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LUNES 7 DE DICIEMBRE DE 2009 / CIUDAD CCS

COMUNIDAD CCS

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Elsie Rosales Doctora en Derecho Investigadora del Instituto de Ciencias Penales de la UCV seguridadparalosderechos@gmail.com

SEGURIDAD PARA LOS DERECHOS > Este espacio responde a la necesidad de democratizar el conocimiento, llamar a la reflexión y convocar al debate sobre uno de los pilares del desarrollo humano: la garantía de los derechos, contemporáneamente amenazados por las inseguridades, su vulneración o negación y el errático comportamiento de los sistemas penales.

Las mega ciudades de hoy Pensar en las grandes ciudades contemporáneas –las metrópolis– dista mucho de su concepción originaria como ciudad de dimensiones manejables, concebida como lugar para convivencia, la mutua protección, el encuentro compartido, la organización de la vida social, el refugio común, espacio para crecer, vivir y guarecerse en colectividad. A cambio de ello, la evolución de los procesos de urbanización durante el siglo XX y lo que va del XXI, ha conformado poblaciones gigantes integradas en una conurbación que gira en torno a una ciudad central, con redes urbanas de gran densidad donde lo característico no es la mera aglomeración de personas sino su estructuración compleja, su centralidad y correlación, pudiendo incluso combinar grandes áreas urbanas con zonas rurales.

trópolis en todas partes; en los países considerados por Naciones Unidas como de desarrollo medio –como son la mayoría de los de la región– se reproduce también el proceso de urbanización, pero con la dificultad de que sus metrópolis se integran muchas veces por grandes áreas urbanizadas con precariedad en los servicios, hábitat y viviendas (barrios pobres). Este fenómeno es muy característico en los países que integran las Américas desde la frontera que cruza por Baja California, El Paso, Río Grande hasta el Golfo de México y transita las tres Américas hasta cubrir la parte más austral del cono sur. Al extremo que las metrópolis de estos países, en su mayoría de desarrollo medio según los indicadores de Naciones Unidas, son más grandes que la mayoría de las metrópolis de los países de desarrollo alto.

Si bien el mundo actual, cada vez más globalizado, se caracteriza por los procesos de urbanización en aumento y la consiguiente conformación de me-

Metrópolis

N° de habitantes

Ciudad de México

23.293.783

Sao Paulo

20.534.112

Buenos Aires

14.393.015

Lima

7.902.851

Bogotá

8.286.535

Caracas

4.368.552

Fuente: WORLD GAZEITEER cálculos a 2009. Disponible en: http://population-statistics.com/wg.php?x=&men=gcis&lng =es&des=wg&srt=npan&col=abcdefghinoq&msz=1500

Metrópolis y violencia delictiva Es justamente en las grandes ciudades con procesos acelerados y desordenados de urbanización y a la vez, con grandes poblaciones sometidas a la negación u obstaculización del acceso a los derechos ligados al desarrollo humano, esto es: carencias en seguridad alimentaria, de salud, educativa, jurídica, medio ambiental, personal, ciudadana, donde se muestran las tasas de violencia delictiva más altas.

Las Américas Canadá Estados Unidos México Costa Rica El Salvador Cuba Colombia Brasil Venezuela

17, 7 1,5 6,2 6,5

11,4

Violencia delictiva en América (algunos países) Tasa de homicidios por cien mil habitantes 45,6

6,3 79,7 31,7 34,5 *

Fuente: Situación de la Salud en las Américas Indicadores Básicos OPS 2007 sobre data de 2004. Aunque según el procesamiento de SISTEMAS PENALES la tasa de 2004 en Venezuela era de 42 hpcmh.

En busca de lo posible > Urbes, criminalidad y exclusión

Gestión de la ciudad para los derechos

Nótese que un fenómeno complejo como la violencia delictiva no reduce su comprensión a factores aislados. La ligazón entre desigualdad, exclusión y su reproducción masiva en la vida de las ciudades gigantes de la región, muestra que no basta que el país sea de los considerados “pobres” como serían los casos de Haití o Bolivia que reportan menores tasas delictivas, tampoco basta que se trate de una gran metrópolis muy densificada como es New York. Es más la convergencia del estilo de vida de la sociedad capitalista de consumo en una gran urbe con estructura social verticalizada –es decir, notoriamente desigual–, con negación estructural de los derechos traducida en exclusión social que opera de modo difuso, y excluye del disfrute de los derechos de manera más o menos intensa o más o menos relativizada, pero también se excluye selectivamente contra ciertos grupos sociales de un modo totalizador, justamente las mismas personas y grupos sociales sobre los que se concentran las altas tasas de víctimas-victimarios. Esto sucede por ejemplo, con grupos de jóvenes, varones pobres, en algunas urbes de la región como Caracas o Sao Paulo, y en otras bajo la impronta devastadora de los conflictos internos, como en San Salvador. El efecto de la exclusión es evidente. Pero no se trata sólo de negarles bienes materiales, sino del maltrato que se compone con la negación de los derechos, y de los efectos de privación cultural, de identidad y dignidad, que acompañan a la exclusión.

