Bajo la lupa

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BAJO LA LUPA

Somos, desde el origen, el hombre en devenir, que supo sentir lo bello como el más puro cristal y ojalá que un día, cuando quizás veamos errante el camino, tengamos el valor de recordarlo y ver, como nos enseña el anciano de esta historia, que los destellos del cristal aún nos estarán alumbrando.

“UN NIÑO AL FIN”

BAJO LA LUPA X MARU DUARTE /Maru Duarte

Inaugurando esta sección Maru Duarte nos da su mirada sobre esta historia apelando a los sentidos y sentires de cada lector. Una pincelada "Bajo la Lupa" del cuento de Walt.

DIBUJA EN ESPIRAL

NOS VUELVAN

DESDE LA SUPERFICIE

DE IMPERIO-

HACIA LO PROFUNDO

SA NECESIDAD PARA CONTINUAR EL VIAJE, CUAL SEA QUE HAYAMOS EMPRENDIDO

Estimados lectores, amigos, hoy nos volvemos a reunir en el mismo lugar, alrededor del fueguito de un nuevo relato. Walt nos presenta esta vez, “Un niño al fin”, una historia que dibuja en espiral desde la superficie hacia lo profundo, y nos empuja desde el hoy hasta el ayer, de ida y de vuelta. Pero su riqueza está en que ese pasaje no nos devuelve al mismo lugar. O sí, pero con una certeza, una verdad revelada, el saber que cuando niños, fuimos capaces de confiar al mundo nuestros tesoros, para volver a buscarlos un buen día, no muy cercano, en que se nos vuelvan de imperiosa necesidad para continuar el viaje, cual sea que hayamos emprendido.

Y aquí nos encontramos con un hombre, un anciano, que ha recorrido un largo camino. No sabemos si acompañado o en soledad, o en qué proporción de su vida combinó ambas maneras. Lo cierto es que hoy lo encontramos sólo, totalmente ensimismado. Pero no está quieto. Está revolucionado por algo que vibra en todo su ser, una especie de efervescencia interna, tan potente que lo hace moverse de un lado al otro, balbuceando, refunfuñando, buscando. Y, evidentemente, lo ha decidido. No quedarse sentado sino buscar. ¿Recordar? Y todos comprendemos, seguramente, que una vez que evocamos el recuerdo, que lo provocamos, ya no lo podemos frenar, se transforma en una catarata de pensamientos que se nos aproximan, corriendo raudamente por el hilo conductor de nuestras biografías, hasta hoy. Y quizás les permitamos estirarse un poquito más, para vislumbrar algo del mañana. Por alguna sensación, por algo que captaron nuestros sentidos, la vista, el oído, el olfato, el tacto, esa experiencia sensorial nos abre la puerta de los sentimientos que nos sirven en bandeja fragmentos de nuestro pasado; traerlos al presente, en una centésima de segundo, es el resultado de esta experiencia. “DECADAS” - Por algún motivo que para nada parece fortuito, el anciano decide, de una vez por todas, romper el silencio, el encierro, abrir el cuarto, la ventana y dejar que lo ilumine el sol, recorrerlo con su mirada, la majestuosidad de las telas de arañas…Sin prisa pero sin pausa, quiere mirar algo de su recorrido, desde antaño hasta ese mismísimo día. Y como si ese momento hubiese estado preparado desde siempre, el cuarto no está vacío, la baulera tampoco, está repleta de pistas, de pruebas, de testigos de otra época de su vida, que se quedaron inmóviles, confiados, esperando su momento de ser descubiertos. Y para eso han de haber permanecido largos inviernos en soledad, encerrados. Y en busca de ellos partió. Y en busca de él mismo partió. Ese es su gesto, dar vueltas y vueltas, sacando, buscando inciertamente pero con coraje, hasta que da de repente con la punta del ovillo, y ya no pudo/quiso detenerse. Encontrar esa foto suya, tomada un instante antes de entrar al jardín, le trajo irremediablemente a su madre, a esa esquina, y pudo ver cómo ese recuerdo fugaz tiene el efecto de una gota de agua al expandirse en un charco. Y como dijimos antes, no hay nada que podamos hacer para detenerlo. Tal es el impulso, que eso lo lleva a bucear más profundo y buscar con mayor premura, dentro de la baulera…hasta que llegó. Hizo el caminito, pensamientos, gotas de agua, el dibujo.

Y qué agradable descubrir que lo que dejó como seña para su adultez, plasmado en un dibujo de niño, sea un pensamiento tan sublime, tan gigante. ¿Una gota de agua que en su reflejo contiene la figura de una mujer? ¿Nada más o nada menos?. El origen, la matriz, la fuente, el agua, la figura de la mujer como dadora de vida, justo en el lugar que nació su corazón. Y recordó también que años más tarde, comprendió aún más a esa gota de agua, cuando fue capaz de unirla con hilos de plata a la luna, a través del ciclo lunar de la mujer, y de saber a la luna patrona de las mareas.

Hizo el caminito, pensamientos, gotas de agua, el dibujo.

Esta es una exquisita imagen, una tríada perfectamente equilibrada de amor, de fecundidad: la mujer, la luna, el agua. Y también ese pensamiento lo acompañó a lo largo de su vida, hasta que sus barbas se hicieron blancas y sabias, ya que fue a él mismo a quien se le reveló en esa maravillosa epifanía, que todo aquello minúsculo y gigante a la vez que hacemos cuando niños, nos marca, nos define, y se expande como una gota de agua a lo largo de los años. Los dos elementos del pasado, la foto tomada por su madre y el magnífico dibujo, fueron dos momentos de amor sin más, amor puro propio de la infancia, que sembraron las semillas para retomar el camino, como las miguitas de pan que dejaron Hansel y Gretel para poder volver a casa, y no perderse en los claroscuros del frondoso bosque. Las sembramos para que algún día nos recuerden quiénes somos, para no olvidar que fuimos de niños, el germen de éste que respira hoy. Somos, desde el origen, el hombre en devenir, que supo sentir lo bello como el más puro cristal y ojalá que un día, cuando quizás veamos errante el camino, tengamos el valor de recordarlo y ver, como nos enseña el anciano de esta historia, que los destellos del cristal aún nos estarán alumbrando.

Gracias Walt por la magia. MARU DUARTE


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