Revista Controversia No 190 Junio 2008

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Tercera etapa • No. 190 • Junio de 2008 Instituto Popular de Capacitación (IPC) Foro Nacional por Colombia Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep) Corporación Región Escuela Nacional Sindical (ENS) DIRECTOR Alejandro Angulo Novoa, s.j. Cinep EDITORA ESPECIAL NÚMERO 189 María Soledad Betancur Instituto Popular de Capacitación (IPC) COMITÉ EDITORIAL María Soledad Betancur (IPC) Fabio Velásquez C. (Foro) Mauricio Archila N. (Cinep) Rubén Fernández (Corporación Región) Guillermo Correa (ENS) COMITÉ CIENTÍFICO Alejandro Grimson Instituto Nacional de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional San Martín, Argentina

Jenny Pearce Universidad de Bradford, Inglaterra Margarita López Centros de Estudios del Desarrollo de Universidad Central, VenEzuela Pilar Riaño Alcalá University of British Columbia, Canadá Rodolfo Arango Rivadeneira Universidad Nacional, Colombia

COLABORAN EN ESTE NÚMERO Fernán E. González Juan Diego Restrepo Echeverri Vilma Liliana Franco Restrepo Max Yuri Gil Ramírez Clara Inés García Ana María Jaramillo Omar Alonso Urán A. Camilo Andrés Tamayo Juan David Delgado Julián Enrique Penagos COORDINACIÓN EDITORIAL Helena Gardeazábal Garzón ASISTENCIA EDITORIAL Jorge A. Cote R.

Angela Stienen

DIAGRAMACIÓN Alberto Sosa

Carlos Figueroa Ibarra

FOTOGRAFÍA Juan Diego Restrepo E., Agencia de Prensa IPC

Clara Inés García

IMPRESIÓN Ediciones Antropos Ltda.

Universidad de Berna, Suiza Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México Instituto de Estudios Regionales (Iner), Colombia David Recondo Centro de Estudios e Investigaciones Internacionales de la Fundación Nacional de Ciencias Políticas, Francia Francisco Leal Buitrago

Universidad delos Andes, Colombia Guillermo Hoyos

Instituto Pensar de la Pontificia Universidad Javeriana, Colombia

ISSN: 0120-4165 Tarifa postal reducida No. 1092 Carrera 5 No. 33A-08 Teléfono: 2456181 http://www.cinep.org.co/controversia.htm contoversia@cinep.org.co Bogotá, D.C. Colombia Revista indexada en Publindex en categoría C de Colciencias

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ÍNDICE Presentación Por Mauricio Archila Neira

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PASADO Y PRESENTE DE LAS IZQUIERDAS Venezuela: ascenso y gobierno de Hugo Chávez y sus fuerzas bolivarianas Por Margarita López Maya

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Anotaciones a la política del partido comunista Por Alvaro Delgado

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“El presente es de lucha, el futuro socialista” Por Martha Cecilia García V.

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“El maoísmo en Colombia: La enfermedad juvenil del marxismo-leninismo” Por Mauricio Archila Neira

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El ejercicio de la liberación nacional: ética y recursos naturales en el ELN Por Oscar Humberto Pedraza

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CONFLICTO Y REGIÓN La estabilidad del ELN en el departamento de Antioquia, (1998-2004). Una aplicación de las redes sociales. Por Diana Marcela Jiménez

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Las nuevas guerras y el conflicto armado en Colombia Por Teofilo Vásquez Resúmenes de artículos Colaboradores Instrucciones para la presentación de manuscritos

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Presentación Acontecimientos internacionales y nacionales ponen de nuevo sobre el tapete la discusión sobre la validez de la distinción entre izquierda y derecha en el mundo contemporáneo. El triunfo electoral del exobispo Fernando Lugo en Paraguay parece inclinar más a Suramérica hacia la izquierda, aunque ciertamente ella diste de ser homogénea –mucho va del socialismo del siglo XXI de Chávez al gobierno de Concertación de Bachelet–. La polarización política en América Latina se agudizó con el ataque de las fuerzas armadas colombianas a un campamento de las Farc en Ecuador a comienzos de marzo de este año. En sucesivos foros latinoamericanos se esgrimieron dos lecturas ante estos hechos: la totalidad de los países, con la excepción del nuestro, defendían la tesis de la inviolabilidad de la soberanía nacional y por lo tanto condenaron la invasión; mientras el gobierno de Uribe en solitario la justificaba con la tesis –aplicación de la doctrina Bush– de que la lucha contra el terrorismo no conoce fronteras. Ni siquiera un aliado de Uribe Vélez como el Alan García lo secundó en los foros aludidos y salvo algunos países centroamericanos, Uribe no ha logrado que el resto de América Latina lo acompañe en su condena de las Farc (y del ELN) como grupos terroristas. Lo que estos eventos muestran es que, así Uribe Vélez quiera anular la distinción entre izquierdas y derechas por “obsoleta”, ella está más viva que nunca. Claro a él no le conviene que esta diferencia se magnifique porque hace evidente su aislamiento continental. Presentación

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Desde el otro lado del Atlántico también se revive la polémica sobre la vigencia de la distinción política, en este caso por la conmemoración de los 40 años del mayo de 1968. Mientras miles de estudiantes de secundaria franceses se toman nuevamente las calles invocando la herencia de la mítica movilización parisina, el presidente Nicolás Zarkozy reafirma su propósito de liquidar la herencia del 68 tratando de anular la diferencia con la izquierda. En ello contó con la ayuda de Daniel Cohn Bendit, el ayer temido “Dany el rojo” y hoy defensor del olvido de 1968. Por todas partes del mundo la polémica en torno al legado del 68 se torna aguda y produce polarización política. En consecuencia, se trata de una disputa tanto por la memoria como por la vigencia de un ideario de izquierda. A dichos debates y polémicas quiere aportar este número de la revista que justamente se llama Controversia. Para ello se ha escogido como tema central la historia de las izquierdas colombianas, aspecto crucial para entender no solo los avatares de la democracia y de la construcción de Estado en Colombia en la segunda mitad del siglo XX, sino la implantación de un gobierno como el actual. Los integrantes del equipo de movimientos sociales de Cinep asumieron este reto guiados por preguntas como: ¿cuál fue la relación de las izquierdas con el país real?, ¿qué tipo de políticas y alianzas propiciaron?, ¿cómo era la vida cotidiana de militancia? y ¿qué aportaron a los colombianos en términos de una mejor vida? Para tal fin se seleccionaron las grandes vertientes ideológicas y políticas de la izquierda colombiana de la segunda mitad del siglo XX: el comunismo prosoviético, el trotskismo, el maoísmo y la experiencia político militar encarnada por el ELN.1 El dossier de la izquierda colombiana está precedido por un artículo sobre la “revolución bolivariana” de Chávez elaborado por la historiadora venezolana Margarita López Maya, integrante del comité científico de esta revista. La autora hace un recuento de la gestación del movimiento bolivariano en el seno de las 1 A los cuatro artículos que se incluyen en este número de Controversia hay que agregar el de Patricia Madariaga

sobre el M-19 que salió publicado en esta revista en el No 187 de diciembre de 2006.

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fuerzas armadas, movimiento sui generis que, sin embargo, mantiene contactos con la izquierda convencional desde los años 80. El ascenso de Chávez al poder en 1999 inicia una serie de avances electorales de este movimiento socio-político –como lo cataloga la autora– hasta el primer fracaso ocurrido en el referendo de finales de 2007. El gobierno de Chávez se radicaliza en la confrontación con sus enemigos entre 2001 y 2003, y ahora le apuesta a construir el “socialismo del siglo XXI” unificando a todas las fuerzas bolivarianas en un solo partido. El futuro de la hermana república es incierto, pero sin duda lo ocurrido allí obra como imagen invertida de lo que sucede en nuestro suelo. El primer texto que analiza una vertiente colombiana de izquierda es el referido al Partido Comunista (PCC), el grupo de más tradición histórica y la matriz principal de donde saldrán las nuevas fuerzas de izquierda. Su autor, Álvaro Delgado, hace un recuento crítico de las apuestas políticas del PCC, sus logros en relación con el mundo sindical y popular, sus interesantes intentos de conocer al país, las alianzas que establece y la infatigable actividad militante desplegada por los comunistas. Pero también Delgado –con el apasionamiento de alguien que en su momento libró batallas ideológicas– señala las limitaciones y “errores” del Partido, especialmente los derivados de la famosa “combinación de todas las formas de lucha”. Además de sus recuerdos, que sin duda cuentan, el autor recurre a fuentes oficiales y órganos de prensa partidarios así como a las voces de sus dirigentes. Por su parte Martha Cecilia García encara el desafío de reconstruir la trayectoria del trotskismo en Colombia. Se trata de un sector de la izquierda que, a pesar de su figuración política en la segunda mitad del siglo XX colombiano, especialmente en los años 70 y 80, no cuenta con una reconstrucción histórica como tal. A partir de una juiciosa lectura de los periódicos de los grupos socialistas la autora resalta el internacionalismo –un rasgo claro de este sector de izquierda–, sus aportes al conocimiento del país y al funcionamiento de sus instituciones. No en vano los herederos de Trostsky continuaron sus debates políticos y teóricos sobre el carácter del capitalismo y por ende de la siguiente etapa de la revolución. García finalmente se formula la pregunta sobre

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el efecto de los grupos socialistas no solo en la vida política nacional sino en la construcción de las subjetividades, individuales y colectivas. Similares dudas son las que orientan mi reflexión sobre la trayectoria del maoísmo en Colombia, con la ventaja de que para este sector sí existen algunos recuentos históricos. Parto de la diferenciación de dos vertientes dentro del maoísmo: el “campo ML” que se conforma en torno al Partido Comunista Marxista Leninista (Pcml) y sus desprendimientos; y el Moir. Unos y otros retomarán de forma distinta la herencia de Mao, pero con elementos comunes dogmáticos, antisoviéticos –o antimamertos en la jerga criolla– y de culto al gran “timonel” chino. Esto marca unas posturas políticas que oscilan entre un izquierdismo extremo y un sorprendente acercamiento a sectores de derecha. Por ello considero al maoísmo en Colombia como una “enfermedad juvenil” que, como ocurre con la juventud, dura muy poco. Por su parte Oscar Pedraza, desde una perspectiva antropológica, enfoca la historia del ELN en su lucha por el respeto de la soberanía nacional y de defensa de los recursos naturales y energéticos, en concreto del petróleo. Encuentra que ésta es un opción que se remonta a los mismos orígenes del grupo insurgente, nacido no por azar en el Magdalena Medio. Igualmente el autor le presta atención a la construcción de una ética de sacrificio por parte de esta organización armada –a la que precisamente perteneció Camilo Torres–, así como a la forma como el ELN estableció relaciones con las poblaciones de las zonas que pretendía controlar para construir el “poder popular”. Hasta aquí el dossier histórico sobra las izquierdas colombianas; los dos artículos adicionales lo complementan. Así el tema del ELN es abordado también por la investigadora de la Universidad del Valle, Diana Marcela Jiménez, quien intenta ver la articulación de esa guerrilla con su entorno espacial en el departamento de Antioquia entre 1998 y 2004. Por medio de sofisticados modelos matemáticos mira las relaciones entre configuración territorial, tipo de cultivos y poblamiento, de una parte, y la implantación y estabilidad de la presencia guerrillera. Así la autora

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reconoce las lógicas de asentamiento territorial del ELN y los errores que pudo cometer cuando quiso salir de sus “santuarios” históricos para expandirse. Es un modelo que según ella se puede aplicar a otros actores armados y en otros departamentos. Por último Teófilo Vásquez, investigador de Cinep, nos ofrece una reflexión sobre las “nuevas guerras”, aquellas que se viven en los últimos años bajo los efectos de la globalización. Su intención es ver la aplicación de esta conceptualización al caso colombiano. Aunque Vásquez no niega la utilidad explicativa de las “nuevas guerras”, pues nos ponen a pensar en forma diferente sobre la violencia contemporánea y las relaciones entre conflictos armados, política y economía, él termina cuestionando su uso mecánico para el caso colombiano en donde no hay propiamente un Estado “fallido”, la economía de guerra está muy ligada a la política y hay gran diversidad de dinámicas locales y regionales. Para el autor la limitación de la categoría “nuevas guerras”, más que un problema conceptual y teórico, radica en la complejidad de los conflictos en los tiempos recientes. Este número de Controversia, como es habitual, incluye la sección de crítica a recientes publicaciones de las ONG que integran esta alianza editorial. Dicho sea de paso el convenio entre las cinco ONG –Foro, IPC, Región, ENS y Cinep– está cumpliendo ya dos años y ha dado frutos. No solo se han publicado cuatro números en forma periódica y se mantiene el reconocimiento de Colciencias, aunque con el ánimo de pasar a la categoría B, sino que en este primer semestre de 2008 fuimos premiados con una Mención en el concurso de revistas convocado por Clacso al que se presentaron 46 publicaciones de toda América Latina. Este es un estímulo más para seguir reflexionando sobre nuestra realidad por medio de debates y controversias que arrojen luces en torno a su pasado y presente. MAURICIO ARCHILA NEIRA Editor especial del Número 190 - Revista Controversia Bogotá, junio de 2008

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PASADO Y PRESENTE DE LAS IZQUIERDAS

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Venezuela: ascenso y gobierno de Hugo Chávez y sus fuerzas bolivarianas* Por Margarita López Maya**

* Artículo recibido en febrero de 2008. Artículo aprobado en marzo 2008. ** Historiadora. Profesora de la Universidad Central de Venezuela.

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Introducción El ascenso de las fuerzas bolivarianas al poder lideradas por Hugo Chávez Frías en 1999 constituye uno de los casos emblemáticos del giro a la izquierda que se ha producido en América Latina. Este movimiento mostró desde un principio su vocación popular, sin embargo su origen militar, el antecedente de haber organizado el golpe de Estado fallido de 1992 y actitudes y prácticas a lo largo de los años en su gobierno, han despertado desconfianzas y polémicas sobre su ubicación política ideológica, que continúan hasta hoy. El radicalismo discursivo que ha acompañado al bolivarianismo, los rasgos carismáticos que definen el liderazgo de Chávez, lo heterogéneo de la alianza política que lo sostiene y la vocación de este proyecto y sus actores de influir tanto en el devenir político de la región, como en procesos del orden mundial, lo hacen un caso particularmente sugestivo, complejo y desafiante para el conocimiento de las tendencias políticas que se perfilan para el futuro de América Latina. En este artículo, haciendo uso de una perspectiva histórica, trataremos de contestar las siguientes preguntas: a) ¿Qué tipo de izquierda es el bolivarianismo?; b) ¿Por qué llega al poder y por qué después de nueve años sigue allí?; c) ¿Cuáles son los rasgos básicos de su propuesta alternativa de sociedad?; d) ¿Cuál es su visión y su política internacional?; e) ¿Hacia dónde

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se dirige el bolivarianismo después de la derrota de la propuesta de reforma constitucional de 2007?

Componentes sociales e ideológicos de una izquierda particular Qué significa ser de izquierda en el tiempo actual no es sencillo de determinar. La crisis de los paradigmas que orientaron a la izquierda a fines del siglo pasado (Hobsbawm, 1999), abrió un espacio para la diversidad de referentes, donde circunstancias históricas y sociopolíticas de los procesos vividos por las sociedades pasaron a tener un peso mayor que antes. El descrédito de las visiones teleológicas que orientaban los socialismos antes de la caída del muro de Berlín y el colapso de la URSS dio, así mismo, preeminencia a nuevos referentes como el de la democracia procedimental, entendida antes como valor burgués. Ahora, por el contrario, muchos la han colocado como el medio por antonomasia para construir sociedades poscapitalistas cuyos rasgos ya no están fijados de antemano (Roberts, 1998). El bolivarianismo de Venezuela, como movimiento sociopolítico, y desde 1999 como gobierno, posee particularidades distintivas, que le vienen principalmente de su origen y de las condiciones petrolera-rentísticas que caracterizan a la sociedad venezolana. Pero igualmente, el país comparte con la mayoría de los países del continente problemas que se derivan de su historia colonial común y de la ubicación periférica de sus economías en el sistema mundo capitalista actual. Por ello, la alianza de militares y civiles que ha venido gobernando Venezuela bajo la identidad bolivariana desde 1999 guarda características que pudieran encontrarse con mayor o menor énfasis en los procesos de otros movimientos del continente. El movimiento bolivariano y su líder Hugo Chávez, pertenecen a una izquierda surgida en el último cuarto del siglo pasado bajo el fragor de resistencias sociales y políticas al capitalismo en su fase neoliberal. Por la composición de los grupos que lo integran muestra rasgos de izquierda distintos a los del pasado, que se explican por la Venezuela: ascenso y gobierno de Hugo Chávez y sus fuerzas bolivarianas

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heterogeneidad de corrientes de pensamiento y organizaciones que en él anidan, que lo mantienen en permanente tensión y movilización y que le dan al liderazgo carismático de Chávez su centralidad. Podemos diferenciar al menos tres períodos distintos para caracterizarlo: En su génesis El movimiento bolivariano comenzó su gestación en los cuarteles en los años setenta, en un contexto socioeconómico caracterizado por el agotamiento del modelo industrialista de sustitución de importaciones, que poco después contribuiría a la crisis económica de 1983, inscrita en la crisis latinoamericana de la deuda (López Maya, 2003). Los problemas de la economía continuaron a lo largo de los años ochenta, sirviendo de base para una crisis global de la sociedad, que se expresaría en una creciente protesta callejera. Hito relevantes de ese escenario fueron el Caracazo de 1989, el golpe de Estado de 1992, la destitución del Presidente Carlos Andrés Pérez en 1993, el quiebre del sistema bipartidista venezolano y la emergencia de nuevos actores sociopolíticos con propuestas, líderes y estrategias para conjurar el malestar y sacar a la sociedad de esta inestable y conflictiva situación1. Los militares en Venezuela provienen en su mayoría de los sectores humildes de la población, cuyas familias vivían el empobrecimiento provocado por la prolongada crisis. Ellos, a diferencia del resto de los sectores populares, tenían acceso a educación superior de calidad en tiempos en que la educación pública se había deteriorado. Por su oficio, eran cercanos y conocían bien a las elites en decadencia. El contraste entre el gasto suntuoso y/o corrupto de éstos y la miseria que vivía una parte de los venezolanos cercano a ellos, tendió a sensibilizarlos ante las desigualdades y abusos de poder (Harnecker, 2003). Por otra parte, los militares por formación son nacionalistas, educados en el culto a Bolívar, cuyo ejército les han hecho creer que continúan. Además, en Venezuela 1 La literatura sobre la crisis venezolana es abundante. Ver entre otros, Kornblith (1998), McCoy y otros (1995)

y López Maya (2005).

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los gobiernos militares fueron la regla antes de los años cincuenta y los sectores de izquierda penetraron las Fuerzas Armadas cuando la lucha armada, dejando raíces desde entonces (López Maya, 2003). No es por ello de extrañar que desde los años setenta se fuera dando en los cuarteles la constitución de grupos de discusión y crítica, y aún de conspiración contra el sistema político (Marcano y Barrera, 2004: 78-80). Uno de esos grupos, donde estaba el joven Chávez, tomó la iniciativa en 1983 de constituirse en una organización clandestina denominada Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR 200) con el propósito de rescatar los valores patrios, dignificar la carrera militar y luchar contra la corrupción (Zago, 1992). Además de nacionalistas y bolivarianos, entre los militares también circulan ideas relacionadas con un “nacional-desarrollismo”, que se había expresado con nitidez en la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez (1952-1958) en su proyecto político del “Nuevo Ideal Nacional” (Sucre Heredia, 2007, 90). Estas ideas pretendían construir un país poderoso, cuyo eje central sería la industria militar y la industria pesada de bienes de capital, desarrollando a las Fuerzas Armadas como centro del poder y buscando que Venezuela se erija en una potencia regional. La presencia de estas ideas se expresó ya con los bolivarianos en el poder, en la unificación de las fuerzas armadas en una Fuerza Armada y su papel activo en el desarrollo nacional, características asentadas en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999 (Artículo 328) y en distintas leyes y normativas que regulan la vida militar desde entonces (ibíd., 91)2. Los vínculos civiles del MBR 200 en los inicios fueron escasos, pero con el tiempo se ensancharon e influenciaron significativamente la concepción política e ideológica del movimiento y sobre todo de Chávez. En un principio, 2

Los militares del bolivarianismo –incluido Chávez– han dado muestras de su admiración por Pérez Jiménez. Cuando éste murió en España en 2001 en la Asamblea Nacional, algunos tenían la intención de presentar un acuerdo de duelo a consideración de la plenaria. Un diputado ex militar quería rendirle honores a su general (Blyde, El Universal, 28 de junio de 2001).

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a través de familiares y amigos cercanos, los oficiales entraron en contacto con militantes de los partidos de izquierda derrotados en la lucha armada, principalmente el Partido de la Revolución Venezolana (PRV), que lideraba Douglas Bravo, el comandante guerrillero más renombrado del país. Al PRV perteneció también Alí Rodríguez Araque, futuro ministro de Energía y Minas y Presidente de Pdvsa en el primer gobierno de Chávez (López Maya, 2003). Otros contactos realizados fueron con La Causa R, Liga Socialista y Bandera Roja, (Medina, 1999, 93-95 y Garrido, 2000, 81 y ss.), pequeñas organizaciones de una izquierda radical, creadas en la fragmentación provocada por el fracaso de la lucha armada, algunos de los cuales siguieron justificando la necesidad de la violencia para alcanzar el poder y hacer la revolución. De estos grupos, los bolivarianos tomaron la idea de una alianza cívico-militar como la base política capaz de impulsar un cambio revolucionario para la sociedad (Bravo y Melet, 1991; Marcano y Barrera, 2004). El símbolo del árbol de las tres raíces, eje de la doctrina bolivariana, –en el cual cada una de ellas corresponde al pensamiento de tres figuras venezolanas del siglo XIX: Ezequiel Zamora, Simón Rodríguez y Simón Bolívar–, provino del PRV (Bravo y Melet, 1991; Garrido, 2000, 61). Sin embargo, tanto el MBR 200, como el Movimiento Quinta República (MVR) en el cual devino, y en especial Chávez, han logrado un manejo de los símbolos e imágenes nacionalistas para distintos propósitos políticos, que es novedoso y que se convertirá en una de las claves de su éxito en las campañas electorales de 1998 en adelante (López Maya y Lander, 1999 y 2000). Dentro de la izquierda venezolana derrotada surgieron agrupaciones que terminaron por rechazar la vía violenta para tomar el poder y reconocieron a la democracia procedimental como parte necesaria para el cambio socialista. Son los casos del Movimiento al Socialismo (MAS) y La Causa R (LCR), los desmembramientos más importantes del Partido Comunista de Venezuela (PCV) que se incorporaron a la política institucional. El MAS había logrado presencia importante en el sistema político. LCR tuvo protagonismo en los años noventa después del Caracazo, donde alcanzó poder en gobiernos municipales 16

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como Caracas y Puerto Ordaz y gobiernos regionales como el del estado de Bolívar. Estos partidos nutrieron al movimiento de ideas y propuestas concretas para poner en práctica formas de participación directa en la gestión pública (López Maya, 2005). Adicionalmente, prominentes intelectuales y activistas no pertenecientes a estos grupos, pero también de izquierda, fueron contactados o irían acercándose a los militares bolivarianos después del fallido golpe de Estado de 1992. Son los casos de Luis Miquilena, José Vicente Rangel, José Rafael Núñez Tenorio, y figuras universitarias como Luis Fuenmayor, Héctor Navarro y Jorge Giordani, que han ocupado cargos relevantes en los gobiernos de Chávez. Si bien en esa época, el bolivarianismo ha incorporado grupos y personalidades civiles no vinculados a la izquierda, entre los que se destacan Jorge Olavarría, Alfredo Peña y Ernesto Mayz Vallenilla, éstos terminaron alejándose o siendo expulsados. Alfredo Peña, por ejemplo, se desempeñó como miembro de la Asamblea Constituyente en 1999 y alcalde metropolitano de Caracas a partir de 2000. Luego se distanció y pasó a formar parte de la oposición más radicalizada. En el primer período de gobierno Con miras a la campaña electoral de 1998, el MBR 200 creó el MVR, como estructura electoral que le permitiría hacer, sin contaminar su vida interna, alianzas y concertaciones con grupos y organizaciones de signo político ideológico diverso que deseaban apoyar la candidatura de Chávez3. Los éxitos electorales del MVR en sucesivos procesos entre 1998 y 2000 terminaron por crear las condiciones para que el MVR suplantara al MBR 200 como partido del movimiento (López Maya, 2005). A diferencia del MBR 200, el MVR era una estructura electoral vertical y centralizada, al servicio de la candidatura de Chávez, sin espacios de debate, ni pretensiones de formar ideológicamente a sus miembros. Su heterogeneidad era aún mayor al del MBR 200 imprimién3

Entrevista realizada a Nuñez Tenorio en 1996.

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dole luego al gobierno esta confusión y permitiendo una gestión con políticas donde el componente personal de la autoridad se hacía determinante. Pese a los esfuerzos que en distintos momentos hicieron Chávez y otros dirigentes para cambiar la dinámica electoral del MVR, creando condiciones para que emergiera un partido de masas con una dirección colectiva, esto no ocurrió. No sólo el creciente personalismo y concentración de poder en la figura del presidente producía una acentuada asimetría entre él y otros líderes, también se combinaban otros factores que reforzaban estos desequilibrios, como la variedad y heterogeneidad misma del movimiento, que colocaba a Chávez como el único capaz de mediar o acallar las diferencias internas, lo que reforzaba el carácter imprescindible del líder e imprimía a la acción de gobierno las directrices ideológicas de éste. Las confrontaciones políticas vividas por el gobierno entre 2001 y 2002 fueron otro factor que reforzó las tendencias personalistas, “cesaristas” y concentradoras de poder (Biardeau, 2007). El MVR fue en el primer gobierno de Chávez principalmente un instrumento electoral, estrechamente dependiente del capital político del presidente y con escasa capacidad de armonizar las corrientes ideológicas que conviven en el seno del movimiento. En 2001 las permanentes tensiones entre los partidos de la alianza con el MVR provocaron una división en el MAS. Una parte se retiró de la alianza y otra con el nombre de Podemos se mantuvo hasta el último año del primer gobierno cuando también tomó distancia. El PPT, que le ha dado aportes valiosos al gobierno, tanto en cuadros como en orientaciones para políticas públicas –la reforma petrolera bolivariana en buena parte se concibió allí– rompió con Chávez en 2000 por tensiones en torno a las elecciones regionales de ese año, para luego en 2001 regresar y sellar una alianza estable (López Maya, 2005). En 2007 sufrió un significativo debilitamiento y desdibujamiento cuando una porción de su dirigencia se separó para incorporarse, a instancias del Presidente, en el Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv). La mayoría de los otros partidos de la alianza, salvo el PCV, todos de poca significación electoral, y muchos de ellos creados para apoyar al Presidente en los años 2001-2004, se disolvieron en 2007 para integrarse al Psuv. 18

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Los militares del MBR 200, en situación de retiro o desincorporados después de los golpes de 1992, se incorporaron al MVR. Tanto estos militares como los activos han tenido una visibilidad en el gobierno mayor que en los gobiernos posteriores a 1958. El golpe de Estado de 2002 y sobre todo el paro petrolero de diciembre 2002-febrero 2003, reforzó la importancia de los militares, activos y retirados, en la supervivencia del movimiento, lo que ha redundado en una acentuación desde entonces de rasgos militaristas en el funcionamiento de la administración pública. Ocupan posiciones de gobierno en todos los niveles, en entes nacionales y empresas del Estado, en gobernaciones y alcaldías. En las elecciones regionales de 2004, ocho de los veinticuatro gobernadores electos provinieron del mundo militar y en los gabinetes de Chávez figuraron todos estos años militares de la misma o cercana generación del Presidente como los hermanos Cabello (Diosdado y David), Luis Alfonso Dávila, Lucas Rincón, Ramón Rodríguez Chacín, Jessie Chacón, José Gregorio Vielma Mora y Jorge Luis García Carneiro. En los niveles medios los militares activos son más numerosos, se estima que hoy pueden controlar unos 18 ministerios (Sucre Heredia, 2008). Durante este primer gobierno se produjeron separaciones de militares del movimiento y algunos retornos. Destaca el caso de Francisco Arias Cárdenas, fundador del MBR 200, quien rompió con Chávez y fue el candidato presidencial por grupos opositores en 2000. Se reconcilió en 2006 con el Presidente, siendo designado represente del gobierno ante las Naciones Unidas y más recientemente vicecanciller para América Latina. Durante el golpe de 2002 oficiales que ocuparon posiciones prominentes en el gobierno tuvieron papeles protagónicos. Junto a los militares, el bolivarianismo cuenta con numerosas organizaciones populares, algunas autónomas del Estado y existentes antes del ascenso de Chávez, pero la mayoría impulsadas por el gobierno para su defensa y la del Presidente. Estas organizaciones compensan la debilidad del MVR y de los partidos de la alianza y garantizan la permanente movilización que caracteriza el modelo político bolivariano. Entre las organizaciones que respaldan al bo-

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livarianismo, las más importantes desde el punto de vista político han sido las fundadas por el Presidente. Entre ellas se encuentra los Círculos Bolivarianos, constituidos en los primeros años de gobierno, que jugaron un papel destacado al inculcar los contenidos de la Constitución de 1999 en sectores populares y al defender al Presidente durante el golpe de Estado y el paro-sabotaje petrolero; y las Unidades de Batalla Electoral (UBE), impulsadas por Chávez durante el referendo revocatorio presidencial de 2004. Entre los movimientos sociales destacan los indígenas y afro-descendientes, fortalecidos por el apoyo y el reconocimiento que el Estado ha hecho a sus derechos. Entre las organizaciones populares que respaldan el proyecto se encuentran desde grupos autónomos y de vieja data como los Tupamaros y Alexis Vive en la zona popular del oeste de Caracas, organizaciones creadas desde el gobierno como los Comités de Tierra Rurales y Urbanos, y Consejos Comunales, pasando por las organizaciones de sectores de trabajadores informales, mujeres y grupos espontáneos para enfrentar coyunturas particulares (Hansen y Hawkins, 2004; López Maya, 2005; García Guadilla, 2006; Nava, 2007). En dirección al socialismo del siglo XXI Después de la avasallante victoria electoral del Presidente en diciembre de 2006, Chávez lanzó una nueva fase del proceso de cambios que calificó de transición acelerada hacia el “socialismo del siglo XXI”. Como parte de los pasos estratégicos para alcanzar este fin llamó a crear el Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv) y demandó la disolución de todos los partidos de la alianza, incluido el MVR, advirtiendo que de no hacerlo, deberían irse del gobierno (Chávez, 2006). La nueva etapa del bolivarianismo significó la intensificación de las pugnas en la siempre conflictiva vida interna del movimiento. Los partidos Podemos, PPT y PCV se negaron a su desaparición, lo que se tradujo en agresiones, tensiones y conflictos con el Presidente y otros grupos a lo largo de 2007. Ello contribuyó al revés electoral en diciembre de la reforma constitucional.

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La reforma impulsada por el Presidente –derrotada en las urnas–, buscaba adecuar las instituciones del Estado a un modelo socialista que se dijo inédito y “endógeno”. El rechazo de sus contenidos produciría rupturas relevantes como la del partido Podemos y la del general Raúl Isaías Baduel. Adicionalmente, el proceso de intensa movilización que fuera impulsado a lo largo del año por el gobierno para asegurar el triunfo en ese referendo, acentuó actitudes de sectarismo e intolerancia en el bolivarianismo, lo que terminó por ahondar la ineficiencia gubernamental y debilitar su popularidad. El modelo socialista que comenzó a emerger en los artículos modificados de la Constitución de 1999 presentados por el Presidente a la Asamblea Nacional en agosto de 2007, –los cuales examinaremos en el siguiente acápite–, junto a los otros que en la discusión parlamentaria se agregaron, reveló cambios en las orientaciones del proyecto sociopolítico de la democracia participativa y protagónica del primer gobierno bolivariano. Al perder el oficialismo el referendo aprobatorio en diciembre estos contenidos quedaron, por lo menos en lo inmediato, diferidos. La separación en noviembre de ese año del general en retiro Baduel, fundador del MBR 200, quien jugara un rol prominente en el contragolpe militar que facilitó el retorno de Chávez el 13 de abril de 2002 y fuera ministro de la Defensa hasta julio de 2007, fue un hecho relevante que evidenció una grieta en las filas del bolivarianismo militar. A su salida del despacho de la Defensa, Baduel había alertado sobre la necesidad de un socialismo netamente venezolano, democrático, que evitara los errores del pasado, aludiendo a las experiencias socialistas, en particular a la Unión Soviética, que dijo haberse transformado en un capitalismo de Estado (Baduel, 2007). En noviembre, expresó su rechazo a los contenidos de la propuesta y llamó a votar en contra (El Nacional, 7de noviembre de 2007)4.

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Algunos vieron en sus declaraciones amenazas veladas de golpe (Gratius y Tedescoe, 2007).

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Por su parte la separación de Podemos se sustentaba en que en la reforma quedaba confuso el derecho a la propiedad privada, se acentuaban rasgos estatistas quitándole poder al pueblo, era poco democrática y los tiempos para la discusión eran insuficientes para conocerla a fondo. En el debate adelantado en la Asamblea Nacional sus diputados se opusieron a la propuesta de reforma de 36 artículos adicionales y terminó en noviembre sumándose al bloque del No (El Nacional 8 de septiembre de 2007 y 7 de noviembre de 2007).

Llegada y permanencia en el poder: Chávez y la democracia participativa El movimiento bolivariano, liderado por Chávez y aglutinado en el Polo Patriótico, llega al poder en las elecciones presidenciales de 1998, galopando sobre la crisis de la sociedad, que las elites políticas tradicionales por más de dos décadas no pudieron resolver. Una economía estancada y desorientada, descomposición del tejido social por el empobrecimiento, creciente informalización de la población económicamente activa, tasas de desempleo abierto en aumento, inseguridad, corrupción, minaron las bases de la democracia construidas por partidos políticos, instituciones y factores de poder luego de la caída de la dictadura de Pérez Jiménez en 1958. Después del Caracazo de 1989, con la represión brutal que el Estado “democrático” ejerció contra las masas populares con el respaldo de partidos, empresarios y organizaciones de la sociedad civil, se consolidó el rechazo de la población a los actores hegemónicos. El desmoronamiento de AD y Copei en los años noventa abrió un espacio de oportunidades para actores emergentes y sus propuestas sociopolíticas. Los primeros actores que tomarán ventaja serán Convergencia Nacional, un movimiento electoral heterogéneo de discurso opuesto al bipartidismo, que llevará a la Presidencia a Rafael Caldera durante el período constitucional 1993-1999, y los partidos MAS y LCR que comenzaron a relevar al bipartidismo en gobiernos regionales y locales. 22

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Caldera y su Convergencia Nacional, no respondieron a las expectativas populares. Acosado el gobierno por una crisis bancaria financiera de grandes proporciones, optó por apoyarse en AD e implementar en 1996 un segundo paquete de ajustes y reestructuración, en contradicción con el discurso y las promesas antineoliberales que había sostenido durante su campaña (López Maya, 2005). Si bien tuvo un manejo político más acertado que el de Pérez al aplicar su paquete, al lograr el apoyo de sectores sociales y políticos diversos, no pudo remontar los desajustes económicos, ni conjurar el deterioro social y político institucional que continuó su curso. La continuación de la política petrolera conocida como de Apertura, debilitó al Estado en su capacidad de formular y gestionar esa industria, al colocar esa capacidad en manos del tren ejecutivo de la empresa. Si bien Pdvsa es del Estado, los intereses de ambos no son coincidentes. La Apertura Petrolera significó una reducción significativa de la capacidad estatal de recibir ingresos fiscales petroleros y se orientó por una política de aumento de volúmenes de producción en detrimento de precios, con lo cual se alejaba de la tradicional estrategia de la OPEP, la organización de países productores que Venezuela había creado en 1960 junto con Arabia Saudita y otros grandes productores del Medio Oriente (Mommer, 2003). En 1998, año electoral, se produjo un descalabro económico y fiscal provocado por la abrupta baja de los precios petroleros, atribuible entre otros factores, a la política del gobierno de Caldera. La renta petrolera cayó a bajos históricos y terminó por crear una atmósfera de frustración y rechazo a las elites tradicionales en el electorado (ver figura 1). Esto dio viabilidad en las elecciones de ese año a una salida política radical y audaz. Chávez con un discurso antineoliberal, con el ofrecimiento de freír las cabezas de las elites envejecidas y corrompidas y de sacar al país de la crisis, y apoyado en una amplia plataforma electoral constituida por agrupaciones de distinto cuño, el Polo Patriótico, ganaría con 56,2% de los votos. A partir de allí se comenzó a concretar las difusas promesas electorales de un modelo nuevo de democracia, que de espaldas a los ajustes de corte neoliberal, sacara al país de la crisis y la llevara al siglo XXI.

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Figura 1: Renta petrolera per cápita, 1950-2006 US$ 1997

Fuente: Gráfico elaborado con datos proporcionados por Asdrúbal Baptista

El proyecto bolivariano antes del golpe de Estado de 2002 La llegada de los bolivarianos al poder se produjo de manera rápida y con una plataforma política heterogénea, por lo que muchas propuestas de su proyecto eran vagas, con poca claridad y consenso sobre cómo se implementarían. Aún así, el movimiento era vigoroso, abierto y dinámico, recogiendo y expresando demandas que desde los ochenta la sociedad venía debatiendo y formulando. En la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (Crbv) se incorporaron diversas aspiraciones de cambio, que tuvieron como espacios de origen ámbitos como la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado (Copre), la lucha de calle, debates de organizaciones de la sociedad civil e innovaciones de gobiernos locales y regionales de izquierda5. 5

Entre otros ver Gómez Calcaño y López Maya (1990); López Maya, Smilde y Stephany (2002).

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Tuvo centralidad y considerable consenso la profundización de la democracia para hacerla “participativa y protagónica”. La Crbv mantuvo la autonomía de los poderes públicos y los instrumentos de la representación política liberal, pero combinándolas con nuevos instrumentos para la participación ciudadana directa y semi-directa en todos los niveles públicos y para la toma de decisiones y gestión de políticas públicas. Los partidos políticos pierden su nombre y pasan a llamarse “organizaciones con fines políticos”, expresando el rechazo que tienen los nuevos actores y la cultura política emergente en general hacia política tradicional. Se prohibió el financiamiento de los partidos con dineros públicos, una reacción a la corrupción que probará su ineficacia y negatividad en años siguientes. Para la participación política directa se incorporaron distintos tipos de referendo, las iniciativas legislativas, asambleas, asamblea constituyente, consejos locales de planificación pública entre otras innovaciones. En lo social, la Crbv amplió los derechos humanos para incluir los derechos de los pueblos indígenas a su autodeterminación y al respeto a sus culturas (Capítulo 8), los derechos ambientales (Capítulo 9), el reconocimiento del trabajo del hogar como actividad económica que crea valor agregado y el derecho de las amas de casa a la seguridad social (Artículo 88). Los militares adquirieron el derecho al voto, sin que se les permitiese optar a cargos de elección, ni tener militancia o hacer proselitismo político (Artículo 330). Reflejando una debilidad del componente civil en la nueva hegemonía, se sustrajo del parlamento el control de los ascensos militares, que pasaron a ser responsabilidad exclusiva de la institución y del Presidente (Artículo 331). En lo institucional, se reafirmó la centralidad del Estado, la vigencia del principio universal de los derechos sociales, el deber insoslayable del Estado de crear las condiciones para garantizar tales derechos. También, se reasentó la propiedad estatal del estratégico recurso petrolero (Artículo 303) deteniendo así las tendencias privatizadoras abiertas por la política de Apertura. En lo económico, se respetó la propiedad privada y se introdujo dispositivos nuevos para que el Estado impulsase la economía social y reconociese formas de propiedad colectiva. En materia internacional se señalaron principios orienta-

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dores como la democratización del orden internacional, la integración latinoamericana y la “solidaridad entre los pueblos en la lucha por su emancipación y el bienestar de la humanidad” (Artículos 152 y 153). La propuesta bolivariana se dió en un contexto latinoamericano inicialmente bastante adverso a estas ideas, donde aún predominaban enfoques neoliberales de reducción del papel interventor del Estado y privatización de servicios públicos. Lo aprobado en la Constitución dibujó los primeros trazos de un proyecto alternativo de sociedad para Venezuela. Este modelo se amplió en Las Líneas Generales del Desarrollo Económico y Social de la Nación 2001-2007, donde se diagnosticó la crisis venezolana como estructural y se propuso una estrategia holística para superarla, que consistía en alcanzar cinco “equilibrios” vinculados entre sí: económico, social, político, territorial e internacional. El objetivo último sería transformar la sociedad de una sociedad rentista a una productiva. El objetivo explícito del equilibrio económico fue lograr el desarrollo de procesos de producción aguas abajo, mediante la creación de un tejido industrial que integrase la economía interna, generase cada vez más valor agregado en sus productos, con más alto nivel tecnológico, mayor competitividad internacional, menor daño ecológico, y centrado en el propósito de alcanzar el desarrollo de una poderosa economía social que respondiese al imperativo de la justicia social. El objetivo del equilibrio social era alcanzar la equidad como nuevo orden de justicia social y base material de la sociedad venezolana. Este objetivo exigía cambiar las condiciones materiales y sociales de vida de las mayorías y construir una nueva condición de ciudadanía basada en el pleno reconocimiento de sus derechos y el ejercicio de los mismos (Lgdesn, 2001). Se trató de una visión democratizadora, que el Presidente caracterizó, influenciado por el gobierno británico de Tony Blair, como una “tercera vía” –ni capitalismo ni socialismo. En lo concreto, el desempeño gubernamental hasta 2001 arrojó modestos resultados. Hubo logros políticos, con el cambio del marco constitucional y la elaboración de leyes que institucionalizaron el principio de la participación y fortalecieron el cambio hegemónico y de elites que las mayorías del país re26

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clamaban. Ello contribuyó al aumento sostenido del caudal electoral de los bolivarianos, que pasó de controlar ocho gobernaciones en 1998 a diecisiete en 2000 (López Maya, 2005). Los cambios políticos ocurrieron, sin embargo, dentro de un clima de intensa polarización y conflicto, tanto por las importantes resistencias de sectores económicos, políticos, mediáticos, religiosos o sindicales que antes conformaban el bloque en el poder, como también por las confrontaciones permanentes del gobierno y del Presidente con gremios, intelectuales, grupos sin mayor poder en el pasado e incluso personas y partidos de la alianza gubernamental (López Maya, 2002). Estas tensiones crearon las condiciones para el golpe de Estado de abril de 2002 y los episodios violentos que caracterizaron el período entre fines de 2001 e inicios de 2003, cuando la oposición tomó un camino insurreccional para presionar la salida o renuncia de Chávez. El desencadenante decisivo de tal clima fueron las 49 leyes aprobadas con escasa consulta por decreto presidencial en noviembre de 2001, a través de la vía de una Ley Habilitante aprobada por la Asamblea Nacional. Facilitó la unificación de los grupos opositores en un frente común. Algunas de las leyes más problemáticas fueron la Ley de Tierras y Desarrollo Agrícola y la de Hidrocarburos (López Maya, 2006). El desempeño económico y social del gobierno hasta 2002 fue discretamente positivo, destacándose el viraje de la política petrolera que contribuyó a una mejoría del ingreso fiscal petrolero en un contexto de incipiente aumento de los precios en el mercado internacional (Lander, 2003). En 1999, se produjo una contracción económica del orden de -6,0% del PIB real (a precios constantes), atribuible a la continuación de procesos y políticas que eran anteriores al gobierno y que éste sostuvo. En los años 2000 y 2001, gracias a los mejores precios del crudo en los mercados y un esfuerzo de disciplina fiscal, se reinició el crecimiento de la economía de manera moderada en un 3% de variación interanual (Baptista, 2007). El discreto crecimiento de la economía en este lapso no revirtió los altos niveles de desocupación abierta que recibió el gobierno, ni retrocedieron significativamente los índices de pobreza y pobreza extrema (Provea, 1999-2002).

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Hubo un crecimiento numérico de las cooperativas como formas de la economía social, que continuará a lo largo del primer gobierno de Chávez (Últimas Noticias, 30 de abril de 2003). A fines de 2001 estas incipientes tendencias se paralizaron por la creciente conflictividad política, que desencadenó una fuga de capitales la cual afectó el tipo de cambio y todo el proceso productivo en general (Maza Zavala, El Nacional, 21 de diciembre de 2001). En el segundo semestre de 2001 diversas encuestas presentaban un sostenido debilitamiento del apoyo popular de Chávez (Consultores 21 en septiembre, Mercanálisis en octubre, Datanálisis en diciembre, entre otros, en prensa). En enero de 2002, según Datanálisis, 59% de encuestados en Caracas opinaban que debía salir de la Presidencia (El Universal, 19 de enero de 2002). Si bien las encuestadoras también se dejaban influenciar por la polarización política reinante, la áspera confrontación activaba miedos, rechazos y un debilitamiento del piso político del gobierno que esos datos reflejaban. En ese contexto, 2002 va a modificar algunos rasgos del proyecto bolivariano. El proyecto después de las insurrecciones Los sucesos del año 2002, cuando la pugna política entre gobierno y oposición alcanzó su clímax, van a tener consecuencias sobre la propuesta bolivariana. La secuencia ininterrumpida de enfrentamientos que se iniciaron con el paro cívico del 10 de diciembre de 2001, pasaron por el golpe de Estado de abril de 2002 y culminaron en el paro-sabotaje petrolero y la huelga general que se prolongó desde diciembre de 2002 hasta febrero de 2003, tuvo efectos catastróficos sobre la economía, modificando la concepción inicial del modelo alternativo de sociedad que los bolivarianos venían dibujando. En lo económico, 2002 y 2003 fueron de severa recesión. Según el BCV, la variación porcentual del PIB de 2002 respecto del año anterior fue de -8,9% y en 2003 de -7,8%. El PIB petrolero se redujo -14,8% y -1,9%. Según cálculos del Baptista, el PIB del sector petrolero no rentístico real sufrió en 2002 una reducción porcentual del -38,1% (2007). Como consecuencia del paro-sabotaje petrolero, el gobierno despidió a cerca de 18.000 empleados de Pdvsa,

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60% de los cuales eran ejecutivos de niveles altos y medios, con lo cual perdió un invalorable capital humano que no podría recuperar rápida ni totalmente (López Maya, 2006). El gobierno acentuó su previa desconfianza y distanciamiento con los sectores empresariales nacionales y ejerció una intervención creciente sobre los procesos productivos. En enero de 2005, en el V Foro Mundial de Porto Alegre, el Presidente habló de abandonar la “tercera vía” y dirigirse hacia un “socialismo del siglo XXI” (Wilpert, 2006). En 2003 el gobierno bolivariano comenzó a buscar políticas que le permitieran reactivar rápidamente el crecimiento económico y enfrentar las profundas secuelas sociales dejadas por la confrontación. Gracias al control que obtuvo sobre Pdvsa pudo adelantar su reforma petrolera, con lo cual comenzó a percibir un creciente ingreso fiscal que gastaría en soluciones sociales y económicas de emergencia. Se producen cambios del aparato productivo nacional, a través de los apoyos gubernamentales a nuevos empresarios, cooperativas y el desarrollo de una estrategia llamada de “desarrollo endógeno”. El concepto de desarrollo endógeno fue tomado de Oswaldo Sunkel, quien lo acuñó en Cepal (1991). Sunkel lo usó para referirse al desafió confrontado por las economías latinoamericanas para superar el modelo de industrialización por sustitución de importaciones con la generación de un mecanismo “endógeno” de generación de progreso técnico, que les permitiera encontrar una capacidad propia para crecer con dinamismo y productividad6. Los “núcleos de desarrollo endógeno” (Nudes) que creará el gobierno, sin embargo, están influidos sobre todo por ideas que se discuten para dar formación para el trabajo, abrir puestos de trabajo y crear unidades productivas en el sector industrial manufacturero y agrario bajo la concepción de la organización y participación popular. Por ello, si bien toma al término cepalino como préstamo discursivo, de impacto simbólico, el desarrollo endógeno al que se refiere Chávez y sus funcionarios no se basa tanto en teorías, ni es un plan preciso, 6

No es mucha la información independiente sobre los Nudes, aquí nos apoyaremos principalmente en Parker (2006)

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sino que se constituyen sobre la marcha, en la visión operativa que orienta muchas acciones del gobierno ante el acentuado déficit de empleo e ingresos de los sectores populares. En 2003, la tasa de desempleo abierto alcanzó 18,9% y en 2004, 15,1% (BCV, 2008). Las Nudes, junto a los fundos zamoramos, creados antes, y la Misión Vuelvan Caras, si bien son iniciativas distintas, están dentro de una misma búsqueda conceptual por encontrar fórmulas que fortalezcan la economía social y estimulen la participación. Iniciativas de reorganización de la producción como las Nudes, si bien cónsonas con la búsqueda del “equilibrio económico” del Plan de la Nación (Lgdesn, 2001) están así mismo íntimamente vinculadas a las metas del equilibrio social. También en 2003, comienzan a operar las “misiones”, inicialmente concebidas como operativos de emergencia para solucionar las carencias generadas por el paro petrolero en las condiciones de vida de amplios sectores pobres de la población7. Las misiones, adicionalmente, tuvieron desde sus inicios propósitos electorales, primero con vista al referendo revocatorio de 2004 y posteriormente a otros procesos que se han venido dando. Las misiones promueven estructuras de la administración pública paralelas a las tradicionales, de cuyos funcionarios el gobierno desconfía. Estas innovaciones comportan como requisito la organización y participación de las comunidades en la gestión misma del servicio o para el acceso al derecho que les ha sido negado. En muchas misiones participa la Fuerza Armada, considerada una de las pocas estructuras del Estado que funciona y dentro de la concepción de la alianza militar-civil. Las primeras misiones se hicieron bajo la asesoría del gobierno de Cuba, que en esta etapa se vuelve un socio central del gobierno bolivariano. Las primeras serían Misión Robinson I y II, dirigidos a superar el analfabetismo y permitirle a la población adulta ejercer su derecho a culminar la educación básica; Misión Barrio Adentro I, para garantizar el derecho de los pobres a la salud mediante la colocación en los barrios populares de servicios de atención preventiva, 7

Para esta parte nos apoyamos principalmente en López Maya (2006) y Maingon (2006).

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principalmente con médicos cubanos, ante la confrontación con los gremios y médicos venezolanos; y Misión Mercal I y II, para distribuir y comercializar alimentos en los sectores populares, que con el tiempo resultará en una distribuidora estatal de alimentos que satisface esta demanda a aproximadamente la mitad de la población a precios subsidiados. En la medida en que los ingresos fiscales se multiplicaban el gobierno fue ampliando estas misiones haciéndolas centrales a su modelo alternativo. Para 2006 se contaban unas 20 misiones, entre ellas: Misión Identidad, para garantizar un documento de identidad a todos los venezolanos. Misión Guaicaipuro, para el acceso de los indígenas a sus derechos; Misión Piar, para los mineros, Misión Cristo, para corregir la pobreza extrema; Misión Milagro, para servicios oftalmológicos; Misión Sucre y Ribas, para el derecho al acceso a educación secundaria y universitaria; todas financiadas con ingresos extraordinarios que ha recibido el fisco o Pdvsa por el auge de los precios petroleros. El gobierno desde 2003 creó fondos especiales que son administrados directamente por el Presidente, que a su vez, decide los montos para estas misiones. Por esta razón, la información sobre la cuantía gastada en ellas es imprecisa y dispersa (Aponte, 2006). Las declaraciones del Ministerio de Finanzas en 2006 situaron el gasto para ese año en el orden de $4,5 millardos, un 3% del PIB y un 10% del presupuesto ordinario. En años anteriores, diversas fuentes han calculado entre un 3 y 5% del PIB (ibíd.). En 2007 si bien no conocemos cifras, siendo un año intensamente electoral y de continuo aumento de los precios petroleros, debe haber permanecido en esos porcentajes o aún aumentado. La política internacional bolivariana se hizo más agresiva en su orientación panamericanista en América Latina y hacia un mundo multipolar en el ámbito internacional. Busca Venezuela mayor protagonismo en el concierto de las naciones mediante una creciente confrontación verbal con el gobierno de EE.UU e iniciativas que se sustentan en una creciente holgura financiera. Chávez exacerba el discurso anti-imperialista, que hasta entonces había sido discreto, y acentúa el acercamiento a Cuba con la cual ha establecido

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desde entonces múltiples relaciones comerciales y convenios de cooperación en diversas materias. Viaja incesantemente y establece vínculos comerciales y políticos con Rusia, Irán, China, Bielorusia. Amplia iniciativas previas como la Alternativa Bolivariana de las Américas (Alba), una propuesta de integración económica opuesta al Alca, promovida por EE.UU. Profundiza y amplía Petrocaribe con países de Centroamérica y el Caribe, constituye Petrosur para los países de Suramérica, abre Telesur, un canal que busca contrarrestar la información “imperial”. Venezuela, después de sostenidos conflictos en la Comunidad Andina de Nacionales (Can), se retira de ella y redobla sus esfuerzos para incorporarse a Mercosur. El gobierno en posesión de un recurso estratégico para las economías latinoamericanas, hace uso de él en la búsqueda de protagonismo internacional y latinoamericano.

Una segunda etapa: socialismo, reforma constitucional y la primera derrota electoral En diciembre de 2006 Chávez fue reelecto para un segundo mandato de seis años. Recibió el voto de más de siete millones de venezolanos, el 63% de los votos válidos. Fue una victoria sin precedentes. El bolivarianismo desde 1998 en once procesos electorales no hizo más que crecer, pareciendo consolidarse como la fuerza política más importante del país con un proyecto crecientemente consensual. La victoria del Presidente con esta contundencia fue posible principalmente por la combinación de un vigoroso y sostenido crecimiento económico desde 2004, acompañado por un creciente gasto fiscal en múltiples políticas sociales novedosas y participativas. Gracias al auge de los precios petroleros en el mercado internacional y a la reforma petrolera, al fisco ingresaron cantidades crecientes de renta petrolera (Ver Cuadro 1). En 2004, la economía remontó la recesión de los años precedentes con un crecimiento del PIB del 18,3%. A partir de allí, en los dos años siguientes, el PIB promedió un crecimiento superior al 10% (ver Cuadro 1). Después de casi dos décadas de estancamien32

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to, comenzaron a ceder los índices de pobreza y pobreza extrema, así como la tasa de desocupación. El Cuadro 2 trae las cifras oficiales e ilustra por qué Chávez y su movimiento obtuvieron el favor de las mayorías. Cuadro 1: PIB 1999’2006

1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 PIB (variación porcentual)

-6,0

3,7

PIB Sector Petrolero (variación porcentual) -3,77

2,25

3,4

-8,9

-7,8

18,3

10,3

10,3

-0,89 -14,22 -1,88 13,72 -1,48

-2,05

Fuentre: BCV, 2008

Cuadro 2: Algunos indicadores socioeconómicos 2003 -2006 Tasa de desocupación (%)

Hogares en pobreza (%)

Hogares en pobreza extrema (%)

Índice de Desarrollo Humano

2003

16,8

55,1

25,0

0,76

2004

13,9

47,0

18,5

0,80

2005

13,0

37,9

15,3

0,81

2006

9,9*

33,9**

10,6**

---

Año

* tercer trimestre ** primer semestre Fuente: Instituto Nacional de Estadística INE (2006)

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Estos desarrollos se sustentaron casi exclusivamente en la renta petrolera. De acuerdo con el BCV, en 2006 el 89% de las exportaciones fueron de petróleo. La relación Estado-Pdvsa con respecto a los ingresos que arroja la empresa es en 2006 que el 68% del total lo tomó el Estado y 32% quedó para la compañía. El sector petrolero representó el 14% del PIB (Pdvsa, Últimas Noticias, 21de enero de 2007). Con estos triunfos, Chávez concibe profundizar la revolución. Socialismo del siglo XXI La oferta del socialismo del siglo XXI, uno de los ejes temáticos del Presidente durante la campaña electoral de 2006, era un concepto vago asociado a valores como “la solidaridad, la fraternidad, el amor, la justicia, la libertad y la igualdad”, es decir a los ideales de siempre del socialismo. En una reunión en Viena a mediados de ese año, Chávez afirmó que no estaba predeterminado pues se trataba de “transformar el modo de producción hacia un nuevo socialismo al que hay que construir todos los días” (Wilpert, 2006). En ese sentido calzaba bien con el concepto de “significante vacío” de Ernesto Laclau, propio del discurso populista. Era un concepto “hueco”, que cada quien llenó según sus particulares demandas no satisfechas y/o sus aspiraciones8. Pero una vez alcanzada la victoria electoral, el Presidente comenzó a verter contenidos concretos. En tres discursos claves que dio en las semanas siguientes a su triunfo precisó ideas, estrategias e instrumentos conducentes a provocar la transformación profunda de la sociedad venezolana (Chávez, 2006 y 2007). El Psuv, que ya mencionamos arriba, sería el instrumento político unificador de las fuerzas bolivarianas en esta nueva etapa. Junto a éste, anunció la re-nacionalización de industrias estratégicas privatizadas por gobiernos anteriores, informó de cambios en su gabinete ministerial, reemplazando figuras centrales de su primer gobierno como José Vicente Rangel, Jessie Chacón y Aristóbulo Istúriz por militares y funcionarios que tenían una relación subal8

Según Laclau, mientras más “hueco” más fuerza de atracción tiene pues puede abarcar los más disímiles significados que la gente motivada por sus penurias y sueños quiera darle (2005).

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terna con él, pronunció como lema del nuevo mandato: “Patria, socialismo o muerte” (ABN, 8 de enero de 2007) y se explayó en la estrategia de los “cinco motores constituyentes”. Los motores constituyentes servirían, según dijo, para prender el carro que conduciría al socialismo. El primer motor estaría constituido por una Ley Habilitante, que de acuerdo con la Constitución le permitiría a la Asamblea Nacional delegar en el Ejecutivo por un período delimitado la capacidad de elaborar leyes (Artículo 203). Chávez la consideró la “ley de leyes revolucionarias, madre de leyes”. El segundo consistiría en una “integral y profunda” reforma de la Crbv, con la cual el Presidente podría, entre otros aspectos, modificar artículos que en lo económico o en lo político obstruyeran el camino hacia el socialismo. Chávez consideró que estos dos motores debían marchar juntos, y designó a la presidenta de la Asamblea Nacional, Cilia Flores, para presidir y coordinar la Comisión Presidencial de Reforma Constitucional (Cprc). El tercero lo llamó “jornada de moral y luces”, y comprendía una campaña de educación moral, económica, política y social en todos los espacios de la sociedad. Chávez denominó al cuarto motor “la geometría del poder”, donde propondría una nueva manera de distribuir los poderes político, económico, social y militar sobre el espacio nacional, para generar sistemas de ciudades y territorios federales más cónsonos, según él, con las aspiraciones del socialismo y la realidad actual. Chávez planteó como un quinto motor –y el más importante de todos– la “explosión revolucionaria del poder comunal”, según la cual se conformaría en el Estado un Poder Popular que cambiaría la naturaleza de éste y lo haría socialista. Habló de no ponerle límites a los consejos comunales, una innovación participativa que venía impulsando desde 2006, por ser los instrumentos del poder popular constituyente. Consideró que todos estos motores estaban interconectados entre sí, y que la explosión creadora del Poder Comunal dependería para su desarrollo, expansión y éxito, de todos los anteriores9 (Minci, 2007). El Presidente en varias oportunidades puso de

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Ver Minci, 2007, disponible en http://www.mci. gob.ve/alocuciones/4/ consultado el 26 de mayo de 2007.

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relieve la necesidad de “acelerar el tiempo y trascender los espacios rumbo a esta nueva era que hoy comienza”. Pocos días después, el Ejecutivo introdujo a la Asamblea Nacional el proyecto de Ley Habilitante que le daba la facultad de elaborar leyes en diez ámbitos de la administración pública durante año y medio, ley que dos semanas después sería aprobada por unanimidad y a la cual la Asamblea Nacional le incorporaría un ámbito adicional, el de hidrocarburos. Por otra parte, el Presidente también nombró a mediados de enero los integrantes de la Cprc y la Comisión Presidencial del Poder Comunal (Cppc), presidida por el nuevo vicepresidente Jorge Rodríguez (El Nacional, 19 y 20 de enero de 2007). El segundo motor: la reforma constitucional El anuncio sobre re-nacionalizaciones de empresas estratégicas como la compañía telefónica Cantv, o de nacionalizaciones, como el caso de la Electricidad de Caracas, anunciadas por el Presidente en estos discursos y poco después ejecutadas, hubieran podido llevarse a cabo sin necesidad de una reforma constitucional. La Constitución de 1999 es bastante amplia en lo que atañe a las prerrogativas que tiene el Estado para limitar por razones de interés social el derecho a la propiedad privada. En este sentido, los primeros anuncios presidenciales estaban más bien dirigidos a buscar principalmente un cambio de profundidad en las instituciones políticas con las que hasta entonces había operado. La solicitud y expedita aprobación de la Ley Habilitante por parte de la Asamblea Nacional, que abarcaba once materias legislativas genéricas, levantó mucha polémica. Era la tercera que solicitaba el Presidente y fue considerada inconstitucional por algunos, alegando que el carácter genérico de los ámbitos y el período tan largo que se demandaba violaba la función legislativa misma que corresponde al poder legislativo10. Pero, más allá de los aspectos legales, la rápida delegación de la función legislativa al Ejecutivo por parte de 10

ver http://www.juri.ucv.ve/cambioconstitu cional/pagina2.htm

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la Asamblea profundizó la tendencia a su subordinación frente a éste, o más específicamente al Presidente. Resultaba además sorprendente, que contando Chávez con una Asamblea que controlaba en su totalidad, no permitiese que este espacio funcionara para el debate en torno a estos cambios. Contradiciendo el principio bolivariano de la democracia participativa, el Presidente alegó urgencia, lo que no permitía perder tiempo en debates legislativos. La misma tendencia a acentuar la subordinación de los poderes públicos al Ejecutivo Nacional se expresó en el nombramiento de la Cprc con la integración de la magistrada y posterior presidenta del Tribunal Supremo de Justicia como Secretaria Ejecutiva, el Fiscal General y el Defensor del Pueblo como integrantes y la presidenta de la Asamblea Nacional como presidenta, además de otros funcionarios de gobierno o diputados. El decreto de constitución de esta comisión hacía explícito que debía guardar un mandato de confidencialidad con el presidente, no divulgando su trabajo sin el permiso de éste. De nuevo la iniciativa pareció ir a contracorriente del principio participativo. Hasta agosto, cuando el Presidente finalmente presentó la propuesta de reforma al Parlamento, la atmósfera se fue caldeando. En base a algunos cambios que se daban como seguros, como la reelección indefinida del Presidente, una reorganización territorial que debilitaría el principio de la descentralización y la consagración de un sexto poder, el “poder popular”, basado en los consejos comunales, juristas argumentaban que se estaba violando la Constitución de 1999, que de manera taxativa exigía la convocatoria a una Asamblea Constituyente si los cambios afectaban principios y estructuras del Estado. Denunciaban un fraude constitucional en contraposición a juristas que apoyaban al gobierno, que defendían el procedimiento y la legalidad de la confidencialidad con que trabajaba la Comisión (El Nacional, junio, 2007). El proyecto de reforma constitucional que presentó Chávez constaba de 33 artículos, que la Asamblea Nacional elevó a 69 en el breve tiempo en que lo discutió. Entre los cambios relevantes, destacaban: la reelección indefinida

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para el Presidente y un aumento del período presidencial de seis a siete años (Artículo 230); la potestad del Presidente para crear regiones especiales con fines estratégicos y autoridades especiales con el fin de garantizar la soberanía y defensa del territorio en situaciones de contingencia o desastres (Artículo 11); la ciudad como unidad política primaria de organización territorial en vez del municipio (Artículo 16); la reducción de la jornada laboral a seis horas diarias y treinta y seis semanales (Artículo 90); la creación de un fondo de seguridad social para trabajadores por cuenta propia (Artículo 87); la institucionalización de las misiones como una segunda administración pública paralela a la tradicional (Artículo 141); la creación del “poder popular” como una nueva forma del poder público, conformado a partir de las “comunidades” (núcleo espacial del Estado Socialista) (Artículo 16). Este Poder “no nace del sufragio ni de elección alguna, sino de la condición de los grupos humanos organizados como base de la población.” (Artículo 136). Otras propuestas serían la potestad del Presidente para nombrar los vicepresidentes que estimara necesarios (Artículo 125); la sustitución del Consejo Federal de Gobierno por un Consejo Nacional de Gobierno; la eliminación de la autonomía del Banco Central de Venezuela (Artículo 318); la conceptualización de cinco tipos de propiedad: social directa e indirecta, pública, mixta, privada y colectiva; la eliminación del texto que indicaba que el Estado garantiza el “derecho” a la propiedad por “reconocer” tal derecho (Artículo 115). En lo militar se propusieron varias reformas, incorporando un nuevo componente de la Fuerza Armada, la Milicia Nacional Bolivariana, cambiando el nombre de la Fuerza Armada Nacional por Fuerza Armada Bolivariana y otorgando a los militares, actividades de seguridad interna (artículo 329). La Asamblea abrió audiencias y aplicó el parlamentarismo de calle para recoger observaciones y el 2 de noviembre aprobó la nueva versión de 69 artículos. El Consejo Nacional Electoral (CNE) convocó al referéndum aprobatorio para treinta días después, es decir, el 2 de diciembre. La propuesta de reforma se dividió en dos bloques atendiendo solicitudes, ya que estaba permitido por la Constitución (Artículo 344). En el bloque A se encontraban todas las propuestas del Presidente, con algunas modificaciones incorporadas por la 38

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Asamblea, además de otros artículos. En el bloque B se incluyó la tercera parte de los artículos propuestos a modificar11. La celeridad que el oficialismo quiso imprimirle a la aprobación de la reforma suscitó confrontaciones, no sólo con las fuerzas opositoras sino con aliados políticos como Podemos, sectores militares, organizaciones sociales, personalidades, expertos e intelectuales cercanos al bolivarianismo, que hicieron visibles dudas y críticas. Destacaron la del director del BCV, D.F. Maza Zavala, que criticó la eliminación de la autonomía del BCV en los términos propuestos; la de intelectuales como E. Lander (2006 y 2007) y Biardeau (El Nacional 10 de septiembre de 2007), que argumentaron que la propuesta carecía de una definición clara sobre el socialismo, que violaba principios como el de la descentralización y la igualdad, restringía la democracia local, anulaba el “poder popular” al incorporarlo al Estado y se parecía al socialismo autoritario del siglo XX. En noviembre, como ya se señaló, Raúl Isaías Baduel criticó la reforma, considerando que de aprobarse sería un “golpe de Estado” contra la Constitución y llamó a rechazarla. El 2 de diciembre la propuesta de reforma fue rechazada. Según el segundo boletín del CNE, que abarcó el 94% de las mesas electorales, el voto por el NO fue de 4.521.494 (50,65% del total), frente al voto por el SI de 4.404.626 votos (49,34%). La diferencia fue de 1,31% del total de votos. En el Bloque B la diferencia fue ligeramente mayor. La abstención estuvo en el orden del 44% (CNE, 2008). En perspectiva comparada, el voto en apoyo al bolivarianismo sufrió una merma de 14 puntos porcentuales, casi 3 millones de votos con respecto a los resultados electorales de la contienda presidencial de 2006. La oposición por su parte aumentó su votación previa en apenas unos 211.000 votos. Más que un triunfo de las fuerzas opositoras, fue una derrota proveniente de las propias fuerzas del bolivarianismo que en una magnitud importante se quedaron en sus casas ese día. 11

No logramos averiguar el criterio que privó para separar estos artículos, salvo que la Constitución permitía votar separadamente hasta una tercera parte de los artículos propuestos.

