceles, tiendas y pulperías, buscando -como lo dijera Mitre- “el cobre que amalgamado al estaño de la oficialidad hidalga, produciría el bronce de los héroes”. El cuartel de la Ranchería (actuales calles Perú y Moreno) hasta mayo de 1812 y posteriormente el cuartel del Retiro28, dieron albergue a hombres que conocieron las penurias de la campaña del Alto Perú con Balcarce, y con Belgrano penetraron la selva misionera; hombres que por el lado de Quilmes, el Riachuelo, Perdriel, Miserere, y las propias calles de Buenos Aires, lucharon contra los ingleses y los echaron dos veces, en 1806 y 1807 con otros que en los fortines de Salto, Chascomús. Rojas y la Guardia de Luján, curtieron su cuero en la defensa de la frontera contra el indio… Esta es la base del 1° Escuadrón: criollos que saben del monte y del río, de la llanura y de la montaña. Y también algunos extranjeros venidos de lejos con sed de libertad en los ojos y comezón de gloria en el corazón29. Pero, José de San Martín, también tuvo en cuenta a nuestros “hermanos los indios” para la formación de sus cuadros militares y fue así que en agosto de 1812, reclamó al gobierno el reclutamiento de 300 guaraníes "...de la talla y robustez que S.E. destinará al Regimiento de Granaderos a Caballo..." La “misión Doblas” El 18 de agosto de 1812, cuando ya el Escuadrón contaba alrededor de 90 hombres entre sargentos, cabos y soldados, Rivadavia dirige a Francisco Doblas el siguiente oficio “Propendiendo este Superior Gobierno a la más perfecta organización de la fuerza militar para la defensa del Estado, ha dispuesto completar el Regimiento de 28
Actuales calles Arenales y Maipú, de espaldas al río. Constituido por un edificio grande y cuadrado, rodeado de galerías y patios. Desde 1802 fue la Plaza de Toros del Retiro y cuartel a partir de las invasiones inglesas. Fue demolido en 1894 y actualmente se encuentra la Plaza San Martín. 29 Boussnes (o Bownes) Carlos -inglés- Llegó a Coronel; Bouchard Hipólito (francés) y Porteau Domingo (francés, murió en el combate de San Lorenzo)
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Granaderos de a Caballo conferido al Teniente Coronel don José de San Martín. A su consecuencia, con conocimiento del celo de usted y de la actividad con que se presta al mejor servicio de la Patria, ha acordado de librarle el adjunto despacho de comisión para que, a virtud de él, se traslade a los Pueblos de Misiones y verifique la recluta de trescientos jóvenes voluntarios, de talla y robustez, que deberán ser aplicados al expresado Regimiento. Como llegado usted a su destino deba expedirse con la aceleración que conviene al objeto, así que reúna el número de 50 hombres principiará a hacer las remesas a esta Capital, que seguirá hasta que completando el número que se le designa, se restituya a ella con las últimas que consiga. Deberá usted hacer concebir sensiblemente a los naturales cuánto se afana y propende este Gobierno a que, libres de la tiranía europea, disfruten de sus derechos y fortunas sin la opresión que hasta aquí; que él les dispensará su protección y que, al amparo de su poder, vivirán entre sus familias e hijos, tranquilos y con otro aprecio y abundancias que la ambición les había arrancado de sus hogares; pero que para alcanzar esta felicidad se hace de necesidad indispensable que armen sus brazos y ayuden a sus hermanos de estas Provincias; y es muy del caso al intento que les haga usted percibir de un modo público el tenor de su título de comisión. Repite a usted este Gobierno que es sobremanera interesante que la recluta se consiga en el menor tiempo posible. Al mismo efecto, y con esta fecha, se pasan órdenes al Ecxmo. señor Presidente, don Manuel Sarratea, y al Teniente Gobernador de Corrientes, para que le franqueen a usted los auxilios que pida y le sean necesarios, debiendo usted presentar cuenta instruida a este Gobierno de todos los gastos que practique en los objetos de su comisión. Desde el día en que acredite usted su salida, se le declara la asignación de dos pesos diarios; y me ordena S.E. le deje a usted impuesto que en proporción del empeño y demostraciones de celo con que usted se contraiga a dar cumplimiento
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al encargo que se le confía, será la recompensa con que sea tenderán sus servicios”30. El título de comisión extendido a favor de Doblas ese mismo 18 de agosto y suscripto por Rivadavia, expresa textualmente: “Por cuanto se halla plenamente satisfecho del amor y adhesión con que los naturales de los pueblos de Misiones, nuestros hermanos, han abrazado la santa causa que defiende el pueblo americano, prestándose de un modo decidido, generoso y cual para sostenerla dignamente corresponde. Por tanto, y defiriendo al deseo que ha manifestado el benemérito comandante del nuevo cuerpo de Granaderos de a caballo, don José de San Martín, hijo del pueblo de Yapeyú, de reunir en fuerza militar de su mando un número proporcionado de sus connaturales, por la confianza que de ellos tiene, a efecto de proporcionarles la gloria de que igualmente, como todos los demás americanos, contribuyan con las armas al logro de la libertad de la Patria, que aspiran a esclavizar los tiranos, a tenido por conveniente esta superioridad conferir comisión bastante a don Francisco Doblas, también oriundo de las expresadas Misiones, para que trasladado a ellas convoque a la juventud de su territorio y haciéndolo concebir la necesidad y obligación en que se hallan de propender con su valor y ardimiento a sacudir el yugo que les amenaza, como el honroso concepto que deben al Gobierno por sus virtudes, les incline a que se presenten voluntariamente a alistarse en el pabellón americano, a que también les impulsa el honor, su deber y la nobleza de sus sentimientos y origen; haciéndoles saber que así practicándolo tendrán un lugar distinguido entre los valientes defensores de sus derechos e independencia, y que se harán acreedores a los premios que se dispensan al mérito en todas las clases del Estado.” Deseoso de desempeñar bien y con prontitud la comisión que se le confiara, el 21 de agosto Doblas expuso al Gobierno estas seis Reflexiones.: 30
AGN Sala X, 4-2-3.
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“Primera: Que el Superior Gobierno se sirva comunicar las órdenes convenientes a los Subdelegados de los Departamentos de Yapeyú, Concepción y Candelaria, para que éstos pasen las circulares a los Corregidores, Cabildos y Mayordomos de los Pueblos de su mando para que no se me ponga ninguna dificultad ni embarazo y sí se me presten todos los auxilios que estén en su poder, tanto para la saca de hombres en caso de que por cualquier circunstancia no se pueda verificar el completo de los trescientos hombres voluntarios. Segunda: Que para el caso de no ser posible el efectuar la reunión de la gente voluntariamente, se me faculte para poder exigir de cada Pueblo el contingente de hombres con arreglo a su población. Tercera: Que se me señale los fondos necesarios para la conducción y manutención de la gente. Cuarta: Que se declare si se da o no contingente o qué cantidad a los que voluntariamente se presenten a alistarse. Quinta: Que para poder verificar las remesas de a cincuenta hombres se Me hace preciso para la escolta e impedir que en el tráfico de su marcha cometan algún exceso, y en virtud de no haber en Misiones ninguna tropa, se me señale una partida de veinte hombres, dos cabos y dos sargentos, capaz de podérseles confiar cualquier partida de gente. Sexta: Que para el mejor éxito de la empresa, se tenga la bondad -si lo tuviese por conveniente el Superior Gobierno- de refrendarme el despacho de Teniente Coronel de Milicias que tengo presentado, por lo que puede influir en aquellos naturales la condecoración militar. “ En cumplimiento de la resolución del Gobierno, Rivadavia, el 22 de agosto, solicitaba por nota a los subdelegados de Yapeyú, Candelaria y Concepción, que colaboraran con el comisionado Don Francisco de Doblas para el reclutamiento de 300 guaraníes “de talla y robustez que S.E. destina al Regimiento de Granaderos a Caballo al mando del Teniente Coronel Don José de San Martín, oriundo de aquel territorio”. Doblas presentó el 24 de agosto otra nota en la cual manifestaba que: “habiéndose dejado a mi arbitrio los fondos que puedan necesitarse, tanto para la recluta como para la manutención, calculo sobre tres mil pesos fuertes.”
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Luego del pertinente informe del Comisario de Guerra, el Gobierno (Chiclana, Pueyrredón, Rivadavia) dispuso el 25 que se entregasen por Tesorería los indicados tres mil pesos, con la cantidad que expresa el informe del Comisario de Guerra., es decir, debiendo Doblas otorgar antes la competente fianza. El 5 de septiembre expone Doblas, que habiéndose presentado en la Tesorería para recibir los tres mil pesos que el Gobierno destinara para su comisión,” se le ha exigido fianza, a lo cual no pudiendo satisfacer con otra que con la de su honor y vida, lo avisa V.E. para que determine lo que mejor le parezca.” Y Rivadavia asienta entonces, de manera lacónica y definitiva: “Comuníquese que esta Superioridad ha suspendido la comisión que había dado al suplicante.”31 El Teniente Gobernador de Corrientes, por nota del 3 de septiembre de 1812, avisa al Superior Gobierno, “quedar enterado de la orden que se le comunicó para que franquease a don Eusebio Doblas todos los auxilios que pidiese para el desempeño de su comisión.”. Al pie del documento, se lee: “Avísese haber revocado esta Superioridad dicha orden “con letra del propio Rivadavia. Por nota remitida al Teniente Gobernador de Corrientes el 21 del mismo mes, se le impone que: “El Gobierno se ha servido revocar la comisión conferida a D. Francisco Doblas para la recluta de los 300 jóvenes en los Pueblos de Misiones, en cuya virtud me ordena S.E. lo avise a V. para que quede sin efecto la orden librada en 19 del próximo pasado agosto sobre que se le auxiliase con cuanto pidiese para el desempeño de dicho cargo...”32 Con fecha 29 de agosto, desde Concepción del Uruguay, don Manuel de Sarratea, Presidente del Superior Gobierno y General del Ejército de Operaciones, remitió una comunicación a las autoridades de Buenos Aires, en la que expresaba: 31
AGN Sala X, 6-5-7.
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AGN Sala X, 6-4-2
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“Quedo enterado de la superior resolución de V.E. contenida en oficio del 1º del corriente, relativa a la recluta que debe hacerse en los pueblos de Misiones para integrar el Regimiento de Granaderos montados del mando del Teniente Coronel don José de San Martín. Sobre este particular se ofrecen algunas dificultades, de que instruirá a V.E. la adjunta copia del oficio que me dirigió don Elías Galván, con motivo de haberle yo propuesto igual arbitrio para llenar los superiores proyectos de V.E. luego que llegó el armamento de fusiles.” 33 La nota de Galván está fechada en La Cruz (uno de los pueblos de las antiguas misiones) el 9 de julio de 1812 y destaca que: “Los grandes deseos que me asisten de propender en cuanto pueda por mi parte a la felicidad de la Patria -escribe Galván- me hacen molestar la atención de V.E. en la propuesta siguiente, no obstante la orden terminante de V.E. de 30 del pasado para tratar de hacer el mayor número de reclutas misionistas posibles…En el día les advierto bastante inclinación al servicio militar; pero el modo de sacar un número crecido, capaz de formar un regimiento completo de solos misionistas, es mandar oficiales a que formen las compañías en estos mismos pueblos, sin traer más que vestuarios y armas (porque es increíble la pasión que tienen al manejarlas) y que no admitan más que solteros, sin darles a entender al principio que deben precisamente salir de estos destinos. Si esta máxima no se opone a las disposiciones del Excmo. Superior Gobierno, la considero muy segura. El proceder a las reclutas por orden común, creo jamás llenará las saludables miras del Superior Gobierno...” 34 De su puño y letra, Rivadavia asentó la respuesta: “El plan que propone don Elías Galván es inadaptable en las presentes circunstancias.35 Don Joaquín Legal y Córdova, Teniente Gobernador de Corrientes, escribía al Superior Gobierno, con fecha 1º de Junio de 1812: tomando 33
AGN Sala X, 6-8-5 y Sala III, 1-5-14.
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AGN Sala X, 6-8-5.
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AGN Sala X, 6-5-5.
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conocimiento de la orden de recluta, y exponiendo los inconvenientes que presentaba su actual administración, para cumplir con la tarea encomendada, solicitando a su vez, que Sarratea le enviara una compañía armada, con oficiales de toda satisfacción, “ para allanar los estorbos que este gobierno calcula habrá de tener el alistamiento de los reclutas por el carácter de los naturales, estado desordenado en que se hallan las campañas y algún peligro que pudiera venir sobre esta ciudad, de resultas de los muchos desertores que residen en su jurisdicción. Suministrado el indicado auxilio, pondré en ejecución sin pérdida de momento el alistamiento de reclutas, formalizando el cómputo de hombres con que debe contribuir esta ciudad...” Un mes después el Teniente Gobernador, en carta dirigida al Gobernador Intendente de Buenos Aires don Miguel de Azcuénaga, reiteraba este pedido manifestando no haber recibido ninguna respuesta al respecto, y añadía:”… no haciéndose la recluta por aislamiento no ha de verificarse de otro modo, por repetidos datos experimentados de que podría V.S. informarse de don Pedro Fondevila y de don N. Ubarnes, que nada pudieron conseguir de estos naturales por enganchamiento.” El Teniente Gobernador interino don Eusebio Baldenegro en un oficio reservado de fecha 1º de septiembre de 1812, informa, entre otras cosas que: “Creo de mi deber hacerle presente a V.E. que, entregados estos pueblos poco menos que a un total abandono, presentan el más triste cuadro a la consideración americana…” y describía el estado de abandono, desorganización y falta de ley imperante en la Provincia. Luego de explicar cómo ha ido organizando a la ciudad, informaba al gobierno que “La campaña es algo más difícil purgarla de los bandidos y asesinos que la infectan, tanto por la extensión cuanto porque las partidas destinadas al efecto son de esta milicia que se halla enteramente desordenada; y con los veintitrés soldados que me acompañan, estoy haciendo lo posible para conservar la quietud de la ciudad, sin poder desprenderme de un solo hombre, pues no he hallado más tropa para el servicio de ella que la compañía del mando de don Ángel Fernández Blanco, de resultas de haber tratado don Elías Galván
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de disolver las milicias regladas, separando por personalidades a los oficiales de más aptitud y mirando con abandono el arreglo de ellas, echó mano de los mejores para la división de su mando, dejando desordenadas las restantes compañías, a cuyo arreglo se va a dar principio. No obstante, he tomado todas las providencias que estas primeras circunstancias me permiten, circulando órdenes a todos los jueces y comandantes militares para que celen y persigan a todo vago y mal entretenido, remitiéndolos asegurados a esta Tenencia. Sobreponiéndose a los desórdenes y a las calamidades que tiene siempre sus raíces en el egoísmo y los vicios, los vigorosos brazos correntinos ayudarán a sostener con firmeza las columnas del Estado.” El reclutamiento de los guaraníes En agosto de 1812 el Triunvirato designó Teniente Gobernador de Corrientes a Toribio Luzuriaga. La provincia estaba desgarrada por las facciones y víctima de sus desmanes. A los pocos meses, Luzuriaga, con un arrollador trabajo, había sentado las bases de una fuerza para sostener el orden público, mejorado la recaudación, ordenado la contabilidad de la provincia, mejoró el estado de las fronteras y el aspecto edilicio de Corrientes. Restablecida la concordia, el gobierno lo llamó para encomendarle la jefatura del Estado Mayor del Ejército, el 31 de diciembre de 1812 Luzuriaga, obtuvo el apoyo del cacique guaraní Don Ignacio Mbaibé36, para motorizar el reclutamiento de mozos correntinos y enviarlos a Buenos Aires y, el día que se festejó en Corrientes el triunfo de la batalla de Tucumán, organizó un gran desfile cívico militar, en donde también desfilaron “los noventa mozos reclutas que le dirijo a VE”.
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Ignacio Mbaibé, cacique de Concepción. En 1804 era corregidor de su pueblo, hasta 1810. Firmó el acta de adhesión a la Junta de gobierno. En 1812 colaboró con el envío de milicias guaraníes solicitadas por San Martín para el Regimiento de Granaderos. En años subsiguientes participó en el “artiguismo”, apoyando a Andrito Guacurary.
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Ese 3 de noviembre de 1812, en la lancha de Pastor Pérez –“la .Pura y Limpia Concepción”- setenta y cinco mozos recogidos 37 partieron rumbo a Buenos Aires, a cargo del Teniente de Milicias de Voluntarios de Caballería, don Juan Bautista Parrety Figueroa38. Así informaba al Gobierno, Luzuriaga: “Hoy han salido en la lancha del patrón Pastor Pérez y a cargo del teniente, de Voluntarios d. Juan Bautista Parrety los mozos reclutas que en número de noventa, constan en la adjunta relación, y en cumplimiento de la orden de 5 de Septiembre último comunicada por conducto del Intendente de Provincia, he recogido de los curatos de esta jurisdicción. En Santa Fe debe recibir auxilios y órdenes del Gobierno el oficial encargado, para su dirección á ésa Cap. debiendo manifestar a V.E. que se han hecho gastos en la manutención de dichos Reclutas y aun se adeudan, porque este teniente Minto no quiere hacer abono alguno sin expresa orden de V.E. según las con que dice se halla, y espero se me amplíen algo más las facultades en esta parte para el debido cumplimiento y atención de tales y otras ocurrencias; o como fuere del agrado de V.E. - Dios guíe. á V.E. m.s a.s - Corrientes 3 de noviembre de 1812.” Otros documentos oficiales mencionan el envío de los reclutas. Tal el caso de la nota de la cual Mantilla y los Ríos, en su calidad de ministro tesorero de Corrientes, acusa recibo en los siguientes términos: “Los gastos impendidos en la mantención de los noventa reclutas que salieron de esa ciudad al cargo del teniente de Voluntarios D. Juan Bautista Parrety han debido reputarse como propios del estado, y como tales debieron abonarse por esta caxa…”
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AGN. Sala X-6 -3-2- Si bien se menciona normalmente a 78 mozos, tres eran conducidos en calidad de presos. 38 El teniente Juan Bautista Parrety había integrado anteriormente un cuerpo de 500 milicianos correntinos alistados para concurrir a Montevideo y Maldonado, a fin de constituir un denominado “Campo Volante” por resolución adoptada en junta de Guerra en el año 1797, frente a las contingencias bélicas existentes. Casado con María Anastasia Colman, de la ciudad de Corrientes, a quien dejó una suma mensual de 10 pesos de su sueldo mientras durare la expedición.
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Lituania, Eikantas Pakalka Una segunda nota es la que cursa Manuel Mantilla al gobierno superior de las Provincias Unidas del Río de la Plata acusando recibo de la orden para satisfacer los gastos cuestionados según se expresa en la nota transcripta. En su oficio, Mantilla dice: “El oficio superior de V.E. de fha. 19 de Noviembre último, en que se sirve mandarme que se paguen por esta Tesorería del Estado todos los
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gastos impendidos en la mantención de los noventa reclutas, que salieron de esta ciudad al cargo del teniente D. Juan Bautista Parreti…” Una tercera nota de igual fecha que las anteriores en que se mencionan “noventa reclutas” es la que se remite al gobernador de Santa Fe instruyéndolo para que “Luego que llegue a ese destino la Lancha del patrón Pastor Pérez conductora de los noventa reclutas que remite el teniente gobernador de Corrientes al cargo del teniente de Voluntarios D. Juan Bautista Parrety, hará Vd. que caminen sin dilación a esta Capital con el propio Ofic.1 que los conduce y a efecto de que así se verifique facilitará Vd. con oportunidad todos los auxilios que puedan necesitar en su tránsito.” Luego de 4 días de navegación por el río Paraná, desembarcan en Santa Fe, desde allí continúan por tierra y a caballo, pasando alternativamente por Coronda, Capilla del Rosario, de San Pedro y San Fernando. Este desvío de la ruta fluvial era imprescindible para evitar encuentros con buques de la flota española que incursionaban por el río Paraná con la finalidad de obtener provisiones para sus tropas sitiadas en Montevideo, a la vez que para obstaculizar las comunicaciones y comercio con el Paraguay. Los reclutas “misioneros” arribaron a Buenos Aires, incorporándose solo 50 hombres al cuartel del Retiro, el 19 del mismo mes, quienes de inmediato son sometidos a rigurosa instrucción militar. Es de hacer notar que varios de los mozos se fugaron., y entre los 50 que arribaron, lo hicieron al Cuartel de Reclutas, Juan Bautista Cabral 39 y Feliciano Silva40. El coronel Manuel A. Pueyrredón, manifiesta que " el primer escuadrón se completó con reclutas mandados por el gobernador de Corrientes Toribio Luzuriaga, y de algunas otras provincias pero, la mayor parte 39
Juan Bautista Cabral, correntino, Saladeño, hijo de un indígena guaraní (Francisco Cabral) y una madre esclava (Carmen Robledo) ambos al servicio del estanciero Luis Cabral. Muerto en el combate de San Lorenzo, mientras salvaba a San Martín. 40 Hijo de Francisco Antonio de Silva y Casajús y de Florencia Navarro, muerto también en el combate de San Lorenzo.
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de éste y del segundo escuadrón eran "misioneros", soldados que el Comandante San Martín quería mucho, tanto por su subordinación y humildad cuanto por ser excelentes nadadores". 41 Concluida la misión del teniente Parrety, el gobierno de Buenos Aires ordenó al Comisario de Guerra que entregaran al mismo la cantidad de sesenta pesos como gratificación y a fin de que pudiera equiparse para el regreso como así también se le otorgara pasaporte para él y un asistente, ocupando tres caballos En los últimos días de enero de 1813 llegó a Buenos Aires otro contingente de misioneros procedentes del pueblo de Concepción. Pero ellos, si bien prestaron muchos servicios a la Patria en diversos destinos, no fueron nunca la base del Regimiento de Granaderos. A pesar del fracaso inicial de la recluta, ante la insistencia de San Martín, Celedonio del Castillo, con la eficaz colaboración del Capitán Antonio Morales, hábil lenguaraz y conocedor como pocos del indio guaraní, inició la tarea de reclutamiento. Contó para ello con la patriótica colaboración de Ignacio Mbaibé, quien incluso con su esposa Isabel, donaron 50 pesos. Desde Concepción, Morales destacará..."los nobles sentimientos que se halla poseído este digno natural de este pueblo, y los servicios que tiene hecho en esta Frontera del Uruguay, y a mis inmediatas órdenes en la última campaña contra Portugal.” El 30 de enero de 1813: se comunicaba que Morales, conducía 283 naturales, y que "no se ha podido completar el número de 300, así, por ser éstos siete pueblos de poca gente, como porque entre los que han quedado no se encuentran de la talla, presencia y robustez, solicitada...” "Van acompañándoles un Teniente y tres Alférez para evitar la deserción, pues como mozos de pocas obligaciones, se quedan en cualquier parte y no vuelven más a sus pueblos. Casi todos son casados, algunos viudos, muy pocos o ninguno soltero; mucha prevención necesitan tener los Capitanes, porque no tienen embarazo en contraer 41
Pueyrredón Manuel A. “Memorias Inéditas” Bs. As. 1947
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doble matrimonio como sucede por aquí. Su aplicación a las armas es mucha, pero en la enseñanza es menester alguna paciencia por carecer del idioma castellano y si se los castiga se desertan... Son dóciles y fácil de persuadirlos a cualquier cosa, hablándoles en su idioma, la diversión y la música los contiene y entre ellos van muchos violinistas, tejedores y de otros oficios." El contingente partió ese 30 de enero de 1813 y siguiendo la ruta del Paraná, llegó a Buenos Aires en los primeros días de mayo, con algunas deserciones y muertes ocurridas a lo largo del peregrinaje hasta la capital del Plata, alcanzando a un total de 261 reclutas, siendo sus jefes, además del Capitán Morales, el Teniente Matías Abucú42 y los Alféreces Miguel Abiyú43, Andrés Guayaré y Juan de Dios Abayá, los que fueron debidamente gratificados por su patriótico comportamiento. En representación de las milicias arribadas y con las firmas de los jefes guaraníes, el 6 de mayo de 1813, le hacen llegar las siguientes líneas a San Martín: “La felicidad que por todos caminos gloriosamente reina en esta capital y sus Provincias Unidas, nos ha proporcionado la suerte de haber venido a ella con los reclutas de nuestro país que ha conducido el Capitán don Antonio Morales; ella pues nos ha dado el gusto de tener el honor de conocer a V.S. y saber que es nuestro paisano, suerte a la verdad que nos proporciona la futura distancia en que se halla, pues aunque nuestro supremo Gobierno le ha dispensado su protección nada se ha adelantado, siendo la causa que los gobernantes que aún existen 42
Matías Abucú: Nació en Apóstoles (1780). En 1804 era Regidor en el Cabildo e integró las milicias misioneras de Concepción, llegando al grado de teniente. En 1812 fue el jefe del grupo de 283 guaraníes reunidos para el regimiento de Granaderos. De regreso a su tierra (fines de 1813) luciendo su honroso uniforme de Granaderos. Participó a partir de 1815 de las campañas militares de Andresito y de Artigas. Integró el cuerpo de Dragones al mando de Sití cuando éste se unió a Ramírez, pero volvió a integrarse a las filas artiguistas hasta la derrota final. Acompañó al Protector liderando una escolta de 200 guaraníes hasta el Paraguay, en donde se perdieron sus rastros. 43 Miguel Abiyú ingresó a Granaderos y participó en el combate de San Lorenzo, luego renuncia al Regimiento para ponerse a las órdenes de Andrés ("Andresito") Guacurarí y Artigas, luchando en contención de las invasiones portuguesas. Cuando Andresito es capturado por los portugueses, Matías Abiyú se desempeña como soldado bajo las órdenes de Francisco Javier Sití (sucesor de "Andresito").
