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DEPORTES
by cityqro
Nuevo Estadio Olímpico de Querétaro
Por: Sergio Bailleres F.
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En 1939, la ciudad de Querétaro atestiguaba la inauguración del Estadio Municipal, un lugar construido para la práctica del fútbol, deporte que poco a poco ganaba nuevos adeptos en un momento de tensión mundial por la Segunda Guerra Mundial cuando ya se habían disputado las Copas del Mundo de Uruguay en 1930 e Italia en 1934.
Ubicado a unas cuadras del centro de la ciudad, el nuevo estadio sería el parteaguas para que años después viera la luz el primer equipo de fútbol profesional de Querétaro en 1950 con la puesta en marcha de la Segunda División. El Estadio Municipal con el paso del tiempo se convirtió en la casa de diversos equipos: los Gallos Blancos, Lobos, Estudiantes, Atletas Industriales, Atletas Campesinos y Cobras.
Miles de partidos, tardes inolvidables, héroes eternos y anónimos, broncas fenomenales en sus tribunas y en la cancha, conciertos, mítines, algunos juegos internacionales y encuentros nocturnos fueron parte de la historia del inmueble que compartía cuadra con la Central Camionera, el Lienzo Charro y el Hotel Mirabel, probablemente el edifi cio más alto durante mucho tiempo en la ciudad. Yo lo visité por primera vez en 1978, tenía cinco años y mi padre me llevó a una cita con el fútbol que desde ahí me cautivó e hizo de ese lugar un espacio común cada quince días durante toda mi niñez.
El ritual dominical era casi religioso, llegar a las 9 de la mañana para encontrar buen lugar en la zona de sombra, apartar el espacio y salir a comprar unas tortas de carnitas en el camión de “Las Tortugas” para desayunar y aguantar las 3 horas previas al juego del día. Mi papá y su compadre Rubén se saludaban con
todos ahí en la íntima tribuna, en un ambiente de lugareños conocidos, de pláticas fraternales y encuentros gratos en donde la camaradería hacía viajar las cervezas y las tortas de mano en mano hasta llegar a su destino.
Ahí vi a Pedro “Pantera” Cortés realizar atajadas fantásticas, grité los goles del “zurdo” Ochoa, miré a Don Antonio “La Tota” Carbajal dar de gritos atrás de la banca pegado al alambrado, a Justino González defender por la banda y a mi primer ídolo el gran Leonardo Cuellar con la camiseta número 10 de los Atletas Campesinos surtiendo balones a Italo Estupiñán el ecuatoriano que anotó 18 goles en dos temporadas con aquel equipo que ya vestía una camiseta a rayas azul celeste y negro.
En esa tribuna de sombra en la pomposamente bautizada zona de palcos se encontraba la ubicación de los cronistas de radio, la voz inconfundible del Maestro Álvaro Rico Cruz, de Marco Antonio León Hernández y en la cancha un joven de nombre Andrés Estévez Nieto ahí junto a las bancas. Escuchándolos, nació uno de mis grandes sueños gracias a Dios cumplido: narrar fútbol.
Una tarde de domingo recuerdo una bronca generada en la tribuna ante el penoso accionar del árbitro en un partido contra los Coyotes de Tenancingo, que supuso la eliminación del equipo queretano de una liguilla en donde la afi ción local dirigió su enojo contra el hombre de negro que de clavado ingresó a la ambulancia para escapar de la enardecida concurrencia.
Todas esas historias y otras más se me vinieron de golpe a la mente y el corazón la noche de la inauguración del Estadio Olímpico de Querétaro, la nueva casa del deporte construida en ese mismo terreno del viejo Municipal, en donde los espacios se aprovecharon al máximo para darle forma a un moderno y funcional recinto que se complementa con el Centro Cultural Gómez Morin, un estacionamiento multinivel y diversas áreas incluida una pista de atletismo con todas las especifi caciones. Se podrán practicar 16 deportes, el estadio tiene un aforo de cuatro mil seiscientos espectadores, zona de vestidores y palcos de transmisión para radio y tv.
El Distrito Alameda es espectacular, es el puente de entrada al bellísimo Centro Histórico en un entorno moderno que respeta la esencia de ese cuadro de la ciudad.
Vendrán nuevos protagonistas de logros y triunfos, espectadores presenciales y virtuales, tardes de récords y noches de goles en un estadio que tendrá su propia historia, como la de su antecesor y su vecino mundialista.