La Soldadera, Nueva Época, Número 86

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La S ldadera

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P R O F U N D O

Suplemento Cultural de “El Sol de Zacatecas”

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Número 86 / Nueva Época / Año 5 / Domingo 20 de noviembre del 2016

Postales LUIS M. GÓMEZ WULSCHNER COLECCIÓN


La S ldadera

Mario Vázquez Raña Fundador Paquita Ramos de Vázquez Presidenta y Directora General

E J E R C I C I O

P R O F U N D O

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I D E N T I D A D

Yolanda Alonso Coordinación editorial / Miguel Ángel Cid Edición y diseño

Contacto: alonsyolanda@gmail.com

La Soldadera

Gerardo de Ávila Director Juan Francisco González Marín Jefe de Redacción Roxana Herrera Editora de Sociales

Imagen de portada Museo Zacatecano Colección Luis M. Gómez Wulschner

Este suplemento se produce como parte de las actividades de difusión de la cultura local y regional que realiza Policromía Servicios Editoriales.

No. 86

Vértigo Por Alejandro García

La Conquista fue de una calma cruel. El primer beso, un instante ubérrimo y letal. Los paseos llevaron a cabo la segunda parte del asedio. Al tocarla, no sólo se fundió, también sintió que un rayo lo partía. La lucha cuerpo a cuerpo fue prolongada y tensa. En un segundo se precipitaron las ansias de ambos. Después, la memoria se negó a convertirse en recuerdo, se quedó en emoción y vértigo y temblor: el punto de fuga eterna y de nostalgia, de la carne tremolar.

Nuit Por Ruth Castro La noche es una luz de semáforo en forma de pacman que se come a los otros círculos rojos hasta que cambia a verde y puedo acelerar aunque haya charcos aunque se patinen las llantas aunque no sea la dueña del coche porque además no quiero que nada me pertenezca ahora la noche es un sombrero —ya lo dijo otro— un sombrero solitario de fieltro negro que vaga hacia un camino sin rumbo un sombrero que lleva un cuerpo prestado la noche está para lo que no alcanza para los zumbidos y los ruidos saltamontes para lo que no se asoma de día y, ¿por qué no? para los deseos que están debajo de la capa de tejido resistente y flexible que cubre y protege el cuerpo la noche es la espera en mí tus palabras resonando la noche es la espera un encuentro imaginario enlaza distancias he de querer a la noche para que deje de ser la suspensión del tiempo


Sin título / Acuarela 14.8 X 20 centímetros, 2016 / Miguel Ángel Cid

Antrofobia Por Filiberto García

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reí simpatizarle desde la secundaria, en el salón decían que nos amábamos en secreto y que a pesar de que no lo confesáramos el amor escurría de nuestras mochilas. Hace un año que me divorcié y mi esposa cargó con los niños, dos para ser exacto, y me dejó solitario, con el abogado que puntualmente recoge la mensualidad y el perro que no come otra cosa que tortillas con huevo. Buscaba el libro de Lobo Antunes Yo he de amar a una piedra en una librería que está por el centro histórico. En varias ocasiones rechacé la ayuda del personal de la tienda. En realidad llevaba meses intentando encontrar el libro de Lobo, pero siempre me topaba con otro autor que me convencía y marchaba olvidando la búsqueda. Mi exesposa siempre se quejó de mi carácter flemático, de esa capacidad innata de abandonar las tareas a medio camino. En esa ocasión me llamó la atención el libro de Octavio Paz, era una antología de varios ensayos. Lo tomé, leía cuando alguien me tocó el hombro. Era ella, con los pechos más grandes, la mirada osada y las pantorrillas descomunales que siempre la caracterizaron. En las manos traía el libro de Lobo Antunes. Me sentí personaje de novela, todas esas coincidencias me parecían horribles. Cómo no querer a una persona que trae tantos recuerdos encima. La saludé con frases comunes, mismas que hubieran utilizado cientos de extraños, un camarero, quizá. No me porté a la altura. Le conté de la coincidencia del libro, ella sonrió y tendiendo la mano murmuró “Te lo regalo”. Paseamos por las calles sin motivo aparente, me contó que nunca se casó, que era profesora de primaria y los compañeros de trabajo eran una bola de patéticos sin aparente cura. Era extraño lo que escuchaba e intenté desenmarañar la madeja. La cuestioné acerca de varias preguntas claves y caí en la conclusión de que sería bueno establecer una relación con ella. En realidad no sé lo que pasó, tal vez tanta franqueza la espantó. Le dije