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en aquel destino mantienen las miras del sistema antiguo, ocultando o interpretando las nuevas regalías que se nos conceden a medida de su deseo y queriendo aún tenernos en el abatimiento en que hemos vivido, procurando labrar ellos únicamente su suerte y ocultando el deseo que tenemos de ser útiles a la madre Patria. En esta virtud y mediante el hallazgo dichoso que hemos tenido en la persona de V.E. le rogamos sea nuestro apoyo para que prosperemos y disfrutemos de las delicias de nuestra libertad, elevando a nuestro Supremo Gobierno nuestras súplicas con los conocimientos que le damos a V.S. de aquel infeliz estado y que desaparezcan aquellos restos de nuestra opresión y conozca nuestro benigno gobierno que no somos del carácter que nos supone, y sí del de verdaderos americanos, con sólo la diferencia de ser de otro idioma. Así pues, señor, reiteramos los infrascriptos oficiales nuestra súplica esperando tener el feliz resultado de ser admitidos de su bondad” Los cinco conductores permanecieron hasta noviembre en Buenos Aires, para regresar a la provincia luego de haber recibido, como recompensa por su misión, el uniforme de Granadero Casi de inmediato, se dio destino a tan importante contingente, ante el apremio de hombres para los distintos regimientos de la patria, ya que, aunque la principal intención fue integrarlos al Regimiento de Granaderos a Caballo, la estatura y el casi total desconocimiento del idioma castellano, conspiraron para que todo este contingente registrase tal destino en un primer momento. Las investigaciones realizadas permiten determinar la siguiente cantidad de incorporados en los distintos escuadrones de Granaderos: de Apóstoles, 26; de San Carlos, 8; de Concepción, 7; de Santa María, 6; de San José, 5; de Mártires, 4; y de San Javier, 3. Es decir, 60 de estos naturales fueron incorporados de inmediato al Regimiento de Granaderos (en su mayoría en la 1° compañía del 2° escuadrón) y el resto, se distribuyó entre los restantes cuerpos porteños. Más de 30 reclutas provenientes de la Misión de Apóstoles, fueron destinados a la fábrica de armas de Buenos Aires. Ello así porque la Misión jesuítica de Apóstoles tenía la única fundición de metales de las
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reducciones, y por lo tanto, hombres hábiles en esta tarea difícil y prioritaria para la patria en esas épocas. Se sabe que luego fueron puestos a las órdenes de Fray Luis Beltrán en idéntica fábrica de Mendoza. Sobre nuestros granaderos guaraníes, Norberto Galasso en su libro “Seamos libres y lo demás no importa nada. Vida de San Martín”, cita algunos otros nombres guaraníes de soldados del ejército sanmartiniano, rescatados por Ricardo Luis Acebal: Santiago Guaychá, Lorenzo Ñapurey44, Miguel Chepoyá45, como asimismo Siyá, Pindó, Ybarapá, Ybayú, Mboatí, Pachoá, Periverá, Matías Areguatí46, Cumandiyú, Uré, Cuzú y Monduré". A esto cabe agregar la lista que cita el presbítero Eduardo Maldonado:"... Tamay, Tabaré, Nambú, Mborecó, Caaliug, Cuibaré, Baibé, Ravié..." además de Calimiyá, Itá. Los guaraníes se destacaron porque se adaptaron fácilmente a montar a caballo e inmediatamente aprendieron las tácticas enseñadas: sabían atacar en media luna, manejar la espada, formar escuadras, atacar por los flancos y luchar en defensiva y ofensiva. Se mostraron sufridos ante el frío, ante el calor, el hambre y la sed. En defensa de las costas de la Patria En septiembre de 1812, el gobierno ordenó que, atento la delicada situación que se vivía en la zona de San Fernando, el 2º escuadrón de Granaderos (1° y 2° compañías) marchase a esa localidad en reemplazo del regimiento n º 2, que tenía su base en esa zona. 44
De Apóstoles De la misión de” Santa María La Mayor” 46 Hermano de Pablo Areguatí, del pueblo de San Miguel. Éste último fue designado capitán de milicias urbanas en 1799, y en 1801 viajó a Córdoba para hacer su doctorado, luego luchó contra la invasión de los portugueses a las llamadas «misiones orientales». En 1810 estuvo con Belgrano en Mandisoví, allí designado autoridad máxima. En 1814, Gervasio Posadas, lo asciende a capitán de milicias de Entre Ríos. En 1824, Pablo Areguatí es nombrado comandante militar de las Islas Malvinas. Otro hermano suyo, Félix Areguatí, fue capitán de una de las compañías que socorrió a Belgrano en Paraguarí y luego de la derrota de Tacuarí, cruzó a la otra banda del río Uruguay al mando de Rondeau, participó del sitio a Montevideo, que se rindió a los patriotas en 1814. 45
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San Martín consiguió alojar su tropa en la Iglesia de San Fernando, previa orden del gobierno que establecía : " he librado orden al Alcalde de San Fernando para que se haga entender al cura de aquella parroquia que, dejando expedita la Sacristía, entregue la llave al Capitán Comandante de Granaderos Montados que se halla en el mismo pueblo..." Producida la revolución del 8 de octubre de 1812 que depuso al Primer Triunvirato y de la que formó parte activa el Regimiento de Granaderos a Caballo, un escuadrón de 100 hombres volvió a San Fernando instalándose nuevamente en la iglesia, mas pronto alquila una casa alquiler autorizado por el gobierno el 2 de diciembre - y las tropas utilizaron a esta finca como cuartel y alojamiento. Por orden del gobierno del 20 de enero de 1813, los granaderos asentados en San Fernando debieron concurrir a Santa Fe para prevenir posibles asaltos de los realistas. El teniente Manuel Hidalgo con 38 granaderos, se encargó de esta misión. La escasez de sables en los granaderos a caballo en ese momento era tal que marchó con machete como única arma, "impropio para toda clase de soldado". Sólo al llegar a Concepción del Uruguay, el jefe de las fuerzas de la Entre Ríos, mayor Hilarión de la Quintana, logró reunir 28 sables de latón entre los paisanos a quienes "he suplicado me los donen". El bautismo de fuego de los Granaderos fue el 3 de Febrero de 1813, En San Lorenzo, sobre las costas del Río Paraná, en donde 120 granaderos rechazaron la incursión de 250 realistas que asolaban las costas del Paraná, obteniendo la primer victoria, con el precio de 16 muertos y 27 heridos propios. Tras el combate de San Lorenzo- en el que murieron los “misioneros” Juan Bautista Cabral y Feliciano Silva- una partida de granaderos al mando de Ángel Pacheco, reforzó a la guarnición de Zárate atacada por los realistas. Más tarde (en agosto) fue reforzada por una partida de granaderos mandada por el teniente chileno José María Rivera, rechazando varios intentos de los realistas de desembarcar para conseguir comida.
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El 8 de septiembre de ese año, San Martín recibió el nombramiento de Comandante General de Caballería y el 15 del mismo mes ordenó que el regimiento de Granaderos a Caballo, el 2 de infantería y el de artillería "... destacados en la villa de San Fernando de la Buena Vista, se retiren inmediatamente a esta Capital por convenir así al mejor servicio del estado..." La pequeña unidad que comandaba Manuel Hidalgo, pasó entonces a cubrir las riberas del río Uruguay y el 21 de noviembre de 1813 en Landa (Entre Ríos, próximo al Fuerte de Ibicuy), con veinte granaderos a caballo salió al encuentro de una fuerza de 200 hombres. Pese a provocarlos al combate mofándose incluso de ellos, los realistas huyeron buscando el abrigo de sus buques cruzando un estero de una vara de profundidad para evitar el asalto de los jinetes Después, comienza la historia conocida: San Martín es destinado al comando del Ejército del Norte al mando de Belgrano (derrotado el Vilcapugio y Ayohuma) y comienza a andar los primeros pasos de su "Plan Continental"... Y allí también estuvieron los “misioneros” de San Martín...pero, esa es otra historia. * Julio Ruiz Novoa Abogado y Docente en colegios secundarios y terciarios. 2010 Presidente de la A.C. Sanmartiniana de Bolívar. Obras editadas: "Blandengues, pobladores y fundadores" (1752-1806) -2008 "Blandengues: La Odisea" (De las invasiones inglesas a la guerra de la independencia española) – 2009 "Historias que hicieron cuentos" I y II – 2010, "Páginas de una historia olvidada".
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DEL CUARTEL DEL RETIRO AL CONVENTO DE SAN CARLOS EN SAN LORENZO
ROBERTO A. COLIMODIO Y JULIO A. ROMAY*
1. Alerta y movilización de tropas Cuando el Gobierno tomó conocimiento que los barcos realistas seguían su marcha Paraná arriba, inmediatamente ordenó medidas al respecto. Dispuso la movilización de varias unidades militares que debían seguirlos en forma paralela a la costa ribereña e impedir o neutralizar cualquier desembarco y posterior ataque a la población costera. Los primeros movilizados fueron los Granaderos a Caballo al mando del teniente Manuel Hidalgo47, que se encontraban en San Fernando, recibiendo la orden del Gobierno el día 20 de enero de 1813 de partir a la ciudad de Santa Fe. Estas tropas no llegaron a combatir en San Lorenzo. (Ver documento #1). Siete días después, los segundos en ser movilizados fueron un grupo en total de 20 hombres, al mando del capitán Larrazábal, secundado por 4 oficiales (entre ellos los que se conocerán como “oficiales voluntarios” por así denominarlos San Martín), 12 artilleros y 3 soldados. Volveremos sobre ellos con mayor detalle, pues algunos combatirán en San Lorenzo. Un día después y en tercer lugar, le correspondió movilizarse a los Granaderos a Caballo que se encontraban en Retiro, directamente bajo el mando de San Martín y que son los que permanecen en la memoria colectiva de la gente, como los únicos que participaron de aquel glorioso bautismo de fuego, hecho éste que no fue así y sobre el que intentamos 47
Esta fuerza era parte del glorioso Regimiento de Granaderos a Caballo de San Martín, pero no prestaba su servicio desde Retiro sino en San Fernando (Buenos Aires).
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echar luz y divulgar la concurrencia de las otras tropas que combatieron. (Ver documento #2). El mismo día también parten hacia el litoral 100 hombres (25 de ellos con armas de fuego) al mando del teniente coronel Juan Bautista Morón, perteneciente al Regimiento de Infantería N°2. No llegaron a combatir. (Ver documento #3). Ese mismo día, el Gobierno puso en alerta y movilización a las milicias zonales de Zárate, San Pedro, Baradero, San Nicolás y del Rosario, éstos últimos al mando de Celedonio de Escalada. Un dato casi desconocido es que las milicias rosarinas se encontraban reforzadas con un pequeño grupo de artillería de 5 hombres pertenecientes al Regimiento de Artillería de la Patria, al servicio de un cañón de montaña. Estos hombres estuvieron presentes el 03.Feb.1813. Algunos de ellos y su comandante fueron recomendados por San Martín en sus oficios, veremos sus desempeños más adelante. (Ver documento #4). Por último, el día 29 de enero otro grupo formado por el teniente de artillería Juan Balaguer al mando de 1 sargento y 4 soldados, partieron rumbo a Santa Fe, no llegando a combatir. (Ver documento #5).
71 Unidad
Al mando de Teniente Manuel Hidalgo
Parten desde San Fernando, Bs As
El día
Fuerza
20.Ene
38 granaderos que el 03.Feb.1813 estaban en la ciudad de Santa Fe. Carreta, con municiones, armas (75 fusiles) y 20 hombres (entre ellos Corbera y Mármol) 151 (12 con armas de fuego) 100 hombres (25 con armas de fuego) Milicias varias
¿Participaron en SL? No
1
Regimiento Granaderos a Caballo
2
Artillería y otros varios de Bs As
Capitán Mariano Larrazábal
Bs As
27.Ene
3
Regimiento Granaderos a Caballo Regimiento de Infantería Nro. 2
Coronel José de San Martín Tte. Coronel Juan B. Morón
Retiro, Bs As
28.Ene
Bs As
28.Ene
Milicias de Zárate, San Pedro, Baradero, y San Nicolás Milicias del Rosario
Comandante Militar
(sólo fueron alertadas)
28.Ene
Comandante Celedonio de Escalada Teniente J.Balaguer
Rosario
28.Ene
57 hombres
Si
Bs As
29.Ene
5 hombres
No
4
5
6
7
Artillería
Algunos sí
Sí
No
No
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Nótese que fueron movilizadas, desde BA, tropas pertenecientes a 4 unidades militares diferentes (las señaladas como 1, 2, 3, 4 y 7), cuando, repetimos, el conocimiento popular sobre estos hechos sólo recuerda que tan sólo participaron los granaderos de San Martín. Hay que señalar que luego, todas estas tropas, quedaron subordinadas a San Martín. Documentos: #1: Regimiento Granaderos a Caballo de San Fernando. “…El Gobierno ha dispuesto que en el día salga para Santa Fe el Destacamento de Granaderos Montados de San Fernando de Buena Vista, a cuyo fin ha pasado orden al Comandante de aquel punto. Lo que se comunica a Ud. para su noticia, y que lo haga saber al Coronel del Regimiento… Buenos Aires, enero 20 de 1813 (Firmado) Juan José Paso – Nicolás Rodríguez Peña Dr. Antonio A. Álvarez Jonte. Tomás Guido, Secretario interino de Guerra… Al Jefe Interino del Estado Mayor”. AGN X-7-1-2. #2: Regimiento Granaderos a Caballo (Retiro). Se trata de un extenso documento que contiene 9 puntos, titulado “Instrucciones que deberá observar el Coronel Don José de San Martín para los movimientos de la fuerza que debe marchar por la costa del Paraná”. El documento no tiene firma pero se trata de la letra de Don Tomás Guido, Secretario Interino de Guerra, que transcribimos más adelante. #3: Regimiento de Infantería Nro. 2. “Se ha acordado y previene Vuestra Señoría disponga que desde el momento de recibir la presente orden estén listos a la fecha cien hombres del Regimiento de su cargo: los 25 de ellos con sus respectivos fusiles y fornituras y los restantes desarmados: se comunica a Vuestra Señoría para su puntual cumplimiento, esperando de su celo el más exacto desempeño de esta disposición. Dios guarde a V.S muchos años. Enero 28 de 1813”. AGN X-7-1-2.
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#4: Milicias de Zárate, Baradero, San Pedro, San Nicolás y Rosario. Tomás Guido envió las siguientes órdenes: “…Luego que reciba Vuestra Merced esta orden, dispondrá que todas las milicias del distrito que comprende la jurisdicción de su mando se reúnan sin dilación de un solo instante en la posta más inmediata a esa Comandancia y a la costa, en donde deberá esperar la llegada del Coronel Don José de San Martín, a cuyas órdenes se pondrán, previniéndoles concurran con sus monturas y las armas que tengan, lo que recomienda a Vuestra Merced este Gobierno por lo mucho que interesa al mejor servicio de la Patria. Enero 28 de 1813. AGN X-7-1-2. El Gobierno imparte órdenes similares a las anteriormente citadas, a las milicias de Rosario. AGN III-33-10-7. #5: Artillería. El Gobierno ordena el 28.Ene al Comandante interino de Artillería, que nombre “1 sargento y 4 soldados, que deben quedar hoy mismo expeditos para marchar” con San Martín. Estos hombres parten el día 29.Ene al mando de Juan Balaguer, tomando 7 caballos en las postas. AGN III-33-10-7. “Instrucciones que deberá observar el Coronel Don José de San Martín para los movimientos de la fuerza que debe marchar por la costa del Paraná”. Ante el riesgo inminente de la escuadra realista remontando el Paraná, el Gobierno nombró al coronel San Martín, jefe de un destacamento de 250 hombres con dos piezas de artillería, para que inicie su marcha el día 28.Ene.1813, con las siguientes instrucciones: “Primeramente se le autoriza de un modo pleno y sin restricción alguna, para que tome las medidas que crea conveniente para la mejor dirección de su empresa y desempeño de la Comisión. 2º - Podrá circular órdenes a todos los Jueces de Partidos, Comandantes Militares y hacendados del tránsito para que le franqueen todos los auxilios de caballadas, reses y cualesquiera otros que necesitare para la expedición.
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Rumania, Ovidio Petca
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3º - Si los enemigos no hubiesen desembarcado y avistase los buques, estará a la observación de sus movimientos y en el caso de que bajasen, regresará sin perderlos de vista, verificando lo mismo si subiesen hasta llegar a Punta Gorda. 4º - Si los enemigos hubiesen desembarcado y hecho alto en algún punto de la costa y la fuerza fuese superior y decidida a batirse con los que los ataquen, podrá pedir auxilios al Teniente Gobernador de Santa Fe, bajo la calidad de devolvérselos en caso de que pasando de Punta Gorda los buques para arriba, se tema intenten un desembarco en aquel punto, y entonces le aumentará la fuerza que lleva el refuerzo que crea conveniente. 5º - Si los marinos con toda su fuerza siguiesen río arriba, seguirá sus movimientos siempre observándolos en sus designios como se le previene en el artículo 3º; y en el caso de verlos empeñados contra las baterías de Punta Gorda, o en desembarco en la costa opuesta, por el Paso del Rey, esperará el resultado para decidirse a regresar observándolos si viniesen río abajo o pasar a Santa Fe a auxiliarla en el caso antes prevenido. 6º - Comunicará los avisos más ejecutivos, de posta en posta de cuanto ocurriere. 7º - Dejará prevenidos en las postas y a los Comandantes y Alcaldes del tránsito, tengan prontas caballadas para el caso de que el gobierno le comunique órdenes de volver aceleradamente hacia la Capital. 8º - En el caso de regresar sea por orden superior o en observación de los enemigos continuará con las carretillas de las municiones y demás tráfagos hasta la misma capital. 9º - En cualquier lance imprevisto que no se hallase prevenido en esta instrucción, se deja al discernimiento y conocimientos militares del Coronel D. José de San Martín, tomar las medidas que estime oportunas para la seguridad de la empresa y honor de las armas de la Patria”. Buenos Aires, Enero 28 de 1813. “Es copia literal del pliego borrador de las instrucciones que, de puño y letra del Oficial Mayor del Ministerio de Guerra D. Tomás Guido, se
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encuentra en el Archivo del mismo Ministerio en una carpeta sin número del mes de enero de 1813, la cual he tenido en mis manos al efecto. Debiendo advertir, que dicho borrador no tiene rúbrica ni firma de ninguno de los señores de la Junta Gubernativa ni del Secretario del Departamento, ni más autenticidad que ser escrito a mano del Oficial Mayor, como hay centenares de otros actos y documentos en el mismo Archivo. Gerónimo Espejo. Extraído de Campañas Navales de la República Argentina. A. J. Carranza. Año 1812-1814. Tomo II. Págs. 179-80).
2. El real itinerario de postas de Buenos Aires a Paraguay Se llamaba “posta” a la casa o lugar destinado al relevo de los caballos de las diligencias y descanso de los viajeros. Era una institución muy antigua, originaria de Oriente y llevada a Europa por Grecia y Roma, por sí un eslabón insustituible para el sistema de comunicación cuando la civilización comenzaba a extenderse por el Virreinato. Generalmente las instalaciones consistían en ranchos carentes de toda comodidad, situados cada cuatro o cinco leguas, con diez a quince caballos para relevo. En cada posta el encargado era un “puestero” o “maestro de posta” con dos o tres “postillones” (o guías). También eran utilizados por los que se desplazaban a caballo, donde cambiaban los mismos y podían usar los servicios de un postillón. Tal el caso de los “chasques” que hacían el servicio de correos de un lugar a otro. Una de las rutas coloniales era aquella que desde Buenos Aires llegaba al Paraguay, pasando por San Nicolás, Rosario, Santa Fe etc., y se llamó Ruta del Paraguay o de la carrera al Paraguay. Los viajeros que recorrían este camino se arriesgaban a soportar ataques de indígenas por lo cual para atender dicha situación empezaron a instalarse Fortines y Postas de Correo, éstas a partir de 1785. La historia de las postas se remonta al año 1771 y sus emplazamientos variaron a través del tiempo por distintas razones. En abril de 1774 se
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crearon las de Arroyo del Medio, Arroyo Seco (a seis leguas de la primera), la del Espinillo (a 8 leguas de la segunda) y la del Carcarañá. En diciembre del mismo año se creó la posta en inmediaciones del pueblo Capilla de Nuestra Señora del Rosario o Rosario de los Arroyos, 5 leguas al NE de la de Arroyo Seco, y en 1790 la de San Lorenzo 4 leguas al Norte de la del Espinillo. El número de postas se incrementaba por la creación de la Administración de Correos (1789) y por el requerimiento de los vecinos de dicho servicio. Así en 1812 se creó la posta del Ramallo. A cargo de ellas se designaban los llamados Maestros de Postas, elegidos entre vecinos de confianza; en reemplazo de éstos quedaba el postillón mejor conceptuado. El Maestro de Postas recibía el título y un contrato que variaba en su duración entre 2 y 15 años (se jubilaban con 15 años de servicio). En caso de fallecer, podía ser sustituido por su viuda, presentándose este caso en la que era la posta del Espinillo a cargo de don Anselmo Basualdo Ramos, que luego de su muerte, se hizo cargo su viuda doña Francisca Roldán ayudada por su hijo Sebastián Basualdo, quien atendiera a San Martín y su tropa la noche del 2 de febrero de 1813. Las postas debían poseer buenos caballos pastando en las cercanía para evitar atrasos, se debía contar con el servicio de al menos dos postillones cuya ocupación era la de llevar y traer caballos y podían reemplazar al conductor en caso que fuera necesario.
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Derrotero de las Postas de Buenos Aires a Santa Fe. (Camino de la Costa al Paraguay). Postas
Maestros de Posta
Buenos Aires, partida al atardecer del 28 de enero de 1813
Santos Lugares (hoy San Martín) Conchas (hoy, Hurlingham) Arroyo Pinazo Pilar Cañada de la Cruz Río Areco Cañada Honda (hoy Baradero) Río Arrecifes
San Pedro Rincón de las Hermanas Ramallo Arroyo del Medio cercana a San Nicolás Arroyo Seco
Rosario Espinillo (hoy Capitán Bermúdez)
(Juan Pedro Coronel) (Cayetano Pardo) (Francisco Arnáez) (Juan Álvarez) (José Dámaso Zárate) (Francisco Peralta) (Felipe Rodríguez) (Tomás Lima, Cipriano y/ Tadeo Vázquez) (Domingo González) (Juan Ignacio Chaparro) (Justiniano López) (Tomás Aquino Benítez) (Pedro. J. González y/o María de Ezcurra) (Gregorio Aguirre) (Francisca Roldán, viuda de Basualdo Ramos)
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LLEGADA: Convento de San Carlos de San Lorenzo, a las 22.00 hs del día 02.Feb.1813
3. La marcha más rápida de la historia militar El Coronel (RE) Héctor Piccinali, en su libro “Vida de San Martín en Buenos Aires” rescató con criterio militar el traslado de las tropas del Regimiento de Granaderos a Caballo desde el cuartel de Retiro en Buenos Aires hasta el convento de San Carlos en San Lorenzo, haciendo hincapié en la velocidad de marcha. “En cinco días, desde la noche del 28 de enero hasta la noche del 02 de febrero, los Granaderos a Caballo recorrieron 420 kilómetros (un promedio de 80 por día)”. Bartolomé Mitre escribió sobre el esfuerzo. “Mientras tanto San Martín con su pequeña columna seguía a marchas forzadas”. Para Piccinali: “Fue ésta, la ejecución de una marcha forzada sin par; ejemplo único en la historia militar…” “… solamente comparable a la realizada por el general de caballería James. E. B. Stuart del Ejército Confederado, en la guerra de Secesión norteamericana. Stuart recorrió 208 km en 3 días (70 de promedio), aunque realizó 128 km en las últimas 24 horas.” “El promedio diario no alcanza al de San Martín ni tampoco a la de la jornada de mayor rendimiento. Porque los granaderos descansaron en San Pedro y de allí marcharon a Rosario, distante 29 leguas, es decir, 145 km48. El ejemplo personal de San Martín, a quien podría considerarse un experto en marchas, pues había recorrido España varias veces en misiones militares, y, finalmente, la instrucción militar superior que transformó a los jinetes gauchos en Granaderos a Caballo, 48
Piccinali toma una equivalencia: 1 legua = 5 kilómetros. La distancia entre Buenos Aires y San Lorenzo es de aproximadamente 320 km por caminos actuales. La equivalencia mayormente establecida en metros para una legua es de 4179 metros = 4, 18 km. Estos cálculos coinciden con el documento en AGN “Guerra 1812” V 7-3-4 que mide la distancia entre las postas de Buenos Aires y San Lorenzo en 76, 5 leguas.