Voltear la mirada hacia la seguridad de los derechos en las ciudades, supone retomar el sentido originario para el cual las ideamos. Se trata de comprender que la seguridad de los derechos en general, pasa por la consideración del ambiente, en el cual nos desenvolvemos: la ciudad. Pero la ciudad humana no sólo debe ser atendida en términos macro estructurales de superación de la injusticia social que, sin duda, es la estrategia de prevención estructural más profunda, sino de atender también lo cotidiano en la circulación vial, en la cuestión del hábitat y de ambiente, nada desdeñable en su valor no sólo real sino simbólico, en cuanto a exaltar el apego a las normas de convivencia y el respeto mutuo, generando programas que potencian las calidades de la ciudad y las ventajas que tenemos de convivir y por supuesto, programas específicos para la inclusión de las personas y grupos en situación de exclusión más grave como viene sucediendo con muchos jóvenes que no se les ofrece opciones de vida correspondientes a sus edades, identidades y culturas, que les abstraiga de la violencia y de su participación en los procesos de victimización. La política pública para la seguridad de los derechos transita por entender la complejidad de la vida en la ciudad. No desdeñar esta dimensión humana y social de lo cotidiano, potenciando las virtudes de las ciudades en su capacidad para contextualizar la realización de los derechos, constituye uno de los ámbitos de intervención prioritarios de la política de seguridad ciudadana posible.

Pobreza y delito: la falsedad de un estigma Algún lector desprevenido podría suponer que la razón de este problema es la pobreza que funcionaría como especie de “caldo de cultivo” de la violencia delictiva, pero lo cierto es que los datos científicos demuestran que la pobreza no es la causa de la violencia delictiva y que por el contrario, no es precisamente en los lugares donde habitan millones de personas que viven en condiciones de pobreza, incluso extrema, los que muestran peores tasa de homicidios. Supondríamos mejor que la dignidad humana es tan inmensa que hasta ha tolerado estoicamente mucha injusticia.

Desarrollo humano y desigualdad Sin embargo, un sugerente estudio realizado por Elías Carranza –del grupo de criminólogos críticos que se desempeña como Director del Instituto Latinoamericano de Naciones Unidas para la Prevención del Delito– establece cómo es la relación entre las tasas de homicidios y la condición de riqueza entre varios países según los indicadores del Banco Mundial. Como resultado concluye que evidentemente existe una relación, no la única pero sí importante, entre PIB de cada país y su tasa de homicidios, siendo la única excepción entre los países ricos, Estados Unidos con una tasa de homicidios por encima de la media de su grupo, mientras en el resto de América marcan la excepción Costa Rica y Cuba con tasas de homicidios por debajo de la media del conjunto de países de riqueza mediana. Visto así, el problema no es la pobreza sino la desigualdad, considerado como el principal problema del mundo. ¿Por qué la desigualdad y no la pobreza, es el problema más grave del mundo y qué relación guarda con la violencia delictiva? Para el cierre del siglo XIX y aún muy entrado el siglo XX, muchísimas personas morían de hambre en el mundo. Había pobreza, había desigualdad, por tanto había abuso de derechos, pero la excusa de ese momento histórico planetario era la presunta insuficiencia de alimentos para todos. Incluso es de recordar las tesis capitalistas previas que animaron el momento industrial bajo la convicción de la necesidad de producir riqueza suficiente. Hoy les damos la razón, el industrialismo, con la posterior cooperación de la era tecnológica posindustrial, demostraron su tremenda capacidad para generar riqueza –también para devorar trabajadores y depredar el planeta pero ese no es el punto tratado ahora–. Al cierre del milenio, los datos de desarrollo humano de Naciones Unidas demostraron cómo sí se alcanzó el umbral de riqueza necesario para todos, sin embargo, el problema ahora es su distribución, cómo en las últimas tres décadas la brecha entre ricos y pobres se ha ampliado, por lo que aún se avanza en el cumplimiento de estrategias como las metas del Milenio para superar la pobreza. Es evidente que la falta de recursos perdió la capacidad de excusar las carencias al acceso elemental de bienes, servicios, oportunidades y recursos de todo orden, que padecen miles de personas en términos de seguridades alimentaria, de salud, de vivienda, al hábitat, del medio ambiente, educativa, laboral, jurídica, vial, entre otras. Esta situación genera grandes tensiones, a veces insalvables que se traducen en fenómenos concretos como la exclusión.


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