que me había divorciado, que tengo dos hijos y soy un escritor a quien no le dan ni medio centavo por los cuentos que inventa, que para sobrevivir doy asesorías de literatura y escribo reportajes para la revista Nauseas, publicación desconocida hasta para mis amigos cercanos y quienes cuando me ven decaído mienten diciendo que estuvo genial el último ensayo que publiqué. Cuando escuchó lo de mis hijos cambió el semblante por minutos, pero al paso de la charla parecía que nada le importaba más que entablar una relación formal. La cité en el cine, en el mejor restauran, pero definimos después de varias ofertas que el mejor lugar era mi departamento dentro de una semana. Yo me fui encantado, reconstruí el lugar, pinté la recámara y la sala esa misma noche y lo adorné con muchos detalles cursis que intuí le gustarían, porque el amor hoy en día es un acto de inversión, en pocas palabras de economía, de compraventa, de intercambio. Fui por ella a la casa. Llegamos al departamento, al ver mi decoración fingió que le gustó mucho la sorpresa, pero en ocasiones los gestos revelan lo que las palabras callan. Cenamos y la percibí retraída, con la mirada siempre en la ventana y las respuestas saturadas de monosílabos. No comprendía su actitud. Así que decidí arrojar la estocada final. Sin decir palabra fui a la recámara y tomé el ramo de flores enormes, era una réplica del regalo que le hice a mi exesposa la noche en que nos comprometimos. Nunca imaginé la reacción que tuvo. En cuanto le puse las flores frente a la cara se paró impulsada por una fuerza extraña, tan rápido que me golpeó la quijada y caí tendido sobre el piso. Se tomó la garganta y salió vomitando. Un tanto adolorido la vi marcharse, resbaló con su propio vómito, luego se levantó apoyándose en la pared y se marchó con el vestido manchado y los zapatos en la mano. Días después le marqué al teléfono, no respondió, fui a su casa y los vecinos me dijeron que se había mudado. No sé qué hice mal, en ningún momento fui descortés, quizá no le

agradan la flores, pero con decir “Llévate las malditas flores hubiera sido más que suficiente” *** Yo no lo amaba, de qué forma se quiere a una persona casi anciana cuando se tienen doce años, de qué forma se abren la piernas y se olvida todo. No fueron las terapias las que me ayudaron, fue el amor, el cariño que siempre le tuve, el deseo de amanecer junto a él protegida por siempre de los ancianos y las flores. Ahora que le he visto, sé que no tengo salvación, que también es mi enemigo, que al igual que la mayoría quiere ultrajarme, seducirme con esas ridículas plantas de colores que usan los hombres como billete de compraventa. Jamás imaginé que me diera flores, tan serio que lo vi, tan franco que parecía en la librería y querer engatusarme con los tontos claveles. Malditos hombres, por qué las mujeres no tenemos un mecanismo parecido al de las plantas y cuando alguien rasga nuestra intimidad soltamos un líquido que les pudra el pene, que se los agusane como ellos nos encarroñan el alma con sus caricias de a centavo. Esa tarde profesor de música me tomó por la fuerza, mamá le avisó que se retrasaría debido al tráfico, que por favor la perdonara. Él dijo que no había problema. Desde ese instante comenzó la agonía, me asustó con muchas cosas a las que todavía tengo miedo e inició el ritual. Sació sus ansias mientras el clavel que llevaba en la solapa me rozaba la mejilla derecha. El aroma comenzó a penetrar mi cerebro, desde entonces cuando huelo claveles revive el jadeo, su peso en mi cuerpo, el miembro en mi espacio de niña de doce años. Desde entonces odio a los floreros. Ahora que no tengo quién me salve, ahora que descubrí que a Alonso también le gustan los claveles y que el amor no existe, me largaré de aquí. Ojalá que nunca lo vuelva a ver, porque si lo encuentro por accidente en alguna librería juro que lo mato por haberme despertado a estos demonios que ahora ya no cesan.


Postales LUIS M. GÓMEZ WULSCHNER COLECCIÓN

Por Museo Zacatecano

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a exposición titulada “Saludos desde esta bella ciudad…Postales de Zacatecas de 1890 a 1960, colección de Luis M. Gómez Wulschner”, consiste en una muestra de 302 postales de Zacatecas a través de las cuales se podrá realizar un viaje de aventura visual al pasado y observar sitios emblemáticos de la ciudad de Zacatecas, así como de lugares particulares y otros cotidianos. La colección abarca un periodo de 70 años y en ésta se encuentran postales que fueron enviadas desde Zacatecas no solo a diferentes lugares de la República, sino también a diversos países. La muestra ha sido reunida por el Dr. Luis Gómez Wulschner a lo largo de muchos años con paciencia y esmero, motivado por el entrañable cariño que le profesa a nuestro estado. A la fecha, su colección se compone de poco más de 480 postales de entre las cuales eligió las 302 que se presentan. La exposición constituye una valiosa recopilación que se suma al acervo de imágenes que han permitido el registro visual de Zacatecas a través del paso del tiempo, para guardar la memoria de épocas pasadas.

Escaparate


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