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Causas de la derrota La estrategia de avanzar rápidamente hacia un modelo socialista con orientación recentralizadora de la administración pública, concentración de poderes en el Presidente, incorporación del partido y de las organizaciones populares en las estructuras del aparato estatal, debilitamiento de la alternancia y el pluralismo político, creación de una milicia popular, entre otros aspectos, fue una lectura audaz de Chávez del mandato popular que le fue otorgado en diciembre de 2006. Con ocho años de polarización, confrontaciones y violencias y sin adversarios importantes a la vista, ni dentro ni fuera del país, los tiempos hubieran podido parecer propicios para bajar el tono, consolidar lo avanzado, asegurar las crecientes bases políticas y abrir el debate con miras a evaluar mejor cómo seguir profundizando los cambios. Al optar por profundizar la polarización, acelerando sin consulta y hasta demandando confidencialidad de los otros poderes públicos, transformaciones significativas y polémicas, el bolivarianismo se resintió como fuerza popular y desde entonces se ha ido debilitando. Durante el complicado año que fue 2007, comenzaron a verse procesos nuevos que parecen abrir caminos para una dinámica política distinta a la hegemonía bolivariana, cuya dirección resulta aún difícil de prever. Uno de esos procesos fue el desencadenado por el cierre de Radio Caracas Televisión (Rctv) en mayo, una emisora televisiva que durante 2002 había participado de las acciones insurreccionales para derrocar al Presidente. Chávez hizo el anuncio de cerrarlo en diciembre de 2006, desde un cuartel y ataviado como militar. Después fue difícil convencer dentro y afuera del país, que no era una retaliación política sino el derecho legal que asiste al Estado de negarle la renovación de una concesión del espacio radioeléctrico a una empresa que ha violado normas institucionales. Desde que Chávez hiciera la amenaza de cierre, se produjeron protestas por grupos empresariales, organismos de derechos humanos e incluso simpatizantes del gobierno. Cuando se ejecutó la medida se dieron manifestaciones violentas y pacíficas en todo el país, emergiendo entre las turbulencias un renovado movimiento estudiantil, que ha seguido jugando desde

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entonces rol de peso como factor fortalecedor de sectores que se oponen al proyecto bolivariano. Como producto también del malestar derivado de esta reforma, sectores de oposición comenzaron a remontar la situación de fragmentación y debilidad en que habían quedado después de la fase insurreccional. Se hicieron visibles personalidades y partidos que lograron dejar atrás estrategias inmediatistas y radicales, y aunar esfuerzos para unificarse en el Bloque del NO, desarrollando acciones conjuntas. Pese al desequilibrio de la competencia electoral por el uso que hizo el gobierno de los cuantiosos recursos fiscales para su campaña, esta oposición jugó de acuerdo con las reglas. Al ganar el NO, si bien más por errores del gobierno que por méritos propios, obtuvieron dividendos que pueden ir reconstruyendo su credibilidad entre quienes se han mantenido opuestos a la alternativa bolivariana. El nuevo slogan gubernamental “patria, socialismo o muerte”, que la Fuerza Armada debe gritar como saludo desde 2007, junto a otras decisiones como la creación de la reserva, ha producido, no sólo el distanciamiento de Baduel, sino también un menos visible flujo de oficiales que han estado pidiendo su baja de la institución (Barraiz, Quinto Día, marzo). La propuesta de reducir la importancia del ejército profesional en aras de una milicia popular, es fuente de tensiones difíciles de medir con la información disponible. La campaña del SI, personalizada, enfocada en convertir la aprobación de la reforma en un plebiscito a Chávez, el obsceno ventajismo oficial, terminaron por ser un plato intragable, que contribuye a explicar por qué tres millones de simpatizantes del bolivarianismo prefirieron quedarse en casa. Otros poquitos hasta votaron por el NO. La derrota de diciembre abrió un postergado debate crítico dentro del movimiento12. A diferencia de 2007 donde toda crítica era percibida como traición, desde diciembre un sin número de análisis circulan iluminando el complejo de 12

Ver, por ejemplo, los artículos de opinión que casi inmediatamente comenzaron a ser colgados en Aporrea. Ilustran un pluralismo y sentido crítico poco visible con anterioridad a la derrota.

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factores que según el bolivarianismo produjo este revés. Además de lo defectuoso de la propuesta misma de reforma, desde Aporrea, un portal al servicio del bolivarianismo y la revolución, se señalan la creciente y peligrosa intolerancia frente a las diferencias de opinión dentro de las filas chavistas. Este talibanismo ha venido enrareciendo la atmósfera política, provocando zozobra, desaliento y desmoralización. La estigmatización de aliados políticos como Podemos o el PPT, por no querer disolverse como partidos; presiones hacia fuerzas sindicales que se resisten a perder su autonomía para formar consejos socialistas; regaños a organizaciones populares o a intelectuales que han disentido de propuestas u opiniones del presidente; expulsiones absurdas en un partido que aún no existía, pusieron en evidencia una propensión autoritaria por parte de quienes vienen concentrando poder en el proyecto bolivariano. Estas intolerancias de seguir imposibilitan que el proceso pueda corregir sus desaciertos, seguir avanzando y consolidar hegemonía. Otros diagnósticos apuntan a luchas sordas por cuotas de poder dentro del movimiento. Se menciona una “derecha endógena”, que rodea al presidente, que usa en provecho propio los recursos del Estado. Se señalan nepotismos, una boliburguesía emergente, que se aprovecha de sus contactos personales con políticos para lucrarse. Grupos armados que respaldados por autoridades actúan con impunidad, una izquierda radicalizada dispuesta a todo. Los prolíficos rumores, sean infundados o no, son el resultado de un orden político que se ha hecho cada vez más opaco en sus reglas de juego. El personalismo creciente, con su valoración de la lealtad personal, la sumisión al líder y la adulación por encima de la solvencia política, profesional y moral de quienes ocupan cargos de responsabilidad pública, ha comenzado a erosionar la confianza en el contenido progresista y democrático del régimen. Otro factor importante fue el creciente deterioro en la calidad de vida en las grandes ciudades venezolanas, en donde ganó el NO con más ventaja que el promedio nacional. Con urbes sucias, inseguras, con severos problemas en servicios básicos como luz, transporte, con las familias pobres y de clases medias sufriendo una inflación que parece sin control, con desabastecimiento 42

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de productos básicos, ningún gobierno puede ganar elecciones. Los bolivarianos ensimismados ese año en su retórica revolucionaria, descuidaron su obligación principal cual es la de gobernar, para asegurar la calidad de la vida cotidiana de los venezolanos y las venezolanas.

Como cierre: el bolivarianismo pos referendo Pasadas las primeras reacciones, que reflejaron desconcierto y emociones desbordadas, la lectura que el Presidente y sus aliados comenzaron a darle al revés se ha ido expresando en acciones que apuntan a direcciones contradictorias entre sí, aunque tienden a indicar que el gobierno busca recuperar los apoyos perdidos a través de una estrategia, que en lo esencial no altera el objetivo de avanzar hacia el modelo de socialismo propuesto el año pasado, aunque en términos tácticos se ejerzan algunas acciones y palabras de moderación y apertura. El 31 de diciembre, Chávez otorgó indultos y firmó una amplia ley de amnistía mediante la cual quedaron libres de juicios la mayoría de quienes participaron en las acciones insurreccionales de 2002 y 2003. También hizo cambios en su gabinete, que parecieron obedecer, más que a un cambio de orientación en las políticas gubernamentales, a una búsqueda de mayor eficiencia en la gestión de políticas de seguridad, abastecimiento alimentario, vivienda, comunicaciones y relaciones con las organizaciones populares, que fueron debilidades de la gestión que afectaron los resultados electorales. El 6 de enero en el programa Aló Presidente, Chávez afirmó que este año se guiaría por lo que llamó la política de las tres R: revisión, rectificación y reimpulso. Conminó a sus bases a prepararse para los comicios de gobernadores y alcaldes de diciembre de 2008 indicando que las candidaturas: “deben venir como producto de las decisiones de las bases populares y no como producto de reuniones en conciliábulos, acuerdos de un partido con el otro, y al final el dedo de Chávez”13. 13

Ver El Nacional, “Minuto a minuto”, consultado el 6 de enero de 2001.

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Chávez también anunció ese día un relanzamiento del Psuv con la preparación del Congreso Fundacional. Planteó revivir el Polo Patriótico, en señal de que se resignaba a la permanencia de otros partidos en su plataforma política, cosa a la que se había opuesto agresivamente a lo largo de 2007. Explicó que se debía dar “una gran alianza, no sólo de los revolucionarios”, pues había “que atraer a sectores empresariales, la clase media, que son la esencia de este proyecto”. Dijo que hay que dar la bienvenida a todos los sectores y hacerle la guerra al sectarismo y al extremismo, “porque la revolución tiene que abrirse”. El PPT por su parte, respaldó la nueva estrategia de volver al Polo Patriótico siempre que sea “asumida, no sólo como una alianza electoral, sino como el inicio de la construcción de una dirección política compartida y colectiva de la revolución”14. El 11 de enero el Presidente presentó ante la Asamblea Nacional su informe de gestión del 2007. En su discurso presentó las cifras más destacadas de lo que consideró sus logros en los nueve años que ha venido gobernando15. Hacia el final de este discurso, Chávez aludió a tres papeles, que, como presidente ha desempeñado, haciendo una auto evaluación en cada una. En estas reflexiones parece señalarse la lectura que ha hecho de su derrota y cómo procederá para remontarla. Un papel sería el de jefe de Estado, que el Presidente consideró positivamente evaluado, pues desde su perspectiva esta dimensión comprende acciones para colocar a Venezuela en el escenario internacional. En ese sentido enumeró iniciativas como el Alba y Petrocaribe, el canje humanitario, esfuerzos por la integración latinoamericana y caribeña, acciones por la paz, por el respeto a la soberanía, el uso de la energía como aporte al desarrollo equilibrado y justo de la humanidad. De su papael como jefe de la revolución también se mostró satisfecho. Consideró que el socialismo está sembrado en Venezuela y ya 14 15

Ver www.ppt.org.ve, consultado el 8 de enero de 2008. Nos basamos en extractos bajados del portal Aporrea consultado el 18 de enero de 2008, complementado con textos del mismo discurso tomados de El Nacional y Últimas Noticias.

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nada lo detendrá. La revolución se ha hecho en paz, respetando los derechos humanos, con “respeto a la diversidad cultural, predilección por el diálogo, valoración por la democracia participativa”. Pero donde encontró muchas debilidades fue en su papel como jefe de gobierno. Chávez habló con crudeza de lo que consideró los múltiples defectos de su gobierno. Señaló la brecha entre lo que se publicitaba y la forma en que los venezolanos palpan la gestión en la vida cotidiana. Recordó la mejoría en los indicadores de calidad de vida, pero reconoció no ser ello suficiente. Asumió su responsabilidad, pero a diferencia de cuando habló de los otros papeles, éste lo compartió junto con ministros y el resto de las autoridades regionales y locales. Mencionó la inseguridad, el desabastecimiento, la falta de planificación, la situación en las cárceles, la impunidad, la corrupción, la pesadez burocrática de la administración pública, todo ello –reconoció– ha venido haciendo perder la confianza del pueblo en su gobierno. Chávez no habló de la perversa polarización política con su carga de intolerancia hacia los adversarios políticos y hacia la misma disidencia interna de la cual su discurso confrontacional es un permanente estímulo. Tampoco mencionó nada que pudiera indicar un reconocimiento a sectores de oposición que han venido aceptando las reglas del juego político y solicitando diálogo. Esta oposición, que ha hecho esfuerzos de unificación entre sí y de separación de actores anti-democráticos del pasado, contiene una porción importante de sectores medios profesionales, que pudieran contribuir, tanto con la elevación de la calidad política de la actual democracia como con la mejoría de la gestión pública tan postrada e ineficiente. Pero el pluralismo no es un valor para el Presidente, y la polarización le ha dado dividendos, por lo cual no parece todavía preparado para abandonarla. Este cierre del informe de gestión, un mes después de la derrota, nos parece revelador de las conclusiones a las que ha llegado Chávez. Busca recuperarse en 2008 mediante un manejo más eficiente de la gestión pública, pero sin alterar su propuesta de socialismo derrotada en diciembre. Ilustrativo de esto fue su declaración en ese mismo discurso sobre que, si la oposición no lo hace, convocará en 2010

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un referendo revocatorio en su contra con dos preguntas: “1) ¿Está usted de acuerdo con que Hugo Chávez siga siendo presidente de Venezuela? Y, 2) ¿Está usted de acuerdo en hacer una pequeña enmienda en la Constitución para permitir la reelección indefinida? (con carácter vinculante)” (Últimas Noticias, 13 de enero de 2008). Estas ideas del Presidente permiten comprender algunas de sus más recientes actuaciones. En su política exterior, por ejemplo, explica la continuación de sus relaciones conflictivas con EE.UU y Colombia. Durante la presentación de su informe anual a la Asamblea Nacional, el Presidente hizo la solicitud a Colombia de otorgarle a las Farc y al ELN estatus beligerante, lo que provocó en los días siguientes fuertes tensiones con el hermano país. Esta solicitud tuvo el efecto de anular el impacto positivo que a nivel internacional había obtenido Chávez un día antes, por la liberación de las primeras secuestradas de las Farc después de años sin que esta guerrilla hubiera liberado a nadie, y fue tal la torpeza, que contribuyó a un salto de la popularidad de Uribe en Colombia en las semanas siguientes. La solicitud no recibió el respaldo de ningún país latinoamericano, ni siquiera de Cuba. En marzo, cuando el ejército colombiano atacó un campamento de las Farc en territorio ecuatoriano, Chávez inicialmente tuvo expresiones que fueron interpretadas como a favor de esta guerrilla. Tras conversaciones con otros gobiernos latinoamericanos, bajó el tono y el protagonismo, permitiendo que instancias como el Grupo de Río y la OEA se anotaran una victoria sobre las fuerzas que en la región buscan torpedear la integración latinoamericana y profundizar tendencias bélicas. Los recientes desarrollos en el Psuv indican sólo débiles rectificaciones para fortalecer una dinámica colectiva y democrática. El diputado Luis Tascón, considerado del ala extrema del bolivarianismo, fue expulsado primero de la bancada del Bloque por el Cambio en la Asamblea Nacional y después del aún sin fundar partido Psuv. El motivo fue haber denunciado ante la Comisión de Contraloría de la Asamblea irregularidades en la gestión de David Cabello en el Ministerio de Infraestructura. Los hermanos Cabello son figuras que 46

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forman parte del entorno más cercano del Presidente y son considerados por corrientes más de izquierda dentro del bolivarianismo cabezas de la “derecha endógena”. La presidenta de la Asamblea, Flores, rechazó que Tascón hiciera esas denuncias en espacios públicos y ante medios de comunicación. Ahora decidirán –dijo– qué asuntos legislativos pueden ser ventilados ante los medios y cuáles deben discutirse a puerta cerrada. Por otra parte, el Congreso Fundacional del Psuv reunido en Caracas en febrero, aprobó un procedimiento electoral de segundo grado para elegir a la dirección nacional, introduciendo un eslabón adicional donde el “dedo presidencial” redujo la lista de candidatos significativamente. Aún así, la elección de una Dirección Nacional del Psuv en marzo de 2008 proporciona al bolivarianismo una dirección colectiva relativamente legitimada desde abajo por su militancia. Las elecciones regionales y locales de noviembre de 2008 serán importantes para medir si la estrategia que sigue el Presidente y sus aliados es certera para recuperar su caudal o si por el contrario provocará la continuación del declive de sus fuerzas. Mientras tanto, el gobierno redobla sus esfuerzos por lograr el abastecimiento alimenticio, sobre todo de productos básicos como leche, pan, arroz, fuertemente ausentes en los últimos meses de los anaqueles por una combinación de factores entre los cuales cuentan la falta de planificación, ineficiencia e insuficiencia de las políticas de desarrollo agropecuario. Venezuela sigue importando cerca del 70% de lo que necesita para comer o vestirse. Las encuestas en los años recientes indican un aumento en el consumo de los sectores populares, gracias a una más efectiva distribución de la renta petrolera hacia esos sectores a través de las misiones y otras políticas públicas. Sin embargo, hoy como ayer, esto es sólo sostenible por la renta petrolera, la más alta per cápita que haya recibido Venezuela en toda su historia (Baptista, 2007). En este sentido, la revolución bolivariana revive una vez más al Estado mágico que a lo largo de buena parte del siglo XX ilusionó con una modernización que las elites sólo supieron sostener con el excedente que la industria petrolera extrae del mercado internacional de hidrocarburos, sin ninguna contraparte

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nacional (Coronil, 1997). Ahora financia un vago “socialismo”. Cuando esa renta disminuye por algún motivo, o no crece suficientemente, se vuelva a la condición real de país con recursos pero sin capacidad de crear riqueza, estrellándose las fantasías. Para concluir un gráfico, que ilustra cómo en términos estructurales, casi diez nueve años de bolivarianismo no han podido conjurar una estructura económica que repite los mismos vicios del pasado: la producción y el consumo no guardan desde mediados de los años cincuenta ninguna relación entre sí. La brecha entre ambas es satisfecha por la renta petrolera. Figura 2: Consumo y producción: Venezuela 1936 – 2005 Índice 1936 = 100

Fuente: Asdrúbal Baptista (2008)

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Venezuela: ascenso y gobierno de Hugo Chávez y sus fuerzas bolivarianas

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PASADO Y PRESENTE DE LAS IZQUIERDAS

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Anotaciones a la política del Partido Comunista* Por Álvaro Delgado**

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Artículo recibido en marzo de 2008. Artículo aprobado en mayo de 2008. ** Investigador del Cinep

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Introducción El Partido Comunista Colombiano fue fundado en julio de 1930 como una prolongación o desprendimiento del Partido Socialista Revolucionario (PSR) que había operado en la segunda mitad de los años 20 y se había extinguido antes de terminar ese decenio. A nuestro modo de ver, su trayectoria presenta cuatro momentos principales: a) su emergencia, coincidente con la reconquista del poder político por parte del Partido Liberal, y por ende su importante protagonismo en los años 30, sobre todo alrededor de la resistencia popular frente a los efectos de la crisis económica mundial, la lucha campesina por la tierra y la erección (1936) de la primera organización obrera nacional estable, la Confederación de Trabajadores de Colombia; b) su largo y difícil tránsito bajo los gobiernos reaccionarios entre mediados de los años 40 e inicios de los 60, que lo ubicó claramente en la oposición al régimen establecido por los dos partidos tradicionales; c) su desenvolvimiento notable al calor de la movilización popular desarrollada en el Frente Nacional, que tiene como momentos simbólicos el auge

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del movimiento sindical y popular, la aparición y desarrollo del actual conflicto armado interno y la proyección política de las alianzas electorales de izquierda; d) la operación del partido en las condiciones de la globalización internacional a partir de la desaparición del llamado “campo socialista”. La presente semblanza es extraída de una visión más extensa del lapso corrido entre la caída de las dictaduras de derecha a fines de los años 50 y el decenio de los 90.

Sobre la composición social del partido El PCC, desde luego, no es un partido electoral, como el liberal y el conservador. Además, no ha podido ser una agrupación de masas, como ellos, en general, lo han sido. Aunque la labor ideológica, y sobre todo proselitista, del bipartidismo se ha apoyado siempre en las organizaciones populares de la ciudad y el campo, su más importante tribuna ha sido el aparato político, administrativo y financiero del Estado, el uso monopólico de los medios de comunicación masivos, las contribuciones del gran capital privado, la cobertura de legalidad con que han contado siempre sus actividades entre la población y frente a la opinión pública. Los comunistas nunca han poseído ese tipo de instrumentos de penetración ideológica y propaganda política. Como no son una agrupación de caudas electorales, han estado obligados a recurrir con mucho mayor ahínco a las organizaciones populares. Introducirse en las ya establecidas y crear nuevas agrupaciones ha sido el conducto casi único para adelantar su actividad partidaria. Sindicatos de asalariados, organizaciones agrarias y estudiantiles y aparatos de alianzas electorales con otros movimientos o grupos políticos han sido los principales escenarios de la presencia política de los comunistas colombianos. En menor grado, asociaciones ciudadanas barriales y veredales —principalmente juntas de acción comunal y comités aparecidos al calor de luchas populares concretas—, ONG de derechos humanos, coo-

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perativas agrarias (que desempeñaron importante papel durante la tregua de la lucha pactada con las Farc) y, como rasgo distintivo, asociaciones de mujeres y juristas, que son una constante del partido desde la época de clandestinidad de los años 50. Los miembros o los simpatizantes del partido que han logrado acceder a los puestos de representación popular solo han tenido capacidad propagandística en el Congreso de la República; en las instancias menores ediles, concejales, alcaldes y gobernadores de inspiración marxista diluyen sus atributos bajo la enorme presión del establecimiento ideológico y burocrático del Estado. No hay una expresión “callejera” del partido, de tumulto barrial o congestión de espacios parlamentarios, como ha pasado con los dos partidos tradicionales a lo largo de su historia, entre otras razones por el carácter subversivo que siempre ha revestido entre nosotros la actuación de la izquierda. Los hilos de la actividad comunista corren solamente a través de organizaciones populares. Las organizaciones de jóvenes y de mujeres fueron siempre concebidas en el partido como expresiones no partidarias, no enseñoreadas por la ideología marxista, inspiradas en ideas democráticas, receptoras de diversidad de creencias ideológicas y dotadas de autonomía organizativa. En la práctica, sin embargo, el diseño no ha concordado con la realidad. La Juventud Comunista ha sido más una ayudantía del partido que una organización amplia de la juventud, y la Unión de Mujeres Demócratas ha sido utilizada más como madre sustituta de los actos públicos partidarios que como núcleo de formación de mujeres libres, desatadas de la coyunda familiar y comprometidas con su dignidad de ciudadanas universales. El acercamiento a los jóvenes y las mujeres ha estado interferido por la instrumentalización de sus inquietudes. El partido, de todas maneras, tiene claro que la lucha de las mujeres es al lado de los hombres y no contra ellos, como la conciben el feminismo y ciertos debates de género, y es ajeno a las demandas de género de las mujeres cuando estima que tales aspiraciones empobrecen la función política de mujeres y hombres. La instrumentalización de las organizaciones sociales, inspirada en las tesis leninistas de fines del siglo diecinueve, cuando el analfabetismo y la incultura 58

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eran abrumadoramente dominantes en el movimiento social, ha sido funesta para crear soportes populares de las políticas de izquierda. En el informe político rendido al XIII Congreso del PCC (diciembre de 1980), el secretario general, Gilberto Vieira, sostenía sin ambages: “La independencia de los sindicatos de los partidos es absoluta en lo que se refiere a los partidos de la burguesía, como es obvio. Pero en relación con el Partido Comunista, partido del proletariado, esta independencia es orgánica pero no ideológica ni política. Los sindicatos, organismos de masas de todos los trabajadores, deben ser al mismo tiempo escuelas de formación revolucionaria” (Documentos Políticos, 1980, No. 144-145, p. 75). Los demás grupos marxistas hacían similares estimaciones. Con todo eso, penetrar en las filas de la clase obrera ha sido siempre la “tarea principal” del PCC, así esa clase social fuera notoriamente minoritaria y socialmente débil, y la incapacidad permanente de llevar a cabo ese cometido provocó un exceso de autocrítica al respecto desde los primeros años de su existencia. La debilidad del partido en el mundo urbano –que es el de la clase obrera– era evidente en el caso del movimiento obrero de los años 50, que había desaparecido en varios departamentos por obra del régimen intolerante de Laureano Gómez (PCC, 1952, 21). En agosto de 1956 la dirección partidaria pintaba así las cosas: “Es evidente que en todos nuestros documentos se habla de la necesidad de ir a la clase obrera, de la necesidad de conquistar las grandes masas proletarias, de hacer una política de masas, pero hay que decir que eso no pasa de ser una consigna de carácter agitacional, que no se convierte en una tarea efectiva (…) por la falta de una concepción suficientemente clara y precisa del papel de la clase obrera en la revolución colombiana” (Documentos Políticos, 1956, No. 1, p. 21) Es una sentencia que se repetirá en la trayectoria posterior del partido. Más que debido al escaso desarrollo de la clase obrera industrial en nuestro medio, se creía que el partido no penetraba en las filas obreras debido a la falta de “perseverancia y paciencia verdaderamente revolucionaria” para hacerlo (PCC, 1956a). El partido admitía que era responsable de “errores graves que han contribuido al debilitamiento del movimiento obrero” y que eso no había hecho otra cosa que servir a “intereses reaccionarios”:

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“Esa política de sometimiento a los intereses de la burguesía liberal fue lo que durante mucho tiempo dio lugar a que nuestro partido estuviera pendiente de las exigencias de los sectores derechistas del liberalismo para procurarle concesiones en el movimiento sindical, que en muchas ocasiones iban más allá de las propias aspiraciones de los liberales” (Documentos Políticos, 1956, No. 1, p. 22), añadía el documento. Alvaro Vásquez, segunda figura histórica más importante del partido –y que en 1991 reemplazó por corto tiempo a Vieira en la secretaría general–, aludía a ese desafío cuando en un informe rendido a otra reunión plenaria del CC (agosto de 1978) hizo referencia a los bajones experimentados por el partido en las elecciones presidenciales de 1974 y 1978 y a la tesis de la “desaparición” de la izquierda tradicional que esgrimieron entonces algunos sectores políticos. Vásquez expuso el asunto con estas palabras: “una cosa es el nivel reivindicativo y otra el político. La consolidación de una conciencia política de la clase obrera no se realiza ni inmediata ni automáticamente. Sigue caminos complejos y contradictorios. Creer que basta con la lucha por las reivindicaciones económicas inmediatas para que ésta se exprese en una posición revolucionaria –que implique dar el voto por los comunistas y sus aliados y no por una corriente amorfa– es una vieja concepción oportunista” (Documentos Políticos, 1978, No. 132, p. 9). Ese camino, sin embargo, parecía no estar destinado para todos. En referencia a los acercamientos de la izquierda latinoamericana con los pueblos del continente Carlos M. Vilas sostiene que “Salvo en Chile y Uruguay, ni los obreros votaban mayoritariamente por partidos socialistas o comunistas o por coaliciones de las que éstos participaran, ni esos partidos o coaliciones tenían en el voto o la afiliación proletaria sus contingentes predominantes. En lo que toca a los sectores populares, la política latinoamericana fue y en gran medida sigue siendo política de masas más que de clases” (Nueva Sociedad, 1998, No. 157, p. 66). La ausencia histórica de partidos democráticos en el medio colombiano ha dificultado grandemente esa tarea porque los sectores populares no han podido “ver”, experimentar en la realidad y ponderar diversas propuestas de 60

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progreso, no propiamente formuladas (caso de Antonio García y su estrecho grupo de intelectuales, por ejemplo), sino principalmente puestas en marcha por agrupaciones de carne y hueso, duraderas, inspiradas en la democracia y el socialismo. La socióloga Rocío Londoño escribía en 1980 que por la ausencia en nuestro medio de partidos socialdemócratas “en el país no se dio un desarrollo significativo del pensamiento socialdemocrático premarxista” (Documentos Políticos, 1980, No. 143, p. 45). La izquierda colombiana de los años sesenta presentaba sin embargo características comunes, compartidas durante años y que el rompimiento de sus filas no borró con el tiempo. Esa izquierda se ha prefigurado un país de pequeños propietarios rurales (pobres del campo) y unas masas proletarias urbanas cada vez más numerosas en las cuales la revolución colombiana debe encontrar sus principales soportes1. Pero a principios de los sesenta el dinamismo de la lucha todavía privilegiaba lo rural. El autor de este capítulo extendía un tanto esa reflexión en escrito de octubre de 1989: “El Moec, el Fuar, el PC-ml, el Frente Unido, el M-19, el PRT, lo mismo que núcleos de tendencia socialdemocrática como el Movimiento Firmes, no lograron arraigar en las áreas urbanas y fracasaron en el intento de convertirse en la organización de masas que el PC no había podido configurar (…) En los años 80, mientras se fue extinguiendo la expresión urbana de no pocas corrientes de izquierda, en las organizaciones guerrilleras fueron ascendiendo las tendencias militaristas y ganando espacio el menosprecio de la lucha política y del papel de los trabajadores y de sus organizaciones civiles (…) El intento más acabado de recuperación del proyecto democrático ha sido la Unión Patriótica, que no ha logrado arraigar porque no encontró a una izquierda organizada en las ciudades. Solo estaban los comunistas y las todavía más reducidas organizaciones clandestinas ligadas al movimiento guerrillero. No hay duda de que la relativamente baja movilización popular contra la guerra sucia se explica en primer término por la debilidad de los sectores de izquierda en las áreas urbanas” (Margen Izquierda, 1989, No. 41, p. 17-18). Obsérvese que el grueso de la izquierda (PC, ELN, M19) buscó 1

Para 1964 las cifras oficiales establecían que la población urbana era ya el 52% del total nacional.

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siempre cristalizar en el campo, y para el caso del PC sus asientos principales, casi cinco décadas después, siguen estando allí; el símbolo más acabado de la izquierda urbana (Camilo Torres Restrepo) se va a combatir al monte cuando el movimiento urbano está en alza, y el resultado es que su propio núcleo de luchadores urbanos desaparece conjuntamente con su héroe; el M-19, en su búsqueda de escenario, se marchó de la ciudad al campo; el ELN afianzó sus fuentes de financiamiento industriales en el campo, no en la ciudad; las Farc terminan enquistadas en el negocio campesino de la coca y en las zonas urbanas apenas logran convertirse en factor de actos terroristas. La izquierda comienza a conquistar el mundo ciudadano con la insurgencia del M-19 en los años 70 y en una segunda oportunidad con la aparición de la Unión Patriótica a mediados del decenio siguiente. De labor urbana persistente, confiada en sus propias fuerzas y con ganas de hacer la experiencia de movilizar políticamente al sector social más comprometido con el futuro del país solo es dable hablar a partir de la configuración del Polo Democrático a fines de los años 90. Lo que queremos significar con estas consideraciones es que ese ha sido el camino seguido por la izquierda colombiana para preparar su gran encuentro con el factor determinante del momento histórico que vive la humanidad: la conquista de los dominios de la democracia. El otro asunto importante referido al mundo social urbano toca, en nuestro sentir, con los intelectuales. Por un lado, sostuvimos “El dogmatismo de los líderes estudiantiles de los años 60, la afluencia de núcleos de la pequeña burguesía radical y sectaria a las directivas sindicales en los años 70, el estilo de lucha y trabajo intolerante que las agrupaciones de izquierda impusieron dentro de sus filas, todo ello corrompió hondamente el equipamiento político de los trabajadores a través de una intelectualidad combativa y lúcida” (Margen Izquierda, 1989, No. 41, p. 19). Por otro lado, estimábamos que “Los intelectuales de izquierda colombianos –como ocurrió en general con la intelectualidad progresista de los países capitalitas– sintieron la necesidad de la perestroika mucho antes de hoy, desde fines de los años 60, pero ello ha provocado en las filas de la izquierda más resistencia que simpatía. Al poner en debate el sistema 62

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socialista, los intelectuales se tornaron sospechosos para la izquierda. Hoy el distanciamiento sigue en firme, y solamente el desarrollo de una apertura democrática de la izquierda podrá reanudar los enlaces perdidos” (ibíd.). Había una denegación de la democracia en las “formas de hacer la política a través de la imposición”, como afirmaba Darío Fajardo (Izquierda, 1992, No. 2, p. 5), al tiempo que añadía: “el desarrollo del pensamiento económico, histórico y sociológico de los años sesenta y setenta tiene una deuda con los intelectuales marxistas. Sin embargo, en este mismo periodo se profundizó una ruptura en la cual inciden numerosos factores de índole política, económica, etc., pero a la cual no son ajenas formas de dirección autoritarias: en este proceso, el credo político se hizo disculpa para ejercer poderes, muchas veces pequeños poderes, guiados por resentimientos con quienes eran capaces de pensar o ver de manera diferente” (ibíd.). El partido, preocupado por los pocos avances en el mundo del trabajo material, no sopesaba mayormente la importancia de los intelectuales en sus filas y les tenía más desconfianza que credibilidad. En la segunda mitad de los años 80 la dirección partidaria marginó de sus filas –en silencio las más de las veces– a los descontentos por la intolerancia y la falta de democracia, y cerró intempestivamente la revista Documentos Políticos, que había nacido en la clandestinidad durante la dictadura rojaspinillista y subsistido sin tregua desde 1957 –caso insólito en la vida colombiana–, clausuró igualmente la revista teórica Estudios Marxistas, desalojó abruptamente del Ceis a la plana directiva y sus principales investigadores que venían haciendo labor desde 1972, y llegó al extremo de exigir a Bernardo Jaramillo que depusiera su candidatura a la presidencia de la república, alegando sus ligazones políticas con el M-19 recién reinsertado a la vida civil. En ese golpe cayeron igualmente Diego Montaña Cuéllar, Alberto Rojas Puyo, Angelino Garzón, Gustavo Banguero y otros destacados elementos de la UP que habían hecho esfuerzos por ampliar el carácter de esa coalición de fuerzas políticas, hasta llevarlos a crear la Alianza Democrática-M19. Intelectuales creativos, como Nicolás Buenaventura, Medófilo Medina y Rocío Londoño –para no mencionar sino tres– acumularon

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suficientes motivos para dejar las filas partidarias, mientras decenas de profesionales, economistas, abogados, periodistas, escritores, artistas, se apartaron de la militancia vencidos por la intolerancia política y sobre todo la capitulación de la dirección partidaria ante las tendencias militaristas acogidas por la guerrilla. La desbandada intelectual de los años 90 fue la segunda más grave en la vida del partido, después de la que se presentó como efecto del ascenso de la violencia política desde mediados de los años 40 hasta la implantación del Frente Nacional en 1962. Pero, a diferencia de la primera, en la de fines del siglo pasado el resorte principal no fue el agravamiento de la represión gubernamental sino el copamiento de las filas partidarias por la intolerancia política y la decapitación de las normas democráticas que presidían la vida interna del partido –virtudes que, hay que recordarlo, tampoco fueron practicadas en el seno de los partidos tradicionales–. La violencia del Medio Siglo sacó del camino a decenas de luchadores y simpatizantes del socialismo y se cebó en un número reducido de activistas, en un escenario desprovisto de derechos, oportunidades legales y expresiones organizadas de resistencia civil. La ola de violencia que comenzó a mediados de los años 70 y no ha desaparecido treinta después segó la vida de centenares de valiosos cuadros y activistas de izquierda que desarrollaban una lucha civil en las condiciones de un conflicto armado interno acompañado por el crecimiento hasta entonces desconocido de movimientos sociales, instrumentos legales y constitucionales, agrupaciones de derechos humanos, prensa alternativa, vigilancia de organismos públicos internacionales y libertades de información y desplazamiento que eran impensables en los años 50 del siglo pasado. No es que el partido se diera a la tarea de expulsar a nadie de su seno. Las cohortes intelectuales abandonaron el camino partidario cuando sintieron que no cabían en las nuevas condiciones de una organización supeditada a un movimiento guerrillero que olvidó sus compromisos con la población civil y se alió con paramilitares y delincuentes comunes para negociar la posesión de cuerpos humanos, se ligó a los negocios del narcotráfico, ordenó el desplazamiento de poblaciones enteras y acudió al asesinato de personas inermes ajenas a la confrontación armada. 64

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El partido y la lucha armada Antes que un examen puntual del problema de la lucha armada interna del país y del papel que en ella han venido cumpliendo las Farc, como agrupación creada por el Partido Comunista, pretendemos hacer consideraciones sobre algo menos minucioso: de qué manera la violencia y las acciones de fuerza han incidido en el programa social y político de los comunistas, más que de las izquierdas en su conjunto. La resolución del Comité Central que el 22 de octubre de 1949 ordenó a su militancia la formación de comités de autodefensa allí donde fuera necesario para enfrentar la violencia latifundista planteó “al proletariado y al pueblo la necesidad de defenderse, replicando a la violencia de los bandidos fascistoides con la violencia organizada de las masas” (Estudios Marxistas, 1975, No. 10, p. 5). La autodefensa campesina no es despliegue de violencia contra los enemigos sino resistencia organizada contra la violencia oficial. La temprana cercanía del partido con las formas de lucha ilegales –impuesta por los gobiernos represivos bajo los cuales se desarrolló– lo convirtió en víctima principal de las persecuciones entre los grupos políticos nacionales. Su compromiso raizal con la revolución soviética lo llevó a trabajar denodadamente por la paz mundial en los años 50, en medio de la Guerra Fría, en el interés de defender la construcción pacífica del socialismo en Europa y Asia. Cuando en 1957 se produjo el derrumbe de la dictadura rojista, los comunistas denunciaron a los grupos que abogaban por la revancha contra los conservadores por parte de los liberales que regresaban a sus tierras arrebatadas por aquéllos, así como a las agrupaciones de bandoleros estimulados por los grandes propietarios de tierras en algunos lugares, como Quindío y Tolima. Fueron comunistas quienes convencieron a liberales y conservadores de unirse para garantizar la preservación de la tranquilidad en las provincias de Sumapaz y Tequendama por decenas de años. Las “repúblicas independientes” no estaban en guerra contra nadie y no eran un movimiento guerrillero (no es sino hacer una comparación con la guerrilla de hoy). “Generalizando las grandes experiencias de nuestro pueblo y de nuestro partido debemos poner como base fundamental de la lucha contra la violencia la acción

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múltiple de las masas, hasta convencerlas de que ellas mismas y por su propia acción deben defenderse, expulsando y cerrando el paso a los enemigos de la paz”, conceptuó el informe político rendido al 22º pleno del Comité Central reunido en 19592. La solución de la violencia que pregonó el partido no fue contestar con más violencia sino hacer la reforma agraria democrática. El viraje de la Iglesia hacia posiciones protectoras de los derechos humanos y la tolerancia, hecho público sobre todo a partir de la Conferencia Episcopal Latinoamericana de 1968, quitó respaldo moral a la violencia, sobre todo en su expresión anticomunista, y la aparición de sectores eclesiales democráticos y aun revolucionarios acabó por destruir el muro de apoyo con que habían contado los gobiernos dictatoriales del país. Sobrepasadas las declaraciones de sectarismo y anticomunismo hechas por la jerarquía eclesiástica, a fines de los años 60 el pleno comunista de octubre de 1969 no dejó pasar por alto los cambios operados en las posiciones de las fuerzas sociales. “Uno de estos signos es la incorporación de ciertos sectores del clero católico a las luchas populares”, manifestó, al mismo tiempo que estimaba que había “síntomas de descontento en grupos de oficiales y suboficiales de las Fuerzas Armadas, que expresan inquietudes y preocupaciones por la suerte del país y por el papel que la oligarquía les ha asignado como verdugos del pueblo” (Voz Proletaria, 16 de octubre de 1969, 6). Todo eso tenía una explicación. La llamada Declaración de los Doce Partidos Comunistas del campo socialista, hecha en 1957 con motivo del 40º aniversario de la revolución soviética, estableció los siguientes postulados: a) vivimos la época de sustitución del capitalismo por el socialismo; b) estamos en la época de “coexistencia pacífica de los dos sistemas sociales”; c) la relación de las fuerzas militares del mundo hace posible impedir la guerra mundial. Por lo tanto, y de acuerdo con las determinaciones del XX Congreso del Pcus, realizado el año anterior, la vía pacífica era el camino que llevaba al socialismo sin necesidad de la lucha armada. 2

Publicación en folleto, sin fecha, p. 4.

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Las sorpresivas decisiones del XX Congreso nunca fueron suficientemente convincentes para el PCC, que a lo largo de los años 60 y 70 soportó el mayor peso político del ascenso de las formas de lucha violenta en el territorio nacional, y en el decenio de 1980 las Farc, que estaban en pleno despliegue de su plan dirigido a convertirse en un Ejército del Pueblo3, revivieron ese sentimiento con mayor fuerza. Para una buena parte del partido la vía pacífica de la revolución reñía con la tesis de la dictadura del proletariado, posible de ser instaurada solo por la fuerza o por lo menos con la hegemonía del partido, sin aliados en el poder. Ese fue el núcleo del enfrentamiento que sobre las formas de lucha hubo en el Comité Central entre el secretario general, Vieira, y el sector amigo del uso de la fuerza representado por Manuel Cepeda. El debate se prolongó por años pero siempre fue zanjado mediante una fórmula conciliadora dual: a) la toma revolucionaria del poder en Colombia recorrerá un camino caracterizado por el empleo de todas las formas de lucha, incluidas las armadas; b) sí, hay que seguir el camino pacífico, pero en el último tramo siempre será necesaria la lucha armada. Recuérdese que China, que tenía sus propios planes estratégicos, no aceptó la directiva de la vía pacífica y siguió alineada con las concepciones estalinistas que le habían dado el triunfo en 1949. Aunque el X Congreso del partido (enero de 1966) no afirmó que la confrontación armada era la principal forma de lucha sino “una de las formas más elevadas de lucha de masas”, sostuvo que “La combinación adecuada de todas las formas de lucha de masas es y será seguramente la esencia misma de toda nuestra táctica. Pero a medida que se profundice el conflicto de clases y avance el movimiento de liberación nacional, ante la represión y la creciente intervención del imperialismo yanqui, la lucha armada popular se convertirá en la forma principal, como factor decisivo para la toma del poder por el pueblo. 3

Tanto el PC como la dirección de las Farc consideró siempre como un error no haberse adelantado a presentarse a los colombianos como Ejército, cosa en que les habían ganado de mano los grupos armados castrista y maoísta. Por eso decidieron incrustar la nueva marca al lado del nombre ya establecido, con la esperanza de prescindir del inicial y utilizar el nuevo en el momento que considerasen adecuado.

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De hecho, en las zonas agredidas en desarrollo de los planes de los militaristas yanquis, la acción guerrillera se ha convertido en la forma principal de lucha de las masas campesinas” (PCC, 1966, 65). Hay que tener en cuenta el concepto de lucha armada (guerrillera) que han manejado los comunistas colombianos, por ser ellos quienes con mayores calidades y eficacia han conducido su desarrollo. “Las luchas guerrilleras no han sido creadas artificialmente ni responden a planes determinados sino que son el resultado natural de la lucha de los campesinos para defender sus vidas y sus bienes de las acciones vandálicas desatadas por la dictadura, que ha renunciado a toda posibilidad de gobernar por medios pacíficos y democráticos. El partido comunista considera justa la acción armada y la lucha guerrillera de los campesinos, como una expresión de la autodefensa de las masas y como una modalidad importante en las formas de lucha del pueblo colombiano contra la barbarie oficial (…) Pero al mismo tiempo rechaza y condena todas aquellas acciones que impliquen asesinatos, robo y pillaje, así como la anarquía y desesperación que conducen a acciones aventureras, a la ampliación artificial de esa lucha y a la agravación de las condiciones materiales y políticas del campesinado”(PCC, 1956b, 8). Ahora bien, desde fines de los años 60 se produce una “ampliación no artificial” de la lucha guerrillera. La represión al PC y la UNO toma nuevo impulso en 1975 y tiene como escenarios principales a las regiones campesinas de Cimitarra, Yacopí, Puerto Boyacá y Urabá, donde Ejército y paramilitares emprenden el desalojo de las posiciones ganadas por las Farc. Un documento partidario afirma que “con el pretexto de combatir a las guerrillas revolucionarias que no pueden derrotar, ciertos elementos militares han lanzado a la tropa en feroces ofensivas contra al campesinado de Cimitarra. Los concejales de la UNO han sido arbitrariamente detenidos y se ha intentado montar contra ellos consejos de guerra para cumplir la amenaza del coronel que notificó públicamente que no permitiría el funcionamiento del concejo municipal de mayoría comunista. Centenares de campesinos han sufrido crueles torturas en la base militar de ese municipio. Algunos oficiales verdugos han hecho 68

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fusilar a los compañeros Antonio Galvis Rodríguez, Misael Ramírez y Moisés Guzmán” (Documentos Políticos, 1977, No. 123, p. 92). Las cosas tomaron un cariz tan agresivo, que la Corte Suprema de Justicia se vio precisada a declarar inconstitucionales varias medidas gubernamentales adoptadas aprovechando el estado de sitio (ibíd.). Entre ellas aparecía el Decreto 2132, que pretendía privar de licencia de trabajo a los profesionales que intervinieran en acciones de protesta contra la política oficial, como ocurría con médicos y odontólogos del Instituto de Seguros Sociales; el Decreto 2194, que daba a comandantes de brigada autorización para castigar con tres años de prisión a quienes portasen armas o municiones; el 2195, que confería a comandantes de policía la facultad de condenar hasta por seis meses a quienes fueran “perturbadores del orden” por participar en reuniones públicas no autorizadas o por escribir consignas en las paredes. Incluso el Decreto 2578 creó una “caución de buena conducta” hipotecaria, prendaria o personal, para ciudadanos que “por sus antecedentes, actividades, hábitos o formas de vivir” no ofrecieran confianza a las autoridades. Ya para entonces el mayor del Ejército Ñungo y el general Camacho Leiva, reconocidos extremistas de derecha, habían prohijado el cambio de la tesis de presunción de inocencia por la de presunción de culpabilidad, mientras la tortura de prisioneros (conocida como “vía uruguaya”) se iniciaba formalmente en septiembre de 1978 con la expedición del llamado Estatuto de Seguridad, que revivió las formas del Acto Legislativo No. 6 de 1954, dictado por la Asamblea Nacional Constituyente del general Rojas. La violencia enderezada contra el PC y la UP en los años 80 y 90 estuvo atravesada de importantes movilizaciones populares en diferentes regiones, mayores que en cualquiera etapa anterior, y contó con persistente y a veces heroica resistencia del pueblo: foros, seminarios, jornadas nacionales e internacionales de solidaridad con las víctimas, denuncias ante organizaciones internacionales de todo tipo, tribunales populares, huelgas de trabajadores… Todo ello combinado con acciones de indígenas y negros, paros cívicos urbanos, tomas de

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tierra, marchas regionales, protestas de orden ecológico y hasta movilizaciones en la lejana isla de San Andrés. La guerrilla, naturalmente, saludó esas acciones como parte de la resistencia popular al sistema imperante y renovó, con un énfasis tal vez no conocido hasta entonces, su compromiso con una solución pacífica del conflicto. En mensaje enviado al Encuentro Obrero, Campesino y Popular realizado en Bogotá en marzo de 1985, afirmaba: “Las Farc-EP desean, en tan destacada tribuna, renovar sus proposiciones democráticas a la faz del país, reclamar la apertura que el pueblo ansía y urgir por que las reformas políticas, sociales y económicas que el gobierno del presidente Betancur se ha comprometido a concretar dejen de ser meros enunciados vacíos para pasar a convertirse en realidad. De este sitio queremos extender el llamado de las Farc-EP a nuestros compañeros del M19, del EPL y del ADO para persistir en la política de unidad que desde años atrás anunciamos y que fue recibida con inmenso alborozo por todo nuestro pueblo. Y extendemos a los combatientes del Ejército de Liberación Nacional (ELN) nuestra exhortación para que unamos energías y caminemos juntos por la vía de proponerle al país y al régimen una política de unidad popular y cambios profundos, que signifique una derrota para la violencia fascista” (Margen Izquierda, 1985, No. 1, p. 27). La dirección comunista hizo esfuerzos para remover todo pretexto de retaliación contra las organizaciones, particularmente las sindicales, que proclamaban con excesivo entusiasmo su apoyo a la acción guerrillera. Por conductos internos se hizo circular el pedido de que las organizaciones sociales refrenaran sus expresiones públicas de solidaridad con ese tipo de lucha, y en el informe de organización rendido ante el X Congreso Comunista (1966), Álvaro Vásquez advirtió claramente: “La experiencia nos ha enseñado que, en las condiciones actuales, la organización en el campo puede avanzar si la situación en la región permite el tipo de organización legal y abierta y si se toman las banderas reivindicativas y unitarias que sean capaces de incorporar a muchos trabajadores y de no atraer de 70

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inmediato la represión del enemigo. Pero querer legalizar sindicatos agrarios que desde la sesión de instalación levantan la solidaridad con la lucha armada y acusan al Frente Nacional de todos sus crímenes, es una falta de apreciación del momento que se vive en Colombia” (PCC, 1966, 72). Incluso Vásquez, hábil manejador de la paradoja, inventaba reflexiones jocosas, como esta sobre la pasividad y el oportunismo de la militancia: “Muchos camaradas consideran que la revolución es algo para generaciones venideras, por lo cual no hay que correr mucho ni matarse demasiado. Hay otros que justifican la pasividad con frases ultraizquierdistas, alegando que solo vale la pena actuar en la lucha armada, por lo cual, y en vista de que en su respectiva localidad no hay esta lucha, más bien se aguantan las ganas” (ibíd., 82). El recrudecimiento de la violencia ocurría mientras estaba en marcha una amplia discusión en torno de la demanda surgida en algunas instancias partidarias sobre la necesidad de cambiar la tesis de la combinación de las formas de lucha. “es necesario condenar las acciones aventureras que se cometen con pretextos de esta lucha, así como los actos terroristas aislados, los secuestros y acciones con que algunos grupos tratan de sustituir la acción de las masas” (Documentos Políticos, 1980, No. 144-145, p. 55), opinaba el partido al oído de la comandancia “fariana”. Y agregaba: “Si no es posible crear determinadas formas de lucha por decisión simplemente política de un partido, tampoco es posible perpetuarlas cuando las circunstancias cambian y exigen otras formas de lucha” (ibíd.). A principios de los años 90 el partido formuló una nueva consideración respecto del secuestro, frente al cual señalaba que la guerrilla tenía motivaciones políticas más que sociales para adelantarlo: “una posición realista implica al mismo tiempo la crítica seria y argumentada a prácticas de grupos guerrilleros que nada tienen que ver con sus motivaciones y objetivos, como son los secuestros y las acciones que lesionan los intereses sociales de la población. La credibilidad y la autoridad del movimiento armado solo podrán elevarse si tal tipo de conductas se erradican definitivamente del cuadro de sus acciones” (PCC, 1993, 3). Ya en la entrevista que concedió a Marta

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Harnecker en 1988 Vieira había pronunciado significativamente estas palabras: “Criticamos, por principio, los secuestros, que llevan a la opinión pública a confundir a los guerrilleros con los delincuentes comunes. No condenamos las tomas locales ni los sabotajes, aunque consideramos que en la práctica de este método deben tomarse en cuenta los sentimientos y los intereses de las regiones y de la población civil” (Harnecker, 1989, 81).4 Por lo demás, el informe presentado al pleno del Comité Central reunido en abril de 1982 hacía esta reflexión sobre las acciones aventureras del M-19: “Tenemos que decirlo claramente: los actos terroristas han jugado en contra de la izquierda, han contribuido a restarle apoyo electoral, a fomentar el escepticismo y el abstencionismo, porque los medios de comunicación de masas, controlados por el poder y la reacción, han revuelto, en el territorio indiferenciado de la ‘izquierda’, al M19, al partido comunista, al Frente Democrático. Y nuestra actividad ideológica no ha sido lo suficientemente constante e incisiva para efectuar oportunamente los deslindes necesarios ante la táctica asombrosamente fanfarrona y peligrosa del M19, máxime cuando esta organización, desde hace tiempo, ha agudizado la crítica contra la unidad, la apertura democrática y la solución de la crisis política por un camino diferente al de la aventura y al de la guerra civil” (Documentos Políticos, 1982, No. 150, p. 11). El sermón a sus futuros aliados en el propósito de cambiar el país por el camino de la lucha civil terminaba con estas palabras: “Para los revolucionarios la respuesta al terrorismo gubernamental y militarista no puede ser el terrorismo y las acciones anarquistas e individuales, sino la movilización y la organización muy amplia de las masas y el desarrollo de una política de autodefensa de masas que sea capaz de contener y desenmascarar la acción criminal de los aparatos paramilitares, como los escuadrones de la muerte o el llamado MAS” (ibíd., 11-12).

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En el presente los activistas –militantes y no militantes comunistas– que se mueven en torno a las posiciones de las Farc se fastidian cada vez que voceros del PDA afirman forzadamente –siempre de manera tangencial y bajo formas escuetas– que ese movimiento no es partidario de la lucha armada colombiana.

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Las propias Farc condenaron públicamente el secuestro en diferentes ocasiones de los años 70 y 80, y el acuerdo entre la Comisión de Paz y esa guerrilla suscrito el 28 de marzo de 1984, previo a la declaración de la tregua de las acciones, establecía que “Las Farc-EP condenarán y desautorizarán nuevamente el secuestro, la extorsión y el terrorismo en todas sus formas y contribuirán a que termine su práctica, como atentados que son contra la libertad y la dignidad humana” (Documentos Políticos, 1984, No. 158, p. II). Analizando la ofensiva militar y política encaminada a que el movimiento popular se entregara “sin ningún aporte a la democratización del país”, el partido hablaba de que “El objetivo declarado y aparente de esta ofensiva es el movimiento guerrillero y hechos tan condenables e injustificados como los secuestros, parte de los cuales sigue acompañando como una funesta sombra a ese movimiento, a pesar de las condenaciones expresas de sus dirigentes” (Documentos Políticos, 1984, No. 157, p. 4). Una vez firmada la tregua con las Farc el 28 de marzo de 1984, en los meses siguientes y hasta fines del año ya sumaban 70 los asesinados entre dirigentes y activistas de la UP, nuevas sedes políticas del movimiento habían sido dinamitadas, se presentaban constantes violaciones del cese el fuego por parte de las Fuerzas Armadas, ocurría poco después el asesinato de Oscar William Calvo, máximo dirigente del EPL, y de Ricardo Lara Parada, ex combatiente del ELN y fundador del Frente Amplio del Magdalena Medio, y se había producido la destrucción parcial de la sede del Comité Central comunista en Bogotá y, para que no quedaran dudas del curso que tomaban los acontecimientos, se había presentado la cruenta toma del Palacio de Justicia por el M-19 y la criminal respuesta de los mandos del Ejército. A fines de 1987 el país conoció los asesinatos de Héctor Abad Gómez, Leonardo Betancur, el profesor Luis Felipe Vélez y cuatro congresistas de la UP. La máquina de la muerte que provocó el desmoronamiento de la tregua del 84 es culpable principal del fracaso del proceso de paz a partir de entonces. Allí no había duda: se había puesto en marcha un plan sangriento y frenético para impedir que los sectores ligados a la subversión y la izquierda civil llegaran a compartir el poder del Estado. Y esa sed se encontró con las ganas

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de beber del movimiento guerrillero, que no creía ya en la solución pacífica del conflicto. El gobierno se equivocó al presagiar, luego del acogimiento de la AD-M19 a la lucha civil, que las Farc se debilitarían y terminarían por entregarse como producto de nuevas negociaciones basadas en la Constitución del 91. Al contrario, la octava conferencia de esa guerrilla (1993) privilegió una vez más la guerra, rompió todo compromiso con la tesis de combinación de las formas de lucha y abandonó el fomento de las formas legales. El impacto sobre el PC fue inmediato. En las Memorias de la II Conferencia Ideológica Nacional del PCC, de septiembre de 2004, aparecidas en folleto, se consignaba que “la lucha armada es la forma más elevada de confrontación al régimen político y militar de la oligarquía y representa un importante acumulado revolucionario, lo que lo convierte en un factor imprescindible para los cambios sociopolíticos en nuestro país. Esto jamás ha estado en duda desde nuestra posición” (PCC, 2004). Inclusive el documento apoyaba la presencia de sectores armados ilegales en las luchas pacíficas y de masas. Así de graves han sido los bandazos del PC ante las fluctuantes determinaciones de la guerrilla que él mismo ayudó a nacer. Había, pues, inconsecuencia por parte de la dirección comunista, que condenó la toma del Palacio de Justicia por el M-19 en 1985 pero no la destrucción del club El Nogal por las Farc en 2002 ni los ataques con bombas a poblados indígenas del Cauca en 2005. De la aventura del M-19 dijo que había sido “un golpe contra el conjunto de la lucha armada popular y contra el proceso de movilización de las masas por sus exigencias y por la apertura democrática”.5 Cuando el ELN y después el M-19 ponían bombas, quemaban buses y otras fechorías, el PC señalaba esas acciones como terroristas. Ahora su actitud fue la de callar si las mismas tareas eran ejecutadas por las Farc, que han ocasionado daños mucho más severos contra la población y los recursos naturales,

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Alvaro Vásquez, Margen Izquierda, No. 5, noviembre-diciembre de 1985, p. 4.

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como es la destrucción de recintos ocupados por comunidades indefensas, el ataque a pueblos pacíficos desde las montañas y la utilización de cilindros explosivos contra edificios ocupados por personas indefensas. Ese tipo de acciones los emparentaba con el Ejército y los paramilitares, sin escapatoria posible. Pero ya el mal estaba en camino y no se detendría hasta el día de hoy. El grueso de la población, que permanecía al margen del conflicto armado, comenzó a retirar las simpatías que pudiese haber abrigado por la retórica guerrillera. “Las primeras demostraciones masivas contra la guerrilla” se presentaron en la Costa Atlántica y el Meta y fueron suscitadas por los ataques a las torres de interconexión eléctrica (García, 2006). La idea de que el pueblo colombiano quiere la paz y no la guerra ha sido siempre un criterio público del PCC. En 1989, año de sonoros éxitos militares de las Farc, Vieira decía: “la bandera de la paz es la que congrega al pueblo colombiano; éste no quiere la guerra” (Harnecker, 1989, 51). Sin embargo, en tanto que el conjunto de los partidos comunistas latinoamericanos que en una u otra coyuntura se relacionaron con formas de lucha armada cancelaron ese camino desde hace tiempos, la agrupación colombiana persiste en él medio siglo después del XX congreso soviético. El informe político presentado al pleno del CC de abril de 2006, que se permitió una velada censura de los métodos autoritarios al consignar que “el paro armado de las Farc (…) tuvo hechos lamentables que afectaron a civiles y no fue decidido con las masas” (Voz, 19 de abril de 2006, 9), mostró en seguida parte de los efectos que la prolongación de la guerra interna del país ha tenido sobre la marcha del partido. En referencia a los comicios ciudadanos de 2006, el documento afirma que “En el campo la votación ha disminuido dramáticamente. Hemos insistido en que el indicador principal que aportan los resultados es la pérdida o el debilitamiento del vínculo partido-masas y que esto representa una falla estructural de la organización, que exige un estudio cuidadoso por el colectivo y medidas correctivas de fondo” (ibíd., 10). Paradójicamente, el documento presentado a la reunión plenaria de la dirección realizada cinco meses después (28 y 29 de septiembre de 2006) se complace en constatar que en el V Congreso de la CUT (agosto de 2006) hubiera fracasado “la pretensión de arrastrar a la central a una posición contrainsurgente, con el

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pretexto de condenar la violencia y el terrorismo, lo que habría significado un espaldarazo a la ‘seguridad democrática’ de Uribe y a la prédica ‘antiterrorista’ de Bush” (Voz, 11 de octubre de 2006, 3). Contrariamente, el congreso del PDA (noviembre 30 de 2006), por boca de su presidente Carlos Gaviria y de su secretario general Antonio Navarro, declaró el rechazo de la lucha armada y afirmó que el Polo era ajeno a esa forma de confrontación.

Sobre la labor social del partido Naturalmente, el centro de interés de las izquierdas es la lucha política por el poder más que el debate sobre la economía nacional o los elementos culturales de la nación. Esta es la primera dificultad para abordar la concepción universal de vida buena que manejó el Partido Comunista en su esfuerzo por conquistar el apoyo de la población. El tratamiento del concepto está afianzado en la denuncia pública que surge de los sectores de la población mayormente afectados por el desarrollo capitalista del país. El enfoque de la subordinación social, sin embargo, no es crítico. En el caso del PCC la propaganda partidaria se limita a consignar, enriquecer e impulsar las denuncias sociales, dando por sentada su justeza. En su apreciación de los problemas sindicales prima la visión partidaria y no la clasista. El reflejo de los problemas de los sectores intelectuales y artísticos es honesto, aunque con carga ideológica (se descalifica la expresión considerada como burguesa o reaccionaria) y con inclinación a la instrumentalización de la protesta social. Aunque las organizaciones de base barriales y veredales se relacionaban de hecho con los problemas sociales locales y en algunos casos importantes (viviendistas de Cali; actividad de la Central Nacional Provivienda en Bogotá, Bucaramanga, Cúcuta y otros lugares; proyectos de mejoras urbanas alrededor de sindicatos petroleros y mineros en Magdalena Medio, Antioquia, Cesar, Guajira y otros lugares, etc.) permitieron a la militancia perfeccionar su conocimiento de la situación de los sectores populares, la mayor dificultad para la formación partidaria en el concepto de lucha por el bienestar de la población trabajadora residió en su menosprecio e indiferencia ante

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los problemas de la organización y dirección del Estado. Eso incidió no solo internamente (fracaso administrativo de las empresas partidarias), sino sobre todo externamente: ignorancia y menosprecio del arte de administrar los bienes y los asuntos del Estado y de las comunidades, que tanto gravitó sobre ediles, concejales y diputados obtenidos por las listas del partido. Lo ilustró en enero de 2007 el alcalde de Bogotá, Luis Eduardo Garzón: “La izquierda no se prepara para gobernar, se prepara para hacer oposición. No conocí en el sindicalismo ni en la izquierda un curso de gobierno, siempre un curso de oposición, pero nunca decir: y si ganamos, ¿qué hacemos?” (El Tiempo, 7 de enero de 2007, 1-7). Con todo eso, fue allí, en la educación del pueblo, donde la izquierda marxista entró a desempeñar su papel político independiente, aunque no por completo ajeno a las prácticas tradicionales. El neoliberalismo como política de los monopolios internacionales fue denunciado por el PC desde 1967 y especialmente en los años 70 y 80 (Documentos Políticos, 1980, No. 144-145 y. PCC, 1980) El partido señalaba sus peligros en aspectos como el abandono de sus deberes sociales por parte del Estado, el manejo privado de las empresas y los servicios públicos y la entrega de mayor porción de la economía nacional al capital extranjero. El debate promovido por la reforma agraria de Lleras Restrepo puso de manifiesto la incapacidad del gobierno para aplicar un programa transformador de la propiedad agraria y de ahí en adelante la Ley 1ª de 1968 solo fue objeto de reformas que revivieron el arrendamiento y la aparcería, favorables a latifundistas y grandes empresarios del agro porque se apoyaban en el concepto elástico de tierras “adecuadamente explotadas”. Solo a partir de las grandes tomas de tierras que abarcaron buena parte del decenio de 1970 y de los avances electorales de los comunistas y sus aliados en la década siguiente, éstos estuvieron en condiciones de presentar en el Congreso Nacional un nuevo proyecto de reforma elaborado por la Coordinadora de Organizaciones Agrarias, que enriquecía el similar de procedencia gubernamental, aunque ninguno de los dos fue discutido realmente en la corporación y ambos fueron saboteados por la mayoría liberal-conservadora. Lo mismo pasó con las iniciativas presentadas por la izquierda a partir de 1986. Nuevamente, el año siguiente, la

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pequeña bancada congresual de la UP puso sobre la mesa de debate un nuevo proyecto, que ampliaba el del liberal Guillermo Alberto González propuesto a fines del 86, y una vez más la derecha mayoritaria del Congreso y el gobierno (presidido por la figura menos retardataria de la época, Barco) procedieron a organizar su fracaso (Margen Izquierda, 1987, No. 19, p. 30). Al respecto, a veces parece que olvidamos nuestro pasado histórico reciente y no recordamos que tuvimos un sector liberal de izquierda que no pensaba igual que los “jefes naturales” de la colectividad. La izquierda no ha estado sola sobre el planeta. La segunda mitad del siglo XIX, bajo gobiernos conservadores, está tachonada de propuestas progresistas de pensadores y líderes políticos liberales y conservadores, y los ensayistas liberales de la primera mitad del siguiente siglo trazaron el camino hacia la modernización de las estructuras económicas y sociales del país. El principal apoyo que encontró Gaitán a su regreso al país luego de sus estudios en Europa fue la reivindicación de tierra de los campesinos y el incipiente movimiento sindical (Ardila, 1984). En las filas liberales de los años 60 y 70 había vocaciones de izquierda, así ellas no fueran tanto de principios como de convicciones personales o de conveniencia política. “Para nadie es un misterio —expresaba Agudelo Villa en los años 60— que por debajo de la hojarasca de disculpas en relación con los motivos por los cuales se ha intentado formar una disidencia, se esconde la oposición de quienes consideran peligrosa la tesis que muchos liberales antioqueños y sobre todo las gentes jóvenes están presionando de que si el liberalismo quiere conservar su vigencia en Colombia tiene que dar pasos más audaces hacia la izquierda para ponerse en consonancia con la evolución contemporánea” (Agudelo, 1969, 86). La disidencia pedía al liberalismo “que su celo por la libertad y la defensa de la persona humana se traduzca en un empeño más decidido y constante por el bienestar de la gente común, de la de bajos ingresos, en los campos de la educación, la salud, la vivienda, la asistencia social, para que podamos avanzar en un proceso de desarrollo acelerado y continuo, son las perturbaciones que generan las hondas desigualdades sociales y el otorgamiento de las oportunidades solo a un grupo reducido de la sociedad” (ibíd.). 78

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La queja de los liberales de izquierda por la prevalencia en las filas del partido de los intereses de la gran propiedad ha sido permanente a lo largo de los años. El divorcio del Partido Liberal de una política popular, progresista, arranca de la desaparición del programa reformista de López Pumarejo a mediados de los años 30, pero solo en los 60 se hizo evidente para todos el tamaño real de la ruptura, que fuera señalado por el sector de avanzada social que todavía supervivía en sus filas. “El hecho —advertía ese sector— es que el liberalismo no está dando expresión política a la nueva estructura social que el proceso de industrialización está creando y a las nuevas formas de organización de los intereses y grupos de la sociedad. Un millón de obreros sindicalizados, una inquieta, ambiciosa y vasta promoción universitaria, cerca de 20.000 juntas comunales, 60 gremios de la producción, una creciente clase media de profesionales y técnicos, están prácticamente marginados de la acción política del partido” (ibíd.). En nuestro medio la oferta de las izquierdas podría entenderse como la participación ciudadana mediante acciones notorias de la población y de sus organizaciones propias, como sindicatos de trabajadores, asociaciones comunales, juntas cívicas, veedurías, etc., en las condiciones de un Estado débil en la guarda de la cosa pública y unas instituciones corporativas excluyentes y cercadas por los intereses de los sectores propietarios. La contribución de los comunistas hay que buscarla en ese terreno, no pretender preguntarles por qué no han “hecho” la revolución que tanto predican. No es que los comunistas hayan carecido de concepciones claras y definidas sobre su papel entre la población. Todo lo contrario. El texto de la plataforma de lucha electoral para concejos difundida por el partido en 1987 definía en detalle el escenario de ofertas del PC en el terreno más trajinado por sus dirigentes y activistas: el ámbito local. Participación activa de la comunidad, descentralización del presupuesto, inversiones con prioridad en las necesidades de los sectores más pobres, nuevo tratamiento de la deuda externa, políticas de seguridad social y vigilancia de la población, todo estaba allí contemplado.

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Naturalmente, la política reivindicatoria pregonada por los sectores de izquierda, fuera del poder, no tiene impacto sobre el gobierno y la realidad del país sino a través de posiciones inducidas en organizaciones sociales (organismos de representación popular, sindicatos, juntas de acción popular, cooperativas, asociaciones, comités barriales, etc.). En los gobiernos locales (excepción hecha de Bogotá y algunos municipios del Valle del Cauca y de otros departamentos) la plataforma de lucha resultaba irrelevante, entre otras cosas porque la izquierda era absorbida por la maquinaria clientelista tradicional o rivalizaba con ella en vicios burocráticos y corrupción administrativa (en el caso de Arauca, por ejemplo). Solo restaba lo poco que lograba extraerse de los cuerpos de representación popular, de aplastante mayoría de derechas. La estrechez política de algunos voceros de la izquierda obraba igualmente en la agilidad para aprovechar su posición en las corporaciones públicas. En el informe político al XIII Congreso del partido se afirmaba que “Todavía hay en muchas partes compañeros que vienen actuando en concejos y asambleas desde hace años, pero su actitud de oposición a todo trance y contra todo los aísla y les impide trabajar por los intereses de las masas” (Documentos Políticos, 1980, No. 144-145, p. 74). Los dirigentes de izquierda tienen pavor de ser sorprendidos apoyando una medida justa y útil del gobierno o de los sectores políticos tradicionales, y lo mismo pasa con los sindicatos de izquierda. Los círculos dirigentes, a la vez, mostraban espanto por las propuestas de gobierno local que adelantaba la izquierda cuando apenas estaba iniciándose la experiencia de los cuerpos ejecutivos de elección popular. Pero no había tal. La experiencia de lucha de los comunistas, tanto en las zonas urbanas como en las rurales, mostró que la gente desposeída no estaba interesada en eliminar el derecho de propiedad privada, que no quería que le “regalaran” la tierra, y tampoco invadirla y no pagarla o eludir el pago de los servicios públicos. Las familias buscaban cumplir las normas de la propiedad impuestas por el Estado, porque sabían que esa era la única manera de ingresar en el circuito económico y social dominante. No era evadiéndolo o desconociéndolo, sino exigiendo el derecho de participar en él. Desde la época de las tomas de tierras 80

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de las haciendas y latifundios en los años 20 y 30 del siglo pasado los campesinos desposeídos propusieron siempre la compra de la tierra para hacerse al título jurídico de la misma y preservar sus derechos en el futuro. La idea liberal de expropiación de tierras ociosas incluyó siempre la demanda campesina de obtener el título de las parcelas. Esa es la experiencia de las invasiones de tierra en diversas regiones del país y tuvimos ocasión de constatarlo personalmente en los inicios de la colonización de regiones como Medellín del Ariari, El Castillo, Cartagena del Chairá y El Paujil. En todos los casos la población recién asentada en esos territorios, privada de toda ayuda institucional, buscaba afanosamente llamar la atención del Estado para encontrar amparo jurídico a fin de poder contratar créditos y participar en programas de desarrollo regional. Y ocurría así porque desposeídos y propietarios pobres piensan con mentalidad de propietarios: quieren títulos de propiedad para poder adelantar mejoras, vender, revender, recibir subsidios estatales, negociar con bancos, instalar servicios públicos domiciliarios, etc. El dirigente comunista y pedagogo Nicolás Buenaventura escribía sobre la experiencia de la lucha de la población caleña por la tierra urbana en los 50: “Las invasiones legalizadas son una forma de lucha peculiar que consiste, como se entiende, en combinar la acción legal con la ilegal: por medio de la posesión violenta se presiona la titulación de la tierra. Nuestro partido no ha comprendido bien el carácter especial de este procedimiento. Cuando se ha participado en las invasiones se ha creído que la toma de la tierra es el objeto, es el fin de la acción, y por eso en cuanto llega la hora de pagar la tierra, los camaradas siempre nos empeñamos en convencer a la gente de que no pague. Pero la gente se desentiende sistemáticamente de esta orientación del partido y siempre nos vuelve a ocurrir lo mismo: tenemos que aceptar al final el sistema de las compras y correr inclusive a patrocinarlas, para no quedarnos aislados de la gente (…) Las acciones populares espontáneas presionan las soluciones legales y las desarrollan (…) la toma de la tierra, en lugar de ser un fin en sí misma, se convirtió en un medio, en un rodeo para la compra de la tierra en condiciones favorables” (Documentos Políticos, 1958, No. 12, p. 19)6. 6

Ver además entrevista hecha a Nicolás Buenaventura para este trabajo.