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hizo posible este resultado excepcional: “la marcha forzada más rápida en la historia militar del mundo, un laurel más para el gran Capitán de los Andes”. Piccinali, Héctor: “Vida de San Martín en Buenos Aires”, págs. 250 y 251. José de San Martín, partió con sus 150 granaderos (elegidos en su mayoría entre el 1º y 2º Escuadrón), seguido por los 100 granaderos de infantería al mando del teniente coronel Juan B. Morón del cuartel de Retiro (hoy plaza San Martín) marchando de noche para evitar el calor del día y para no ser descubiertos por delatores o espías del enemigo. Recorrieron las postas existentes, con el fin de renovar la caballada. Un día antes había salido rumbo a Santa Fe una carretilla con munición y armas al mando del capitán Mariano Larrazábal. El camino de la “Carrera al Paraguay”, también llamado “Camino de la Costa” seguía el curso del río Paraná, alejado de la costa alrededor de media legua, pues debía evitarse a atacantes que provenían del río y además, eludir accidentes geográficos que eran pasos peligrosos. Agregó Piccinali: “Tuvieron que superar (los Granaderos montados) el aplastamiento que producen las elevadas temperaturas estivales de la región pampeana, marchando entre grandes cardales, en la oscuridad de la noche y sobre caminos polvorientos, con los inconvenientes consiguientes que generalmente reducen la velocidad a casi la mitad del promedio normal, para entrar en combate y obtener la victoria contra un enemigo descansado que los duplicaba en número”. En la primera posta (Santos Lugares) los caballos no estaban preparados pues el correo enviado por el Gobierno con las órdenes no había llegado, esto demoró unas horas la partida y ocasionó que las tropas se separaran, quedando la infantería de Juan B. Morón (100 hombres) rezagados respecto de los granaderos. Morón y su tropa llegaron a San Lorenzo al día siguiente de la acción. La demora producida, motivó la queja de San Martín en un oficio al Gobierno redactado en Santos Lugares a las 8. AM del día 29, y el envío posterior desde BA, el mismo día, de dos correos (Dámaso Corro y Santiago Laguna). El primero por el Camino de la Costa hasta Rosario, ordenando a los maestros de posta que dispusiesen de 250 caballos para las fuerzas de San Martín. El segundo tenía como
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misión avisar en la posta del Arroyuelo del Sauce que “bajaran” al Camino de la Costa dicha cantidad de caballos a disposición de las tropas en camino a Santa Fe. A su vez, San Martín envió a un oficial (el portaestandarte Ángel Pacheco) adelantado con la misma misión preventiva de dar aviso a las postas. Estos problemas de falta de caballos tuvieron una consecuencia directa en el combate que se iría a librar, pues no llegarían a tiempo a San Lorenzo ni el armamento ni la munición que llevaba el capitán Mariano Larrazábal ni tampoco los 100 hombres del Regimiento de Infantería N° 2 a cargo del teniente coronel Juan Bautista Morón. Como se puede observar, un tema de logística tuvo un impacto directo en el desarrollo de un combate: otra acción armada se hubiese presentado de haber contado San Martín con armas de fuego, artillería y 100 hombres más. El 29 de enero cruzaron por tierras del actual partido de Pilar y vadearon el arroyo Pinazo y el río Luján, pasando por las postas de Conchas y Arroyo Pinazo llegando a la Posta de Pilar (a unos 18 km al Oeste de la actual ciudad de Belén de Escobar) donde recambiaron caballos según los recibos firmados el mismo día 29 por el capitán Bermúdez. Es decir, entonces, que el día 29, aparentemente NO viajaron de noche. El día 30 arribaron a la posta del Río Areco tras pasar por la de Cañada de la Cruz y luego pasaron por las de Cañada Honda (hoy ciudad de Baradero) y Río Arrecifes. El 31 llegaron a las postas de San Pedro, Ramallo y Las Hermanas. Por la altura de San Nicolás de los Arroyos, San Martín organizó un servicio de “vigías y batidores” para que se aproximasen a las barrancas a cubierto por las sombras y le informaran de lo que observaren. Para A.J. Carranza en sus “Campañas Navales”, fue durante esas noches cuando el Libertador se vistió de paisano para mejor observar el paso de la flota de buques españoles. Sin embargo, San Martín en su correspondencia con el general Miller en 1827 mencionaba que “el 1º de febrero a la tarde se adelantó dicho coronel con un Oficial, y ambos disfrazados de paisanos, reconoció la escuadra enemiga fondeada en frente del Convento de San Lorenzo”. Esto habría también habría sucedido el 2 de Febrero. Quizá el Gran Capitán haya utilizado ese
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“disfraz” en dos oportunidades como inferimos. Es controvertida la hora de llegada al Convento San Carlos de los granaderos pues difieren los testimonios del propio San Martín y del testigo inglés Robertson; como daremos cuenta a más adelante.
4. Postas en Santa Fe
Veamos algunos datos interesantes relativos a las postas ubicadas en la Provincia de Santa Fe. En aquellos días, los maestros de postas al paso de San Martín fueron: a) Posta de Arroyo Seco: María Luisa de Ezcurra Vda. De Pedro José González. Ubicada a 1680 m Al Norte de Arroyo Seco, 800 m al Oeste de las barrancas del Paraná y 3300 m al SE del paraje de la Matanza (lugar donde fue muerto Garay por los indios en 1582). b) Posta de Rosario de Los Arroyos: Gregorio Aguirre. Cerca del cruce de las calles Ayacucho y Virasoro. c) Posta del Espinillo: Francisca Roldán Vda. De Anselmo Basualdo Ramos. A 4 leguas al Norte de Rosario, y 2 leguas al Sur del convento, se encontraron Robertson y San Martín, la noche del 2 de febrero. Allí, Celedonio de Escalada dio órdenes para que estuviese lista la caballada para los granaderos. El viajero inglés John Parish Robertson dejó un relato como testigo del combate pero cometió el error de llamar a la posta del Espinillo (lugar donde pernoctó el día anterior al combate) como posta de San Lorenzo y de allí en más los historiadores repitieron ese error, sin efectuar un profundo análisis del tema. Por este error primitivo se infirió que el maestro de postas que brindó la caballada a los granaderos fue Fermín Rodríguez o su hermano Francisco, quienes eran postillones de la Posta de San Lorenzo (que estaba ubicada 3 leguas al Norte del arroyo San Lorenzo), lo cual es incorrecto. La Posta del Espinillo (la última parada antes de la gloria) se encontraba en terrenos de lo que es hoy la localidad de Capitán Bermúdez (ex – Juan
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Ortiz). El agrimensor rosarino Juan Manuel Castagnino encontró este año (2012) los documentos que avalan su ubicación exacta en dicha localidad. Debemos decir que la medida de una vara castellana equivalía a 0,8359 m, mientras que la legua era 4.179 m. Las distancias mencionadas varían de acuerdo al narrador. El Camino Real distaba unos 2.000 metros del río Paraná; en Rosario la calle El Camino de los Granaderos es la traza aproximada del Camino Real.
5. Llegada a San Lorenzo
Si nos atenemos a los relatos de San Martín (protagonista) y de Robertson (testigo presencial), encontramos algunas diferencias temporales respecto de la hora de llegada de las tropas patriotas al Convento de San Carlos. En su obra “Letters on Paraguay” escrita junto a su hermano William, John Parish Robertson narró: “Justo antes de despuntar la aurora, por una tranquera en el lado del fondo de la construcción, llegamos al convento de San Lorenzo, que quedó interpuesto entre el Paraná y las tropas de Buenos Aires y ocultos todos los movimientos a las miradas del enemigo”. Sin embargo, San Martín, con toda precisión estableció en su correspondencia a Miller en 1827: “en la noche del 2, a las diez de ella, llegó la caballería al convento”. Robertson fijó su encuentro con San Martín en la posta del Espinillo (por él mal llamada de San Lorenzo) en la noche previa al combate con las siguientes palabras “Antes de desvestirme, hice mi ajuste de cuentas con el maestro de posta y, cuando quedó arreglado, me retiré al carruaje, transformado en habitación para pasar la noche, y pronto me dormí. No habían corrido muchas horas cuando desperté de mi profundo sueño a causa del tropel de caballos, ruido de sables y rudas voces de mando a inmediaciones de la posta. Vi confusamente en las tinieblas de la noche los tostados rostros de dos arrogantes soldados en cada ventanilla del coche”. “San Martín había ordenado que se apagaran todas las luces
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de la posta, para evitar que los marinos pudiesen observar y conocer así la vecindad del enemigo. Sin embargo, nos manejamos muy bien para beber nuestro vino en la oscuridad y fue literalmente la copa del estribo; porque todos los hombres de la pequeña columna estaban parados al lado de sus caballos ya ensillados, y listos para avanzar, a la voz de mando, al esperado campo del combate”. San Martín no mencionó su encuentro con Robertson; sin embargo Bartolomé Mitre que tomó el testimonio del inglés en su “Historia de San Martín y de la Emancipación Americana” dijo que: “Acto continuo dio la voz de ¡a caballo! y acompañado del viajero tomó la cabeza de su taciturna tropa, que poco después de medianoche llegaba al monasterio, penetrando en él cautelosamente…”. Mitre tomó una posición “intermedia” para establecer la hora de llegada de San Martín junto a sus tropas al convento. Es de destacar que la distancia entre la posta y el convento sería de unos 8 km que se recorrerían a caballo a paso descansado en poco más de una hora. Documentalmente está probado por un recibo de postas fechado el 2 de febrero de 181349 y firmado por José de San Martín su presencia en la posta del Rosario (posiblemente a la madrugada). Las palabras del propio San Martín de que “reconoció la escuadra enemiga fondeada en frente del Convento de San Lorenzo” y “por la tarde”, podrían indicar que ello pudo haber ocurrido el día 2. Entonces, San Martín se adelantó (disfrazado de paisano) junto a un oficial para observar los movimientos realistas. Esto hizo suponer a Fray Herminio Gaitán que San Martín pasó el día, aguardando la llegada de la caballería, departiendo con los religiosos franciscanos, con don Celedonio de Escalada y con el padre Julián Navarro; y que los granaderos al mando de Bermúdez llegaron a la posta del Espinillo ya cerrada la noche. Por lo cual consideró al encuentro entre San Martín y el inglés, como un hecho no histórico. Si tomamos en cuenta las distintas versiones (esto es, San Martín aguardó en el Convento de San Carlos la llegada de su tropa ó partió 49
Original exhibido en las instalaciones del Museo del Regimiento de Granaderos a Caballo “General San Martín” sito en la sede del Cuerpo.
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desde el Espinillo junto a Robertson) podemos compatibilizar ambas si tomamos sin discusión las palabras del Libertador a Miller, entonces: 1) San Martín se adelantó desde Rosario junto a un oficial (no sería Pacheco) ambos disfrazados de paisano y llegó hasta San Lorenzo y observó la flota realista, reconoció el terreno, y, (posiblemente) se entrevista con los frailes y autoridades locales a su regreso para reencontrarse con sus tropas, la noche del mismo día 2 en la posta de Espinillo, produciéndose el encuentro con Robertson (quien recordemos cuenta que cabalgó rumbo al monasterio al lado de San Martín las dos leguas de distancia). 2) Robertson no relató nada acercad de Celedonio de Escalada o los frailes, omitió cualquier referencia al respecto, habló de noche cerrada y horas de sueño, previo a su encuentro con el Libertador, y que luego llegaron al convento “apenas antes de despuntar la aurora”. Esta diferencia de la hora de arribo, seguramente, también fuera detectada por Mitre que salomónicamente infirió que el horario de llegada fue “poco después de medianoche”. Quizá también equivocase la hora como confundiera el nombre de la Posta, a la que llama erróneamente como “de San Lorenzo”. 3) Es conocido que San Martín cometió algunas inexactitudes respecto de cantidades, fechas y distancias referidas a San Lorenzo durante la correspondencia a Miller, 14 años después de ocurrida la acción, posiblemente algún error haya cometido también con el horario de llegada; pero no sería lógico dudar de su apreciación respecto de los hechos del que fue protagonista, evidentemente se adelantó a los suyos y observó los movimientos enemigos porque así lo refiere, y lo dice taxativamente en cuánto al lugar de ubicación de los barcos. Por ello, como conclusión, abonamos la teoría de pensar que San Martín se adelantó a sus tropas desde (como máximo) Rosario en compañía de un oficial y se reencontró con los suyos en la posta del Espinillo, la noche del 2 de febrero como lo indica Robertson. La tradición oral sustenta esta
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RepĂşblica Checa, Vladimir Pechar
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teoría merced a que San Martín habría descansado por la tarde en una casa de lo que hoy es el barrio de Alberdi de la ciudad de Rosario. Es de suponer, ante los hechos expuestos, que Robertson no fue preciso en la hora de llegada al convento al situarla apenas antes de aclarar, ni que San Martín lo fuera cuando dijo las 10 de la noche. En fin, salomónicamente, como Mitre podemos situar la hora de llegada de los granaderos al Convento San Carlos, apenas comenzado el día 3 de febrero de 1813 jornada gloriosa para las armas de la Patria. 6. Los “oficiales voluntarios” Mármol y Corbera también marcharon junto a San Martín
Como comentábamos más arriba, no solamente fue dispuesta por el Gobierno la marcha de San Martín y sus granaderos, también recibieron órdenes de marcha un destacamento de infantes montados por caballos de posta al mando de Juan Bautista Morón que por los problemas mencionados no llegaron a combatir, arribando a San Lorenzo el día siguiente. Pero sí lo hicieron, los llamados por el Libertador “oficiales voluntarios” Vicente Mármol y Julián Corbera (que no eran ni rosarinos ni milicianos de Escalada, como lo sostienen la mayoría de las publicaciones), que junto a otro oficial (Francisco Feu o Antonio Rambla) se sumaron a las fuerzas granaderas que combatieron en San Lorenzo. Su actuación mereció ser destacada en el parte de guerra dictado por San Martín (escrito por Mariano Necochea) la tarde del 3 de febrero. Allí mencionó: “El valor e intrepidez que han manifestado la oficialidad y tropa de mi mando los hace acreedores a los respetos de la patria, y atenciones de V. E., cuento entre éstos al esforzado y benemérito párroco Dr. D. Julián Navarro que se presentó con valor animando con su voz y suministrando los auxilios espirituales en el campo de batalla igualmente lo han contraído los oficiales voluntarios D. Vicente Mármol y D. Julián Corbera, que a la par de los míos, permanecieron con denuedo en todos los peligros”. Estos oficiales que
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integraban el convoy de Larrazábal que llevaba armas y municiones a Santa Fe, estaban subordinados al coronel San Martín por órdenes del Gobierno pues la carreta que escoltaban debió ser reparada por un problema en un eje.
7. El factor sorpresa
Las previsiones estratégicas de San Martín, al marchar con sus hombres con el mayor cuidado y sigilo, a marcha forzada, de noche y por el camino alejado de la costa, su ingreso al Convento de San Carlos de noche en el mayor silencio y sin hacer fuegos, ocultándose primero en el patio interno y luego tras los muros de la huerta conventual, evitando ser detectados por el enemigo anclado en el Paraná; permitió construir el factor sorpresa que facilitó el triunfo de las armas de la Patria en el bautismo de fuego del glorioso Regimiento de Granaderos a Caballo. La sorpresa del enemigo fue descripta en demuestra el parte de guerra realista escrito por Rafael Ruiz (comandante de la flota realista) elevado a Vigodet y publicado en La Gazeta de Montevideo el 23 de febrero de 1813: “Aunque ignorábamos que en aquellas cercanías se hallaban tropas del gobierno revolucionario de Buenos Ayres, el comandante Zavala… vio que por derecha, e izquierda del referido monasterio salían dos gruesos trozos de caballería formados en columna, y bien uniformados, que a todo galope sable en mano cargaban sobre él despreciando los fuegos de los cañoncitos… atacando a nuestra gente con tal denuedo que no dieron lugar a formar cuadro sino martillo…”. La marcha “forzada” desde los cuarteles del Retiro hasta el Convento de San Carlos en San Lorenzo, culminaba con éxito e iniciaba el largo y glorioso camino del Regimiento creado por el Libertador de América, el entonces coronel José Francisco de San Martín.
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90 * Roberto A Colimodio Nacido en Buenos Aires, en 1965, historiador y genealogista. Miembro del Centro de Estudios Genealógicos e Históricos de Rosario desde 2003 y autor de diversos artículos publicados en revistas especializadas. Colaborador de Rosario su Historia y Región y del diario Clarín. Julio A. Romay Nacido en Buenos Aires en 1967, Contador Público, investigador y autor de artículos de especialidad tributaria, historiador. Descendiente de un combatiente de San Lorenzo. Colaborador de la revista Rosario su Historia y Región.
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. SAN MARTÍN: DESDE LA “ÍNSULA CUYANA” HACIA LA LIBERTAD DE AMÉRICA
JUAN MARCELO CALABRIA*
“Querer contener con la Bayoneta el torrente de la opinión universal de la América, es como intentar la esclavitud de la naturaleza”
En los albores del año 1800 y luego de trescientos años de dominación española, América estaba lista para recibir los beneficios políticos e intelectuales del Siglo de las Luces que habían alumbrado los grandes cambios en Europa y el Mundo. La explosión del pensamiento ilustrado dio lugar al principio de que la difusión de la cultura y la educación permiten el desarrollo de una sociedad culta que piensa por sí misma, convirtiéndose en la mejor arma para terminar con el “Antiguo Régimen” donde el absolutismo y las dictaduras basaban su continuidad en la ignorancia del pueblo para así dominarlo; principio que impulsó las Revoluciones que cambiaran de manera definitiva el mapa geopolítico del mundo y la vida de millones de personas. La Guerra de la Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica librada entre 1775 y 1783, la Revolución Francesa de 1789 y la Revolución Industrial con centro en Inglaterra, fueron el preludio del germen de independencia y ansias de libertad que comenzó a propagarse por todas las regiones de Hispanoamérica, ideales impulsados por hombres de visión clara y pensamiento estratégico entre los que se destaca por su vida y trayectoria el Precursor Francisco de
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Miranda como líder de toda una troupe de hombres brillantes que forjaron sus ideales en estos acontecimientos de la historia mundial. En este contexto y con los antecedentes descriptos comenzó a gestarse una serie de acontecimientos que en diversos puntos del continente americano que marcaron el camino sin retorno del proceso independentista, entre los más notables podemos enumerar: 25 de Junio de 1806: Se produce la Primera Invasión Inglesa en la que Buenos Aires quedará indefensa ante las tropas dirigidas por Beresford. 27 de Junio de 1806: Rendición de Buenos Aires. 12 de Agosto de 1806: Las Tropas inglesas son acorraladas por las Fuerzas de Liniers y se logra la Reconquista de Buenos Aires. 14 de Agosto de 1806: Un Cabildo Abierto de peninsulares es tomado por una pueblada dirigida por Juan Martín de Pueyrredón, Juan José Paso y Joaquín Campana, entre otros, allí se analiza la situación de Buenos Aires, se designa a Santiago de Liniers como Comandante de Armas y se lo autoriza a la formación de las milicias. A partir de este momento Buenos Aires posee un número estable de fuerzas formadas por milicianos que comienzan a organizar los diferentes cuerpos de las llamadas “Milicias Urbanas”, así se conforman los cuerpos por su origen y ascendencia y es permitido sus integrantes elijan en Asambleas a sus oficiales. El cuerpo de patricios uno de los más numerosos y mejor equipados elige a Cornelio Saavedra como su jefe. Enero de 1807: Una fuerza de más de 4000 ingleses comienza la 2ª Invasión Inglesa. 10 de Febrero de 1807: Una Junta de Guerra depone al Virrey Sobremonte y eleva a Santiago de Liniers al cargo de Jefe de todas las fuerzas, en tanto que el gobierno del virreinato es asumido el 19 de febrero por la Audiencia de manera provisoria. Este constituye un
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verdadero hito que fijará el rumbo de la injerencia de los criollos de ahora en más en los asuntos del Virreinato del Río de la Plata. 7 de Julio de 1807: Capitulación de las tropas británicas Mayo de 1808: El Emperador Napoleón Bonaparte invadió España y apresó a Carlos IV y a su hijo Fernando VII. En lo que se conocen como las Abdicaciones de Bayona el monarca español es obligado a renunciar a su trono en favor de su hijo y éste a su vez en favor del hermano del Emperador, José Bonaparte. A partir de allí comienza la resistencia española, la guerra de independencia de la península contra Francia y la formación de Juntas de Gobierno locales que ante la usurpación del trono asumen la soberanía y el autogobierno. América es invitada a enviar diputados para integrar las cortes que deben subrogar el poder del monarca preso “Fernando VII El Deseado” en tanto que en Buenos Aires, a partir de este momento, y mientras dos partidos: uno liderado por Liniers y otro por Álzaga pugnan por el poder en Bs. As., el grupo de criollos en el que además reside el mando militar de las milicias va tomando fuerza y en una a ala de los criollos comienza a gestarse la idea de la Revolución. Hacia el 1809: comenzó a circular entre las clases ilustradas de Buenos Aires y entre los jefes criollos de las milicias urbanas, un escrito que se atribuye a Bernardo de Monteagudo titulado: “El Diálogo entre Atahualpa y Fernando VII” siendo uno de sus párrafos centrales en el que en un encuentro imaginario Fernando VII le dice al inca Atahualpa "El más infame de todos los hombres vivientes, es decir, el ambicioso Napoleón, el usurpador Bonaparte, con engaños, me arrancó del dulce regazo de la patria y de mi reino, e imputándome delitos falsos y ficticios, prisionero me condujo al centro de Francia." A lo que Atahualpa le responde "Tus desdichas me lastiman, tanto más cuanto por propia experiencia sé que es inmenso el dolor de quien se ve injustamente privado de su cetro y su corona".
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Entre 1809 y 1810 se producen los movimientos revolucionarios de América los que con increíble sincronismo dan inicio a un proceso revolucionario generalizado que se extenderá por las actuales regiones de Argentina, Chile, Colombia, Venezuela, Ecuador, México, etc. A mediados de 1809 llega a Buenos Aires enviado por las Cortes Españolas el Virrey Cisneros quien a su llegada encuentra gran resistencia para asumir como nuevo mandatario del Virreinato del Río de la Plata, producto de la efervescencia en que se encuentra Buenos Aires y ante una fuerte oposición que es liderada por el partido revolucionario ya conformado sin dobleces por los patriotas Belgrano, Pueyrredón, Vieytes, Castelli, Moreno, Beruti, entre muchos otros. A partir de ese momento el fermento revolucionario va creciendo pese a que el virrey adopta varias medidas que flexibilizan la conducción del Virreinato del Río de la Plata y liberan su comercio y régimen político. Sin embargo el partido revolucionario toma contacto y suma adeptos en las principales ciudades del interior, contando con hombres como el Deán Funes en Córdoba, José Moldes en el Norte, etc. Abril de 1810 estalla la Revolución en Caracas y el 17 de Mayo se conoce la caída del Gobierno Español en manos del Consejo de Regencia, a partir de allí el partido revolucionario toma el control de las deliberaciones en las principales mesas criollas y comienza propiamente el proceso de la Revolución de Mayo. 1810 - Revolución de Mayo - El 22 de mayo los patriotas, al igual que había hecho España ante la invasión de Napoleón, formaron una Junta presidida por el virrey Cisneros. Pero enseguida los principales líderes revolucionarios mostraron su descontento y el virrey fue destituido dando paso a la Primera Junta de Gobierno Patrio, presidida por Cornelio Saavedra, jefe del Regimiento de Patricios, con Mariano Moreno y Juan José Paso como secretarios y Castelli y Belgrano como vocales e intelectuales del movimiento revolucionario.
