Acto 3

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1 En 1970 Robert Smithson ejecuta su famosa obra “Spiral Jetty” y genera una enorme escultura de tierra que parece haber estado desde siempre ahí, como un elemento natural o, al menos, una antigua construcción humana. La obra quedó, absorbida en el tiempo, por el paisaje, inundándola primero y devolviéndola al público, recubierta ahora por sal. Sin embargo, esta naturalidad es aparente y, en realidad, nos encontramos ante un suceso contradictorio. Esta y otras obras de Smithson fueron ejecutadas con enorme, pesada y ruidosa maquinaria industrial, de aspecto contaminante, que no hace otra cosa sino violentar el terreno. Cuando llegue el año 2018 acabará por completo la concesión administrativa que permite la presencia de construcciones en un kilómetro del litoral de Guardamar. En ese momento, Costas ejecutará la recuperación del espacio natural, y, reproduciendo lo que ocurre en el mencionado caso de Smithson, lo hará recurriendo a la pesada y contaminante maquinaria industrial. Así, acabada la concesión, se representará el baile de máquinas, coordinado en tres pasos principales: el derribo de las construcciones con palas mecánicas, la retirada de escombros en camiones de carga y el filtrado de la arena con el tromel. Enormes máquinas que reducen a la nada cualquier recuerdo de que alguna vez allí existió algo parecido a una construcción humana .

2 La acción violenta destierra cualquier presencia y viene condicionada por un cambio de paradigma en el entendimiento de la construcción del paisaje, de su uso y de su explotación económica. Si durante los 70 se favorece la construcción casi sin límites como símbolo de progreso económico a fin de convertir un paisaje agrícola en un moderno espacio para el turismo de sol y playa, casi 20 años después se tratará de poner restricciones a ese desarrollo antes de que el mismo acabe con el valor natural y el carácter público del mismo paisaje que quiere explotar. Se trata de proteger para utilizar. De mantener un equilibrio. Entre lo natural y lo artificial, entre lo público y lo privado. Por eso, siempre se mantendrá el conflicto entre construir y proteger (incluso llegando a destruir para ello si fuera necesario). Este proceso de transición de una economía a otra (o de un paisaje a otro) no se da de forma instantánea sino que lo hace escalonadamente en el tiempo. La última de las viviendas caerá en 2018, pero hasta llegar a ese momento, la kilométrica estructura se irá vaciando poco a poco. La aplicación de la ley de costas es lenta, recurrible, llena de trabas lo que la diluye en varios años, construyendo un paisaje en transición, a medio recuperar, a medio destruir. Un paisaje lleno de ruinas, escombros. Pero pese a esto, a tener la playa llena de restos de demolición (algunos de los cuales no son visibles hasta que alguien se tropieza con ellos) y a la aparición de carteles de advertencia sobre la no utilización de la playa para el baño, los veraneantes siguen actuando como si nada, disfrutando de sus periodos estivales entre estos elementos, sin que les importe su presencia.

¿Será el encanto de la ruina?

3 A primera vista, el nuevo espacio (re)generado omite cualquier referencia al paisaje inmediatamente anterior. Pero, en cambio, no es correcto afirmar con total rotundidad que carezca de referentes en el tiempo. En realidad, todas las futuras acciones de producción del espacio natural establecen una conexión en el tiempo con los sucesos acontecidos aproximadamente 115 años antes. Entonces, los guardamarencos, liderados por el ingeniero Francisco Mira i Botella, se unieron de forma colectiva para evitar que las montañas siguieran moviéndose, creando un espacio ‘natural’ que quedaría anclado a la memoria misma del pueblo. A principios del siglo XX los vecinos se encargaron de construir la duna litoral, de fijarla mediante el uso de empalizadas de mimbre seco y otras plantas y de producir y generar una pinada que fijara las arenas e impidiera su avance. Y a partir de 2018, se volverán a repetir estos procesos y acciones. Nos encontraremos ante un remake que pondrá en evidencia que el paisaje supuestamente natural no es en realidad tal, sino modelado por la acción humana, tanto en sus labores de protección como de destrucción.

4 Eliminado y olvidado el paisaje “obsoleto” y sustituido por otro que supone un acercamiento a la naturaleza, al respeto por las dinámicas del medio, podríamos pensar (de forma lógica) que también tiene asociado la recuperación total del uso y abuso por parte del que lo desee. Sin embargo, tiende a ocurrir, que en estos paisajes naturales el equilibrio entre esos dos aspectos (uso y abuso) genere un conflicto donde priorice una de las posturas frente a la otra. Es por eso que nos es fácil imaginar como el espacio recuperado, a fin de garantizar y reducir el gasto su mantenimiento de sus recursos en el tiempo, se cierren al uso público por parte de las instituciones públicas (que vienen a ser sus propietarios legales). El paisaje queda reducido a ser un mero espacio contemplativo donde se puede mirar, pero nunca tocar. Con todo esto, no tardarán en aparecerán vallas y cierres alrededor del espacio produciendo un límite físico, una frontera. Sumando la disposición de carteles de aviso y caminos que marcan un único trayecto a través de la pinada e impidiendo que se pueda acceder y convirtiéndola en lugar de mera transición. El espacio natural, que se pensó para el disfrute global, queda limitado a una mera foto. No se podrá hacer uso total de él. Lo público se torna privativo, exclusivo, susceptible a concesionar, a alquilar al mejor postor que puede hacer suyo un trozo de playa.

Entonces, ¿de quién era la playa?

MUDAR

muertes, nacimientos


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