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El problema para la izquierda es que el sistema de gobierno ha rodeado la gran propiedad de fortalezas aparentemente inexpugnables. Adelantar políticas públicas progresistas desde los puestos de representación popular es una tarea complicada y de nunca acabar. La reforma de 1968 arrebató la iniciativa del gasto público a concejos, asambleas y Congreso y la aglutinó en el poder ejecutivo. La primera elección popular de los alcaldes se produjo apenas en marzo de 1988 y la de gobernadores debió esperar tres años más. Las bancadas de representación popular solo pueden adelantar intentos de reforma mediante adiciones del presupuesto, y en la rebatiña de los fondos el concejal, de todas las ideologías y tendencias, ampara a su clientela por encima de todo. La organización moderna de los partidos políticos en los órganos colegiados (listas únicas, umbral electoral, bancadas) trata de funcionar penosamente solo a partir de la reforma constitucional de 2003 y todavía está en periodo de prueba. En medio de la repugnante corrupción política reinante en todos los órdenes de la vida nacional, nadie apostaría seriamente por su éxito. La alternativa de los sectores populares parece ser la de apoyar o rechazar la iniciativa presupuestal del gobierno y los grupos de poder real. Rocío Londoño y Eduardo Pizarro entrevistaron al concejal comunista Carlos Romero a mediados del 82 y le preguntaron: “¿Qué decide autónomamente el concejo con relación a Bogotá?”. Entonces ese cuerpo tenía autonomía para establecer las categorías del empleo y la remuneración de los empleados del Distrito, pero no podía modificar la composición de las juntas directivas de los institutos descentralizados ni controlar la política de empréstitos de esas entidades. Romero afirmó que “una de las causas por las cuales la población no se interesa mayormente por las corporaciones públicas, en especial los concejos municipales, se debe al hecho de que éstos no tienen funciones decisorias” (Documentos Políticos, 1958, No. 12, p. 19). Solo la ampliación de la representación popular democrática podría mejorar las cosas; “esperar que el cambio provenga de los concejales oficialistas es una utopía, debido a la interrelación que existe entre estos concejales, el gobierno y los empresarios y contratistas del distrito. Así, por ejemplo, no solo la administración está interesada en de82

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terminada política de empréstitos, sino igualmente ciertos concejales, como se demostró con ocasión de la construcción de los puentes en la ciudad. Mil veces insistimos en que se aprobara ese proyecto, estableciendo el monto del empréstito y el límite de intereses, pero no fue posible, debido al cheque en blanco que el oficialismo le entregó al alcalde para realizar este proyecto” (Documentos Políticos, 1982, No. 150, p. 52). Cuando todavía no había elección popular de alcaldes el control del concejo era mínimo. El presupuesto era de $50.000 millones, de los cuales $42.000 eran manejados por el alcalde y las empresas del Distrito (ibíd., 57). La misma izquierda no hace un seguimiento de sus actividades. Enredada actualmente en puntos de vista divergentes en torno a las soluciones del inmanejable transporte colectivo urbano de Bogotá, en manos de mafias que se lucran del envejecimiento del equipo, la lentitud del desplazamiento y los bajos ingresos de los asalariados sometidos a la “guerra del centavo” desde los años sesenta, no recuerda que hace un cuarto de siglo los representantes comunistas Gilberto Vieira, José Cardona Hoyos y Gustavo Osorio presentaron al Congreso Nacional un proyecto de ley sobre reforma del transporte público urbano que establecía un sistema mixto basado en la supeditación del componente privado al público, la eliminación de las empresas afiliadoras intermediarias y el control público de los prestadores del servicio, en un proceso hacia la estatización progresiva de ese servicio (Documentos Políticos, 1980, No. 144-145, p. 125). Desde luego, la izquierda colombiana en su conjunto avanzó en la segunda mitad del siglo XX, en todo sentido, incluido su funcionamiento interno. El error más grande fue haber creído que el sistema capitalista marchaba hacia su extinción fatal y que el ensayo socialista había venido para quedarse. La crisis del capitalismo era concebida como su muerte, no como la expresión de su transitoriedad histórica. Desde que Lenin formuló esa concepción han pasado 108 años, en la sucesión de los cuales el “capitalismo moribundo” fue la frase preferida. Se llamaba crisis general del capitalismo y hasta llegó a ser descrita como dividida en tres etapas: primera guerra mundial, segunda guerra

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mundial y aparición del campo socialista, y época de lucha de los dos sistemas, que es la última: allí se produciría la desaparición del colonialismo y el triunfo del socialismo a escala mundial. Así lo concibió la asamblea de 81 partidos comunistas del mundo efectuada en 1960, la más grande reunión de ese tipo que hubo nunca, concebida como respuesta a la división desencadenada por el comunismo chino. Los partidos en el poder en Europa renovaron allí su plan de competir y vencer al capitalismo en el terreno decisivo de la economía, y el partido colombiano, seis años después, difundía los avances de esa competición con estas palabras: “El sistema socialista sigue adelante en su propósito de dejar atrás al sistema capitalista y asciende hacia el próximo objetivo de fabricar la mitad de la producción industrial del mundo. Los países socialistas, en su conjunto, fabrican ya las dos quintas partes de la producción industrial mundial y alcanzan en varios aspectos a los países capitalistas más desarrollados” (PCC, 1966, 9). Desde luego, una vez desencadenada la crisis económica del “socialismo real”, los partidos aludidos nunca admitieron que habían perdido la competencia. Esa confesión se las arrancó la inmensa movilización popular que dio en tierra con los gobiernos, uno tras otro, entre 1989 y 1993. ¿Por qué, pese a tantas lecciones de la vida, la izquierda colombiana no ha podido acceder a los espacios de coherencia y certidumbre que desde hace rato han ganado en el pueblo y en la opinión internacional las acciones de la izquierda en los países del Cono Sur, Bolivia, Venezuela, Ecuador o Perú? En nuestro criterio, porque se atraviesa el factor violencia, sin parangón en América Latina: la guerra interna impuesta a la población y con la cual conviven forzadamente amplios sectores sociales al lado de los usufructuarios del empleo de la fuerza; además, en el caso del Partido Comunista, su amarre al empleo de las formas de lucha armadas como parte de la estrategia hacia la toma del poder. Esa organización lo ha afirmado repetidamente: el PCC no tiene mayores distancias ideológicas ni políticas con la lucha armada popular, a la que atribuye legitimidad y justeza como elemento de fuerza impuesto al pueblo por la violencia del Estado y las clases dominantes. Las amenazas para el partido, según palabras de sus dirigentes y toda su práctica cotidiana, 84

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provienen de la derecha, que para el partido se extiende desde las actuaciones del “fascismo” criollo hasta las de los reinsertados a la vida pacífica y los que se atreven a criticar públicamente las posiciones comunistas, sea quien fuere, en un espectro de malquerencias que va desde el consejero José Obdulio Gaviria, el ex ministro Fernando Londoño o el periodista Plinio Apuleyo hasta Saramago, García Márquez o Héctor Abad Gómez y su hijo Abad Faciolince. El partido no quiere saber nada de prensa socialista libre o independencia crítica de los escritores e investigadores de izquierda, y no tolera dudas públicas sobre los procesos de izquierda que avanzan en países como Cuba, Nicaragua o Venezuela. En materia ideológica y política todo debe cambiar, menos las posiciones propias, parece ser la consigna. Es posible que los sucesos políticos latinoamericanos hayan tenido muy poca influencia sobre las experiencias de lucha del pueblo colombiano. En cierta manera, en las décadas contemporáneas, Colombia ha ido a contrapelo del resto de naciones hermanas. Durante los años 50, 60 y la mitad de los 70 el país mantuvo tasas de desarrollo económico que no ha vuelto a conocer, entretanto que no pocos países del continente soportaban serios altibajos de su economía; a partir de los años 90 y hasta 2006 nuestra economía no levantó la cabeza, mientras en el vecindario se prolongaban los años de altas tasas de desarrollo en Venezuela, Perú, Argentina, Uruguay y Chile, por lo menos. Fuimos el único país latinoamericano que envió soldados a la guerra de Corea y el único que se distanció de la nación argentina en el conflicto de las Malvinas. Y mientras nosotros nos sumergimos en las honduras de una república paramilitar con conflicto armado interno de cuatro decenios, en el resto de naciones vecinas se escalan importantes posiciones de unidad democrática, dirigidas a desmontar las construcciones de sumisión impuestas por el capital norteamericano, principal factor de apoyo de los círculos gobernantes colombianos.

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El debate de la democracia La nueva izquierda surgida del derrumbe del “socialismo real” plantea una reforma dentro del capitalismo basada en la descentralización de la administración pública, el desarrollo regional y local, el fomento y defensa de las organizaciones populares y democráticas y el fortalecimiento de la sociedad civil. La democracia, para esa izquierda, se ha convertido en asunto central de toda su práctica política. El proyecto del “socialismo real” demostró trágicamente que las sociedades contemporáneas –en primer lugar las occidentales, más expuestas al debate público– no soportan la construcción de una nueva sociedad productora sin la presencia de expresiones democráticas y libertades públicas amplias, ajenas al monopolio del Estado por formas de desarrollo intolerantes. No hay desarrollo sin libertades públicas, dice la lección del “socialismo real”, que fue ni más ni menos que el ensayo general más acabado de sociedad igualitaria que ha conocido la humanidad. La democracia y la lucha democrática son un asunto central para la izquierda porque, como afirma Utzig en referencia al experimento de los países socialistas, “la supresión de la democracia y de la libertad pueden transformar un proyecto con pretensiones emancipadoras en una pesadilla totalitaria” (Nueva Sociedad, 1988, No. 157, p. 111). Esas mismas políticas públicas de carácter social que la globalización lanzó a las tinieblas exteriores. En contraste, la nueva izquierda que apareció en el mundo a partir de la escisión del campo socialista en 1960 esgrimía tesis aparentemente más radicales, que poco tenían que ver con la democracia y estaban basadas en la lucha por el derrumbamiento del sistema capitalista por la vía armada o, en todo caso, lejos de la vía pacífica que pregonaba el conjunto del movimiento comunista internacional bajo la égida del Pcus y la Unión Soviética. El papel asumido por los partidos comunistas fue entonces el de preservar supuestamente los dogmas marxistas y caminar al unísono con un dechado de desarrollo social, político y cultural encarnado por los países socialistas de Europa y en particular la Urss. A todos los partidos proletarios comprometidos con la dirección de Moscú les apareció enton-

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ces un puesto de combate frente a un enemigo doble: el capitalismo y sus “socios” los maoístas. El factor de la lucha democrática tiene enorme importancia para nuestro país porque al respecto Colombia tiene poco que aportar. La democracia y la lucha por la democracia que, hay que repetirlo, es un valor burgués, nacido en el seno de la sociedad de clases más acabada– han contado con poco espacio de acción entre nosotros. Durante cuatro decenios hemos estado en el centro de la atención continental a causa de nuestro prolongado camino de luchas sociales violentas, que no dan origen a nuevas expresiones de participación ciudadana sino que ahondan y descomponen la controversia social en sus expresiones más criminales. Nos matamos más, ponemos más cifras de desplazados forzosos y llevamos marcas mundiales de intolerancia sindical y minado de suelos pero no figuramos en los mapas de los movimientos sociales latinoamericanos. Colombia aparece al margen de los estudios sobre desarrollo del movimiento político y social latinoamericano del momento. Poco o nada hay que tenga trascendencia en el listado de las luchas sociales del continente y en la contribución de las fuerzas de izquierda. Se puede prescindir (y de hecho se prescinde) de la historia social colombiana sin que se altere el mapa de las luchas sociales democráticas a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. La guerrilla no está en la lista y ella es lo único realmente resaltante y original que presenta Colombia en el curso de cincuenta años. A partir de los años 80, mientras aquí había feroz guerra de guerrillas y paramilitares y plan de exterminio de la facción de izquierda que se atrevió a desafiar la muerte y a poner en marcha un proyecto de lucha política civil, en el resto del continente nacían y se desarrollaban nuevas expresiones de la izquierda en Uruguay, Brasil, Chile, Argentina, Bolivia, Ecuador, Perú, Nicaragua, Venezuela e incluso la siempre rezagada México. Lo que muestra esa casi invisible presencia del curso de la lucha social colombiana entre sus pares es que los objetivos de la actual izquierda son más amplios y más cercanos a los intereses populares que los de la insurgencia de los años sesenta, sesgados –y cegados– por el convencimiento de que la utopía socialista se había vuelto realidad.

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Pero en materia de libertades públicas la izquierda colombiana contemporánea no está inaugurando nada. La clase dirigente conocía los problemas económicos del país y los líderes liberales los exponían en detalle y eran conscientes de soluciones que en su inmensa mayoría estaban inscritas en las propuestas de la izquierda, como atestiguan el documento presentado por los principales dirigentes liberales de esa tendencia al Encuentro Nacional del Liberalismo (Bogotá, julio de 1968) y la Declaración de Tisquesusa, aprobada en esa reunión. No se trataba de un problema de indecisión del Partido Liberal sino de su imposibilidad política para hacer los cambios que pregonaba. El gran error de los partidos comunistas –y del colombiano, para nuestro debate– fue el de no haber alcanzado una mirada flexible, objetiva, tolerante de la idea y la práctica del socialismo. No permitir la más pequeña observación pública sobre el régimen socialista de Europa oriental, sobre los PC o el PCC, a pesar de conocer sus falencias y sus grandes manchas. Cerrar su prensa y su espacio de investigación social a cualquier observación crítica del programa y la práctica social de los PC. El partido no tenía distancia de los fenómenos que estudiaba y esto es funesto para cualquier práctica social. Mientras en los países socialistas no había libertad de voto, prensa, educación, manifestación, ni siquiera de desplazamiento de los ciudadanos en su propio territorio nacional, y tampoco libertad de expresión literaria y artística, aquí afilábamos la cuchilla de la lucha por libertades y derechos democráticos. Aquí condenábamos la pena de muerte pero allá había pena de muerte por disidencia política. El socialista era un mundo silencioso, sin crítica social y sin verdad investigativa social. Nosotros lo sabíamos y lo callábamos porque estábamos amarrados a una práctica social que era la negación de la que pregonábamos para el país. Resultaba fatal que el paradigma de Estado democrático fuera el Estadopolicía de los países socialistas y especialmente el de la Urss, que era una sociedad igualitaria a la cual el dueño de casa no le daba permiso de cargar la llave de la puerta. Todo se facilitó para los libertadores de la ignominia 88

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zarista, porque el socialismo se implantó por la fuerza en el seno de una sociedad que no había conocido la democracia siquiera recortada del régimen burgués. Mucha gente llenó el estómago por primera vez en su vida y conoció la educación, el servicio de salud pública gratuito y la cultura, y no estaba en condiciones de apreciar en toda su grave magnitud la ausencia de libertades públicas. Pero la construcción de una sociedad igualitaria, socialista, en la segunda mitad del siglo XX no podía ser enfocada como la de inicios de ese siglo en Rusia: crear un frente social y hacerlo respetar de sus enemigos externos que lo acosaban y querían destruirlo, para lo cual era forzoso sacrificar la democracia y con ella las ventajas de la igualdad social en el terreno político, civil, social. No puede ser una “democracia” de guerra contra el resto del mundo. Tiene que someterse a las eventualidades de la oposición política, la libre participación de las ideas y los partidos y el voto universal sin limitaciones, así ponga en riesgo su existencia7. No hay que olvidar que una buena porción de los cambios políticos impulsados por las izquierdas latinoamericanas en la segunda mitad del siglo pasado ocurrió sin el concurso de los partidos comunistas y a veces a pesar de ellos. Nuestro PC fue más hostil que tolerante de la carrera política de Gaitán –a quien tildó de fascista, mientras paradójicamente no titubeó en aliarse con el rojaspinillismo–, y ese tipo de actitudes se replicó en los casos de los comunistas argentinos y el peronismo y de los comunistas mexicanos y el PRD. El Movimiento 26 de Julio –que para los comunistas del mundo ostentaba la mácula de ser un movimiento de las clases medias y no del proletariado– ganó el apoyo del pueblo cubano ante el opacamiento y desconfianza del Partido Socialista Popular (comunista), proclive al reformismo norteamericano. En Nicaragua el Frente Sandinista de Liberación Nacional se desarrolla exitosa7 En entrevista concedida al autor de estas notas, Gilberto Vieira admitió que la Cuba de Castro nunca aceptaría

la participación electoral libre de partidos en la isla porque ellos no querían repetir la experiencia hecha por los sandinistas en Nicaragua, como producto de la cual habían perdido el poder.

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mente ante la hostilidad del Partido Socialista (comunista) de ese país, que era la voz cantante del pueblo nicaragüense en los foros de los partidos comunistas del mundo. El Partido de los Trabajadores recorre un largo camino hacia el poder sin mayor contribución de los comunistas brasileños. La preservación del orden político en el seno de la Unidad Popular chilena la garantizó Allende sustrayéndose a la rivalidad invencible de socialistas y comunistas. Tampoco la izquierda latinoamericana gana mayor cosa al buscar alianzas políticas con los partidos socialdemócratas, muchos de ellos partidarios de la exclusión de los comunistas, proclives a pactos con la derecha y enemigos de crear un frente económico y político del continente del sur frente a Estados Unidos y las empresas multinacionales. El sometimiento de los comunistas latinoamericanos a la égida de Moscú obstaculizó seriamente los esfuerzos hechos en el seno de los partidos para abrir camino ancho a las prácticas democráticas. En diciembre de 1980, en plena crisis del poder socialista en Polonia y para estar a tono con la información que emanaba del Pcus, el congreso del PCC solo aceptaba “dificultades” en la situación interna de ese país, y nueve años atrás, sobre el caso de Checoslovaquia, el informe político al 11o congreso del partido (abril de 1972) había estampado esta manifestación: “cuando (…) las tropas del Tratado de Varsovia entraron en Checoslovaquia para salvar las conquistas del socialismo gravemente amenazadas, el colectivo de nuestro partido comprendió plenamente el contenido de clase de esa acción solidaria internacional” (PCC, 1971, 15). Pero nada fue más patético que la desolación de los comunistas colombianos frente a la desaparición del “campo socialista”. En acto de homenaje al 50o aniversario de la revolución soviética cumplido en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán de Bogotá en noviembre de 1987 –menos de dos años antes del derrumbe del Muro de Berlín–, el alto miembro del Comité Central comunista, Manuel Cepeda, había advertido: “En Colombia críticos vitalicios de la Urss aseguran que al denunciar el dogmatismo, el burocratismo, el conservadurismo y el freno a la revolución se irá a pique el poder soviético. ¿Por qué se preocupan 90

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tanto? Este tipo de fábulas infantiles han estado contándolas desde 1917 y lo cierto es que el poder soviético está cada día más joven y revolucionario” (Margen Izquierda, 1987, No. 20, p. 5). Todos creíamos lo mismo. No teníamos criterios propios, y todavía habríamos seguido dando tantos otros tumbos cuantos ordenara el Pcus dar. Pasado el desastre, no pocos profesores universitarios escribieron sobre las bondades del cambio ocurrido en la Urss y el Pcus después de haber estudiado por años en los países socialistas y haber permanecido en silencio. Naturalmente, no habrían podido hacerlo oportunamente sin escapar a las represalias que inmediatamente habrían tomado contra ellos, allá y acá. Pocos años antes de caer asesinado por el Ejército, el dirigente comunista Miller Chacón, egresado de la Universidad Libre y hombre a prueba de cualquier veleidad reformista, afirmaba sobre los efectos de la perestroika: “Vale la pena preguntarse si los cambios que ocurren hoy en la Unión Soviética no han sido sorpresivos para nosotros; acostumbrados como hemos estado siempre a descalificar, por antisocialistas, antisoviéticas o productos de manipulaciones del imperialismo, toda (sic) información o estudio crítico de la realidad del socialismo; acostumbrados a conocer la realidad por una sola fuente: la oficial, que siempre o hasta hace poco mostraba una sociedad distinta a la que se nos presenta hoy por los nuevos dirigentes. Hoy, muchas cosas que aprendimos y defendimos como verdades han sido revaluadas o tachadas de falsas o aparentes” (Margen Izquierda, 1988, No. 27, p. 15). Más adelante señalaba: “Lo que está ocurriendo debe enseñarnos a ser más reflexivos y críticos respecto a todos los fenómenos. Nada debemos aceptar sin controversia y análisis y, al menos, tenemos que cuidarnos de no descalificar a los que mantienen ciertas dudas o no comparten ciertos hechos. Los nuevos planteamientos de la Urss han dado un vuelco a muchos conceptos y un golpe demoledor al seguidismo político, al culto casi religioso a la Unión Soviética. Han abierto un amplio espacio al desarrollo de las variantes del socialismo y al enriquecimiento del marxismo y desde luego refrescarán a los partidos comunistas” (ibíd.).

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La crisis del modelo socialista fue reconocida formalmente por el partido colombiano solo a partir de 1991, cuando no dejó de recordar, como manera de consolar y consolarse, que el socialismo seguía construyéndose en China, Vietnam y Cuba (lo cual hoy, ciertamente, no corresponde a la verdad). Entonces los documentos partidarios empezaron a aceptar que antes del desastre también se habían presentado crisis en el socialismo y que “la crisis actual del movimiento revolucionario, del modelo socialista, es más profunda y más general que las crisis anteriores”, como sostuvo G. Vieira en una conferencia nacional destinada a la elaboración de un nuevo programa del partido (Voz, 11 de abril de 1991, 1, separata). Con motivo de la perestroika, la Revista Internacional,8 órgano teórico e informativo de los partidos comunistas y obreros, se vio precisada a cerrar. Su último número (381-382) apareció en mayo-junio de 1990 y reprodujo textos de diálogos con miembros del CC del Pcus y del Soviet Supremo de la Urss, algunos pertenecientes a la Academia de Ciencias, con posiciones bastante sugestivas. En referencia a los partidos socialdemócratas de Occidente, el miembro del Soviet Supremo Alexandr Korshunov afirmaba: “En fin, los demócratas occidentales, sin consignas ‘revolucionarias’ y sin simbolismos proletarios, supieron tomar del marxismo su esencia y acercarse mucho más que nosotros a la encarnación práctica de las ideas de justicia y protección social (…) Me parece que muchos se equivocan al poner automáticamente signo de igualdad entre la Revolución de Octubre, su proyección humanitaria, y un periodo de nuestra historia verdaderamente aterrador, que se inicia a partir de la segunda mitad de los años 20 y que, en lugar de ser una continuación del gran Octubre, es su negación contrarrevolucionaria (…) Tenemos el poder de los soviets desde 1917, pero solo recientemente nos hemos liberado de una crudelísima dictadura, sin parangón en la historia” (Problemas, 1990, No. 381-382, p. 20). Alexander Iákovliev, con puesto en el buró político y el secretariado del CC

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En Colombia se editaba bajo el nombre de Problemas de la Paz y del Socialismo (Problemas, en los últimos tiempos).

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del Pcus, añadía: “El mundo ha cambiado, es irreconocible, mientras que nosotros, desgraciadamente, nos hemos estancado, hemos creado ciertos clisés de fenómenos, conceptos y categorías, y nos hemos acostumbrado a operar con ellos” (ibíd.). Hoy, con las aguas del turbión ya sosegadas, suena como una fantasía que desde los años 60 del siglo pasado los revolucionarios colombianos hubiésemos creído a pie juntillas que estaba cerca el fin del bipartidismo. No resultó verdadera la afirmación de que el PC es un demiurgo sin el cual no hay revolución social posible en nuestra época. Con el fracaso del modelo de revolución pregonado ya puede sostenerse sin problema que la revolución democrática del mundo contemporáneo no requiere necesariamente al PC. Puede ser otra expresión y en todo caso no será autoritaria ni centralista y férreamente jerarquizada. Pero, nos preguntamos: ¿tantos esfuerzos a lo largo de setenta años para que, al final, la población trabajadora escandinava –sin necesidad de revolución proletaria victoriosa y con desocupación subsidiada– estuviese en condiciones sociales y políticas superiores a las de los países bajo el socialismo triunfante?

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Revistas y periódicos Documentos Políticos, 1956-1984, números 1-158. El Tiempo, 2007. Estudios Marxistas, 1975, número 10. Margen Izquierda, 1985-1989, números 1-41.

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Nueva Sociedad, 1988, número 157. Problemas, 1990, No. 381-382. Voz Proletaria, 1969. Voz, 1991-2006,

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PASADO Y PRESENTE DE LAS IZQUIERDAS

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“El presente es de lucha, el futuro socialista”* Por Martha Cecilia García V.**

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Artículo recibido en marzo de 2008. Artículo aprobado en abril de 2008. ** Socióloga, investigadora del Cinep.

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Obreros del mundo El primer intento de organización mundial de obreros fue la Asociación Internacional de los Trabajadores, fundada en Londres en 1864, cuyos estatutos y manifiesto inaugural contribuyó a redactar Marx. La derrota de la Comuna de París, en 1871, suscitó encarnados debates en su seno, entre socialistas, anarquistas y laboristas, sobre la necesidad del partido político de la clase obrera para la toma del poder, la ineludible destrucción del poder del Estado burgués y la ineluctable dictadura del proletariado1, fase transitoria hacia el socialismo. Estas disputas, ilustradas por los debates entre Marx y Bakunin, la condujeron a su disolución en 1880. Trabajadores sindicalizados y nacientes partidos socialistas en varios países contribuyeron a fundar la II Internacional (París, julio de 1889), con la pretensión de ser el estado mayor del ejército proletario y bajo la consideración

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En el Manifiesto “la dictadura del proletariado” aparecía como la centralización del poder en un aparato, pero después de la Comuna, Marx la concibió como el poder social de una clase mayoritaria sobre la minoritaria que antes ejercía el poder, palanca que serviría a los trabajadores “para extirpar los cimientos económicos sobre los que descansa la existencia de las clases y la dominación (...) y transformar los medios de producción en instrumentos simples de trabajo libre y asociado” (citado por Rodríguez, 2002, 51).

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de que el internacionalismo era la vía que conduciría a la revolución (Kriegel, 1986, 41). La polémica interna entre marxistas y reformistas2 giró en torno a la relación entre partidos y sindicatos; la cuestión colonial,3 la lucha por la paz y en contra de la participación de los trabajadores en la Primera Guerra Mundial, tema que agudizó el conflicto entre internacionalistas y “socialpatriotas” y contribuyó a su disolución. Lenin, con la consigna “Transformar la guerra imperialista en guerra civil”, invitaba a los obreros a luchar contra la guerra, negándose a colaborar con sus gobiernos, yendo a huelga general y aprovechando esta coyuntura para avanzar en la revolución. Idea compartida por el Grupo La Internacional, facción revolucionaria marxista del Partido Socialdemócrata Alemán, constituida antes de la guerra por Rosa Luxemburgo, Franz Mehring, Alexander Parvus, Clara Zetkin4 y Karl Liebknecht, que apoyó movimientos huelguísticos, hizo permanentes llamados contra la guerra5 y en 1915 se constituyó como minoría orgánica dentro del Partido bajo la denominación de Liga Espartaquista aprobando, en 1916, las tareas formuladas por Luxemburgo: hacer propaganda revolucionaria contra la guerra imperialista, impulsar la huelga de masas o la insurrección armada y denunciar la política de conquistas del imperialismo alemán. Durante la sublevación alemana de noviembre de 1918, la Liga incitó a una revolución similar a la de los Bolcheviques rusos, pero no encontró eco entre 2

Protagonizada por Bernstein, Kautsky (discípulos de Engels), Rosa Luxemburgo y Lenin, y reseñada, entre otros, por Wallerstein (2005, 97-98) y Santos (1998, 23-24). 3 Aunque la mayoría se atuvo a un anticolonialismo de inspiración ética en la que prevalecía la lucha contra el racismo y la opresión, el Congreso de 1900 fijó como tarea “educar a los colonizados para hacerlos aptos para la independencia” (Kriegel, 1986, 58). Mi negrilla llama la atención sobre la mirada eurocéntrica de los marxistas sobre los colonizados como parte de los pueblos sin historia, “incapaces de desarrollar estructuras económicas y sociales que les permitieran, con alguna esperanza de éxito, insertarse en el proceso revolucionario mundial” (Castro-Gómez, 2005, 16-19). 4 Dirigente de la organización femenina del Partido quien, en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas de 1910, propuso que el 8 de marzo se celebrara el Día Internacional de la Mujer, proclamó los derechos de la mujer, la plena igualdad con el hombre y su incorporación a la vida política. 5 Hubo huelgas en Alemania (incluso en la industria militar), Francia, Italia, Inglaterra y Rusia. En septiembre de 1915, durante la conferencia de Zimmerwald –primera manifestación colectiva de una corriente internacional contra la guerra (Kriegel, 1986, 77)–, internacionalistas de once países europeos llamaron a los trabajadores a exigir el armisticio inmediato, al que se unieron, en 1917, sectores burgueses aduciendo enormes costos en vidas y en la organización de la producción y el comercio.

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los socialdemócratas independientes, rompió con ellos y conformó el Partido Comunista de Alemania. En su congreso fundacional, el 1º de enero de 1919, Rosa Luxemburgo expuso por última vez sus tesis: formular un programa único para luchar por las demandas que se pueden realizar bajo el capitalismo y por las que inevitablemente llevarían a las masas a la revolución socialista6; conformar, tras el estallido de la revolución proletaria, consejos de obreros y soldados (soviets), que concentraran todo el poder con el único propósito de realizar la revolución socialista que primero se concentraría en la lucha política y después en la económica7, recurriendo a la “forma eterna de lucha por el socialismo” (la huelga de masas); socializar la agricultura y llevar la lucha de clases al campo, movilizar al proletariado sin tierras y a los campesinos pobres –“última reserva de la burguesía contrarrevolucionaria por ser defensores fanáticos de la propiedad privada”– contra los campesinos ricos, y defender la paz mundial a través de la única vía posible: “¡la victoria del proletariado socialista!” (Luxemburgo, 1919). Terminando el congreso fundacional del PC, la Liga Espartaquista intentó dar un golpe de estado en Berlín, al que se opusieron Luxemburgo y Liebknecht, anticipando la debilidad de la rebelión, por no contar con el apoyo total de la clase obrera. El levantamiento fue derrotado por fuerzas combinadas del Partido Socialdemócrata de Alemania, remanentes del ejército alemán y grupos paramilitares de extrema derecha (Freikorps), que asesinaron a Luxemburgo y Liebknecht. Los restos de la Liga se disolvieron en el Partido Comunista que conservó el periódico de aquella, Bandera Roja.

6 “El resultado de la gran guerra es que a las clases capitalistas les es imposible salir de sus dificultades mientras

sigan en el poder. Comprendemos ahora la verdad que encerraba la frase que formularon Marx y Engels, en el Manifiesto Comunista: el socialismo se volverá una necesidad histórica. El socialismo es inevitable, no sólo porque los proletarios ya no están dispuestos a vivir bajo las condiciones que les impone la clase capitalista, sino también porque si el proletariado no cumple con sus deberes de clase, si no construye el socialismo, nos hundiremos todos juntos” (Luxemburgo, 1919). 7 Porque “los integrantes de la clase capitalista están bien dispuestos a aceptar las mistificaciones en la esfera política (...) pero los horroriza cualquier atentado directo contra sus ganancias” (ibíd.).

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Tras la Primera Guerra Mundial, la revolución socialista triunfó en Rusia, pero su resultado no fue la dictadura del proletariado sino la del partido. En Alemania otra revolución sustituyó la monarquía por una república burguesa que “con un lenguaje de izquierda, reprimía a las masas usando al ejército del antiguo régimen” (Rodríguez, 2002, 104). Y la derecha retomó el poder en Francia, Inglaterra, Rumania, Italia y Estados Unidos. Ante este panorama, los bolcheviques insistieron en defender la Revolución de Octubre y crear una III Internacional Comunista, constituida en marzo de 1919 y disuelta en 1943. Ésta, a diferencia de las anteriores, fue algo más que una coordinación internacional de los partidos comunistas del mundo, se convirtió en su dirección. Y no se disolvió por divisiones internas (la oposición fue reprimida, incluso asesinada), sino porque los partidos que la constituyeron “eran fieles seguidores de los intereses de la Urss, en la versión de Stalin, y no actuaban sin su visto bueno” (Rodríguez, 2002, 114-121). León Trotsky8, aunque fue uno de los dirigentes más importantes de la Revolución de Octubre se convirtió en el principal opositor del régimen soviético, tras la muerte de Lenin en 1924. Encabezar la Oposición de Izquierda (fracción bolchevique leninista, conformada en 1923) contra el Partido Comunista de la Urss y Stalin, le costó el exilio, el suicidio de una de sus hijas y hasta la muerte. Sus críticas se centraron en la falta de democracia interna en el partido, el reemplazo de los soviets por una fuerte burocracia estatal, las tesis estalinistas del socialismo en un solo país y la estrategia para la construcción del socialismo basada en etapas sucesivas de obligatorio cumplimiento.

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Su pensamiento y el de Rosa Luxemburgo son fuentes ideológicas de la IV Internacional y de la mayoría de grupos pertenecientes al campo socialista colombiano.

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En contraposición al marxismo-leninismo de Stalin y a las ideas de que la democracia y el socialismo constituían dos etapas independientes, y que el tránsito hacia la dictadura del proletariado pasaba por un prolongado período de democracia “burguesa”, Trotsky proclamó, en 1930, la Teoría de la Revolución Permanente9, que plantea que en los países atrasados el camino de la democracia pasa por la dictadura del proletariado. El carácter permanente de la revolución socialista radicaba en que, entre la revolución democrática y la transformación socialista de la sociedad, se establecía una lucha interna constante de duración indefinida, entre las distintas clases, que revolucionaría todas las relaciones sociales. La revolución proletaria empezaría dentro de las fronteras nacionales, pero no podría contenerse en ellas porque el capitalismo, al crear un mercado, una división del trabajo y unas fuerzas productivas mundiales, no podría conciliarse con los límites del Estado nacional. Por tanto, la revolución socialista debía ser internacional y permanente, y el internacionalismo sería un reflejo teórico y político del carácter mundial de la economía, del desarrollo de las fuerzas productivas y del alcance de la lucha de clases (Trotsky, 1930). Trotsky no cejó en sus críticas contra la Internacional Comunista por su apoyo a los nacionalistas chinos del Kuomintang (Kriegel, 1986, 120) y a la política estalinista contra la socialdemocracia alemana y la persecución a sus opositores. Denuncias que convencieron a sus seguidores de la imposibilidad de transformar, desde dentro, a la Urss y a la III Internacional, entonces plantearon construir la IV, para luchar desde afuera. En su exilio en Turquía, Trotsky inició la creación de un grupo internacional de bolcheviques leninistas –que empezaron a denominarse “trotskistas”– y en 1930 se constituyó su Secretariado Internacional. Después de que la III Internacional ratificó la política del

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“Pecado original del trotskismo”, según Stalin, Zinoviev y Bujarin. Era una reelaboración de la idea de Marx de que la revolución permanente pasaba de la etapa democrática a las reivindicaciones socialistas, cada etapa se basaba en la anterior y solo terminaría con la liquidación de la sociedad de clases.

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Partido Comunista Alemán que, según Trotsky, permitió el triunfo del nazismo en 1933, llamó a luchar por una revolución política en la Urss, a construir nuevos partidos y una nueva internacional. La IV Internacional se constituyó en septiembre de 1938, en París, con la idea de que sería el partido mundial de la revolución socialista, guiado por el Programa de Transición10, cuyos objetivos eran la movilización sistemática de las masas dirigidas por la clase obrera para llevar a cabo la revolución proletaria mundial, y servir de puente entre las reivindicaciones actuales de la clase obrera y el programa de la revolución socialista, combinando las tareas democráticas y socialistas (Trotsky, 1938 a). Si el asesinato de Trotsky en agosto de 1940 en México, a manos del comunista español Ramón Mercader, significó un duro golpe político para la IV Internacional, su participación en la producción teórica marxista que se adelantó entre los años 50 y 7011 sobre el estado capitalista, el desarrollo desigual y combinado, las crisis cíclicas del capitalismo, las clases y los conflictos sociales, el papel de la cultura y la ideología, y en los encarnizados debates “en los cuales subyacían divergencias estratégicas sobre el movimiento socialista, su composición y viabilidad, el papel desempeñado en él por la clase obrera y la relevancia de los nuevos actores sociales y las nuevas agendas emancipatorias” (Santos, 1998, 25-27), ocasionarían rupturas que dieron al traste con los intentos de crear el partido mundial de la revolución socialista. Dos de ellas, generadas por las disputas entre fracciones sobre la táctica para la construcción del 10 11

Redactado por dirigentes del recién creado Socialist Workers Party de Estados Unidos (SWP) y Trotsky. A partir de la revolución china, el pensamiento de Mao recorrió países periféricos y terminó por producir un cisma en el movimiento comunista mundial. Los procesos de liberación nacional en Africa, Asia y América Latina fueron acompañados de reformulaciones sobre la concepción marxista del sistema colonial, de cuestionamientos al desconocimiento de la raza como eje articulador de la jerarquización colonial y de planteamientos como el de Franz Fanon: “los parias del sistema-mundo moderno tienen voz, una visión del mundo y derecho no solo a la justicia sino a la valoración intelectual” (Wallerstein, 2004, 17). Las reflexiones sobre el subdesarrollo de América Latina desembocaron en una revisión de los análisis marxistas de la economía y el imperialismo, destacándose la teoría de la dependencia; el “marxismo occidental” se renovó con la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt y del marxismo estructuralista francés (Santos, 1998, 25-27).

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partido12 y la lucha armada como recurso táctico o estratégico para la toma del poder impactaron profundamente el campo socialista colombiano. En abril de 1969, durante su IX Congreso Mundial, la IV Internacional emitió varias tesis13, entre ellas, la Resolución sobre Latinoamérica que trazaba como tarea central la preparación de guerrillas rurales por un periodo prolongado, lo que generó “diferencias fundamentales de orientación”14 que derivaron en la conformación de dos tendencias: una mayoritaria, encabezada por Ernest Mandel, proclive a comprometerse con la guerra de guerrillas15 y otra, liderada por Nahuel Moreno16, que definía tal compromiso como una concesión al ultraizquierdismo, planteaba como tarea de la vanguardia latinoamericana la construcción del partido marxista revolucionario y defendía la propuesta fundacional de la IV Internacional: ligarse a las masas a través de la aplicación consecuente del Programa de Transición. 12

En 1953 se produjo una ruptura entre trostkistas ortodoxos, encabezados por el SWP y “revisionistas”, dirigidos por el economista belga Ernest Mandel y Michel Pablo –delegado de Grecia al congreso fundacional de la IV–, a propósito del impulso que éste dio al entrismo –táctica planteada por Trotsky– que proponía al reducido número de partidos trostkistas entrar a los partidos comunistas y socialdemócratas para ganar simpatizantes con quienes desarrollar disidencias internas y tomar posiciones orgánicas, como fracciones bolcheviques y así transformarlos en partidos revolucionarios. Diez años después se realizó el Congreso Mundial de Reunificación y se conformó el Secretariado Unificado (SU). Pero la Tendencia Revolucionaria del SWP continuó oponiéndose al “revisionismo pablista” y fue expulsada del Partido en diciembre de 1963. Abandonó sus intentos de ser readmitida al SWP cuando éste propuso, frente a la guerra de Vietnam, constituir un bloque por la paz con los pacifistas y el Partido Demócrata. En 1966, la Tendencia conformó la Spartacist League que, en julio de 1974, junto con simpatizantes de Australia, Nueva Zelanda, Europa y Asia, propuso constituir el núcleo de una tendencia consagrada al “renacimiento de la IV Internacional”, tarea en la que persevera hasta hoy. En 1989, la tendencia espartaquista internacional cambió su nombre por el de Liga Comunista Internacional Cuartainternacionalista. 13 Sobre el método de construcción del partido bolchevique; la vanguardia; la relación acción-experiencia-conciencia; la diferencia entre “conciencia científica” y “conciencia política”; las etapas de la revolución y el papel de la agitación, la propaganda y las consignas (Moreno, 1973). 14 Inicialmente basadas en el papel de la lucha armada en la política revolucionaria en Latinoamérica y luego extendidas a la relación entre lucha armada y luchas revolucionarias de masas en situaciones pre-revolucionarias y revolucionarias (Mandel, 1973). 15 Mandel escribió en enero de 1973 una apología a tal postura, En defensa del leninismo, en defensa de la IV Internacional, respondida de inmediato por Nahuel Moreno en Un documento escandaloso, aporte a la polémica previa al X Congreso Mundial del SU de la Cuarta, de enero de 1974. 16 Nahuel Moreno (seudónimo de Hugo Miguel Bressano Capacete, 1924-1987), fundó el PRT y el PST argentinos. En 1976 salió al exilio, se estableció en Colombia e impulsó la creación del PST. Después de la guerra de Las Malvinas regresó a Argentina, constituyó el Movimiento al Socialismo (MAS) y en 1985 la Liga Internacional de los Trabajadores-Cuarta Internacional (LIT-CI).

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La discusión entre las dos tendencias no se centraba en el rechazo o la aceptación de la guerra de guerrillas, sino en si ésta era táctica o estratégica: “La minoría insistió en que no se oponía a la guerra de guerrillas per se. Y que ésta podía resultar ventajosa en ciertas situaciones como complemento de la lucha de masas. La utilización de la guerrilla era una cuestión táctica que las distintas secciones debían determinar. A lo que se oponía la minoría era a la conversión de la táctica guerrillera en una orientación estratégica que inevitablemente subordinaba la orientación estratégica de la construcción del partido revolucionario de masas” (Blanco y otros, 1972, 5).

Esto se encadenaba con la influencia que ejercía sobre las organizaciones latinoamericanas de izquierda la idea sostenida por Fidel Castro y el Che Guevara de que el modelo de la Revolución Cubana podía repetirse en cualquier lugar de América Latina. “La adopción de la estrategia guerrillera por secciones latinoamericanas17, y aun por la dirección internacional, es un reflejo directo de la influencia castrista sobre la Internacional. Esta situación lleva a estudiar las diferencias entre el castrismo y el trotskismo” (ibíd., 5), que radicaban en que el primero ponía la acción militar por encima de la construcción del partido, bandera del segundo. En esta discusión cobraba importancia preguntarse quiénes deberían soportar el mayor peso de la lucha –campesinos o proletarios– y de dónde saldrían los cuadros del movimiento –de la pequeña burguesía revolucionaria o de la vanguardia obrera–. El uso indiscriminado de “guerra de guerrillas” y “lucha armada” como sinónimos fue otro tema de polémica: la minoría trotskista sostenía que la lucha armada la llevan a cabo el proletariado y el campesinado en una insurrección o guerra civil, como lo habían enseñado y practicado 17

Referencia a la adopción por parte del PRT (El Combatiente) argentino de la estrategia castrista en 1968, y a los levantamientos campesinos del norte del Cuzco dirigidos por la Brigada Remigio Huamán, en 1962, tras la escalada represiva sobre las tomas de tierras. Esta “guerrilla trotskista”, conformada por rondas campesinas para defenderse de gamonales y militares, recurrió a “métodos de lucha de clases directa y democracia de base” y estuvo dirigida por Hugo Blanco, histórico líder trotskista de la Confederación Campesina del Perú. En mayo de 1963, Blanco fue capturado y la columna guerrillera se desbarató (www.marxists.org).

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Lenin y Trotsky. El foco guerrillero guevarista era considerado “elitista” por ser “la línea del movimiento estudiantil y no la orientación del movimiento de masas latinoamericano, que en esos momentos entraba en un gran ascenso urbano” (Moreno, 1985, 5). Ese ascenso, aunado a la derrota de la guerrilla foquista en América Latina –la destrucción de partidos que, como el PRT-ERP argentino, siguieron las orientaciones del IX Congreso– y el crecimiento del PST argentino, convertido en el partido trotskista más grande de la Internacional, gracias a su inserción en las movilizaciones obreras y populares y en el aprovechamiento de los procesos electorales y las libertades democráticas, fueron los tres factores que obligaron al Secretariado Unificado a abandonar las concepciones guevaristas, según Moreno (ibíd., 5). Estos debates desembocaron en la secesión que enmarca el inicio del periodo abordado en este artículo y signaron las formulaciones políticas de los grupos que conformaron la tendencia socialista en Colombia. Aunque a lo largo de los años 70 se produjeron otros fraccionamientos, en 1979, ocurriría un episodio que contribuyó a generar un nuevo cisma dentro de la IV Internacional18, dando origen a la formación de la Cuarta Internacional-Comité Internacional, que tuvo profundas repercusiones en la sección colombiana: la constitución y actuación de la Brigada Simón Bolívar. La Fracción Bolchevique de la IV Internacional19 –siguiendo el ejemplo de la Brigadas Internacionales de la Revolución Española– organizó y envió desde 18

En el mismo año se llevó a cabo el XI Congreso de la IV Internacional cuyas Resoluciones sobre América Latina autocriticaron su orientación guerrillerista expresada en los dos congresos anteriores y adoptaron como tarea prioritaria la implantación dentro del proletariado, sin ignorar el papel decisivo de su aliados, el campesinado y los pueblos indios y negros, resaltando que la lucha contra el racismo era parte fundamental de la lucha de clases en América Latina (Löwy, 2007). 19 Conformada entre 1975-1976 por partidos de Brasil, Perú, México, Italia, España y el PST colombiano, bajo el liderazgo de su homólogo argentino, en oposición al análisis del SWP sobre la revolución portuguesa y la guerra de Angola. En 1973, los partidos argentino y estadounidense lideraron la conformación de la Fracción Leninista Trotskista contra la “claudicación” de la corriente mandelista al “vanguardismo maoísta y ultraizquierdista” detonados por el Mayo francés y las movilizaciones en Checoeslovaquia de 1968 (Moreno, 1985, 5).

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Bogotá una brigada internacional de combatientes20, solidaria con la revolución nicaragüense contra la dictadura de Anastasio Somoza, para apoyar la acción insurreccional de las masas urbanas que había estallado tras el asesinato de Pedro Joaquín Chamorro. La corriente morenista aseguró que esta Brigada tuvo una actuación heroica ocupando el puerto de Bluefields y promoviendo la conformación de sindicatos independientes del gobierno, proceso que “amenazó con generar una movilización de la clase obrera por fuera del control del sandinismo” (Moreno, 1985, 7) y que fue tildado de “ultraizquierdista” por la dirección del Frente Sandinista de Liberación Nacional (Fsln) que, a mediados de agosto del 79, denunció a los “agitadores trotskistas” y expulsó del país a los miembros no nicaragüenses de la Brigada Simón Bolívar. La corriente mandelista y el SWP consideraban que el Fsln era una dirección revolucionaria y socialista y apoyaron la expulsión de la Brigada. Según los morenistas, esto no ocasionó la ruptura con el Secretariado Unificado, sino la orden terminante que éste dirigió a la Fracción Bolchevique y a los grupos trotskistas de América Central para que cesaran inmediatamente toda política revolucionaria independiente, se sometieran a la orientación política del sandinismo y respetaran el “centralismo democrático internacional” del SU, bajo pena de exclusión (Divès, 1999). Moreno acusó al SU de negarse a hacer una campaña internacional para repudiar tanto la “tortura burguesa” infligida por la policía panameña sobre los brigadistas antes de dejarlos partir hacia Suramérica, como la política de un gobierno que expulsa revolucionarios de su país. Estos serían los “principios morales” que llevaron a la Fracción Bolchevique a romper con el SU y a conformar en

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“La muestra más elevada de internacionalismo proletario” constituida con “la profunda convicción de que la clase obrera es una sola a nivel mundial”, cuya intervención política en la revolución nicaragüense se justificó como “una nueva etapa en la evolución de la Fracción Bolchevique” (www.partidosocialistadelos trabajadores).

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1982, la Liga Internacional de los Trabajadores-Cuarta Internacional (LITCI)21 (Moreno, 1985, 8).

“Rompiendo el silencio”22 El “campo socialista” colombiano tuvo como antecedente inmediato al Partido Socialista Revolucionario, del cual Mario Arrubla fue uno de sus dirigentes y cuyas concepciones sobre el carácter de la sociedad colombiana, expuestas en Estudios sobre el subdesarrollo colombiano, fueron asumidas, de manera crítica, por la mayoría de núcleos intelectuales que conformarían esta tendencia (Proletarización, 1975, 445), entre finales de los años 60 y comienzos de los 70, época de intensa agitación social23 duramente reprimida y signada por el fraude electoral de 1970. La tendencia socialista emergió de un archipiélago de núcleos de estudio conformados por intelectuales, profesores y estudiantes de universidades de Cali, Popayán y Bogotá, vinculados con un pujante movimiento cultural. Estos grupos se nutrían de las discusiones de la IV Internacional y planteaban la necesidad de llevar a cabo la revolución socialista de inmediato, por lo que debía crearse un partido revolucionario marxista como alternativa al estalinismo y al maoísmo locales y a los focos guevaristas, a los que consideraban incapaces de ofrecer un futuro para la clase trabajadora y la izquierda revolucionaria.

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A la cual perteneció el PST colombiano hasta comienzos de los años 90 cuando la abandonó al considerar errada su caracterización de la guerra en Yugoeslavia y el análisis de la caída de los estados obreros. Junto a pequeños partidos y escisiones de la LIT fundó el Centro Internacional del Trotskismo Ortodoxo (Cito), de corta duración y dudoso impacto internacional y, ante su división, se planteó volver a la LIT. Actualmente, el PST cuenta con reducidas fuerzas concentradas en el magisterio y las universidades. Edita mensualmente el periódico El Socialista y es crítico de coaliciones de izquierda como el Polo Democrático Alternativo. 22 30 años después de que La Brigada de la Canción Socialista lanzara su único disco, la mayoría de cuyas canciones fueron compuestas por Kemel George, Camilo González Posso lo reprodujo en homenaje a los compañeros de lucha. El título resuena en las palabras de Juan Guillermo Gómez (2006, 108): los trotskistas “fueron, como la estirpe de los Buendía en Cien años de soledad, borrados literalmente de la faz histórica de la tierra”. 23 Un análisis de la protesta social en estos años en Archila, 2003.

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Uno de los precursores del campo socialista en Colombia fue el grupo Espartaco –fundado por el economista Libardo González– que, en mayo de 1970, adhirió a la teoría de la Revolución Permanente en el primer número de su periódico Prensa Obrera (Proletarización, 1975, 413). Éste tuvo una pequeña audiencia pero el mérito de analizar, con un enfoque distinto al de la prensa de izquierda existente, la situación política, económica y social del país bajo la influencia de la IV Internacional y de los escritos de André Gunder Frank24 y Theotonio dos Santos acerca de la existencia de capitalismo –y no de feudalismo– en América Latina (ibíd., 421). Aunque los intentos de Espartaco de crear un partido fracasaron, no cejó en sus esfuerzos por construir una sección de la IV Internacional en Colombia y, alineado con la tendencia mayoritaria encabezada por Mandel, se involucró en el debate que suscitó la Resolución sobre Latinoamérica.

Como alternativa a Espartaco y en rechazo a la guerra de guerrillas como estrategia política en Latinoamérica (posición de la minoría del Secretariado Unificado y de la Tendencia Trotskista Leninista, encabezada por Joseph Hansen, del SWP de Estados Unidos), en 1973 se fundó en Bogotá el Grupo Marxista Internacionalista (GMI), bajo el liderazgo del abogado Eduardo Mackenzie. Durante el X Congreso de la IV Internacional, en 1974, Espartaco fue reconocido como sección oficial y el GMI como sección simpatizante, constituyéndose en los pioneros del trotskismo en Colombia. El Bloque Socialista se configuró en medio de las movilizaciones sociales de comienzos de 1971, cuando más de 15 mil campesinos de la Anuc realizaron alrededor de 800 tomas de tierras, el 21 de febrero, evidenciando el fracaso del reformismo agrario del gobierno de Lleras Restrepo (1966-1970); cinco días después, una marcha estudiantil en Cali –inscrita en el movimiento por autonomía universitaria y cogobierno–, fue reprimida violentamente y, según 24

Quien hizo parte de la dirección de la IV Internacional después de la II Guerra Mundial, junto a Michel Pablo, Ernest Mandel y miembros del SWP.

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datos oficiales, el saldo de muertos ascendió a 15. El 4 de marzo, en un mitin en la Universidad del Cauca fue asesinado César Augusto “Tuto” González –hermano de dos dirigentes del Bloque–, mientras el ministro de educación de aquel entonces, Luis Carlos Galán, “urdía la reforma liberal de la educación, encaminada a garantizar la libertad de pensamiento” (El Manifiesto, 17 de marzo de 1975). Inmediatamente, universidades públicas y privadas entraron en paro en solidaridad con todos los actores sociales en conflicto. En sus inicios, el Bloque fue ecléctico: “duramente anti-PC chino, anti-PC Moscú, crítico de la teoría del foco, amigo de la revolución cubana” (Entrevista a Ricardo Sánchez, 2006) y se proyectaba “como una alternativa a la lucha guerrillera: lucha de masas, luxemburguismo, basismo organizativo, con una idea bastante espontaneísta de la insurrección urbana popular. El planteamiento era empatar con el movimiento campesino, con el sindicalismo, con el movimiento estudiantil, con las organizaciones de base” (Entrevista a Camilo González Posso, 2006). En el Bloque confluyeron varios grupos de tendencia socialista –salvo Espartaco y el GMI–25 que acordaron crear un núcleo de partido y determinaron impulsar un periódico nacional: Revolución Socialista (Proletarización, 1975, 446)26 que apareció en febrero de 1972, dirigido por Ricardo Sánchez. Registraba los debates del campo socialista internacional y nacional, y de éste con las organizaciones estalinistas y maoístas del país. En junio de 1974, fue adoptado por el Bloque Socialista como su órgano partidista. Para lograr definiciones políticas tendientes a construir un núcleo de partido se llevó a cabo la I Reunión de Socialistas, el 26 de agosto de 1972, que en su Declaración Política concretó las tácticas y estrategias para organizar la alianza 25

“Libardo y Espartaco, y MacKenzie y el GMI quedaron por fuera, porque no éramos trotskistas, aunque ya habláramos de Trotsky con gran admiración y lo leyéramos” (Entrevista a Sánchez). 26 Algunos de estos grupos se habían conformado alrededor de publicaciones como Crítica Marxista (boletín mimeografiado del estudiantado que apareció en febrero de 1970), Diario Latino y Gaceta Obrera.

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obrero-campesina (Revolución Socialista, septiembre, 1972). Dos años después, durante la III Reunión Nacional del Bloque Socialista (Cali, enero y junio de 1974), se precisó que la táctica adecuada en ese momento era la construcción de la vanguardia partidista, para preparar la lucha de masas dirigida por el proletariado para la insurrección futura y la destrucción del régimen burgués. Durante ese evento se oficializó la existencia de una fracción minoritaria dentro del Bloque que, según el Comité de Dirección, “en materia política encarna desviaciones democráticas y en lo organizativo sustenta posiciones liquidacionistas y de sabotaje al centralismo democrático” (Revolución Socialista, agosto de 1974). Cuatro meses después, esta disidencia constituiría la Unión Revolucionaria Socialista en una reunión nacional de delegados de las facciones leninistas del Bloque y de los Comandos Camilistas que se conjugaron “en una nueva fuerza revolucionaria, para la unificación y centralización del Estado Mayor de dirigentes y organizadores de los núcleos de partido” –“etapa intermedia entre los círculos intelectuales y la formación de un poderoso partido socialista de masas”– y se propusieron como tareas combatir al régimen político, caracterizado como “dictadura civil”, y coadyuvar a la formación de la conciencia política de la clase obrera (El Manifiesto, 30 de junio de 1975), labor apoyada en la publicación quincenal27 de su periódico, El Manifiesto, que apareció el 17 de febrero de 1975. Las diferencias que conllevaron a la ruptura de la Unión RS con el Bloque Socialista28 tuvieron como fuente la irrestricta adhesión de la primera al leninismo que, según uno de sus militantes, Alberto Melo, frenó el desarrollo de una concepción democrático-socialista por la interpretación autoritaria de la “dictadura del proletariado” y por la adopción de una organización cerrada, prescrita por Lenin para los bolcheviques. Este modelo limitó sus posibili27 Salvo entre abril y octubre de 1976 cuando, por penurias económicas, dejó de salir. Publicó 52 números hasta

febrero de 1978. 28 En la que incidió una puja entre dirigentes que surgió a medida que se amplió el proyecto de unidad de las organizaciones pertenecientes a la tendencia socialista (Entrevista a Juan Carlos del Castillo, exmilitante del Bloque Socialista, 19 de febrero de 2007).

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dades de mantener una acción política abierta hacia la opinión pública, y su contradicción más aguda tuvo que ver con la táctica: para Lenin la conquista del poder en un régimen antidemocrático inevitablemente se hacía a través de la revolución y la estrategia apropiada era la que Gramsci denominó “guerra de movimientos”. Pero en tales formulaciones no se podían hallar códigos y orientaciones que guiaran la acción política en un régimen político parcialmente democrático, en el cual una revolución de corte clásico ya no era inevitable, sino más bien poco probable (Melo, 1989, 170-171). Durante el primer lustro de los 70, las organizaciones del campo socialista coreaban “Contra la farsa electoral, acción combativa y revolucionaria!” pero el Bloque Socialista dio un giro cuando se alineó con la corriente de la IV Internacional, que calificaba el abstencionismo como ultraizquierdismo e infantilismo rampantes y, de ninguna manera, como una postura de principios. Tras una espinosa discusión interna, el Bloque admitió la participación electoral como forma de lucha útil al desarrollo de la revolución. Así lo anunció antes de llevar a cabo su I Conferencia Nacional (6 a 8 de febrero de 1976): “El abstencionismo ni impide la realización de las elecciones ni derrota la dominación ideológica ni expresa una consecuente actitud revolucionaria. La única actitud correcta de un partido que espera transformarse en elemento consciente del movimiento obrero es no votar por partidos burgueses y reformistas y sí votar una fórmula obrera y socialista” (Revolución Socialista, enero de 1976)

Entonces propuso crear un Frente Socialista y Revolucionario para intervenir en los comicios de mitaca de ese año, bajo la consigna: “Por un gobierno obrero y de campesinos pobres en una Colombia socialista”. Por su parte, la Unión RS actuó en consonancia con su idea del papel estratégico de la lucha por la democracia política, particularmente por la vía electoral, para transformar la sociedad colombiana, haciendo alianzas para superar el sectarismo y sumar fuerzas (Melo, 1989, 168), consideradas heréticas por el Bloque que la acusó de reformista por adherirse a la Unión Nacional de Opo112

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sición, aunque hubiera lanzado su campaña electoral bajo la consigna “Por una república de consejos obreros y populares”, adoptada también por la Línea Proletaria, que manifestó que utilizaría las elecciones con actitud antiparlamentaria, para impulsar el enfrentamiento directo al régimen (El Manifiesto, 18 de marzo de 1976). Otros grupos continuaron sosteniendo una postura abstencionista que los alejó de aquellos que la habían dejado atrás. Tal es el caso de la Liga Obrera Comunista y de una fracción de los Comandos Camilistas que en el primer número de su periódico Poder Obrero (1 de mayo de 1976) expresaron: “¡No a la democracia burguesa, no al parlamentarismo, no a las ilusiones reformistas. Hacia la dictadura proletaria!” A la enconada discordia entre las organizaciones socialistas generada por la participación electoral y las coaliciones, contribuyeron los intentos de establecer alianzas para construir el partido de la revolución. La Unión RS convocó en noviembre de 1976 a los Círculos y Organizaciones Marxistas para discutir las bases programáticas sobre las cuales debía erigirse tal partido y lograr la unificación de estos grupos. Meses antes de esta Conferencia, el Bloque Socialista incriminó a la Unión RS de pretender realizar el sueño del justo medio entre el reformismo del PC, el maoísmo recalcitrante, el trotskismo del Bloque y las alas de izquierda del liberalismo (Revolución Socialista, 24 de septiembre de 1976) y de intentar profundizar su conciliación con las concepciones estalinistas de la revolución por etapas, y reiteró la necesidad de construir un partido mundial guiado por el Programa de Transición. El Bloque, la Línea Proletaria ML y Coyuntura no asistieron al evento y solo estuvieron presentes la organización convocante y dos fracciones del campo M-L: la Unión Comunista Revolucionaria y la Organización Comunista Ruptura29. 29

Nacida en 1976 como “ruptura con los proyectos del populismo y del foquismo (...) con los supuestos destacamentos marxistas que solo han quedado en contemplaciones a la manera metafísica, especialmente sobre la perspectiva de la revolución permanente (...) con las posiciones vacilantes y conciliadoras (...) al interior de la Tendencia” (Ruptura, marzo de 1976).

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Durante el año siguiente, los grupos que participaron en la Conferencia concretaron “actividades comunes de lucha contra el régimen, formas de coordinación nacionales y locales” y la edición conjunta de la revista Teoría y Práctica en América Latina, pero avanzaron poco en “la disolución de los círculos debido a concepciones diferentes acerca de problemas candentes de la estrategia y la táctica política, lo que ha traído como resultado la dispersión de fuerzas para encarar las tareas que plantea el desarrollo de la lucha de clases” (Santana, 1977, 3). Las elecciones para corporaciones públicas y presidenciales de 1978 animaron intentos de unidad de organizaciones de oposición que dejaron al descubierto las profundas diferencias entre los tres bloques que conformaron: La Unión Nacional de Oposición (UNO), el Frente por la Unidad del Pueblo (FUP) y la Unidad Obrera y Socialista (Uníos) 30. La Anapo Socialista invitó a las organizaciones de izquierda a un “Foro Nacional de la Oposición Popular y Revolucionaria” para discutir un programa mínimo para conformar un frente electoral revolucionario, escoger su candidato presidencial, elaborar un estatuto que ofreciera garantías a todos los sectores que participaran y coordinar la lucha contra la “pequeña Asamblea constituyente” propuesta por el presidente López Michelsen (1974-1978). La Unión RS aceptó propiciar la formación de un frente antiimperialista con un solo candidato, con la condición de que las organizaciones mantuvieran su independencia, desarrollaran primero una táctica de unidad de acción y posteriormente una unidad programática. Esta vez, el Bloque Socialista concordó con la Unión RS y accedió a asistir al Foro para impulsar un frente amplio de 30

Constituidos así: UNO por el PCC, sectores de la Anapo y del Movimiento Amplio Colombiano (MAC); FUP por Moir, sectores de la Anapo y del MAC, Comités Democráticos Populares y Revolucionarios, Movimiento Independiente Liberal (MIL), Movimiento Nacional Democrático Popular –sector de la dirección de la Anuc– y la Unión Comunista Revolucionaria –de tendencia M-L conformada por la Unión de Revolucionarios Marxistas-Leninistas y Emancipación Obrera–, y Uníos por el PST, la Liga Comunista Revolucionaria, la Organización Comunista Ruptura y el PST-Tendencia Democracia Proletaria.

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lucha contra el plan reaccionario del gobierno (los proyectos jurídicos de la Pequeña Constituyente, las políticas económicas y las medidas represivas del Estado de Sitio) y en solidaridad con los trabajadores en conflicto. Pero criticó la posición del Moir de intentar construir un frente anti-feudal porque obstaculizaba la unidad y se convertía en la plataforma de la candidatura presidencial de Jaime Piedrahita Cardona, coordinador general de la Anapo (Revolución Socialista, 12 de noviembre de 1976). Al Foro, realizado el 18 de febrero de 1977, asistieron la Anapo, la Anapo Socialista, la Unión RS, el Bloque Socialista, el Moir, el MAC, los Comités Democráticos Populares y Revolucionarios (Cdrp) y la Organización Comunista Ruptura. Allí se lanzó el “Programa Nacional y Democrático” y se formalizó el Comité Permanente por la Unidad del Pueblo, en el cual, el Bloque no participó al considerar que trazar acuerdos estratégicos para la acción común obstaculizaba el avance revolucionario, dadas las diferentes corrientes ideológicas que existían y porque las reivindicaciones democráticas planteadas tenían la concepción de la revolución por etapas. Cinco meses después se llevó a cabo un segundo foro al que no asistieron el Bloque ni la Unión RS. El primero alegó que el PC y el Moir habían cerrado las puertas a los candidatos clasistas y que la burguesía contaba con siete candidatos: cinco de los partidos tradicionales, uno del FUP y otro de la UNO. La Unión RS adujo que no quería aliarse con la UNO porque le hacía el juego al liberalismo al no aceptar planteamientos programáticos como un Estado con milicia y ejército populares, la sustitución del aparato burocrático por organismos democráticos y de la justicia actual por la ejercida por organismos de los trabajadores (El Manifiesto, 4 de agosto de 1977). En abril del 77, el Bloque Socialista lanzó al profesor universitario Kemel George como precandidato presidencial, designación que la Unión RS rechazó por no ser obrero (El Manifiesto, 11 de mayo de 1977). George renunció para apoyar la candidatura única del presidente de la Cstc, Pastor Pérez (Revolución Socialista, 21 de abril de 1977). Como la UNO no aceptó esta propuesta, el Bloque lanzó a la secretaria de Fecode, Socorro Ramírez, como su candidata

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clasista (El Socialista, número 8531, 4 de agosto de 1977), que tampoco fue del gusto de la Unión RS porque “el Bloque antes luchaba por candidaturas obreras y unitarias y ahora por obreras y socialistas”, y criticó a Socorro por su “demagogia obrerista y por despreciar los objetivos programáticos del movimiento de masas”32 (El Manifiesto, 18 de agosto de 1977). Otra alianza, no solo electoral, se pactó en diciembre de 1976 entre la Liga Obrera Comunista, los Comandos Camilistas y Espartaco sobre un Acuerdo Político de unificación de estos grupos, “en un proceso de depuración de los trotskistas de las orientaciones vanguardistas y ultraizquierdistas”. Esta fusión se llevó a cabo en Barranquilla, entre el 12 y el 15 de agosto de 1977, durante el congreso fundacional de la Liga Comunista Revolucionaria (sección colombiana oficial de la IV Internacional), que decidió participar en elecciones con candidatos propios, junto con otros grupos socialistas. Mientras ocurrían estos sucesos, aumentaban las protestas sociales, y las direcciones nacionales sindicales y los comités de paro organizaban la realización del Paro Cívico Nacional con el apoyo del PC, la UNO, la Unión RS, sectores de la Anapo y del MIL, el Partido Socialdemócrata Cristiano y el Movimiento Cristiano por el Socialismo. El Bloque Socialista contribuyó en sus preparativos, pero “pretensiones no satisfechas de dirección lo llevaron a marginarse de la acción en la etapa final” y el Moir con “el pretexto de que el movimiento no se dirigía frontalmente contra ‘el gobierno lopista’ obstaculizó de múltiples formas la preparación del paro, al cual posteriormente apoyó de palabra”33 (Medina, 1984, 169-170). 31 A partir este número, el Bloque cambió el nombre de su periódico por El Socialista, aduciendo que Revolución

Socialista era una consigna programática. 32 Sin embargo, la plataforma electoral de Uníos incorporó las banderas del Paro Cívico Nacional, la lucha por la tierra, por los derechos de la población negra e indígena y contra la discriminación laboral y salarial de las mujeres, por el reconocimiento de la maternidad como función social, subsidio por cada hijo, guarderías gratuitas y controladas por los usuarios, educación sexual y contra planes imperialistas de esterilización masiva o control natal obligatorio, por legislación sobre el aborto, ley de divorcio y abolición del Concordato (Revolución Socialista, 13 de febrero, 1978). 33 Pastor Pérez, presidente de la CSTC, en entrevista concedida a Arturo Alape, a propósito de este paro, dijo: “sólo los núcleos maoístas y trotskistas se manifestaron en contra de la política unitaria y desplegaron una sucia campaña contra el Paro Cívico Nacional” (Alape, 1980, 133).