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Mientras estos últimos acontecimientos se sucedían en América, y la noticia llegaba a la Península, sociedades secretas con accionar en Cádiz, bastión cosmopolita de la resistencia española a la invasión francesa, reclutaban jóvenes americanos para aportar mentes y brazos al proceso revolucionario desatado allende del Atlántico. “La seguridad de los pueblos a mi mando es el más sagrado de mis deberes” Es así que 9 de Marzo de 1812, constituye una de las fechas trascendentales en el calendario patrio, ya que ese día se producía un hecho de gran importancia que cambiaría el rumbo de la revolución rioplatense y americana. Un diario de la época “La Gazeta” órgano oficial del Gobierno de Buenos Aires, en su edición del viernes 13/3/1812 relata la jornada en su sección “Noticias Públicas” de la siguiente forma: “El 9 del corriente ha llegado a este puerto la fragata inglesa George Canning procedente de Londres (…) comunica la disolución del ejército de Galicia y el estado terrible de anarquía en que se halla Cádiz dividido en mil partidos, y en la imposibilidad de conservarse por su misma situación política. La última prueba de su triste estado son las emigraciones frecuentes a Inglaterra y aún más a la América Septentrional. A este puerto han llegado (…) el teniente coronel de caballería D. José de San Martín, primer ayudante de campo del general en jefe del ejército de la Isla marqués de Coupigny; el capitán de infantería D. Francisco Vera, el alférez de navío D. José Zapiola, el capitán de milicias D. Francisco Chilavert, el alférez de carabineros reales D. Carlos Alvear y Balbastro, el subteniente de infantería D. Antonio Arellano, y el primer teniente de guardias valonas Barón de Holmberg. Estos individuos han venido ha ofrecer sus servicios al gobierno, y han sido recibidos con la consideración que merecen por los sentimientos que protestan en obsequio de los intereses de la patria”. Sin embargo y pese a lo expresado públicamente por el periódico oficial, el Triunvirato, que dirigía los destinos del Río de La Plata, se mostró un tanto desconfiado ante el arribo del enigmático coronel español que venía a ofrecer sus servicios a la causa de la Revolución de Mayo, tal
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como lo declararía el mismo San Martín años después: “Fui recibido por la junta gubernativa de aquella época, por uno de los vocales con favor y por los dos restantes con una desconfianza muy marcada”. Lo cierto es que la llegada del futuro libertador no pasaría inadvertida en la convulsionada sociedad porteña. Sin duda el gran interrogante era ¿Qué motivó a José Francisco de San Martín a abandonar el ejército español y la tierra de sus padres para aventurarse a la América Revolucionaria? El propio San Martín, explicaba este paso trascendental de su vida y providencial para el destino del nuevo continente diciendo: “...Una reunión de americanos, en Cádiz, sabedores de los primeros movimientos, acaecidos en Caracas, Buenos Aires, etc., resolvimos regresar cada uno a nuestro país de nacimiento, a fin de prestarle nuestros servicios en la lucha, pues calculábamos se había de empeñar.” A través de esta declaración hecha en 1848 por el prócer, al entonces Presidente del Perú Mariscal Ramón Castilla, podemos ver la influencia que tuvieron las sociedades secretas de Europa en la libertad americana, pues desde estas logias revolucionarias, difundidas por el precursor Francisco de Miranda, se sumaban voluntades a la causa de la independencia de las colonias, reclutando oficiales jóvenes quienes eran atraídos por los valores de libertad, igualdad, progreso o quizás también por las ansias de aventuras y destinos más promisorios, ante una España que se caía a pedazos vencida por los ejércitos franceses y aferrada al absolutismo monárquico. Así América representaba para todos aquellos hombres la promesa de un destino mejor y una patria nueva por construir, ideales con los que el futuro libertador de América comulgaba y por los cuales desplegaría sus condiciones de líder y conductor que darán continuidad y acierto al proceso revolucionario iniciado en Mayo de 1810 y sostenido con su genio, coraje y fortuna por hombres como el insigne Doctor, Periodista y General Manuel Belgrano. En efecto mientras Europa se envolvía en una nueva guerra generalizada, en el Nuevo Mundo los ejércitos revolucionarios liderados por Manuel intentaban sostener la revolución, ante los embates de los realistas, con fuerzas muy inferiores en
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preparación y número, con escasa instrucción militar y con tantos reveses como victorias en los campos de batalla. Es por ello que la llegada de San Martín a América representa un hito de gran relevancia, y así lo demuestra su febril accionar de aquellos días, pues el 16 de Marzo a poco de su arribo, pone en pie el primer escuadrón del Regimiento de Granaderos a Caballo primer embrión del ejército profesional y precursor del Ejército de Los Andes; unos meses después junto a sus compañeros de viaje darán vida a la “Logia de Caballeros Racionales” luego “Logia Lautaro” cuyo principal objeto será el “…trabajar poderosamente para asegurar la independencia americana, a costa de cualquier sacrificio y casi sin reparar en medio”. Y será a partir de ese momento, a través de su tenacidad y perseverancia, primero al frente de sus “muchachos” los Granaderos a Caballo, luego en el Ejército del Norte junto al admirable Belgrano, donde el Gran Capitán dará cuentas de la importancia de su llegada a América. Todo esto era anticipado por el vocal de la Primera Junta de Mayo y creador de la Bandera, que en su carta del 25 de Diciembre de 1813 en la que le aseguraba, y quizás pronosticaba al futuro Libertador: “…mi corazón toma un nuevo aliento cada instante que pienso que usted se acerca, porque estoy firmemente persuadido de que con Usted se salvará la Patria…”. “El genio del orden y el acierto presiden las deliberaciones del pueblo de Mendoza” En efecto la Revolución de Mayo había logrado mantenerse pese a las dificultades externas, las divisiones internas y los reveses militares, constituyéndose en uno de los pocos focos revolucionarios que se mantenía en pie en América. La escases de recursos las rencillas localistas y los intereses sectoriales que comenzaban a vislumbrarse en las clases dirigentes del Virreinato demandan afianzar el rumbo independentista y reforzar el accionar de algunos pocos patriotas que seguían confiando plenamente en los principios de libertad, igualdad e independencia, tal lo demostrado por las palabras del ilustre Belgrano. Hacia 1814 el panorama político - militar era totalmente adverso a la causa americana: las derrotas sufridas por el ejército del norte, la
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separación definitiva del Paraguay, la pérdida del Alto Perú, y las luchas internas que recrudecían y se extendían desde Montevideo hasta el litoral entre Artigas y el Centralismo Porteño, como así también la pérdida de Chile “la Patria Vieja” que quedaba en manos de los realistas; y la vuelta al trono de Fernando VII “el deseado” con una fuerte impronta absolutista y decidido a recuperar las colonias rebeldes; ponían a la revolución en su punto más delicado, y ese momento significaba sin duda el punto de inflexión de la causa americana que permitió fortalecer los ánimos de muchos patriotas y también desnudar las debilidades de otros. Es así que luego de su paso por el ejército del norte, José Francisco de San Martín había solicitado al entonces Director Supremo Gervasio Posadas la, recientemente creada, Gobernación Intendencia de Cuyo, accediendo el Directorio a su pedido el 10 de Agosto de 1814. Desde ese momento San Martín comenzará una intensa labor tanto desde lo político como desde lo militar; y desde Cuyo logrará desbaratar los planes de la facción alvearista, bregará por la unidad y la consolidación de un congreso soberano y tratará de disuadir a los caudillos del litoral en sus pretensiones separatistas; en tanto que desde lo militar comenzará a dar forma a su plan continental a través de la formación del ejército de los Andes. Ante el trágico panorama interno y externo, San Martín se constituirá desde Mendoza en el guía de la causa americana, y por momentos se transformará en el único patriota que ante las adversidades mantendrá el timón fijo hacia el puerto de la independencia. Desde el mismo momento de la Convocatoria del Congreso de Tucumán, San Martín se convertirá en su principal impulsor; enseguida propiciará en Cuyo la elección de diputados, siendo elegidos: Tomás Godoy Cruz y Juan Agustín Maza por Mendoza, Francisco Narciso de Laprida y Fray Justo Santa María de Oro por San Juan y Juan Martín de Pueyrredón por San Luis, de esta manera quedará conformada la delegación de Cuyo, y sus diputados se convertirán en los voceros y ejecutores del plan sanmartiniano ante el Congreso. A tal punto interesaba a San Martín el accionar de los diputados, que desde el campamento del Plumerillo, el 19 de Enero de 1816 le escribía a Tomás Godoy Cruz: “… ¿Cuándo empiezan Uds. a reunirse? Por lo más sagrado les suplico hagan
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cuántos esfuerzos quepan en lo humano para asegurar nuestra suerte; todas las provincias están en expectación esperando las decisiones de ese congreso: él solo puede cortar las desavenencias - que según este correo - existen en las corporaciones de Buenos Aires. No deje usted de repetirme todo aviso que crea útil a esta provincia. No hay cuidado por el enemigo de Chile; si viene espero tendremos un completo día, y ya sabe usted que no soy muy confiado. A los amigos, el padre Oro, Laprida y Maza un celemín de recuerdos, así como la firme amistad de este su mejor amigo” José de San Martín. Como ésta, muchas otras comunicaciones remitirá el Gran Capitán desde Cuyo “apurando” el accionar de los diputados en el Congreso reunido en Tucumán, tanta será su insistencia que Tomás Godoy Cruz responderá a una de sus misivas:”... que la independencia no es soplar y hacer botellas”, a lo que San Martín contestará: “… yo respondo a usted que mil veces me parece más fácil hacerla (la independencia) que el que haya un solo americano que haga una sola (botella)…”. En tanto con una parte de sus pensamientos puestos en Buenos Aires y otra parte de su atención en Tucumán, en Mendoza, San Martín había acelerado y concretado la formación del Ejército de Los Andes, y mientras solicitaba todo tipo de ayuda a Buenos Aires, sembraba de espías la Capitanía General de Chile a través de su indescifrable “guerra de zapa”, mantenía comunicaciones respecto a la guerra defensiva en la frontera norte con el Jefe del Ejército de Observación Coronel Martín Miguel Juan de la Mata Güemes, recibía noticias de los movimientos realistas del Perú y apoyaba a Manuel Belgrano en sus tratativas para coronar un Inca según el plan de este último elevado al Congreso. La afiebrada actividad de Don José no cesaba un instante y así mientras en la carta citada del 24/01/1816 le pedía a Godoy Cruz: “… dígame usted algo sobre los diputados llegados, ábrame su opinión sobre los resultados que espera de esa reunión, pues esto me interesa más que todo, como que está ligado el bien general…”; en otra comunicación le recomendaba “en caso de nombrar quien deba reemplazar a Rondeau (a la comandancia del Ejército del Norte) yo me decido por Belgrano, este es el más metódico de los que conozco en nuestra América, lleno de
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integridad y talento natural; no tendrá los conocimientos de un Moreau o Bonaparte en punto a milicia, pero créame usted que es lo mejor que tenemos en la América del Sur… (12/3/1816). El mismo que preocupado por el devenir de los acontecimientos y ansioso por la reunión del Congreso de Tucumán, había atizado desde su Ínsula Cuyana a todo el Virreinato y misiva tras misiva, había instado a los diputados por Cuyo, sus principales voceros en la lejana Provincia de Tucumán en aquella hora esperada, a impulsar las sesiones del Congreso Soberano y a declarar la Independencia. El panorama desolador, la falta de recursos, las peleas internas y la indiferencia de Buenos Aires, lo impulsaron a escribir una nueva carta a su confidente, amigo y vocero Tomás Godoy Cruz, el 12 de abril de 1816 en la que expresaba: “…más que mil victorias he celebrado la mil veces feliz unión de Güemes con Rondeau. Así es que las demostraciones en ésta sobre tan feliz incidente se han celebrado con una salva de veinte cañonazos, iluminación, repiques y otras mil cosas. ¡Hasta cuándo esperamos declarar nuestra independencia! No le parece a usted una cosa bien ridícula, acuñar moneda, tener el pabellón y cocarda nacional, y por último hacer la guerra al soberano de quien en el día se cree dependemos. ¿Qué nos falta más que decirnos? Por otra parte, ¿qué relaciones podremos emprender cuando estamos a pupilo? Los enemigos nos tratan de insurgentes, pues nos declaramos vasallos. Esté usted seguro que nadie nos auxiliará en tal situación…Ánimo, que para los hombres de coraje se han hecho las empresas. Veamos claro, mi amigo, si esto no se hace el congreso es nulo en todas sus partes, porque reasumiendo éste la soberanía, es una usurpación que se hace al que se cree verdadero, es decir, a Fernandito…Adiós, mi buen amigo, sea usted tan feliz como lo desea su José de San Martín”. Más adelante, el 24 de abril de 1816, nuevamente tomaba la pluma dirigida a don Tomás diciendo: “Mi amigo y paisano querido: veo lo que usted me dice en su apreciable y reservada del 11, sobre la opinión favorable en que me tienen los alvearistas; bien poco me importa ésta, y la de los demás innumerables partidos, con tal que mi conciencia no me dé remordimientos. Ustedes se molerán en proporcionar medios para
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salvar el país, como se fatigarán en averiguar las causas primitivas de nuestras desgracias; pues sepa usted que estas penden, hablo de lo militar, de que no tenemos un solo hombre capaz de ponerse al frente de un ejército, busquen en la Francia seis u ocho generales, que en el día no tienen que comer, tráiganlos y verá usted como todas nuestras operaciones y sucesos varían. Tenga usted esto muy presente, y conocerá que sin este arbitrio nada adelantaremos, hagamos justicia a nuestra ignorancia y que el orgullo no nos precipite en el abismo. La paz más tranquila reina en esta provincia, gracias a sus buenos y pacíficos habitantes”. Seguro y confiado desde su Mendoza, el Libertador impartía consejos, sugerencias y hasta órdenes a todos los puntos distantes del país, Güemes, Belgrano, Artigas, Rondeau, Balcarce, Paso, Laprida, Pueyrredón, Maza, pero especialmente Godoy Cruz serían los destinatarios de aquellas, e impacientemente el titán de América esperaba sus respuestas listo para emprender la campaña que lo llevaría por Chile, Perú, Ecuador y luego de regreso. Era necesaria la declaración de la independencia para comenzar este derrotero, desde la apacible Cuyo no comprendía cómo aun el congreso no se decidía a dar el trascendental paso de la separación definitiva de España. Así nuevamente su pluma nerviosa requería a Godoy Cruz lo siguiente: “… Al cabo mi amigo, nosotros debemos penetrarnos de este axioma: si la guerra continúa dos años más, no tenemos dinero con qué hacerla. Y la ruina es segura; para evitarla, pensemos no en pequeño como hasta aquí, y sí con elevación, y si así la perdemos será con honor.” (12/05/1816). Los días y meses transcurrían y el Libertador persistía en su prédica constante, encolumnando y dirigiendo la causa americana, en tanto solicitaba una entrevista con Pueyrredón – Director Supremo- para obtener su apoyo definitivo hacia el plan de liberación continental, por otro lado sugería al Congreso su traslado a Buenos Aires y la capital a Córdoba; y en medio de esta febril actividad guiaba al pueblo cuyano hacia su más grande hazaña. Finalmente en la sesión del 9 de Julio el congreso declararía por fin la independencia, hecho ante el que San Martín expondría su beneplácito, sin dejar de hacer una breve observación en una nueva carta a su amigo Tomás Godoy Cruz: “… Ha
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dado el congreso el golpe magistral con la declaración de la Independencia; solo hubiera deseado que al mismo tiempo hubiera hecho una pequeña exposición de los justos motivos que tenemos los americanos para tal proceder, esto nos conciliaría y ganaría muchos afectos en Europa…” Por ese entonces San Martín se hallaba en Córdoba a la espera de su reunión con el flamante Director Supremo elegido por el Congreso, a instancias de la propuesta hecha por el diputado por Mendoza Tomás Godoy Cruz: Juan Martín de Pueyrredón. Desde aquella provincia San Martín escribiría: “… Al fin estaba reservado a un diputado de Cuyo ser el presidente del Congreso que declaró la independencia; yo doy a la provincia mil parabienes de tal incidencia…”. El 16 de julio de 1816 le notificaba a su amigo Don Tomás: “El 9 llegamos a ésta, nuestro viaje ha sido bien penoso por los fríos excesivos. Es increíble lo mortificado que estoy con la demora del Director, la primavera se aproxima y no alcanza el tiempo para lo que hay que hacer. Ha dado el Congreso el golpe magistral con la declaración de la independencia. En el momento que el Director me despache, volaré a mi ínsula cuyana, la maldita suerte no ha querido el que yo me hallare en mi pueblo para el día de la celebración de la independencia, crea usted que hubiera echado la casa por la ventana…” Sin duda esta frase encierra el significado y la importancia que tuvo el accionar sanmartiniano en este proceso y desde su Ínsula Cuyana, lugar desde el que comenzarán a cristalizarse en hechos y acciones concretas, los ideales de los hombres de mayo de libertad e independencia, el Libertador José Francisco de San Martín forjará la fragua que decidirá el destino de Sudamérica. “Dios conserve la armonía, que es el modo de que salvemos la nave”. La causa de la Independencia se veía amenazada, no sólo por las huestes realistas que acechaban desde Chile, Lima, Alto Perú y España misma, sino que un peligro mayor se conjuraba en el interior de nuestro propio ser: “Me muero cada vez que oigo hablar de federación ¿No sería más conveniente trasplantar la capital a otro punto, cortando por este medio las justas quejas de las provincias? ¡Pero federación! ¿Y puede verificarse? Si en un gobierno constituido y en un país ilustrado, poblado,
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artista, agricultor y comerciante se han tocado en la última guerra contra los ingleses, hablo de los americanos del norte, las dificultades de una federación, ¿qué será de nosotros que carecemos de aquellas ventajas?¿Amigo mío, si con todas las provincias y sus recursos somos débiles qué nos sucederá aislada cada una de ellas? Agregue usted las rivalidades de vecindad y los intereses encontrados de todas ellas, y concluirá usted, que todo se volverá una leonera, cuyo tercero en discordia será el enemigo…”. Así el Libertador se angustiaba profundamente al recibir las noticias de la anarquía y las diferencias entre caudillos que aparecían en todos los rincones de la incipiente nación. “Debo seguir el destino que me llama” En efecto, logrado el primer y tan ansiado objetivo de la Declaración formal de la Independencia, “Los primeros días de Enero de 1817 fueron de gran agitación para Mendoza, lo mismo que para todos los pueblos y caminos de la región cuyana…” tal como nos cuenta Ricardo Rojas en su obra “El Santo de la Espada”. Y es natural que así fuera pues el 9 de Enero de 1817 partía desde Mendoza rumbo a San Juan el Teniente Coronel Juan Manuel Cabot al frente de 20 hombres del Batallón N° 8, 20 soldados del 1° de Cazadores y 20 Granaderos a Caballo, para reunirse con 80 milicianos más en tierra sanjuanina y desde allí partir hacia Calingasta para tomar la Provincia de Coquimbo, iniciándose desde ese momento la movilización de la gran máquina de Liberación Continental ideada por San Martín: El Ejército de Los Andes. A partir de ese día hasta el 25 de Enero aproximadamente tendrá lugar la movilización de las tropas, milicianos y personal de apoyo que sumarán más de 5000 almas con destino a Chile, para cumplir su misión de Liberación e Independencia de la América del Sur. Sucesivamente se irá completando la estrategia de distracción del cruce del macizo andino a partir de la marcha escalonada de las diferentes columnas; así el 14 de enero, Freire sale de Mendoza y marcha con sus hombres hacia el fuerte de San Carlos y desde allí hacia el paso del Planchón por el sur mendocino, el 15 de enero dos escuadrones riojanos, al mando de Dávila,
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TurquĂa, Erdal Aygeng
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se unen con la división de Zelada y forman la columna del norte, el 18 de enero sale de Mendoza la vanguardia de Las Heras, vía Uspallata y el mismo día el comandante en jefe ordena la marcha de la columna cargo de José León Lemos que cruzará por el Portillo. El 20 de enero parte desde Mendoza la división de Alvarado rumbo a Los Patos y el 21 de enero sale el grueso del ejército al mando de O'Higgins, a quien que se sumarán el 22 de enero las fuerzas de Cramer que también se dirigen hacia Los Patos; y el 23 de enero parten el resto de los Granaderos a Caballo al mando de Zapiola junto a los hospitales militares y el primer grupo de reserva. Finalmente el 24 de Enero parten desde Mendoza el resto de la artillería al mando de los comandantes Plaza y Beltrán y el 2º Escuadrón de Reserva del ejército. Ese mismo día el Comandante en Jefe José Francisco de San Martín, antes de partir, se dirigió al pueblo mendocino con la siguiente proclama: “Sería insensible al atractivo eficaz de la virtud, si al separarme del honrado y benemérito Pueblo de Mendoza no probara mi espíritu toda la agudeza de un sentimiento tan vivo como justo. Cerca de tres años he tenido el honor de presidirle y sus heroicos sacrificios por la Independencia y prosperidad común de la Nación pueden numerarse por los minutos de la duración de mi Gobierno. A ellos y, a las particulares distinciones con que me han honrado protesto mi gratitud eterna. E indeleble en mi memoria sus ilustres virtudes, será de los habitantes de esta Capital, en todas circunstancias, y tiempos el más fiel y verdadero amigo”. Al releer una y otras vez estas palabras no podemos menos que pensar que es una despedida, y sin duda en aquellas circunstancias este hombre que ha gobernado los destinos de la provincia considera que son pocas las posibilidades de sobrevivir a la gran empresa que va ha emprender, y como lo expresa claramente no quiere irse sin dejar en claro su gratitud al pueblo que lo ha dado todo por la libertad del nuevo mundo… Mendoza ha sido su “Ínsula Cuyana”, el lugar en el que ha podido sentir el calor de hogar junto a su esposa Remedios y su pequeña hija Merceditas, pero también donde ha desplegado todo su genio contra las adversidades, y además donde deja amigos y recuerdos imborrables; no sabe si volverá, quizás pierda su vida en alguna de las batallas que
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puntillosamente ha planificado, pero aún así en las postrimerías de la gloria y quizás también de la muerte, el Libertador, el hombre que el destino ha encumbrado en lo más alto de América, no se olvida de un simple, sencillo y humilde gesto: AGRADECER, agradecer a quienes han dado lo que no tenían para que la América pueda ser Libre… ¡Cuánto honor, cuánta grandeza, qué gran ejemplo a seguir…! El largo y tortuoso camino hacia la declaración de la independencia, que San Martín tanto anhelaba, había terminado; el sendero hacia la efectiva libertad recién daba comienzo.
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SAN MARTÍN Y CUYO
MARÍA MERCEDES TENTI DE LAITÁN*
Para concretar su plan de independencia americana que consistía en colocar una barrera de gauchos aguerridos en el norte, al mando del General Martín Miguel de Güemes, cruzar la cordillera por el oeste, libertar Chile y luego marchar por mar al Perú, el General José de San Martín arribó a Mendoza en los primeros días de septiembre de 1814 con el cargo de gobernador intendente de Cuyo y el propósito ferviente de llevar a cabo su empresa aún a costa de los más grandes sacrificios. Con su visión señera, cuando estaba al mando del ejército del Norte había previsto la imposibilidad de realizar la campaña libertadora por esa región. Los hechos posteriores se encargaron de demostrarlo. Por ello había escrito a Rodríguez Peña con fecha 22 de abril de 1814 diciéndole: “La patria no hará camino, por este lado del Norte, que no sea una guerra defensiva y nada más. Pensar en otra cosa, es empeñarse en echar al pozo de Ayrón, hombres y dinero. Ya le he dicho a Ud. mi secreto: un ejército pequeño y bien disciplinado en Mendoza, para pasar a Chile y acabar allí con los godos, apoyando un gobierno de amigos, sólido, para concluir también con la anarquía que reina. Aliando las fuerzas, pasaremos por el mar a tomar Lima. Ese es el camino y no éste. Convénzase, hasta que no estemos en Lima, la guerra no se acabará.” Pero para llevar a cabo dicho plan era menester atravesar cumbres nevadas cual murallas infranqueables, y después cruzar el mar, el bravío océano Pacífico, con una flota prácticamente improvisada, ya que hasta ese momento no se contaba con ella.
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El primer paso era Cuyo. Para ello consiguió que lo nombraran en el cargo de gobernador intendente: “Debiendo reacaer al mando de la dicha provincia de Cuyo - decía el despacho del director Posadas -, en un jefe de probidad, prudencia, valor y pericia militar cuyas calidades con las demás que se requieren para su desempeño concurren en la persona de don José de San Martín, coronel del regimiento de granaderos a caballo y General en Jefe que acaba de ser en el ejército auxiliar del Perú, he venido en nombrarlo a su instancia y solicitud por tal gobernador intendente de la provincia de Cuyo, con el doble objeto de continuar los distinguidos servicios que tiene hechos a la patria y el de lograr la reparación de su quebrantada salud en aquel delicioso temperamento.” Hacia 1814, Cuyo estaba constituida por el actual territorio de Mendoza, San Juan y San Luis, hacia la falda oriental de la Cordillera de los Andes (entre los paralelos de 31º y 35º de latitud sud, y los 66º de longitud oeste de Greenwich). Tenía por capital Mendoza, y antes de ser designado San Martín, se desempeñaba como gobernador intendente el coronel Marcos Balcarce y como teniente de gobernador de San Juan y San Luis, Manuel Corvalán y el capitán Vicente Dupuy, respectivamente. Tenía una población de unos 40.000 habitantes, integrada por diversas clases sociales, diferentes y muchas veces antagónicas: españoles, criollos, indios, esclavos y las consideradas clases inferiores producto de diversas cruzas: mestizos, mulatos, zambos, etc. Sin embargo se hermanaron todos en la defensa de una causa común, cual fue la de conseguir la independencia de su suelo. San Juan y Mendoza eran esencialmente agrícolas. En sus tierras se cultivaba la vid, el olivo, cereales y diversos árboles frutales. Por ser una zona seca, sin precipitaciones, se aprovechaban las pequeñas corrientes de agua que bajaban de la montaña y por medio de un sistema de irrigación, que comprendía represas, canales y acequias, regaban los extensos prados. De esta manera se formaban praderas artificiales de alfalfa para alimentar el ganado, que lo utilizaban como bestias de carga, o para obtener la carne, convertirla en charqui, aprovechar el sebo, las pieles, fabricar jabones, etc.
