JUEVES
17 DE DICIEMBRE DE 2009 AÑO 1 Nº 132 CARACAS, VENEZUELA
Exclusivo de Interior y Justicia emisión de las credenciales Ángel Méndez Ciudad CCS
¡Se acabó la guachafita! Sólo el Ministerio de Interior y Justicia emitirá credenciales a funcionarios en misión policial, según información suministrada por el G/D, Viceministro de Interior y Justicia y Seguridad Ciudadana, Juan Francisco Romero Figueroa, quien aclaró que todo forma parte del nuevo esquema establecido en la Ley Orgánica del Servicio de Policía y del Cuerpo de Policía Nacional Bolivariana. “Todo lo atinente a las credenciales, al igual que lo referente al porte de armas por parte de los cuerpos policiales o de aquellos organismos que cumplen funciones de servicio de policías, serán regulados. Lo dice explícitamente el artículo 18 de la Ley. De acuerdo con el texto, se creará el Sistema General de Policía, en el cual estaremos registrados todos los funcionarios en funciones policiales, indiferentemente que seamos municipales, regionales o estadales los que estemos trabajando en la Policía Nacional o los que integrarán, en el futuro, la policía comunal”. Explicó el general Romero Figueroa que la idea es que el órgano rector tenga registrado a todos los funcionarios activos en la seguridad del país y reitera que el único ente autorizado para dar esas credenciales será el Ministerio --¿Se acaba el chapeo? --Claro que sí. Quien tenga chapa será el que esté autorizado. Por allí hay gente inescrupulosa que porta credenciales falsas, personas con credenciales de dependencias que ni siquiera existen. Como, por ejemplo, de la División de Inteligencia del Ministerio de Interiores y Justicia que, hoy por hoy, no existe. Eso ocurre.
Variados significados Chapeado (da) - Honduras: Dicho de una persona que tiene las mejillas sonrosadas o con buenos colores. Chapeado (da) - Chile: Rico, adinerado. Chapeado (da) - México: Persona de mejillas sonrosadas o con buenos colores. Chapeado (da) - Venezuela: Humillado por algún funcionario o persona que, supuestamente, tiene mucho poder. Chapeador (ra) - Costa Rica: Máquina de chapear, limpiar la tierra. Chapeador (ra) - Cuba: Persona que ejecuta la operación de chapear, limpiar la tierra. Chapeador (ra) - Venezuela: Persona abusadora que, valido de poder, se cree con derecho a hacer lo que le viene en gana.
Se busca el control de credenciales, según el General Romero Figueroa. Foto E. Montilva
Crónica
El chapeo como método Ángel Méndez Ciudad CCS
Yo chapeo, tú chapeas, el chapea, nosotros chapeamos, vosotros chapeáis, ellos chapean… Verbo criollísimo y conjugadísimo con el cual describimos una costumbre de vieja data en nuestro país. Más que mostrar una diminuta placa, chapear consiste en accionar los supuestos privilegios del cargo que circunstancialmente se ostenta. Esa chapa de latón o virtual permite, a quien la posee, aplicar la viveza criolla, perpetrar el abuso descarado y despreciar, olímpicamente, la Ley. En síntesis, ejercer el poder. Cuando se ha pasado muchos años en la profesión, los ejemplos de chapeo se acumulan en la mente con facilidad. Acostumbrados a demasiado “lobby” en antesalas de ministerios e instituciones gubernamentales, hemos contemplado, en primer plano, muy de cerquita, cómo la susodicha “chapita” funciona en momentos inesperados. Chapear es un recurso que se exhibe como si de sombrero mágico se tratara. Un portero impide la entrada de un sujeto y es allí cuando la víctima se convierte en victimario; con un automático ademán, sin dejar de mirar al pobre funcionario, el cha-
peador saca su credencial de puro cuero de cocodrilo con letras doradas que indican el cargo; anexo a una chapa con el lógico escudo que intimidará y humillará a quien cierra el paso. La chapa es la insignia que prestigiará a quien la lleve. Es un carnet o un escudo, una insignia o condecoración. La estrella púrpura, por ejemplo, es recordada por quienes se han bebido los muchos filmes de la guerra mundial como el máximo honor del soldado herido en el campo de batalla. De manera, pues, que eso del chapeo es bien común en nuestro país. Nadie se salva de esa rumba porque hasta nosotros hemos recurrido a ese recurso. A un portero o subalterno se le hace difícil “darle un parao” a una fulgurante chapa, a menos que haya recibido órdenes de quien tenga una chapa peso pesado.