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Diez días después de este paro, el Bloque realizó en Bogotá el Congreso de Fundación del Partido Socialista de los Trabajadores (PST)34 y ratificó la candidatura presidencial de Socorro Ramírez, “única en la historia del país, por ser la de una trabajadora, mujer, joven y socialista”. El PST nació como parte de la Fracción Bolchevique de la IV Internacional, encabezada por Nahuel Moreno, y se sumó “a la tarea histórica por hacer realidad dos estrategias: la movilización permanente de los trabajadores por conquistar el socialismo a nivel mundial y la construcción del Partido Mundial para que dirija la Revolución Socialista” (www.partidosocialistadelostrabajadores). Según la Unión RS, el programa del PST había sustituido la categoría neocolonial por semi-colonial, lo que subrayaba nuestra dependencia de Estados Unidos, pero incrementaba la importancia de la lucha por la liberación nacional y de la construcción de un frente único antiimperialista “que le permitiría al PST marchar junto a la burguesía nacional, en algunos momentos” (El Manifiesto, 12 de octubre de 1977), asunto intensamente debatido entre estas dos organizaciones, en sus periódicos, las universidades y los círculos de estudio. No obstante esa crítica, la Unión RS anunció su intención de ir a las elecciones del 78 con el Frente Socialista que se conformó en la Convención Obrera y Socialista del 7 de diciembre de 1977, con el PST, la Liga Comunista Revolucionaria y la Organización Comunista Ruptura. Allí se corroboró la candidatura presidencial de Socorro Ramírez y se elaboró la Plataforma Programática por un “Estado Común que debe instaurar la clase obrera”, basado en la abolición de la burocracia profesional y del ejército (reemplazado por el armamento general del pueblo), en la completa soberanía nacional y en las plenas libertades políticas (El Manifiesto, diciembre de 1977). 34 Una carta del teatrero Phanor Terán, le pide a este Congreso “rehabilitar” a Ricardo Sánchez, privado de sus

derechos políticos durante 6 meses por la dirigencia del Bloque, tras su regreso de un viaje por Europa (El Manifiesto, 29 de septiembre de 1977), durante el cual cumplió tareas políticas en el Secretariado Unificado, como representante de la Tendencia Bolchevique –a la cual ya estaba adscrito el Bloque– ante el Buró político de la IV Internacional. Ricardo me relató en enero de 2007 que se le acusó de no guardar la disciplina de partido y se le excluyó sin discusión, método de “compartimentación” típico de sectas, como la corriente de Moreno, que cooptaba grupos excluyendo a los dirigentes.

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El 14 de diciembre de 1977, el PST lanzó la campaña por la Unidad Obrera y Socialista (Uníos) para aglutinar el voto de los trabajadores en torno a Socorro Ramírez, pero se resquebrajó a comienzos del año siguiente: el Comité Ejecutivo del PST anunció que ni su candidata35 ni Ricardo Sánchez pertenecían ya al Partido porque habían conformado la Tendencia Democracia Proletaria, pero seguiría apoyando la candidatura de Ramírez (El Socialista, 6 de febrero de 1978). También manifestó tener desacuerdos sobre la elaboración de listas y problemas políticos con la Liga Comunista Revolucionaria, la Organización Comunista Ruptura –que en su periódico Proletario, anunció que no iría a elecciones– y con la Unión RS. Ésta, decía el PST, había roto los criterios de independencia de clase, al propiciar acuerdos frentepopulistas con la UNO36, que desconocían la dirección del partido y denunció que Democracia Proletaria había desarrollado actividades públicas en representación del PST, “llegando al extremo de publicar un periódico Revolución Socialista37 que usurpa el nombre del PST” (El Socialista, 20 de febrero de 1978). El PST abandonó Uníos y obtuvo 4.622 votos en las elecciones para corporaciones públicas, mientras la coalición sacó 7.217, según El Socialista (14 de marzo de 1978) y, según Revolución Socialista (6 de marzo de 1978), obtuvo 3.437 y Uníos 10.007. El PST atribuyó el estancamiento de los votos de izquierda a la ruptura de la unidad obrera lograda alrededor del Paro Cívico Nacional del 77, que hizo que los partidos obreros se presentaran divididos a estos comicios. Antes de las elecciones presidenciales agitó la consigna: “Por un solo candidato de los trabajadores a la presidencia: Que renuncien Pernía, Piedrahita y la compañera Socorro Ramírez” (El Socialista, 22 de marzo de 1978). 35

En una entrevista concedida por Socorro en 1978 “anotó que no se consideraba fuera del partido y que la sanción había venido de una sección minoritaria, perteneciente a la Tendencia Bolchevique de la IV Internacional” (Cinep, 1978, 82). 36 Y la Unión RS le había reclamado al PST que la candidatura de Socorro le hacía el juego a la derecha que aprovecharía el poco respaldo numérico de votantes a ésta para destacar la división de la izquierda y le restaría votos a la UNO y al FUP. 37 El 13 de febrero de 1978, apareció el número 85 de Revolución Socialista (a nombre del PST) y la Editorial, firmada por Socorro Ramírez, dijo que se reiniciaba su publicación con el fin de acompañar las listas de candidaturas obreras y socialistas en la recta final de la campaña para corporaciones públicas.

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El 24 de abril de 1978 apareció una edición conjunta de Poder Obrero (de la Liga Comunista Revolucionaria) y Revolución Socialista (en ese momento, PSTTendencia Democracia Proletaria) que en su editorial afirmaba que era un primer paso hacia la unificación de la prensa obrera trotskista, por tanto, hacia la sección única de la IV Internacional, convergencia lograda sobre la base programática y de principios del Programa de Transición, la pertenencia a la misma organización internacional y el anhelo de construir el Partido Mundial de la Revolución Socialista. Este hecho local evidenció la agudización de las disputas en el seno de la IV Internacional entre la Fracción Bolchevique dirigida por Moreno (a la cual pertenecía el PST) y la tendencia mayoritaria encabezada por Mandel (en la cual se inscribieron la LCR y la Tendencia Democracia Proletaria). En las elecciones presidenciales del 4 de junio de 1978 la izquierda perdió el 40% de la votación obtenida en febrero, aunque “el PC y su candidato Pernía declararon que eran la tercera fuerza electoral del país con 90 mil votos”. El PST atribuyó el retroceso electoral a las políticas divisionistas, sectarias y conciliadoras del PCC y del Moir, y al sectarismo de la dirección de Uníos (Democracia Proletaria y LCR) a la que le cabía el fracaso de Socorro Ramírez (El Socialista, 12 de junio de 1978). En esta coyuntura, la revista Alternativa lanzó una campaña de recolección de firmas por una candidatura única de la izquierda, de donde nació Firmes, agrupación en la que se disolvió la Unión RS. Esta fusión fue condenada por Democracia Proletaria y la Liga Comunista Revolucionaria como el abandono de “la tarea de consolidar un polo socialista en lucha por la unidad de clase, a cambio de hacer la segunda voz de este proyecto!”38 (Dirección Nacional, Poder Obrero, número 24; Revolución Socialista, 15 de junio de 1978). Transcurrido este proceso electoral, la Tendencia Democracia Proletaria, la Liga Comunista Revolucionaria y algunos cuadros del GMI se dieron a la ta38

El PST criticaba a Firmes porque “allí se puede discrepar de ‘todo’, menos de la necesidad de hacer unidad con la oposición burguesa como estrategia política del movimiento” (El Socialista, 8 de junio de 1979).

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rea de constituir el Partido Socialista Revolucionario (PSR), impulsado por el Secretariado Unificado de la IV Internacional. “Fundamos el PSR en una ruptura con Moreno por diferencias políticas en el manejo del partido (…) Tendencia Bolchevique Internacional copa al PST (...) y nos empezaron a perseguir. Nuestros compañeros colombianos ya estaban muy asimilados a los intereses de Moreno, [quien impulsaba] un pensamiento y una práctica sectaria y un culto a él (…) Entramos en relación con [el SWP] y con la tendencia de Mandel. Los gringos fueron más solidarios, Mandel fue muy entrista en ese debate (…) luego eso se agotó por las propias crisis de la Internacional, los americanos plantearon una Internacional con los castristas” (Entrevista a Sánchez). En 1979, la crisis dentro del campo socialista se patentizó con esta escisión del PST y con un nuevo cisma dentro de la IV Internacional ocasionado por la acción de la Brigada Simón Bolívar en Nicaragua. El 13 de junio de ese año, el PST realizó una rueda de prensa en Bogotá, para anunciar su iniciativa de conformar y coordinar esta Brigada, “inspirada por el espíritu bolivariano e internacionalista”, y convocó a “hombres y mujeres, trabajadores, estudiantes, de cualquier partido o ideología39 que quieran apoyar efectivamente al hermano pueblo nicaragüense y al Frente Sandinista”. Dos días después avisó que “varios colombianos han partido y ya se encuentran combatiendo hombro a hombro con los sandinistas” (El Socialista, 15 de junio de 1979), lo que no era cierto según el saludo del Fsln a la Comisión Coordinadora y al primer contingente de la Brigada que se incorporó al Frente Sur y se concentraba en los “entrenamientos indispensables para entrar en acción cuando así lo determine la Dirección Nacional Conjunta” (facsímiles de cartas de los comandantes Edén Pastora y Plutarco Hernández, fechadas el 27 de junio de 1979, en El Socialista, 6 de julio de 1979).

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Daniel Samper y Luis Carlos Galán expresaron su acuerdo con la solidaridad que manifestaba la conformación de la Brigada Simón Bolívar (El Socialista, 22 de junio de 1979).

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Según los brigadistas colombianos, ellos ayudaron a organizar alrededor de ochenta sindicatos en Managua y en la Costa Caribe, apoyaron ocupaciones de fábricas y de tierras (El Socialista, 10 de agosto de 1979) –que debían pasar a manos de campesinos pobres y obreros rurales para llevar a cabo la revolución agraria– y plantearon que, en cambio de desarmar a las milicias populares, se debía armar a obreros, campesinos y población pobre para defender la revolución. (El Socialista, 24 de agosto de 1979). Sergio Ramírez, miembro del Fsln y vicepresidente de Nicaragua, durante el primer gobierno de Daniel Ortega, recuerda: “La Brigada Simón Bolívar, compuesta por sudamericanos, trotskistas en su mayoría, que había combatido en el Frente Sur, y que una vez en Managua se dedicaron a predicar la revolución mundial alentando a los trabajadores a reclamar el control obrero de las fábricas, fueron llamados una noche a una reunión en las instalaciones de la Loma de Tiescapa; allí se les capturó y en la madrugada del día siguiente fueron puestos en un avión suministrado por el general Torrijos, rumbo a Panamá” (Ramírez, 1999, 100).

Tras la deportación de cuarenta miembros de la Brigada, el PST sostuvo que en Nicaragua se produjo una revolución democrática para tumbar la dictadura de Somoza, con los métodos de la revolución socialista y no con los democrático-burgueses, con la movilización insurreccional de las masas para destruir el ejército burgués. Logrado ese objetivo se abrían dos caminos: revolución socialista o reconstrucción de un Estado burgués democrático, vía que según el PST, había seguido la dirección del Fsln que después de haberse hecho con el poder lo había entregado al Gobierno de Reconstrucción Nacional, lo que justificaba la oposición al Fsln por parte de la Brigada y de pequeños grupos trotskistas y maoístas nicaragüenses, (El Socialista, 24 de agosto de 1979). “Creo que Nahuel Moreno [propició esta Brigada] para alimentar una lucha interna en la IV Internacional, crear un hecho propagandístico, montar una provocación contra los sandinistas a nombre del internacionalismo. A quién se le ocurre que uno puede trasladar un grupo de jóvenes idealistas allá (…)

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y ponerse unos uniformes, disparar un cartucho en alguna esquina –aunque creo que no lo dispararon–, y luego resultar diciendo qué hay que hacer (…) Y arman un escándalo porque los montan en un avión y los devuelven. Hicieron lo más sano con ellos. No los defendió ni un solo campesino, ni un solo obrero sandinista, pese a lo que salieron a decir” (Entrevista a Sánchez).

Este evento internacional acabó con la militancia dentro del trotskismo de muchos que no conciliaban con el recurso a las armas, aunque no arriaron las banderas de la lucha por la democracia radical ni su participación política, pese a que el final de los setenta y buena parte de los ochenta se caracterizaron por un nuevo auge del movimiento guerrillero en América Latina –gracias al “éxito” del Fsln al que le siguió el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, con la idea de que “Si Nicaragua triunfó, El Salvador triunfará”– y a que “la lucha armada volvió a ser eje en Colombia (…) Fue el nuevo auge del ELN, la ilusión del M-19, el planteamiento estratégico de las Farc, combinado con tentativas de negociación y el surgimiento de la UP” (ibíd.). Aunque estos grupos que se autodenominaban marxistas revolucionarios no consiguieron crecer consistentemente –por el contrario, sus historias nos muestran un permanente fraccionamiento, a pesar de sus constantes llamados a la unidad–, contribuyeron a enriquecer el debate político dentro de algunos círculos intelectuales y estudiantiles y, en menor medida, entre algunos sindicatos, alrededor de temas como la crisis del estalinismo, el programa de transición, la revolución permanente, la lucha armada como táctica o como estrategia, la unidad de la oposición de izquierda y la democracia.

Temas en debate Estado y democracia Durante los años 70, la caracterización del Estado de los socialistas recogía tres tesis leninistas: éste es producto y manifestación del carácter irreductible de las contradicciones de clase; es una organización especial de la violencia 122

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de una clase sobre otra; y la liberación de las clases oprimidas es imposible sin la destrucción del aparato de poder estatal (El Manifiesto, 17 de febrero de 1975). El régimen político se concebía como una “dictadura civil”, porque recortaba o negaba los derechos políticos y ejercía represión abierta a las libertades democrático burguesas (organización sindical, derecho a la huelga y a la movilización), acorde con la actividad contrarrevolucionaria del imperialismo y las clases dominantes. El régimen económico se identificaba como “desarrollo capitalista neocolonial por la vía prusiana”, que ejercía una violenta represión política y económica contra el campesinado y acrecentaba la explotación de la clase obrera, situación que creaba las premisas objetivas para la agudización de la lucha de clases. La política imperialista norteamericana se dirigía a mantener a las naciones latinoamericanas como territorio para seguir con las actividades del capital monopolista, primero mediante la guerra fría y, después de la Revolución Cubana, mediante la combinación de reformismo demagógico (Alianza para el Progreso y reformismo agrario impulsado por el Banco Mundial) con intervención directa (guerra preventiva contrainsurgente). La política neo-colonial era un componente esencial del sistema económico construido al final de la II Guerra Mundial por Estados Unidos, “la forma más refinada de perpetuar la dominación de países antaño colonizados o semicolonizados. Reemplaza la sujeción burocrático-militar ejercida directamente por la nación opresora, por formas indirectas y ‘civilizadas’. Los órganos que conforma Estados Unidos para ejercer este nuevo tipo de sojuzgamiento nacional (…) incluyen organismos estables de alianzas políticas entre Estados formalmente independientes, agrupados por regiones geográficas (como la OEA) (…) que permiten el establecimiento de pactos militares que hacen en la práctica de los ejércitos ‘nacionales’ de cada neo-colonia, apéndices del ejército imperial, cuidadosamente entrenados y fuertemente armados por el Pentágono (…) Se añaden organismos especializados que posibilitan la dirección del conjunto de la economía capitalista,

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por parte de la burguesía imperialista, como el FMI” (El Manifiesto, 18 de abril de 1975).

La intensa agitación social de la época era considerada expresión de una etapa “defensiva estratégica del proceso revolucionario en Colombia” en la cual la clase obrera estaba atomizada y dominada por la ideología burguesa, el reformismo, el revisionismo y el anarco-sindicalismo. Debido a la ausencia de un proletariado organizado, las luchas democráticas de las masas estaban siendo comandadas por la pequeña burguesía reformista y constitucionalista, por tanto, marcadas por vacilaciones y tendencias de conciliación con el régimen político y con la burguesía liberal. En este contexto, la tarea fundamental del socialismo colombiano era construir la vanguardia partidista, para preparar la lucha de masas dirigida por el proletariado para la insurrección futura, la lucha popular contra el imperialismo40 y la destrucción del régimen burgués. Las demandas democráticas de las clases explotas en las sociedades capitalistas neocoloniales solo podrían resolverse al instaurar la dictadura del proletariado que, al realizar las tareas democráticas de la revolución proletaria y las propiamente socialistas, garantizaría el tránsito hacia la sociedad sin clases y sin Estado41. A la alianza del capital y la renta, de la burguesía y los terratenientes, respondería la alianza de la clase obrera y el campesinado42, en un partido obrero socialista43, bajo una dirección marxista, que luchara por la instauración de un Estado prole40 La tendencia socialista hizo suyas las ideas trotskistas de que la revolución en cada país solo alcanza continui-

dad en la revolución internacional, por tanto, apoyaba las luchas de liberación nacional y la movilización obrera anticapitalista (Bloque Socialista, 1975). 41 “Declaración Política de los Socialistas”, en Revolución Socialista, septiembre, 1972. Postura común a la Unión RS y al Bloque, hasta cuando éste se convierte en PST, en 1977. 42 El carácter de las luchas del campesinado fue objeto de debate entre distintos grupos socialistas y se resume en dos consignas: “la tierra para quien la trabaja” y “tierra sin patronos”. La una quería garantizar la tierra, la otra consideraba que la lucha por ella era un instrumento para la lucha revolucionaria (Entrevista a González). 43 Capaz de combatir los intentos de encaminar a las masas hacia el reformismo, la legalidad y la conciliación de clases, propios de la burocracia soviética y los partidos comunistas latinoamericanos, como lo había demostrado el caso chileno.

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tario y revolucionario,

única garantía para solucionar definitivamente la explotación, la miseria y la opresión política. “El socialismo debe propender por la combinación de la lucha política y la lucha económica, de la lucha por la democracia y la lucha por el socialismo” (El Manifiesto, 3 de marzo de 1975). Consideraciones sobre la lucha armada Los grupos que constituyeron la tendencia socialista se asumieron como adalides de la organización de la lucha de masas, alternativa a la formación de guerrillas, en un momento de crisis del proyecto guevarista en Colombia –inicios de los años 70– que coincidió con una amplia movilización estudiantil muy ligada a una ideología del trabajo de base (Entrevista a González). Pero uno de sus más enconados debates enfrentó las concepciones vanguardistas y guerrilleristas que mantenía la tendencia mayoritaria de la IV Internacional –a la cual se había afiliado una muy pequeña agrupación colombiana, desde los inicios de la década del 70–, y las posturas críticas hacia la teoría del foco –sostenidas por la mayoría de grupos trotskistas del país adscritos a la tendencia minoritaria–, que llamaban a los Comandos Camilistas, a la Liga Obrera Comunista y a Espartaco a cerrar filas en defensa de la Internacional, combatiendo los “intentos de resucitar teorías que han fracasado en todas partes” 44. Por aquellos años, la tendencia socialista reconocía a las Farc como una guerrilla campesina íntimamente ligada a las luchas agrarias y única en América Latina porque había permanecido más de 25 años como movimiento armado en el campo, burlando las técnicas militares y conservado simpatías campesinas en las regiones. Si subsistía era porque contaba con apoyo de la población 44

Llamado del Bloque Socialista a la fracción Combate de Espartaco, cuyas acciones –“lo peor del izquierdismo senil”, inspiradas en los Tupamaros y el ERP argentino– “hacen de la guerrilla urbana el meollo de su política”. Aunque su presencia política se daba “apenas en un sector estudiantil, la toman en cuenta porque se dicen representantes de la fracción oficial de la IV Internacional y comprometen el prestigio del trotskismo en Colombia” (Revolución Socialista, 4 de noviembre de 1976).

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–a diferencia de la guerrilla urbana– y, en mayor o menor grado, interpretaba sus necesidades. Pero la tildaba de guerrilla reformista por su dirección política, el PCC (Revolución Socialista, 9 de julio de 1976 y El Manifiesto, 2 de marzo de 1977). Otras organizaciones armadas como el ELN, el EPL y el M-19 –“expresión de las banderas del populismo anapista y del caudillismo rojista”– eran consideradas como concepciones foquistas de lucha armada antimasas, “vanguardismos militaristas disfrazados bajo la tesis de la organización ‘político-militar’”, carentes de una política proletaria45. El “ajusticiamiento” de un general por el ELN, a mediados de 1975, la ejecución de José Raquel Mercado por el M-19 en abril de 1976, y el asesinato de Pardo Buelvas por el ADO en septiembre de 1978, fueron condenados por las organizaciones trotskistas46. El Bloque Socialista señaló que con el asesinato de Mercado el M-19 había introducido el “terrorismo individual” en la vida política del país, método extraño al movimiento obrero y repudiado categóricamente por el marxismo47 y, además, había entregado a los “demócratas” de la burguesía colombiana un mártir que mostrar (pues no lo querían en vida) y le sirvió al régimen para justificar la escalada represiva (Revolución Socialista, 25 de abril de 1976). Por su parte, la Unión RS aseveró que el ascenso de la movilización que se vivía en el momento era una coyuntura favorable para las huelgas y los paros cívicos

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El distanciamiento de la lucha armada fue efecto de la crisis del ELN después de la muerte de Camilo –confirmación práctica del fracaso del foquismo– y de la “acción criminal” de Fabio Vásquez Castaño (Entrevistas a Sánchez y a González). 46 Poco tiempo después, los periódicos Tribuna Bolchevique, El Manifiesto, Revolución Socialista, Alborada, El Proletario, Coyuntura y Jornada Camilista se pronunciaron contra hechos que atentaban contra la libertad de prensa: una balacera contra los talleres de Voz, la explosión de una bomba en un teatro que exhibía cine cubano y de un petardo en las oficinas de Alternativa (El Manifiesto, 24 de noviembre de 1975). 47 Trotsky se opuso al terrorismo individual por su inefectividad como estrategia para el cambio social: “el terror individual es inadmisible porque empequeñece el papel de las masas en su propia conciencia, las hace aceptar su impotencia y vuelve sus ojos y esperanzas hacia el gran vengador y libertador que algún día vendrá a cumplir su misión” (Trotsky, 1911).

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“pero no estamos ante una situación revolucionaria ni de asalto inmediato a la fortaleza burguesa que permita iniciar tribunales revolucionarios ni juicios populares. No era necesario suplantar a la clase obrera en el juicio histórico a José Raquel Mercado” (El Manifiesto, 18 de marzo de 1976).

A mediados de 1977, los grupos trotskistas consideraron que las acciones del M-19 y del PLA expresaban el auge de la guerrilla urbana en Colombia. Reconocieron la sofisticada campaña publicitaria adelantada por el primero que, junto con el uso de las armas y de la violencia, buscaba la simpatía de amplias masas, procuraba desprestigiar al régimen revelando la faz oculta de algunos de sus personajes más notables y enlazaba sus acciones con ciertas necesidades de la población pero, no por ello, dejaba de ser ajeno a la lucha de masas. El PLA, según los trotskistas, ponía en evidencia las divisiones del PCC-ML respecto a los métodos de acción porque esta escisión había abandonado la idea de construir una guerrilla campesina revolucionaria y, aislada de las masas, había comenzado por ajusticiar a antiguos militantes del PCC-ML, bajo la acusación de traición48, luego puso bombas y petardos en Bogotá y había terminado por asesinar policías para despojarlos de sus armas de dotación. Sus miembros eran gentes con escasa o nula experiencia política, ponían en marcha la teoría del “terror excitante”, sin tener en cuenta las condiciones políticas, y su acción solo había logrado desprestigiar la causa de la revolución (El Manifiesto, 7 de julio de 1977). La participación electoral La tendencia socialista nació abstencionista, siguiendo la formulación de Lenin parafraseada en el primer número de Revolución Socialista: “una jornada de acción de masas (…) es más importante que años de declaraciones parlamentarias”. Y agitaba las consignas “Contra la farsa electoral, lucha de masas!”; “Contra la represión, denuncia beligerante! Revolución socialista!” 48

Para la Unión RS la muerte de Romero Buj, el 24 de noviembre de 1976, a manos de un comando del PLA, fue una muestra del “espíritu profundamente antidemocrático del PCC- ML en el tratamiento de las contradicciones internas y en el seno del pueblo” (El Manifiesto, 8 de diciembre de 1976).

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Así se mantuvo hasta antes de las elecciones de 1976, cuando el Bloque Socialista se alineó con la corriente de la IV Internacional, encabezada por Nahuel Moreno, y anunció su decisión de participar en las votaciones de mitaca. La Unión RS sostenía que su táctica política era persistir en la lucha contra la “dictadura civil”, levantando las banderas de la democracia política y la independencia nacional y su táctica electoral era conformar frentes socialistas sobre bases programáticas (El Manifiesto, 18 de noviembre de 1977), que le valieron duras críticas de parte de otros grupos trotskistas. Abandonar el abstencionismo y contraer alianzas electorales fueron motivos para el alejamiento entre diversas corrientes de la tendencia socialista bajo acusaciones de haber renunciado al programa de la revolución socialista al proponer programas de unificación democrática. A pesar de estas divergencias, las elecciones de 1978 se percibieron como una posibilidad para avanzar en la unidad organizativa revolucionaria, como una forma de propaganda y agitación, y la mayoría de organizaciones socialistas conformó un bloque electoral (Uníos) al que, tras el rotundo fracaso en las urnas, le atribuyeron la propiedad de haber contribuido a fortalecer la identidad de las fuerzas de la IV Internacional, al difundir el programa socialista, impulsar la lucha contra el bipartidismo y otorgarle tribuna a las luchas proletarias (Revolución Socialista, 6 de marzo de 1978). Justo cuando la tendencia socialista decide participar en las elecciones, el país está viviendo la degradación de las condiciones materiales de vida de la población que incitan a una explosión de protestas sociales que desembocan en el paro cívico del 77; es la época de irrupción espectacular del M-19 y de los actos terroristas de grupúsculos como el ADO y el PLA, todo lo cual desata el “miedo a la revolución”, enfrentado con el fortalecimiento de las fuerzas armadas, el recurso al Estado de Sitio49, a los consejos verbales de guerra, los allanamientos, la ocupación militar de universidades públicas y la aplicación 49 Entre 1970 y 1978, el país permaneció solo 20 meses sin Estado de Sitio, que se declaró en 12 oportunidades

(Gallón, 1979, 28).

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del Estatuto de Seguridad. Mecanismos de poder encaminados tanto a reprimir y debilitar a los movimientos más activos (campesino, estudiantil y obrero) como a reforzar la legitimidad gubernamental (Gallón, 1979). Estas son algunas pocas muestras de que no era un periodo de apertura política. Pero la baja votación obtenida en las urnas también evidencia que la presencia de una opción de izquierda ha sido mucho más notoria en el terreno social que en el ámbito político institucional: el desfase entre la insatisfacción social y las preferencias electorales develan que “los sujetos teóricos de la política de izquierda no se sintieron convocados por los partidos de izquierda” y que “la mayor falencia política de la izquierda ha sido su incapacidad para definir un discurso y un esquema de relaciones estables y sólidas con los oprimidos” (Vilas, 1996, 253-259).

Pensar y hablar sobre el país En la tendencia socialista fueron centrales los grupos de estudio sobre la realidad del país y las publicaciones, convertidas en órganos de difusión de programas políticos, análisis de coyuntura, debates nacionales e internacionales, tareas estratégicas y tácticas, diatribas y consignas. Crítica marxista y Prensa Obrera fueron pioneras, luego vendrían más, sumadas a folletos y libros, editados en formatos modestos y de manera artesanal (Entrevista a Sánchez). Cuando la Dirección Nacional del Bloque Socialista adoptó a Revolución Socialista como su periódico le confirió “la tarea primordial de orientar ideológicamente a la organización en el trabajo entre las masas y en especial entre el proletariado” (Revolución Socialista, agosto de 1974). Y la Unión RS, en el primer número de El Manifiesto, afirmó que éste sería “el vocero de la denuncia política del régimen e instrumento de contestación contra el mismo, de discusión amplia sobre cuestiones atinentes al programa y a la línea política del socialismo (…) el vocero de la democracia proletaria” (El Manifiesto, 17 de febrero de 1975). Además de estos quehaceres militantes, la prensa socialista

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mantuvo secciones de análisis de coyuntura nacional e internacional, crónicas sobre movilizaciones sociales y permanentes columnas femeninas y sobre temas estéticos y artísticos. Entre las publicaciones destinadas a “conocer” la realidad colombiana y a formar ideológicamente a la izquierda socialista, resalta la revista Ideología y Sociedad50, cuyo mérito se debió a la tenacidad de Emilio Pradilla (Entrevista a Sánchez), su director fundador y militante de la causa socialista. Apareció en junio de 1970, bajo el nombre de Ideología, Diseño y Sociedad, como “órgano de expresión de un grupo de estudiantes, profesores y egresados de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional, concientes de que los elementos que intervienen en la práctica Arquitectural y las Artes están en crisis” (Ideología, Diseño y Sociedad, junio de 1970)51. El núcleo que giraba alrededor de esta publicación identificó, a partir de Estudios sobre el subdesarrollo colombiano, que las fuerzas sociales fundamentales en la transformación revolucionaria eran “el proletariado industrial y agrícola, vanguardia capaz de darse una política y una ideología propia, a través del partido” que dirigiría al campesinado parcelario. Estas conclusiones llevaron a sus editores a replantear el carácter de la revista que, en adelante se llamaría Ideología y Sociedad. De ella no desaparecerían los temas relativos a la realidad urbana, la práctica arquitectónica y el arte, a condición de que fueran relevantes en el análisis teórico de la sociedad colombiana o una exigencia de la lucha política o ideológica. Revelaron que coincidían con la tendencia socialista pero como ésta no había elaborado todavía la teoría concreta de la revolución 50

Entre sus articulistas permanentes tuvo a destacados militantes socialistas: Salomón Kalmanovitz –su director desde octubre del 76–, Ricardo Sánchez, Víctor Manuel Moncayo, Laura Restrepo, Manuel Trujillo, Camilo González y Jaime Galarza, y André Gunder Frank, Nahuel Moreno y Ernest Mandel, miembros de la IV Internacional. 51 “Cuando Emilio Pradilla regresó de Francia trajo un discurso marxista antiestalinista, influenciado por Henri Lefebvre, el derecho a la ciudad y los movimientos sociales urbanos, que encontró un ambiente fértil en la Facultad de Artes, donde se estaba cuestionando el modelo urbano del boom europeo, se empezaban a discutir las particularidades de la urbanización latinoamericana, y ya se rechazaba la idea de que el arte y la arquitectura eran objeto de la línea política del partido (…) En materia de arte, Trotsky tenía una posición mucho más progresista que el estalinismo y los maoístas” (Entrevista a del Castillo).

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colombiana ni había construido las formas organizativas y la línea política, Ideología y Sociedad recogería los materiales que expresaran “el estado del debate teórico y político en su interior, permitiendo que concluya en teoría revolucionaria políticamente eficaz”. Sería un órgano autónomo de difusión –sin sectarismo ni dogmatismo– de teoría marxista sobre la realidad económicosocial y política colombiana y latinoamericana, producida por el pensamiento socialista (Ideología y Sociedad, 17 de noviembre de 1972). fue otra revista que desde sus orígenes, en 197452, mantuvo sus páginas abiertas a todos aquellos que, dentro de los marcos del marxismo revolucionario, estuvieran “en disposición de participar en la lucha político-ideológica y en las tareas de elaboración teórica”. Dedicó sus primeros números a analizar la coyuntura política de diversos países latinoamericanos y en septiembre de 1976 publicó los documentos elaborados por los participantes en la preparación de la Conferencia Nacional de Organizaciones y Círculos Marxistas53. A partir de junio de 1977, se transformó en su órgano oficial, aduciendo que desde su convocatoria, la Conferencia se había convertido en un instrumento para superar el dogmatismo y el sectarismo entre los marxistas revolucionarios colombianos y procurar su unificación para construir el partido del proletariado. Entonces, su comité editorial se conformó con representantes de las organizaciones que hacían parte del Comité Coordinador de la Conferencia: la Unión RS, la Organización Comunista Ruptura, la Unión Comunista Revolucionaria y Lucha Obrera. Teoría y Práctica en América Latina

Esta revista pretendía responder a la necesidad de renovar el marxismo y repensar las particularidades históricas de nuestra sociedad, y reconocía que ese 52

Año en el que aparecieron varias revistas de izquierda: Cuadernos Colombianos (director Mario Arrubla y redactor Jesús Antonio Bejarano), Discusión, Deslinde, Uno en Dos –se fusionó con Teoría y Práctica en octubre del 78– y Alternativa. 53 “Programa para la revolución socialista en Colombia” del Bloque; “Tesis programáticas de unificación”, de la Unión Comunista Revolucionaria; “Sobre la formación económica y social colombiana”, de la Organización Revolucionaria Proletario; “Clases sociales y fuerzas motrices de la revolución”, de la Unión RS, “Acerca de la táctica de la construcción de partido”, de la Organización Comunista Ruptura, Tendencia marxista leninista maoísta.

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intento lo habían hecho los círculos que en 1971 y 1972 se agruparon en la llamada Tendencia Socialista. La idea de constituirse en instrumento de una concepción marxista del partido revolucionario que luchaba por la hegemonía política y cultural de la clase obrera, debía ser consistente con la superación de la separación entre intelectuales y acción política y con la ligazón entre teoría y práctica. A quienes se comprometían con la revista les correspondía “impulsar con rigor científico y espíritu práctico, el debate sobre los problemas de nuestra revolución” (Teoría y Práctica en América Latina, junio de 1977). Otro instrumento de formación político-ideológica y difusión del pensamiento trotskista fue la Editorial Pluma, dirigida por el PST argentino, que publicó parte de la obra de León Trotsky, la trilogía de quien ha sido considerado su mejor biógrafo, Isaac Deutscher54 y una variedad de estudios y debates de intelectuales vinculados a la IV Internacional. A finales de los 70, Pluma dejó atrás su preferencia por publicar textos políticos para convertirse en una editorial comercial.

Liderar, militar, representar Cuando la tendencia socialista irrumpió en la vida política del país reunió a una generación en pleno proceso de formación intelectual, “como lo atestigua el hecho de que en el momento de fundación del Bloque Socialista la casi totalidad de sus integrantes eran menores de 25 años”55 y casi todos tuvieron su primera experiencia política en el movimiento estudiantil (Melo, 1989, 166-7) y otros en el magisterial. “Pero el liderazgo fue de profesores universitarios en su gran mayoría”, factor que le permitió tener “mucha fuerza en la formu54 El Profeta Armado: Trotsky, 1879-1921, El Profeta desarmado: Trotsky, 1921-1929 y El Profeta Marginado: Trotsky,

1929-1940. 55

Si bien la militancia juvenil en la tendencia socialista está vinculada a la lucha del movimiento estudiantil, según históricos dirigentes, el trotskismo tuvo desde su fundación una política hacia la juventud radicalizada –incluida en el Programa de Transición–, señalando su peso en los centros urbanos, “su predisposición a intervenir masivamente en manifestaciones y su tendencia a ligarse a los trabajadores y otros sectores y conducirlos a la acción” (Blanco y otros, 1972, 8).

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lación de propuestas de sociedad, en análisis académicos, con una relación movimentista con el pueblo”56 (Entrevista a González). La militancia en la izquierda de alumnos de universidades públicas y privadas57 fue incitada por hechos como el fraude electoral de 1970, el asesinato de estudiantes en Cali y Popayán en 1971, por cuestionamientos sobre el tipo de academia, el modelo de universidad que requería el país, la injerencia imperialista en la educación, el Plan Atcon y la reivindicación de una “cultura internacional democrática y socialista” (Entrevista a González). Por ello, a lo largo de la década del 70, los socialistas consideraron al movimiento estudiantil como puntal de lanza, aunque lo caracterizaran como expresión de la pequeña burguesía democrática (El Manifiesto, 14-28 de abril de 1975). Los jóvenes que iniciaron la tendencia socialista en el país eran agitadores y activistas decididos y, a la vez, estudiosos. Rosa Luxemburgo, Lenin, Kautsky, Trotsky, Mao, contribuyeron a encender la reflexión y los debates entre diversas corrientes de izquierda (Entrevista a Sánchez). Muchos dirigentes hicieron de la polémica un oficio, un arte y una necesidad política, que se combinaba con la redacción de documentos. “Todo ese debate político-ideológico (…) me parece explicable porque había efervescencia, había luchas, [también] había represión” (Entrevista a González). El papel político que jugaron las mujeres fue una particularidad de la tendencia socialista desde su nacimiento. Se destacaron como agitadoras en los núcleos del movimiento estudiantil, hicieron parte de los Comités de Dirección, la segunda mujer en la historia del país que fue candidata presidencial, Socorro Ramírez, además de ser maestra de base y luego secretaria de Fecode, era militante del 56

Incidieron en la redacción del mandato campesino y ayudaron a formar el Frente Sindical Autónomo que reunía al sindicalismo de trabajadores oficiales y a los sindicatos de Anchicayá, Emsirva y Empresas Públicas Municipales (Entrevistas a Sánchez y a González). 57 Mauricio Archila afirma que durante el Frente Nacional (1958-1974) el estudiantado se movilizó, de manera cada vez más radical, contra el bipartidismo, obteniendo como repuesta estatal una violenta represión que, además de incluir la ilegalización de la Federación Universitaria Nacional (FUN), posibilitó que la conducción del movimiento cayera en manos de partidos y organizaciones político-militares de izquierda (Archila, 1999, 169-171).

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Bloque Socialista (luego fue negociadora de paz, durante el proceso que adelantó el gobierno de Belisario Betancur). Si bien eran muy solidarias, manifestaban abiertamente intereses políticos contrarios a los de los hombres (Ibid), lucharon por los derechos de las mujeres y muchas fueron militantes feministas. Los socialistas asignaban a la intelectualidad marxista y a los obreros “más avanzados” la tarea de consolidar el partido revolucionario y decían representar al proletariado –“el combatiente de vanguardia por la democracia”, tal como lo consideraba Lenin–, cuyas tareas urgentes diferenciaban a las dos agrupaciones más grandes del campo socialista de los años 70: según la Unión RS éstas debían concentrarse en la construcción de una central sindical unitaria, para acabar con la dispersión organizativa y la postración ideológica del proletariado por el control que sobre él ejercían las clases dominantes, el revisionismo y el anarquismo (El Manifiesto, 29 de enero-17 de febrero de 1975). Para el Bloque Socialista la labor más urgente era construir la alianza entre obreros y campesinos pobres. Hoy, el PST colombiano afirma: “Si bien surgimos como parte del ascenso estudiantil de los años 70 que, empujado por la movilización masiva del campesinado pobre y la clase obrera, impactó escuelas y universidades, decidimos ligarnos indisolublemente a las luchas del proletariado. Nuestra historia está entrelazada con la de las huelgas desde Vanitex en 1975 hasta Bavaria en 2001 (…) La consigna actual “¡Y venga, y venga y venga compañero, que aquí se está librando un gran conflicto obrero!”, es hija de “¡Y venga, y venga y venga compañero que aquí se está formando un gran partido obrero!”, popularizada como lema de construcción partidaria” (PST, versión digital).

“No solo de política vive el hombre”58 La vida política del campo socialista estuvo marcada por constantes debates internos derivados de diferencias exegéticas de los textos fundacionales, de las decisiones acerca de la tendencia de la IV Internacional a la cual adherirse 58

Título de un artículo de Trotsky sobre vida cotidiana, publicado en Pravda (julio de 1923).

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–que implicaba conocer al dedillo las argumentaciones que las justificaban–, de las pugnas personales entre dirigentes, de las distintas concepciones del partido, de la estrategia, la táctica... Querellas que las más de las veces terminaban en fraccionamientos. “Nunca entendía por qué nos peleábamos entre los mismos grupos... si todo lo que necesitábamos era más gente que ganara conciencia de la necesidad de una sociedad más justa para que lo pudiéramos lograr” (Entrevista a una exmilitante del BS, 2006). ¿Acaso obedeció a “esa obsesión por el archipiélago característica de nuestra cultura política” (Entrevista a González) o a la “ley del desarrollo de los partidos”? (Entrevista a Sánchez). Sea lo que fuere, el campo socialista colombiano padeció la misma enfermedad que la IV Internacional: la escisión producto de los enfrentamientos internos signados por el sectarismo, endemia que contribuyó a minar sus proyectos y alejó a algunos militantes que, desencantados también por la lentitud del proceso revolucionario, se dejaron tentar por aquellas propuestas armadas que “agudizaran las contradicciones” y presionaran un cambio más veloz. Por sus vínculos con una corriente internacionalista, los socialistas mantuvieron una preocupación por los cambios políticos y situaciones revolucionarias que se vivían en el mundo: la Revolución de los Claveles de Portugal, la guerra en Angola, la apertura democrática en el Mediterráneo, el triunfo indochino... y lazos con ellos, conocidos por las visitas de miembros de partidos trotskistas de otras latitudes y a través de la prensa de las secciones de la IV Internacional, que alimentaba la de las organizaciones nacionales. Esto contribuyó a sacar del provincialismo y del enclaustramiento a parte de la izquierda colombiana. La tendencia socialista no fue ajena a las luchas por la liberación femenina contra el encasillamiento de mujeres y hombres en roles tradicionales y por la igualdad entre los sexos, los derechos de las mujeres y la liberación sexual, incluida la libertad de orientación sexual. Las trotskistas introdujeron en la prensa de sus organizaciones los debates feministas del momento y, además, “en su vida personal, con o sin feminismo, tenían un comportamiento independiente, muy libre (…) y por su personalidad, su actuación política, su ética, ellas imponían respeto (…) y daban seguridad! Eso no era para los hombres ningún misterio, y “El presente es de lucha, el futuro socialista” 135

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había relaciones de todo orden y rupturas y nuevas parejas (…) lo que tenía que trastornar a una izquierda mojigata” (Entrevista a Sánchez). Las relaciones interpersonales entre militantes de base y coordinadores de célula eran respetuosas y de admiración, asumiendo que éstos “sabían las tácticas y las estrategias ‘correctas’ y actuaban como maestros” (Entrevista a exmilitante), mientras las bases se relacionaban como “parches gregarios” que pretendían construir un discurso “muy libertario en términos de nueva sociedad, nueva vida, nuevas relaciones (…) Todo lo que pudiera abrir las puertas para ser un parche civilizado, libertario, nos encantaba (…) la sexualidad, las relaciones de pareja, la vida intensa! (…) Ahí había debate y reflexión, pero que eso se llevara a la práctica, más bien pocón” (Entrevista a del Castillo). “Entre compañeros hubo amores muy lindos, otros muy fugaces, pero era parte del proceso y de la maduración (…) éramos jóvenes, estábamos experimentando una cantidad de sensaciones, de posibilidades” (Entrevista a exmilitante). “Fuimos aprendiendo a conjugar la militancia, como elemento totalizante de nuestra vida, con tener vida familiar, profesional o, incluso, sobrevivir sin ser profesionales (…) En movimientos pequeños te toca trabajar para mantener la familia mientras haces la revolución. Algunos logramos resolver el asunto con algunos costos, como las tensiones entre esa vida militante y los ritmos de la vida familiar (…) Eso del amor en medio del combate y de la lucha tiene algunos ciclos inevitables porque no siempre los componentes de la pareja van al mismo ritmo (…)En el tipo de militancia que vivimos no se distinguía entre lo público y lo privado (…)las casas eran las sedes de la política y nuestros hijos desde recién nacidos llegaban ahí” (Entrevista a González).

En tiempos de baja conflictividad social los militantes de base cumplían rutinas de trabajo: reunirse con simpatizantes, vender periódicos en barrios populares, sábados y domingos, estudiar cotidianamente en pequeños núcleos, asistir a conferencias de reconocidos académicos, organizar las tareas de las células. Cuando había huelgas o manifestaciones el trabajo se incrementaba con la elaboración de chapolas y pancartas, el acompañamiento a los protestarios, la intervención en la discusión de pliegos y en la preparación de nego-

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ciaciones. El primero de mayo exigía labores de propaganda previa, pega de carteles y la eterna pelea con otros grupos por la pared más visible para invitar al Día de los Trabajadores. La participación electoral, a más de suscitar largos debates, requirió aprender a hacer campañas, propaganda política, papeletas, empacarlas y repartirlas, formación indispensable para grupos que venían de una tradición abstencionista. Un aspecto que contribuyó a construir estereotipos sobre los grupos de izquierda fue su manera de vestir. En el caso de los trotskistas, el “uniforme” constaba de pequeñas gafas redondas (al “estilo Trotsky”), bufanda, botines de gamuza y chaqueta, que distingía el rango dentro de la organización: de pana para las bases, de cuero para los dirigentes. En los grupos socialistas la disciplina de la militancia se conjugaba con la rumba. La presencia de núcleos caleños favoreció la ‘introducción’ de la salsa entre los bogotanos. En otras fiestas “más militantes” se cantaba a la solidaridad y la identidad latinoamericana se expresaba musicalmente. “La peña era con vino, pasta y guitarra, la otra rumba era de cerveza y aguardiente, Anacaona y azote de baldosa!” (Entrevista a del Castillo). “Que los trotskistas fueran los más rumberos dentro del espectro de la izquierda en Colombia es una leyenda (…) el Moir también cultivó la bohemia” y, aunque la disciplina militante era muy fuerte, la actitud festiva de parte de la izquierda “tiene que ver con que nuestra cultura plebeya, popular, obrera, está muy ligada a esos comportamientos de relaciones cara a cara, en torno a tomar trago (…) a celebrar todo lo que hicimos” (Entrevista a Sánchez). Los socialistas mantuvieron una estrecha relación con el arte. Al goce puramente estético que permitía anudar lazos de afecto y de solidaridad59, se unía el debate teórico, alimentado por las posturas de Trotsky: “El arte debe encontrar su propio camino (…) los métodos del marxismo no son sus métodos 59 Manifestada, por ejemplo, en el acompañamiento a huelguistas con grupos artísticos como La Brigada Socia-

lista de la Canción y el grupo teatral La Carpa, del Bloque Socialista.

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(…) El arte no es un campo en que el Partido esté llamado a ejercer el mando”; por su objeción a la denominada “cultura proletaria”: “El proletariado ha tomado el poder precisamente para ponerle término de una vez por todas a la cultura clasista y para abrirle el camino a una cultura universal” (Trotsky, 1924), y por su irrestricta defensa de la “total licencia para el arte” que, según relató el propio André Breton, superó en conciencia libertaria al defensor por excelencia de la libertad en el arte60.

“Destruyamos las fuerzas que encadenan la felicidad” Sueño que implicaba tareas y sacrificios, predichos de tiempo atrás: “Sobre cada uno de nosotros cae una tremenda responsabilidad histórica. El partido nos exige una entrega total y completa (…) Pero en compensación nos da la mayor de las felicidades, la conciencia de participar en la construcción de un futuro mejor, de llevar sobre nuestras espaldas una partícula del destino de la humanidad y de no vivir en vano. La fidelidad a la causa de los trabajadores nos exige la mayor devoción hacia nuestro partido internacional” (Trotsky, 1938 b). “Debemos comprender con toda claridad las dificultades y complicaciones que aparecen en el camino de la revolución. Espero que en vuestro caso, como en el mío, la descripción de las dificultades enormes que debemos enfrentar, de las inmensas tareas que debemos asumir, no disminuirá el entusiasmo ni paralizará las energías. Todo lo contrario, cuanto mayor la tarea, mayor el fervor con el que concentraréis vuestras energías” (Luxemburgo, 1919). “La revolución socialista pondrá al servicio de las necesidades humanas una inconcebible abundancia material, sentará las bases para la eliminación de las clases sociales, y eliminará para siempre el impulso bélico intrínseco en el siste60

“La independencia del arte para la revolución; la revolución para la liberación definitiva del arte”, frase final del Manifiesto por un Arte Revolucionario e Independiente condensa su postura. Éste fue escrito por Breton en 1938 y corregido a partir de discusiones con Trotsky.

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ma económico mundial del capitalismo. Por primera vez la humanidad tomará las riendas de la historia y dominará su propia creación, la sociedad, resultando en una inaudita emancipación del potencial humano, en la expansión sin límite de la libertad en todas las esferas, y en un gigantesco salto hacia delante de la civilización. Sólo entonces será posible realizar el libre desarrollo de cada individuo como condición previa para el libre desarrollo de todos” (Spartacist League, 1966).

La Revolución Cubana, las luchas de liberación en África, la Guerra de Vietnam, las luchas antidictatoriales en América Latina, España y Grecia, la ideología del Mayo francés, acrecentaron la esperanza de que el triunfo revolucionario no solo era posible sino inminente (Entrevista a González). Si al mirar al exterior, la revolución era tangible, ella se hacía indispensable cuando se advertía la situación nacional: “una sociedad cerrada que cercenaba a la gente del común todas las posibilidades, salvo si se vinculaba al sistema clientelista, donde el favor político anulaba el mérito personal. Pero mucha gente tenía una necesidad existencial imperiosa de no caer en esas redes; por su dignidad no estaba dispuesta a seguir el camino del clientelismo. Además, aún estaba fresca la imagen del desastre de este país del 50 para acá. Mucha juventud veía eso como algo inadmisible para el futuro (…)También había gente expoliada por la violencia que tenía razones personales para sentir que el mundo como venía del pasado no servía” (Entrevista a del Castillo).

Los socialistas de los años 70 ofrecieron un discurso (aunque en lenguaje casi incomprensible) que prometía transformar radicalmente la vida, una sociedad sin explotadores ni explotados, con libertad y felicidad que se obtenía con la lucha heroica que, para los socialistas, no era de sufrimiento, sino victoriosa. (Entrevista a Sánchez). Dinamizaron procesos políticos, expusieron novedosas formas de lucha social que se alentaron, por medio de debates feroces, argumentos históricos, sociales, económicos y filosóficos que enriquecieron la cultura de la discusión política entre capas y sectores amplios de la población, anteriormente indiferentes. Ganaron diversos terrenos en la vida pública y un

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espacio intelectual privilegiado, que en los avatares nacionales parecen haberse debilitado, pero no perdido definitivamente (Gómez García, 2006, 111). Sin embargo, en los afanes propios de sus organizaciones perdían la sintonía con los problemas sentidos por distintos sectores de la población o se identificaban a sí mismas como el vocero colectivo de la clase a la cual imputaron sus propias preocupaciones. “Ese es el problema de la secta: que empieza a imaginarse que el mundo debe responder a la lógica que uno está armando y el mundo va para otro lado (…)nosotros practicamos uno de los grandes problemas de nuestro entorno: el mesianismo cada vez más delirante” (Entrevista a González). “Queríamos vivir en un mundo mejor, proyectarnos en un tipo de sociedad socialista, tener hijos que tuvieran garantizadas unas condiciones equitativas, una visión del mundo más abierta y mucha autonomía (…) Nuestra tarea era generar conciencia, mostrarle a la gente que estaba viviendo una realidad que era transformable (…) Pero cuando miras el tipo de conciencia que generábamos, ésta casi no tocaba su interioridad” (Entrevista a exmilitante).

No pudo tocarla puesto que el trotskismo se debatió entre dos posturas respecto a la subjetividad: una que invitaba a comprender que cada grupo social “está compuesto de seres vivos de edad y temperamento distintos, cada uno de los cuales posee un pasado diferente”61 y merecía atención particular, y otra según la cual, tras la toma del poder, el Partido debía orientar sus esfuerzos a educar al obrero62, siempre fiel a su clase” (Trotsky, 1923). En esta pugna, triunfó la subjetividad colectiva, capaz de autoconciencia, continente de las subjetividades individuales. 61

Según Trotsky, ninguna “revolución es digna de llamarse tal si no es capaz de lograr la verdadera igualdad de las mujeres (que deben ser estimadas en el mismo grado que los hombres trabajadores), para que avancen por el camino del progreso social e individual, y si no prodiga el mayor cuidado posible a los niños, la futura generación para cuyo beneficio se llevó a cabo la revolución” (Trotsky, 1923). 62 Para que aprendiera “a trabajar correctamente, de manera exacta, rigurosa, económica”; para que adquiriera “cultura en el trabajo, y en la vida cotidiana los conocimientos culturales más elementales para la limpieza, la facultad de leer y escribir, la puntualidad” (ibíd.). Mis negrillas llaman la atención sobre esta convocatoria al disciplinamiento de cuerpos cuyas fuerzas deben dirigirse hacia la utilidad económica.

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“El concepto de clase tenía por objetivo contraponer a la homogenización reguladora del capitalismo la homogenización emancipadora de la subjetividad colectiva [de los trabajadores que redujo] a la equivalencia y a la indiferencia las especialidades y las diferencias que fundan la personalidad, la autonomía y la libertad de los sujetos individuales (…) Si el liberalismo capitalista pretendió expurgar la subjetividad y la ciudadanía de su potencial emancipatorio –con el consecuente exceso de regulación– el marxismo procuró construir la emancipación a costa de la subjetividad y de la ciudadanía, con lo que favoreció el despotismo” (Santos, 1998, 294). Si la tendencia socialista, como otras tantas de izquierda, vivió mucho tiempo bajo la sombra de un agente histórico que la arrulló, haciéndole olvidar sus orígenes y legitimación (Bauman, 1996, 46), hoy tiene que aprender a vivir sin él. Pero su deseo de libertad y su rebeldía, animados por el imperativo de jamás renunciar a comprender el mundo (tan difícil de cumplir, dirá Daniel Cohn-Bendit, 2005) con la fuerza de un pensamiento crítico cruzado por una lógica de la sospecha, constituyen su mejor legado.

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PASADO Y PRESENTE DE LAS IZQUIERDAS

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“El maoísmo en Colombia: la enfermedad juvenil del marxismo-leninismo”* Por Mauricio Archila Neira**

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Artículo recibido en marzo de 2008. Artículo aprobado en abril de 2008. ** Ph. D. en Historia, Profesor Titular de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, e investigador asociado del Cinep.

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“El izquierdismo es todo lo que había de nuevo en el pasado que (…) ha sido abatido por lo que había de pasado en el pasado” Daniel Cohn-Bendit, 1969, 19.

Introducción Antes de iniciar las reflexiones sobre la trayectoria histórica del maoísmo en Colombia, conviene hacer tres advertencias. La primera se refiere a la dificultad de hablar de él como un fenómeno unitario en el país, pues hay diferentes posiciones en su seno. Sin embargo, trataremos de extraer los rasgos comunes a los distintos grupos maoístas enfatizando, cuando sea preciso, los diferentes matices que en términos generales se pueden agrupar en dos vertientes: el llamado “campo M-L” –terminología política criolla de los años setenta más que académica–, que abarca a todas las organizaciones que tuvieron que ver directa o indirectamente con el Partido Comunista Marxista Leninista (PC-ML)1, y se caracterizan, al menos hasta los años ochenta, por una rígida ortodoxia maoísta2; y el Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario (Moir) que representa una visión más heterodoxa como se ilustrará en este ensayo. El primer polo se puede definir como más militarista –lo militar sobre lo político– y el segundo más político –viceversa–. Con todo, ninguno de los dos 1

Organización que sale del PCC a raíz del cisma chino-soviético a mediados de los años sesenta y de cuyos desprendimientos –por escisiones, rupturas o expulsiones– surgirá el grueso de este “campo”. En la primera sección de este escrito se hará un recuento descriptivo de la historia de las organizaciones maoístas. 2 Lo que se podría condensar en el siguiente lema que muchas organizaciones ML adoptaron: “combatir al enemigo, servir al pueblo y ser en todo momento dignos combatientes del Presidente Mao” (Corriente de Renovación Socialista (CRS), s.f., 1).

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extremos es homogéneo y, para acabar de complicar las cosas, hacia finales de los años setenta se van a producir acercamientos entre ellos a medida que sectores del campo ML van entrando en la política electoral. La segunda advertencia es que las reflexiones que siguen –más que todo referidas a aspectos políticos y culturales del maoísmo– tienen un sabor atemporal aunque están centradas sobre todo en los decenios de los sesenta y setenta. Esto significa que en el futuro habrá que enmarcar los elementos analizados en un eje diacrónico. La tercera, considerada previo a estas notas, se refiere a las fuentes. Por ahora nos basamos en las entrevistas realizadas colectivamente por el equipo de Movimientos Sociales del Cinep y en las hechas personalmente en investigaciones previas, así como en la literatura secundaria que incluye tanto textos teóricos y comparativos mundiales y latinoamericanos, como narraciones sobre la historia del maoísmo en Colombia3. Con estas advertencias en mente organizaremos nuestro análisis en cinco grandes partes: 1) orígenes políticos del maoísmo; 2) su trayectoria histórica en Colombia; 3) su composición social; 4) consideraciones sobre algunos rasgos ideológicos, políticos y éticos del maoísmo en Colombia; y 5) reflexiones finales sobre su legado.

Orígenes políticos del maoísmo4 En el escenario mundial de fines de los 50 y comienzos de los 60 la izquierda comunista –aquella ligada a la herencia marxista desde la perspectiva leninista– sufre un serio remezón que dará origen a la “nueva izquier3

Véase la bibliografía utilizada al final de este artículo. Mi experiencia personal aunque no cuenta propiamente como fuente, contribuye a esta pesquisa dándole un sabor especial por las ventajas que produce el conocimiento directo de estas historias, pero obviamente con el sesgo de la subjetividad que será necesario controlar autoreflexivamente. 4 Remitimos al lector al cuadro sinóptico de la historia de las organizaciones maoístas en Colombia que anexamos al final de este artículo.

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da”5. Los partidos comunistas fueron criticados por su burocratización y por su supuesto reformismo al inscribirse en la institucionalidad burguesa para lograr cambios dentro del capitalismo con el que plantea una “coexistencia pacífica”. En esencia es la misma crítica que en su momento hizo el comunismo a la social-democracia. Una de las expresiones de la “nueva izquierda” mundial fue el maoísmo, que se entendía como la fidelidad al “pensamiento” de Mao Tse Tung –así se escribía su nombre en esa época– y la proyección más ortodoxa del marxismo-leninismo en el escenario contemporáneo. Se consideraba que Mao era un realizador exitoso del materialismo histórico y no una alternativa a él; solo los grupos más recalcitrantes defendieron al maoísmo como una variante teórica equiparable a los aportes de Marx, Engels y Lenin. Realmente el gran dirigente chino fue más un polemista y educador que propiamente un creador de nueva teoría. Incluso, a juicio de Eric Hobsbawm, lo que el autodidacta Mao aprendió del marxismo fue por el leninismo y en concreto por el “marxismo-leninismo” de Stalin. Tal vez eso explica, para el historiador británico, la distancia del maoísmo con relación al marxismo clásico así como su marcado misticismo (Hobsbawm, 1994, 467). Con todo, Mao Tse Tung resalta históricamente por haber conducido una nación tan poblada como atrasada a una revolución “democrática” enderezada a la construcción del socialismo luego de una guerra de guerrillas de muchos años, conocida como “guerra popular y prolongada” 6. En ella un ejército del 5 El concepto de “nueva izquierda” que usamos en este ensayo se refiere al intento de renovar el ideal revolucio-

nario en los años 60 por parte de grupos y organizaciones al margen de los viejos partidos obreros socialistas y comunistas (Eley, 2003). En América Latina esta “nueva izquierda” se caracterizó además por su adhesión a la lucha armada como la principal forma de acción revolucionaria, así no siempre se llevara a la práctica (Archila, 2007). En los últimos tiempos se vuelve a hablar de ella pero en un sentido descriptivo y no valorativo para referirse a las recientes expresiones de izquierda (Rodríguez y otros, 2005, 22). 6 En este sentido, además de la duración, el caso chino difiere del modelo insurreccional y del foquismo en que el aparato armado está supeditado al partido y se proyecta en un frente popular de masas –las tres “varitas mágicas” en la terminología maoísta–.

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pueblo, orientado por la vanguardia partidista, fue consolidando lentamente territorios “liberados” en los que ejerció realmente el poder por medio de amplias alianzas, incluso a veces con sectores de la burguesía nacional. El régimen que se iba instaurando se designó de “nueva democracia” y era una forma de transición al socialismo mientras se completaban las tareas “revolucionarias” de implantación de un capitalismo nacional. Así pues, el legado de Mao a la izquierda mundial radica en una práctica política exitosa, que contribuye a recrear la idea revolucionaria y la forma de construcción del socialismo. El nicho ideológico del maoísmo se generó al calor de la experiencia política internacional de los años cincuenta. En China, Mao y el Partido Comunista Chino (Pcch) se distancian crecientemente de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (Urss) cuando ésta inicia la desestalinización y propone la “coexistencia pacífica” con las democracias capitalistas7. Esta distancia termina en una gran ruptura a inicios de los años sesenta y con el impulso desde la China a la creación paralela de partidos comunistas “marxistas-leninistas” en todo el mundo. Vendrá luego la “Revolución Cultural” que tuvo gran impacto en la izquierda global de los años sesenta. Así, por ejemplo, el maoísmo fue una de las corrientes impulsoras del Mayo francés (Cohn Bendit, 1969). Durante esos eventos se alabó la Revolución Cultural China, sin que en ese momento fueran reconocidos la purga que ella significó contra todo rasgo “burgués”, especialmente en el arte y la cultura, así como el retroceso en el avance tecnológico y el consiguiente estancamiento económico en el país asiático (Eley, 2003, Cap. 21)8. Con la muerte de Mao en 1976 China refuerza un viraje pragmático que deja pasmados a sus simpatizantes, quienes desconcertados sienten que sus 7

Por muchos años el maoísmo seguirá reivindicando a Stalin como uno de los grandes conductores del socialismo mundial, sin ocultar las críticas que en su momento se le hicieron. No debe olvidarse que el Pcch, después de la desastrosa intervención de la III Internacional en los asuntos internos durante los años 20 al obligarlo a insertarse en el partido nacionalista –el Koumintang–, lo que produjo su práctica aniquilación, mantuvo una actitud catalogada por Annie Kriegel más como “un aliado del comunismo soviético que como un discípulo” (Kriegel, 1986, 120). 8 Contrasta la “buena imagen” externa de la China con sus fracasos internos en los años 50 tales como la colectivización de la economía campesina entre 1955 y 1957, el frustrado “Gran Salto” a la industrialización en 1958 seguida de la hambruna de 1959-1961, la peor del siglo XX a juicio de Eric Hobsbawm (1994, 466).

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“faros luminosos” se apagan paulatinamente9. Así fueron cayendo de la galería de héroes del imaginario internacional la China de Mao y de la “banda de los cuatro”, el victorioso Viet Nam que entra en conflicto con Camboya, liderada a su vez por fanáticos maoístas conducidos por el tristemente célebre Pol Pot –a quien China apoya–, y finalmente la Albania de Enver Hoxha que había renegado del maoísmo en los años 80 intentando ofrecer una nueva ortodoxia marxista-leninista, pero que igualmente se derrumba a comienzos de los años 90 junto con el resto de la “cortina de hierro”. Resalta así un rasgo ideológico del maoísmo, mucho más acendrado que en el estalinismo: la fe incondicional en una persona carismática como Mao, de tal forma que cuando ella desparece deja en “orfandad” a sus seguidores, quienes desencantados buscan refugio en donde haya lugar, incluso a veces en las filas de sus enemigos. En América Latina las nuevas izquierdas también rechazaron las prácticas políticas de los partidos comunistas pro-soviéticos y en general asumieron la lucha armada como la principal forma de lucha revolucionaria10. Dentro de ella, el maoísmo consideraría al campo como el escenario de la revolución, retomando con diferentes grados de fidelidad la experiencia China en términos de alianzas, instrumentos organizativos y prácticas culturales cotidianas. La ruptura chino-soviética también se expresa en nuestras tierras, pero sin las dimensiones de otros países latinoamericanos como Brasil, Venezuela o Ecuador11. En Colombia el paso inicial de conformar una escisión maoísta 9

Dicho pragmatismo se enmarcó en lo que se conoció como las “cuatro modernizaciones” impulsadas por Deng Xiao Ping. Según nos señaló un entrevistado dicho programa consistía en: “modernizar el aparato productivo industrial, modernizar la agricultura, hacer la revolución cultural –que en el caso de los chinos no se va a llamar así porque así se había llamado la lucha política interna, pero es la modernización de la ciencia, la técnica y acceder a las máximas adquisiciones de la cultura–, y la modernización de la defensa” (Entrevista con Álvaro Oviedo, 2006). 10 Aunque las enseñanzas de Mao contribuyeron a esa opción, no faltaron las elaboraciones criollas en las que, incluso, participó Diego Montaña Cuellar. En su polémica con el PCC en 1968 llegó a decir: “En Colombia la lucha guerrillera no es un medio táctico, sino la vía estratégica de la revolución” (1968, 6). Aunque alabó la “combinación de las formas de lucha” del PCC, criticó a dicho Partido por mantener ilusiones reformistas y por no asumir directamente la conducción de la lucha guerrillera (ibíd., 9). 11 Véase para el conjunto latinoamericano a Michel Lowy, 1990, Introducción. En Ecuador el maoísmo con el tiempo logra tener mayor acogida electoral que los comunistas prosoviéticos (Rodas, 2004).

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en el PCC busca replicar, sin mucho éxito, el cisma internacional más que asentar la unidad de los revolucionarios en el plano nacional. Esto alimentará la pugnacidad en el seno de la izquierda en torno a la alineación internacional, asunto que la marcará hasta bien entrados los años 70 y que, en el caso del maoísmo, es una expresión más de su “dogmatismo” y de su desconocimiento de las condiciones propias, puntos que se ampliaran luego. El radical odio a la Urss y a los partidos que se alineaban con ella comporta un rasgo identitario del maoísmo global, que en Colombia se tradujo en la triste expresión de “Primero muerto que mamerto”. Y en efecto, el maoísmo criollo nunca pudo superar al PCC, antes murió en el intento; pero no nos anticipemos a las conclusiones y más bien emprendamos la descripción y el análisis prometidos.

Trayectoria histórica del maoísmo en Colombia El triunfo de la Revolución China tuvo un eco limitado en Colombia en parte por la distancia geográfica del país asiático y las características de guerra prolongada del proceso revolucionario mismo, y en parte por la desbordante violencia que aquí se vivía con posterioridad al Bogotazo12. Como respuesta a esta última el PCC concentró su actividad en las autodefensas campesinas en las zonas en donde tenía influjo (Medina, 1989, Cap. 8). En su VII Congreso reunido en la clandestinidad en 1952, el Partido ratifica la consigna de impulsar las autodefensas campesinas (Proletarización, 1975, 61). Para algunos dirigentes del PCC que habían entrado en contacto con dichos núcleos campesinos13, ésta era una consigna que aislaba al Partido de las guerrillas campe12 Así lo pudimos constatar con una revisión de prensa en octubre y noviembre de 1949. Debe señalarse que en

China los comunistas van conquistando lentamente el poder a lo largo de una guerra de muchos años y no hay un evento “épico” que condense la toma del poder como sucedió con el asalto al Palacio de Invierno en Rusia en 1917 o la entrada de los “barbudos” en La Habana en 1959. Lo que ocurrió el 1 de octubre de 1949 fue la proclamación formal de la República Popular China sobre un control casi total del territorio continental, por lo que no hubo tanto impacto mediático. 13 Pedro Vásquez Rendón –futuro secretario del PC-ML– había sido delegado por el Comité Central junto con Martín Camargo para acompañar a los campesinos de Chaparral, Tolima (Medina, 1989, 100).

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sinas que se levantaban en armas en varías partes del país. Creían que llamar a la autodefensa frenaba el espíritu revolucionario que supuestamente mostraba el campesinado14. En realidad esa experiencia fue leída desde las características de la guerra popular prolongada china (Medina, 1989, 92). De hecho Gilberto Vieira y Anteo Quimbaya fueron los primeros traductores de los textos de Mao Tse Tung (Molano, 2004, 12 y entrevista a Gilberto Vieira, 1998). Todavía a principios de los años 60 se siente en el PCC un cierto peso de este lenguaje maoísta15. Con la Revolución Cubana y el despertar de las luchas sociales en los inicios del Frente Nacional volverá a ponerse sobre el tapete el asunto de la opción armada como la vía revolucionaria para Colombia. Al calor de las protestas contra las alzas del transporte surge el Movimiento Obrero Estudiantil (MOE) en 1959 que celebrará en Cali, en julio de 1960, su primer congreso incorporando el elemento rural para llamarse Movimiento Obrero Estudiantil y Campesino (Moec) (Proletarización, 1975, 85-92 y entrevista a Raúl Alameda, 2006). Desde el principio hay una tensión entre el ala “izquierdista” que quería un rápido levantamiento campesino copiando la experiencia cubana, y el ala “marxista” que buscaba primero organizar a la gente para preparar la insurrección16. Después de la extraña muerte de su dirigente Antonio Larrota

14 Frank Molano habla de un pacto para impulsar la lucha armada realizado en 1949 por Pedro Vásquez Rendón

y los hermanos Pedro León y Próspero Arboleda. Cuando plantearon esta posición en la fundación de la Juco fueron derrotados y acusados de “aventureros extremo-izquierdistas” (Molano, 2004, 12-14). 15 Por ejemplo el libro sobre los 30 años de lucha del PCC se inicia con una cita de Mao (PCC, 1960?, 5) y en general el lenguaje maoísta impregna esta narración histórica. En una entrevista con Àlvaro Delgado, Gilberto Vieira le confesó: “Nosotros considerábamos y seguimos considerando que la revolución china es el acontecimiento más importante de este siglo después de la revolución soviética de 1917. La revolución china, en primer lugar, realiza una labor formidable en el mejoramiento de las condiciones de vida del pueblo, en su alfabetización dentro de su complicado sistema de ideogramas, y emprende una reforma agraria profunda. Todo eso nos interesaba y nos entusiasmaba” (Entrevista a Vieira, 1998) 16 Marcelo Torres dice que la segunda será la posición de Francisco Mosquera que retomará posteriormente en la creación del Moir (Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario) (Entrevista a Torres, 2006).