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El comercio cuyano era activo, especialmente con Chile y el litoral argentino, llevado a cabo por lentas caravanas de bueyes y mulas. Este intercambio era posible gracias a sus industrias de vinos, aguardientes, frutas secas, conservas, dulces, harinas, tejidos y carne salada. En pueblos y ciudades trabajaban sin cesar talabarteros, tejedoras, herreros, mecánicos, ingenieros, arrieros que constituían un verdadero enjambre de progreso. El gobierno giraba alrededor de los cabildos de cada una de las tres ciudades importantes que las regía en los aspectos políticoadministrativo, judicial, económico y policial. Cada municipio se dividía en cuarteles a cargo de decuriones, que eran los jueces de paz. Cuyo por entonces no contaba prácticamente con tropas. “Mendoza no tenía un solo soldado de línea, puede decirse, porque no podían considerarse a esa altura 20 o 30 hombres que con el nombre de Blandengues residían en al fuerte de San Carlos”, decía Espejo. Los ingresos fiscales eran alrededor de 60.000 pesos anuales, pero esa cifra quedó reducida a menos de la mitad, después del cese del comercio con Chile, luego que los realistas tomaron nuevamente el gobierno en el vecino país. A esa provincia arribó el libertador, “y vino a ser -al decir de José Martísin corona en la cabeza, como su rey natural”. Y agregaba, “Los gobiernos perfectos nacen de la identidad del país y el hombre que lo rige con cariño y fin noble, puesto que la misma identidad es suficiente, por ser en todo pueblo innata la nobleza, si falta al gobernante el fin noble”. El cabildo de Mendoza, quiso colaborar desde el primer momento con su flamante gobernador. Para ello le ofreció gentilmente una casa que había preparado para su alojamiento, ofrecimiento que fue rechazado cortésmente por San Martín. Pero ante la insistencia de las autoridades del ayuntamiento, aceptó la oferta aunque sólo “por el tiempo preciso”, pues luego ocupó la casa que le preparara su amigo Domingo Corvalán”. Apenas llegado se abocó de lleno a la tarea de bregar por el progreso de esa tierra, con cuyos hijos llevó más tarde a cabo la grandiosa empresa de libertar medio continente. Y “capeó entre aquellos trabajadores el
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que trabajaba más que ellos; entre aquellos tiradores el que tiraba mejor que todos; entre aquellos madrugadores, el que llamaba por las mañanas a sus puertas; el que en los conflictos de justicia sentenciaba conforme el derecho natural; el que sólo tenía burla y castigo para los perezosos y los hipócritas; el que callaba como nube negra, y hablaba como el rayo”, decía también Martí. Comprendiendo que se necesitaba el riego para la subsistencia de la agricultura, el nuevo gobernador mandó a construir canales y desagües, y ordenó la construcción de caminos y postas para abrir nuevos rumbos a la riqueza y al progreso. Su actividad fue múltiple: fomentó el comercio, reorganizó los decurionatos, importó y difundió la vacuna antivariólica, impulsando de este modo la medicina preventiva. Siempre dio su estímulo a quienes trabajaban en favor de la salud pública. Tal fue el caso cuando solicitó al cabildo de Mendoza que retribuyera con dinero la labor desinteresada que realizaba fray Domingo Coria para la propagación de la vacuna contra la viruela. Vemos también la preocupación de San Martín por la salud de la población cuando por su iniciativa se formó un hospital militar, o cuando ante la falta de camas, o de fondos para costearlas, solicitó al vecindario el número de treinta colchones; y el vecindario no vaciló en su aporte generoso. Se interesaba el Gran Capitán hasta por el régimen carcelario, pues se preocupaba por la salud y tratamiento de los reclusos, a quienes consideraba, debía tratarse como seres humanos puesto que las cárceles son para corregir desviaciones y no para torturas o venganzas. “Me ha conmovido la noticia que acabo de oír –decía al cabildo-, de que a los infelices encarcelados no se les suministra sino una comida cada veinticuatro horas. Lo transmito a Vuestra Señoría, sin embargo del feriado, para que penetrado de iguales sentimientos propios de conmiseración, se sirva disponer se les proporcione cena a hombres que no alteran el régimen de la cárcel (...) Aquel escaso alimento no puede conservar a unos hombres que no dejan de serlo, por considerarlos delincuentes. Las cárceles no son un castigo sino el depósito que asegura al que deba recibirlo.” Así san Martín se adelantaba casi medio siglo al principio de la constitución nacional que señala; “que las
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cárceles serán para seguridad y no para castigo de los reos alojados en ellas.” El Libertador comprendía que la salud y la educación eran los pilares básicos sobre los que se apoya la libertad e independencia de un pueblo, por ello otra de sus preocupaciones fue la educación pública. Apoyó el sistema lancasteriano para solucionar el problema de la escasez de maestros y prohibió los castigos corporales en las escuelas. También creó la “casa de recogimiento”, para mujeres de vida irregular. En Mendoza, con el apoyo de los vecinos, fundó el colegio de la Santísima Trinidad y antes de emprender su gloriosa campaña libertadora, dejó expreso su deseo de contribuir a la formación de una biblioteca pública, en caso de su muerte, con los libros que poseía y que fueron adquiridos al efecto. Años después, en 1817, y desde su cuartel general en Santiago de Chile, escribía al Cabildo y al gobernador de Mendoza, para donar el tercio de los productos de la finca que se le había donado con anterioridad para que “...se aplique al colegio: pero con calidad que sea para la dotación de una cátedra de Matemáticas y Geografía...” San Martín se preocupó también por embellecer la ciudad de Mendoza y mandó construir el paseo de la alameda que constituye hoy un signo característico de la ciudad. También persiguió la vagancia y estimuló el trabajo, que declaró obligatorio, pues comprendía que en él residía la riqueza de un país. Reglamentó las relaciones entre patrones y obreros para que no abusaran ni unos ni otros, y exigió que ni un solo individuo dejase de rendir a la comunidad su cuota correspondiente. El largo decreto del 5 de mayo de 1815 agregaba “que cualquier peón que se encuentre ocioso en horas de trabajo, será prendido y destinado a los cuarteles en calidad de recluta.” Mientras tanto, a fines de 1814, caía derrotada la revolución chilena tras la batalla de Rancagua, y los valientes chilenos que supieron ofrecer una inútil resistencia de 700 defensores contra 5.000 atacantes, emigraron en masa por los intrincados caminos cordilleranos, acompañados por sus familias y comandados por sus militares; O’Higgins, Las Heras y hasta los Carrera.
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Ante ello, San Martín lanzó una ardorosa proclama al pueblo de Cuyo: “Chile ha caído, sus habitantes, sus familias enteras, con ancianos, mujeres y niños, vienen por las ásperas cordilleras buscando en nuestros brazos, cómo salvarse de la saña y la barbarie de los enemigos de la independencia argentina: venid conmigo y corramos a darle el auxilio de la hospitalidad, mientras nos armamos y les llevamos el de nuestros soldados para reponerlos en la posesión del suelo del que los extranjeros pretenden despojarlos. Sea ésa la gloria de Cuyo.” Y Cuyo respondió con creces al angustiante pero enérgico llamado. El genio de los Andes continuó con su prédica encendiendo el espíritu patriota de los valerosos cuyanos. Y supo pintarles con hábiles y fogosas pinceladas el panorama sombrío que enlutaba al país en una noche oscura: los ejércitos del norte derrotados en Sipe-Sipe; los portugueses al acecho de la Banda Oriental; Chile, nuevamente en manos de los realistas, y la amenaza por mar de una expedición de 15.000 hombres que se preparaba en Cádiz para asaltar el Plata. Pero a toda noche oscura sucede siempre un día esplendoroso. Ese radiante día llegó cuando el pueblo tomó conciencia que estaba en sus manos conseguir la ansiada independencia. Cuando llegó ese momento, cuando se hizo carne en la población, el anhelo libertad, todos apoyaron incondicionalmente a su jefe natural...Y hubo más de 1.200 reclutas voluntarios en 100 días. Desde San Juan, el Dr. José Ignacio de la Rosa y desde San Luis, el teniente de gobernador, Vicente Dupuy, cooperaban en la titánica tarea de formar un ejército prácticamente de la nada. El maravilloso pueblo cuyano, en su conjunto, se presentó a colaborar en forma incondicional para la defensa de su suelo. Ante todos los pedidos del libertador, el pueblo respondía de inmediato deseoso de ser partícipe de tan magna empresa. Hay miles de documentos que atestiguan la colaboración desinteresada para esa epopeya que ya no era una orden del gobierno, sino una resolución colectiva. San Martín fijó en primer lugar una “contribución extraordinaria de guerra”, o sea una contribución sobre el capital, para lo cual los
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habitantes debieron realizar una declaración jurada de los ingresos, y la tasa se fijó en cuatro reales por cada mil pesos de capital. Y se recaudó 13.431 pesos en Mendoza, 22.000 en San Juan y 6.000 en San Luis, cifras muy importantes para la época. Mientras se iniciaban los preparativos, se producía en Buenos Aires la deposición del director supremo Posadas, el 10 de enero de 1815, y su reemplazo por su sobrino Carlos de Alvear, opositor político de San Martín. Ante esto, el gobernador intendente de Cuyo, solicitó licencia – quizás en prevención de su destitución o para definir su posiciónalegando razones de salud. Alvear aceptó de inmediato el pedido de licencia y nombró en su reemplazo al coronel Gregorio Perdriel. Pero el pueblo que apoyaba y seguía a su jefe, se opuso desde el primer momento, y se amotinó, y salió a la calle, exigiendo la continuidad de quien se había ganado su corazón. Como consecuencia, el nombramiento del nuevo gobernador quedó sin efecto. Paralelamente, y luego de sólo tres meses, caía Alvear, estrepitosamente como había ascendido. En reemplazo de Alvear fue elegido interinamente Gervasio Álvarez Thomas, que duró un brevísimo período, luego Antonio González Balcarce, hasta que finalmente en 1816, el Congreso reunido en Tucumán eligió como director supremo al general Juan Martín de Pueyrredón. Fue Pueyrredón, con fecha 1 de agosto de 1816 quien dispuso que: “...siendo de indispensable necesidad y conveniencia depositar el mando de las fuerzas de línea y milicias existentes en la provincia de Cuyo en manos de un jefe de crédito, actividad y decidido patriotismo... y con la discreción que es necesaria para hacer seguros sus esfuerzos, y concurriendo las prevenidas calidades en la persona del coronel mayor don José de San Martín... he venido en nombrarlo y elegirlo, como lo nombro y elijo, General en Jefe del Ejército de los Andes, con el sueldo de seis mil pesos anuales.” Posteriormente, y a pedido de San Martín, fue designado gobernador intendente interino de Cuyo el general Toribio Luzuriaga. A partir de entonces, el Gran Capitán se abocó de lleno a la tarea de organizar la magnífica empresa que lo llevó a la inmortalidad. Impuso a sus soldados
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un reglamento que nos muestra el elevado concepto que tenía de los deberes militares y las penas impuestas a quienes no los cumplían. “La Patria no hace al soldado –decía en él- para que los deshonre con sus crímenes, ni le da armas para que cometa la bajeza de abusar de estas ventajas... La tropa debe ser tanto más virtuosa y honesta cuanto que es creada para conservar el orden de los pueblos, afianzar el poder de las leyes y dar fuerza al gobierno para ejecutarlas y hacerlas respetar de los malvados...” La actividad se hizo febril en las provincias cuyanas. San Martín pidió a los cabildos de Mendoza, San Juan y San Luis, todo lo necesario para la empresa, y éstos a su vez lo solicitaron al vecindario que respondió de inmediato. Así se consiguieron: cañas para el techado del campamento – construido en un terreno también donado por un vecino de Mendoza-, maderas, tirantes, adobes y peones; dinero, potreros alfalfados, caballos, mulas, animales para el consumo, paños, monturas, carretas, yerba, géneros y mil cosas más. Hay ejemplos conmovedores. Se necesitaban cueros para usar a modo de botas para proteger los pies de los soldados en el paso de las nieves cordilleranas. San Martín escribió al cabildo de Mendoza: “Recuerdo nuevamente a V.S., la necesidad de acopiar el mayor número posible de los desperdicios de jergas, ponchos, pieles de carneros y demás artículos aparentes para el auxilio de la tropa, pues lo acopiado hasta hoy es insuficiente.” Y Mendoza, San Juan y San Luis, entregaron todos los cueros disponibles. El teniente gobernador de San Luis, Dupuy, comunicaba luego al general: “No les ha quedado un cuero ni en los catres, están durmiendo en el suelo.” Pero no colaboraron solamente con objetos materiales sino que fundamentalmente aportaron con sus hombres que se alistaron de inmediato a las filas del ejército libertador. También los esclavos, los brazos productores de Mendoza, empuñaron las armas para la defensa de la patria con la promesa de su liberación y por consiguiente de una vida más justa. Así, en enero de 1817, San Martín contaba con un ejército de 3.897 hombres, que con los cuerpos milicianos, obreros y otros, alcanzaba un
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total de 5.200. Un ejército en el que trabajaban todos como un bullicioso enjambre: el chileno Dámaso Herrera transformó el molino de Tejeda en batán movido por la fuerza del agua, de este modo, se abatanaban las bayetas de lana de San Luis, para darles la consistencia deseada y vestir al ejército; Álvarez Condarco, con el salitre de la cordillera produjo pólvora de excelente calidad; fray Luis Beltrán, el “Arquímides del ejército de los Andes”, matemático, físico y mecánico, prestó valioso aporte en Mendoza, Chile y Perú; el médico francés Diego Paroissien, organizó la sanidad militar; Juan Gregorio Lemos se ocupó de la intendencia; el auditor Bernardo Vera atendió la justicia militar. Aparte de estos hombres conocidos hubo miles de otros, anónimos, que trabajaban con igual empeño y ahínco en la lucha por la libertad de su suelo. Sirva de ejemplo de la abnegación del pueblo cuyano la actitud del tropero Pedro Sosa, recordada muchas veces por San Martín, aún en su ancianidad. El general necesitaba traer en cuarenta y cinco días un cargamento de fusiles desde Buenos Aires. Prometió doble paga y un premio a quien consiguiera llevar a cabo este viaje en el tiempo establecido. Pero era prácticamente imposible por la lentitud de las caravanas de carretas tiradas por bueyes, sumado al mal estado de los caminos. Sin embargo, Sosa lo prometió y cumplió en el plazo estipulado, agotando boyeros, durmiendo en la marcha sobre el caballo, matando bueyes y todo gratuitamente, sin aceptar a cambio la paga acordada. Fue su aporte desinteresado a la causa de la libertad. Las mujeres colaboraron en uno y otro menester, ya sea bordando “la primera bandera independiente”, o confeccionando los uniformes para la tropa. Las damas mendocinas, encabezadas por la esposa de San Martín, se despojaron de sus alhajas porque “creían inoportuna la ostentación de joyas, mientras la patria carecía de elementos indispensables para el logro de su libertad.” También los ancianos y los niños, en los últimos días cuando ya nadie dormía, estaban prestos a ayudar en los preparativos finales. Cuyo respondió generoso al llamado de la patria. José de San Martín, en 1816, destacó su sacrificio: “Admiro que un país de mediana población,
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sin erario público, sin comercio ni grandes capitales, falto de maderas y primeras materias, haya podido elevar de su mismo seno un ejército de tres mil hombres, despojándose hasta de sus esclavos, únicos brazos para su agricultura; concurrir a sus pagas y subsistencia y a las de más de mil emigrados; fomentar establecimientos de maestranza, laboratorio de salitre y pólvora, armerías, parque, batán, cuarteles, campamento; erogar más de tres mil caballos, siete mil mulas, innumerables cabezas de ganado vacuno; hacer el servicio de cordillera con sus milicias; concurrir con sus artesanos. ¡La América es libre! Sus enemigos se sentirán vencidos ante virtudes tan sólidas.” Ya pronta la partida, San Martín solicitó al gobernador Luzuriaga veinticuatro mil pesos necesarios para la puesta en marcha. Y el pueblo, al borde ya de la miseria, y en sólo seis días, consiguió juntar 27.150 pesos; ¡3.150 más de lo pedido!, aceptados por el cabildo a cuenta de futuros impuestos. De la misma manera, Cuyo había dado 12.000 mulas de carga, pero se necesitaban 1.000 más y parecía difícil conseguirlas. San Martín clamó al pueblo que ya había dado todo: “Si no puedo reunir las mulas que necesito, me voy a pie. El tiempo me falta; el dinero ídem; la salud mala; pero vamos tirando hasta la tremenda. Es menester hacer ahora el último esfuerzo en Chile (...) Ya estamos en capilla para nuestra expedición! Por ésto puede calcularse cómo estará mi triste y estúpida cabeza. Baste decir: que para moverme necesito trece mil mulas, que todo es preciso proveerlo sin un real. Pero estamos en la inmortal provincia de Cuyo, ¡y todo se hace! No hay voces, no hay palabras, para expresar lo que son estos habitantes...” Y San Martín tuvo las 13.000 mulas. Y así, luego de desangrarse por la Patria, quedó Cuyo con los campos despoblados de hombres y de ganados, el comercio arruinado, la producción casi anulada. ¡Ni siquiera alcanzaba para el propio consumo! Sin embargo, no vaciló en darlo todo pidiendo a cambio de este sacrificio enorme un don inapreciado muchas veces en su real magnitud: la libertad e independencia del suelo de la patria.
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Esta es la gloria que le cabe al pueblo cuyano en la lucha por nuestra emancipación. BIBLIOGRAFÍA IBARGUREN, Carlos; San Martín íntimo; Peuser; Buenos Aires. Instituto Nacional Sanmartiniano; Documentos para la historia del libertador general San Martín; Buenos Aires, 1970. MARTÍ, José; San Martín, Bolívar y Washington; Sopena; Buenos Aires, 1962. MAS, José; San Martín el austero; La Obra; Buenos Aires, 1950. MITRE, Bartolomé; Historia de San Martín y de la emancipación americana; Eudeba, 1977. PASCUALI, Patricia; San Martín; Planeta; Buenos Aires, 1999. YABEN, Jacinto; Por la gloria del general San Martín; Buenos Aires, 1950. * María Mercedes Tenti de Laitán Dra. en Ciencias Sociales. Profesora de grado y posgrado e investigadora de la Universidad Nacional de Santiago del Estero, Universidad Católica de Santiago del Estero y Universidad Nacional de La Rioja. Miembro correspondiente por Santiago del Estero del Instituto Nacional Sanmartiniano. Presidenta de la Asociación Cultural Sanmartiniana de Santiago del Estero.
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SAN MARTÍN Y SAN JUAN
MIGUEL ÁNGEL LICCIARDI*
La influencia del Padre de la Patria en nuestro suelo, se origina en el año 1814 cuando el Director Supremo de las Provincias Unidas del Sur, Gervasio Posadas, lo designa Gobernador Intendente de Cuyo; integridad política y jurídica que componían las actuales provincias de Mendoza, San Luis y San Juan. San Martín se asentó en la primera y en los dos restantes lo acompañaron funcionarios que gobernaron con el cargo de Teniente Gobernador.-En San Luis fue el Comandante Vicente Dupuy, mientras que San Juan, primero el Coronel Manuel Corvalán y luego el Dr. José Ignacio de la Roza. Independientemente del aspecto militar (organización del Ejército de los Andes), desde el punto de vista estrictamente político, la obra de gobierno sanmartiniana, se destacó por el fuerte desarrollo agrario y minero. La tarea de San Martín no fue sencilla, pues se encontró con serios obstáculos que necesitaron de su destacada conducción política y militar. Como veremos, el libertador no solo descollará por ser un gran estratega militar, sino además un gran conductor político.En efecto, en febrero de 1815 el Cabildo de San Juan envió una comunicación de apoyo al Gral. San Martín destituido de su cargo, por disposición de su enemigo, entonces Director Supremo, General Carlos María de Alvear.- El sostenimiento del Libertador tiene su argumento en que su permanencia como Gobernador de Cuyo da tranquilidad a la población sanjuanina ante los graves acontecimientos ocurridos en Chile (Desastre de Rancagua).
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Polonia, Kataryna Nowozynska
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El Cabildo Sanjuanino estimaba que Perdriel -el gobernador designadono tenía la aptitud del destituido para serenar los ánimos de los sanjuaninos ante los rumores de una supuesta invasión goda.Debe quedar en claro que el municipio no tenía una decidida preferencia por San Martín, pero sí una marcada desconfianza del afamado centralismo unitarista de Alvear. En el mes de Abril de ese mismo año se produce la sublevación de Fontezuela, encabezada por el Gral. Álvarez Thomas, que echa por tierra el Gobierno de Alvear. En Mendoza, capital de la Gobernación de Cuyo, la noticia de la sublevación fue recibida con efervescencia y apoyada por la población, en forma automática en razón del odio que despertaba el autoritarismo de Alvear y en la consideración de que su derrocamiento aparejaba el afianzamiento de San Martín, persona a quien los mendocinos le habían otorgado toda su confianza en el mando político militar.En San Juan, las cosas, como bien dice Horacio Videla, ocurrieron de manera distinta. Paradójicamente la contrariedad de Alvear no benefició a San Martín, como en Mendoza, sino que en un primer momento lo perjudicó.La noticia de la sublevación parece que reavivó los ánimos del partido "godo" o "autonomista" (según quien lo mire).- Así contado, parece extraño, que un levantamiento destinado a beneficiar a San Martín, lo perjudique. Ocurre que la noticia de la sublevación produjo la movilización de los autonomistas tal vez porque confiados en el debilitamiento del poder central a raíz de la posibilidades de una confrontación prolongada decidieron aprovechar ese resquicio para concretizar su ideal de independizar San Juan. El 26 de Abril, el grupo rebelde se auto convoca en el Cabildo, destituye al Gobernador Corvalán, colocado en el cargo a instancias del Libertador, hombre de su confianza y declara a la provincia independiente de la gobernación de Cuyo.- Como compensación designa a Ignacio de la Roza gobernador de la recién nacida provincia,
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familiarmente arraigado a San Juan, y no refractario al paladar político de San Martín.- Por unos días San Juan fue autónoma. De la Roza era un hombre descendiente de una distinguida y rica familia, con 26 años de edad se había doctorado en derecho en la Universidad Chilena de San Felipe.- En 1814 se reintegra a San Juan después de estar radicado en Buenos Aires, siendo elegido Alcalde de Primer Voto del Cabildo. Vale preguntarse, si el recién designado era un hombre partidario del autonomismo o por el contrario, de la integración de San Juan a la Gobernación Intendencia.- La respuesta no es sencilla, en tanto no existen documentos que lo definan en aquel aspecto al joven abogado.El interrogante se genera, pues es designado por los autonomistas, que acababan de destituir al hombre de confianza de San Martín (Corvalán) y procedían a pronunciarse por la segregación provincial, lo que al parecer demuestra de alguna forma que de la Roza podía ser hombre de confianza de aquellos. Sin embargo, a poco de asumir el joven letrado, se volcó a favor de la integración de Cuyo, lo que provocó la reacción del grupo separatista, quienes se lanzaron nuevamente a la intentona autonomista.Es por esa razón que el nuevo Teniente Gobernador escribió a San Martín para que viniera urgente con sus tropas “para poner en vereda a los díscolos godos”. Ya sabemos que los “godos” son los realistas, pero también que éstos se confundían con los autonomistas, en tanto que se aprovechaban recíprocamente en su afán de hacer caer el poder de la integración de la Gobernación de Cuyo. En definitiva si de la Roza era partidario de la segregación o autonomía provincial, bien pronto se encargó de volcarse a la postura sanmartiniana, de mantener a toda costa la unión de la Gobernación Intendencia de Cuyo y dejar la cuestión federalista para después de consolidar la independencia de la Patria. Este hombre no solo acompañó la integración hasta su fin, en el año 1820, cuando el Coronel Mariano Mendizábal (su cuñado) se subleva el 9 de enero y dos meses después el vecindario de San Juan, reunido en
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Asamblea, proclama la autonomía; sino que después se trasladó al Perú para seguir al Libertador en su gesta continental, hasta dejar de existir en la antigua Ciudad de los Incas. Siguiendo con la destitución de Corvalán, podemos decir que San Martín había visto aquello con desagrado, pero no quiso detener la reacción federalista y terminó aceptando a de la Roza como Teniente Gobernador, pero bajo la promesa del electo y del Cabildo de respetar la estructura jurídico-política de la intendencia de Cuyo. San Martín expuso su pensamiento en una nota dirigida al Director Supremo el 24 de mayo de 1814, sobre la necesidad de la integración de cuyo, al partir de Mendoza rumbo a San Juan con motivo de los sucesos en esta última ciudad. La sublevación de Fontezuela se produjo el cinco de abril de 1815 y la renuncia de Alvear, que en una primera instancia proyectó resistir, se produjo el día quince, confirmada el veinte del mismo mes.- Los rebeldes autonomistas debiendo conocer primero la noticia de la rebelión confiaron tal vez en una división de largo tiempo entre los bandos en pugna y por eso se animaron a declarar la autonomía de la provincia.El 2 de Mayo, llegada la información del afianzamiento del nuevo poder central, con Rondeau como Director Supremo y la de la confirmación de San Martín, el Cabildo dio marcha atrás y si bien no repone a Corvalán -que había cuestionado la legalidad del pronunciamiento pero comprende, lo mismo que el futuro libertador, que no hay plafón para su continuidad- ratifica a De la Roza y, lo más importante, decide retomar su pertenencia a la Gobernación Cuyana avalando el nombramiento de San Martín como máxima autoridad en Cuyo. La lectura atenta del acta del dos de Mayo, en que se toman estas medidas, nos muestra una frase que revela la fortaleza del partido opositor a San Martín: el mencionado aval al Libertador, lo dice explícitamente el acta, “será de forma provisoria". Y tan serio es el asunto que pocos días después de asumido De la Roza tuvo problemas para controlar la situación.- El 8 de Mayo envió una carta al General pidiéndole su presencia y la de una compañía de su Ejército con el fin de ordenar a San Juan.
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A fines de ese mes viajó el gobernador a San Juan.- Polémico viaje al que algunos se han atrevido a negarle existencia, por no existir en la provincia constancia documental de su realización.- Se deduce por la carta, angustiada diríamos, del demandante del viaje -Ignacio de la Rozay por las comunicaciones de San Martín al poder central -el 24 de mayoy al Cabildo de Mendoza anunciando que ya ha mandado una compañía de su Ejército y que él se apresta a viajar el día posterior al de la misiva.César Guerrero es uno de nuestros distinguidos historiadores, que sostienen que el viaje no se realizó, y para ello dice que nuevos acontecimientos determinaron la suspensión del viaje, citando a continuación la nota del 24 de mayo dirigida al Cabildo, Justicia y Regimiento de Mendoza (ver su obra “San Martín y sus vinculaciones con San Juan”). Ahora bien, es con la misma nota que cita Guerrero, que considero demostrado que el viaje se realizó, en tanto que San Martín al dirigirse a sus destinatarios les informa que “solo la presente situación del pueblo de San Juan que exige imperiosamente mi presencia sin pérdida de momento, me pueden privar del dulce placer de felicitar con VS y este noble y virtuoso pueblo el día grande de nuestra regeneración política.VS que penetra bien la necesidad de conservar el orden de los pueblos que abusando de su soberanía faltan a los mismos deberes que espontáneamente se impusieron disculpará mi separación.- Esta será esta noche indispensablemente y en tanto mi ausencia quedará encargado del mando político y militar el Teniente Coronel don Manuel Corvalán, según lo prevenido por superior orden del 24 de octubre pasado lo que tengo el honor de avisarlo a VS para su inteligencia y fines consiguientes.- Dios guarde a VS muchos años Mendoza, 24 de Mayo de 1815 - José de San Martín”. Es decir que no se aprecian los nuevos acontecimientos que dice Guerrero, y sí en cambio que el mismo día 24 de Mayo San Martín está comunicando a las autoridades de Mendoza, que esa misma noche viaja indispensablemente a San Juan por cuanto su presencia es imperiosa en nuestra ciudad.
