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Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio
from Ingenio Nº 16
by CICCP Madrid
Poco más se puede añadir a todo lo que se publica habitualmente sobre una película esperada desde hace años. Si además esta consigue reunir en el mismo equipo a dos de los cineastas más espectaculares de la historia del cine, el caudal de tinta que recorre los periódicos, las revistas y las notas de prensa se convierte en un torrente difícil de laminar.
Steven Spielberg y Peter Jackson pertenecen a generaciones diferentes pero tienen mucho en común. El primero ya demostró hace tiempo, y sigue haciéndolo, que es uno de los grandes maestros del cine. El segundo tiene una trayectoria absolutamente reconocida y todavía se esperan de él grandes cosas. Desde luego, si alguien podía atreverse con la adaptación a la gran pantalla de un personaje de comic tan legendario como Tintín (después de algunos intentos previos fracasados) eran ellos dos, y formando una dupla en la que, con un proyecto de trilogía, Spielberg dirige la primera mientras que Jackson la produce, se cambian los roles en la segunda, y para la tercera no desvelan todavía quién será el director, aunque con toda seguridad, ninguno de ellos dos.
El resultado de esta primera entrega es fantástico desde el punto de vista cinematográfico. La técnica utilizada, “mo-cap” (captura de movimiento), ha sido mejorada todavía más y las expresiones faciales y el movimiento de los ojos es verdaderamente sorprendente. La recreación de escenarios como el océano o el desierto, tan difíciles de resolver siempre, deja patente la calidad del equipo del que se han rodeado, y las transiciones entre secuencias son auténticas perlas, así como el auto-homenaje que se hace Spielberg y que, por supuesto, no desvelaré. ¿Y qué decir de los créditos iniciales? Todo un elogio a los “genéricos” que vivieron épocas de esplendor y ahora son siempre muy bienvenidos.
En lo que a nosotros nos toca, Spielberg nos regala la escena más espectacular de la película. Rodada a modo de plano secuencia, la persecución por las calles de la imaginaria ciudad marroquí de Bagghar comienza en lo alto de la misma, en el Palacio de Omar Ben Salaad, construido junto a una temeraria presa cuyas compuertas de los aliviaderos destroza (sin querer) el capitán Hadock y sirve como pistoletazo de salida a un loco y maravilloso correcalles.
El guión consigue trenzar una sola historia con el material de tres de las aventuras de Tintín en papel y el ritmo de la película es tan trepidante que al espectador le cuesta encontrar momento para pestañear. Esta es una de las pocas pegas que ponen los tintinófilos más puristas, que Tintín lleve una vida más parecida a la de Indiana Jones que a la de un sagaz periodista aventurero que resuelve misterios ayudado siempre por su fiel Milú. Pero, no nos engañemos, el mismísimo Hergé hubiese quedado más que satisfecho con esta adaptación. •