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en 196117, el Moec se fragmenta luego de mutuas expulsiones entre las fracciones enfrentadas (Archila, 2003, 279). Un sector irá a las organizaciones de la “nueva izquierda” especialmente el maoísmo; otro conformará en 1969 el efímero Frente Unido de Liberación (FUL) que intentó crear una especie de coordinadora guerrillera, las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL) 18; mientras un último sector, liderado por Francisco Mosquera, dará origen al Moir en el mismo año. A principios de los años 60 el PCC vive una escisión especialmente en Antioquia de la que surge la Acción Revolucionaria Colombiana (Arco). Hay en ella algo de choque generacional alimentado por la Revolución Cubana, pues insiste en una revolución socialista sin etapas previas y sin alianzas con la burguesía nacional en contra de las tesis del PCC. Publican la revista Estrategia y en 1962 se convierten en Partido de la Revolución Socialista (PRS). Rápidamente afloran dos tendencias: una “teoricista”, cercana a la dirección que alimentaba la revista –Estanislao Zuleta, Mario Arrubla, Jorge Orlando Melo–19;y la otra “practicista” que simpatizaba con Cuba y China y estaba empeñada en impulsar la insurrección20. Después de mutuas expulsiones, el sector teoricista se retira a la academia mientras el otro se acerca a las organizaciones de “nueva izquierda”, especialmente el maoísmo (Proletarización, 1975, 101-103). La experiencia del Frente Unido de Acción Revolucionaria (Fuar) –surgido en 1962– también expresa la renovación de la izquierda. El Fuar recoge sectores descontentos con los partidos tradicionales y el PCC, que se unen en el rechazo de la “farsa electoral” simpatizando con la lucha armada, pero sin 17

Según Raúl Alameda, Larrota fue asesinado por el bandolero El Aguililla, con quien había hecho contacto para iniciar un foco guerrillero en Corinto, Cauca. Dicha muerte fue paralela al tragicómico levantamiento de Tulio Bayer en Vichada y anterior al fracaso de experiencias aisladas como la de Federico Arango en Territorio Vásquez en 1963. Este último no estaba afiliado al Moec aunque era cercano a sus posiciones (Entrevista a Alameda, 2006). 18 Finalmente abrieron un frente en Urabá y tuvieron trabajo urbano en Medellín y luego de algunos fracasos se unieron al EPL, según Frank Molano (2004, 129-132). Ver también Proletarización (1975, 380-389). 19 Y Humberto Molina según la entrevista concedida al autor de estas notas en Bogotá, febrero de 2000. 20 Álvaro Delgado, quien estaba por esa época en Antioquia, presenció la división en esa regional y viajó a la China con un grupo de periodistas en 1960 (Entrevista a Delgado, 2005).

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comprometerse directamente con ella (Proletarización, 1975 107-112)21. Otra expresión de la “nueva izquierda” se agruparía en la Brigada José A. Galán entrenada en Cuba que dio origen al Ejército de Liberación Nacional (ELN), aunque algunos de sus integrantes terminarían en el maoísmo como Libardo Mora, Francisco Caraballo y David Borrás (Villarraga y Plazas, 1995, 33). Como en el resto del mundo, también en el seno del comunismo colombiano se vive la ruptura chino-soviética, especialmente con la expulsión del Comité Central de Pedro Vásquez Rendón y Carlos Arias en 1963 –Pedro León Arboleda había sido retirado del PCC en 1958–22 y de Francisco Garnica, secretario de la Juco del Valle, en 1964 (Proletarización, 1975, 233 y Villarraga y Plazas, 1995, 37-38). Aunque al principio se pensó en un reagrupamiento de todos los Marxistas Leninistas en el Comando –luego Comité– de Integración de Movimientos Revolucionarios de Colombia (Cimrec), definidos básicamente por la opción armada y el abstencionismo23, con el tiempo se decidió “reestructurar” al Partido Comunista. Así en 1965 se convoca el “X Congreso” –retomando la nomenclatura del PCC–, evento realizado clandestinamente en una vieja casa de Soacha con la presencia de 95 delegados nacionales y algunos invitados internacionales (Villarraga y Plazas, 1995, 42-43). La diferencia con el viejo partido va a radicar en la primacía de la lucha armada, la determinación del campo como el escenario principal de lucha y el carácter de la revolución que, si bien no sería socialista inmediatamente, excluiría cualquier alianza con una posible burguesía nacional.

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Luís Emiro Valencia, uno de sus dirigentes, niega cualquier adhesión del Fuar a la lucha armada (Entrevista a Valencia, 2006). Otro de sus directivos, Alfonso Romero Buj, haría parte del naciente PC-ML hasta ser expulsado poco tiempo después de la gestación de esta agrupación. 22 Raúl Alameda nos dijo que gentes cercanas al Moec propiciaron en los tempranos años 60 la Unión Popular Revolucionaria con sectores de izquierda del PCC como el mismo Arboleda y Alfonso Barberena, pero que rápidamente se separaron del primero por su excesivo radicalismo (Entrevista a Alameda, 2006). Nosotros solo hemos encontrado referencia a una efímera Unión Nacional Popular de 1959 en la que figuraban Barberena, Montaña Cuellar y Gerardo Molina (Archila, 2003, 278). 23 Lo que según Proletarización (1975, 235) incluía a sectores no marxistas como la Democracia Cristiana y la revista Nueva Prensa, cercana a su vez del general retirado Ruiz Novoa.

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De esta forma el PC-ML fue uno de los dos polos del maoísmo en Colombia y contó con importante trabajo obrero, campesino y estudiantil. Durante mucho tiempo editó clandestinamente su órgano de difusión, Revolución, que saldrá a la luz pública en los años 80. Por su rígida ortodoxia expulsó y excluyó a muchos militantes, quienes de una forma u otra conformarán el “campo ML” para diferenciarlos de otros grupos de la “nueva izquierda” –como el ELN o los socialistas– y del mismo Moir – el otro polo del maoísmo como veremos–. Desde el principio el PC-ML se compromete con la lucha armada reivindicando la propuesta maoísta de guerra popular prolongada, pero en los primeros años adoptó en realidad una perspectiva foquista. Después de intentos fracasados de crear focos guerrilleros en el Magdalena Medio, el norte del Valle,24 logran implantarse en el alto Sinú y en el San Jorge –el noroccidente de Córdoba conocido internamente como “El Noro”– en donde tenía influencia el antiguo guerrillero liberal Julio Guerra (Villarraga y Plazas, 1995, 47-52). Se conformó allí una Junta Patriótica presidida por Guerra, entidad que marcó la cotidianidad en la zona administrando justicia. En diciembre de 1967 aparece como tal el Ejército Popular de Liberación (EPL) sin que sus integrantes contaran con suficiente experiencia en la lucha armada (Calvo, 1997, 28). Este paso estuvo acompañado del traslado de la dirección del partido al campo, lo que no fue aceptado por todos sus integrantes, quienes fueron expulsados en esos años25. En 1968 el presidente Carlos Lleras Restrepo intenta neutralizar a Julio Guerra y envía a María Elena de Crovo a conversar con él. Ante el fracaso de esta negociación el gobierno desata un cerco militar al EPL en el que cae su máximo dirigente Pedro Vásquez Rendón (Molano, 2004, 123). Así, para fines de los años 60 solo quedan seis 24

Frank Molano habla también de contactos en la serranía del Perijá y el sur del Tolima y agrega que el PC-ML mandó dos cuadros a la última zona que al parecer fueron fusilados por las fuerzas de Manuel Marulanda Vélez, que conformarían las Farc –Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia– (Molano, 2004, 114). 25 Al poco tiempo de nacer el PC-ML salió Romero Buj, luego Fred Kaim y Alfonso Cuellar por disentir de la opción foquista. Posteriormente vendría la “la aldea de los tres traidores” conformada por Jaime Builes, Aumerle de la Vega y Carlos Arias. A éstos se les atribuyó la disgregación de 40 cursillistas, entre ellos el dramaturgo Fausto Cabrera, quienes fueron enviados a China y Albania con el fin de capacitarse y no regresaron a las filas del PC-ML (Villarraga y Plazas, 1995, 51-52).

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miembros de la original dirección bajo el liderazgo de Pedro León Arboleda, quien moriría en 1975. Arboleda, periodista caracterizado como “furibundo maoísta”, no solo mantuvo la dirección partidista en el campo sino que se comprometió en la total clandestinización del PC-ML, con lo que éste se aisló de las ciudades y del proletariado urbano, así como de muchos contactos internacionales (Villarraga y Plazas, 1995, 61-62). La respuesta a esta crisis fue lanzar la campaña interna de “bolchevización” que pretendía proletarizar al Partido bajo la consigna de “transformémonos para transformar el mundo”, de clara inspiración en la Revolución Cultural China (Molano, 2004, 124). A partir de las expulsiones ocurridas a fines de los años 60 hubo un temprano reagrupamiento designado como “grupos MLs de Antioquia”, los cuales en 1972 se formalizaron como Liga ML. Además de este sector antioqueño en la Liga converge un sector de “Testimonio” (Entrevista a exdirigente ML, 2006). Según Proletarización (1975, 339-346) este grupo era más simpatizante del ELN y se alimentó a principios de los 70 de estudiantes inconformes con la organización juvenil del Moir. Por su parte Frank Molano dice que “Testimonio” dio origen a la Unión Proletaria26, que en los años 70 realizaría un trabajo con vendedores ambulantes del que saldrán los Comités Democráticos Populares Revolucionarios (Cdpr) para participar en elecciones en 1978, contando con Avelino Niño como figura destacada (Molano, 2004, 153-162). Niño será captado luego por el Moir con lo que desaparecen prácticamente los Cdpr. Pues bien, la Liga ML retomaría más ortodoxamente las tesis maoístas –si ello es posible– y hablaría de una revolución de Nueva Democracia en la que jugaría papel una supuesta burguesía nacional27. Logra tener influencia 26

El nombre de Testimonio no deja de ser curioso porque retoma la designación de un grupo cristiano creado por los padres dominicos en los años 50, del que hicieron parte el psiquiatra Hernán Vergara y su hermano Jorge, quien sería rector de la Universidad Nacional durante la dictadura rojista (Entrevista a Noel Olaya, 2007). 27 Tal vez por este motivo y por el aislamiento del PC-ML, la Liga ML termina teniendo relaciones más estrechas con los chinos (Entrevista a exdirigente ML, 2006). No extraña que su periódico en los años 70 se designe precisamente Nueva Democracia.

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en sectores campesinos e incluso llega a disputar con el grupo dirigente de la Anuc (Asociación Nacional de Usuarios Campesinos), la orientación de dicha organización de masas. La Liga, aunque hace algunas incursiones armadas no conforma un núcleo guerrillero, y más bien se inclina paulatinamente por participar en las elecciones a las que acude primero por intermediarios y luego con candidatos propios en alianza con el Moir. Tal vez por esta razón un sector radical de la Liga romperá con ella para acercarse al ELN, mientras lo que resta se transformará en el Grupo Comunista Revolucionario que finalmente confluirá en la alianza de izquierdas de fines de los setenta promovida por la revista Alternativa y conocida como Firmes (Molano, 2004,137-153 y entrevista a exdirigente ML, 2006). Algunos de los temas de disputa en el seno del PC-ML desde sus inicios explotaron en la gran ruptura de mediados de los años 70: el sector mayoritario se conoció como la Tendencia Marxista Leninista Maoísta (Tmlm) e incluía a los regionales de Antioquia y Cundinamarca y parte del occidental –Valle– y el de la Costa; otro sector menor, pero con arraigo en el eje cafetero, conformará la Línea Proletaria; y el Comité Central (CC) bajo cuyo mando estaba el EPL, que quedó aún más aislado. Como si fuera poco el mismo EPL sufre un disidencia temporal: a la muerte de Pedro León Arboleda se conformó un comando urbano con sus siglas (PLA), que se autonomizó de la dirección partidista y guerrillera para realizar “ajusticiamientos” de dirigentes anteriormente expulsados como Alfonso Romero Buj y Nicolás Santana28. Luego se enfrentó a las Farc, confrontación de la que salió mal librado (Molano, 2004, 137). La Tmlm, por su parte, cuestionaba la primacía de lo militar sobre lo político y el descuido de las ciudades por parte del PC-ML29, mas no logra consolidarse como una organización y sufre sucesivos desprendimientos como el de Rup28 Dirigente cercano al cura Saturnino Sepúlveda y a la Anuc. 29 De hecho la Tendencia MLM se inicia cuando el CC da la orden de traslado de la dirección del mayor regional,

el de Antioquia, al campo (CRS, s.f., 8 y entrevista a A. M. Jaramillo, 2006).

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tura (que se acerca a los socialistas para disolverse más tarde en Firmes) y el Movimiento Revolucionario de los Trabajadores (MRT)30. Lo que queda de la Tendencia MLM sufrirá más adelante una división entre el sector mayoritario que emprenderá su propia ruta hacia la lucha armada para luego conformarse como Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), con alguna presencia en Sucre, y que participa a mediados de los años 80 en los intentos de fusionarse con el ELN, sin éxito en este caso. En cambio el PRT se integra a la Coordinadora Guerrillera durante el segundo lustro de esos años y en 1991 se reinserta a la vida civil al calor de la Asamblea Constituyente. Por su parte el grupo minoritario de la Tendencia se integrará con otros sectores MLs para fusionarse a fines de los años 80 con el ELN, como se verá luego (Entrevista a A. M. Jaramillo, 2006). La Línea Proletaria –que había conducido la huelga de Textiles Única en Manizales en 1974–, también sufre escisiones muy pronto. Inicialmente, como todo grupo de izquierda que se respetara, publica un periódico titulado Tribuna Bolchevique. Un sector se acerca a los socialistas y el otro, después de tener breve existencia independiente, se fusiona con varios grupos ML para confluir en el ELN a fines de los años 80. A su vez el CC del PC-ML, después del remezón de mediados de los 70, logra sobrevivir y recibe nueva militancia como, por ejemplo, la de los hermanos Calvo. Siendo el sector más recalcitrante y ortodoxo traza una paradójica trayectoria: desde fines de los años 70 se distancia de China y se acerca a Albania, mientras en el XI Congreso de 1980 –15 años después del X!– rompe con el maoísmo al que cataloga de “revisionismo” (Calvo, 1997, 129). Al mismo tiempo emprende una rápida transformación política buscando encontrarse 30

Conocido inicialmente como Liberación Nacional y Socialismo, también tuvo corta existencia y fue más proclive a la lucha armada, pues de hecho un sector termina en el ELN mientras otro cercano al M-19 confluirá en Firmes. Estuvo inspirado por el Partido de la Revolución Venezolana (PRV) del legendario Douglas Bravo y por la entonces existente Coordinadora Guerrillera del Cono Sur y en especial de la trayectoria del PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores) argentino, grupo de origen trotskista dirigido por Mario Roberto Santucho, que se aparta de la IV Internacional para sumir un ideario guevarista (Villarraga y Plazas, 1995, 106-108).

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con el país por medio de organizaciones de masas como la Unión Democrática Revolucionaria y el posterior Frente Popular. Participa de la tregua de 1984 con el gobierno de Belisario Betancur, que prácticamente se rompe con el asesinato de Oscar William Calvo en noviembre de ese año, mientras su hermano Ernesto Rojas será asesinado en 1987 (ibíd.). En ese tiempo crece su militancia pero el partido es cada vez más un apéndice del EPL, que también aumentó sus activos durante la tregua31. Por esos años el EPL se acerca al M-19 e igualmente se incorpora a la Coordinadora Guerrillera. En 1991 la mayoría firma un acuerdo de paz con el gobierno de César Gaviria y se transforma en Esperanza, Paz y Libertad que se integra a la Alianza Democrática (AD-M19) y atan su suerte con ella hasta desaparecer igualmente. Los “esperanzados”, como se les conoce desde ese momento, luego establecen alianzas “pragmáticas” para preservar su existencia amenazada por la fracción minoritaria que sigue en armas y mantiene la designación original del EPL. A su vez los remanentes del EPL o se descomponen o se pliegan a las Farc, guerrilla que libra una lucha a muerte con los “esperanzados”, especialmente por el control de Urabá (Romero, 2003, Cap. 4). Los “esperanzados” que se mantienen en las filas de la izquierda terminarán en el actual Polo Democrático Alternativo (PDA), mientras otros desaparecerán como tales y algunos se aliarán con sectores de derecha. Hasta acá hemos considerado los grupos MLs que provienen directamente de historia del PC-ML. Veamos otros que tienen una trayectoria relativamente autónoma de esa organización, pero que también se mueven dentro del “campo ML”. La más notoria por su influencia en los campesinos fue la Organización Revolucionaria del Pueblo (ORP), que se conformó con la mayoría del grupo dirigente de la Anuc-Sincelejo orientado por Alfonso Cuellar y Pepe Gamboa. Ante los ataques del resto de izquierda –que los sindicó de practicar el “anarco-sindicalismo”–, este núcleo se aleja más de ella y endurece su ideología maoísta y su radical antisovietismo. En 1977 se oficializa como Mo31

En 1978 había recibido a un sector del V Frente de las Farc en Urabá, los llamados “núcleos consecuentes MLs”, lo que aumentaría la enemistad histórica entre las dos guerrillas (López, 1994, 179-182).

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vimiento Nacional Democrático Popular (Mndp) para participar junto con el Moir en las elecciones del 78 obteniendo mediocres resultados (Archila, 2003, 290). Ante este fracaso y la disgregación de la Anuc32, muchos dirigentes se integran al liberalismo especialmente bajo las banderas de Luís Carlos Galán. A principios de los 80 sucede el secuestro y posterior asesinato de Gloria Lara reclamado por una organización bajo las siglas de ORP. Por esa razón algunos de los antiguos dirigentes de la Anuc son detenidos y después de un penoso proceso judicial salen exilados del país, con lo que prácticamente desaparece su rastro (Gómez, 2007). El Movimiento Camilista ML33 proviene de sectores del Moec que apoyaron a Camilo Torres y que intentaron integrar su pensamiento con el de Mao. En 1973 se formaliza como tal bajo la consigna de un radical abstencionismo proclamada por su órgano de prensa, Jornada Camilista. A principios de los 80 se disuelve cuando el grupo de Germán Bula Escobar ingresa al liberalismo oficialista, mientras otro sector, especialmente implantado en Arauca, se incorpora al ELN (Molano, 2004, 182-184). A su vez, el Movimiento de Integración Revolucionaria (MIR-ML) fue fundado en los años 70 por Romero Buj y tuvo trabajo sindical en Bogotá y la Costa, además de cierta presencia en el campesinado. Sobrevivió al asesinato de su fundador a manos del PLA y se caracterizó por buscar la unidad de los maoístas. De esta forma se acercó al Movimiento de Unificación Revolucionaria (MUR-ML), un grupo de líderes agrarios del suroeste antioqueño orientado por el entonces sacerdote Ignacio Betancur,34 que se renueva en 32 No solo los distintos grupos MLs van saliéndose de la Anuc línea Sincelejo llevándose a sus “bases”, sino que

Gamboa se enfrentará a Cuellar, quien impulsa la unión con la línea Armenia en 1980. En 1986 habrá un intento de unidad de los sectores “consecuentes” de la línea Sincelejo conocido como Anuc UR (Unidad y Reconstrucción), pero ni éste ni otros agrupamientos similares lograrán tener la acogida que tuvo la organización campesina a comienzos de los 70 (Múnera, 1998, 465-469). 33 Es un grupo distinto de Comandos Camilistas que se fusionarán con los socialistas. Figuras destacadas fueron Germán Bula Escobar, de familia terrateniente liberal de la Costa, y el médico William Ospina. 34 La trayectoria del MUR-ML es tal vez la más clara expresión del impacto de la Teología de la Liberación en el maoísmo colombiano, pero no fue el único. No sobra señalar que León Valencia sería uno de sus cuadros (Entrevista a A. M. Jaramillo, 2006 y CRS, s.f., 11-13).

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1982 al integrar sectores provenientes de la Liga ML, la Tendencia MLM y la Línea Proletaria. El fortalecido Nuevo MUR se fusiona con el MIR-ML hacia 1983 dando origen al MIR –a secas– con un brazo armado, Patria Libre. El MIR-Patria Libre, luego de participar con el PRT y el ELN en los esfuerzos de unidad orgánica –conocida como “la trilateral”–, se fusiona con el último en 1987 creando la Unión Camilista UC-ELN35. Muchos de los integrantes del MIR se agruparían a comienzos de los años 90 en la Corriente de Renovación Socialista (CRS), que luego de dar un debate interno en torno a la guerra y la política se reinsertará a la vida civil en abril de 1994. En 2000, junto con otras organizaciones de izquierda, la CRS creará el Partido del Socialismo Democrático, uno de los integrantes del actual PDA (CRS, s.f., 10-20 y entrevista a Aristizabal, 2007). Por último resta describir el origen del otro gran polo del maoísmo en Colombia: el Moir. Cuando el Moec se desintegra en 1969, una fracción liderada por Francisco Mosquera, designada internamente Partido del Trabajo de Colombia (PTC), tratará de impulsar un agrupamiento sindical (Proletarización, 1975, 390-398 y entrevista a Ricardo Sánchez, 2006). Pero ante el abandono de otros integrantes de dicho bloque sindical por inconformidad con el lanzamiento de un indeterminado “paro nacional patriótico” en 197036, el grupo de Mosquera adopta el nombre de Moir. Éste no será nunca reconocido oficialmente por China pero tendrá relaciones “fraternales” con ella hasta el presente37. Como un intento de acercarse a los sectores populares lanza la campaña 35 Estos procesos unitarios redundan en la creación del frente político, A Luchar, pero éste fue más amplio pues

incluyó sectores sindicales y socialistas. Las diferencias entre el ELN y los que vienen del MIR se escenificarán en el seno de A Luchar (CRS, s.f., 21-30 y entrevista a José Aristizabal, 2007). 36 Paro lanzado supuestamente para radicalizar el avance electoral de la Anapo y garantizar revolucionariamente su triunfo (Entrevista a Marcelo Torres, 2006). 37 Diego Montaña Cuellar, quien vuelve a salir del PCC a finales de los años 60 luego de un nuevo debate interno –condensado en unas tesis políticas de amplia difusión internacional conocidas como “Los problemas estratégicos y tácticos de la revolución en Colombia” (1968)–, se une temporalmente al naciente Moir, pero también rompe con él a raíz de la negativa de este grupo a sumarse al paro “patronalista” de abril de 1971. Montaña había dirigido el primer órgano de prensa de esta agrupación, Frente de Liberación, que a su vez fue un aporte de sectores cristianos a la naciente organización (Proletarización, 1975, 394). El Moir luego publicará intermitentemente Tribuna Roja.

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“de los pies descalzos”, de clara estirpe maoísta. Con ella logra acercarse a organizaciones sociales en el campo y la ciudad e incluso vincularse al sector cooperativo (Entrevista a Torres, 2006). El Moir es la primera organización de la “nueva izquierda” que participa en elecciones: tan temprano como 1972 apoya a Alberto Zalamea para el parlamento, obteniendo casi 20.000 votos. Luego se acercará, en una poca ortodoxa alianza, al PCC para conformar la Unión Nacional de Oposición (UNO) en las elecciones de 1974. Pero a raíz del congreso de la Cstc (Confederación Sindical de Trabajadores de Colombia) en 1975 el Moir rompe con el PCC y crea el Frente Unido del Pueblo (FUP), en el que convergen muchos de los sectores MLs que quieren participar en elecciones de 1978. Con posterioridad el Moir hará alianzas con sectores liberales –algunos muy de derecha–, siempre con una perspectiva anti-soviética y por ende contra el PCC. El rechazo cada vez más explícito de la lucha armada lo lleva a enfrentarse a las guerrillas, especialmente a las Farc. En cuanto a su evolución interna a fines de los 70 saldrán del Moir dos destacadas figuras políticas –César Pardo Villalba y Carlos Bula Camacho– para integrarse a la dirección de Firmes. A comienzos de los 80 rompe otro grupo de dirigentes sindicales y políticos como los hermanos Ñañez y Abel Rodríguez, quienes reivindican el nombre original PTC. Este sector se unirá con algunos movimientos “cívicos” regionales como los Inconformes de Nariño para conformar Colombia Unida38. Esta agrupación coordinada por Orlando Fals Borda se integrará a la AD-M19 en vísperas de la Asamblea Constituyente para desaparecer luego con ella. Por último, a la muerte de Francisco Mosquera en 1994 se agudizan las contradicciones dentro del Moir: el sector liderado por Marcelo Torres, que reclama la herencia del fundador en la construcción de amplias alianzas, sale y retoma el nombre de PTC; mientras el otro grupo, acusado de ser más proclive a relacionarse solo con la izquierda, mantiene el de Moir y tiene al 38

Inconformes a su vez había sido alimentado por ex militantes de grupos socialistas y maoístas, e incluso del Moir, del que provenía Raúl Delgado (Velasco. 2004?, 72).

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senador Jorge Robledo como su figura visible. Hoy ambas fracciones conviven dentro del PDA en una latente tensión (Entrevista a Torres, 2006).

Composición social En este punto es donde menos información disponemos, por obvias restricciones dada la clandestinidad generalizada del “campo ML”. Las notas que siguen son, por tanto, una aproximación muy débil en términos cuantitativos y se refieren más a los dirigentes que a la base de los grupos maoístas, en donde hubo más presencia popular. Igualmente habría que considerar las variaciones en la militancia entre los distintos periodos y las sucesivas cohortes generacionales que cubre esta historia, pues no es igual la izquierda de los años sesenta a la de los noventa39. Aquí nos centraremos en los primeros periodos de origen del maoísmo en Colombia. Una característica que parece ser común al liderazgo maoísta y en general a la “nueva izquierda” de los años 60 y 70 es su juventud. En efecto, muchos jóvenes ingresan a las filas de la izquierda al calor de la agitación estudiantil de esos años –especialmente en colegios y universidades públicos– en los que se vive un despertar reivindicativo y un fervor revolucionario después de la caída de la dictadura militar40. De esta forma el movimiento estudiantil rápidamente radicalizado durante el Frente Nacional, parece ser la gran cantera de cuadros de la izquierda41. En algunos casos en la inclinación hacia la izquierda de los jóvenes estudiantes se percibe la influencia de algún profesor crítico durante los años de secundaria (Entrevistas a Sánchez y exdirigente ML, 2006). Como rasgos más específicos del liderazgo maoísta parece haber un gran componente de capas medias de provincia, las que a juicio de Frank Mola39 40

Como lo resalta Timothy Patrick Wickman-Crowley en su trabajo sobre la guerrilla latinoamericana (1992). Tales fueron los casos de Marcelo Torres, Ricardo Sánchez y del exdirigente ML según sus entrevistas para esta investigación (2006). 41 Características similares a los encontrados por Wickman-Crowley (1992) para la guerrilla Latinoamericana de la primera generación, con excepción de las Farc, que siempre han sido más campesinas en sus bases y

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no (2004, Cap. 2) portaban una cultura poco cosmopolita. En algunos casos miembros “ejemplarizantes” de las familias –padres o tíos– tuvieron alguna simpatía con el gaitanismo o con disidencias liberales (Entrevistas a Torres y exdirigente ML, 2006). Sin tener a mano estadísticas sólidas, todo parece indicar que es mayor la participación de hombres que de mujeres en la militancia y, en todo caso, ellas difícilmente acceden a cargos de dirección (Entrevistas a A. M. Jaramillo y exdirigente ML, 2006). Si la izquierda colombiana de esos años reproducía el machismo de nuestra cultura, el maoísmo sería tal vez de los más rígidos en este sentido. Claramente se subordinaba la liberación de la mujer a las tareas revolucionarias y su tratamiento hacia ella era discriminatorio a pesar de proclamar formalmente la igualdad de sexos (Entrevista a Jaramillo, 2006)42. La composición social de las bases maoístas depende mucho de las organizaciones y de las zonas y sectores sociales que influyeron. En la medida de lo posible se intentará una aproximación a esta dimensión en la que desafortunadamente la principal y casi única fuente es lo que cada organización se atribuye. En general el maoísmo tuvo mayor arraigo en los campesinos que otros grupos de izquierda, salvo las Farc y algo el ELN. Aunque mantuvo alguna presencia sindical, especialmente en el sector de “cuello blanco” –bancarios, maestros y en general trabajadores estatales agrupados en Fenasintrap (Federación Nacional Sindical de Trabajadores Públicos)–, el segundo sector donde se destacó fue el estudiantil, en donde en ocasiones fue la fuerza mayoritaria. En los años 70 establece lazos con pobladores urbanos como vendedores ambulantes, invasores de terrenos y opositores a desalojos como los propiciados por la Avenida de los Cerros en Bogotá. Pero con todos estos sectores tuvo una relación bastante instrumental, pues la tarea fundamental era adelantar la guerra popular prolongada y no limitarse a las reformas. En esto hubo diferencias entre el “campo ML” y el Moir, más proclive éste a las 42 Así

lo percibió Vera Grabe en los años 80 cuando el M-19 y el EPL se acercaron. Según ella, en comparación con el “eme”, las mujeres del EPL eran de origen campesino, más respetuosas de las jerarquías, más fuertes para el trabajo físico, pero menos críticas del machismo (Grabe, 2000, 262).

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luchas reivindicativas ya que consideraba que el pueblo colombiano no estaba listo para la insurrección43.

Rasgos ideológicos, políticos y éticos del maoísmo44 • El maoísmo en el plano global representa un intento de volver a las tradiciones revolucionarias del marxismo en su vertiente leninista, que podemos identificar como comunista –es decir la que se deriva de la ruptura internacional del socialismo en la I Guerra Mundial– y en concreto desde la forma particular como Mao Tse Tung aplicó está concepción política. En el viejo dilema entre reforma o revolución45 –dilema que recurrentemente aparece a lo largo de los dos siglos de historia de la izquierda mundial–46, sin duda el maoísmo toma partido 43 En un escrito de 1983, a propósito de los diálogos de Paz con Belisario Betancur, Francisco Mosquera reiteraba

que el Moir siempre se distanció de la corriente “extremo-izquierdista” que buscaba crear las condiciones subjetivas de la revolución por medio de la guerrilla. Desconociendo las causas objetivas, dicha corriente presiona al pueblo para una acción insurreccional “para la cual no está maduro ni dispuesto anímicamente” (Mosquera, 1994, 167). 44 Esta sección se redactó en forma de “tesis” y los resaltados son los temas para una futura reorganización temática trasversal. 45 Plasmado a finales del siglo XIX en la polémica entre Eduard Bernstein, quien pretendía “revisar” el marxismo para ponerlo en consonancia con los nuevos tiempos, y Karl Kaustky y Rosa Luxemburg, quienes replicaron haciendo una defensa “ortodoxa” de la validez del materialismo histórico. Al respecto remitimos a nuestro análisis en Archila, 2007, especialmente en la nota 31. El origen real del debate fue la “revisión” que Engels hizo poco antes de su muerte de la concepción revolucionaria que él y Marx habían postulado años antes. En el nuevo prólogo a La lucha de clases en Francia de 1895, Engels dice –aunque luego aducirá que fue malinterpretado– que la insurrección es un método anticuado mientras pondera la acción electoral: “prosperaremos mucho más con los medios legales que con los medios ilegales de subversión” (citado por Rodríguez, 2002, 77). 46 En la historia de la izquierda mundial se constata que cuando ella emprende acciones políticas en el marco de la institucionalidad burguesa surgen alternativas que reclaman la acción revolucionaria. Así los blanquistas y anarquistas se opusieron a la táctica política de los tempranos “marxistas” de la I Internacional; los bolcheviques a los social-demócratas de la Segunda; la “nueva izquierda” hará algo similar ante los partidos comunistas a mediados del siglo XX y hoy se puede decir algo parecido de los movimientos sociales ante la izquierda partidista (Rodríguez, 2002). Geoff Eley considera que ambos polos han sido complementarios en la historia de la izquierda, pues siempre una reforma importante se ha conseguido por una acción revolucionaria (Eley, 2003, Introducción). No sobra recordar que la misma Rosa Luxemburg en su momento rechazó la oposición entre reforma y revolución sugerida por el revisionismo bernsteniano, pues eran dos momentos de una misma acción transformadora: “el camino ha de ser la lucha por la reforma, y la revolución social, el fin” (1989, 36). Boaventura de Sousa Santos va más lejos al considerarla como una falsa dicotomía que produce una polarización “improductiva” en el seno de la izquierda actual (Santos, 2004, 447-448). Con todo, la tensión existió y se vivió con especial intensidad en la época estudiada y difícilmente ha desaparecido.

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por el segundo polo. En los años 60 no fue el único y a veces no el más radical –a ratos el trotskismo era más virulento, al menos verbalmente, y el castrismo o guevarismo también refulgieron, para no hablar del anarquismo con poco peso en nuestras tierras–. Por ello el maoísmo reivindica la lucha armada en la modalidad de guerra popular prolongada como se vivió en la experiencia china –fórmula opuesta al modelo insurreccional soviético y al foco cubano–47.Aunque proclama que el partido debe conducir al ejército y orientar al frente de masas –las tres “varitas mágicas”– 48, en la práctica en América Latina el maoísmo subordinó lo político a lo militar e incluso en Colombia adoptó inicialmente una estrategia cercana al foquismo49. Esto es válido para el “campo ML” en especial para su organización central, el PC-ML, no así para el Moir, que desde sus orígenes no consideró que la vía armada estuviera al orden del día en el país, aunque en los primeros años mostró simpatía “teórica” por ella50. • El “campo ML” tuvo una decisión clara por la lucha armada elevándola a nivel de principio estratégico, en lo que no estuvo solo como se desprende de la historia del ELN y del trotskismo inicial, lo que no significa que todos la implementaran en la práctica y menos en la 47

Aquí llamamos la atención por la paradoja de las Farc, que siendo prosoviéticas siguieron el modelo chino, mientras el EPL, rígido maoísta durante años, se acercó en la práctica al foquismo. 48 Estas invocaciones numéricas así como los “tres permanentes” –tres artículos escritos por Mao: “Servir al pueblo”, “En memoria de Norman Bethune” y “El viejo tonto que removió las montañas”–, los “cinco antis…” del sindicalismo orientado por los MLs –antiimperialista, antielectoral, antipatronal, antioligárquico y antirevisionista–, son las que Molano (2004, 79) designa como la “numerología” maoísta. Eran una forma pedagógica de transmitir el mensaje revolucionario de Mao a partir de un fácil recurso para memorizar. A ello contribuyó la prolífica difusión de sus tesis en un librito pequeño, del tamaño del Nuevo Testamento: el Libro Rojo de Mao. 49 Según Raúl Alameda el Moec tuvo “una concepción tan mecánica y milimétricamente calcada de la experiencia cubana que pretendían que había que hacer un asalto a un cuartel, un asalto a la presidencia y salir aunque fuera a San Andrés y Providencia y venir en un barco”. Él agregó que Larrota fue entrenado militarmente en Cuba y que el mismo Che estaba pendiente del desarrollo del foco del Moec en Colombia (Entrevista a Alameda, 2006). 50 Así lo confirma la cita de Mosquera en nota anterior y lo reiteró Marcelo Torres en su entrevista (2006). Sin embargo, Proletarización insiste en que en sus inicios el Moir atrajo sectores abstencionistas y “apologistas (al menos verbalmente) de la lucha armada” (Proletarización, 1975, 394).

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forma de guerrilla51. Concomitantemente fueron abstencionistas, lo cual era un rasgo distintivo del maoísmo –incluido el Moir– hasta comienzos de los años 70. La no participación electoral para las agrupaciones del “campo ML” fue un principio que incluso trataron de introducir en las organizaciones gremiales y reivindicativas. En el caso del sindicalismo “independiente” que agenciaron era uno de los cinco “antis…” y en muchos casos el primero. El abstencionismo fue definitivo en su identidad inicial, aunque con el tiempo lo van cuestionando para acercarse a la política abierta y electoral cayendo, sin querer queriendo, en la criticada fórmula de la “combinación de las formas de lucha”. En este proceso, una vez más, el Moir fue una temprana excepción. • Si el dogmatismo es un rasgo de la izquierda que se rige por el marxismo leninismo, el maoísmo llevó al extremo la defensa del dogma M-L desde lo que se llamó el “pensamiento Mao Tse Tung” 52. El maoísmo extendió el calificativo de revisionismo a toda corriente que considerara reformista, ya no tanto la social-democracia –prácticamente inexistente en nuestro medio durante esos años– sino el mundo comunista en especial el soviético y sus aliados53. Fue igualmente intransigente, bordeando en rampante sectarismo, con sus disidencias –a las que tachaba de “traidores” para abajo–. Pero fue peor cuando se trataba de asuntos militares. Como en el resto de la guerrilla, en el EPL de los

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Incluso en el mismo PCC hubo coqueteos con la acción armada como ya se dijo y es corroborado por el testimonio de Freddy Téllez, quien recibió entrenamiento militar a mediados de los años 60 en una célula de la Juco de la que hacía parte Luís Otero, entre otros (Téllez, 2005, 70-77). 52 El mismo Mao escribió en 1937 dos de sus “cinco tesis filosóficas” –de nuevo la numerología– contra los dogmáticos que se negaban a conocer la realidad para aferrarse al marxismo como un dogma. A pesar de esta advertencia, no pocas veces el maoísmo se mostró como un intransigente defensor de la “ciencia del proletariado” convirtiendo al marxismo leninismo en dogma. 53 ¡En un acto muy típico maoísta, el PC-ML en 1980 condenó al maoísmo como un nuevo “revisionismo”! No todos los MLs, y menos el Moir, lo secundaron en este paso, pero como se constata en la primera sección de este ensayo, la adhesión explícita al marxismo leninismo –condensado en las siglas ML– va desapareciendo de las nuevas organizaciones inscritas en dicho “campo”, cada vez más vagamente definido.

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primeros años las contradicciones ideológicas se resolvieron por las armas54. • El dogmatismo maoísta tuvo una particularidad con relación al resto de la izquierda y es que se aferraba a un “pensamiento” y en últimas a una figura carismática, hasta caer casi en la veneración religiosa de Mao. Ya no era solamente el “culto a la personalidad” practicada por el estalinismo, sino una actitud de fe en el “Gran Timonel”. Por ello impacta tanto en la evolución de esos grupos la trayectoria de Mao y de la China. Esto no ocurre con el resto de la izquierda colombiana, que si bien tuvo sus iconos –internacionales y nacionales–, no dependía tan “religiosamente” de ellos y por eso no se muestra tan desconcertada ante su muerte o eventual “traición” de principios55. • Y es porque los “principios” eran fundamentales en el maoísmo56. Aunque Mao siempre trató de poner en el mismo nivel la materia y la conciencia, el hacer y el saber, la práctica y el conocimiento, de alguna forma terminaba resaltando la importancia de tener ideas correctas para transformar el mundo57. En algún momento llegó a exclamar: “no tener 54

Así el historiador Antonio Restrepo recordaba con cierta exageración a su compañero de aventuras juveniles, Jaime Builes Arias, “que era un pensador independiente, que luego a mediados de los sesenta se metió al EPL, que tuvo una discusión por una coma o algo así (sic) y en el 69 lo ejecutaron (…) saliendo de la fábrica donde trabajaba” (Varios, 2004, 7). Más adelante reitera que Builes era un humanista integral “y mire cómo terminó” (ibíd., 13). Como ya narramos, el PLA ejecutó por “traidores” a Romero Buj y Nicolás Santana a mediados de los años 70. 55 Creemos que el uso del lenguaje “heroico”, común en los grupos militaristas de la izquierda (Aguilera, 2003), fue potencializado en el “campo ML”. De ahí la frecuente acusación de “traición” ante cualquier duda o cuestionamiento de la línea política. Esto “blinda” a cualquier organización, mientras la encierra y dogmatiza. 56 En los documentos de confrontación con el PCC, los futuros gestores del PC-ML decían: “no nos une la política, sino la ideología que los precede, los principios, el pensamiento, porque detrás de cada política va la ideología que la sustenta, y en el mundo solo hay dos ideologías, la burguesa y la proletaria” (citado por Villarraga y Plazas, 1995, 41). 57 Una de sus tesis filosóficas es un breve artículo de 1963 titulado precisamente “¿De dónde provienen las ideas correctas?”. Allí afirmaba que las ideas correctas no caían del cielo ni eran innatas sino que, parafraseando muy simplistamente a Marx, afirmaba: “la existencia social de la gente determina sus pensamientos” (Tse Tung, 1975, 285). Con todo, Mao concluye llamando a “educar a nuestros camaradas en la teoría materialista dialéctica para que orienten correctamente sus pensamientos” (ibíd, 289). Haciendo eco a esta recomendación, el PC-ML a principios de los años 70, bajo la conducción de Pedro León Arboleda, lanzó la consigna de “Transformémonos para transformar el mundo”.

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un correcto punto de vista equivale a no tener alma” (Tse Tung, 1975, 199) 58. En aras de retornar a la idea revolucionaria, el maoísmo criticó el mecanicismo de los tiempos de la II Internacional, que supuestamente había impregnado de nuevo a los partidos comunistas prosoviéticos. • En política esto se entiende como una subvaloración de las condiciones objetivas, lo que favorece un cierto voluntarismo, también presente en la literatura sobre la Revolución Cubana –en últimas el foquismo es un voluntarismo extremo, pero que, como lo señaló Regis Debray (1975), no estaba distante del leninismo–59. Estas corrientes que alimentaron a la “nueva izquierda”, al retomar la idea revolucionaria tienden a alejarse de todo lo que la obstaculiza –como las llamadas condiciones objetivas– para caer en un cierto voluntarismo subjetivista. • En todo caso el dogmatismo del maoísmo, como en general de la izquierda colombiana de los años 60 y principios de los 70, los alejaba del “país real”. No solo era definitiva la alineación internacional como punto de identidad en los inicios de la “nueva izquierda”, sino que se aplicaban acríticamente las experiencias y las teorizaciones de los procesos revolucionarios de otras partes, en este caso de la China. A pesar de la prédica maoísta de conocer la realidad para transformarla, los jóvenes revolucionarios, inspirados en Mao o en el Che, poco intentaron hacerlo, pues habían descubierto la verdad en el marxismo leninismo. En forma parecida a las elites decimonónicas, las vanguardias de izquierda se sintieron las conductoras iluminadas de una gente atrasada que no terminaban por conocer60. En ese sentido, distantes 58

Sería inadecuado sacar de contexto esta frase para hablar de un cierto idealismo en Mao –habrá que ver si la expresión original china corresponde al “alma” de la tradición occidental–, más bien nos hace pensar en la sugerencia de Frank Molano sobre un cierto “humanismo maoísta” al proponer al hombre como lo definitivo del proceso revolucionario (Molano, 2004, 34). 59 Habrá que señalar que Mao advertía también sobre el peligro de “pasar por encima del proceso objetivo (…) y tomar las fantasías por verdades” (Tse Tung, 1975, 33). En este caso ocurre nuevamente que la práctica maoísta criolla, en oposición al mundo soviético, hizo su reapropiación de las orientaciones del “Gran Timonel”. 60 Esto reforzaba un vanguardismo radical que analizaremos más adelante.

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del discurso de derecha y populista que convocaba a la nación (Ayala, 1995), los maoístas buscaron hacer la revolución en moldes que poco tenían que ver con la realidad nacional61. Era una variante de un dogmatismo sin tiempo ni espacio, tan cercano a todo despertar utópico como el que vivía el mundo en los años 60, que se siente poseedor de la verdad absoluta. Los fracasos en la implantación de los focos guerrilleros llevan, con el paso de los años, a estos jóvenes y otros no tan jóvenes a estudiar la realidad latinoamericana y colombiana. • El acercamiento al país “real” propiciado desde mediados de los años 70, implica conocerlo. ¡Por fin se ponía en práctica el viejo consejo maoísta! En este punto vale la pena resaltar el papel del marxismo en las nacientes ciencias sociales en Colombia y la labor editorial que desplegó la izquierda desde los tardíos años 60. Si bien la iniciativa la tuvieron intelectuales cercanos al comunismo o al trotskismo, los maoístas jugaron un papel destacado desde mediados de los años 70 por medio de editoriales como La Pulga, Hombre Nuevo, 8 de Junio y las primeras fases de Oveja Negra y Estrategia. Dichas editoriales publicaron obras de análisis de la sociedad colombiana en sus dimensiones económicas, políticas, agrarias, urbanas y culturales, al igual que textos de autores “clásicos” del marxismo incluido el mismo Mao Tse Tung. El “campo ML” al igual impulsó las revistas Uno en Dos y Revista de Revistas, la primera de análisis nacional e internacional, y la segunda más teórica62. El Moir, por su parte, contó con un centro de estudios sobre asuntos laborales (Cedetrabajo) que publicó la revista Deslinde. Esto para no hablar de los órganos partidistas a los que ya hemos mencionado. De esta forma el dogmatismo tiende a ceder a medida que la izquierda ML se encuentra con el país, sin desaparecer, al menos mientras haya identidad maoísta. 61

Cuando las guerrillas fueron incorporando héroes y gestas nacionales en su ideario a mediados de los años 70, como un intento de “nacionalizar” la revolución, el EPL fue el más rígido al no mencionar en su himno a figuras patrióticas. Incluso en 1996 la fracción de Caraballo desecha tal himno y retorna a la Internacional (Aguilera, 2003, 18). 62 Para el caso de Antioquia ver Gómez (2005, Cap. 2) y el Conversatorio con Antonio Restrepo en Varios (2004).

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• En general el maoísmo mira al Tercer Mundo, y dentro de él a América Latina y por ende a Colombia, como sociedades no plenamente “capitalistas” con remanentes “feudales”. Inspirado en las tesis de Mao, y más de lejos en las de Lenin y Stalin, ve obstáculos para una revolución inmediatamente socialista –como proclamaban los trotskistas y a su modo los cubanos–. Por ello habla de la necesidad de hacer tareas de “nueva democracia” antes de pasar al socialismo como tal y, sobre todo, propone alianzas con sectores supuestamente progresistas de una burguesía catalogada de “nacional” –como en su momento lo hizo Mao con el Kuomintang–. En esto los MLs coincidieron con el PCC, pero no todos, pues el PC-ML desechaba la existencia de dicha burguesía, por lo que programáticamente estuvo más cerca de los sectores socialistas, mientras la Liga ML y el Moir fueron más ortodoxos en este aspecto. • El maoísmo también se caracteriza por reivindicar una igualdad radical, tanto que se le ha tachado de igualitarista (Anderson, 1986, 88). La experiencia china, especialmente durante la Revolución Cultural, intentó igualar toda la sociedad en un abstracto proletariado, lo que se plasmó en una uniformidad hasta en el vestir. No fue solamente la lucha contra la burocratización, sino el intento abrupto de suprimir cualquier desigualdad derivada de la división del trabajo entre el hacer y el pensar. Como para Mao el origen de todo conocimiento proviene de la práctica, solo la experiencia proletaria generará las ideas correctas. Inspirados en sus enseñanzas y en la Revolución Cultural China, los grupos maoístas en Colombia no solo quisieron “proletarizarse” forzadamente –no sobra recordar las campañas de “bolchevización” y de los “píes descalzos” de los tempranos años 70–, sino que sospecharon del mundo intelectual y en general de la modernidad occidental63. 63

Algunos no permitían a sus militantes ver TV, oír radio o leer periódicos “burgueses” o “revisionistas” (Molano, 2004, 146 y ss.). Sin embargo, esto no fue exclusivo del maoísmo. Vale la pena recordar que según un documental sobre la vida de Estanislao Zuleta en los años 60, él prohibió a sus hijos ver TV y oír radio y prácticamente los aisló de la sociedad “burguesa”.

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• En la búsqueda de dicha igualdad proletarizante el maoísmo intenta extirpar no solo los vestigios aristocráticos “feudales” sino los burgueses “capitalistas”, asociados éstos con la forma de vivir en Occidente. Esto produce una cierta reivindicación de lo “oriental” y una forma inicial y primitiva de invocación de una subalternidad radical64. Como señalan Silvia Rivera y Rossana Barragán, a propósito de las tensiones de los posteriores Estudios Poscoloniales: “la propia noción de subalternidad resulta forjada como algo distinto, ajeno y preexistente al mundo occidental –la Razón de la Historia–, aunque sin desconocer que es este mismo mundo el que le ha legado este concepto desde la vertiente gramsciana” (Rivera y Barragán, 1997, 11). • Retornando al maoísmo, por la experiencia armada tanto china como de muchos países periféricos y coloniales, éste fue crítico también de la democracia “burguesa” occidental. En cambio reivindica la dictadura del proletariado que aun se mantiene en nuestros días en la China, así su economía sea ya poco socialista. Para Mao, a propósito de los eventos de 1956 en Hungría, la democracia y la libertad no existen en abstracto sino en concreto, ellas no son fines sino medios (1975, 155). Por eso reivindica “democracia para el pueblo y dictadura para los reaccionarios” (ibíd., 163). Aquí “democracia” se entiende más en el sentido socio-económico como satisfacción de necesidades básicas que en el sentido político como vigencia de las libertades ciudadanas,

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Parece que algunos de los fundadores de los Estudios Subalternos tuvieron simpatía por el maoísmo, aunque sin duda la figura marxista que más los impacta es Gramsci. En el prólogo a un libro de Ranahit Guha, Joseph Fontana señala que aquel “se hizo marxista e ingresó en el Partido Comunista de la India (…) las actividades políticas marcaron su vida desde 1942 a 1956: viajó por Europa, por África del norte y por el oriente próximo, pasó por la China después de la revolución y retornó a la India en 1953 (…) en 1956, a consecuencia de los acontecimientos de Hungría, abandonó el partido comunista” (Guha, 2002, 7). Por su parte Michael Hardt y Antonio Negri son más enfáticos al afirmar que el proyecto de los Estudios Subalternos “y en particular el de su fundador Ranajit Guha, puede concebirse (…) como una iniciativa fundamentalmente maoísta, o mejor dicho, ellos consideran los resultados del proceso revolucionario maoísta como un hecho consumado por cuanto postulan que los campesinos, al igual que los proletarios industriales, son capaces de constituir un sujeto político activo y autónomo” (Hardt y Negri, 2004, 427).

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uso similar al que se daba en los países socialistas65. La expresión “nueva democracia” remitía a una etapa de transición revolucionaria que debía completar las tareas burguesas –de nuevo más económicas que políticas– pendientes en el Tercer Mundo, dados sus rezagos “feudales”. De modo que democracia en el maoísmo, como en general en el leninismo, significa algo muy distinto a la concepción liberal que imperaba, e impera, en Occidente. • En Colombia también el uso maoísta de la democracia liberal fue muy instrumental, por privilegiar lo militar. De la misma forma se despreciaba la lucha por las reformas, pues las acciones reivindicativas se asumían como un paso menor hacia el gran objetivo revolucionario. En esta visión maximalista dichas luchas no tenían valor en sí, cuando más eran instrumentalizadas en pos del objetivo final –la democracia y la libertad no son fines sino medios–. El desprecio de la democracia “burguesa” fue un rasgo común a la izquierda leninista que rompió con la social-democracia, pero que el maoísmo llevó a extremos por su inicial actitud militarista66. Esto generó un gran aislamiento político, que en parte fue superado, no sin vacilaciones, por el Moir y luego por sucesivos grupos MLs cuando fueron reencontrándose con el país. • Algo similar funcionaba hacia dentro. El famoso centralismo democrático de la fórmula bolchevique, difundido por el estalinismo, fue un instrumento de gran disciplina, pero impidió la sana discusión interna67. Las condiciones de clandestinidad de muchas organizaciones

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Con todo hay algunos ecos libertarios en la consigna “que se abran cien flores y que compitan cien escuelas” con la que se pretendía promover el arte y la ciencia en la China. En este frente como en el tratamiento de las contradicciones en el seno del pueblo, Mao en 1957 rechazaba las medidas coactivas y más bien invocaba la libre discusión y la persuasión (Tse Tung, 1975, 157 y 207). Estos métodos democráticos fueron relegados durante la Revolución Cultural por los exaltados Guardias Rojos. 66 Según Jaime Zuluaga, para la izquierda criolla en general “el problema de fondo fue no haber comprendido la importancia de la democracia” (1993, 403). 67 Para Frank Molano, en este punto los MLs colombianos fueron más estalinistas que maoístas propiamente dichos, pues Mao reconocía la lucha de tendencias dentro del partido (2004, 104).

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maoístas no permitieron la realización de eventos de discusión y decisión con presencia de los organismos de base. En casos como el PC-ML no solo se tardó 15 años en realizar su segundo congreso, sino que cualquier inconformidad o cuestionamiento era tratado como una actividad traidora y contrarrevolucionaria y por tanto había que extirparla de raíz. Si bien ésta fue una situación extrema que marcó la trayectoria del “campo ML”, las prácticas antidemocráticas en el tratamiento de las contradicciones internas también caracterizaron a organizaciones no armadas como el Moir, para no hablar de otras vertientes de la izquierda colombiana. • La invocación a la libertad en el maoísmo como en la nueva generación de izquierda colombiana estaba circunscrita a la liberación nacional. Las libertades “burguesas” civiles y políticas eran una “talanquera” para la revolución o al menos un resabio pequeñoburgués que la obstaculizaba. Había que luchar por el todo –la revolución–, y no quedarse en detallitos que distrajeran la marcha hacia el objetivo final. Incluso no se recomendaba mucho la utilización de los derechos humanos porque era caer en el juego de la institucionalidad “burguesa”. Así por ejemplo, a fines de los años 70, en las épocas del Estatuto de Seguridad de Turbay Ayala, para el PC-ML los derechos humanos “vistos en general, eran una forma de encubrir los derechos, intereses, y las libertades de la burguesía” (cfr. Villarraga y Plazas, 1995, 142). Por ello se negaron a suscribir las campañas por la derogatoria de dicho Estatuto o por el levantamiento del estado de sitio, ya que la alternativa era “generalizar la guerra popular y prolongada” (ibíd.). Sin embargo, usaban instrumentalmente el derecho “burgués” para sacar a sus detenidos de las cárceles o defenderse en los Consejos de Guerra, como sucedió unos pocos años antes con la detención de Ernesto Rojas (Calvo, 1996, 104-105). Al igual que en el ELN, en muchos grupos maoístas se trataba de una ruptura radical con el orden 176

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existente, comenzando por la vida cotidiana. La “vida buena” no estaba en el presente, sino en el futuro…68 • Al privilegiar la lucha armada en el campo, el maoísmo termina reivindicando al campesino como la principal fuerza revolucionaria, así siga haciendo invocaciones rituales a la vanguardia del proletariado69. Fue, en ese sentido, un acercamiento al “otro” distinto de la modernidad occidental que anticipó a la corriente poscolonial, para la cual el campesino es el “subalterno” por antonomasia70. Hubo todo un énfasis en identificar el pueblo con el campesino y se despreciaba lo urbano: la revolución vendría del campo a la ciudad. Una especie de “nuevos” bárbaros rurales, inspirados en el Este, serían los redentores de la decadente humanidad urbana71. • Una consecuencia del desprecio de los valores burgueses-occidentales, será la sospecha sobre la intelectualidad. Así Mao tratase de moderar los tratos bruscos y despectivos hacia los intelectuales,72 la Revolución Cultural China fue una gran ordalía contra el pensamiento y la cultura libres. En ese sentido el maoísmo será poco teórico y aplicará metodologías pedagógicas simples como la lectura de citas del Libro Rojo o las lecciones metafóricas de Mao –los “tres permanentes”–, que eran 68 Así, por ejemplo, en las conclusiones del congreso fundacional del PC-ML se afirmaba: “Y es, hoy por hoy en

Colombia, traidor a la revolución quien no esté de acuerdo con la lucha armada, no se prepare para ella o impida de cualquier manera su desarrollo inmediato” (cfr. Villarraga y Plazas, 1995, 45). 69 En esto también se acerca al castrismo o guevarismo al menos como lo practicó el ELN en su fase inicial claramente foquista. En la jerga maoísta se distinguía entre la “clase dirigente” –el proletariado– y la “fuerza principal” –el campesinado– (Entrevista a exdirigente ML, 2006). 70 Entendiendo por “subalterno” más una condición social –en la matriz gramsciana–, que una categoría discursiva –en la vertiente posestructuralista– como sugiere Florencia Mallon (1994). Conviene señalar que por esta época –años 60 y 70– casi nadie había leído a Gramsci en Colombia. Los grupos socialistas serán innovadores en este sentido. 71 En ello el maoísmo fue incluso más lejos que el estalinismo. Como recuerdan Hardt y Negri, según Mao “el error básico de Stalin [fue] desconfiar de los campesinos” (2004, 131). 72 Como lo reconoció en 1957. En ese momento Mao argüía que era improcedente imponer un estilo estético o una escuela de pensamiento, pues “el problema de lo correcto o lo erróneo en el arte y la ciencia debe resolverse mediante discusiones libres en los círculos artísticos y científicos” (Tse Tung, 1975, 207).

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más asimilables por las bases iletradas. La memorización de esas enseñanzas era estimulada por la ya mencionada “numerología”. Así, pues, un rasgo distintivo del maoísmo con relación a otras izquierdas fue una “pedagogía” simple pero efectiva a la hora de tocar las mentes más rudas. De ahí su relativo arraigo en los campesinos. En las ciudades los maoístas trabajan con sectores populares y barriales, los más cercanos al campesinado. Aunque tuvieron presencia notoria en el mundo estudiantil y académico, no lo valoraron sino en forma instrumental73. Esto se comenzó a modificar, de nuevo insistimos, hacia mediados de los años 70 cuando hubo más apertura al país urbano, aunque en el maoísmo se seguirá privilegiando la política local y cuando más regional. Solo hasta finales de los 80 propuestas como la insistencia a una asamblea popular constituyente le darán tardíamente al PC-ML una proyección nacional. El Moir sí tuvo una mirada más amplia, pero con un antisovietismo que lo llevó a aliarse con reconocidos dirigentes de derecha74. • El desprecio maoísta a los intelectuales está acompañado de una perspectiva paternalista-vanguardista, pues el campesinado, o el pueblo en general, por sí solo no podía hacer la revolución75. Los líderes maoístas, como gran parte de la izquierda, eran una nueva elite ilustrada –claro que en el maoísmo era una “ilustración” especial, al estilo chino– que pretendía orientar al pueblo hacia el verdadero camino revoluciona73

Una pregunta que por ahora escapa a estas reflexiones es ¿por qué “pegó” tanto el maoísmo en el mundo universitario, y no solo latinoamericano? Algunos postulan que para Europa fue resultado del hastío que produjo la sociedad occidental de la posguerra acompañado de un sentimiento de culpa de las capas medias al enfrentar la persistencia de la pobreza y la explotación (Eley, 2003, Cap. 21 y Anderson, 1986, 88). Por su parte WickmanCrowley (1992, 37) señala que las universidades públicas latinoamericanas, con su deterioro arquitectónico y el aislamiento por una malentendida “autonomía” como extraterritorialidad –acrecentada por el cercamiento con mallas– eran lo más parecido a los focos guerrilleros en las ciudades. Él insiste en una correlación positiva entre incremento de la matrícula universitaria y su radicalización, al menos para la primera generación guerrillera latinoamericana. Algo similar sostiene Jorge Castañeda (1994, cap. VI). 74 El Moir apoyó a Hernando Durán Dussán en la candidatura presidencial de 1990 y antes había buscado acercamientos incluso con el general retirado Landazábal en aras de una gran alianza de “salvación nacional” ante el “expansionismo soviético” (Mosquera, 1995 y entrevista con Torres, 2006). 75 Para Daniel Cohn-Bendit, la sola consigna de “servir al pueblo” era de tono paternalista (1969, 101).

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rio76. Comenzando por el PC-ML y sin excluir al Moir, no pocos grupos maoístas se sintieron el Partido de vanguardia que había propuesto Lenin. Por esa vía reconocían, a regañadientes, la necesidad de una cierta teoría revolucionaria: el marxismo-leninismo desarrollado por el “pensamiento Mao Tse Tung”. Aunque hubo intelectuales maoístas, y con el tiempo se intentó emular lo que hacían los comunistas o trotskistas77, siempre hubo un dejo negativo ante el mundo académico en el “campo ML” –a muchos se les forzó a salir de la universidad para ir al mundo “real”– lo que debilitó aún más a la intelectualidad ML, al menos hasta bien entrados los años 70. • Ello estuvo acompañado de una gran orientación ético-política de “servir al pueblo”. A pesar del vanguardismo, el maoísmo hace esfuerzos por acercarse al pueblo hasta tratar de vivir como él78. Así se pretendía cumplir la recomendación de Mao de adquirir, en la convivencia con el pueblo, una práctica que diera origen a las ideas correctas. Ese esfuerzo de “servir al pueblo” se tradujo, por ejemplo, en las campañas de “bolchevización” del PC-ML o de “pies descalzos” del Moir de comienzos de los años setenta. Por supuesto que esto refuerza el anti-intelectualismo ya señalado y cuando más se acerca a las propuestas de una ciencia “popular” y de investigación militante (Bonilla y otros, 1972) 79. 76

Como se constata en esta proclama: “Todas las fuerzas se reagruparán sobre el eje del EPL (…) con él o contra él (…) Pertenecer o no al EPL es ser o no ser soldado de la revolución colombiana. Respaldar o no al EPL es ser o no ser revolucionario. Atacarlo en cualquier forma es ser enemigo de la revolución” (citada en Proletarización, 1975, 124). 77 Además de la labor académica y editorial ya señalada, es de destacar la fiebre por lecturas “revolucionarias” desde los tardíos años 60, que intelectualiza a un estudiante provinciano como el antioqueño (Gómez, 2005, 73). El maoísmo, sin querer queriendo, hizo otra contribución al cambio cultural colombiano: en aras de difundir su doctrina contribuyó a “alfabetizar” al campesino. 78 Así, por ejemplo, el PC-ML al lanzar la “campaña de bolchevización” recordaba a “los tres permanentes” como forjadores del “hombre nuevo” maoísta. En esas narraciones de Mao “todo consistía en vivir por el pueblo y estar dispuestos a morir por el pueblo y preocuparse más por los demás que por nosotros mismos” (citado por Villarraga y Plazas, 1995, 69). 79 No es extraño que los propulsores de estas metodologías –entre quienes estaban Víctor Daniel Bonilla y Orlando Fals Borda– invocaran la “teoría del conocimiento” de Mao, así como las contribuciones de Lenin y Giap (ibíd., 35). Eran los antecedentes de la más sofisticada propuesta de Investigación-Acción-Participante.

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• Pero también conlleva una valoración del pueblo. Si bien el maoísmo no se inventa esta categoría, la toma de corrientes liberales y anarquistas ya que no era de los afectos del marxismo clásico (Samuel, 1984), sin duda contribuye a difundirla. Por esa vía se rompe en la práctica con la centralidad del proletariado para valorar al campesinado y a los sectores populares urbanos como ya se indicó. Nótese el frecuente uso que se hizo de la categoría “pueblo” o de lo “popular” en los nombres de las organizaciones del “campo ML” y sobre todo en sus discursos. En América Latina ello implica una valoración de las tradiciones y folclor autóctonos que caracterizó en general a la “nueva izquierda”, mas no como un crudo indigenismo con el que tuvo diferencias, pues ella seguía basándose en el análisis de clase y en el marxismo de estirpe Occidental80. • Dentro de ese “servir al pueblo” se moldeó una moral espartana de sacrificio material y afectivo81. Había que desprenderse de todo lo que significara “pequeña-burguesía”, incluso en las relaciones familiares y de pareja. Esto daba como resultado un mundo de hombres solitarios –pues eran pocas las mujeres militantes y menos las dirigentes–, que resolvían su sexualidad como mejor pudieran generando una “doble moral” que se escondía detrás de la clandestinidad82. 80 La relación del maoísmo con los movimientos populistas fue ambivalente porque había cercanía precisamente

por el papel asignado al pueblo en el cambio social, pero con distancia por el reformismo de dichos movimientos. En últimas no hay que olvidar que el maoísmo era una expresión muy dogmática del marxismo leninismo y eso pesaba en la mirada que tenía de los grupos sociales y políticos concretos. 81 Ello se expresa en las 15 “normas morales” del inicial EPL de las cuales citamos algunas a modo de ilustración: “1) Expresar en todos los actos un profundo amor al pueblo y un odio irreconciliable a sus enemigos; (…) 3) Tratar a las mujeres del pueblo como a nuestras madres, a sus hijas como a nuestras hermanas y a los niños como a nuestros hijos; (…) 8) Apoyarse siempre en los propios esfuerzos (…); 10) Ser prudentes, francos, veraces y corteses (…); 12) Practicar la democracia en todos los aspectos (…); 15) Devolver oportunamente todas las cosas conseguidas en préstamo” (citadas por Villarraga y Plazas, 1995, 89). No es el caso aquí juzgar qué tanto se cumplieron estas normas, pero llama la atención que a dos años de su fundación, el EPL haya practicado el secuestro como una fuente de finanzas (ibíd., 91). Se abandonaba así la directriz maoísta de apoyarse en las propias fuerzas y se daba un paso pragmático, como lo hicieron otras organizaciones guerrilleras, de profundas consecuencias en la ética de la izquierda armada colombiana. 82 Según nos contó un exdirigente ML en su entrevista (2006), él abandonó sin aviso a su familia y entró en la clandestinidad por varios años para trabajar con los campesinos. Durante mucho tiempo no tuvo relaciones

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• Precisamente un rasgo muy típico del maoísmo en Colombia fue su propensión a la clandestinidad y la conspiración, por lo que Frank Molano (2004, 98) los designa como sociedades secretas revolucionarias. Estas dimensiones de la militancia maoísta eran atractivas para jóvenes provincianos sin mayor cosmopolitismo. Lo anterior se empata con una introversión que escasamente se rompía en los círculos de allegados –regionales o sociales–. La clandestinidad produce una escisión en la práctica política, pues ésta no se hacía en forma abierta y pública83. Muchas veces se pasaba de “agache” en público para no delatar la pertenencia secreta a una organización maoísta84. Por mucho tiempo, y con la excepción del Moir, los maoístas no se presentaban públicamente como tales sino que se ocultaban tras las organizaciones gremiales, que por principio –contra el anarcosindicalismo– no trascendían sus límites85. La resultante fue la dificultad de hacer política abierta y –por más contradictorio que parezca– pública, lo que realimentaba el aislamiento y auto-marginamiento ya señalados. Con el

afectivas hasta que conoció a una “pequeño burguesa” a la que obligó a “proletarizarse” para que fuera aceptada por la organización. En el relato novelado de Juan Diego Mejía sobre el maoísmo en Medellín en los años 70 se narra la violación por parte de tres dirigentes MLs de una hija de un obrero. Lo interesante del relato no es si el hecho existió, sino la frase con la que se cierra la narración: “nada de lo ocurrido esta noche se deberá saber” (Mejía, 2003, 168). Otros resolvían su sexualidad usando a las campesinas o acudiendo secretamente donde las prostitutas, con lo que –nuevamente se hace evidente– no se cumplían las normas morales del maoísmo. 83 Obviamente la clandestinidad no fue un rasgo exclusivo del maoísmo y más bien acompañó la orientación militarista de la “nueva izquierda”. En la historia política mundial ha sido una táctica recurrente de grupos de distinto signo, cuando se cierran los espacios democráticos y arrecia la represión. Así lo ilustra, por ejemplo, Clara Lida (1993) para el anarquismo español de fines del siglo XIX. La diferencia con la clandestinidad del maoísmo en Colombia fue que ésta se decidió paralelamente con la opción armada y sin que pesaran mucho las características del régimen tachado genéricamente de “fascista”. 84 Por ejemplo, si en una clase un profesor soltaba alguna teoría racista o sexista, el militante maoísta, al contrario de sus congéneres de otras organizaciones, se quedaría callado para no “destaparse”. Ese rasgo negativo de la clandestinidad se compensaba con que el maoísmo sufrió menos problemas de represión que organizaciones más “liberales”, como se las llamaba. Aunque los ejemplos abundan, si nos atenemos a algunos testimonios recogidos en esta investigación, esto ocurrió con la Tendencia MLM cuando intentó emprender acciones armadas (Entrevista a Jaramillo, 2006) y con el M-19 por la época del golpe a las armas del Cantón Norte (Entrevista a exmilitante del M-19 en el exterior, 2006). 85 Según Ricardo Sánchez, los maoístas no discutían sino que intrigaban; no daban la cara en los debates (Entrevista, 2006).

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ingreso de los maoístas a la política electoral disminuye la propensión a la clandestinidad sin que desaparezca del todo, pues era casi un rasgo de su identidad. • Con relación a lo público y privado, en teoría el maoísmo como en general el marxismo los diferenciaban, pero en la práctica no siempre lo hacían. Las normas de clandestinidad por la opción armada producían que las fronteras se rompieran y la organización se metiera en la vida privada de sus militantes sobre todo cuando estaba en juego la seguridad de ella. No pocos líos de parejas pasaron por los organismos de militancia, acrecentando el sabor religioso del maoísmo86. Por otra parte, los maoístas fueron muy ascéticos en su vida cotidiana, especialmente los del “campo ML” no bebían ni menos consumían drogas alucinógenas y poco rumbeaban, eso sí fumaban como locos (Molano, 2004, 85) 87. La ética espartana y el acendrado espíritu de sacrificio tenían a veces como contraparte una moral compleja y no eran pocos los que llevaban más de una vida a sus espaldas, con una mayor esquizofrenia que el resto de la izquierda. • Sin duda, los maoístas fueron los menos secularizados de la izquierda colombiana88. Como el conjunto de la izquierda guerrera tuvieron una idea sacrificial de la lucha y veneraron sus héroes, aunque menos 86 Las relaciones de pareja solían ser entre miembros de la organización respectiva, cuando ello no ocurría había

serias sospechas hacia quien no militaba, especialmente cuando era la mujer (Entrevista a A. M. Jaramillo, 2006). No se tocaba la vida de pareja como tal, menos cuando afloraban rasgos machistas en la cotidianeidad, solo los órganos de dirección se inmiscuían cuando había “implicaciones políticas”, que podrían ser de imagen del grupo –por ejemplo, la oposición a un integrante por tener una compañera pequeño-burguesa (Entrevista a exdirigente ML)–, pero generalmente eran asuntos de seguridad. 87 Con todo, los maoístas tenían formas de sociabilidad similares a las del resto de izquierda, aunque más puritanas y selectas como describe el relato novelado de Mejía (2003). En cuanto al Moir, un entrevistado afirmaba que eran más “bohemios” por estar cerca de la cultura sindical y popular en general (Entrevista a Sánchez, 2006). 88 E incluso tuvieron rasgos comunes con el catolicismo, lo que en parte explica su peso en Antioquia, la principal área de influencia maoísta (Gómez, 2005, 67). Pero no hay que exagerar dichos vasos comunicantes como si fueran específicos de los MLs en el decir de Fabio López (1994) y William Mauricio Beltrán (2002), pues son también comunes a la izquierda en general. Al respecto véase Archila (2003, Cap. 5).