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Horacio Videla, “El Historiador Sanjuanino” atendiendo a la presencia de estos documentos, y haciendo una evaluación sensata del cuadro político del momento, interpreta que es interesada y necia la opinión de que el viaje no se realizó. Cabe preguntarse ¿la ausencia de rastros de su presencia no tendrá que ver -orgullo provincial mediante- con los motivos de la convocatoria de la entonces endeble autoridad sanjuanina? En mi opinión ese viaje tuvo -lo dice el solicitante, lo dice el viajanterazones represivas o siendo un poco eufemístico, motivos de ordenamiento político de la situación. A pesar de tales presagios nada alentadores, no hubo necesidad de violencia alguna.- Y a ello contribuyó que los autonomistas no eran, como se los acusaba, partidarios de los godos -aunque es lógico que éstos se refugiaron detrás de sus demandas-y además San Martín no carecía de espíritu federal -sus afanes centralistas lo eran en función de la hazaña que se disponía a realizar. Otra vez Horacio Videla da la clave de los posibles avatares de aquel viaje: debió existir -nos dice- una especie de transacción; los autonomistas deberían aflojar su asfixiante presión sobre De la Roza y el visitante prometerles el logro de su federalismo para cuando el problema español estuviera resuelto; es decir, debió resignarse al carácter provisorio de la integración a Cuyo, según rezaba el acta del dos de Mayo. Se ha hablado también -como motivo del viaje- de la elección del dominico Fray Justo Santa María de Oro como diputado al Congreso de Tucumán.- En este caso, Horacio Videla descree -en contra de la opinión de sus colegas Arias y Peñaloza (ver “Historia de San Juan” de dichos autores) y según éstos del Dr. Maurín- de la influencia del gobernador en su designación, con lo que nos da a entender que el Fraile no pertenecía al partido delarozista o sanmartiniano. Argumenta Videla que el viaje de marras no tuvo que ver con la elección de diputado alguno, sino por los problemas de desgobierno que padecía De la Roza; añade sensatamente- que es improbable que San Martín
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ejerciera su influencia para nombrar tal diputado dada la reconocida enemistad que tenía con los Oro.- Domingo F. Sarmiento en su obra “Recuerdos de Provincia” relata que “Nunca pudo hacer a San Martín en Francia entrar en pormenores sobre sus desagrados con el clérigo Oro; pero ellos habían chocado, y los Oro sido presos como partidarios de las Carreras, o más bien como enemigos de San Martín y de Don Ignacio de la Roza”. Pero si tenemos en cuenta que la elección del Dominico se realizó el 13 de Junio y aquel debió llegar a San Juan a fines de Mayo, ¿cómo podríamos asegurar que excluyó de su agenda un tema que tanto lo preocupaba?. Además, ¿por qué no pensar que las precoces dificultades padecidas por De la Roza no tuvieron nada que ver con el acto eleccionario -de tanta trascendencia- en ciernes? Esto no significa que San Martín trabajara a favor de su candidatura, señala simplemente que en consonancia con su espíritu conciliador y con el afán de sumar o neutralizar la oposición de los autonomistas, no la objetó. Opino que en la aceptación del dominico, el general realizó dos concesiones que le permitieron acumular fuerzas en vistas de su proyecto libertador: satisfizo el espíritu federal de los sanjuaninos y desdibujó la imagen de masón y anticlerical que el sector “godo”, con intenciones de desprestigiarlo, le adjudicaban no solo a él sino al programa independentista.Existe una carta del Gral. San Martín, en su condición de Gobernador Intendente, de fecha 19 de Junio de 1815, comunicando al Teniente Gobernador de la Roza, que aprueba la designación de Fray Justo, como diputado por San Juan, al Congreso de Tucumán (Documento en Catálogo Digital de la Gesta Sanmartiniana, año 2006 Archivo General de la Provincia, Libro 52, Fª21). Lo expuesto explica por qué tiempo después -vía manejo discrecional de los números censales- se designó un diputado más afín a sus pretensiones políticas, el Dr. Francisco Narciso de Laprida (elegido en septiembre de 1815). Está claro que ese viaje debió, en su proyección inicial, al menos,
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ser traumático y complicado para los sanjuaninos, tanto que prefirieron no recordarlo no dejando vestigios de su existencia. El segundo viaje, en cambio, significó la ratificación del arduo acuerdo logrado en el primero.- Y sí, de éste surgió como un símbolo de conciliación la diputación del dominico.- En la vuelta del Padre de la Patria a nuestro terruño realizada poco más de un mes después, el símbolo del espíritu de unidad frente al peligro español lo significó la presencia, ésta si con agrado conservada, del General San Martín en el Convento de Santo Domingo. Es decir, que el segundo viaje confirma los difíciles acuerdos del primero, por ello San Martín se instala en el Convento Dominico, y a la luz del análisis realizado, no constituye una casualidad ni puede ser resultado que el Gobernador de Cuyo y Jefe del futuro Ejército de Los Andes, no tuviera otro lugar donde hospedarse. La estadía de San Martín en Santo Domingo constituye un símbolo de unidad realizado por éste -y por sus anfitriones- demostrando a la comunidad toda, que anteponía a todo interés, los de la defensa de la patria y de su libertad.- Un símbolo, en concordancia con los acuerdos antes logrados: postergación de la autonomía, confirmación de De La Roza, designación del dominico Fray Justo Santa María de Oro como diputado al esperanzador Congreso de Tucumán. El segundo viaje es para refrendar acuerdos, no para "poner en vereda" a ningún sector de la provincia; de alguna manera es lo contrario del primero.- Por lo dicho y en cuanto a su otra finalidad es por un lado proteger la provincia, aterrada ante la posibilidad de un ataque español y, por otro, para profundizar tanto sus trabajos independentistas como la conformación de su poderoso Ejército Libertador. Y tal es la importancia simbólica política otorgada al Convento, que no es sólo su lugar de descanso -como la supervivencia del catre pudiera sugerir- sino que -debiendo existir una casa de gobierno- siguiendo a los historiadores como el profesor César H. Guerrero, lo transformó en su centro de operaciones.
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En ese sitio histórico trató con los cabildantes el espinoso tema de la suba de impuestos a los caldos vínicos y al aguardiente, recibió la donación de las damas que ahora llamamos patricias, y trató los problemas relativos a la tenencia de la tierra en Angaco.
* Dr. Miguel Ángel Licciardi* Presidente Asociación Cultural Sanmartiniana de San Juan. Académico de Número del Instituto Nacional Sanmartiniano.
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EL GENERAL SAN MARTÍN EN PERÚ
“He convocado al Congreso para presentar ante él mi renuncia y retirarme a la vida privada con la satisfacción de haber puesto a la causa de la libertad toda la honradez de mi espíritu y la convicción de mi patriotismo. Dios, los hombres y la historia juzgarán mis actos públicos” José de San Martín (Carta a Bolívar. Lima, septiembre 10 de 1822)50
MARYDEÉ AGUER DE SEFERCHE*
A modo de introducción En las líneas siguientes me propongo realizar un acercamiento a las acciones que el General San Martín realizó durante su campaña de liberación del Perú. En primer lugar, atravesaremos los rasgos más fácticos y conocidos de su accionar militar, desde su partida de Valparaíso, Chile, hasta la toma de la ciudad de Lima, incluyendo en este primer apartado algunas otras cuestiones como su encuentro con Bolívar en Guayaquil y su renunciamiento final al cargo de Protector y de todos los títulos y honores, para retirarse de la escena pública americana. En una segunda parte, nos adentraremos en ciertas cuestiones que tienen que ver más con su desenvolvimiento como estadista del nuevo estado peruano, en su rol de autoridad máxima de aquel Perú independiente, para conocer y entender muchas de las decisiones políticas, económicas 50
Epístola citada en Mitre, Bartolomé, Historia de San Martín y de la emancipación americana, Ediciones Anaconda, Buenos Aires, 1950, p. 7.
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y sobre todo culturales y sociales que San Martín hubo de llevar adelante en un corto espacio de tiempo, pero que han sido importantes y fundamentales en la consolidación de la soberanía y libertad de aquella región de los Andes Centrales. Hacia el final, intentaremos concretar algunas precisas conclusiones sobre el significado que el Protectorado y el paso del General San Martín tuvieron para la incipiente nación peruana. Es esta introducción el lugar indicado para aclarar cuestiones de fuentes. Para un personaje como San Martín, que cuenta con una cantidad enorme de bibliografía a él dedicada, se torna imperioso para cualquier investigación la selección del material a utilizar. Eso hemos hecho, resumiendo el enorme universo existente a un puñado de obras y publicaciones de la que nos hemos servido para algunas cuestiones fundamentales, como así también, debidamente citados, para extraer palabras que surgen de los documentos y discursos del propio protagonista de este trabajo: Don José de San Martín. Ha sido un verdadero placer y un orgullo adentrarme en la vida de este hombre que trasciende el tiempo y deja una huella imborrable.
De la liberación al renunciamiento El 20 de agosto de 1820 la flota comandada por el General José Francisco de San Martín partió del puerto chileno de Valparaíso hacia las costas del Perú, territorio considerado el corazón del imperio colonial español en América. El Ejército Libertador del Perú estaba conformado por tropas de las Provincias Unidas del Río de la Plata y también de Chile, todas bajo el mando de San Martín. Antes de zarpar, un hecho ocurrido lejos de Valparaíso, más precisamente en las inmediaciones de la ciudad de Buenos Aires, causó conmoción entre las milicias dispuestas a embarcarse, ya que el 1 de febrero de 1820, los caudillos Estanislao López y Francisco Ramírez derrotaron en la batalla de Cepeda al Director Supremo de las Provincias del Río de la Plata José Rondeau,
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eliminando de esta manera a la autoridad central de la que técnicamente dependían las tropas rioplatenses y el propio general San Martín. Frente a esta situación, San Martín renunció a su puesto ante los oficiales de su Estado Mayor, quienes el 2 de abril lo ratificaron unánimemente como jefe y decidieron, a la vez, mantener las tropas como pertenecientes al pueblo argentino, a pesar de la inexistencia del gobierno central, a través de las siguientes palabras: “Queda sentado, como base y principio, que la autoridad que recibió el general de los Andes para hacer la guerra a los españoles no ha caducado ni puede caducar, pues que su origen, que es la salud del pueblo, es inmudable”.51 Más problemas que la cuestión del liderazgo supuso la suerte incierta del pacto firmado entre los gobiernos de Chile y las Provincias Unidas respecto a la liberación del Perú, cuyos costos y esfuerzos se estipulaban compartidos entre ambos, pero cuyo horizonte ahora quedaba tapado por la niebla ante la falta de una autoridad centralizada en el Río de la Plata. Confirmado en el mando, San Martín continuó con los preparativos para el viaje final, aquel que sellaría definitivamente la suerte de la independencia. “Se acerca el momento en que yo voy a seguir el destino que me llama. Voy a emprender la grande obra de dar la libertad al Perú. Voy a abrir la campaña más memorable de nuestra revolución, y cuyo resultado aguarda el mundo, para declararnos rebeldes, si somos vencidos, o reconocer nuestros derechos, si triunfamos (…) El día más grande de nuestra revolución está pronto a amanecer”.52 Con estas palabras, San Martín se dirigió a sus hombres. En ellas podemos reconocer la conciencia del gran general sobre el paso a seguir, sobre la trascendencia que la misión que estaba pronto a emprenderse tenía para el futuro, no sólo del Perú, sino de todo el continente americano. Una visión claramente teleológica de su accionar, que muestra en todo su esplendor que el proyecto del Libertador era la lógica de un destino que se cumplía, más allá de los obstáculos que se interpusieran entre el intento y la realización del mismo, como hemos podido comprobar con 51
Busaniche, José Luis, San Martín vivo, Ediciones Nuevo Siglo, Buenos Aires, 1995, p. 140. Mitre, Bartolomé, Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana, Editorial Anaconda, Buenos Aires, 1950, p. 525. 52
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lo sucedido ante la anarquía del año `20 en Buenos Aires en el párrafo anterior. San Martín tenía trazado su plan minuciosamente, cada movimiento estaba pensado de antemano, a sabiendas que era irremediable y sumamente necesaria la misión marítima hacia las costas peruanas. No está de más consignar en estas líneas que San Martín y sus hombres debieron, antes de lanzarse a las aguas del Océano Pacífico, sortear un obstáculo más importante aún que los conflictos rioplatenses o las rispideces internas como en el caso del desmedidamente ambicioso almirante inglés Cochrane. Un reto más difícil e importante para los ejércitos patriotas fue el de poder dar forma a una marina de guerra para concretar la expedición libertadora, de la que lo acontecido en Chile había sido tan sólo el primer paso. Verdaderamente diminuta al principio, la flota creció gracias a la incorporación de barcos españoles capturados y puestos al servicio de los revolucionarios. Una vez en el mar, las naves de la flota libertadora tocaron tierra dieciocho días después en la Península de Paracas, en las cercanías de la actual ciudad de Pisco, donde desembarcó gran parte de los cuatro mil quinientos hombres, entre marinos y soldados, que acompañaban a San Martín en la búsqueda de la libertad continental. Entre ellos, algunos cuyos nombres quedaron en la memoria histórica de aquellas naciones en nacimiento, como el general Juan Gregorio Las Heras, El general Juan Antonio Álvarez de Arenales, el Dr. Tomás Guido, el ya moribundo Álvarez Jonte y el Dr. Bernardo de Monteagudo, entre muchos otros. El desembarco de Pisco fue acompañado por un levantamiento espontáneo en Guayaquil, que fue seguido por otro cuyo epicentro fue la ciudad de Trujillo, desde donde todo el norte peruano se levantó del lado de la revolución. Los ejércitos patriotas hicieron retroceder a los realistas al mando del coronel Manuel Quimper y tomaron no sólo la ciudad de Pisco –donde San Martín instaló su cuartel general y la que hoy recuerda al Libertador con un hermoso monumento ecuestre levantado en su plaza de armas-, sino también la cercana urbe de Chincha y varias haciendas de la región. Una vez más, una proclama de San Martín a sus tropas dejaba en claro
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una cuestión fundamental: “Ya hemos llegado al lugar de nuestro destino, y sólo falta que el valor consume la obra de la constancia. Acordaos que vuestro gran deber es consolar a la América, y que no venís a hacer conquistas sino a libertar pueblos. Los peruanos son nuestros hermanos, abrazadlos, y respetad sus derechos como respetasteis los de los chilenos después de Chacabuco”.53 Con estas palabras, el gran general dejaba en claro su oposición a cualquier hecho de vandalismo, saqueo o represalias que el ejército a sus órdenes pudiera llegar a cometer en el fragor de la victoria bélica. Las ambiciones personales de riquezas no tenían lugar en la mente del libertador54. En esto también fue un ejemplo para todas las generaciones. Los pobladores de las cercanías de Pisco comprendieron pronto que el ejército expedicionario no saqueaba, ni incendiaba, ni mataba, como se la habían querido hacer creer los realistas antes de abandonar la zona. Se estableció así un vínculo inicial muy auspicioso entre las tropas recién llegadas y los habitantes del lugar. En las jornadas posteriores y fracasadas las negociaciones de Miraflores con representantes del Virrey Pezuela, mientras Arenales se internaba en la sierra persiguiendo a las tropas realistas, a las cuales derrota en Ica y en Nazca, San Martín vuelve a sus barcos y se traslada a la localidad de Huacho, donde instala su cuartel y fortifica sus posiciones ciento cincuenta kilómetros al norte de Lima. Antes, había respondido a los enviados del virrey con palabras que dejaban en claro que no había nada que negociar que no fuera la independencia inmediata del Perú, a lo que agrega el general: “Pueblos del Perú. Yo he pagado el tributo que debo como hombre público a la opinión de los demás. El día que el Perú 53
Mitre Bartolomé, op. cit., p. 532. Un recordado caso de conflicto permanente durante la campaña del Perú se dio entre San Martín y el almirante inglés Cochrane, debido a las ambiciones de mando que este último tenía desde incluso antes de emprender el viaje hacia las costas peruanas desde Valparaíso. Las ansias que el inglés mostraba por la obtención de botines de guerra, producto de la intención de saqueos y rapiñas, condujo finalmente a la ruptura entre el general en jefe y el almirante. Cochrane recibió explícitas órdenes de San Martín, una vez tomado el puerto de El Callao, de retirarse nuevamente hacía Chile, indicación que el inglés desobedeció, emprendiendo una rebelde campaña en búsqueda de riquezas y logros personales en Centroamérica. 54
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Polonia, Kataryna Nowozynska
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pronuncie libremente su voluntad sobre las formas de las instituciones que deben regirlo, cualquiera que ellas sean, cesarán de hecho mis funciones”.55 No cabe duda que con sus palabras, San Martín no sólo habla al pueblo peruano, sino, más precisamente, a los detractores que se erguían en las sombras poniendo delante de los nobles objetivos del general, ambiciones que el propio protagonista desmiente aquí con sus palabras y como en párrafos siguientes veremos, tiempo más tarde con sus propias acciones y hechos. El 21 de octubre de 1820, San Martín firma el decreto que estipulaba la creación de la primera Bandera del Perú, inspirado en los colores blanco y rojo. Para el general, la Bandera era, además de símbolo de la nación, el signo inmaculado de la reunión póstuma y eterna en el campo de la gloria. Existen controversias entre los historiadores peruanos por los motivos que habrá tenido el general en la elección de los colores. La versión escolar e idílica supone que fue durante un sueño que San Martín imaginó esos colores, inspirados en una bandada de pájaros, llamados pirihuanas, que surcaban el cielo desplegando hacia el suelo sus pechos blancos y rojos. Otras versiones, más creíbles por cierto, se debaten entre dos posibilidades, a saber: a) la elección de los colores tuvo su causa en tomar el blanco de la Bandera Argentina y el rojo de la chilena y b) los colores tienen que ver con su inclinación hacia un tipo de gobierno monárquico constitucional. Tras vencer en Pasco, Arenales se reagrupa con San Martín en enero de 1821 y De la Serna se convierte en virrey del Perú tras la renuncia forzada de Pezuela. El Libertador y el nuevo jefe realista se reúnen en junio en Puncuhua, pero tras dos jornadas de negociaciones, el representante del rey español rechazó la propuesta del general patriota e inició inmediatamente la evacuación de Lima. Las tropas de San Martín no demoraron demasiado en ocupar la capital, el puerto de El Callao, toda la franja costera y la región norte del Perú, mientras los realistas Emanuel, Dante, “Breviario de la vida, ideales y muerte del general San Martín”, Instituto Nacional Sanmartiniano, Buenos Aires, 1979, pp. 28-29. 55
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buscaban refugio en la sierra y en algunos sectores del sur de aquel territorio. El 10 de julio de 1821 San Martín ingresa a Lima de incógnito y el 28 de julio declara la Independencia del Perú, al momento que despliega la nueva bandera de la naciente nación, pronunciando las siguientes palabras: “El Perú desde este momento es libre e independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa que Dios defiende. ¡Viva la Patria! ¡Viva la libertad! ¡Viva la Independencia!" San Martín fue nombrado Protector del Perú, dentro de un clima de conservadurismo que él mismo impulsaba, esforzándose por ganar para la causa revolucionaria el apoyo de la aristocracia limeña, extremadamente necesario para consolidar el nuevo orden independiente. Los hechos demostrarían cual necesaria era esa cautela expuesta y defendida por el general San Martín56. Razones no faltaban. Entre ellas, la principal era la insuficiencia de tropas por parte de los patriotas, cuestión que aún en 1822 ponía en duda el desenlace final de la operación. Esos apoyos sólo podían llegar desde el norte. Así, la famosa entrevista de Guayaquil entre San Martín y Simón Bolívar aparecía sobre el horizonte peruano. Esa entrevista privada entre los dos libertadores se desarrolló a fines del mes de julio y duró tres días. Sólo ellos dos asistieron a la reunión, por lo que todo lo que podemos saber de lo hablado intramuros se desprende de hechos posteriores a la entrevista, de fuentes epistolares entre ambos generales o entre éstos y terceras personas o por las actitudes y decisiones tomadas posteriormente a realizada la entrevista. Todos estos elementos nos permiten trazar un plano de lo que San Martín y Bolívar hablaron en Guayaquil y entender algunas de las consecuencias desatadas de aquel diálogo57. Halperín Donghi, Tulio, “Historia contemporánea de América Latina”, Alianza Editorial, Buenos Aires, 1999, p. 121. 57 Sobre la Entrevista de Guayaquil y los documentos posteriores que sirven para indagar sobre su contenido, véase: Descalzo, Bartolomé, “La entrevista de Guayaquil a la luz de los documentos históricos”, varios tomos y apéndices documentales, editada por el Instituto Nacional Sanmartiniano, Buenos Aires, 1948. 56
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Primeramente, no está de más reiterar en este trabajo que el Protector de Perú llegaba con una clara desventaja frente al creador de la Gran Colombia. Bolívar había llegado primero a la Ciudad de Guayaquil, situada en una región del actual Ecuador que los peruanos reclamaban y consideraban como propia por lo que, en definitiva, San Martín llegaba a una ciudad que teóricamente estaba bajo su órbita como jefe del Perú, pero la realidad lo mostraba casi como un invitado de Bolívar, quien, en el papel de anfitrión que debiera haber desempeñado San Martín, desde un primer momento dejó en claro los rigores y las bases de cualquier negociación que ambos pudieran mantener. Se estableció así un marco para cualquier resultado posible, emanado de la reunión de los dos líderes continentales de la emancipación. En su Bosquejo biográfico del General San Martín, José María Gutiérrez nos cuenta sobre la cordialidad y el afecto que ambos libertadores se tuvieron mutuamente en aquellos días, pero que en la despedida fue la frialdad la que selló el saludo definitivo de los próceres, con un desencanto que se colaba entre las manos estrechadas en el último momento que compartieron antes que San Martín emprendiera el regreso hacia Lima, efectivizado el 19 de agosto58. No sabremos nunca qué pasó entre ellos. Sí sabemos que San Martín renuncia por amor a la causa. A su regreso, el héroe de San Lorenzo reasume el poder supremo de la escena peruana, con el objetivo de encontrar la forma en que el Perú consolidara su independencia y con la difícil tarea de concluir con los focos realistas que aún se movían al amparo de las sierras en el interior del territorio. Él era consciente que sus fuerzas militares no eran suficientes para acometer esa misión. Las negociaciones de Guayaquil no habían recalado en los resultados esperados. Desde ciertos sectores, se le criticaba al general cierta intención de perpetuidad en el poder. Ante este universo de factores, San Martín convoca a una reunión de todos los diputados y miembros del gobierno para el día 20 de septiembre, ápice en el que el Protector renunciaría a sus cargos y honores para Gutiérrez, José María, “Bosquejo biográfico del general San Martín”, Instituto Nacional Sanmartiniano, Buenos Aires, 1968, pp. 63-64. 58
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posteriormente abandonar territorio peruano para siempre para recluirse, casi inmediatamente, en su vida privada, de la cual ya no se alejaría hasta el fin de sus días. Sus últimas palabras como Protector del Perú son dignas de reproducir: “Al deponer esta investidura, no hago sino cumplir con mi deber y con los votos de mi corazón. Si algo tienen que agradecerme los peruanos, es el ejercicio del supremo poder que el imperio de las circunstancias me hizo obtener. Hoy que felizmente lo dimito, pido al Ser Supremo el acierto, luces y tino necesarios a los representantes del pueblo, para hacer su felicidad. ¡Peruanos! Desde este momento queda instalado el Congreso Soberano, y el pueblo reasume el poder en todas sus partes”59. Con esas palabras saludaba el general a la nación que se levantaba a la faz del planeta gracias a sus esfuerzos y estrategias, sus decisiones y acciones, su liderazgo y también su renunciamiento. De su discurso se desprende en forma cristalina su rechazo a los honores eternos, a las pleitesías perpetuas y al arraigamiento en las tierras del poder político. ¡Cuánta generosidad! ¡Cuánto desprendimiento! El Congreso intentó mantenerlo en acción por el Perú ofreciéndole el título alternativo de Generalísimo, que implicaba su continuidad en la jefatura de las armas, pero San Martín dio sus razones y rechazó el cargo. En su Carta de Despedida a los peruanos, dejaba en claro, como cimentando aún más su decisión de abdicar a todos los poderes, que su mayor recompensa después de tantos años de lucha, era justamente dejar de ser hombre público. Recomendó a los ciudadanos que confíen en la Representación Nacional para evitar los males de la anarquía y dejó grabado en el papel una frase memorable y que nunca ha perdido actualidad: “La presencia de un militar afortunado –por más desprendimiento que tenga- es temible a los Estados que de nuevo se constituyen; por otra parte, estoy cansado de oír decir que quiero hacerme soberano”60. Podríamos hacer referencia a muchos nombres que a esta altura de los acontecimientos se habían erigido como detractores del general San Martín. Personalidades 59 60
Gutiérrez, José María, op, cit., p. 64 Gutiérrez, José María, op. cit., p. 65
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importantes que, tanto dentro como fuera del Perú, cargaban sus tintas y voces en supuestas intencionalidades del Libertador respecto a la permanencia del poder. Preferimos quedarnos con el sello que él mismo puso sobre esas cuestiones a través de su renuncia, de sus palabras y de su retiro total de la escena política y militar del continente por cuya libertad y soberanía tanto había luchado. San Martín dejó suelo peruano para siempre en forma inmediata, embarcándose rumbo a Chile, donde permaneció unos dos meses recuperándose de uno de sus muchos estados de enfermedad. Una vez arribado a Mendoza, llegó a sus oídos la fatal noticia del fallecimiento de su esposa. Recién el 4 de diciembre de 1823 llegó el general a Buenos Aires. Poco después, San Martín y su hija se embarcaban hacia Europa para nunca más pisar suelo argentino. Sus acciones como Protector del Perú Hasta aquí hemos narrado la parte más fáctica y conocida del paso de San Martín por el Perú, pero el Libertador cumplió muchos otros objetivos en su rol de Protector de aquella incipiente república latinoamericana. La lucha armada, como hemos visto en párrafos anteriores, fue una de sus inquietudes principales, pero sus preocupaciones fueron siempre mucho más allá de lo meramente militar. El protectorado ejercido por San Martín hubo de hacer frente a numerosas urgencias y problemas, suscitados por la simple y somera razón de constituirse en un primer gobierno de un país recientemente liberado e independizado, con todos los inconvenientes que ese factor puede traer consigo a la hora de organizar acciones y llevar adelante proyectos. Según Mitre, el hecho de que San Martín fuese declarado Protector del Perú, traía consigo su virtual abdicación simbólica como Jefe del Ejército de los Andes que había reconquistado Chile y asumido el papel de auxiliar y director de la guerra. También, con su nuevo cargo, dejaba atrás su título de Generalísimo de dos repúblicas aliadas –Chile y el Río de la Plata- que se habían unido para libertar Perú, país que ahora
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tampoco podía procurarle fuerzas propias a su flamante gobernante 61. Este problema acompañaría toda la trayectoria de San Martín como jefe del nuevo estado peruano. En principio, debemos reiterar, como ya lo hemos dicho en párrafos anteriores, que la impronta conservadora que San Martín le puso a su protectorado fue firme y muy visible, sobre todo en comparación al radicalismo revolucionario que se mostraba como estandarte en la mayoría de las regiones latinoamericanas de la época. El propósito era claro: para que los logros alcanzados no sean efímeros sino permanentes debía actuar con cautela. Por lo tanto, si bien ese conservadurismo se materializó efectivamente durante el protectorado, no debemos dejar de verlo como una estrategia, que los hechos posteriores se encargarían de demostrar cuán necesaria era. La misión que se le imponía a San Martín como Protector del Perú era enorme. Más allá de contar con importantes colaboradores, el general concentraba en su persona las responsabilidades principales de dar forma a un nuevo estado postcolonial. Es importante no olvidar ni dejar de tener en cuenta en este punto que San Martín era esencialmente un militar de carrera, formado en regimientos españoles, con gran experiencia en diversos escenarios bélicos europeos, a lo que sumó su hazaña emancipadora americana. Por tanto y a diferencia de muchos otros, San Martín debió poner en práctica conocimientos y actitudes que excedían en gran forma su formación militar, desempeñándose como político, estadista y economista, sin dejar por ello de preocuparse por cuestiones de índole social, educativas y culturales durante su protectorado. Esta circunstancia es digna de resaltar, ya que nos muestra el cúmulo de virtudes y condiciones que el Libertador manejaba para hacer frente a los desafíos que el destino y la historia le ponían delante. Puntualmente, en el Perú de la década de 1820, se presentaba como sumamente necesario echar por tierra con las vetustas leyes españolas, modernizar dentro de lo posible la administración pública –lo cual prácticamente significaba comenzar desde cero- para atinarla a los nuevos aires de libertad e 61
Mitre, Bartolomé, op.cit., p. 638.