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nacionales que el resto de la izquierda89. En el maoísmo se practicaron rituales pseudos-religiosos, aparentemente más que en otros grupos de izquierda, pero es exagerado hablar de una “liturgia maoísta” (Molano, 2004, 103), cuando muchas de estas prácticas eran aisladas y no hacían parte de las políticas oficiales de dichas organizaciones90. • Por estas características puede decirse que el maoísmo fue el sector de la izquierda colombiana más “religioso” en sus actitudes y comportamientos éticos, rayando, sobre todo en sus inicios, en la anti-modernidad (Molano, 2004). Pero los grupos maoístas no se pueden catalogar simplemente de sectas religiosas como lo hace William Mauricio Beltrán (2002). Por una parte su anti-occidentalismo los llevó a rechazar aspectos de modernidad eurocéntrica, aunque reivindicaban el marxismo y con él la tradición científica occidental, incluso por encima de tradiciones nativas y nacionales. De otra parte fueron formalmente ateos y propiciaron cierta secularización en sus militantes y en sus bases. Incluso fueron más hostiles al cristianismo que otros grupos de izquierda como el ELN, en lo que se acercaban más a la tradición comunista jacobina, que a la “nueva izquierda” latinoamericana91. Por ello no valoraron suficientemente la religiosidad popular como un factor canalizable en el proceso revolucionario ni percibieron las dimensiones transformadoras de la Teología de la Liberación nacida en el

89 Tal fue el caso del EPL como ya señalábamos siguiendo a Mario Aguilera (2003, 18). Con todo no faltó cierto

“culto” a la personalidad de sus fundadores. A raíz de un poema a Pedro Vásquez, el presentador de las rimas –de apellido Ruíz Erazo– dice con retórica maoísta que aquel “fue un hombre que supo hacer de su vida un faro radiante para las nuevas generaciones revolucionarias que necesariamente deberán cubrir generosos y valientes propósitos de transformación social en esta Colombia tan huérfana de sensibilidad de justicia humanizante” (Revista Miseria Dorada, 1975). 90 Mucho se menciona el matrimonio de Luís Guillermo Vasco presidido por un cuadro de Mao (Molano, 2004, 207-208). Este fue más un caso particular, notorio eso sí, que una tendencia generalizada. Más comunes fueron los rituales de iniciación y los juramentos de aceptación de la militancia, pero, no sobra reiterarlo, también los practicaron otras organizaciones guerreras. 91 De nuevo, con distancia de las recomendaciones de Mao para quien “no podemos abolir la religión por medio de órdenes administrativas ni obligar a la gente a no creer en ella”; y más bien recomendaba utilizar la persuasión y la educación en este caso (Tse Tung, 1975, 157).

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subcontinente (Entrevista a Noel Olaya, 2007) 92. ¡Esta es otra de las paradojas del dogmatismo cuasi-religioso del maoísmo! • Con todo en el trabajo propiamente cultural se distinguió el maoísmo siguiendo las tesis del Foro de Yenán de Mao (Molano, 2004, 63-69). El teatro universitario fue una cantera de cuadros de las futuras organizaciones maoístas, como en general de “nueva izquierda”, aunque el PCC nunca descuidó este frente. Vale la pena recordar que el dramaturgo Fausto Cabrera estuvo cerca del inicial PC-ML, motivo por el que vivió algunos años en China junto con su familia, de la que hacía parte su hijo Sergio, actual director de cine. Igualmente se menciona el papel de los directores de teatro como Paco Barrero y los hermanos Moure (ibíd.). Pero con el tiempo hubo un contraste entre el “campo M-L” y el Moir. En el primero se tiende a hacer un uso instrumental del arte y la cultura, con manifiesta pobreza estética, derivada de la clandestinidad y de una veneración de lo popular93. El segundo fue más innovador dentro de la visión maoísta. Así el Moir hizo actividad cultural pública por medio del teatro como el Libre fundado por Ricardo Camacho al que se vincula inicialmente el escritor Jairo Aníbal Niño. También incursionó en la pintura con Consuelo Lucena y en la música popular con el conjunto Son del Pueblo, que en su momento contó con Bruno Díaz y Héctor Mora (Entrevista a Torres, 2006). Una actividad en la que propios y ajenos reconocen una profunda innovación fue en la propaganda electoral por vistosa e impactante94. 92

Ya anotábamos que hubo excepciones a esta norma, como fue el caso del MUR-ML. Igualmente se puede mencionar la cercanía de sacerdotes como Vicente Mejía y Saturnino Sepúlveda a círculos maoístas de Medellín y Bogotá. 93 Molano menciona un Frente Común de Arte y Literatura afiliado al PC-ML y señala a Sergio Cabrera como el primer responsable del Frente Cultural de la misma organización (ibíd., 64-65). 94 Todavía antiguos militantes del PCC recuerdan los carteles y murales electorales del Moir en sus primeras campañas (Entrevista a José Arizala, 2006). Un aspecto que fue muy discutido en su momento fue la utilización –¿oportuna u oportunista?– de consignas gaitanistas para convocar el apoyo de sus listas. A una joven militante ML la propaganda vistosa del Moir fue de las cosas que más le impactó cuando ingresó a la Universidad de Antioquia (Entrevista a Jaramillo, 2006).

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Legado del maoísmo El maoísmo fue una estrella fugaz que se desintegró más rápido que otros grupos de la “nueva izquierda” mundial. Mucho antes de la caída del muro de Berlín ya cundía el desencanto en sus filas95. En parte esto se explica por la misma evolución de China en su acercamiento al capitalismo occidental mientras se aparta del maoísmo como ideología constructora de su futuro, pero deja a Mao como un icono vaciado de contenido político. De él subsisten sus cuadros recordatorios en China y viejos afiches pegados en algunas paredes de hogares humildes regados por el mundo, pero tal vez sean los collages de Andy Warhol los que más lo han inmortalizado. El legado de la Revolución China se pierde en los rincones de la historia sin más alternativas que el pragmatismo en dicha nación, la efímera ortodoxia albanesa –que se derrumbó más aparatosamente que el resto de Europa del Este– o los reverdeceres maoístas poco honrosos como el régimen de Pol Pot en Camboya, “Sendero Luminoso” en Perú o un desconocido movimiento de liberación en Nepal ¡contra el colonialismo chino!96 En Colombia el auto-marginamiento de la política agotó al maoísmo. La pobreza intelectual, cultural y política produjo un encerramiento que asfixió a la militancia. Así como era radical en su dogmatismo y en su ética cotidiana, de la misma forma el maoísmo traza aceleradamente una parábola dramática hasta diluirse como expresión política de la izquierda contemporánea. Cuando intentó acercarse al país se dividió entre minorías que se aferraban a la ortodoxia, cada vez más aisladas, y mayorías que terminaban disolviéndose en forma apresurada en organizaciones más amplias –caso de Firmes a fines de los años 70 o de la AD-M19 en los tempranos 90– hasta prácticamente 95

Se trató de un fenómeno mundial. Baste recordar a los “nuevos filósofos” franceses, provenientes del maoísmo, quienes renegaron tempranamente del socialismo (Anderson, 1986, 91). El acelerado paso de un extremismo de izquierda a una adhesión a la derecha muestra que en algunos casos los extremos se tocan. 96 En nuestras tierras pocos reivindican hoy el maoísmo, salvo unos pocos Guardias Rojos que lo leen a partir de las prédicas exaltadas de un oscuro filósofo peruano, Abimael Guzmán quien se hacía llamar “Presidente Gonzalo”.

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desaparecer97. Claro que muchos perduran en la izquierda: unos por medio de las fracciones del Moir; otros pocos se incorporaron a grupos armados afines como el ELN, aunque luego se distanciaron de ellos; mientras hay quienes ingresaron a las organizaciones sociales –superando la tensión de una doble militancia–, o alimentaron el mundo de las ONG, o retornaron a la academia a ejercer con más libertad la función crítica de los intelectuales. Lo que casi no se ve es un retorno a la organización matríz, el PCC, siendo que el maoísmo, como heredero del leninismo, mantuvo un paralelismo con éste98. Por unas vías u otras, quienes mantienen una perspectiva de izquierda democrática hoy se hallan cobijados por el PDA. Por supuesto no faltan quienes, debido al odio enconado a todo lo que fuera soviético o “mamerto” se acercaron a la derecha para establecer alianzas non sanctas, incluso con sus vertientes más execrables como el paramilitarismo. En estos casos se conservan vivas las enemistades de vieja data, sin los principios políticos que les daban vigencia99. Los maoístas parecían estar poco preparados para una acción política abierta y pública. La superación del militarismo y el ingreso a la política por diversos medios, uno de ellos el electoral, fue una pauta común desde mediados de los setenta, en lo que el Moir fue abanderado y por ello mismo muy criticado (Entrevista a Torres, 2006). Lentamente otros grupos ML van saliendo de la clandestinidad y el aislamiento para encontrarse con el país, hasta tocar al mismo PC-ML, que describe una sorprendente parábola política en los años 80 y 97

Remitimos otra vez al gráfico que ilustra la trayectoria de los grupos maoístas en el que resalta su fragmentación y los polos hacia donde convergen. 98 El PCC era lo más parecido en cuanto a concepción política y estructura organizativa, pero tal vez por la enemistad de “hermanos” (o de padre-hijo), poco se observa un retorno a “casa”, salvo en el caso reciente de algunos núcleos aislados del EPL, pero incluso es un acercamiento a las Farc, a las que siempre el maoísmo respetó, con excepción del Moir. 99 Por supuesto que la actitud hostil del PCC y de las Farc hacia el maoísmo ayudó a alimentar esta enemistad. Peor fue el caso en el que las contradicciones se resolvían por la vía de las armas. Por ejemplo, en Urabá el conflicto chino-soviético se vivió como una “guerra sucia” de parte y parte (Romero, 2003, Cap. 4), lo que explica, mas no justifica, el acercamiento de algunos “esperanzados” al uribismo o a los paramilitares. La relación con el Moir tiene otra historia: después de la inestable alianza electoral de la UNO se distancian hasta extremos impensables. El Moir torpedeará toda iniciativa comunista, comenzando por el Paro Cívico del 77. En los años 80 no participará de los esfuerzos de paz “porque nunca le apostó a la guerra” (Mosquera, 1995, 197). Más bien denunció una serie de asesinatos de sus militantes a manos de las Farc. Curiosamente hoy sus fracciones conviven incómodamente con lo que queda del PCC en el PDA.

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principios de los 90 para luego desaparecer como tal. Algunos hacen ingreso a la política conservando la lucha armada –adhesión implícita a la criticada fórmula comunista de la “combinación de todas las formas de lucha”– pero cada vez más formulan la crítica a las armas. Por ello hoy no hay una guerrilla de tradición maoísta, salvo los pequeños reductos del EPL que no se desmovilizaron y que están en vías de extinción. De esta forma se contempla con cierto asombro como una corriente que alimentó con mucha fuerza a la “nueva izquierda” de los años 60, hoy cuente con muy pocos seguidores no solo en Colombia sino en el mundo, comenzando por la misma China. Por ello nos atrevemos a decir, parodiando el famoso texto de Lenin –La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo (1966)– 100, que el maoísmo fue una enfermedad “juvenil” dentro de la izquierda marxista-leninista, que tuvo su cuarto de hora mientras su “Gran Timonel” estuvo vivo. En ese cuarto de hora el maoísmo aportó a la izquierda un nuevo aliento revolucionario el cual, sin embargo, tenía larvado un dogmatismo rayano en la devoción religiosa que lo llevó a la desintegración como una estrella fugaz en la historia política del país. En términos de efectos buscados para ofrecer una “vida buena” a los colombianos y las colombianas no es mucho lo que se puede resaltar, pues despreció las reformas en aras de la meta revolucionaria. Con todo, los maoístas contribuyeron, muchas veces, a pesar de la línea política de sus organizaciones101, a mejorar los salarios y mantener un empleo digno en el mundo sindical, a tener acceso a la tierra, la vivienda y servicios públicos en sectores populares rurales y urbanos, al mantenimiento de educación y servicios de salud públicos, entre otras reivindicaciones que se agitaron a lo largo de la historia estudiada. Ya en los años 80 y 90 las organizaciones

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A finales de los sesenta Daniel Cohn-Bendit escribió una réplica bajo el título de El izquierdismo remedio a

la enfermedad senil del comunismo (1969).

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Este es el origen de la tensión entre la izquierda partidista y la llamada social, que hemos desarrollado en Archila (2003, Cap. 5).

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MLs, se apartan del maoísmo mientras se suman a las propuestas de reforma política y descentralización, impulsan una Asamblea Popular Constituyente para participar en la convocada por el gobierno de César Gaviria, buscan una salida política al conflicto a la que aportan la desmovilización de importantes contingentes guerrilleros, resisten al neoliberalismo y denuncian los Tratados de Libre Comercio102, y pugnan por la ampliación de la ciudadanía por medio de la vigencia de los derechos humanos en sentido integral. Como efectos no buscados de la acción política de los maoístas podemos destacar la crítica a las armas y la autocrítica al abstencionismo como cuestión de principios, fruto del tardío reencuentro con un país que desconocieron mientras estuvieron aferrados al dogma del “pensamiento Mao Tse Tung”. En ese sentido el maoísmo contribuyó no solamente al conocimiento de la realidad nacional y al impulso de las nacientes ciencias sociales, sino a la crítica al modelo eurocéntrico sobre el cual aquellas se construyeron, sentando las bases de nuevos acercamientos teóricos y metodológicos como el poscolonialismo y la IAP103. La “fiebre de lectura” que acompañó a ese reencuentro con el país llegó incluso a los sectores subalternos. Desde sus inicios el maoísmo, con la idea de difundir su doctrina, propició la alfabetización y aplicó ciertas prácticas pedagógicas exitosas al margen de las políticas estatales. También, y a pesar de su “religiosidad”, inculcó la secularización en sus militantes y bases. En su actuar cotidiano los y las maoístas cuestionaron la familia patriarcal y el machismo, mientras comenzaron a construir nuevas relaciones de pareja, a pesar de las interferencias de las organizaciones en las que militaban. Por esa vía también se abrieron, algo tarde es cierto, a nuevas sensibilidades étnicas, de género, de ejercicio de la sexualidad, generación, medioambientales, para mencionar solo las más notorias. Esto sin hablar de unos respetables valores 102 En este punto debe destacarse la consistente labor política y pedagógica del Moir, especialmente del senador

Jorge Robledo. Coherente con sus ideas de etapas democráticas previas al socialismo, esta organización ha establecido alianzas con sectores agrarios medios y grandes para salvar al campo de los desastres del neoliberalismo. En el pasado hizo algo parecido con la industria, especialmente la pequeña y mediana. 103 Estas corrientes teóricas y metodológicas hoy están muy lejos del maoísmo, e incluso del marxismo, para convertirse en propuestas amplias e interdisciplinares en la renovación de las ciencias sociales (Archila y otros, 2006).

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éticos, así como de la valentía y coraje de muchos y muchas de sus militantes al asumir el reto de “servir al pueblo”. Ampliando las conclusiones de una investigación sobre el impacto de los libros de izquierda, podríamos decir que el maoísmo en Colombia también propició “el salto de una cultura provinciana, oral y conservadora, a una llamativa cultura urbana, intelectualizada, de resistencia” (Gómez, 2005, 176), y por ende más secularizada. Pero mucho de ello se logró en contravía de los principios que informaron las líneas políticas de las organizaciones maoístas. Porque, no sobra recordarlo, la “vida buena” en el maoísmo no era para el presente sino para el futuro, no era para uno sino para los otros104. Mientras tanto había que impulsar la guerra popular y prolongada. En consecuencia, su legado es además del sueño revolucionario –que a veces produce monstruos como señalara Goya hace ya dos siglos–, una trayectoria histórica cargada de enseñanzas que están todavía por aprenderse. Con estas reflexiones esperamos haber contribuido a dicha tarea.

104 Esta visión no era exclusiva de los maoístas, más bien hacía parte del espíritu de la época en la “nueva izquierda” colombiana. Contrasta esta orientación heroica y sacrificial con el hedonismo de la revuelta estudiantil de mayo de 1968. Según el mismo Daniel Cohn-Bendit, el proceso vivido en Francia en ese momento refuerza “la certidumbre de que un día organizaremos nosotros mismos nuestras propias vidas. Nosotros no lo hacemos por nuestros hijos: el sacrificio es contrarrevolucionario y es producto de un humanismo estaliniano-judaico-cristiano; lo hacemos para ‘poder, en fin, gozar sin estorbos’” (1969, 155). Más adelante concluye recomendándole al lector: “es para ti para quien haces la revolución. Aquí y ahora” (Ibid., 323).

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PASADO Y PRESENTE DE LAS IZQUIERDAS

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El ejercicio de la liberación nacional: ética y recursos naturales en el ELN* Por Oscar Humberto Pedraza**

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Artículo recibido en marzo de 2008. Artículo aprobado en mayo 2008. ** Historiador y antropólogo de la Universidad de los Andes.

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Introducción El ELN (Ejército de Liberación Nacional) representa una corriente que también se encuentra en otros países del mundo y es la de la liberación nacional. Desde sus siglas, la organización expone su intención de luchar por un objetivo que a su vez está conformado por otros elementos. El ELN abarca diferentes componentes de orden ideológico, estratégico y táctico que de manera articulada conforman una propuesta cuyo objetivo final va a ser la liberación del país de tantos actores, nacionales e internacionales, que lo mantienen oprimido y, por decirlo de alguna manera, prisionero de un orden social específico que le impide su desarrollo. No es, ni mucho menos, la primera organización que se traza ese objetivo. Sin embargo, la importancia que se le da al discurso nacionalista de liberación sí le da un carácter diferente con relación a otras organizaciones político-militares del país. La manera en que construyen las concepciones de la nación, las formas como entienden que ha estado prisionera, los mecanismos que consideran necesarios para su liberación, el deber ser del país, entre otras cosas, han configurado el sentido del ELN y sus formas de acción. Existen, por la misma composición histórica, geográfica y estratégica de las múltiples organizaciones del país, unos temas a los que se les dan mayor im-

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portancia que a otros y que terminan recogiendo las inquietudes de sus militantes y las orientaciones de la organización, que le permiten además de una posición y orientación políticas, fortalecer sus discursos, darle mayor capacidad de negociación y de aparición en el ámbito público. Para el caso del ELN se puede decir que el asunto de los recursos naturales va a ser ese elemento que permite la conjunción de diferentes posturas y potenciará la importancia que adquirirá la idea de la liberación nacional. El ELN entra en un proceso que lo lleva a centrarse paulatinamente en el tema del petróleo, y desde la discusión sobre su manejo en Colombia, entrará a tocar temas como la soberanía, el mundo del trabajo, la composición social colombiana, las estructuras de poder mundial, la autodeterminación, entre otros. En este escrito se buscará observar como el ELN, a partir de la manera en que se apropia del tema de los recursos naturales, consigue la construcción y cualificación de un discurso y de unas formas de acción que terminan siendo acordes con las ideas de liberación nacional que constituyen el horizonte político-cultural de mayor importancia dentro de la organización. Para eso este escrito estará divido de la siguiente manera. En primera medida se hará el repaso por elementos históricos de la conformación del ELN. En ese aparte se pretende una aproximación a las características éticas y culturales que forman la organización y que llevan a una lectura particular del país y sus respectivas maneras de acción. Posteriormente, se hará énfasis en un tema bien conocido pero poco discutido y es el de los recursos naturales, que tiene su origen a comienzos de los años 70 pero que solo hasta comienzos de los años 80 aparecerá estructurado de forma clara y coherente.

Notas acerca de la trayectoria histórica del ELN El ya famoso Manifiesto de Simacota contenía los lineamientos básicos de lo que entendía el ELN sobre el país. En él, se habla de cómo diferentes sectores de la sociedad se encuentran explotados, oprimidos, impedidos para

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hablar, para participar democráticamente. La tierra es explotada por otros y se encuentra en manos de muy pocos. La economía es frágil y los pequeños y medianos productores hacen parte de una estructura que les impide el desarrollo de sus intenciones políticas, socio-económicas y culturales. A todo lo anterior hay que sumarle el saqueo de las riquezas de la nación por parte del imperialismo norteamericano1. Por esas razones, concluye el Manifiesto, “Nosotros, que agrupamos el Ejército de Liberación Nacional, nos encontramos en la lucha por la liberación nacional de Colombia”. Sus dirigentes explicarán luego que el Manifiesto de Simacota

no contenía sino el sentir de la agrupación, planteaba la necesidad de resolver unas situaciones particulares, mas sin embargo carecía de una visión estratégica fundamental así como de un discurso marxista o marxista-leninista, de una propensión al comunismo o socialismo como rasgo principal (Harnecker 1988, 44). El Manifiesto de Simacota va a expresar las situaciones básicas que obligaron a la conformación de la organización y tiene la pretensión de llegar a diferentes instancias del ámbito público con cierta facilidad. Para ese momento, Camilo Torres se encontraba trabajando fuertemente con el Frente Unido y la aparición del ELN tuvo impacto en ciertos sectores de la sociedad. En la misma entrevista de Marta Harnecker (ibíd.), explican que el aludido Manifiesto no solo tuvo cabida en sectores estudiantiles, sino que de cierta manera estaba dirigido a los estudiantes, como una necesidad importante debida, entre otras cosas, a que la composición mayoritaria de la organización era constituida por ese sector2.

1 Los apartes del Manifiesto hacen referencia específicamente a los obreros, los intelectuales, los campesinos y los

pequeños y medianos productores. Cada grupo es objeto de una forma particular de opresión y subyugación. 2 El hecho de que existiera una composición mayoritaria estudiantil o cuando menos una hegemonía de sectores estudiantiles, no excluía en ningún momento la presencia de obreros y campesinos. Además, es importante recordar que estos dos sectores eran considerados en la izquierda como la punta de lanza de la revolución, por lo que el objetivo final, en términos políticos se encontraba en ellos.

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El ELN tiene fuertes influencias de la Revolución Cubana. Antes del manifiesto, que supone la aparición pública de la organización, su creación se había dado cuando en 1962 se conforma en Cuba la “Brigada pro-liberación José Antonio Galán” y dos años después, el Ejercito de Liberación Nacional3. Lo que es determinante en este punto, es el lugar de constitución de la Brigada. Los militantes llegan a Cuba donde reciben instrucción tanto en el ámbito político-ideológico como en el militar. En buena medida, esa situación va a ser de relevancia para la organización, sus estructuras y planteamientos originales. Pero también, – y esto es bastante importante–, el ELN se erige como una organización que ha sido formada en el primer proceso revolucionario socialista de América Latina, con lo que obtiene un halo político-cultural que le va a dar cabida en múltiples esferas de la sociedad. Grupos de estudiantes, intelectuales, algunos campesinos, etc., componen la base originaria del ELN, pero también el círculo de simpatizantes que se ven atraídos está compuesto por esos sectores sociales que, además, han adquirido en muchos casos una relación emocional muy especial con la Revolución Cubana. La conformación de las nociones de liberación nacional se encuentra estrechamente relacionada con la experiencia de los militantes en Cuba. Ellos, pertenecientes a diferentes organizaciones políticas juveniles, van conocer la experiencia de la revolución, allí verán un ejemplo no solo táctico-militar para América Latina, sino además histórico. La Revolución Cubana representa la historia colonial latinoamericana en diferentes facetas. De una parte, el imperialismo español y de otra, el imperialismo norteamericano.

3

El nombre de la Brigada en sí mismo ya hace referencia a imágenes históricas del proceso independentista colombiano, a una intención de liberación nacional. José Antonio Galán es claramente un hito histórico que representa lecturas particulares de un momento determinado de la historia del país: “Cuando escogimos el nombre de Galán alguien reflexionó que, si Caballero y Góngora no los traiciona, Colombia hubiera tenido su revolución mucho antes que Rusia” (Lara 1984, 64).

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Es 1959 el momento en que Cuba por primera vez en su historia se dirige a la liberación verdadera como producto de la guerra de guerrillas que allí se implementó. La influencia de esa construcción histórica del proceso cubano sobre los jóvenes militantes colombianos, llevará a comprender que la emancipación debe darse bajo una lógica total de liberación del territorio de las estructuras de poder que lo subyugan, es decir, de liberación nacional, autodeterminación y soberanía. En principio, El ELN formado en Cuba tiene una fuerte relación ideológica con los planteamientos esgrimidos en aquél lugar. La euforia latinoamericana que proporciona el proceso revolucionario cubano va a establecer una posibilidad de acción concreta y originará una estrategia particular denominada foquismo4, de la cual, con relativa ambigüedad, el ELN hará parte. Posterior a aquél primer momento de formación representado en el Manifiesto de Simacota, la organización en febrero de 1965 expone su declaración programática. En ella se propone 12 puntos básicos para orientar a la organización5 y que pese a su carácter relativamente etéreo, permite la construcción de un trabajo político en los sectores de interés principal, es decir, estudiantes, obreros y campesinos. La llegada de Camilo Torres y su posterior muerte marcará profundamente al ELN en diferentes aspectos. Su entrada redefinirá el trabajo político de la organización, le dará un prestigio bastante especial a la organización. Camilo, 4

Esta idea postula que en ciertas regiones del mundo la agudización de las contradicciones objetivas ya se ha dado por las condiciones estructurales de atraso de los países. El objetivo en esos países debe ser la agudización de las contradicciones subjetivas y por lo tanto se requiere un trabajo de índole político-militar de pequeños grupos que inicien las acciones de la guerra de guerrillas y se vayan expandiendo en el territorio. Se podría decir, por lo tanto, que la idea está en que los focos armados crearían las condiciones necesarias para llevar a cabo la revolución, prenderían la mecha que generaría las contradicciones subjetivas y el reconocimiento de las objetivas para conducir un proceso de transformación radical. 5 La toma del poder por las clases populares, revolución agraria, protección a la industria nacional, reforma urbana, sistema popular de crédito, plan nacional de salud pública, plan vial, reforma educacional, incorporación a la economía y a la cultura de la población indígena (que se considera está excluida del proyecto nacional), libertad de pensamiento y de culto, política exterior independiente y formación de un ejército popular permanente.

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conocido en el plano político legal y en la academia colombiana y latinoamericana, se va a convertir en un fuerte símbolo de la izquierda de la región. Sin embargo, su muerte en las filas del ELN va a evidenciar las fracturas internas de la organización y marcará los primeros pasos de una profunda crisis que amenazará con su disolución. En ese proceso se fraguan complots, asesinatos, juicios y otra cantidad de situaciones dentro del ELN que producen fraccionamientos y luchas que, cuando se realiza la operación Anorí6, conformarán uno de los golpes más fuertes a una organización guerrillera en Colombia. Ese golpe marcará un momento de inevitable redefinición del proyecto, donde varios de sus líderes caen, se ven obligados al exilio o son asesinados. “Gabino” explica que, de acuerdo con las condiciones a las que se enfrentaban y a las formas de organización imperantes en ese momento7, la dureza con la que se maneja el período de la crisis dentro del ELN es comprensible. En 1976, sin embargo, la organización acepta que se habían cometido errores en la manera en que se manejaron las polarizaciones, fragmentaciones y deserciones en la organización. Durante ese período particular, se vuelve evidente la dificultad organizativa para asimilar los efectos de golpes militares trascendentales –como Anorí– y golpes simbólicos y culturales determinantes –por ejemplo la muerte de Camilo Torres cuatro meses después de entrar a la organización–. La turbulenta situación sitúa la depuración, la disciplina y la búsqueda de mantener el orden 6

En 1973, 30.000 hombres del Ejército, Armada, Policía y del DAS combaten al ELN en 20 municipios del nordeste antioqueño, con Remedios como epicentro. En un cerco de unos 60 días mueren 40 guerrilleros y se da un número equivalente de detenciones. Son muy pocos los guerrilleros que sobreviven. Manuel y Antonio Vásquez Castaño, hermanos de Fabio, mueren en combate la segunda semana de octubre de 1973. Es el más fuerte golpe sufrido por el ELN en sus nueve años de existencia 7 “yo creo que el origen de los fusilamientos tiene que ver con los códigos guerrilleros diseñados para aquél momento (…) los códigos nos decían cuando había que fusilar a un compañero, pero la interpretación del código la hacíamos nosotros mismos, principalmente los responsables, sin la suficiente profundidad que hechos tan graves como esos requerían” (Harnecker 1988, 59).

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(que en este caso privilegia lo militar sobre lo político) en la organización por encima de los intereses políticos y los objetivos estratégicos del ELN. El período de la crisis no solo va a dejar acciones militares de diferente orden sino también, como se expuso más arriba, fraccionamientos importantes en la organización. La salida de dirigentes y la polarización de diferentes posiciones en las esferas más altas de la organización, generarán diferentes posturas y permitirán la creación de Frentes Camilistas de Unidad por fuera de las estructuras organizativas formales (Castaño y Lara, 1984). Al tiempo con esta situación la organización retoma las discusiones fundamentales para buscar salida a esa crisis. En ese sentido, se empieza por debatir las formas organizativas, la relación con diferentes sectores sociales, el ajusticiamiento de militantes. Un lugar para el debate sobre el pasado y el futuro del ELN que termina con el nombre de Replanteamiento y cuya conformación tendrá bastante relevancia para el futuro de la organización. En Replanteamiento se forma una división política que pretende reorganizar la situación del ELN a partir de la crítica y el debate del proceso de la organización y las consecuencias de los diferentes hechos que desatan la crisis. Por lo tanto, se conforma la Comisión Coordinadora Nacional (CCN), que tiene un carácter de clara disidencia, mientras como respuesta se forma una dirección nacional provisional de carácter oficial. Todo esto va a significar, según los mismos dirigentes de la organización, el período más difícil de la crisis puesto que la legitimidad de ambos órganos cuya pretensión es orientar a la totalidad de la organización, tendrá como resultado una profunda confusión en buena parte de los militantes –de base sobre todo– y en varios casos su deserción. Posteriormente a esa situación el ELN se recompone al realizar una serie de reestructuraciones dentro de las que se destaca la expulsión de los miembros de la CCN y la consecución final de los lineamientos políticos para la 204

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orientación de la organización. Es fundamentalmente un reordenamiento en materia orgánica y de horizontes políticos. En ese proceso, que podría decirse culmina en 1978-79, se define el nuevo camino de la organización y se permite el retomar de forma consistente el trabajo con diferentes organizaciones y sectores sociales. Para este momento, ya no solo eran estudiantes, intelectuales, obreros y campesinos los de mayor interés, sino también, de manera bastante particular, sectores cristianos simpatizantes de la teología de la liberación y de la figura de Camilo Torres. Este aspecto es bastante interesante en la medida que aparecen otros grupos que se empiezan a considerar importantes para el trabajo político del ELN y permiten dilucidar una lectura particular de la sociedad colombiana y de su pluralidad identitaria. Al levantar la figura política de Camilo Torres el ELN realiza una apuesta importante en la medida en que reconoce la importancia de un aspecto que históricamente para la izquierda se había perdido pero que en América Latina venía cobrando importancia. La religión, como fenómeno constitutivo de la sociedad y cultura latinoamericanas, no puede simplemente desligarse de los objetivos políticos y sociales de cualquier organización8. En esa medida, el ELN considera importante revitalizar la figura y el simbolismo de un militante de la organización y reconocer la importancia de un sector de la sociedad que dentro de los lineamientos de la izquierda carece de relevancia política, de alguna manera situado dentro de una caracterización superestructural de su identidad. El trabajo político se centra para ese momento en sectores específicos y cada vez mejor delimitados. Posterior a la crisis, estudiantes, obreros9, sectores campesinos y grupos religiosos van a hacer parte de los objetivos de la organización. 8

“no se trata solamente de una cuestión táctica sino de algo que se desprende del carácter de nuestra formación social. Los teólogos de la liberación dicen que el pueblo latinoamericano es un pueblo creyente y explotado. Ciertamente, el fenómeno religioso hace parte de la identidad y de la cultura de nuestro pueblo, aunque, por supuesto, tengamos que precisar el carácter de esa fe y de esa explotación” (Harnecker, 1988, 17). 9 La formación inicial del ELN tiene buena parte de sus orígenes en Bucaramanga y Barrancabermeja. El trabajo político con trabajadores se empieza a realizar en buena medida con obreros de la industria petrolera, la cual, hasta finales de los años 70, tenía su epicentro en esa zona del país. Esta situación será importante posteriormente cuando el tema de los recursos naturales ocupe el centro de las dinámicas políticas y armadas del ELN desde comienzos de los ochenta.

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Ese momento de crisis, donde diferentes sectores llegaron a hablar de la disolución de la organización, de la vigencia de la lucha armada, de la necesidad de la amnistía, entre otras, va a terminar por darle una dirección diferente al proyecto inicial, entrando en la década de los ochenta con dinámicas diferentes a las que venían rigiendo a la organización hasta ese momento. Para los años 80 el contexto político del país va a definir de forma especial al ELN. En términos generales se pueden nombrar dos aspectos relevantes. De una parte la tregua que el gobierno realiza con diferentes organizaciones político-militares y de la cual el ELN no hace parte. De otra, un aspecto que será de gran importancia, la reaparición del petróleo en la economía nacional con los descubrimientos que se dan en Arauca10. La tregua pactada en 1982 entre el gobierno de Belisario Betancur no es seguida por la organización que la considera una limitante para un proceso revolucionario que viene en marcha. Para el ELN, existe una búsqueda por la construcción democrática por parte de las guerrillas que entran en el proceso de la tregua, en particular el M-19. Sin embargo, entienden que la manera en que se gesta la tregua y la posibilidad de la amnistía, se convierten en banderas políticas cuya pretensión es la de mantener y profundizar la democracia liberal-burguesa. Dentro de este cuestionamiento se presenta también la discusión sobre participación política legal, la idea de la toma del poder por medio de las urnas, entre otras. En su conjunto, el período de la tregua y la reticencia del ELN de hacer parte de ella, da la posibilidad a la organización de exponer sus puntos de vista acerca de la manera en que se ha construido en el país la democracia. La preocupación del ELN en ese momento es la posible neutralización de las potencialidades políticas de las organizaciones que deciden aceptar la tregua y las que en ese momento pensaban la amnistía. Es decir, el asunto pasa por un problema de imposibilidad de transformación que se ve reflejado en la inactividad. 10

Sobre este punto se profundizará más adelante.

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Para el ELN, las experiencias de amnistías en América Latina lo que han intentado, generalmente con mucho éxito, es eliminar los proyectos políticos que se supone han de tener cabida dentro de la democracia. Es decir, las amnistías y las treguas lo que han conseguido es disminuir la capacidad política y neutralizar los proyectos revolucionarios. La posición del ELN, al declarar no hacer parte del proceso de tregua de Betancur, le permite realizar las críticas a las organizaciones que entran en la tregua, con el argumento de que eso llevará a la finalización de proyectos revolucionarios o de las posibilidades de transformación efectiva de la sociedad. En ese momento de cuestionamiento, el ELN no se encuentra solo. Existen diferentes organizaciones de izquierda que mantienen cierto distanciamiento con la tregua y con las amnistías. Dentro de ese grupo están, entre otros, el MIR-Patria Libre11 y el PRT. El proceso de unidad, como es llamado por el ELN, empieza según ellos mismos por una serie de simpatías mutuas en términos ideológicos, que con el tiempo irán acercando cada vez más a estas tres organizaciones. Los acercamientos entre ellas se dan en la forma de un apoyo político que estrecha las relaciones, en oposición a aquellas organizaciones que han firmado la tregua. La solidaridad frente a las decisiones genera distancias políticas y relaciones más cercanas que definen posiciones acerca del devenir político de aquel momento. En ese proceso de acercamiento, las discusiones empiezan a mostrar puntos de encuentro ya no solo sobre temas coyunturales sino sobre cuestiones de fondo, en lo ideológico pero también en lo estratégico y en cuanto a las proyecciones sociales. En el desarrollo de esa situación, que cada vez encuentra mayor cantidad de 11 Esta organización surge de ciertas escisiones al interior del PCC hacia 1965 en la búsqueda de agrupar el campo m-l, de redefinir los criterios del marxismo-leninismo que consideraban se habían desviado en la izquierda colombiana. Ese proceso lleva luego a una intención más amplia, que es la de la unidad, no necesariamente en el campo m-l, sino con la pretensión de un trabajo de masas amplio e incluyente. (Harnecker, 1988, 100-103).

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puntos de acuerdo, se plantea la necesidad de fortalecer procesos de unidad, de construir una verdadera vanguardia que evite los fraccionamientos, la dispersión, entendiendo que si hay algo claro en el transcurso de este proceso de discusión con organizaciones solidarias –y afines ideológicamente– con la posición del ELN, es la necesidad de la unidad, de buscar los puntos de acuerdo que subyacen a las discusiones superficiales. Por eso se conforma lo que se denomina “la trilateral”, integrada por esas tres organizaciones y con la pretensión de fortalecer los trabajos de masas y articularlos en un proyecto revolucionario común. El PRT, sin embargo, decide que el camino ha de ser autónomo y rápidamente se distancia de la intención original. El MIR-Patria Libre se mantiene con el ELN, quien reconoce en el primero una capacidad política importante pero falta de conocimientos militares los cuales está dispuesto a proporcionarle. De esta relación se decide en 1987 la fusión de las organizaciones, que confluye en la Unión Camilista-Ejercito de Liberación Nacional (UC-ELN). Para ambas organizaciones el logro de mayor relevancia de esa fusión no se encuentra en que se estén equilibrando fuerzas políticas en la izquierda, ni en que esa unión vaya a significar un giro determinante para el país. Lo que se consigue es un ejemplo de unidad y así ellos lo van a considerar: “En síntesis son dos vertientes históricas de la revolución colombiana y dos experiencias que se fusionan y ambos somos conscientes de que el resultado ha sido mucho mejor de lo que eramos antes unos y otros. La Unión Camilista representa realmente un producto superior a lo que antes era cada organización” (Harnecker, 1988, 99).

Lo anterior lo expone un representante del ELN Rafael Ortiz. No muy diferente piensan los pertenecientes al MIR-Patria Libre, que consideran que la fusión permitió cuatro cosas principales: la generación de una experiencia de unidad revolucionaria, que da la posibilidad de pensar en que los fraccionamientos que vienen dándose desde 1958 tienen solución; el acercamiento

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de la acción clandestina-guerrillera al trabajo de masas como dos cuestiones que no pueden ser disímiles; una ampliación geográfica-estratégica del actuar guerrillero, que por la experiencia y las zonas de influencia del MIR-Patria Libre incluían no solo las montañas sino la sabanas de Bolívar y Córdoba12; por último, la crisis de los setenta les permitió el acercamiento al ELN para buscar nuevos horizontes revolucionarios (ibíd., 102). En toda experiencia de unión existe un asunto que suele pasarse por alto pero que en la entrevista con Harnecker sale a relucir de manera muy interesante. Alfredo Miranda, del MIR-Patria Libre, comenta: “Voy a mencionar una enseñanza capital. Aprendimos a partir de nuestra realidad, de nuestros pensadores, de nuestra historia y nuestra cultura (…) nos hemos rebelado francamente contra el dogmatismo, contra la copia, contra la mentalidad colonizada. Hoy queremos construir nuestro propio pensamiento” (ibíd., 103).

Desafortunadamente sobre este tema no se profundiza, lo cual es una limitación importante para poder entender lo planteado. Aún así, las palabras de Miranda ratifican una condición específica del proyecto del ELN. Existe un objetivo en la lucha anticolonial representada en diferentes frentes, que en el caso de lo que plantea el entrevistado pasa por la reivindicación de la experiencia como la forma de conocer, y de cómo la experiencia convertida en conocimiento ha tenido una trayectoria en América. Es esa idea de la experiencia como conocimiento la que permite la construcción de horizontes de acción determinados por un objetivo de liberación. Es una afirmación demasiado arriesgada la de Miranda, quien considera que 12 Como lo señalan Contreras y Restrepo (2000, 35) la influencia del movimiento insurgente Patria Libre estaba

centrada en esas zonas. El acercamiento posterior con el MIR va a fortalecer ciertas formas de trabajo no clandestino y privilegiará una combinación de formas de lucha particular. Esta experiencia es la que servirá de apoyo importante para el trabajo de la UC-ELN en esas regiones y fortalecido por el trabajo político que el MIR-Patria Libre ya venía realizando.

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la experiencia del MIR-Patria Libre ha conseguido dirigirse a un proceso verdadero de descolonización. Su organización se ha convertido en una suerte de faro, enseñanza principal para la consecución de la liberación nacional por su capacidad de orientarse hacia prácticas y formas de conocer el mundo fundamentalmente locales13. Años más tarde, “Gabino” comentará un debate interno en el ELN: “Mucha gente se ha preguntado hasta donde este paso fue correcto (la fusión del MIR-Patria Libre con el ELN); yo pienso que por el hecho que la gran mayoría de los compañeros del MIR se hayan agrupado en la Corriente de Renovación Socialista –CRS– y se haya abierto de la organización, no es sinónimo de que en sí mismo sea equivocado, pues este paso marca un camino hacia la unidad necesaria y muestra cual es nuestra voluntad” (Medina 1996, 155).

En efecto, así sucedió. Las diferencias políticas y frente a las formas de lucha empezaron a distanciar a los militantes, quienes en 1991 se distancian de la UC-ELN y en 1994, después de un proceso de negociación complejo y lleno de tropiezos, conforman la Corriente de Renovación Socialista (CRS) como una organización política legal. El período de fusión entre el MIR-Patria Libre y el ELN es necesario situarlo en el contexto de la caída de las alternativas reales al capitalismo en el mundo. Buena parte de la salida de miembros del MIR-Patria Libre y de la conformación de la CRS tiene que ver con el cuestionamiento cada vez más fuerte a la lucha armada como vía para la toma del poder y a la consideración de la importancia de las vías legales para el ejercicio político. 13 Frantz

Fanon (1968) es enfático en afirmar que el proyecto de liberación nacional se desarrolla en el plano cultural. Expone por ejemplo como la posición de las mujeres en la sociedad argelina se convierte en una forma de subversión del orden colonial y de la imposición de una forma cultural ajena al pueblo argelino. Las prácticas militares de las guerrillas contra los franceses, pasan inevitablemente por la reivindicación de la vida cultural del colonizado y así, para Fanon, el ejercicio de liberación nacional es fundamentalmente enfocado y sustentado por la reivindicación de las condiciones culturales del pueblo dominado. De alguna manera, la postura que expone el MIR-Patria Libre en este ámbito es similar, pues consideran que en el plano cultural la descolonización y la subversión de la dominación potencia y fundamenta el proyecto revolucionario.

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Esas consideraciones, en las que la certeza de la revolución se pierde y se piensa que es la vía legal de índole democrática la que puede llevar a trasformaciones de las condiciones de vida de las personas, son las que llevan finalmente a la creación de la CRS y al fin de una etapa de la vida del ELN.

Consideraciones culturales: la liberación nacional, el compromiso y la vida Medina Gallego finaliza su libro sobre las ideas políticas del ELN (2001) diciendo que las características de esta agrupación durante la primera etapa son una suerte de romanticismo revolucionario, fuerte compromiso con la organización y la pretensión, bastante emocional, de la posibilidad de la consecución del proyecto político a partir de la consolidación de las dinámicas internas de sus militantes, además de los errores y acciones innecesarias. El origen del ELN, estrechamente relacionado con la Revolución Cubana, fortalece el romanticismo con que se piensa la lucha armada14. El impacto de ese acontecimiento en América Latina es significativo. El cisma chino-soviético ha conseguido fragmentar el campo internacional de la izquierda y en América Latina no existe, hasta antes de Cuba, una experiencia socialista concreta. Esa situación abre una luz para la acción que antes no aparecía en ningún plano con la claridad de Cuba. Su experiencia va a significar varias cosas en el continente y las organizaciones de izquierda empiezan a ver la posibilidad del socialismo. Cuba se erige como un acontecimiento no solo de orden político, sino también de resurgimiento de ciertos aspectos de la izquierda que, por efecto de la discusión geopolítica chino-soviética se habían perdido. 14

Medina Gallego considera que la experiencia cubana y la visita de los jóvenes a la isla va generar un sentimiento de solidaridad pero sobre todo fomentará la utopía de que existe la posibilidad de construcción de una sociedad diferente y de un hombre nuevo. El resultado va a ser la romantización de la idea de revolución y de la lucha armada como forma suprema, como forma de vanguardia.

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Desde los 25 hombres en Sierra Maestra hasta la figura altiva de Camilo Cienfuegos, Fidel Castro y Ernesto Guevara, las imágenes de la Revolución Cubana recorren América Latina con una capacidad mediática antes no vista. Son además, íconos mucho más cercanos a los que provienen de Asia, Europa o la Unión Soviética, lo que significa una cuestión de identificación y de sensación de posibilidad mucho más clara. El ELN es una organización fundada bajo las instrucciones cubanas. Sus referentes iniciales por lo tanto se encuentran en la isla, y al llegar a Colombia ese halo, su condición de ser formados en el “faro de la revolución” latinoamericana los carga de una luz para iluminar el camino revolucionario. En consecuencia, los comienzos del ELN se encuentran fuertemente relacionados con los sucesos de Cuba15, al punto llegan a ser denominados una guerrilla de tendencia castrista en sus orígenes. Al igual que todas las organizaciones de izquierda de su momento, hay una idea de la construcción de nuevas relaciones sociales que deben pasar por la formación de éstas dentro de sus estructuras. Existe una valoración ética acerca de las diferentes organizaciones, y así, partiendo de esa lectura, se construyen las propias posturas. En ese sentido, la crítica a las posiciones y orientaciones políticas-ideológicas no solo abre un lugar necesario dentro del campo de la izquierda sino que además ofrece las herramientas para la consolidación de posturas éticas, morales y culturales que pretenden ser diferentes a otras o que tratan de ser orientadas por las proyecciones políticas de la organización. A grandes rasgos, la ética guerrillera tiene unas particularidades que suelen estar presentes en la mayoría de las organizaciones político-militares y que están

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En el ámbito divulgativo, tanto como en las formas de relación interna y con diferentes actores sociales, así como en las estrategias militares, políticas y culturales.

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fundamentadas en los principales valores de la izquierda desde la Revolución Francesa. La búsqueda de la justicia, entendida sobre la base de la igualdad, la solidaridad con los explotados y oprimidos hace parte de esas ideas. El capitalismo y las nociones de fetichismo presentes en el marxismo obligan a una posición particular con respecto a la manera en que se vive la vida diaria en las organizaciones de izquierda en general, no siendo sustancialmente diferentes para el ELN. El sistema económico, asociado al individualismo, también se asimila con el egoísmo como postura ética principal del capitalismo. De ahí que los militantes pretendan romper con esa idea que suele entenderse como estructurante de las relaciones sociales, llevando a una cierta postura donde el desprendimiento, tanto en lo material como en lo personal16 es un elemento esencial de la ética revolucionaria. Es en ese orden de ideas donde se funde con la práctica de la lucha armada. Es decir, la convicción de que esta es la vía más apta para la transformación radical, encuentra un lugar también en la vida de aquellos que deciden ingresar al proyecto. De la práctica más radical para llevar a cabo la transformación deben hacer parte los que mantengan posturas éticas de mayor coherencia y crítica frente al capitalismo y sus formas de dominación. El ser consecuente en términos éticos en el ELN va a permitir dos situaciones. De una parte la disciplina, el respeto por los mandos, por la estructura que significa la realización efectiva de una organización político-militar. De otra, y esto ambiguamente, la posibilidad de mantener una actitud marxista-leninista radical pero buscando no generar más rupturas en el marxismo y su praxis, otra vez, siguiendo la orientación que proponía la experiencia cubana. Sin embargo dicha postura muestra sus grietas durante la crisis y luego en los períodos de amnistía-tregua del período 1982 y 1991, donde se presenta en la figura de una fuerte tendencia al dogmatismo y sectarismo en la organización. 16 Un

fuerte espíritu de sacrificio y heroísmo no sólo para con la organización sino para con las posibilidades de transformación. Los militantes pretenden una entrega desinteresada de su vida a una causa y al proyecto del que hacen parte.

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La ética obliga por lo tanto a seguir una línea que se supone es la correcta. En la izquierda (sobre todo en la radical), existe la claridad de un telos de carácter socialista que se entiende como el objetivo final (Kolawkoski, 1978). Para conseguirlo, existen diferentes vías, y buena parte de la discusión entre las diferentes organizaciones de izquierda es acerca del camino más contundente para conseguir los objetivos planteados. El hecho de que la vía armada tenga una serie de riesgos y decisiones por parte de sus militantes, supone para muchos que es la opción más oportuna. De esa manera, desde la figura del guerrillero se permite la crítica a otras opciones menos radicales. La postura del ELN al respecto va a ser por mucho tiempo la del fuerte cuestionamiento a la pretensión de que existen las posibilidades para entrar en las dinámicas políticas no armadas, es decir, de que la vigencia de la lucha armada ha sido sustituida por posibilidades reales de la participación política democrática. Una superioridad moral basada precisamente en la figura del guerrillero como sujeto heroico y capaz del sacrificio por los objetivos trazados se construye en el ELN –aunque evidentemente no solo ahí– y abre los espacios para el cuestionamiento de las prácticas políticas de ciertos sectores de la izquierda. Algunos consideran que el espíritu de sacrificio, la actitud abnegada y desprendida que debía tener el guerrillero generaba conflictos bastante grandes en términos políticos, ya que los esfuerzos de la organización empezaban a dirigirse ante todo hacia los aspectos militares despreciando el trabajo de masas y otras posibilidades políticas que pudieran realizarse desde la organización17. La referencia de Múnera (1988) a la aparición de las organizaciones de izquierda 17

Dice Manuel Pérez: “esa actitud moralista de basar el desempeño revolucionario en el heroísmo impedía que se desarrollara la vida normal de los hombres, ‘normal’ entre comillas, porque en la guerra esa concepción de heroísmo llevaba a que había que abandonarlo todo, amigos, trabajo, familia (…) como una decisión de absoluto desprendimiento y entrega que exigía la dinámica misma de la guerra (…) todo ese sacrificio se justificaba con la idea de que el triunfo estaba cercano, aunque se hablara de guerra popular prolongada, lo que resultaba a todas luces una contradicción.” (Medina, 1996, 187)

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durante los años 60 y 70 como producto de la pérdida del monopolio del PCC en el campo de la izquierda, contiene unos referentes interesantes con respecto a las identidades políticas de las organizaciones. Entre otras, explica que las organizaciones políticas y militares se forman en oposición al PCC como el referente histórico, además de considerarse cada una de ellas como la vanguardia y la que se mantenía en la linea correcta. Particularmente en el caso del ELN –como se ha señalado anteriormente– la organización se forma en Cuba con todas las implicaciones que eso tiene en lo político y lo cultural. Los jóvenes fundadores del ELN no pasaban de los 25 años en su momento, esto, unido a su formación en Cuba, les va a dar una importancia significativa en cuanto su identidad con relación a otras organizaciones. Su juventud, así como su experiencia en la isla los lleva a ser considerados como un proyecto fresco y renovador que además puede ser presentado como diferente a los que se venían gestando en el país. La radicalización, expuesta en las tendencias a seguir un verticalismo organizativo y a primar cada más los aspectos militares, va a ser una característica de los primeros años del ELN que además se va a ver reflejada en los períodos de las treguas y amnistías. Sin embargo, como ya se ha reiterado anteriormente, es la firmeza de las convicciones acerca del camino elegido lo que da la posibilidad de construir una identidad política crítica con respecto a las otras organizaciones de izquierda, político militares, políticas o sociales.

Notas sobre la liberación nacional La idea de liberación nacional es etérea, no tiene un referente concreto en la cultura del ELN sino que se traza como un objetivo general. Se presenta, por lo tanto, en cada aspecto de la vida de la organización hasta en su nombre. Liberación nacional como fin último, como destino por el que se necesita luchar. “La liberación nacional es la victoria”, comentaba una persona experteneciente a la organización. Sin embargo, la idea como tal debe ser llenada

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de contenido, y esa situación solo puede hacerse en las prácticas cotidianas –que enriquecen la ética del militante– y en las acciones políticas y militares dirigidas a diferentes objetivos. La lucha por la liberación nacional obliga a preguntarse qué es lo que le falta a la nación para ser libre. De esa manera se empiezan a configurar los lugares de lucha, los objetivos principales sobre los cuales es necesario incidir desde la organización. La consigna inicial del ELN, “liberación o muerte” puede ser ambigua en principio, pero al mismo tiempo su ambigüedad plantea diferentes escenarios de lucha y reivindicación que parten de una idea general y utópica de la liberación. Esa consigna representa un sacrificio tan radical como la noción de liberación que pretende plantear la organización. Así, en el IV Congreso del ELN la referencia a Manuel Vasquez Castaño está acompañada de la afirmación de que no se puede olvidar su figura por cuanto encarna esa idea radical de la identidad del ELN, donde el sacrificio por la liberación de un pueblo debe llegar hasta las últimas consecuencias18. Normalmente, en ciertos contextos políticos, la idea de la lucha por la liberación nacional parte de una lectura basada en el ejercicio colonial. Es decir, son propuestas que se hacen considerando contextos de colonialismo manifiesto, como el caso de los países africanos. El caso de Colombia es diferente, de hecho particularmente distinto al de Cuba, cuya lucha de liberación nacional parte de un contexto colonial reciente y una soberanía territorial bastante relativa. Su historia colonial finaliza en el siglo XIX19. Sin embargo, para el ELN eso no termina el colonialismo, sino que los transforma y lo orienta hacia la radicalización y expansión del capitalismo a nivel mundial como un orden económico que mantiene unas estructuras de poder precisas en las que 18 El

aparte se refiere a la construcción de un pensamiento propio. Para eso, se han de tomar ideas de diferentes grupos que vienen desde los indígenas anteriores a la conquista hasta Martí, Castro y Gaítan: “De Manuel Vásquez Castaño su acerbo de dirigente estudiantil, su condición de pionero del ELN y su compromiso de liberación o muerte”. 19 Aun cuando en el caso cubano más claramente que en el colombiano se continúa una forma de colonialismo o al menos de irrupción a la soberanía hasta bien entrado el siglo XX por parte de Estados Unidos.

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Colombia cumple un papel de subordinación. El colonialismo ya no es el de antes, por lo menos no para el caso de América Latina, ha cambiado sus estrategias y la sujeción política formal, es decir, la dominación de un territorio por otro con un aval jurídico internacional ya no es posible en América Latina, por lo que se habla de una especie de neocolonialismo. Sin embargo, el sueño de la autoderminación y la soberanía se encuentra muy lejos de realizarse. Ese es el principal problema. La transformación del colonialismo hacia un neocolonialismo ha impedido históricamente el desarrollo real de las fuerzas productivas, pero sobre todo ha impedido un verdadero proceso de liberación de los pueblos latinoamericanos. En un momento en el que los procesos de descolonización se llevan a cabo con la bandera de la liberación nacional, bajo contextos específicos, el surgimiento de un ejército de este tipo en Colombia debe entender los significados precisos acerca de la dominación, la opresión y el colonialismo. Los dos primeros tienen referencias explícitas a la realidad nacional, es decir, pueden ser construidos a partir de las relaciones sociales formadas en los límites de la soberanía del Estado-nación20. El último tiene un horizonte diferente, porque obliga a pensar en términos históricos y a salir de los límites territoriales para plantear una lectura particular de las condiciones estructurales de dominación a nivel mundial y los mecanismos estratégicos de acción en esa misma esfera. En ese sentido, se puede decir que una idea de liberación nacional como la propuesta por el ELN tiene dos niveles. El primero es referido a las condiciones internas de desigualdad, enajenación del trabajo, contradicciones de clase, acceso a la tierra, entre otras. El segundo es a una liberación de las dinámicas de poder mundial, que en buena parte impiden el desarrollo autónomo de las naciones.

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Problemas de clase, raciales y étnicos hacen parte de una lectura de las relaciones de dominación dentro de un territorio nacional.

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Toda la idea de la liberación nacional que se propone en el ELN se va a ver materializada en un aspecto que le dará bastante fuerza a su discurso, que situará la organización en el plano político público mundial y que obligará a dirigir y mostrar con contundencia lo que piensa alrededor de tres temas principales: las razones por las cuales Colombia se mantiene en un estadio inferior, en condiciones de dominación y dependencia en el ámbito socio-económico internacional; las propuestas concretas que el ELN empieza a formar para consolidar una verdadera nación; la manera en que consideran han de ser la vida y las relaciones sociales en el país.

Petróleo y liberación Durante la primera mitad del siglo XX hasta por lo menos 1970 Barrancabermeja era el lugar de exploración, explotación y extracción de petróleo más importante del país. Ha sido, además, una especie de epicentro del movimiento obrero y de las organizaciones sociales y políticas de izquierda en Colombia. Buena parte de la formación del ELN tiene su lugar en Bucaramanga y Barrancabermeja, de manera tal que la conjunción de dos elementos –recursos naturales y tradición política– va a tener un significado especial para el desarrollo del ELN. Aún cuando otras organizaciones político-militares tratan el tema de los recursos naturales, realmente es el ELN el que ha hecho de esto una bandera política y de acción, que, como es importante reiterar, condensa el trasfondo ético, político y cultural de la lucha por la liberación nacional Antes de que existiera una política como tal destinada a poner de manifiesto el tema del manejo de recursos naturales, el ELN ya estaba empezando a situar esa discusión en diferentes lugares de la izquierda colombiana. Este grupo empezaba a relacionar con mayor claridad asuntos que usualmente son identificados pero que no tienen una posibilidad concreta de llevarse a la práctica. Nociones como soberanía, autodeterminación, colonialismo e imperialismo suelen hacer parte de la retórica común de la izquierda, y la propuesta de la

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liberación de los pueblos suele pasar por una discusión de las condiciones que pueden llevar a una emancipación de regiones más amplias que lo que se encuentra en los límites nacionales. Sin embargo, las posibilidades de construcción de esas alternativas suelen ser muy difíciles de llevar a acabo. La idea del imperialismo como una fase particular del capitalismo, parte de la distinción entre un tipo de imperialismo histórico y otro económico. El primero –con la otra cara de la moneda, el colonialismo–, suele ser entendido como esa fase de expansión de los estados y reinos que empiezan a buscar control, por diferentes razones, de territorios que se escapan a su soberanía territorial. Esa etapa en América Latina, se suele entender que acabó con el último reducto del colonialismo español, es decir, Cuba en 1898. El segundo, parte de la consideración de múltiples autores marxistas sobre una etapa de expansión del capitalismo Europeo. Este, que originalmente se había desarrollado en los límites continentales, tiene una transformación considerable que empieza a expandirse hacia todo el globo, llegando a generar una estructura de poder particular basada en esa ampliación de la influencia del modo de producción21. El reconocimiento de esta situación para buena parte de la izquierda colombiana es claro. Sin embargo, el quehacer para la transformación de esa situación es un poco confuso. Existen ideas diversas pero cuya realización –tanto en términos operativos como en el ámbito discursivo– presentan falencias importantes. La idea de la liberación nacional en el ELN se desliza sobre el plano nacional e internacional con relativa facilidad. Sin embargo, las posibilidades de acción en términos mediáticos, políticos, diplomáticos, militares y estratégicos no son las adecuadas. Durante el período de los 70 el ELN se ha permitido la configuración de un 21

Aunque por esos mismos años, otras lecturas teóricas aparecerán para discutir esa diferencia y situar el surgimiento del capitalismo global en el siglo XVI (Wallerstein, 1979), la distinción entre ese imperialismo histórico, y la nueva fase del capitalismo como un nuevo tipo de imperialismo, se va a mantener. Ver Baran (1979) y Sweezy (1973).

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discurso determinado a responder por la soberanía nacional, la autodeterminación y la unión de los pueblos. El romanticismo de liberación latinoamericana que proviene de la Revolución Cubana va a formar esos planteamientos dentro de unos significados particulares, donde los principios éticos y morales, junto con ciertas pretensiones de unidad continental van a darle sentido a la propuesta del ELN22. Sin embargo, las condiciones no se han dado para configurar un enfrentamiento que tenga un enemigo situado por fuera de la territorialidad del Estado. La retórica de la liberación nacional solo ha podido darse en los límites de la nación. Barrancabermeja, lugar donde se empieza a gestar ese discurso internacional, de necesidad de autonomía producto de las condiciones de un imperialismo político-económico de carácter mundial, es un lugar insuficiente para llevar a cabo ese tipo de proyectos. Esta situación da un giro cuando hacia finales de la década de los setenta, en plena crisis organizativa y política elena, en Arauca empieza la exploración petrolera de manera sistemática. Se produce una reorientación geográfica por parte del ELN en esos años que empieza a situarse en lugares estratégicos del país, y uno de esos lugares es Arauca. A comienzos de los años ochenta se descubre Caño Limón y se empieza una importante explotación en esa zona por parte de Mannesmann y la Occidental Petroleum (OXY). En un principio estuvo la exploración. Y con ésta llegaron una gran cantidad de aspectos entre los que se destaca el ELN23. La existencia de un discurso basado en la soberanía y la lucha antiimperialista empezaba a hacer presencia

22 El discurso de Fidel Castro en el que habla de convertir a los Andes en la Sierra Maestra de América Latina, conjugando consideraciones geográficas particulares, pero pensando en la liberación total de una región del mundo, es un buen ejemplo de la manera en que se lee la situación latinoamericana por diferentes grupos armados y políticos del continente en ese momento. 23 El ELN ya tenía un frente en la zona, que además actuaba en el norte de Santander. Sin embargo, con la llegada del petróleo existe un cambio estratégico en los intereses del ELN que empieza a trabajar con mayor ímpetu en la zona.

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en la organización, pero, por lo ya mencionado, no existía con claridad como una política determinante. Así, durante los primeros años de la exploración en Arauca, el tipo de acciones militares contra los oleoductos y las extorsiones a las empresas no contienen una fuerza política significativa, en parte porque se pierde en el torrente de las orientaciones, discusiones y situaciones internas de la reestruturación de la organización posterior al período de crisis. Al respecto dice Rafael Ortiz: “Nosotros empezamos a tener que ver directamente con esta situación debido a que en esa zona de Arauca se sitúa uno de nuestros frentes guerrilleros y tenemos un importante trabajo de masas en el movimiento campesino y con los pobladores” (Harnecker, 1988, 133).

El inicio del trabajo relacionado con el petróleo tiene además un fuerte componente de financiamiento para la organización, sin embargo, también pretende la discusión pública sobre el tema de los recursos naturales. Por eso, hacia 1986 se lanza una campaña llamada Despierta Colombia…nos están robando el petróleo: “La campaña se impulsó en diciembre del 86. Buscaba llenar algunos vacíos políticos de nuestro accionar, pero principalmente dinamizar un debate nacional sobre el robo de nuestros recursos naturales, hacer conocer nuestras propuestas en materia petrolera y, a largo plazo, ir gestando un movimiento por la soberanía y la autodeterminación” (ibíd.).

La campaña, por lo tanto, tiene un objetivo político claro: situar una discusión acerca de la soberanía y la autodeterminación. Como se explicó anteriormente, las posibilidades concretas de debatir estos temas eran bastante limitadas, pues no existían condiciones para lograr ese cometido. Considerar el tema de los recursos naturales como un problema crucial en el país le permite al ELN hacer dos tipos de movimientos. En primera medida apelar a la idea del bien común, buscando demostrar como el tema de los recursos naturales no le concierne a una región en particular, sino que es un tema cardinal para la nación en general. El ejercicio de la liberación nacional: ética y recursos naturales en el ELN 221

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El Estado tiene que hacer respetar su soberanía sobre el territorio, sobre el cuerpo físico de la nación. De ahí que cualquier tipo de política relacionada con el petróleo deba estar encaminada de acuerdo con los intereses de la nación, es decir, debe beneficiar al país en su totalidad y no solo a las elites y sus intereses. En segunda instancia, dar una discusión acerca de la manera en la que el Estado administra ciertas regiones del país. Paradójicamente, los lugares de exploración-explotación de petróleo son los de más difícil relación con el Estado central. La tensión histórica dificulta sustancialmente la construcción de un proyecto de nación verdaderamente incluyente, y para el ELN es de fundamental importancia hacer evidente ese hecho y buscar soluciones al respecto. La campaña tiene un corte político-militar en la medida en que por una parte, se busca generar un debate crítico sobre el manejo de los recursos, pero además, esa misma campaña contiene retenciones constantes a personal de las empresas y sabotajes a oleoductos que se están construyendo o que ya existen durante los años 80. Consideradas formas de presión, las acciones militares contra las empresas buscan adquirir un carácter político. Para el ELN la explotación de petróleo en Arauca no solo es un ataque a la soberanía nacional sino que además está viciada por una cantidad de cuestiones de corrupción y manejos indebidos de los proyectos, que afectan considerablemente los territorios petroleros. Además, la dimensión política de la campaña, pretende darle legitimidad a la lucha armada: “Hay una simpatía profunda por nuestra organización, porque producto de nuestro accionar político y militar, ellos han visto que se pueden obtener reivindicaciones que por las vías legales del sistema no se pueden conseguir; cuestiones de salud, de educación, de caminos, de vivienda, precios adecuados por los terrenos que tienen que ceder para que pase el tendido del oleoducto (...) 222

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“Ahora, con las condiciones actuales que vive el país esto adquiere otro carácter. Han venido madurando las condiciones para una confrontación (…) el petróleo se está convirtiendo en uno de los ejes de la economía de exportación (…) de ahí que nuestros sabotajes estén golpeando el eje de la economía de la oligarquía. Estamos golpeándola donde más les duele. El movimiento revolucionario, por su parte, está comenzando a comprender lo que esto significa para el proceso” (ibíd., 143).

Las condiciones estructurales que sustentan la explotación del petróleo se encuentran en el marco de dinámicas económicas y de poder a nivel mundial. Las posibilidades de romper con esa situación necesitan de un tipo de accionar suficientemente radical, acciones que se encuentran más allá del límite de lo legal. Así como la revolución por la vía armada en lo nacional atraviesa ese umbral, la posibilidad de poner en duda la legitimidad de un sistema políticoeconómico y cultural particular, también pasa por cruzar la línea de lo que es permitido en los marcos jurídicos. Sin embargo, la legitimidad de la lucha armada en este caso adquiere un matiz diferente cuando, según los entrevistados, los mismos campesinos advierten la dificultad que existe para adquirir una mejor condición de vida simplemente buscando el diálogo con las empresas petroleras y con el Estado. La lucha armada ofrece un cambio factual, demuestra su sentido en lo local cuando las acciones militares posibilitan cambios en la forma de vida de la gente. Se piensa como una forma de presión en este caso, capaz de conducir al país por una lógica diferente, brindando posibilidades de una vida mejor para la población fundamentándose en la imposibilidad de hacerlo por otros medios. Los sabotajes, las retenciones y la búsqueda de posicionar el tema en lo público se convierten en una lucha política para conseguir el desarrollo y el progreso, enderezando las políticas del petróleo para satisfacer las necesidades básicas de los beneficiados. De ahí que, en primera instancia, el ELN empiece a entender que la defensa por

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la soberanía en el manejo de recursos naturales no solo se refiere a un tema del imperialismo, sino que se convierte rápidamente en un mecanismo político para acelerar las contradicciones entre sectores sociales, es decir, para llevar a cabo un proceso revolucionario. El petróleo ofrece la posibilidad de mejorar las condiciones de vida de las regiones, pero el manejo que se le da a ese asunto (por parte de las empresas y el Estado) solo desenmascara una realidad en la que ciertos grupos sociales se enriquecen y dejan a la gran mayoría de las personas sin acceso a las mejoras que se podrían dar. Esa condición, junto con la legitimidad que en diferentes sectores adquiere la lucha armada, se convierte en una especie de caldo de cultivo para fortalecer procesos conducentes a la revolución por la vía armada. La experiencia del ELN, tal y como la cuentan sus protagonistas, enseña que es necesario introducirse en otras luchas capaces de mostrar las posibilidades que tienen las vías no legales radicales para transformar las condiciones objetivas de existencia de aquellos por quienes luchan. El tema del petróleo, por lo que significa, es una excelente vía para demostrarlo.

Del neocolonialismo, el Estado y el territorio de transformación Lo local es importante. Es fundamental. Es el único lugar de acción real que tiene el ELN. No puede actuar más allá de los límites territoriales de la nación24. Es por esa razón que suele ser tan difícil pensar en una forma de

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Aún cuando en términos políticos desde hace un buen tiempo ya se viene posicionando en América Latina y otros lugares del mundo, el actuar y el pensamiento del ELN tiene sus raíces en las posibilidades de transformación que pueda generar en el territorio nacional. Vale la pena aclarar, de paso, que esta idea de lo que significa que el ELN no tiene los elementos necesarios para emprender una batalla mas allá de los límites nacionales, situación que sería importante para enfrentarse al imperialismo como lógica de poder estructural a nivel global. Solo puede hacerlo desde lugares precisos en la geografía colombiana.

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actuar capaz de transformar las relaciones de poder a nivel mundial, que sería uno de los objetivos más contundentes pero al tiempo de mayor dificultad para cualquier organización. La actuación en las regiones se transforma con el tiempo en algo más. Lo que en principio tiene solo un referente político y económico interno, la posibilidad de transformar las condiciones de vida de un grupo determinado de personas, en algún momento llega a otro nivel. Cuando los ataques, sabotajes, retenciones y en general todos los componentes de la campaña empiezan a tomar fuerza, el sentido de la acción local se altera significativamente. El hablar del binomio colonialismo-imperialismo como uno de los elementos más influyentes en el atraso de Colombia, adquiere un terreno claro de acción. Jaime Bateman, por ejemplo, comenta en “Oiga Hermano” que el anti-imperialismo es contra la práctica devastadora de las transnacionales. (Bateman, 1984, 7) Aún así, sus palabras no tienen mucha claridad en las posibilidades de enfrentamiento, en las estrategias, en la verdadera capacidad de la lucha antiimperialista. El caso del ELN termina siendo diferente porque, casi sin proponérselo llegan a situarse en los debates y dudas sobre el flujo mundial del crudo25. El tema de Mannesmann y OXY en Arauca no solo le concierne a la pequeña región, históricamente olvidada y relegada de los circuitos económicos nacionales. No es un problema solo de los recursos naturales en el país, es decir, de que tan eficaz es el manejo de recursos y la ejecución de planes sociales. Hay un punto

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Aunque pareciera ser simplemente un líquido espeso que mueve al mundo, es precisamente esa característica, su capacidad de mover, la que le da tal relevancia. El petróleo es el recurso natural de mayor importancia del siglo XX, la fuente de energía que asegura desde el transporte y la producción industrial hasta el maquillaje. El petróleo en el siglo XX es el símbolo de la modernidad, de los sistemas de producción modernos, cuyo funcionamiento en última instancia depende de ese recurso natural. Alrededor del petróleo se crean más que dinámicas políticas y económicas, flujos de dinero o cambios en los mercados. Este construye nociones específicas sobre el mundo, sobre la realidad concreta y sobre las posibilidades de ser y de crear en el planeta.

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en esta historia en el que la preocupación mundial de mantener la estabilidad en la circulación de petróleo en el planeta se relaciona con las acciones del ELN26. Si las nociones de la liberación nacional adquieren un significado claro, es en este momento. La imposibilidad histórica de identificar el sujeto del enfrentamiento, de encontrar su figura y golpearla, se desvanece cuando las empresas multinacionales se ven como las puntas de lanza del capitalismo. El neocolonialismo, es decir, esa idea de la nueva condición colonial latinoamericana basada en la dominación del capital internacional, especialmente norteamericano, se cristaliza en toda su dimensión en la figura de las grandes corporaciones multinacionales. Existe, por fin, la posibilidad del enfrentamiento. La idea de la sujeción estructural a nivel global puede ser enfrentada con las acciones locales, se puede golpear directamente al “enemigo” sobre el cual se tienen referentes, pero que debido a las condiciones geográficas de acción de las guerrillas suele ser de difícil alcance. Las grandes corporaciones representan a un tipo específico de sistema económico que es el que combate el ELN. Pero en un sentido un poco más exacto, lo que sucede es el enfrenamiento de la ética de la subversión con la ética hegemónica, capitalista. El problema no es de explotación de los recursos, sino que llega a ser de dos visiones cualitativamente distintas sobre el presente y el futuro27. 26 La exploración de Caño Limón coincide con el segundo shock mundial petrolero. Los yacimientos de Arauca

son considerados reservas a nivel mundial, cuya explotación sistemática depende las condiciones mundiales. Es decir, dependiendo de que tan constante sean los flujos del petróleo hacia los centros industriales del planeta, de cuales sean las condiciones de los principales países exportadores, entre otras, se explotan los sitios que son reservas para buscar mantener la continuidad en el flujo de crudo y así evitar un colapso energético. 27 En el Diccionario del Desarrollo (Cleaver, 1992) se expone como las propuestas del socialismo y el capitalismo, al surgir en el seno de la modernidad, sus pretensiones de progreso y desarrollo construyen diferencias evolutivas, peldaños en los que se sitúa lo moderno en el punto más alto y desde ahí se empieza a bajar, siempre en comparación con lo que se considera óptimo. La diferenciación es básicamente cultural, y en ese aspecto las nociones de la ética del guerrillero, las utopías y la moral que propone el ELN serán importantes.

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Así, el capitalismo es egoísta, individualista y excluyente. Las diferentes organizaciones político-militares consideran que las empresas actúan de manera consecuente con esas valoraciones y permiten que se reafirmen en la práctica. El imperialismo se expresa en una nueva dinámica de la economía política en la que el capitalismo empieza a actuar a un nivel más amplio, articulando a circuitos económicos mundiales regiones apartadas del planeta. El neocolonialismo, por lo tanto, es la otra cara de esa lectura de las relaciones mundiales de poder, pues para que el imperialismo funcione en los países dominados debe existir una serie de condiciones. En general, el neocolonialismo es la imposibilidad de autodeterminación de los pueblos y la violación de la soberanía sobre el territorio, aun cuando también se expresa en el ámbito cultural y social. Es una barrera mucho más difícil de zanjar que la del colonialismo clásico, pues no es en sí misma una categoría que aduzca ilegalidad jurídica internacional, sino que es más bien una condición que se produce como efecto de una condición histórica legitima a nivel mundial, es decir, la existencia de un sistema económico particular en expansión. La lucha por la liberación nacional en ese nivel que trasciende la soberanía territorial obliga a las organizaciones a luchar contra los agentes del imperialismo. Sin embargo, siendo una confrontación que también contiene un carácter ético se debe plantear en una oposición factual. De esa manera, el antiimperialismo se fundamenta en la lucha por lo común, contrario al individualismo; se pretende la solidaridad, la idea de que la soberanía recae en el pueblo y éste ha de ser beneficiado, contrario al egoísmo. Por lo tanto, al ser común, es también incluyente, debe ser capaz de ser absolutamente democrático. La idea de posicionar el debate del manejo de los recursos naturales al nivel público y la construcción de un movimiento por la soberanía y la autodeterminación pretende buscar una concientización capaz de conseguir esos objetivos éticos, morales y culturales.

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Como trabajo político, el ELN mantiene la presión y apoya la realización del Foro Nacional Petrolero, que se da hacia 198928. La realización del Foro contó con diferentes organizaciones que de alguna manera mostraron un discurso que el ELN ya había construido tiempo atrás, pero que daba la posibilidad de exponer las críticas a la política petrolera y proponer alternativas que tuvieran un destino distinto. El Foro sirve para consolidar las posiciones críticas frente al Estado en tres niveles básicamente. Primero se encuentra la dificultad de forjar un proyecto nacional. En palabras de Alejo Vargas, la concepción nacionalista del ELN estaba regida por un antiimperialismo como forma identitaria, que sin embargo carecía de una propuesta de integración nacional coherente (Vargas, 2001, 75). No es difícil afirmar que en el Foro petrolero el problema de la articulación nacional como proyecto es una preocupación general. Pero se hace evidente que esa preocupación existe en buena parte de la izquierda pensando el tema del antiimperialismo, que, exceptuando ciertas organizaciones –por las dificultades que tienen para actuar en ese campo–, no deja de ser mucho más que una sensación, lejana y distanciada de las posibilidades concretas de intervención sobre esa realidad. De alguna manera, sin embargo, los participantes reconocen el hecho de que el petróleo expone una condición particular del territorio nacional, una necesidad del deber ser moderno, donde el Estado tiene que hacer presencia en todo el territorio, donde debe ser capaz de incluir a diferentes zonas del país y su gente, además, por supuesto, de defender sus intereses.

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ingenuo decir que fue solo el ELN el que exigió la realización de un foro petrolero. Fue finalmente convocado por organizaciones de trabajadores petroleros y apoyado por múltiples organizaciones de izquierda en el país, como la UP y A luchar. La presión armada fue determinante en ese momento, y para darle legitimidad a la iniciativa, el ELN decidió una tregua unilateral en las acciones militares referidas al tema petrolero.

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Pero las posibilidades, los sueños, el futuro de las regiones ha sido rápidamente transformado en más miseria, corrupción y desolación 29. El Estado no sólo no tiene presencia suficiente para controlar el territorio, sino que además cuando lo hace es para favorecer los intereses extranjeros, para mantener las condiciones estructurales de desigualdad, tanto nacionales como globales.

Los años 90: petróleo, acción y política Durante los años 90 las acciones contra los oleoductos dejan de tener la misma constancia, aunque no por eso el petróleo pasa a un segundo plano para el ELN. Al igual que la USO que durante el Foro de 1989 cede en parte del radicalismo de su discurso al decir que no insistirá en la nacionalización de los recursos y de las empresas extranjeras que los explotan, a cambio de formas de contratación más justas para el país (Voz, 23 de noviembre de 1989), el ELN mantiene esa idea de lucha en un plano discursivo pero al tiempo se ve obligado a reorientar la estrategia. Parte de eso tiene que ver con el costo político de las acciones que llevan a cabo, obligando a moderar su posición con respecto a los hidrocarburos. Eso no significa en ningún caso el debilitamiento de la posición de la organización, sino más bien la búsqueda de alternativas políticas, con la pretensión de mantenerse acorde a una posición radical mientras al tiempo se reacomodaban a las nuevas condiciones que imponían los sucesos mundiales Hacia 1996, el programa mínimo del ELN enfatiza sobre el asunto, y es claro en la manera en que se articulan la soberanía de la nación y los recursos naturales, estableciendo que: 29

El presidente de la USO, durante el Foro petrolero, expresa que “Todos los colombianos estamos afectados por la miseria que está creando, contradictoriamente, nuestra riqueza; aumento del precio del combustible y sus implicaciones en un grave desequilibrio social, la ruina que se evidencia en las regiones que han aportado su riqueza y que tratan de tapar con el paño tibio de las regalías, mientras se dan fabulosas ganancias y poderío a las multinacionales en Colombia” (Voz, 23 de noviembre de 1989). Esta percepción, además, podría sustentar la idea del ELN sobre la necesidad de la lucha armada para la transformación de esas condiciones de desigualdad radicalizadas con la aparición del petróleo.

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“Las relacionales de neocolonialismo el saqueo de las multinacionales y la subordinación oligárquica a los intereses económicos y políticos de los amos del norte, han sido el principal obstáculo para nuestro desarrollo. “También aplicaremos una política de explotación nacional de los recursos naturales, de acuerdo también a nuestros intereses y necesidades, manteniendo reservas que nos garanticen un mejor aprovechamiento”30.

Esos dos aspectos del documento (la crítica al neocolonialismo y las estructuras del poder mundial; la política nacionalista frente a los recursos naturales) ponen en evidencia la manera en que el ELN espera darle una dirección a los asuntos concernientes a los recursos naturales. La organización insurgente continúa con las nociones de soberanía nacional anclada sobre el tema específico de los recursos y su manejo. En 1998 el ELN hace un recorrido por la trayectoria de su política petrolera en la revista de la organización. “Con el hondo sentir antimperialista y por la patria que nos acompaña desde las jornadas de Simacota, el ELN se propuso desde 1984 enarbolar la bandera de la ‘nacionalización del petróleo y la defensa de los recursos naturales’. El desarrollo de esta política nos ha permitido colocar el problema de los recursos naturales en el centro de las preocupaciones del país. “Hemos lanzado propuestas políticas para la reactivación de un vigoroso movimiento para la soberanía y la autodeterminación nacional, acompañadas de un incremento de nuestro accionar militar sobre estas compañías. El 15 de febrero de 1984 realizamos el primer ataque a los pozos petroleros de Caño Limón, empezando una amplia ofensiva contra estos objetivos que se ha combinado con la exigencia a las multinacionales del pago de un impuesto social para las poblaciones víctimas de sus actividades como el pago del impuesto de guerra para la organización” (Insurrección, 1998). 30

Tomado de www.eln-voces.com.

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El trasfondo del recorrido histórico de la política frente a los recursos naturales por parte del ELN en su revista, ha sido relatado al comienzo de este escrito. Los sucesos de Machuca31, que generan una fuerte discusión pública, obligan a la organización a buscar los mecanismos para demostrar que la trayectoria del ELN no se encuentra relacionada con actos que tengan consecuencias como las que se dieron en aquella ocasión. En aquél escrito, la organización enfatiza en como su lucha contra la explotación de recursos, tal y como se viene realizando desde comienzos de los 80 en el país, no ha tenido nunca una intención diferente a la de poner en el plano público el debate sobre su manejo.

“Los muertos son nuestros”: el sacrificio y la legitimidad de la lucha En octubre de 1998 el ELN vuela el oleoducto central a la altura del municipio de Machuca, en Antioquia. La voladura del oleoducto crea una combustión que forma una bola de fuego en dirección al poblado cuya consecuencia fue la muerte de 84 personas y 30 heridos. En ese momento el ELN y el gobierno se encontraban en negociaciones de paz, lo que lleva al rompimiento de las conversaciones en las que se encontraban las partes. Los dirigentes del ELN aceptaron la voladura del oleoducto pero no el incendio posterior. La situación exacerbó al tiempo la presencia mediática del tema de los hidrocarburos. Las voladuras solían ir acompañadas de noticias que enfatizaban en los daños que se producían: contaminación del agua, pérdidas astronómicas de dinero para la nación, destrucción de ecosistemas, la posibilidad de que las empresas petroleras extranjeras detuvieran la producción. Los daños eran 31

Sobre este tema se hablara en el apartado que sigue.

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cuantificables en diferentes aspectos, pero solo hasta esa ocasión la voladura de un oleoducto produjo tal cantidad de muertos. Además, la escena no era fácil de digerir: una bola de fuego que se dirige inclemente hacia el pueblo y lo destruye. Así lo graficaban las noticias y aparecía en los medios de comunicación. Ya había dicho Gabino en una entrevista que prefería derramar petróleo en su país que entregárselo al imperio, y sin embargo la posibilidad de exponer y discutir públicamente la posición del ELN frente al manejo de los recursos naturales, quedó cercenada de un solo tajo con los sucesos de octubre de 1998 en Machuca. Lo sucedido dejó al ELN en una complicada situación política que dificultó el objetivo que se tenía desde comienzos de la década de los ochenta con respecto al manejo del petróleo en el país. La organización es clara, sin embargo, en afirmar que “La historia de nuestro accionar sobre la infraestructura petrolera así lo demuestra o ¿cuál otra voladura de oleoductos ha producido víctimas? “En la opinión nacional e internacional se habla de que el ELN ha sido el responsable de esta masacre. Debemos aclarar que una masacre es una acción deliberada para matar simultáneamente a varias personas inermes, práctica que es totalmente ajena a nuestra ética y a nuestras costumbres y, desde luego, condenable desde todo punto de vista. “Se podrán decir mil cosas, se podrán intentar mil mentiras, pero la verdad de los hechos se impondrá por encima de cualquier pretensión” (Correo del Magdalena, resumen informativo de noticias del ELN, No. 91, 1998).

Para el ELN, existe claridad sobre el manejo de sus acciones militares, basadas en la responsabilidad, debido a que la trayectoria armada les ha permitido pulir sus acciones hasta llegar casi a un nivel “quirúrgico”, donde la violencia tiene una dirección inequívoca y difícil de desviar. 232

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“Como llegar a imaginar que nosotros vamos a atentar contra una población que late en cada corazón de todos los Elenos? “Es más, el pueblo colombiano reconoce la seriedad de nuestras palabras cuando hemos reafirmado que si se apunta a un objetivo militar, la operación debe ser muy clara y muy concreta. No puede ser un ataque indiscriminado, ya que comprometería los bienes de subsistencia de la población civil. “Los muertos son nuestros y los asesinos son otros” (ibíd., las negrillas son del texto)

El ELN reconoce su actuar militar, haciendo énfasis en las razones que los llevan a realizarlo. “Un comando de la compañía ‘Cimarrones’ del ELN accionó una carga de explosivos contra el oleoducto, llamado eufemísticamente ‘Colombia’ pero de propiedad de la British Petroleum de Gran Bretaña, Total de Francia, Tritón de Estados Unidos, IPL Enterprises y TEPL Internacional del Canadá” (ibíd.).

Considerar que existe un eufemismo en el nombre del oleoducto, condensa la legitimidad de la acción, pues es claro que la existencia de ese oleoducto, que atraviesa el país, no por eso está al servicio de la nación. Se reitera por lo tanto la imposibilidad de los gobiernos colombianos para llevar a cabo una política petrolera capaz de satisfacer las necesidades del país. El petróleo es potencia capaz de desarrollar la nación a niveles importantes, ofrecer empleo y generar expectativas realizables, pero dadas las condiciones, el petróleo colombiano se debe quedar en Colombia. Sin embargo, el ELN no ataca de manera descarnada a cualquier persona. Para ellos, es evidente que el incendio fue producido, o por paramilitares o por el ejército. A pesar de esa discusión, lo cierto es que el ELN reivindica los muertos producto de esa situación como propios.

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El golpe mediático para la organización obligó a redefinir el tema de las voladuras, es decir, a redefinir las estrategias de acción para continuar la campaña de los recursos naturales. Sin embargo, no detienen de forma sistemática esas acciones y continúan con la propuesta que se venía desarrollando desde los años 80. “Los muertos son nuestros y los asesinos son otros”, dice el ELN afirmando su capacidad de representación, evocando los sujetos que le transfieren una suerte de poder simbólico, porque por ellos luchan y cualquier acto en su contra es una traición a la soberanía efectiva de los oprimidos en la búsqueda por liberación nacional. Parecieran decir, acciones contra la población que defienden anularían cualquier proyección política, cualquier posibilidad del ELN de liberar la sociedad del imperialismo, de la dominación y la subordinación.

Propuesta para un futuro posible En “una propuesta energética del ELN” publicada en 1999 (Redepaz, 1999), la organización busca exponer su posición con respecto al petróleo en el país. Para este momento ya llevan más de 10 años de lucha, y pasan por un proceso de tensiones, enfrentamientos y negociaciones, han sabido construir un texto que se caracteriza por su coherencia argumentativa y solidez32. Comienzan por decir que “las riquezas energéticas y biodiversas de nuestro país le permiten que aún no esté ubicado como país marginado del circuito acumulativo capitalista. Pero esta ventaja lo mantiene supeditado al objetivo estratégico norteamericano de la seguridad nacional, de las necesidades energéticas actuales y bioenergéticas futuras de los Estados Unidos” (ibíd., 1999, 185). 32

Si se hace una comparación con los documentos sobre petróleo que escriben las Farc se pueden encontrar las profundas diferencias que exponen el hecho de haber convertido el tema de los recursos naturales no solo un aspecto estratégico desde los años ochenta sino además una bandera política capaz de exponer los aspectos éticos, culturales y utópicos de la organización.

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Al entrar a discutir la cuestión del petróleo en Colombia, inician con una pregunta: “¿cuál es la diferencia entre Ecopetrol y la transnacional frente al Estado colombiano? Ambas se comportan igual…como si el petróleo antes de ser extraído no tuviera ningún dueño, o sea que el Estado renuncia a la soberanía sobre sus recursos naturales” (ibíd., 1999, 190).

Ese problema del recurso como parte de una nación, de un Estado al que se le roba lo que debería controlar por derecho propio, es, como se dijo anteriormente, una situación bastante parecida a la violación carnal. El Estado pierde su autonomía sobre su propio cuerpo, permite la acción de otros sin tener en cuenta el interés nacional, su cuerpo político. En general, el ELN distingue una serie de actores nacionales e internacionales que tienen el interés de mantener la situación de desigualdad estructural que no beneficia a la totalidad de la nación sino a grupos específicos, impidiendo con eso el progreso general del país. En la segunda parte de su propuesta, la organización es bastante clara en ese aspecto: “los recursos naturales en general, y los energéticos en particular han sido explotados históricamente con una política de saqueo y de deterioro ambiental y social, dirigida a abastecer al menor costo las necesidades de Estados Unidos en especia” (ibíd., 1999, 191).

Es evidente que para esta organización existe una situación mundial, un sistema de acumulación a nivel global que le da una función específica a Colombia. Un sistema donde Estados Unidos juega un rol importante y cuya estrategia en el ámbito energético tiene que ver con mantener un control tácito sobre los territorios que tienen recursos que pueden beneficiar a ciertos países sobre otros. Esa situación de un nivel mundial de acumulación de capital contrasta con las posibilidades de Colombia, que según el ELN El ejercicio de la liberación nacional: ética y recursos naturales en el ELN 235

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“cuenta con suficientes reservas estratégicas en recursos energéticos para hacer de estos uno de los soportes del desarrollo sostenible, con crecimiento del bienestar social para el pueblo y con base en el ejercicio de la soberanía nacional y popular” (ibíd., 1999, 192).

Seguramente esta frase condensa todo lo que se ha venido diciendo a lo largo de este escrito. Tal y como lo señala Arturo Escobar (1999) la idea del desarrollo sostenible no es radicalmente distinta a la del desarrollo, solo que apunta a una alternativa de manejo de los recursos diferente, aún bajo parámetros similares a los del discurso del desarrollo. El ELN considera necesario mantenerse dentro de ciertos límites, que no son necesariamente los del capitalismo, pero sí los de la modernidad, para sostener una economía planificada capaz realmente de favorecer a la totalidad de la nación. La propuesta política del ELN para un manejo adecuado de los recursos energéticos del país expone básicamente todos los argumentos de la izquierda frente al petróleo, esto es, de cómo el petróleo hace parte esencial de la economía mundial y puede llevar, a partir de un manejo adecuado de las divisas y de este como un bien nacional, a un estado de bienestar general. Las condiciones de desigualdad que produce el “oro negro” pueden ser reorientadas a través de la planificación concreta, del replanteamiento general de la política petrolera a partir de dos factores. Se supone que el Estado tiene que hacer respetar su soberanía sobre el territorio, sobre su cuerpo33. Los contratos de asociación solo pueden ser válidos si 33 Coroníl (1997) explica la formación del Estado venezolano hablando de la manera en que empieza a controlar

el tema del petróleo y a partir de esto es capaz de administrar el territorio y construir un proyecto de nación. Para el autor, el Estado tiene dos cuerpos, uno social y otro natural. El primero se refiere a las instituciones y las relaciones que entablan los seres humanos, el segundo hace referencia a la geografía, a los recursos naturales y el subsuelo, es decir, a la tierra que controla de manera soberana. En ese sentido, la idea de soberanía territorial esta relacionada con la manera en que el Estado como figura que controla la tierra dentro de unos límites, es capaz de hacer respetar su propio cuerpo. Una exigencia que, por supuesto, no es exclusiva del ELN, sino en general de organizaciones sociales y políticas que reclaman mayor firmeza por parte del Estado.

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no atentan contra esa soberanía del Estado sobre el territorio que controlan. Lo segundo es que cualquier tipo de política relacionada con el petróleo debe estar encaminada de acuerdo los intereses de la nación, es decir, debe beneficiar al país en su totalidad y no solo a las elítes y sus intereses. Para el ELN, la única forma viable de llevar por buen camino el problema de los recursos se basa en una transformación ética de las valoraciones políticas relacionadas con el manejo económico nacional. Es desde ese punto de vista, que vierte las posibilidades de transformación social sobre el cuerpo del Estado, sobre la potencia de su propia geografía y su manejo adecuado, desde donde hablan las organizaciones de izquierda para argumentar su posición con respecto al manejo del petróleo, pensando no en el presente, sino en posibilidades concretas de una vida buena en el futuro.

Discusión para un horizonte de vida La idea de una forma diferente de vivir se materializa para el ELN en la lucha por la autodeterminación de la nación con los recursos naturales. El petróleo, entendido como la energía que mueve el capitalismo, contiene una amplia gama de significados culturales que llevan construir discursos relativos a esos significados. Es la posibilidad de progreso, un elemento que puede insertar en los mercados internacionales a una pequeña región del mundo, que puede darle a una nación las herramientas para caminar la senda del progreso. Esa faceta, retratada en la figura del “oro negro” tiene otra cara, la del “excremento del diablo”. Aquí, a diferencia de la mirada positiva y esperanzadora que tiene la extracción de recursos naturales, el petróleo se convierte en una maldición para los pueblos y las regiones que lo tienen. Llega la violencia, se radicaliza la corrupción, la muerte empieza a rondar y la destrucción de las culturas que se relacionan con el crudo se vuelve inminente.

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El ELN ve en la experiencia colombiana al mismo tiempo una especie de “El Dorado” negro y una maldición. El futuro y la decadencia en un mismo elemento. Es lo último porque la política sobre hidrocarburos lacera la soberanía nacional y genera un horrible círculo de corrupción y muerte en muchas zonas. Pero el petróleo también es una manera para llevar a cabo los sueños y las ilusiones de transformación de una sociedad. Permite cuestionar las condiciones sociales al tiempo que sirve como terreno para sentar las bases para construir un futuro distinto. El petróleo puede mantener a un país en una condición de profunda sujeción o puede liberarlo definitivamente, puede sumir en la miseria a un pueblo o brindar las herramientas para ser diferente, puede generar violencia irrefrenable o puede abrir los caminos necesarios para una verdadera democracia. La crítica al manejo del petróleo es un cuestionamiento a la ética del capitalismo, pensado como una lógica económica egoísta donde cada agente piensa en maximizar sus beneficios minimizando los costos de sus acciones. El resultado de esta situación será un lado de la moneda del petróleo, el lado de la maldición. A partir de ese cuestionamiento, la propuesta del ELN que se pule con el paso del tiempo, tendrá un fuerte componente de crítica a la ética capitalista y a una nueva ética caracterizada por entender que los recursos naturales, que son parte del cuerpo geográfico del Estado –un Estado que es soberano porque ha sido reconocido por un pueblo como tal– deben propender por lo común, no por lo privado, particular e individual. Por lo tanto la soberanía del Estado es el reconocimiento de la soberanía del pueblo y de su derecho a la autodeterminación. De ahí que, de esa soberanía se desprendan las posibilidades de liberación nacional, la construcción de un proceso social diferente donde lo común prime y se pueda pensar en un desarrollo real de las fuerzas productivas del país. El petróleo, considera el ELN, es un recurso que por sus cualidades da la posibilidad de liberar a una nación de todas las formas posibles de opresión.

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Al final, el tema del petróleo para el ELN, siempre nombrado pero poco estudiado, es un excelente ejemplo de cómo se articulan diferentes procesos internos de la organización, discusiones políticas e ideológicas, propuestas éticas y críticas a las formas de existencia en un aspecto particular que, por su importancia para los países, da la posibilidad de pensar futuros diferentes. En el tema del petróleo se concentran los distintos elementos que constituyen al ELN así como las propuestas que le hace a la sociedad que pretende transformar. El manejo autónomo del petróleo es un primer paso para adquirir suficiente capacidad soberana sobre el territorio; también es una manera que puede tener el Estado para hacer presencia efectiva en muchas zonas en las que no la tiene, es decir, para construir un proyecto de Estado-nación realmente incluyente y capaz de articular todas las regiones del país; el petróleo ofrece además, manejado correctamente, posibilidades de llevar infraestructura, educación, ampliación de producción agrícola, posibilidades de desarrollo industrial. En suma, la posibilidad de progreso y desarrollo de la nación, de las regiones que la componen. Lo que pretende el ELN es ofrecer un modo de vida diferente que respete una ética no capitalista y que permita definir horizontes de acción y transformación a partir de un tema de importancia mundial. Las posibilidades que el ELN ve en una política petrolera alternativa no están necesariamente ligadas a una idea de la revolución, pero si pretende dar unos horizontes sobre lo que podría ser una forma de vida que no esté basada en el egoísmo y sí en la solidaridad.

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El ejercicio de la liberación nacional: ética y recursos naturales en el ELN 241

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CONFLICTO Y REGIÓN

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La estabilidad del ELN en el departamento de Antioquia (1998-2004)* Una visión desde las investigaciones del Cinep* Por Diana Marcela Jimenez**

*

Artículo recibido en diciembre de 2006. Artículo aprobado en febrero de 2007.

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Introducción ¿Por qué las guerrillas se localizan, sobreviven y crecen en las geografías más difíciles y abruptas? ¿Por qué tienen éxito en los espacios menos apropiados para la supervivencia humana? La respuesta está en el valor estratégico de los espacios de geografía más difícil. Este artículo intenta mostrar que la interacción entre las preferencias heterogéneas de los agentes armados y las características geográficas del espacio determinan el éxito o la supervivencia de las guerrillas en ciertos espacios. Una característica notable de la localización espacial de las guerrillas es su estabilidad. Haciendo uso de la metodología de las redes sociales, aplicada a la expansión espacial, he construido un índice de valor estratégico Ivj para la actividad del ELN en Antioquia en el periodo 1998-2004.

Valoración estratégica de un nodo y estabilidad de la red La Red Total, , es una estructura formada por dos conjuntos. El primero es el conjunto Vt de elementos conocidos como nodos. Cada nodo 1

La definición de estabilidad presentada está basada en el análisis de estabilidad realizado por Jackson (2001), Jackson y van den Nouweland (2001) y Jackson y Watts (2002).

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representa el área rural de un municipio antioqueño en el cual se registró al menos una acción del ELN, sin importar el tipo, en alguno de los años corridos entre 1998 y 2004. El segundo conjunto Et está compuesto por parejas de nodos, entre los cuales existe un vínculo que formaliza la relación establecida o aplicada a los nodos de la Red. Tal relación plantea que dos áreas rurales (nodos rurales) se encuentran vinculadas si ellas son vecinas geográficas y en ellas ha actuado el ELN en un mismo año. Dicha vecindad es tenida en cuenta en términos de las estrategias de expansión territorial de cualquier organización, que prefiere iniciar su expansión en zonas aledañas a la(s) actual(es) posición(es) más que en regiones alejadas. Un subgrafo g será una estructura conformada por fragmentos de la Red Total G. Así, el subgrafo base g♣ será aquel que contiene los nodos y vínculos que están presentes durante todos los años del periodo analizado. En este modelo la estabilidad1 se define como la característica de todo elemento que pertenece al subgrafo base g♣, y se convierte en la mínima estructura estable. En otras palabras, g♣ es la parte de la Red Total presente en cualquier año. La estabilidad de la Red Total se mide a partir del subgrafo g♣, concebido como un cerebro que, debido a su existencia permanente en la Red, concentra información de mayor calidad. El subgrafo g♣ se concibe como un cerebro por ser un conjunto de conexiones entre nodos especiales, en donde se ubican unidades militares específicas y desde el cual se llevan a cabo operaciones que siguen el plan de acción de la organización armada y tienen en cuenta la información impresa en su memoria. Se supone que esta información es el resultado de un alto grado de control ejercido por parte de la organización armada sobre la población y las actividades económicas y sociales desarrolladas dentro del espacio geográfico en el que se encuentra g♣. Tal control es el que ha permitido la estabilidad del grupo en la zona, y por tanto la estabilidad del subgrafo g♣. Además, lo faculta para calcular la utilidad de su ampliación con la creación de un nuevo vínculo entre algunas de las áreas rurales que La estabilidad del ELN en el departamento de Antioquia 245

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lo componen y cualquier otra zona rural de la Red, a través de una función indicadora que, como su nombre lo señala, indicará la viabilidad del futuro enlace, teniendo en cuenta los beneficios y costos de la realización del vínculo, al permitir calcular el valor estratégico del nodo o del área rural con la cual se hará el enlace. La función se define como:

, siendo vj un nodo o área rural; B(vj), C(vj) y Prob(vj ∈ V) los beneficios asociados a características de vj; los costos asociados a vj y la probabilidad de que el nuevo nodo vj sea parte de la Red Total, respectivamente. Cuando una organización armada amplía su rango de acción está obteniendo una serie de beneficios que serán medidos en B(vj) y que tienen en cuenta el potencial de explotación tributaria del nodo, a partir de su posición en la jerarquía de los centros urbanos del país,2 y de la presencia de economías ilícitas que posibiliten el progreso de la organización.

2

La información de los municipios se ha asociado a sus áreas rurales. Los dígitos indican la posición en la jerarquía de los centros urbanos: a mayor importancia mayor valor. Esta jerarquía fue tomada del Gran atlas ilustrado del mundo del Igac.

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El conflicto armado colombiano es la disputa por el poder o control de regiones con alta probabilidad de que en ellas surjan y prosperen Estados con economías ilícitas, que se conviertan en las fuentes de financiamiento necesarias para que la organización siga en pie. Por eso tiene sentido la lucha por zonas en las que ya hay establecidas empresas ilícitas, razón que intenta recogerse con la variable f, que tiene valor de uno si en el nuevo nodo existen cultivos ilícitos y cero en otro caso. Dentro de los costos C(vj) asociados al nodo vj, para la formación de vínculos a partir del subgrafo base, se tienen en cuenta la distancia geodésica que existe entre ellos, la mínima distancia posible entre un par de nodos, las características del terreno donde se establece la senda que los enlaza y la presencia de otra organización armada o fuerza del Estado:

La distancia geodésica, medida con la variable d(vivj)3, es la mínima senda de todas las que existen entre un par de nodos; esto es, la menor cantidad de vínculos que los conectan, sin importar la amplitud de los enlaces. Obviamente, cuanto más amplio sea el territorio ocupado más grande será el poder de la organización que ejerce el control, pero la idea de que sea el camino más corto entre los nodos está suponiendo un despliegue eficiente de la organización en la región. Además, alcanzar grandes territorios no resulta una tarea sencilla; el mismo despliegue es un gasto, más aún cuando cada organización 3

Esta distancia geodésica se concibe a partir de las redes de la organización armada estudiada. No está definida en términos de vías principales, secundarias o ríos. Está definida a partir de la vecindad geográfica entre los nodos que forman la Red.

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armada debe disputarlo con los actores armados restantes y adicionalmente adaptarse a las condiciones geográficas. En la variable r se involucra lo geográfico (Salazar y Castillo, 2004), porque, como se ha planteado, las organizaciones armadas tienen preferencias sobre su ubicación: los grupos guerrilleros priorizan las zonas rurales, áreas montañosas, de espesa vegetación y escasamente pobladas. Por el contrario, las organizaciones paramilitares privilegian las zonas urbanas, cerca de sus fuentes de financiación y de la respuesta colaboradora de las Fuerzas Armadas regulares. Los valores que toma r dependen de la altitud en la cual se encuentra el área rural. Así, los nodos situados a partir de 1.000 metros sobre el nivel del mar4 se han etiquetado como ubicados en zona montañosa, mientras a los que se encuentran por debajo de esa altura se les asignó la etiqueta de valle. Se supone que la confrontación armada se desarrolla entre tres agentes: Estado, guerrillas y organizaciones paramilitares. La interacción entre ellos es compleja, tanto, que en ocasiones trasciende la sola defensa de ideales; la disputa se desarrolla en varias esferas. Las fuerzas regulares, por su parte, deberían luchar contra las guerrillas y los paramilitares –ignorando la posible coalición con ellos– para preservar el monopolio del ejercicio del orden y la justicia. Las guerrillas enfrentan a las Fuerzas Armadas y a los grupos de autodefensas, defendiendo las posiciones que históricamente han alcanzado en los territorios y entre la población. Los grupos de autodefensas, aunque comparten con el Estado el objetivo de luchar contra las guerrillas, también encuentran en él un rival en la determinación de quién debe guiar y ejercer los servicios de justicia sobre la población. La interacción de una organización al margen de la ley con el resto se intenta representar con la variable a, que tomará el valor de 1 si en el área rural existe algún grupo armado diferente; en otro caso tomará el valor de 0. Se supone que cada uno de los componentes que forman los beneficios incide de forma positiva en el valor de la función indicadora, mientras los elementos 4

Por encima de los 1.000 metros sobre el nivel del mar se encuentran desde terrenos escarpados hasta terrenos de páramo, entre ellos las mesetas.

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inciden en los costos en forma negativa. Por el lado de los beneficios, mientras más alta sea la categoría del municipio, más grande será la fuente de extracción de recursos para la organización, a la vez que la existencia de cultivos ilícitos tiende a facilitar el sostenimiento de la organización. Por el lado de los costos, grandes distancias entre las áreas rurales a vincularse suponen mayores gastos por parte de la organización, en términos de movilización de hombres, equipos y armamento, gastos que tenderían a acentuarse en regiones planas, con presencia de organizaciones enemigas5 y geografía distinta de la de su preferencia. La forma de la función indicadora Ivj se ha pensado, por sencillez, de manera lineal y aditiva, ponderada por la probabilidad de aparición6 del nodo en la Red Total. Mediante esta función se están operando valores que corresponden a características del nodo de acuerdo con las variables definidas en B(vj) y C(vj). Esta función es calculada desde el subgrafo base, que, por ser la mínima estructura estable, actúa como cerebro para la ampliación o desestabilización de la Red:

A partir de la sumatoria de los valores calculados con esta función podrá obtenerse el valor estratégico Π(g) de un subgrafo:

El subgrafo base g♣ será la mínima estructura estable de la Red si, teniendo en cuenta a g’, hay otro subgrafo de G, tal que:

5 6

Esta condición puede invertirse para la aplicación a grupos paramilitares y fuerzas regulares. La probabilidad de aparición es la proporción de veces observadas en las cuales el nodo hace parte de la Red Total: años aparición observada/total años periodo analizado.

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Aplicación y resultados Para aplicar este modelo fue escogido el departamento de Antioquia, a causa de su complejidad geográfica, la amplitud de su territorio, sus características económicas y la intensidad de la confrontación entre el conjunto de agentes que toman parte en el conflicto armado colombiano. Los datos para el ELN fueron filtrados de toda la información disponible en la base de datos.7 En ella se han registrado las acciones de los grupos armados durante el periodo 1994-2004, la fecha y lugar de ocurrencia y sus resultados en términos del número de muertos, heridos, capturados, secuestrados y desplazados provocados, empleando como fuentes la revista Noche y Niebla (Cinep), El Tiempo y El País. Una vez encontradas todas las acciones realizadas por el ELN, el primer paso consistió en encontrar las áreas rurales de los municipios de Antioquia en las que tales acciones se llevaron a cabo, para obtener así el conjunto de nodos. Luego fue hallado el conjunto de vínculos compuesto por las áreas rurales entre las cuales se puede establecer la relación de vecindad definida para la Red. Es decir, en cada zona rural se establecieron sus áreas aledañas, averiguando en cuáles de ellas también había actuado la organización, para crear un vínculo entre las mismas. Con los conjuntos de nodos y vínculos definidos se dibuja la Red Total para cada año, sobre el territorio antioqueño. A continuación se muestran las siete redes dibujadas que representan la acción del ELN.8

7 8

La base de datos pertenece al grupo de investigación Conflicto, Aprendizaje y Teoría de Juegos, Univalle. Los puntos en las gráficas representan cada una de las áreas rurales de los municipios antioqueños, es decir, los nodos, mientras las líneas discontinuas los vínculos entre ellas. Las imágenes son las salidas en ARCVIEW GIS 3.2, que, debido a sus dimensiones, han sido divididas para su presentación.

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Figura 1: Red Total para 1998 GELN1998 = {V1998, E1998}

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Figura 2: Red Total para 1999 GELN1999 = {V1999, E1999}

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Figura 3: Red Total para 2000 GELN2000 = {V2000, E2000}

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Figura 4: Red Total para 2001 GELN2001 = {V2001, E2001}

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Figura 5: Red Total para 2002 GELN2002 = {V2002, E2002}

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Figura 6: Red Total para 2003 GELN2003 = {V2003, E2003}

256

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Figura 7: Red Total para 2004 GELN2004 = {V2004, E2004}

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Teniendo las Redes Totales ya dibujadas, el paso a seguir es hallar los subgrafos base g♣, para encontrar los nodos y vínculos que siempre aparecen en ellas. Como resultado, se encontraron dos subgrafos base: Primer subgrafo base

Segundo subgrafo base

Con el descubrimiento de estos dos subgrafos base puede formarse una idea de la manera como el ELN está ubicándose en el territorio antioqueño, reconociendo a estas estructuras como los cerebros que guían el comportamiento de la organización en términos de expansión hacia nuevas zonas. En la Tabla 1 se muestran los frentes de guerra que actuaron en los nodos de los subgrafos base.

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♣

Figura 8: Subgrafo base g 2

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Figura 8: Subgrafo base g 2 260 ♣ Figura 11. Subgrafo Base g1 Controversia-190cs2.indd 260

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Tabla 1: Frentes de guerra del ELN que actuaron en los municipios Primer subgrafo base

Año

Amalfi

Vegachí

Segundo subgrafo base Cocorná

San Francisco

Sonsón

1998

HMA, CMCA

MC

CAB

CAB

-

1999

-

MC

CAB

CAB, BLA

CAB

2000

-

MC

CAB

CAB

CAB

2001

-

HMA, CM

CAB

CAB

CAB

2002

CM

RC

CAB

-

-

2003 2003

RC RC

-

CAB CAB

CAB, BLA CAB, BLA

CAB CAB

CAB: Carlos Alirio Buitrago BLA: Bernardo López Arroyabe HMA: Héroes y Mártires de Anorí CMCA: Compañía móvil Anorí-Frente Capitán Mauricio CM: Capitán Mauricio RC: Rómulo Carvalho MC: María Cano - : No existe registro para determinar la unidad militar.

La información de la Tabla 1 permite mostrar la presencia activa del frente Carlos Alirio Buitrago en los municipios de Cocorná, San Francisco y Sonsón, que conforman el segundo subgrafo base, mientras, para los nodos del primer subgrafo base, la presencia activa de unidades militares del ELN se la distribuyen los frentes María Cano, Héroes y Mártires de Anorí y Capitán Mauricio junto con sus compañías móviles (Anorí y Cimarrón) y, por último, el frente Rómulo Carvalho. Como podrá observarse en los resultados que se presentarán, cada subgrafo base acoge a un conjunto particular de nodos. El primero alberga nodos que presentan cultivos ilícitos, mientras para el segundo subgrafo uno de sus nodos no cuenta con ellos. Sobre estos dos subgrafos, que resultan ser las mínimas estructuras estables de la agrupación guerrillera, se analizará la estabilidad de las Redes Totales. El primer paso para hacerlo es calcular el valor estratégico Ivj de cada nodo en los subgrafos base y luego la valoración para él, Π(g♣).

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Tabla 2: Valor estratégico para nodos del subgrafo base y valor del subgrafo base Primer subgrafo base Nodo vi

Prob(vi ∈ G)

e

f

d(vivj)

r

a

Ivi

Amalfi

1

2

1

1

0

1

1

Vegachí

1

2

1

1

0

1

1

Valor del subgrafo base Π(g1*)

2

Segundo subgrafo base Nodo vi

Prob(vi ∈ G)

e

f

d(vivj)

r

a

Ivi

Cocorná

1

2

0

1

0

1

0

San Francisco

1

1

1

1

0

1

0

Sonsón

1

3

1

1

0

1

2

Valor del subgrafo base Π(g2*)

2

Fuente: Grupo de Investigación Conflicto, Aprendizaje y Teoría de Juegos. Cálculos del autor.

De acuerdo con la información contenida en la Tabla 2, ambos subgrafos tienen un valor estratégico Π(g1♣) y Π(g2♣), igual a 2. En el primer subgrafo base cada uno de los nodos que lo forman (las áreas rurales de Amalfi y Vegachí) tiene valores estratégicos iguales a 1, como lo indica el cálculo de Ivj9. En el segundo subgrafo base los nodos que lo conforman (las zonas rurales

9

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de Cocorná, San Francisco y Sonsón) tienen valores estratégicos 0, 0 y 2, respectivamente. Ambos subgrafos se caracterizan por estar conformados por nodos que ocupan las categorías más bajas de la jerarquía de los centros urbanos, a excepción de Sonsón. Todos se encuentran en zona montañosa, tienen presencia de otro grupo armado y cuentan con cultivos ilícitos, salvo el municipio de Cocorná, en concordancia con las preferencias del grupo armado. Para evaluar la estabilidad de los anteriores subgrafos base se requiere calcular el valor estratégico para los nodos que pueden adherirse a él y, por tanto, desestabilizar su forma inicial, pues la ampliación del territorio en el que se encuentra g♣ así lo requiere, suponiendo que la unidad militar presente en el subgrafo base permanece sin alteraciones en su estructura y funcionamiento. Es decir, aunque la forma del subgrafo base varía, no tiene por qué cambiar o desestabilizar, en términos negativos, la unidad militar. Por el contrario, al tener en cuenta la creación de vínculos y no la destrucción de enlaces, se está suponiendo que el poderío de la organización se está fortaleciendo, conforme aumenta con éxito su control del territorio, en tanto que la unidad militar ubicada en g♣ se torna más fuerte. Así, a partir de los valores arrojados en la Tabla 2, se comparan las valoraciones de los subgrafos base y el resultante, cuando al primero se adiciona un nuevo nodo y vínculo. Esta parte del análisis se realiza con los nodos que han pertenecido en alguna ocasión a las Redes Totales, pero que no hacen parte del conjunto de áreas rurales que forman el subgrafo base. Inicialmente se analizarán los nodos que aparecieron seis veces, hasta llegar a los que solamente aparecen en una ocasión en el periodo estudiado. Se supone que los primeros nodos deben tener valoraciones más altas que aquellos cuya frecuencia de aparición es menor, lo cual da orden a los que resultan ser más peligrosos para la estabilidad del subgrafo y lleva a encontrar los territorios donde la organización ha reducido sus acciones. El estudio también podría cubrir nodos en los que no ha actuado el ELN y que por tanto no La estabilidad del ELN en el departamento de Antioquia 263

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han aparecido en alguna de sus redes. Al aplicar la función indicadora sobre alguno de ellos, se esperaría que arrojara valores negativos que sustenten la no aparición en la Red.

Análisis de estabilidad para el primer subgrafo base Tabla 3: Valor estratégico para nodos asociados al primer subgrafo base con frecuencia de aparición igual a 6 Subgrafo base Nodo vi Amalfi Vegachí

Prob(vj ∈ G) 1 1

e 2 2

f 1 1

d(vivj) 1 1

r 0 0

a 1 1

Valor del subgrafo base Π(g1*)

Ivj 1 1 2

Frecuencia de aparición: Prob(vj ∈ G)=6/7 Nodo vj

Prob(vj ∈ G)

e

f

d(vivj)

r

a

Ivj

Segovia

0,86

3

1

1

0

1

1,72

Remedios

0,86

2

1

1

0

1

0,86

Yarumal

0,86

2

1

2

0

1

-0,86

Angostura

0,86

2

0

2

0

1

-0,86

Yolombó

0,86

3

1

1

0

1

1,72

Santo Domingo

0,86

2

0

2

0

1

-0,86

Fuente: Grupo de Investigación Conflicto, Aprendizaje y Teoría de Juegos. Cálculos del autor.

En la primera parte de la Tabla 3 se encuentra la información para el subgrafo base. Ella está conformada por los valores estratégicos Ivj para cada uno de los nodos que lo conforman y la valoración de este, Π(g1♣) igual 2, según las características de los nodos que lo componen. En la segunda parte de la tabla se encuentran los datos necesarios para aplicar la función indicadora y los resultados para cada uno de los nodos que aparecieron seis de las siete veces posibles. Se descubre que las áreas rurales de los mu264

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nicipios de Segovia, Remedios y Yolombó, con valoraciones estratégicas superiores a cero (1,72, 0,86 y 1,72, respectivamente)10 tienden a desestabilizar al subgrafo base en su estructura, pues al presentar cultivos ilícitos, por encontrarse localizados en zonas montañosas y a distancia 1 de él, se convierten en nodos atractivos para ampliar hacia ellos el territorio de la organización. Lo anterior argumenta la frecuencia de aparición de estos nodos en las Redes Totales. Sin embargo, los nodos Yarumal, Angostura y Santo Domingo, con valores estratégicos negativos, no deberían ser nodos que desestabilicen al subgrafo base, a partir de los resultados obtenidos. Entonces, ¿qué sucede con estos nodos, con una alta frecuencia de aparición pero con valores estratégicos poco atractivos? La respuesta se encuentra en la distancia d(vivj) que existe entre ellos y el subgrafo base, siendo, de hecho, la variable más importante de las analizadas, que ayudará a explicar por qué, pese a tan alta frecuencia de aparición, presentan valores estratégicos que no llevan a alterar la estabilidad del subgrafo base g1♣, teniendo en cuenta además que solo Yarumal cuenta con cultivos ilícitos. Nótese que cada uno de los nodos anteriormente mencionados se encuentra a dos vínculos de g1♣, mientras los que presentan valores estratégicos superiores a cero están a un enlace.11 Estos datos, los vínculos representados por d(vivj), son costos para la organización y representan la trayectoria mínima desde el subgrafo base hacia ellos. Para el caso de los nodos donde d(vivj) = 2, la senda mínima está compuesta por dos vínculos. Uno de ellos es el enlace entre un par de nodos donde al menos uno debe presentar una baja frecuencia de aparición en las Redes. Por tanto, la senda mínima es en sí misma inestable porque así son los vínculos y los nodos que la componen, 10

11 Ver

Redes Totales.

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y su inestabilidad no afecta la estabilidad del subgrafo g♣. Además, la d(vivj) = 2 no es propia de la vecindad más cercana, d(vivj) = 1, al subgrafo base, donde se supone que la organización prefiere primero expandirse. En la Tabla 4 se presentan los resultados para los nodos con menor frecuencia de aparición. Tabla 4: Valor estratégico para nodos asociados al primer subgrafo base con frecuencia de aparición entre cinco y una vez Subgrafo base Nodo vi

Prob(vj ∈ G)

e

f

d(vivj)

r

a

Ivj

Amalfi

1

2

1

1

0

1

1

1

2

1

1

0

1

1

Vegachí

2

*)

Valor del subgrafo base Π(g1

Frecuencia de aparición: Prob(vj ∈ G)= 5/7 Nodo vj

Prob(vj ∈ G)

e

f

d(vivj)

r

a

Ivj

Zaragoza Valdivia Anorí Yondó

0,71 0,71 0,71 0,71

2 2 2 3

1 1 1 1

2 2 1 2

1 0 0 1

1 1 1 1

-0,71 0 0,71 0

Frecuencia de aparición: Prob(vj ∈ G)= 4/7 Nodo vj

Prob(vj ∈ G)

e

f

d(vivj)

r

a

Ivj

El Bagre

0,57

3

1

2

1

1

0

Frecuencia de aparición: Prob(vj ∈ G)= 3/7 Nodo vj Cáceres Campamento

Prob(vj ∈ G)

e

f

d(vivj)

r

a

Ivj

0,43 0,43

2 1

1 1

2 2

1 0

1 1

-0,43 -0,43

(Continúa)

266

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Frecuencia de aparición: Prob(vj ∈ G)= 2/7 Nodo vj

Prob(vj ∈ G)

e

f

d(vivj)

r

a 1 1 1 1 1 1 1 1 1

Ivj

Mutatá Ituango Caucasia Tarazá Guadalupe San José de la Montaña Yalí Maceo Cisneros

0,29 0,29 0,29 0,29 0,29 0,29 0,29 0,29 0,29

2 2 3 2 1 1 2 3 2

1 1 1 1 0 0 1 1 0

-12 3 3 2 1 1 2 2

1 0 1 1 0 0 0 0 0

--13 -0,28 -0,28 -0,28 -0,28 -0,28 0,28 -0,28

Puerto Berrío

0,29

3

1

2

1

1

0

e

f

d(vivj)

r

a

Ivj

Frecuencia de aparición: Prob(vj ∈ G)= 1/7 Nodo vj

Prob(vj ∈ G)

Nechí 0,14 2 1 1 1 -Briceño 0,14 1 1 3 0 1 -0,28 Gómez Plata 0,14 2 1 1 0 1 0,14 Peque 0,14 1 0 1 1 -Dabeiba 0,14 2 1 0 1 -Uramita 0,14 1 1 0 1 -Frontino 0,14 3 1 0 1 -Fuente: Grupo de Investigación Conflicto, Aprendizaje y Teoría de Juegos. Cálculos del autor.

De acuerdo con los resultados obtenidos, se encontró que conforme disminuye el número de apariciones desciende el valor estratégico de los nodos y por tanto su posible aporte a la desestabilización del subgrafo base. Hay dos hallazgos interesantes en este gran conjunto de nodos. El primero es la aparición de las máximas distancias geodésicas existentes entre este

12 Aunque el nodo ha aparecido en alguna de las Redes, no existe trayectoria a través de la cual el subgrafo base

pueda conectarse con él. ausencia de un dato imposibilita el cálculo de la función.

13 La

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subgrafo base y algún otro nodo, así como las situaciones en las que no existen sendas que posibiliten la conexión entre g1♣ y otro nodo. El segundo es la aparición de nodos ubicados en territorios geográficamente no aptos para el desarrollo de la organización, esto es, en zonas no montañosas. Así, aparecieron cuatro nodos con valoraciones superiores a cero. El primero, el área rural de Anorí, con probabilidad de pertenecer a G igual a 0,71; las dos siguientes, Yalí y Maceo, con probabilidad de 0,29, y la última, Gómez Plata, con probabilidad igual a 0,14. Las áreas rurales de Anorí, Yalí y Gómez Plata, exceptuando sus frecuencias de aparición, tienen iguales características que los nodos de g1♣, mientras que la de Maceo cuenta con categoría urbana y distancia geodésica superiores. Al menos, los tres primeros nodos deberían ser considerados por la organización guerrillera como de mayor importancia y presentar probabilidades más altas de pertenecer a la Red. Esto puede hacer evidente una conducta errada por parte del ELN, al igual que la aparición de nodos con valoraciones estratégicas negativas. Es decir, el hecho de tener en cuenta nodos que presentan valores estratégicos negativos, dado que sus características no concuerdan con el perfil que determinan los nodos presentes en el subgrafo base, puede considerarse como errores de la organización en el intento de expandir su territorio hacia ellos. Para explicar la conducta equivocada del ELN puede compararse cada una de las áreas rurales anteriormente mencionadas, en sus respectivos grupos, por frecuencia de aparición. Es el caso de Anorí, donde el ELN fue derrotado en 1973 y que, haciendo parte del grupo de nodos que aparecen cinco veces de las siete posibles, es el único con valoración estratégica por encima de cero, mientras el resto tiene valoraciones que no afectarían el valor estratégico del subgrafo base. Nótese que una de las diferencias entre ellos está en el valor de d(vivj). Anorí se encuentra a distancia 1 del subgrafo base, mientras el resto está a distancia 2.

268

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Así mismo, las zonas rurales de Anorí y Valdivia se encuentran en regiones no montañosas, mientras las de Zaragoza y Yondó se asientan en áreas geográficas propicias para la organización. A partir de lo que puede concluirse de la información procesada en la función indicadora, el error del ELN radica en que está insistiendo en nodos que solamente cumplen con una parte de las características que lo favorecen como organización. Es decir, los nodos que forman el subgrafo base presentan las características óptimas que crean las condiciones necesarias para el sostenimiento de la organización en ellos y en esta zona del departamento antioqueño: categoría urbana entre las más bajas, cultivos ilícitos, conexión directa entre ellos d(vivj).= 1 y ubicación en zonas montañosas, convirtiéndose en los nodos guía o modelo, hacia los cuales la organización debería expandirse. Todo lo cual lleva a suponer que los propósitos de expansión hacia nodos que incumplan con algunas de las anteriores condiciones sean conductas erradas del ELN.

Análisis de estabilidad para el segundo subgrafo base El segundo subgrafo base g2♣ está formado por los zonas rurales de Cocorná, San Francisco y Sonsón, municipios ubicados en la región oriental del departamento de Antioquia. El nodo de más alta categoría dentro de la jerarquía de centros urbanos es Sonsón, que junto con San Francisco constituyen los únicos que presentan hectáreas cubiertas con cultivos ilícitos. Todos se encuentran en zonas montañosas y tienen la presencia de otro grupo armado. La información, en cuanto a las condiciones óptimas para ordenar los nodos hacia los cuales la organización puede expandirse según la región que abarca el segundo subgrafo base, es menos homogénea que para el caso del g1♣. Es decir, el primer subgrafo base está conformado por dos nodos vecinos que presentan iguales características y por tanto definen las condiciones a tener en cuenta cuando la organización emprenda su expansión hacia otros nodos. La situación para el g2♣ es diferente. Este segundo subgrafo base está formado por tres nodos, vecinos entre sí, pero con características diferentes en cuanto La estabilidad del ELN en el departamento de Antioquia 269

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a su categoría de centros urbanos y de presencia de cultivos ilícitos. Lo anterior impide una definición clara de las condiciones que debería tener en cuenta el ELN cuando se expanda hacia nuevos nodos desde el segundo subgrafo base. Sin embargo, esto puede suponerse como algunas de las restricciones que el medio le impone, por ser señal de la heterogeneidad de los territorios y condición que debe afrontar el grupo armado cuando decida expandir su territorio. En las Tablas 5 y 6 se presentan los resultados para g2♣ y los nodos que podrían afectar su estabilidad. Tabla 5: Valor estratégico para nodos asociados al segundo subgrafo base con frecuencia de aparición igual a 6 Segundo subgrafo base Prob(vi ∈ G)

e

f

d(vivj)

r

a

Ivi

Cocorná

1

2

0

1

0

1

0

San Francisco Sonsón

1 1

1 3

1 1

1 1

0 0

1 1

0 2

Nodo vi

Valor del subgrafo Base Π(g2*)

2

Frecuencia de aparición: Prob(vj ∈ G)=6/7 Nodo vi Granada Carmen de Viboral San Luis

Prob(vi ∈ G)

e

f

d(vivj)

r

a

Ivi

0,86 0,86 0,86

2 3 2

0 0 1

1 1 1

0 0 0

1 1 1

0 0,86 0,86

Fuente: Grupo de Investigación Conflicto, Aprendizaje y Teoría de Juegos. Cálculos del autor.

Las áreas rurales de Carmen de Viboral y San Luis son los nodos que pueden desestabilizar la estructura del subgrafo base, al presentar ambas valores estratégicos superiores a cero y con alta frecuencia de aparición. Sin embargo, Carmen de Viboral no cuenta con cultivos ilícitos.

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El análisis con los nodos que aparecen entre cinco y una vez arroja la aparición de nodos en la más alta categoría de la jerarquía de los centros urbanos,14 que solo es posible –dada la mayor presencia del Estado en ellos– porque la organización armada se ubica en fragmentos apropiados dentro de cada uno, como pueden ser las zonas que albergan a la población de menores recursos. Se repite la disminución de las valoraciones estratégicas para los nodos, conforme rebaja su frecuencia de aparición en las Redes. En la Tabla 6 se muestran los resultados. Tabla 6: Valor estratégico para nodos asociados al primer subgrafo base con frecuencia de aparición desde 5 hasta 1 Subgrafo base Prob(vi ∈ G)

e

f

d(vivj)

r

a

Ivi

Cocorná

1

2

0

1

0

1

0

San Francisco

1

1

1

1

0

1

0

Sonsón

1

3

1

1

0

1

Nodo vi

2 *)

Valor del subgrafo base Π(g1

2

Frecuencia de aparición: Prob(vj ∈ G)= 5/7 Prob(vj ∈ G)

e

f

d(vivj)

r

a

Ivj

Barbosa Concepción Medellín

0,71 0,71 0,71

5 1 5

0 0 0

4 3 3

0 0 0

1 1 1

0 -2,13 0,71

Santuario

0,71

3

0

1

0

1

0,71

Nodo vj

(Continúa)

14 Aquí

se encuentra Medellín y los municipios que forman su área metropolitana: Barbosa, Bello, Caldas, Copacabana, Envigado y Girardota.

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Frecuencia de aparición = Prob(vj ∈ G)= 4/7 Prob(vj ∈ G)

e

f

d(vivj)

r

a

Ivj

San Vicente

0,57

2

0

3

0

1

-0,14

San Rafael

0,57

2

1

3

0

1

-0,57

El Peñol

0,57

2

0

2

0

1

-0,57

El Retiro Caldas

0,57 0,57

2 5

0 0

3 3

0 0

1 1

-0,14 0,57

Abejorral

0,57

2

0

1

0

1

0

Támesis

0,57

2

0

4

0

1

-0,17

Nodo vj

Frecuencia de aparición = Prob(vj ∈ G)= 3/7 Prob(vj ∈ G)

e

f

d(vivj)

r

a

Ivj

Alejandría

0,43

1

0

3

0

1

-1,28

San Carlos

0,43

2

1

2

0

1

0

Montebello

0,43

1

0

2

0

1

-0,86

Marinilla

0,43

3

0

2

0

1

0

Nodo vj

Frecuencia de aparición = Prob(vj ∈ G)= 2/7 Prob(vj ∈ G)

e

f

d(vivj)

r

a

Ivj

Girardota

0,29

5

0

4

0

1

0

Bello

0,29

5

0

4

0

1

0

Guatapé

0,29

2

0

2

0

1

-0,28

Puerto Triunfo

0,29

3

0

1

1

1

0

Andes

0,29

3

0

-

0

1

--

Fredonia

0,29

3

0

3

0

1

-0,28

Santa Bárbara

0,29

3

0

2

0

1

0

La Pintada Ciudad Bolívar Hispania Salgar Tarso Jardín

0,29

2

0

3

0

1

-0,57

0,29 0,29 0,29 0,29 0,29

2 1 2 2 2

0 0 0 0 0

6 5 -

0 0 0 0 0

1 1 1 1 1

-1,43 ---1,14 --

Nodo vj

(Continúa)

272

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Frecuencia de aparición = Prob(vj ∈ G)= 1/7 Prob(vj ∈ G)

e

F

d(vivj)

r

a

Ivj

Heliconia

0,14

1

0

4

0

1

-0,57

Guarne

0,14

3

0

-

0

1

--

Rionegro

0,14

4

0

2

0

1

0,14

Envigado

0,14

5

0

-

0

1

--

Amagá

0,14

3

0

-

0

1

--

Venecia

0,14

3

0

4

0

1

-0,28

Jericó

0,14

2

0

1

0

1

0

Betania

0,14

2

0

-

0

1

--

Liborina

0,14

2

0

-

0

0

--

Vigía del Fuerte

0,14

1

1

-

1

1

--

Urrao

0,14

3

1

-

0

1

--

San Roque

0,14

2

1

3

0

1

-0,14

Caracolí

0,14

2

0

-

0

1

--

0,14

3

0

2

0

1

0

Argelia

0,14

1

1

1

0

1

0

Nariño Concordia

0,14

1

1

1

0

1

0

0,14 0,14

2 5

0 0

1 -

0 0

0 1

0,14 --

Nodo vj

La Ceja

Copacabana

Fuente: Grupo de Investigación Conflicto, Aprendizaje y Teoría de Juegos. Cálculos del autor.

Si bien aparecen los nodos con categoría municipal igual a 5, éstos presentan las máximas distancias geodésicas, no solo en relación con g2♣ sino también para el estudio en general. Es el caso de las áreas rurales de los municipios de Barbosa, Bello y Girardota, con d(vivj) igual a 4, y Caldas y Medellín, con d(vivj) igual a 3. Entre g2♣ y Envigado o Copacabana no existe una senda que los vincule. De nuevo, existen evidencias de conductas erradas por parte del ELN en su intento de expansión hacia nuevos nodos, no pertenecientes al subgrafo base,

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dadas las valoraciones negativas halladas. Es el caso de Concepción, que, pese a encontrarse en zona montañosa, en el rango más bajo de la jerarquía urbana, no cuenta con cultivos ilícitos y está a distancia 3 del subgrafo base. Pese a ello, el nodo Concepción apareció cinco de las siete veces posibles. Para el resto de nodos con valoraciones negativas y para las frecuencias de aparición más bajas predominan las zonas rurales ubicadas en regiones montañosas, calificadas como centros locales –segundo rango de la jerarquía de centros urbanos–, sin cultivos ilícitos y con d(vivj) superiores o iguales a 2. Por tales razones, de nuevo aparece la importancia de la distancia entre los nodos y el subgrafo base y la existencia de posibles fuentes de financiamiento, como variables decisivas para el éxito de su conquista. En la medida en que las áreas rurales de los municipios hacia donde desee llegar la organización se encuentren muy alejadas del subgrafo base, es decir, por fuera se su vecindad inmediata, cuando d(vivj) = 1, la probabilidad de mantenerse en ellas tiende a ser pequeña. Sin embargo, la heterogeneidad en los nodos que componen a g2♣ dificulta la comparación exacta con otros, en términos del cumplimiento o incumplimiento de las condiciones propicias para la organización impuestas por las características de los nodos que conforman el segundo subgrafo base.

Conclusiones El hallazgo de estructuras o elementos de las Redes Totales que permanecen en el tiempo posibilita la realización del análisis de estabilidad sobre estructuras más pequeñas de la Red que representan con mayor exactitud el comportamiento de la organización armada y la influencia de las condiciones geográficas en sus planes de acción, cuando enfrentan un área tan extensa y accidentada como la del departamento de Antioquia.

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Los elementos permanentes que reflejan el área o territorio bajo control son las mínimas estructuras estables de la Red y equivalen, por tanto, a los subgrafos base g♣, que a partir de la información de la función indicadora de valor estratégico Ivj, establecen las características que propician el sostenimiento de la organización en nuevas zonas y crean una jerarquía para ellas. Estos g♣ son los cerebros que emplea la organización para dirigir su estrategia expansionista hacia las zonas más cercanas a sus territorios controlados. Es decir, a los nodos que se encuentran dentro de la vecindad inmediata a g♣. Con esto se está suponiendo que en los subgrafos base se encuentran las unidades militares a las que se han encomendado las tareas de expansión territorial; tales unidades son los frentes de guerra Carlos Alirio Buitrago para g2♣, y María Cano, Héroes y Mártires de Anorí y Capitán Mauricio con sus compañías móviles Anorí y Cimarrón para el caso del primer subgrafo base, que está formado por una menor cantidad de nodos en comparación con el segundo subgrafo base. De acuerdo con los hallazgos presentados en este documento, el ELN cuenta con dos subgrafos base, g1♣y g2♣, que son los cerebros desde donde suponemos que se guían las acciones en el departamento antioqueño, entre ellas las de expansión territorial, y cuyas características, recogidas en el índice de valor estratégico, determinan las condiciones óptimas para el sostenimiento de la organización. Cada uno de los subgrafos base está ubicado en una región distinta y sostiene relaciones con nodos que se diferencian en cuanto a las características que hacen posible la permanencia de la organización en un territorio cada vez más amplio. Estos nodos son los que pueden afectar la estabilidad de g♣, dependiendo de cuán cercanos se encuentren al subgrafo base y de que sus características permitan la subsistencia del grupo en ellos, como lo indica el valor estratégico que arroja la función indicadora Ivj. Según los resultados presentados, el primer subgrafo base g1♣, ubicado en la región nordeste del departamento, está formado por las áreas rurales de La estabilidad del ELN en el departamento de Antioquia 275

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Amalfi y Vegachí, asociadas a centros locales –la segunda categoría más baja de la jerarquía de centros urbanos–, ubicadas en región montañosa, con cultivos ilícitos y con presencia de otro grupo armado. Los nodos asociados al primer subgrafo base, en cumplimiento de la condición impuesta por la distancia geodésica y que presentan una frecuencia de aparición igual a 6, la segunda más alta que puede alcanzarse, se convierten en las verdaderas amenazas para la estabilidad de g1♣, o bien pueden formar el cordón protector del subgrafo base, dada su cercanía a este y sus características. En el grupo que forman estos nodos se presentan las valoraciones estratégicas más elevadas reflejan el cumplimiento de las condiciones que favorecen la expansión y la permanencia de la organización en ellos: presencia de cultivos ilícitos, ubicados en región montañosa y a distancia 1 del subgrafo base, como lo indica su valoración estratégica. El resto de nodos, pese a contar con valores estratégicos superiores a cero, no tienden a afectar la estabilidad del subgrafo, por no cumplir con ninguno de los requerimientos que los nodos de g1♣ imponen para el sostenimiento del ELN en el área rural de cualquier municipio antioqueño. El segundo subgrafo base g2♣ está formado por las zonas rurales de los municipios de Cocorná, San Francisco y Sonsón y se encuentra en la región oriental del departamento. Cada uno de los nodos que lo conforman tiene una calificación municipal diferente, sin sobrepasar la tercera categoría. Todos son vecinos, ubicados en región montañosa y con presencia de otro actor armado. El área rural de Cocorná es la única que no cuenta con cultivos ilícitos. En este subgrafo también se cumple la disminución de los valores estratégicos de los nodos que pueden afectar la estabilidad de g2♣, conforme disminuye la frecuencia de aparición en las Redes. Únicamente el nodo San Luis puede afectar la estabilidad de la estructura de g2♣, por presentar la más alta frecuencia de aparición y contar con todas las condiciones que posibilitan la subsistencia del ELN en nuevos territorios.