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independencia que se respiraban en el nuevo estado peruano. Para estas cuestiones esenciales y siempre dentro de los atributos que su cargo de Protector le otorgaba, San Martín creó un nuevo régimen apoyado en lo que él mismo llamó Estatuto Provisorio y fundando, además, un Consejo de Estado que funcionaba como organismo consultivo. Desde el Estatuto, desde sus primeras líneas, podemos visualizar la impronta que el Protector iba a dar a su administración. En sus páginas podemos leer: “Todo ciudadano tiene derecho a conservar y defender su honra, su libertad, su seguridad, su propiedad y su existencia y no podrá ser privado de ninguno de estos derechos sino por el procesamiento de la autoridad competente dado conforme a las leyes”62. Así, entonces, vemos reflejado el claro ideal sanmartiniano de búsqueda de un orden, manifestado desde el documento que sería la pieza fundamental para todo el accionar y las prerrogativas estatales en sus relaciones con la ciudadanía. Pronto, San Martín se preocupa por crear la Orden del Sol, una especie de distinción pensada para los soldados de la independencia y para todo aquel habitante del suelo peruano que por sus acciones a favor de la libertad se haya destacado en sus servicios brindados a la Patria. Más allá del honor que confería la pertenencia a esta Orden, más importante es que establecía un sistema de pensiones hereditarias hasta una tercera generación, que cumplían con el objetivo de crear, con los escasos recursos existentes en ese contexto bélico, un sistema de seguridad social, al menos para aquellos hombres destacados en la lucha emancipatoria y sus familias. Otra creación del Protector fue la Sociedad Patriótica de Lima, de tinte aristocrático, formada por las personas más ilustradas de la ciudad, con el noble objetivo de aconsejar y buscar soluciones a las problemáticas más urgentes e impulsar el desarrollo y progreso de toda la sociedad. No menos importante fue el impulso dado por San Martín a la Legión Peruana de la Guardia, regida por el marqués de Torre Tagle, el coronel Guillermo Miller y el mayor Eugenio Necochea. También resaltó a las 62
Emanuel, Dante, op.cit., p. 34
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damas peruanas que demostraron su patriotismo con hechos, otorgándoles una medalla recordatoria que llevaba por lema “Al patriotismo de las más sensibles”, un factor que aún hoy se recuerda en el Perú como un reconocimiento, fuera de lo común para aquellos tiempos, al género femenino. La educación, la ilustración, el desarrollo y el conocimiento tuvieron siempre para el Libertador una gran valía. Sus preocupaciones en estos ámbitos fueron verdaderamente profundas, con acciones dignas de un humanista en favor de la educación. Un ejemplo lo tenemos en la donación que el gran General hace de sus propios libros al nuevo estado peruano para que sirvan de base a la flamante Biblioteca Pública que decide fundar en Lima –se inauguró en septiembre de 1822- para que la cultura y la educación empiecen a estar al alcance de todos. Pero detrás de esta historia se esconde otra algo menos conocida que tiene que ver, justamente, con los libros que el Héroe de los Andes llevaba consigo y que finalmente dona. Esos volúmenes habían viajado junto a él desde Cádiz hasta Lima, pasando antes por Inglaterra, Buenos Aires, Mendoza y Chile. Atesorados en pesados cajones de madera, su tránsito muestra no sólo el valor que la lectura y el saber tenían en San Martín, sino el amor por esos libros, que eran los suyos, en épocas donde llevarlos de un lado para el otro no era tarea fácil. Este amor de San Martín por su biblioteca personal -290 obras, que sumaban algo más de 800 volúmenes- no hace otra cosa que otorgarle más valor aún a aquella donación, ya que marca el desprendimiento del General en pos de la ilustración de los pueblos. Lamentablemente, los libros que otrora eran propiedad del Libertador se quemaron en el incendio que la biblioteca sufrió el 11 de mayo de 194363.
Sobre el incendio de la Biblioteca de Lima puede consultarse: Caillet-Bois, Teodoro, “El incendio de la Biblioteca de Lima y la Colección San Martín”, en AA.VV., San Martín y la cultura, Instituto Nacional Sanmartiniano, Buenos Aires, 1978, pp. 28-37. También, del mismo autor, el artículo se puede encontrar en Ciencia e investigación, Revista patrocinada por la Asociación Argentina para el progreso de las Ciencias, EMECÉ, Buenos Aires, Julio de 1945, pp. 305-312. 63
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Es bueno repasar algunos de los títulos que San Martín poseía, para poder apreciar las curiosidades bibliográficas que el General tenía y sus intereses en diferentes materias64. Primero, debemos decir que entre sus libros se encontraban volúmenes en idioma castellano y en francés, siendo mayoría los editados en la segunda de estas lenguas. También figura en el listado un libro en lengua portuguesa. Entre los títulos existentes, llaman la atención la cantidad de libros dedicados a temáticas de oficios e industrias –agricultura, vid, molinos, mecánica, relojería, comercio, jardinería, minería y matemática, entre otros-. De alguna manera, esta variedad de lecturas le habían otorgado a San Martín, seguramente, parte de los necesarios conocimientos que, excediendo lo militar, le permitieron llevar con gran seguridad sus tareas, dignas de conductor de un estado. Muchos otros de sus libros tratan sobre táctica y estrategia militar, con títulos como por ejemplo Nuevo tratado de la escuela de a caballo, Reglamento para el ejercicio y maniobras de la caballería cívica de las Provincias Unidas de Sud-América, El arte de atacar y defender las plazas, Gramática militar y Maniobras de caballería, entre muchos otros. Abundan, también, tomos sobre historia militar y guerras, como De la guerra de Alemania e Inglaterra. Enciclopedias y diccionarios de distinta índole figuran también en el catálogo, como así también libros de historia, arte y filosofía, entre los que podemos destacar: Historia de Juana de Arco, Obras de Montesquieu, Cartas de Abelardo a Eloísa, Obras de Quevedo, Monarquía Indiana de Torquemada, Historia de Inglaterra, Aventuras de Telémaco, Memorias del jacobinismo, Viajes de Magallanes, Historia de la Revolución Francesa, La Ilíada, Historia de los Emperadores Romanos, Memorias históricas sobre Rusia, Emilio o la educación de Rousseau y varias obras de Voltaire, entre muchos otros títulos. Nos parece importante el hecho de nombrar aquí este conjunto de obras que integraron aquella biblioteca del prócer, ya que nos muestra una 64
Un completo inventario de la biblioteca personal de San Martín puede encontrarse en: Otero, José Pacífico, “Catálogo de la biblioteca que poseía San Martín y donó a la ciudad de Lima”, en AA.VV., San Martín y la cultura, op., cit, pp. 16-27.
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faceta no muy conocida de la formación intelectual y académica de San Martín, pudiendo apreciar a través de esos libros sus intereses, sus gustos literarios y sus influencias en diversas temáticas. Los libros son muchas veces un fiel reflejo de la formación de la personalidad de su propietario. A tal efecto, es ilustrativo también el hecho de poder observar incluso los datos, que aquí no reproducimos por una cuestión de espacio, sobre la biblioteca que el General formó en Europa y que constituyó su propiedad bibliográfica hasta el final de su vida, donada posteriormente a su fallecimiento por Mariano Balcarce a la Biblioteca de la Ciudad de Buenos Aires, donde aún descansan aquellos volúmenes65. El Protector del Perú también tuvo acciones de importancia en el ámbito educativo más amplio, es decir en la creación de escuelas de primeras letras. En este aspecto, los numerosos intentos y esfuerzos hechos por dotar al Perú de escuelas chocaron con obstáculos difíciles de superar, principalmente debido a la carencia de personas idóneas para llevar adelante las funciones de educadores, maestros y profesores. Para superar el problema se instó a la formación de docentes, pero el proceso fue lento y sus resultados escapan del período histórico del protectorado sanmartiniano. Sin embargo, se apeló al sistema lancasteriano, que permitía evadir parcialmente la falta de profesionales de la educación. En la misma dirección educativa se ubican los decretos que eliminan los pagos de aranceles e impuestos en artículos tales como libros, mapas, elementos científicos y de divulgación, para facilitar la inserción de la cultura en el pueblo e incentivar el estudio y la investigación. Quedaban exentos de estas ventajas, además de ser perseguidos en defensa de la moral, los libros y materiales considerados obscenos, los cuales serían incautados y destruidos y cuyo dueño sería fuertemente multado. El Protector intentó también, pero sin suerte, crear una especie de Museo Nacional y fortaleció el arte teatral, que no era muy bien visto en aquellos años, a través de la jerarquización de la profesión actoral. Para datos completos sobre esta cuestión, remitirse a Torre Revello, José, “Catálogo de la última biblioteca del Libertador don José de San Martín”, en AA.VV., San Martín y la cultura, op.cit., pp. 38-43. 65
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Entre sus diferentes iniciativas, se encuentra la organización de un concurso musical y literario que tuvo finalmente un llamativo resultado, ya que de ese certamen surgió la Marcha Nacional del Perú, Himno Patrio del nuevo país. El músico galardonado resultó ser el maestro Alcedo, quien estrenó oficialmente su obra cumbre el 23 de septiembre de 1821 en el Teatro de Lima, en una función de gala a la que, entre muchos otros, asistieron el propio San Martín y todos los próceres de la independencia que en esa fecha se encontraban en la capital del ex virreinato. La letra de la melodía fue escrita por el poeta José de la Torre Ugarte y refleja el aire de enfervorizado patriotismo que se vivía por entonces. Si bien el Himno Nacional Peruano fue objeto de variadas modificaciones tanto en su letra como en su música a lo largo de la historia, la esencia del mismo sigue siendo idéntica a la que obtuvo a partir de la impronta otorgada desde su primera versión bajo el ímpetu revolucionario del protectorado. Sus estrofas actuales aún guardan el ilustre nombre del general entre sus notas, en las cuales podemos apreciar por ejemplo: “…Por doquier San Martín inflamado, libertad, libertad, pronunció, y meciendo su base los Andes lo anunciaron, también a una voz…”. En párrafos anteriores mencionamos la creación de la Bandera Nacional del Perú por parte de San Martín... Ambos, Bandera e Himno, han cambiado y no son exactamente los mismos que tuvieron su génesis en la etapa sanmartiniana, pero no cabe duda que guardan un simbolismo y un sentido que no pueden disimular su origen en las medidas adoptadas a su tiempo por el Libertador. San Martín estableció también las fechas de las Fiestas Cívicas Nacionales para conmemorar la Independencia Peruana, además de ordenar la construcción de un monumento en honor a ese acontecimiento. En este mismo sentido, San Martín ordenó quitar de todos los lugares donde se encontrasen los escudos de armas del rey de España y todo otro símbolo que pudiera relacionarse con la época en que el Perú era una colonia ibérica. En el plano económico, San Martín cumple con concretar la liberación de los aborígenes del tributo y la mita –sistema obligatorio de trabajo-,
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así como las encomiendas y los repartimientos, además de declarar de libertad de vientres para que ningún ser humano naciera esclavo en territorio peruano. También, se liberaron más de cuarenta mil esclavos con la condición que tomasen las armas en la guerra por la independencia66. Estas determinaciones, que iban en contra de importantes intereses de la aristocracia local, fueron realizados sin titubeos, prueba del afán humanista del General y fundamento por el cual se lo hizo merecedor del título de “Fundador de la Libertad del Perú”. La liberación de vientres y esclavos se sostiene de manera coherente en la mente del Libertador, quien ya había apoyado una medida similar adoptada por la Asamblea del Año XIII en Buenos Aires, impulsada con esmero desde la Logia Lautaro, de la cual San Martín, como es conocido, era una de sus líderes. También, deroga de forma permanente la pena de azotes y las de tormentos, que hasta su decisión era un habitual y desmesurado método de castigo y escarmiento para cualquier habitante de tierras peruanas, utilizado generalmente de manera abusiva y tendenciosa. Decreta la inviolabilidad del domicilio como base del buen gobierno, garantía especialmente defendida por San Martín ante muchos que se mostraban reacios a tal derecho general de privacidad. En torno a derechos hoy considerados básicos y fundamentales de toda sociedad, el Libertador fundó las bases de una justicia independiente del poder político como una de las garantías reinantes del buen orden social, estipulando que el poder ejecutivo “se abstendría de mezclarse jamás en las funciones judiciales, porque su independencia era la única y verdadera salvaguardia de la libertad del pueblo, pues nada importaban las máximas liberales, cuando el que hace la ley es el que la ejecuta y aplica”67. A partir del Protectorado, nadie en el Perú podía ser privado de sus derechos garantidos sino por sentencia de autoridad competente regida a las leyes vigentes.
66 67
El número de esclavos emancipados está extraído de Mitre, Bartolomé, op.,cit., p. 649. Mitre, Bartolomé, op.cit., p. 650.
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Crea, además, el Tribunal de Comercio, el Banco Auxiliar y la Dirección General de Minas, organismos todos de fundamental valor para un estado en vías de organización y aún no consolidado, necesitado de mecanismos e instituciones para la administración de los escasos recursos existentes. En el plano político, San Martín no estuvo exento de intentos de complot contra su autoridad personal, principalmente el que terminó con el destierro del coronel Heres, a quien el Protector le había confiado la comandancia del Regimiento de Numancia. En un entramado muy enmarañado de intrigas, Heres había planificado su acción basándose en falsas acusaciones de deslealtades de los jefes históricos del Ejército de los Andes, a quienes acusaba de querer deponer e incluso asesinar a San Martín. Fue Las Heras el primero en ser interpelado por el Protector para saber la veracidad o no de esos rumores y le alcanzó con la negativa de Las Heras para caer en la cuenta que el verdadero instigador de un posible levantamiento era el coronel Heres. Toda la oficialidad bajo el mando de San Martín proclamó su fidelidad al gran jefe creador del Regimiento de Granaderos a Caballo. La libertad de imprenta fue otro de sus logros, dejando sin efecto cualquier acción que significase una censura previa a las opiniones de los individuos. Esta acción es un importante estandarte de la libertad levantado por el Libertador, incluso a riesgo de que le ocasionara resultados negativos ante la aparición de críticas a su función pública. La libertad de pensamiento fue una cuestión básica de la impronta sanmartiniana que tiñeron los tiempos iniciales del Perú. También en lo político, no podemos dejar fuera la idea de instaurar una monarquía en el Perú, para lo cual se mandan enviados a Europa para tratar de conseguir candidatos al trono entre algunas de las Casas Reales del Viejo Continente, dando directivas de preferencia por Inglaterra. A San Martín le resultaba simpática la idea de establecer un régimen monárquico, lo cual no debe verse como un símbolo negativo en su pensamiento político, sino como una faceta promovida por un contexto de ideas en el que la etapa de restauraciones que se vivía en la Europa post napoleónica jugó un papel muy importante. Las épocas y los universos intelectuales influyen de manera firme en los hombres a
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quienes atraviesan, manifestándose en mucha mayor medida, como es lógico por otra parte, en aquellos individuos que las circunstancias y los méritos llevaron a lugares donde se hacía imperioso tomar decisiones y jugarse por un postura clara ante la bruma que el dilema podía traer para los logros obtenidos. Más allá de la postura íntima de San Martín respecto a la instauración o no de un rey en Perú, sí queda claro con sus acciones que jamás se cruzó por su pensamiento la posibilidad de consagrarse él mismo como dictador de la tierra que tanto esfuerzo hizo en liberar, a pesar de las excelentes posibilidades que pudo haber tenido para hacerlo si esa hubiese sido su idea. Continuando con su accionar político, el Protector dispone grandes preocupaciones y energías a lograr la paz con los realistas que continuaban escondidos en las sierras y en el Alto Perú. Sus cartas a los jefes españoles dejan entrever su postura, ya que en ellas vemos expresados sus deseos de “…abrazar con agrado un avenimiento que sin dejar en vigor por las repetidas formas de gobierno los elementos de la discordia, uniesen a la Metrópoli sus antiguos coloridos con los lazos del comercio y la amistad. Más he dicho otra vez que prefiero la gloria de la paz que los honores de la victoria…”68. Por cierto, debemos ser claros con esta cuestión de la búsqueda de paz por parte del Protector del Perú. Por un lado, son dignas sus palabras, valorizando más un posible arreglo pacífico y diplomático que la continuidad del derramamiento de sangre en América. Por otro, no podemos dejar de reconocer que para esas instancias, San Martín era consciente de su desventaja militar respecto a las tropas realistas, que por número y terreno favorable, continuaban siendo riesgo y peligro para la independencia recién lograda. Asimismo, incluso pueden verse esos intercambios epistolares como una estrategia para ganar tiempo ante un enfrentamiento no deseado en esos momentos por ninguna de las dos partes. Llegado el momento de acciones bélicas, son los patriotas quienes peores resultados obtienen, sobre todo luego de la desastrosa derrota del ejército independentista frente a las escuadras realistas comandadas por Canterac 68
Emanuel, Dante, op. cit., p. 35.
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cerca de Ica. Ante lo incierto de la situación militar, San Martín solicita ayuda a Buenos Aires, sugiriendo con ahínco que no demoren en atacar desde Salta y Jujuy al Alto Perú, sin obtener más resultados que la consternación de ver la inacción de los jefes del Plata y el peligro inminente de sus propios logros en Perú. En estas circunstancias, como lo hemos tratado en párrafos anteriores, llega San Martín a Guayaquil para reunirse con Simón Bolívar. El resto es historia conocida y ya comentada en líneas anteriores. Algunas conclusiones Es evidente a través de todo lo narrado que el paso del General San Martín por el Perú ha dejado huellas indelebles, no sólo como prócer militar artífice de su liberación, sino como promotor y realizador de su independencia y como impulsor y generador de su primer gobierno soberano. Por estas razones, el caso de San Martín se presenta como un hecho particular, ya que en una misma persona se conjugan papeles varios, todos ellos de importancia resonante y primordial. Los títulos póstumos y en vida que el General de los Andes ha recibido por sus acciones en Perú, muestran la enorme gratitud del pueblo peruano, que en casi dos siglos de historia en libertad, no deja de rendirle homenajes a quien es su héroe máximo. No es para menos. A los atributos de la personalidad de San Martín, dignos de rescatar e imitar, se suman realizaciones, proyectos, logros y resultados que, si escaparon a la vista a algunos de sus contemporáneos, no lo hicieron así a los ojos de ninguno de los historiadores que se han preocupado por estudiar su derrotero. San Martín en Perú nos muestra cómo la coherencia puede reinar más allá de los cargos, rangos o funciones que a uno le toque ocupar, haciendo frente a las circunstancias que el destino le depara a uno transitar. En este sentido, el Libertador expone con hechos lo que muchas veces había insinuado con palabras e incluso, en ocasiones, con gritos. Su pronta declaración de la independencia peruana es coherente con sus cartas, escritas varios años antes en Cuyo, en la que exigía enfáticamente
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MĂŠjico, Juan Guerrero
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que en el Río de la Plata no se demorasen más en declarar la independencia, porque para él debíamos “…ser libres, que lo demás no importa…”. El Estatuto, que tanto se apresura a redactar, aprobar y poner en vigencia, no es otra cosa que una pequeña y apurada reseña de artículos y ordenanzas que en el fondo intenta ser una especie de Constitución, como la que tan acaloradamente insistía en que debía dictarse desde que desembarcó en Buenos Aires y comenzó a formar su cuerpo de Granaderos a Caballo. No olvidemos, en este aspecto, que fue la Logia Lautaro la impulsora, no sólo del Segundo Triunvirato, sino de la Asamblea Constituyente que éste ordenó formar y que tenía como misión inicial dictar una Constitución que nunca pudo llevar a cabo. Al Protector del Perú le hubiese resultado relativamente fácil, de haberlo deseado, convertirse en dictador o soberano del país que acababa de liberar. Pero no lo hizo. Ni siquiera amagó intenciones de hacerlo. No sólo su renuncia final echa por tierra con esas cuestiones que muchos de sus detractores le adjudicaron, sino que también aborta esa cuestión el hecho de que fue él mismo quien ordenó la formación de un Consejo de Estado para que las decisiones más importantes sean, de alguna manera, producto de una instancia colegiada o compartida, evitando que todas las medidas quedaran a su sola y única determinación. Su básica pero importante división entre el poder judicial y el ejecutivo es otra muestra acabada de los propios límites que el Libertador se trazaba a sí mismo en el desempeño de sus funciones. Sus palabras al respecto, algunas de ellas citadas a lo largo del presente trabajo, no dejan dudas de sus intenciones y posturas respecto a la posibilidad de encumbrarse en un poder que no le correspondía y menos aún, de eternizarse en esos laureles que los hechos pusieron en sus manos temporalmente. Estas cuestiones son muestras de la coherencia de pensamiento del general San Martín, puesta en práctica también en el rápido dictamen que puso fin a los opresivos sistemas de trabajo aborigen y a la libertad de vientres, ideas que convivían en la mente del prócer desde sus primeros pasos como soldado de la libertad americana. San Martín se ha mostrado cabalmente desprendido de lo material durante sus funciones gubernativas, aspecto demostrado no sólo a través
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de su renunciamiento a ejercer toda función pública después de sus reuniones con Bolívar, sino también a no retomarlas cuando su propia realidad económica lo apremiaba y los ofrecimientos le llegaban desde distintos puntos geográficos de América. Son muestras redundantes de ese desprendimiento su rechazo a los homenajes y honores, sus colaboraciones al progreso del Perú a través de la donación de sus propios libros e incluso, la devolución que hace del famoso Estandarte de Pizarro al pueblo peruano, a quien en realidad pertenece como espejo simbólico donde ver reflejado siempre que haga falta ese pasado de opresión y explotación, superado por las fuerzas de la convicción y el deseo de una libertad permanente y para todos. Su preocupación por la educación popular en primeras letras lo muestra nuevamente en esta dirección, tarea que otorga méritos agigantados si tenemos en cuenta las urgencias y necesidades que no fueron obstáculos para llevar adelante esa noble misión en pos de la ilustración y la alfabetización. En muchos aspectos, sus proyectos quedaron inconclusos, pero fueron la piedra fundacional de posteriores realizaciones de gobiernos futuros. No es un dato menor que la duración del ciclo del Protectorado fue sumamente corta, pero sus logros no fueron efímeros, sino absolutamente permanentes. Tal como afirma Mitre, San Martín fue fiel a la máxima que regló su vida, ya que “fue lo que debía ser” y antes de ser lo que no debía, prefirió “no ser nada”69. Esa fue la gran virtud, junto con todo lo realizado, que le significó a ese ser humano nacido en la pequeña Yapeyú, su lugar en el panteón universal de la inmortalidad. Nuestra admiración al prócer, al hombre de una inconmensurable entrega, no puede tener límite. Ojalá su ejemplo, si se lo conoce profundamente, inspire a muchos otros por el bien y el futuro de un mundo mejor: más generoso y tanto más. Fue un verdadero placer indagar y bucear en aspectos de la vida del General José de San Martín que, a priori, conocía más superficialmente.
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Mitre, Bartolomé, op.cit., p. 988.
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Me siento orgullosa de él, de su historia, de su filosofía de vida. Gracias por haberme dado la oportunidad de adentrarme más en esta etapa de nuestra historia. BIBLIOGRAFÍA AA.VV., San Martín y la cultura, Instituto Nacional Sanmartiniano, Buenos Aires, 1978. BUSANICHE, José Luis, San Martín vivo, Editorial Nuevo Siglo, Buenos Aires, 1995. DESCALZO, Bartolomé, La Entrevista de Guayaquil a la luz de los documentos históricos, (apéndice documental III parte), Instituto Nacional Sanmartiniano, Buenos Aires, 1948. EMANUEL, Dante, Breviario de la vida, ideales y muerte del General San Martín, Instituto Nacional Sanmartiniano, 1979. GUTIÉRREZ, Juan María, Bosquejo biográfico del General San Martín, Instituto Nacional Sanmartiniano, Buenos Aires, 1968. HALPERÍN DONGHI, Tulio, Historia contemporánea de América Latina, Alianza Editorial, Buenos Aires 1999. HALPERÍN DONGHI, Tulio, Revolución y guerra. Formación de una elite dirigente en la Argentina criolla, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 1998. MITRE, Bartolomé, Historia de San Martín y de la emancipación americana, Ediciones Anaconda, Buenos Aires, 1950. OLAZÁBAL, Manuel de, Episodios de la Guerra de Independencia, Instituto Nacional Sanmartiniano, Buenos Aires, 1968.
*MARYDEE AGUER DE SEFERCHE Prof. En Filosofía y Pedagogía Letras. Lic. en Ciencias de la Educación. Directora Gral. del Colegio José Hernández. Ha participado como invitada especial y expositora en congresos educativos. En nuestro país y en el exterior ha recibido diferentes distinciones y premios por su trayectoria.
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Polonia, Prior Szczygier
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SAN MARTÍN Y LAS FLOTAS DEL PACÍFICO
JOSÉ VICENTE VALDEZ TRITTI¨* (1931-2010)
Muchos historiadores afirman que la obra cumbre del Gral. José de San Martín es el paso de los Andes; sin embargo esa fuerza espiritual se agranda increíblemente cuando planea armar una flota para navegar en el corazón de mares hostiles enemigos (300 años de dominio) y transportar una Expedición completa, sin contar con los fondos necesarios ni los profesionales para conducirla y éste era un proyecto improbable para los estrategas europeos. A fines de 1815, excepto en las Provincias Unidas, el resto de las ex colonias españolas estaban bajo el férreo control realista de Fernando VII, quien envía para dominarlas -durante los nueve años de guerra de la independencia-, más de 42.000 hombres, barcos, equipos y armamento. Afortunadamente a fines de 1818 no prospera una propuesta de España a Inglaterra -en las reuniones de Aix-la-Chapelle- para cederles Santo Domingo a cambio de suficiente ayuda militar para reconquistar Chile y las Provincias Unidas. Inglaterra, ya dueña de los mares, promovía secretamente una política distinta en caso de no poder dominar a una colonia española -como ocurrió en Buenos Aires en 1806/1807-, que consistía en buscar una alianza comercial con los independentistas para endeudarlos y mantener sus exportaciones a cambio de materias primas baratas, y estableciendo control sobre sus “políticas exteriores” y el manejo de sus deudas. Fue una lucha por la independencia sin ninguna ayuda externa: San Martín, apoyado por muchos patriotas, lidera la lucha de la independencia de las Provincias Unidas ideando y conduciendo la gran Expedición libertadora al Perú, aunque sus principios americanistas irritan el poder de los EEUU e Inglaterra, dado perjudicaban sus planes
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de préstamos y asfixia financiera. Por tal motivo dicha lucha no fue beneficiada con ayuda externa, ni contó con el apoyo directo de las grandes potencias, como ocurrió en el año 1776 -con la revolución angloamericana del norte-, cuando las flotas y armas de Francia, España y Holanda ayudaron directamente al general Washington. Buenos Aires debió pagar al contado todas sus armas. El 20 de agosto de 1820 zarpó la Expedición Libertadora del Perú desde Valparaíso y al mando del general José de San Martín con 2.313 argentinos y 1.805 chilenos -con sus respectivos jefes y banderas, artillería, caballería, ganado y armamento- para desembarcar en las desiertas costas del Perú, donde no había muelles para bajar los pesados cañones y los animales. Pero el Libertador iba preparado; concibió plataformas flotantes hechas con barriles atados, para ese desembarco. La parte marítima de la Expedición estaba formada por veleros de madera: 16 mercantes, 11 pequeñas cañoneras y 8 fragatas de guerra con 247 cañones a cargo del comandante naval Cochrane (Ver más adelante). Hoy día esas naves parecen pequeñas e incómodas porque las tropas estaban abigarradas bajo los cañones/balas en las naves de guerra o debajo del ganado en los mercantes; dormían donde comían y no había mucho espacio libre porque la cabuyería de maniobra de velas debía estar limpia; limitados para encender fuegos abordo y sin contar con los servicios sanitarios que hoy acostumbramos. Realmente era un mundo distinto. Para colmo de males los soldados debían enfrentar a unos 20.000 realistas que se sentían fuertes al ver que no fueron atacados desde el sur, debido a que Buenos Aires –distraída en sus luchas políticas- no abrió el frente del Alto Perú y así fue que los realistas abandonaron Bolivia y se juntaron en el norte para proteger a su virrey. En el mar, estaba previsto que la flota, una vez terminado el desembarco de la Expedición, debía desbaratar la marina realista del Pacífico con sus bases y barcos, como ya lo había hecho el Almirante Brown en Atlántico. El plan inicial de San Martín para armar la flota mercante y naval del Pacífico, fue puesto en marcha apenas terminada la Batalla de Chacabuco, febrero 1817, cuando ordena no arriar la bandera española
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del Fuerte de Valparaíso y designa al alférez Juárez con 14 granaderos para que se apodere del Puerto y capture barcos antes de que se corra la voz. Así apresaron el bergantín “El Águila” de 200 Toneladas, que es armado con 16 cañones y queda al mando del irlandés Raymundo Morris. Es el primero de la flota y fue bautizado “Pueyrredón”. O’Higgins asume como Director Supremo de Chile, mientras San Martín envía delegados a los EEUU (Manuel Hermenegildo de Aguirre) y a Londres (Antonio Álvarez Condarco) para comprar naves, armas y contratar hombres de mar, con Garantías firmadas por los gobiernos de Chile y Buenos Aires. La “Pueyrredón” zarpó para la isla de Juan Fernández para liberar patriotas presos -entre los que estaba Blanco Encalada- y de regreso captura incruentamente la fragata mercante española “Perla”, que también será dominada bajo bandera de Chile. La historia de la obtención de las naves y hechos de la flota es larga y rica en detalles, pero veamos solo algunos hechos: Valparaíso estaba bloqueado por los realistas. En marzo de 1818 entra la fragata inglesa “Windham”, de 50 cañones y 800 toneladas de porte, que se había hecho a la vela desde Inglaterra a instancias del agente Álvarez Condarco. Fue comprada con fondos de comerciantes locales y con la garantía de Buenos Aires, es bautizada “Lautaro”, quedando al mando del capitán Jorge O’Brien con tripulación inglesa, y apoyada por una compañía de Cazadores de Marina al mando del Capitán Miller, oficial inglés de San Martín en el cruce de los Andes. Terminada la batalla de Maipú la “Lautaro” y la “Pueyrredón” rompen el bloqueo español el 26/4/1818. Fragata “San Martín”: El 24/5/1818 entra a Valparaíso la fragata “Cumberland” de 60 cañones, contratada en Londres por Álvarez Condarco. Los patriotas, aún faltos de dinero, logran realizar la operación de compra incorporando la nave al mando de don Guillermo Wilkinton a la escuadra chilena, siendo bautizada “San Martín”, en homenaje al prócer. Bergantín “Galvarino”: El agente chileno Miguel Zañartú compra el bergantín "Lucy", fondeado en Buenos Aires, y lo bautiza con el nombre
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de "Galvarino". La nave estaba al mando del capitán Martín J. Guise y su segundo, el teniente Spry, que adhieren a la revolución. Corbeta “Chacabuco”: En julio se compra la corbeta “Chacabuco” de 450 Tns. (Ex “Coquimbo” de 20 cañones) y fue armada como nave corsaria de Chile en las costas de los EEUU pero esta nave luego traiciona la causa revolucionaria, pero será recapturada por nuestro marino Bouchard. Corbeta “La Trinidad”: El 26 de agosto arriba a la ensenada de Barragán, Buenos Aires, el transporte naval español “La Trinidad”, (formaba parte del convoy español gobernado por el navío “Reina María Isabel” destinado al Perú), y se ofrece al gobierno de las Provincias Unidas y entrega planes y códigos españoles, siendo aceptado, por lo que se suma a la flota. En septiembre de 1818 la flota criolla queda a cargo del marino porteño Manuel Blanco Encalada y sigue incorporando más barcos; Al mes siguiente –con 1.100 tripulantes y 142 cañones, zarpa desde Valparaíso para atacar al convoy español de la poderosa fragata “Reina María Isabel”, con 11 mercantes y 3.000 hombres de refuerzo. La victoria fue completa, la “Reina María Isabel” es bautizada como “O’Higgins”, apresando también la fragata “Dolores” y los transportes la “Helena” y la “Magdalena”. De los refuerzos españoles llegan al Callao apenas 800 hombres y unas pocas naves. El marino inglés Thomas A. Cochrane arriba a Valparaíso el 18/11/1818 y enarbola su insignia en la “O’Higgins”. El 28 de julio de 1821 en asamblea de Lima se declara la Independencia del Perú y el 3 de agosto San Martín asumió el mando político militar de los departamentos libres del Perú, bajo el título de Protector. En 1822 San Martín crea la flota peruana. Las fragatas españolas “Prueba” y “Venganza” que habían estado al servicio de España en diciembre de 1821 adhieren al gobierno de San Martín y en marzo izan bandera peruana, junto a la corbeta “Alejandro”. Se suma a la Expedición al Perú la flotilla del capitán Hipólito Bouchard con la fragata “La Argentina” y tres naves más.
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Almirante Cochrane desconoce autoridad de San Martín y se apodera de fondos peruanos: El 15/9/1821 Cochrane con la excusa de que lo obtenido de las naves apresadas por sus buques, era una cuestión aparte de los sueldos adeudados por San Martín, decide apoderarse de los fondos peruanos y San Martín le ordena abandonar el Perú. Cochrane envía algunas naves para Chile y parte con dos naves para el norte. En mayo de 1822 Cochrane enojado con San Martín apresa la nave peruana “Moctezuma” que luego devuelve. Cochrane desde su llegada logra atemorizar a la flota española y a los puertos del Pacífico, a tal extremo de exigir registro de las naves que comercian en ese océano, por lo que será juzgado más adelante por la Flota Real Inglesa. Sin embargo, en mayo de 1822 da por terminado su accionar en el Perú y vuelve a Chile, por un tiempo. Corbeta “Araucano”. En octubre Chile compra la corbeta “Araucano” de 270 Tns. (Ex “Columbus” de 16 cañones) al mando del capitán Carlos G. Wooster, que ofrece sus servicios. A fines de 1822 el general San Martín por 28.000 pesos compra la corbeta “Limeña” y el bergantín “Pezuela” que fue rebautizado como “Balcarce”, asimismo compra el bergantín “Belgrano”, y la goleta “Castelli”. San Martín para dominar el mar desde junio de 1822 crea la Flota Peruana. En poco más de cinco años crea dos flotas.
*Cap. José Vicente Valdez Tritti (1931-2010) Miembro Académico, Historiador y “Ciudadano Ilustre del Partido de Gral. San Martín”.
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SAN MARTÍN EN BÉLGICA
CARLOS A. BARBERA*
Este período se extiende desde septiembre de 1824 hasta agosto de 1830 y es uno de los menos conocidos de la historia sanmartiniana. Cuando San Martín se instala en Bélgica, Mercedes Tomasa queda en Londres en el Hampsteal Collage, prestigioso pensionado para señoritas y bajo la tutela de la esposa del comodoro Peter Haywood, familia muy respetable que la ama como propia hija. Siete meses atrás, el 10 de febrero de 1824 se había embarcado en Buenos Aires, en el Navío francés “Le Bayonnais”, con el objeto de educar a su hija en Europa. Pero hay también otros propósitos patrióticos cuando dice: “Espero que este viaje no sea inútil, trabajaré en afirmar la independencia todo lo que me reste de existencia.” A mediados del año 1824, San Martín que estaba instalado en Londres en un pequeño departamento frente al Regent`s Park; había hecho un breve viaje a Bélgica, seguramente para conocer las condiciones de vida en este país. Lo hizo en el paquebote a vapor “Talbot”, acompañado por su antiguo compañero de armas y padrino de bautismo de Mercedes, José Antonio Álvarez de Condarco, con quien se alojó en el hotel Flandes de Bruselas. Lo cierto es que la estadía del Libertador en suelo belga no pasó desapercibida. El 15 de septiembre de 1824, los belgas leyeron en el periódico “Mathiev Laensberg”, de Bruselas, esta noticia: “Le géneral San Martín est arrivé hier d´Ecosse.” En su segundo viaje a Bruselas, San Martín se habría alojado, al llegar en el hotel de la Croix Blanche, ubicado a unas cuatro cuadras de “La Grande Place”. Poco después se trasladó a una casita de campo, en las afueras de la ciudad. Poco a poco su vida se va haciendo más sedentaria y, al cabo de un año en Bruselas, cuenta en carta a su amigo Guido: “Solo
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le diré que paso por un verdadero cuáquero… vivo en una casita de campo a cuadras de la ciudad. Ocupo mis mañanas en un pequeño jardín y en mi taller de carpintería; por las tardes salgo a paseo y por las noches en la lectura; he aquí mi vida.” Mercedes Tomasa continúa en Londres. San Martín cumplió los objetivos de su viaje con la esmerada educación que su hija recibió en Londres y luego completará en Bruselas. A pesar de sus propósitos el gran capitán no pasa desapercibido en Bélgica. Pocos meses después de su segunda llegada, el 19 de Enero de 1825, el periódico “Le Belge Ami du Roi et la Patrie” (La Bélgica amiga del rey y de la patria), que aparecía en Bruselas, trae la noticia de que se había emitido la primera de una serie de diez medallas, ordenadas por el gobierno por las efigies de hombres ilustres. Dice la publicación, destacando además la semejanza perfecta de un general extranjero justamente célebre, el general San Martín, tan conocido en la revolución española del sur. Este trabajo había sido realizado por el célebre artista belga Jean Henri Simon, el grabador del rey. En la medalla se representa a San Martín de perfil, con el uniforme de gala de protector del Perú. En la casita de campo San Martín vivió en compañía de su hermano Justo, que hasta entonces se encontraba en París, ya retirado del ejército español. Justo de San Martín fue el aristócrata de la familia; había pertenecido a la Compañía Americana del Regimiento de Guardias de Corps, donde para ingresar debió probar su “limpieza de sangre”. En la misma época San Martín posó para otro famoso artista belga, Fracois Joseph Navez, aparece en este óleo en traje civil, vistiendo un levitón negro, con cuello levantado, chaleco blanco y corbatón negro. Este retrato perteneció a la nieta Doña Josefa Balcarce y San Martín de Gutiérrez de Estrada, quién le obsequió a Monseñor Juan Nepomuceno Terrero y Escalada, Obispo de La Plata, el que, a su vez, lo regaló al gobernador de la provincia de Buenos Aires, don José Luis Cantilo, cuyos herederos lo vendieron al Museo Histórico Nacional, en donde se encuentra actualmente.
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En ese año 1825, San Martín realizó dos viajes a Londres para visitar a su hija. En el segundo viaje del mes de agosto, regresa con Merceditas, que a partir de entonces continuó su educación en un Colegio para señoritas de Bruselas. San Martín escribe entonces unas normas relativas a la educación de su hija, se las conoce como “Máximas para mi hija”. A partir de 1825 se hace frecuente el intercambio epistolar de San Martín con sus amigos americanos, especialmente con Guido, Álvarez de Arenales y O´Higgins. En 1826 se inicia una nutrida correspondencia con el general Guillermo Miller, militar inglés que se había incorporado en 1816 al Ejército de los Andes. Miller preparaba sus “Memorias” y, en sus cartas, consulta reiteradamente a San Martín sobre diversos episodios de la campaña del Ejército Libertador. Para esta época comienza el peregrinaje de americanos a la casa del ilustre General. En 1827 llega hasta Bruselas, don Hilarión de la Quintana, militar, tío de la esposa de San Martín. El Libertador ha comenzado a sufrir aprietos económicos, cuyas causas explica en cartas a Bernardo O´Higgins: “A mi llegada a Europa puse los fondos en el Empréstito del Perú, no solo los diecinueve mil pesos librados a cuenta de mi pensión, sino seis mil más de mi dinero, para con sus réditos, unido a lo que me producía mi casa de Buenos Aires, poder sostenerme en este país. El Perú suspendió el pago de los dividendos, mi renta de la finca era nominal, porque con la circulación del papel moneda y la guerra con Brasil, está el cambio sobre Londres a 16 peniques, en lugar de 50 que estaba anteriormente; en tan triste situación he tenido que vender a un vil precio”. Luego le explica que solo cuenta con la pensión de nueve mil pesos anuales que le asignara el gobierno de Perú y que con frecuencia se le adeudan. Consciente de la situación en que se hallaba esa República, estima prudente no exigir esos atrasos y ofrecer reducir su pensión a solamente cuatro mil pesos anuales; otorgando poder a O´Higgins para efectuar esas gestiones. Las privaciones y angustias agravan las penurias en la vida austera del Libertador a tal punto, que se servía de un abono gratuito para almorzar
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en la mesa redonda de un café del centro, cuyo recorrido de quince cuadras debía cumplir diariamente. Al finalizar el año 1827, San Martín se instala en otra casa, más al centro de la ciudad sobre calle Rue de la fiancée número 1422. En 1828 San Martín recibió en Bruselas, la visita de don Luis Delpech, agente confidencial del conde de la Ferronnays, Ministro de Negocios Exteriores de Francia. Delpech lo consultó sobre diversos aspectos de la política americana. Este episodio revela que la estadía de San Martín en Bélgica despertaba interés en Europa. El 10 de octubre de 1828, San Martín contesta a Miller, explicándole que el retrato que le había solicitado para el libro de sus memorias, estará concluido en la semana siguiente. En la misma carta dice también que la litografía original la había realizado el artista Jean Baptiste Madou, belga nacido en Bruselas el 8 de febrero de 1796. Este retrato es el más conocido de San Martín, con uniforme militar. Su original se encuentra en el Museo Histórico Nacional de Buenos Aires. Por aquellos años recibe la noticia de la paz con Brasil, resuelve entonces viajar a Buenos Aires. Instala a Merceditas, que ya casi tiene doce años de edad, en casa de Miss Phelps, una muy respetable señora inglesa. El 21 de Noviembre de 1828 se traslada de Bruselas a Londres, donde embarca rumbo al Río de la Plata, en el Countess of Chichester, con el nombre de José Matorras, para ocultar su personalidad. Su ausencia durará alrededor de siete meses y forma una dura etapa en la vida de nuestro máximo prócer. El 17 de abril de 1829, San Martín se despide de don Gabriel Antonio Pereira, expresándole su gratitud por las atenciones que les ha dispensado durante su estada en Montevideo y le hace saber que sin pisar suelo argentino regresa al lado de su hija. Horas después, el incomparable patriota se embarca a bordo del Countess of Chichester, y regresa a Falmouth. A fines de Junio de 1829 José de San Martín ya estaba de regreso en Bruselas. Lo esperaba una sorpresa. Se trata del retrato que su posterioridad lo conoce como el “Cuadro de la Bandera”, atribuido a la maestra de dibujo de Merceditas de acuerdo al testimonio de su nieta.
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El 24 de agosto de 1830 se producen en Bruselas los acontecimientos que culminarían con la independencia de Bélgica del Reino Unido. La revolución que estalló en los Países Bajos, obligó a San Martín a dejar su residencia en Bruselas y conducir a su hija a París. Bélgica fue hospitalaria y generosa. En cuanto a permanencia, el segundo país en el largo, aunque voluntario exilio. En Bélgica completó la educación de su hija y sus artistas lo inmortalizaron en el bronce, los grabados y la pintura.
*Carlos A. Barbera Profesor nacional de música del conservatorio Carlos López Buchardo y Licenciado en Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de Bahía Blanca. Fue director de Bandas Militares. Autor del Himno a Rosas y la canción del Bicentenario declarada de interés Municipal. Académico del Instituto Juan Manuel de Rosas, publicó “El Seductor de los Pampas”.
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PUERTO “ C´est l´orage qui mène au port . . .” (Últimas palabras del General San Martín)
CNEL. ORLANDO MARIO PUNZI* Boulogne SurMer, agosto…Y un incierto responso de clarines en mi mente, tras un hondo paisaje penitente de glaciares, alud, puna, desierto ¿Chacabuco, Maipú? Sombras. Advierto detrás de la neblina transparente un destello de sables y un torrente de centauros a pecho descubierto. Ya, las tres de la tarde…Y a mi frente, dibújanse los Andes en el muerto sol de mis ojos, imprecisamente. Y desde el mar y el ventanal abierto, llega con un relámpago batiente, la tormenta final. Yo soy el Puerto. * Cnel. Orlando Mario Punzi Ingeniero, Abogado. Poeta y escritor, autor de copiosa cantidad de obras. Recibió numerosos premios. "Personalidad destacada de la Cultura" (Legislatura de CABA).
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SOLDADO ARGENTINO Dedicado a la Profesora Pina Poggi San Martín, noviembre 1984
MANUEL PALIZA* Eres, tan sólo el alma de tu pueblo; pero ¿quién te conoce?, ¿quién sabe que eres el hombre, sólo el hombre, hijo de todo santo vientre, cualquiera, de tu suelo? Hay que conocer tu historia para descubrirte; hay que descubrir tu alma para conocerte. Escondido en mil ropas en tu tierra, estás siempre presente, ¡existes! Y aunque a veces parecieras desdecirte cuando extraviadas mentes llegan a confundirte, resurges siempre el mismo, ¡existes! Y no prevalecerán las fuerzas aciagas y funestas, que ansían castrarte el alma para luego oprimirte. Hermano mío de siempre yo sé que existes;
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y sé que habrás de erguirte otra vez, como siempre, para morir de nuevo sólo por defenderme, como siempre lo hiciste; en un tiempo, del godo; después, del indio; y hoy, de los vientos siniestros que se alzan ominosos en esta tierra nuestra, a la que ni siquiera osamos llamar Patria, temerosos que suene como mala palabra. Hermano mío de siempre, me dolerá en el alma el no morir contigo la barrunta patriada; porque es triste morir así, sin gloria; morir cómodamente, contemplando el escarnio que se hace de tu imagen, y el desvergonzado insulto de tu incomprendido nombre. No obstante, hermano mío, te prometo buscarte si Dios me lo permite, para morir contigo y y salvar la conciencia, ¡mi SOLDADO ARGENTINO!
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*Manuel Paliza Comandante Mayor de Gendarmer铆a. Integrante de la Comisi贸n de Cultura de la Casa Universitaria de GSM.
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ÍNDICE Prólogo Prof. Pina Poggi
……………………………. 5
17 de agosto de 2012 Gral. Br. Diego Alejandro Soria
…………………………….. 7
Retrato del General San Martín en el marco de su tiempo……….. 11 Ana María Gammalsson Guglialmelli El mar nos une, ayer, hoy y siempre …………..………………… 31 Jorge Luis Cereseto San Martín, el estadista ………………….………… 41 Teniente Coronel (R) Horacio E. Morales Los granaderos “misioneros” Julio Ruiz Novoa
…………………………….. 49
Del cuartel del retiro al convento de San Carlos en San Lorenzo …………………………….. 69 Roberto A. Colimodio y Julio A. Romay San Martín: desde la “Ínsula Cuyana” hacia la libertad de América ……………………………... 91 Juan Marcelo Calabria San Martín y Cuyo María Mercedes Tenti de Laitán
……………………………... 109
San Martín y San Juan Miguel Ángel Licciardi
……….…………………….. 121
El General San Martín en Perú Marydeé Aguer De Seferche
……………………………… 131
San Martín y las flotas del Pacífico ……………………..……….. 137 José Vicente Valdez Tritti San Martín en Bélgica Carlos A. Barbera
……………………………… 163
Puerto Cnel. Orlando Mario Punzi
……………………………… 168
Soldado Argentino Manuel Paliza
…………………………...…. 169
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COMISIÓN DIRECTIVA AÑO 2012/2013
Presidente, Vicepresidente, Secretaria, Tesorero,
Prof. Pina Poggi, Ma. Josefina D´Ambrosio Lic. Martha Barciela Sra. Carmiña M. de Valdez Sra. Olga C. Chanyk
Prosecretaria, Pro-tesorero,
Sra. Ana Alicia Licitra Prof. Alfredo López
Vocales: Dr. Juan Dmytrow Sra. Emma Barboni Sra. Leonor N. de Zunino Of. Ppal. Diego Franco Investigador en Historia: Asesor en historia, Asesor Espiritual: Asesora Jurídica,
Dr. José Angió Cnel. Orlando Punzi R.P. Roberto de Francesco Dra. Malvina D’Ambrosio
Sub-Comisión Marcha Retiro/San Lorenzo Diego José Luis Franco, Ernesto Tomas Camps, Tomas Camps, Lucía Baylac, Adrián Alberto Spen, Miguel Zabala, Soledad Zabala, Lucía Garda, Sophia Stier Presidente Honorario, Arzobispo Monseñor Dr. Héctor Luis Villalba Socia Emérita: Sra. Haydeé Duche de Bielli
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Miembros Honorarios: Dra. Amanda Ballester Sr. Eduardo Pereira Dr. Gabriel Betancourt Mejía (Colombia) D. Agustín de la Herrán Matorras (España) Cnel. Carlos Anún Lic. Marydée Aguer Dr. Ricardo Ivoskus Sra. Beatriz Ester Rey de Butti Dr. Daniel Zorrilla Dr. Jacob Daghlian (Brasil) Dr. Norberto Frag Dr. Mario Zevallos (Colombia) Cnel. Daniel Stella Cnel. Javier Aníbal Marturet Cnel. Carlos Gustavo Carranza Prof. Ana Gammalsson