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En términos generales, los resultados permiten inferir dos definiciones de lo que es un territorio para el ELN, de acuerdo con la información del índice de valor estratégico aplicada a cada uno de los subgrafos base hallados. Cada una de las definiciones tiene en cuenta las características o las condiciones que propician la permanencia de la organización en los territorios y las condiciones que pueden llevar al éxito los procesos de expansión. Así, el territorio formado por g1♣ puede definirse en términos de la conexión directa, d(vivj) = 1, entre los nodos que lo conforman, ubicados en zona montañosa, que cuenta con cultivos ilícitos y además con áreas rurales asociadas a municipios de baja categoría dentro de la jerarquía de centros urbanos, es decir, con escasa presencia del Estado y precaria prestación de servicios a su comunidad. De otro lado, el territorio formado g2♣ se define a través de zonas rurales asociadas a municipios de categorías que van desde la más baja hasta la intermedia en la jerarquía de centros urbanos, con o sin presencia de cultivos ilícitos, en región montañosa y vecinos entre sí. Uno de los principales aportes de este trabajo es la construcción de la función indicadora de valor estratégico Ivj, cuya información crea una jerarquía para las zonas geográficas, a partir de las condiciones o características que posibilitan la subsistencia del ELN en ellas. Dentro de dichas condiciones resalta la cercanía de los nuevos nodos al subgrafo base, medida por d(vivj) = 1. Esto, porque la posibilidad de conquistar regiones apartadas y no conectadas a las zonas que ya son controladas, es menor que cuando las zona objetivo se encuentra más cerca del subgrafo base. La aparición de valoraciones estratégicas negativas muestra la conducta errada del ELN en su intento por expandir el territorio bajo control. Este tipo de acciones –las de expansión– requiere un estudio minucioso de las condiciones en las que se encontraría la organización a la hora de llegar a la nueva región. No es simplemente la decisión de avanzar hacia nuevos territorios. Se debe estudiar si las características de las áreas rurales a conquistar favorecerían la permanencia del ELN. ¿Cuáles son esas características? En los nodos que conforman los subgrafos base se determina el perfil de condiciones que favorecen el sostenimiento de la organización. Intentos de controlar zonas La estabilidad del ELN en el departamento de Antioquia 277

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cuyas características sean incompatibles con el perfil del subgrafo base serán al final errores del ELN, por ignorar la información que le envía el territorio que está ya bajo su control. Este ejercicio muestra los resultados para una de las organizaciones insurgentes del país, dentro de un departamento específico y para un periodo que comprende el seguimiento de las acciones del ELN durante siete años. Se espera que los resultados sean semejantes cuando el modelo se aplique para la información de las Farc y se reviertan algunos, cuando sea extendido a los paramilitares. Así mismo, el modelo puede ser aplicado para otros departamentos y con un registro de acciones más amplio.

Bibliografía Castillo, M. P., Cendales A. A. y Salazar, B., 2006, Armed Agents: Preferences over

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Ehrhardt, G., Marsilli, M., y Vega-Redondo, F., 2004, Emergence and Resilience Universidad de Alicante y Universidad de Essex.

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Jackson, M. O., y Watts. A., 2002, “The Existence of Pairwise Stable Networks”, Forthcoming in Seoul Journal of Economics. Salazar, B. y Castillo, M. P., 2004, Guerra irregular. Interacción estratégica y conjeturas: ¿qué esperan ejércitos y civiles?, Documento de trabajo No. 81, Cali, Cidse, Universidad del Valle.

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CONFLICTO Y REGIÓN

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Las nuevas guerras y el conflicto armado en Colombia* Por Teofilo Vásquez**

* Artículo recibido en octubre de 2007. Artículo aprobado en diciembre 2007. ** Investigador del Cinep.

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Introducción En este artículo pretendemos discutir la manera como se analiza el hecho de la guerra actualmente y las interpretaciones que de la misma han realizado los teóricos sociales. Nos vamos concentrar en los enfoques de las nuevas guerras, los mercados de violencia y los estados fallidos, que, cuando concurren, hacen surgir, entonces los denominados señores de la guerra. También intentamos realizar consideraciones sobre las relaciones entre economía, política y violencia a propósito del conflicto colombiano y los conceptos ya mencionaos. En primer lugar se presentan las características de las nuevas guerras a partir de los argumentos desarrollados por Kaldor (2001) y Munkler (2005), y luego se realiza la presentación de la interacción entre estas guerras y las dinámicas económicas que desatan y que a su vez las reproducen, fenómeno conceptualizado como los mercados violencia (Kalulambi, 2003). En segundo lugar se discuten las dificultades y fortalezas explicativas de estas conceptualizaciones en relación con los aspectos generales y singulares del caso colombiano en los siguientes temas: las relaciones entre la guerra y el estado; las interacciones entre los ámbitos económico y político en el conflicto amado; el proceso de involucramiento masivo de niños y jóvenes

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como combatientes, es decir, jóvenes y guerra; la relación entre la población civil y los cambios que se han operado en los medios y formas para llevar a cabo la guerra; y finalmente se enfatiza en la necesidad tener en cuenta los aspectos históricos –y no solo los presentes–, en los que se concentran las nuevas guerras, para explicar el conflicto armado de Colombia.

Las nuevas guerras El paradigma denominado las nuevas guerras tiene varios aspectos que queremos realzar. Se trata, según Kaldor, de que durante los años 80 y 90 del siglo XX, se desarrolló un nuevo tipo de violencia organizada, propio de la era de la globalización y que se diferencia de las guerras anteriores debido al desdibujamiento de la distinción “entre guerra, (normalmente definida como la violencia por motivos políticos entre estados o grupos políticos organizados); el crimen organizado (la violencia por motivos particulares, en general por el beneficio económico, ejercida por grupos organizados privados); y las violaciones a gran escala de los derechos humanos (la violencia contra personas individuales ejercida por estados o grupos organizados políticamente)” (Kaldor, 2001, 16). Se advierte que si bien la privatización e informalización son elementos importantes en las nuevas guerras “en la práctica la distinción entre lo privado y lo público, lo estatal y lo no estatal, lo informal y lo formal, lo que se hace por motivos económicos o políticos, no es fácil de establecer” (ibíd.); aun más: se indica que “estas distinciones típicas de la modernidad se están desvaneciendo” (ibíd., 138). En una dirección similar a la de Kaldor, Münkler plantea que las peculiaridades de las nuevas guerras imponen la necesidad del análisis de tres procesos: en primer lugar, la desestatalización o privatización de la violencia bélica; en segundo lugar, la asimetría de la violencia bélica, o sea, el hecho de que por regla general no luchan entre sí contendientes comparables; y, en tercer lugar, una paulatina independización o autonomización del carácter militar, que significa que los ejércitos regulares han perdido control sobre el acontecer Las nuevas guerras y el conflicto armado en Colombia 283

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bélico, control que en gran parte ha caído a manos de actores de violencia que no son homólogos entre si (Münkler, 2005, 4-5). En cuanto la desestatalización, es importante tener en cuenta que Münkler anota que en muchos casos el hecho de asumir atributos de estatalidad por parte de los señores de la guerra no implica el penoso esfuerzo de construcción estatal por parte de ellos, sino simple y únicamente hacerse con el botín y alcanzar las ventajas económicas de las que se desprende el reconocimiento internacional. En decir, reclamar los atributos propios del estado sin asumir el esfuerzo de construirlo. Son sin duda los señores de la guerra, los caudillos locales y los empresarios bélicos los que de mayor forma se benefician de la desestatalización de la guerra (ibíd., 23). Podemos resumir de la siguiente manera los aspectos más importantes que Münkler establece sobre el paradigma de las denominadas nuevas guerras. En un primer momento se produce un proceso de privatización y comercialización, es decir, que en el acontecer bélico se introducen actores que muestran más motivos económicos que políticos; en segundo lugar, otra característica es la asimetría, es decir, el choque de estrategias militares y racionalidades políticas dispares que, pese a todos los esfuerzos de los desarrollos del derecho internacional, escapan a toda regulación (ibíd., 41). Tal como lo anotarán Gutiérrez y Sánchez, en el prólogo al reciente libro del Iepri (2006), la búsqueda de un concepto o de un nombre a “nuestra guerra sin nombre” no es particular del caso colombiano; las denominadas nuevas guerras parecen tener tanto de guerras civiles como de pequeñas guerras y guerras salvajes. En este caso Münkler anota que el concepto de guerra civil, precisamente inscrito en una larga tradición de la teoría política, impide ver dos características básicas de las guerras en los nuevos decenios: su vinculación al proceso de globalización económica y la formación de tal constelación de intereses políticos y económicos, cuyos mutuos cruces provocan, no tanto la acción alrededor de la terminación de la guerra, sino precisamente su continuación interminable (Münkler, 2005, 31). 284

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Lo que permite establecer una diferencia meridiana entre las guerras civiles clásicas y las denominadas nuevas guerras es la importancia del ciudadano y su concepto en la definición de la guerra civil: no se trata ya de una movilización colectiva alrededor de la imposición de intereses políticos e ideas, sino de la guerra como un medio para apuntalar intereses económicos y modelos económicos de carácter legal e ilegal. Otro de los conceptos que es necesario revisar es el de las pequeñas guerras o guerras de baja intensidad, que distan mucho de poder aplicarse a las denominadas nuevas guerras, ya que en muchos casos el método dilecto de las pequeñas guerras, guerra de guerrillas, a medida que se desarrolla termina por convertirse en un ejército emulador de su contrario, es decir, que todavía sigue ocupando el primer plano la asimetría, antes que la privatización o la comercialización (ibíd., 32). Una tercera definición podría ser la de las guerras salvajes como una forma de denominar el cúmulo de matanzas y el empleo sistemático del terror como forma de guerrear; sin embargo, el excesivo acento en el “gusto” por la violencia y la embriaguez por la sangre pueden hacer perder de vista los recursos ideológicos y las economías de la guerra que se desatan en los conflictos armados contemporáneas (ibíd., 32-33). De otro lado, se insiste en que uno de los rasgos distintivos es la erosión del monopolio de la violencia legítima como parte de la crisis del estadonación en el actual proceso de globalización, ya que en contravía de periodos pasados, en los que la guerra hacia parte de la construcción y consolidación de los estados nacionales, ahora las nuevas confrontaciones armadas que surgen implican la acelerada erosión de lo estados modernos y como consecuencia se produce la privatización cada vez mayor de la violencia (Kaldor, 2001, 1920 y 121-127). Lo cual ha implicado la proliferación de toda suerte de grupos armados, inéditos en cuanto a sus objetivos, formas de organización y medios de ejercer la violencia y la actividad militar. Sin embargo, insistimos que estamos lejos de zanjar la discusión sobre la relación entre el estado y las guerras en diferentes etapas de la historia, ya Las nuevas guerras y el conflicto armado en Colombia 285

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que existen dos versiones: una pesimista, según la cual las guerras actuales conducen a los estados fallidos (Kaldor, 2001, 121 y Munkler, 2005), uno de cuyos rasgos distintivos es que “forman parte de un proceso que es, más o menos, el inverso a los procesos por los que evolucionaron los estados modernos” (Kaldor, 2001, 20); y otra optimista, de estirpe weberiana (Munkler, 75), según la cual las guerras son una vía para la formación de los estados modernos. También se plantea que las denominadas nuevas guerras pueden describirse como un retorno que va más allá, o, mejor, va detrás, de los comienzos de la estatalización de la guerra tal como se produjo en Europa a principios de la edad moderna (ibíd., 3). En este mismo aspecto el autor vuelve y coloca la mirada sobre el viejo problema de la relación entre monopolio legítimo de la fuerza y violencia e indica que estas nuevas guerras pueden ser vistas como aquellas en que: “El Estado ya no es lo que entonces todavía no era: el monopolizador de la guerra” (ibíd., 3). Matizado el paradigma o la hipótesis del estado fallido, Münkler se pregunta si acaso las nuevas guerras, más que expresión de la desintegración de los estados, podrían ser un caso de formación de los mismos (ibíd., 11). Sin embargo, anota que “la diferencia decisiva entre las guerras de formación de Estados en Europa y Norteamérica (…) y las guerras de desintegración de Estados1 que tienen lugar en el tercer mundo y en la periferia del primer y el segundo mundos, consiste en que las primeras discurrieron en condiciones cuasi clínicas, es decir, sin mayores influencias externas, algo que precisamente no ocurre con las últimas” (ibíd., 11). Es decir, que en el colapso relativo o estado fallido que se produce en desarrollo de las denominadas nuevas guerras, no solamente ha tenido un papel importante el hecho de que sean sociedades insuficientemente integradas en el ámbito social y cultural, sino que este fracaso se ha producido también en buena medida como resultado de la globalización económica, que despliega sus efectos destructivos allí donde no encuentra una formación estatal robusta (ibíd., 11).

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También se insiste en que las guerras actuales han implicado importantes cambios en cuanto a las lógicas militares, políticas y sociales, los repertorios de acción y las relaciones de los grupos armados con la población y las comunidades, es decir, en sus objetivos, sus métodos de lucha y sus mecanismos de financiación (Kaldor, 2001, 21). Estas nuevas guerras tienen tres factores principales que las hacen distinguibles de las confrontaciones bélicas que las antecedieron en la historia. Uno de ellos es el predominio de las armas ligeras; otro es la utilización de combatientes casi sin formación alguna, y un tercer rasgo es la financiación mediante el robo y el comercio con mercancías ilegales (Münkler, 2005, 100). Este último aspecto ha sido objeto de discusión, pues no parece que sea un rasgo esencialmente distintivo de las denominadas nuevas guerras, ya que de robo y pillaje y de medios económicos ni siquiera las Cruzadas estuvieron exentas. En cuanto a los objetivos, ya no se trata tanto de luchas ideológicas y políticas sino de luchas y disputas por el control de los recursos y de la población a través de identidades culturales, religiosas o étnicas, en lo que Kaldor denomina la política de las identidades en contraste con la política de las ideas (Kaldor, 2001, 21- 22 y 102-114). Eso ha implicado cambios en el ámbito bélico y militar que se relacionan con las nuevas estrategias bélicas y las formas de violencia que incorporan tanto elementos de la lucha guerrillera como elementos de la lucha contrarrevolucionaria o contrainsurgente (ibíd., 22-23 y 128-129). Mientras el énfasis anterior era puesto en el control del territorio y tenía como requisito previo “ganar” el apoyo de la población políticamente, en lugar de ganar zonas y arrebatárselas a las fuerzas enemigas, ahora el énfasis se concentra en mecanismos de desestabilización mediante el terror y el miedo generalizados, dirigidos contra la población civil más que a los enfrentamientos militares y directos entre los grupos armados en contienda (ibíd., 127-132): “Por eso, el objetivo estratégico de estas guerras es expulsar a la población mediante diversos mecanismos como las matanzas masivas, los reasentamientos forzosos Las nuevas guerras y el conflicto armado en Colombia 287

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y una serie de técnicas políticas, psicológicas y económicas de intimidación” (ibíd., 23). Se insiste en que una de las diferencias básicas entre las guerras interestatales, las guerras civiles modernas y las denominadas nuevas guerras contemporáneas es la sustitución del campo de batalla entre contendientes por la matanza (Münkler, 2005, 109). No obstante, Münkler anota que este traslado no es resultado de la decadencia de la disciplina y de las jerarquías entre los ejércitos contendientes, sino que se trata de un mecanismo de terror planificado y previamente calculado (ibíd., 109).

Economías de guerra: ¿más economía y menos política? Las nuevas guerras tienen también la característica de desarrollar lo que se denomina economías de guerra en las cuales “la lógica de la guerra se incorpora a la marcha de la economía” (Kaldor, 2001, 24). Se caracterizan, a corto plazo, por el robo y el saqueo; a medio plazo, por diversas formas de trabajo en condiciones de esclavitud; y a largo plazo, por el surgimiento de economías sumergidas en las que se establece una relación inseparable entre el intercambio y la violencia (Münkler 2005, 19). Es decir, ocurre que “cuando las zonas abiertas a la violencia y la economía de mercado coinciden, es posible que exista una correlación positiva entre ellas; por ejemplo, los intereses del mercado se hacen realidad cada vez más en zonas abiertas de violencia. Así, el sistema autoestabilizador del mercado de violencia se genera” (Elwert, 2003, 18). Cabe insistir en que en las guerras contemporáneas la economía de la guerra se desarrolla precisamente de acuerdo con el principio de bellum se ipse alet (la guerra se alimenta de sí misma). Aún más: cuando la confrontación se amplía en el tiempo la actividad bélica termina por convertirse en parte constitutiva de la vida económica (Münkler, 2005, 59). Y todavía algo: se insiste en que existe una fuerte correlación entre prolongación de la guerra, economía y violencia, ya que, cuanto más se prolonga la guerra tanto mayor ímpetu cobra la economía de la violencia, y así mismo las motivaciones originales se transforman en recursos de una guerra que ha adquirido autonomía propia (ibíd., 122). Entonces ocurre que “en muchos casos, la continuación del la

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violencia sólo se puede explicar en términos de la existencia de los mercados de violencia” (Elwert, 2003, 3). Así se busca resaltar el carácter económico de las nuevas guerras, es decir, sus bases económicas (Münkler, 2005, 1). Sin embargo, como lo anota el mismo autor, “Si en la exposición que sigue prestamos especial atención a la economía de la guerra y de la violencia, no quiere decir en absoluto que pasemos por alto los factores ideológicos” (ibíd., 2). En este mismo sentido, y siempre en torno a los cambios de objetivos que se han verificado en las guerras contemporáneas, otro autor afirma que “los objetivos inmediatos, tales como la gestión de la supervivencia cotidiana y el acaparamiento de recursos económicos, han llegado alterar los objetivos políticos originales sin, por tanto, hacerlas desaparecer” (Kalulambi, 2003, XV). Más todavía: si bien el control de los recursos se convierte en un objetivo central, “Numerosos ejemplos indican que en todas estas guerras, el control de los recursos está muy estrechamente ligado a la búsqueda de poder, motivada bien sea por la ambición de los ‘señores de la guerra’ o por la demanda del mercado político nacional” (ibíd., 78). Pero, cabe anotar que muchas veces estos factores ideológicos de las denominadas nuevas guerras no son más que un ideologema del cual echan mano los señores de la guerra como un recurso para la movilización y el apoyo de importantes sectores de la población (Münkler, 2005, 2). El concepto de mercados de violencia no es estrictamente económico o “economicista”, ya que no se trata de las causas económicas de la guerra sino de los mecanismos económicos que permiten que la violencia y la guerra perduren; por eso, el concepto “convoca a la vez las lógicas y las normas, las estrategias de apropiación de bienes, las transacciones políticas y los flujos económicos que operan a los actores amados” (Kalulambi, 2003, 65). De esta manera la existencia de mercados de violencia en concurrencia con la proliferación de señores de la guerra, que en muchos casos devienen en confrontaciones crónicas que se extienden en el tiempo, ha llevado a proponer el concepto de “corps social guerrrier (cuerpo social guerrero) para designar a Las nuevas guerras y el conflicto armado en Colombia 289

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los actores, auque también a los grupos que se constituirían y reproducirían por causa de las guerras, que no pueden vivir ni sobrevivir sino fuera por las operaciones que realizan y los tributos que imponen sobre las poblaciones bajo su control” (ibíd., 63). Es de anotar que las nuevas guerras encuentran condiciones para su inserción en la economía globalizada, ya que sin la rentabilidad de la violencia no habría privatización de la misma; también puede decirse que estas mismas guerras se insertan “cómodamente en el paradigma neoliberal”, en el sentido de que sus actores se esfuerzan por privatizar los beneficios y socializar las pérdidas (Münkler, 2005, 120). También los procesos de globalización de las economías, tanto legales como ilegales, han permitido el paso de una economía de guerra cerrada, en la que los actores basaban su disputa en una economía agraria de subsistencia, a una economía de guerra abierta, donde los grupos armados se diputan el acceso de los mercados globalizados (Münkler, 2005, 123). Más precisamente, se trata de que “Si las economías básicas de los señores de la guerra se basaban esencialmente en economías agrarias de subsistencia, de las que se extraían los recursos necesarios mediante la generación sistemática de miedo, y recurriendo en caso necesario a la violencia abierta, las economías de guerra abiertas, tal como se ha configurado en los últimos decenios, prosperan a consecuencia de un constante flujo de recursos procedentes del exterior” (Münkler, 2005, 126). En estrecha relación con el concepto de mercados de violencia, surge el concepto de empresarios de la guerra, entendido como aquellos que conducen los conflictos bélicos por su propia cuenta y que consiguen el dinero necesario para ello de diversas maneras (Elwert, 2003, 5). Sin embargo, cabe distinguir varios tipos “Mientras los ‘señores de la guerra’ convencionales tienen que buscar una superioridad militar simultánea al control continuo de recursos explotables, un empresario ideológico como Al-Qaeda necesita la protección de un asociado militar y, de vez en cuando, tiene que recordarle al público su 290

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existencia por medio de acciones espectaculares” (ibíd., 11). O, como lo hace la misma Al-Qaeda, que es una combinación de varias características, ya que tiene rasgos de “una organización formal con una estructura en red y especial con rasgos de un movimiento carismático” (ibíd., 14).

Jóvenes, violencia y política Desde una perspectiva histórica es importante tener en cuenta que mientras “las formas clásicas de dominación de los ‘señores de la guerra’ en los siglos XIX y XX se basaban en las estructuras y en las coyunturas de la economía agraria, las nuevas formas han penetrado en las subculturas urbanas de los jóvenes, que constituyen ahora su principal reserva de reclutamiento, y se sirven de productos de la industria cultural, tales como el rap y el reggae, y de las correspondientes promesas de consumo y bienes que denotan condición social, con el fin de reclutar y motivar a los combatientes” (Münkler, 2005, 24). Sin embargo, Münkler llama la atención sobre la necesidad de distinguir con precisión los dos tipos de señores de la guerra, el clásico rural y el moderno urbano, o bien la transición fluida entre uno y otro tipo al albur de las constelaciones políticas y económicas (ibíd., 24). Es ese escenario los jóvenes se convierten en un sector social de gran protagonismo, ya que son una reserva de reclutamiento permanente porque permiten el abaratamiento del ejército, en tanto que el arrojo típico de la adolescencia facilita neutralizar el poco entrenamiento militar típico de los soldados de las nuevas guerras (ibíd., 102). Pero, como anota Münkler, resultaría incompleto reducir el reclutamiento masivo de los jóvenes, adolescentes y niños en los ejércitos de las nuevas guerras solamente al aspecto de la lucha por los escasos recursos materiales que se da en una sociedad paralizada por la guerra (ibíd., 103), ya que también muchos de los dirigentes políticos y militares de estos ejércitos saben y conceden gran importancia a lo que se puede denominar la guerra como un recurso social de reconocimiento (ibíd.,) de los jóvenes y como una forma de neutralizar la exclusión simbólica a la que Las nuevas guerras y el conflicto armado en Colombia 291

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son sometidos muchos jóvenes rurales y urbanos. Es decir, “la participación entusiasta de las milicias y de los niños soldados en las guerra constituye una forma de actividad de supervivencia, lo mismo que un acto de resistencia y una estrategia de promoción” (Kalulambi, 2003, 75). En Georgia, por ejemplo, “el mundo subterráneo del crimen, los líderes políticos militantes utilizan eficientemente los rituales de prestigio de hombres jóvenes” (Koehler, citado por Elwert, 2003, 8).

Las relaciones entre economía, política y violencia en el caso del conflicto armado colombiano Como el paradigma de las nuevas guerras ha sido objeto de críticas en relación a su capacidad explicativa para el caso de colombiano (Patiño, 2003; Pécaut, 2004; Gutiérrez, 2006; y Gutiérrez y Sánchez, 2006), pretendemos contribuir a dicha discusión. En nuestra opinión, al concepto de las nuevas guerras le surgen varias interpelaciones en relación con el caso de Colombia. En prime lugar, la experiencia del país se aleja de la afirmación según la cual, las nuevas guerras implican necesariamente el desmoronamiento total del estado o lo que se ha denominado como estados fallidos, definido como “aquel en el cual el Gobierno no tiene el control real de su territorio, no está considerado como legítimo por una parte importante de la población, no ofrece seguridad interna o servicios públicos esenciales a sus ciudadanos y no tiene el monopolio del uso de la fuerza” (Foreign Policy, 2006). Al contrario, uno de los retos explicativos del conflicto armado colombiano es la simultaneidad entre conflicto y construcción del estado. Ya que si bien el conflicto de Colombia tiene en común con otras experiencias el hecho de que se hayan borrado las diferencias entre civiles y combatientes, gran parte de la lucha entre los grupos se explica por el objetivo mutuo de tener control sobre la población civil, lo que implica el aumento de población desplazada interna, de las matanzas y genocidios, es 292

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decir, se configura una grave crisis humanitaria, además de que se ha producido una simbiosis entre actores armados y economías ilegales que se expresa en disputas o alianzas por el control de los recursos que ellas proveen. Todo lo anterior no ha implicado la erosión total del estado y las instituciones. Todavía más: “de manera paradójica, Colombia está también caracterizada por una larga historia de estabilidad económica e institucional, que se refleja en una historia electoral casi ininterrumpida, una tradición democrática excepcional en América Latina y unos indicadores macroeconómicos bastante constantes” (González y Otero, 2006, 2). En segundo lugar, discutimos la afirmación según la cual en las guerras actuales hay más de economía global y menos de política y consideramos que en el caso del conflicto colombiano se trata de hallar un punto intermedio entre las identidades políticas y los intereses económicos de los actores armados. Consideramos que tomar como claves explicativas del conflicto qué tanto éste tiene aún de político y qué tanto tiene ahora de económico, o entre su carácter “político-colectivo” por oposición a su carácter “privado-criminal”, no resulta relevante en la medida en que tales ejercicios pueden conducir “a dicotomías falsas o engañosas, que impiden dar cuenta de la complejidad del caso colombiano” (Gutiérrez y Sánchez, 2006, 14). Sin duda que durante las guerras civiles los grupos armados recurren al crimen organizado como método de financiación, pero de lo anterior no se puede concluir que el conflicto armado constituya una forma de crimen organizado a gran escala (Restrepo, Spagat y Vargas, 2006, 513-514). Al contrario, Gutiérrez y Sánchez afirman que “Contra las corrientes dominantes, esta investigación postula que el conflicto colombiano es actualmente más económico, más criminal y más político”2 (Gutiérrez y Sánchez, 2006, 17). Los dos autores insisten en que es mejor realizar un análisis más sistemático de las interpenetraciones e interacciones entre lo político, lo criminal y lo económico, sin que tal ejercicio implique pasar a la supresión de las diferencias existentes entre esos ámbitos (ibíd.,). 2

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Lo anterior es relevante, por cuanto son diversas las paradojas que la dinámica del conflicto armado colombiano ha venido estableciendo entre economía, política y violencia. Entre ellas destacamos una que toca especialmente a las guerrillas: el fenómeno del secuestro. Éste “constituye el símbolo por excelencia de la paradoja guerrillera, que se reclama portadora de un proyecto emancipador (contra la alienación) y que al mismo tiempo reduce el cuerpo de sus víctimas a una envilecida mercancía capitalista” (Sánchez, 2004, 46). Por el contrario, los paramilitares, no obstante su génesis en la delincuencia común, parecían privilegiar el secuestro por razones políticas y en menor medida por razones financieras (Ramírez, 2005, 141). Es necesario detenerse y examinar las trayectorias diferenciadas que pueden adquirir las relaciones entre la economía agraria, la política y los actores armados, ya que en muchos casos se trata de una lógica de captadores de rentas a ultranza, acción a la que se añadirían con posterioridad algunos motivos políticos como justificación, como es el caso de los paramilitares (Cubides, 2005, 225). Por el contrario, la ruta de la guerrilla es asimétrica: en un principio se trató de una justificación política que recientemente ha devenido en una lógica de captadores de rentas. Lo que Gutiérrez y Barón anotaran para el fenómeno paramilitar y sus relaciones con el narcotráfico, la criminalidad y el estado, mutatis mutandis, cabe para la guerrillas: “las formas complejas en las cuales los paramilitares trasformaron al Estado (…) muestran elocuentemente los límites de un análisis basado en la ficción de que hay un muralla china entre política y economía” (Gutiérrez y Barón, 2006, 306). Igualmente se trata de interpelar la explicación, no pocas veces instrumental y “política”, según la cual el proceso de inserción de los grupos armados en la economía de las drogas les ha permitido, simple y claramente, la obtención de mayores recursos, lo cual, por ende, habría posibilitado el crecimiento numérico de sus ejércitos y la mejora sustancial de su infraestructura militar, ya que, al lado de ese objetivo, también siguen jugando los “deseos” y los “modelos” de sociedad que los grupos armados quieren imponer a la sociedad colombiana en el orden cultural y político. Es así como se debe insistir más en los cambios 294

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de las relaciones entre globalización, seguridad y economías de guerra en escenarios de conflicto armado crónicos, como es el caso de Colombia, que en la discusión sobre en qué proporciones una situación de guerra o conflicto armado con un uso extendido de la economía ilegal con fines de financiación de esta confrontación armada, ha incidido en la erosión y validez de los fines políticos de la lucha armada de guerrilleros y paramilitares (Vargas, 2003, XII). Para el caso de Colombia es necesario abordar de otra manera la dicotomía de lo “político” y lo “no político”3; como anota Pécaut, “No se trata de negar la degradación del conflicto. No obstante, la relaciones de poder a través de las cuales se desarrolla apuntan a expresiones de lo político que no caben dentro de la antigua visión del carácter instituyente de político” (Pécaut, 2004, 47). En cuanto al impacto de la globalización en la transformaciones de la guerras contemporáneas, creemos que no es suficiente la inclusión un tanto mecánica de la globalización y la consideración exclusiva de sus efectos en el conflicto armado de Colombia, dejando de lado otros efectos del tal proceso, ya que éste se convirtió en “un conjunto de factores que afectaban transversalmente múltiples esferas de la sociedad y el orden político” (Gutiérrez y Sánchez, 2006, 14). En relación con el conflicto armado colombiano es necesario tener en cuenta que la globalización, si bien afectó la acción del estado, restándole autonomía, de igual modo ha afectado la lógica interna de los grupos armados que han logrado articularse a redes transnacionales. Sin embargo, lo anterior no ha impedido que en las guerrillas, los paramilitares y las organizaciones de narcotraficantes, simultáneamente a la inserción en la globalización, también se haya verificado el proceso contrario, en la medida en que se “enquistaron en nichos locales que son el núcleo duro de su poder” (ibíd., 15). En tercer lugar, en las nuevas guerras se resalta el fenómeno según el cual, sin abandonar los escenarios rurales, que fueron predominantes en el pasado, surge la importancia de los ámbitos urbanos. Ante lo cual se hace necesario distinguir entre dos tipos de señores de la guerra, el clásico rural y el moderno 3

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urbano, o las transiciones fluidas entre uno y otro (Münkler, 2005, 24). Precisamente este tipo intermedio es el que se está produciendo en muchas de las ciudades intermedias y los cascos urbanos pequeños de Colombia, cuya población creció vertiginosamente en la décadas del 80 y 90 al vaivén del proceso de desplazamiento forzado desde las zonas rurales. Es en ese contexto donde los jóvenes se constituyen en una población altamente vulnerable, con gran tendencia a ser reclutada o a alistarse en los ejércitos irregulares a partir de la atracción que ejercen sobre ellos los valores de la sociedad de consumo. Lo anterior explica el éxito relativo que los actores armados han tenido en el masivo reclutamiento de los jóvenes rurales, de los jóvenes urbanos de las ciudades intermedias y de los jóvenes marginados de las grandes ciudades, que no solamente se puede relacionar con el reclutamiento forzado, que tanto reclaman las ONG de manera un tanto simplista. Hay que tener en cuenta, tomando prestadas las palabras de Bauman, que se trata de que “la recolectivización de la violencia al servicio de la autoafirmación neotribal es uno de los resultados de la postmoderna privatización de los problemas de identidad” (Bauman, 2004, 34). Es decir, que temas como la posmodernidad, la globalización, la autoafirmación y la identidad, son dilemas claros de los jóvenes contemporáneos de los cuales nuestros jóvenes urbanos y rurales no tendrían por qué ser excepción. El autor indica que “mi proposición es que la forma de violencia específicamente posmoderna surge de la privatización de regulación y descentralización de los problemas de la identidad” (ibíd., 36). En este sentido es importante tener en cuenta que el enrolamiento de los jóvenes en los grupos armados y en las bandas criminales no se agota solamente en el paradigma de las privaciones materiales o de las motivaciones “sacadas” de las relaciones culturales, sean éstas de familia, género, religión, escuela o lazos comunitarios (Sánchez, 2004, 31). Pretendemos ir más allá, en el sentido de que es concomitante con la cultura juvenil replicar papeles y tener referencias que enrutan su comportamiento; lo que pasa es que, después de más de veinte años de una cultura y de una sociedad donde el consumo se 296

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han realizado por medio de lo que genéricamente llamamos narcotráfico, ellos pueden encontrar en la cultura del atajo, la violencia y el azar una forma de entroncarse en los valores de consumo típicos de la cultura juvenil. E incluso, como en el caso de las pandillas de jóvenes de Belgrado durante la guerra, una mixtura del pasado y el presente, ya que “lucían larga barba a la chetnik, junto con los atributos usuales de los gamberos: rock pesado asociándose con las canciones tradicionales de los guerreros serbios” (Landry, 2003, 38). Muchos de estos aspectos han permitido a los actores armados crecer y tener el número de combatientes que hoy presentan ante el país. Ya no se trata de los jóvenes de los años 60 y 70, imbuidos por los discursos marxistas y altruistas, sino de unas nuevas generaciones que han encontrado en los actores armados ilegales factores de identidad y un medio de superar la distancia entre posición económica y sociedad de consumo, tan cara a la etapa de la adolescencia. Por lo anterior, creemos que se equivocan quienes dicen que nos hallamos ante un proceso de “despolitización” y “desideologización” de los actores armados, especialmente por parte de la guerrilla. Lo que los investigadores estamos obligados a descifrar es cuál es el concepto de política, exclusión e identidad que tienen los jóvenes rurales y urbanos de los años 90 y de los inicios del siglo XXI, que, sin duda, distan mucho de los discursos densos, intensos, pesados y cargados de ideología de la juventud rebelde de los años 60 y 70. En cuarto lugar, se discute el predominio de la dimensión militar, violenta y criminal frente a otros ámbitos, tal como se hace en las nuevas guerras, ya que las evidencias empíricas indican “que pese a su brutal criminalización, el conflicto colombiano ha sido relativamente acotado” (Gutiérrez y Sánchez, 2006, 25) y la dimensión militar no es homogénea en el tiempo y el espacio en la medida en que “los actores armados sobrepasada cierta escala y cierta duración, tienen que salir de sus dinámicas estrictamente miliares y hacer política” (ibíd.). Con respecto a las nuevas guerras se señala que “incómodamente para los discursos sobre la criminalización, no solo la correlación entre homicidios comunes y Las nuevas guerras y el conflicto armado en Colombia 297

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violencia letal política ha ido cediendo –altísima al principio, menor después–, sino que en general el conflicto colombiano parece haber ido perdiendo sus características kaldorianas” (Gutiérrez, 2006, 499). Lo anterior advierte sobre la necesidad de desagregar y regionalizar aún más los análisis cuantitativos que se vienen realizando en Colombia, ya que lo militar, lo político y lo criminal expresan dinámicas, lógicas y tendencias diferenciadas de la violencia, el conflicto y la guerra (González, Bolívar y Vásquez, 2003; Gutiérrez, 2006; Restrepo, Spagat y Vargas, 2006). Con ese objetivo proponemos al menos tres indicadores: el número total y la tasa de homicidios, que expresan las tendencias de la violencia homicida general, pero que no logran diferenciar entre ésta, la violencia política y la derivada de la guerra; las acciones de los grupos armados contra la población civil, que expresan el grado de interacción entre el conflicto amado, la sociedad y las dinámicas regionales y locales; y las acciones bélicas o acciones armadas entre combatientes, que expresarían más claramente los momentos en que predomina una lógica militar y territorial, muy ligada al devenir del conflicto armado en el contexto nacional (González, Bolívar y Vásquez, 2003, 97-99; Vásquez, 2005 y 2006 ). Y además tener cuenta que no es la mayor o menor barbarie el factor que establece la diferencia entre las viejas y las nuevas guerras, toda vez que tal factor es constante en ambas, sino el proceso de mayor involucramiento de la población civil, no solo como víctima, sino también como parte activa del conflicto (Pécaut, 2004, 28). Para el caso del conflicto colombiano se trata de enfatizar especialmente en el análisis de las dinámicas geográficas, sociales y económicas de los grupos armados y su relación con los medios que despliegan para alcanzar sus objetivos político-militares (Richani, 2003a y 2003b; Kalivas 2001 y 2004; González, Vásquez y Bolívar, 2003). Al momento de la interacción con la sociedad mayor, las sociedades regionales y las comunidades donde se insertan los actores armados despliegan lógicas y acciones que tienen elementos particulares de orden económico, militar y político y expresan diversos tipos de disputas, unas veces por el territorio, otras por los recursos legales o ilegales, y las más de 298

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las veces por la población (Vásquez, 2006, 356). Tal como anota Münkler, la figura del señor de la guerra resulta de mayor importancia en estas contiendas denominadas las nuevas guerras, ya que puede decirse que en él confluyen la lógica empresarial, la política y la militar (Münkler, 2005, 120). Estas acciones, también obedecen a una lógica relacionada con aspectos geoestratégicos de la guerra, y se realizan teniendo en cuenta la marcha, los ritmos y los diversos momentos y movimientos de las interacciones estratégicas de la guerra en los ámbitos nacional, regional y local (González, Vásquez y Bolívar, 2003, 115-189). Pero también las comunidades y la sociedades locales despliegan formas de acción colectiva diferenciadas y diversas frente a los actores armados, aspecto que no está suficientemente desarrollado en el paradigma de las nuevas guerras, ya que los grupos armados, a medida que enfatizan la violencia y lo militar, terminan por producir “niveles intolerables de incertidumbre” (Kalivas, 2001, 21) o pasan por las etapas que encontró Degregori en el Perú, “de la aceptación pragmática a la adaptación en resistencia y la rebeldía abierta” (Degregori, 1999, 152-153). Tanto las interacciones con la sociedad y las comunidades donde se insertan los grupos armados, como las lógicas geográficas que despliegan en su disputa político-militar, tienen como objetivo el poder, pero en el mediano y corto plazo se realizan con la finalidad de controlar el territorio, los recursos y la población (Vásquez, 2006, 355-357). Si embargo, todo no se reduce a estrategia militar y disputas por lo recursos y el control de población; en los análisis de los grupos armados también se debe destacar la centralidad de las representaciones, las tradiciones, los valores y el capital simbólico (Gutiérrez y Sánchez, 2006, 21). Las anteriores afirmaciones implican cambiar de énfasis, como lo anota Kalivas en sus estudios sobre las lógicas y la ontología de las guerras civiles. Se trata de enfatizar más en la interacción existente entre identidades y acciones políticas y privadas y en las interacciones y dinámicas entre el centro y la periferia, en la forma como los actores armados se insertan, expanden, reproducen o potencian las conflictividades previas locales y regionales, que enfatizar en el modelo analítico dominante que intenta describir las guerras civiles como Las nuevas guerras y el conflicto armado en Colombia 299

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conflictos exclusivamente binarios, clasificados a partir de una escisión maestra de carácter ideológico, étnico, religioso o de clase (Kalivas, 2004, 51-53). De ahí la importancia de los estudios regionales y locales sobre el conflicto armado en Colombia, pues ellos tienen su dinámica autónoma y su lógica específica, ya que cada región se puede explicar no solo por su importancia en el ámbito nacional sino también por la dinámica particular que adquiere el conflicto y las interacciones estratégicas de los actores armados. En ese sentido Pécaut anota que uno de los aportes de los análisis hechos a partir del concepto de las nuevas guerras consiste en constatar que “estas se desarrollan en espacios fluidos que corresponden ante todo a la evolución territorial de los dominios que ejercen los grupos armados” (Pécaut, 2004, 28-29). Sin embargo, para el caso de nuestro país en la relación entre las nuevas guerras y las dinámicas regionales, se debe tener en cuenta una consideración central. Una cosa son las regiones, donde el conflicto armado, social y político hace parte del proceso estructurante y de construcción de la identidad espacial y del territorio que las diferencia del resto del país (Garcia, 1994 y 2003), como resultado de la violencia de mediados de siglo y los procesos de colonización campesina periférica, impulsada por motivaciones económicas y demográficas, y que desde mediados de los 80 –algunas de ellas– se han vinculado a la economía global ilegal mediante los cultivos y producción de coca y cocaína, como, por ejemplo, el Caguán (Cubides, Mora y Jaramillo, 1989; González, 1992 y 1998; Sinchi, 2000), el bajo y medio Putumayo (Ramírez, 2001; Vargas, 2003; González, Bolívar y Vásquez, 2003), el bajo Cauca (García, 1993) y el Magdalena medio (Archila y otros, 2006), todas las cuales no se pueden explicar completamente en su complejidad a partir de las características de las nuevas guerras. Y otra cosa distinta es la reciente inserción simultánea –a partir de 1999 y 2000– de la economía cocalera y de los grupos armados, en desarrollo de su disputa por conseguir recursos financieros y por el control militar y territorial, en el andén pacífico de Nariño (Vargas, 2003), dinámica que sí se puede explicar a partir del marco interpretativo de las denominadas nuevas guerras. 300

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En el caso de un conflicto de larga y mediana duración como es el colombiano, no solo es necesario enfatizar el análisis de los grupos armados y sus disputas por el control de los recursos, el territorio y la población, tal como se hace en las nuevas guerras; también se deben tener en cuenta las formas locales y regionales que adquieren las transformaciones de las interacciones sociales, políticas y económicas entre los grupos armados y las poblaciones. Y atender, igualmente, cómo los cambios en el estado y la sociedad han interactuado con los cambios de los grupos armados (Gutiérrez y Sánchez, 2006, 13). Con mayor razón cuando este tipo de conceptualizaciones no solamente permite explicar la inserción y permanencia de los grupos armados como un acto de voluntad política y militar de los actores al albur de sus decisiones estratégicas, sino también observar con atención la condiciones de posibilidad en las que se “atan” las interacciones entre pobladores y grupos armados. De otro lado, en la dirección de los cambios políticos y militares de las guerras contemporáneas se inscribe la reciente discusión sobre el pasado de guerra partisana de las Farc y sus transformaciones actuales, consideradas bajo la denominación de terrorismo. Tal como anota Münkler, la guerra partisana es por principio una forma de asimetrización defensiva que tiene por finalidad luchar contra una potencia ocupante superior, mientras que el terrorismo representa en cambio la forma ofensiva de la asimetrización estratégica del uso de la violencia (Münkler, 2005, 39). En esta misma dirección valdría la pena tener en cuenta la famosa aserción de Raymond Aron, según la cual “los partisanos, cuando no pierden militarmente, ganan políticamente, mientras que sus enemigos, si no consiguen una victoria militar decisiva, pierden la guerra política y militarmente” (Aron, citado por Münkler, 2005, 39). Es decir, que el factor tiempo y la prolongación de la guerra siguen jugando a favor del grupo irregular y en contra de las fuerzas estatales. En ese sentido, sería importante observar que la actual política de Seguridad Democrática, sus avances y logros no han redundado en la derrota de las Farc a la luz de la anterior lección. A propósito de tal debate, sobre la definición de las Farc como grupo terrorista, es importante tener en cuenta otra diferencia básica que Münkler establece entre terrorismo y guerra partisana: no se trata solamente de su carácter defensivo Las nuevas guerras y el conflicto armado en Colombia 301

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u ofensivo, sino de que la guerra partisana provoca la moderación de la guerra mientras el terrorismo produce su aceleración. Habría que “mirar” si, más allá de la simple definición de la actual confrontación colombiana, ésta ha entrando en una etapa de desaceleración o aceleración.

Modernidad y nuevas guerras Finalmente, el concepto de las nuevas guerras se ocupa demasiado de los aspectos sincrónicos del fenómeno de la guerra, e incluso contrapone las guerras modernas a las guerras contemporáneas, tal como lo hacen Münkler (2005) y Kaldor (2001), pero en nuestra opinión descuida los aspectos diacrónicos, que resultan de capital importancia para analizar un fenómeno de mediano plazo como el de la violencia y la guerra en Colombia. Insistir en las características “nuevas” y “viejas” de los conflictos armados como clave explicativa, puede dejar de lado las continuidades que existen en un conflicto de larga duración como el colombiano, o sobreestimar lo que tiene de nuevo (entre tales factores, el impacto de la economía ilegal globalizada del narcotráfico en las dinámicas políticas y militares del conflicto). La estimación que enfatiza en las rupturas y cambios entre las guerras civiles ideológicas del contexto internacional de la Guerra Fría y las nuevas guerras por identidades particulares y recursos de la globalización (Kaldor, 2001, 21), si bien es relevante, para el caso colombiano es necesario matizarla, por cuanto el conflicto colombiano hunde sus raíces en el conflicto bipolar de los años sesenta y setenta, pero también los actores armados han sido capaces de adaptarse a la globalización. Tal como lo anota Gonzalo Sánchez, “No se trata necesariamente de ‘nuevas guerras’, sino de ‘nuevos contextos’ para viejas guerras como la nuestra” (Sánchez, 2003, 121). Esa particularidad de expresar “tiempos” diferentes es señalada por Daniel Pécaut cuando indica que la violencia colombiana se sitúa en tres temporalidades, diferentes y combinadas: uno, la antigua violencia (“temporalidad de la violencia tradicional”); mezcla de “exclusión social y de integración a la modernidad, de segregación y de desaparición de las antiguas barreras sociales por el sesgo del consumo y

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la mediatización”; dos, temporalidad de la violencia moderna; y tres, las reorientaciones de la globalización (“temporalidad de la violencia postmoderna”) (Pécaut, 1999, 195). También cabe destacar que la literatura de las nuevas guerras supone distinciones conceptuales que se “naturalizan”, y, cosa aún más grave, no pocas veces, hace eco de perspectivas normativas según las cuales las nuevas guerras representan una deriva del proceso de modernización, tal como lo conoció Occidente. Por lo anterior, pueden resultar más explicativos los enfoques de Hans Joas, que insisten en que la guerra y la violencia hacen parte de la modernidad y no solo de su prehistoria. Es pertinente recordar la insistencia de este autor en la necesidad de “establecer un hilo conductor que permita poner de relieve el grado de adecuación de la teoría de la modernización para la comprensión de los desarrollos sociales de nuestra época”, del cual obviamente este autor no excluye el fenómeno de la guerra (Joas, 2004, 49). Otro aspecto de este autor que conviene tener en cuenta es su ruptura del binomio analítico orden y violencia, civilización y barbarie, consideradas como etapas diferenciadas del proceso de modernización, ya que esta dualidad supondría “un proceso de modernización en el cual se realiza una transición de la lucha violenta a la resolución pacífica de conflictos” (ibíd., 50). La evidencia empírica de lo que sucede en Colombia muestra lo lejano que está nuestro país de una transición de este tipo. Comprender la acción política y la acción política violenta en el actual contexto del “desorden”, que ha implicado la acelerada globalización del mundo económico y del mundo político, no implica necesariamente hablar de irracionalidad. Cosa muy distinta es que este tipo de acción política opere en el reino de lo informal, de lo no codificado, de lo desprotegido. O sea, de un mundo que no está ordenado según el modo como normalmente creemos que están nuestras sociedades occidentales (Bauman, 2004). Así lo anota Zygmunt Bauman acerca de las dificultades para entender y analizar el fenómeno de la violencia “Algo debe haber en la violencia que la hace eludir todas las redes Las nuevas guerras y el conflicto armado en Colombia 303

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conceptuales, por muy hábilmente tejidas que estén. Y lo hay. Concretamente, nuestra moderna ambivalencia en torno al poder, el empleo de la fuerza y la coerción” (ibíd., 17). Según este mismo autor, la conciencia moderna presenta una doble cara ante la fuerza, la coerción y la violencia: de un lado, se presenta a sí misma como un proceso civilizador, pero en este caso esconde tanto como revela, ya que el proceso civilizador no es una cuestión de desarraigo sino una redistribución de la violencia (ibíd., 19). Esta contradicción entre civilización y violencia no solo ha acompañado la historia reciente y contemporánea, sino que a menudo “el camino entre un concepto de civilización que se pretende analítico descriptivo y un concepto normativo y preceptivo es muy corto” (König, citado por Bauman, 2004, 19). Bauman reitera que la insistencia del binomio orden versus violencia no es sino otra de las muchas solapadas contradicciones modernas entre lo controlado y lo fuera de control, lo regular y lo irregular, lo predecible y lo impredecible. Para él, esta actividad ordenadora es tal vez el principal pasatiempo de las instituciones modernas (Bauman, 2004, 20). Pero tal vez lo que mejor retrata, para el caso colombiano, la indiferenciación entre civilización y barbarie para definir gran parte de las guerras contemporáneas sea la siguiente cita in extenso de Barman, que nos acerca en mucho al caso de las Farc en Colombia: “Igualmente seminal es el hecho de que los bárbaros sean vistos como una especie de quinta columna, aguardando en emboscada dentro de la fortaleza del mundo civilizado, esperando que llegue su momento para la venganza por el daño infringido por el proceso civilizador (ibíd., 22). En los argumentos anteriores es central encontrar un proceso de oposición entre modernización y guerra. Buscamos poner en duda el sueño liberal e ilustrado de una modernidad desprovista de violencia. Tal como anota Hans Joas, es necesario replantear la relación entre modernización, guerra y revolución (Joas, citado por Beriain, 2004, 10). En ese mismo sentido, es 304

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necesario superar “El moralismo imputado en las formas modernas de hacer la guerra, ya que en la medida en que la guerra moderna representa el epítome de la movilización colectiva, podríamos considerar, sociológicamente, a la guerra como un movimiento social poderoso en medio de una causa moral (Tiryakian, citado por Beriain, 2004, 10). Contemporáneamente, en el mundo “La nueva violencia de las pequeñas guerras intensivas actuales frente a la vieja violencia de las grandes guerras extensivas, muestra que del miedo al otro (el Estado y sus policías), de raíz hobbesiana, hemos pasado al miedo a la nada que se produce ante el fracaso de la promesa incumplida de seguridad que procedía del Estado nacional”. (Beriain, 2004, 11). Tal vez esta concentración en los aspectos contemporáneos de la guerra, tanto de otras naciones como de la colombiana, no esté permitiendo mirar los problemas de largo plazo, sobre todo porque semejante “error” se relaciona con el hecho de que, precisamente, la concentración en los problemas de corto plazo, sumada a la tendencia de concebir el desarrollo de las sociedades en el largo plazo como un “preludio histórico no estructurado del presente”, bloquea todavía la comprensión de secuencias largas en el desarrollo social, al igual que la de su carácter direccional (Elías, 1998, 113). En síntesis, las dificultades para buscar una definición conceptualmente precisa y objetivamente comprensiva para las nuevas guerras no indican únicamente la deficiencia de la formación de conceptos y teorías, sino que muestran la mezcolanza que se da en la reciente transformación del acontecer bélico, poco claro, que difícilmente puede aprehenderse en conceptos coherentes, y menos en una teoría (Münkler, 2005, 33).

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Venezuela: ascenso y gobierno de Hugo Chávez y sus fuerzas bolivarianas Por Margarita López Maya Resumen

El ascenso de las fuerzas bolivarianas al poder lideradas por Hugo Chávez Frías en 1999 constituye uno de los casos emblemáticos del giro a la izquierda que se ha producido en América Latina. Este movimiento, de origen militar y debido a actitudes y prácticas de gobierno, ha despertado desconfianzas y polémicas sobre su ubicación política ideológica. Este artículo, haciendo uso de una perspectiva histórica, trata de contestar las siguientes preguntas: a) ¿Qué tipo de izquierda es el bolivarianismo?; b) ¿Por qué llega al poder y por qué después de nueve años sigue allí?; c) ¿Cuáles son los rasgos básicos de su propuesta alternativa de sociedad?; d) ¿Cuál es su visión de la política internacional?; e) ¿Hacia dónde se dirige el bolivarianismo después de la derrota de la propuesta de reforma constitucional de 2007? Palabras clave: bolivarianismo, Venezuela, izquierda, política, Hugo Chávez.

Venezuela: Ascent and government of Hugo Chávez and his “Bolivarian forces” By Margarita López Maya Abstract

The coming into power by the bolivarian forces led by Hugo Chávez Frías in 1999 constitutes one of the emblematic cases of the turn to the left side that has taken place in Latin America. This movement, with military origin, and due to attitudes and practices of the government, has woken up distrust and debates about its political ideological place. This article, using a historical perspective, tries to answer the following questions: a) What is the type of left of the bo-

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livarianism?; b) Why does it come into power and why after nine years does it continue there?; c) Which are the basic features of the alternative society it offers?; d) Which is its vision of international policy?; e) Where does bolivarianism go after the defeat of the constitutional reform of 2007? Key Words: Boliviarianism, Venezuela, Left, Politics, Hugo Chávez.

Anotaciones a la política del Partido Comunista Por Álvaro Delgado Resumen

Este artículo relata la historia del Partido Comunista Colombiano, durante la segunda mitad del siglo XX. Se divide en cuatro partes: la primera indaga sobre la composición social del partido; la segunda trata el polémico tema de la posición frente a la lucha armada y su relación con las Farc; la tercera parte se pregunta sobre los logros de la acción social y política del partido; por último, se discute la postura comunista frente a la democracia, luego de la caída del socialismo real. Palabras clave: Partido Comunista, lucha armada, socialismo, izquierda, sindicalismo.

Notes to Colombian Communist Party policy By Álvaro Delgado Abstract

This article deals with the history of the Colombian Communist Party during the second half of the 20th century. Is divided in four parts: the first one investigates on the social composition of the party; the second one treats the polemic topic of the position of the party in relation with the armed struggle

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and with the Farc; the third part looks at the social and political achievements of the party; finally, the communist attitude before democracy is discussed, specially after the fall of the real socialism. Key Words: Comunist Party, Armed Fight, Socialism, Left, Trade Unions.

“El presente es de lucha, el futuro socialista” Por Martha Cecilia García V. Resumen

Este artículo pretende dar cuenta de la conformación del “campo socialista” en Colombia, en los años 70 del siglo pasado, cuando contribuyó a fomentar debates políticos significativos dentro de la izquierda del país. Este lapso está comprendido entre dos cismas de singular importancia para los trotskistas del mundo, que marcaron su quehacer y fueron objeto de polémicas dentro de la IV Internacional –organización en la cual se aglutinaron las agrupaciones que hicieron parte del “campo socialista” colombiano–, y de ésta con otras organizaciones de izquierda. Palabras clave: socialismo, trotskysmo, izquierda, IV Internacional.

“The present is of fight, the future socialist” By Martha Cecilia García V. Abstract

This article tries to describe the conformation of the “socialist field” in Colombia during the 1970s, when it fed significant political debates inside the left of the country. This process is encapsulated by two schisms of singular importance for the Trotskyists of the world, that marked their entire life and

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were an object of polemics within the International IVth –organization in which the groups of the Colombian “socialist field” were agglutinated–, and with other organizations of left. Key Words: Socialism, Trotskyism, Left, IV International.

“El maoísmo en Colombia: la enfermedad juvenil del marxismo-leninismo” Por Mauricio Archila Neira Resumen

El artículo es un acercamiento crítico a la trayectoria histórica del maoísmo en Colombia, como una de las expresiones de la “nueva izquierda” aparecida a comienzos de los años 60 y cuyo ocaso se hace evidente en los años 90. Se desarrolla en cinco secciones: los orígenes políticos del maoísmo; su trayectoria histórica en Colombia; la composición social de sus directivas; algunas consideraciones sobre rasgos ideológicos, políticos y éticos del maoísmo en Colombia; para cerrar con reflexiones sobre su legado. Palabras clave: maoísmo, leninismo, marxismo, izquierda, PC-ml

“The maoísmo in Colombia: The juvenile disease of the Marxism-Leninism” By Mauricio Archila Neira Abstract

The essay critically approaches the historical evolution of Maoism in Colombia, considering it as one of the expressions of the “new left” that started in the 60s and declined in the 90s. The article unfolds in five sections: the po-

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litical origins of Maoism; its history in Colombia; the social composition of its leadership; some considerations on ideological, political, and ethical features of Maoism in Colombia; and finally some reflections on its legacy. Key Words: Maoism, Leninism, Marxism, Left, PC-ml

El ejercicio de la liberación nacional: ética y recursos naturales en el ELN Por Oscar Humberto Pedraza Resumen

Este ensayo explica la idea de liberación nacional defendida por la guerrilla del ELN. A través de su historia se da cuenta de la relación entre liberación nacional y la política de manejo de recursos naturales, especialmente el petróleo. Igualmente, se señalan los principios éticos y culturales de esta organización, así como la lectura que realizaba de la historia del país. Palabras clave: ELN, liberación nacional, recursos naturales, petróleo, guerrillas.

The “national liberation” exercise: ethics and natural resources in the ELN By Oscar Humberto Pedraza Abstract

This essay explains the idea of national liberation defended by the ELN guerrilla. Throughout its history, the article exposes the relation between na-

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tional liberation and the managing of natural resources, specially oil. Also, it shows the ethical and cultural values of this organization and its comprenhension of the country`s history. Key Words: ELN, National Liberation, Natural Resources, Oil, Guerrillas.

La estabilidad del ELN en el departamento de Antioquia (1998-2004). Una aplicación de las redes sociales Por Diana Marcela Jiménez Resumen

En este artículo se analiza la estabilidad del ELN en Antioquia durante los años 1998 a 2004, aplicando la metodología de las redes sociales. Empleando las acciones realizadas en las áreas rurales de los municipios se hallan los subgrafos base que representan los mínimos territorios estables de la organización. A partir de ellos, se estudia la expansión territorial como acción desestabilizadora, calculando el índice de valoración estratégica sobre los municipios hacia los cuales la organización armada quiere expandirse. Para el periodo analizado, el ELN cuenta con dos subgrafos base en Antioquia, cada uno de los cuales está compuesto por municipios cuyas características determinan las condiciones que la organización debe seguir en su proceso de expansión. Palabras clave: ELN, Antioquia, redes sociales, conflicto armado, guerrillas

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The ELN stability in Antioquia (1998-2004): An application of the social networks By Diana Marcela Jiménez Abstract

In this article the stability of the ELN is analyzed in Antioquia during the years 1998 to 2004, applying the methodology of the social networks. Employing the actions carried out in the rural areas of the municipalities are found the subgrafos base that represent the most minimum stable territories of the organization. From them, the territorial expansion is studied like destabilizing action, calculating the index of strategic assessment on the municipalities toward which the armed organization wants to be expanded. For the period analyzed, the ELN counts on two subgrafos base in Antioquia, each one of which is composed by municipalities whose characteristics determine the conditions that the organization should continue in their process of expansion. Key Words: ELN, Antioquia, Social Networks, Armed Conflict, Guerrillas

Las nuevas guerras y el conflicto armado en Colombia Por Teofilo Vásquez Resumen

En este artículo se discute la manera como se analiza el hecho de la guerra actualmente y las interpretaciones que de la misma han realizado los teóricos sociales. Se concentra en los enfoques de las nuevas guerras, los mercados de violencia y los estados fallidos, que, cuando concurren, hacen surgir los denominados señores de la guerra. También realiza consideraciones sobre las relaciones entre economía, política y violencia, a propósito del conflicto colombiano, y los enfoques ya mencionaos. Palabras clave: Nuevas guerras, señores de la guerra, Estado, sociología, Colombia, violencia, grupos armados. Resúmenes de artículos 319

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The new wars and the conflict armed in Colombia By Teofilo Vรกsquez Abstract

This article discussed the way how the the war is currently analyzed and the interpretations built by the social researches. It centers on approaches such as the new wars, the markets of violence and the failed States, which, when they meet, rice the war lords. Also it makes considerations on the relationships between economy, politics and violence, with regard to the Colombian conflict, and the perpectives already mentioned. Key Words: New Wars, War Lords, State, Sociology, Colombia, Violence, Armed Groups.

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MARGARITA LÓPEZ MAYA Licenciada en Historia y Doctora en Ciencias Sociales de la Universidad Central de Venezuela. Profesora de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Central de Venezuela. Ha sido profesora visitante del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Columbia y de la New School of Social Research. Además de diversos artículos publicados en revistas venezolanas e internacionales, se destacan los libros Lucha Popu-

lar, Democracia, Neoliberalismo: Protesta Popular en América Latina en los Años de Ajuste (Caracas, Nueva Sociedad, 1999); La protesta popular venezolana entre 1989 y 1993. En el umbral del neoliberalismo (Caracas, UCV, 1998); Venezuela: confrontación social y polarización política, realizado junto con Medófilo Medina, (Bogotá, Ediciones Aurora, 2003); y Del viernes negro al referendo revocatorio (Caracas, Alfadil, 2005).

ÁLVARO DELGADO Periodista e historiador. Investigador del grupo de Movimientos Sociales del Cinep. Experto en historia del sindicalismo en Colombia. Actualmente es el encargado de la base de datos de luchas laborales de la misma institución. Ha sido coautor de los textos 25 años de luchas sociales en Colombia, 1975-2000, (Bogotá, Cinep, 2002) y Conflictos, poderes e identidades en el Magdalena Medio, 1990-2001 (Bogota, Cinep, 2006). Recientemente publicó sus memorias tituladas Todo tiempo pasado fue peor. Memorias del autor basadas en entrevistas hechas por Juan Carlos Celis, (Medellín, La Carreta, 2007).

MARTHA CECILIA GARCÍA V. Socióloga, con magíster en Sociología de Universidad Nacional y candidata a doctora en Estudios Culturales de la Universidad Andina Simón Bolívar de Ecuador. Investigadora del grupo de Movimientos Sociales del Cinep. Ha sido coautora de los textos 25 años de luchas sociales en Colombia, 1975-2000, (Bogotá Cinep, 2002) y Conflictos, poderes e identidades en el Magdalena Medio, 1990-2001 (Bogota, Cinep, 2006). Colaboradores 323

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MAURICIO ARCHILA NEIRA Profesor Titular del Departamento de Historia de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, e investigador asociado del Cinep. Obtuvo el Ph. D. en Historia en la Universidad del Estado de Nueva York en Stony Brook (USA). Es especialista en la historia social de Colombia durante el siglo XX. Dentro de sus publicaciones se destacan: Cultura e identidad obrera: Colombia 1910-1945 (Bogotá, Cinep, 1991), Idas y venidas, vueltas y revueltas. Protestas sociales en Colombia, 1958-1990 (Bogotá, Icanh/Cinep, 2003) –obra que obtuvo en 2004 el Premio Nacional en Ciencias Sociales por la Fundación Alejandro Ángel Escobar– y las contribuciones a la compilación con Mauricio Pardo, Movimientos sociales, Estado y democracia (Bogotá, CES/Icanh, 2001) y a obras colectivas como 25 años de luchas sociales en Colombia, 1975-2000 (Bogotá, Cinep, 2002) y Conflictos, poderes e identidades en el Magdalena Medio, 1990-2001 (Bogotá, Cinep, 2006). Recientemente ha publicado artículos es las siguientes libros: En la encrucijada: Colombia en el siglo XX (Bogotá: Norma/Universidad de los Andes, 2006), Cuatro décadas de compromiso académico en la construcción de la nación (Bogotá: Universidad Nacional, 2006), Pensamiento colombiano del siglo XX (Bogotá, Instituto Pensar/Universidad Javeriana, 2007) e Historia de las Ideas Políticas en Colombia (Bogotá, Instituto Pensar/Taurus, 2008).

OSCAR HUMBERTO PEDRAZA Antropólogo e historiador de la Universidad de lo Andes, con magíster en antropología de la misma universidad. Miembro del grupo de Movimientos Sociales del Cinep. Experto sobre historia del movimiento campesino e indígena. Ha sido profesor en la Universidad del Rosario de Bogotá.

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DIANA MARCELA JIMÉNEZ Economista egresada de la Universidad del Valle. Ha sido asistente de docencia en materias como Econometría de la Universidad del Valle y asistente de investigación en el grupo de investigación Conflicto, Aprendizaje y Teoría de Juegos, reconocido por Colciencias y bajo la dirección de Boris Salazar Trujillo y María del Pilar Castillo.

TEOFILO VÁSQUEZ Sociólogo, investigador perteneciente al grupo Violencia, Paz y Formación del Estado en Colombia. Experto en la legislación internacional sobre derechos humanos y de la situación y evolución regional de la violencia y los derechos humanos, el Derecho Internacional Humanitario y el desplazamiento forzado en Chocó, Urabá, Putumayo, Meta y Catatumbo. Ha sido profesor de la Universidad de los Andes y coautor de los libros Violencia política y formación del estado, (Bogotá, Cinep, 2003) y Conflictos, poderes e identidades en el Magdalena Medio, 1990-2001 (Bogota, Cinep, 2006).

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Instrucciones para la presentaci贸n de manuscritos

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La revista Controversia, de periodicidad semestral, recibe artículos de investigación reflexión y revisión relacionados con los temas sociales, económicos, culturales y políticos de Colombia y América Latina, lo mismo que sobre aspectos teóricos que iluminen estos problemas y también sistematizaciones de experiencias en educación popular, organización social y desarrollo sostenible. Su formato debe ser el de un artículo publicable y no el de un informe de investigación o capítulo de tesis. Estas contribuciones deben ser preferentemente inéditas pero, a juicio del consejo editorial y del comité asesor, podrá considerarse la publicación de una contribución en otro idioma, que sea considerada pertinente para las líneas de trabajo antes señaladas. Los artículos deben tener entre 5.000 y 10.000 palabras. Las reseñas no pueden exceder las 1.200 palabras. Las contribuciones deberán ser presentadas en formato Word o en un sistema compatible, con una copia impresa y una en medio magnético en tamaño carta y a espacio y medio. Las copias impresa y magnética deberán ser enviadas a la dirección postal de la revista, Carrera 5 No 33A-08,en Bogotá, Colombia, o a su dirección electrónica, controversia@cinep.org.co. Los artículos pueden ser elaborados y fi rmados por uno o más autores. Se puede usar el lenguaje técnico de cada disciplina, pero procurando que estén escritos de una forma asequible a un público no especializado. Las notas deben aparecer debidamente numeradas y deben ser lo más breves posible. Las referencias bibliográficas –libros, capítulos de libros, artículos y fuentes en general– deben ser incorporadas al texto colocando entre paréntesis el apellido del autor, coma, el año de la publicación, coma y el número de la página, así: (Pécaut, 1987, 210). Las citas tomadas de la prensa y de otras fuentes periódicas deben ser incluidas en el texto de la siguiente forma: entre paréntesis el título de la fuente en cursiva, coma, día, mes y año de la publicación, coma y la página –indicando la sección cuando es pertinente–. Por ejemplo: (El Colombiano, 7 de febrero de 2005, 7A). Las referencias bibliográficas completas y de fuentes se incluirán en una BIBLIOGRAFÍA al fi nal del texto, por orden alfabético según el apellido del autor, de la siguiente manera: • Para libros: (a) apellidos y nombres del autor, (b) año de la edición utilizada, (c) título del libro en cursiva, (d) ciudad de la publicación, (e) casa editora y (f) año de la publicación original (si la obra ha tenido varias ediciones). Cada uno de estos ítems deben ir separados entre sí por una coma. Ejemplo:Elias, Norbert, 1997, El proceso de la civilización, Bogotá, Fondo de Cultura Económica, 1939

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• Para artículos: (a) apellidos y nombres del autor, (b) año de la publicación, (c) título entrecomillado del artículo, (d) nombre de la revista en cursiva, (e) volumen (si tiene), (f) número, (g) casa editora, (h) lugar de publicación, (i) fecha de la publicación sin año, (j) páginas del artículo. Cada uno de estos datos separados entre sí por una coma. Además, el título de la revista va precedido por “en”. Ejemplo: Archila, Mauricio, 1998, “Poderes y contestación”, en Controversia, número 173, Cinep, Bogotá, junio, pp. 29-86. • Para capítulos o contribuciones a un libro: se citan de forma similar a los artículos de revista, salvo en lo relacionado con el año de la publicación. Ejemplo: Roldán, Mary, 1988, “La política antioqueña”, en Melo, Jorge Orlando, editor, Historia de Antioquia, Bogotá, Editorial Presencia. Los autores también deberán enviar un resumen del artículo, en español y en inglés, de seis a diez líneas, y otro semejante sobre sus datos personales, que señale sus títulos académicos, los cargos más destacados que ha desempeñado, sus publicaciones recientes más importantes y su correo electrónico. Si el artículo contiene imágenes (mapas, fotos, etc), éstas deben tener una resolución de por lo menos 300 dpi y estar en formato .tif o .jpg. Los manuscritos que el consejo editorial considere apropiados para su publicación o que sugiera el comité asesor serán sometidos al arbitraje de especialistas en el tema respectivo, quienes dispondrán de un mes para enviar su concepto. Para este proceso de arbitraje, la revista apelará a pares externos e internos a la institución por cada artículo. El consejo editorial se reserva el derecho de aceptar o rechazar los artículos, según los requisitos indicados, o condicionar su aceptación a la introducción de modificaciones, cuando sean necesarias. El proceso es confidencial, pero los comentarios de los árbitros serán remitidos al autor del artículo con las sugerencias pertinentes del consejo editorial de la revista, cuando haya necesidad de algunas modificaciones. Con este fin se llevará un seguimiento de la fecha de recepción y aprobación de los artículos. Así mismo, se utilizará un formato de evaluación para que cada árbitro consigne su concepto sobre la calidad, originalidad e importancia del texto sometido a su consideración, otorgando una calificación cuantitativa y una valoración cualitativa.

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